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lándose en su lugar la euforia, que es permanente generadora de las más variadas incertidumbres”, enfatiza la psicoanalista. Por eso, ante cualquier situación dolorosa o triste, uno se lanza a “olvidar” y a distraerse a la fuerza, como si festejando lo “infestejable” –una separación, un fracaso–, se disipara el dolor. El problema –y aquí empieza de nuevo la paradoja– es que esa ansiedad por “estar bien ya”, a la vez que no da lugar para pro-
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Sin tiempo para el dolor… ¡o para el amor!
LA ANSIEDAD POR ESTAR BIEN YA HACE QUE NO TENGAMOS TIEMPO PARA PROCESAR LOS DOLORES Y TAMPOCO PERMITE ABRIR EL RUMBO AL COMPROMISO Y AL AMOR, QUE ES JUSTAMENTE LO MAS DESEADO.
TERRORISMO DEL PRESENTE
LA ERA DEL
cotillón emocional
está instalada la idea de que lo que no es inmediato no nos sirve. Y el círculo sigue en espiral hacia el infinito. Porque con esta errada sentencia muchas veces forzamos los tiempos de las cosas queriendo acelerarlos, y lo único que conseguimos es sentirnos peor. Es el caso, por ejemplo, cuando una relación incipiente “se enfría” o nos damos cuenta de que al volver del show de strippers nos sentimos más solas todavía.
Mónica Cruppi, psicóloga y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), explica que este fenómeno sucede porque en nuestra sociedad se venera el presente, diciéndonos que “cada día es irrecuperable”. Un “terrorismo del presente”, lo llama. Algo similar a decir que hay que ser feliz ya. Así no hay lugar para el dolor, los duelos ni la espera. “Estas posibilidades no entran en el ‘menú vigente’, han sido desestimadas y excluidas, insta-
cesar los dolores, tampoco permite abrir el rumbo al compromiso y al amor, que es justamente lo más deseado. ¿Por qué? Porque toda relación afectiva implica un proceso que se va desarrollando en un espacio y en un tiempo comunes, donde dos personas ponen su deseo y sus ganas de construir algo juntos. Y esto no se logra de un día para el otro. Pero es justamente este indispensable esperar lo que no se puede soportar, porque
PARA LEER 1 > Amar y flirtear | de Sandra Russo | Editorial Planeta 2 > Yo sola | de Florence Falk | Editorial Norma 3 > Soy sola | de Teresita Ferrari | Editorial Longseller 4 > Poder, libertad y gracia | de Deepak Chopra | Ediorial Norma
Con el afán de parecer jóvenes, despreocupadas y fuertes, muchas veces tapamos lo que nos pasa realmente. Y así festejamos sucesos que no nos dan mucha alegría, o salimos con gente que no nos interesa demasiado. Y lo peor de todo es que, al final, las cosas duelen más aún.
Los libros proliferan en el colorido estante que las librerías guardan para la autoayuda, con títulos entre bizarros e increíbles (Sé infiel y disfruta o Al fin sola, ambos de reciente aparición). ¿La idea? Así como los primeros textos de la new age proponían un encuentro exprés con uno mismo, el mandato ahora parece ser irse lo más lejos posible tapando los agujeros internos en tiempo récord. Así, con mensajes más o menos parecidos, este “cotillón emocional” que se imprime y vende al por mayor propone
crear júbilo y algarabía en un ambiente donde éstos no se dan naturalmente. Una repetición de fórmulas trilladas que también agregan todos los ingredientes grotescos, efímeros y ficticios que se puedan encontrar para acompañar situaciones que son francamente tristes –como terminar una pareja–, penosas –como descubrir que nos son infieles; o serlo sistemáticamente nosotras– y, a la larga, frustrantes –como tener sexo casual, sin alguien que nos dé un beso tierno o le preocupe si hemos llegado bien a casa–.
Sandra Russo es periodista y escritora experta en eso de traducir o expresar que, aunque nos hagamos los cancheros, no podemos sortear lo que nos corroe desde el fondo de las entrañas. Sandra coincide en que vivimos apurados hasta en las relaciones y agrega que, si bien es bueno tener una actitud “desdramatizadora”, nadie puede negar –por ejemplo– que un divorcio significa una frustración y un dolor. “Quizás una pueda festejar una separación pero, probablemente, recién un año
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El derecho a la fragilidad
TEXTO LUISA LARS
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MATERIA PENDIENTE
después, porque a los 15 días todavía duele algo de esa ausencia”, reflexiona. Ahora bien, ¿de dónde surgen estas actitudes femeninas que intentan demostrarle al mundo que “una sigue adelante a pesar de todo”? Una frase de Sandra nos resulta reveladora:
femenina no es un buen atributo para quien necesita imperiosamente, como algunas veces me ha pasado, sentirse cobijada por un hombre. Ellos suponen que no necesitamos nada. Y que si necesitamos algo, ellos no serán capaces de saciarnos”. ¿Le suena conocido?
