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Día 3: Los salmos

Salmos, el libro más largo de toda la Biblia. Su nombre hebreo es Tehillim y significa «alabanzas». Aunque mucho podríamos hablar sobre su origen e historia, este espacio no nos lo permite. Sin embargo, sí podemos y debemos señalar algunas cosas. Por ejemplo, aunque tal vez en el momento de escribir los salmos, su autor no lo hiciera con esa finalidad, con los años, estos se convirtieron en algo así como el himnario del pueblo de Israel. No hay dudas de que muchos se escribieron para ser cantados; eso indican algunos de los títulos:

«Para el director del coro; para instrumentos de cuerda» (Salmo 4). «Para el director del coro; según la tonada “A los lirios”» (Salmo 80).

En cuanto a su autoría, encontramos varios nombres en los títulos de los salmos; nombres que tradicionalmente «se han entendido

como designación de autoría»1. Así tenemos a Asaf, Etán, los hijos de Coré, Salomón, Moisés, Jedutún, Hemán y, por supuesto, David.

Este libro de la Biblia no fue escrito de una vez, ni durante una misma época, sino que los salmos se fueron añadiendo con el paso del tiempo. Se considera que abarcan una extensión de aproximadamente 1000 años, así que sus versos se extienden a lo largo de gran parte de la historia de Israel. De manera tradicional, el Salterio —otra forma de llamar a este libro— se ha dividido en cinco secciones o libros, y cada una de dichas sec‑ ciones termina con una doxología, «una fórmula breve para expresar alabanza o gloria a Dios»2 . Aunque tal vez no conozcas los nombres, sí es muy posible que hayas notado que tenemos diferentes tipos de salmos. A continu‑ ación, vamos a explorar las diferentes categorías o subgéneros. Esto nos ayuda mucho cuando se trata de interpretar el texto de un salmo. Vale señalar que, si haces un estudio del tema, encontrarás diferentes clasificaciones y algunas de dichas categorías se combinan en difer‑ entes salmos. Salmos de lamento: la gran mayoría de los salmos pertenecen a este grupo. Como su nombre lo indica, en este tipo de poema, el autor expresa su clamor a Dios ante el dolor o la dificultad. Y esto es impor‑ tante que lo destaquemos porque, en nuestra generación, no es común escuchar música cristiana que exprese este tipo de emociones; se igno‑ ran. Sin embargo, los autores de estos salmos eran sinceros con Dios, derramaban delante de Él su angustia. Es fácil reconocer el salmo de lamento por las expresiones de dolor, tristeza y abandono. No obstante, cuando leemos estos salmos hay algo que sobresale y es que, al mismo

1. Tremper Longman III y Raymond B. Dillard, Introducción al Antiguo Testamento (Grand Rapids: Libros Desafío, 2007), pág. 293. 2. Diccionario Bíblico Ilustrado Holman, (Nashville, TN: B&H Publishing Group, 2014), pág. 471.

tiempo, el autor pronuncia su confianza en Dios. Veamos el ejemplo que nos brinda el Salmo 42:

A Dios, mi roca, diré: «¿Por qué me has olvidado? ¿Por qué ando sombrío por la opresión del enemigo?». Como quien quebranta mis huesos, mis adversarios me afrentan, Mientras me dicen todo el día: «¿Dónde está tu Dios?». ¿Por qué te desesperas, alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, pues lo he de alabar otra vez. ¡Él es la salvación de mi ser, y mi Dios! (vv. 9‑11)

Salmos de alabanza: aunque el salmo de lamento es mayor en número, el tono general del Salterio es la alabanza, tal y como el título hebreo del libro declara. Al comienzo del libro, no encontra‑ mos muchos de estos llamados himnos o salmos de alabanza, pero a medida que avanzamos en la lectura, se hacen más frecuentes. El libro de Salmos concluye con expresiones exuberantes de alabanza a Dios. Algo que caracteriza a este tipo de salmos es que se hace un llamado a la adoración, ya sea individual o grupal. El Salmo 95:1 ilustra este punto:

Vengan, cantemos con gozo al Señor, Aclamemos con júbilo a la roca de nuestra salvación.

