5 minute read
REVELACION
Vestido, Paulina Poblete.
Mariana di Girolamo estudiaba obstetricia cuando descubrió su vocación actoral de manera fortuita. La película Ema le cambió la vida. Alfombra roja en Venecia y proyectos que se disparan.
Advertisement
Fotos CAMILO DELPIN Estilismo PAULINA POBLETE
Por IRENE AMUCHASTEGUI
Hace poco más de un año, esta muchacha de acento transandino y apariencia frágil era una desconocida fuera de Chile. Ahora, en la pantalla de la plataforma cinéfila Mubi, dispara un poderoso lanzallamas contra el horizonte de Valparaíso. Le gusta jugar con fuego: aceptó el riesgo de filmar sin casting, guion ni ensayos, bailar Stravinsky y perrear reguetón a las órdenes del cineasta Pablo Larraín, y hasta se empeñó en rodar la escena incendiaria de Ema en lugar de su doble de riesgo. Así de singular fue el camino de Mariana di Girolamo a su primera alfombra roja en Venecia.
“Yo sabía que me quería ver espléndida en el festival. Siempre me ha gustado el tema de la indumentaria, del vestuario, tanto para abordar distintos personajes como para usar en mi vida, desde chica. Tenía las prioridades medio distorsionadas: en cuanto ahorraba un peso, corría a comprarme ropa usada”, cuenta por videollamada desde Santiago, donde retoma el ritmo y los proyectos que la pandemia había dejado en pausa. La metamorfosis de Mariana para el estreno mundial de Ema corrió por cuenta de Paco Casado y José Juan Rodríguez, la dupla de estilistas favorita de las celebridades españolas. “Viajé a Madrid y allí, por primera vez, me tenían listo un perchero con un Balmain, unos Gucci, un Alberta Ferretti, que fue el que finalmente usé. Estaba fascinada y muy nerviosa”.
Ema le cambió la vida. “De hecho, había actuado poco en cine, siempre en cosas superindependientes o pequeñas participaciones. He estado en procesos de casting largos que no han dado resultado, más convencionales, donde uno ensaya, pasa líneas. En cambio, esta vez Pablo me convoca, nos juntamos en un café, me plantea muy brevemente su idea, pero me avisa que va a depender también de otros proyectos y que hay otras chicas. Al rato me llama y me dice: ´Mariana vamos a hacerlo finalmente y quiero que seas la protagonista. Y vas a tener que ponerte a entrenar porque Ema es bailarina´”. En el fondo del salón desde el que habla Mariana, asoma la camilla de Pilates que formó parte de su entrenamiento intensivo y que sigue usando varias veces a la semana. Tomó clases de danza contemporánea y danza clásica mientras terminaba de grabar una tira para televisión y se lanzó al rodaje casi a ciegas, con el experimentado Gael García Bernal como compañero. “Así fue: conocí a Gael el día anterior, en Valparaíso. Tuvimos una instancia de conversación muy amena, muy necesaria, y al día siguiente éramos ‘marido y mujer’ y nos decíamos las barbaridades que nos decimos en la película. Fue un trabajo en el aquí y ahora, que requirió de muchísima concentración y generosidad de todas las partes. No es que llegué al set con mi guion aprendido, desglosado, estudiado, porque no había guion. Solo la continuista tenía ‘algo así’ como un guion, del que nosotros sabíamos muy poco. Las líneas nos iban llegando a último momento y eran escenas-isla. Después Pablo armó la película. Creo que la podría haber armado de mil maneras distintas, pero esa fue la historia que quiso contar. Y a mí me pareció fantástica”.
Hija, nieta, sobrina y prima de artistas, hace no tantos años la rebelde Mariana estudiaba obstetricia. Descubrió su vocación actoral en un taller de teatro universitario al que llegó de manera más o menos fortuita. “La biología me fascinaba y me sigue fascinando. Como no me alcanzó el puntaje para estudiar enfermería en la universidad que quería, comencé
Vestido, Paulina Poblete.
Vestido, Paulina Poblete. Maquillaje y peinado: Mackarena Nuñez para @kerastase_official.
Top y pantalones, Paulina Poblete.
la carrera de Obstetricia y Puericultura. Estudié genética y anatomía, diseccioné placentas, identifiqué tejidos y órganos en un cadáver. El primer año fue bueno, aunque el campus me parecía un poco lúgubre. Hasta que reprobé una materia y no pude con la frustración. Volví al año siguiente, como repitente, entré en una especie de depresión y de un día para otro dije: se acabó. Ahí vino el teatro”.
Figura reconocida de su generación, a los 29 años, durante la pandemia se dedicó a colaborar en los streamings de su “pololo”, el músico y DJ Sebastián Román (“yo me pongo mis outfits y bailo”), hizo en radioteatro una versión “homopop” de Romeo y Julieta y protagonizó la inédita experiencia dramatúrgica en WhatsApp Amor en cuarentena. Su próximo estreno, La Verónica, película experimental de Leonardo Medel que la tiene de principio a fin en primer plano, está en la grilla de San Sebastián. Mientras tanto su carrera sigue con La jauría, la serie dirigida por la argentina Lucía Puenzo que estrenó Amazon en julio. Una historia que sitúa a su personaje, Sofía, en el centro de un grupo de estudiantes secundarias de colegio católico que hacen frente a casos de abuso y violación. “Chicas como Sofía y sus amigas han sido capaces de denunciar, han tenido el coraje de sacar la voz y luchar ferozmente contra la violencia de género. En La jauría yo interpreto a una ‘cabra’ de 17 años. Es una generación que ha entendido cosas que yo, a su edad, no entendía: el poder del colectivo, por ejemplo, la vida en comunidad, la manera de amar y fluir. No siento la presión de pertenecer a ese espacio, pero observo, escucho, me intereso, aprendo”. Trabajar con Lucía Puenzo era un sueño, dice, desde la primera audición para el rol. “Me siento privilegiada. La admiro como mujer, como directora, como activista. Es generosa, cálida, entretenida, clara”.
Alguna vez, Mariana fue una chica de colegio católico “y además caro, ‘cuico’, como decimos nosotros”. Después tomó distancia de esa educación, que recuerda como muy restrictiva. “Fue demasiado extrema, crecí con un montón de tabúes. Aunque a veces echo de menos: yo sabía muy bien a qué aferrarme, todo tenía sentido… Ahora soy agnóstica, igual a veces rezo.” Tiene su altar “ecuménico” en un rincón de la casa (“Mi virgen negra, los retratos de mis abuelos, un lapislázuli, velas”) y una certeza: “Siempre estuve buscando mi camino”. n “Trabajar con Lucía Puenzo era un sueño. Me siento privilegiada. La admiro como mujer, como directora, como activista. Es generosa, cálida, entretenida, clara”.