Omar Moreno Palacios
“Nací con potros en la sangre y pájaros en el alma”
De llanura y a caballo. Así es Omar Moreno Palacios, emblema del folclore bonaerense y criador de caballos criollos. La geografía que determina las costumbres, la conducta y hasta la forma de ensillar del hombre de campo están en el canto de este oriundo de Chascomús que se hizo músico a pura intuición.
ENTREVISTA
Por Lorena López Fotos Norberto Melone
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En 2008 el hombre cumplió 53 años de cantor. Pero no de cualquier canto, sino del canto surero, que es el de la provincia de Buenos Aires (no confundir con sureño, que es el patagónico). Esta forma de cantar se destaca –quizás paradójicamente– por ser más calmo que el folclore norteño, más sentencioso y hasta un poco tímido. Basta escuchar una milonga o un estilo para comprobar esas características. Omar Moreno Palacios es un hombre de la llanura pampeana que comparte su amor por la música con el tradicionalismo y la cría de caballos criollos, de los que ahora le quedan un padrillo y cuatro yeguas. En una entrevista con El Molino dice que pocas cosas lo conmueven tanto como un amanecer –a caballo, claro– en la bahía de Samborombón. ¿Por qué los caballos? Nací entre caballos. Siempre dije que el día que relinche no voy a tener ninguna duda: en otra vida fui caballo (risas). Tanto los Moreno como los Palacios eran gauchos. Mi bisabuelo Palacios, cantor y guitarrero, era de San José, Uruguay. Y mi bisabuelo Moreno era de Sacramento. Tengo bastante sangre charrúa. Mi tío Eusebio, un maestro de la soguería, fue el que me ayudó a hacer el primer bozalito que tuvo mi petisa. Yo tenía 8 años. ¿Y cómo empezó como criador? Por don Jorge Campos, un hombre que
crió caballos criollos durante seis décadas. Hace 38 años estábamos con él en la Exposición Rural de Palermo y yo había llevado caballos pero no puros, es decir que los tenía sin papeles. Y dije: “Algún día voy a tener un caballo puro”. Y al ratito él me dijo: “Lo va a tener, amigo Pancho”. Y mostrándome su anillo, agregó: “Y de esta marca lo va a tener”, que eran sus iniciales. Entonces me regaló un padrillo y yo le compré cuatro yeguas. ¿Por qué caballos criollos? Porque es el “pequeño gigante de América” (N. de la R.: primer verso de la “Marcha del caballo criollo”, de su autoría). Porque es el caballo que nosotros recibimos, una raza que se seleccionó sola, naturalmente.
¿Cuál es, en su opinión, la mayor virtud de esta raza? Es un caballo económico, aguantador, “de galope corto y aliento largo”, como se dice por ahí. ¿Jineteadas, alguna vez? Monté dos reservados. Me bajó una yegua por la grupa e hice la jineteada de uno con los bastos. Con respecto a la jineteada hay algo con lo que no estoy de acuerdo: esa soga que desde hace un tiempo le pasan por las paletas al animal, en la monta en crina. ¿Acaso antes no se usaba? No. Antes era crina y nada más. Después tomamos de los uruguayos el tiento pescuecero y ahora se pasa una soga cruzada. Los chilenos y los mexi-
Omar Moreno Palacios Es compositor, cantor surero y criador de caballos. Nació en Chascomús, provincia de Buenos Aires, en 1938. Inició su carrera como profesional en Radio Carve de Montevideo, Uruguay, país donde actuó durante largo tiempo. En 1968 lanzó en Argentina su primer disco simple. Algunos de sus temas más conocidos son “Huella sin huella”, “El Pucheto” (cuento), “Nunca le dije nada” (milonga) y “Provincia de Buenos Aires”, (cifra). Está trabajando en la obra Del caballo y su pilchaje, una serie de veinte discos de los cuales ya se editaron dos. Tiene cuatro hijas y vive en Temperley, Buenos Aires. Más información en www.omarmorenopalacios.com.ar
canos montan así, pero no es lo mismo. Así es mucho más fácil. Usted suele hacer hincapié en el tradicionalismo y en la llanura. ¡Es que yo soy y me siento un hombre de la llanura! Mire, una vez estaba en París cenando con un embajador y alguien me dijo: “Mirá vos, quién te iba a decir que ibas a estar comiendo al lado del Sena”. Y yo le contesté: “Vos, hermano, porque nunca estuviste en el boliche de Ramos, al lado de la bahía de Samborombón”. Hay que ver esa belleza… Omar, ¿qué significa ser un hombre de la llanura? Se lo voy a decir de esta manera: lo que hace que un hombre sea distinto, que
ensille diferente o tuse de otra manera, es la geografía. Estuve veinte días en San Martín de los Andes, que es una belleza, pero cuando yo veía una pampita se me alegraba el alma. Porque yo miraba y había cerros por todos lados y da sensación de encierro, de ahogo. Sin embargo, Jaime Dávalos decía: “Busco al fondo de la calle un cerro, pero encuentro el cielo y nada más”. Él se sentía mal sin el cerro. Pero los que somos de acá somos llanura, somos de mirar lejos. Es otra comida, otra pilcha.
“¡Es que yo soy un hombre de la llanura!”, exclama Moreno Palacios que prefiere sentarse en un bar de la bahía Samborombón que cenar en París.
¿Qué diferencia hay en el ensillado? Primero, los caballos son diferentes. Caballo criollo como el de la provincia de Buenos Aires no hay. En otros lados son más angostitos, más “lauchitas”.
¿Cuáles? El nuestro es liso porque en la llanura hay mucha vizcacha y cueva de peludo. Antes, el gaucho rodaba diez o quince veces en el día y había que salir para-
Acá son más anchos y más “encuentrudos”. Y con el recado también hay diferencias.
