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El velatorio

Bolívar Coronel Pesántez

Solemne, espaciosa, lucía la estancia donde un grupo de

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amigos y allegados, discretamente callados, murmuraban opiniones y comentarios sobre el acontecimiento; en verdad había ocurrido de pronto, sin previo aviso, causando sorpresa y consternación en el espíritu de quienes, ávidamente, se iban enterando del suceso. Una delicada música espiritual inundaba el ambiente e iba recorriendo, sutilmente, por los oídos de los presentes, avivando sentimientos y recuerdos, del amigo que no volverían a ver, música que además, armonizaba con los bellos matices de la diversidad de flores depositadas en el entorno; parecía que un pedazo de la primavera había venido a engalanar el sitio que concitaba el interés y la atención de los concurrentes.

Ceños adustos reflejaban la tristeza que pululaba en aquel espacio, y las miradas escudriñadoras, algunas llorosas, no se querían perder ningún detalle de las acciones que acaecían en las inmediaciones de ese paisaje… lúgubremente primaveral… en donde el canto de los pájaros había sido sustituido por la música ambiental y el color de las flores concordaba con el color de la tristeza; y todo era meticulosamente observado por todos, con el mayor disimulo por cierto, tratando satisfacer ese colosal deseo que genera la curiosidad, de enterarnos y conocer los detalles mínimos del hecho.

Lento y ceremonioso pasaba el tiempo, abrazos profusamente palmoteados en las espaldas, susurros con y sin lágrimas, expresivos sentimientos de pena, se repiten con el ir y venir de los dolientes; largos momentos de silencio son acompañados de una mezcla de murmullos que atraen la atención de los vecinos de los asientos contiguos quienes, agudizando sus oídos, tratan de escuchar los pormenores de esos murmullos, a la postre, es lo que reclama su fisgoneo. En tales circunstancias, se acerca a ese paradisiaco sitio cuajado de tristeza, una mujer rigurosamente vestida de un negro profundo y desbordante de ternura. Comienza acariciar con

su mirada y sutiles manos aquel cuerpo que estático permanece inmutable en su espacio. Las más bellas frases del amor y la comprensión brotaban de sus trémulos labios en una acción coloquial que no tenía respuesta, las caricias más tiernas se manifestaban sobre ese rostro adusto y frío, la sinceridad de sus sentimientos era evidente, cada caricia la iba regando con un lágrima, con la esperanza de que fructificara de nuevo la vida, nada conseguía… la rigidez de esa alma se había vuelto insensible a tan bellas manifestaciones del amor puro, ella no perdía la esperanza y continuaba alagando ese cuerpo, con su monólogo de frases de inmenso cariño, que nunca salieron a la luz cuando él estaba vivo. ¡Ah, cuánto diera para que me escuches, cariño mío…! —decía para sí—. Nada se movía…Todas las miradas de los presentes se hallaban clavadas en las acciones que esta amante y arrepentida esposa realizaba sobre el cuerpo inerte de su esposo, prematuramente fallecido. ◄ Ceños adustos reflejaban la tristeza que pululaba en aquel espacio, y las miradas escudriñadoras, algunas llorosas, no se querían perder ningún detalle de las acciones que acaecían en las inmediaciones de ese paisaje… lúgubremente primaveral… en donde el canto de los pájaros había sido sustituido por la música ambiental y el color de las flores concordaba con el color de la tristeza...

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