Páginas de libro familiar

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FAMILIA LUCENA Una nueva familia: Clemente Lucena y Rivas con Marina Jiménez y Varona, y sus seis hijos: Carmen, Clemente, Consuelo, Juan, Manolo y Julián. Abuelos paternos: Felipe Lucena y Sevillano, casado con Rafaela Rivas y Rojan.

Felipe Lucena y Sevillano, Baena (Córdoba) 1868, fallece en Aguilar de la Frontera el 21 de febrero de 1921, a los 53 años.

Mi abuelo paterno fue agricultor y según me dijo tía Teresa Rivas, hermana de la abuela Rafaela, obtuvo una plaza de contratista en obras públicas en Rute donde estuvo un tiempo y desde allí pasó a Aguilar de la Frontera en 1907, donde según ella se hizo una buena casa. Era un hombre alto, corpulento, muy simpático, gran relaciones públicas, diríamos hoy, y muy emprendedor y trabajador. Tuvieron cuatro hijos: Carmen, Juan, Clemente y Felipe. Juan estaba en el seminario de Córdoba desde donde pasó al Colegio Español en Roma para estudiar teología. Clemente tuvo que interrumpir sus estudios para trabajar con su padre y más adelante, al morir su padre todavía joven, se ocupó de realizar las liquidaciones de las obras y contratas. Por esta ayuda en los negocios y 88


por haber dejado los estudios le compensó en vida dándole la casa de Aguilar. Según mi madre, el abuelo Felipe pleiteó y se gastó un buen dinero en reivindicar unas mandas o beneficios que había de la familia, Duques de Sevillano, para el tío Juan, sacerdote, pero murió sin conseguirlo.

Rafaela Rivas y Rojano, mi abuela paterna a la que conocí y traté mucho. Nació en Baena hacia 1872 y murió en Granada, enferma del corazón, a los 67 años el 5 de diciembre de 1939. La recuerdo muy bien en Puente Genil y alguna vez, en verano, que iban a Cerro Muriano, un pueblo lleno de pinos, muy agradable, donde tío Felipe era maestro nacional. De las niñas, yo era su nieta mayor. Mayores era mis primos Rafael y Felipe. En vacaciones siempre quería que fuera a Puente Genil con ellos. Cuando iba me ponía flequillo, volvía a casa y mamá me lo quitaba porque decía que el flequillo era para frentes grandes… De hecho la primera comunión la hice allí y como se ve en la foto no se pudo ocultar del todo el flequillo. En la guerra civil, en la noche del 24 de julio, llegaron ya los milicianos de Málaga a Puente Genil. La familia se había refugiado con otros amigos en la casa de uno de ellos llamada de los “cristalitos”. Estos milicianos desataron todas las iras. Se llevaron al tío 89


Juan y la abuela pidi贸 a los milicianos estar con su hijo sacerdote, lo que consintieron hasta que lo llevaron a asesinar. Era el 28 de julio de 1936. 90


Al ocupar el ejército nacional Puente Genil, el tío Felipe se trajo a su casa a la abuela, a tía Carmen y a Mercedes, antigua empleada de hogar en casa de la abuela. Acabada la guerra, el Juez que juzgaba a los milicianos que mataron al tío Juan citó a la abuela para testificar en el proceso, pero no quiso ir diciendo que “si mi hijo murió perdonándolos, yo no voy a acusar a nadie: que la justicia haga lo que deba hacer1.

Carmen Lucena Rivas, la hija mayor de los abuelos Felipe y Rafaela, nace en Baena hacia 1893 y muere en Granada, en Santa Fe, siendo religiosa de la “Compañía de María”. Al acabar la guerra civil y vivir ya en Granada, en 1940, volví a tener más contacto con ella. Profesó, ya mayor, como religiosa al morir su madre. Estaba en el colegio de Santa Fe y con frecuencia

01: Como explico más adelante, a este juez le conocí ya en Granada donde presidió la Audiencia Territorial de Granada.