Otro rasgo distintivo del salmo de alabanza es que se dan razones para alabar a Dios, ya sea por Su carácter, por Sus hechos, por Sus promesas, etc.

Porque Dios grande es el Señor, Y Rey grande sobre todos los dioses. (Sal. 95:3)

Salmos de acción de gracias: Tal y como lo indica el nombre, este tipo de salmos da gracias a Dios. Aunque de algún modo nos recuerda al salmo de alabanza, aquí el enfoque está en la gratitud a Dios. Dicha gratitud por lo general está vinculada con la respuesta de Dios a la petición hecha por el autor del salmo. La gratitud puede ser personal o de todo el pueblo. Un ejemplo lo tenemos en el Salmo 75:

Te damos gracias, oh Dios, te damos gracias, Pues cercano está Tu nombre; Los hombres declaran Tus maravillas. (v. 1)

Salmos sapienciales: Estos son salmos de sabiduría porque, aunque tie‑ nen el estilo poético, su contenido es más bien proverbial. En algunos casos, como el Salmo 1, encontramos la estructura de contraste (para‑ lelismo antitético) que leemos en muchos proverbios: Versículos 1‑2:

«¡Cuán bienaventurado es el hombre que no anda en el consejo de los impíos, Ni se detiene en el camino de los pecadores, Ni se sienta en la silla de los escarnecedores, Sino que en la ley del Señor está su deleite, Y en Su ley medita de día y de noche!».

Versículo 4:

«No así los impíos, Que son como paja que se lleva el viento».

Salmos de la realeza: Son aquellos salmos cuyo enfoque está en el rey humano, a pesar de las muchas faltas que sabemos que acompañaron

a estos reyes, o aquellos salmos que ensalzan a Dios como rey. Al final, estos salmos nos llevan a pensar en Jesús como el Rey supremo, la pro‑ mesa que Dios había hecho al linaje de David en 2 Samuel 7:12‑17. Un salmo representativo de esta categoría es el número 45:

Rebosa en mi corazón un tema bueno; Al Rey dirijo mis versos; Mi lengua es como pluma de escribiente muy ligero. Eres el más hermoso de los hijos de los hombres; La gracia se derrama en Tus labios; Por tanto, Dios te ha bendecido para siempre. (vv. 1‑2)

Salmos imprecatorios: Este es el tipo de salmo que pide justicia contra los enemigos. Los salmos imprecatorios son los más difíciles de leer para el cristiano porque, al mirarlos bajo el lente del perdón, la gracia y la misericordia, nos cuesta procesar peticiones como las que leemos en el Salmo 137:8‑9, por ejemplo. Sin embargo, al igual que con el resto del texto bíblico, cada pasaje debemos leerlo a la luz del men‑ saje completo de la Escritura. Estos salmos claman porque la justicia de Dios sea hecha, que el nombre de Dios no sea profanado y que el bien venza sobre el mal. Debemos recordar también el contexto teológico en que fueron escritos, que es diferente al que nosotros tenemos ahora. Salmos de confianza: Este grupo comprende un número amplio de salmos que expresan la confianza del autor en quién es Dios, en Su carácter, Su palabra. Un ejemplo clásico lo tenemos en el Salmo 46:

Dios es nuestro refugio y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos aunque la tierra sufra cambios, Y aunque los montes se deslicen al fondo de los mares;

Aunque bramen y se agiten sus aguas, Aunque tiemblen los montes con creciente enojo. (vv. 1‑3)

A modo de práctica, lee los siguientes salmos y clasifícalos de acuerdo con las categorías que hemos visto en esta lección:

Salmo 49 (sapiencial). Salmo 62 (confianza). Salmo 69 (lamento). Salmo 97 (alabanza). Salmo 5 (imprecatorio). Salmo 30 (acción de gracias).

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