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Argumentos sobre por qué soy continuista

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Mostrar a Cristo

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Argumentos sobre por qué soy continuista

No sé si lo han notado, pero la sociedad contemporánea se ha hecho experta en hacer protestas. Nos encanta tener una causa y demostrar de forma contundente las razones por las que estamos en contra. Ya sea contaminación ambiental, maltrato de animales o alguna otra causa que se exponga por las redes sociales, lo importante es mostrar nuestra pasión protestando contra eso que nos perturba. Vemos en las noticias numerosas protestas alrededor del mundo, pero todas ellas tienen siempre a un grupo de personas con carteles y gritando a viva voz diferentes frases que demuestran su ira ante la situación o la condición que rechazan. Lo que me llama la atención es que muchas veces los periodistas les piden a las personas que están protestando que expliquen qué es lo están reclamando y cuál es su propuesta, y son muy pocos los que pueden dar una explicación coherente. No solo se trata de decir «estoy a favor de algo» o «estoy en contra de algo», sino de poder presentar argumentos convincentes sobre la razón por la que están a favor o en contra de esa causa que nos ha llevado a protestar. Es de suma importancia que nosotros no solo podamos comunicar con pasión las razones por las que estamos en contra, sino también poder expresar nuestras posiciones a favor. Algo que he aprendido en todo el debate del continuismo y el cesacionismo, y que creo que está faltando, es la necesidad crucial de poder tener buenos argumentos a favor de su convicción y no tan

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solo argumentos en contra de la posición opuesta. He encontrado en ambos lados a personas que pueden comunicar claramente porque no apoyan la continuidad o el cesar de los dones. Pero cuando les preguntas sobre por qué están a favor de sus convicciones, sus argu‑ mentos no tienen la misma consistencia, son menos extensos y no hay un buen dominio del tema. Estos debates nos pueden llevar a obsesio‑ narnos en mostrar los «errores» de la posición contraria, y hacer que nos olvidemos de estudiar con profundidad y desarrollar argumentos convincentes y coherentes a favor de la posición que consideramos válida. Por eso deseo presentar en este libro las razones por las que soy continuista y no concentrarme en atacar el cesacionismo.

En este capítulo les presento diferentes argumentos que me con‑ vencen de que el continuismo es la posición correcta en el tema de los dones espirituales. No estoy presentando una defensa completa sobre el tema. Mi intención es presentar los argumentos que me persuaden con respecto a esta posición. Tengo que reiterarles, como lo he dicho antes, que he tratado de convencerme para convertirme en cesacionista. He tomado clases en seminarios teológicos con pro‑ fesores cesacionistas sobre el tema, cada dos años vuelvo a estudiar el tema para ver si mis convicciones se mantienen igual de fuertes, oro constantemente para que Dios me guíe en esta área. Pero estos argumentos que voy a presentar a continuación son los que no me permiten, en buena conciencia, cambiar de posición. Aunque pudiera ser conveniente en muchos momentos de mi vida el ser cesacio‑ nista, no es bueno ni saludable, como diría Lutero, ir en contra de la conciencia.

Argumento #1: Estamos en la época del Espíritu

Mucha de la confusión en el tema nace producto de no tener cla‑ ridad de que estamos en dos eras diferentes del plan de reden‑ ción, donde hay aspectos que difieren una de otra. Cuando leemos la Biblia, y aunque entendemos que se trata de una sola historia de salvación, es evidente que antes y después de la venida y la obra de Cristo se presentan diferencias sustanciales en ambos tes‑ tamentos. Teólogos llaman a esto los aspectos de continuidad y

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discontinuidad. Insisto en que toda la Biblia es el testimonio de Dios trabajando para salvar solo por gracia a Su pueblo. Es una sola historia unida en ambos testamentos, pero con diferencias claras. Por ejemplo, las señales del pacto difieren en ambos testamentos. En el pacto de Moisés la entrada al pacto es la circuncisión, y en el nuevo pacto es el bautismo. La continuidad en el antiguo pacto es el guardar el Sabbat, en el nuevo pacto es el día del Señor. Si vemos este patrón en el que muchas cosas varían en ambos testamentos, no es difícil llegar a la conclusión de que la profecía del Antiguo Testamento difiere de la del Nuevo Testamento y, por consiguiente, hay aspectos de cómo los dones funcionan de forma diferentes en ambos testamentos.

