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A 35 años del proyecto

Segundo Ignacio Serrano

Cuando van a cumplirse 200 años de aquella clarinada libertaria, del 4 de Noviembre de 1820, bien vale la pena referirse a un episodio que hace 35 años ocurrió en nuestra provincia y que tiene todo el derecho para inscribirse, con caracteres relevantes, en la Historia de la vida comarcana.

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Se trata de un hecho político que marcó un hito, que no tiene por qué archivarse en el inventario del olvido. La juventud y la niñez deben saber que un puñado de insurgentes venidos desde la entraña popular, el tradicional barrio de El Cañirico, fue capaz de organizarse y dar un giro de 180 grados al quehacer político de la época, e imponerse por amplio margen a los partidos que más de un siglo dominaron la jurisdicción.

La idea surgió de un grupo de luchadores populares de la izquierda trotskista identificada con los sectores marginados: trabajadores, campesinos, mujeres, estudiantes, artesanos; que ya algunos años venían peleando por la causa en las provincias de Azuay y Cañar. Entre ellos estaban los doctores Rosendo Rojas, Ernesto Martínez, Leoncio Arcos, el señor Benjamín Barrera, la señora Laura Luna, que eran parte del Movimiento Revolucionario de los Trabajadores (MRT), con quienes estábamos identificados porque compartimos sus ideales, pues toda la vida, desde niños, habíamos combatido por una «Patria libre, soberana, justa y nuestra para siempre».

La célula inicial la tenía que encabezar mi querido hermano Oswaldo y los compañeros de oficina, doctores José Urgilés y Jhony Cajas.

Se trataba de participar en las elecciones para diputados y concejales, y se había propuesto nuestro nombre para el Congreso y de los doctores Jhony Cajas y Hernán Crespo Calle (Cañirico) al Concejo. El

Dr. Crespo era en ese momento, hace 35 años, dirigente del Partido

Socialista, lista 17, en la provincia. A este grupo de argonautas se sumaron los amigos Carlos Novillo Pinos (Cañirico), el Abg. Milton

Efraín Vintimilla, mi prima Leonor Muñoz Serrano, el Lic. Vladimiro

La misión que íbamos a emprender era muy difícil, enfrentar a partidos políticos que por muchos años tenían a nuestra provincia como su bastión; a los que había que agregar a los socialcristianos y la Izquierda Democrática, de reciente formación, que venía tomando fuerza.

Ramírez, el Ing. Roberto Andrade; familia Barzallo-Guaraca, Fausto Regalado, familia Montoya Narváez (Cañirico), familia Santacruz-Calle (Cañirico).

La misión que íbamos a emprender era muy difícil, enfrentar a partidos políticos que por muchos años tenían a nuestra provincia como su bastión; a los que había que agregar a los socialcristianos y la Izquierda Democrática, de reciente formación, que venía tomando fuerza. Nuestra divisa era desconocida, los recursos económicos escasos; dependeríamos de una enorme voluntad de sacrificio y la Bendición de Dios, para afrontar semejante aventura.

Disponíamos de un solo vehículo, el pequeño Toyota 1000 de propiedad de mi inolvidable hermano Jaime Oswaldo, que era el jefe de campaña. Él nos trasladó a todos los sectores de la provincia que tenían carretero; a Gualleturo, por ejemplo, entramos a pie desde Lavadel.

A los 35 años de aquel hecho político insólito, tenemos que expresar nuestra imperecedera gratitud y reconocimiento al pueblo de la provincia, por la confianza que nos dispensó, al otorgarnos un rotundo triunfo con la primera de las dos diputaciones y dos de los cuatro concejales que se elegían. Este fue el inicio de una serie de triunfos que convirtieron al Partido Socialista, lista 17, en la primera fuerza política del Cañar, ganando en tres períodos diferentes curules en el Congreso; alcaldías en Azogues, La Troncal, Déleg; consejeros provinciales; y, concejales en todos los cantones, hasta la fecha en Azogues y Suscal.

Al inicio de este año político se hace indispensable, reconocer y relievar a la militancia que ha sido consecuente, fiel a la causa y se ha mantenido enarbolando la bandera roja y la lista 17, en todas las circunstancias que hemos atravesado; para ellos nuestro homenaje y admiración, porque su actitud es ejemplo para las presentes y futuras generaciones. Ellos hacen el partido y se los debemos todo.

Fue una grata experiencia, campaña muy imaginativa y creadora. Cada quien aportaba con lo que tenía: una brocha, una escalera, un balde, un barril para preparar los materiales; y, todos fondeábamos las paredes para que los más hábiles diseñen las letras y el molde del 17, que llegó al alma y que algunos miles de comprovincianos llevan en sus corazones. Edmundo Montoya, muy joven todavía, y Pedro Sarmiento, eran los que pintaban las gigantografías que se colocaban en los lugares más estratégicos como la casa de la querida pariente Doña Dioselina Serrano.

Son 35 años que desde el Cañirico se levantó un murmullo que poco a poco fue creciendo y se convirtió en un trueno, cuyo estruendo, abrazó a toda la comunidad y le transmitió el amor que venía desde abajo, desde la quebrada de Perruncay, desde los humildes y marginados que triunfaron sobre todas las adversidades, comprobando que el poder radica en el pueblo.

El hecho no fue producto de la improvisación y el entusiasmo sino que respondió a un sustento político de gente con forma-

ción y preparación al más alto nivel. ◄

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