El homo sapiens sapiens, una creación o una anticreación

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MINISTERÍO DE AMBIENTE Y RECURSOS NATURALES Sr. Luis Armando Zurita Tablada. Ministro de Ambiente y Recursos Naturales. Sr. Carlos Ramiro Moino Cárdenas. Viceministro de Ambiente. Sr. Edwin Giovanni Tobar Guzmán. Viceministro de Recursos Naturales. Sr. Sergio Vega. Coordinador de la Unidad de Economía y Ambiente. Sr. Gustavo Suárez. Coordinador de Sistemas de Información Ambiental. Sr. Pedro Ferrigno. Coordinador de la Unidada de Relaciónes Públicas. Sra. Elvira Chinchilla. Diseño, Diagramación y Edición. Sr. Alberto Andrade. Diagramación.





CONTENIDOS PREFACIO.....................................................................................................11 REFLEXIONES URGENTES SOBRE LA PROBLEMÁTICA DE LOS RECURSOS, BIENES Y SERVICIOS NATURALES EN GUATEMALA ..........................................................................................17 Introducción .............................................................................19 Planteamiento del problema ..............................................25 ¿Qué hacer? ..............................................................................31 Conclusión .................................................................................35 ANEXOS ......................................................................................................43 ANEXO 1 .....................................................................45 Indicadores Económicos ......................................................49 Indicadores Sociales ..............................................................53 Indicadores Ambientales ....................................................59 ANEXO 2 .....................................................................65 El Contexto Natural Luis Zurita Tablada ............................................................................67

ANEXO 3 .....................................................................85 El Contexto Social Luis Zurita Tablada .......................................................................87 ANEXO 4 ...................................................................103 ¿Creación o anticreacion? Luis Zurita Tablada .....................................................................105

La materia ................................................................................105 La vida .......................................................................................107 El homo sapiens ....................................................................109 La humanidad .........................................................................111 BIBLIOGRAFÍA........................................................................................... 115



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PREFACIO

A

nte los ojos de la ciudadanía en su conjunto, no se puede negar que el país está viviendo una crisis socioambiental de grandes proporciones.

Las causales son diversas, pero hay dos esenciales. Por un lado, el país está siendo afectado por el calentamiento global en ascenso, lo cual somete al territorio nacional a los embates de procesos climatológicos erráticos que provocan destrucción de infraestructura, exacerbación de enfermedades, desestructuración de la naturaleza y dislocación social, entre otros. Sin embargo, la alta vulnerabilidad socioambiental del país es consecuencia también de la degradación ambiental provocada por un modelo económico prácticamente extractivo, que no toma en cuenta la búsqueda de equilibrio entre los procesos económicos, sociales y ambientales. De esa cuenta, en tanto los países industrializados, que son los principales generadores de gases de efecto invernadero que están provocando el cambio climático del planeta, no rectifiquen su modelo de desarrollo, Guatemala seguirá expuesto, porque de esta realidad nadie se puede aislar. Empero Guatemala podría establecer mecanismos para adaptarse a tal fenómeno global, además de tomar medidas de mitigación que reduzcan la vulnerabilidad nacional ante el calentamiento global. Este desafío es el reto más grande de los dirigentes guatemaltecos. Nadie puede ayudar al país, si el país no comienza por ayudarse a sí mismo. El futuro de Guatemala seguirá siendo incierto si el país no se reconcilia ideológica y culturalmente, si no se democratiza


el quehacer político, si el sentido de compromiso no orienta el proceso económico productivo, si no se establece una relación estratégica con la naturaleza y si no se gobierna en función del bien común. En la perspectiva mundial, observando detenidamente el proceso de humanización desde la edad de piedra hasta el presente, se pueden extraer, en la perspectiva de estas preocupaciones, las siguientes conclusiones, que igual se aplican a Guatemala: a.

El proceso ha consumido irreflexivamente los recursos de la Tierra, pues ha carecido de una estrategia racional que regule la evolución del microcosmos humano;

b.

El proceso ha profundizado la brecha que separa a las élites de la mayoría de sus congéneres, las excepciones confirman la regla;

c.

El proceso ha acumulado una sobrepoblación humana que no puede absorber, por lo que ha dejado a la gran mayoría humana excluida del desarrollo y, por consiguiente, dependiendo –unilateral y precariamente- del consumismo primario que la liga a natura, y como consecuencia, reducida a la ignorancia y a la superstición. Expresión alícuota e injustificable de esa sobrepoblación son los guetos de los países desarrollados donde la gente no se muere de hambre, pero vive bajo el umbral de la pobreza, subsistiendo de la asistencia social o filantrópica;

d.

El proceso ha absorbido sin miramiento de costos solo a una sexta parte de la población humana, inmersa en una fatigosa por descomunal sobrecarga consumista, que tensiona los equilibrios ecológicos y sociológicos;

e.

El proceso ha dislocado a la naturaleza hasta el borde mismo de la aniquilación de los biopotenciales terrestres sin haber previsto las alternativas de sobrevivencia humana más allá de donde lo permiten las condiciones naturales;

f.

El proceso ha extenuado las bases mismas de la convivencia humana hasta el filo de sumirla en una crisis existencial sin alternativa moral;


13 g.

El proceso no ha podido, ni podrá, a menos que se abra un surco estratégico a la cooperación, construir las bases de la concordia y la libertad en la Tierra.

Por lo tanto, en la primera fase de la civilización fueron la prueba y el error las consignas que dieron soporte a la ola agrícola y a la domesticación de los animales, pivote sobre el cual la humanidad se expandió a lo largo y ancho del planeta y sentó las bases cognoscitivas para el advenimiento de la ola industrial con su cauda consumista, individualista y competitiva, impulsada por la fuerza energética del carbón y los hidrocarburos, fuentes energéticas de gran rendimiento y eficiencia, pero cuyos efectos secundarios son, ahora, la principales causas que han dado lugar a la degradación ambiental y al calentamiento global que están poniendo en peligro la propia sobrevivencia de la especie humana. Ante tales circunstancias, la única solución es impulsar el desarrollo sostenible y sustentable, tarea imposible de realizar si no se armonizan los factores económicos, sociales y ambientales. Esto es válido tanto para los países desarrollados como para los países en vías de desarrollo. Cada país tiene que tomar sus propias decisiones, de conformidad con sus propias realidades, sin perder de vista factores históricos, sociales, culturales, políticos, económicos y ambientales. El planeta en sus casi cinco mil millones de años de existencia ha sufrido cinco grandes extinciones provocadas por causas naturales. Ante el crudo desafío actual, la humanidad está a las puertas de la sexta gran extinción, en cuyo contexto el ser humano es el naipe, la jugada y la apuesta. El Homo sapiens sapiens es la primera especie sobre el planeta Tierra que tiene la posibilidad de delinear su futuro. Hasta el día de hoy, es obvio que todo el proceso de civilización se ha construido sobre la inercia como plataforma. Hasta aquí, podríamos decir, estuvo mal que bien lo que se hizo, empero, a partir de hoy estaría peor que mal si no se cambia la bitácora del desarrollo, ello, si en verdad la humanidad está interesada en trascender más allá de la selección natural de las especies... ¿Qué rumbo tomar? Los países desarrollados tienen que sustituir su fuente energética, pero también repensar si el modelo individualista, competitivo y consumista en que están inmersos es el único camino hacia el desarrollo integral y transgeneracio-


nal de su sociedad. Europa, por ejemplo, ya construyó todas las hidroeléctricas posibles. La energía eólica tiene sus bemoles. La energía fotovoltaica del Sol aún no está a punto para sustituir al carbón y al petróleo. Y a nivel planetario el carbón es el generador del 40% de la energía total que se produce. Entonces, si el objetivo inmediato es descargar carbón de la atmósfera, ¿hay algo superior a la energía nuclear por de pronto? El desafío es inmenso, porque la humanidad no tiene más alternativa que seguir su ascenso hacia el cielo, contrario sensu regresar al cobijo de la madre naturaleza de dónde venimos desprendiéndonos de las cadenas de nuestra animalidad, en tanto avanzamos hacia la trascendencia espiritual procurando conquistar la libertad, la igualdad y la fraternidad en un mundo contranatural, que eso y no otra cosa es la civilización y cultura humanas... Los países en vías de desarrollo tienen que pensar seriamente el camino que han de seguir en la búsqueda del bienestar y realización de su población. Cualquier esfuerzo hacia el desarrollo debería tener como meta, primero, saciar las necesidades básicas de sus ciudadanos; en seguida, sentar las bases para el bienestar de las personas y, por último, montar el andamiaje para la realización de todos y cada uno de sus habitantes. Todo ello sería imposible si los recursos, bienes y servicios no son declarados como insumos estratégicos para el desarrollo del país. Pero sobre todo, tienen que entender que el destino humano es liberarse de las servidumbres todas, haciéndose cada vez menos dependiente de las cadenas de natura, pero procurando no sustituirlas por cadenas artificiales... Claro está, el modelo típico de los países industrializados ha sido un atajo que sólo ha beneficiado a el 15% de la población mundial, pero es inviable como modelo universal, porque la Tierra, en tanto proveedor de recursos, bienes y servicios naturales es insuficiente para satisfacer la demanda creciente de una población que requiere satisfactores, ya no sólo para cubrir necesidades naturales, sino vanidades también. Si el ser humano no toma conciencia de la espiral caótica en que se desenvuelve la civilización, peor aún si no sale de su anomia, no hay duda que, como dijera en su momento el escritor José Saramago, llegará un día en que no quedará ni la más mínima huella de que alguna vez existió la especie humana. Ciencia, religión y política tienen una tarea convergente, a la cual la filosofía debe irse integrando con realismo y sentido práctico... El tema es complejo. Aquí ya no se está hablando de dogmas ideológicos o consignas políticas, de sectarismos economicistas o fanatismos biologistas, prin-


15 cipios filosóficos o doctrinas religiosas, sino de sobrevivencia, de convivencia, de cooperación, de complementariedad, de cohesión y de solidaridad para con el otro y con los otros, independientemente si se es machista o feminista, indígena o mestizo, civil o militar, rico o pobre. Por tal razón, la actual administración del Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales presenta ante la sociedad y el Estado su punto de vista sobre la problemática ambiental y hace un llamado a la conciencia de los guatemaltecos, con la finalidad de que se asuma el compromiso de analizar, discutir y tomar decisiones estratégicas ante asuntos de tanta trascendencia como la problemática de las cuencas, subcuencas y microcuencas hidrográficas; de los desafíos del corredor seco y sobre el potencial de las reservas naturales del Sistema Guatemalteco de Áreas Protegidas, todas los cuales están siendo amenazados por causas globales como nacionales, sin que, por el momento, se abra una debate honesto y transparente en que, por fin, se concilie economía, ambiente y sociedad, fundamentos del desarrollo sostenible. Queda este documento como un pequeño aporte, como un acicate, como un llamado al diálogo nacional en torno al futuro de Guatemala. Con la responsabilidad del caso, ha quedado instalado el Consejo Consultivo del Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales. El Consejo Consultivo es una convergencia de sectores y grupos sociales representativos de la sociedad y el Estado, una instancia en dónde el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales tendrá interlocución con las fuerzas vivas y con los actores principales de la dinámica nacional, un espacio en dónde podrá dialogarse con sinceridad, transparencia, compromiso y usando la inteligencia en función del bien común de los guatemaltecos, de cuyo seno se esperaría que las grandes decisiones sobre la protección, mejoramiento, conservación y uso de los recursos, bienes y servicios que brinda la naturaleza sean de beneficio general y para engrandecer a Guatemala, porque, como lo escuchara alguna vez en sus tiempos mozos quien esta nota suscribe, la patria es ara, no pedestal... Si así lo hicieren, vuestros hijos os lo agradecerán... Respetuosamente,

Ministro de Ambiente y Recursos Naturales



Reflexiones urgentes sobre la problemรกtica de los recursos, bienes y servicios naturales en Guatemala



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INTRODUCCIÓN

N

o hay actividad humana que no esté en contradicción con otras. Lo económico, lo social y lo ambiental constituyen partes fundamentales sin cuya articulación no hubiese sido posible la edificación de la civilización y la cultura humana. De acuerdo con la historia geológica, paleontológica y antropológica registrada pacientemente por el ingenio humano, hoy en día no existe ninguna duda que el ser humano desde que puso la mano en el arado, a diferencia del resto de la biodiversidad con la cual ha convivido, convive y convivirá en este maravilloso planeta, ha tomado un camino de evolución totalmente contranatural, o sea que, en vez de adaptarse al medio ambiente, adapta el medio ambiente a sus intereses, entendiendo por medio el lugar en el que vive un organismo y por ambiente los factores positivos o negativos que influyen en la evolución de cada organismo. Esto no podría ser de otra manera, pues la evolución es la única constante del cosmos, como el avance de un río que ha de diluirse fatalmente en las aguas del mar océano, conducido por la ley de los opuestos... En ese contexto, el devenir de la especie humana, con todo el saber que le es característico, está determinado por dos grandes variables: 1. Vivir el tiempo máximo posible dentro del paraíso natural que le fuera dado prodigiosa como gratuitamente para posibilitar su gestación y advenimiento en la matriz de la Madre Tierra; 2. Vivir el tiempo justo y necesario para preparar la gestación y advenimiento de su propio paraíso por sí mismo construido, el cual es su mayor desafío, adentro o allende el Sistema Solar.


Empero, el Homo sapiens sapiens o sea, el Homo que sabe que sabe- es un ser dual, pues, en tanto ser biológico está inexorablemente ligado a la materialidad de natura, en tanto que como ser consciente de su propia consciencia y del mundo que lo rodea está inexorablemente impulsado por sus sueños de trascendencia. Esa es la razón de la ambivalencia humana, la cual determina de sobrada manera la evolución política, económica, social y cultural de la civilización y, ahora, obviamente el devenir ambiental del planeta. Desde esa perspectiva, al Homo sapiens sapiens no le queda alternativa. Toma, transforma y usa los recursos, bienes y servicios que natura le brinda, con lo cual no solo satisface sus necesidades básicas, sino pone los cimientos para alcanzar el bienestar y la realización individual y social. Esto es así, puesto que como justamente señalara Pierre Teilhard de Chardin en su obra El fenómeno humano, con el advenimiento de la especie humana vino una noosfera que envuelve a la bóveda celeste que circunvala al planeta Tierra, o sea, surgió una nueva capa de pensamiento que cubrió todas las capas naturales precedentes, incorporándose como un coadyuvante de la evolución natural. De simple como dependiente objeto, el ser humano devino en sujeto de su propio destino, sin dejar de ser objeto de la naturaleza, porque el cosmos le trasciende en tiempo y espacio. Ahora, no cabe duda que el ser humano es coadjutor del cosmos. La cosmogénesis(1) o evolución natural del cosmos ahora está articulada a la noogénesis(2), en cuyo caso, nada, absolutamente nada de cuanto viene aconteciendo en la naturaleza terrenal desde el arribo del proceso de hominización es ajeno a la civilización y a la cultura humanas. Empero, ese proceso de destrucción-creativa en que el Homo sapiens sapiens se ve inmerso no siempre se ha realizado de forma racional ni moral y, en gran medida las consecuencias secundarias del desarrollo agrícola primero, luego el industrial después, han sido impulsados por el afán de tener por el tener (1)

La cosmogénesis expresa la totalidad evolutiva del cosmos, desde el Big Bang hasta la posteridad, incluyendo la vida en todas sus manifestaciones. Desde la perspectiva humana, comprende, groso modo, tres partidos fundamentales: a) abiogénesis, cual origen o principio de la sustentación material del cosmos; b) biogénesis, cual origen o principio de la vida en su conjunto y, c) antropogénesis, cual origen o principio de la ominización.

(2)

La noogénesis comprende el relativamente muy reciente, pero no por ello trascendente, proceso evolutivo de interacción entre el ser humano y el cosmos, cuya práctica comprende hacia la adaptación de la naturaleza a las necesidades humanas, u en su acción reciproca incesante, crea, directa o indirectamente, nuevas necesidades que a su vez demandan nuevos satisfactores para enrriquecer la evolución humana. En tanto a la historia humana no demuestre lo contrario, la noogénesis siempre será un apaéndice de la cosmogénesis pues, ésta le trasciende en tiempo y espacio.


