La fragilidad de los espejos

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La fragilidad de los espejos


La fragilidad de los espejos José Ygnacio Ochoa 1ª edición: © Ediciones Estival 2021 Colección El vitral de Duchamp. Nº 6 Depósito legal: AR2021000078 ISBN: 978-980-18-2025-3

Ediciones Estival Consejo Editorial: Alberto Hernández Juan Martins José Ygnacio Ochoa ©Proyecto Codarte A.C. correo electrónico: edicionesestival@hotmail.com Levantamiento de textos y artes finales: Estival & Asociados

Diseño de portada: Karwin Poleo En la portada: Foto de Duy Anh Phan en Pixabay Digitalización: Talleres de Codarte A.C.

Editor digital: Ediciones Estival & Asociados Digitized in Venezuela


José Ygnacio Ochoa

La fragilidad de los espejos Ensayos en torno a la literatura venezolana contemporánea Prólogo de Juan Carlos Santaella



La fragilidad de los espejos



Paisajes narrativos explorados desde el asombro

En el momento en que escribo estas líneas, aún mi cuerpo se resiente e, incluso, se resiste a emprender un recorrido a través de las palabras que puedan, con fuerza suficiente, describir el plural contenido de La fragilidad de los espejos. Quizá mi propia fragilidad ha contribuido notablemente a manifestar lo que en otros tiempos fue para mí una condición natural y satisfactoria. Hace veinte años, la experiencia de la escritura, el oficio de las palabras, se me daba de una manera feliz, sin resistencias; era, en efecto, una escritura trenzada al hilo de los placeres incitados por las demandas periodísticas, los congresos literarios, las tertulias y todo aquello que, desafortunadamente, se extravió en un país que casi no existe. Desde luego que no quisiera contaminar con mi evidente melancolía los gozos y la lúcida libertad de pensamiento que ha alcanzado José Ygnacio Ochoa al escribir La fragilidad de los espejos. Sin embargo, me es imposible, en estos días aciagos y precarios, rememorar lo que hace no tanto tiempo fueron, sin duda, las dichas intelectuales de hallarnos implicados en espacios literarios indudablemente plenos y exigentes. Creo haberle comentado al autor de este libro formidable, que en nuestro país, más allá de las tribus universitarias y las cofradías de contertulios amantes [9]


de las letras, tuvimos la indescriptible fortuna de padecer y agradecer eso que, a falta de otro concepto, he llamado «la amistad literaria». Las amistades literarias no eran «amistades peligrosas» y conspirativas. No llegaron a ser barricadas fundamentalistas para destruir los libros, los poemas, las palabras, el entusiasmo creador, en fin, de quienes noblemente exponían sus resultados literarios. Aunque desde el ejercicio riguroso de la crítica literaria estaban más que justificadas ciertas agresiones y desplantes retóricos, no obstante las pasiones urgentes de ficciones, estudios, ensayos y poemarios, lograban, al menos, una satisfactoria resonancia en el ámbito literario de entonces. Después llegó el vacío. Esa enorme sala de conciertos que fue, dos décadas atrás, el paisaje literario venezolano, el mismo devino entonces en un árido desierto, en un territorio devastado por la soledad y el sin sentido. Muy difícil, en consecuencia, escribir y publicar en un contexto donde las palabras han huido desesperadas y derrotadas. No solo huyeron del país fracturado las personas angustiadas. Asimismo lo hicieron las palabras que les acompañaron durante muchos años y las cuales, de muchos modos, nombraron y dibujaron sus pasiones, armaron sus querencias y enojos, construyeron el amor y, por supuesto, desarmaron, con igual impetuosidad, la sangre de nuestros corazones erráticos. En otro orden de inventarios inevitables, la prolijidad de aquel país que ya apenas se recuerda, llegó a poseer firmes estructuras culturales a través de las cuales la expresión literaria y artística alcanzó, hasta donde se pudo, visibilidad y coherencia. Editoriales, -10-


talleres literarios, Ferias editoriales, fundaciones y demás instituciones, permitieron que las voces de la escritura se cristalizaran, hicieran cuerpo en lo cotidiano, hurgaran en el imaginario divergente e inconforme de los lectores. Después la soledad. Después el miedo y el silencio. De cualquier modo, los escritores venezolanos han tratado de recomponerse volviendo a juntar las partes del alma que fueron expulsadas. En el exilio exterior y en el exilio interior, intentan volver a construir la casa que alguna vez poseyeron. Si bien es cierto que los espacios habituales se cerraron, como las universidades, aun quedaron plenos poderes para reinventar, a partir de esfuerzos personales meritorios, aquello que fue arrasado por la tormenta.

Prueba fehaciente de ello es este estupendo libro de José Ygnacio Ochoa, cuyo título, La fragilidad de los espejos, revela, ciertamente, no solo lo que estos puedan mostrarnos de la realidad, sino también la debilidad de los mismos, su posibilidad de deshacerse en cualquier momento. ¿Es, acaso, una metáfora afortunada para describir un corpus de ideas articuladas en torno a varios autores venezolanos? No lo sé. Los títulos de los libros suelen convertirse en desafiantes enigmas. Lo más importante, a mi modo de ver, es que La fragilidad de los espejos nos brinda la lúcida posibilidad de establecer una exploración diáfana en torno a un grupo importante de autores venezolanos. No son muchas las investigaciones realizadas con buen tino y elegancia, respecto al tema de la narrativa venezolana contemporánea. -11-


No creo prudente referirlas aquí porque hacerlo implicaría cometer olvidos e injusticias y esa no es la idea. Lo esencial en este libro de José Ygnacio Ochoa es tomar seriamente en cuenta de que se trata de una inédita lectura y análisis de los autores estudiados. Eso es suficiente. Lo que puede anteceder a este libro en materia de crítica literaria, poco importa a los efectos de entender que sus aproximaciones parten de otros puntos y, además, tienen un estilo muy propio. No digo más. Los lectores sabrán darle la importancia y el lugar que merece La fragilidad de los espejos en el marco actual de los estudios literarios. Ni siquiera voy a detenerme en las influencias metodológicas y críticas de su autor, pues eso me parece irrelevante. Solamente insisto que en este libro hay una voz propia, un tono vigoroso de escritura y un afán sereno por recorrer textos y voces narrativos de primer orden. Juan Carlos Santaella

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A mis alumnos



Después de todas mis vueltas, siempre regreso a un mismo punto: al misterio. Rafael Cadenas, Apuntes sobre San Juan de la Cruz y la mística



La mujer de espaldas. Ejercicios holográficos de José Balza

Las ideas llegan al pensamiento por un enunciado, luego se afirman en la palabra. Nos reconocemos con las sensaciones desde una mirada a través de la ventana. Entonces, ideas y sensaciones se materializan y se desnudan con y en el lenguaje. El autor procura un acercamiento con el lector desde el caminar, desde la piel, los olores y los colores en conjunción con los hallazgos contenidos en una historia contada. Cada escritor estructura su afirmación o negación en tanto asume el placer sobre el ejercicio de la escritura. Serán las inquietudes que el lector conocerá. Se va armando, en términos de correspondencia, una dinámica de encuentros entre autor y lector, el rol de éste, el lector, será indudable por cuanto dará vida a los personajes a través de su experticia lectora. Lo cierto es que se establece un diálogo íntimo sin pretensiones de invasión. Es un acuerdo de relaciones entre conciencia e inconsciencia de ambos (autor-lector). Desde esta perspectiva se va abriendo lentamente esa ventana, esa mirada y por consiguiente el lector se acerca a un estilo, un tiempo, un espacio y hasta una manera de decir el mundo que se delimita, insistimos en esto, con la palabra. Ella nos incorpora a un diálogo para conducirnos a un intercambio de propuestas que funcionan con un instrumento: el signo. No existen ingenuidades. En este registro se incorporan los elementos necesarios para alcanzar la relación-comprensión entre autor, obra y lector. [17]


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Este juego propicia una comunicación diferente a la de la cotidianidad, algo que parece evidente, pero debemos mencionarlo, porque entendemos que allí radica el riesgo. Es el juego del autor por cuanto se expone en su intimidad/interioridad para replicar sus hallazgos, sus referentes y sus criterios pasando por sus desvelos, inquietudes, sueños e ilusiones. Luego viene dado el otro paso. La intención de un decir para que el lector procese, con la producción de la obra (práctica discursiva), una significación que lo estremecerá o no. Lo importante está en el encuentro del autor/obra/lector. Los relatos de José Balza contenidos en La mujer de espaldas (Monte Ávila Editores, 1986) muestran una dinámica de relaciones emparentadas con lo expresado al comienzo del comentario. Doce relatos que bien pueden leerse sin orden aparente. En el relato Ana, la lluvia se mantiene por muchos días, este rasgo ya nos comporta una manera particular de ser en los personajes. El viento, el frío, más el agua de lluvia nos envuelven en una señal de algo íntimo, amoroso o familiar (p. 19), sin embargo encontramos otros indicios que no se detallan a simple vista. Sobrevienen las metáforas flotando entre la mujer y la naturaleza, ellas se fusionan, Ana se transfigura en la magnolia, ella, la mujer retiene el paso: su propio cuello, sus bellísimos pómulos, la boca grande poseen una cobertura de magnolia (p. 20). Es una Ana-Magnolia que habla cinco idiomas. Traduce su propia naturaleza, lee su propia naturaleza y lee su lenguaje para encontrar su poética corporal y espiritual. Su goce por los poemas está por encima de lo que puede devengar económicamente con las traducciones. Sus pensamientos -18-


La mujer de espaldas

están por los parajes de su paradigma, los recovecos de la experiencia saben por dónde camina, ella es la Ava Gardner (un referente cinematográfico) de sus amigos de una Caracas extraña y ambigua como el invierno. Su cuerpo como el de su madre obedece a otras necesidades como su alma que flota en el agua. Sabe dónde está y adónde va. La calle que no se ve, marcha con su memoria. En el relato La mujer de espaldas, que da título al libro, acontece un universo compuesto de palabras que demandan giros de complicidad entre el narrador y el personaje, ellos se fusionan en la historia para darle cuerpo al argumento. El personaje (periodista) que al principio se erige como protagonista, o eso se cree, pues se diluye en el devenir de la historia para dar paso a un elemento asombroso o extraño. La historia gira en torno a Marie-Jos (cuando joven) o María Inés (ya entrada en años), ella es el centro de la trama: apenas el juego de sus deseos (p. 89) quien ordena la historia es el limpiabotas, él conoce los detalles de los acontecimientos. Los espacios se mueven con una facilidad entre: Plaza Central, Francia, cárceles de Guyana o Puerto Cabello, pasado y presente se deslizan con el verbo de quien lo sabe todo (¿narrador omnisciente?). El secreto o lo extraño está en la espalda de la mujer. Balza contiene una destreza, finura y precisión tipo bisturí para describir la naturaleza con sus peculiaridades que sólo existen en un mundo contemplado por su cristal: /…el gigantesco cuerpo del río ondulaba dulcemente…/…de entregarme con la mirada al lejano cielo feliz…/… Tal vez fue el verano más largo en el delta o en -19-


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mi vida.../…Fue durante uno de esos instantes, sudorosos, estigmatizado por la luna de la ventana…/…débiles nubes lejanas indicaban que tras los bosques, al otro lado del río, podía estar lloviendo… Todas estas expresiones están contenidas en el primer relato La sombra del oro (pp. 11-17). Las palabras las convierte el narrador en un cuerpo hecho con verdades es como un río poderoso con brazos para arropar con su corriente al lector. Aflora la claridad de su escritura en cada relato por cuanto las historias se conjugan con un paisaje que está afuera aparentemente pero los convierte en parte de sus sensaciones. Existe un rigor en la contemplación y por ende en su escritura. Como decíamos al comienzo, son ventanas que se abren desde sus hallazgos. Lo sorprendente está en cómo el escritor cautiva al lector con las diferentes ventanas en donde se descubren pasadizos o veredas según esté el carácter de su mirada o su andar. Vemos como ejemplo en el relato Campo (pp. 55-60), el personaje y su relación con el paisaje, éste, no lo ve, lo contempla y luego sí lo hace suyo: Aquí he penetrado los más brillantes crepúsculos. No tiene nada que ver con la presencia de otros seres o personajes, no es lo más importante para él, es el personaje que recoge con su mirada y su sentir esta atmósfera que sólo pertenece a él. No tiene necesidad de aclarar nada, expresa y ya. El asunto va relacionado con su propósito o la comprensión de su estado. El narrador, por vía del personaje, lleva al lector a otro tipo de atención que no es sólo la secuencia o desenlace de una historia. Las rupturas las hilvana desde otro ángulo: el reconocimiento de otro sentido, -20-


La mujer de espaldas

por supuesto con el artificio de la palabra para crear una tensión. De hecho el relato en cuestión contiene nueve párrafos y el último aparece con un espaciado o doble calle, diferente a las anteriores, existe, así lo entendemos como una suerte de largo silencio para crear un pensamiento distinto al que traía el personaje al comienzo de la historia. Las palabras están cargadas de imágenes y colores, aclaramos que no es ampuloso el lenguaje, la resolución va por otro camino, el de la precisión o en todo caso va en la búsqueda de sonidos para materializar, con el juego de palabras, otro significado para que luego sea comprensible a los ojos del lector. El escritor acompaña al lector en el entramado verbal, sostiene un discurso con un ritmo determinado. Parece contradictorio, pero no lo es, se trabaja con la resonancia del vocablo para descubrirse en los pasajes-parajes-paisajes (va incluido el juego de sonidos) dentro de los relatos. En los relatos del libro La mujer de espaldas se alterna una estructura en la construcción de las historias, es importante aclarar que no aspiramos a establecer un criterio riguroso, asomamos la salvedad por cuanto el planteamiento va en otra dirección en tanto el proceso escritural de José Balza deviene de sus arraigos, de su visión, no solo de la literatura, sino de las artes plásticas donde las incandescencias sensoriales y subjetivas se erizan, sí, es una cuestión de piel. Decíamos que las historias comienzan con una dirección centrada en un personaje o una situación, luego gira hacia un espectro diferente. Se nos dibuja una historia inicial para, al instante, llegar a otra, nos percatamos de ello cuando ya estamos en el otro orden de las secuencias pero quien tiende el puente -21-


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es la memoria que tiene que ver con la perturbación de los personajes a modo de crear mundos alternos al ya preestablecido. En el relato Los almendrones de enero (pp. 25-32) se decantan dos realidades opuestas ciudad/llano, luego el vínculo se establece con el fruto del almendrón, el personaje rememora su niñez al lado de su hermano, todo esto transcurre cuando el personaje se dirige a una estación del tren. No deja de estar físicamente en la ciudad, pero sigue anclado en sus recuerdos e imaginación: Todo esto es mío, o todo esto soy yo (p. 26). Nos atrevemos a plantear este esquema: Ciudad + Marta María + Gisela + tren=presente/Almendrón + infancia + hermano + padre=pasado. Aunque el almendrón del presente lo retrotrae al almendrón del pasado, aún así, presente y pasado confluyen en un estado de duplicidad que se desprende en el pensamiento/memoria del personaje. El almendrón es el árbol-cosa que se transparenta en una imagen con una significación que sostiene el personaje en su memoria. Recorre todo lo que ella implica. Es un final sugerido para que el lector considere las resonancias de la historia: una posibilidad de salvación, no lo sabemos. Balza, el escritor, convierte la palabra en otras realidades. El escritor se desnuda con el lenguaje, queda expuesto a las consideraciones del lector, quien tiene la última ficha para cerrar el damero del abecedario. Los relatos mantienen autonomía, su lucidez y su manera particular de registro compuesto por un lenguaje consciente y trabajado. Cada relato cobra vida y cuerpo como recurso, alcanza en cada cosa (sustantivo, -22-


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sujeto, objeto) nombrar el asombro porque al narrar o describir surge lo inesperado: la alucinación o el encanto. Es una claridad en el lenguaje que fluye con la precisión propia de los rasgos caracterizadores del relato, Balza los ordena con su rigor, emerge la concisión de la sustancia sin descuidar el humor, la presencia de la dualidad en los personajes, la discreción en la mirada para retratar y poetizar la situación deseada, cuida igualmente las inflexiones o giros con el juego de las figuras literarias para llegar al lector con el justo uso de las imágenes. La simultaneidad en los tiempos habla de momentos perdidos o no. Sigue siendo la memoria de los personajes. El mundo psíquico que por momentos se asoma con una disposición y orden establecido el cual se invierte con los devaneos e imágenes que sólo el personaje le confiere un espacio en sus imprecisiones afectivas. Doce relatos para que el lector frecuente con un lenguaje dispuesto con la voz de una sintaxis vital y poderosa de José Balza. José Balza: (17 de diciembre de 1939. Tucupita-Venezuela): Escritor, ensayista, crítico literario y educador. Profesor de la Universidad Central de Venezuela y de la Universidad Católica Andrés Bello. Individuo de número de la Academia Venezolana de la Lengua, sillón M. (2014). Sus relatos han sido traducidos al italiano, francés, inglés, alemán y hebreo. «Premio Nacional de Literatura» (1991). «Premio de Literatura FILCAR» (2018). Homenaje en la «Feria Internacional del Libro de Guadalajara» (2010), Doctorado Honoris Causa por la Universidad Católica Cecilio Acosta de Maracaibo (2014), homenaje en la sexta edición del «Festival de la Lectura de Chacao», Caracas (2014). Colaborador -23-


de revistas de Europa, Estados Unidos y Latinoamérica. Cuenta con una extensa obra publicada. Novelas: Marzo Anterior (1968), Setecientas palmeras plantadas en el mismo lugar (1974), D (1977), Percusión (1982, reediciones: 1991, 2000, 2010), Medianoche en video: 1/5 (1988), Después Caracas (1995, reedición: 2009), Un hombre de aceite (2007). Relatos: Ejercicios narrativos (Primera serie) (1967), Órdenes: ejercicios narrativos 1962-1969 (1970), Ejercicios narrativos (1976), Un rostro absolutamente: ejercicios narrativos 1970-1980 (1982), La mujer de espaldas. Ejercicios holográficos (1986), El vencedor: ejercicios narrativos (1989), La mujer Porosa. Ejercicios Narrativos 1986-1996 (1996), La mujer de la roca (1997), Narrativa Breve (1999), Un Orinoco fantasma (2000), La mujer de la roca y otros ejercicios narrativos (2001), El Doble Arte de Morir (2008), Los peces de fuego. Ejercicios narrativos (2010). Ensayos: Narrativa: instrumental y observaciones (1969), Proust (1969), Lectura transitoria (1973), Los cuerpos del sueño (1976), Alejandro Otero (1977), Jesús Soto, el niño (1981), Antonio Estévez. Ensayo (1982), Análogo, simultáneo (1983), Transfigurable (1983), Un color demasiado secreto (1985), Este mar narrativo. Ensayos sobre el cuerpo novelesco (1987), El fiero (y dulce) instinto terrestre (1987), Iniciales: anuncios de la teoría literaria en América Latina (1989), Anuncios de la teoría literaria en América Latina, 16001700 (1993), Ensayos invisibles (1994), Literatura venezolana de hoy. Coautor (1995), Narrativa Venezolana attuale. Coautor (1995), Espejo espeso (1997), Iniciales: (siglos XVII y XVIII) (1997), Bolero: Canto de cuna y cama (2002), Observaciones y aforismos (2005), Ensayos crudos (2006), Pensar a Venezuela (2008), Los siglos imaginantes (2013), Ensayo y sonido (2015), Play B (2017).

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La carpa y otros cuentos de Federico Vegas

El libro de Federico Vegas La carpa y otros cuentos (Alfaguara, 2008) reúne catorce cuentos que muy bien se pueden leer según la elección y orden que determine el lector, igualmente lo disfrutará. Cada relato contiene una historia que apunta hacia las distancias, sueños e infinitud de los personajes. Personajes cotidianos a veces y extraños en más de una ocasión. Lo que pudiera sorprender son las decisiones de cada uno de ellos, los personajes. Es evidente la influencia de la ciudad de Caracas, sus rincones y peculiaridades. Vegas no lo oculta, mejor dicho, lo expone con una naturalidad que convierte al lector en su cómplice en ese recorrido con destinos que se extienden hasta lo más remoto de la memoria. Al lector no le hace falta más que la palabra para seguir el flujo imaginario del escritor. Son historias con raíces en el recuerdo y pensamiento que se descubren tanto en las descripciones como en las narraciones para alcanzar una relación en los personajes contenidos en sus complejidades. Como lo mencionamos al comienzo del comentario quisimos dar inicio con el cuento titulado La carpa que no es el primero en el orden. Es una historia de complicidades entre el abuelo, el nieto, los sueños y la memoria. Los sueños y la memoria adquieren una presencia con movimientos en el universo imaginario de un joven de quince años que empieza a descubrir la magia de los olores en la silueta de Berlides: Al principio fue una aparición, una imagen angelical que [25]


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generaba más devoción que deseo, luego comencé a sentir en la boca y en las piernas ganas de tocarla… (p. 115), la inmensidad de su memoria iba más allá de sus posibilidades reales de estar cerca de Berlides, era su sueño y su fantasía. Situación creemos que normal para su edad. A la postre se convierte en cómplice silencioso del abuelo en cuidar sus devaneos con la cuidadora. La carpa, entonces será una figura metafórica que reconoce el misterio del amor en el abuelo y la lealtad de un nieto. Ahora sí vamos al cuento que da inicio al libro, Mercurio, una historia cargada de múltiples referentes para aquel lector que no es originario o asiduo a Caracas. Historia que servirá para desenterrar los miedos y fantasmas.

Para el que conoce a Caracas será un viaje de recuerdos y nostalgias de una ciudad que fue. Veamos las referencias. Lo musical: la agrupación de rock sinfónico Queen, con su vocalista Freddie Mercury, de donde viene el título del relato. Lo arquitectónico: el Poliedro, otrora espacio en donde se presentaron todos los espectáculos importantes de una parte importante de esa Caracas. Lo político: muerte de Rómulo Betancourt en 1981. Lo cinematográfico: la alusión al actor Steve McQueen con su protagonización del film El Gran escape, luego podemos sumar Sabana Grande, Cota Mil, las arepas, la guarapita, los Magallanes, Disip y Yolanda Moreno. Todos estos referentes se convierten en un signo que le permiten al escritor desarrollar una historia acompañada de imágenes que envuelven al lector. Es una suerte de encanto con el recurso de la palabra. -26-


La carpa y otros relatos

Adelantémonos al cuento final El cajoncito. Dos personajes: El pintor y el arquitecto que hace las veces de chofer. Acá el humor es otro elemento que se presenta en los diálogos cortos y contundentes por su sintaxis. El pintor con un lenguaje mordaz, lacerante y hasta duro: No permita nunca que una casa suya sea tan triste como un caracol aguantando una puerta. (p. 261). Sus expresiones desprenden un humor negro. Y los silencios del chofer son significativos en tanto piensa las posibles reacciones y su control emocional ante lo vivido. Es una pugna en donde se impone la inteligencia desde el inicio del viaje (Caracas) hasta la llegada a Quibor. Vuelve a afirmar el pintor con su verbo: Nunca le quito a alguien lo que está usando, como en el caso de la sillita. Eso es echarle en cara al prójimo que uno ve lo que él jamás ha visto, eso lo hago yo pintando, no comprando. (p. 265). Sobran las palabras. Con el cuento De Beirut a Macondo (travesía del viernes 19 de marzo de 2004) es un juego entre el presente y el pasado. Es el constante ir y venir del personaje. Aparece nuevamente el sueño como recurso para marcar un ritmo en la narración. El lector se deja llevar en esa corriente de fragilidad y muy cambiante. Es como una expedición mental entrañable entre dos amigos que se confiesan desde el reencuentro con ellos mismos. Con sus respectivos conflictos, pero unidos por la necesidad de comprenderse desde el transitar por la ciudad (lo físico, lo tangible) desde los libros y por consiguiente desde la lectura y; desde los sueños (lo inmanente): Cuando despertaba de cada uno de los sueños donde se había coleado la antiquísima novia, miraba a la mujer que dormía a mi lado, a la presente, a la real, y me preguntaba: «¿Cómo sería si todo hubiera -27-


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sido al revés? ¿Si ella fuera la mujer de los sueños y la de los sueños la dormida?» (p. 82), es una suerte de juego del tiempo contra el tiempo, el contrasentido de la existencia de lo real y lo imaginario. El viaje que comienza en un restaurante de comida libanesa hasta llegar a la librería «Macondo». Durante el viaje se trastoca el orden cronológico de los acontecimientos y los pensamientos, dos en uno, todo en dos pero no las palabras, más bien se definen o se aclaran con la historia porque en este caso el caminar y el pensar se parecen. Pasemos al cuento Una noche con Billo, el narrador recurre al humor desde las precariedades del personaje. La personalidad es marcada desde el inicio de la historia: Yo, obtuso y resentido, pésimo bailarín, enemigo de las músicas que… (p. 201) se regodea con toda una descripción de sus carencias con un absoluto desparpajo. Sin inhibición, no importa, de hecho busca explicaciones donde no las hay. Las acciones aparentemente comienzan sin trascendencia, aun así, toman sentido y significación desde la palabra con un sentido irónico. Genera una media sonrisa para aquel que lee y sigue sin disimulo las historias caóticas. Podríamos preguntarnos qué tienen que ver las generaciones de una familia con las axilas, una servilleta con la dentera, rascarse el ombligo o el cine mudo con la batuta de «Billo», pues preguntemos al narrador o mejor dicho, leamos estas contemplaciones que se unen en esta historia con una confesión: el sentimiento desde la aversión de lo que soy o el reconocimiento de lo que pudo ser. El consuelo está signado por la escritura, allí consigue la sintaxis de una vida para volver a Caracas porque la quiere. -28-


La carpa y otros relatos

Los cuentos seleccionados sin orden aparente persisten con la narración de historias fragmentadas, es como una necesidad de expresar con un alto sentido orgánico del escritor. El tiempo no calza en la memoria de los personajes. Son pensamientos e imágenes que pueblan un imaginario, no existen efectos secundarios en el devenir de los acontecimientos, se vive y ya. Se cuenta y se exterioriza una forma de vida desarrollada por sensaciones de los personajes. La sociedad, la familia y la facultad del intelecto se encuadran en estos cuentos insólitos arropados por desatinos que permanecen en el olvido: es como que si aquí no ha pasado nada. Pero vuelve la duda, el insomnio, la vida o la muerte a trajinar o exteriorizar una angustia del ser. Cada cuento concilia ausencias del hombre envuelto en un mundo cargado de una inmensidad interior en donde no existen resoluciones pero sí se acercan a los reconocimientos de ciertos matices de la sustancia interior. A partir de esta experiencia como lector se estrechan los sentidos porque los sueños no tienen lógica. Igual que los espejos. Se evidencian las interpretaciones con la memoria y la palabra. Proximidad de la imagen, lo subjetivo y las sensaciones. Federico Vegas: (1950) Caracas, Venezuela. Ensayista. Escritor. Arquitecto (UCV). Profesor de Diseño Arquitectónico en la Universidad Central de Venezuela (UCV), Profesor en la Facultad de Arquitectura y Artes Plásticas de la Universidad José María Vargas, profesor de Diseño en Princeton University (1983), y Visiting Scholar en Harvard University (1995). Gana el «52ª Concurso Anual de Cuentos del diario ‘El Nacional’» (1997) con el relato De rodillas. Publicaciones -29-


sobre arquitectura: El continente de papel (1984), Pueblo, Venezuela 1979-1984 (1986), Venezuela Vernacular (1985), La Vega, una casa colonial (1988). Artículos periodísticos y ensayos publicados: La ciudad sin lengua (2001), La ciudad y el deseo (2007), Ciudad vagabunda (2014). Cuentos publicados: El borrador (1996), Amores y Castigos (1998) y Los traumatólogos de Kosovo (2002), La carpa y otros cuentos (2008), Los peores de la clase (2011), La nostalgia esférica (2014). Novelas publicadas: Prima lejana (1999), Falke (2005), Historia de una segunda vez (2006), Miedo, pudor y deleite (2007), Sumario (2010), Los incurables (2012), El buen esposo (2013), Los años sin juicio (2020). Antologías: Antología del cuento latinoamericano del siglo XXI: Las horas y las hordas (1997), Subidos de tono: cuentos de amor (2003). Más de 60 publicaciones en «Prodavinci» entre artículos, crónicas y cuentos.

