agresiones
6/22/06
3:02 PM
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COMPORTAMIENTO
AGRESIONES COTIDIANAS ¡BASTA YA!
En la calle, en el trabajo y hasta en la familia, las agresiones y las descortesías suelen repetirse. Cómo se hace para no dejarse intimidar y, a la vez, no responder con la misma moneda.
E
s un segundo, sólo quiero hacer una consulta”, dice la mujer con una sonrisa de pequeña disculpa mientras se instala de lo más campante en el mostrador, ignorando la enorme cantidad de gente que está en la misma situación que ella, es decir, esperando ser atendida. Parece que cada vez más seguido, en la vida cotidiana, se viven agresiones pequeñas y no tan pequeñas que causan desconcierto, impotencia y hasta rabia en quienes las sufren y no saben cómo reaccionar en el momento. Son actitudes descorteses de personas que hacen de la agresión su forma de abrirse paso en el mundo, y van desde aquella mujer que se “coló” en la fila del banco porque “sólo pide cambio”, hasta un compañero de trabajo que se violenta y dice cosas fuera de lugar. Entonces, ¿cómo reaccionar de la forma adecuada ante estas situaciones? ¿Es mejor callar o enfrentar? Y, al mismo tiempo, ¿cómo hacer para defenderse, pero sin ponerse a la altura de los agresores?
FALTA DE LEY “Toda la semana pasada estuve volviendo más tarde a mi casa, y una de esas noches, al subir al tren,
había un hombre que estaba fumando –cuenta Rocío (29)–. Particularmente, no me hace mal el cigarrillo, pero está prohibido fumar y, además, con la aglomeración, el humo se torna muy molesto. Estaba a punto de decirle algo, pero después preferí no hacerlo porque uno no sabe cómo puede reaccionar la gente y me dio miedo pasar un mal rato.” Es muy común que esto suceda: a pesar de saber que alguien está en falta, uno duda en hacérselo notar porque existe el temor de que el otro (que desde el vamos demuestra poca consideración) reaccione con violencia. Según Mario Malaurie, que es psicólogo social y fundador de la Escuela Psicoanalítica de Psicología Social, esto sucede porque estamos poco acostumbrados a valernos de la fuerza de las palabras. Así, frente a una injusticia o un atropello, lo más común es no hacer nada o reaccionar con violencia física, en vez de usar el poder que proporciona la palabra que, bien empleada, marca la diferencia entre lo que se debe y lo que no se debe hacer. “Somos sujetos del derecho pero no estamos seguros de ello –sostiene el especialista–. La sorpresa puede impedirnos esgrimir un argumento que