MONTAÑISMO A sus 43 años Vitry cuenta con más de 150 ascensos a alta montaña y gran parte de su vida la pasa en la cordillera. Se ha especializado en cultura andina y considera que los circuitos turísticos no deben ser de alta montaña pues son ambientes muy frágiles.
Christian Vitry
Una mirada distinta Apasionado por la práctica del montañismo y la arqueología, combina ambas disciplinas en el Museo de Alta Montaña de Salta. Textos: LORENA LOPEZ
El trabajo allá arriba ●●Para Vitry no debería ha-
ber circuitos turísticos en las alturas, pero en caso de lanzarse a una recorrida, es fundamental aclimatarse, tomar mucha agua, llevar un buen botiquín, tener equipo de comunicación y avisar siempre en el último pueblo cuál es el plan y la fecha de regreso estimada.
●●El entrenamiento físico
requerido para hacer arqueología en las alturas es el mismo que para ir a la alta montaña como deporte.
●●Lo único que varía son los
tiempos de permanencia: mientras que el montañista llega a la cima y en seguida baja, el arqueólogo se tiene que quedar horas o días trabajando allí.
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E
s antropólogo especializado en arqueología y sus estudios se orientan a los adoratorios de altura de la cordillera y a los llamados “caminos arqueológicos”. Este interés lo llevó a recorrer cientos de kilómetros de antiguas rutas en Colombia, pasando por Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina, logrando combinar ciencia y deporte (montañismo) en una sola actividad. Tal es así que, además de formar parte del equipo nacional de especialistas que postula al Camino del Inca como Patrimonio de la Humanidad ante la UNESCO y de trabajar como investigador en el Museo de Arqueología de Alta Montaña de Salta, el año pasado hizo cumbre en el Dhaulagiri, uno de los “ocho mil” del Himalaya y, en total, cuenta con más de 150 expediciones de alta montaña. Pero uno de los puntos más salientes de su carrera en la montaña es, sin duda, haber participado en la expedición que en 1999 halló restos de niños incas en el Llullaillaco, un volcán ubicado en la Cordillera de los Andes (en Salta) y que con sus 6.739 metros es uno de los picos más altos de América.
La Doncella, una de las tres momias de la cultura inca conservada en el museo. Abajo, la estatuilla de plata que acompañaba su ajuar.
Weekend: ¿Por qué fue tan importante el descubrimiento realizado en el Llullaillaco ? Christian Vitry: En principio, se trata del sitio arqueológico más alto del mundo y, además, existe un camino ceremonial que llega hasta la cima, a 6.739 metros de altura. Desde lo científico, el estado de conservación de los cuerpos y del ajuar permite realizar estudios que nos develan aspectos poco conocidos de estas personas que vivieron hace cinco siglos en Andinoamérica. Por ejemplo, los objetos del ajuar funerario brindan una información única con respecto al ceremonialismo y las actividades rituales. Hay que tener en cuenta que, desde que los Incas hicieron su ceremonia en la cima del volcán, nadie alteró el sitio hasta el hallazgo, lo cual tiene un valor arqueológico poco frecuente. Además, tiene importancia social. Muchos sectores de la población se movilizaron a raíz del hallazgo. Comunidades indígenas se conformaron bajo el nombre de los niños del Llullaillaco, otras empezaron a concurrir a las montañas para empezar a realizar nuevamente ofrendas a los cerros, otros tomaron
el hallazgo como una de las causas de su lucha y la comunidad urbana empezó a interesarse por las culturas prehispánicas. WE: ¿Cuáles fueron los recaudos para la conservación? C. V.: En 2005 dejamos dos data logger en la cima del Llullaillaco, a más de un metro de profundidad, en el lugar exacto donde se extrajeron los cuerpos. Con ellos hicimos una medición ambiental (temperatura y humedad) para instalar el equipo de criopreservación del museo y las cápsulas de conservación donde están los cuerpos de los niños. Se trata de un registro único y de una valiosa información que usaremos para otros proyectos. Iremos a otras montañas a dejar estos aparatos para tener información más amplia. WE: ¿Cómo ayudó a la conservación estar a más de 6.000 metros? C. V.: Las bajas temperaturas, el aire aséptico, la presión atmosférica reducida y el sustrato volcánico poroso, entre otros elementos, jugaron a favor de la buena conservación. WE: ¿Cómo es el trabajo arqueológico en altura y cómo se financia? C. V.: La arqueología es una sola y sus métodos y técnicas se aplican para saber algo sobre el pasado de Agosto 2009 - Weekend / 63
MONTAÑISMO “Toda mi actividad se relaciona con la montaña, cobro un sueldo como todos, pero un porcentaje importante del tiempo lo paso en la cordillera, mi lugar de trabajo.”
Equipo Data logger
●●Es un dispositivo electró-
nico (en la cima del Llullaillaco se dejaron dos) que registra mediciones ordenadas en el tiempo, provenientes de diferentes sensores, y que almacena en su memoria con su respectivas fecha y hora.
