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El arte en Azogues
Diego Demetrio Orellana
Uno de los más originales perfiles de San Francisco de Peleusí de Azogues, «Patrimonio Cultural del Ecuador», se descubre a través del arte, que es uno de los luminosos espejos por los que su historia patrimonial reluce vívida ya en sus valiosas edificaciones patrimoniales, ya en sus centenares de obras pictóricas coloniales y contemporáneas, tanto como en sus esculturas, en su fotohistoria, en la música y la poesía desde donde valiosos bardos y vates han cantado a Azogues, con especial fruición y contemplativo espíritu.
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Del arte religioso al profano, de la literatura a la música, de la fotografía a la pintura o la escultura, Azogues dispone de muchos elementos patrimoniales que dan cuenta de su gran riqueza cultural. En este amplio escenario, la Casa de la Cultura Ecuatoriana «Benjamín
Carrión», Núcleo del Cañar, auspicia un libro sobre el arte en Azogues, el cual tiene sus orígenes en el mundo prehispánico de los cañaris, de quienes la urbe ha heredado señas particulares de identidad. Es loable esta iniciativa del Director Institucional, Edgar Palomeque Cantos, para gestar en la comunidad una publicación cimera del desarrollo cultural de una ciudad erguida en los Andes ecuatorianos, como un centro de producción artística que admira a todos cuantos pueden observarlo con ánimo contemplativo.
Más allá de esto, la idea de preparar esta obra bibliográfica tiene una motivación cardinal: la celebración del Bicentenario de la Independencia de Azogues. Por eso, esta publicación debe propiciar, diem per diem (‘día a día’), una concientización colectiva de que Azogues es una urbe de las artes y ellas han sido siempre libertarias mientras han forjado, ab aeterno (‘desde mucho tiempo atrás’), una distinguida personalidad histórica. En tal proceso de concienciación es menester que se desarrollen hábitos y comportamientos ciudadanos con los que la ciudad pueda ser amada con espíritu cívico, ya que la ciudad es del todo singular por su
paisaje andino y su ubicación geográfica, lo que le da una especial fisonomía en donde, a través de los siglos, creció un pueblo con fuertes rasgos de identidad.
In historia artis (‘en la historia del arte’), San Francisco de Peleusí de Azogues no ha sido propiamente un centro de prolífica producción artística, pero ha constituido una urbe cuyos habitantes han sido hábiles artífices para crear belleza a lo largo de los siglos. Estas habilidades les vienen conferidas de sus ancestros prehispánicos, pues los cañaris, que eran los primigenios habitantes de la zona, fueron destacados orfebres y ceramistas, y en sus objetos artísticos se puede corroborar que tenían a su haber grandes capacidades creativas.
Del arte religioso al profano, de la literatura a la música, de la fotografía a la pintura o la escultura, Azogues dispone de muchos elementos patrimoniales que dan cuenta de su gran riqueza cultural. En este amplio escenario, la Casa de la Cultura Ecuatoriana «Benjamín Carrión», Núcleo del Cañar, auspicia un libro sobre el arte en Azogues, el cual tiene sus orígenes en el mundo prehispánico de los cañaris.
En el caso de la alfarería, Azogues exhibe una tradición esplendente para la confección de talentosas creaciones. Ya desde los lejanos tiempos prehispánicos, los cañaris eran hábiles alfareros y grandes ceramistas, como bien nos da cuenta el historiador Octavio Cordero Palacios, pues existe una zona que caracterízase tanto antaño como hogaño como un centro incomparable de producción alfarera. Nos referimos a Jatumpamba, pueblo localizado a 11 kilómetros de la capital cañarense y cuya toponimia significa en quechua ‘llanura grande’. Sus habitantes tienen una amplia experticia para la fabricación de ollas y piezas de cerámica, que son realizadas mediante una técnica ancestral llamada de los ‘golpeadores o huactanas’ de barro cónico.
Asimismo, la manufactura del sombrero de paja toquilla es otra relevante actividad artesanal muy difundida en Azogues y toda la provincia del Cañar. Igualmente, los habitantes de Azogues y su área de influencia han sido destacados herreros durante su historia. Aún hoy es posible encontrarlos en abundancia en la parroquia de Javier Loyola. Siempre han sorprendido las habilidades mostradas por la gente de esta zona para dominar al hierro candente y moldearlo templando luego las piezas y esmerilándolas. Es centenaria, a su vez, la tradición de fabricar objetos de cestería que han venido haciéndose desde la época colonial con interesantes diseños y un magnífico gusto estético, que contémplase variopinto en una gran cantidad de canastos, cestas, petates, sopladores, nastes, etc., que tradicionalmente se han fabricado en las parcialidades de las comunidades Dudas y Queseras de la parroquia Pindilig. Pero el oficio de los picapedreros ha representado inter nos otro de los ámbitos artesanales en los que los habitantes de Azogues han mostrado excepcionales habilidades a lo largo de la historia. Estos artesanos son verdaderos artistas en el arte de tallar en piedra. Aún hoy, in tertio milenio adveniente, es posible encontrar ingeniosos talladores en las afueras de la urbe, particularmente en Rumiurco y la parroquia Javier Loyola.
