T E N D E N C I A
¿AMOR? NO, GRACIAS
Un análisis desmedido de lo que dice o hace el otro. Dudas rumiantes acerca de si es “la persona indicada”. Rastreo detectivesco de características potencialmente negativas. Nudo en el estómago que no nos deja en paz. ¿Conoce algo de todo esto? Bienvenido al mundo del miedo al amor.
ILUSTRACION CELINA HILBERT
Es paradójico: nos la pasamos diciendo que el amor es lo más importante, que queremos enamorarnos y ser felices de a dos y cuando –finalmente– tenemos la suerte de empezar una relación que va bien, comenzamos a dudar. “¿Será ésta la persona indicada o estoy con ella sólo para no estar solo/a? ¿Y si me equivoco de nuevo, qué van a decir mis padres/amigos/compañeros de trabajo? ¿Que otra vez fracasé? No, no puedo soportarlo, no tengo resto emocional para pasar por esto de nuevo. Mejor cortar ahora, así no duele tanto”. Esto es miedo. En su estado más genuino y evidente. Y su mayor aliada es nuestra mente, que tiene gran capacidad para
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TEXTO LUISA LARS
confundirnos y hasta enloquecernos. Ramiro Calle, escritor y maestro de yoga, en su libro Ingeniería Emocional (MR Ediciones) sostiene que si la mente no tiene problemas reales, busca problemas imaginarios para luego tener que hallar soluciones también imaginarias. ¿Y esto por qué? Porque funciona como un caballo desbocado que no puede parar, y encima tiene el hábito de inventarse miedos y temores. Pero, ¿de dónde proviene el miedo a algo tan bueno como el amor? “En mi experiencia corriente, pero más en el ámbito del consultorio, he podido constatar que el miedo al amor es una situación cada vez más común y que suele darse en el contexto del
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miedo a los compromisos que definen estados de vida”, describe Julio César Labaké, psicólogo y doctor en Psicología Social. “Hoy aparece una fantasía de la libertad que paraliza frente a lo que va más allá de la duración de la ‘química’ entre las personas.” En este caso, el miedo tiene que ver con la sensación de que si uno establece un lazo serio con una persona, se le acaban las posibilidades de tener relaciones con otras. Y lo paradójico, aquí también, es que por querer tener las puertas abiertas a tantas elecciones, finalmente es ‘nada’ lo que se termina eligiendo. En general se atribuye a los varones esta conducta, que son los que –aparentemente– siempre fantasean con tener muchas mujeres y por lo tanto le escapan al compromiso con una sola. En este contexto, Labaké (quien acaba de publicar Yo amo, tu amas) dice que la mujer parece vivir todo desde una interioridad que la ayuda a la entrega total sin tantos “regateos” y, en consecuencia, está más predispuesta al compromiso amoroso, lo cual significa establecer relaciones que no sean descartables. Pero esto no implica que las mujeres no tengan miedo al amor, sino que lo manifiestan de otra manera: el miedo es a que les vaya mal de nuevo y a ser abandonadas. Y esto las hace, muchas veces, boicotearse en una relación que va avanzando. Según Esther Felman, escritora (autora de Amados y amantes) y guionista (de Lalola y Los exitosos Pells), estos temores empiezan luego de los 35 años, cuando la sucesión de encuentros y desencuentros hace que las mujeres se pongan demasiado analíticas con las nuevas relaciones (cada palabra y cada gesto del
y suspicaces que dicen “por algo será” que a tal persona –más si es mujer– no le “duran” las parejas.
