Indumentaria Tradicional de Michoacán, Acervo en extinción

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INDUMENTARIA TRADICIONAL DE

MICHOACÁN • ACERVO EN EXTINCIÓN


GOBIERNO DEL ESTADO DE MICHOACÁN DE OCAMPO Fausto Vallejo Figueroa Gobernador Constitucional Marco Antonio Aguilar Cortés Secretario de Cultura Paula Cristina Silva Torres Secretaria Técnica Argelia Martínez Gutiérrez Directora de Vinculación e Integración Cultural Fernando López Alanís Director de Formación y Educación Jaime Bravo Déctor Director de Producción Artística y Desarrollo Cultural Raúl Olmos Torres Director de Promoción y Fomento Cultural Héctor García Moreno Director de Patrimonio, Protección y Conservación de Monumentos y Sitios Históricos Miguel Salmon del Real Director Artístico de la Orquesta Sinfónica de Michoacán María Catalina Patricia Díaz Vega Delegada Administrativa Eugenia Sovietina Soria Mayés Jefa del Departamento de Relación con Municipios

CONSEJO NACIONAL PARA LA CULTURA Y LAS ARTES Rafael Tovar y de Teresa Presidente Saúl Juárez Vega Secretario Cultural y Artístico Marco Antonio Vera Crestani Director General de Vinculación Cultural


INDUMENTARIA TRADICIONAL DE

MICHOACÁN • ACERVO EN EXTINCIÓN

EUGENIA SOVIETINA SORIA MAYÉS Compiladora


Indumentaria tradicionalde Michoacán acervo en extinción Primera Edición, 2013

© Eugenia Sovietina Soria Mayés, Compiladora © Secretaría de Cultura de Michoacán Secretaría de Cultura de Michoacán Isidro Huarte 545, Col. Cuauhtémoc C. P. 58020, Morelia, Michoacán Tels. (443) 322-89-31 / 322-89-00 www. cultura. michoacan. gob. mx

Coordinación editorial: Eugenia Sovietina Soria Mayés Mara Rahab Bautista López Diseño editorial y formación: Paulina Velasco Figueroa

Créditos de fotografías: Enrique Valencia Oseguera José Manuel Sánchez Maldonado Jorge Villamar López José Luis Morales Tello Alfonso Martínez Rojas Daniel Méndez Juárez Sergio Alfaro Romero Rodrigo Godínez

ISBN: 978-607-8201-67-9 Impreso y hecho en México

Patricia Bucio Escobar Zaida Marina Rico Cano Rosario Zamudio Zavala Monserrat Hernández Valencia Eugenia Sovietina Soria


Índice 1. - Presentación

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2. - Prólogo

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3. - Síntesis de antecedentes históricos y geográficos

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4. - Uanengos, camisas y sacos

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5. - Enredo, rollos

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6. - Delantales tradicionales del pueblo P’urhepecha

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7. - La Faja P’urhépecha es identidad y generación de economía para las artesanas michoacanas

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8. - Una aproximación al estudio etnográfico sobre el origen del rebozo

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9. - Indumentaria de la región Nahua de la Costa del Pacifico

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10. - Vestimenta de los Mazahuas y Otomí

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11. - Concurso y transformación

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12. - Selección de danzas de Michoacán

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Presentación

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ugenia Sovietina Soria Mayés, autora de este interesante libro, es una destacada compañera de trabajo en la Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de Michoacán.

Su desempeño laboral y como amiga es reconocido por todos y, ahora, nos ofrece la grata sorpresa de haber concluido este texto de su autoría bajo el título INDUMENTARIA TRADICIONAL DE MICHOACÁN; acervo en extinción. En el prólogo de este obra, escrito también por ella, nos da su visión sobre el tiempo, calificándole ahora como un “acelerado vivir contemporáneo”; valora lo que es “el núcleo familiar donde se genera la vida comunitaria”, con sus requerimientos básicos desde salud hasta educación; y fija el objetivo de su obra literaria como el aporte de “información sintetizada del extenso tema de la vestimenta de los cuatro grupos indígenas” que subsisten en el Estado de Michoacán: “mazahua, nahua, otomí, y p’urhépecha”, lo que equipara como “identidad” que “se está transformando y probablemente llegue a desaparecer”. Y después de suscribir reconocimientos y agradecer a instituciones y personas, mostrando su humana generosidad, imprime su valoración profunda sobre el tema: “Pero no todo está perdido”, y apreciando el pasado y el presente en estos asuntos de indumentaria tradicional, firma un compromiso colectivo en el testimonio que está dejando “para el futuro”. Las fotografías que muestran la riqueza de todas estas vestimentas tradicionales de Michoacán son excelentes. De triple excelsitud son todas las indumentarias que en fotografía aquí se nos ofrecen; empero, el señorío de estas piezas lo impone, esencialmente, la dignidad y el decoro con que son portadas. ¡Larga y próspera vida tengan los pueblos originales de Michoacán y México!, como elementos imprescindibles de lo mexicano; desarrollo y felicidad deben ser parte de la vida de todos nuestro compatriotas, con independencia de su origen étnico. Señalado lo anterior, todos en la Secretaría de Cultura formulamos votos para que Eugenia Soviétina, viva jubilosa en compañía de su respetable familia, y que su libro sea todo un éxito, literaria y socialmente.

En el marzo moreliano del 2014. Marco Antonio Aguilar Cortés

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Prólogo

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areciera que el tiempo no fuera siempre el mismo, porque en el acelerado vivir contemporáneo ya no hay cabida para aprovechar y disfrutar las veinticuatro horas del día. Atrás quedaron los rituales en que la vestimenta era parte del simbolismo que enlazaba el transcurrir del día, las semanas del mes, las estaciones del año. En todas las épocas la sociedad evoluciona de acuerdo a los grupos humanos que la forman y es, mediante la historia de cada pueblo que conocemos cómo ha sido su vida, cómo ha ido cambiando al conocer sus costumbres y tradiciones en torno al diario acontecer de la vida en familia, célula primordial de la sociedad. Es en el núcleo familiar donde se genera la vida comunitaria que, a su vez, se corresponde con la interrelación de los grupos humanos para la subsistencia y satisfacción de necesidades elementales de vivienda, alimentación y vestimenta. En torno a estos requerimientos básicos se agrupan otros múltiples y primordiales como la salud, división del trabajo, educación, religión, tradiciones, usos y costumbres fundamentales para la conducta en sociedad. Por lo anterior el objetivo de este trabajo editorial es aportar información sintetizada del extenso tema de la vestimenta de los cuatro grupos indígenas mazahua, náhua, otomí y P’urhépecha que aún subsisten el el Estado de Michoacán, como una muestra de defensa de su identidad y, a la vez, la forma en que esa vestimenta se está transformando y probablemente llegue a desaparecer. Para hacer realidad este libro, se sumaron generosas participaciones de personas afines al interés de integrar una pequeña muestra gráfica de las prendas que formar parte de la indumentaria de uso diario, ceremonias y de algunas de las danzas ya que son numerosas pero las más representativas son similares en muchos pueblos y comunidades. A través de estas líneas expreso mi agradecimiento a Marina Rico Cano, uruapense, que gran parte de su fructífera vida la ha dedicado a la defensa de la identidad, investigadora y promotora de indumentaria de varias etnias. A Lorena Patricia Bucio Escobar que desde niña ha estado inmersa en las tradiciones en su natal Uruapan, coleccionista de más cincuenta trajes de ceremonias y danzas.

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María del Rosario Zamudio Zavala, desde hace tiempo investigadora del rebozo, prenda de identidad nacional, nos orienta sobre sus orígenes y vigencia de uso. Su especialidad en la danza folklórica ha llevado a Esperanza Juárez Bedolla a recorrer pueblos y comunidades de varios Estados de la República, conociendo, valorando y comparando semejanzas y variantes no solo de las prendas que forman los trajes de danzas, sino de uso diario y ceremonias, por lo cual ha participado como Jurado en varios de los Concursos de Indumentaria convocados por la SECUM. Gerardo Ascencio Campos se inició desde muy joven en el mosaico de las artesanías michoacanas, gran conocedor de las múltiples ramas artesanales puede decirse que su especialidad son los textiles además de su experiencia como fotógrafo y su sensibilidad para valorar, desde el punto de vista generacional, la importancia de un arte que no debe omitirse en el abanico de las tradiciones. El maestro Alfonso Martínez Rojas promotor cultural mazahua se ha interesado no solo en la defensa y promoción de su étnia sino también de la otomí ya que ambas tienen el mismo origen y similitudes, conviven en la Región Oriente de la entidad y, principalmente las mujeres de ambos grupos son las que mantienen sin cambios sus prendas de uso diario. Expreso especial agradecimiento a los fotógrafos Enrique Valencia Oseguera, José Manuel Sánchez Maldonado, Jorge Villamar y José Luis Morales Tello. Para la maestra Rosa Carmina Rumbo Cerna también mi reconocimiento por la labor que desde hace años ha realizado por rescatar y promocionar lo poco que se conserva de la población náhua de la Sierra Costa del Pacífica. Mi agradecimiento es igualmente importante para el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y para la Secretaría de Cultura por la confianza que me otorga al permitirme realizar este testimonio editorial en el cual ha sido decisiva la participación profesional de Mara Rahab Bautista y Paulina Velasco Figueroa. Pero no todo está perdido, esta representativa muestra de lo que aún perdura nos remonta al pasado, nos ubica en el privilegio de admirarla en el presente y nos compromete como testimonio para el futuro.

Eugenia Sovietina Soria Mayés

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Sintesís de antecedentes históricos y geográficos

En casi todos los pueblos conquistados se trató de destruir raigalmente a veces por la fuerza y a veces por convencimiento de los frailes catequizadores, toda expresión que pudiera tener conexión con las expresiones de su cultura prehispánica pero en donde, según nos dice Miguel Othón de Mendizábal, no pararon mientes fue precisamente en los adornos de sus vestidos, en general, de sus modestos menajes domésticos: servilletas, redes de pescar, etc. Cada pueblo dentro de su cultura expresaba su visión del mundo a través de los símbolos bordados o tejidos en su indumentaria tradicional que han subsistido en todos los grupos étnicos del país a través de los tiempos. Ma. Teresa Pomar

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l extenso territorio conocido como Mechoacan fue habitada mucho antes de la llegada de los españoles por Otomíes, nahuas, matlazincas o pirindas y tecos.

Coinciden varios historiadores en que los otomíes dieron origen a la raza chichimeca, que más tarde se le llamo p’urépecha, también conocida como tarasca. Durante la conquista (1522-1534) el territorio se convirtió en provincia. La primera capital y sede episcopal fue Tzintzuntzan (ex-capital del imperio y señorío prehispánico) hasta 1536, a la que siguió Pátzcuaro de 1536 a 1582 y más tarde Valladolid, fundada en 1541, actual capital de la entidad con el nombre de Morelia por acuerdo de la II Legislatura del Estado emitido el 12 de septiembre de 1828. Durante toda la conquista la población indígena fue disminuyendo por las luchas guerreras, las epidemias, y el aislamiento de grupos humanos que huían de la crueldad de Cristóbal de Olid y Nuño de Guzmán o de las arbitrariedades de los caciques sometidos en las llamadas Repúblicas de Indios controladas en todo por los españoles. A partir de 1532 con la llegada del evangelizador Vasco de Quiroga, los indígenas inician un proceso de integración social laboral y económica con base en las actividades que ya desarrollaban y otros oficios que les enseñaron los españoles. Durante la transición de la colonia, la lucha de independencia, y el inicio de la República, los grupos indígenas tuvieron movimientos poblacionales. Al inicio del siglo veinte se en-

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contraban reducidos de manera considerable. Después de la revolución y con la reforma agraria hubo nuevamente modificaciones que derivaron, en algunas regiones, a problemas de tierras que a la fecha no se resuelven. Actualmente los indígenas michoacanos son un grupo considerablemente disminuido por diferentes factores socioeconómicos, como el desplazamiento a zonas urbanas, matrimonios con personas que no pertenecen a los mismos pueblos indígenas, y la migración cada vez más numerosa a los Estados Unidos, lo que ha derivado en comunidades cuyos habitantes son en su mayoría mujeres y menores, con reducido número de varones de la tercera edad. Pero hay que señalar que es absolutamente palpable que los indígenas que emigran a Estados Unidos no se consideran “desarraigados” ya que aparte de la familia conservan la relación de compromiso con su pueblo o comunidad, especialmente cuando han tenido o tienen “cargos” que deben cumplir para la realización de las fiestas tradicionales con aportaciones económicas generosas, incluso programando sus vacaciones para poder participar y disfrutar de esas celebraciones que se convierten en el más fuerte lazo de identidad. Igualmente se está generalizando la aportación de los inmigrantes para obras de beneficio y mejoramiento de la colectividad. Las remesas que envían han mejorado la calidad de vida de los que se quedan, y se han creado un nuevo ciclo familiar y comunitario: la llegada de los migrantes, su estancia en la comunidad y su regreso al Norte para no perder el trabajo. Quienes permanecen en las comunidades tienen la responsabilidad de cuidar a la familia y la continuidad de las tradiciones.