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El combate de Ednodio Quintero

La esencia de la realidad está dada por el encuentro de la palabra. Es una circunstancia que pasa a ser un acontecimiento histórico, único e irrepetible. La relación establecida es un vínculo íntimo, un encuentro amoroso que marcará al lector por siempre. Es la lectura de una o varias vidas contenidas en un poema, relato o novela. Es en la escritura en donde nos encontramos para restaurar un momento. El escritor deja en evidencia lo vivido con toda su carga subjetiva para acercarnos a su intimidad. Existimos en tanto nos reconocemos en las historias con sus giros poéticos por cuanto la historia se encuentra en la realidad del otro. El escritor se somete a una interpretación. El lector se adentra en el relato, sin intención de desdecir, más bien para reafirmar desde la premisa de Foucault: Cómo acceder a esa verdad de la Escritura desde la Escritura, es un acto que se repite cada vez que se lee una historia. Los sentidos se adscriben a una experiencia a merced del deseo de ese lector, privilegio que causa el libro. Es la fortuna de obrar sin vigilancia, sin escamoteos. Es un abandono sin categorías ni poses que se visualiza en el libro de Ednodio Quintero El combate (Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1999) estructurado con los relatos: Libro uno, subtitulado «Soledades»: Sobreviviendo, En el silencio, El combate, La caída, Orfeo, En la taberna y Caza. Entonces se podrá ser sin contenciones de reglas, de este modo el lector [31]


La fragilidad de los espejos

se encamina a un acantilado, —es el riesgo que asumimos— podrá, luego regresar para volver con el Libro dos, subtitulado «Uniones»: Laura y las colinas, Amanecer en la terraza, Rosa mística, Laura y el arlequín, Las furias, Sombras en el agua y Cartas de relación. Así todo ello deviene de ese encuentro ante la incandescencia de la palabra de Ednodio Quintero. Es un encuentro sin accidentes en ausencia de heridas. Es un préstamo que flexiona con la palabra polisémica, pronunciada con la libertad del libro. El combate contiene catorce relatos, siete en cada libro. Todos los relatos de la primera parte están narrados en primera persona. Este rasgo permite acercarnos como lector y a su vez posibilita el goce por la contemplación de un espacio creado por el escritor. Es el caso de cuando se lee el relato Sobreviviendo (pp. 5-6) comienza con la expresión: ME HE ARRASTRADO como un reptil sonámbulo (p. 5). No es cualquier humano, este tiene una cualidad animal. Es sobrevivir al animal que somos. El asunto está en qué animal: verde, con caparazón o amorfo. Un relato contundente de seis párrafos que alcanza un poco más de dos páginas con frases cortas. En los cinco primeros párrafos está la presencia del yo. Rasgos que corresponden a una dinámica del narrador para desentrañar su respiración escritural. Su cuerpo en ensueños con la inverosimilitud del impulso desde la palabra. En el relato El silencio, (pp. 7-10) nos imaginamos un bosque espeso y apartado de la ciudad, es más no cabe en mi imaginación de lector la existencia de algo más fuera del relato. El narrador nos lleva al -32-


El combate

punto de llegar a un encuentro onírico. Espacio que sólo está destinado para el lector porque sucede que tampoco pertenece al escritor, ni al narrador. Ellos se desprenden de la historia para que el lector llegue con su imaginación poética a ese otro mundo. El lector lo convierte en su historia: otra historia. En este relato Quintero incorpora las expresiones: calentaba mi sangre e impregnaba mis pensamientos de una cierta transparencia cercana al cristal, a la seda o a la niebla y más adelante dice: y creo que no sobreviviría en este territorio de vientos cruzados y de espesa niebla [negrillas nuestras]. La palabra niebla comporta una imagen enérgica dentro de la historia, al igual que la palabra aire utilizada en cinco ocasiones con sus variantes airecito y viento. Será entonces la presencia de lo etéreo de un estado en el que el lector se aproxima: su espejo —el otro—. En ese mismo ámbito de la sublimación están las frases poéticas como: el aire era mi único aliento… / … la pared blanca de mi memoria… / … de verdaderas orgías cromáticas…/…aquellas figuras me hacían pensar en una infancia de pez en un profundo arrecife… / …aire sin compasión y sin memoria… / …acaso el silencio me hacía más vulnerable. Aclaramos que son textos que narran, aun así están contenidos de un paisaje reconocido por el narrador. Las imágenes se materializan para que resuene un campo poético. En el relato El combate (pp. 11-19) que da título a todo el libro persisten los términos niebla-neblina e incorpora espejismo-espejos, términos que remiten al otro: la otredad. En tanto el yo presente en el relato se configura en la alternabilidad de mi yo: el lector. El narrador-personaje cómplice que está fuera de la trama, eso en apariencia, pues con la lectura requiere -33-


La fragilidad de los espejos

su puesto en el resplandor como un animal nocturno. Es un largo viaje hacia una confrontación. No sabe quién es el contrincante. El lector tampoco. Podría ser él mismo su adversario. La intriga se teje entre sueños y paisajes con cenizas esperando al enemigo. Todo está contenido en un sueño: no podía abrir los ojos, aun intentándolo. Lo fantástico de los acontecimientos está en que todo se desarrolla dentro de una aventura creada por instantes en donde el tiempo se detiene o mejor dicho se funde en un estado dibujado con trazos que flotan en la ranura sin máscaras del escritor. Pasemos a los relatos del Libro dos. Comienza con Laura y las colinas (pp. 49-52). Quintero une la experiencia subjetiva de los personajes porque se refiere a sus sensaciones con los fenómenos naturales. Nos acerca a ello con las figuras literarias. Sucede con el símil: nubes color ceniza, enroscadas como serpientes... (p. 49). Son ocho las comparaciones utilizadas en este relato. Es un componente cargado de símbolos con el propósito de generar una conmoción en el lector. Esta figura retórica suaviza los olores, colores y resonancias. Los personajes se fusionan con la naturaleza. Esta, la naturaleza adquiere un rango con réplicas que incitan al lector a comprenderse desde un sentido metafórico. La interpretación está dada desde una estructura simbólica capaz de generar percepciones más que conocimientos. El recurso literario es usado no para pensar, no. En todo caso para mantener la sensación del personaje y por consiguiente la que se le transmite al lector. Lo físico se convierte en un estado prefigurado porque -34-


El combate

en esa comparación/semejanza cobra vitalidad la narración. La experiencia del personaje en tanto logra asir la colina-valle por vía de sus sentidos en principio y luego por su imaginación, lo transmuta en su cuerpo para convertirse en uno. La comparación se expande por toda la historia del relato. Deja de ser un acontecimiento de los personajes para trasladarlo al lector, insistimos en ello. Se condensa la imagen y es el narrador que por primera y única vez está fuera de la historia, aun así la padece. En la historia del relato Amanecer en la terraza (pp. 53-58) vuelve el narrador, el que está dentro. Persiste Laura como personaje quien da continuidad y seguimiento a un estado onírico: el sueño es un laberinto. Pernocta en el personaje como condición indispensable, eso creemos, para dar configuración a la contemplación, al sentido erótico en presencia de la diosa vengadora de los selenitas para que entonces mi lengua dibujará tu cuerpo al anochecer. Es la intromisión de seres venidos de otras latitudes que sólo están en el ensueño del otro. Si habíamos afirmado que Amanecer en la terraza contiene un sentido erótico, pues el relato Rosa mística (pp. 59-67) lo corrobora: El tenue resplandor y la abertura ojival evocan las formas de tu sexo. ¿Cómo nombrarlo? Pocito encantado, flor negra de los páramos, bosque de miel. Mis labios aún conservan aquel perfume de peces. Y me estremezco todo al recordar el fulgor incandescente que brotaba de la juntura de tus piernas (p. 59). Permítanme la extensión de la cita pero es muy necesario. Acá, estimados lectores no existe desperdicio alguno. De hecho es una forma encantadora de recordarnos -35-


La fragilidad de los espejos

ciertos giros arquitectónicos en la figura de la mujer amada. Tan importante como este recuerdo inmediato como la contemplación en silencio evocando la imagen asociada a la neblina, algas y rocas para llegar a un estado con senderos quizás diferentes. Quintero evoca una manera de encontrarse con el personaje. Lo va descubriendo lentamente con diferentes apreciaciones desde su signo: Me alejo tres pasos de mí mismo, me volteo ligeramente para verme y caigo en la cuenta de que me he deslizado un día en las tinieblas del pasado (p. 62). Evoca el significado en su esencia. Refleja la inmediatez de lo carnal, igualmente apunta hacia un sentido espiritual y hasta filosófico. El escritor no lo dice. Se aprecia desde la lectura: lo erótico, lo existencial y lo espiritual, todo en un personaje. Todo en una respiración. Acéptenme el sesgo: Mi respiración. Como la vida. Podríamos plantearnos que el comportamiento es indescifrable en tanto el universo de emociones nos imposibilita desenvolvernos con los demás. Podríamos comprender lo que acontece en un entorno. Ahora cómo revelar lo que le sucede al otro. los relatos comentados, además del resto de los mismos, son, en su conjunto, un juego de emociones. Estas narraciones merecen una lectura detenida. Todo se concentra en una estructura de estrategias con el pensamiento y la palabra. Son estrategias mínimas y concretas utilizadas por el escritor en los relatos esbozados y en el resto que nombramos al comienzo. Resulta fácil decirlo pero son rasgos trabajados desde la conciencia del escritor, veamos: pocos personajes, lo sorprendente-extraño, historias inconclusas, giros poéticos en las construcciones verbales, figuras litera-36-


El combate

rias precisas y ausencias de conglomerados en las historias. Sí merece una mención especial el componente naturaleza, pues, marca una presencia contundente. Una naturaleza con sus rostros caracterizadores: es la mirada diferente ante el hallazgo del objetosanimales: cobre de nácar, rocas, serpientes, perros y el hallazgo de fenómenos naturales: neblina, viento, noche. Son asociaciones que bien pudieran estar en el escritor. Va más allá de una simple percepción inicial. El escritor la reconstruye mediante la escritura, entonces Ednodio Quintero no busca ni prueba nada, libera un sentido significativo. Articulación para la creación narrativa: El combate. Ednodio Quintero: (Nace en Las Mesitas, Trujillo-Venezuela, 1947). Narrador, ensayista. Profesor de la Escuela de Letras de la Universidad de Los Andes (ULA). Premios: «Revista El Cuento» (1974), cuentos de «El Nacional» (1975), «Consejo Nacional de la Cultura» (CONAC) en narrativa (1992) y el de «Francisco Herrera Luque» (1999). Novelas: La danza del jaguar (1991), La bailarina de Kachgar (1991), El rey de las ratas (1994), Mariana y los comanches (2004), El hijo de Gengis Khan (2013) entre otras. Cuentos: Volveré con mis perros (1975), Cabeza de cabra y otros relatos (1993) Combate (1999). Guiones cinematográficos: Rosa de los vientos (1975) y Cubagua (1987) de la novela homónima de Enrique Bernardo Núñez. Traductor de libros de origen japonés. Su obra ha sido traducida al inglés, francés y portugués. Ensayos: Akutagawa, el elegido (2014), Tanizaki, el paradigma (2014).

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La noche llama a la noche de Victoria De Stefano

La noche y los sueños se avienen. Cada uno en su medida y desde luego cada uno en su artejo se fortalece. La noche contiene un lenguaje en el que se describe un acento de lo invaluable en cuanto a lo material. La noche puede ser el momento que se espera para conciliar el cansancio de horas de actividad. Para otros puede ser el instante de un estado de conmoción. Los sueños es lo que le da continuidad a la noche. Quién no ha dicho: «anoche soñé contigo» o «anoche tuve un sueño», en ese tránsito ocurre todo lo que nos envuelve como seres elegidos para entregarnos a la oscuridad: el estado de absoluto reposo físico pero que da cabida para que el inconsciente demarque su territorio. Entonces noche y sueño se complementan. En el libro Breve tratado de la noche (Grupo Editorial «Eclepsidra», 1995) del ensayista venezolano Juan Carlos Santaella, en torno a la noche y el sueño, afirma que: El viaje a los sueños suele hacerse, por lo general, bajo la supervisión de la noche. En tal sentido, no se puede decir que haya auténticos sueños fuera de los dominios sagrados de la noche, fuera de las conjunciones mágicas que ellos establecen con absoluta plenitud (pp. 55-56). Santaella incorpora otro dispositivo: el viaje. Entonces, noche, sueños y viaje comportan un ligado que por medio la palabra le dan vigor a la ficción. En la novela La noche llama a la noche (Monte Ávila Editores, 1985) de Victoria De Stefano se funda una historia desde la metáfora de la noche. La noche po[39]


La fragilidad de los espejos

sibilita el desarrollo de una urdimbre de situaciones: miedo, olvidos, soledad-es, muerte-suicidio, recuerdos, secuestro, mentira entre otros, como los temas constantes, propios de las pasiones que se registran en una «textura verbal» … Sí, quédate conmigo esta noche, quédate para que puedas así protegerme y calmar mi sueño perturbado ... (p. 17) en donde los temores de la noche son una constante. Paralela a esta intensidad ficcional se desarrolla, en una supuesta página en blanco, la teoría de la novela —¿metanovela?—: notas, borradores, bosquejos, diarios e ideas van en consonancia con la gestación de un estilo. Historias que se trasponen con los tiempos. El tema del secuestro se entrecruza con el sentimiento, se filtra entre avaricia contra dolor y abandono. Los sentimientos van mutando en los personajes. El silencio se detiene en los pensamientos y hace ruido como las lágrimas espesas que viajan por las ondulaciones del rostro de las relaciones reveladoras de los personajes. Quién libera las palabras y los pensamientos en una novela donde la noche y los sueños son los protagonistas. Si se establecen análisis desde lo fonético, acá en la novela debemos establecerlo a partir del silencio: contradictoria pero es así. Comparaciones entre el novelista y el poeta. Largo será el camino de quien escribe una historia, el poeta tendrá la paciencia y la lentitud. Sin embargo los une la palabra dispuesta en el mapa de la escritura. Aparecen en el transcurso de la novela: Virginia Woolf, Flaubert, Ana Karenina, La Metamorfosis, Thomas Mann, Joyce, Quevedo, Sócrates, Platón, Hamlet, Virgilio, Beethoven, Voltaire, Proust, Balzac, -40-


La noche llama a la noche

Hermann Hesse, Beethoven, Schubert, el Conde de Montecristo, Shakespeare, Chejov, Mallarmé, entre otros. Personajes, escritores, filósofos, obras y músicos todos se barajan ante el espejo de La noche llama a la noche. Para el escritor que aparece en la novela, la eternidad es igual a sus horas de trabajo en la escritura. Vuelve el otro en el espejo, la continuidad infinita reflejada en el espejo de la noche y los sueños. Es el viaje continuo. Los vocablos se erigen como sonoridades que se rehacen en una nueva significación: 4 ¿Qué ha dicho usted? ¿Quéha dicho usted? ¿Quéhadichousted? He dicho que me importa poco. Quemeimportapoco. ¿Eso ha dicho? Esohedicho. Ayer noche fue el cumpleaños de Pablo. Ayernoche. ¿Alguien tiene un boleto para entrar al teatro? ¿Alguientiene unboleto para entrar al teatro? ¿Alguien tieneunboletoparaentraralteatro? [...] (p. 83).

El juego está sobre la página en blanco. Es la pasión de escribir y besar. Quien escribe besa —en tanto es un acto reservado a los sentidos—. Quien besa escribe. Es un episodio único de entrega. La pasión: «la ficción de la ficción». Ésta a su vez se patenta en la escritura, la novela salta las distancias y no pierde su vigencia: Una novela es como una sinfonía de Beethoven. Nos ofrece la mayor confusión, asentada, no obstante, sobre el orden -41-


La fragilidad de los espejos

más perfecto. La diferencia está en que aquello que la música expresa en abstracto, la novela lo encarna en sustancias corpóreas, por la cual es imposible concebirla en su inmediata pureza e inteligibilidad. (p. 99). La voz del narrador se conforma con la creación de su alfabeto, lo dispone ante el espejo para que replique las múltiples puertas para que la noche ejecute los rasgos del espíritu. La complejidad de los personajes en su transitar de la trama está acompañado por el espejo, insistimos en esto por cuanto en él se refracta la presencia del otro: El otro es la precisión capaz de poseer el todo, el secreto, la peligrosa sugestión. El otro puede extendernos sobre el mapa, restituir en líneas netas los relieve, las depresiones de nuestra forma real, espacializar nuestros contornos (p. 113). La escritora deriva su sistema de vocablos. Palabras y gestos convergen, luego se convertirán en un signo dispuesto para los lectores, dicho así, la novela queda a merced del lector quien fundará otro significado con su lectura. Estimados que esta novela asoma una particularidad, que exige, a medida que avanza la lectura, pues, el lector requiere de pausas necesarias para digerir el aluvión de imágenes que se agolpan. Es un signo de trascendencia, así lo creemos, puesto que no le escamotea al lector nada de su alfabeto. La lengua generalmente se utiliza para acercarnos a la realidad, a aquellos detalles de la cotidianidad, pues en literatura el narrador la ocupa para buscar en la ficción otra conexión. Va más por otro comportamiento de la naturaleza humana. Va por lo desconocido. Por los temas que están emparentados con la creación de mundos inverosímiles. La palabra aquí juega el papel determinante. El escritor asume -42-


La noche llama a la noche

el rol nada ingenuo en la búsqueda de un ritmocadencia para convertirse en carácter de su escritura. La cohesión de la novela, en este caso, estará sujeta por el temple de Victoria De Stefano como autora al agrupar los aspectos de la novela: los personajes con sus diferentes caracteres, la historia, las secuencias, el tiempo —su gestación en el devenir—, el espacio que se dibuja con los personajes. Además de los temas abordados que dan una tensión determinada a la obra en su conjunto. Todo ocurre con la composición de la palabra. Esta alude a un lenguaje que convoca una movilidad en el tiempo. Este ritmo estará marcado desde el silencio del lector. Su gozo no lo detiene nada. Las voces que cobran vida en cada uno de los personajes suman para el desarrollo de la historia. Se modula un sonido característico de la novela. El pulso lo dará la estilográfica de la autora. El temple de su escritura está en consonancia con los sonidos del alma. Lo intangible está acá. Lo demás allá afuera. Es así, lo que importa es lo que le acontece a estos personajes: mundo de sombras, voces desde las entrañas, suave sensualidad y ecos de los recuerdos: Nada resulta tan conmovedor como sentirnos cada día un poco diferentes de lo fuimos, transformarnos, desplazarnos, cambiar de dirección (p. 173). Cada personaje se funda en un espacio de intimidad sólo comprendido por ellos, por ejemplo tenemos el caso del escritor con sus propuestas teóricas para alcanzar la voz ficcional. Es uno más de la trama, dialoga con los personajes, se inmiscuye en sus devaneos y por otra parte construye su guión: —¡Qué quieres tú! Nunca se termina realmente. Al final, somos hijos de las criaturas que creamos. Escribo, gozo y también -43-


me condeno. (p. 233). Igual vemos a Teresa y Ramón entre susurros y silencios en su relación sensorial. Matías comienza la novela, desaparece y en torno a él se tejen múltiples situaciones, luego aparece en el capítulo veinte, titulado «La noche llama a la noche» en un viaje interminable en donde se encuentra con un monja y un profesor. Mantienen una suerte de contrapunteo entre sus realidades y sus deseos en intermitencia en el viaje: tres vidas, tres momentos, tres historias. Como lo planteamos al comienzo, es el espacio que traspasa los espejos. Veinte capítulos para leer detenidamente. La novela contiene una mirada que traspasa el espejo como aspirando a descifrar el gesto de cada uno de los artificios de los personajes. Otra mención merece el final abierto. Sugerido para que el lector se refleje en el cristal de la ventana en esas efervescencias del alma. Victoria De Stefano: (Nació en Rímini, Italia, 21 de Junio de 1940). Desde el 1946 vive en Venezuela. Venezolana. Novelista, ensayista, investigadora y filósofa. Licenciada en filosofía egresada de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Investigadora en el Instituto de Filosofía de la UCV. Profesora de Estética, Filosofía Contemporánea, Teoría del Arte y Estructuras Dramáticas en las Escuelas de Filosofía y de Arte en la Universidad Central de Venezuela (UCV). Distinciones: Finalista del «Premio Rómulo Gallegos» (1999) con la novela Historias de la marcha a pie. Publicaciones: El desolvido (1971), Sartre y el marxismo (1975), La noche llama a la noche (1985), Poesía y modernidad, Baudelaire (1984), El lugar del escritor (1990), Cabo de vida (1993), Historias de la marcha a pie (1997), Lluvia (2002), Paleografías (2010), Historias de la marcha a pie (2013), Su vida (2019), Venimos, vamos (2019). -44-


Bajo las hojas de Israel Centeno

La novela de Israel Centeno Bajo las hojas (Alfaguara, 2010) se sitúa en Londres (primer capítulo) como espacio físico y real. Luego caemos en cuenta que Julio, su protagonista, tiene puesta su mirada en Caracas. Que para los efectos del desarrollo de la historia es igual. No es suficiente estar con Victoria en la cama del hotel de Camden Town de Londres. Él conjuga su pasado con las heridas en su espalda que se traduce en un presente aparente. Es la erotización de un momento alucinador con el dolor del recuerdo en sus vértebras. Se cruzan los poetas leídos, Gerbasi y Vallejo, sobre todo este último, poeta a quien menciona media docena de veces y quien aparece continuamente en el deambular de su pasado: Pasado y presente en un escritor que busca su voz particular con la escritura. El ideal de la escritura no se corresponde con un presente de la novela lleno de ausencias e imposibilidades que sólo Julio podrá remediar, eso creemos. Veremos en Un hombre viejo y encorvado me ve desde la puerta (segundo capítulo) qué acontece en el devenir de la historia de la novela. Lancelot y Ginebra, Almodóvar, Freud, Keats y Carl Jung se cruzan en este camino incierto en la vida de un escritor que está en el anonimato. Su amigo Rubén Tenorio, exguerrillero e investigador privado, se visualiza en su retrospectiva en aquellas cuitas por la Caracas de él. Porque cada habitante de la ciudad tendrá una manera particular de sentirse caraqueño. En el fondo son diferentes. No [45]


La fragilidad de los espejos

existe otra posibilidad. Otro misterio es la presencia de Los Argonautas Jungianos de los Últimos Días. No sabemos si llegan para restituir el equilibrio de las emociones desde el inconsciente. La historia toma cuerpo, en tanto la lectura. Es como si todos estuviéramos bajo una observación constante por alguien que está en un sueño. La noción del arquetipo cobra relevancia con la experiencia del protagonista para redefinir un rostro desde un sueño alquímico. Será entonces la búsqueda de un origen que se descubre en buena medida con las conjeturas del inconsciente. Está acompañado de una entidad —sombra/sabio— que se materializa con la imaginación del personaje, lo persigue o mejor lo acompaña para decir algo. Busca explicaciones del yo soy, la voz que le dicta: hay que sacar lo de adentro para ser habitados por la palabra (p. 54) es la inversión del espejo para reconocer la dualidad en el no tiempo. Viaje que atestigua sucesos de un supuesto escritor fracasado que encuentra en la palabra un espacio interior, lo no visto, lo no tangible pero muy cierto por cuanto la palabra lo registra como el signo: Caracas, Londres, el Cementerio General del Sur. Estará acompañado por Deméter, Safo, Antígona, Ulises y el hombre de color verde como el duende. Cabe decir que, son espacios y personajes que lo transforman como materia orgánica en escritura. Espacios reales y personajes que intercambian cuadros escénicos en su memoria. El drama se expresa desde adentro en microsecuencias. En la memoria de Julio que interviene en el exterior. Los sueños fragmentados, al servicio del lector, entonces pueden ser la clave para llegar a una existencia subyacente. Luego, Julio vuelve a Londres. El evento -46-


Bajo las hojas

(nacimiento-muerte-separaciones), las figuras (dios/ diablo-padres-el héroe /sabio) o el motivo (creación/ destrucción-imágenes) como elementos arquetípicos desaparecen. Londres es la explicación. Caracas es su otra naturaleza. El personaje, una contradicción como la vida convertida en una asimilación cósmica. Es una escritura en constante desarrollo: El parque está en el fondo (tercer capítulo). Ella, la escritura, se devela desde los sueños de su infancia, desde las evocaciones como el simple hecho de caminar por las calles de Londres oscura y amarilla. Londres es un inicio para Julio: iba con la cara pegada al mentón, de vez en cuando se detenía y miraba hacia los lados, buscaba reconocerse en el paisaje, reconocer algo, a alguien, esa tarde-noche le era familiar, lo sabemos, transitaba anónimo…(p. 86). Pero no todo va en sentido cronológico, prefigurado, no. Existen saltos en la historia o en la memoria de Julio. Julio no permite que el narrador contemple su pasado de manera lineal. El personaje adquiere autonomía o lo pretende. Quién habla. Quién cruza los poemas de Neruda en otro contexto discursivo. Thatcher, Al Qaeda, Gorbachov quedan en el recuerdo, Julio no, pues vuelve a Europa transcurrido el tiempo procurando la palabra para una historia. Aunque piense en Ana y en Tania, le dice a Victoria que piensa en ella. Victoria cataloga a Julio de nadie, él es nadie. Aparecen personajes extraños, que luego desaparecen, personajes que le golpean y hasta lo increpan. Julio y Victoria permanecen juntos físicamente, pero sus pensamientos van en otras direcciones. Una suerte de soledad convocada por una necesidad del argumento de la novela. Las piezas van moviéndose según el no retorno de los pasos de Julio: No puede regresar. Lo -47-


La fragilidad de los espejos

intenta, mas no lo logra. Es una confusión de tiempos y espacios en la vida del personaje. La narración está cercana al lector. Éste la huele, la siente. En consecuencia, Rubén Tenorio vuelve en María Inmaculada (cuarto capítulo) para darle sentido a la historia de la novela: Su novela ha sido una y no la conduce a ninguna parte, una novela no debe ser conducida porque una novela no se mueve, una novela es y crece,… se expande, se estrella, se hace tortilla, en eso pensaba Rubén Tenorio; ha sido el oficio de su vida, juntar otras novelas y convertirlas en una, en la que escribe y no termina de escribir…(p. 129). Se convertirá en el encantador (¿chamán?) de la trama, en donde personajes, historias y ambientes serán oníricos con la inmensidad de un espacio íntimo. Podrá ser un mundo posible para él en tanto la inverosimilitud arropa los fragmentos que contengan metáforas de la vida. La historia toma significación en tanto la interpretamos por fragmentos. La totalidad está en la lectura. La estrategia, de existir, está en los signos que van apareciendo, no como categorías establecidas, no, en todo caso es la fuerza del significado de la palabra puesta en un campo simbólico, a partir de ese momento la escritura coloca de un lado el sometimiento riguroso para asimilar el otro sentido: La otra disposición de la palabra. Es la búsqueda del escritor y por consiguiente, la búsqueda del lector. Es una suerte de parábola cruzada por una larga línea dispuesta en el papel (elemento figurado), en donde proliferan giros poéticos, embelesos, distracciones-abstracciones, caídas, desencuentros, despedidas, frases con un performance de instantes y -48-


Bajo las hojas

momentos envueltos en un encanto, en donde se cavila la aparición/desaparición del mundo. Lo descrito anteriormente no es gramática para el estudio, es en todo caso, el sentido de los signos que nos orientan a un mundo sugerido de la poética. No se ignora la palabra, se redescubre en la novela de Centeno. Atendiendo a los conceptos y teorías establecidas podríamos afirmar que es un viaje sin retorno, pero sucede que, y así lo asumimos, esta experiencia lectora es un encanto a la desintoxicación de los estados de ánimo. Se relega el concepto establecido y se dispone un vocabulario alterno con un contexto emocional diferente: la lectura. Dicho lo anterior, el alfabeto de Centeno se separara del sentido habitual para acercarse a otras claridades dispuestas en el espejo de la escritura. Rubén Tenorio (como personaje constructor) lo corrobora en la mirada de los personajes. Un espejo que debe visualizarse desde el adentro, debe refractar la memoria al considerarse el texto como un símbolo de la evocación de los sentidos en la interpretación al desnudo de las palabras. Esta, la palabra, es una distinción con vínculos sin miserias. Será una nueva vida que proviene de lugares insospechados. La escritura nos seduce. No hay excesos y si acaso lo hubiere, el personaje los asume como su símbolo inmaterial: «espiritual». No habrá razones, ni métodos. Cada lector encontrará el modo, como lo he conseguido «mi yo» desde mi experiencia como lector. El hecho de habitar en un espacio nos lleva a la evocación de la palabra y esta a su vez, nos traslada -49-


La fragilidad de los espejos

a un destino. ¿Dónde está el espacio? ¿Es el país, la casa-habitación o el lugar de trabajo? El espacio estará en la respiración de María Inmaculada, en el cristal empañado de una historia inconclusa, quizás con la muerte creada por el relator, ¿otro personaje? Cuando leemos frases dentro del capítulo como: […] ambos pasearon por el callejón polvoriento… /…como dos luciérnagas por la calle… / …con la brisa de polvo y de basura… / …faroles sin bombillos…/… tu covacha a orillas del Guaire […] qué me dejan estas palabras, nada alentador, aunque el otro significado se lo dará el lector porque en estas frases está la otra vida, la que no se descubre ante lo señalado, es lo tangible ante al olor de la lectura, ella lo suaviza, lo permea en la madrugada o en cualquier hora del día. Lo que intentamos decir es que la lectura lo humaniza. El desgarro, el maltrato o el feminicidio se visualiza, no es pretender forjar un acto aleccionador, pero es una realidad que adquiere un nombre por vía de la historia de esta novela. Rubén Tenorio indaga, investiga para escribir un final sin derrotas.