21 mismo y no por el afán de tener más para ser más. En tal sentido, las actividades económicas a todo nivel han desestructurado a la naturaleza hasta el extremo mismo en que el planeta se encuentra, prácticamente al borde de la sexta extinción, con la diferencia de que la actual está siendo acelerada por la voracidad y codicia humanas. Hay países que han alcanzado el bienestar, habiendo superado prácticamente la pobreza, pero a un costo tal que las fuentes energéticas en que basan su desarrollo generan inmensas descargas de desechos sólidos, líquidos y gaseosos en tan gran medida que, de hecho, la huella ecológica humana sobre el planeta ha superado, en mucho, la capacidad de reciclaje natural. De acuerdo con lo conocido, para que una persona satisfaga sus necesidades de agua, oxígeno y alimento necesita una hectárea de tierra, sin embargo, actualmente la huella ecológica alcanza las dos hectáreas y media por persona, como promedio, porque los países desarrollados han superado las diez hectáreas por persona. Ello explica, por sí solo, la razón de la crisis; peor aún, si tomamos en cuenta que grandes países como China, India y Brasil avanzan por el mismo camino de industrialización que se sustenta en el uso del carbón y los hidrocarburos, es obvio que estamos a las puertas de una gran hecatombe mundial, cuya principal manifestación es el fenómeno global del cambio climático. Desde luego, la riqueza producida con esa huella ecológica sólo beneficia, en el mejor de los casos, a un 15% de la población mundial, en tanto el resto, o sea el 85 de la población restante, entre los cuales está la mayoría de la población guatemalteca, sólo tiene acceso al 15% de la riqueza producida cada año. En ese contexto, no sólo se está desestructurando a la naturaleza, sino que al mismo tiempo se está dislocando a la sociedad también. En esa perspectiva, la inmensa mayoría de países no desarrollados han quedado expuestos a una gran vulnerabilidad por causales globales, es cierto, pero también por causales intrínsecas, pues se sostienen sobre modelos de desarrollo insostenibles y esquilmadores de la naturaleza, por demás injustos y excluyentes. Entre tales países en desarrollo se encuentra Guatemala, declarado por el panel de científicos del cambio climático de Naciones Unidas, como uno de los 10 países más vulnerables de cara al cambio climático y como el más vulnerable del continente americano. Esa vulnerabilidad no se debe sólo al calentamiento global, sino que tiene causas internas, como la inmensa desforestación de las cuencas, subcuencas y microcuencas de todo el territorio nacional, con su cauda de erosión y consecuente azolvamiento de los ríos, con lo cual se incrementa


el riesgo ambiental que provoca catástrofes sociales. Como consecuencia, las pérdidas ambientales del país han sobrepasado las capacidades técnicas y financieras del sistema centralista de Estado y de la sociedad, pues la acumulación de pérdidas en la infraestructura alcanzó en el año 2010, solo como un ejemplo, el 25% de toda la inversión física realizada ese año. No se diga las pérdidas sociales, la pérdida de suelos, las pérdidas agrícolas, entre otras pérdidas que solo ponen en evidencia el incremento de la crisis ambiental, la cual, tarde o temprano, devendrá en problemas de gobernabilidad política también.




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PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA

G

uatemala cuenta con un Sistema de Áreas Protegidas -SIGAP-, el cual tiene como propósito proteger, conservar y mejorar entornos territoriales de gran valor natural, ora por su rica biodiversidad, ora por su potencial acuífero, pero en todo caso porque, es el supuesto, en tales contextos ambientales existen condiciones de fragilidad que ponen en riesgo la sostenibilidad de los bienes y servicios que proveen y han de proveer insumos tanto para el mantenimiento de la vida en su conjunto como por su beneficio para la expansión y desarrollo de la especie humana y, por ende, de los guatemaltecos. Guatemala, emulando la tendencia de otras realidades diferentes a la nuestra, promovió con buenas intenciones el SIGAP. Con lo cual, a la fecha, un tercio del país es jurídicamente mas no necesariamente un área protegida en la práctica, en tanto que otro tercio lo constituye un área en creciente desertificación y sequía, como parte que es del corredor seco mesoamericano. El otro tercio está constituido por nichos de población y de producción que se intercalan dispersa como bizarramente a lo largo y ancho del territorio nacional, sin articularse inteligente como sosteniblemente a un proyecto de Nación. Este último tercio del territorio nacional es, en la práctica, casi la única base actual sobre la cual descansa la sobrevivencia de 14 millones de guatemaltecos y el departamento de Guatemala concentra, aproximadamente, el 70% de la economía nacional. Eso, realmente es un absurdo... ¿Por qué los otros dos tercios no han de incorporarse al proceso de desarrollo integral y transgeneracional de los guatemaltecos? De cara al cambio climático global, el país aparece como el tercero más vulnerable a nivel planetario, lo cual es cierto, pero esa fragilidad también tiene causales intrínsecas, como lo es el modelo irracional de desarrollo insostenible que ha prevalecido por siglos, lo cual multiplica las asimetrías sociales e in-


crementa la precariedad de todos los factores ambientales necesarios para el desarrollo integral y transgeneracional de los guatemaltecos. Un modelo que avanza de forma consumista, mercantil y arbitraria sobre los bienes y servicios ambientales, de la mano del más frío como injusto subproducto de la desigualdad y exclusión sociales, como lo es el avance sobrepoblacional que está presionando ecológica y sociológicamente al país hasta el borde de la inanición política, económica, social, cultural y ambiental. Tal sobrepoblación, inmersa en su pobreza, es, irónicamente, la masa laboral sobre la cual se sostiene el modelo, pues se asume equivocadamente como una ventaja comparativa de cara al mercado mundial, pero incapaz como mecanismo desarrollador del mercado interno, única forma para elevar la capacidad de consumo social y, por ende, la calidad de vida de la población... Por esa vía, Guatemala carece de viabilidad como país. El Estado, en esencia, no es una entelequia, pero puede derivar en una simple ficción si sus liderazgos y/o sus fuerzas vivas carecen de visión y de misión, o sea, si carecen de sentido de compromiso para consigo mismos, para con los suyos y para con los demás, en cuyo caso esto último comprende no solo al otro, que es mi semejante y siente como yo, sino también a lo otro, que no es mi semejante, pero siente, por lo que está vinculado a mí como manifestación de vida que es. En su obra La rebelión de las masas, José Ortega y Gasset demuestra lo determinante que es la ejemplaridad de las élites en la conducción de la sociedad. El Estado, entonces, más que un territorio delimitado, poblado de gente, flora y fauna, es una construcción histórica que se rige por un ordenamiento económico que determina lo político, lo jurídico, lo social y lo cultural, en donde cada individuo es, al mismo tiempo, el naipe, la jugada y la apuesta que determina el destino de todas y cada una de las personas que lo habitan. De ahí que aquel Estado, cuya sociedad está fragmentada en mil pedazos, es, cuando no hojas al viento, un espacio en permanente ebullición y colisión, porque carece de vasos comunicantes entre las partes del todo... Es, sin más, un territorio poblado pero sin orden, sin horizonte de espera, sin una bitácora, en fin, regido por la anarquía y, por lo mismo, a punto de encallar... Sin embargo, las élites comprenden un abanico de intereses engarzados a una variedad de actividades, tan obvias unas como lo político, lo económico, lo social y lo cultural, a lo que se agrega hoy en día lo ambiental, pero no menos obvias son otras como la ciencia y la religión o como las organizaciones de reivindicación social.


27 En ese contexto, es necesario que los unos y los otros vayan al encuentro del otro y de lo otro. Que se entienda que la base del desarrollo es un como un triángulo equilátero en cuyos vértices se corresponden equidistantemente lo económico, lo social y lo ambiental, cada uno con su propia especificidad, por lo tanto, ni uno ni otro pueden alcanzar su finalidad de forma sostenible a menos que se asuman como parte de la solución. Guatemala es un país territorialmente pequeño, pero potencialmente rico en recursos, bienes y servicios naturales. Rico sobre el subsuelo, rico bajo el subsuelo. Abundante agua para generar toda la energía del país de forma hidráulica; para hacer del campo un vergel que dé de comer a todos hasta la saciedad; para darle de beber al pueblo entero y dos zonas marino costeras esperando un plan estratégico para coadyuvar al desarrollo nacional. Abundantes yacimientos minerales no metálicos fundamentales para el diario vivir, pero también no pocos yacimientos minerales no metálicos esperando una oportunidad para ponerse al servicio de los más caros intereses nacionales. Incluso, existen bastantes evidencias, aunque más por analogía, de potenciales reservas petroleras no despreciables que hay que tener en cuenta. Empero, los procesos mineros no metálicos como los procesos petroleros son, potencialmente, fuente de gran contaminación si no se toman las medidas de mitigación correspondientes, de ahí que su puesta en explotación debe previamente someterse a un estudio de impacto ambiental estratégico con la finalidad de comprobar y comparar si los réditos de la explotación superarían con creces a otras modalidades económico productivas menos contaminantes y por lo tanto proveer al desarrollo nacional de forma sostenible por largo tiempo. De ahí que, en tanto no sean declarados recursos estratégicos para el desarrollo integral de Guatemala, mejor deberían quedarse resguardados para mejores tiempos... Esta decisión, entonces, es el mayor desafío de las élites del país... Se agrega a tales valores potenciales, la multiculturalidad del país, ora como expresión viva de pueblos diversos que hacen gala de sus costumbres, ora como expresión físico monumental de la huella histórica de quienes ancestralmente han habitado estas tierras a lo largo de los últimos 20,000 años, haciendo de este territorio un mestizaje de culturas y de genes que enriquecen a la humanidad.


Todo ello hace más compleja la situación, es cierto, pero no como para considerar imposible superar las tensiones naturales del triángulo equilátero sobre el cual ineludiblemente ha de construirse el andamiaje de un modelo de desarrollo para el beneficio de todos, todo el tiempo. Ponerse en los pies del otro, en las circunstancias del otro, entendiendo que el otro podría ser yo mismo si viviera en sus circunstancias. Eso es fundamental, sobre todo, porque al día de hoy no hay un solo guatemalteco que esté contento con el país que se ha venido construyendo y de lo cual ¿quién no es responsable? ¿Será esta la hora para un gran debate, abierto, transparente y sin prejuicios, para pactar, por fin, un modelo que le dé sostenibilidad al desarrollo nacional de forma integral y transgeneracional, de tal manera que garantice a los ciudadanos la libertad, la igualdad y la fraternidad? Para el efecto, con gran visión de futuro, el artículo 3, literal k, del Decreto 90-2000, que crea el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales, se establece que es función del Ministerio “promover y propiciar la participación equitativa de hombres y mujeres, personas naturales o jurídicas, y de las comunidades indígenas y locales en el aprovechamiento y manejo sostenible de los recursos naturales”. Así mismo, en el Reglamento Interno del Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales, Acuerdo Gubernativo 186-2001, capítulo II, artículo 4, inciso VI, se establece como instancia de coordinación la conformación del Consejo Consultivo de Ambiente y Recursos Naturales, lo cual cobró vigencia mediante el Acuerdo Ministerial 408- 2011 que crea el referido Consejo, “como una instancia consultiva, asesora, de intercambio de información y acercamiento entre los sectores de la sociedad relacionados con el ambiente y los recursos naturales y el gobierno a través del Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales”. En tal virtud, la actual administración del Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales ha procedido a convocar a su integración, solicitando a cada organización miembro que nombren un titular y un suplente para cumplir el alto propósito de reunir al liderazgo nacional de forma periódica para la discusión y análisis de la problemática nacional desde la perspectiva ambiental, enfocando todos los órdenes que reclama la civilización y la cultura humanas, acompañando así al Estado y a la sociedad en la toma de decisiones fundamentales que procuren el máximo bienestar y confort para todos los ciudadanos sin excepción, tomando como referencia la importancia de impulsar y fomentar el desarrollo sostenible y sustentable como línea de orientación.




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¿QUÉ HACER?

D

icho eso, las áreas a conservar, proteger o mejorar, porque su potencial natural aún se encuentra en buenas condiciones de preservación y por lo tanto hay que evitar que entren en proceso de deterioro sin retorno (como algunas áreas del SIGAP) o porque su deterioro está poniendo en peligro la sobrevivencia poblacional afectando la reproducción ordenada de la sociedad (como el corredor seco y no pocas áreas del SIGAP), es un problema de gobernabilidad que requiere de un consenso nacional en el que los diferentes grupos y sectores del país deben pronunciarse y ponerse de acuerdo, especialmente porque hay una agenda ineludible, como lo es definir el uso que ha de darse a ambos. Pero el resto del país, en donde vive prácticamente el 80% de la población tiene que asumirse como parte integrante de una vertiente (del Pacífico, del Atlántico o del Golfo de México), en cuya dinámica económica, social, ambiental y política de sus cuencas, de sus subcuencas o de sus microcuencas hidrográficas, según el caso, debe integrarse cada ciudadano, lo cual implica un protagonismo estratégico en función del territorio nacional, en el entendido que más importante que asumirse como vecino de un municipio, lo verdaderamente esencial es verse a sí mismo como parte de un conjunto en donde de conformidad con las circunstancias a veces ha de promoverse la intersección y otras veces la unión de conjuntos, porque la naturaleza no tiene fronteras. Pero no solo las áreas de mayor fragilidad ambiental requieren del consenso nacional. El país en su conjunto debe someterse a un ordenamiento territorial, en donde se defina el uso que ha de darse al suelo y al subsuelo y de qué manera han de aprovecharse los bienes y servicios naturales. Máxime, si como se ha venido exponiendo, el territorio es pródigo en bienes naturales y en servicios ambientales.


Lamentablemente, hasta ahora, las cosas en Guatemala no avanzan por ahí. Hay una resistencia tan absurda que, probablemente, cómo lo demuestra la historia, las élites no reaccionarán hasta que el país sea azotado por una catástrofe descomunal... En los asuntos del SIGAP, la conservación, la protección y la mejora van a la baja. En los asuntos del corredor seco pasa lo mismo. En la gestión de las cuencas, subcuencas y microcuencas la situación no es menos deplorable, especialmente porque el modelo gubernamental centralista en la toma de decisiones carece de capacidad para administrarlas sosteniblemente. A no ser la cooperación internacional, la sociedad fragmentada de Guatemala no se compromete a conciencia para cumplir con la legislación ambiental. Por supuesto, ¿cuánto puede exigírsele al sector público, si únicamente dispone del 10% del PIB para afrontar la totalidad de las necesidades y demandas sociales contempladas en la Constitución Política de la República? Es obvio, ¡el conglomerado social guatemalteco le está fallando a su propio Estado! Presionado por urgencias como la educación, la salud y la seguridad, el Estado y la sociedad –desvinculados per se- pierden de vista lo estratégico. Inmersos por siempre en la inercia histórica, las élites no asumen su rol de promotores del desarrollo sostenible y se decantan en el día a día de sus intereses creados, sin percatarse que sin visión de país no hay viabilidad gubernamental ni societaria para el desarrollo de todos todo el tiempo... Entiéndase aquí, por élites, las dirigencias y liderazgos políticos, económicos, sociales, culturales, científicos, religiosos, ambientales, étnicos, entre otros... Con la ridícula como irreflexiva carga tributaria que el Estado se impone, es obvio que el SIGAP o el corredor seco seguirán a la baja en términos ambientales, pues, si la carga tributaria es la medida de avenencia social, ¡qué poca avenencia tenemos los guatemaltecos para con nosotros mismos! Es necesario definir la tasa última de ganancia que podría generar excedentes para invertir en la protección y mejoramiento del ambiente, pero en tanto eso no suceda y las élites no acuerden un pacto fiscal acorde con la magnitud del problema, hoy por hoy, repensar el qué y el para qué de tales espacios naturales es el desafío más urgente de cara a la ruina socio ambiental que ya se está padeciendo, de lo contrario las élites entre sí y las élites ante los grupos sociales más vulnerables seguirán estérilmente enfrentados en el cómo. Y el conflicto improductivo será la constante que arrastrará al país a la ingobernabilidad ambiental, a la cual seguirá la ingobernabilidad política, cuando que el sentido común nos muestra tajantemente que en el cosmos en que vivimos todo está regido por la ley de


33 las contradicciones, de que ahĂ­ que, se quiera o no se quiera, la base del ĂŠxito pasa por la unidad y lucha de contrarios como estrategia racional y moral cuya resultante conduce hacia un horizonte en que todos, todo el tiempo, alcancen el desarrollo integral y transgeneracional.



