Actualidades 27 El versículo comienza con la promesa del Señor a sus discípulos de darles Su paz y termina animándolos a tener buen ánimo. Debido a nuestra situación de prosperidad, solemos pensar que la única forma de tener la paz y el buen ánimo de Cristo es sin sufrimientos y con plena libertad de culto. Creemos que solo podemos alabar a Dios si estamos bien: “¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas” (Stgo. 5:13). Sin embargo, en este pasaje, la paz y el buen ánimo de nuestro Señor, en vista de Su victoria, son inseparables de las prisiones y tribulaciones de este mundo alejado de Dios. Por lo tanto, no debemos desanimarnos si comienza a limitarse nuestra libertad exterior, pues tenemos esta gran promesa y estímulo que despliega su poder en medio de la aflicción: Cristo ha logrado la victoria y, en plena angustia, comparte ese galardón con los suyos. Aunque creamos que el Arrebatamiento ocurrirá antes de la Gran Tribulación, la Iglesia de Jesús en Europa Occidental todavía puede ser atribulada y sufrir la persecución. En este sentido, todo parece indicar que estamos en el punto de inflexión, donde el estado de excepción que vivimos en lo concerniente a la libertad religiosa, la cual ha perdurado por décadas, volverá a dar un paso hacia una condición más normal: la Iglesia de Jesús será oprimida. Empero, por encima de todo se encuentra la gran promesa del Señor de darnos Su paz y Su buen ánimo en medio de la tribulación, pues Él ya ha vencido al mundo. Johannes Pflaum 1
Johannes Pflaum: Mut für morgen: Nachfolge im starken Gegenwind (Coraje para mañana: seguimiento de Cristo con fuerte viento en contra), extracto abreviado.
VIDA
¡Lo que les diga, háganlo! Siete lecciones de las bodas de Caná1. Invitar a Jesús Juan 2:2 dice: “Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos”. Es maravilloso cuando invitamos a Jesús, no solo a nuestra vida espiritual, sino a ser parte de nuestra cotidianidad, de nuestros actos terrenales. La verdad es que hemos desarrollado una forma equivocada de pensar: creemos que, por invitar a Jesús, todo debería ir sobre ruedas. Una vez vi una calcomanía que decía: “Para qué sufrir, acepta a Jesús”, pero esto no es algo que enseñe la Biblia. Cuando Jesús estuvo en la barca con los discípulos, en el mar de Galilea, los alcanzó una gran tempestad. La tormenta era tan grande que el agua entraba en cantidades a la barca, por lo que los discípulos gritaron desesperados: “Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?”. En un momento, faltó vino en la boda a la que Jesús había sido invitado. Esto fue motivo de gran vergüenza y nerviosismo. En Salmos 73, el salmista exclama: “He aquí estos impíos, sin ser turbados del mundo, alcanzaron riquezas. Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón, y lavado mis manos en inocencia; pues he sido azotado todo el día, y castigado todas las mañanas”. La Biblia deja claro que no estamos exentos de dificultades, tentaciones, problemas e, incluso, del sufrimiento. Sin embargo, aquellos que han invitado a Jesús a todos los aspectos
de sus vidas, nunca se sentirán decepcionados, pues experimentan Su ayuda y consuelo, como nadie más es capaz de darlo. En todas las dificultades que Pablo vivió con el Señor, siempre exclamó: “Bendito sea por los siglos de los siglos” (2 Co. 11:31).
El ejemplo de María Juan 2:3 continúa diciendo: “Cuando faltó el vino, la madre de Jesús le dijo: ‘¡No tienen vino!’”. Podemos aprender mucho de la conducta de María en las bodas de Caná. El problema que sus amigos o familiares tenían no le era indistinto. Podría haber reaccionado como Caín: “¿Seré yo el guardián de mi hermano?”, “¿Qué me importa si falta vino o no?”; sin embargo, actuó según el principio de Filipenses 2:4: “No miréis cada uno por lo suyo, sino por lo del otro”. Interesarse por los problemas de los demás y compartir las cargas es el verdadero carácter de un cristiano: “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo” (Gal. 6:2). Lo siguiente que podemos aprender de ella es que, frente al problema, acudió de inmediato a Jesús. ¿A dónde vamos con nuestros problemas? Pedro se dirigió al Señor: “Y la suegra de Simón estaba acostada con fiebre; y en seguida le hablaron de ella” (Mc. 1:30). Háblale a Jesús de tus problemas, tus carencias y tus necesidades, pues no solo te entenderá, si-