En Los hongos del alma (capítulo cinco) volvemos a encontrarnos en Londres. Julio escribe una historia que no está aprobada por los otros relatores. Pretende cambiarla. Los sueños y la realidad se cruzan intermitentemente. Las separaciones, los desconciertos y un mundo en donde está un libreto a seguir son alterados por Julio. Es como si los hongos estuvieran en la memoria de los personajes. Estos luchan para deslastrarse de la conciencia que les ha correspondido vivir. Es decir, cada personaje contiene su historia. En consecuencia, cada historia tiene una intención -50-


Bajo las hojas

dibujada por el relator. La inconsciencia los asalta. En esos sobresaltos la vida cambia. La realidad los separa pero los sueños los une y lo que es sueño para otros para Julio es su verdad: Dora (acompañante y protectora) y Bill (el cazavampiros) personajes que son incorpóreos al resto: son personajes que le dan fortaleza a Julio para seguir desarrollando la historia. Tanto olores como sabores ayudan a crear la imagen en la memoria de Julio.

En Cuando el bosque se mueva (capítulo seis) es como si todo fuese un virus. Todo se trata de una realidad intervenida. Vuelve el inconsciente y la figura del arquetipo. Perspicacias en la utilización de los referentes, tal es el caso cuando nombra al poeta venezolano Rafael Cadenas con su poema Derrota, (muy celebrado en su momento). Creo que siempre quedamos expuestos cuando no estamos en el contexto deseado. El hombre por su naturaleza esquiva se comporta así. Pues, sucede como los personajes de la novela. Vamos quedando sin piel y nos enfrentamos ante la muerte, mejor dicho, ella nos irrumpe desvalidos ante tanta verdad junta—la verdad de la vida—. Si relacionamos elementos políticos con creencias espirituales estás combinaciones son peligrosas y delicadas —tema de otra conversación—. Los resultados no serán halagadores: El poder relata la historia. La historia no relata al poder (p. 316). El libreto está. Los personajes procuran librarse de ello. Rubén Tenorio en Primavera en Adelaide (capítulo siete y último) no logra mantener ese guion establecido. Julio se sobrepone y logra alcanzar la voz que en primer capítulo le era esquiva. Altera el final para que Rubén Tenorio escriba otra historia. -51-


Cada personaje comporta un espejo diferente por consiguiente serán como si actantes y relator son uno por momentos. Historias marcadas por la presencia —lo físico— y por las ausencias —lo inmaterial—. Personajes que contienen su propia intensidad y magnitud que merecen ser desentrañados con la lectura. Israel Centeno: (Caracas, 1958). Editor, promotor cultural, profesor de escritura creativa. Traductor. Escritor. Premios: «Premio Consejo Nacional de la Cultura» (CONAC-1992), «Premio Municipal de Caracas» con la novela Calletania (1992), «Concurso Anual de Cuentos del diario El Nacional» (2003). Finalista en el «III Premio Iberoamericano PlanetaCasa de América» 2009 con la novela Bajo las hojas. Cuentos: El rabo del diablo y otros cuentos (1993), Criaturas de la noche (2000, 2011). Novelas: Calletania (1992, 2008), Hilo de cometa (1996,2007), Iniciaciones (1996, 2006), Exilio en Bowery (1997), El complot (2002), La casa del dragón (2004), Bengala (2009) y Bajo las hojas (2010). Otras publicaciones: Bamboo City (2012, 2014), La casa del Dragón (2013), Pasaje de ida, Antología de escritores en el exilio (2013), The Conspiracy (El Complot) traducción de Guillermo Parra (2014), Jinete de pie (2014, 2015), La Marianne (2015). Reside en Pittsburgh, Pennsylvania. Se desempeña como intérprete y lingüista.

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La noche es una estación de Sael Ibáñez

Los encuentros del escritor con la naturaleza están localizados con el ejercicio del lenguaje. Cada oración contiene un enunciado originado por los deseos enmarcados en una relación de sensualidad para decir lo que se siente: naturaleza+Hombre=instante/incandescencia. Es un amasijo de contemplaciones. Todos en uno. Los une la palabra en su proyección con la disposición narrativa. Es el artificio del que se vale el escritor. Es su recurso por excelencia. Cada «registrosigno» alterna con los términos contrapuestos entre las ideas y los sentidos. Si en la realidad el hombre observa, pues el escritor-poeta contempla una realidad, luego la interpreta porque más allá de la imagen está un compendio de dimensiones que subsisten para atribuirle una significación. El narrador por vía del personaje-actante unifica con las clases de palabras los acontecimientos, los concibe como suyo, luego el acontecimiento vuelve convertido en un mundo único. Se crea una estructura significativa, la de la ficción. Con todo esto, quiero expresar que, el relato se cuenta, se mueve y se visualiza. Él se dice y existe en tanto el lector lo encuentra. Narrador y personaje se desvanecen en el efecto deseado, los convoca la contemplación, los fusiona el lenguaje, es decir el relato perdurará en el tiempo. Se transparenta en el espejo de la otredad. El relato vendrá siendo el uno de aquel todo. La palabra persuade en tanto transforma. El efecto de la voz que cuenta [53]


La fragilidad de los espejos

un estado anímico. Entonces, como ejemplo, vemosleemos: el agua cae, oscurece, llueve y produce una sensación que, como lector nos cambia a un estado de contemplación registrado o no pero surge una sensación. El relato va desplazando al lector por una variante de secuencias, es el carrusel de la conciencia e inconsciencia con la simultaneidad del signo. Como lector el relato nos incorpora con la sutileza del verbo, sustantivo, adjetivo o adverbio, el relato nos instala en él, existe, por lo tanto, por sí mismo, es directo y sin intermediarios. Nos une la palabra. En el libro de Sael Ibáñez La noche es una estación (Monte Ávila Editores, 1990) se presentan ocho relatos que proponen un universo alterno a lo establecido en la realidad. Cada relato cuenta con una consonancia, las informaciones vistas y padecidas pero encuentran en la palabra un asidero para transfigurarse en «lo significado». Las combinaciones de frases devienen en una expresión particular que el autor une en el relato La línea y el dolor (pp. 11-17) lo que aparenta ser cotidiano a los ojos del lector entre un hombre y dos mujeres con sus encuentros/desencuentros. El hombre-lector se transforma con un vocabulario que se convierte en otro reconocimiento porque la historia contiene la esencia de los personajes. En apariencia son personajes sencillos. Muy dentro de ellos se manifiestan una combinación de signos que simboliza una imagen o un pensamiento. El significado cambia, el personaje en tanto también cambia. Es una línea sugerida de acciones, en consecuencia el sentido perturba con nuevas informaciones desde un estado de sensaciones e intimidades con el yo. Las configuraciones del ser y el alma.. -54-


La noche es una estación

El lector encuentra una resonancia cuando lee en el relato:: tardes oscuras que jugaban con nuestro inconsciente eran llamados también al pesimismo… (p. 11) no es cualquier tarde, no está nublada, no, sí es oscura y además cambia el ánimo, es una relación que desde el otro significado que no se consigue en el diccionario, porque no es el hecho de reseñar solamente la tarde, sino lo que produce leer o ver esa tarde con su particularidad en el espejo del narrador-personaje. El autor hurga en la memoria del lector alguna correspondencia en su inconsciente para resaltar con el acontecimiento lingüístico los pronunciamientos del ser. Ibáñez va hacia ese punto de encuentro con el lector. Es como armar un nuevo diccionario para llegar a otra significación, despertar un sonido diferente, otro sentir, en consecuencia, otro sentido. La «sustancia semántica» sugiere una secuencia de acciones en el otro ámbito del lenguaje. Las dos mujeres o las dos esposas no dudarán del hombre porque él las convence con su verdad que no es otra más que su historia de amor/desamor vertida con un propósito. No interesa si es verdad o mentira lo que cuenta, es el poder la palabra en quien aspira un convencimiento. No importa si es Y+ o Y- (mujer 1 o mujer 2) sobresale la palabra para el desarrollo de la trama. El hombre repite la fórmula, es decir, la expresión tal cual: según él, ella le era continuamente infiel… (p. 13) se repite en par de ocasiones con diferentes mujeres. Qué es lo que resalta, más allá del personaje: ellas o él. Ahora bien, alguien cuenta esta historia, y viene otro artificio del autor, coloca en boca del narrador como que si lo que cuenta está siendo soñado. Como lector olvidamos por momentos quién narra para luego inmiscuirnos -55-


La fragilidad de los espejos

en la trama, caemos en el juego del escritor-narrador. Nos convertimos en tanto lectores como cómplices de lo que sucede. En ese mismo orden de ideas existe el punto de coincidencia entre este relato y el Territorio sin sustancia (pp. 43-53) y La culpa y el deseo (pp. 91-97). Explicamos, en el primero aparece en el transcurso del relato una expresión que se repite exactamente al final del propio relato y sucede también con el segundo relato mencionado, es una frase corta y certera: Afuera llueve, no es sólo la utilización en seis ocasiones, bien para iniciar y finalizar la historia o para iniciar cada párrafo, el uso de la expresión lleva al lector a una cadencia y musicalidad que sugiere un estado determinado: ¿acercamiento?, ¿aprehensión? La expresión no es ajena, en todo caso, se dice para acercar o cargar al lector de un sentimiento. La expresión en cuestión no se enuncia, se dice y se padece. Es un procedimiento literario que justifica una dimensión de significados múltiples y, repetimos, acerca al lector, lo conecta con el signo a las situaciones inherentes. Veamos en Un sueño, otra muerte para Carol (pp. 126-135) cómo un pueblo traslada al lector a un compendio de juegos de palabras: sueños + historias + niñez = espejos, visto en el río como elemento determinante en la historia de este relato. Es más, se comporta como un personaje que orquesta los opuestos: lluvia/ verano, vida/muerte, sueño/realidad. El río lanza una fortaleza que deviene en desenlaces, prolongaciones en continuidad como la corriente misma: Parece que ella hizo apenas lo necesario para ser salvada. Esto hacía penosa la tarea, porque el río estaba embravecido. Ustedes -56-


La noche es una estación

saben cómo se pone cuando llueve. Dicen que no parecía desesperada. Carolina siempre fue extraña. (p. 134). El río marca la certeza y lo intangible de la vida, al punto que se acepta sin culpas, sin resistencia alguna. El río es como el espejo en donde llegamos todos y nos reflejamos con lo que verdaderamente somos. Existe una necesidad de manifestación y se logra con el encantamiento en la edificación de las historias.. Valoramos no el concepto propiamente dicho de la palabra significado, en todo caso resaltamos cómo el escritor nos acerca a los sentidos, a la experiencia de cada uno de los personajes, a sus limitaciones y a sus resoluciones con el comportamiento. Son espacios creados para que el lector juegue a urdir otras historias desde este encuentro con el texto. No interesa la precisión, en este caso, es más relevante el carácter imaginativo. Se orienta hacia la existencia múltiple de la comunicación emotiva. Los especialistas de la semántica y la ciencia del significado plantean una clasificación de las tonalidades emotivas, desarrollan los factores fonéticos que propician una armonía en cuanto a sonido y sentido. Ibáñez al incorporar el río en buena medida sugiere una manera particular de sonidos e igualmente apunta hacia significaciones propias de un rango de la naturaleza y todo lo que ello implica: Camaguán, lluvia, mayo, llueve, barro, orillas, lecho, chalana, charco, verdor. Todo mueve a que el lector ubique un contexto pero no físico, ni telúrico, sino hacia situaciones que derivan en lo emotivo, el contexto viene dado desde adentro, desde lo intangible del personaje, por eso lo extraño en algunos de ellos. Está dimensionado -57-


el sentido de naturaleza en tanto como condición perteneciente a un espacio determinado. El asunto va más acá del simple reconocimiento de lo geográfico y su apego. Los relatos de Sael Ibáñez acceden a una valoración desde lo inusitado de su ingenio. Sael Ibáñez: (Camaguán, Guárico 1948, Caracas 2020). Escritor. Licenciado en Letras de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Estudios de posgrado en España e Inglaterra. Premios: «Premio Municipal de Narrativa» (1986). «Bienal de Literatura de la UCV». Fundador de la revista literaria «Falso Cuaderno». Publicaciones: Descripciones de un lugar (1973), A través de una mirada (1978), La noche es una estación (1990), Las esculturas de Caracas, coautor (1994), El club de los asesinatos particulares (1996), Vivir atemoriza (2003), ABC de la intuición (2007). Presidente de Monte Ávila Editores, Director de la Revista Nacional de Cultura. Director General de la Biblioteca Nacional de Venezuela. Dirigió Talleres Literarios en el CONAC, CELARG y Trasnocho Cultural.

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Contigo en la distancia de Eduardo Liendo

I Con el escritor venezolano Eduardo Liendo pasa que al leer una de sus novelas queda incrustado en el ADN del lector. Podríamos remontarnos a la novela El mago de la cara de vidrio (1973) todo un acontecimiento de venta, aceptación del público y la crítica —para corroborar lo expresado—. Ahora, lo importante de esta experiencia radica en que Liendo no se conforma con esta situación. Entonces vienen otras novelas que siguen perfilando y decantando su escritura. Cada publicación es una referencia necesaria. Son alrededor de doce libros publicados entre las cuales se cuentan nueve novelas, dos libros de cuentos y uno de ensayo. En pocas palabras un hombre dedicado al oficio escritural. Liendo construye historias para que el lector se descubra en ellas. En esta ocasión comentaremos la novela Contigo en la distancia (Seix Barral, 2016). Novela que contiene 26 capítulos. Toda la narración transcurre en el autobús Circunvalación N° 13. Esto en apariencia física y temporal: Hoy me tocó decidirme al fin, llevaba días pensando en el momento en que abordaría sin compañía de mamá)… (p. 11). Es una decisión trascendente para un niño que no llega a los diez años. Es el viaje de unas horas de toda su vida. La travesía que lo marcará con secretos permeables solo con el lector: su gran cómplice. Los recuerdos, sueños y sobre todo los desvelos de sus [59]


La fragilidad de los espejos

lecturas en donde se encuentra con seres que no lo sólo le saludan sino que además intercambian cuitas y secretos de sus vidas. Peculiaridades que se descubren ante el lector. Veamos algunos rasgos que comportan la novela. A parte de Elmer como protagonista que va contando en primera persona todo lo que acontece a través de Veo por la ventanilla… expresión que da inicio a un centenar de párrafos y fortalece la narración de un pasado personal que bien puede ser común de un niño de su edad y otras historias que no sabemos si son verosímiles. Historias en donde aparecen personajes icónicos del mundo del espectáculo, la literatura y las artes : Tarzán de los monos, el Dr. José Gregorio Hernández, Pancho Pepe Croquer, Dick Tracy, Doña Bárbara, Walt Whitmam, Franz, con su mundo kafkiano, Gustave Flaubert, Vallejo con Trilce, Stendhal con Rojo y negro, el Doctor Jekyll y Mr. Hyde envueltos por el abrazo de una ola gigantesca, François-René de Chateaubriand, Dante Alighieri y Beatrice, Don Quijote de la Mancha, Cyrano de Bergerac, Pablo Neruda, Oscar Wilde y hasta el gato Demóstenes. Cada uno de ellos tiene algo que contar o develarle a Elmer, al niño o al hombre que estaba soñando. Sin duda soñaba.

Además dos personajes que le acompañan. Son ellos el chofer y el colector del autobús, cada uno con rasgos muy particulares. Ellos son reales en tanto participan de un presente. Pero igualmente son testigos del viaje en el tiempo de Elmer. Todo el resto de los personajes sube y pasa por el torniquete de la distancia. Es una suerte de caja de sueños en donde el -60-


Contigo en la distancia

argumento es uno: Consta de un viaje entre la periferia de la memoria de Elmer y la de los personajes que se van incorporando al autobús. Cada calle transitada tiene asignado un nombre para identificar su mundo. La estructura nos conduce a descubrir a Elmer en una suerte de radiografía de su inconsciente: amores posibles e imposibles entran en el juego, así como la Calle de los Cines y uno de estos, como escenario elegido para sus amores con Micaela, el amor de su vida. El viaje de Elmer es el viaje de todo lector: Es lo que he aprendido esta mañana desde que subí al autobús con el único propósito de sentirme libre… (p. 80). No existe un final como al que estamos acostumbrados. Es una confesión continua desde el asiento con la mirada puesta en esa ventanilla que lo reconoce como el personaje que acepta dos mundos una que parece real y el otro creado a partir del imaginario del personaje. Es la pluma del escritor Eduardo Liendo que nos embarca en otro viaje por vía del encanto de la palabra. II Una mención especial merece la novela Los platos del diablo (1985) una historia que gira en torno a dos escritores: Daniel Valencia y Ricardo Azolar, uno ya consagrado y el otro en procura de la fama a como dé lugar. El plagio y las pasiones humanas, como la envidia y la intriga son los temas centrales de la novela. Liendo en esta novela hilvana dos personajes que se encuentran con sus complejidades. Es una novela que se versionó para el cine en el año de 1992 con la dirección de Thaelman Urgelles en donde participó el actor Gustavo Rodríguez encarnando -61-


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a Ricardo Azolar, además de Mimí Lazo, Julio Sosa Pietri, Víctor Cuica, Claudia Venturini entre otros. El guión cinematográfico fue escrito por Edilio Peña y Thaelman Urgelles. Es digno resaltar que la versión libre del dramaturgo Juan Martins para el teatro con la dirección general de quien escribe se estrenó en el «Teatro de La Ópera de Maracay» el 28 de junio de 1996 con la Agrupación Independiente «Estival Teatro» de la ciudad de Maracay con la presencia del escritor Eduardo Liendo (quien acompañó a Martins en la escritura de la versión), igualmente se presentó en el «Ateneo de Maracay» el 31 de octubre del mismo año. En el programa de mano de ese entonces el ensayista venezolano Juan Carlos Santaella expresa: las adaptaciones cinematográficas o teatrales de obras literarias implican siempre un riesgo inevitable. Ninguna «versión» será absoluta y definitivamente mejor que la obra original. Sin embargo, es necesario acotar que una versión no es más que otra lectura, otro modo de aproximarnos al texto que, en principio, nos ha servido de punto de partida. En cierta manera, llevar al teatro una obra de ficción novelesca significa ejercer un cuidadoso trabajo de «traducción». Se trata, en efecto, de traducir las claves narrativas y dramáticas sobrepuestas en el texto inicial… Eduardo Liendo escribe para entregarle al lector la posibilidad de encontrarse a través del lenguaje con la connotación de otras vidas desde lo humano y lo sensible de los acontecimientos. Eduardo Liendo: (Caracas, Venezuela. 1941). Escritor. Profesor universitario. Coordinador de talleres literarios en el «Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos», Celarg. Estudió en Moscú (1967-1969). Fundador del «Taller Literario Calicanto» (1977-1979). Director de -62-


Contigo en la distancia

Extensión Cultural de la Biblioteca Nacional. Profesor invitado de la Universidad de Colorado (Boulder, EEUU, 1996). Doctorado Honoris Causa en Literatura de la Universidad Católica Cecilio Acosta (UNICA), 2015. «Premio de Literatura Humorística ‘Pedro León Zapata’» (1978), «Premio Municipal de Literatura» (1985 y 2002), «Premio CONAC de Narrativa» (1990), «Medalla Internacional Lucila Palacios» otorgada por el «Círculo de Escritores de Venezuela» (2011). Homenajeado en el «7° Festival de la Lectura de Chacao» en el año de 2015. Novelas: El mago de la cara de vidrio (1973), Los Topos (1975), Mascarada (1978), Los platos del diablo (1985), Si yo fuera Pedro Infante (1989), Diario del enano (1995), El round del olvido (2002), Las kuitas del hombre mosca (2005), El último fantasma (2008), Contigo en la distancia (2016). Cuentos: El cocodrilo rojo (1987), Contraespejismo (2007) y En torno al oficio del escritor (2014), libro de ensayos.

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Seres cotidianos de Stefania Mosca

En los relatos de Stefania Mosca Seres cotidianos (Fondo Editorial Fundarte, 2015) podríamos iniciar con la pregunta ¿Dónde comienza o termina la realidad? Por ejemplo en el relato De compras (pp. 17-20) pues, comienza de manera directa y diáfana. No existe otra posibilidad. El relato se lee de una vez, en una respiración. Es un diálogo entre personaje y lector, existe una sensación de inmediatez y complicidad por contar lo que se vive. Lo que sí no sabemos es en dónde termina porque se entremezcla con el juego de la ficción. Las incoherencias de la vida se tropiezan con los sobresaltos de los personajes que se resguardan a las orillas de una sombra (p. 55) o cuando uno de ellos exclama: Me recojo en la noche sólo por costumbre (p. 59). Stefania Mosca como escritora teje una estructura en este componente de relatos con expresiones que podríamos denominarlas como aforismos: Si sólo pudiera asir de tus manos lo inacabado: / un nombre para mi personaje/ (p. 21), sentencias que permiten darle curso a los relatos y a todo el conjunto de las historias. Como la misma expresión que da título al libro, a él agregaríamos: mis seres cotidianos, nuestros seres cotidianos, aquellos seres cotidianos y porqué no, soy un ser cotidiano todo esto no impide que aun siendo esto: lo cotidiano, los personajes puedan transitar en modo subjuntivo, sugerido o exclamativo porque la vida es eso toda una exclamación pero a sotto voce… nada puede interrumpirme hoy, salvo que suene el timbre [65]


La fragilidad de los espejos

deba salir para que me den algo de comer. Y la necesidad ya todos sabemos nos adhiere y diferencia. Nos aguanta. (p. 22). Se vislumbra un ritmo con un discurso agudo, directo y sin escamoteos pero a su vez suaviza el dolor que pueda padecer el personaje en la ciudad, la que no quiere ser vulgar. La primera persona nos acerca a una intimidad: fueron los alambres de tus huesos esperando que regrese para nada; sin fondo el último cheque… Lo siento, pareciera que no estoy… (p.28). La escritora presenta un paisaje interior. Un monólogo interior constante con ella misma, ¿Con el lector? Se manifiesta desde su soledad contemplativa, además los personajes se confrontan con ellos mismos. Increpan un universo con heridas. Se recuerdan desde los lugares más extraños con historias que se descubren en las noches. Estos personajes se acompañan por otros seres como incompletos fantasmas de la ilusión… (p. 37), pues, el ensayista venezolano Juan Carlos Santaella en La literatura y el miedo y otros ensayos (Fundarte, 1991) plantea ...que las temáticas elaboradas por cada uno de estos narradores son muy distintas entre sí, lo cual no imposibilita inscribirlas dentro de un ámbito literario renovador. (p. 80). Debo aclarar que Santaella nos ubica de los ochenta en adelante e incluimos a Stefania Mosca, me tomo ese atrevimiento de situarla, quizás no por lo generacional de los narradores, entre algunos de ellos menciona a Eduardo Liendo, José Pulido, Milagros Mata Gil, Antonio López Ortega, entre otros, pero sí por lo imperativo de los temas y su forma de disponerlos en los relatos. Es una suerte de continuidad en la exploración por presentar un nuevo -66-


Seres cotidianos

perfil en las narraciones. La escritora se adecua en un cuerpo de figuras idiomáticas, ¿sintagmas que se conmutan? con rasgos que le impulsan al gesto con la presencia de los personajes sin importar el género discursivo —relatos, aforismos y poemas en prosa—. Establece una relación que la disparan hacia el deseo de convivir con las incoherencias y contradicciones de los personajes que se transforman en oposiciones y correspondencias en el afuera y en su interna habitual de los propios personajes. Los giros locales con significaciones peculiares se adhieren a un lenguaje con una identidad sin límites. Los signos entran en zonas de constante redefinición. El privilegio que nos otorga Stefania Mosca de leerla desde una acústica espontánea, entonces, qué nos atrae, ¿una propuesta emotiva? En los relatos se fusionan todos los elementos de la cotidianidad para recomponer experiencias, recuerdos, abandonos y tentaciones con ritmos continuos, por ejemplo en el relato Gururí, mientras tanto, veamos este recurso: Ahora yo me siento a ver llover, cae gota, gota, gota sobre el techo azul de zinc, cae, cae gota y gota sobre mí. (p. 59) es un sentir que se descubre en donde las relaciones no son fortuitas, igualmente se repite en el relato Minuetto, tres párrafos los dos primeros de tres líneas y el tercer y último párrafo de cuatro líneas. La economía en la utilización de la palabra: Caballeros de a caballo, caballero (p. 65) con un juego de sonoridades, insistimos. La palabra no se evade, más bien se lanza al vacío. Le corresponderá al lector sucumbir en los devaneos de la niebla. En ese otro espejo transfigurado. El lector participa de una emotividad y se reproduce -67-


en el universo del otro, el que está en la piel que no disimula el llanto a la deriva. La experiencia real y contada se regenera en el espacio de la memoria del lector, entonces la sensación está velada en las pupilas, en la piel y en el pensamiento. El personaje va en la búsqueda de esa imagen que se abandona en los descuidos con los giros poéticos yo no sé de los rostros en la espera, cabizbajos, lentos. (p. 102) son movimientos, separaciones y reencuentros que se acoplan al discurso. La irrupción de la nada en la cotidianidad del Uno-dos-tres-cuatro. Uno-dos-tres-cuatro. (p. 114). La sombra de la muerte ronda esa cotidianidad, demasiado real, diríamos, pero luego se vuelven los sueños al lugar de las mariposas con relámpagos, entonces los rostros van y vienen pero la memoria debe quedar para el consuelo de los lectores. Stefania Mosca: (Caracas-Venezuela, 1957-2009). Escritora. Licenciada en letras en la Universidad Central de Venezuela. Magíster en Literatura Latinoamericana de la Universidad Simón Bolívar. Premios: Mención publicación del «Premio Internacional de Novela ‘Miguel Otero Silva’», «Premio Municipal de Literatura» (1997). Publicaciones: Jorge Luis Borges: Utopía y Realidad, (1984), La memoria y el olvido (1986), Seres cotidianos (1990, 1993, 2015), La última cena (1991), Banales (1993), Mi pequeño Mundo (1996), El suplicio de los tiempos (2000), Cuadernillo No. 69 (2001), Maternidad (2004), Mediáticos (2007).

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El nervio poético de Alberto Hernández

I El nervio poético (2018) de Alberto Hernández («Premio XVII Concurso Anual Transgenérico 2017» de la Fundación para la Cultura Urbana) es un entramado de sustancia verbal que reúne a dos poetas de la vanguardia venezolana. El nervio poético es un libro que refleja el conocimiento que tiene Alberto Hernández de la poética venezolana. Se afirma en Eugenio Montejo y José Barroeta. Los dibuja como poetas y los transparenta como personajes porque las palabras redimensionan los mundos de los hombres-poetas. Es como que importara poco el tiempo-espacio y se universalizan desde la otra escritura, no desde poema porque cada poema tendrá la existencia que le confiera el lector, sino la transfiguración que el escritor Alberto Hernández, como poeta que es también, les revela Una sonrisa apareció en el rostro de los hombres que guardaban luto por los ausentes. (p. 89). Hernández nos entrega a los poetas desde un mundo ficcionado, entonces se configura como el narrador que cuenta, valga la insistencia, el narrador los abre, no los cierra con el análisis académico. Los desacraliza para que el lector los digiera con la otra realidad, desde lo humano, lo frágil y lo comprensible. Los expone, entonces no los guarda en los anaqueles o en las páginas de los libros. Los redimensiona desde la crítica/poema/narrativa: Serán entonces poetas/ [69]


La fragilidad de los espejos

personajes o personajes/poetas importa poco el orden, en todo caso es la consonancia con la escritura escrutada por otro poeta que respira el gran poema conformado por la dualidad Montejo/Barroeta. Los poetas no se encuentran con Dios, Dios exalta la eternidad del texto, dice el narrador, que no es Alberto Hernández pero sí el otro, el narrador, insistimos. En tanto los poetas configuraron con sus poemas otro universo creativo.