“EN LA ULTIMA DECADA EN LA ARGENTINA SE CRISTALIZO ESTO DE CREER QUE SOMOS FUERTES Y QUE ENTONCES LAS COSAS SE RESUELVEN SALIENDO. PERO ESA FORMA DE INTERPRETAR LA FORTALEZA SE NOS VIENE EN CONTRA.” las mujeres de hoy tenemos más resuelto el tema de la fortaleza que el de la fragilidad. “Uno de los discursos de género más dominantes es el de la fortaleza, que dice que no somos el sexo débil sino el fuerte, una idea que se reforzó a partir del 2000, cuando los hombres quedaron desocupados”, explica. “En la última década en la Argentina se cristalizó esto de creernos que somos muy fuertes y ‘nos la bancamos’; entonces las cosas se resuelven saliendo con amigas, emborrachándose y con conductas por el estilo, pero creo que es una manera de malinterpretar la fortaleza, y se nos viene en contra”. En su libro Amar y flirtear (Editorial Planeta), Sandra lo resume de esta manera: “La fortaleza
Esta necesidad de mostrarnos fuertes hacia fuera y que vean que a pesar de todo se puede seguir en pie, hace un “maridaje” perfecto y temible con la idea de que no hay tiempo que perder. Y con esta premisa apretamos los dientes y fingimos alegría mientras el alma se nos cae a pedazos o exageramos el interés por un sujeto que en realidad no nos parece ni tan ingenioso, ni tan atractivo… pero que es mejor que “nada”. Porque sin darnos cuenta nos hemos sumergido en una visión costobeneficio de las cosas, donde hay que salir a comerse el mundo porque si no el mundo nos come a nosotras en formato qué dirán, años encima, frustración, miedo, soledad… 69
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Delivery para uno LA OTRA SOLEDAD
Seremos muy fuertes y la publicidad nos muestra como guerreras, pero el miedo –y un poco de vergüenza– a la soledad no lo quita nadie. Entonces, se huye de ella como de la gordura: con la sensación de que cualquier cosa es mejor. Así, ese miedo actúa como resorte que expulsa del rincón en el que querríamos echarnos a llorar y nos lleva hacia un bar lleno de ruido y propuestas artificiales. Florence Falk, en su libro Yo sola, describe a las mujeres como febrilmente impacientes y tan sobrecargadas que rechazan toda oportunidad de estar consigo mismas porque enseguida el acto se toma como un signo de fracaso. “Estar en soledad requiere paciencia, y la paciencia nos permite estar en el presente sin intentar controlar lo que ha de venir”, explica. “Cuando sentimos la punzada de la soledad, siempre podemos trabajar 10 horas diarias, pegarnos al celular, salir de fiesta, emborracharnos, drogarnos, hacer compras hasta desmayarnos, navegar en Internet o arreglarnos los cuerpos, las caras y las casas, sin embargo nuestros esfuerzos por mantenernos ‘conectadas’ son síntomas de profunda angustia”. Mónica Cruppi dice que lo que pasa es que la cultura actual apunta tanto a lo individual que se ha generado una indiferencia hacia lo que le pasa al otro. Y Sandra Russo agrega que como “deseamos no sufrir más que cualquier otra cosa, nos involucramos poco, para despedirnos sin dolor y que nada de lo que dependa del otro nos desgobierne, pero sentimos otro tipo de malestar, más ontológico y potente: no amamos y no nos aman”. Uf. Probemos de nuevo. Quererse y abrazarse fuerte podría ser el primer paso. Llorar hasta mojar la almohada. Quedarnos en casa. Sacarnos el antifaz, bajarnos de los tacos y revolear ese “cotillón” que usamos para disfrazar lo que nos pasa. Y sentir el alivio de la cura profunda cuando todo realmente haya sido procesado. Puede no ser tan rápido como la sonrisa exprés que proponen los libritos, pero a la larga –si usamos la misma fórmula costobeneficio– es mucho más rentable.• 70 O C T U B R E
> TIPICAS SITUACIONES DE “COTILLON EMOCIONAL”, ¡CUIDADO!
Divorciarse y salir a festejarlo, a los gritos, a un club de strippers. > Posible fin de la historia: euforia de viernes a la noche y desolación el domingo a la tarde.
Terminar con una pareja y, al mes, estar viviendo con alguien. > Posible fin de la historia: cuando se corta la nueva relación, sufrir y llorar por todo lo que no se lloró por la otra y, encima, no saber por qué, si el nuevo fulano “no era taaan importante”.
Decretar que lo único que importa es “una buena encamada” y salir sistemáticamente con distintos hombres, durante meses. > Posible fin de la historia: sentirnos cada vez más vacías cuando nos despertamos en la cama de un desconocido.
Ser infieles con la excusa de que son sólo “picoteos” para salvar el matrimonio de la rutina. > Posible fin de la historia: que se entere nuestra pareja y que todo se derrumbe. Que no se entere pero que de algún modo lo perciba y todo se derrumbe igual.
Estar tristes y apenadas pero taparlo con hiperactividad, exceso de trabajo y un eterno “estar bien” para que los otros no nos tomen por “depre”. > Posible fin de la historia: un día el cuerpo hace “crack” y hay que empezar a recuperarse de una enfermedad que se vino gestando durante todo ese tiempo de falsa alegría.
Tener muchas relaciones virtuales –amigos y romances– e imaginar detrás del monitor que son vínculos “ideales”. > Posible fin de la historia: sentirse más sola todavía… ¡y un día darle una patada a la computadora!
Sostener una relación donde nuestra pareja claramente nos ignora y decir, entre risas y daiquiris, que nos gusta así, “con libertad”, donde cada uno “respete sus distancias”. > Posible fin de la historia: soledad profundísima acompañada de innumerables tragos con cada vez más vodka que jugos de frutas.