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CONCLUSIÓN

A

menos que el Estado y la sociedad asuman un compromiso de conservación, protección, mejoramiento y uso del ambiente como política de Estado y/o se proponga un plan de desarrollo sostenible como estrategia para promover la gestión integral del entorno natural del SIGAP y se proponga un plan sistémico específico para el desarrollo del corredor seco y la gestión ambiental de las cuencas, subcuencas y microcuencas en todo el territorio nacional no se sustente en un sistema descentralizado con respecto del gobierno central, este último no podrá administrar con éxito, mucho menos detener por sí solo la creciente depredación de la naturaleza. No existe alternativa, excepto seguir contemplando impávidos, como un altar sagrado que se desmorona ante nuestros ojos, el deterioro imparable de algo llamado a una mejor finalidad, o sea, ser un factor de desarrollo en pro de un país próspero en donde el equilibrio entre las actividades económicas y los procesos naturales duren el mayor tiempo posible para construir una sociedad estable, duradera y en paz... En el caso del corredor seco, ubicado en el oriente del país, no se trata precisamente de un desierto, sino de un espacio geográfico caracterizado por sus altas temperaturas que delinean una geografía y un ecosistema en correspondencia seco y árido, pero con un suelo pródigo al cual se ofrece la abundante agua que le obsequia la Sierra de las Minas, el mayor productor de agua de Guatemala, sin que hasta ahora se aproveche racionalmente para hacer del Corredor Seco un centro fundamental de producción de granos básicos, de vegetales, de frutas y de fomento agroindustrial, ubicado como está en un punto de confluencia con los cuatro puntos cardinales del país. Encontrar, entonces, un camino hacia el desarrollo sostenible en el Corredor Seco talvez sea menos engorroso conformando comités de cuencas, de


subcuencas y de microcuencas, en donde se hagan converger los intereses públicos (estatales y municipales) con los privados, como se estila, por ejemplo, en la microcuenca del rio San Jerónimo y en su respectivo trasvase conocido como río Escondido, ambos del municipio de San Jerónimo, Baja Verapaz, lugares en donde se articulan intereses diversos como ecoturismo, pesca, regadío, agua potable, hidroelectricidad, silvicultura, entre otros, cuyo engranaje condiciona a todos a la conservación, protección y mejoramiento de la microcuenca, a reserva de que lo contrario los condena a todos a la improductividad. Con el liderazgo del Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales, se están impulsando sendos comités en diversos municipios del corredor seco y, en el contexto de la Autoridad para el Manejo Sostenible de la Cuenca del Río Dulce y el lago de Izabal, se ha conformado el Comité para el Manejo Sostenible de la Subcuenca del río Cahabón, dado que este es tributario del Lago de Izabal, Comité en el cual convergen amigablemente 11 autoridades municipales, las delegaciones departamentales del sector público, representantes del sector ambiental, empresarial, académico, y los representantes de los pueblos mayas que viven en la Subcuenca, bajo la coordinación del MARN, caso este en que por primera vez se ha arribado al primer plan maestro de conservación, protección y mejoramiento de una Subcuenca con participación activa de las fuerzas vivas de la región, en donde la gestión ambiental de las microcuencas municipales son el eje central del proceso, tarea a cargo de sendos subcomités bajo la responsabilidad de sus respectivos alcaldes. Pareciera ser que, tanto para el corredor seco como para otras cuencas, subcuencas y microcuencas de otras partes del país, el camino está bastante trazado para alcanzar así la gobernabilidad ambiental, disminuyendo la erosión del suelo y el azolvamiento de los ríos que tantos desastres provocan, dándole sostenibilidad al proceso económico, pero sobre todo para promover especialmente un nuevo paradigma en torno al uso inteligente del agua, con una visión productiva integral con visión estratégica orientado a la gestión integral del recurso hídrico del país. Pero, lo que no puede obviarse es la necesaria articulación de los factores económicos, sociales y ambientales para alcanzar el desarrollo sostenible, por lo que se hace urgente la instauración de un Sistema Nacional para la Gestión Descentralizada de las Cuencas, Subcuencas y microcuencas del país... Mas, la presión prejuiciosa que ciega a quienes no ven en el SIGAP otra cosa que no sea el proceso contemplativo de la naturaleza intocable, invisibilizando los factores históricos, sociales y culturales del país, aunque el agua


37 que en su seno se produzca se escape hacia los océanos o a los países vecinos; aunque la cultura ancestral que atesoran se siga deteriorando al paso de los elementos climáticos sin beneficiar socioeconómicamente al país; aunque los bosques se pudran al paso del tiempo o sigan siendo esquilmados por la pobreza o por el avance de cultivos no estratégicos para el desarrollo del país, en menoscabo de la soberanía y la seguridad alimentaria del pueblo, pero sin generar beneficios tangibles para garantizar el mínimo vital, la prosperidad y el confort de los guatemaltecos todos, ¡ello si raya en lo absurdo! La realidad es cruda; siempre supera a la misma imaginación. El CONAP es el administrador en ley del SIGAP y a la Universidad de San Carlos, a través del Centro de Estudios Conservacionistas –CECON-, se le ha asignado corresponsabilidad en la gestión de algunas áreas. El CONAP también ha otorgado derechos de coadministración a ONG’S, quienes deben regirse por un plan maestro previamente aprobado por el CONAP. Con todo y sus buenos propósitos, el CONAP no está en capacidad financiera, técnica y humana para afrontar el desafío desde una posición conservacionista per se, a menos que avance en un plan hacia la autosostenibilidad del SIGAP mediante la articulación de los procesos económicos, sociales y ambientales que sea conveniente realizar, por más que desde una perspectiva ideal la teoría recomiende otro camino sin viabilidad real; por más que desde la perspectiva de una capilla de marfil, desde la comodidad de un escritorio, el más lúcido de los hombres de ciencia se devane los sesos sin contacto con la realidad concreta del país. Basta ya de teorías y de activismos estériles. Es la hora de la propuesta y de la acción. Es la hora de afrontar la realidad, con creatividad, con audacia, con afecto humano, con disciplina, con honestidad, con sentido de compromiso, pero usando la inteligencia en función del bien común... De lo contrario, el SIGAP se convertirá, tristemente, en un museo a donde llevaremos a nuestros nietos a decirles como era la biodiversidad del país... El desafío es enfrentar el problema con optimismo, pero con el pesimismo necesario para ver las cosas como son en la realidad, porque una cosa es la construcción jurídico formal y otra lo que se está obteniendo en la realidad. En territorios del SIGAP vive gente también desde tiempos ancestrales y la gente seguirá llegando, por muchas causas, pero principalmente porque este es un país de marginados y porque emigrar es un proceso natural de sobrevivencia. Así ha sido y la migración no se detendrá, máxime en los tiempos actuales de cambio climático, en que la pobreza está siendo exacerbada por un nuevo factor, el calentamiento global, lo cual incrementará la migración poblacional,


de ahí que la migración hacia dentro y hacia fuera del país no se detendrá mientras perduren las presentes circunstancias, pero sobre todo porque la migración es un fenómeno natural de sobrevivencia y en ese sentido ¿quién sabe dónde está la última frontera? No olvidar, entonces, que yo soy yo y mis circunstancias, especialmente en los tiempos actuales en que la mundialización económica avanza por la vía legal y por la vía ilegal sobre los bienes y servicios que brinda la naturaleza. Pero sobre todo, ahora en que el concepto de Estado Nación está siendo mellado por intereses globales que no son precisamente los intereses nacionales, pero la globalización es un fenómeno planetario que empuja a los países hacia la transnacionalización, con una fuerza sutil pero brutal al mismo tiempo que aquéllos pueblos que hacia dentro de sí mismos no se reconcilien, no se democraticen, no orienten la economía en función social, no establezcan relaciones estratégicas con la naturaleza y no gobiernen en función del bien común, ¡están perdidos de antemano! Peor aún, están condenados a más sufrimiento... Así las cosas, donde sea que los migrantes llegan presionan sobre los bienes y demandan servicios para su sobrevivencia y desarrollo. De ahí que, en tanto el Estado y la sociedad no ofrezcan mejores alternativas a la población, de su propio seno brotarán migrantes que avanzarán, en el caso que nos preocupa, sobre las áreas protegidas (invadiendo ilegalmente, denominación absurda con que se califica la llegada de quien arriba a un territorio del SIGAP después de que se declarara como tal, como si el derecho a la vida fuera menos que una ley, contradiciendo los tratados internacionales signados por Guatemala en materia de derechos humanos). He ahí, entonces, la necesidad de encontrar, mientras aún se pueda, alternativas que viabilicen la conservación, la protección, mejoramiento y uso del SIGAP con lo que se tenga a la mano, propiciando, por ejemplo, alianzas público privadas tendientes a los objetivos del SIGAP en función del interés de los guatemaltecos y como parte de la responsabilidad que al país corresponde en la salvaguarda ambiental en este pedazo del planeta, estableciendo convenios, contratos y planes de entendimiento para que de las mismas actividades económico productivas que se realicen coadyuven al desarrollo sostenible del área, durante y posteriormente al cierre del proceso productivo, destinándose también recursos financieros para invertir racionalmente en el Sistema Guatemalteco de Áreas Protegidas, previa aprobación del instrumento ambiental que ampare la mitigación de los impactos ambientales de la actividad productiva de que se trate. En su momento, las concesiones comunitarias en la Reserva de la Biosfera Maya –RBM- fueron un salto cualitativo y audaz, prácticamente las únicas áreas en las que se detuvo la desforestación del Petén, tal y como ahora


39 ha quedado refrendado en el más reciente informe del Instituto Nacional de Bosques –INAB-, refrendado por IARNA-URL, la Universidad del Valle de Guatemala y el propio CONAP, lo cual demuestra que casi el 56% de la deforestación del país está concentrada en las “áreas protegidas”, verbigracia, RBM, Punta de Manabique, Huehuetenango, entre otras. En tal sentido, el SIGAP no puede seguir siendo un lugar “teóricamente protegido”, sin coadyuvar al desarrollo nacional, siendo ese su mayor reto, de ahí que deben dejar de ser santuarios solo para la contemplación, lo cual es una ironía porque consta que en la mayoría de los casos no tienen condiciones ni para contemplarlos. ¿De qué conservación, protección y mejoramiento se habla entonces? Ello es igual a aquéllas familias que se les pudren las posesiones porque no se ponen de acuerdo en el reparto... Por lo tanto, el SIGAP tiene que demostrar su legitimidad ante la sociedad en su conjunto. En medio de tales contradicciones es necesario encontrar formas paralelas para garantizar la autosostenibilidad del SIGAP, porque, si en esas áreas existe petróleo, ¿es correcto no aprovecharlo en función del interés nacional y declarar el petróleo como un recurso estratégico para el desarrollo nacional? Si en esas áreas existe agua, ¿es correcto no convertirla en energía, por ejemplo? Si esas áreas están situadas en lugares estratégicos para generar crecimiento y desarrollo económico, ¿es correcto no aprovecharlas para beneficio del país? La ciencia y la tecnología modernas cuentan con diversas formas para fomentar la producción limpia y el desarrollo limpio y pueden tomarse medidas de mitigación para no impactar absurdamente el ambiente. Con mucha seriedad, es necesario preguntarse: ¿Qué respuesta se dará cuando los promotores del canal seco interoceánico en perspectiva soliciten licencia para construir su muelle y para construir el largo tramo de 400 metros de ancho atravesando toda la Punta de Manabique en su camino hacia el océano Pacífico pasando por toda la frontera oriental de Guatemala? ¿Debe el Estado oponerse a ese proyecto? También hay decisiones estructurales urgentes, como la implementación de un plan de desarrollo rural integral, cuyo objeto sea la incorporación de las masas marginadas a un proceso sistemático de desarrollo humano y transgeneracional, lo cual proveería oportunidades a quienes habitan en el área rural, para que mejoren, incrementen y diversifiquen su productividad individual y la productividad de su comunidad; para que, como consecuencia, se instalen en su lugar productivo; para que satisfagan no solo sus necesidades básicas, sino para que sienten las bases para su ascenso socio económico y su realización personal en su lugar de origen, pero también para que coadyuven al progreso nacional. El


segundo objeto de tal plan caería por su peso: la población ya no emigraría por necesidad, como sucede en el presente; los centros urbanos del país ya no incrementarían los cinturones de miseria, pero las áreas protegidas ya no tendrían la presión del mal llamado invasor ilegal. El beneficio sería múltiple y las reservas de flora, fauna y agua podrían tener un mejor destino y el país estaría mejor preparado para adaptarse al calentamiento global y para mitigar las causas que lo provocan. El futuro del SIGAP, entonces, no descansa sólo en lo que se haga o deje de hacer en su seno, sino en lo que se haga en el resto del país también... Por supuesto, disponer de un ambiente agradable y amigable, de un paisaje variado como impresionante, así como de una megadiversidad multifinalitaria, implica derechos, obligaciones y responsabilidades. El derecho a un ambiente saludable; la obligación de cumplir y hacer cumplir la ley y, la responsabilidad de coadyuvar a la sostenibilidad ambiental en proporción con los beneficios que cada quien reciba directa e indirectamente de los bienes y servicios que la naturaleza provee... Con todo, el Estado y la sociedad deben están persuadidos que la conservación, protección y mejoramiento de un importante porcentaje de los ecosistemas del país es un asunto estratégico para darle sostenibilidad al progreso nacional. Ese es el primer paso. Lo demás caerá por su peso... ¡Solo así el SIGAP dejará de ser una ficción y se articulará a la dinámica del desarrollo nacional! ¡Sólo así el corredor seco del país entrará dentro de un proceso racional de desarrollo inteligentemente productivo, tal y como otros pueblos que viven en las mismas circunstancias lo han logrado! ¡Sólo así las cuencas, subcuencas y microcuencas del país se convertirán en áreas regidas por los principios del desarrollo sostenible, garantizando a los guatemaltecos la oportunidad de un desarrollo para todos, todo el tiempo! ¡Sólo así, en el entendido que no somos seres para la muerte, sino para aquéllos que vienen atrás de nosotros y para los que viven a la par de nosotros también, Guatemala se incorporará al círculo de países que entendieron, antes que nosotros, que el futuro es el pasado que se modifica en el presente...




Anexos



ANEXO 1



47

INDICADORES ECONÓMICOS



49





53

INDICADORES SOCIALES



55





59

INDICADORES AMBIENTALES

Centroamérica

Centroamérica

Guatemala

Guatemala


1990

2000

2000

2006


61





ANEXO 2



67

EL CONTEXTO NATURAL Luis Zurita Tablada

A

sí las cosas, otra de las contradicciones existenciales del ser humano estriba en la frustración que le causa el círculo vicioso de esa destrucción-creadora en que permanentemente ha de verse envuelto para asegurar su sobrevivencia, pues, mientras lo natural ha sido útil –hasta la negación- para su evolución, lo humano no ha sido útil para el despliegue natural hasta alcanzar, no se diga niveles simbióticos, pero sí niveles de desarrollo estratégicamente sustentables y sostenibles, básicamente porque lo humano, a pesar de ser una apuesta contranatural, no puede prescindir del aporte material de su propio contexto natural, que le trasciende en tiempo y espacio... Como corolario, tan absurdo es sacralizar a la naturaleza hasta el extremo de volverla intocable, como absurdo es agotarla irracionalmente hasta el extremo de volverla estéril... Sin embargo, no es para menos; el Homo sapiens sapiens es hijo legítimo de la Tierra y a esa madre está ligado su destino: es algo que no hay que olvidar. ¿Por qué? Porque haga lo que haga en comunión con ella o a pesar de ella tendrá consecuencias para su bien o para su mal. De acuerdo con estudios antropológicos cada vez mejor fundamentados, los homínidos devinieron erguidos gradualmente por necesidad alimentaria después de millones de años de estar evolucionando en medio de la abundancia natural. Llegó un día en que, como confirma la historia geológica, grandes sequías avanzaron sobre extensos territorios extinguiendo flora y fauna, por un lado, aunque, por otro, abriendo nuevas alternativas evolutivas. Así, la búsqueda de alimentos obligó a los homínidos a trasladarse de un bosque a otro, de una fuente de agua a otra, en medio de circunstancias difíciles y peligrosas, por lo que adoptar la posición erecta significó mayor seguridad de conservación, perpetuación y gratificación en todos los planos.