Juan Cristóbal Castro plantea en el libro Alfabeto del caos: Crítica y ficción en Paul Valéry y Jorge Luis Borges (Comisión de Estudios de Postgrado Facultad de Humanidades y Educación. Universidad Central de Venezuela, 2007) que: La poesía, por el contrario, va a ser el lugar de la posibilidad. En ella caben los juegos y los retos, las diferentes modalidades de enunciación y enunciado. Es en su seno donde la letra se abre a distintas formas y experimentaciones, y así se hace protagonista del texto. No queda de esa manera sujeta a la necesidad de mostrar una verdad; (pp. 79-80). Entonces juegos, retos, enunciación y enunciado, es allí donde El nervio poético nos persuade. Ese vocablo de Hernández adquiere un rigor, un comportamiento y otro sentido para que el lector lo goce a plenitud. Los poetas le confieren ese rol protagónico a la palabra para que se convierta en el argumento del escritor-poeta. Es la palabra en constante movimiento y mutación. Es la relación íntima entre poema hecho libro ante el lector que asume la herencia dada por el poeta: CADA POEMA ES ÚNICO. En cada obra late, con mayor o menor grado, toda la poesía. Cada lector busca algo en el poema... (p. 37). Todo es emoción, luego deviene el instante del tejido con lo entrañable: la memoria. -70-


El nervio poético

En El nervio poético las palabras adquieren independencia desde que el escritor las ubica en el texto. El texto único en constante conversión, cada lectura es un cambio. La palabra por sí sola es cuerpo y significado, la palabra con sus múltiples combinaciones es alma y significante. En esa composición se centra Alberto Hernández en El nervio poético y el narrador en primera persona es quien materializa el universo de significantes: LAS PALABRAS ME BROTAN DE LAS MANOS. Emergen silenciosas por los ojos y se posan sobre la pared que me mira y me dicta con una voz casi inaudible lo que ahora no puedo colocar en el papel. (p. 55). Es como el árbol en comunión con el resto de la naturaleza, las raíces llegan al interior, al alma de lo supuestamente invisible a los ojos y las hojas van en el exterior como alcanzando las alturas: Hojas de árbol alfabético. Dialéctica permanente entre cuerpo y alma. Las palabras son eso, las raíces que, como el hallazgo, redimensionan la escritura. Es la permanente creación de un algo que sólo el lector desentrañará en su comunión con la lectura. Entonces, quién libera a quién, quién es el espejo del otro redescubierto en el lenguaje. Los textos: diálogos, narraciones, entrevista y crítica van en búsqueda de un mundo propio de reflexiones y concepciones teórica (quizás, lo menos importante). Las palabras puestas en El nervio poético son una rebelión de las formas establecidas y aunque ya lo habían aplicado Paul Valéry y Jorge Luis Borges, en este caso, Hernández lo dialoga con los poetas Montejo/Barroeta. Es una apuesta válida. Hernández no separa, en todo caso une sobre la palabra las diferentes formas discursivas y producto de ese ejercicio obtiene un libro polifónico, pues los sonidos -71-


La fragilidad de los espejos

del ensayo, crítica, narrativa y poesía se conjugan en El nervio poético. Es la suma de su experiencia sensible por la escritura que transmite una suerte de ondas continuas dispuestas a llegar a un destino: el lector. La palabra no es de él, —la entrega a los lectores convertida en un volumen poético— es dignidad espiritual. La palabra no vacila, es transgresora y valiente: El poema respira y funda otra realidad tanto en espacios como en momentos puntuales en la historia de los poetas y en consecuencia en una Venezuela que desea respirar literatura. Facilita el cuadro dialógico entre los poetas en primera instancia y luego une las historias no sólo de estos dos poetas referenciales, sino que mueve a otros poetas. Hernández une poetas como espacios en su memoria, ríos con sus caudales, puntos geográficos y espejos para replicar imágenes y ensueños —Mérida con la Cordillera de los Andes, La Culata, Valencia, Patanemo en Puerto Cabello, el Delta del Orinoco, Trujillo, Caracas, Catia, Margarita, Pampanito, Choroní, Puerto Malo, París, Galicia, Islas Canarias, Barcelona, Salamanca, Madrid, Las Malvinas, México entre otros). Lugares que parecieran disímiles, pero el poder de la palabra acorta tales distancias: EL MAR DE LISBOA va y viene en los ojos del hombre que advierte la presencia de Güigüe en la mirada perdida (p. 48). Sucede entonces que en la vida acontecen situaciones que marcan a sus protagonistas como la muerte, viajes o separaciones, pues acontece igual con las palabras, ellas contienen una clave y ello está en su aplicación. La palabra se redescubre constantemente con la presencia de la polisemia como rasgo fundamental. La palabra se reinventa en cada lectura. -72-


El nervio poético

La palabra tendrá un sentido especial en el libro de El nervio poético porque el poeta-escritor se deja conmover por un caudal de nuevas significaciones. El libro se va fundando y las palabras se van convirtiendo en una figura nómada, recorren distancias, lugares y memorias de las ciudades y de los poetas y sobre todo se fusionan ideas y formas discursivas como el país. Los poetas entonces van por el mundo, como se afirmó antes, pero regresan al país: VENEZUELA ES UN PAÍS AGRESIVO, amoroso, duro y blando. Engreído y sumiso. Levantisco y pacífico. Loco y desmemoriado. Venezuela es el poema que nunca ha dejado sobre la mesa. El trópico es absoluto, radical y embustero, breve y largo, eterno y temporal. Venezuela es una planta a punto de secarse, pero también una semilla que brota (p. 50). Estos poetas, insistimos, recorren su país de origen pero igual transitan por el mundo y vuelven para instalarse en otro mapa, un mapa único porque no es una mera enumeración de acontecimientos. Es una mirada sin ambigüedades donde coexisten los instantes del pasado y del presente. Es una mirada que se trastoca, se pelea y se reconcilia: Cierro el libro y tomo rumbo a casa. Con esas palabras me calmo. Me reconcilio con lo que veo. Con lo que espanta mi espíritu. Sigo hasta el ruido de otros mundos (p. 61). La palabra, ella misma se critica y se cuestiona, se expande y luego se retrae para buscar su esencialidad: la unidad del libro no está en el argumento, —aunque este se reescribe— ni en la historia, —aunque estas se reinventan—, ni en el final —este gira alocado— la unidad del libro está en la propia palabra y el poeta-escritor, es decir -73-


La fragilidad de los espejos

Alberto Hernández, porque propone un diálogo con los lectores y los poetas. Es un acto-diálogo amoroso entre autor y lector: Ya la noche es una sombra sobre la ciudad. El silencio se adueña de todos. Los ojos se dirigen al cielo. Amenaza lluvia. Una brisa fresca, agradable, baja del cerro El Café. Unas nubes brillantes aparecen de pronto. Miramos hacia el sitio de donde proviene la luz. Un relámpago alumbra sin ningún pudor todos los rincones de Valencia. (p. 160). El escritor recopila y urde datos biográficos y los redimensiona con el compás musical de la palabra. Posibilita el vuelo de los poetas. Suerte la nuestra al conseguirnos con los Montejo/Barroeta en este desborde de ecos con la naturalidad de su cadencia. Nos atrevemos a afirmarlo en este instante El nervio poético es el Ars Poética de Alberto Hernández, el hombre que anda y desanda con sus duendes. Entonces la palabra en Hernández alcanza la transparencia, la emotividad y su independencia y en consecuencia su autonomía de significantes: el sonido vital de la palabra. Alberto Hernández es como el músico que marca el compás o la clave para que luego: la poesía recupera el todo y lo hace visible, entonces en El nervio poético la tonalidad emotiva invade los sentidos del lector para hacerlo parte de su juego amoroso. II Alberto Hernández es la otra parte de la metáfora. Me hago entender, la metáfora es un recurso literario por excelencia que contiene dos términos: La primera es la cosa de la que se habla, lo tangible, medible y observable. Lo segundo es lo que comparamos, es lo otro con una fuerte dosis de inverosimilitud. Stephen -74-


El nervio poético

Ullmann afirma que la metáfora está tan estrechamente entretejida con la textura misma del habla humana, es una composición de elementos polisémicos que resume en sí misma la mezcla de emociones intensas: Humanidad/palabra. Esa otra parte subjetiva, la que no se puede medir, es Alberto Hernández, desde su escritura porque la palabra es una manifestación clara de lo que contiene la metáfora. Todo aquello que está en el sentido intuitivo. El plano de lo excitante en tanto procura una reacción en el lector con lo que escribe. Este comentario es para referir otro libro de Hernández: Relatos Fascistas (Umbra Ediciones de Autor/Ventanas de Lavapiés, Madrid, 2011) cuenta lo inverosímil de una sociedad. Hernández mantiene el vínculo conector entre las dos realidades de un país. El país que se estremece por sus imperfecciones y la otra realidad, la de la palabra: ¿Para qué le sirve un espejo a alguien frente a su inutilidad? El espejo es fuerza inequívoca de un cuento de hadas, de esos de brujas y narcisos. En un espejo también se borra el mundo. (El espejo, p. 149). El escritor traduce, en su tamiz, la concreción en un primer momento aquello que se establece en la realidad, luego con la abstracción, reflexión y contemplación traduce eso que ve y padece como en un espejo. Cada título de los relatos, cada epígrafe, cada historia de Relatos fascistas da cuenta de un inventario de situaciones que le anticipan al lector una manera de asumir una realidad en donde la sociedad dirá qué hacer con lo vivido y más aún, qué hacer con los presagios de cada hombre involucrado ante los destinos de una sociedad. Ciertamente, Alberto Hernández se compromete con lo que le pasa al país –su -75-


La fragilidad de los espejos

país-. Es una manera particular de palpar(se) con las circunstancias de una comarca que desea y sueña con mantenerse unida con todas sus imperfecciones pero con una ciudad, pueblo o barrio que manifieste sus voces en dignidad para increpar en libertad lo que no se está haciendo bien. Afirma Rafael Cadenas en Realidad y literatura (1972) que la literatura ha sido y sigue siendo asunto de minorías pero que en este caso, la realidad que nos ocupa, debemos encontrar en el libro, si no la salida, al menos, trazar un sendero de motivación de los que deseamos que los impedimento no sean infranqueables por el espíritu de aspirar a sacudir el letargo y apuntar al pensamiento generador de visiones que resuman la mayor cantidad de voluntades hacia un sentido más integral. Obremos porque todos sigamos en el ejercicio de la lectura y la terquedad de la escritura. Alberto Hernández: (Calabozo, 1952). Poeta, narrador, periodista y pedagogo venezolano. Reside en Maracay, Aragua. En 2020 fue designado miembro correspondiente de la Academia Venezolana de la Lengua por el estado Aragua. Posgrado en literatura latinoamericana en la Universidad Simón Bolívar (USB) y fue fundador de la revista «Umbra». Parte de su obra ha sido traducida al inglés, al italiano, al portugués y al árabe. Con la novela El nervio poético ganó el «XVII Premio Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana» (2018). Publicaciones de poemarios: La mofa del musgo (1980), Amazonia (1981), Última instancia (1989), Párpado de insolación (1989), Ojos de afuera (1989), Nortes (1991), Intentos y el exilio (1996), Bestias de superficie (1998), Poética del desatino (2001), En boca -76-


El nervio poético

ajena: antología poética 1980-2001 (2001), Tierra de la que soy (2002), El poema de la ciudad (2003), El cielo cotidiano: poesía en tránsito (2008), Puertas de Galina (2010), Los ejercicios de la ofensa (2010), Stravaganza (2012), Ropaje (2012) y 70 poemas burgueses (2014). Ensayos: Nueva crítica de teatro venezolano (1981) y Notas a la liebre (1999). Cuentos: Fragmentos de la misma memoria (1994), Cortoletraje (1999), Virginidades y otros desafíos (2000) y Relatos fascistas (2012). Novelas: La única hora (2016), El nervio poético (2018). Crónicas: Valles de Aragua, la comarca visible (1999) y Cambio de sombras (2001). Dirigió el suplemento cultural «Contenido», del diario «El Periodiquito» (Maracay), donde también ejerció como director, secretario de redacción y redactor de la fuente política. Publica regularmente en Crear en Salamanca (España), en Cervantes@ -198- MileHighCity (Denver, Estados Unidos) y en diferentes blogs de Venezuela y otros países. Sus ensayos y escritos literarios han sido publicados en los diarios «El Nacional», «El Universal», «Últimas Noticias» y «El Carabobeño», entre otros. Su sitio web: www.puertasdegalina.wordpress.com

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El abrazo del tamarindo de Milagros Socorro

La novela El abrazo del tamarindo (Alfaguara, 2008) de Milagros Socorro contiene ocho capítulos con una extensión de 110 páginas. Es una historia que se lee y se disfruta en una sentada: ágil, rápida y contundente. Se concentra en un espacio llamado San Fidel de Apón del estado Zulia, muy cercano a la frontera con Colombia. Quien haya estado por estos espacios sabe de qué hablamos. El contexto es determinante. La escritora Milagros Socorro lo conoce, siente y palpita. El sentido plural de la novela alcanza una dimensión en las historias y su manera de contarlas. En las descripciones y narraciones de cada capítulohistoria existe una continuidad en tanto es una ficción coherente en su totalidad. Cada capítulo contiene igualmente una particularidad. Son microsecuencias que, unidas cada una, conforman un universo que bien puede ser la representación de una sociedad, un país en constante y extraña mutación. La escritora toma, adecua y transforma situaciones verosímiles para adaptarlas a un contexto determinado y con una cosmovisión particular, la ficción. Es el privilegio de recrear con su pluma lo bello y lo grotesco. Tendrá la ocasión de contraponer los afectos y las separaciones. Colocar cara a cara el amor con el desamor y la vida frente a la muerte. En el primer capítulo se da un cambio de realidades sólo que de una manera nada común pues las novedades que propone la escritora contienen un [79]


La fragilidad de los espejos

distintivo relacionado con la visión de un personaje convencido de su entorno, pues lo huele y lo palpa con sólo mirarse a los ojos y sentir la brisa del tamarindo: No sé por qué es tan feliz. Apenas si le importa que yo la escuche. Creo que le gusta oír su propia voz (p. 9). Se va contando una historia que está entre lo ingenuo y lo crudo por las separaciones afectivas, espacios y afinidades. La narración fluctúa en buscar ese lazo de las exaltaciones, allí radica el permanecer vivos los personajes. Trasladan su mundo de efectos a como dé lugar para no desfallecer, no importando la comarca donde se encuentren. Lo que atañe, en todo caso es el vínculo con el otro. Dicho esto, Liduvina une, ordena y sustituye a los otros con su manera de ser. La Liduvina venida de Paturia, Departamento de Santander, Colombia, la que «transitó el laberinto de caminos verdes» concentra a todos los personajes de la novela: Liduvina sacó a mi madre y la echó como un fardo. Comenzó a correr en derredor, a repartir agua de azúcar y remover montañas de polvo y suciedad de toda la casa. (p. 27). Entonces, Liduvina y la joven frágil —la voz que narra— comportan una la tensión de la novela. Leemos en el capítulo IV: en ningún caso es real lo que mira, siempre el objeto observado está sumido en la incandescencia. (p. 33). Explico: la escritura se convierte en un componente creativo y por consiguiente es genuina en su ejecución. Su transparencia consiste en la liberación de imágenes. Su instrumento, la palabra convertida en signos que componen una madeja de mundos que están en la unidad del pensamiento, luego son expuestos con toda la subjetividad vital en sus perturbaciones e imposibilidades del alma humana. Se alude a una contemplación no como reflexión, -80-


El abrazo del tamarindo

sino como un estado del ser en su absoluta cercanía e identificación con la luz antepuesta a la noche donde se es y no se es, en donde se está y a su vez no, dicho de otra manera, siempre se comienza, es un continuo andar, entre la noche y el día no existe paréntesis. Esta experiencia se reserva a los que asumen el riesgo — placer y obsesión— de escribir. Mención especial y no menos importante tiene que ver con las expresiones propias de una región. Que le son comunes para un sector. Estas palabras o giros idiomáticos definen en buena medida la idiosincrasia de un pueblo que no ve límites determinados por las fronteras. En todo caso son vocablos que los identifican, tales como: «Eche», «usté», «mijita», «mijo», «encoñao», «pa», «marconi», «jopito», «puerca», «vení», «puyas», entre otros. Vemos la importancia del conocimiento de un vocabulario/léxico para lograr la cadencia en el habla de los personajes. Se logra una tonalidad que va en consonancia con los personajes. Personajes y giros del habla en un cuerpo, son uno para darle sentido a la totalidad de la novela. Volvemos a la voz —una joven de escasos trece años— en primera persona narra en detalles la historia de Araceli —la negra— y de Samuel, la aparición repentina de don Roque Méndez. Igual va describiendo su mundo frágil de emociones lleno de ingenuidades y descubrimientos: Mi primera sensación al andar con una toalla sanitaria entre las piernas era la de estar encaramada en un potro de algodón (p. 80). En la historia de la novela se refleja todo un compendio de emociones, se contrapone la alegría ante la tristeza, la vida enfrentada a la noción de muerte y en este amplio espectro no podrá faltar jamás la condición amorosa. Quizás el más equilibrado de los seres caerá -81-


en el juego de lo amoroso, erótico y sensual: Cerré los ojos y sentí su mano ascendiendo bajo el camisón. Rozó mis muslos como si temiera deshojarlos. Deslizó su mano sobre mi vientre hasta llegar a mis senos y se le escapó un suspiro. (p. 100). La sensualidad entendida como un recurso para desarrollar o develar el sentimiento, la pasión y todo el carácter subjetivo que contenga una relación y una ilusión. En este caso Milagros Socorro lo antepone como un recurso para matizar la soledad de un joven. La novela El abrazo del tamarindo marca una particularidad en el desarrollo de la historia que la convierte en cautivadora, ocurrente e irónica. Milagros Socorro: (Maracaibo, Venezuela, 19 de marzo de1960). Licenciada en Comunicación Social, egresada de la Universidad del Zulia (LUZ), escritora y profesora universitaria. Fundadora de la Revista «Babilonia». Columnista en el diario «El Universal» (2000-2002). Columnista, entrevistadora y cronista de «El Nacional» (2002-2014). Publica sus crónicas en la «Revista Climax». Periodista independiente de la «Revista Bigott», «Exceso» y el diario «El Nacional». Premios: Narrativa «I Bienal ‘Udón Pérez’», Universidad del Zulia (1991), Crónica Urbana «Diario de Caracas» (1994), «Bienal de Narrativa ‘José Antonio Ramos Sucre’» (1997), Ganadora del «Premio Nacional de Periodismo» (2000). «Premio Oxfam Novib/PEN» en la Haya (2018). Relatos publicados: Una atmósfera de viaje (1989), Actos de salvajismo (1999), Cuentos para niños: Horripilón tiene miedo (2007), La palabra de la semana (2007). No ficción: Catia, tres voces (1994) Alfonso Chico Carrasquel. Con la V en el pecho (1994), Criaturas verbales (2000). Novela: El abrazo del tamarindo (Alfaguara, 2008). -82-


El vuelo fractal de la mosca de Juan Martins

Los relatos de Juan Martins reunidos en el libro El vuelo fractal de la mosca (Centro de Língua Portuguesa UPEL Maracay y al Camões, Instituto da Cooperação e da Língua de Portugal. Ministério Dos Negócios Estrangeiro, 2020) sugieren una disposición particular para su lectura, por cuanto su escritura comporta una inmersión de un lenguaje con otro significado. La palabra y su posterior efecto porque ella, la palabra, no nombra. Se fragmenta en el sentido de un nuevo alfabeto, el de la ficción. En tanto es una sustancia compuesta por niveles de interpretación en donde no existe un tiempo y un espacio definido. No es contradictorio porque así lo exigen los personajes-actantes. En cada uno de los relatos se edifica el lector. Estos personajes se movilizan desde una realidad, que no es la del escritor. Este, el escritor, se aleja del entorno creado para que el personaje y su circunstancia se sumen al deseo imposible. Es más, esa realidad sólo está dada para ese ser que habita en lo extraño, pues en estos relatos no existen afirmaciones ni negaciones es, en todo caso aquella realidad, acciones que van apareciendo con giros verbales que producen un ritmo y una impronta en constante desarrollo hacia otro espacio, el de la inconsciencia. Los personajes manifiestan un comportamiento en donde las evocaciones, sueños, situaciones disímiles, extrañas y hasta fantásticas le son impredecibles al [83]


La fragilidad de los espejos

lector porque están envueltos en un universo en el que la metaforización prevalece. Son figuras literarias que materializan una necesidad del sentir y la contemplación. Estas situaciones metafóricas sitúan a los personajes en una supuesta realidad diferente al resto de los ocupantes de un espacio definido. Es decir, la lectura de los relatos invita a jugar con un código distinto, no se imponen límites en el imaginario del lector, por el contrario, quien asume por su parte el riesgo de confrontarse con ese universo martinsiano llegará a encontrarse con la nada, como lo es el ensueño: fragmentaciones, secuencias y microsecuencias como luces incandescentes que explotan en las pupilas de quien lee. Como se sabe, la exploración de ese discurso narrativo será el único convenio entre relato-lector. Dicho lo anterior, emprenderemos un camino en donde nos toparemos con personajes con una naturaleza que no es uniforme con lo preestablecido, por consiguiente veremos una naturaleza que alucina con una densidad suprema en el pensamiento de quien lee. Los personajes van adquiriendo (el gerundio es necesario porque es la transformación constante como la larva, la crisálida, luego el vuelo) una personalidad por medio de la cual se visualiza ante lo extraño de lo que está en el afuera: lo otro. No él, el escritor, él se salva de todos estos requiebros, hablamos del personaje quien está en su estado interior que obedece a una procedencia de las clases de palabras: de los sustantivos, adjetivos y pronombres. Es un asunto del lenguaje y cómo accede a él. La realidad es en Martins un proceso que deviene en aquella metáfora que se forma en el proceso de la escritura. -84-


El vuelo fractal de la mosca

Las palabras darán sentido a la frase, a la oración contenida que baraja la inconsciencia del personaje. La necesidad de la existencia de un cuerpo estará movida por el dolor, la ausencia y la presencia del otro en la memoria de los actantes. Digo actantes porque se regeneran casi sin movilidad, es la memoria, el pensamiento y su inconsciente el que moviliza el encanto de lo innombrable, el otro ser. Este accionar son como los puertos de Pessoa, como Pessoa en la Oda marítima: ¡La sangre abierta, la carne abierta y destripada, la sangre corriendo! (p. 100) es la puja del renacer en la imagen del otro. En el relato La cucaracha es pulcra (pp. 24-25) leemos: Él, aquella barriga blanda y de entrañas pegajosas, con el único fin de estar cerca de ella, amándola en celo. Amar para quién o para qué. ¿En dónde está la verdad, es una sensación, es una perspectiva o es la imaginación?, entonces el personaje y el lector cambian en el devenir de la lectura, será ¿más extraña, más esclarecedora? No existen ingenuidades porque la vista me perfila el encuentro con el otro sentido, el contrario. ¿Tú ves lo que yo veo? ¿Cómo te convenzo? No, el convencimiento está en el relato. Habrá un movimiento superior, inconmensurable ayudado en este caso por los recursos lingüísticos. Sobrevienen las palabras en tanto su conexión con las historias de estos relatos. Las historias se descubren como las vísceras calientes y húmedas ante las pupilas y ante el pensamiento, entonces deviene la subordinación del ojo fractal: el ojo de lector que refracta la imagen distorsionada en las dendritas. Son árboles que nacen desde mi cerebro para contrarrestar el agobio de lo insondable en la memoria. Las ramificaciones de las historias están dadas por la confluencia de la sustancia de la palabra. -85-


La fragilidad de los espejos

Se afirma que el corazón siente, mentira, no existe nada más mecánico que el latido incesante y automático de ese órgano, mientras bombee sangre. En cambio la memoria, sí siente y padece de los cuerpos de los otros, esa mosca martinsiana corroe los latidos y a la memoria también. El lector no ignora esta situación, aparentemente extraña, pero que sucede a cada momento en las pulsaciones y repito sin temor a equivocarme como la mosca que se da contra el espejo porque ella misma desea traspasar su otra humanidad donde no existe ni el bien ni el mal, nos sobrecogemos porque en la escritura no existen los extremos, pues el léxico del autor es otro por cuanto el significado se recompone al instante del cuerpo y su movimiento con la sustancia hacia un estado de la escritura. El gesto de la mosca va en su ojo, en su aleteo o en lo efímero de su existencia como en la vida de los otros. Ahora, cabe preguntarse, ¿la mosca tiene labios, tiene sexualidad o sólo nos alimentamos de sus micropartículas de excrementos posadas en mi alimento? Son dudas como las disertaciones de la vida hecha de fragmentos de sueños: El sueño es acaso la condición concreta de ese deseo en El perro de la rata (pp. 27-31). Más adelante podrá el lector mantenerse en el sueño para reinventar las historias y así pasar a la eternidad (y Roberto Bolaño nos dijo que nunca seremos eternos), haciendo tu nombre literatura, como lo expresa en El beso de Truman (pp. 42-44), para repetir que la eternidad estará dada por la presencia de la literatura, no por contratos con la felicidad. Los matices del habla en los personajes-actantes son múltiples. Son inconmensurables porque las palabras -86-


El vuelo fractal de la mosca

están dispuestas con un orden para sugerir una visión o influencia diferente en cuanto a su significado. En consecuencia se produce una resonancia que lleva al lector a una articulación del lenguaje con una abstracción en el momento de la experiencia lectora. No es que, sobre lo narrado, el insecto, el animal o el invertebrado piense, llore, ría o evacue es, en cambio, el escritor quien ejerce una determinada conmutación para crear el campo de significados alternos. El contexto me facilita las variantes semánticas, ahora, lo importante está en los matices que produce el uso de una determinada palabra. Martins podría acercarse a Pessoa por la pertinencia idiomática o geográfica, en cambio no por el sentido histórico generacional, aunque creemos que no es lo más relevante. Quizás para Martins las palabras puerto y saudade lo acercarán a una manera distinta para transmitir algo y no sabemos si igual a Pessoa, sería repetirse, no es esa la intención, pero sí cuando lo escribe en sus relatos. Sin dejar de ser eso que es, lo diferente, entonces la historia contenida en un relato sugiere igualmente un matiz poético, lo vemos en el relato Pessoa evade mi fracaso de imitarlo (pp. 66-70) comienza con: Leer una vez más sobre aquellos escritores que desaparecen y no quieren ser reconocidos, con la intención de no estar en ninguna parte. Alejarse del mundo. La substancia se evidencia en la escritura, aunque no lo dice, tampoco lo niega. Lo despliega. Es su inmanencia de ese algo, una imagen, un sentimiento, un recuerdo, una despedida. Es un acento pessoano que le imprime su propia sonoridad hacia el ritmo de la escritura, hasta devolver la autonomía de cada texto en esa relación de intertextualidad. -87-


La fragilidad de los espejos

La performance de la escritura va orientada a una abstracción materializa en la palabra. Crea una nueva realidad por lo tanto no me adelanto a un conocimiento anticipado de los hechos: prognosis, de modo que existe una estructura que se registra el pensamiento del escritor y se representa con la obra, entonces se adjuntan imágenes y las palabras —verbo, sustantivo y adjetivo— ponderan el espejo, se descubre una suerte de encantamiento. Un dejarse llevar por las réplicas de las imágenes en el espejo que en apariencia son iguales, sabemos que no, la sonrisa, el ademán, la postura del dedo meñique y, lo imperceptible de un gesto. Todo esto es poético en el ámbito de una lectura del «otro» que propone el autor: Lo hacía porque no tenía tiempo para ordenar el mundo de su desván. Sin embargo el otro marco de la ventana era diferente... (p. 71). Se produce una identidad inmediata con el ser o se circunscriben espacios distintos y por qué no, poéticos. Dicho esto los relatos no son iguales, existe un registro diferente en cada lectura. Lo poético se decanta por la cadencia de cómo está imaginado y contado el relato. Es para ser escuchado con el lector. El recuerdo es igual a respirar. Algo lejano se torna próximo cuando leo, luego respiro. Me acerco como lector a lo vivido y a lo no vivido pero lo mantengo con la selección de las palabras. La respiración es un acercamiento diferente, repito, está en el último relato Él (pp. 101-103). Este pronombre: Él adquiere una significación en el comportamiento del relato, deja de ser tercera persona del singular para convertirse en un escritor (César Aira) o una niña o una paloma. Entendemos el sentido poético cuando se logran acoplar sonidos, distancias y abstracciones -88-


El vuelo fractal de la mosca

en este relato. El adjetivo o cualquier clase de palabra empleada se acomoda, más que acompañar, para compartir en una expresión hasta alcanzar el otro sentido más cercano al goce, a lo orgánico y además, a lo erótico por la polifonía de la palabra. Cada relato nos convoca a reiniciar la historia que está por contarse. Juan Martins(*): (Maracay, Venezuela, 1960). Escritor, poeta, dramaturgo, crítico teatral y editor. Magíster en Literatura Latinoamericana (UPEL). Director y editor de «Teatralidad. Revista de crítica literaria y teoría teatral». Premios: Mejor dirección con el espectáculo Mariana de José Ramón Fernández interpretado por Mirla Campos en el «III Festival Internacional de Teatro Clásico Adaptado» Argentina (2012). Ganador de la «III Bienal de Literatura de Poesía Abraham Salloum Bitar» (2018) con Soy una herida que se deja atenuar, editado por bid&co. editor (2019) entre otros premios y reconocimientos nacionales e internacionales. Investigaciones: coautor de Análisis de la dramaturgia venezolana actual (2017). España, «Ediciones Antígona S.L.», bajo la dirección de José-Luis García Barrientos y coordinado por Leonardo Azparren Giménez. Ensayos: Él es Vila-Matas, no soy Bartleby (2014), «El delirio del sentido, desde una poética del dolor y otros ensayos» (2014), «Novelas son nombres, ensayos inexactos» (2016) y De qué hablo cuando hablo de Murakami (2016) todos con «Ediciones Estival», Venezuela. «Gonçalo M. Tavares: el secreto de su alfabeto» (2019), patrocinado por la «Fundación Instituto Portugués de Cultura y el Instituto Camões Portugal. Ministério Dos Negócios Estrangeiros». Teatro: Voix Off (2020), editado por Sultana del Lago. Relatos: El vuelo fractal de la mosca, bajo el aporte de «Centro de Língua Portuguesa UPEL Maracay» y al «Camões, Instituto da Cooperação e da Língua de Portugal. Ministério Dos Negócios Estrangeiros» (2020). Poemas: Suele vestir de -89-


sombra recién ha sido publicado en Colombia por «El Taller Blanco Ediciones». (2021). Ver más en su sitio issuu y Blog respectivamente. Tiene en preparación un libro de ensayo en torno a Fernando Pessoa. (*)

El lector interesado podrá descargar por medio de sus enlaces

indicados las ediciones digitalizadas. Con ello el autor invita a la lectura de su obras disponibles en este formato. Y con ello más de su dramaturgia, tanto premiada como publicada internacionalmente.