«Sino que esto es lo que fue dicho por medio del profeta Joel: Y SUCEDERÁ EN LOS ÚLTIMOS DÍAS—dice Dios —QUE DERRAMARÉ DE MI ESPÍRITU SOBRE TODA CARNE; Y VUESTROS HIJOS Y VUESTRAS HIJAS PROFETIZARÁN, VUESTROS JÓVENES VERÁN VISIONES, Y VUESTROS ANCIANOS SOÑARÁN SUEÑOS; Y AUN SOBRE MIS SIERVOS Y SOBRE MIS SIERVAS DERRAMARÉ DE MI ESPÍRITU EN ESOS DÍAS, y profetizarán» (Hech. 2:16‑18).

La profecía en el Nuevo Testamento tiene un alcance mayor en el sentido de que incluye más personas que en el Antiguo Testamento. La promesa de Joel, que viene a cumplirse en Pentecostés, señala que todos podrán ser partícipes del ministerio profético. Algunos dirán que lo que sucedió en Hechos es solo para esos tiempos. Es aceptado comúnmente que cuando se señala «en los últimos días», la frase hace que la promesa de Joel involucre toda la época post‑resurrección hasta la segunda venida. Esto incluye la promesa que Jesús da a sus discípulos de que era mejor que se fuera para que viniera el Espíritu Santo. El pasaje claramente afirma que en esos tiempos todos recibi‑ remos el Espíritu y, por consiguiente, todos podrán participar de las actividades que el Espíritu Santo traerá con Su presencia, incluyendo las visiones y la profecía.

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La profecía era exclusiva de los profetas durante el antiguo pacto. En el nuevo pacto, este texto de Joel incluye a todo el pueblo de Dios sin distinción (hijos, hijas, jóvenes, ancianos). Podemos concluir que al ampliarse el alcance de quienes pueden profetizar, esto también afecta el peso de la profecía misma. En el antiguo pacto pocos pro‑ fetizaban debido a que la profecía era la palabra autoritativa de Dios. En el nuevo pacto muchos pueden profetizar debido a que el fin no es autoritativo, sino que tiene la función de brindar ánimo y exhor‑ tación al creyente. La profecía era Dios mismo hablando durante el antiguo pacto.

Durante el nuevo pacto es un don que debe ser evaluado (1 Cor. 14:29; 1 Tes. 5:20‑21) y debe ser usado para edificación, exhortación y corrección de creyentes, no para escribir el canon (1 Cor. 14:3). Otro cambio importante que podemos notar es que los profetas escriben la revelación de Dios en el Antiguo Testamento; en el Nuevo Testamento son los apóstoles los que escriben y sus escritos son reconocidos dentro del canon. Todo esto nos deja ver que estamos en un tiempo diferente al antiguo pacto donde la pro‑ fecía era la misma Palabra de Dios y en el nuevo pacto tiene una función de exhortar y edificar y puede ser practicada por todos los creyentes. Podemos concluir entonces que, en este tiempo, los dones espirituales son funciones dadas a todos los miembros de la Iglesia para su beneficio y edificación.

Argumento #2: No hay información bíblica que señale el cese de los dones

La mayoría de mis amigos cesacionistas no extremistas con los que he tenido la oportunidad de conversar, al final siempre me dicen que reconocen que el argumento bíblico está a favor de la continuidad de los dones. Ellos afirman que llegan a la convicción cesacionista porque se apoyan más en la teología histórica y no tanto de la teo‑ logía bíblica. Sin embargo, afirman que, desde el punto de vista exegético, el argumento continuista es más sólido. En el caso de los dones espirituales, pienso que la carga de la prueba está en los cesacionistas porque el estudio de los pasajes principales sobre el

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tema, por lo menos, no afirman en ningún momento que los dones cesaran. En 1 Corintios 13 es claro que el pasaje habla de que los dones cesarán, pero es evidente que esto sucederá cuando Cristo venga por segunda vez.

Desde mi perspectiva es difícil sostener el argumento cesacionista solo con teología histórica. Muchas personas usan los mismos per‑ sonajes históricos para afirmar su argumento. Por ejemplo, usando a Juan Calvino en su comentario de 1 Corintios 14, donde afirma: «Porque hemos dicho que el profetizar no consiste en una simple interpretación de escrituras, incluye también conocimiento para apli‑ cación para el uso presente que es solamente obtenido por medio de revelación y la inspiración especial de Dios». Este comentario podría hacer lucir a Calvino como continuista. Lo cierto es que Calvino es uno de los personajes más usadas en el campo cesacionista para sos‑ tener su argumento. En este caso, uno de los problemas al hacer uso de la teología histórica es que el debate sobre los dones no comienza hasta principios del siglo XIX, con el avivamiento de la calle Azuza y la defensa de B. B. Warfield en su libro Milagros falsos. Debido a que este tema no era debatido ampliamente hasta este tiempo, desde mi perspectiva no es confiable usar citas de personajes históricos anteriores para argumentar con respecto al tema, porque ellos eran ajenos al debate en cuestión.