Desde que se iniciara el proceso de hominización, hace alrededor de l4 millones de años, el desafío para aquéllos primates de la fase prehumana hasta la fase humana contemporánea siempre ha sido el mismo: sobrevivir más allá de las condiciones dadas... En ese sentido, el ser humano de todos los tiempos vive reluctantemente entre dos variables: 1. Vivir el tiempo máximo posible dentro de la relativa durabilidad de los límites preestablecidos por las circunstancias naturales; 2. Vivir el tiempo justo y necesario para preparar su sobrevivencia más allá de la relativa durabilidad de los límites preestablecidos por las circunstancias naturales. Obviamente, estas disyuntivas no siempre fueron evidentes a la conciencia humana. Tuvieron que transcurrir diez mil años de civilización para que apenas en la segunda mitad del Siglo XX de la e. C., la humanidad se percatara – objetivamente- de que la satisfacción de sus necesidades provocaba como efecto secundario una alteración medio ambiental que afectaba el entorno ecológico y sociológico de la vida en su conjunto, incluyendo su propia capacidad de sobrevivencia. Antes del auge industrial la humanidad mantenía una relación con el medio ambiente de relativo bajo impacto dada la magnitud colosal de la Tierra con respecto a la pequeña población humana mundial existente a lo largo del dilatado período agrícola, por lo que la acción humana solo alcanzaba a hacerle cosquillas al planeta, aunque no sin consecuencias significativas muy focalizadas, pero sin una sensible trascendencia a nivel global, excepto en el entorno vital inmediato a las mayores comunidades poblacionales, consecuencias devenidas de la sobreexplotación de los recursos vegetales, acuíferos y minerales destinados a la edificación de obras monumentales en honor de sus divinidades, para explorar el cosmos o para satisfacer la megalomanía de sus dirigentes, como parecieran confirmar los alrededores, incluso el atraso social de las comunidades descendientes de las otrora grandes civilizaciones como la babilónica o la egipcia, por solo mencionar algunos ejemplos de grupos humanos que se quedaron arraigados más allá de la razón a entornos inhóspitos para una vida evolutivamente fructífera, mientras otros de sus miembros emprendieron la marcha migratoria hacia nuevos territorios más favorables para la expansión y desarrollo del microcosmos humano, de todo lo cual la ciencia ha dado fe en


69 los últimos años, especialmente demostrando el origen común de la humanidad en los confines del sur de África, de donde partió la semilla que terminaría esparcida por todo el planeta, proceso que sin duda podría ser calificado como la primera gran globalización humana, que luego la selección natural matizaría, en cada latitud terrestre poblada, en diversidades étnicas, lingüísticas y culturales a cuales más variados como un mecanismo ad hoc para asegurar la conservación, la perpetuación y gratificación de la especie, para después, cual expresión de la mayor tragedia humana, olvidar que eran hermanos, exacerbar las diferencias y alimentar la guerra hasta los niveles irracionales del presente... En medio de tales circunstancias, es a partir del avance de la ciencia y de la tecnología que impulsara el industrialismo consumista y despilfarrador que se empezaron a notar las consecuencias objetivas de la relación inadecuada entre ser humano y naturaleza. Paralelamente, la vacuna, el antibiótico y saneamiento ambiental irrumpieron como una variable favorable para incrementar la esperanza de vida al nacer que, para finales del siglo XIX era de treinta y cinco años a nivel mundial como promedio. Tanto significó tal logro de la acción humana que, al hacer las comparaciones, a mediados del siglo XIX la población total del planeta era de unos mil seiscientos millones de habitantes, lo cual se multiplicó por cuatro en el lapso de los siguientes cien años y medio hasta alcanzar los seis mil millones al finalizar el siglo XX, como prueba fehaciente de la fuerza transformadora y eficaz de la ciencia y la tecnología, pero, lamentablemente, como tajante comprobación de la poderosa fuerza de la egolatría humana incapaz de incorporar al desarrollo a las grandes masas humanas devenidas solo para ser subsumidas en la ignorancia y en la miseria... De continuar los irracionales patrones de comportamiento hoy en día imperantes y de no interponerse una catástrofe natural o artificial, en tres lustros la población humana probablemente alcanzará los 10,000 millones. ¿Para qué? ¿Con qué objeto? ¿Quién se beneficiará? ¿Cuál será el costo político, económico, social y cultural de tal extremo? ¿Cuál será el riesgo sociológico y ecológico de tal desequilibrio? ¿Qué sentido tendrá? Mientras tanto, habría que cuestionar, ¿cuál es el objeto de la reproducción humana? ¿Asegurar la sobrevivencia de la especie en un contexto pacífico de prosperidad y bienestar generalizados o poblar la Tierra hasta el hartazgo en un contexto de miseria e ignorancia; de alienación y enajenación; de desigualdad y guerra; de despotismo y explotación; de odio y exclusión? Por simple inspección se puede comprobar que ninguna especie relativamente fuerte dentro de una transitoriedad y un contexto dados necesita de


una gran población para asegurar su sobrevivencia (de lo cual el mejor ejemplo son los felinos, los tiburones y las águilas); por el contrario, cualquier especie relativamente débil dentro de una transitoriedad y un contexto dados (como los cuyos, las sardinas o las mariposas, por ejemplo) necesita para asegurar su conservación, su perpetuación y su gratificación de un excedente poblacional suficiente para sobrevivir (1) a la presión predatoria o (2) a la acción de las enfermedades o (3) a los desequilibrios alimentarios pues, cualesquiera de los tres factores pueden diezmar por igual la población de cualquier especie. En correspondencia, ¿es el Homo sapiens sapiens una especie fuerte o débil? No es un especializado en nada ni un adaptado a ningún clima o hábitat, ya se sabe, pero, la experiencia muestra que a mayor equilibrio entre los dominios cognoscitivo, afectivo y psicomotor la tendencia del comportamiento humano es como la de una especie fuerte, mientras que a mayor desequilibrio la tendencia del comportamiento es como la de una especie débil. Obsérvese la tendencia poblacional de las sociedades relativamente más desarrolladas con respecto a la tendencia poblacional de las sociedades relativamente más subdesarrolladas, luego hágase un cotejo estadístico y se confirmará la teoría expuesta. Exceptuando, entonces, a los reducidos nichos planetarios donde el mínimun vital a alcanzado con regularidad a la mayoría de sus habitantes, el resto del mundo se ha venido multiplicando desmesuradamente al extremo de auto poner en jaque su propia sobrevivencia, siguiendo un camino semejante a cualquier especie débil en el contexto de la selección natural, salvo porque cualesquiera de ellas regulan indirectamente su población de acuerdo a la lógica de los tres factores expuestos, situación paradójica para la especie humana porque se esperaría –supuestamente- que se reprodujera de forma semejante a una especie fuerte, habida cuenta que está clara su supremacía en el árbol de la vida, incluso aún en las sociedades humanas más atrasadas con respecto a otras sociedades más desarrolladas, pero aún así sumamente más adelantadas que cualquier otra especie infrahumana. Aunque la mayoría de seres humanos están inmersos socialmente en contextos subdesarrollados, obviamente son los que más contribuyen con su comportamiento reproductivo a la sobrepoblación planetaria, por lo tanto, el fenómeno de la creciente multiplicación humana plantea desafíos de dimensión mundial, o sea, que es algo que rebasa los límites fronterizos, los intereses económicos, las disputas ideológicas, los dogmatismos doctrinarios, las diferencias étnicas o las múltiples perspectivas culturales... Es, desde cualquier punto de vista, un problema que ha de resolver la humanidad como un todo y para lo cual, exceptuando cualquier medio autoritario o despótico, no ha de desestimarse


71 ninguna alternativa racional y moral. En primer lugar, porque la sobrepoblación concentrada en los países periféricos es un subproducto del sistema-mundo capitalista; en segundo lugar, porque es un valladar en el camino evolutivo de la humanidad, y, en tercer lugar, porque es un ingrediente que diluye el desarrollo sostenible y sustentable... Y es que solo después de que toda la humanidad tome el control de su propio destino como especie y como un desafío colectivo, en donde se han de alternar equidistantemente la competencia y la cooperación como objetivo societario, podría esperarse que la humanidad en su conjunto se comporte reproductivamente como especie fuerte... Desde la perspectiva histórica, es cierto que 10,000 años de civilización y de cultura han colocado al ser humano en la cúspide de una cuestionada red de realizaciones, porque (1) ninguna otra especie le disputa su primacía en la cadena alimentaria, porque (2) ha paliado, con mucha agresividad, la acción de las enfermedades y porque (3) domina, de sobrada manera, la técnica para la producción de alimentos. Sin embargo, llegar hasta aquí no ha sido gratuito, ha implicado glorias y tragedias, tanto en los planos ecológicos como en los sociológicos. ¿Qué ha pasado, entonces? En el primer caso, ha esquilmado los recursos naturales a un ritmo demencial impulsado en el mundo subdesarrollado por la necesidad de satisfacer las demandas primarias de sobrevivencia de una población creciente, pero sobre todo por ignorancia, y/o negligencia de los élites, en el mundo desarrollado por gula, por egoísmo y por banalidad de una élite poblacional insaciable, pero sobre todo por estupidez, por lo que en ambos casos la especie humana está cavando su propia tumba al no contar aún porque es una posibilidad teórica- con sus propio paraíso por sí mismo construido, por lo tanto, su indisputada supremacía es un logro pírrico; en el segundo caso, carente de una estrategia preventiva, ha exacerbado con su agresividad la virulencia de los vectores patológicos, quienes, periódicamente, le devuelven la afrenta abierta o encubiertamente, por lo tanto, su indisputado control de las enfermedades es también un logro pírrico; en el tercer caso, teniendo posibilidades reales de satisfacer holgadamente las demandas nutritivas no solo de su propia especie en su totalidad, sino de las demás biodiversidades con las cuales cohabita en este pródigo planeta, no ha podido tomar el control de su propio destino de forma sostenible y sustentable, pues, mientras ha sido indiferente ante el demandado mínimo vital de un 84% de la población mundial (es el caso que no más del 16% de la población mundial consume el 83% de la producción global), no ha perdido tiempo desestructurando impulsivamente el multiecosistema global, por lo tanto, su indisputada capacidad para auto proveerse de alimentos es, por demás, otro logro pírrico.


De ahí que, fuerte o débil es una clasificación que en el ámbito humano cobra una nueva significación. ¿Por qué? Porque especie fuerte o débil es apenas un concepto relativo, puesto que la condición que hace fuerte o débil a una especie en un momento X y en una circunstancia A, se troca en lo contrario ante una circunstancia B y en un momento Y, de lo cual el mejor ejemplo fueron los dinosaurios y los mamíferos hace 65 millones de años, momento y circunstancia dominante para los dinosaurios con respecto a los mamíferos, hasta que irrumpió en su contexto un asteroide que cambió los factores que terminarían por extinguir a los dinosaurios, pero que abrirían una oportunidad evolutiva a los mamíferos, incluyendo el propio advenimiento, cual jugada maestra de la selección natural, primero, de los primates superiores (30 millones de años después de la caída del asteroide); luego, de los homínidos (20 millones de años después de los primates superiores), y, por último, del Homo sapiens sapiens, (cuya consolidación como tal apenas alcanzó plenitud hace unos 40 mil años, luego de venir sorteando un proceso evolutivo en los últimos 14 millones de años). A diferencia de toda la vida infrahumana que le precedió, es el Homo sapiens sapiens una especie que no necesita, irónicamente, de ningún elemento externo para alterar su hábitat, pues por sí sola tiene capacidad para acelerar día a día su propia evolución o su propia involución, lo cual, desde luego, tampoco ha de asombrar a nadie porque no es algo nuevo, excepto porque el hombre y la mujer sí saben lo que hacen. (Acelerar significa aquí agotar precipitadamente los equilibrios ecosistemáticos que hicieron posible el advenimiento del Homo sapiens sapiens, o sea, traer por anticipado lo que inevitablemente ha de llegar puesto que en el cosmos todo está en perpetua transformación, o sea, en perpetuo devenir, lo cual, dado lo inexorable, no debería ser un problema, excepto porque aún no hay una alternativa artificial para que siga evolucionando el fenómeno humano más allá de las condiciones suministradas por la naturaleza, posibilidad artificial inusitada como alternativa evolutiva hasta ahora, al menos en la Tierra, pero que se advierte como viable, por primera vez, en el horizonte de una especie que se resiste a la extinción, pero que, contradictoriamente, no acepta pagar los costos racionales y morales que demanda esa contingencia).


73 De acuerdo con información de la misión paleontológica francesa en el Sahara, se tiene registro de cómo unos 200 millones de años antes que los dinosaurios -en tiempos aún de la pangea- una planta intermedia entre arbusto y árbol hizo de su momento un festín.(3) Aprovechando oportunistamente las circunstancias favorables de su entorno, pobló hasta la saturación al planeta entero como consecuencia de que la composición de la atmósfera de ese momento le era favorable, ya que era rica en anhídrido carbónico o dióxido de carbono, que es un insumo gaseoso necesario para la reproducción de las plantas, empero, fue tal su voracidad que el anhídrido carbónico se agotó, siendo substituido paulatinamente por el oxígeno que la misma planta exhalaba como residuo, sin saber ¿cómo podría saberlo? que el consumismo de su más preciado manjar era, simultáneamente, antesala de su propia extinción y preludio de una nueva etapa evolutiva caracterizada por el equilibrio entre los factores bióticos y abióticos del cosmos, probablemente para articular estratégicamente el destino de los vegetales y los animales (unos produciendo oxígeno, otros produciendo anhídrido carbónico), en cuyo seno el cosmos tuvo por capricho ensayar la incubación de su propia conciencia... Si aquella planta, que al igual que el Homo sapiens sapiens ahora, no dejara en su momento ningún lugar de la Tierra sin poblar y aún así se auto extinguió inconscientemente, ¿de qué le sirvió su gran oportunismo, incluso el empuje con que desplazara al resto de plantas que con ella competían por los recursos? Si aquellos dinosaurios, que al igual que el Homo sapiens sapiens ahora, reinaron en su momento sobre toda la biodiversidad terrenal y aún así fueron extinguidos por una causa externa cataclísmica, ¿de qué le sirvió su gran oportunismo, incluso el empuje con que desplazara al resto de animales que con ellos competían por los recursos? La actual sexta gran extinción en ciernes está siendo alimentada por la negligencia de una especie que el azar quiso que fuera el alter ego del cosmos,

(3)

Un grupo de científicos, entre ellos William E. Stein, profesor de la Universidad de Nueva York, y Christopher M. Berry, de la Universidad de Cardiff (Reino Unido), logró unir los restos existentes de la especie de árbol más antigua del mundo, la llamada Wattieza, que creció en la Tierra hace unos 380 millones de años. Los investigadores, que dieron a conocer su hallazgo en la revista científica Nature, consideran a esta especie como una de las primeras que pobló el planeta y que contribuyó a cambiar su aspecto, reconvirtiendo el abundante dióxido de carbono en oxígeno. Los expertos estiman que los wattieza crecieron en el período devónico, conocido como la “edad de los peces” por los abundantes restos fósiles de vida marina.


pero que devino, a pesar de la conciencia, en verdugo del cosmos... ¿Por qué verdugo y no aliado del cosmos? De acuerdo con analogías astrofísicas refrendadas por igual por científicos norteamericanos, europeos y asiáticos, de aquí al fin de los siglos muchas catástrofes, naturales y artificiales, se abatirán sobre la Tierra, pero el Apocalipsis, o sea la madre de todas las catástrofes cósmicas inexorablemente esperada en el Sistema Solar, que es la gran matriz que prohijó y ha dado cobijo a la vida humana en una sola de sus ínsulas, no llegará, con gran probabilidad, antes de unos 4,500 millones de años, circunstancia en la cual el Sol deglutirá todo cuanto en sus dominios existe... ¿Cuál es entonces la causa de la desesperación por romper todos los equilibrios, incluso sin reales posibilidades alternativas todavía como para vivir de forma diferente a las preexistentes, que hicieron posible y aún sostienen la vida humana? ¿No sería mejor, como dijera Napoleón, ir más despacio porque hay prisa? Dos grandes batallas paralelas tiene por delante el ser humano: a.

por una parte, enfrentar los desafíos naturales, especialmente la procuración de un equilibrio ecológico a nivel planetario de cara a los cambios inevitables que necesariamente suceden a cada momento con o sin intervención humana, equilibrio imposible de alcanzar sin la racionalización y sin la moralización de la producción y el consumo, simultáneamente con una justa como prudente administración de los recursos, de los bienes y de los servicios;

b.

por la otra, enfrentar los desafíos sociales, especialmente la procuración de un equilibrio sociológico a nivel planetario de cara a las demandas de bienestar requeridas por todas las personas todo el tiempo, equilibrio imposible de alcanzar sin la racionalización y sin la moralización de las costumbres, simultáneamente con una justa como prudente distribución de los recursos, de los bienes y de los servicios.