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do lo mejor posible. Por eso necesitaba recado liso, porque nada tenía que dificultar la salida rápida. En cambio, en la montaña, uno va horcajado en dos peinetas, porque uno se va para adelante y para atrás (según las subidas y bajadas). De ahí que se usaba pretal y baticola, para no deslizarse. Yo uso cinchón de dos vueltas.
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¿Por qué? Por tradicionalista. Es más cómodo el pegual pero a mí me gusta el cinchón. Y una cosa que les debemos a los tradicionalistas es, al menos para los desfiles, haber recuperado el lomillo, que fue nuestra antigua silla de montar. Es una sola pieza que va arriba del lomo. Pero cuando entraron los caballos “pesados” en Argentina, en la época de Rivadavia, y se empezaron a cruzar con caballos grandes, el lomillo quedó chico y entonces el hombre de campo lo abrió y así nació el basto.
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Con respecto a la música, ¿por qué cree que la del norte del país es más conocida que la de la provincia de Buenos Aires? Con la aparición de Los Fronterizos y Los Chalchaleros nos inundaron de zambas y chacareras. Lo que pasa es que son ritmos en los que uno puede pedir acompañamiento de palmas, son más festivos. En cambio, en la música surera hay que escuchar la palabra. Es muy importante. Y también hay algo con respecto a la guitarra: con un par de acordes se puede cantar un tema cualquiera. En cambio, para tocar una milonga… eso ya es otra cosa. Hay que saber poner bien los dedos. ¿Qué es lo que más le gusta a la gente de lo surero? Al paisano de las jineteadas, la milonga. Porque la Huella y un Estilo no tanto. Pero a mi público le gusta todo. ¿Cómo describiría la esencia del canto surero? Es un canto solista, decidor, sin estridencia. Se aborda poco la temática del amor, ¿a qué se debe? Le voy a dar un ejemplo. Hay dibujos y fotos de paisanos trabajando en el campo, carneando, donde se ve que tienen la camisa arremangada y abajo
El relincho como un rezo- El Margarito Un overo chimangueao marca de Juanjo Madero, dejó de luto el potrero ande lo había pastoreao. Los pastos se han achatao la cebadilla no asoma se ven peladas las lomas y el murmullo de los montes, se hunde en el horizonte con bordonear de palomas. El palenque ha quedao tieso opaco de ausencia y frío extraña el calor y el brío de la tabla del pescuezo el relincho como un rezo me llega de la distancia sabrá Dios en cuál estancia, del cielo andará costeando, los alambres repechando y paseando tu arrogancia.
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se ve la camiseta de frisa apenas levantada. ¿Sabe por qué es así? Porque el hombre tenía pudor. Por eso no se arremangaba más. Le doy otro ejemplo: una vez fui con mi mujer a una estancia donde un amigo trabajaba de mayordomo. Al preguntar por él, me dijeron que estaba en cama. Cuando le avisaron que yo estaba con mi mujer se levantó, se lavó la cara, se mojó el pelo y se peinó ¡y se volvió a meter en la cama! Y eso era porque no había problema en que yo lo viera así nomás, pero estaba mi mujer, y entonces era distinto. Bueno, así es todavía, al menos hasta los hombres de mi generación sigue pasando lo mismo. Además de la milonga (que suele ser “sentenciosa”), otro de los ritmos sureros es el “estilo”. ¿Se lo usa para contar qué cosas? Retomando un poco la pregunta anterior, podríamos decir que el estilo es el “bolero de la llanura”, por llamarlo de alguna manera. (N. de la R.: ver recuadro “El Margarito”). De todos modos, mi ritmo preferido es la milonga.
Usted antes dijo que “nació con los caballos”. Y con la música, ¿cómo empezó? De la misma forma. Soy un tipo que nació con potros en la sangre y pájaros en el alma. Nunca me tuve que hacer un test vocacional. Desde los siete años sabía lo que quería hacer. En casa había mucha música. Mi madre, por ejemplo, cantaba como los dioses. Recuerdo que para uno de sus cumpleaños yo no tenía un peso para regalarle nada; entonces hice un tema para ella, “Me está faltando poeta”, y se lo canté. Yo tenía unos 30 años. ¿Dónde estudió música? Nunca estudié. Soy intuitivo, no leo música. Una vez hice unos intentos de estudiar música con una señorita, pero terminábamos casi siempre en el cine, así que… ¿Quiénes componen la nueva generación en canto surero? Para mí la revelación se llama Facundo Picone, de Chascomús, hijo de mi amigo Guillermo. Y entre las mujeres, me gusta María Amelia Parra, que para mí es la continuación de Nelly Omar.
Volviendo al tema de las tradiciones, ¿siempre anda vestido así? Siempre. Y cuando me canso de las botas, uso alpargatas. Y esto también desde que nací. Me acuerdo que iba al almacén de Chascomús a comprar alpargatas número cero, que me quedaban grandes. Como me daba vergüenza, yo decía que era para un hermanito más chico. Ah, y siempre usé alpargatas bordadas. ¿Dónde se compran? ¡No se compran! Hay que hacerlas bordar. Nosotros éramos ocho hermanos: seis mujeres y dos varones. Yo he sido malcriado y consentido por mis hermanas y mi madre. Ellas me bordaban las alpargatas. Después, cuando levanté vuelo, las novias bordaban para mí. Algunas hasta me ponían sus iniciales… ¿Qué siente que le queda de sus gauchos antepasados? Que la palabra es un documento. Y, por eso, firmar contrato es algo que todavía no me termina de gustar. En cierta forma es sinónimo de desconfianza.