Lo anterior me obliga a ir directamente al texto bíblico y es allí donde observo que el texto no solo deja abierta la posibilidad de que los dones no terminarían, sino que afirma que continuarían. Uno de los pasajes más contundentes para mí es el siguiente:

«De manera que nada os falta en ningún don, esperando ansio‑ samente la revelación de nuestro Señor Jesucristo» (1Cor.1:7).

Pablo anima a los corintios a que ellos abunden en los dones, hasta que vengan Jesús por segunda vez. Es evidente que Pablo, al usar la palabra «carisma», tenía en mente el don de profecía, el de lenguas y el de interpretación porque luego hablaría de ellos en la carta. Por ejemplo, lo vemos más adelante cuando escribe:

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«El amor nunca deja de ser; pero si hay dones de profecía, se acabarán; si hay lenguas, cesarán; si hay conocimiento, se acabará. Porque en parte conocemos, y en parte profetiza‑ mos;pero cuando venga lo perfecto, lo incompleto se acabará» (1 Cor. 13:7‑10).

Pablo afirma aquí que los dones acabarán, pero la pregunta que debe‑ mos hacer a continuación es cuándo acabarán. Es claro por el con‑ texto que se trata de la segunda venida de Jesucristo. Lo perfecto se dará cuando lo veamos a Él perfectamente. Sigamos el pensamiento de Pablo:

«Porque ahora vemos por un espejo, veladamente, pero enton‑ ces veremos cara a cara; ahora conozco en parte, pero entonces conoceré plenamente, como he sido conocido. Y ahora perma‑ necen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor» (1 Cor. 13:12‑13).

Lo veremos cara a cara en ese día glorioso en que venga a buscarnos. Por eso el amor es el mayor de los tres porque ese día no necesitare‑ mos más fe ni esperanza porque ya lo tendremos a Él. Por eso en Su presencia no necesitaremos los dones porque estaremos en la misma presencia de Dios. Estos textos y otros me convencen de que ninguno de los dones ha cesado para la Iglesia de hoy.

Argumento #3 El abuso de algo no requiere su eliminación, sino su ajuste

Uno de los argumentos que escucho con frecuencia en contra del continuismo son los aparentes abusos que se observan entre los que siguen esta línea. Siempre causa sorpresa y vergüenza para los con‑ tinuistas oír que hay gente que se pone a ladrar como perros, otros que se caen de espalda, y algunos a los que les soplan y comienzan a reír. No hay duda de que hay personas que abusan de los dones espirituales y los usan para auto gloriarse, otros los usan para ganar posiciones de liderazgo al mostrarse como súper espirituales. Sin

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embargo, aunque esos abusos y errores son evidentes y deben con‑ denarse, el abuso como tal nunca es motivo suficiente para buscar la erradicación del uso de los dones. El mismo argumento podría ser usado hacia el cesacionismo porque podemos encontrar personas que llegan a extremos al negar toda posibilidad de la manifestación de un Dios soberano y trascendente. Podríamos decir que ellos impiden la presencia de Dios en medio de ellos y enfatizan solo el intelecto. Por ejemplo, nunca le diríamos a un cesacionista extremo que dependa del Espíritu y que para crecer en esa dependencia debe dejar de estu‑ diar su Biblia. Tampoco deberíamos hacer lo mismo con personas que abusan los dones al pedirles que abandonen los dones y que solo lean sus Biblias.

Lo que encontramos en las Escrituras es que Pablo decidió enfren‑ tar los abusos en la iglesia de Corinto sin abolir el uso de los dones. Por el contrario, animó el uso de ellos, pero bajo ciertas directrices bíblicas bastante precisas.

«Procurad alcanzar el amor; pero también desead ardientemente los dones espirituales, sobre todo que profeticéis» (1Cor.14:1).

Podría imaginar a Pablo diciendo: «Pues debido a que han abusado de los dones, entonces es mejor que solo procuren amarse los unos a los otros». Pero ese no fue su consejo. Pablo ordenó algo como esto: «Busquen el amor, para que entonces puedan usar los dones de forma correcta, usándolos para la edificación de los creyentes y no para beneficio personal».