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Pecados de la capital y otras historias Kozak Rovero

de

Gisela

Pecados de la capital y otras historias (Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2012) de Gisela Kozak Rovero marca un estilo con la utilización de la palabra como un rasgo substancial. Explicamos: el pensamiento del personaje está dispuesto con un giro característico en el lenguaje figurado para que el lector se deje llevar por un sistema de relaciones entre la polivalencia de la palabra. Aclaramos acá que en esa polivalencia está el humor, la ironía y la inclusión de temas relacionados con la cotidianidad de la urbe, además de los afines con el orden mundial tales como: lo político, económico y alimentario propias del tercer mundo. Sumado a ello, las circunstancias propias —y hasta extrañas— de los personajes. En las ocho historias del libro hallaremos la aplicación de una estructura pensada y definida. Esta estructura comporta varias aristas. Una de estas líneas surge en virtud de cómo se presenta al personaje desde el mismo comienzo del relato Al filo de una caloría (pp. 3-9) Soy de jadeante respiración y tembloroso andar. Esta suerte de carta de presentación dispone al lector para el posterior desarrollo de la historia. En este caso es una mujer con rasgos específicos que no deja de pensar en una suerte de monólogo interior. Un soliloquio que va en dirección de múltiples explicaciones de su vida íntima y sus precariedades. Lo importante del personaje está en que no deja pensar al lector, éste [91]


La fragilidad de los espejos

va siguiendo la trama al lado del personaje. El lector sufre y padece tanto como el personaje pero a su vez se divierte con las ocurrencias que se describen en el relato: El triatlón y la aeróbica y anaeróbica sexualidad de mi amante mantenían a raya las consecuencias de mi secretísima obsesión por el chocolate y el cerdo frito (p. 7). Igualmente aparecen pasajes en el relato que originan sobresaltos, como lo afirmamos antes, lo extraño se concentra en situaciones poco comunes que rompen con un patrón en el comportamiento —el cual estamos acostumbrados a ver en los personajes y en la cotidianidad—, este rasgo suma al interés a la historia, ejemplo de ello es: permanezco escondida en el sótano de la hacienda, rodeada de un bucólico silencio que no durará mucho. Una vieja y leal sirvienta ha introducido mensajes por una rendija del piso de la cocina…repentinamente al amanecer una luz brilló en mi mente enceguecida por el colesterol (p. 8). Se establece una cercanía entre el lector y el personaje al punto de la complicidad, es como contarse las cuitas en voz baja para que el otro no se entere. Otra de las líneas seguidas por Kozak Rovero tiene que ver de cómo incorpora el tema del liderazgo en sus relatos, en Los años dorados (pp. 11-20) se lee, pero con una dosis de humor con el toque hacia la experiencia lúdica. Tensión y distensión como una montaña rusa, el juego de lo alterno de un lenguaje con el uso de oposiciones en las realidades de los participantes. En este caso estimamos que el humor une el discurso del líder con lo que debe generar en el lector. El tratamiento está dado por dos voces, una que se identifica como el discurso preparado donde se alude a imágenes icónicas. La otra voz es la del na-92-


Pecados de la capital y otras historias

rrador quien ordena toda la historia. El final es abierto para que el lector decida. La escritora-narrador juega a la idea y al discurso como dos entidades separadas al punto de la ridiculización y las fusiona con la estética de la imaginación. Cobra importancia el lenguaje con tonalidades del humor para llegar a la emoción y en consecuencia a un estado de conmoción-perturbación del sentimiento. En Desarreglo de un sentido (pp. 21-26) nos topamos con cinco referentes inevitables de una Caracas abrumadora: Nuevo Circo, UCV-Silvio Rodríguez, Sabana Grande y los textos de Greenpeace dan un contexto hacia un significado con influencias específicas. Se describe a un protagonista —profesor de ecología— en las dos primeras páginas con sus manías o exquisiteces amatorias aplicadas indistintamente a mujeres y hombres. El asunto «curioso» radica en que el protagonista pierde su cualidad olfativa, luego sobreviene el desenlace. La narración fluye e incorpora dos realidades contrapuestas unidas por el juego diseñado por el narrador para llegar a un signo que enuncia intensidad en el discurso. Avanzamos con el relato Menos de cien años de soledad (pp. 27-32). Confesión desgarradora narrada en primera persona: Amé hasta mi desesperación. Años de catástrofe como un recuerdo a mi esqueleto (p. 27). Es, definitivamente, una declaración de amor. Reflexión extendida por los encuentros y desencuentros entre dos amores que se separan. Separación que da pie para que el/la protagonista en un tono de confesionario disponga de su memoria para exteriorizar su «soledad», «rutina» y «pobreza». Compara realidades -93-


La fragilidad de los espejos

entre el cuerpo y la necesidad de estar acompañado. El matrimonio es visto como institución pero está el alma que se debate entre el estar en compañía y el ser libre, presumimos la existencia de una disyuntiva entre lo establecido, dicho así son cánones-patrones que chocan con lo humano y sensible, luego obrar con otro criterio que no es más que ser genuino en libertad, eso pesa y mucho en una sociedad que marca al hombre con modelos. Se decanta el ingenio de la narración para desarrollar una historia sencilla, luego convertirla en una estructura que reflexiona en un sistema determinado de signos. Es un contenido capaz de darle vuelta a un asunto de la cotidianidad pero desde el visor de la polisemia, en otras palabras: ficción. Víctor Bravo en Los poderes de la ficción (Monte Ávila Editores, 1987) expresa que: La literatura —recordemos a Mallarmé— no se hace con buenas intenciones sino con la textura y la ensoñación de las palabras; sólo a través de su filigrana, de su textualidad, el hecho literario puede alcanzar e indagar en las extraterritorialidades que lo han producido y lo acechan (p. 30), entonces, los relatos de Kozak Rovero van por esta línea. Entre lo verosímil y lo que genera la escritura literaria, es decir se recrea, se produce el encanto de la palabra. Cada relato comporta su identidad y a su vez cada uno de ellos está unido por las particularidades de una ciudad. Temas abordados con un acento que los cuerpos resisten en sus precariedades en Resplandor de eternidad o héroes de video (pp. 33-43): Jamás se mira en los espejos. Les huye. Sale a la calle rara vez. Cierra los ojos cuando un cuerpo agrieta la monotonía. Sus ojos son agudísimos: con ellos percibe los cuerpos como puñetazos. Necesita verlos, mas de -94-


Pecados de la capital y otras historias

manera indirecta (p. 33). El aislamiento no sólo es físico, también se manifiesta en el rigor de las relaciones con los semejantes y aun manteniendo ese vínculo comunicacional el hombre va al descubierto porque es la consigna de la estética de los relatos. Personajes en un continente de emociones que van convirtiendo sus necesidades en preponderancias. Las simetrías en caso que existiesen se alejan del conglomerado. Lo no observado queda en evidencia por los movimientos y diálogos de los personajes. Los espejos serán los que en buena medida repliquen esa otra vida en La Vía Láctea. Los referentes se encuentran y las realidades se consiguen del otro lado de la pantalla. Las teorías se engranan en otras tácticas. Dicho así los sueños y/o fantasía cobran su relevancia. Lo auténtico existe en tanto existe la negación. El hallazgo del personaje está en el descubrirse el mismo: Nunca supo que la armadura se oxidó con las lluvias de octubre (p. 43). Las diferentes tonalidades de las emociones están contenidas en Dead Can Dance (pp. 47-64). La palabra adquiere el sentido figurado, el deseado por la escritora para lograr cautivar al lector. Participan de una abstracción que colide con lo imaginado. El puente de un nuevo alfabeto es necesario para la traducción del mundo exterior y comprender mejor —quizás— el mundo de las pasiones. Este relato es alucinante, permítanme el adjetivo, pues el amor como el arte no debe poseer correlación de género. Suficiente que exista. Ahora, deviene en el relato un matiz poético: las almas libérrimas son ráfagas de luz, la niebla tiene olor a tiranía; donde fui una y tres en esos instantes, intuiciones -95-


La fragilidad de los espejos

de la eternidad, en los que la existencia su muestra entere… El deseo, esa enorme cicatriz luminosa… (p. 47), frases con giros poéticos. Sugieren imágenes que reflejan la comprensión de un mundo. La presencia dual de «Francesca y Antonio» —en 1980— en la vida de Teresa Visconti y luego la aparición de «Giorgio y Nerissa»—en el año 1990— se integran como un personaje en su conjunto. No se visualizan por separado, el amor es así no separa, en todo caso, une. No se explica, se siente. La presencia del elemento musical funciona como un dispositivo en la puesta, pues le da un toque que permite un ritmo, la música de: Mahler, Liszt, Brahms, Bach sugiere escucharla mientras se lee el relato (podríamos intentarlo): Los recordaré siempre entrando a los jardines desnudos: tú, Nerissa, con tu cabellos de un dorado oscuro ondeando hasta la cintura, cabalgabas a Bacherolette a pelo, apenas cubierto su lomo con un lienzo; tú, Giorgio , cabalgabas a Rakim con tu cuerpo erguido y tu miembro en descanso. Se reían buscaban a alguien con la mirada… (p. 56). Es el juego planteado por la escritora para que el lector mueva el espejo de las historias.

Las ocho historias mantienen una conexión. La autora se encuentra con el lector en los Pecados de la capital y otras historias. Ella, la escritora se transparenta con su alfabeto. Se dispone para presentar su juego de vocablos en el orden de la ficción para ascender con los protagonistas en una vida desde lo íntimo. Cada personaje se descubre como lo que es. Se desnudan con sus excesos e imperfecciones, con sus deseos y sueños, con sus pérdidas y sabiduría para acompañar a la autora en su discurso narrativo. -96-


Pecados de la capital y otras historias

Gisela Kozak Rovero: (Caracas-Venezuela, 1963) Narradora y ensayista. Profesora de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Magíster en Literatura Latinoamericana y Doctora en Letras de la Universidad Simón Bolívar. Becaria del DAAD en Alemania (1999). Premios: «Bienal de Narrativa ‘Armas Alfonzo’» (1997), Finalista del «Premio ‘Miguel Otero Silva’» (1999), Finalista del «Concurso de Cuentos de SACVEN» (2003), Mención de Honor «Bienal de Ensayo ‘Enrique Bernardo Núñez’» (2006), «Premio ‘Sylvia Molloy’» (2009), Finalista del «Premio de la Crítica» (2012). Publicaciones de Ensayos: Rebelión en el Caribe hispánico: urbes e historias más allá del boom y la posmodernidad, (1993), La catástrofe imaginaria: cultura, saber, tecnología, instituciones (1998), Venezuela, el país que siempre nace: literatura, política y pasión de historia (2007). Investigación: Literatura asediada: revoluciones políticas, culturales y sociales (2012), Ni tan Chéveres ni tan iguales. El «cheverismo» venezolano y otras formas del disimulo (2014) Relatos: Pecados de la capital y otras historias (1997), En rojo, narración coral (2011) Novelas: Rapsodia (1999), Vida de machos (2003), Latidos de Caracas (2006), Todas las lunas (2011). Crónica: Siete sellos: crónicas de la Venezuela revolucionaria, compiladora (2017). Residenciada en México.

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Nocturama de Ana Teresa Torres

Debo confesarles que es un placer leer una novela de Ana Teresa Torres. La que usted elija, sí. No lo dude. No se arrepentirá. Me sucedió hace mucho con La favorita del señor (2001) y recientemente con Nocturama (Editorial Alfa, Biblioteca Ana Teresa Torres, 2006) por nombrar sólo dos, luego leerán al final de la nota una extensa lista de sus obras. Permítanme la insistencia, la que usted elija la disfrutará desde el comienzo hasta el final. Ahora bien detengámonos en Nocturama para comentar dos o tres detalles. Esta novela contiene una manera que dispone al lector para que se quede con ella. Serenamente lo va arropando en ella misma. Cuando usted se percata ya no tiene vuelta atrás, no hay remedio alguno para detenerse y decidir en dejarla, es como la atracción, como el amor y el odio. Aquí sí cabe el dicho de «amor a primera lectura». Comencemos con: Creo que sigo siendo la misma persona, todos seguimos siendo las mismas personas. (p. 9). Aquí comienzan las contradicciones del personaje. No sabe quién es, mejor dicho, tiene sospechas que él no es él. Quiere ser lo que él era antes. El presente es con: nombre nuevo, otra ciudad, la que no conoce, indumentaria distinta a la que traía en la noche anterior. Incertidumbre ante un nuevo escenario. Creo que es una situación poco común y que no debe atraerle a la mayoría de las personas, eso de que le muevan de su zona de confort. Sucede que son alrededor de doscientas páginas de tensión buscando una identidad. En ese transcurrir acontece lo insólito, lo extraño y lo [99]


La fragilidad de los espejos

inverosímil: la ficción en su máxima expresión. Una identidad de un ser y sus semejantes, una identidad de una comarca, una identidad de lo que somos o creemos que somos están en juego. Quién es quién. Se busca una explicación ante lo sucedido. La historia parece fácil, así lo presenta la escritora con los diversos narradores, luego hablamos de ellos, los narradores. Sigamos con los detalles, allí está la clave, como en la vida: los gestos, lo que se piensa, lo que vemos y no se comenta pero se especula una y mil vez, lo que nos apasiona, lo que incomoda, porque es así hasta que la muerte nos separe, el asunto está en cavilar en eso que siempre acontece pero nadie lo comenta. Lo que sobreviene detrás de la puerta, en la habitación, el baño y en la oscuridad del pensamiento de cada cual. Mueren las personas pero no dicen lo que sienten realmente. Mueren las ideas y muere el afecto porque no se manifiesta en su genuina verdad. A veces creemos que se tiene tiempo suficiente para encontrarse pero no es así. La vida es efímera como efímero es el espacio donde nos encontramos. Este personaje lo tenía todo y todo lo dejó. Es como una muerte en vida. Como lectores, en ese preciso instante, percibimos la soledad. Veamos un detalle de la narración y tiene que ver de cómo se entreteje la historia a través de los personajes: ... Cuando despertó de golpe con la caída del ventilador, así había iniciado Aspern su relato, Ulises Zero, sin saber entonces que ése era su nombre… (p. 5)… dijo Aspern que había explicado Ulises… (p. 23)…decía Aspern que había relatado Ulises… (p. 26, 40)…contaba Aspern que le había dicho Ulises… (p. 33)…decía Aspern que había recordado Ulises… (p. 41)//Ulises, decía Aspern, -100-


Nocturama

tenía… (p. 56)…Decía Ulises… (p. 62, 69)//Decía Aspern que Ulises… (p. 73)//—le había dicho Aspern a Ulises después del relato—… (p. 79) //Ulises había leído, decía Aspern, la historia de un pueblo… (p. 108)//Éste era el libro que encontró Ulises en la biblioteca, concluyó Aspern. (p. 111)//En general, las investigaciones más comunes acerca del tema de la pérdida de identidad, comentaba Shelley, se centraban… (p. 112)…Entonces, decía Aspern que había finalizado Ulises su relato… (p. 197). (Destacamos éstas para resaltar la incidencia de lo que estamos comentando). La continuidad de la historia y sus secuencias están surtidas a partir de esta manera de ordenar — esquema que se repite en otras veinte ocasiones en lo sucesivo de la novela con otros verbos conjugados, anteponiendo otras palabras pero siempre en su mismo estilo de escritura para afianzar una nueva acción o información para darle mayor claridad al relato—, no es fórmula pero el lector cae en cuenta visualmente, de cómo va la trama, así sabe quién cuenta y quién sobrelleva las acciones. Con esto también queremos significar que en Nocturama el narrador se desplaza con los personajes, es una necesidad. Los personajes marcan el ritmo, estos no se ajustan al narrador es a la inversa. Es decir el narrador cambia por la propia necesidad del personaje. Esto nos lleva a pensar que el personaje es quien dispone de un tiempo —efímero— pero lo decide él. Porque si no toma la decisión de «buscarse» no encontrará respuestas a sus dudas. Importa poco que las consiga, pero definitivamente indaga sobre lo que dejó de ser. Igualmente irrumpen las expresiones: porque la mujer que para él era entonces Eudora Welty lo… (p. 146) // la mujer que para mí es y será siempre Eudora Welty… (p. -101-


La fragilidad de los espejos

180) //…se retiró a su suite con la mujer dijo ser siempre Eudora Welty… (p. 194)//…la mujer que aun era Eudora Welty… (p. 195)…y tampoco la mujer, que ya no quería ser más Eudora Welty, sería Eudora Welty… (P. 197). Con este recurso en la construcción de las oraciones, pueden suceder dos detalles, uno que el lector aumente su experticia sobre la vida de Eudora y esté sobre aviso cada vez que aparezca y lo otro es que dude de la existencia real del personaje. Dos recurrencias que agilizan la lectura. En el devenir de la trama —historia contada— los acontecimientos y los personajes van y vienen. Explico: No importa la referencialidad. El lector la ubicará donde le plazca. Será constructor de un escenario. Los dispositivos los facilita el narrador, luego el lector se encargará de aceptar el juego y acoplar tanto historia como personajes en el espacio y tiempo que desee. Toda civilización, país, comarca, barrio-caserío necesitará de un pasado que contenga una significación especial para lograr asirse a ello. Los pobladores «nocturanos» no escapan a esta condición. Es menester crearse una suerte de pasado fantástico (alucinador) y aunque parezca contradictorio muy creíble también, algo así como la «épica nocturana». Una necesidad de conseguirse unos héroes —si existe el héroe se contiene un sentido mítico en una civilización— para que los habitantes del «coliflor» y los «conejos» tengan qué contar a sus descendientes. La narración es sutil y dinámica. El lector se ubica de manera instantánea en el sitio de los acontecimientos, no existen rodeos. Paralelo a esto, también tiene ocasión para ubicar lo absurdo dentro de una cotidianidad que aparentemente es habitual. Es lo extraño y sorprendente de -102-


Nocturama

la historia. El tinte político, lucha de poderes, lucha de clases con ribetes y etiquetas está presente. Cualquier país desarrollado o no de cualquier continente encuadra en esta vorágine de civilización. Al final de cuentas es como que la destrucción de lo que no debe ser, pues vemos niños muertos, mujeres defecando en la calle, salvavidas y guardianes de la patria, calles de ratas, defensores de un estandarte colectivo sin justificación alguna destruyendo ciudades completas. Pero este no es el punto, volvamos con la novela. Nocturama es sinónimo de utopía y nostalgia. La historia de una ciudad en proceso de constante revisión. Se menciona a la Segunda Guerra Mundial y a Auschwitz pero se sienten como lejanos en el tiempo: —así es— corroboró el coronel Dickinson—. En mis viajes he podido comprobar que los nombres de los lugares no son tan permanentes como se cree, mudan por las más variadas razones. ¿Cómo encontraríamos hoy el Ducado de Corintia o el Califato de Córdoba, Dobrudja o Koningsberg, el Virreinato de Nueva Granada o Karakorum, las Nuevas Hébridas o Tanganica? (p. 60). Los personajes se miran en el espejo de la historia que se desdibuja en transcurso del tiempo. Estos personajes siempre se refugian para esconderse en una apariencia. No se muestran como lo que son realmente. Andan entre fronteras buscando lo inasible, lo incomprendido: muertes- extinciones. Van entre verdades efímeras y negaciones eternas. Se busca a un personaje —DíazGrey— que nunca aparece y cuando lo hace muere frente a una multitud, permítanme esta digresión: —Por momentos creí que me había encontrado con Felipe Díaz-Grey en un tiempo pasado en una librería donde yo era el librero. Era una librería dedicada a -103-


La fragilidad de los espejos

vender libros infantiles. Allí queda suspendido todo: sin final, sin cierre, sin nada. Ahora no sé si esto fue un sueño o lo imaginé durante la lectura, cosa extraña pero sucedió—. Volvamos con la novela: Quizá porque la intimidad es aquello que ocurre cuando dejamos a un lado lo que estamos obligados a ser (p. 94). En ese instante comienza realmente la vida. Aceptarse como lo que se es para procurar la felicidad con sus heridas y devaneos pero con las alusiones encarnadas en un idioma que hable para afuera y hacia dentro. Es como la respiración. Cuando se deja de respirar deviene la muerte y con la muerte desaparece todo lo que comporta la traducción. La muerte despeja las dudas, no existen más explicaciones. Entonces perder la identidad es otra forma de muerte. La historia de la novela dispone sutilmente de una existencia distinta para convertirse en otros: —No es el protagonismo el fantasma del que huye Ulises—continuó Aspern—; es lo que dijo: un profundo deseo de dejar de ser quien es. —Nunca he sentido eso—musitó Emma—. ¿Y tú, querido, lo has sentido alguna vez? —Veladamente, como si el ala de una mariposa me hubiera rozado. Pero si no fuese David Wakefield no te tendrá, y eso sería más terrible aun que ser yo mismo. —Yo, por lo contrario, estoy seguro de haber querido ser otro. Ya estoy conforme —dijo el coronel Dickinson. (p. 136). [Negrillas nuestras].

La existencia humana es así: Inconforme. Se está en una constante búsqueda de lo que no se es para llegar a la nada. La pregunta es: ¿Existe realmente -104-


Nocturama

un mundo nocturano? ¿Todos somos, de alguna manera, un poco de nocturanos? ¿Qué significa ser nocturano? ¿Somos Ulises? —no el de La Ilíada, sino este de Nocturama. El de la épica griega está frente al mar, éste de Nocturama se está buscando dentro de él, aún. Nocturama podría ser una propuesta teórica de la condición humana: La originalidad de cada vida humana es indiscutible (p. 156). Pero a qué costo. Qué somos después de todo. Los personajes se reinventan como las palabras en un poema: Su espejo. La figuración está por descubrirse donde se supone existe una ruptura. Palabra y frase se juntan para redimensionar una estructura con nuevas imágenes. Imágenes que serán sugeridas, no impuestas. Los mundos reales y preexistentes se subliman al otro mundo interno, el que florece en la coincidencia de las figuras literarias, en la imaginación del escritor y en la incertidumbre de la creación poética. La entidad mayor estará en la recreación. En la alteración del asunto establecido para llegar a la voz deseada de una nueva historia: Nocturama. Ana Teresa Torres: (Caracas, Venezuela 06 de julio de 1945). Escritora, ensayista, cronista y articulista. Licenciada en psicología egresada de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). Postgrado en Psicología Clínica. Psicoanalista. Fue profesora de la Escuela de Psicología de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Fundadora de la Sociedad Psicoanalítica de Caracas. Miembro de la Asociación Psicoanalítica Internacional. Fue directora del Fondo Editorial de la Sociedad Psicoanalítica de Caracas y de «Trópicos». Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua, donde ocupa el Sillón Letra «F». -105-


Coordinadora de la Comisión de Literatura de la Academia Venezolana de la Lengua (2006). Residente de Bellagio Study & Conference Center de la «Fundación Rockefeller» (1998). Presidente del «Pen de Venezuela» (2003-2005). Premios: «Cuentos del Diario El Nacional» (1984), Narrativa del Concejo Municipal del Distrito Federal de Caracas (1991), Narrativa del Consejo Nacional de la Cultura «CONAC» (1991), «I Bienal de Mariano Picón Salas», novela (1991), Pegasus de Literatura a la mejor novela de la década (1998), «Premio Anna Seghers», Berlín (2001). Publicaciones: El exilio del tiempo (1990, 1991, 1992, 1993), Doña Inés contra el olvido (1992, 1999, 2008), Vagas desapariciones (1995, 2011), Malena de cinco mundos (1997, 2000, 2005), Los últimos espectadores Pontemkin (1999, 2010), La favorita del señor (2001, 2010), Cuentos completos 1966-2001 (2002), El corazón del otro (2005), Me abrazó largamente (2005), Nocturama (2006), La fascinación de la víctima (2008), La escribana del viento (2013). Antologías: Casa abandonadas «fragmento de El exilio del tiempo» (2000), Retrato frente al mar. En narradores de El Nacional 1946-1992 (1992), Antología de cuentistas Hispanoamericanas (1996), Cuentos que hicieron historia. Ganadores del Concurso de Cuentos del Diario El Nacional 1946-2004 (2005), Los libros de El Nacional (2005), «En la vasta brevedad». Antología del cuento venezolano del siglo XX (2010), «El vestido santo». En «Las mujeres toman la palabra». Antología de narradoras venezolanas (2004), Contar es un placer. Selección de cuentos hispanoamericanos (2007), «Dónde estás Ana Klein». Cuentos venezolanos del siglo XX. «Pequeños relatos en grandes voces». Audio libro (2012).

