Semanario
Voz del Pastor Agente en formación
Septiembre de 2013
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LA MISERICORDIA DE DIOS NOS VUELVE A LA VIDA Lc 15,1-32 La gran lección de las lecturas de hoy para nuestra vida cristiana es la Misericordia. Jesús nos presenta el verdadero rostro de Padre. Podemos proclamar esta gran verdad: Es grande nuestro pecado y todos somos pecadores, pero mayor es la misericordia del Señor. Tres imágenes nos presenta el Evangelio de San Lucas el día de hoy: La de un Pastor que sale en busca de la oveja perdida; la de una Mujer que barre y remueve la casa hasta encontrar la moneda que se le había perdido; y la Locura de un Padre que
espera con ansias el regreso del hijo. Las tres parábolas tienen el elemento de la alegría del Encuentro por el que vale la pena hacer fiesta, una fiesta donde todos estén presentes como familia de hermanos: Todos somos hermanos y todos cabemos en el corazón de nuestro Padre Dios; es un Padre que ama al pecador a pesar de su pecado, que no condena sino que nos está esperando con los brazos abiertos y la fiesta preparada. Podemos decir que la Palabra del Señor nos invita a dos actitudes muy importantes como hijos de Dios que somos:
a).- Por una parte nos invita a vivir la Misericordia de Dios, a encontrarnos con ese Padre amoroso que no nos condena sino que nos quiere felices con Él en su casa. Por esto San Pablo en la Carta a Timoteo que escuchamos hoy proclama con gozo: Dios tuvo misericordia de mí que fui blasfemo y perseguidor de la Iglesia… La gracia de Nuestro Señor se desbordó sobre mí. Cristo Jesús vino a este mundo a salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Gocemos el abrazo misericordioso de nuestro Padre Dios. b).- Por otra parte nos invita a Alegrarnos con Él por el regreso de tantos hermanos nuestros que se han alejado y perdido como la oveja, la moneda, y aquel hijo menor de la parábola que rompió con su Padre y se fue de casa por otros caminos. Tenemos que ser mediadores, instrumentos de la misericordia como Moisés en la primera lectura del libro del Éxodo que intercede por el pueblo que se había pervertido, pueblo de cabeza dura que se había olvidado de Dios y se construyó su becerro de metal. Es el Señor, Nuestro Dios, que nos dice: Alégrense conmigo porque encontré a mi oveja que se me había perdido, a mi moneda extraviada y a mi hijo querido que se me había alejado. Abramos como nuestro Padre Dios los brazos a todo hermano que ha fallado porque todos somos pecadores, necesitados del perdón de Dios y de la reconciliación entre nosotros. No seamos como los fariseos y los escribas que se creían los buenos y cerraban la puerta de salvación a los publicanos y a los pecadores, ni entraban ni dejaban entrar; o como el hermano mayor
de la parábola que no quería entrar y hasta se disgustó con su Padre. Es aquí donde brilla nuevamente el corazón misericordioso del Padre: un Padre que sale y le ruega ( se le arrodilla) a su hijo mayor que entre y participe de la alegría del regreso de su hermano. Si, es necesario hacer fiesta y regocijarnos porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado. Vivamos la alegría de ser perdonados y de perdonar. Jesús en pocas palabras nos dice que la Misericordia es el mejor camino para entrar al Reino de los Cielos. Sean misericordiosos como su padre celestial es misericordioso. Seamos hombres y mujeres de compasión y misericordia. El encuentro con nuestro Dios misericordioso que nos abraza, nos vuelve a la vida, nos viste de nuevo y nos hace vivir en fiesta, exige que reflexionemos y entremos en nuestro corazón para vivir nuestro personal Me levantaré y volveré a mi Padre. Que esta Eucaristía sea para todos nosotros una fiesta que nos llene de paz y alegría por el encuentro con la misericordia de Dios que nos vuelve a la vida y nos hace misericordiosos con nuestros hermanos. Gocemos el abrazo misericordioso de nuestro Padre Dios.
+ Fabio Martínez Castilla II Arzobispo de Tuxtla Gutiérrez