Argumento #4: Son presentados como algo positivo

Este argumento va de la mano con el argumento #3. Pablo no sola‑ mente corrige la práctica de los dones y tímidamente les dice que si quieren practiquen los dones, aunque su preferencia sería que mejor los dejen a un lado. Eso no fue el consejo del apóstol. Pablo les dice que anhelen los dones ardientemente. Uno de los versículos que más me desafía como continuista es 1 Corintios 14:1 porque muchas veces soy continuista de papel y no de práctica. Tengo que reconocer que

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me es más fácil continuar viviendo mi vida de creyente sin considerar que Dios anhela que yo desee ardientemente los dones espirituales.

La razón por la que Pablo considera el uso de los dones como algo positivo es porque son de beneficio para la Iglesia y glorifican a Cristo al depender de Dios. El problema es que algunos en la iglesia los usan para su beneficio personal o no los usan de acuerdo con los lineamientos bíblicos. Pero el fin de los dones es el beneficio del cuerpo, la edificación del cuerpo de Cristo. Por eso Pablo desea que los anhelemos, porque los dones bendicen a la comunidad de creyentes.

Argumento #5: Los dones nunca son presentados en categorías

Esta controversia con respecto a los dones ha reducido la discusión a solo un puñado de dones, haciéndonos olvidar o aun menospreciar otros dones que la Biblia también reconoce como dones espirituales. Si miramos las listas de los dones en Romanos 12, 1 Corintios 12, Efesios 4 o 1 de Pedro 4, los dones nunca son separados en catego‑ rías. Una gran parte de mi convicción como continuista radica en que la ausencia de categorización bíblica de los dones obliga a que, para ser consistentes, deberían cesar no solo algunos dones, sino todos los dones espirituales, incluyendo el don de servicio, el de enseñanza, el de misericordia y hasta el don de generosidad.

Uno de los efectos negativos de la controversia con respecto a los dones radica en que hemos renegado u olvidado los dones que pareciera que no son extraordinarios, pero que siguen siendo carismas que vienen únicamente por obra del Espíritu Santo.

Argumento #6: Son misionales

«Pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros; y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra» (Hech. 1:8).

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Una de las partes más olvidadas en este debate es el aspecto misional de los dones espirituales. Es cierto que los dones son usados para la edificación del cuerpo de Cristo, pero también son usados como un instrumento en la expansión del evangelio. Vemos que en Hechos 1 se recibe poder del Espíritu de forma específica para cumplir con la misión de extender el evangelio. Recibimos poder para ser testigos, y ese poder incluye los dones espirituales que son usados de forma misional.

Es posible que puedas estar pensando que se trata de un salto de fe el decir que los dones son para uso misional simplemente usando como texto el primer capítulo del libro de Hechos. Pero ese fin no solo lo encontramos en Hechos, sino que en 1 de Corintios 14 pode‑ mos ver que parte del uso de los dones también es para que crean los no creyentes.

«Pero si todos profetizan, y entra un incrédulo, o uno sin ese don, por todos será convencido, por todos será juzgado; los secretos de su corazón quedarán al descubierto, y él se postrará y adorará a Dios, declarando que en verdad Dios está entre vosotros» (1 Cor. 14:24‑25).

«Pero dado que todos los creyentes tienen el Espíritu y son candidatos reales para hablar proféticamente (ver Joel 2:28), Pablo anima a los corintios a buscar dones tales como el de profecía, y parece pensar que todo creyente podría probar y ver si Dios podría, de hecho, usarlos para entregar entendimiento profético a la comunidad. La expectativa de Pablo es que el ministerio profético de la comunidad reunida llevara a la con‑ versión de extraños que estén visitando, quienes responderán al postrarse y adorar a Dios declarando “¡Dios realmente está entre ellos!”».3

3Ciampa, R. E., & Rosner, B. S., The First Letter to the Corinthians [La primera carta a los Corintios], (2010, Grand Rapids, MI; Cambridge, U.K.: William B. Eerdmans Publishing Company), p. 706.

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Entonces, podríamos concluir que el practicar los dones espirituales en la comunidad no es solo para la edificación de los creyentes, sino también para dar testimonio a los no creyentes de la presencia de Dios en medio de Su pueblo.

Mi propósito no es llenar este libro de anécdotas, pero creo que esta es importante para el tema de los dones como misionales. En una ocasión llegó a la iglesia una persona que me pidió consejería sobre una relación amorosa. Durante esa primera conversación pude darme cuenta de que se estaba haciendo la víctima. Yo llegué a tener una fuerte impresión de parte de Dios de que esa persona estaba en pecado con su novio. Con mucho cuidado le abordé el tema y la persona aceptó que estaba cometiendo pecado sexual con su novio. Luego de este reconocimiento, la persona se arrepintió y reconoció su necesidad del Salvador. Desde mi perspectiva, eso es ejercicio de los dones espirituales operando de forma misional para llegar con el evangelio a personas no creyentes.