●●En general, son pequeños
y alimentados por baterías, con un microprocesador e interface para conectarlo a la PC y poder así procesar la información recolectada.
las sociedades desaparecidas. La diferencia radica en el lugar donde se la practica. Se financia a través de proyectos de investigación de las instituciones nacionales y, en mi caso particular, del Museo de Arqueología de Alta Montaña. A veces algunos consiguen subsidios o apoyo extra institucional, pero no es lo más frecuente. WE: ¿Cuántos arqueólogos de montaña hay en el país? C. V.: Los dedos de las manos sobran. Sin embargo hay mucho interés y cada vez más estudiantes y aficionados se van sumando al estudio arqueológico de las montañas. Argentina es pionera en la temática, desde los inicios en la década de 1960 a través del Centro de Investigaciones Arqueológicas de Alta Montaña (San Juan), la Universidad Nacional de Cuyo, el Centro para la Conservación del Patrimonio de Montaña (Salta), la Universidad Católica de Salta y el Museo de Arqueología de Alta Montaña. h i s t o r i a
d e
WE: ¿Sobre qué está investigando en este momento? C. V.: Sobre los caminos ceremoniales que se dirigen hasta las cimas de las montañas y su relación con el resto de los caminos incas de las regiones aledañas. Pero no sólo en la cordillera principal, pues tenemos registrados algunos caminos y montañas sagradas en zonas selváticas. WE: La arqueología despierta mucho interés en el turismo. ¿Hasta qué altura considera prudente armar un circuito? C. V.: En verdad, considero al circuito en sí mismo una imprudencia, porque nuestras montañas tienen un ecosistema muy frágil, y más frágiles aún son los sitios arqueológicos que se localizan en ellas. El turismo tiene la virtud de transformar cualquier cosa en atractivo, así que considero más sano y menos riesgoso –para la gente y el patrimonio– hacer un circuito conceptual por la base de las montañas, contando las hermo-
v i d a
Ciencia y aventura en paralelo ■■Primero fue profesor de Geografía y Ciencias Biológicas y luego cursó la carrera de antropología. Nació en Salta capital el 22 de septiembre de 1965 y a los 12 años realizó su bautismo en alta montaña ascendiendo al volcán Tuzgle (5.500 m); a los 14 ascendió al volcán Llullaillaco (6.739 m) y al Nevado de Cachi (6.380 m) y a los 15 estuvo en el Aconcagua por el Glaciar de los Polacos. En su trayectoria deportiva cuenta con más de 150 expediciones de alta montaña entre las cuales se registran 24 primeras ascensiones, 16 segundas ascensiones, travesías y expediciones internacionales a Bolivia, Perú, Chile, Ecuador y Nepal. Recibió numerosas menciones como deportista, entre las que se encuentran los premios al Montañista del Año en 1978, 1980, 1982, 1983, 1984, 1985, 1992 y 1996. Por la actividad científica obtuvo en 1999 el primer premio “Avances en la Producción Científica del NOA”, en 2000 el premio como Joven del Año y en 2002 ganó una beca en el Museo Británico de Londres. Es miembro fundador del Club de Aventuras de Salta y fue presidente de esa institución en tres oportunidades.
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sas historias que tiene cada una de ellas. WE: Usted es montañista desde muy chico. ¿Su profesión fue “una consecuencia natural”? C. V.: Mi prime r c ont a c t o con la montaña fue cuando tenía 7 años y mi padre me llevó a los contrafuertes del Nevado de Cachi. A partir de los 12 empecé a ascender montañas superiores a 5.000 m. Muchas de nuestras montañas tienen restos arqueológicos, lo cual siempre me llamó la atención y generó muchas dudas y preguntas. Esa fue la semilla que, cuando uno no se resigna a estar encerrado en una oficina y busca alternativas de vida más afín a la personalidad, germinó y desembocó en la arqueología. Durante años ejercí como profesor de Geografía y Biología, y a los 30 años cumpli con el viejo anhelo de ser arqueólogo, lo cual me cambió la vida. WE: Usted hizo cumbre en el Dhaulagiri, en el Himalaya. ¿Subió el arqueólogo o el andinista? C. V.: Esas montañas no poseen restos arqueológicos, pero son sagradas. Los habitantes locales realizan cultos y ofrendas, tienen oraciones y cánticos que hablan de ello. Disfruté mucho durante el acercamiento al Dhaulagiri con toda esta idiosincrasia, pensando siempre en paralelo con la realidad andina. WE: ¿Qué es lo mejor que tiene su trabajo? C. V.: Lo mejor es hacerlo: soñar y estudiar un lugar y luego estar allí generando posibles respuestas a tantas preguntas. Transitar por lugares donde se oficiaron importantes ceremonias con profundas convicciones que desconocemos, pero tratamos de sacar a la luz. Ascender montañas, caminar por la cordillera, conocer gente con distintas concepciones del mundo, en fin, tantas cosas… WE: ¿Y lo peor? C. V.: Que la vida es demasiado corta. Agosto 2009 - Weekend / 65