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íbamos a verla con papá. En su juventud tuvo un novio que no gustaba a la familia pues decían que era el clásico señorito andaluz. Para que no siguiera con él pasaba temporadas en Cabeza de Buey, con sus tíos y abuela. Pero en esta población la pretendía otro joven, curiosamente llamado Pedro Calderón de la Barca, amigo de la familia. Siendo ya mayor, en el convento de su Comunidad, tuvieron que hacer unas obras. Carmen, por la edad, parece ser se trastornó mentalmente agudizándose con los ruidos… Yo era en esa época trabajadora social del Hospital Psiquiátrico, y un día la vi salir del despacho del director con la hermana enfermera. Las dejé pasar sin decir nada, pero luego fui al director diciéndole que era mi tía… y me contó que era un trastorno senil, agrandado por las obras pues entraban y salían hombres por la clausura… y que ella decía “que ella se había ido al convento, pero no para que entraran hombres… que sí que ella ya había tenido un novio que se llamaba don Pedro Calderón de la Barca”… Al llegar a casa se lo dije a mamá, pensando que había perdido el juicio, pero mamá me dijo que era cierto y que así se llamaba el novio. Con los años, en 2003, vino mi sobrina Esther Pérez Lucena con motivo de las bodas de oro de sus padres y de plata de su hermana Chelo, y nos coge a Consuelo y a mi y riéndose nos dijo que nos iba a “descubrir” que tía Carmen Lucena Rivas fue novia del padre de un paciente suyo, que le dijo: “Doctora, usted y yo hemos podido ser familia: su tía fue novia de mi padre, Pedro Calderón de la Barca, y conservo cartas que su tía escribió a mi abuela paterna…” Y así conté yo el episodio del Hospital. Chelo recordó las risas del día cuando yo fui a casa contándolo a mamá, pues estaba allí ese día. Mercedes: Quiero tener un recuerdo especial para ella, que desde muy joven entró en casa de la abuela, en Aguilar, como empleada de hogar. No tenía ya contacto con nadie de su familia. Al tío Juan lo veneraba. Y al morir éste y venir con la abuela y tía Carmen no quiso seguir en la casa y entró de hermana coadjutora en el convento de las Mercedarias de Granada. No me olvido de 92


cuando me hacía en Puente Genil para el desayuno un “hoyo” con pan, aceite y azúcar: buenísimo. Cuando le decía a tía Consuelo de hacerlo, su extrañeza era grande pues por allí no se hacía.

Juan Lucena y Rivas (Baena 4 enero 1895 : Puente Genil 27 julio 1936, mártir por la fe). En Puente Genil, mis mejores recuerdos de la infancia, son de tío Juan, en verano, con los primos Rafael, Felipe y José María. Del tío Juan me referiré solo a mis recuerdos de niña y a lo que de mayor me contó su amigo desde la infancia don Marcial Zurera, que fue presidente de la Audiencia Territorial de Granada. Siendo yo pequeña, de unos cinco años, me puse enferma con fiebres muy altas. Estuve tan mal que llamaron a mis padres a Jaén, desde donde acudieron. Cuando me levantaron se ve que no quería andar. Tío Juan se sentaba frente a mi en una mecedora y dejaba caer al suelo su pañuelo y me pedía que se lo diera. Otras veces, el abanico. Un verano estábamos sentados en el bonito patio parroquial, y el “pay·pay” que se le caía era de cartón con un “pensamiento” en relieve que tenía la bandera republicana, propaganda de una librería. Tío Juan, abanicándose con el “pay·pay” cantaba: 93


“Si los curas y frailes supieran / la paliza que les van a dar / subirían al coro cantando / libertad, libertad, libertad… / que venga el comunismo / que lo queremos ver / aquel que no trabaje / no tiene que comer”. Yo me enfadaba mucho y él riendo de mi enfado se reía más y me hacía rabiar con la letra de la canción y música del himno de Riego. Un día vio lo que me gustaba el costurero de unas niñas amigas, y le dijo a Mercedes que se enterara y me comprara uno. Yo, que sabía el precio, le dije que era muy caro, que eran 6 reales! Se echó a reír y encargó que me compraran el costurero. Cantaba muy bien y tocaba la guitarra estupendamente. Le recuerdo cantándome “la donna è mobile”, en italiano, para hacerme rabiar.