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Antología poética de Juan Sánchez Peláez

Juan Sánchez Peláez propone un diálogo desde la construcción de sus composiciones poéticas. Los poemas leídos en la Antología poética (Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2004) visualizan un encuentro con la palabra per se, deja ver una manera particular de vaciar las palabras sustantivas con el otro significado. Palabras que nos atreveríamos a confirmar como ese vocablo cotidiano puesto en un tablero de ajedrez para darle una respiración diferente a lo establecido en el código acostumbrado. Es como el nacimiento de un nuevo día. Sin dejar de lado las remembranzas y recuerdos de sus antepasados, estos, tanto sus parientes como los recuerdos lo revitalizan desde la memoria y los convierte en figura con el uso de las figuras literarias: II No estás conmigo. Ignoro. No pueblo tu gran olvido. Pasarán los años. Un rapto sin control como [la dicha habrá en el sur. Con la riqueza mágica del encuentro, vuelve hasta [mí, sube tu silencio fervor, tu suplica por los viajes, tu noche y tu mediodía. Apareces. [107]


La fragilidad de los espejos

Tú órbita desafía toda distancia. Entonces, para iluminar el presente, tú y yo [acariciamos la llaga de nuestro antiguo amor. (p. 6)

Está con nosotros. Lo sentimos porque es cuestión de piel. Vemos su imagen y reconocemos su voz en ella. No pasará mucho tiempo. Todo bajo control, voltearemos y el zumbido de las cigarras estarán presentes: La eternidad del poema. Es el poeta en su viaje, puede que desaparezca, a veces, cuando se le antoja, pero igual vuelve. A lo lejos ilumina el sendero con las luciérnagas. Su pensamiento está distraído en la calma, su reposo se reinventa en el más íntimo de sus verdades. Un diálogo (voz-lector) con todos los tiempos conjugados en uno, pues la palabra ilumina al poeta para perpetuarse en el poema. Desata la imagen desde la distancia con los caminos de siempre: mañana, tarde y noche es una continuidad con el pensamiento genuino que se mantiene incólume a un llamado con o sin máscaras es un racimo de historias y verdades descubiertas por la voz del poeta Sánchez Peláez. Las pausas del pensamiento son las que vemos reflejadas en retazos en el poema, existe igualmente un silencio que entre la distancia de una palabra a otra, de un vocablo a otro, de una vocal a otra, dentro o fuera desdibuja su terquedad con la soledad. Entonces Sánchez Peláez existe en tanto existe su alfabeto. Lo construye a cada instante de su contemplación, en el recuerdo y en su silencio. La visión del poema está presente, se materializa en su cuerpo y en su alma. No -108-


Antología poética de Juan Sánchez Peláez

el poema, es su poema. El poema de Sánchez Peláez y su esencia, su sustancia. Y podríamos preguntarnos entonces ¿Para qué sirve la palabra?, ¿Para qué juntar los tiempos?, ¿Para qué trastocar las historias? o ¿Para qué revitalizar el caos ya existente? Para Sánchez Peláez será el de iluminar el presente hecho poema. La voz del poeta otorga una experiencia única, sin circunloquios, sin ataduras, sin más causas humanas para traspasar la almohada de las tempestades. Será Sánchez Peláez desde siempre y para siempre, el demiurgo de su poética, en el poema Filiación oscura, 1966, materializa su sentencia poética: No es el acto secular de extraer candela frotando una piedra. No. Para comenzar una historia verídica es necesario [atraer en sucesiva ordenación de ideas las ánimas, el purgatorio y el infierno. Después, el anhelo humano corre el señalado albur. Después, uno sabe lo que ha de venir o lo ignora. Después, si la historia es triste acaece la nostalgia. [...] En la mayoría de los casos, uno no sabe nada. (p. 60). [Negrillas nuestras].

Las soledades iracundas de Juan Sánchez Peláez se presentan como ráfagas o pedazos de vida en un mundo íntimo con un ritmo marcado por la palabra Después, es un discurso poético derivado de un -109-


La fragilidad de los espejos

sentido espiritual. Se acerca a un canto guiado por la figura retórica: anáfora. Cada poema, indistintamente del tiempo en el que fue escrito, presenta «lo huidizo y la permanente» (1969) o el «aire sobre aire» (1989) sugiere las contradicciones metafísicas propias de la voz del poeta dichas con la honradez de su diálogo. Un pedazo de la vida de él se queda en aquel mundo mínimo de alquitrán como mínimo es el entusiasmo de los que habitan en las entrañas de las soledades. Serán ráfagas de harapos por la ignominia de los dioses. Su voz poética dice aquello del «dolor emocional» pero lo dice con su vocablo, su vestidura, desnudo en sus sentidos y páramos de su existencia. Su naturaleza adquiere un vértigo desde la silueta. Sin escrutinios. El poema es una forma de creación donde el poeta utilizará recursos que lo impulsarán a sugerir estados de ánimo, momentos de absoluta imaginación y lo que es más importante aún el poeta propondrá un ritmo para que el lector procure acercarse al hecho literario. La voz del poeta será punto de partida para las consideraciones de los temas preponderantes. Igual con los recursos estilísticos para alcanzar una tonalidad y así llegarle al lector. Es en buena medida jugar con el encanto de la palabra para que el poema se materialice y así establecer un vínculo entre el poema y el lector. Creo, y aspiro no equivocarme con esta afirmación, que los poemas de Sánchez Peláez poseen un marcado poder simbólico en tanto a la agrupación de sus categorías verbales. El lenguaje es eminentemente sugerido pues canta, dice y expresa una voz con un compendio de emociones que sólo puede ser traducida por las imágenes que el poeta muestra por medio de la palabra. El poeta se vale de los recursos -110-


Antología poética de Juan Sánchez Peláez

literarios para acercar en buena medida al lector con esas emociones contenidas en los poemas. Lo que sí es innegable es la fuerza que adquiere la combinación de las palabras para significar un estado de ánimo determinado, lo vemos en: Narraciones Esta es la historia de aquel verano en el azul perplejo La tierra niña subía con los bambúes Verídica y amorosa, El Ánima Sola se columpia en la chispa fastuosa de los follajes. (p. 66).

Es el riesgo el cual se somete el poeta ante ese otro universo de emociones. Es esa voz que se centra en una excitación de la piel e insistimos en esto: Creemos que es el punto fundamental de su escritura y desde esta perspectiva ya que se acerca a un mundomemoria de los habitantes de una comarca y los temas recurrentes que estuvieron siempre presentes es una manera diferente de ver las realidades y los acontecimientos. El poema será el catalizador de los momentos controvertidos por los estados que atraviesa esa voz poética: V Me pongo a temblar en la noche llena de sonidos. Aborto en mi labor, no me doy cuenta que el tiempo transcurre. Mi oficio es como la lluvia: -111-


La fragilidad de los espejos

acariciar, penetrar, hundirme. Observo la tinaja oscura. Alumbro una lámpara en mi duermevela. Siento mi arruga y mi enigma, pero ¿dónde el hallazgo por venir, o una mañana clara en las calzada? (p. 88).

En este poema se observa la sutileza con la que el poeta desarrolla una manera diferente de acoger la realidad que le circunda, ahora cada palabra como: temblar, noche, tiempo, lluvia, acariciar, oscura, duermevela, enigma vinculan al lector con un estado de emociones sugeridas. Es por medio de la palabra como el poeta conduce al lector, es un sendero que le permite despertar visiones, es una invitación a recorrer mundos posibles. Cada palabra debe sugerir el contenido polisémico. Con ellas, el lector deberá, presuponemos, acercarse a ese mundo interior que refleja la voz del poeta. La cadencia de los poemas está tratada por la utilización de recursos retóricos que consisten en darle una atmósfera rítmica. El desplazamiento de la palabra esta signado por la complicidad del poeta para dar vida y coherencia a las formas imaginadas en las vivencias, no importa el tiempo, es más significativo el recuperar el aliento en la mirada o el gesto: VIII Primera juventud Qué fuerte esperanza, me decías. Y flotábamos en las nubes del recinto dichoso. A uno y otro lado, la cascada luminosa de mi amor. Elegí el flanco justo donde brilla el río. Por breve lapso salté hacia el destello no esquivo. Ahora es otoño que -112-


Antología poética de Juan Sánchez Peláez

horada mi casa solitaria, el espejismo de la visión a espaldas de nuestra reina madre el sol. (p. 91).

Las preguntas surgen a medida que avanza el poema en su condición de quien le habla a los protagonistas de una historia figurada: II No estás conmigo. Ignoro. No pueblo tu gran olvido. Pasarán los años. Un rapto sin control como la dicha habrá en el sur. Con la riqueza mágica del encuentro, vuelve hasta [mí, sube tu silencio fervor, tu suplica por los viajes, tu noche y tu mediodía. Apareces. [...]

Preguntas para desentrañar las dudas y la cuitas de los que cuentas sus temores o sueños. De estas cualidades de los seres que figuran mundos nuevos e insospechados, crea, el poeta, una manera particular de expresar su interioridad, es la constante de una voz única e inconfundible de Sánchez Peláez. Es alucinante, como alucinante la experiencia de la lectura. Esta viene dada por las abstracciones que se originan desde el descubrimiento de la palabra. Cada lector entonces tendrá su relación íntima-única con el poema. Es una suerte de re-estructuración constante -113-


La fragilidad de los espejos

de la imagen vivida o la imagen sugerida en tanto se reinterprete el poema en cada momento de la experiencia lectora. El poema a pesar del tiempo se reinventará y adquirirá su forma dialogada y tendrá su razón de existencia en el devenir de la historia. En este caso es importante darle un espacio al carácter imaginario del lector en tanto el poema siempre creará ese vínculo entre los posibles lectores. Las palabras contendrán en sí mismas la sustancia necesaria para luego de ser leídas se conviertan en otra entidad cercana de quien la lee. El color, la textura y la forma se desdoblarán ante la presencia de las múltiples imágenes como en un espejo. El tiempo en todo caso fortalecerá esa consistencia que arrastre el poema y pasado el tiempo otra vez y pasada la lectura otra vez.

El poema será como un rostro que fluirá de mil modos. El diálogo surgirá con y en todos los tiempos. El poema ilumina al poeta para decantar la imagen desde la distancia con los senderos de siempre: la mañana, la tarde y la noche en un pensamiento que se mantiene para luego ser descubierto. Todo es transitorio me comentó alguna vez un poeta amigo, pues el poeta Sánchez Peláez es como un intermediario entre lo que se escribe en principio para luego, con la lectura, sobrellevar los espacios, Es decir, espacios traducidos por la experiencia lectora. Los temas recurrentes girarán desde el motivo de exaltación de la subjetividad tales como la belleza, el sosiego, la contemplación y el amor:

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Antología poética de Juan Sánchez Peláez

VII A Malena

[…] y también soy el alma y clarean los valles hondos en nuestro mudo abrazo eterno amor frío. [… ] (p. 108).

Aspectos que si bien son cotidianos cuesta explicarlos de manera coherente o materializarlos con palabras, el poeta logra ese presupuesto. Consiente las herramientas combinadas con la lucidez del talento. Los motivos para escribir en torno a los sentimientos siempre será un tema susceptible a discusiones pues jamás llegaremos a un acuerdo único y más tratándose de los asuntos relacionados con las pasiones humanas, los encuentros/desencuentros, la vida/muerte. Cómo traducir un gesto y una mirada. Cómo darle respuesta a una afirmación/negación contenidas en un monosílabo contundente. Una expresión cargada de dolor, emoción, alegría y tristeza serán el vínculo entre los sujetos/voces. Por ello existe la literatura para traducir en buena medida los devaneos de los sentimientos. La palabra juega su rol. La palabra demarca el espacio y la distancia entre lo que se siente y lo que se puede decir. Es ella, la palabra, quien registra y también versiona los argumentos de la cotidianidad.

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La fragilidad de los espejos

La literatura es un medio para manifestar lo que al hombre en sociedad siempre le preocupa, sobre todo aquello que no tiene explicación ante los ojos de la ciencia. Es una suerte de catalizador pero desde una perspectiva un tanto más subjetiva. Toda la realidad será impregnada por el requiebro del poeta. Cada movimiento literario procurará registrar un cúmulo de informaciones que pasarán por el tamiz de la imaginación de aquel que escribe. Será una re-construcción de un mundo posible en tanto este mundo sea digerido por la voz del poeta desde su experiencia. Es en gran medida el viaje alucinante que asume el escritor al momento de recrear personajes, situaciones, conflictos, maneras de ver el mundo y cómo plantearse los desenlaces. Igual pasará con los momentos históricos por lo que pasa una sociedad. Los conflictos serán tratados de una manera particular y lo que será aceptado como benévolo, quizás no lo será para otras sociedades en otro momento histórico. La literatura da para esto y mucho más. El poeta que asume esta responsabilidad estará entregado a un abanico de múltiples posibilidades que serán descifradas por el lector-cómplice, pues será quien tenga la última palabra para decidir su vigencia. Juan Sánchez Peláez: (Altagracia de Orituco, Guárico. Venezuela. 1922-2003) «Premio Nacional de Literatura» (1975). Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Los Andes (2001). Residenciado en Chile y Francia. Agregado Cultural de la Embajada de Venezuela en Colombia. Colaborador del «Papel Literario» de «El Nacional», «Zona Franca», Revista «Poesía» (Venezuela), «Eco» (Colombia), «Señal» (París), «Tabla Redonda», entre otras. Publicaciones: Elena y los elementos (1951), Animal de costumbre (1959), Filiación -116-


Antología poética de Juan Sánchez Peláez

oscura (1966), Lo huidizo y permanente (1969), Un día sea (1969), Rasgos comunes (1975), Por cuál causa o nostalgia (1981), Aire sobre el aire (1989), Obra poética (2004), Air On The Air (2016).

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Más sobre el río de Francisco Arévalo

El poemario Más sobre el río (Ediciones Estival, 2011) de Francisco Arévalo gira en torno al encanto de la experiencia poética. En una primera lectura de absoluto disfrute y las sensaciones se apoderen de la experiencia y está bien porque lo que se aspira es conmocionar al lector. La sensación inequívoca que en sí misma permite que un vendaval de imágenes se agolpe en la memoria de quien asume el juego de empaparse de estas aguas. Ésta, la que aborda al lector con detalles que exigen otra lectura para reorganizar los 27 cantos en los cuales apunta todo el poemario. En cada uno de estos cantos está la figura ondulante. El cauce se visualiza desde el final de la palabra/ letra/fonema de cada poema —sugerimos que se detengan y realicen el juego visual de decantar desde el final de cada poema—, luego se materializa la presencia de dos elementos: la vegetación y los seres vivos perteneciente a esta naturaleza que en un primer momento pareciera como obvio pero quien conoce de estos parajes sabe que obedece a una naturaleza particularmente abrumadora, lo vemos en palabras como: «pantano», «araguaneyes», «cují», «cuaima», «peces mariposa», «toninas», «chaparros quemados», «zamuros», «cisnes y cigarras», entre otras. Palabras que redimensionan la escritura en pleno ejercicio para traspasar la cotidianidad como simple experiencia terrenal, pues la idea es el de convocar a un diálogo aferrado a la continuidad de la existencia humana [119]


La fragilidad de los espejos

desde otra categoría, la que trasciende, la de la escritura poética. Ver la naturaleza con los ojos de la contemplación, sin escrutar, sin cuestionar, en todo caso la intención del poeta de acercarse a otro mundo que se está dado por el símbolo indecible el que no se determina por lo establecido sino por el sentir en la piel de la majestuosidad implícita que se traduce con la voz poética: I [...] En la sutil iluminación que lleva a pasos cerebrales Amalgama, pantanos de pupilas salvajes En el imperio incierto la vuelta de la esquina Donde hombres de humo bostezan y hembras primigenias Se lavan con tu cuerpo Este código de lo concreto sin vestigios Ni rastros de araguaneyes. (p. 10). Al parecer los límites no existen. El hombre se familiariza con un ambiente que se transmuta al adjudicarle otro espacio: II [...] Este hielo europeo Que navega en mis venas en el despiadado calor [de marzo Me retiro a tus entrañas dolorosas como espinas [de cují -120-


Más sobre el río

Allí no hay motivos para vidrieras Un golpe seco en la memoria que me descubre [acuático Pasajero de cotúas Huésped de los manglares. (p. 12).

Arévalo sostiene su verbo como también lo es el río en su constante deambular por: Los hombres del río derraman silbidos/Para dejar por sentada otra dura faena. (p. 18). Entonces, la escritura revitaliza la contemplación en la voz del poeta. Su mirada no se escandaliza todo lo contrario acentúa con su ingenio el inconsciente para darle otro orden, otra lectura con un despliegue de sonoridades con movimientos a veces ilegibles que sólo puede develado por la imagen. La palabra como imagen del poeta. En el Canto VII, los matices y residuos del río, los sonidos, las noches, la cueva luminosa, los alcaravanes, la muchedumbre de humo lo desnudan ante una categoría de significaciones en donde se redescubre un discurso poético: : es la voz poética que se evidencia en lo instintivo. La mirada del poeta condensa las reacciones en una aventura de las sensaciones. Los sentidos cobran fuerza y el ritmo lo da el lenguaje, entonces palabra y sentir se fusiona para causar el otro efecto: «la emoción», luego deviene el pensamiento ante otra interpretación: poetizar para permanecer, morar en lo poético. Arévalo se arrima a una curiara —su curiara— de incesante búsqueda imaginaria para navegar a su manera y desentrañar aquellas verdades conocidas entre convites y lugareños. Entre lo extraño y lo co-121-


mún, entre lo sereno y lo fortuito: Si esta es mi acuática ciudad/Por qué lo tengo que desmentir (p. 62). Con estos dos poemas finaliza el poemario. Lapidaria sentencia que funciona como desahogo y afirmación a su vez al poeta para dar a conocer su realidad acuática. En la voz del poeta Arévalo: decir río es tan cercano a decir espejo para la trascendencia de imágenes dispuestas en el poema. Lo fundamental se logra con dejar que la palabra transite por el caudal para que cante y ejecute su juego imaginario. Las sensaciones fluctúan en conjunto con el agua. Se reconoce un andar —ondular— por las riberas. Es y será un viaje infinito del poeta Francisco Arévalo por estos cauces de siempre. Francisco Arévalo: (San Felix-Estado Bolívar, Venezuela, 1959). Poeta, narrador y promotor cultural. Se inicia en la actividad literaria en donde dirige suplementos literarios para los diarios regionales. Premios: «Fundarte» (1999), «Augusto Padrón» (1998), «Premio Nacional Alarico Gómez» (2007), «Casa de la Cultura, Ciudad de Guayana» (1987), entre otros. Publicaciones: Razones de Noctívago, compendio de su obra poética (2005). Novelas: La Esquizofrenia de las golondrinas (1997), Adiós matanzas en invierno (1999), Tropiezos en el campanario (2007), Háblame, háblame, Iolanda (2015). Relatos: Santa tragedia santa nostalgia para matarte para matarte en tres asaltos (2000). Poesía: Brote (1989), Nadie me reina en estos parajes de hormigón (1993), Sur (1995), Alcoholes de la otra iglesia (1996), Algo más que baladas agridulces (2001), Agrio de colmena (2001), Adiós a Madrid (2007), Más sobre el río (2011), Herida o claridad del deseo (2013), Cerodosochoseis (2014).


Los bajos sentimientos de Yolanda Pantin

Los poemas de Yolanda Pantin contenidos en el libro Los bajos sentimientos (Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1993) nos remiten a una estrecha relación entre la autora y su obra. El poema que transcribimos a continuación refleja en buena medida el carácter del poemario: ASÍ ES LA VIDA / Todo es verdad: todo es mentira: todo es espejo (p. 20).

Tres afirmaciones en las que se describe el conjunto de los poemas que se estructuran en una primera parte con 35 poemas y una segunda parte con 15 poemas. Volvamos al comienzo, ahora sí. Es un encuentro entre la voz y la poeta. El recurso utilizado para iniciar un diálogo es el retrato en donde la poeta no se reconoce: Miro el retrato donde no me reconozco (p. 9) puntualiza una existencia por intermedio de otra imagen en donde, de alguna, manera se niega, sigue el poema DAGUERROTIPO DE UNA DESCONOCIDA: ¿Cuándo ha sido esta mujer huraña que mira cual extraña a mí que no la entiendo ni conozco y nunca ha sido Yolanda en la fotografía?

Son imágenes de los sentidos en donde crean un corpus para acercarnos a la poética de Yolanda Pantin, entonces, la palabra será el requisito indispensable para descubrirnos ante su voz. La realidad poética de [123]


La fragilidad de los espejos

Pantin se aproxima a una expresión y se emparenta con los recuerdos, esas realidades que a veces se niegan pero que están movidas por los sentimientos. En dónde radica lo realmente importante, pues, en el encuentro a medida que vamos descubriendo los poemas. Cada uno de los poemas nos entregas una «verdad», una «mentira» y un «espejo» como para no olvidarnos de lo que padecemos y de lo que carecemos. El espacio en donde nos desenvolvemos es el de la escritura. En las páginas deviene el lenguaje poético, aquí confluyen las demás formas discursivas y mundos posibles ligados a las bellas artes. Cada palabra empleada tendrá una combinación para producir el lenguaje poético y en consecuencia a una significación. Vienen dadas, entonces, sensaciones que apuntan directamente al estremecimiento del lector. Es importante de cómo respira el poema para que, desde esta condición, el lector matice su experiencia. La voz poética nos va sugiriendo un ritmo y cada poema comportará su respiración como el día que transita con el sol, su claridad y por momentos se ocultará para darle paso a la lluvia, la noche y a la eternidad. La voz nos dice poéticamente cómo es su estado de ánimo, su fatiga, su sueño, su infierno: SONATINA […] Quise morir porque el miedo me dictaba una orden fría Te tomé en mis brazos como quien adora a una mortaja Te dije adiós te amo pero llévame contigo a donde no te vea (p. 15). -124-


Los bajos sentimientos

Es una manera diferente de expresar el sentido. Se emplean vocablos como: «morir», «miedo», «fría», «mortaja» pero a su vez se construye una imagen sugerida con los términos «adora», «amo», «llévame». Explicamos: a pesar de ser términos contrapuestos la voz poética las une y les otorga otra categoría dentro de la construcción, es decir el poema en su conjunto toma cuerpo e identidad propia. Ahora aclaramos, la poeta no está pensando en estos criterios a la hora de su experiencia escritural, no. Esto lo analizamos luego de formado la totalidad del nuevo signo. La continuidad del ambiente poético se logra porque el sentido adquiere otra resonancia. El libro es una historia en tránsito con el aliento del lector. El lenguaje de la cotidianidad se dinamiza con el imaginario de Pantin, pues nos entrega un repertorio de combinaciones para abrazar al «bosque», «el ser y la nada», los «cuerpos», la «noche» y al «vampiro solitario», el «umbral». En la segunda parte del libro titulado Los bajos sentimientos que consta de 15 poemas las heridas se visualizan con los poemas: Yo venía de la guerra y sólo traigo unos poemas Hay miedo en el dolor ayer no más decía y estas palabras par un nuevo encuentro Lo importante es invisible para los ojos porque el odio fluye en un río de sangre (p. 51)

Así comienza esta otra parte del libro con una verdad serena pero con poemas. Porque aquello que -125-


La fragilidad de los espejos

es significativo no se ve, sólo se siente. Eso que es revelador se compone y se manifiesta con una estructura poética. Lo esencial está en cómo se captura un instante del pensamiento con sus emociones y por consiguiente se registra una relación motivada por la claridad del lenguaje: LOS BAJOS SENTIMIENTOS I Soñé que alguien me decía: Toma los papeles No los quiero Yo alargué el brazo y toqué el pecho de aquél que me había injuriado Sentí fuego al rozar el torso helado pero el odio era mayor que la mano sobre el pecho (p. 54). [Negrillas nuestras].

El sentimiento aquí expresado manifiesta dos estados, uno que tiene que ver con la pasión (fogosidadardor): Sentí fuego pero puede/pudo más otra conmoción (animadversión-resentimiento): el odio era mayor. Dicho de otra manera, a la voz poética se le cruzan las huellas emocionales. Esta dualidad de la existencia humana sólo la vemos en el poema transformado con -126-


Los bajos sentimientos

una correspondía en los sueños. Quedará de parte del lector potenciar su grado de significación. Seguimos con los poemas. Más adelante en la página 57 nos topamos con Los bajos sentimientos II, se continúa con el «fuego» y sus «cenizas» donde sobre existe «el sol» y «el cielo duro». No todo está perdido (p. 58), pues les queda «la inocencia» y «el miedo». Es decir sobresale, en definitiva, el sentimiento. Se dibujan en el papel las figuras de una existencia que apuntan hacia una condición cercana a la espiritualidad del ser entendido como aquello que se consigue en los gestos de unos seres queridos. Lo amoroso conjugado en la memoria, allí se encuentran los colores y sabores de la vida. Luego, ya finalizando, aparece nuevamente en Daguerrotipo de otra desconocida: Miro el retrato donde no te reconozco (p. 66) con el detalle que en esta ocasión se ve desde el afuera ya no dentro como al comienzo. Existe una transfiguración de ese otro yo en donde el silencio se escucha. Es igual la existencia de una madre o la existencia de una pareja de amantes. Lo que importa es la emoción manifestada hacia el otro. Yolanda Pantin: (10 de Octubre de 1954, Caracas-Venezuela). Escritora, poeta y dramaturga. Participa en el «Taller Literario Calicanto» dirigido por Antonia Palacios. (1979). Funda el «Grupo Tráfico» con los poetas Armando Rojas Guardia, Rafael Castillos Zapata e Ígor Barreto (1981). Fundadora de la Editorial «La Pequeña Venecia» (1989). Crea la Fundación «Casa de la Poesía» con Santos López (1990). Premios: Mención de Honor «Premio Nacional de Poesía ‘Francisco Lazo Martí’» (1979), Mención de Honor «Bienal Poesía ‘José Rafael Pocaterra’» (1982), «Premio Fundarte» (1989), Lista de Honor de la IBBY (1994), Mejor libro del año -127-


¡Splash! (2000), El hilo de voz. Antología crítica de escritoras venezolanas del siglo XX. Residencia y beca (2003), «Premio Poetas del Mundo Latino ‘Víctor Sandoval’» (2015), Seleccionada para «Antología II fiore della poesía latinoamericana d´oggi. Secondo volumen: America meridionale» (2012), «XVII Premio ‘Casa de América de Poesía Americana’» (2017), «XVII Premio García Lorca» a su trayectoria literaria 2020. Publicaciones de Poesía: Casa o lobo (1981), Correo del corazón (1985), El cielo de París (1989), Poemas del escritor (1989), La canción fría (1989), Paya, una elegía (1990), Poemas del escritor/El cielo de París (1991), Los bajos sentimientos (1993), Enemiga mía. Selección poética 1981-1997 (1998), La quietud (1998), El hueso pélvico (2002), La épica del padre (2002), Poemas huérfanos (2002), Poesía reunida 1981-2002 (2004), Herencia. Selección poética 1981-2002 (2004), 21 caballos (2011), País. Poesía reunida 1981-2011 (2014), Bellas ficciones (2016), Lo que hace el tiempo (2017), El ciervo. Antología. (2019). Literatura infantil y juvenil: Ratón y vampiro se conocen (1991), Ratón y vampiro en el castillo (1998), ¡Splash! (2000), Un caballo en la ciudad (2002), Ratón y vampiro (2012), Era un tren de noche (2018). No ficción: ¿Quien dijo Kartofel? (2006), Marie Curie, biografía (2005), Nelson Mandela (2006). Otros: La otredad y el vampiro (teatro) (1994).