Trampas que funcionan Esta situación de “suma de miedos” no sólo echa a perder lo bueno que podría venir, sino que también impide disfrutar del presente, de las cosas lindas que se están viviendo. Enrique Mariscal es psicólogo y profesor de Filosofía. Hace poco publicó un libro llamado El poder de lo simple y en eso, en lo simple, sostiene que radica la posibilidad de ser feliz incluso de a dos. Es más, hasta sugiere que las parejas que dan diariamente una vuelta a la manzana tomadas de la mano y en silencio son las que no se van a separar. Sí, algo tan sencillo como estar juntos un rato, conectados con lo cotidiano pero más allá del trajín de todos los días. Un acto casi trivial, económico y breve, pero que pocos realizan (¡no vale mirar vidrieras en el camino!). Mariscal también afirma que por miedo a sufrir más en el futuro, pagamos por adelantado y al contado males que están más en nuestra mente que en la realidad. “La peor de las tragedias es la que nunca ocurrió pero cuyo imaginario permanente consiguió paralizar nuestras iniciativas en el pantano de las frustraciones, de las excusas y de las complicaciones innecesarias”, dice.“Las oportunidades son fugaces, están en las potencialidades del presente, del ahora, por lo tanto es fundamental conocerse, tomar conciencia de nuestros impulsos, deseos y miedos, para observarlos sin condenas ni culpas”.
MARISCAL AFIRMA QUE POR MIEDO A SUFRIR MAS EN EL FUTURO, PAGAMOS POR ADELANTADO Y AL CONTADO MALES QUE ESTAN MAS EN NUESTRA MENTE QUE EN LA REALIDAD. otro está en la mira) y el problema es que tanto análisis paraliza… ¡como el miedo! “El temor más común es al fracaso –que por supuesto conlleva el miedo a sufrir–, pero también está el miedo al estigma social de ser catalogado como alguien que no puede establecer relaciones duraderas”, dice Feldman. Y hay mucho de cierto en eso, porque nunca faltan las miradas desaprobatorias
> SE MUERDE LA COLA El miedo al amor tiene sus raíces en otros miedos: • Al fracaso que se reitera. • A la censura social porque ninguna pareja “dura”. • A que luego el otro no nos quiera tanto como queremos nosotros. • A ser abandonados y sufrir una nueva soledad. • A no ser lo suficientemente buenos para que nos quieran. • A perder al ser querido, una vez que estamos enamorados.
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¿Y cómo hacemos para conocernos? Hay quienes dicen que la meditación ayuda mucho. Otros recurren a la terapia psicológica en cualquiera de sus vertientes. Otros buscarán métodos menos ortodoxos. Pero una forma de empezar “en casa” –hasta decidir qué estrategia más sofisticada elegir– es hacer una lista “secreta” –es decir, con la certeza de que nadie la leerá, para así poder ser sinceros– de las cosas que queremos y de las que nos dan miedo. Y también observarnos para ver cómo reaccionamos ante situaciones diversas o similares entre sí. Por ejemplo, mientras realizaba esta nota, dos personas me relataron sus experiencias de actitudes de autoboicot reiteradas. La primera detalló que cada vez que sus novios se iban de viaje o se ausentaban por algo, ella automáticamente salía con otros hombres, “por las dudas”. ¿Por las dudas qué?, fue la pregunta. “Por las dudas que él saliera con otras mujeres o que cuando volviera ya no me quisiese más, así dolería menos”, fue la respuesta. ¿Hace falta decir que invariablemente todas esas relaciones terminaron mal? La segunda persona contó que las veces que había conocido mujeres que realmente le gustaban, tenía problemas para mantener relaciones sexuales. “¿Y entonces?”, fue la pregunta. “Salía con otras para ver cómo funcionaba, pero luego se debilitaba la relación con la que me gustaba y al final terminábamos rompiendo”, respondió.
> ESTRATEGIAS DE CAMBIO El miedo al amor se combate: • Sincerándonos acerca de qué cosa puntual nos da miedo. • Observando nuestro miedo sin juzgarlo. • Haciéndole frente de cualquier manera que nos sea útil: hablando en voz alta o escribiendo acerca de lo que nos pasa. • Comprendiendo en qué se basa nuestro miedo. • Teniéndonos paciencia.