Clemente y Juan.

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De Jaén, donde vivíamos entonces, trasladaron a papá a Madrid en 1935. Y a Madrid venía el tío. Era ya la época de la quema de conventos. Papá le pidió que fuese vestido de seglar por Madrid y así lo hizo. Un día entraron en un salón limpiabotas y le dice a Juan el que limpiaba, “¡usted es cura!” Si, ¿porqué lo ha notado? “Porque el zapato derecho está más arrugado de arrodillarse más. El primer piso que tuvimos en Madrid era en la calle Alcalde Saínz de Baranda, donde el portero era un activista comunista. Solo estuvimos unos meses y nos trasladamos al número 61 de General Narváez, sólo doblar la esquina, y aquí el portero era de derechas2. En las dos casas estuvo el tío Juan. De hecho, en Madrid le esperábamos para la Virgen del Carmen del 36, pero retrasó su viaje para poder casar a la hija de unos amigos que se lo habían pedido. Hay un libro sobre el tío Juan y los 117 mártires por la fe, religiosos y seglares, de la diócesis de Córdoba. Voy a relatar sólo unas líneas de lo que no dice este libro: El Tío Juan tenía, desde que llegaran a Aguilar de la Frontera en 1907, un amigo de su misma edad: Marcial Zurera, que no tenía hermanos varones, sí dos hermanas. Iban siempre juntos. Juan con 12 años entró en el seminario de Córdoba y luego marchó a Roma, en 1915, con la guerra europea de por medio. Marcial estudiaba derecho y se escribían. La censura italiana en alguna carta añade: sean más breves… Al ponerse enfermo en Roma tuvo que volver a España el 8 de mayo de 1918. Me decía mamá que, antes de llegar tío Juan a la parroquia, las bodas de la gente pobre se hacían en la sacristía y los señores en el altar que preferían. Juan dijo e hizo que el sacramento fuera para todos igual, casando a todos en la iglesia. Ya sacerdote, estaba en el seminario de Córdoba como profesor de varias asignaturas. En los años de la república, por las tardes,

02: En esta misma casa vivían los primos de mamá, Luis Cámara y Virginia, que no tenían hijos.

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solía ir a casa de Marcial, ya Juez en Córdoba. Marcial veía a “Juanito” en esos días algo triste… y le preguntó por lo que le ocurría: Juan le dio evasivas… hasta que un día le dijo que aunque no quisiera decírselo, algo le ocultaba. Y Juan ya tuvo que decirle que un día, haciendo la oración, tuvo un presentimiento: que iba a morir mártir y que se veía cobarde para afrontar el dolor físico. Marcial quiso quitarle importancia bromeando que mártir, ahora, ¿de qué?... Con el tiempo, ya en Granada, Marcial me dijo: “los peores momentos de mi vida, los pasé cuando siendo Juez de Málaga tuve que juzgar a los que mataron a Juanito”, y me contó como quiso ir la abuela con el hijo y cómo les llevaron detenidos a un vagón de tren. Los milicianos, que eran de Málaga, llevaban una lista de nombres, en la que no aparecía Juan. Cuando ya se los llevaban, uno de los milicianos se da cuenta de que sentado queda una persona y al preguntar “¿quien es ese viejo?”, él mismo le contestó: “soy el párroco”, y se lo llevaron con el resto. Decía Marcial que Juan tenía mucho pelo negro y abundante. Lo mataron con sólo 41 años, pero en aquella terrible noche se le puso el pelo blanco y por eso le confundieron con un anciano. A parte de las vejaciones, uno de los milicianos le dio con bayoneta en la cara, sangró y cayó al suelo, donde le patearon. Le arrancaron del cuello la cadena y medalla (para que te va a servir esto, le dijeron), le dieron un tiro, y vivo todavía lo echaron a una fosa común con fuego. Todo esto, según el Juez Marcial Zurera estaba verazmente constatado. Lo que no se pudo probar era que le cortaron la mano derecha y que se la tiraron diciendo, “toma, para 96