No existiendo una fuerza sobrenatural que se lo impida, ¿por qué el ser humano se resiste a vivir en equilibrio? Por supuesto, no es suficiente vivir en el equilibrio per se para prever el futuro, empero, tampoco se puede asegurarlo viviendo en la anarquía. Pero, ¿qué se puede hacer? Parafraseando el capítulo 17, del libro de Jueces, pues en aquellos tiempos, en Israel, como señala el versículo 6, cada uno hacía lo que mejor le parecía, por lo que, proyectado hacia el presente sin duda el hombre y la mujer de hoy son unos disolutos, unos miopes y unos desagradecidos; habiéndolo heredado todo, están a punto de perderlo todo, pues están empeñados en hacer del planeta un lugar cada vez menos habi-


75 table. La arrogancia y la dejadez y la mediocridad de líderes preocupados solo por el aquí y el ahora está echando a perder insensatamente la riqueza biopotencial y el equilibrio ecosistemático del planeta; consecuentemente, la riqueza humana y el equilibrio sociológico. Sin embargo, lo peor es la apatía de la multitud de espectadores no comprometidos con el bien común. Esa es la causa de la decadencia del microcosmos humano... Justamente, el Programa Mundial de Evaluación de los Recursos Hídricos (WWAP) de la ONU, en un informe divulgado el 5 de marzo de 2003 señala que ninguna región del mundo podrá evitar las repercusiones de la crisis del agua, que en los próximos años alcanzará proporciones sin precedentes si persisten la dejadez y la inercia de los gobiernos y la falta de plena conciencia sobre la magnitud del problema por parte de la población, pues, como sostiene Koichiro Matsuura, director general de la UNESCO, la demanda de agua crece a un ritmo pasmoso e insostenible, mientras el abastecimiento disminuye. Por ejemplo, en la actualidad 1,000 millones de personas carecen de agua potable; 2,400 millones viven sin servicios de saneamiento; 4,000 millones carecerán de agua potable y 6,000 millones no tendrán servicios de saneamiento en 2,015 al ritmo actual de inversiones. En la peor de las hipótesis, agrega la WWAP, 7,000 millones de personas sufrirán escasez de agua a mediados de siglo en 60 países y, en el mejor de los casos serán 2,000 millones en 48 países. Todo dependerá de factores como el crecimiento de la población y la aplicación de políticas adecuadas, aunque se calcula que un 20% del incremento de la escasez mundial se deberá al cambio climático (que para el caso es lo mismo: indolencia humana). Tras examinar todos los aspectos importantes del uso y gestión del agua, desde el crecimiento de las ciudades hasta la amenaza de las guerras, la WWAP afirma que la clave del problema (ya sea que se manifieste por la cifra de niños que sucumben a las enfermedades o por el número de ríos contaminados) reside en la falta de buen gobierno y en la falta de voluntad política para administrar los recursos con sensatez. También señala que a diario se vierten dos millones de toneladas de desechos en ríos, lagos y arroyos; que un litro de agua residual contamina unos ocho litros de agua dulce y que están contaminados todos los ríos de Asia que atraviesan ciudades. Como no podía ser de otra forma, la WWAP acota que los más afectados siguen siendo los pobres, pues el 50% de la población de los países en desarrollo está expuesta al peligro que representan las fuentes de agua contaminada. En el contexto del Tercer Foro Mundial del Agua realizado en Kyoto, Japón, durante la tercera semana de marzo de 2003, David de Ferranti, Vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, comentó que el agua es vital para el desarrollo. Pensemos en la agricultura. Apenas una quinta parte de las tierras cultivables del mundo son irrigadas, pero ésta


produce 40% de los alimentos mundiales. Para 2025, los cultivos irrigados tendrán que producir el 70% del total necesario para alimentar a 2,000 millones de personas más. El efecto en el medioambiente ya resulta evidente: casi el 50% de las tierras húmedas ha desaparecido y en muchos sitios los ríos ya no desembocan en el mar. Luego, agrega de Ferranti, un simple repaso de las realidades de la oferta y de la demanda muestra el problema. Durante los últimos 50 años se triplicó la población mundial y el consumo de agua se ha incrementado al doble de la velocidad que la población mundial, resultando en un consumo seis veces superior a dicho aumento de población. En los próximos 30 años, se espera que se duplique el consumo de agua. De acuerdo con la Comisión Mundial del Agua, para 2025, aproximadamente 4,000 millones de personas, la mitad de la población mundial, podrían estar viviendo en condiciones de escasez de agua con consecuencias desastrosas. Por último, acota de Ferranti que podemos enfrentar estos retos y mitigar los efectos de una población en crecimiento y con mayor consumo de agua, (pero lo que no podemos obviar es la realización de) reformas necesarias que han de tener en cuenta la gestión de los recursos acuíferos, la provisión de agua, servicios sanitarios y alcantarillados, regadío y drenaje, hidroelectricidad y el nexo entre agua y medioambiente. De lo contrario, ¿a dónde conduciría tanta indolencia en el uso y abuso del agua? ¿A dónde conduciría la creciente comercialización del vital líquido que la naturaleza dio gratuitamente a todos para el bienestar de todos? Por simple inspección se deduce que en un mundo donde la desigualdad campea por doquier y la ley del más fuerte es la norma, si ahora las guerras son provocadas por la demanda de hidrocarburos, las próximas serán por el agua. Malthus, científico británico de la segunda mitad del siglo XIX, puso el dedo en la llaga cuando enunció el peligro de que la población se disparara por encima de la capacidad de producción de satisfactores, especialmente alimentarios. Un siglo y medio después, la aprehensión de Malthus se está cumpliendo, aunque no en el patio de los países industrializados (donde los hombres y las mujeres ahora saciados de satisfactores materiales se reproducen de una manera más racional y más cualitativa, asegurando la sobrevivencia de la especie de una manera menos aleatoria porque su contexto de desarrollo así lo permite), pero sí en el traspatio periférico del sistema-mundo capitalista (donde los hombres y las mujeres aún no saciados materialmente siguen reproduciéndose instintiva y cuantitativamente, contribuyendo a la sobrevivencia de la especie de la misma forma aleatoria de siempre porque su contexto de subdesarrollo así lo condiciona), y no por las razones aducidas por Malthus en el contexto de su tiempo, cuando la ciencia y la tecnología no habían alcanzando la capacidad productiva del presente, sino porque, ahora, cuando irónicamente no es la selec-


77 ción natural la que unilateralmente determina quien vive o quien muere, una selección artificial a destiempo inventada por el cerebro humano y apuntalada profusamente por una élite arrogante e insensible está torpemente constreñida en la destrucción del medio ambiente y en el despilfarro de una multitud de seres humanos abandonados a su suerte especialmente en las antípodas del primer mundo, mediante el impulso global de un modelo mercantil y financiero ¡tan voraz! que no tiene estratégicamente en cuenta al otro ni a lo otro, excepto lo que se rebalsa. Y, aunque eventualmente hubiera voluntad fraternal o política de saciar las demandas de una población desmedida, ¿tiene el planeta suficiente agua, oxígeno y espacio para albergar hormigueros humanos indefinidos? ¿Es sano para el planeta? ¿Es sano para la humanidad? Si bien es cierto, como lo demostrara claramente Scheler, que el proceso de humanización es una apuesta contranatural, ¿dónde están los límites? ¿Cuáles son los términos de referencia? Si la eternidad es su sueño, elucubraciones mínimas, como las precedentes, debieran servir para persuadir a los hombres y a las mujeres de la conveniencia de articular racional y moralmente su destino, en lo que fuere posible, a las veleidades cósmicas, al menos teniendo en cuenta las siguientes verdades: a. b.

que, a pesar de sus múltiples dones y aunque se regocije ante sus no pocas proezas, el ser humano no es un dios; que, a pesar de los hitos de la vida histórica y aunque se enseñoree de todo cuanto existe bajo el Sol, todo es arrastrado hacia el precipicio cósmico, incluyendo la propia evolución humana;

c.

que, a pesar de la pequeñez humana con respecto al cosmos y aunque haga gala con su formidable tecnología, los recursos materiales a su alcance siempre serán escasos;

d.

que, a pesar de que en el orden cósmico no hay predestinados y aunque el cosmos lo trascienda en tiempo y espacio, el ser humano tiene una carta bajo la manga para sortear el riesgo: el intelecto.

Ahora, nadie duda que la actividad humana influye directamente sobre la dinámica planetaria; verbigracia, ríos, lagos y mares contaminados; calentamiento global; deforestación; lluvia ácida; escasez de agua dulce; erosión; destrucción de la capa de ozono; efecto invernadero, entre tantos otros resultados negativos de un modelo de desarrollo no sostenible ni sustentable, lo cual está poniendo en peligro la calidad de vida, no solo de la población de hoy, sino de la que aún no ha nacido. Y es que la sobreexplotación de la naturaleza y la excesiva con-


taminación ambiental por desechos de toda índole están afectando el equilibrio ecológico, extinguiendo a especies animales y vegetales, cuyas consecuencias no se quedan ahí, sino que agravan la sobrevivencia de toda la biodiversidad, incluyendo la humana, porque en la naturaleza todo está articulado, especialmente la producción de agua y oxígeno. Esta realidad está haciendo reflexionar a no pocas personas en el mundo entero, porque, si bien la humanidad no podría sobrevivir sin consumir, ¿cómo garantizar un modelo productivo y de consumo que satisfaga las necesidades de todos todo el tiempo? En esa perspectiva ha surgido la necesidad de confrontar un nuevo paradigma para el desarrollo que satisfaga las necesidades actuales de las personas sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las suyas. Ese nuevo paradigma es el desarrollo sostenible y sustentable, cuya cita anterior fue elaborada en 1987 por la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, llamada también Comisión Brundtland, la cual parte de la siguiente premisa: no hay necesidad humana que no está en conflicto con otra. Por ejemplo, aire limpio versus transporte; agricultura versus biodiversidad; insecticidas versus agua potable; bosques versus muebles; tener versus ser; ciudad versus campo; industria versus artesanía; competencia versus cooperación; lo cual dio origen a la Agenda 21, que es la búsqueda real de una sociedad sostenible y sustentable, basada en principios como los aquí manejados implícitamente, los cuales, de ser implementados, obviamente traerían consigo, como claramente lo expresa César Barrientos en su ensayo Bases para una síntesis humano ecológica, serias contradicciones con respecto del statu quo, tanto a nivel mundial como en los ámbitos regionales, nacionales y subnacionales, principiando por esos niveles de desmesurado poder político-económico como el de las transnacionales que tanto han afectado a las sociedades y ecosistemas mundiales, siguiendo con las esferas de poder asociadas al neocolonialismo económico y cultural de la post Guerra Fría y que son favorables a la consolidación de los estilos de desarrollo vigentes: depredadores y sojuzgadores de grandes sectores de la población humana y de bastos ecosistemas de la biosfera (un ejemplo de lo cual es el ajuste estructural y pago de deudas que afectan a países subdesarrollados, pues se realizan a expensas de sus sociedades y de sus recursos naturales remanentes). Y, por último, la ideologización hacia el consumismo-productivista desmesurado, también asociado a los aspectos anteriores y que no permite la fácil incorporación de las medidas y propuestas encaminadas al viraje abrupto y


79 necesario para la implantación de la sustentabilidad económica, social, cultural y ecológica a nivel planetario. Sin embargo, la legítima preocupación por el desarrollo sostenible y sustentable evidencia que la satisfacción de las necesidades del futuro depende de cuanto equilibrio se logre entre los objetivos o necesidades sociales, económicas y ambientales en el contexto de las decisiones que se tomen ahora. ¿Qué hacer? Es obvio que el modelo de producción y de consumo en vigencia está rompiendo todos los márgenes de tolerancia del hábitat terrestre. Empero, ¿existe acaso algún modelo que pueda evitarlo? Difícilmente, porque, de acuerdo con la ley de Lavoisier, en el universo nada se crea, nada se destruye, todo se transforma. Entonces, si nada es definitivo porque todo es transitorio, impermanente y perecedero, ¿por qué es necesario un modelo de desarrollo sostenible y sustentable? ¿Cuáles serían sus alcances? De acuerdo con la evolución histórica de la humanidad, actualmente se reconocen, por lo menos, tres tipos básicos de necesidades humanas que satisfacer, como lo son las sociales, las económicas y las ambientales. Entre las sociales se encuentran la equidad, la participación, la autodeterminación, la movilidad social y la preservación de la cultura; entre las económicas se encuentran los servicios, las necesidades de los hogares, el crecimiento industrial, el crecimiento agrícola y el uso eficiente de la mano de obra, y, entre las ambientales se encuentran la diversidad biológica, los recursos naturales, la capacidad máxima administrable, la integridad de los ecosistemas y el aire y agua limpios. Proveer satisfactores para la amplia gama de necesidades humanas implica la modificación del actual modelo económico, pues este solo amplía los mercados en función de los intereses del capital especulativo y de la megaempresas transnacionales sin miramiento de los costos ecológicos y sociológicos que han llegado al extremo de extenuar a la sociedad y dislocar a la naturaleza a nivel global. Si bien los estamentos que gobiernan el sistema-mundo capitalista saben plenamente lo que está sucediendo, cada nueva generación dirigencial piensa irresponsablemente que la catástrofe que se está incubando no sucederá en su tiempo, por lo que ellos todavía esperan quedarse con una tajada del pastel. ¿Para qué? ¿Para quién?


En el centro de esa trama, ¿de qué manera se podría cristalizar un modelo de desarrollo sostenible y sustentable que beneficie a la humanidad de hoy y de mañana? Para empezar, habría que aclarar varias dudas: ¿Quiénes provocan la crisis de sustentabilidad y sostenibilidad? ¿Quiénes se benefician del actual modelo? ¿Quiénes sufren las consecuencias de la crisis? De acuerdo con la más reciente información del PNUD, el 16% de la población humana a nivel planetario, principalmente la que vive en los países industrializados, es la que provoca la crisis medioambiental: solo ellos consumen el 83% de la producción bruta a nivel mundial. Mientras tanto, los países subdesarrollados, cobijando al 84% de la población humana mundial, además de la más rica biodiversidad de fauna y flora, sufre las consecuencias de un estilo de vida lujoso que le es ajeno y que no lo tiene en cuenta y que, por lo tanto, lo margina del desarrollo. Por lo tanto, un modelo de desarrollo sostenible y sustentable implicaría no solo que los países ricos redujeran su opulencia, sino, también, que los países pobres mejoraran su calidad de vida. Esto solo sería posible mejorando e implantando un Nuevo Orden Económico Mundial, para lo cual habría que plantearse algunas interrogantes de dimensión universal. ¿Qué planeta se desearía tener? ¿Qué planeta se podría tener? Luego, habría que reconciliar economía, sociología y ecología, es decir, necesidad, posibilidad y limitación. En consecuencia, el desarrollo sostenible y sustentable sería aquel proceso de cambio continuo en el que la utilización de los recursos, la orientación de la evolución tecnológica y la modificación de las instituciones están acordes con el potencial actual y futuro de las necesidades humanas. Igualmente, es preciso tener en cuenta que la viabilidad de un desarrollo sostenible y sustentable requiere estrategias planetarias, en las que todos los grupos sociales y todas las naciones se encuentren comprometidos, porque, se trate de países ricos o pobres, todos tienen que reducir su presión sobre los recursos naturales en la misma proporción. En el fondo, no se les puede reprochar a los pobres del planeta su contribución a la degradación ambiental, que es un producto de su pobreza, ni mucho menos culparles de estar inmersos en una espiral infernal de miseria económica y de desastre ecológico. En definitiva, si los países ricos continúan consumiendo las cantidades desproporcionadas de recursos que consumen en la actualidad, nadie puede negar tal derecho a los países pobres. En tal sentido, las consecuencias del consumismo mundial nunca serían reducidas, y, por tanto, no se podría impedir la catástrofe artificialmente cultivada por el ser humano.