Antecedentes de la vestimenta

A raíz de la conquista española, la vestimenta de los pueblos indígenas sufrió drásticas transformaciones, sobre todo en la vestimenta femenina. Las sociedades prehispánicas tenían normas de conducta basadas en el orden moral de rectitud y respeto, sin puritanismos ni prejuicios para el cuerpo humano. La Relación de Michoacán señala: …la indumentaria de las mujeres tarascas consiste en una falda a cuadros ceñida a la cintura y el torso desnudo. Los españoles, que venían del oscurantismo judeocristiano se escandalizaron al ver a las mujeres “con las tetas al aire”.

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En lo que respecta al trabajo, estaba dividido en oficios según las especializaciones, y el de la elaboración de la vestimenta tenía su rango de importancia. Don Eduardo Ruiz hace referencia a esto en su obra “Michoacán, paisajes, tradiciones y leyendas” en los siguientes términos: “…los tziracuarecha eran los tejedores para los trajes de ceremonias y entre las mujeres estaban las tzigua-púricha tejedoras de lienzos finos, las naneug-uricha que hacían los mantos llamados huipili (en idioma mexicano) y las chuper-patzari guarda joyas” La división de clases queda manifiesta en la Relación de Michoacán, la diferencia incluía a lo que usaban para cubrirse: las mujeres pobres llevaban solamente lía (falda envuelta) con faja; la clase media se distinguía por los huipiles encima de la enagua y las de mayor rango quechquemiles. Había dos tipos de esta prenda, uno pequeño apenas como pectoral y otro más largo terminado en pico debajo de la cintura. Los varones también fueron supliendo las prendas mínimas con las que se cubrían copiando las camisas y calzas españolas, estas dieron origen al calzón de manta de algodón con cinta para sujetarse a la cintura. Actualmente los cambios climáticos han afectado todo el planeta, pero durante siglos, las comunidades y pueblos indígenas de Michoacán tuvieron temperaturas medias más bien frías sobre todo en las mañana y en la tarde a partir de la puesta del sol. Esto influyó en la indumentaria, que con el uso y costumbre tomó características y materiales adecuados a las necesidades de los usuarios, los que se vieron favorecidos con la capacitación mediante oficios que se agregaron a los que ya existían. Una actividad innovadora fue la sastrería, que dio origen al uso del paño entre los indígenas. Hay constancia de esto por la crónica del evangelizador agustino Fray Diego de Basalenque que con fecha de 1537 textualmente dice: “…en lo que más se esmeraron los primeros ministros fue que aprendiesen todos los oficios que son necesarios para vivir, por que luego se vistieron de paño modo español; ellos no tenían de su cosecha algodón, que es la materia en que generalmente se visten y como lo habían de comprar y tejer, tuvieron por mejor vestirse de paño y así se comenzó a usar tanto en esta provincia que ella sola ha gastado la mitad de lo que se teje en la Nueva España. ”

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Con el transcurso del tiempo las prendas básicas para el uso diario fueron falda y blusa (guanengo o camisa) la nagua y el rebozo. La nagua blanca es la prenda interior equivalente al fondo, no lleva adornos y siempre está hecha con manta de algodón. Para trajes de ceremonia la enagua blanca es bordada en la parte inferior con los colores adecuados, simbólicos según el caso que se porta quedando a la vista bajo el rollo apenas cinco o seis centímetros de acuerdo a la figura del bordado, es la contraparte de la “crinolina” española. El rebozo que dicen los conocedores del tema es de origen Otomí, sustituye al mantón español; originalmente se adornaban con plumas de aves en los rapacejos, costumbre que todavía en los primeros años del siglo veinte estaba vigente. Este tipo de adorno ahora se hace con artisela y está presente en los rebozos de las mujeres de la sierra concretamente y de manera invariable en las comunidades de Tarecuato y La Cantera. Estos rebozos son tejidos en Paracho con hilo de algodón de color negro o azul oscuro, con rayas blancas y azul rey, con rapacejos empuntados con artisela en colores azul celeste y blanco para usarlo en fiestas, y con solferino y naranja exclusivos para ceremonias. Otra prenda importante es el delantal que se agregó después por razones prácticas. Se sabe que en sus inicios era solamente un lienzo liso que se sujetaba con la misma faja del rollo al cual protegía. Poco a poco fue tomando características diferentes en cada región de acuerdo a la creatividad de las usuarias que lo consideran, aparte de su finalidad protectora, como una prenda más de lucimiento personal, por lo cual todas las mujeres tienen varios y siempre están bordando más, porque es el delantal, mucho más que los guanengos lo que identifica a las mujeres de cada región. En la zona lacustre del lado Norte de Pátzcuaro, concretamente en Santa Fe de la Laguna tiene su origen el delantal de tela industrial llamada “de vichi” estampada en cuadros muy pequeños que facilitan el bordado en punto de cruz. La tela varia de color pero el bordado es casi siempre en blanco o amarillo en un solo color. Las figuras bordadas con flores y grecas, tiene tal perfección que parecen pintadas. El uso este “modelo” se ha extendido a San Jerónimo Purenchécuaro, San Andrés Tziróndaro y a la isla de Janitzio. En Ocumicho y Arantepecua (región sierra) el delantal es de terciopelo con flores bordadas con acrilán utilizando aguja de canevá y aros. Las flores son grandes, exuberantes, plenas de realzado colorido.

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En las inmediaciones de Uruapan, San Juan Nuevo, San Lorenzo, Capacuaro el delantal es de terciopelo con orlas de encaje blanco, generalmente con “lunares” de lentejuelas y tiras entrecruzadas de encaje. En Cherán, Pichátaro y Nurío utilizan tela blanca” de cuadrille” para bordar con punto de cruz guirnaldas de flores en todos los colores. En Angahuan, esta prenda es casi siempre gris en tela de algodón y a veces de lana ligera, lleva bordada solamente una guirnalda en un solo color, enmarcada en la parte inferior y superior por alforzas de la propia tela. La secuencia de tiempo, cambios o modificaciones ha originado la desaparición del uso de prendas tradicionales especialmente en los hombres, quedando solamente el gabán y los huaraches como prendas ocasionales. El sombrero mantiene su vigencia ya que la mayoría de los usuarios radica en zonas rurales y trabaja en el campo. En el caso de las mujeres las circunstancias son diferentes. Todavía al finalizar el siglo veinte y concretamente entre los purépecha se mantenía el uso del paño como tela fundamental de las variantes de trajes femeninos especialmente en las ceremonias. Los mazahua son más conservadores. En el uso diario, las mujeres se visten igual con tela de imitación de seda, por lo general satín o raso en colores brillantes con adornos de encaje y con la falda más corta. Desde tiempo inmemorial la vestimenta de uso diario ha sido muy vistosa, básicamente se conforma de cinco piezas; enagua blanca de manta con profusión de bordados en el ruedo que asoman bajo la falda de satín en colores fuertes, predominando el rosa mexicano y tonos de amarillo o naranja, con la blusa alforzada desde el cuello y hombros hasta la cintura con una costura en la base del busto (que a la vez que lo define le da forma). A la blusa la llaman camisa o saco; la diferencia está en lo largo de la manga y en si se usa fajada o encima de la falda y del delantal, que es de la misma tela con adornos de encaje blanco. El rebozo de hilo en color gris completa el atuendo básico de cinco prendas. Su peinado es de dos trenzas incluye listones. Los hombres usan pantalón y camisa de manufactura industrial y se cubren con chamarra o gabán de lana, según el clima. Entre los mazahuas están prácticamente desaparecidos los trajes de gala o de danzas; las danzas que hay en las zonas mazahua y otomí son de origen azteca. Todavía en la década

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de los años ochenta del siglo anterior se veían y participaban en el concurso de Traje Tradicional trajes de novia así como los preciosos atuendos de pastoras de las celebraciones navideñas de las comunidades de Crescencio Morales y Macho de Agua, de la región de Zitácuaro. Ambos trajes prácticamente han desaparecido. Los nahuas de la costa mantienen el uso del color blanco por razones climáticas, siendo la indumentaria habitual en las mujeres falda y blusa de corte sencillo casi sin adornos en popelina de algodón, los hombres por lo general usan pantalón comercial de gabardina de algodón y camiseta sin mangas para las faenas complementada con camisa de manufactura industrial. Por lo que respecta a la vestimenta de danza de los grupos del pueblo purépecha, hay vigencia con notorias innovaciones por la utilización de telas y variadísimos materiales y adornos, muchos de ellos de importación, que actualmente se usan para confección de vestidos de fiesta, novias y quinceañeras. Dada la creatividad innata de este pueblo, todo se aprovecha de la mejor manera facilitando el trabajo, aunque no tanto por ahorro de dinero. Los trajes de danza son costosos y entre más lucidos son, va en ello el prestigio y buen nombre de quien encarga su confección. De legendario uso, la lentejuela llamativa e indispensable en muchos atuendos, conlleva una prueba de paciencia para bordarla, pero ahora ya hay telas con esas características que se venden por metro. Hay además una gran variedad de figuras adornadas con flores, imágenes religiosas, grecas etcétera, listas para coserlas a la prenda. Hay igualmente la más amplia variedad de pañoletas de poliéster imitación seda, indispensables para muchas danzas, entre otras las de moros. Con la profusión de encajes sintéticos combinados con hilo plateado o dorado, se agiliza la hechura de delantales para kurpite,la pasamanería incluso de importación y la amplia gama de colores de listones de todas las medidas ayuda al montaje de máscaras ya sea para negros o para e tarépeti. Con este recurso de materiales un danzante puede llevar máscara de madera, calzas o túnica de terciopelo, chaleco con pedrería pegada con silicón, cabellera con hilo de papel metálico (utilizado para árbol de navidad), capa con flecos para cortina forrada con pañoletas y finas botas vaqueras de piel de avestruz adornadas con sartas de cascabeles, el resultado es por demás admirable y vistoso pero ¿en dónde quedó la autenticidad? Para fines del Concurso representa un dilema pero es en ese punto donde deben plantearse los criterios de los jurados, ya que la autenticidad radica en lo valioso del origen, de la intención y todo lo que representa, por eso la creatividad es parte fundamental de la continuidad.

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Origen del concurso

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urante la administración gubernamental del Ing. Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano surgió la idea de motivar a los artesanos que acudían al tianguis del Domingo de Ramos en la ciudad de Uruapan ataviados con su indumentaria tradicional continuando una costumbre centenaria de congregación motivada por la falta de iglesias y servicios religiosos en las comunidades tomando en cuenta que el Domingo de Ramos es una fecha muy importante para los grupos indígenas ya evangelizados que acudían a la Huatápera, punto focal de reunión y como su nombre lo indica lugar de hospitalidad, para llevar a bendecir las palmas e integrarse al movimiento socio económico de intercambio de productos. En 1982 la Dirección de Información del Gobierno del Estado hizo un proyecto que se denomino Concurso de Traje Regional, siendo esa dependencia la responsable de coordinar a las siguientes instituciones que convocaban: Fonapas, Instituto Michoacano de Cultura, Secretaría de Turismo, Centro de Convenciones, DIF Estatal, Dirección de Información, Casa de las Artesanías, y H. Ayuntamiento de Uruapan. Se considero su realización el 4 de abril de ese año (1982). En ese primer certamen se estipularon cinco categorías que después se agruparon en cuatro, ya que la vestimenta para ceremonial es casi igual a la de fiestas tradicionales. 1. Uso Diario 2. Ceremonias 3. Bodas 4. Fiestas Tradicionales 5. Danzas Se fijó como sede la Huatápera donde a su vez se realizaba el Concurso Artesanal, por ser un edificio histórico y de gran representatividad de la población indígena de Michoacán. Siendo una construcción tan importante en el desarrollo y adaptación de los naturales de este territorio al modelo de vida traído por los conquistadores, es el recinto idóneo para enmarcar la revaloración de su vestimenta tradicional. En ese primer Concurso hubo una asombrosa respuesta de participación, especialmente purépecha y mazahua. Se inscribieron 240 personas en las cinco ramas especificadas y la

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Domingo de ramos, 1984. Uruapan, Mich.

participación rebaso las expectativas de los organizadores, que siendo la primera vez que se realizaba un evento de tan complicadas características, tuvo varios aspectos imprevistos como por ejemplo el exhaustivo trabajo de los integrantes del jurado conformado por el Maestro Francisco Elizalde García, la Dra. Ruth D. Lechuga, las maestras Zaida Marina Rico Cano, Marina Aguilera Ortiz y Gabriela Loaiza.

Jurado calificador: 2.-Eugenia Sovietina Soria, Instituto Michoacano de Cultura. 3. - Dra. en Historia Ruth Lechuga, Investigadora de Indumentaria Nacional. 4. - Mtra. Laura Osegueda, Directora de Culturas Populares. 5. - Mtro. Alfredo Zalce, Artista plástico. 6. - Mtra. Zaida Marina Rico Cano, Promotora de tradiciones. 7. - Mtra. Ofelia Montero de Alcáuter, Coleccionista de Indumentaria Nacional. Foto de Jesús Tapia Cruz

En esa ocasión el monto de los premios alcanzó la cifra de medio millón de viejos pesos. Para el siguiente año el Instituto Michoacano de Cultura, dirigido por el Lic. Humberto Urquiza Marín, se hizo cargo de la coordinación general del Concurso tanto en su aspecto económico como logístico y por razones operativas se limitó el número de las instituciones participantes. El concurso se ha realizado sin interrupción con algunas variantes de participación. En el séptimo y octavo año de su celebración hubo una muy baja participación, por lo que

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durante la administración del Dr. Ireneo Rojas Hernández, en 1990, se facilitó la asistencia de los participantes proporcionándoles ayuda para gastos de transporte, con lo cual se motivó considerablemente la asistencia, y se incrementó en los siguientes años. Un aspecto notable de considerar es la constante participación de habitantes de algunas comunidades y la esporádica o definitiva ausencia de los pobladores de otras. De manera general se puede aducir que las comunidades cuyos participantes obtienen premios, aumentan su participación al año siguiente y por el contrario, si no hay triunfadores, al siguiente Concurso baja la asistencia y en algunos casos no vuelve a participar ninguna persona de ese lugar hasta pasados varios años. También debe señalarse que hay personas cuya creatividad las motiva a “inventar” trajes desvirtuados o hasta esos momentos inexistentes, sin ningún valor de antecedentes o incluso con nombres por demás cuestionables como la “Danza de Emiliano Zapata”. Con el transcurso de los años el certamen ha tenido variantes, algunas anomalías, inconformidades, incongruencias, y resultados satisfactorios. Con variantes me refiero al número de asistentes que va fluctuando, entre ochenta a cerca de cien o un poco más de personas cada año. La primera fase que es la distribución de la convocatoria, un mes antes de la fecha del evento, se realiza por regiones con seis rutas diferentes. El responsable de esta comisión es el Sr. José Dimas Villa promotor cultural bilingüe que se ha caracterizado por su formación familiar de defensor de las costumbres y tradiciones de los purépechas, quien con la bondad que lo identifica, en cada comunidad se entrevista con las autoridades comunales y/o municipales invitando a los habitantes a que asistan al concurso y exponiendo las bases, ya que un número considerable de personas mayores no saben leer. La fijación del cartel-convocatoria en iglesias, presidencias municipales, jefatura de tenencia, negocios o en las paredes de la comunidades, es el “aviso” de que el concurso se llevara a cabo el Domingo de Ramos en Uruapan. La mayoría de las anomalías se suscitan por lo general en la inscripción de los participantes infantiles, ya que las madres de familia, por razones justificables de interés en la premiación, con frecuencia alteran las edades de niñas y niños y en el momento de integrar a los pequeños ya ataviados para la selección resulta que algunos tienen cuatro, tres y hasta dos años lo que deriva en una problemática para la organización. Los pequeños con sus trajes lucen hermosos y su presencia es por demás significativa, por tanto para no lastimarlos a ellos y a los familiares, se les permite participar y se procura tenerlos descansados dentro de la Casa de la Cultura, proporcionándoles a chicos y grandes, jugos, agua, fruta y galletas mientras pasan ante el jurado. Entre los concursantes por parejas, casi siempre entre adolescentes, ocurre que una niña de siete años es compañera de un chamaco de

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“Traje ceremonial P’urhépecha”, 3er. Concurso Regional. Uruapan, Michoacán, 1984.

quince y siendo pareja (de danza, por ejemplo) no se pueden separar aunque las edades correspondan a categorías diferentes. Las inconformidades que se dan, resultantes de las inclinaciones de los jurados hacia determinados concursantes que, ciertamente, reúnen todas las características de apego a las bases pero las personas ya han sido premiadas en otros años y se ha constado que a pesar de que se entregan a los jueces la lista de triunfadores de los dos años anteriores, siendo tantos los trajes que tienen que ver y tan corto el tiempo de que se dispone, vuelven a calificarlos y es necesario percatarlos de la situación a fin de que revisen las listas y hagan algún cambio, aunque también se da el caso de que concursantes premiados se ponen de acuerdo para que otra persona se inscriba y porte el traje y si obtiene premio les dan una cantidad menor. Esto ha derivado en que a través de los años casi no se ven nuevos trajes, sino que son los mismos presentados por diferentes personas. Los resultados satisfactorios son la permanencia y conformidad de esta actividad singular, única en su género en todo el país que sitúa al estado de Michoacán con una vigencia de la indumentaria tradicional rica y variada.

Eugenia Sovietina Soria Mayés

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Uanengos, camisas y sacos

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n Michoacán la evidencia arqueológica plasmada en los dibujos de los Códices, murales o cerámica encontrada en diferentes regiones y las crónicas de los frailes muestran cómo era la indumentaria en la época prehispánica. Son representaciones humanas de personajes de todos los niveles: soldados con uniformes, gente humilde que se ocupaban de diversos quehaceres, danzantes con atavíos fantásticos, grandes señores vestidos con gran lujo, sacerdotes y encarnaciones de dioses con gran cantidad de símbolos en su indumentaria. Existen figuras femeninas de barro, desnudas cubiertas con pintura, adornadas con collares y aretes, con peinados elaborados o largas trenzas. Las estrictas normas de conducta moral de rectitud y respeto que regían la sociedad P’urhépecha no tenia prejuicios para la desnudez del cuerpo. Eso cambió con la llegada de los españoles. Relación de Michoacán Boda entre los tarascos

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Hernán Cortés llegó a Veracruz en 1519. En 1524 llegaron los primeros frailes franciscanos a evangelizar a los indígenas. Entre 1538 y 1544 el misionero español Fray Jerónimo de Alcalá compiló en la Relación de Michoacán los trabajos de informantes y pintores nativos. Sus escenas representan a los tarascos prehispánicos. Aquí se representa la mujer usando un enredo angosto y corto que no cubre las rodillas hecha de tela a rayas o cuadros, y sobre los hombros una pequeña capa que podría ser un collar o pequeño pectoral, era muy común que llevara el torso desnudo. Los materiales usados los obtenían de la naturaleza, todas las telas eran elaboradas con algodón blanco (gossypiumhirsutum L) o el pardo o coyuchi (color de coyote en náhuatl), los colorantes se obtenían de piedras, plantas y animales. Uno de los afanes misioneros era la conversión de los indígenas a la religión cristiana. El Catolicismo trajo un cambio radical en la indumentaria indígena, los misioneros se empeñaron en que los indígenas cubrieran su desnudez: a los hombres se les hizo vestir con calzón y camisa de manta y a las mujeres con grandes faldas y para el torso prendas sencillas elaboradas en telar de cintura similares a los huipiles, que en Michoacán reciben el nombre de uanengo. En Angahuan existe aún en la memoria colectiva la descripción del traje de La Doncella del Sol donde la mujer cubre su pecho con un tápalo de algodón y deja al descubierto la espalda. Se usaba exclusivamente cuando eran ofrecidos a Curicaueri –Dios del Fuego– los huesos quemados del Cazonci, sacerdote Mayor y representante del sol. Estas doncellas estaban dedicadas a su culto.

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En la indumentaria femenina michoacana existen diferentes tipos de prendas para cubrir el torso: quechquemitl, el echequemo, camisa de jareta, camisa de cuadro, camisa de cuello redondo con panalillo y el saco.

Echequemo

Es una prenda formada por dos rectángulos de tela de algodón unidos de manera que los picos de la prenda caen al frente y por la parte de atrás, como triángulos, es un atuendo cerrado por todos lados que solo deja una apertura para la cabeza. Esta prenda, identificada en las representaciones arqueológicas parece haber sido usada por antiguas deidades de la fertilidad. En la Comunidad de Angahuan se menciona que era utilizado para ceremonias prehispánicas, posteriormente con la evangelización se transformó su uso. Actualmente se elabora en lana, se usa sobre una camisa blanca de manga larga con olanes en el cuello y puños, como parte de la indumentaria de la danza de carnaval.

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Uanengo El Huipil se considera la prenda femenina más tradicional de Mesoamérica de la antigüedad, en Michoacán recibe el nombre de uanengo, es una tela que se dobla y tiene una apertura en el medio que permite el paso de la cabeza, si es una sola pieza se deja la abertura en el mismo tejido, en ocasiones se teje parejo y posteriormente se corta escote cuadrado, se compone de un lienzo que mide aproximadamente 80 cms. También pueden ser dos, tres o más lienzos angostos, generalmente son tejidos en telar de cintura. Son cortos llegan poco más abajo de la cintura. Las telas se usan como salen del telar, sin cortes, sin ajustes, sin pinzas para amoldar al cuerpo. Antes era usado cruzándolo a los costados, posteriormente empezó a coserse hasta llegar a dejar espacio para pasar los brazos. Las costuras pueden ser invisibles o bien como adorno. De las orillas del cuello hasta los brazos generalmente hacen un bordado de presilla, que consiste en puntadas juntitas de colores que combinen con el bordado. En Angahuan se usan dos o más colores para crear franjas verticales en el tejido, en ocasiones se teje en el mismo telar alguna greca con flores, animales, estrellas o grecas alrededor del cuello, en el hombro y en las orillas de la manga. Otro tipo de uanengo es al que una vez tejido, se borda en punto de cruz en hilo de un solo color. En Cocucho dicen las Abuelas que hace tiempo los bordados de los uanengos eran muy sencillos la manta era color natural casi blanca, generalmente las grecas eran muy sencillas de dos o tres, combinaban los colores azul y rojo. Actualmente se elaboran en una manta especial que tiene el tejido más abierto, lo que permite la gran profusión de bordados, animales, flores,grecas son de gran colorido y les rellenan el fondo lo que les da un aspecto sumamente vistoso. También ha surgido la manta de colores. Además los elaboran más largos y bordan una cenefa igual a la del cuello en la orilla inferior para que sean usados como vestidos.

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En Zipiajo los uanengos se elaboran en manta cerrada para que el punto sea fino, solo se usaba manta color natural, recientemente también están usando de colores, tienen el escote cuadrado, los bordan en el cuello, los hombros y las mangas, usan dos tonos del mismo color son poco comunes pues los hacen para usarlos ellas mismas. En Tarecuato los uanengos son elaborados en manta de fábrica, que tiene cerrado el tejido por lo que cuando hacen el bordado en punto de cruz es extremadamente fino. Existen dos o tres grecas que son las tradicionales, siempre llevan estrellas, cuentan que Fray Jacobo Daciano fue quien las diseñó. El color usado para estos bordados era el negro, actualmente usan el rojo, vino, o solferino.

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En San Juan Nuevo Parangaricutiro y San Salvador Conbutzio (Caltzontzin) los uanengos son elaborados en manta blanca o de colores generalmente el bordado es sencillo alrededor del cuello, los hombros y mangas los realizan en un solo color. Recientemente están haciendo una curva en las mangas para que se ajuste al cuerpo. Nocutzepo en la Rivera del Lago también elabora un uanengo con deshilado y relindos en el cuello, los hombros y las mangas. Lo elaboran en muchos colores. En San Felipe de los Herreros para ceremonia se usaban dos uanengos uno chicho o sapichu bordado alrededor del cuello en los hombros y en las mangas con grecas y dibujos geométricos de un rico colorido. El Uanengueri o uanengo grande que cubría por completo el traje se distingue por su sencillo bordado, yácatas y correcaminos, ramilletes de flores y muchos colores que al interior de la comunidad cuentan una historia. En Zacán se elaboran uanengos de punto de cruz fino el bordado lo elaboran por el frente en los hombros alrededor del cuello y bordan una línea vertical en el frente.

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Camisa

Las camisas o blusas son de origen europeo, generalmente son de manga corta que se ajusta al brazo con cordones que terminan en motas o bien en puño para plegar el ancho de la manga, la finalidad es que al desarrollar diferentes actividades no se asomara nada por las mangas, el escote es cuadrado y las usan con el borde inferior metido bajo el rollo de lana o de pretina. Es de varias piezas y en cada comunidad tenia características propias. En San Lorenzo las señoras mayores usan un tipo de camisa de escote cuadrado que tiene alforzas al rededor del cuello las mangas son cortas amplias se recogen en el brazo se han elaborado de diferentes materiales manta, calicó, cabeza de indio, popelina, muselina, satin, seda, brocado y terciopelo. La que se considera más tradicional en Cherán es una blusa de tela de popelina, con una jareta a lo largo del escote que acomoda los frunces en el frente y la espalda al tamaño deseado, tiene finos bordados denominados relindos en los bordes que se plizan y deshilados y dibujos sobre los hombros, pueden estar realizados en blanco o en color. Algunas veces esta camisa se guarda para las ceremonias. En Cherán otra blusa está confeccionada en manta o popelina confeccionada de varias piezas, con escote cuadrado y una bata tejida en gancho con hilo de algodón. Su elaboración es más sencilla y más económica por eso se usa cotidianamente. En Tarecuato y La Cantera el uanengo de estrellas es muy importante y no ha dejado de usarse pero también usan camisas que tienen las piezas profusamente bordadas al frente y espalda, son más anchas que las de otras comunidades, esta forrada y debe quedar ajustada para que tenga la función de sostén, más abajo la tela se pliza y debe fajarse bajo la sabanilla, tienen mangas cortas, algunas veces van bordadas igual que la bata y otras alternan alforzas con tiras pequeñas de bordado en el brazo, se ajustan con los cordones que terminan en motas. La camisa femenina ha tenido innumerables cambios: primero el cuadro que se considera alrededor del escote y en la parte superior de la mangara con deshilados sobre tela de colores pastel, luego con tiras piquitos y alforzas, después empezaron a elaborar bordados profusos que cambian por temporadas, en una época fueron solo flores, otra frutas y verduras, otra temporada animalitos, luego imágenes de Santos.

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Los colores eran importantes: los rojos se reservaban para las señoritas y los azules, morados, negros eran para las señoras. En Pichátaro se elaboran camisas de cuadro de punto de cruz finísimo muy solicitadas por las diferentes comunidades de la región lacustre donde cada fiesta es necesario estrenar. Las camisas de Comachuen son de bordado igualmente fino pero en esta comunidad raras veces las venden. En Cheranástico se elaboran camisas de punto de cruz, lo que las hace diferentes es la forma de armado porque en años recientes la unión de las piezas de la camisa es con tejido de gancho. Las mangas ahora son ajustadas. En Janitzio, Santa Fe de la Laguna, San Jerónimo Purhénchecuaro, usan camisas de cuadro bordadas en punto de cruz muy fino. Encima usan una camisa de organza, de cuello alto, antes era de manga larga con olán en el puño para “mostrar lo menos posible”, ahora es de 3 cuartos cubriendo el codo. También hay de manga corta se pliza en el puño y se adorna igual que la orilla del cuello con encajes y pasalistón. Puede ser de cualquier color. En Uruapan, Zacán, Patamban se usaba un tipo especial de camisa de popelina manta o de gasa, de cuello redondo elaborado con puntada de panalillo también se ajusta en la manga con un cordón de hilo. De manga corta pequeños bordados en punto de cruz generalmente con grecas o flores. En Ocumicho se usa una camisa con cuello bordado en puntada de panalillo pero en terciopelo y con bordados elaborados con aguja mágica,se realiza gran variedad en camisas bordadas que son en colores llamativos, con acrilán pues así es más práctico su mantenimiento y el costo es menor a cuando se elaboran con hilos de algodón. También elaboran camisas de cuadro bordados en punto de cruz con alegres colores. Recientemente empezaron a usar hilos metálicos para bordar el punto de cruz. Dicen que lo hacen con cuidado porque se rompe fácilmente. San Felipe de los Herreros desde hace varios años empezó a trabajar el deshilado en las blusas, el escote es cuadrado, el deshilado es trabajado primorosamente en Cuello y mangas la tela es industrial de algodón de la más fina, flores, animales, figuras geométricas surgen de las hábiles manos de las bordadoras, cualquier diseño lo pueden plasmar en los bordados, enriquecen estas prendas con la elaboración de relindos y terminado en piquitos generalmente es en blanco aun cuando los 5 años recientes están trabajando las telas de colores.

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En TĂłcuaro las camisas son de manta se bordan en punto de cruz y tambiĂŠn el deshilado con relindos, tienen escote cuadrado y mangas que se ajustan en el brazo con jareta.

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Saco

En diferentes comunidades de la Sierra como Capacuaro, San Lorenzo, y la Cañada de los 11 pueblos como Ichán o Huancito o Tiríndaro los uanengos y camisas se usan debajo de una pieza más elaborada que se llama saco. Son de telas que están de moda, se han usado telas de algodón, satín, charmese, seda, brocado de seda, terciopelo de seda, terciopelo tornasol, encaje, actualmente la organza bordada con seda, soutache, lentejuela y bordados con hilos metálicos. El Saco es una blusa abierto al frente que se cierra con botones o seguros, tiene la parte de la cintura y los hombros esta plizado lo que proporciona amplitud en el talle, mangas amplias que se recogen en el brazo tiene cuello que en ocasiones se adorna con encaje, va por encima del rollo y delantal. En San Juan Nuevo Parangaricutiro el saco es color blanco o perla generalmente lo usan las jóvenes cuando tienen el cargo de Palmeras que son las encargadas de cuidar a la Virgen durante un año. La manga llega hasta el codo, lleva pastelones al frente se adorna con encajes y en ocasiones se borda con canutillo y perlas pequeñas. En San Salvador Combutsio Caltzontzin el saco se elabora en color y se combina con blanco se abotona al frente, la manga llega al codo se adorna con encajes.


Camisas para danza En muchas comunidades los uanengos camisas y sacos son usados también para las danzas agregando adornos para hacerlos más espectaculares. En otras comunidades como San Lorenzo usan camisas especiales para la danza que se baila en honor a la Virgen de Guadalupe es blanca de seda de manga larga y circular, tiene un gran olán en el cuello, se adorna en las orillas con listones y espiguillas de colores. Hace 30 años aproximadamente las prendas de la indumentaria tradicional femenina estaban bien definidas y era posible identificar a que comunidad pertenecían solamente observando las camisas, rollos, delantales. Cada comunidad producía sus prendas de vestir por eso eran tan claras las diferencias. Actualmente la comunicación hace más accesible el intercambio de prendas para vestir, hay varias comunidades como Cocucho, Cherán, Cheranastico, Ocumicho San Felipe de los Herreros producen huanengos, camisas y sacos en grandes cantidades y las llevan a los tianguis o fiestas a las diferentes comunidades por lo que se ha estandarizado su uso. Esto indica que son tradiciones vivas, es el legado colectivo no individual, las generaciones actuales las recibieron se las apropiaron, las viven y están dispuestos a entregarlas a sus hijos sabiendo que es un elemento esencial de nuestra Identidad.

Lorena Patricia Bucio Escobar Coleccionista de indumentaria tradicional michoacana

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Enredo, rollos

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a importancia de la Indumentaria Tradicional Púrepecha como elemento de identidad es parte de una cosmovisión y está presente en la labor que cotidianamente realizan cada uno de los integrantes de la comunidad. En ella la variedad de prendas es de gran significado, y son los mayores quienes transmiten a los más jóvenes la esencia de sus raíces. Una prenda básica del atuendo femenino es el enredo o “rollo” (thachukua) lienzo rectangular tejido en telar de cintura (patakua), en lana negra de pañete o rojo (de bayeta)” 1 Así encontramos negro de lana con corte de seda, rojo con corte verde, de abanico por la parte de atrás y liso por delante con materiales que corresponden al proceso de elaboración antigua, pertenecientes a las diferentes comunidades de la Zona Lacustre, Meseta, Sierra, Ciénega y Cañada de los Once Pueblos. Entre las aportaciones de la cultura occidental al desarrollo de la industria textil del Nuevo Mundo son importantes la introducción del ganado lanar y por consiguiente, el uso de la lana, el gusano de seda, el cultivo del lino y el cáñamo, instrumentos de trabajo como las cardas, la rueca, el telar de pedal, algunas técnicas nuevas en el tejido, en el uso de tintes, incluyendo colorantes” 22 Pero si bien, en el transcurso de estos xxxii años del Concurso de Indumentaria Tradicional hemos constatado la riqueza y legado cultural de los participantes; también está presente el mundo globalizado y es aquí en dónde aparecen motivaciones del proceso de cambio como: los materiales y manufactura de elaboración tradicional (en proceso de extinción), la movilidad geográfica (migración), el grado de escolaridad (cambio de principios y costumbres) la moda, el trabajo (uniforme establecido), y el olvido de su idioma (a causa de diversas razones) que inciden en hacer presente o evidente las diferencias en la transformación, cambio o abandono. Por otro lado, en el caso de esta prenda femenina, Angahuan es lugar donde existe gran arraigo y conservación, donde su uso y costumbre no ha sido tan cambiante como en otras comunidades y se observa en el portar de su gente gran respeto y dignidad. Esperanza Juarez Bedolla Investigadora y docente de danza folklórica, participante como Jurado en diversos Concursos de Indumentaria Tradicional

Historia General del Arte Mexicano, Indumentaria Tradicional Indígena, Editorial Hermes México-Barcelona, 1976, Vol. V, Pág. 25. 2 Historia General del Arte Mexicano, Indumentaria Tradicional Indígena, Editorial Hermes México-Barcelona, 1976, Vol. V, Pág. 122. 1

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Delantales tradicionales del pueblo p’urhepecha

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os trajes regionales y la indumentaria tradicional de la mujer p’urhepecha, en general hablan de las vivencias cotidianas y transmiten la esencia de nuestra tierra, en cada región de Michoacán y cada comunidad. Se trata de manifestaciones materiales de una gran riqueza cultural. Cuatro son las regiones del pueblo p’urhepecha: La sierra, La cañada de los once pueblos, La ciénega y la zona Lacustre de Pátzcuaro. En cada una de éstas, es marcada y singular su identidad en la forma de vestir y los elementos y adornos que la caracterizan. Las principales fiestas de estas regiones son: el Carnaval, la Semana Santa, el Corpus, la Fiesta de las Ánimas, la Navidad, etcétera. Significativas para las comunidades son también las fiestas patronales, en las que los cohetes, la misa, las bandas de música, el castillo y las variadas danzas como la de los Moros y otras son los componentes principales de las celebraciones. Las fiestas de la comunidad se conmemoran normalmente en las plazas, los atrios de los templos y en las calles del pueblo; lugares éstos donde se entretejen las costumbres, las visitas a casas de los cargueros, y se dan a lucir las indumentarias singulares, notablemente los delantales, las blusas y los trajes coloridos de las mujeres, jóvenes y niñas. Las variantes de los delantales son múltiples, tanto en el tipo de textil que se utiliza y borda, como los estilos diversos, que van desde los más sencillos hasta los más elaborados. La indumentaria distingue a la mujer. Por su traje, se conoce de qué comunidad es la persona. Estos trajes son de uso ya sea cotidiano, de fiestas de danza o de uso ceremonial. La mujer p’urhepecha borda sus delantales con hilos de ilusión, mientras mujeres artesanas tejen sus recuerdos en cenefas de vivos colores a través de los telares de cintura en sus hogares. Algunos de los estilos de delantales de comunidades p’urhepecha son los siguientes:

Delantales de Danza Kurpites de San Juan. La danza de los Kurpites se realiza el 6 de enero en la comunidad de Nuevo San Juan Parangaricutiro. La bailan los jóvenes, para lo cual el que ocupa el papel del Taré es el que mejor zapatea al ritmo de la música. Su traje es muy llamativo y de mucho colorido. Normalmente, el Taré debe llevar por lo menos tres delantales al frente sujetos al cuello. Son bordados con chaquira, lentejuela y encajes.

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Ruvalcaba. Es impresionante ver a más de cien hombres bailarle al Señor de la barranquita día y noche el martes de carnaval, en la comunidad de Ruvalcaba, perteneciente al municipio de Puruándiro. De su indumentaria destaca el mandil bordado que al frente portan.

Delantales de La Cañada Ichán. Los habitantes de esta comunidad, que forma parte de la región de la Cañada de los once pueblos, tienen una gran sensibilidad musical. Esta comunidad es generadora de reconocidos músicos y compositores de sones y abajeños. Su fiesta es el 4 de octubre en honor de San Francisco. Ese día, normalmente y con orgullo las mujeres estrenan indumentaria. Su delantal es de terciopelo con encaje alrededor, incluyendo, al frente, dos adornos anchos de encaje. Tarejero. Los delantales que lucen las mujeres de Tarejero perteneciente a la Ciénega de Zacapú, son de satín con uno o dos holanes de encaje y en la bastilla otro angosto.

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Delantales de La Sierra

Nurio. En Nurio municipio de Paracho se realiza su fiesta patronal el 25 de julio en honor de santo Santiago. Ese día sus mujeres lucen su delantal de tela de brocado, con pliegues al frente y un gran holán de encajes y en la bastilla un holán de tira bordada. Ocumicho. Las mujeres de Ocumicho bordan su delantal con aguja maravilla. Este delantal se caracteriza por su bordado de grandes flores, como alcatraces, crisantemos o rosas, todas ellas de vivos colores. Angahuan. El delantal de Angahuan es sencillo, pero no por eso menos bellos, está tejido en telar de cintura llevando una cenefa en blanco y de ahí su gran valor artesanal. Santa Fe de la Laguna. Es extraordinario el trabajo de elaboración del delantal bordado en punto de cruz, el cual lucen las mujeres de Santa Fe de la Laguna, e 14 se septiembre en la fiesta del señor de la Exaltación. Cuanajo. Hermosos rosales en vivos colores bordados en punto de cruz que adornan esos delantales que lucen las señoritas y señoras el 8 de septiembre, en la Fiesta patronal de Cuanajo. Tarekuato. El delantal de Tarekuato, es de terciopelo de dos colores contrastantes; es angosto, corto con un holán en la parte inferior; incluye alforza y se adorna con encajes, dándole un toque muy especial a la indumentaria tradicional de esta comunidad.

Zaida Marina Rico Cano Promotora de tradiciones p’urépecha


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La faja P’urhépecha es identidad y generación de economía para las artesanas michoacanas

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a elaboración y el uso de la faja a cargo de las mujeres de las comunidades indígenas del país, ha sido muy variado en cuanto a su proceso de elaboración, diseño, material, forma y símbolos. Las fajas son tejidas en el telar prehispánico o de cintura, el material procesado por excelencia desde la época precolombina es el algodón, material que posee la versatilidad para ser hilado y teñido, es el producto textil más utilizado por su suavidad, encogimiento y ligereza, es capaz de recibir cualquier color y fijarlo con firmeza, a través del algodón el aire fluye libremente hacia adentro y fuera del cuerpo. Con la llegada de los europeos se incorpora la lana de origen ovino, se trata de un material de gran elasticidad, a pesar de que es higroscópica no retiene el agua de la lluvia debido a que su superficie contiene grasa natural, al llover el agua resbala por la prenda, es un importante aislante térmico, ya que no hay intercambio de temperatura entre la capa interior y la capa exterior. El proceso para la siembra y cultivo del algodón, cosecha, hilado y teñido, como la crianza del borrego, la trasquila, el cardado, el hilado, el teñido, y el tejido para ambos materiales textiles puede ser en telar de cintura principalmente para la mujer y en telar de pedal para el hombre, los dos telares deben de ser urdidos mediante el pie que es la disposición de los hilos colocados de manera vertical y la trama que son los hilos colocados de manera horizontal, que entretejiéndose por medio de los ovillos, madejas o bolas de hilo van dando texturas sencillas o de inmensa complejidad que sin tener un patrón formal, las tejedoras van dando forma a animales, flores, hombres o mujeres, grecas, letras y a un vasto catalogo de diseños surgidos de generación en generación, la técnica para lograrlo es muy especializada, ya que de lo contrario se abatana, es decir su va chueco, apretado o torcido. Los mecanismos usados de manera ancestral para el hilado, son el uso del malacate y de la rueca, que en varias comunidades textileras tienen vigencia. Mujeres y hombres de diferentes etnias asentadas en territorio michoacano han sido experimentados tintoreros al usar el caracol púrpura, la grana o cochinilla, el índigo o añil, el palo Brasil, el moralete, entre otros pigmentos. La mujer P’urhépecha, es consumada tejedora desde tiempo inmemorial, confecciona finos tejidos en algodón y lana o intercalando ambos materiales, incorporando a lo largo de la historia el hilo de acrilán y la artisela a sus tejidos, es todo un proceso de habilidad

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el urdir el telar, para dar paso al tejido que en cada comunidad es diferente, la faja es distintiva y da clara identidad a las moradoras de algunas comunidades, así las mujeres de la comunidad de Capacuaro, del municipio de Uruapan, hacen y usan a diario dos fajas de hilos de algodón, lana y acrilán, una que sostiene a la enagua blanca y la otra a la nagua satinada. Las mujeres de Cheran, del municipio del mismo nombre usan de diario dos fajas de lana, una para la enagua, y la otra para el rollo, de igual forma lo utilizan en el traje ceremonial las mujeres de San Felipe de los Herreros, del municipio de Charapan. En el Traje de uso diario en Turícuaro, municipio de Nahuatzen, se usa la enagua blanca sujetada con faja de algodón, en tanto que la enagua brocada va apretada con una faja de lana. En Terecuato, municipio de Santiago Tangamandapio, al traje de uso diario, sus tejedoras le han creado una gruesa faja de lana de apretar, y otra faja de lujo elaborada en lana y algodón, que según el motivo del uso puede ir sencilla, con borlas de artisela o con muchas borlas de hilo seda de gran colorido. El Traje para el Carnaval de Angahuan, municipio de Uruapan, tiene para su uso gruesas fajas de lana conocidas con el nombre de “faja de bala”, ya que la lana en color negro o café presenta tejido en color carmesí, azul o verde, que dan la impresión de tener la forma o el acomodo de las balas en las carrilleras de cuero. En Ocumicho, municipio de Charapan, la indumentaria para el uso diario puede llevar una faja de algodón para la enagua blanca y dos fajas de algodón para el rollo de lana, es importante decir que en algunas otras comunidades las mujeres suelen ocupar también tres fajas para sostener las pesadas prendas. Para la Danza de los Tumbies de Ichupio, del municipio de Tzintzuntzan, los hombres llevan dos fajas de algodón de colores vivos cruzadas en el torax. En la Danza de los Curpites, del municipio de Nuevo Parangarícutiro, la maringuía ostenta una delgada faja de algodón en las manos bailando un cadencioso son, dos fajas de algodón son ocupadas para sostener su naguas blancas y el rollo de paño con corte de satín, el Curpite se adorna con fajas de algodón que enrolla en cada pierna y cubren desde botín a la altura del tobillo abarcando hasta la espinilla, algunos danzantes emplean una faja delgada y angosta para sostener y amarrar la mascara; el T’arepiti también lleva las fajas en torno a la parte baja de las piernas, y el guaje maqueado que ostenta cargado hacia la espalda y uno de los lados del cuerpo, que va sostenido por otra faja de algodón. Las tejedoras de San Jerónimo Purenchécuaro, del municipio de Quiroga, tejen extraordinarias fajas de algodón de colores llamativos y contrastantes, las distribuyen desde tiempos antiguos, a las mujeres de la región lacustre, y de otras regiones.

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Las fajas en torno a los tobillos del Chilinchilie o Chinchilie de Calzontzín, municipio de Uruapan son de algodón, su función es apretar el calzón en su parte baja, a la altura del tobillo. También de Caltzontzin es la Danza de los Chichimecas, en la que la indumentaria lleva una faja de algodón terciada, de la que deben de pender muchas fajas. Para la Danza de T’are Ambakiti los Viejos Buenos o Bonitos de Santa Fe de la Laguna, del municipio de Quiroga, el danzante usa dos fajas de algodón terciadas de las que usualmente van amarradas varias fajas del mismo material, con una diversidad de colores, que se suman y contrastan con el resto del vestuario. Una faja singular es la que usan las mujeres de Ichán, perteneciente al municipio de Chilchota, pueblo de la Cañada de los Once Pueblos, es una faja angosta color negro que en las puntas es rematada por hilos de acrilán de colores chillantes, que tiene un pájaro bordado, terminando con un anudado muy cerrado, una cinta similar es tejida para trenzarla entre el cabello. El proceso de elaboración, características de los diseños, símbolos y colores son muy diversos según el lugar al que pertenezcan, para ejemplificar el trabajo característico de una comunidad me referiré a las tejedoras de Cuanajo, del municipio de Pátzcuaro: Las mujeres trabajan desde muy niñas, se trata de un oficio muy importante, difícil de aprender, se requiere de un enorme esmero, dedicación y entrega para lograr cada una de sus obras, y a la vez se necesita que algunos compradores valoren el tiempo y el corazón puesto en cada pieza, para que de forma consciente paguen a la artesana lo justo por su trabajo; por el sentido de identidad, de pertenencia, el simbolismo plasmado y expresado por las mentes y las manos creativas que dan forma, textura y color a una faja, rebozo, morral, camino de mesa, pulsera o cobija que en su iconografía descifran su predilección a reproducir figuras humanas, animales, vegetales y geométricas de algodón y de lana. Sus mujeres son ejemplo de aspiración al progreso, resulta interesante saber algunos datos de la mujer que con su actividad ayudan el esposo y/o sostienen a su familia y dan prestigio a nuestro estado: La artesana Flavia García Nolasco, nacida en 1944, me narró que al cumplir los diez años fue enseñada a tejer una faja sin dibujo por su abuelita la tejedora Bartola Medina Romero, desde ese entonces se fue perfeccionando hasta lograr concursar y ganar premios en los eventos especializados de Domingo de Ramos en Uruapan y en el de Noche de Muertos en Pátzcuaro, es en 1982 cuando dirige y registra ante la Casa de las Artesanías de Michoacán a un grupo de 33 tejedoras, costureras y una joyera, ella tuvo mucho que ver con la realización del primer Concurso Artesanal del Mueble y Textil programado por la Casa de las Artesanías, en su localidad también en 1982, de su creatividad a aportado la figura de un pez y de una rana al original catalogo del diseño del tejido; Doña Juanita Rosas Nolasco, nació en el año de 1928, la instruyó su mamá la Señora Apolinar Nolasco Cuin, tiene siete hijos, y rememora tiempos pasados en que se

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trabajaba con hilo grueso y delgado del conocido como merino; a María Gloria García Jacobo, que nació en el año de 1990, a la edad de diez años la introdujo en el mundo del tejido su mamá María Consuelo Jacobo Rosas, ella es uno de los ejemplos de gente joven, activa y dinámica; Doña Lupita Casimiro Nolasco nació en el año de 1938, tiene seis hijos, ha sido muy participativa en la mayoría de los concursos de textiles, así como en los tianguis dentro y fuera del estado, como consecuencia de mojarse las manos enseguida de tejer, la artritis la ha imposibilitado para conseguir el sustento de cada día, Doña Lupita evoca el tiempo en el que se trabajaba solo con hilos de algodón, así como cuando en la segunda mitad del siglo pasado empezaron a tejer con hilo de acrilán, pero afirma que no hay mejores madejas que las de lana y de algodón; de forma similar le ha sucedido a su hija María Natividad Romero Casimiro, digno ejemplo de trabajo y amor por la vida, nació el 10 de septiembre de 1957, ella recuerda con alegría y a la vez nostalgia que a los ocho años se entusiasmaba de ver como las mujeres trabajaban el telar, tenia ganas de enseñarse, así que a falta de dinero, juntó los hilos que estaban en la basura, los anudó logrando conseguir una bola de buen tamaño, buscó unos trocitos de madera, urdiendo un rudimentario telar, tejiendo una flor de estrellita, el tiempo pasó y siguió perfeccionándose, las dificultades económicas eran más difíciles debido a su padecimiento de poliomielitis, pero esa circunstancia no la ha vencido, allá por el año de 1980 se decidió a solicitar un préstamo de trescientos pesos a FONART, pero no era fácil pagar esa cantidad, entonces su abuelita

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Apolinar Nolasco, le dijo “vas a hacer un mantel y lo llevas para pagar” y así fue, con esa pieza hecha con una gran esperanza y fe, pagó su deuda ante la institución; Doña María Asunción Victoria Rosas, cuenta con sesenta y cinco años de edad, su mamá Doña Juanita Rosas, la encamino e introdujo en el mundo del textil cuando tenia catorce años de vida, al igual que la mayoría de las artesanas sabe hacer diversas piezas, después de casarse enseñó el oficio a su hija Alicia Cabrera Victoria; la artesana María Consuelo Jacobo Rosas, nació en el año de 1960, a ella la enseño a urdir y tejer su mamá Doña Juanita Rosas, al igual que las demás tejedoras sabe lo que es andar fuera de su comunidad comercializando sus prendas, en ocasiones padeciendo de sol, frío, lluvia, enfermedad, hambre, la incomprensión de quien compra regateando el precio y la comprensión de quien paga lo justo; para conciliar su economía se dedica a vender muebles de madera, con lo que se permite tener el ingreso que le facilita la manutención familiar. Sus tejidos tienen una iconografía muy interesante, ancestral, tiene un sello que la caracteriza en su minucioso tejido el pie y la trama van dando forma a las Nanakas o Señoras que son figuras de mujeres de frente que se toman de la mano, con un aire rupestre en su composición, al Puki o León, La Parriacuri o Urraca, el T’arhenkua o Tarengo, el Cuin Tzintzuni o Colibrí, El Burro, El Conejo, La Ardilla, El Gato, El Venado, La Flor, El Gallo, El Tapete, La Estrella, El Pescado, La Rana. La artesana Juanita Romero Casimiro, conserva una faja añosa de colores blanco y rosa, en la que su abuelita Apolinar Nolasco, tejió gran parte de las figuras tan simbólicas ya mencionadas. Las tejedoras de Cuanajo han ganado premios en Morelia, Domingo de Ramos en Uruapan, Noche de Muertos en Pátzcuaro, en el Gran Premio Nacional de Arte Popular, y en el concurso que en el mes de septiembre se hace cada año en su comunidad. El uso de la faja tiene vigencia, es parte fundamental para la economía de muchas familias de artesanos, principalmente de las que no tienen el apoyo del padre de familia. Hay trabajos que se han perdido como las fajas de bala de Sevina y de otras comunidades, valorar su trabajo, promocionarlo, reconocerlo, y difundirlo es una responsabilidad de los michoacanos.

Gerardo Ascencio Campos Promotor de Diversidad Cultural

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Una aproximación al estudio etnográfico sobre el origen del rebozo

Introducción ¿Qué es esa prenda femenil que presta donaire, que completa hechizos, que confiere sortilegios, y se toma ya en arma de combate, ya en tibio refugio, ora en atavío evocador, o bien en indispensable parte de una vida? Dice el vate en la introducción de la monografía que ahora se edita en homenaje a las mujeres de nuestro pueblo, principalmente a aquellas, que de alguna manera se defienden contra las innovaciones ilógicas importadas y se empeñan en mantener lo típico, lo característico, lo que ha sido hecho por las manos de nuestros artesanos para enmarcar la ternura de los ojos de la amada o de la madre o para darle más atractivo a las caricias y a los ósculos de la novia o de la esposa.

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an típico –dice Núñez y Domínguez–, tan vernáculo tan arraigadamente nacional, tan genuinamente mexicano es el rebozo como el sombrero “jarano”. No creo que exista en otra tierra del orbe algo idéntico al rebozo patrio, algo exactamente parecido ni que tenga un uso tan generalizado”.

“El Vate y Domínguez” José de Jesús Núñez y Domínguez, “El rebozo” (apuntamientos para un aprendiz de cronista) México, Revista de revistas. 1914. Sus contemporáneos afectuosamente le llamaban, “El Vate” y Domínguez. Monografía sobre el rebozo, esa prenda tan característica de la mujer “mestiza” de nuestro pueblo.

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Marco teórico Coincide el descubrimiento de la prenda femenina más característica entre nosotros, por Núñez y Domínguez, con la presencia en México de aquellos artistas que con José Vasconcelos se empeñaron en dibujar desde todos los puntos de vista el perfil de nuestra patria. El año de 1917 en que apareció la monografía de Núñez y Domínguez, tenía para nuestro país un doble significado: La victoria de la Revolución Mexicana y con ella el impulso a las manifestaciones más genuinas de nuestro pueblo, despreciado por los “científicos” del porfirismo que consideraban solamente digno de mención y con valor estético lo que procedía de otras naciones y, penetraba por moda entre nosotros. Con Ramón López Velarde y con Francisco González León, el poeta de Lagos de Moreno, descubriríamos los valores estéticos de la provincia mexicana. De igual manera lo advertimos en la pintura de Saturnino Herrán y de Germán Gedovius, y que Gerardo Murillo El Dr. Atl. llamara en esa época la atención, sobre el valor de las artes populares. Etimológicamente el tomo correspondiente a las letras P. Q. R. , trae lo siguiente: “Rebociño. Mantilla o toca corta, de que ufan las mujeres para cubrir el bozo. Es voz formada de la partícula Re, y del nombre Bozo. Lat. Muliebre amiculum”. Pic. Jus. F. 112. “Un rebociño o mantellina, de color turquí, con ribetes de terciopelo verde”. La cita Pic. Jus. Se refiere a “La Pícara Justina”, novela muy en boga en la época que confirma que las palabras rebozo y rebociño como atavío femenino, andan a menudo en boca de algunos personajes de Lope de Vega en varias de sus comedias. Es decir, en España había algo de que provino el traje de la mujer mexicana. La misma Real Academia, en la edición de su Diccionario de 1855, dice: “Rebociño o rebozo. Es en algunas partes la mantilla o toca corta de que usan las mujeres para cubrir el bozo. Y en sus más recientes ediciones: “Modo de llevar la capa o mano cubriéndose con él el rostro”. Citas históricas y bibliográficas aparte ¿Quién al tratar del delicado atavío mexicano, no evoca aquellas estupendas naos de china: aquellos pesados galeones que rompían con su quilla el cristal de las aguas del pacífico y traían de las costas de ensueño del Asia misteriosa las picantes especias, la morena canela, el azafrán, el alcanfor, las esencias de rosas nacidas en Chiraz, los tapices de Bengala y, sobre todo, las crujientes sedas de Mosul en que encarcelaban sus cuerpos nuestras cándidas bisabuelas? ¿Quién no ve pasar ante sus ojos el espectáculo fabuloso de los fardos ventrudos que encerraban los xales indianos o persas, las telas milagrosas, semejantes por lo tersas a tejidos de plumas de pájaros de maravilla?. No es difícil suponer que, en esas naos, los orientales enviaron la prenda precursora del rebozo, como el bordado mantón de Manila, que unió sus flores sedeñas a las de los cárme-

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nes de Andalucía. Seguramente hubo un tiempo en que la moda impuso alguna tela que sólo era dable comprar a las mujeres acomodadas, y de ahí que, poco a poco, los naturales idearan fabricar una similar para ponerla al alcance de todas las fortunas. El xal persa ya citado, ó la toca que se placían de usar las mujeres de Bética, se disputan, pues la paternidad del Rebozo. Saltando sobre los siglos, no tanto que no quedaran notables huellas de los más próximos, las costumbres de la Nueva España se modificaron por completo. La sociedad criolla adquirió un aspecto singular, y los indígenas, –carne amasada de llanto, de ignominia y de esclavitud– empezaron a truncar el huepilli y el quexquemil por el rebozo y la camisola de tosca manta. El uso del rebozo se hizo pronto muy popular, lo hicieron suyo primero mestizas y poco antes de terminar el siglo XVI negras, mulatas, indígenas y criollas. Esta prenda alcanzó tal importancia que en el siglo XVIII se dictaron leyes y reglas para la elaboración en cuanto al tamaño, tejido, clase de hilo y dibujo. Incluso se adoptó a la Virgen de las Angustias como la patrona de la reboceras (Artesanas especializadas en la confección de rebozos). En esta época, la variedad de rebozos existentes era enorme, sin embargo, predominaba un rebozo rayado con dibujos de ikat y bordados, con un rapacejo corto que solamente llevaba unos picos anudados. Los rebozos de las clases bajas se reducían a ser de algodón, mientras que los de la alta, se combinaban con seda, listas de oro y plata y eran bordados con hilos de otros metales y colores, mismos que no satisfacían los gustos de las damas de la nobleza, que influenciadas por el barroquismo de la época, enriquecieron estas piezas con ricos bordados de paisajes y conmemoraciones de escenas costumbristas. Para el siglo XVIII ya era una prenda usada por todas las mujeres y en el XIX, las damas, contagiadas del barroco, mandaban entretejer hilos de plata y oro y plasmar escenas de los acontecimientos, como llegada de virreyes, muerte de reyes, corridas de toros, paseos a Xochimilco. En Inglaterra se encuentra uno que representa los paseos favoritos en la capital durante el siglo XVIII. Esto convirtió a los rebozos en auténtico nuevos códices. Hacia fines del siglo XIX, el rebozo se había establecido como prenda indispensable y arte tradicional de México. Sin embargo actualmente su uso ha disminuido entre las mujeres de las ciudades y por el contrario, se ha extendido entre muchos de los grupos indígenas.


El rebozo se fabrica en todo México, pero los rebozos de Michoacán, Oaxaca y San Luis Potosí son particularmente apreciados. La prenda surge en la época colonial, se conserva con el paso del tiempo y mantiene las características de elaboración así como sus diferentes técnicas como los tejidos en telar de cintura y pedal, de seda, algodón, teñidos con tintas naturales y algunos como los de Michoacán, usan plumas de faisán, pavo, codorniz, etc., como parte de la cosmogonía P’urhépecha, si recordamos que esta cultura fue diestra y hábil en el trabajo de la pluma utilizada en suntuosos ornamentos de guerra, femeninos y vestuario sacerdotal, de tal manera que, los textiles han ocupado un lugar preponderante y en particular el rebozo, va unido a la identidad de las distintas etnias michoacanas, como la nahua, otomí, mazahua y de manera especial, por los P’urhépecha. Es de subrayarse el trabajo de las puntas de los rebozos, en donde se presentan algunos con sobresalientes tejidos, otros, terminados con arte plumaria y también hay piezas museográficas de “entorchado”: una técnica artesanal casi extinta, que consiste en entretejer chaquira en la punta del rebozo. La variedad de las prendas michoacanas incluye piezas de la Meseta Purépecha, como Zacán, Pichátaro, Ahuiran, donde se elaboran los tradicionales, negros con listados azul y blanco (el rebozo pintado con el azul de los cielos y rayos de la luna”, - leyenda de Mintzita, princesa P’urhépecha esposa de Huitzimégare), Angahuan, donde usan la técnica

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del brocado y Aranza, donde se trabaja más la técnica de “gasa” también conocida como “calado”. Los tradicionales rebozos de La Piedad, igualmente de Jiquilpan, Cuanajo, Pátzcuaro, San Felipe de los Herreros, Santa Clara, Tzintzuntzan (comunidad de Santa Cruz) y la región costera del Estado. Respecto a las materias primas utilizadas en la producción de las prendas, las hay de hilo de seda (casi extinta en la actualidad), algodón, artisela y lana. Gran parte de los productos fueron teñidos con tintes naturales, tanto vegetales como animales, pues van de colores obtenidos de cortezas de árbol hasta la tintura de caracol púrpura, que en la actualidad trabaja la etnia nahua de la costa michoacana y que fuera ampliamente utilizado durante la época prehispánica. Por otro lado, las formas de acabado o decoración de las telas terminadas, también pueden dividirse de una manera muy simple: en deshilados, anudados y bordados. El rebozo indígena regional y el rebozo clásico, son dos diferentes tipos de rebozo que aún en nuestros días se producen. Los primeros van listados de varios colores formando dibujos, algunos llevan triángulos anudados en formas de animales y estrellas y están teñidos por tintes naturales. Los rebozos clásicos difieren en el uso de materiales ya que están hechos con el ikat, una antigua técnica que emplea el tinte de reserva. En el poblado de Paracho, hacen rebozos azul obscuro con finas líneas azul claro y flecos que imitan plumas. El rebozo, cualquiera que sea su origen, tuvo y tiene en nuestra entidad mexicana, gran importancia en la indumentaria femenina. Se podría decir que en ninguna parte de nuestro país se puede concebir que exista una mujer que no haya usado alguna vez esa prenda cuyas cualidades son y siguen siendo diferentes, como son diferentes los sectores y las clases sociales que las usan, “los barrios populares conservan aún algunos tipos de hembras en que puede adivinarse, sin esfuerzo, a la china poblana. Así mismo, el rebozo desempeña otras muchas funciones, sirve de recipiente para el “mandado” y resiste por igual los ases de húmedas legumbres que el envoltorio de carne o especias. Las indígenas llevan en él al crío impávido, que resiste lloviznas o polvaredas, con las piernecillas al aire y la cabeza enmarañada. En homenaje a las mujeres de nuestra tierra, que todavía lucen con donaire esa prenda que en el pasado dio pan y elegancia a nuestras madres, novias y hermanas.

María del Rosario Zamudio Zavala, El rebozo, Prólogo de Mario Colín, Toluca, Gobierno del Edo. de México, 1976, (Serie Arte Popular y Folklor). 2 Mario Colín, O p cit. , p. 5.

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Indumentaria de la Región Nahua de la costa del Pacífico

P

oco se ha escrito sobre la indumentaria de los pobladores de la costa michoacana, en las “Relaciones de memoria de la Provincia de Michoacán, los historiadores Gerardo Sánchez Díaz y Alvaro Ochoa Serrano encontraron en la “Relación de Motines” lo siguiente: “Hallaron los pobres y desnudos de carnes, así ellos como ellas, usaban los indios traer el cabello crecido y trenzado como las mujeres de estos tiempos y todo lo demás de sus personas descubierto; ellas traían unos trapos groseramente tejidos en la cintura, muy de tarde en tarde lavados y tan cortos que apenas cubrían las rodillas, los pechos de fuera y las piernas por consiguiente”. Algunos de los antecedentes para conocer la indumentaria nahua provienen de 17591581 y refieren la forma de vestir de los moradores de la costa: “hay un grupo de indígenas michoacanos de habla náhuatl, las mujeres conservan una sencilla indumentaria que consiste en una blusita de manta con pequeños bordados alrededor del escote, la falda, la faja y el lienzo para tapar son tejidos en telar de cintura alternando hilos blancos y coyuchi (algodón), el coyuchi es el nombre generalizado de la falda”. La mujer nahua que habita en varios pueblos cercanos al litoral lleva trenzado el cabello con listones de color y se adorna con collares de cuentas de coral y arracadas planas que por lo general son de oro de Coalcomán, la choloto (blusa) de algodón que usan con especial orgullo es confeccionada a partir de dos rectángulos unidos por su largo que se fruncen a la altura de los hombros y cosida una franja de manta para resolver el cuello, que al final tiene bella inclinación y deja prácticamente descubiertos los hombros, bordada con la técnica de lomillo y con hilo de algodón de un solo color formando figuras de vegetales y grecas de rigurosa geometría que abarca el escote y se extienden hasta los hombros. El complemento es la lachigual o falda de uso diario bordada con figuras de flores y grecas estilizadas que por su sencillez hacen equilibrio con la actitud de esta gente. Respecto de la lachigual está formada por cuatro lienzos de tela de algodón de unos cincuenta centímetros de ancho, confeccionados en telar de cintura con hilos de algodón de colores y al igual que la choloto bordada en lomillo, esta prenda lleva en el vuelo una greca bordada con hilos teñidos de añil, el diseño lo toman de la víbora de cascabel. La vestimenta incluye los huaraches que hacen allí mismo y se les denomina de correa parada o recargada.

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El traje blanco del hombre consta de calzón blanco ceñido a los tobillos y camisa ceñida en los puños a la camisa le ponían una blondita del mismo hilo, también a las fajas de color rojo y blanco. Algunos datos complementarios: 1. No existe fecha aproximada del siglo en que se inició el mestizaje. 2. Hay permanencia en las tradiciones de danzas, música y canto con influencia de otros Estados del país. En la música fusión de sones, jarabes, chotís norteño. 3. Aproximadamente en el año de 1907 se dejó de usar el “cotón” camisa de campana. 4. Después de 1910 ya no se usó el calzón de manta. 5. Hacia 1918 se inició la manufactura de sombreros de palma y huaraches de tres o cuatro agujeros. 6. Después de 1920 desapareció el atuendo de las mujeres.

Rosa Carmina Rumbo Cerna Promotora cultural nahua

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La referencia histórica de “Motines” está derivada en los levantamientos de los grupos indígenas contra la imposición de trabajo en las minas. Los españoles enviados por Hernán Cortés buscaban oro en la costa y además por el interés que el español tenía en la población de Zacatula en la desembocadura del río Balsas para utilizarla como base para sus exploraciones del Pacífico. Acontecieron rebeliones muy importantes de 1526 a 1528; y entre 1530 y 1532 se dio la migración masiva y espontánea de los indios para escapar del trabajo forzado. La comunidad de Ostula se fundó en 1531 por gente de Pómaro Maquilí e Ixtlahuaca, comunidad hablante de náhuatl del ahora Estado de Colima.

Nota de E. S. Soria

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Vestimenta de los mazahuas y otomí El origen

E

s incierto el origen de la palabra mazahua. Se dice que proviene del nombre del primer jefe de este pueblo que se llamó Mazatlí-Tecutli; hay quien piensa que se deriva del náhuatl mázatl, que quiere decir venado. También se afirma que proviene de Mazahuacán que se traduce donde hay venado, que es el nombre del lugar de origen de este pueblo. Pertenecen al grupo otomangue del tronco otopame de la familia otomímazahua. Los Ñatjo de Michoacán se ubican en el oriente de del Estado en los municipios de Angangueo, Senguio, Tlalpujahua, Maravatio, Susupuato y Zitácuaro, que es donde se localiza el mayor número de habitantes Ñatjo en las tenencias de Francisco Serrato, Crescencio Morales, Donaciano Ojeda, Nicolás Romero, Aputzio de Juárez, San Juan Zitácuaro y Carpinteros. Habiendo en Michoacán varios municipios con población Mazahua, solo dos tenencias en Zitácuaro conservan su gran riqueza cultural, artesanal, musical y dancística: Crescencio Morales y Francisco Serrato. La pérdida de la lengua ñatjo en el Estado de Michoacán, ha tenido un proceso acelerado debido a factores como la migración, discriminación, racismo, intolerancia étnica, etcétera, obligando a la población mazahua a adoptar nuevas formas de comportamiento, vestimenta y lenguajes distintos a los del lugar de origen.


Los mazahuas que viven en Zitácuaro, se dedican de manera artesanal a la elaboración de cobijas, fajas, tapetes, morrales, manteles, chalecos y gabanes de lana, pan y productos de ocoxal. En cuanto a los hombres ya está olvidado el uso de vestimenta tradicional (manta) hoy en día utilizan ropa de manufactura comercial pero sigue utilizando los gabanes que ellos mismos elaboran asi como sombrero tipo Sahuayo o palma y pueden calzar huaraches, botines o zapatos. El vestuario de la mujeres es el tradicional mazahua que, dependiendo de la ocasión, utilizan el de diario o el que la ceremonia requiera incluso puede ser el de diario, boda novia o madrinas o de alguna danza. Generalmente llevan un morral tejido en telar de cintura y bordado a mano. La camisa Mazahua que usan algunas de las mujeres mayores está elaborada en satín brocado de colores muy fuertes lleva un adorno hecho con listones de diferentes colores y pequeños encajes. La figura inicia en la cintura y sube por el frente hasta el cuello se conoce como cáliz. Representa la copa en que se consagra el vino en la Celebración de la Santa Misa. No saben cuándo empezó a usarse. Las mujeres Mazahuas jóvenes usan la blusa de pliegues verticales que se cosen en forma horizontal, es de manga larga en colores vistosos, son de cuello alto y en algunas comunidades están rematados los encajes y puños con encaje blanco.

Música y danzas Los instrumentos más utilizados dentro de las ceremonias de el pueblo mazahua son flautas, tambor y violín, son de tipo ceremonial para ejecutar las distintas danzas que son: santiagueros, pastoras, arcos, y sonajas. Estas mismas danzas se realizan en las fiestas religiosas. Las danzas y la música son transmitidas de generación en generación por las personas mayores, no reciben una enseñanza formal razón por la cual no puede transcribirse ya que es aprendida mediante la vista y el oído.

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Traje ceremonial de Crescencio Morales (mayordomo)


La danza de pastoras de Crescencio Morales En esta danza las mujeres se ataviaban con el traje ceremonial de color blanco y en la mano derecha un bastón corto adornado con listones y cascabeles, en la cabeza llevan una “mantilla” que puede ser de encaje o tela blanca. Ejecutan movimientos en filas pasando de atrás a adelante siempre guiadas por las pastoras de más antigüedad, se acompañan los movimientos coreográficos a veces con cantos y rezos. Tienen su origen en las pastorelas en las cuales los cuidadores de rebaños trataban de ser engañados por el demonio para que no fueran a Belén en la Nochebuena. Aclaración sobre la danza de las pastoras, interpretada por mujeres de la tercera edad. Traje ceremonial de novia de la comunidad Crescencio Morales

Danza de Santiagueros de Crescencio Morales Es una variante de la danza de “Moros y cristianos. Esta danza representa el triunfo de la cristiandad sobre los pueblos infieles. Se cuenta que en otros tiempos esta danza, en Crescencio Morales, contenía párrafos cantados y recitados pero estos quedaron en el olvido. Su vestuario ceremonial consiste en faldilla de satín, capa del la misma tela, las dos prendas van sobre su ropa cotidiana los Santiagos van de color rojo invariablemente y los “infieles” pueden ser de color verde o azul o bien puede estar combinado en azul y verde. Al frente de la fila de los Santiagos un niño porta en la mano izquierda una imagen del señor Santiago y en la derecha un machete atrás de él va el capitán y le sigue la bandera Roja del señor Santiago. En la fila contigua están los representantes que serán vencidos con una bandera verde, blanca y roja. En primer lugar un niño con una pequeña cruz cubierta con una capa verde después va el capitán y le sigue bandera tricolor. Las dos filas en ocasiones pueden ser de 30 ó 40 personas.

Alfonso Martínez Rojas Promotor cultural mazahua

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Transformación

C

on el transcurso de los siglos la indumentaria de toda la humanidad ha cambiado, en lo que corresponde al tema que nos ocupa los grupos indígenas de Michoacán habían modificado pero preservado el uso de las diferentes prendas que forman parte de su identidad. En esta nueva centuria el traje tradicional con sus variantes lo usan mujeres de edad adulta o avanzada en la mayoría de las comunidades. En los hombres el uso es inexistente, quedan solamente como prendas ocasionales el gabán y los huaraches. El sombrero mantiene su vigencia porque la mayoría de los usuarios radica en zonas rurales o trabajan en el campo. En el caso de las mujeres las circunstancias son diferentes. Todavía al finalizar el siglo veinte y concretamente entre los purépecha se mantenía el uso del paño como tela fundamental de las variantes de trajes femeninos especialmente en el de ceremonias. Entre los mazahua la indumentaria de las mujeres es más conservadora en la ropa de uso diario. Sólo han acortado el largo de la falda. Sin embargo, en la actualidad ya no se portan los trajes más elaborados que todavía eran usados en la década de 1980 en fiestas tradicionales, destacando los de novia y de las pastoras, de celebraciones de navideñas. El pueblo nahua de la costa tiene una vestimenta por demás sencilla, la tela básica es manta o popelina de algodón los adornos bordados a mano son sencillos. Por el clima cálido, el color fundamental es el blanco y sólo en túnicas de uso más antiguo se manifiesta un mayor cuidado en la confección y adornos de la prenda. La escasa población otomí usa vestimenta similar a la mazahua. Con la finalidad de reunir datos sobre la drástica transformación que se está manifestando en los trajes tradicionales, he visitado diferentes comunidades purépechas en fechas de fiestas patronales, en donde pude constar la utilización de telas sintéticas en sustitución de paño de lana para la confección de faldas “estilo rollo” o sea, con un plisado perfecto, cortas, completadas con delantales de tela “de vichi” o hechos con encaje sintético, ya sin bordados, orlados con tira de encaje de hilo dorado o plateado. En algunos lugares sigue vigente el uso del terciopelo. Las usuarias de esta modalidad de “rollo de seda” portan guanengo bordado en punto de cruz, faja de acrilán y rebozo de “bolita” otras incluyen la faja pero sin rebozo, y otras más, blusa contemporánea.