que la besen las beatas…” Murió perdonando a los que le mataban y diciendo “Viva Cristo Rey”. Está incoada la Causa de Beatificación. No se si me lo decía Marcial o la abuela, pero por lo visto en el vagón3 que les encerraron también estaban dos seminaristas muy jóvenes a los que los milicianos decían que dejarían libres si apostataban. Juan les vino a decir: “el que os dejen libres no lo tenéis seguro. Lo que si tenéis seguro es el cielo si os matan por vuestra fe”. También murieron. Poco después entraron las tropas nacionales y una calle de Puente Genil, pasó a denominarse “Avenida del padre Juan Lucena”, hasta que cuando en 1982 entró el gobierno socialista, quitaron su nombre cambiándolo por el de “Avenida de la Estación”, donde le asesinaron.

Julián Rivas y Riojano, Baena 16 febrero 1878, fue fusilado el 13 de agosto de 1936 en Cabeza de Buey, Badajoz, mártir por la fe.

03: Para los presos había tres vagones de tren con estos letreros: Burgueses (donde estuvo el tío Juan y la abuela), Fascistas y Traidores.

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Era hermano de la abuela Rafaela. Le recuerdo en casa de la abuela en Puente Genil donde pasó unos días. Le veía más serio que a tío Juan, quizás por verle algo mayor. Pero era muy cariñoso con todos y conmigo particularmente. Me regaló un libro, “Mi Jesús”, con oraciones y la Santa Misa para niños. Yo todavía no sabía leer pero lo llevaba a misa cuando acompañaba a la abuela Rafaela. Lo abría al revés y ella sonriendo me lo ponía bien4. Con mamá y papá recuerdo al menos dos veces de ir a Cabeza de Buey. Vivía aún mi bisabuela, Carmen Riojano y Bujalance, abuela de papá. Por lo que recuerdo, y que contaba mamá, era una cordobesa con gracia, enérgica y muy ocurrente. De la casa me acuerdo muy bien. Tío Julián también había estado en Roma estudiando teología en la Universidad Gregoriana, de los jesuitas, y residiendo en el Colegio Español de San José desde el 28 de octubre de 1897. Llamado al servicio militar vino en 1900 desde Roma a Granada donde siguió estudiando el curso en el seminario diocesano. Licenciado en el ejército, regresó a Roma el 20 de junio de 1901, volviendo a Córdoba en julio de ese año. Era doctor en teología. Por lo que oí a mamá y a tía Teresa, fue detenido con otros amigos de Cabeza de Buey, señores de Balmaseda, Donoso,… y aquella misma noche los fusilaron en el mismo cementerio. Tío Julián y otros, no murieron: cuando los milicianos se fueron, tres o cuatro emprendieron la huída del lugar, pero el tío no podía al estar más herido: se hizo el perdido en un lugar del camino. Una vez que comprobó que los otros siguieron regresó solo al pueblo al amanecer donde le descubrieron y le dieron una muerte más cruel para pagar por los que huyeron5.

04: Como escribo más adelante, me lo rompió una miliciana en la estación de tren de Madrid a finales de julio de 1936 cuando con tío Pepe me iba a Almadén. 05: Estos detalles no los reflejan en el libro ya citado. Es curioso que los autores no contactaran con nadie de la familia, que aun vivían cuando empezaron a escribirlo… y cuando aun quedamos algunos sobrinos como Josemaría Lucena y yo misma, que conocimos a ambos, Julián y Juan.

