Pesoa, El Inconfundible

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EL FEDERAL

Quique Pesoa

“Me gusta dejarme llevar por las palabras” Además de locución, estudió medicina, arquitectura y también fue piloto. El año pasado se fue a Machu Picchu en moto y hace ocho que se mudó a vivir a San Marcos Sierras, en Córdoba. Su compromiso con la radio, su vocación por el arte y su fórmula para vencer el pesimismo. Por Lorena López

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noviembre 22 ⁄ 2012

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lgo de león tiene. Quizá sea por su gran cantidad de pelo -rubio-, o, a lo mejor, por su voz de trueno, gruesa y redonda. O por haber protagonizado escenas de furia, como aquella vez en la que, mientras entrevistaba a don Atahualpa Yupanqui, irrumpió en el estudio Enrique Llamas de Madariaga y arruinó el clima de la charla. Sus compañeros recuerdan que, apenas terminó la entrevista, Quique Pesoa salió como una tromba del estudio, como una fiera, y afortunadamente -para Llamas, clarono lo encontró. Hablamos, claro, de un hombre temperamental. Alguien que, harto de lidiar con criterios artísticos con los que no coincidía, fue capaz de anunciar al aire que dejaba su programa en Radio El Mundo: “Sí, señor director, usted gana, la tiene más larga que yo, así que me voy”. Así fue su despedida. Ahora, El Federal está en San Marcos Sierras.

Luego de casi ocho meses sin agua, hoy llueve. El comunicador recibe a la revista en el living de su casa, ubicada a pocos metros de la hostería que, junto a su esposa Leda, empezó a construir con sus propias manos hace veinte años. Y lo de “con sus propias manos” no es una metáfora, porque Pesoa se reconoce habilidoso con el trabajo manual; la mesa y las sillas construidas por él y la cantidad de artefactos reparados que hay por todos lados (40 soles de noche, relojes, máquinas de escribir, más relojes, miles de cosas y cositas) dan cuenta de esta habilidad y ese placer que comienza revolviendo contenedores “para ver qué han tirado” y culmina con el objeto funcionando correctamente. Pero volvamos a esta mañana lluviosa en las sierras. Pesoa acomoda decenas de habanos en una caja, dice que fuma dos por día y que también tiene épocas donde solo fuma en pipa. Cuenta que conoció San Marcos Sierras hace 30 años y comenzó a veranear allí todos los años, hasta que empezó a hacerse la casa y finalmente decidió mudarse definitivamente. - ¿Por qué San Marcos? - