Cultura Clásica: Esparta y Atenas

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UN PUEBLO DE HIERRO


Esparta tenía más apariencia de campamento militar que de ciudad propiamente dicha, era lo normal, teniendo en cuenta las leyes por las que se regían, y el carácter de sus habitantes que tenían como ocupación fundamental el prepararse para la guerra. Contrariamente a lo que sucedía en las ciudades vecinas pobladas por otros pueblos, Esparta no disponía de murallas defensivas, estaban convencidos de que la verdadera defensa estaba en el valor y preparación de sus ciudadanos para la guerra. Tanto es así, que era normal oírles decir que las más fuertes murallas eran los pechos de sus guerreros, denominación que ostentaba la mayoría de la población.


Ellos a lo suyo, ejercitarse para las operaciones militares, pero un pueblo no puede vivir de sus soldados, que por otra parte no trabajaban ni en el campo, ni en la industria, ni en la artesanía. La pregunta lógica sería, ¿cómo conseguían los alimentos, los utensilios, los vestidos, etc.?, y la respuesta es que de estos menesteres se ocupaban los periecos y los ilotas. Ya habíamos mencionado estos colectivos que se cuidaban de todos los trabajos, y practicaban los oficios que son imprescindibles para una vida normal.


S贸lo tenemos que hacer una salvedad para evitar la confusi贸n de pensar que ambos pueblos ten铆an el mismo rango social. Si bien los ilotas estaban sometidos a esclavitud, desde antes de la llegada de los dorios, los periecos eran hombres libres que habitaban las aldeas de los montes y las costas. Todos los aspectos de la vida de los espartanos estaban supeditados a una obediencia absoluta a los dictados de las leyes promulgadas por Licurgo.


Entre las leyes de Liturgo, se encontraba la que ordenaba a los niños que debían andar descalzos, porque según el legislador el calzado debilitaba los pies; también debían padecer un poco de hambre, mas si el hambre apretaba, se las tenían que ingeniar para conseguir comida, pero, que se prepararan si eran sorprendidos robando, porque en este caso serían sometidos a durísimos castigos.

Conociendo algunos aspectos de las leyes por las que se regían y el sentido que daban a sus vidas, ya no nos produce tanta extrañeza, que abandonaran en el monte Taigeto a todo niño o niña que naciera con algún defecto físico o de apariencia débil.


También podemos considerar como normal que a un niño de 7 años le apartaran de su madre, dando por finalizada la educación materna para iniciarlo en la educación estatal, donde el primer paso consistía en incorporarlo a una “ila” o grupo de muchachos de la misma edad, para comenzar su adiestramiento físico militar, del que formaba parte la realización de los ejercicios más violentos. Como contrapartida, a la instrucción cultural se le dedicaba escasa o nula atención. No es casual que su nivel de cultura fuera muy deficiente, sobre todo si se le comparaba con el de sus vecinos atenienses.


A partir de los 18 años comenzaba la prestación del servicio militar, que duraba hasta cumplir los 60. Desde el primer momento de entrar a formar parte del ejército, había entre ellos un gran sentido de superación, con la idea obsesiva de ser elegidos entre los trescientos mejores, que eran precisamente los que se destinaban a la guardia personal del rey. Esto significaba para aquellos jóvenes el más alto honor. Militarmente hablando, los resultados eran positivos, basta recordar la gesta del rey espartano Leonidas con los 300 guerreros de su guardia personal en el desfiladero de las Termópilas.


Otros aspectos de las leyes de Licurgo son capaces de provocar en nosotros sentimientos de solidaridad, y quizás, alguna sonrisa. Se trata de la alimentación; los ricos comían en demasía mientras que los pobres pasaban hambre. Para evitar este desequilibrio, Licurgo decretó que las comidas se hicieran en común para todo el pueblo. Consecuente con esta idea y para que el control fuera absoluto, hizo colocar en la plaza mesas para quince comensales cada una. El menú solía variar muy poco, generalmente se servía un caldo negro hecho a base de fríjoles, en el que todos mojaban el pan.


Pero la cosa no hubiera quedado perfecta si no se hubiera metido también con las bebidas, así que quedó prohibido el uso de todas las innecesarias, lo que significa que tan sólo se podía beber agua. Las mujeres en cambio, gozaban de mayor consideración que en las demás ciudades griegas, donde el papel de ésta se limitaba al cuidado de la casa y de los hijos, sin intervenir prácticamente en la vida pública. En Esparta las niñas desde su infancia participaban junto a los varones en los mismos ejercicios gimnásticos y en el arte de la guerra.


Eran patriotas abnegadas capaces de sacrificar a sus hijos cuando el interés de la comunidad lo exigía. La historia de este pueblo está llena de ejemplos que avalan lo anteriormente dicho; sólo como muestra recordaremos la orden de una madre a su hijo, que resume casi gráficamente el temple de aquellas mujeres:

“Hijo, tu hermano ha caído en la batalla, coge tus armas y ve a ocupar su puesto”.


UNA CIUDAD CULTA


Atenas vista desde el mar transmitía sensaciones de alegría, riqueza e incluso elegancia. Era una ciudad en la que rebosaba el lujo, el optimismo y las ganas de vivir. Paradójicamente estas mismas cualidades al exagerarse constituían su lado negativo, y los atenienses resultaban frívolos, charlatanes y demasiado apegados a la buena vida. Para alcanzar el título de ciudadano de Atenas, se debía ser hijo al menos de padre o madre ateniense. A los 18 años de edad, en ceremonia pública, el joven comparecía ante el pueblo, recibía sus armas y prestaba un juramento: “Juro no deshonrar estas armas sagradas, no abandonar mi puesto, obedecer a los magistrados y a las leyes y honrar la religión de mi patria”.


Los griegos como casi todos los pueblos antiguos eran politeístas, el fundamento de su religión residía en los dioses que habitaban el Olimpo. Estos dioses no eran seres perfectos, poseían las mismas virtudes y defectos que los humanos, pero en grado superlativo. Se les ofrecían sacrificios, se les dirigían plegarias y estaban presentes en todos los actos de la vida de una persona, de una familia o de una ciudad. Los santuarios más famosos fueron el de Dodona, en honor a Zeus y el de Delfos, dedicado a Apolo.


A la ceremonia de la celebración de una boda se le solía dar gran importancia social y religiosa. Se desarrollaba en tres tiempos: el primero, en casa del padre de la novia, que ofrecía un sacrificio a los dioses en recuerdo a los antepasados. A continuación, la novia llevada de la mano de un pariente o amigo del novio (paraninfo), era conducida a casa de éste, mientras los asistentes cantaban himnos a Himeneo. Ya en casa de su futuro esposo, los desposados se partían un pan o una fruta, con lo que la boda quedaba sellada. Hasta llegar a los 10 o 12 años de edad, la educación de los niños de clase acomodada, se desarrollaba en su propio hogar, dirigida normalmente por un esclavo instruido llamado pedagogo.


Después asistían a la escuela, donde aprendían gramática, música y gimnasia. La indumentaria de los hombres consistía en una túnica corta sin mangas. Las mujeres vestían túnica larga hasta los pies; encima de la misma un trozo de tela cuadrada denominada peplo. Se cubrían la cabeza con un velo y calzaban sandalias. Lo más curioso de este tipo de vestiduras es que podían despojarse de las mismas con un solo movimiento de la mano.


Por lo general, los griegos comían tres veces al día, siendo su alimentación muy variada, ejemplo de lo que hemos venido pregonando como dieta mediterránea. En esencia las comidas consistían: Por la mañana, el desayuno a base de leche, aceitunas, queso fresco y fruta. Al mediodía, la comida, con sus pescados en salsa, sopa de verduras, legumbres y carne asada. Por la noche, la cena, con variedad de fiambres, ensaladas y fruta. Comían recostados en un lecho, tomando los alimentos líquidos con cuchara metálica, mientras que los sólidos se cogían directamente con las manos, que luego limpiaban con miga de pan.


No hace falta mucho esfuerzo de imaginación para comprender que no todo era perfecto, allí también convivían pobres y ricos, siendo las diferencias sociales muy acusadas. Esta desigualdad se manifestaba con toda su crudeza en las viviendas. Mientras los ricos gozaban de toda clase de lujos y comodidades, los pobres vivían hacinados en verdaderos tugurios, hasta tal extremo, que en una o dos habitaciones podían llegar a cohabitar diez o doce familias.


En la historia de Atenas tuvieron un papel preponderante los filósofos y los sofistas. Los filósofos se preocuparon, en primer lugar, de la naturaleza, después del hombre y de las creaciones del mismo, o sea de la cultura. Los sofistas eran los encargados de enseñar la sabiduría. Entre los filósofos es obligatorio citar a Sócrates, Platón y Aristóteles. Sócrates era un hombre feo, pobre y nada elocuente; era un personaje que gustaba de conversar con cuantos se tropezaba. No pretendía que le consideraran sabio, con frecuencia decía: “Toda mi ciencia consiste en saber que no sé nada”. Sus enemigos le acusaron de corromper a la juventud y fue condenado a muerte cuando contaba 70 años de edad. Bebió tranquilamente una taza de cicuta y murió hablando con sus discípulos.


Cuenta la leyenda que siendo Platón niño de pecho, sus padres le dejaron tendido en un prado, llevándose la sorpresa de encontrarlo al momento rodeado de un enjambre de abejas depositando miel en sus labios, lo que fue considerado un presagio de su futura elocuencia. Platón fue discípulo de Sócrates y enseñaba a los jóvenes atenienses en el jardín de Academo.


Aristóteles completa el trío de grandes filósofos griegos. Normalmente daba clase a sus alumnos mientras paseaban, por lo que a los que seguían sus enseñanzas les llamaron peripatéticos.


Podemos enmarcar la historia de la literatura griega en tres etapas bien definidas: Preclásica, clásica y postclásica. Otra forma de división es atendiendo a su evolución histórica, en cuyo caso las fases se conocen como helénica o jónica, ática y alejandrina. El primer período abarca desde los orígenes, allá por el año 800 a.C., hasta el comienzo de las Guerras Médicas, el 500 a.C. El segundo período va del 500 al 300 a.C. El tercer período se prolonga hasta el año 527, estando subdividido a su vez en período helenístico, del año 300 al 30 a.C. y romano de esta fecha al 527.

Veamos una división de las distintas formas en que se expresaron los grandes literatos en aquella época.


Poesía épica: • Homero: “La Iliada” y la “Odisea” • Hesiodo: “Los Trabajos y los días” Poesía dramática: • Esquilo • Sófocles • Eurípides La Historia: • Herodoto • Tucídides • Jenofonte

Poesía lírica: • Arquiloco de Paros • Calino de Efeso • Tirteo de Mileto • Solón • Alceo • Safo de Lesbos • Arión • Ibico de Recio • Simónides de Ceos • Píndaro La Comedia: • Aristófanes

Homero


Se podría hablar mucho sobre Grecia, pero nos harían falta cientos de páginas, así que... ¡Por ahora ya es bastante!


Este trabajo está dedicado a mi abuelo Pedro Bennasar, que tanto me enseña día a día. Parte de lo que sea de mayor, será gracias a ti, abuelo.


Bibliografía: La Edad Antigua, Antigua Pedro Bennasar Imágenes: Google

Créditos: Realización y montaje: Liúba Bennasar Aportaciones: Pedro y Kyka Bennasar Música: BSO Yo, Claudio


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