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La bisabuela Carmen, o “mamá Carmen” como la conocíamos, se ocupaba, mientras pudo, de todo lo de la casa. Cuando iba el señor Obispo de visita pastoral, tanto en Puente Genil como en Cabeza de Buey, se alojaba en casa de los tíos que tenían reservada una habitación para él. Contaba mamá que la última vez que fuimos a Cabeza de Buey, su hija, tía Teresa, se ocupaba ya de la casa. “Mamá Carmen” le dijo: “Marina, no creas que ya me han jubilado. Es que me permito el lujo de tener administradora”… Recuerdo también el nombre de una empleada de hogar, María y su novio. Se casaron y cuando empezaron los disturbios en el pueblo el marido fue a casa del tío Julián que le dio el cáliz, copón, etc. Tía Teresa les dio monedas antiguas y otras cosas de valor. Lo enterró todo, en su finca, y al acabar la guerra civil, con una gran honradez y fidelidad, lo devolvió todo. De esas monedas de oro que eran de la bisabuela Carmen, le dio tía Teresa una a Consuelo. Años después tía Rafaela me dio otra a mi, pues al morir tía Teresa se lo dio todo a tío Felipe y Rafaela, que eran mis padrinos.

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Tengo foto solo de Rafael Tarifa y Rivas, primo hermano de papá. Muy niño quedó huérfano y la bisabuela Carmen se hizo cargo de él. Por esto con papá y sus hermanos tuvo mucha relación. De pequeño era muy travieso y un día entró en una tahona donde estaban amasando el pan… fue a coger masa y se cortó los dedos de la mano derecha, perdiendo la mano. Por esto, con la mano izquierda era habilísimo. Terminada la guerra se llevó con él a tía Teresa. Estudió magisterio y era maestro del colegio orfanato de la Diputación6. Regaló a la capilla del colegio, regido por las Hermanas de la Caridad, el cáliz y lo que se pudo salvar del tío Julián. Vivían en el paseo de la Victoria. Por la parte de atrás daba a la judería. De la casa de tía Teresa se llevó una sillería doble: 12 sillas, 4 sillones, mecedoras y un gran sofá en madera negra y rejilla de mimbre, que también regaló a la Comunidad de Hermanas de la Caridad. Creo que se la ofreció a mi hermana Consuelo en la época de su boda, pero era tan grande que no había sitio donde ponerla. Vivían en una casa unifamiliar de dos plantas: abajo tío Rafael y tía Teresa. En la planta alta, Rafael Gálvez Villatoro. Era otro primo de mi padre con el que había tenido también mucha relación familiar desde pequeños. Era hijo único y se fue al seminario. Al ser ordenado sacerdote los padres vendieron todo, incluidas las fincas, para estar libres y poder acompañar al hijo donde fuera destinado. Pero fallecieron jóvenes. Era de la edad de tío Juan y siendo los dos seminaristas se iban a casa de tío Julián. Contaban muchas anécdotas de aquella época. Con Julián adquirieron práctica y formación. También fue a Roma a estudiar a la Universidad Gregoriana, donde pudo completar los estudios y doctorarse en teología. Era canónigo de la catedral de Córdoba y profesor de religión en el instituto. Miembro de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba. Dictó numerosas conferencias y publicó mucho. Era un erudito de la época Mozárabe y uno de los pocos sacerdotes de rito mozárabe.

06: Llegué a conocer el colegio que es hoy la sede de la Diputación, Palacio de la Merced.

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A mi me regaló un librito de “Mozárabes y mozarabismo” que aún conservo. Tenía una biblioteca personal, de cantidad y calidad extraordinarias que regaló. Murió de muerte natural.

