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Disfrutar del río pescando

RODRIGO PRADO NÚÑEZ

LEÓN. ¿Puede algún pescador no percibir la grandeza natural del río?. El agua brota de las entrañas de la tierra cristalina y pura, se abre paso entra las rocas de las altas montaña y forma el río. Desde siempre la gran mayoría de los pescadores nos declaramos amantes de los ríos, de ese mundo natural que conforman esas corrientes originales que se renuevan constantemente. Los admiramos por la serenidad que nos trasmiten, por la amplia gama de colores, por su fresca fragancia, por los seres que los habitan y por todo lo demás que estimula nuestros sentidos y nos complace. Más allá de todo lo que pase, cada vez que vas a pescar, cada vez que vas al río, es una ocasión única que debes de aprovechar. Hay que pasar algún tiempo observando el río hasta llegar a ser consciente de la diversidad biológica que sustenta. Distraer- se observando todo lo que pasa e imaginar lo que intuimos y no vemos en la profundidad de las aguas o en la frondosidad de la ribera puede ser la mejor terapia inventada jamás.

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Ver y percibir, pescar y disfrutar. Sentir el río es un sentimiento funda- mental para todo pescador. No es solo sentirse bien a orillas de la fresca corriente, que te transmita sensaciones agradables o que nos recuerde momentos únicos. Son esos detalles y muchos más que se van sumando a la jornada de pesca como puntos po- sitivos que te envuelven en una placentera sensación de bienestar y tranquilidad. A veces es el trinar de un pájaro, o esos cantos rodados desnudos y lisos de variados colores y formas, la cabriola de un pez en el agua, una gota de rocío sobre una pequeña flor, un saltamontes que se precipita en toda la corriente o una libélula que se te posa en la mano. Disfrutar del río es darte cuenta de que los ríos son naturaleza viva y que en sus aguas frías y cristalinas habitan un número inmenso de seres que son joyas de la fauna acuática, que un montón de aves se acercan a el y viven en sus riberas o que en los fondos de estos ríos cohabitan multitud de insectos muchos muy conocidos por todos y que los pescadores los imitamos en nuestros señuelos.

El rumor del río es como un tónico balsámico que despierta hondas sensaciones, serena el alma y acaricia los sentidos refrescándolos. El agua cristalina se rompe con cada piedra, cada corriente y cada meandro conforma lugares únicos de vida salvaje. En cada remanso una ligera ondulación indica el movimiento del agua, hay reflejos profundos de hileras desorganizas de arboles que parecen detener el fluir del río, todo se confunde y funde.

En cada corriente el fulgor vidrioso impide ver lo que se esconde bajos las aguas, pero que tu mente se imagina, mientras su eco rebota con las riberas tapizadas de impolutos musgos, hiervas y matorrales.

A nada que te mantengas alerta lo puedes descubrir. Puedes sentir el río, sentir que te grita sus secretos y que a sus orillas el estrés se ahoga lenta- mente. Es como un hechizo, respiras aire puro y en armonía. Estas en un entorno tranquilo y te sientes bien. El río es maravilloso, muestra su verdad a quien sabe verla. Deja viajar tus pensamientos por sus corrientes y veras cómo disfrutas del río que te otorga la mejor de las terapias posibles. Siéntelo y respétalo procurando que tu paso por él sea lo menos perjudicial posible. ¡Disfruta la pesca y cuida el río!

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