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Los trabajos y las noches de Harry Almela

Los trabajos y las noches (La Liebre Libre Editores, 1998) de Harry Almela. La extensión de un poema en un espacio en blanco tiene mucho que ver con la respiración del poeta. Éste contiene unos enunciados que se conforman con la memoria y la posterior disposición en la piel, en tanto se desprende como una locución genuina. El carácter que pueda vislumbrar cada palabra y sus posibles encuentros con sus semejantes se relaciona con el camino nada aritmético que comporta esa conjunción de vocablos. Cómo se admite el poema, pues, en ese espacio determinado tendrá un componente ineludible y es la energía con la que el poeta suma para llegar a un argumento que sea transmitido al lector. Pareciera que la ecuación es sencilla, quizás si vemos en el término del poemario y digo poemario —libro— porque es allí donde radica la dicción total del esfuerzo. Dicho esto, cómo conquista el poeta al lector, ¿sólo con la palabra escrita?, creemos que sí porque es lo único que queda después de todo. Lo que suceda antes es tarea del poeta y su circunstancia. El libro será la esencia. Leamos a un José Antonio Ramos Sucre, a un Armando Rojas Guardia o a un Rafael Cadenas para nombrar sólo tres de los poetas venezolanos y no hacer la lista más extensa. Ellos con su pluma han escrito y ampliado su argumento. Lo desarrollan en sus libros. Es un metalenguaje donde aparece Dios y sus opuestos, donde aparecen sus referentes y de [129]


La fragilidad de los espejos

alguna manera desean compartirlo con sus lectores, aparecen los recuerdos, ausencias y en gran medida se desprenden de ellas para reflejarlo en un nuevo signo. Todo lo demás será extraliterario. El poeta Harry Almela, quien también escribió relatos y ensayos, es de esas plumas acuciosas, exigentes y con identidad. Su transitar por la literatura fue para la literatura, no existe duda de ello. No importando por donde estuviese: Maracay, España (MadridBarcelona), Caracas o Mariara. El libro, la lectura y la escritura eran sus amantes. Almela escribió en un sentido horizontal y en un sentido de igualdad, explico: escribía para ser leído por todos, el propósito era que cada lector consiguiera su respiración, su reflexión y en consecuencia su propia ecuación. El poemario Los trabajos y las noches se divide en tres instancias, la primera la denomina Cuaderna vía compuesto de 18 poemas y una segunda instancia titulada Los trabajos y las noches de 19 poemas y en una tercera instancia la denomina Postscriptum contenida de un poema titulado: Notas para un poema de amor. En el primer grupo de poemas Almela se decanta por llamar en gran medida a sus referentes. Los convoca para, a través de ellos, decir de sus miedos por el sentido de la palabra y en consecuencia de la poesía. La poesía como forma discursiva: Entrada (Rilke) No crea usted en lo que voy a decirle En las páginas de este libro. El amor es un artificio Que destroza flores en el parque. -130-


Los trabajos y las noches

El gris de los palacios, suspendidos en la niebla, es el sitio del reposo para este corazón que tiene miedo. No crea en mi palabra, vuelvo a repetirle. La poesía miente, mi querida señora, miente como el sol de verano en Dinamarca (p. 9).

En este primer poema expone su preocupación por la trascendencia y significación de un género. Estimamos que es el riesgo que asume para presentar su inquietud y entendemos que es su forma de contraponer un criterio para que el lector reaccione ante tal cuestionamiento. Almela no es ingenuo al momento de dar a conocer esta duda y más que duda es una suerte de contradicción dentro de su universo creador. Es válida su razón. Es una forma de remontarnos a Rainer María Rilke y su Cartas a un joven poeta. No pretende ser aleccionador pero trae a colación la duda por la utilización de su constructo: el lenguaje poético y la compara con el amor. Ambas, palabra y amor, son sus vacilaciones porque mienten. Acá, nos detenemos. Sentimos que el propósito va por otro paraje, es como sacudir al lector para que reaccione desde la reflexión de lo escrito y acto seguido renueve su pensamiento. Es un lenguaje sugerido ante el lector. No se escatima espacio alguno en Los trabajos y las noches para la explicación. Se aprovecha de todo el espacio que le confiere la página. En decir lo que está en su voz poética. Es el tamiz del que se vale para conectar con el lector. De hecho, más adelante, en De las partes de la oración (Gramática de la Lengua Castellana, 1771), (p. 11) se vale del significado de las clases -131-


La fragilidad de los espejos

de palabras para luego significarlos con un lenguaje que designa otra existencia. El poeta se detiene en una explicación desde su conocimiento del sustantivo, adjetivo, interjección y verbo para acercarse con otras imágenes: Lo corpóreo ante lo incorpóreo, lo expreso o lo suplido, los efectos del ánimo: tristezas, dolor y alegría. Conjuga el verbo amar en su tercera persona del singular: él ama o ella ama, así concluye el poema. El lector determinará desde su espacio y desde su soledad. Almela fusiona —juega— en su memoria algunos nombres de la literatura con espacios en momentos históricos diferentes. Sólo la poesía lo permite. Articula a Carl Sanburg —nacido en Gallesburg-Illinois en el año de 1878. Premio Pulizer en 1940, considerado el padre del verso libre. En sus poemas a ratos se encuentra una dulzura propia del mundo de la niñez— con Santiago de León de Caracas —nombre que asigna Diego de Lozada a Caracas en el año de 1567—los une y los acaricia con una voz en lo femenino, la voz de una ciudad se descubre en un encuentro por medio del diálogo en el poema: Carl Sanburg sueña con Santiago de León de Caracas: Aquí estoy, al pie del gran cerro, triunfante entre cadáveres, asomada al río que no goza […] Aquí estoy, contenta, riéndome de tu inocencia, de esa vaga sensación de sentirse útil, aferrado -132-


Los trabajos y las noches

[…] Aquí estoy, con las caderas desnudas en los bares, contemplando tu dicha pasajera, tu alegría […] Déjame trabajar Soy la ciudad (p. 14).

Es una relación que se unifica en el sueño del poeta. Reafirma una categoría de los referentes que sólo tiene cabida en la estructura de un libro dedicado a la poesía. La ambigüedad se deslastra porque ese significado no se ubica en el diccionario. Esto en caso que estemos buscando los significados de la palabra asignados por la convencionalidad. La voz del poeta dispone otro alfabeto, otro orden sígnico. Para esto se debe leer el poema en su acción con otro símbolo. El término se adecua a una relación sugerida, mas no la relación causal. Es el atrevimiento de la voz del poeta. La voz nos invita a seguir el juego del: sentido-nombre-cosa. —Sentido en tanto alejado de las doctrinas, nombre por la fuerza fonética y cosa por su referencialidad—. A partir de esta consideración se establece otra relación del significado. Es lo que escucha-lee el lector con el poema. Sucede con Último soneto (junio, 1986): Confiesa Dante amor a la inocencia/Que llamó Beatriz, la de Florencia/La villa de los Borgia, tenue y dura (p. 16). Es un ir y venir en la acción del libro: Continuaré soñando con ese mar que no conozco/…/Ahora soy sólo un sueño vulnerado/… (p. 17). La palabra está sujeta a un adiós, a una despedida, -133-


La fragilidad de los espejos

a un encuentro y una constante conversación entre poetas en el espejo en actitud amatoria, entonces: Walt Whitman, Rafael Cadenas, Eugenio Montejo, William Osuna, Ungaretti y hasta el propio Louis Armstrong aparecen en esta primera parte del libro para que la poesía se restaure en su otro reino. En esta otra parte del libro —segunda instancia— lo entendemos como un homenaje a la poeta argentina Alejandra Pizarnik, el poeta no lo dice, la voz poética sí: A confesión de parte Escribimos para destrozarnos. Ya no hay temor. Cansados de abrir ventanas en el mundo, no buscaremos más en tratados de inocencia. […] Será su condena apaciguarse, Aguardar al siguiente peregrino (p. 39).

El eco de la infancia, de la remembranza, de los espacios y de los sueños serán una representación de un signo nuevo en tanto se reinventa desde una lectura propuesta: Los trabajos y las noches se convierten en un nombre propio que designa una condición: el poema en absoluta soledad porque en poesía todo tiene su tiempo. La conexión estará evidenciada por sentido del signo dispuesto en el poema por eso sus múltiples distinciones en la representación. Decía Vicente Gerbasi (1913-1992) que, mientras para otros en donde -134-


Los trabajos y las noches

termina la noche es cuando comienza para él. Su libro Mi padre, el inmigrante (Monte Ávila Editores, 1986) será el que determine el corpus de su ars poética. En el caso de Harry Almela y del poemario Los trabajos y las noches las emociones, los objetos y la naturaleza estarán dispuestos para sugerir una realidad por vía de las imágenes para crear otra existencia lo vemos en Los hombres solitarios: Los hombres solitarios tienen aspecto de los que vienen de regreso. […] Los hombres solitarios leen, distraídos, los titulares del periódico. […] Los hombres solitarios son fanáticos de los deportes. Piensan. Piensan siempre en lo que tuvieron […] Los hombres solitarios también son víctimas de pesadillas reincidentes. Siempre buscan, a pesar de su convicción en los encuentros. […] Así viven su fábula porque olvidan que los asuntos del hombre tienen su estación y [su causa Disfrutan del llanto como si no hubiera (p. 62-63). -135-


La fragilidad de los espejos

El sistema se rompe, pues si en la vida que se dice ordinaria existe construcciones determinadas, en el poema la estructura será abierta para el lector y en consecuencia logre unir/construir otro significado en la página en blanco. La unidad del libro estará dada como totalidad en tanto su composición. La convicción del poema se configura por la complejidad de su relación con el resto de los poemas. El poemario finaliza con un Postscriptum o notas para un poema de amor. (p. 71) Lacónico, soñado y desprendido como la verdad en los sueños. Efímero por la delicia en el mundo y prometido en el camino de la seducción. Harry Almela: (Caracas, 22 de Septiembre, 1953/Mariara, Carabobo, 24 de octubre de 2017). Poeta, narrador, ensayista y editor. Licenciado en Educación, mención Literatura por la Universidad de Carabobo (UC). Dictó Talleres Literarios en Maracay (1983-1987), Coordinó «Taller de Creación Literaria, mención poesía en el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos» —CELARG— (1992) y como Investigador (1993-1995). Cursos de Postgrado en Madrid y Barcelona (España) (1996). Editor y fundador de «La Liebre Libre Editores» (1991-2003). Colaborador el «Papel Literario» del diario «El Nacional». Premios: «Bienal de Poesía ‘Francisco Lazo Martí’» (1989), Concurso «Bienal de Literatura Ateneo de ‘El Tigre’», en narrativa (1990), «46° Concurso de Cuentos del diario ‘El Nacional’» (1991), «Bienal de Literatura ‘José Rafael Pocaterra’», Ateneo de Valencia (1994), «Bienal de Literatura ‘Casa de la Cultura de Maracay’», mención ensayo (1994), «Bienal de Literatura ‘Miguel Ramón Utrera’, mención poesía (2004), Becario de la «Fundación ‘John Simon Guggenheim’», Nueva York (2009), «Bienal de Poesía ‘Abraham Saloum Bittar’», Cuidad Bolívar (2014). Publicaciones-Poesía: Poemas (1983), -136-


Los trabajos y las noches

Cantigas (1990), Muro en lo blanco (1991), Fértil miseria (1992), Frágil en el alba (1993), El terco amor (1996), Los trabajos y las noches (1998), Palabra o indigencia (2000), Cuaderno de bitácora, Antología 1883-2000 (2001), Instrucciones para armar el mecano (2006), La patria forajida (2006), Silva a las desventuras en la zona sórdida (2012), Contrapastoral (2014). Narrativa: Como si fuera una espiga (1998). Ensayos: Una casa entre los ojos (1994). Por la feraz campiña. Espacios y cultura en Aragua (2001).

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Canto de cacería de María Antonieta Flores

El poemario de María Antonieta Flores Canto de cacería (Biblioteca Municipal Augusto Padrón, 1995) —Premio I Bienal de Literatura Municipal «Augusto Padrón», 1994— está estructurado en tres momentos. Como el título lo indica son 29 cantos que se leen desde el propio comienzo: no podría hablar un fiero cazador de la carne debilitada por el frío de una palabra, por la dureza que nunca se le abrirá ni le mostrará su terrible núcleo ígneo. (p. 15)

Demarca, en este primer poema, una historia íntima. Un poema agrupado en cuatro estrofas y en cada una comienza con la expresión no podría…seguido de cuatro verbos diferentes: «hablar», «detener», «acomodar» y «extender», (en ese mismo orden). Es una conversación interna entre la voz de la poeta y los posibles lectores. La cadencia y musicalidad se dan desde un principio e igualmente el sentimiento se dibuja en las palabras: ígneo, grito, pieles una atmósfera que atrapa al lector. Con todo y que están separados los versos en los tres momentos, como ya lo indicamos, comportan una lectura que se sostiene a lo largo de todo el poemario. Se evidencia una conciencia al incorporar la menor cantidad de signos de puntuación, además de no usar los puntos, en ese caso, el poema adquiere mayor potencia al ser leído. Esto reafirma que la disposición de los poemas [139]


La fragilidad de los espejos

sugiere una experiencia que está cercana a explorar el sentir. Cada lector ubicará el ritmo deseado. La intención es el de explotar las emociones. Debe tenerse conocimiento del lenguaje para luego sí establecer el juego con la palabra, como por ejemplo: Cazador cada mañana sigues tus rutinas y recoges tus aperos cada instante cazador lo sabes No hay esclavitud más terrible que la que te [impone el amoroso deseo que te inquieta No hay mayor goce que el vencimiento de la sangre que los cuerpos que levantan tus anhelos tus necesarios e insatisfechos rigores que van [nervioseando las horas y te hacen desesperación Cazador cómo se quiebra tu mundo cómo se te escapa la presa y te acecha y ese ritual de buscar las huellas (p. 16)

Lo transcribimos completo y tal cual su disposición en la página para que visualicemos la cadencia al ser leído el poema. Unido al juego de una nomenclatura despierta en el lector un significado que lo invita a seguir con la lectura para descubrirse en el canto. Es una confrontación amorosa. La voz de la poeta va llevando al lector a un territorio cargado de energía. Observemos el uso del artífico de la repetición justo en comienzo de cada verso de las sílabas: (ca) en cuatro oportunidades y de manera seguida, luego, ( lo-no) y -140-


Canto de cacería

en el antepenúltimo y penúltimo verso: (có), entonces tenemos: (ca-lo-no-có) que dan cuenta de una sonoridad densa. Sin ánimos de seguir en este conteo, lo que nos ocupa fundamentalmente es la derivación de unos efectos que se registran y quedan en la memoria del lector de manera inconsciente pero que producen un acoplamiento sin que el lector se percate en una primera impresión. Lo que resulta de todo esto y, que consideramos lo más importante, es el acercamiento de lector por vía del poema desde el sonido. La dicción del poema se contempla en un forcejeo de los cuerpos, la mirada y la sangre: con toda la furia espero arrebatarte tus artes de [cazador toda la historia de los caídos toda la sangre que habita tus ojos (p. 22)

La voz no le teme al cazador, lo confronta y le increpa, aun así lo quiere cerca. Lo necesita a su lado. Se repite el recurso literario —anáfora—, su incorporación produce su efecto en la configuración de los poemas. En este poema, aunque parezca contradictorio, la utilización de los términos: sangre, furia y caídos. Nos remite a un sentimiento de conciliación, sólo un poema logra esta derivación. De hecho el vocablo «sangre» está dispuesto en once ocasiones y su variante «sangra» en una oportunidad, situación que no impide el acercamiento hacia lo amoroso, insistimos este detalle por cuanto es un elemento clave y va en correspondencia con el título del poemario, al punto que el cazador es desafiado: -141-


La fragilidad de los espejos

si pretendes cazarme en rápida maniobra si buscas mi rápida caída si piensas que ya estoy en tus trampas sólo te queda actuar sólo arrojarte (p. 32)

Se reemplaza el concepto acostumbrado que tenemos del cazador como un elemento de fortaleza. Acá sucede todo lo contrario. El cazador, en el desarrollo del poemario, se le atribuye una dirección opuesta, incluso, nos atreveríamos a afirmar que la voz se convierte en la cazadora del cazador, valga el juego de palabras. Este escenario poético propuesto por María Antonieta Flores redimensiona a la palabra como el recurso por excelencia para alinear su universo poético. Canto de Cacería: poemas para ser leídos en voz alta. María Antonieta Flores: (Caracas, Venezuela. 1960). Poeta, ensayista y crítica literaria. Profesora en Literatura y Lengua Castellana (UPEL-Caracas). Magíster en Literatura Latinoamericana (UPEL-UPC,). Colaboradora del Papel Literario de «El Nacional», Verbigracia y las páginas culturales de «El Universal». Revista Nacional de Cultura, Revista «Ulrika» (Bogotá), Revista «Viernes» del Diario de Centroamérica (Guatemala), Poeta invitada del Festival Internacional de Poesía de Medellín (2000), Una selección de sus poemas es incluida en la Antología II fiore della poesia latinoamericana d’oggi (Secondo Volume: America meridionale, 2012). Premios: Primera mención del Concurso de Poesía de la Asociación de Escritores de Venezuela (1985), Premio de Poesía «I Bienal de Literatura Municipal ‘Augusto Padrón’» de Maracay (1994), «Premio Municipal de Literatura, mención ensayo ‘Rafael Ángel Insausti’» de Barinas (1996), Premio ensayo Literario «IV -142-


Canto de cacería

Bienal de Literatura ‘Mariano Picón Salas’» (1997), Mención «Premio Municipal de Literatura» (1999), Premio Único del «Primer Concurso Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana» (2001), «Premio de Honor Naji Naaman’s Literary Prizes (2016). Publicaciones de Poesía: El señor de la muralla (1991), Canto de Cacería (1995), Presente que no es ausencias (1995), Agar (1996), Criba de abril (1998), Los trabajos interminables (1998), La desalojada luz de la tarde (1999), Indigo (2001), Limaduras (2005), La voz de mis hermanas (2005), Regresaba a las injurias (2009), Madera de orilla (2013), Temples (2014), Deletérea (2015). Ensayos: Sophia y mythos de la pasión amorosa (1997), Memoria y exilio, ensayo «El Caribe como sello poético en la obra de Miguel James» (2000), Confines del placer, ensayo «Sosegar(se)». «La desalojada luz de la tarde» (2000), Roberto Bolaño: la escritura como tauromaquia, ensayo «Notas sobre Los detectives salvajes» (2002), Nación y Literatura, ensayo «El vínculo inevitable: la ciudad en la poesía del siglo XX» (2006), El país en el espejo de su literatura, ensayo «La breve mirada» (2007), Aproximación al canon de la literatura venezolana, ensayo «Lo doméstico, categoría de lo urbano y lo poético», sobre Luz Machado; «La contención de las emociones», sobre Elizabeth Schön; «El sacerdocio de la palabra», sobre Ana Enriqueta Terán (2013). A demás de ediciones sobre crítica y antologías.

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El eterno aprendiz/Resplandor de María Auxiliadora Álvarez

El amor es una condición o estado que connota una manera muy particular de ser. Las sensaciones se descubren ante una realidad. Quien la siente refleja una luz con diferentes tonos. La palabra puede ser el vínculo que se manifieste para demostrarle a ese ser querido o cercano. Pero cuando se trata de la manifestación hacia lo religioso y más concretamente a la condición espiritual implica otras situaciones. Primero se debe creer en un Dios, segundo se debe estar convencido de la pre-existencia de una divinidad para que luego pueda surgir un estado especial. Ahora bien, la escritura puede acercar al poeta con su voz a que materialice su estado de ánimo. Se entiende que todo lo que esté ligado o relacionado con Dios lo envuelve una atmósfera de lo sagrado y esto lleva al que siente y escribe sobre la fe, lo puro, lo sublime y lo limpio entendido esto como una cercanía a la espiritualidad. La voz del poeta procurará alcanzar el grado prístino o asceta. Un poema es un mundo insospechado de imágenes, cada nueva lectura de un poema es un encuentro con un universo de situaciones. Cada poeta deslumbrará ese universo de sensaciones. Éstas se descubrirán a cada instante. El poeta desbordará una realidad que puede ser única en un momento para eternizarla con su artificio. Es una reinvención constante de un complejo mundo con infinitas histo[145]


La fragilidad de los espejos

rias como infinita la incertidumbre de un adiós desde los afectos. Asumir la experiencia como lector desde los poemas de María Auxiliadora Álvarez con su poemario El eterno aprendiz/Resplandor (bid & co. editor, 2006) es como transitar en una acción de sustantivos y verbos. Los poemas de Álvarez comprenden un universo que comportan una estructura que la caracteriza. Las imágenes se desnudan desde el inicio hasta el final. Cada poema consagra una historia particular. El lector encuentra asidero en la geografía del memorial en la voz de la poeta. La lectura es un constante hallazgo. Los poemas se encarnan en una voz con un recorrido visual cercano a la familia y a un sentido espiritual que traduce los diferentes encuentros con una realidad que se divisa desde su experiencia hasta su culminación por medio de la palabra. Es un mundo que se convierte en un juego de imágenes, experiencias y vicisitudes que se comparten con los lectores. Leemos en el poema «La noche y el día» y hallamos un universo de una voz poética. Esta voz permite que el lector se acerque al poema-universo para arroparlo y comprenderlo. Los vocablos utilizados contextualizan la existencia de una voz. La voz desde su otro mundo, verbos contenidos de significados. El tiempo, lugar, el sujeto, acciones para Álvarez son experiencias reunidas en el poemario. La existencia de una relación entrañable con su padre que se extiende a sus hermanos, hermana e hija está dada es en primera instancia. Amor y espiritualidad en los poemas de Álvarez: se habla de una ascensión con la figura de su padre, descubre su -146-


El eterno aprendiz/Resplandor

fervor hacia un ser. Su entrega es evidente. Su amor es indiscutible. La condición religiosa va tomada de la mano hacia lo esencial de la vida que gira alrededor de su devoción por su padre. Es a través de él que manifiesta su regocijo por un encuentro sideral. Su padre le brinda la paz interior y por quien, también irradia su entrega hacia el resto de los seres queridos. Es el consejero —su padre— que la catapulta para minimizar un dolor. Cada verso redimensiona su fortaleza espiritual, la consagración es genuina e irreductible. En este poema Ascésis (p. 7): Noche: ¿Serás la falta de sentido O serás la falta de imaginación? ¿Serás Noche La sombra colgante? ¿Serás la prueba del fracaso de la luz? ¿O serás Noche el largo gran expectante deseo del día su acecéis su renuncia o su inmerecimiento?

Menciona el vocablo noche (subrayado nuestro) en tres oportunidades, lo contrapone con el día/luz, una suerte de negación que se diluye en el transcurso -147-


La fragilidad de los espejos

del poemario. Pero en ese instante, la noche se siente cercana a su vida, la noche como final, la noche como un cierre de un algo, lo inmerecido. Las interrogantes están planteadas. La duda debe existir, es lógico, ante tal acontecimiento, la muerte. Es la negación previa al duelo y la aceptación. La presencia de su Dios —su padre— es la certeza de saberlo de ella. Es un estado puro. Su verdad, la cual defenderá por encima de su integridad física, quizás. Luego, palabras como: silencio, memoria, deseo, amplitud, infinito, infancia, amor y vivir, entre otros son términos que aparecen en los poemas de Álvarez condicionan al lector a un estado de meditación y entrega.

Es la identificación de la poeta-asceta con la eternidad, entendida esta con todo lo que está tocado por la religiosidad. El amor hacia Dios manifestado, materializado y evidenciado con la realidad de la voz poética: la muerte de su padre. Es posible que para el lector sea una motivación y estímulo para sintonizarlo ante lo espiritual. Estado que redimensiona tanto a la poeta como al lector. La dificultad del hombre en el mundo terrenal queda relegado por la visión ante un ser superior. Es una suerte de salvación desde el sentimiento del amor en su máxima condición de espiritualidad. Es el convencimiento pleno hacia lo sagrado y por consiguiente ante Dios. Si en El eterno aprendiz se plantea la aceptación de la muerte, pues en Resplandor los poemas son más líquidos —permítanme el término—. Logramos comprobarlo con la localización de las palabras como conjeturas-signos: luz, resplandor, día, sol por mencionar al menos cuatro que son reiterativas en el transcurso de esta -148-


El eterno aprendiz/Resplandor

segunda parte del poemario. Cuando afirmamos que es más líquido tiene que ver también con lo cristalino. Leamos Punto de luz (p. 52): Tu ojo señala el ojo donde nace el día punto de luz sobre luz Nómbranos le digo finalmente y un reloj de otro mundo nos da su palabra

El poemario va como en un espiral. Es un eco que va replicando la voz que aclara y propone el sentir de una vida. El intentarlo tiene sentido. La existencia no sólo se nombra, se reconstruye al nombrar lo representado. Nos percatamos de ello, al leer los poemas Una suave luz (p. 58) y Hemos soñado (p. 60) se evidencia este argumento. Existe una coincidencia entre la palabra y su proceder —su sentir— va fluctuando el dolor hasta llegar a la ascensión. Lo vemos en Alto abismo (p. 64), Hilo de aire gris (p. 69), Humo (p. 70), Agua (p. 72) y La rama partida (p. 73) términos como: vastedad, hoja, flor, fuego, suelo, cielo, pirámide, humo, agua, lluvia, nieve y rama le cantan a la resonancia de la vida. -149-


Tenemos entonces que los poemas de María Auxiliadora Álvarez nos acercan a una intensidad, lo doloroso-trágico se convierte en un canto en donde: Nuestra es la puerta del aire. María Auxiliadora Álvarez: (Caracas, Venezuela, 1956). Poeta, ensayista y profesora de literatura venezolana. Doctora en Literatura Hispánica. Estudió artes plásticas en Colombia y Venezuela. Ha expuesto su obra plástica. Participó en el Taller de poesía en el «Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos» (Celarg). Premios y reconocimientos: «Premio de Poesía del Consejo Municipal de Cali-Colombia» (1974), «Premio Fundarte de Poesía» (1990), «Internacional Award Maria Pia Gratton», Estados Unidos (1999). Publicaciones: Mis pies en el origen (1978), Cuerpo (1985), Ca(z)a (1990), Inmóvil (1996), Pompeya (2003), El eterno aprendiz y Resplandor (2006), Lugar de pasaje, Antología (2009), Las nadas y las noches, Antología (2009), Cuerpo y paréntesis del estupor (2011). Piedra en: U (2016), La mañana imaginada, Antología poética, 2021-1078 (2021). Aparece en más de 20 antologías poéticas en diferentes países: España, México, Estados Unidos, Colombia, República Dominicana, Chile, Suiza y Venezuela.

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Nenúfares malogrados y otras pesadillas de Miriam Mireles

El poemario Nenúfares malogrados y otras pesadillas («El Taller Blanco Ediciones», Colección Voz Aislada. 2020) de Miriam Mireles nos remite a una mirada de correspondencia con un encuentro resplandeciente en los sueños. Sí, así como se lee. Los sueños para la voz poética de Mireles son luminosos por cuanto los vocablos se juntan en la continuidad de la vida. Es decir, no existe ni comienzo ni final. Es una circularidad constante. Es una suerte de rueda que contiene palabras que van hacia una estructura transparente al encuentro de una voz. Voz que se concilia con la lluvia, besos, noches, imágenes, torpezas, laberintos, ranuras y recuerdos para que se unan con una ascensión contemplada. Este encuentro de imágenes se conjuga con la voz en primera persona: [1] Remonto un muro…Me acerco… [2] espero las flores… [3] les digo que deseo… [4] No he dormido… [5] No puedo dormir y cuidad las palomas… Estas imágenes de los primeros cinco poemas manifiestan un susurro que se deja oír muy cerca de los sentidos para explorar en las representaciones de la polisemia: [2] En el preludio de la búsqueda de los sueños con besos inigualables, espero las flores. Las flores que inclinan su fiel para abrir pétalos. Para ganar una ofrenda sin espinas (p. 8). [151]


La fragilidad de los espejos

Palabras contenidas para un destinatario: Los sentidos: piel, olores, sabores, cuchicheos, y lo visual —fundamentalmente lo afín con lo contemplativo que no tiene nada que ver con la observación, pues no se trata de objetivar, no, todo lo contrario, es el acto puro de éxtasis con lo que no se mide— se agolpan para apelar a una realidad instintiva e intuitiva. Insisto, es un asunto de sensaciones: [5] Siluetas cortadas/ Estampadas sobre papel sin cuerpos…Dedico horas de las madrugadas a/borrar en mi piel manuscrito, frases que no terminan.(p. 11) Una voz poética que va decantando su existencia a cada momento. Cuenta y canta pero no se detiene, se hilvana una historia que sólo la voz descubre en lo imaginario. Es una existencia en constante reinvención con los sueños. ¿Es un viaje nocturno? ¿Quién patenta su noche? La comprensión de la noche y los sueños están sujetos al encuentro de historias. [24] Esas pesadillas. Sombrías. De lugares opacos. De sueño continuado. Sueño donde mi cuerpo reaparece. Rutas. Esteros. Pantanos. Lo escarpado. Lo intrincado. Cuevas que nadie ha visto. Ni han visitado. No hay cielo. El sol sale desde las aguas… (p. 30).