Soledades y soluciones Si miramos y escuchamos a nuestro alrededor, veremos que es cierto que este miedo extraño comienza entrados los 30. ¿Quién pensaba en estas cosas a los 22? En esa época, a lo sumo el miedo era a un embarazo inesperado o a dar mal un parcial y no recibirse nunca. Ahora bien, junto con el paso de los años aparecen miedos, hábitos y costumbres que son dificilísimos de cambiar y más cuando se ha pasado mucho tiempo solo. Lo que sucede es que la gente se acostumbra mucho a la soledad y luego no quiere negociar espacios. Y para que una relación
SI BUSCAMOS SEGURIDAD, EL MIEDO ES EL MEJOR ALIADO, PORQUE NOS HACE QUEDARNOS JUSTO DONDE ESTAMOS, Y LO CONOCIDO ES LO SEGURO; PERO CLARO, EL PRECIO ES QUEDAR EMPANTANADOS. empiece a funcionar, se necesita una cuota de pasión, pero también de tolerancia y flexibilidad. Además, no nos olvidemos de que todo cambio –aunque sea para bien– siempre genera cierto rechazo porque el ser humano tiende a permanecer en lo que ya conoce, aunque no haya ni rastros de felicidad en eso. Miedo a perder la libertad. Miedo a volver a fracasar. Miedo a ser tildado de problemático. Miedo a cambiar las rutinas. En fin, miedo. Cuando está ahí, instalado, ¿qué hacemos con este miedo? ¿Cómo lo combatimos? Osho sostiene que no es posible eliminar ni dominar el miedo; solamente se puede comprender (por eso lo de la lista y la observación que mencionamos más arriba) porque si uno trata de dominarlo, el miedo permanecerá agazapado en la profundidad de nuestro ser. ¿Y qué pasa entonces? Que uno puede reprimirlo hasta eliminarlo de la conciencia, es decir que no seremos concientes de él, pero ese miedo seguirá ejerciendo su influencia sobre nosotros y nos hará hacer cosas sin que sepamos por qué, ¡lo cual es desesperante! “Es preciso comprender el miedo”, insiste Osho y para ello es necesario observarlo sin juzgarlo. Es decir, no partamos de la premisa de que “está mal tener miedo a tal cosa”, porque entonces lo único que veremos es nuestro prejuicio sobre el miedo, no el miedo mismo. ¿Cuál es la diferencia entre un cobarde y un valiente? ¿Que uno tiene miedo y el otro no? No, no es eso.
Según Osho, la diferencia radica en que el valiente avanza a pesar del miedo, mientras que el cobarde se paraliza. Ambos temen, pero actúan distinto. “Ser valiente significa poder actuar a pesar del miedo”, explica. Cuando nos domina el miedo, lo primero que nos sale es un “no”. No a creer, a estar alegres, a entregarnos al cariño. Nos volvemos fríos y acorazados, hasta tal punto que no podemos disfrutar de ese rayo de sol que nos acaricia o de un mate a la mañana. El miedo lo tiñe todo y nos hace quedarnos en casa, hace que veamos en cada gesto de acercamiento una intención maquiavélica solapada, o que cualquier cosa que no sea exactamente la que estábamos esperando parezca el indicador de que el otro no es para nosotros, y que hay que dejarlo antes de que nos haga más daño. Si buscamos seguridad, el miedo es el mejor aliado, porque nos hace quedarnos justo donde estamos, y lo conocido es lo seguro; pero claro, el precio es quedar empantanados. La otra opción es contundente: vivir “peligrosamente”, en el sentido de animarse a lo desconocido, a lo que nos hace temblar un poco las rodillas, pero que al mismo tiempo nos demuestra que estamos sanos y libres. Como ocurre con el amor, que cuando llega nos pone todo patas para arriba, pero que siempre vale la pena, aunque no termine exactamente como habíamos pensado.• 05