81 Como corolario, a menos que el desequilibrio de los hemisferios cerebrales siga haciendo de las suyas, ha de convenirse en que desarrollo sustentable es no consumir ni apropiarse ni dispersar más allá de la capacidad de regeneración de los ecosistemas. En correspondencia, en la estrategia de conservación de los años noventa, el PNUMA propone ocho principios de sustentabilidad: 1. Limitar el impacto humano sobre la biosfera a un nivel compatible con su capacidad de absorción; 2. Mantener el patrimonio biológico del planeta; 3. Utilizar los recursos no renovables a tasas que no superen la creación de sustitutos renovables; 4. Procurar una distribución equitativa de los costos y beneficios del uso de los recursos y la ordenación ambiental; 5. Promover tecnologías que aumenten los beneficios de un determinado caudal de recursos; 6. Utilizar la política económica para mantener las riquezas naturales; 7. Adoptar decisiones conforme a un criterio previsor y transectorial; 8. Promover y respaldar valores culturales con la sustentabilidad. Igualmente, el PNUMA propone seis direcciones estratégicas para cumplir con los requisitos básicos del cambio hacia la sustentabilidad: 1. Transformación de las actitudes y las prácticas; 2. Formación de una alianza universal; 3. El otorgamiento de poder a las comunidades; 4. Integración de Medio Ambiente y Desarrollo; 5. Estabilización de la demanda de recursos y población;


6. Conservación de la variedad de la vida (biodiversidad). En tanto que, ha de convenirse en que desarrollo sostenible es hacer más con menos recursos, siendo su objetivo último la realización plena de las capacidades humanas, donde los hombres y la mujeres alcancen la sabiduría aparejados con la naturaleza y controlando sus propios deseos. Para el efecto, el PNUMA propone los siguientes requisitos para que el desarrollo sea económicamente sostenible: 1. Que sea eficiente (que genere una combinación óptima de los productos al mínimo costo social); 2. Que tenga en cuenta la amplia gama de valores de los recursos; 3. Que sea equitativo. Igualmente, el PNUMA propone los siguientes requisitos para que el desarrollo sea socialmente sostenible: 1. Que respete la diversidad de valores (que están en la base de las distintas culturas y tradiciones); 2. Que brinde oportunidades para la innovación y la renovación intelectual y social; 3. Que otorgue a los individuos el poder para ejercer control sobre sus propias vidas y mantener y reforzar la identidad de sus comunidades; 4. Que asegure una satisfacción adecuada de las necesidades (el mínimo vital, por lo menos). Por último, como sostiene abiertamente César Barrientos en la obra citada, el mundo subdesarrollado, como una zona prácticamente no industrializada, con ingresos y consumo per cápitas muy bajos, los niveles de deterioro y contaminación son relativamente menos altos que los plenamente industrializados, pero no por ello menos considerables dada la utilización de químicos, principalmente en la agricultura de exportación; en el fecalismo al aire libre; en el deterioro ambiental por el cultivo de tierras marginales; en la deforestación; en la erosión de suelos; en la desertificación; por solo mencionar los más notorios. De esa cuenta, agrega Barrientos, los países subdesarrollados aportan relativamente poco a la


83 contaminación global, consecuencia de su baja producción y relativo bajo consumo de materias primas locales. Esta situación, sigue agregando Barrientos, se debe, históricamente, a un proceso de empobrecimiento que se da a partir de la merma de riquezas naturales y culturales en economías dependientes, como es el caso de las economías (africanas, latinoamericanas y asiáticas). Desde la época colonial hasta nuestros días, estas regiones han sufrido un saqueo continuo de sus recursos favoreciendo el enriquecimiento de los países desarrollados. Se trata, concluye Barrientos, de un empobrecimiento de carácter ecológico y de una pérdida de recursos naturales, o sea, una pérdida real –a veces irreversible de las riquezas patrimoniales. Sumado a lo anterior, se da una fuga de capital, en el intercambio de materia prima y productos de agro exportación por bienes industriales con alto valor agregado, o por el traslado directo de capital a la banca extranjera. Este empobrecimiento agrava la incapacidad de pago de la deuda externa, incapacidad que se pretende subsanar espoleando aún más la base de los recursos naturales. En fin, para que la sociedad humana viva en un entorno planetario físicamente sostenible y sustentable se requiere el coraje de cambiar de forma de pensar y la disposición para cambiar de forma de obrar. ¿Quién tiene, entonces, que marcar la pauta a nivel mundial, regional, nacional, comunitario o personal?



ANEXO 3



87

EL CONTEXTO SOCIAL Luis Zurita Tablada

Q

ue el ser humano es un ser social es cosa común; en todo caso, lo importante es establecer el porqué, sondeando, en la medida de lo posible, si hay un para qué en la vida social, y, por lo tanto, un cómo habría o podría lograrse el porqué, búsqueda que se ofrece urgente en un momento tan crucial como el presente, particularmente porque nunca, como ahora, la humanidad estuvo tan cerca pero paradójicamente tan lejos de alcanzar la prosperidad y la paz para todo el conglomerado humano. Por tal razón, el ser humano tampoco puede prescindir de la sostenibilidad potencial de su propio contexto social, porque, al igual que el contexto natural, también le trasciende en tiempo y espacio. O, ¿acaso sería posible el desempeño humano pleno al margen del contexto familiar, comunitario, nacional, regional o mundial? En ese ámbito también el ser humano vive reluctantemente entre dos variables: 1. vivir el tiempo máximo posible dentro de la relativa durabilidad de los límites preestablecidos por las circunstancias sociales; 2. vivir el tiempo justo y necesario para preparar su sobrevivencia más allá de la relativa durabilidad de los límites preestablecidos por las circunstancias sociales. En tanto ser bio-socio-psico-ético-cultural, el ser humano es, obviamente, un ser para vivir en comunidad, lo cual implica someterse a normas, reglas y


leyes comunes, con el fin de asegurar la conservación, la perpetuación y la gratificación de la especie. A diferencia de los animales, el ser humano es un especializado en nada para sortear las trampas de la selección natural, por lo que la probabilidad de lograr una sobrevivencia eficaz adaptando el mundo a sus necesidades es función del grado de capacidad que ha de ser obtenida y acrecentada desde el mismo nivel familiar hasta alcanzar el nivel mundial, pasando por los niveles comunitarios, nacionales y regionales. A tal grado es determinante la cohesión social en todos sus niveles que, incluso, forja valores, creencias, principios y costumbres, al igual que concepciones e ideas cosmogónicas y/o espirituales sobre el porqué y el para qué de la vida, incluyendo el cómo enfrentarla, elementos que se yerguen en la sustancia o en el substrato que da sentido de pertenencia social y fundamento existencial a los individuos. En fin, si la cohesión social es un aspecto condicionante de la sobrevivencia, no menos importante es el desarrollo de las cualidades humanas intuitivoafectivas como el desarrollo de las capacidades crítico-racionales, puesto que es en la tensión y solo a partir de la tensión entre las fortalezas y debilidades del ser social y las fortalezas y debilidades del ser individual que se construye y deconstruye la vida humana. Por un lado, impulsos y deseos que empujan al individuo hacia la expansión y hacia el desarrollo pleno de sus posibilidades intelectuales, físicas, estéticas, cívicas y morales; por el otro, frenos y vallas que lo sitúan ante la realidad de sus limitaciones, luego, tampoco ninguna comunidad humana podría subsistir sobre la base de una libertad ilimitada o de una satisfacción desmedida de todos los impulsos y deseos de sus miembros. Empero, así como se han de procurar las condiciones materiales y culturales para que las personas puedan alcanzar, si se lo proponen, la máxima expansión posible, igualmente las limitaciones no han de surgir como una forma de imposición o violencia, sino de la aceptación consciente de las posibles limitaciones personales, o mejor dicho, por auto limitación, o sea, que el individuo reconoce lo que debe y lo que no debe, lo que puede y lo que no puede practicar. Prueba fehaciente de las bondades del círculo virtuoso que se establece cuando la satisfacción del interés individual se ejecuta sin afectar abruptamente el ámbito social o cuando la satisfacción del interés social se ejecuta sin afectar abruptamente el ámbito individual lo constituyen esas sociedades prósperas y pacíficas (como las nórdicas, por ejemplo) donde el equilibrio entre competencia y cooperación ha alcanzado niveles relativamente más racionales que en otras latitudes donde el efecto contrario es la prueba correspondiente a los graves de-


89 sajustes políticos, económicos, sociales y culturales imperantes. Por consiguiente, sabiendo de antemano que es válido y legítimo esforzarse por desplegar todo el potencial individual, hay que tener en cuenta que no existe conquista alguna que garantice la paz y la prosperidad de forma sostenible y sustentable si se realiza a costa y a pesar del prójimo, no porque necesariamente haya que amarlo o admirarlo, aunque sí porque merece respeto, pues el prójimo es uno mismo ante circunstancias diferentes. En esa virtud, dado que individuo y sociedad están condenados, aunque no suficientemente persuadidos, a vivir sinérgicamente, ha de procurarse por cualesquiera medios posibles que todos los individuos puedan sentir la dignidad de ser hombres y mujeres en el pleno sentido, sin la condición humillante de una subalternización forzada y de una menorvalía social derivadas de la falta de oportunidades para una conveniente realización personal. Ese es el para qué ha de vivirse en sociedad y el porqué solo en sociedad pueden el hombre y la mujer aprender a aprender, aprender a hacer, aprender a ser, aprender a emprender y aprender a convivir... De ahí que, cuando una sociedad no encuentra el cómo prepararse y cohesionarse convenientemente, tiende a perecer en las miasmas de sus miserias o a inclinarse hacia una revolución, salvo que sea absorbida, consciente o inconscientemente, por otra cultura, que para el caso es lo mismo, un fracaso. En la actual etapa histórica, en que de sobrada manera el capitalismo a ultranza ha demostrado su incapacidad para derramar bienestar social y armonía a nivel planetario a pesar de contar con las herramientas científicas y tecnológicas para hacer de este mundo un lugar solidario, cooperativo y complementario, es la hora que la humanidad se plantee seriamente una alternativa económica racional y moralmente equilibrada para reconvertir la ortodoxia capitalista exclusivamente competitiva, consumista e individualista en una nueva plataforma socio-económica donde la alternancia entre competencia y cooperación sean equivalentes, no solo como una simplista expresión de la propiedad privada o cooperativa de los medios de producción, sino en tanto filosofía de la vida también desde la perspectiva de un proceso (paralelo) de desenajenación (y desalienación como) el único camino seguro, aunque complejo, para dar el salto de calidad (hacia) un futuro sano y salvo, según palabras de César Barrientos en la misma obra citada, a lo que agrega que el mundo del privilegio y la (iniquidad), sojuzgador de hombres, (mujeres) y naturaleza, podría cambiarse por otro y reconstruirse desde ahora, partiendo de la crisis y del uso intensivo y extensivo de sus potencialidades como (seres) biológico-ecológicos que son y siguen siendo el hombre (y la mujer), echando mano del conocimiento crítico-racional y del conocimiento intuitivo-afectivo, (solo) que (más) desarrollados y (simultáneamente) balanceados.


A reservas de que el siglo XX confirmó una vez más que los fines más elevados no santifican los medios y que los medios inhumanos comprometen los altos fines de la humanidad, desplazando cada vez más lejos las posibilidades de alcanzarlos, aún así lo peor que podría hacerse es cruzarse de brazos porque en el dejar hacer, dejar pasar está el peligro de que el Apocalipsis llegue antes del tiempo programado... En todo caso, las formas sociales democráticas fructuosas dejan posibilidades abiertas, las que sean, a una transformación pacífica posible, al menos mediante los siguientes principios básicos: 1. No a la coacción, sí a la libertad; 2. No al atropello al prójimo, sí al servicio al prójimo; 3. No a la cultura de la muerte, sí a la cultura de la vida; 4. No al odio, sí a la compasión; 5. No a la soberbia, sí a la humildad; 6. No al despilfarro, sí a la austeridad; 7. No a la exclusión, sí a la inclusión; 8. No a la discriminación, sí a la fraternidad; 9. No al egoísmo, sí al altruismo; 10. No a la violencia, sí a la concordia. Ello implicaría establecer un contrato social global para garantizar a todos los seres humanos sin excepción un piso social y un cielo por límite, aunque acoplado funcionalmente al bien común, o sea, proveyendo el mínimun vital sin ninguna reserva a todos los ciudadanos, en un contexto de plena urbanización de la vida humana sin distingos de ciudad o campo, con el objeto de que todos y cada uno puedan desplegar sus potencialidades hasta donde sus sueños y voluntad lo demanden, sin menoscabo de quienes por su mayor contribución cualitativa al desarrollo y expansión del microcosmos humano se hagan acreedores no solo a reconocimientos honoríficos sino a estímulos materiales, en cuyo caso la experiencia histórica aconsejaría si de incentivos pecuniarios se tratare limitarlos a lo sumo a no más de cinco veces el valor nominal del mínimun vital


91 y, en los casos excepcionales en que la pujanza o situación estratégica de una empresa privada o cooperativa supere los mínimos gananciales racionales, aplicar un sistema impositivo gradual y ascendente que nunca ha de ser mayor al 50% de las ganancias o rentas netas de la empresa o de los sueldos, salarios u honorarios devengados por su personal más allá o a partir de cinco veces el equivalente del mínimun vital hasta gravar con el máximo tributo indicado los ingresos que superen diez veces o más el mínimun vital. Paralelamente, se impondría una tasa tributaria al consumo, con el objeto de que, sumando los tributos directos e indirectos, el presupuesto anual del Estado alcance el 50% del PIB, recursos que luego han de retornarse generosa y totalmente y por diversas vías a la sociedad (o sea, dando a los demás no lo que sobra, sino dándoles lo que más necesitan para su pleno desarrollo humano), como correspondería a una sociedad fundada en la libertad, la igualdad y la fraternidad y persuadida de vivir con austeridad, equidad y entrega a la causa de la humanidad, lo cual sería totalmente coherente con la sociedad organizada en función equilibrada entre competencia y cooperación, es decir, entre interés individual e interés social, en cuyo caso el sistema o modelo de desarrollo basado en función del bien común proveería todos los servicios vitales sin discriminación ni privilegio alguno, sin que por ello implique la participación per se del Estado en los servicios o en la producción, salvo circunstancias particulares que impidan a las iniciativas privada o cooperativa satisfacer las demandas y/o necesidades de la sociedad en el contexto de una economía con diferentes sujetos (como por ejemplo, privados, cooperativos, estatales, comunales, mixtos, municipales o asociativos). El Estado, de acuerdo a lo estipulado y signado en un supuesto como deseable contrato social global impulsaría en los niveles nacionales un contrato social constitucional refrendado mediante consulta popular, en cuyo texto se definirían las normas, reglas y leyes de la participación y representación ciudadanas en las instancias gubernamentales, que en ningún caso estarían determinadas por el privilegio sino por la capacidad y honorabilidad de los ciudadanos, definiéndose asimismo el poder inalienable e irrenunciable del Estado de Derecho que ha de orbitar en torno a la dignidad humana, llamada a ser la estrella polar del firmamento político alrededor del cual han de girar los intereses de sus ciudadanos y nunca más gravitar en función de los intereses absolutistas de un monarca, de un dogma, de una espada o de un lingote de oro, deviniendo así el Estado –democrático y social- de Derecho en el aparato de la formulación consensuada y descentralizada de las políticas públicas y en el garante y en el regulador de la convivencia política, económica, social, cultural y ecológica que se impondrían a sí mismos los ciudadanos para la realización del bien común.