Felipe Lucena Rivas y Rafaela Conde Córdoba. Felipe, era el último de los hijos y por tanto menor que papá. Nació en 1898 en Baena y murió en Granada. Estudió magisterio en Córdoba. Rafaela era de Aguilar de la Frontera. Fueron mis padrinos de bautismo. Recuerdo de pequeña haber ido a Cerro Muriano donde era profesor. Hizo oposiciones a inspector de primera enseñanza y fue destinado a Soria. Pidió traslado a Granada antes de la guerra civil. Ya de mayor empezó a estudiar derecho por libre y en Granada fue a la universidad, llegando a ser inspector jefe de enseñanza. Abrió muchas escuelas, sobre todo por las Alpujarras. De hecho, muchos pueblos o escuelas de las Alpujarras llevan su nombre en la calle. Recibió la medalla de Alfonso X el Sabio. Tuvieron tres hijos: Rafael, médico especialista de pulmón y corazón y profesor en la universidad, se casó con Paquita Villarejo y 101


tuvo tres hijos: María José, Paquita y Rafael. Felipe que era químico, número uno de su oposición a cátedra, eligió Salamanca, de donde fue Rector. Fue también director del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Director General de Universidades,… Casado con Mimma Morotta d’Ebole, italiana, tuvo cinco hijos: Felipe, Miguel Angel, María, Juan José y Fernando. José María, pocos meses menor que yo, fue Notario durante muchos años en Algeciras y luego en Madrid donde, hoy jubilado. Se casó con Mercedes Cuerda y tuvo seis hijos: Mercedes, Concha, Palma, Aránzazu, María Elena y María José. Tía Rafaela decía que a veces si yo lloraba, me daba de mamar al mismo tiempo que a José María. Cuando teníamos 15 años nació una niña: María Elena, que fue una gran alegría, pues años antes

Clemente Lucena Rivas y Marina Jiménez Varona, mis padres.

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habían tenido otra niña que murió a los pocos meses. María Elena estudió Filosofía y Letras, se casó y tuvo 4 hijos, pero murió joven. Papá nació en Baena, Córdoba, el 23 de noviembre de 1897 y falleció en Granada el 20 de febrero de 1979. Con sus hermanos, que nacieron también en Baena, se instalaron cuando tenía 10 años en Aguilar de la Frontera. Recordaba muchas cosas de Baena, las tamboradas de la semana santa y los dos grupos, los coliblancos y los colinegros. En Aguilar empezó sus estudios que de mayor tuvo que interrumpir para ocuparse de los negocios de su padre. Su padre quiso que fuera “soldado de cuota7” como fue su hermano Felipe, pero él no quiso y prefirió hacer el servicio militar completo. Como era alto y esbelto le tocó en ingenieros y fue cabo de gastadores. Estuvo en Sevilla y hacía guardia en los Reales Alcázares donde en ocasiones presentaban armas a las Infantas. Papá decía que en esas ocasiones “nos crecíamos”… y yo que no entendía, pensaba ¿cómo podía mi padre hacerse más alto? Era muy cordobés y nunca perdió su acento: “servesa, ABsé…” y cuando yo de pequeña le corregía, me respondía: bueno, bueno… dame el ABSé… Fallecido su padre, con 53 años, y arreglados todos los asuntos pendientes entró a trabajar con 24 años en las oficinas de Córdoba de la compañía Singer, el día 1 de agosto de 1922. A los dos meses, con la experiencia de negocios y personas que tenía, le enviaron a Almadén como responsable de la compañía Singer. Allí conoció a mamá. En Almadén iban muchos portugueses por las cacerías. Como papá hablaba muy andaluz, no era castellano como tía Lola, cuando iba a bucar a la chica, Lola decía: Marinita, ahí tienes al portugués… En 1923 le destinan a Azuaga y en 1925 fue inspector de zona. Se casaron en Almadén el 16 de julio de 1924, oficiando el tío Juan. Como en casa del abuelo estaban de luto, pues la abuela Consuelo había fallecido el 21 de diciembre de 1923, la boda, como era costumbre, se celebró a las 12 de la noche en la pa-

07: Pagaban una cantidad de dinero para no hacer la mili.

