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LA GEOGRAFÍA DE LAS TIERRAS BÍBLICAS

«Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo…» (Heb. 1:1-2a). El escritor del libro de Hebreos nos recuerda cómo Dios se reveló a Su pueblo en el pasado.

Como Creador del universo, Dios está afuera del tiempo y el espacio. Sin embargo, decidió entrar a un mundo real de carne y hueso para crear —y luego redimir— a la humanidad. Durante cientos de años, Dios comunicó Sus palabras y Su voluntad a un pueblo dispuesto —aunque por lo general recalcitrante— que hizo su hogar en las tierras que abrazan la costa sureste del Mar Mediterráneo. Después, «cuando vino el cumplimiento del tiempo», según el apóstol Pablo (Gál. 4:4), Dios mismo se inclinó para entrar a la raza humana, y decidió ensuciarse las manos y los pies en un rincón pequeño, ruidoso y muy necesitado del Imperio romano llamado Galilea (comp. Fil. 2:5-8).

A diferencia de los libros sagrados de otras grandes religiones mundiales, la Biblia está llena de historias de personas reales que vivieron en lugares reales. La decisión de Dios de comunicar verdades eternas a través de seres humanos falibles, de envolver Su mensaje alrededor de las experiencias de la humanidad con roca y suelo y agua, es tanto asombrosa como aleccionadora. Además, sugiere que una plena comprensión de la revelación divina no se puede obtener sin apreciar el contexto físico en el cual fue dada esta revelación.

Los escritores de la Biblia conocían bien la tierra en la cual Dios eligió revelarse, porque era su hogar. Conocían íntimamente el terreno escarpado de Judá, con lluvias alivio que ofrecía un pequeño arroyo de agua o el refugio de una grieta en una roca gigante. Sabían lo que significaba que las colinas que rodeaban su ciudad o su pueblo estuvieran llenas de tropas enemigas, o acostarse a la noche a salvo luego de una cosecha abundante. Una y otra vez, los historiadores, profetas y poetas de la Biblia usaron esta información para dar vida al mensaje divino que tenían para comunicar. La información geográfica llena el texto bíblico, y los autores de la Biblia suponían que sus lectores sabían incluso más. La tierra de la Biblia ha sido adecuadamente apodada el «tablero de juego de la historia bíblica».1 En el mejor de los casos, es difícil entender cabalmente las instrucciones (la Biblia) sin el tablero (la tierra) sobre el cual se desarrollaron los acontecimientos bíblicos.

Muchas personas viajan a las tierras de la Biblia con la esperanza de caminar por donde Jesús caminó. Sin embargo, a pesar de los puntos establecidos de peregrinaje en la Tierra Santa, es imposible saber con exactitud que Jesús estuvo parado sobre determinado lugar cuando sanó a una persona específica o dio una enseñanza en particular. Por otro lado, sí se conoce el lugar de muchas ciudades, montañas, valles y sitios de la Biblia; al estudiar cuidadosamente los puntos geográficos de la Biblia, el lector serio puede profundizar más en su mundo. Se hace posible seguir al ejército de Josué a la región montañosa de Canaán después de haber conquistado Jericó. Se puede subir a la cima del monte donde estaba la Jerusalén de David y experimentar la energía de los cánticos de ascenso (Sal. 121-134). Seguramente, Jesús miraba el Mar de Galilea temprano por la mañana desde las colinas por encima de Capernaum (comp. Mar. 1:35); hacerlo hoy en día ayuda al lector concienzudo de la Biblia a apreciar el llamado de Jesús al ministerio, y el lugar de cada uno en el reino de Dios.

Hay otra razón más por la cual comprender la geografía de las tierras bíblicas es importante para entender la Biblia. Dios creó los rasgos de las tierras de la Biblia de manera específica, y luego decidió llevar a Su pueblo ahí (Gén. 12:1-3; 13:14-17; 15:12-18) por una razón. Es más, las tierras de la Biblia son ideales para enseñar lecciones sobre la naturaleza y el carácter de Dios, así como las formas en que Su pueblo debería responder a Él.

Las distintas características naturales de las tierras bíblicas se combinan para formar un ambiente en el cual la seguridad personal o nacional siempre estaba en duda. Con una cantidad limitada de lluvias, una sobreabundancia de rocas, escasez de buena tierra y una posición junto a un camino internacional importantísimo sobre el cual marchaban los ejércitos del mundo, las tierras de la Biblia eran sede de estilos de vida que exigían que sus habitantes dependieran de Dios para sobrevivir. En los tiempos exasperantes de hoy, las tierras de la Biblia ofrecen lecciones de paz y seguridad que deberían ser escuchadas y acatadas.

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