Las Bellas Artes no tuvieron en Azogues grandes ejecutores como los tuvieron en Quito y muchos de los tesoros artísticos que venían a la urbe eran traídos desde España o desde la capital de la Real Audiencia de Quito, por lo que es imposible encontrar nombres de talentosos artífices azogueños durante el largo tiempo de la conquista española. Cuando Azogues logró su independencia y durante todo el siglo XIX tampoco devino en como un centro artístico de notoria importancia. Sin embargo, hay un incidente que no se puede soslayar como puntal para el desarrollo artístico de la zona y es el hecho de que Bolívar, al pasar por Cuenca en 1822, preparando la batalla decisiva de la Independencia ecuatoriana, crea la Academia de Artes y Oficios, a cargo de Gaspar Sangurima, con el fin de Asimismo, la manufactura del sombrero de paja toquilla es otra relevante actividad artesanal muy difundida en Azogues y toda la provincia del Cañar. Igualmente, los habitantes de Azogues y su área de influencia han sido destacados herreros durante su historia. Aún hoy es posible encontrarlos en abundancia en la parroquia de Javier Loyola. Siempre han sorprendido las habilidades mostradas por la gente de esta zona para dominar al hierro candente y moldearlo templando luego las piezas y esmerilándolas. Es centenaria, a su vez, la tradición de fabricar objetos de cestería que han venido haciéndose desde la época colonial con interesantes diseños y un magnífico gusto estético.
fomentar el desarrollo de las artes en la región austral de lo que constituía el Departamento del Sur de la Gran Colombia. Este hecho representa un hito histórico para el arte de la localidad, pues el Libertador tomaba debida cuenta de la ancestral habilidad de nuestros artesanos y así, ad futuram rei memoriam (‘para futura memoria’), con la tradicional vocación artística de los ciudadanos de Azogues ha ido gestándose un rico arte escultórico y pictórico tanto religioso como profano que dan cuenta de su solvencia a la hora de historiarlo.
Centenares de obras de arte en esculturas, tallas, pintura, orfebrería, libros, documentos y otros objetos que tienen relación con los períodos de la Colonia, Independencia y la República son bienes patrimoniales que requieren ser conservados y se encuentran localizados en múltiples lugares, siendo estos los objetos que han sido parte de la presente investigación junto con algunos tesoros arqueológicos que dan cuenta del pasado prehispánico cañari e inca. También la música ha sido investigada en este estudio pues ella representa otra de las fuentes donde Azogues ha producido un admirable compendio de creaciones por las que la urbe es también cantarina hasta los límites máximos de la mística contemplación o la sublime ensoñación.
Mas habría de ser en los tiempos finiseculares de la vigésima centuria cuando vino una época de florecimiento artístico para la urbe cañari. Sería la pintura la que encuentre su máxima expresión, en las últimas décadas, al incorporar el paisaje local en la pintura y desarrollarse prolífica en las nuevas corrientes artísticas, mientras en las últimas décadas artistas singulares han pasado como buenos artífices en la pintura, la escultura, la fotografía, la música, las artes escénicas y la literatura, los cuales son referenciados en la emblemática publicación.
Esta obra sobre el arte en Azogues nos da la posibilidad de conocer esas dos instancias de la cultura azogueña, la tangible consolidada en los tesoros visibles que fueron objeto de nuestro estudio y la intangible palpada a flor de piel, ex tota claritas (‘con toda clariCentenares de obras de arte en esculturas, tallas, pintura, orfebrería, libros, documentos y otros objetos que tienen relación con los períodos de la Colonia, Independencia y la República son bienes patrimoniales que requieren ser conservados y se encuentran localizados en múltiples lugares, siendo estos los objetos que han sido parte de la presente investigación junto con algunos tesoros arqueológicos que dan cuenta del pasado prehispánico cañari e inca.
dad’), en aquella herencia enriquecida con los aportes de sus pensadores, de sus intelectuales y artistas que cargaron de espíritu a esta ciudad. Por todo ello, la valoración del patrimonio es un deber cívico e imperativo para todos los ciudadanos y ciudadanas de la centenaria urbe y su concienciación crea también importantes valores que débense cultivar como habitantes de una ciudad patrimonial, dueña de un rico acervo que está al servicio de todo el género humano. Con tal correcto modus actuandi para valorar sus bienes patrimoniales los habitantes de San Francisco de Peleusí de Azogues honrarán a la urbe que ha forjado una comunidad con sui generis signos identitarios, que acopian un conjunto admirable de toda belleza, de simples grandezas y magno esplendor, en tanto trátase de una histórica urbe desde cualquier punto de vista, en donde todos sus polifacéticos rostros son motivo de admiración permanente para aquellos que tienen la oportunidad de contemplarla a capite ad calcem (‘de la cabeza a los pies’). ◄