Se afloran secretos en el silencio que abriga su lejanía. Se le aclara aquello que puede estar turbio. Su cuerpo puede que no esté completo lo declara en su humanidad, aun así su alma ilumina en un sueño de tres días el sentido volátil de la existencia. Suspendida en un cuerpo árbol, eso es ella, árbol con -152-


Nenúfares malogrados y otras pesadillas

raíces profundas que llegan a las perplejidades de su inconsciencia. La voz que canta sus deseos: «noctámbula», «ígnea», «ninfa», «imago», «cabalga», «nenúfar», «vulnerable», «alucina», «descalza» en otro universo. El del encanto con la escritura. Ella es un sueño que aparece en los 26 cantos. Sueño constante en donde aparecen personajes o duendes que motivan al lector a buscar el esplendor de cuadros imaginarios. El sueño es como el espejo en la voz de la poeta. Ese reflejo no caduca, en todo caso se multiplica en su andar por la noche o el día para desembocar en un despliegue de imágenes sin demoras. Sus pensamientos y sus sensaciones vuelven una y otra vez en su habitar poético. Lo habitual en la voz es cantarle a los sueños. Ellos, los sueños, se descubren ante la posibilidad de un destino enmarcado por locuciones. Voces que se rencuentran en una cercanía sugerente. Palabras que cantan y se decantan en la lectura que retoma la inconsciencia de los días. La voz despierta su mirada en los caminos en ese reflejo incandescente del espejo. Miriam Mireles: (Maracay, Venezuela, 1954) Poeta. Profesora de matemática, egresada de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador de Maracay (UPEL). Magíster en Ciencias, mención Matemática en la Universidad de Carabobo (UC). Especialista en Informática EducativaUniversidad Simón Bolívar (USB). Doctora en Investigación y estudios avanzados en educación a distancia en entornos virtuales (Universidad de Granada, España). Sus Poemas en Antologías: ¡Metapoesía de mí!, Antología poética (2003), Voces metapoéticas (2004), Pasajeras, Antología del cautiverio (2020). Autora-colaboradora de libros: Petrarca en Venezuela -153-


(2004), Leonardo Da Vinci en Venezuela (2006), compilador Valeriano Garbín. Publicaciones de poemas: Apenas el cielo se abre (a tres tempos) (2010), Nenúfares malogrados y otras pesadillas. «El Taller Blanco Ediciones». (2020).

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Pasajero de Néstor Mendoza

Cada poema refleja una dicción específica: poema y dicción se conjugan. Dependerá del contexto para que la motivación esté presente, luego los ensueños y las imágenes se forjan en el poeta. Éste, el poeta, puede que no escape a esta condición, es decir está sujeto a ciertas discreciones que lo pueden inducir a escribir de una determinada manera. Al leer un poema debe, en todo caso, despertar una inquietud para que el lector se detenga y diga que existe algo en ese amasijo de vocablos. Un algo que lo perturbe o sobrevenga a una ilusión. Entonces, cuando se está ante un poema encontramos una dicción clave que nos incita a un estado de ánimo determinado. La significación que en su conjunto muestra un universo de situaciones apegadas a los sentidos y a los hallazgos que luego son visualizados con el estrépito de las palabras. Esa combinación de imágenes transfiere una sonoridad, la sonoridad del poema. Sucede con el poemario de Néstor Mendoza Pasajero (Dcir Ediciones. Caracas, 2015). Es un cuerpo que se arma en cuestión de instantes para contemplar lo vivido y lo que sobreviene luego: El pasajero anciano y el pasajero joven se encuentran en el mismo asiento, comparten la misma ruta y no lo saben. Se dejan llevar a otra avenida, para extraviarse, mudar de una vez el trayecto establecido… (p. 6) [155]


La fragilidad de los espejos

Un soplo es suficiente para vernos al otro lado, luego se transfiere en eternidad aquello que es incomprensible ante los colores. El paisaje, la historia, la realidad y el discurso se agolpan en un espacio reducido. El espacio tangible del que nos percatamos con la mirada. Lo que importa, si de eso se trata, son los matices que convoca la voz poética para trazar la sensualidad del movimiento contenido en el otro espacio, el que añoramos con los ojos abiertos o cerrados. Igual el espejo se refleja en la retina del pasajero. El esplendor está concentrado en la corriente que lleva la voz hacia delante. La voz siente y padece un pretérito pero escucha la resonancia de la aureola en la palabra venidera. Es un diálogo consigo mismo. Márgara Russotto en Dispersión y permanencia (Comisión de Estudios de Postgrado, Facultad de Humanidades y Educación-Universidad Central de Venezuela. Caracas, 2002) comenta que: …yo quisiera que mi poema, el buen poema de cualquiera, el poema ideal, tuviese ante todo pertinencia situacional para librarse del capricho y la liviandad. Esto quiere decir que justificara su relación con la circunstancia del enunciado,… (p. 101). Citamos a Russotto por cuanto expresa claramente la dimensión de una movilidad en el espacio y en la memoria de la voz poética de Mendoza. Un paisaje visible como: aves, cuerpos y un país en consonancia con el otro paisaje configurado en la memoria, en la sensualidad, en el gesto y en la contemplación de lo frágil: Los poemas de Mendoza. Pasajero comporta esa pertinencia situacional de la que habla Russotto. El libro en su totalidad contiene un tempo poético. Es el poema en tránsito con su ritmo que deviene en -156-


Pasajero

una insinuación con su necesidad fonética, pues al «decirse» se desnuda con imágenes: Solo tengo una mirada sencilla, miedosa,/para este paisaje. (p. 31). La fragilidad en tránsito transparentado en el espejo. Es un acontecimiento efímero a pesar de las distancias recorridas. Contradictorio, pues el paisaje va quedando atrás, aun así, la visión se identifica con lo que está en la eventualidad del por-venir. Pasajero, partiendo de las consideraciones de Russotto, adquiere categoría con nombre propio, es un «corpus» que moviliza a los poemas. Es un llamado que la voz del poeta canta. No existen posesiones, todo lo contrario, se deslastra de los cuerpos extraños…/… paisajes incómodos… /… espasmos y secreciones. Los verbos conjugados acoplan una relación de parentesco en la densidad del viaje. Todo es movimiento. El verbo en su más genuina acción poética que recorre paisajes como fotografías. El primer poema que da título al libro es la concentración de un recorrido, es decir las estaciones se van dando en su traslado. Es la continuidad, insistimos en esto: casa, parentesco, naturaleza, pues lo tangible en comunión con lo impredecible. Es otra manera de afrontar este camino por una geografía que dibuja en una Cartografía: (p.p. 30-31). Es la mirada para un país doloroso y amoroso a la vez. Si acaso existen detenciones, es para el extravío de los espejos. Los que acompañan a cada viajante con sus ausencias en el rostro. A estos seres que modifican un universo vertido en poemas: hombres, mujeres, ancianos y jóvenes, a pesar de su separación filial y espacial, los une, insisto, la acción del verbo: «se acercan», «se dejan llevar», «se dejan detallar», «se encuentran», «ofrendan», «se despla-157-


La fragilidad de los espejos

zan». La contemplación del poeta, luego los admira porque se va a una misma dirección, al encuentro de una respiración: DECAPITACIÓN por la parte más vulnerable, por el lugar donde más rápido escapa el alma. El asunto es sencillo: la precisión no cuenta. Solo un movimiento seco. Solo debes acercar el objeto con filo y hundirlo. No necesitas sentimientos. Hace falta la frialdad de la mantis que devora la cabeza del consorte. Déjate llevar por el corte que no cuestiona, hasta que una parte del otro hombre deje de respirar en tus manos. (p. 33)

Todos los pasajeros son los protagonistas de un destino. Se reflejan en la ventanilla, en los ojos del otro, en la memoria de un país y los recuerdos de seres queridos presentes o ausentes, no importa, siguen en una permanencia legítima por el arraigo y por sus vivencias. Todos en un habitáculo. Todos en un breve espacio que los estructura en el devenir de sus acciones. Entonces, la sucesión de figuras literarias y reiteraciones dan con un discurso que muta en cada milímetro-centímetro-metro-kilómetro en recorrido. No hay lugar para posesiones, ni interferencias, lo sustancial está en el sonido distintivo del poema: la -158-


Pasajero

voz. Se poetiza el viaje. Se decanta la palabra y su propio alfabeto. El paisaje condensa la esencia sin pertenencias: agua, brisa, sol, tempestades, miedos, sueños, oscuridades, incertidumbres y la nada. Todo en el poema. El lector no desfallece, se impulsa en su sensualidad de ver el mundo desde la óptica de lo intangible: la poética de quien viaja en un roce, una respiración o una mirada huidiza. El universo no se explica, se siente con el viaje en una dirección con dos vertientes: lo terrenal, pues todos llevan un destino definido, si acaso existe y luego, el viaje de la voz poética —en la soledad de la contemplación de ese único pasajero—. La palabra en tránsito, en continuidad como la vida en el ángulo en donde nada es absoluto todo cambia vertiginosamente en un sueño momentáneo…un gesto breve. Cadencia particular que perfila al poeta en una línea de acción que no es otra que la voluntad de manifestar su configuración: La palabra contiene una mirada. Mendoza apela al enlace de figuraciones por vía de estructuras y estilos aplicados en el siglo XII —la sextina—y el siglo XIII —la cuaderna vía— (como bien lo explica el poeta en la entrevista que aparece en libro Nuevo país de las letras. Colección Los rostros del futuro, 2016. Compilado por Antonio López Ortega, editado por Banesco) y las revitaliza en Pasajero. Igualmente aborda otros temas propios de la ciudad relacionados con el maltrato a los semejantes en sus diferentes manifestaciones. El poeta le confiere a los temas el giro con la óptica de un enlace poetizado. Es la otra mirada de la realidad: su espejo poético en -159-


conversación con la otredad. La sonoridad reconciliada con la esencia que dispone el lenguaje. Néstor Mendoza: (Mariara, Carabobo-Venezuela, 1985). Poeta. Ensayista. Editor. Licenciado en Educación, mención Lengua y Literatura en la Universidad de Carabobo (UC). Cursó estudios de Literatura Latinoamericana en la Universidad Experimental Pedagógica Libertador (UPEL) de Maracay. Forma parte del equipo de redacción de la revista «Poesía», donde gestiona la colaboración de nuevos poetas. Participó en la Dirección de Medios y Publicaciones de la Universidad de Carabobo como corrector del semanario «Tiempo Universitario» y fue coordinador de Relaciones Institucionales de la Feria Internacional del Libro «FILUC». Sus poemas han sido traducidos al italiano, alemán, inglés y francés. Premios: «IV Premio Nacional Universitario de Literatura 2011». Finalista del «I Concurso Nacional de Poesía Joven ‘Rafael Cadenas’» (2016). Finalista del «XL Premio Internacional de Poesía ‘Juan Alcaide’» (Ciudad Real, España, 2021). Publicaciones: Ombligo para esta noche (2007), Andamios (2012), Pasajero (2015), Ojiva (2019), Sprengkopf (Hochroth Heidelberg, 2019), Dípticos (2020) y la antología poética Simulacro (2021). Sus poemas han sido incluidos en las siguientes publicaciones colectivas: Antología de poesía iberoamericana actual («ExLibric», Málaga, 2018), Nubes. Poesía hispanoamericana («Editorial Pre-Textos», España, 2019), El vuelo más largo. Poesía hispanoamericana («Ángeles Del Papel Editores», Lima, 2020), Espacio, me has vencido. Antología de poesía hispanoamericana («El Ángel Editor», Quito, 2021) y en Voces orquídeas. Muestra de poesía venezolana contemporánea («Fundación Pablo Neruda», Chile, 2021). Actualmente es editor en «El Taller Blanco Ediciones», Colombia.

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Antología poética de Alejandro Oliveros

Valencia, miércoles 12 de febrero de 1997 [...] En ocasiones, como esta mañana, me resulta difícil creer que hayamos llegado tan lejos sin los dioses. Tal vez sea por estos que, en realidad, no hemos llegado demasiado lejos. La injusticia es la injusticia y la mentira es la verdad. Ayunos de dioses caímos en estado naturaleza espiritual. Sauve quipent. (Diario Literario Enero a Mayo-1997, Blacamán Editores, pp. 64-65)

Comenzamos con este texto del poeta Alejandro Oliveros, aunque no es de este libro que pretendemos conversar. Sin embrago nos cautivó la expresión por cuanto recoge en buena medida lo que somos como seres humanos en esta urbe donde nos ha correspondido existir, de hecho hay una canción popular —de Alejandro Sanz— que dice: no es lo mismo ser que estar/ No es lo mismo estar que quedarse, ¡qué va! no. Porque puede que estén todos pero ser y quedarse no todos lo conciben. Puede que estén como las piedras sólo esperando que el viento los convierta en sedimento, ahora ser tiene que ver con la existencia, aquella que moviliza, desde uno mismo y luego hacia el resto de los semejantes. Alejandro Oliveros, el poeta, es esto. Él es en todo momento un poeta que no está en un mismo lugar, no. Él, el poeta, desanda por los caminos, [161]


La fragilidad de los espejos

pueblos, ciudades, países y mundos insospechados con el sustantivo y el verbo en los poros. Él es el ser. Él ve en los hombres y en la naturaleza —que al final de cuentas es igual—, aquellas letras para componer su abecedario y materializarlo en sus poemas y Diarios Literarios. El poema, luego se presenta con la verdad de los dioses: ¿Y quién salva a quién? —Sauve quipent— . Dicho esto pasamos a dialogar de la Antología poética (Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2011) de Alejandro Oliveros. Entonces, su Antología poética es un viaje en continuidad. Este registro asoma que su escritura data desde los 26 años aproximadamente —los publicados—. Oliveros puede que tenga sus verdades entre en familia y la música, pero igualmente se sentiría —acá especulo— muy dolido si no viajase y ni escribiera. Quiero expresar con esto que el poeta se compone de: familia, música, viajes y escritura, pero sobre todo de las interminables conversaciones en los encuentros con sus oyentes en las múltiples clases y reuniones porque le da rienda suelta a su verbo poético en los idiomas que se le antoje: inglés, italiano y su español profundo con su acento característico. Este viaje comienza con Espacios (1974): NATURALEZA MUERTA Inerte entre la pared y el estante un viejo cesto de mimbre. En su interior, sobres arrugados, carpetas y papeles que no volverán a leerse. -162-


Antología poética de Alejandro Oliveros

En los armarios el quieto silencio de las cosas, la muda fatiga de libros y revistas. Tras la ventana El cielo oscurece lentamente. El cesto de mimbre inmóvil en su ángulo, percibe la tarde y sus espacios. (p. 12)

Poema que entraña respuestas a una significación por la figura que se erige. En ese espacio incorpora los objetos como sujetos de su poética. Es un discurso desde la instancia de la cotidianidad vuelta en figura de un cuadro proyectado en dirección de una ventana, pues, «pared/estante», «carpeta/papeles», «armario/silencio», «cesto/inmóvil», «ventana/cielo» y «tarde/espacios» son uno en la contemplación del poeta: un fragmento acoplado, una nueva unidad en la admiración. En Roland Barthes por Roland Barthes (Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1997) menciona la Tentación del alfabeto: …El alfabeto es eufórico: acaba con la angustia del «plan», con el énfasis del «desarrollo», con las lógicas retorcidas, con las disertaciones; una idea por fragmento, un fragmento por idea, y para la sucesión de estos átomos… (p. 158). Acá la Antología se configura como fragmento que concurre en una idea, la idea del tempo poético en los poemas —e incluyo los Diarios— de Oliveros. Nada está preestablecido, el poema se cristaliza desde la ruptura que acontece en la hechura de ese universo poético. No es lo que -163-


La fragilidad de los espejos

está —ese conocimiento expresado en el diccionario no tiene validez, en este caso, importa poco porque ya ha pasado por otro encuentro de desconfiguración para convertirse en lo otro, la palabra por sí sola y su arbitrariedad está en el diccionario —Lo que atañe es lo está por ser, en consecuencia, el fragmento como idea y conjunto se transforman en sustancia. El alfabeto se restituye en su condición de una nueva entidad, en tanto poema: el poema será una gama orgánica de energía. Ese privilegio se nos otorga al leer En sonido de la casa (1974): Cumboto (p. 22) un canto extenso dedicado a su padre —Daniel Guillermo Oliveros—. Es el viaje hacia el recuerdo de los días, muelles, espuma, vigilia, sombra conocida y el sonido… La distancia no dejará nunca de aumentar,//entre los días y nosotros, entre el puerto//con sus voces y los barcos que parten en la noche como espejos. La distancia es lo que nos une, en el cuarto creciente y en el cuarto menguante//Las pisadas sobre el piso de madera se repiten,//el sonido de la casa es diferente… como diferente es el canto que rememora una partida que se erige en el presente. Es una incertidumbre con el sentimiento traducido en su lenguaje. En Noche de Diciembre (p. 31) dedicado a su presente, su hija Constanza, su otra verdad, N.Y, (p. 34) dedicado a Juan Sánchez Peláez, un buen amigo y Columbia (p. 39) con dedicatoria a Eileen, su esposa. Poemas que se conjugan en una mirada, un afecto en tanto una historia que se edifica en el tiempo de la voz poética. Construye, como lo afirmamos más arriba, su alfabeto sin teorías: retazos-visiones de vida en un transcurrir para redefinirse en el sentido: la emoción. Variantes en las antípodas de lo establecido. Poeta y poema se cimientan: …//Despierto. La tibieza de tu -164-


Antología poética de Alejandro Oliveros

cuerpo desnudo. Lo real. (Sueño, p. 42). En Fragmentos (1986) de las presencias afectivas vuelve su mirada a la presencia de poetas como Alexander Pushkin y Ana Ajmátova en el canto XVII (p. 76-79) con un aire de sentencia funesta, ya al final del poema expresa: […] Hacia el norte, frente al oscuro mar, el silencio y la soledad se extienden sobre la arena. ¿Qué será de nosotros? ¿Hacia qué puerto dirigir estos lentos pasos este dolor y estas lágrimas? (p. 79)

Quedan los poemas como una ensoñación. Moran en la atmósfera de lo poético. Los poetas por cualquier circunstancia fenecen. El poema se mantendrá en medio del camino…//…escapándose entre sombras. El poema permanece en la quietud de la página para ser leído, luego no habrá soledad que le imponga otro destino. Fluyamos, Todorov (1981), plantea una clasificación de los signos según «La doctrina cristiana»: Según el modo de transmisión: el significante debe ser sensible, en tanto los significantes están sujetos a una división de acuerdo con el sentido por el cual son percibidos. Los signos que el hombre emplea para comunicarse se relacionan con los sentidos —la vista y los oídos—. Para San Agustín, citado por Todorov en el mismo libro, el lenguaje es eminentemente fónico y la mayoría de los signos son palabras, se descubre el pensamiento por vía del vocablo empleado. A partir de -165-


La fragilidad de los espejos

esta consideración el poema contiene una sonoridad particular. Emerge una cadencia que ejerce en una intencionalidad hacia la conmoción —aquello que causa un jadeo o perturbación que está relacionado con los sentimientos—. Es decir la relación simbólica de los signos (vocablos-palabras) se transparentan con la contemplación de la voz poética, luego el poema. Es otro signo en la unidad del poema. La relación se establece en el plano del contenido transformado para llegar al plano de la expresión, es decir, el poema. Otra dimensión de los significantes. La palabra en el cuerpo del poema. La dimensión de la significación constructora de mundos e imágenes en tanto los poemas existan. La comunicación establecida por la voz poética adquiere la categoría no convencional, en todo caso, exige otro comportamiento ante el poema. Los poemas de Alejandro Oliveros se descubren en la sensibilidad de este acto. Es su estética ante el acto único de creación. El texto como unidad significante adquiere una resonancia en el lector, luego de ser articuladas se descubre otra dimensión significativa alejada de la convencionalidad. Coloquemos como ejemplo un espejo. Tendrá tantas significaciones posibles por su relación con lo expresado en el poema. Según sus lecturas —en el plano de todos los sentidos— el espejo comportará: vida/muerte, hombre/mujer, lucidez/oscuridad, noche/día. El juego de los vocablos estará dispuesto para la concurrencia de los lectores. El poema transportará al lector a esa nueva realidad significativa como esencia, lo esencial. Los poemas de Oliveros son cantos motivados por la síntesis de un ser en recorrido. En movimiento constante, no sólo físico, sino en el traslado de sus pensamientos y emociones. La palabra sustancial envuelta en conexiones -166-


Antología poética de Alejandro Oliveros

con la necesidad de expresar los mundos internos de la voz poética. En Visiones (1991) se muestran tres poemas seleccionados: «Nirgua», «Esfinge» y «Marsias», colocaremos sólo un fragmento de este último por razones de espacio. Poemas que van en consonancia con el título del poemario. La voz poética va en su recorrido hacia espacios de su naturaleza poética, veamos: MARSIAS Quid me mihi detrahis? Ovidio

Era del año la estación de los vientos y los fuegos, Cuando el cielo enrojecido adelanta su marcha hacia el poniente, y las noches se hacen frescas en las calles y en la [plaza. La espesura amarillenta había comenzado a [desplazar el verde de los campos. No lejos del camino, bajo la sombra de un apamate [blanco, Vimos a Marsias, el sileno. Vuelta la cabeza hacia la tierra sedienta, se retorcía el fauno degollado. No podríamos olvidar aquella mirada vencida, El balbuciente decir de sus gemidos: […] (p. 109). -167-


La fragilidad de los espejos

Es el universo mitológico reunido en la naturaleza y visión del poeta: Ahora, la voz —personificado por Apolo— y el instrumento —representado por Marsias— se enfrentan en duelo musical y puede más la voz sobre el instrumento. Marsias es vencido por Apolo, luego de los alegatos de este último ante las Musas. Marsias pierde y es degollado, su sangre da origen al río Marsias, afluente del Meandro. Nos tomamos la libertad de trasponer los espacios y los tiempos y afirmar que, en este caso, la voz del poeta prevalece en el poema porque el poema es diálogoconversación continuo en el existir. La palabra como prolongación y fundación en esa existencia humana. Avanzando en la lectura de la Antología poética de Alejandro Oliveros llegamos a Preludios (1993): I In memoriam D.G.O. 1992-1986 Is the year‘s midnight J.D

Hoy es el día más corto y la noche más oscura. Es el resumen del mundo. Su absoluto espejo. Hoy, por primera vez, el desvarío aproxima su mirada al torcido anón y sus helechos. Más violento que sus sueños, menos largo que sus [manos. Veinte años palpando a ciegas el espacio. Entre las hojas del plátano, Santa Lucía observa la fugacidad lenta de los gestos. -168-


Antología poética de Alejandro Oliveros

Los cansados pasos que llegaron de lejos. Todo el cielo oscurece. Todas las estrellas se [espantan. La luz es tan pobre en esos párpados que no alcanzaron la agonía del solsticio (p. 113).

El lenguaje de los símbolos es una herramienta que sugiere múltiples interpretaciones. No es propiamente una teoría de su poética. Aun así su ars poética gira en torno a varios elementos que ya hemos mencionado con anterioridad: familia, amigos, viajes, la música y su constante conversación con los otros. Eso convierte al poeta en un ser que pertenece a la palabra. Se contienen dos memorias. La de un arraigo pero matizado por todo lo anteriormente afirmado, es decir, su historia gira y se concentra con la memoria poética en relación con el resto de sus semejante y por consiguiente con su universo. Las revelaciones están sujetas a «la música encantada», «la danza», «al paisaje», «desiertos de transparencia», «la soledad de los zaguanes», «la noche enamorada», entre otras muchas imágenes que alucinan y acompañan la poética de Oliveros: Tristia (1996), Magna Gracia (1999), Poemas del cuerpo y otros (2005), Poemas dispersos y Poemas inéditos. Todos ellos recogidos en esta, su Antología poética son una muestra de lo que ha sido, es y será la poesía venezolana. El comentario siguiente nos permite cerrar con estas consideraciones en torno a la poética de Alejandro Oliveros: Heidegger (Hölderlin La Esencia de la Poesía, Antropos, 1989), cuando plantea el concepto de la palabra a partir de Hölderlin. El hombre dispone de -169-


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un recurso y será él quien determine su utilidad en el acto creador y en consecuencia en el acto comunicativo, entendiendo de esta manera el arte y más concretamente el de la poesía, será el poema que brinda la posibilidad por ser una forma discursiva que genera en el lector una lectura, en tanto visión de los acontecimientos de la vida y su entorno; sus intimidades transpuestas por la voz poética a los ojos de quien se percata de un amplio universo de significaciones cuando se está en presencia de un poema. En ese sentido Heidegger plantea cinco sentencias: Primera Sentencia: La noción del juego, poetizar a partir de esta condición. Segunda Sentencia: La conexión establecida a partir de lo que somos: el lenguaje como palabra esencial. Tercera Sentencia: hablarse uno al otro sobre algo (en-diálogo), y agregamos: hablar sobre poesía: somos conversación. Cuarta Sentencia sobre la esencia de la poesía es la fundación por la palabra y sobre la palabra y por último; y Quinta Sentencia la contiene todas las anteriores por cuanto plantea que el mérito que sostiene al poeta es el de morar poéticamente. Es un universo que se construye a partir de una idea fundamental, la poética. Ratificamos entonces que la poética de Alejandro Oliveros y su campo de acción se comprenderán desde la imagen creada. En estas cinco sentencias se concentra su obra escritural, en tanto, recopila con éstas el criterio de morar poéticamente. Comulga con la existencia, con la vida y hace de ella un corpus posible y susceptible a manifestar un universo por la vía fundamental: su pensamiento, su verbo y su poética. Alejandro Oliveros: (01 de marzo de 1948. ValenciaCarabobo, Venezuela) poeta, ensayista, crítico literario, -170-


Antología poética de Alejandro Oliveros

traductor y editor. Profesor de literatura inglesa y norteamericana en la Escuela de Letras de las Universidad Central de Venezuela (UCV). Fundador y director de la Revista «Poesía» y «Zona Tórrida». Traducciones del italiano, alemán, inglés y francés en Voces ajenas, «Fundación para la Cultura Urbana». Reconocimiento-Premio: Beca «Fundación Guggenheim». Publicaciones-poesía: Espacios (1974), El sonido de la casa (1983), Fragmentos I-XXV (1986), Fragmentos XXVIII (1989), Visiones (1991), Famas (1991), Preludios (1992), Tristia (1996), Magda Grecia (1999), Poemas del cuerpo y otros (2005), Antología poética (2011). Espacios en fuga. Poesía reunida 19742010 (2012) Ensayos: Imagen, objetividad y confesión. Ensayos sobre Poesía Norteamericana Contemporánea (1991), Imágenes de Siena y de Florencia (1991), La mirada del desengaño: John Donne y la poesía del barroco (1992), Poetas de la tierra baldía (2002), Las mismas aguas (2006), Diario literario 1997, eneromayo (1999) Poetas de la tierra baldía (2000), La mirada del desengaño. Otras publicaciones: El aire traspasado (1998), Variar vida y destino. Diario literario 2003 (2007). Il tempo in fuga, Antología poética, traducida al italiano (2008). En el blog «Prodavinci» se publican sus Diarios literarios.

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Índice Paisajes narrativos explorados desde el asombro por Juan Carlos Santaella, 9. La fragilidad de los espejos La mujer de espaldas. Ejercicios holográficos de José Balza, 17; La carpa y otros cuentos de Federico Vegas, 25; El combate de Ednodio Quintero, 31; La noche llama a la noche de Victoria De Stefano, 39; Bajo las hojas de Israel Centeno, 45; La noche es una estación de Sael Ibáñez, 53; Contigo en la distancia de Eduardo Liendo, 59; Seres cotidianos de Stefania Mosca, 65; El nervio poético de Alberto Hernández, 69; El abrazo del tamarindo de Milagros Socorro, 79; El vuelo fractal de la mosca de Juan Martins, 83; Pecados de la capital y otras historias de Gisela Kozak Rovero, 91; Nocturama de Ana Teresa Torres, 99; Antología poética de Juan Sánchez Peláez, 107; Más sobre el río de Francisco Arévalo, 119; Los bajos sentimientos de Yolanda Pantin, 123; Los trabajos y las noches de Harry Almela, 129; Canto de cacería de María Antonieta Flores, 139; El eterno aprendiz/Resplandor de María Auxiliadora Álvarez, 145; Nenúfares malogrados y otras pesadillas de Miriam Mireles, 151; Pasajero de Néstor Mendoza, 155; Antología poética de Alejandro Oliveros, 161.


La fragilidad de los espejos. Ensayos en torno a la literatura venezolana contemporánea, cuyo autor es José Ygnacio Ochoa se terminó de digitalizar durante el mes de Octubre de 2021. Labrado con la ayuda de Dios, en su alzadura se emplearon Tipos Book Antiqua de 9 a 10 puntos, Berling Antiqua 10 puntos y Garamond de 14 a 18 puntos.




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