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rroquia de Nuestra Señora de la Estrella de Almadén. La foto8 que tengo de mamá y papá, de luto y con el velo blanco, se la hicieron a petición de la abuela Rafaela en Córdoba. Y es que los tíos Felipe y Rafaela también tuvieron que casarse “de luto” por el fallecimiento del padre de ella, y también llevaba el velo blanco. En 1927, de lo que presumía a veces, se sacó el carnet de conducir y se compró un coche, que aún recuerdo, amarillo y negro, alto, “algo cuadrado”, y atrás en el cristal colgaba un muñeco, un guardia de la porra, con grandes bigotes y la mano en alto… ¡parada! Sin jactarse, pero sí con sano orgullo, decía que él sin carrera terminada, ganaba más que su hermano y fue el primero de la familia en comprarse coche. En 1929 trasladan a papá de inspector a Jaén y en 1935 a Madrid de inspector auxiliar de sucursal9. En diciembre del 39 a Granada y allí es nombrado jefe de sucursal. Fue un hombre dedicado a su familia y a su profesión donde era muy estimado y donde le llamaban Maestro, creando escuela, pues algunos jefes de sucursal se formaron con él y hasta el Director General le envió a su sobrino como su Segundo. Que papá nos regañara en serio… no lo recuerdo. Eso lo dejaba para mamá. Él era muy buen relaciones públicas, afable y firme. Sin afiliarse a ningún partido político, era monárquico, pero no hacía alarde ante nadie de sus ideas. Estando ya en Madrid, poco antes de estallar la guerra civil, iba de trabajo con Joaquín, el mecánico y chófer, cerca de Madrid. En la carretera había obreros trabajando que puño en alto saludaron al paso del coche. Saludó Joaquín también… y papá le dice “Joaquín, cuando venga conmigo, le ruego que no haga esas manifestaciones”. A los pocos días otra vez de camino y unas jóvenes en el campo saludan brazo en

08: Esta foto y otras me las había dado tía Rafaela, poco antes de fallecer. Mamá tenía una igual, que con otras cosas rompió. 09: Esta nomenclatura era siguiendo el patrón americano: una sola Dirección Central, y directores o jefes de sucursales dependiendo de la central.

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alto, en plan simpático. Papá, inconscientemente, decía que con igual simpatía, les devolvió el saludo. Joaquín le miró y le dice: “don Clemente, donde manda patrón, no manda marinero”… y ahí quedó la cosa. Empieza la guerra, y unos milicianos van donde estaban las cocheras de la compañía Singer (junto a las oficinas, estaban en la calle Menéndez Pelayo) y sacan del coche de papá una bandera nacional. Se armó un revuelo y llaman a Joaquín al que le enseñan la bandera… Joaquín les dice que ese coche lo lleva él siempre y les mostró su carnet de la FAI10 con el número 3. Los milicianos se fueron volando: ese día le salvó la vida a papá. El coche suyo lo vendió papá en Madrid, poco antes de la guerra. Iban en coche de la empresa. Durante la guerra, poco se podía trabajar. Movilizan a los hombres y Joaquín desaparece, preguntándose de vez en cuando dónde estaría, decía mamá. Un día aparece en casa y tras los saludos de rigor mamá le pregunta que es lo que le movió a ir a verles… y sacando una botellita de medio litro les pide aceite. Mamá tiró la botellita y le dio una de litro, cosa que agradeció muchísimo. A papá le mandaban de Jaén aceite para todo el año y Joaquín había ayudado a descargarlo. Se fue muy agradecido. Supimos que marchó a Valencia como mecánico de la aviación republicana e incluso llegó a ser piloto. Para terminar esta “historia” de Joaquín diré que al acabar la guerra vino a casa una de sus hermanas para hablar con papá al que dijo que estaba en Francia queriendo regresar, pero que necesitaba que le admitiera y avalara. Papá le dijo que por él no había problema, pero que tenía que decirlo al director general, y que dónde estaba de verdad… Estaba en casa de su hermana escondido. Tras las gestiones oportunas volvió a trabajar con él. Cuando trasladaron a papá a Granada, en diciembre del 39, Joaquín prefirió quedarse por su familia y por no atreverse del todo, y el mismo papá le animó a quedarse.

10: Federación Anarquista Ibérica. Ser de la FAI en esos momentos, a parte de otras consideraciones, suponía la salvación en un bando y la perdición en el otro.

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