Toda esa utopía sería inviable sin una reconversión racional y moral del Estado, con el objeto de que coordine más y coaccione menos mediante una estructura sociopolítica esencialmente transparente; tampoco sería viable sin la revalorización del papel de la sociedad civil, con el objeto de que devenga conscientemente organizada y articulada como contraparte del Estado y en función de las necesidades, derechos, deberes y obligaciones de sus diversidades. De lo que sigue que, un Estado y una sociedad civil así se verían compelidos a instaurar una psicosfera social en donde se otorguen honores preeminentes a los filósofos, a los educadores, a los científicos, a los emprendedores políticos, sociales, económicos y culturales, a los artistas y a los atletas; donde se implemente el servicio público como la máxima devoción ciudadana; el servicio de seguridad ciudadana como estamento de la integridad y la gallardía por antonomasia; el voluntariado social como el crisol de la solidaridad, cooperación y complementariedad humanas; los medios de comunicación social como el ámbito de relación interactiva ciudadana y, el ministerio pastoral como el ámbito de los franciscanos de corazón. Mas, ¿cómo hacerlo? Sea como sea, el problema principal ya no es el mundo que se echó a perder. Al fin y al cabo la leche y la miel derramadas están, por lo que, en la actual coyuntura histórica, el desafío es: ¿qué hacer a partir de hoy para que la leche y la miel restantes no se derramen tan improductivamente? Sin embargo, ¿quién ha de hacerlo? ¿Quién podría hacerlo? Ese es el problema principal. Pero, ¿podrían hacerlo quiénes detentan actualmente el poder de las instituciones públicas o privadas? Por simple inspección se podría afirmar que no. ¿Por qué? Porque carecen de la moral para hacerlo. Mas, si no fueran ellos, ¿quiénes podrían hacerlo? ¿Los jóvenes? Talvez. Exceptuando a aquellos jóvenes de ayer cuyas fuerzas espirituales no fueron doblegadas, la esperanza sólo podría cifrarse en los jóvenes de hoy, aunque no es algo seguro, pues el otro problema es la lamentable ceguera de una juventud bobalizada adrede por los destellos de un pseudo progreso material que no tuvo en cuenta el progreso interior de la humanidad (entre otros, el desarrollo del afecto humano, de la disciplina, de la honestidad, de la justicia, de la prudencia, de la templanza, de la fortaleza, del sentido de compromiso y de la inteligencia orientada por una motivación del bien), pero que sí tuvo en cuenta el estímulo de los antivalores y la exacerbación de los pecados capitales (la gula, la avaricia, la pereza, la soberbia, la lujuria, la ira y la envidia). De esa cuenta, obnubilados como están, los jóvenes no se han percatado que su tarea urgente, aquí y ahora, es resistir; es revelarse; es poner, en tanto se corrige el rumbo, un freno de seguridad al derroche de recursos que


93 arrastran al fenómeno humano hacia su propia perdición… Si Jean-Paul Sartre pudiera hablarles hoy, como les habló a los jóvenes franceses en 1968, sin duda volvería insistir: no hagan concesiones; no dejen que les arreglen las cosas; no dejen que les satisfagan pequeñas reivindicaciones, porque de seguro los acorralarán y harán seguir las reglas y hacerles ser, dentro de 30 años, viejecitos utilizados como sus padres... Si los jóvenes idealistas de ayer, tan dispuestos a ofrendar su propia vida en su momento, fueron, cuando no exterminados o apresados, expulsados o silenciados por la maquinaria voraz de un despotismo cruel, para luego irse a dormitar en los brazos de la anomia nihilista, ¿a qué despotismo sin saberlo, incluso dulcemente estarán entregando su alma los jóvenes de hoy?. Los jóvenes, por ello, han de cuestionarlo todo, porque, si bien duele reconocerlo, lamentablemente hasta ahora el hombre y la mujer han venido cambiando de forma, pero no de mañas, especialmente cuando está en juego el poder, lo cual implica el destino individual, familiar, comunitario, nacional, regional o mundial. Tomando como base de referencia el despacho informativo de la AFP del 16 de febrero de 2003, los antropólogos norteamericanos Paúl Roscoe (de la Universidad de Maine) y Stephen Beckerman (de la Universidad de Pensilvania), declararon en la reunión anual de la Asociación Norteamericana para el Progreso de la Ciencia, celebrada en Denver, Colorado, que los hombres (junto a las mujeres que los acompañan hombro a hombro en la aventura de la vida) han desviado su camino de evolución normal, porque sus capacidades técnicas de hacer daño superaron sus capacidades sociales y culturales de moderar su comportamiento irracional, (pues) talvez cuenten con tecnología (de punta), pero aún tienen cerebros de la edad de piedra; (por lo cual) sus sistemas sociales y políticos se adaptan con lentitud comparados con el ritmo de los progresos tecnológicos (que apuntalan las guerras, el consumismo y las comunicaciones sofisticadas y precisas del mundo contemporáneo, usos que conectan pero no fraternizan al ser humano consigo mismo ni armonizan su relación con la naturaleza), por lo que la combinación de cerebros prehistóricos con tecnología de punta incuban a menudo (una mezcla) mortal que los dirigentes políticos harían bien en recordar cuando EEUU y sus aliados, por ejemplo, se disponían a atacar Iraq (aunque ello implicara pisotear todo el orden jurídico internacional) y cuando norteamericanos y norcoreanos están en conflicto por las armas nucleares (sin que por ello se avergüencen ambos del cinismo de su guerra verbal), (o cuando producen mercancías superficiales, o cuando saturan el mundo de medios de comunicación que irónicamente no acercan a los seres humanos entre sí).


Ello confirma, aseguran tales antropólogos, porqué los hombres (y las mujeres) son los únicos animales que buscan la confrontación (con sus congéneres, que desperdician los recursos y que usan el lenguaje para amenazar a terceros) por circunstancias del pasado (o por escenarios a futuro), pues los humanos desarrollaron una capacidad de modelizar (los acontecimiento) antes de que sucedan, por lo cual pueden planificar la violencia colectiva, (la producción de mercancías y los medios de comunicación). Señalaron también que, en cuanto a la planificación de la violencia colectiva, ciertamente ese comportamiento no es ajeno al comportamiento infrahumano observado en los primates (que le preceden en la escala zoológica). Luego, agregan que la venganza es la causa número uno de las guerras en las sociedades tribales, tanto a nivel individual como grupal, (aunque pareciera estar motivada por el deseo de disuadir al otro de una futura agresión o para eliminar los obstáculos que dificultan el acceso a los recursos que detentan unos en desmedro de otros, lo cual, por extensión, podría explicar la producción de excedentes como motivada por el temor a la escasez, o podría explicar la producción de medios de comunicación como motivada por la necesidad real de disponer de información en el contexto cambiante de la vida cotidiana, todo lo cual, racional y moralmente, no sería necesariamente negativo per se, excepto porque contemporáneamente todos esos logros de la acción humana han devenido en una praxis anormal, como por ejemplo, ya no hacer la guerra disuasivamente, sino por el afán de dominio y posesión de unos sobre otros; ya no producir mercancías para satisfacer equilibradamente las necesidades de conservación, perpetuación y gratificación individuales y sociales, sino para exacerbar las ansias de gratificación del ego sin miramiento de la necesaria conservación y perpetuación de la especie, o ya no comunicarse para mejorar la articulación estratégica del hombre con el hombre, de la mujer con la mujer, pero sobre todo la del hombre y la mujer entre sí, que es la más natural de las relaciones humanas, sino para adelantarse o para disputarle competitivamente al otro el poder...). Concluyéndose, entonces, en que la línea de separación entre la evolución normal y la evolución anormal en que devino la historia de la humanidad sucedió, muy probablemente, cuando la decisión de ir a la guerra comenzó a ser tomada por personas que no combatían por ellas mismas; (cuando la producción del sustento cotidiano comenzó a ser dirigida por personas que ya no se ganaban el sustento con el sudor de sus frentes, o cuando la necesidad de comunicación se convirtió en instrumento de manipulación de las masas...). ¿Por qué no luchar por abrirle un camino a la compasión y a la misericordia, incluso a la justicia preventiva en vez de al conflicto, a la desconfianza y a la guerra preventivas; a la prudencia, a la templanza y a la fortaleza humanas en vez de al despilfarro y al consumismo, al individualismo y a la competencia, que igual devoran seres humanos que recursos naturales; al diálogo sincero y fraterno, a la


95 información veraz y objetiva, en vez de al mensaje nihilista y oportunista, hedonista y desorientador, característicos del bombardeo mediático contemporáneo que solo fragmenta y fragiliza los ligamentos del tejido humano..? Empero, ¿cómo ha de salir indemne la humanidad de un contexto social cuyo sustrato prevaleciente da por sentada la ambivalencia del bien y del mal como condición humana per se? Por supuesto que el devenir del bien y del mal es algo totalmente congruente con la naturaleza animal que subyace a lo humano, ámbito donde la sobrevivencia de las especies gira en torno a las leyes de la selección natural, o sea, a la alternancia de un impulso inocente de moralidad biológica (que procura en este caso la sobrevivencia de la especie sin menoscabo de la sobrevivencia individual) y de la alternancia de un impulso inocente de amoralidad biológica (que procura en este caso la sobrevivencia del individuo sin menoscabo de la sobrevivencia de la especie), condición ambivalente y necesaria pero inconsciente del mundo infrahumano, donde tal alternancia no es intencional, a excepción del mundo humano donde tal condición ambivalente heredada como factor fatal del mundo infrahumano, pero innecesaria como factor fatal del mundo humano, en cuyo caso la alternancia de lo que es bueno o malo para la sobrevivencia de la especie o lo que es bueno o malo para la sobrevivencia del individuo es consecuencia de un acto consciente, por lo tanto, premeditado, intencional, deliberado, proyectado, volitivo y discrecional. Por ello es que en el mundo infrahumano tal alternancia es un acto matizado totalmente por la necesidad; mas, no en el mundo humano cuyo cerebro calcula y prevé, abstrae y generaliza, por lo que tal alternancia es un acto matizado racionalmente por la reflexión, el discernimiento y la observación. Al final de cuentas, existe una diferencia esencial y trascendente entre ambos mundos; uno es tributario de un contexto universal que no puede transformar en función de sí mismo; el otro es depositario de facultades que le permiten transformar el contexto universal en función de sí mismo. Por ello, sostiene Thomas Mann, el ser humano ha sido llamado ‘el animal enfermo’, en razón de las tensiones gravosas y las dificultades enaltecedoras que le vienen impuestas por su situación intermedia entre la naturaleza y el espíritu, entre el animal y el ángel. ¿En qué medida el ser humano ha aprovechado sustancialmente y en función del desarrollo y expansión de su propio microcosmos, la fuerza magnífica de la reflexión, del discernimiento y de la observación? Reflexión como un proceso potencialmente al alcance de cualquier ser humano, que permite tomar conciencia de que todo cuanto es realizado por una persona recae, directa o indirectamente, sobre sí misma; como algo que retorna


para bien o para mal, pero que tiene consecuencias no solo personales, sino sociológicas y ecológicas también. Discernimiento como una capacidad potencial que permite diferenciar una cosa de otra y señalar sus diferencias, como por ejemplo lo humano de lo infrahumano; el bien del mal; la suma de la resta o la división de la multiplicación y, por ende, los pro y los contra de los actos conscientes y de los actos inconscientes, incluidas las consecuencias sociológicas y ecológicas también. Observación como una cualidad que permite analizar lo que sucede en el entorno personal así como lo que sucede hacia adentro de sí mismo; una cualidad mediante la cual se pone atención a los fenómenos propiamente naturales y a los fenómenos propiamente humanos con el objeto de extraer las consecuencias sociológicas y ecológicas ad hoc para el desarrollo y expansión del microcosmos humano. De ahí que, siendo el ser humano el animal que por excelencia no solo crea y recrea esquemas de acción según las circunstancias, sino que transforma su medio ambiente y forja instrumentos para asegurar su sobrevivencia y mejorar su confort, ¿cómo no va a estar en capacidad para reflexionar, discernir y observar las consecuencias perniciosas o las consecuencias provechosas de sus actos? Sin embargo, la experiencia histórica ha puesto de manifiesto que esos procesos, capacidades y cualidades humanas no son suficientes por sí solas si no van acompañadas de reforzadores morales que induzcan a optar y hacer el bien y a evitar y enfrentar el mal; a desear a los demás el bien que se desea para sí y a evitar el mal que no se desea para sí, como también no hacer a los otros ni a lo otro lo que no se desea para sí y, si no se puede ayudar a los otros o a lo otro, procurar al menos no causarles ningún daño, simplemente porque la ley de acción y reacción es muy tajante, o sea, que a toda acción se opone una reacción. Si esa tarea no es el objeto de la religión, de la política y de la ciencia, ¿para qué sirven entonces? Si esa tarea no es el motivador vocacional de quienes optan por tales quehaceres, ¿cómo se puede esperar la emergencia de un mundo mejor desde la egolatría de sus líderes? Sin reforzadores de fuerza moral, como diría el conductista Skinner, ¿cómo podrían amarse los unos a los otros; convivir los unos con los otros o enriquecerse la vida los unos a los otros? Sin embargo, el reforzador de fuerza que induce al odio o a la indiferencia es mayor que el reforzador de fuerza que induce a la fraternidad y a la cooperación; o el reforzador de fuerza que induce a la esquilmación del otro o de lo otro es mayor que el reforzador de fuerza que induce a la reconstrucción. ¿Qué es, entonces, lo que


97 en verdad está en juego en el microcosmos humano? Si el objeto de todos los esfuerzos conscientes del ser humano es romper las ataduras de la selección natural, ¿por qué la religión, la política y la ciencia no se empeñan con pasión en ese objeto? Podría argumentarse, no sin algo de razón porque siempre hay más de una digna excepción, que no todos los religiosos, los políticos y los científicos merecen que los metan en el mismo costal; pero no hay que ser tan elásticos; eso equivaldría a perder la objetividad, porque por acción u omisión el síndrome del avestruz, o sea la complacencia, la asimilación o el acomodamiento, es la divisa contemporánea por excelencia, a pesar que el stablishment relega a la religión, a la política y a la ciencia a un papel adlátere del statu quo, una tarea que en el pasado cumplió su objetivo apaciguando la ansiedad, la demanda o la necesidad del oprimido y lavándole la conciencia al opresor, pero que, a la luz de la experiencia histórica, ha perdido efectividad porque ya no se puede seguir distrayendo con cantos de sirena la creciente agudeza de la conciencia humana... Ese es el punto crucial en donde deberían converger la religión, la política y la ciencia; confluencia desde donde deberían articular sus propios objetivos libertadores, o sea, orientándolos hacia el único fin verdaderamente congruente con el proceso de humanización y no hacia el falso fin en que se sustenta el poder de unos pocos sobre el bien común... Precisamente, por la ausencia de la religión, de la política y de la ciencia del auténtico sentido emancipador del proceso de humanización es que los movimientos sociales e intelectuales progresistas a nivel mundial han ido perdiendo confianza y han ido apartando sus derroteros del rumbo de esa tríada que ha estado perdiendo o no ha encontrado su propia autonomía, lo cual, lógicamente, beneficia al stablishment, que las manipula a su sabor y antojo; aún más, las instrumentaliza en contra del ideal de libertad, de igualdad y de fraternidad sin los cuales no es posible el desarrollo y expansión del microcosmos humano en paz... Vienen al caso las preocupaciones del Club de Roma allá por los primeros años de la década de los ’70 del siglo XX, cual premoniciones que ya reflejaban la vacuidad existencial en que paulatinamente ha ido cayendo la civilización y la cultura humanas, especialmente cuando declaraban lo siguiente: deseamos expresar que el hombre (y la mujer) deben explorarse a sí mismos –sus objetivos y sus valores- tanto como al mundo que tratan de cambiar. Deben dedicarse continuamente a ambas tareas. El meollo de la cuestión no es solo la supervivencia de la especie humana, sino el que esa supervivencia pueda mantenerse sin caer en un estado de existencia que no valga la pena. Por ejemplo, ¿cuál es la posición o la reacción de la religión, la política


y la ciencia ante la avalancha arroyadadora de la privatización absoluta de la vida que el sistema-mundo capitalista impone a nivel global, cuya única lógica pareciera ser todo lo que se puede vender, se puede privatizar? O, ¿cuál es su posición o su reacción ante el proceso de concentración de poder económico más absoluto a nivel mundial, como no se conociera jamás en la historia y cuyo objeto a la vuelta de la esquina es apoderarse de todos los bienes globales para explotarlos y destruirlos sin miramiento de costos sociológicos y ecológicos, aunque ello implique sumir en la pobreza más abyecta a la mayoría de la gente? O, ¿cuál es su posición o su reacción ante la privatización del ADN y, por ende, del genoma humano, cuyo objetivo monstruoso es, ni más ni menos, que la apropiación y manipulación particular de la vida? Si ese es el objetivo trascendente de la economía de libre mercado devenido en una deidad cuyo objeto no es la búsqueda del equilibrio sociológico ni ecológico sino el crecimiento comercial, financiero y bursátil sin límite y ante el cual no existe el derecho humano ni las consideraciones éticas o morales, ¿cuál es la posición o la reacción de la religión, la política y la ciencia ante esa estrategia egocentrista que, como lúcidamente reflexiona Carolina Vásquez Araya en su columna del matutino Prensa Libre de Guatemala el 15 de marzo de 2003, obliga a los pueblos y a los países subdesarrollados a renunciar a sus conquistas sociales con el único interés de caerles bien (a los jerarcas del sistema-mundo capitalista, aunque ello implique) privatizar (la educación, la salud, la cultura, los bosques), el agua, el aire, el paisaje y la vida misma de sus pueblos (y aunque para el efecto haya que retorcer el ordenamiento jurídico, todo sea para) beneficio de un inmenso y ubicuo fantasma en cuya ruta hacia el poder absoluto no existe obstáculo que no pueda salvarse con un poco de dinero? En medio de esa maraña, en quién se han de inspirar o en quién han de confiar los hombres o las mujeres no es cosa cualquiera, puesto que, como sabiamente Confucio lo dijera: Sólo el hombre provisto de una extraordinaria sabiduría es digno de conseguir la máxima autoridad sobre los demás, pues directamente él puede conocer a fondo y entender con claridad las leyes naturales de todos los seres vivos; Sólo él es digno de detentar el poder y capaz de brindar copiosos bienes, ya que posee un alma grande, espléndida, dulce y amable; Sólo él es capaz de imponer la justicia y la equidad, ya que posee un alma elevada, firme, serena y constante; Sólo él puede obtener el respeto y veneración de todos, por su honorabi-