Argumento #7: Son de beneficio en el ministerio

«No descuides el don espiritual que está en ti, que te fue con‑ ferido por medio de la profecía con la imposición de manos del presbiterio» (1 Tim. 4:14).

Vemos que los dones espirituales están activos en los miembros de la congregación que sirven como ministros (me refiero a todo aquel que tiene una posición de servicio, no solo a los pastores ordenados). Vemos que todo don espiritual debe ser cultivado y no descuidado. Además, es también importante enfatizar que el don de profecía fue usado por Dios para confirmar el llamado de Timoteo a través de los ancianos de la iglesia.

Saber que los dones son una herramienta para edificar el cuerpo de Cristo nos hace conscientes de que no podemos servir a la Iglesia sin ellos. Por consiguiente, debemos cultivar un corazón servicial que entiende que cualquier don espiritual que Dios nos dé es para que la Iglesia sea edificada. Esta dependencia en Dios nos hace ser

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conscientes de que nuestras habilidades no son tales, sino dones dados por Dios para que su Iglesia sea bendecida.

Argumento #8: Los dones están impregnados del evangelio

Los dones no deben distraer nunca el mensaje del evangelio, sino que, por el contrario, deben embellecer y resaltar este glorioso mensaje. Para que los dones funcionen de forma correcta en la Iglesia, tenemos que aplicar la regla del amor (1 Cor. 13). La única forma en que el amor puede operar bíblicamente en nosotros es cuando hemos sido amados primero por Dios. Somos amados y podemos amar cuando vemos primero el amor de Cristo en la cruz. De esa forma, entonces, no usamos los dones para exaltarnos o sentirnos superiores, sino para servir y edificar. Por eso, cada ves que veo los dones operando en medio de la Iglesia, recuerdo que no son posibles sin que el evangelio funcione primero entre nosotros. ¿Que deseo comunicar en este capítulo? Que el hecho de ser con‑ tinuista no es simplemente porque tuve una experiencia sobrenatural muy fuerte y eso me obliga a ser continuista. No es para muchos el mero hecho de apropiarnos de poder para parecer espirituales o por‑ que incentivamos los milagros o las experiencias sobrenaturales. La realidad es que para muchos continuistas se trata de ser responsables ante una realidad donde sus conciencias están cautivas por la obe‑ diencia a la Palabra de Dios. Esto significa que no afirmar el hecho de que todavía estamos en una era donde los dones funcionan para toda la Iglesia, sería pecado debido a que nuestras conciencias están informadas por el estudio cuidadoso de la palabra de Dios. Esa es la base de nuestro argumento.

Finalmente, soy continuista porque creo que toda la Palabra de Dios, en sus 66 libros, es la inerrante, autoritaria y suficiente revela‑ ción de Dios para Su pueblo. Debido a esto soy continuista. Espero que mis hermanos cesacionistas puedan ver que esta posición no se trata de un capricho o un mero experiencialismo, sino del estudio cuidadoso de un tema importante en la Palabra de Dios.

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Todos somos continuistas y todos somos cesacionistas

Vivimos en mundo de extremos, sentimos la necesidad de iden‑ tificarnos con los extremos para poder tener nuestra identidad asegurada y así evitarnos cualquier punto gris que nos genere dudas o mayores preguntas. Por ejemplo, en la política se tiende a ser de izquierda o de derecha. Pareciera como si solo pudiéramos ser conser‑ vadores o liberales. En cierta forma puedo entender ese impulso que nos lleva a definirnos en los extremos porque en realidad hay muchas áreas de gran importancia que requieren una definición que no sea ambivalente. Esto se puede ver de forma clara cuando hablamos de la santidad de la vida y la defensa del aborto. Estoy convencido de que como creyentes no podemos tener posiciones débiles u opuestas. Observamos lo mismo en la defensa de pilares de la teología cristiana como el evangelio, la Trinidad o la deidad de Cristo, en donde no podemos tomar posiciones livianas, inciertas o que se puedan con‑ tradecir de alguna manera.

Es mi convicción que el tema de los dones también es uno de estos temas en donde tenemos que definirnos con absoluta claridad. Quisiera aclarar que no estoy tratando de decir que en otros temas no debemos de tener convicciones bíblicas o que no debemos darle importancia a tener una definición personal sobre todo tema teoló‑ gico. Tengo la completa convicción de que, en cada tema, todo cre‑ yente debe tener una convicción personal profunda. De otra manera,

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