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La vestimenta de uso diario de las mujeres purépecha se ha generalizado a faldas de políester, casi siempre en colores lisos. Conservan pastelones anchos, el largo a media pierna y blusas de confección casera. El rebozo y el imprescindible delantal es el único vestigio de otra usanza. Las jóvenes por lo general usan diariamente pantalón, blusas modernistas o playeras y suéter, o chamarra. Con respecto al calzado las señoras lo acostumbran cerrado, de piso las muchachas prefieren los tenis.

Angahuan y Santa Fe de la Laguna Dos de las comunidades representativas de la cultura purépecha con un alto número de participantes cada año en el Concurso de Traje Tradicional, se están convirtiendo ahora en los principales centros de transformación de la indumentaria tradicional. En estas poblaciones realicé entrevistas a las usuarias que manifestaron sus opiniones respecto al cambio, siendo necesario comentar el relato de una joven de santa Fe de la Laguna, quien afirma, con mucha razón que las muchachas no pueden seguir vistiéndose a la usanza tradicional si quieren estudiar o trabajar. Narró que es empleada doméstica en Morelia y recién que la contrataron, un día llegó con su ropa habitual: falda plisada de poliéster estilo rollo, faja, delantal, blusa (no llevaba guanengo bordado) y rebozo. La patrona no la dejo entrar diciéndole que si quería trabajar no se presentara con esos “disfraces”. Los muchachos son todavía más renuentes a usar cualquier prenda que denote su origen. A tal grado se está perdiendo la ropa tradicional que en las muchas y variadas danzas del acervo artístico de la entidad se comprueba el uso de una variedad de elementos que al filtrarse poco a poco destruyen la esencia original de la identidad de la danza, que es un todo con la vestimenta, coreografía e instrumentos musicales o percusión. Un ejemplo muy palpable son los Toritos de carnaval de la región de Morelia-QueréndaroIndaparapeo, cuyos personajes se han distorsionado en burda imitación de comparsas en vez de personajes, la música más o menos original es breve y siempre completada con la melodía más reciente. En el caso de los Paloteros de Puruándiro los huaraches se han sustituido por tenis y calcetas, como si fuera promoción de marcas comerciales. En la danza “Tariácuri” (de origen azteca) que se presenta en las fiestas tradicionales de Santa Fe de la Laguna, los integrantes actualmente usan “bermudas” o short bajo el faldón; las pecheras o pectorales que deben usarse sobre el torso desnudo se las ponen sobre camisetas con estampados o letreros en inglés. El colmo son los teponaztles; uno, es un tambo

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de plástico azul volteado boca abajo y el otro, un bote para guardar ropa o juguetes con las figuras de Los Simpsons. Lo más grave es que el “conservador” de la danza les permita tales alteraciones en la vestimenta y supla los teponaztles sin ninguna responsabilidad de su comisión. Si su padre o sus abuelos tuvieron esa honrosa designación, él se está encargando de desaparecerla. Respecto a los cambios de la indumentaria femenina, entre las razones para dejar de utilizar el paño hay varias, justificables, que se sustentan en la comodidad pero ninguna por ahorro de dinero, ya que las faldas actuales también requieren un mínimo de cinco metros de tela para que el plisado tipo rollo sea perfecto. En algunas poblaciones como Santa Fe de la Laguna ya se venden hechas, con telas bonitas y variedad de colores. Su precio oscila entre quinientos cincuenta y seiscientos pesos.

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También se venden los delantales bordados en punto de cruz, los más económicos tienen un precio no menor de novecientos pesos y los más elaborados entre mil doscientos pesos o más. Un guanengo blanco bordado varía de precio según si el trabajo está hecho a cuatro cuadritos por punto o uno, y uno que resulta mucho más detallado, más perfecto en el diseño y en los tonos de cada color. El precio oscila de quinientos hasta dos mil pesos. Los rebozos de hilo provienen del estado de Hidalgo y valen más de quinientos pesos; los de bolita más baratos cuestan seiscientos cincuenta pesos y su costo se va elevando según lo delgado de la prenda, por eso se llaman de bolita, porque se pueden reducir a una bolita o incluso pasarlos por un anillo, que es la exigente prueba de calidad. Las opiniones más coincidentes en cuanto a la hechura de indumentaria tradicional con telas actuales son: •

El paño es más costoso y difícil de cuidar

No se vende en cualquier tienda

Es muy pesado para usarlo

Está muy pasado de moda

No queda bien en faldas cortas

Las telas de moda tienen muchos colores

Son más fáciles de lavar

Son ligeras y se plisan bien

Por otra parte, el sistema de fiestas patronales en todas las regiones y durante todo el año, con su objetivo comercial primero de trueque y después monetario, proveía las muy variadas necesidades de productos a los habitantes no solo indígenas sino de todos los pueblos y ciudades. Entre esos comerciantes se incluían los denominados “varilleros” que vendían mercería (encajes, agujas, hilos, listones, etc.) y telas, entre ellas el paño, que medían con una vara, probablemente de allí derivó el nombre de varilleros. Esto facilitaba la confección de los rollos ya que los materiales los compraban casi a domicilio. En la primera mitad del siglo veinte este sistema de comercio siguió desarrollándose, pero las mercancías y circunstancias variaron. Algo que ha perdurado hasta nuestros días es que en las fiestas patronales lo primero que se instalan los juegos mecánicos y los puestos comerciales se limitan a loza y utensilios de peltre y plástico, aún cuando el lugar sea comunidad de alfareros, que cada vez venden menos. No falta la variadísima chatarra de Asia; la comida regional es casi anulada por la venta de papas a la francesa, hot dogs, hamburguesas, churros, etcétera.

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Los oficios y ceremonias religiosas son el motivo medular que actualmente tiene ya otra variante y es la contratación de una banda de música “grupera” para amenizar el baile en la plaza, con gran consumo de bebidas alcohólicas. Obviamente ninguna joven asiste con indumentaria tradicional. Debe enfatizarse que el interés por la preservación de la indumentaria tradicional no implica que se pretenda que las nuevas generaciones se aparten de la modernidad, precisamente el progreso y el bienestar social tiene que cubrir a toda la población para que las políticas económicas cumplan su cometido. El objetivo de salvaguardar la vestimenta tradicional debe considerarse como parte fundamental de las culturas populares del país, por lo cual los trajes regionales, aunque se usen una sola vez al año, deben reunir las características correspondientes de materiales y accesorios que lo complementan. Toda evolución es natural pero, desde un punto de vista muy personal, si esto ocurre en trajes ceremoniales, al modificarlos en la forma en que está constando, sería el equivalente a confeccionar un kimono con manta o un traje de charro de mezclilla. Así llegamos a la conclusión que el estado de Michoacán es afortunado en tener, a pesar de tantas circunstancias adversas, grupos humanos que conservan su indumentaria tradicional, así como instituciones gubernamentales que valoren, estimulen y promuevan este rasgo cultural como parte de la defensa de la identidad nacional.

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Nuevos diseños y materiales

Los bordados con hilos metálicos están dejando de lado el estambre que mantenía el alegre colorido y era más práctico para su cuidado, con chaquira elaboran los diseños que antes se hacían en punto de cruz y los diseños diferentes de las prendas nos muestra la que la mujer P’urhépecha mantiene su estructura solo se actualiza. Se colocan encajes en las batas de las camisas o bien se bordan en máquina. En el ciclo vital de la comunidad P’urhépecha es importante manifestar por medio de la indumentaria que eres parte de ella, al mismo tiempo es necesario estrenar atuendos en cada ocasión. Los Cargos Pastorelas, Levantamientos del Niño Dios, Carnaval, Semana Santa, Corpus, Fiesta Patronal y los bailes que se hacen en ella, los bautizos, bodas, son ocasión para mostrar que están a la moda. La estructura del uanengo, la camisa y el saco se conserva casi igual, los materiales con los que se elabora van cambiando porque llegan nuevas telas y nuevos adornos. La gran variedad de estilos denota la creatividad de las artesanas de Michoacán la belleza que plasman en cada pieza es el orgullo de quienes las usan.

Eugenia Sovietina Soria Mayés Promotora Cultural

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Danzantes Moros de Tingambato a su llegada a la fiesta del Apรณstol Santiago. 25 de Julio.


Relación de algunas danzas de Michoacán

1.

Danza de Las Aguadoras de Uruapan

2.

Danza de Las Amazonas de Jiquilpan

3.

Danza de los Apaches de Santa Clara del Cobre

4.

Danza Azteca de Santa Fe de la Laguna

5.

Danza Carnaval de la Isla de Jarácuaro y de Angahuan

6.

Danza de los Chinchinlies de Caltzontzin

7.

Danza de la Conquista Tlahualiles de Sahuayo

8.

Danza Cuautli de Aquila (Sierra Costa)

9.

Danza de Curpites de Caltzontzin

10. Danza de Curpites de San Juan Nuevo 11. Danza de Guanancha Comunidad de Angahuan 12. Danza de Iguiris o Doncellas de la Región de Uruapan 13. Danza de Las Mariposas de Janitzio 14. Danza de los Moros de Tirindaro 15. Danza de los Moros de Nahuatzen 16. Danza de los Negritos de Tingambato 17. Danza de los Negros de Uruapan 18. Danza de Niñas Dedicada a la Guadalupana (Sierra Costa) 19. Danza de Paloteo de Puruándiro

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20. Danza de Las Panaderas de la Mira ( Región Costa) 21. Danza de Parandi u Ofrenda Región Cañada 22. Danza de Las Pastoras de la Comunidad Mazahua 23. Danza del Pescado Blanco de Jaintizio 24. Danza del Pescador Navegante 25. Danza de Santiagueros Comunidades Otomí de Ocampo 26. Danza del Señor de la Barranquita (ahora Danza de Migrantes) de Curimeo 27. Danza Al Señor del Rescate de Tzintzúntzan 28. Danza de Tare Ambakiti de Santa Fe de la Laguna 29. Danza de Tata Kheri o Viejo Solo 30. Danza de Tumbies o Jóvenes Bailadores de Región Lacustre 31. Danza de Vaqueritas de Angahuan 32. Danza de Viejitos de Jarácuaro 33. Danza de los Viejitos de Santa Fe de la Laguna 34. Danza de los Viejos Chicos de Charapan 35. Danza de los Viejos de Charapan 36. Danza de los Viejos de San Andres Tzirondaro 37. Danza de los Viejos de Sevina 38. Danza de los Viejos Enguangochados de Erongaricuaro

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Danza azteca de comunidades mazahua

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Diablo de pastorela de ComachuĂŠn


Personaje de pastorela

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Danza de los CĂşrpites de Caltzontzin


Danza azteca (mazahua)


Danza de Corpus de Tarecuato

Arriba: Danzantes mazahua Abajo: Diablo de pastorela PĂĄgina siguiente: Boda otomĂ­

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Página anterior: Danza de Carnaval de Angahuan En esta página: Ceremonia de levantamiento del Niño Dios. Comunidades P’urhépecha

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Danza de negros, Sierra de Uruapan

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Danza de CĂşrpites de San Juan Parangaricutiro


Viejitos-varias comunidades

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Página anterior: viejitos chicos de Charapan / arriba: danza infantil de Angahuan y músico acompañante En esta página: niñas de Arantepacua

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INDUMENTARIA TRADICIONAL DE

MICHOACÁN • ACERVO EN EXTINCIÓN

Compilación de Eugenia Sovietina Soria Mayés se terminó de imprimir el 28 de febrero de 2014 en los talleres gráficos de ImpresionArte ubicados en Avenida Escuadrón 201, no. 522, Colonia Guadalupe, C. P. 58140 en Morelia, Michoacán, México. La edición consta de mil quinientos ejemplares y estuvo al cuidado de Mara Rahab Bautista López y la compiladora.


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