99 lidad y honestidad, sencillez y gravedad, rectitud y justicia; Sólo él puede distinguir con claridad el bien del mal, pues dispone de una penetrante inteligencia y una firme voluntad, un talento enriquecido por el asiduo estudio y una sagacidad perfeccionada por la exacta investigación de las realidades más ocultas y de los principios más sutiles... De ahí que, con toda responsabilidad, Antonio Gala, desafiando vibrantemente a los jóvenes, los conmina en su Carta a los herederos: Tendréis que oponeros, con uñas y con dientes, a cuanto entorpezca vuestro progreso interior, que reflejará después al mundo. Este mensaje vino a complementar, entre otras obras ejemplares sobre el comportamiento humano, las Fábulas de José María Samaniego, cuya lectura no debiera faltar en ninguna escuela. Al tenor de una de sus sabias moralejas por consultar al gusto solamente entra en la nasa el pez incautamente; el pájaro sencillo, en la red queda, ¡y en qué lazos el hombre no se enreda!; de la misma manera que vino a complementar el llamamiento que, en su momento, hiciera Arturo Cuyás Almengor a los adolescentes en su obra Hace falta un muchacho, joya literaria de gran valor cívico y moral, imprescindible –y urgente- no solo para mozalbetes, sino para aquellos adultos que han convocado o desean convocar hijos con amor responsable, y, como consecuencia, están persuadidos, como Cuyás Almengor, en que si la materia se desenvuelve y desarrolla; si la luz y el calor irradian y envían sus efluvios en incesantes vibraciones a través del éter para inundar el mundo de vida y alegría, ¿cómo no ha de difundirse y espaciarse el espíritu, más sutil y sublimado que aquélla, para lanzarse, en alas del pensamiento, a escudriñar en todos los ámbitos del universo los principios inmutables de las cosas; para remontarse con el vuelo de la imaginación en perseguimiento de excelsos ideales, o para penetrar con la fuerza intensiva del juicio en los más recónditos arcanos de la naturaleza, en busca de la verdad y del origen de la vida. Igualmente, desde la gran atalaya de su vida, Ernesto Sábato, tocando las fibras más profundas de la conciencia humana –en Antes del fin o en La resistencia-, hace una ferviente convocatoria a los jóvenes para que –analizando el fruto amargo del subdesarrollo (la miseria y la ignorancia), y, analizando el fruto amargo del hiperdesarrollo (la alienación y la enajenación)- se resistan a esa dance macabre alimentada por el individualismo, la competencia y el consumismo que están desperdiciando la riqueza humana y natural. Por su parte, el Papa Juan Pablo II, poniendo todas sus esperanzas en los jóvenes, los ha llamado sal de la Tierra y luz del mundo, al mejor estilo de San Mateo, especialmente en los capítulos 5, 6 y 7 –donde se resume la esencia cristiana-, a la vez que les pide que


no se dejen arrobar por la mediocridad del tener por el tener mismo, pues es una anomalía que está derrapando el microcosmos humano. ¿Por qué? Porque, como lo demuestra Erich Fromm en Del tener y del ser, o en El amor a la vida o en Y seréis como dioses, no existe una vida humana plena al margen del amor, de la razón y del trabajo productivo. Para quién anhela evadir la mediocridad, José Ingenieros hace una descripción magistral en El hombre mediocre; para quién busca el camino de la sabiduría, nada más oportuno para el discernimiento y la reflexión que El libro de los proverbios del Antiguo Testamento bíblico o El Profeta de Khalil Gibrán o Arquitectura del maestro de Manuel Chavarría Flores, y, para quién desea desembarazarse de la ansiedad existencial –y consecuentemente de la ansiedad neurótica- acérquese a El secreto de la felicidad de Bertrand Russell o a Budismo Zen y Psicoanálisis de D. Suzuki y E. Fromm o a las reglas de oro del budismo, como lo son, primero, Los Cuatro Axiomas (todas las cosas condicionadas son contingentes; aquéllo que es ultrajado por estados mentales negativos produce necesariamente sufrimiento; todo está vacío de una esencia fija o sustancia, y, el nirvana -o las cuentas cabales en la conciencia- es la verdadera paz; luego, Las Cuatro Nobles Verdades (existe el sufrimiento; hay un origen del sufrimiento; existe la desaparición del sufrimiento, y, hay un camino prudente el óctuple sendero que conduce hacia esa desaparición (mediante la buena forma de comprender, las buenas decisiones, la buena forma de hablar, la buena forma de actuar, la buena forma de ganarse la vida, los buenos esfuerzos, los buenos pensamientos y, la saludable paz del espíritu). La meta principal de esta práctica no es la mera desaparición del propio sufrimiento y el logro de la felicidad personal, sino conseguir que desaparezca el sufrimiento de todos los seres y que alcancen la felicidad última, lo cual se puede lograr mediante la práctica de Las Seis Perfecciones (generosidad, moralidad, paciencia, esfuerzo gozoso, concentración y sabiduría), así como con la práctica de Los Cuatro Medios (dar al que lo necesita perentoriamente; usar siempre un modo de hablar agradable; ofrecer dirección ética a los demás y enseñar estos principios con el ejemplo). Como no es posible influir sobre la realidad sin aprehenderla, nada mejor que Los dragones del Edén: especulaciones sobre la evolución de la inteligencia humana (Premio Pulitzer, 1978) de Carl Sagan o FIN. La catástrofe cósmica de Frank Close, y, por supuesto, El Contrato Social de Juan Jacobo Rousseau o Ética y política en la sociedad de Bertrand Russell, y, en la medida de lo posible, ahondar en los clásicos del arte, de la religión, de la ciencia, de la literatura, de la historia, de la filosofía, de la política, y, muy especialmente, conquistar el mundo de la lógica –tanto la formal como la dialéctica- para aprender a razonar con


101 exactitud pues, a pesar de los pesares, laboriosa, compleja y maravillosa ha sido la evolución humana. En esa virtud, como señalara José Ingenieros, más ha hecho la imaginación creadora construyendo sin tregua, que el cálculo destruyendo sin descanso. Aún más, agrega, sin los sueños y ejecutorias de las personas cualitativas –quienes poseen un sentido de las diferencias que les permiten distinguir entre lo malo que observan y lo mejor que imaginan- no podrían sobrevivir las personas cuantitativas quienes pueden apreciar el más y el menos, pero nunca distinguen lo mejor de lo peor. Solo faltaría advertir a los jóvenes: ¡es cierto que la ambivalencia humana implica conflicto, pero no necesariamente tiene porqué implicar violencia, miseria, ignorancia, alienación o enajenación, por lo que es menester que tengáis en cuenta que al igual que sucedió a vuestros padres, no os quejéis mañana, que si la indigencia moral también os corroe el alma, la vida igual os pasará la factura!



ANEXO 4



105

¿CREACIÓN O ANTICREACIÓN? Luis Zurita Tablada

LA MATERIA La causa, la gran causa, la más grande de las causas, la causa de causas... la primigenia causa... sí, ese fue el principio. Pero... ¿antes del principio?: ¡el verbo descifrador del caos! El inconmensurable cosmos, ora flexible, ora tenaz, absorbiendo calor, liberando calor, uniéndose, desuniéndose, desplazándose, cual corcel de fuego, sin parar. El caos cedió oportunidad al orden para dar lugar al largo proceso... Material muy poco denso había, Multitud de gases en bruto de tan variada y compleja composición transmutados en fracciones de segundo por tan fuertes incrementos de calor. La masa revuelta se sacudió, la cantidad cedió a la cualidad... La temperatura descendía, descendía; tamices de tan variada malla filtraron, gota a gota, a la materia, surgiendo porciones individuales de multivariadas propiedades.


Sustancias gaseosas, líquidas y sólidas... ¡magnífico!, ya había sustentación La atracción de los opuestos, enlaces necesarios para mejor persistir, ajustes materiales, de singulares propiedades, millones de veces reaccionaron en afán apremiante por equilibrio alcanzar. Todas las formas de energía inundaron, de condensadas masas, el universo. Físicamente, ya existía la distancia; descensos de temperatura continuaban, cuerpos fríos los unos, ardientes los otros, tras una naciente rara albura variedades de colores se asomaban. ¡Era la luz!, más aún, eran cuerpos de vivificantes acciones generadoras. La fuerza gravitacional funcionando, la relatividad dando sentido al cambio; dialécticamente, nada se creaba, nada se destruía, todo se transformaba, ¡como habrá de seguirse transformando! Las primeras condiciones alcanzadas, una estructura ad-hoc estaba cimentada.


107

LA VIDA El ambiente enrarecido disipábase; esferas en simbiosis gravitacional articuladas. ¡En cuasi eterna traslación galáctica el Sistema Solar estaba estructurado! ¡Consolidación matricial y proteica de la Tierra! Eran el agua y el aire de oxígeno nutridos, eran la atmósfera y litosfera formadas. Volcanes, montañas y valles, rocas y minerales se formaron; el Sol originó el ciclo del agua y, en un proceso, armoniosamente ordenado, los ríos, lagos y mares se integraron. Las inorgánicas moléculas tendían, por entonces, a una compleja organización. Caldo apropiado habíase formado, el agua, el nitrógeno, el anhídrido carbónico, la necesaria energía para entrar en reacción, tras inmensas cargas de rayos desprendidos, sustancias macromoleculares se sintetizaron. Todas las sustancias, en lujuriosa atracción, dieron paso al proceso de bíosintetización. Seres unicelulares poblaron los océanos, luego, el paso a los policelulares; plantas microscópicas y macroscópicas; el planeta entero de vida se colmó; tales, las bases del complejo advenimiento. ¡Microorganismos sin sujetantes raíces en ondulante movimiento nadaban en las aguas!


Un proceso de combustión se generó; equilibrio de CO2 y O2 propició; C, H, O, N, P, S, K, Na, Ca, en conjunción con los demás elementos desembocaron en particular bioevolución. Bosques enteros habíanse difundido; un sistema nuevo estaba estructurado. Seres vertebrados e invertebrados, alados, nadantes y andantes, al principio vegetales alimentos, luego, por selección natural diversifican, seres inferiores sustentan a los superiores. ¡Han surgido los primates! alternando una o dos extremidades al andar. Tras proceso evolutivo de milenios, surge dominante el cuerpo erecto: Homo afarensis, habilis y erectus; son las manos y los pies diferenciados, es la tímida aparición del Homo sapiens. Del fuego han conocido sus bondades; ¡el fuego se convierte en la vanguardia!


109

EL HOMO SAPIENS El Homo sapiens emergió, erguido de los árboles descendió, deambuló, por el mundo, sin asiento: recolectando, cazando, comiendo, jugando, durmiendo, procreando... Instrumentos de caza y labranza inventó: ¡base infraestructural del futuro desarrollo! La evolución de la conciencia junto al brusco aprendizaje del nómada nuevos sistemas de organización propiciaron; fueron la horda, la gen y el clan procesos graduales de avances sociales y culturales. ¡Concatenáronse la fuerza y el conocimiento! necesario, en el hilo del tiempo, para poder gobernar. Bárbaros contra bárbaros enfrentados, de sistemas tribales, a esclavistas y feudales; el acceso desigual al conocimiento objetivo; los más trabajando por los menos, ¡virtual mercancía con conciencia de sí! Avances materiales devinieron, pero, también, ¡se acentuaron bases de explotación! La conciencia trasciende más fronteras originando un ser necesitado de libertad, sin embargo, cual una falla tectónica, crecen brechas inmensas entre las personas, ¡la hominización derrapada y canibalizada! La historia avanza para unos, para muchos otros se detiene o retrocede.


En el amanecer del tercer milenio cristiano los derechos se argamasan de esperanza, producto son de miles de años de andanzas, regados con sangre, sudor y desaliento, pero, también, con sueños e ilusiones. Los pocos, en su orgullo inconmovible, de un vilo mantienen al planeta... El grueso de las personas está consciente de sus necesidades y derechos conculcados, no importa si en el proceso de la historia, sembrado queda el camino de necias intenciones: los hechos están ahí, las huellas van enseñando. La solidaridad universal de los más ineludible como camino a la liberación... Si el pasado remoto justificó al brutal, el presente justifica a don Quijote; no son filosofías ocurrentes ni exóticas, es el trabajo concurrente de la humanidad lo que pinta de posibilidad el ahora. Por eso, identifiquemos la causa, ¡unámonos en la lucha por la vida!


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LA HUMANIDAD ¡Sí! Digamos sí a la excelsitud de la vida, digamos sí a los derechos de todo ser vivo, unamos nuestras voces al coro universal pro mundo de mil colores y un solo corazón; por la floración de la piedad a nivel global. Es la hora del ya no más al egoísmo, es el tiempo de la cooperación. Gritemos contra los destructores atómicos, también, contra los mercaderes del hambre, y no solo del hambre del cuerpo, sino, también, de los sueños de la mente y de las ilusiones del alma masacrados. ¡No! al comercio de productos restavidas; el que no la da, ¿ por qué la ha de quitar? ¡No! al despotismo dulce de un mercado enajenante. ¡No! al consumismo vaciador de esencia humana. ¡No! al uso irracional de los recursos cósmicos. ¡No! al bloqueo absurdo del sendero humanitario. ¡No! a la codicia devoradora de equilibrios. Porque no somos humanos porque sí, ¡necesitamos un entorno saludable! Luchemos por el derecho al bienestar, por un trabajo que enaltezca al ser, por la seguridad laboral sin restricciones, sin amenazas, sin vituperios y sin explotación; por el derecho a vivir y morir con dignidad. Porque no somos humanos porque sí ¡necesitamos cultivar y realizar nuestro ser!


Protestemos aún más contra las guerras, contra esas que se inventan para vender más, contra esos monstruos con cerebro dinosaurio que en su ciego afán por amasar fortuna no les importa acelerar la desbiogeneración. Es tan grande y absurda su miopía, ¿acaso piensan que ellos si sobrevivirán? Luchemos por salvar a nuestros hijos, y a los hijos de los miopes también, pues tienen derecho a un entorno mejor; por la flora, por la fauna y por el agua, por una vida digna de llamarse vida... Discutamos y analicemos nuestros destino: ¿qué mundo heredaremos a nuestros hijos? ¿Un mundo de estructuras humanas reales?: ¿dónde puedan vivir a plenitud? ¿dónde tengan un espacio para soñar? ¿dónde tengan un escenario para cantar? ¿dónde estén libres de opresión y de violencia? Porque no somos humanos porque sí, ¡necesitamos el dulce sabor de la libertad!




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EN LĂ?NEA 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17.

http://hdrstats.undp.org http://www.minfin.gob.gt http://www.banguat.gob.gt http://www.un.org http://siteresources.worldbank.org http://web.worldbank.org http://www.imf.org http://www.iadb.org http://www.uncsd2012.org/rio20 www.fao.org.gt www.ine.gob.gt www.marn.gob.gt http://www.eclac.org http://www.maweb.org/es/index.aspx http://celade.cepal.org www.insivumeh.gob.gt www.infoiarna.org.gt



L

a construcción de un mundo mejor, en donde prevalezca el equilibrio entre economía, ambiente y sociedad sería inviable sin una reconversión racional y moral del Estado, con el objeto de que coordine más y coaccione menos mediante una estructura sociopolítica esencialmente transparente; tampoco sería viable sin la revalorización del papel de la sociedad civil, con el objeto de que devenga conscientemente organizada y articulada como contraparte del Estado y en función de las necesidades, derechos, deberes y obligaciones de sus diversidades. De lo que sigue que, un Estado y una sociedad civil así se verían compelidos a instaurar una psicosfera social en donde se otorguen honores preeminentes a los filósofos, a los educadores, a los científicos, a los emprendedores políticos, sociales, económicos y culturales, a los artistas y a los atletas; donde se implemente el servicio público como la máxima devoción ciudadana; el servicio de seguridad ciudadana como estamento de la integridad y la gallardía por antonomasia; el voluntariado social como el crisol de la solidaridad, cooperación y complementariedad humanas; los medios de comunicación social como el ámbito de relación interactiva ciudadana y, el ministerio pastoral como el ámbito de los franciscanos de corazón. Mas, ¿cómo hacerlo? La única respuesta posible, teniendo en cuenta que vivimos en un mundo regido por la ley de las contradicciones, es procurar la unidad y lucha de contrarios como eje estratégico del desarrollo... El desafío de las élites es comprender, aprehender y utilizar esa regla de oro en función del bien común... Con sobrada razón, José Ortega y Gasset insistía mucho en la ejemplaridad de las élites...


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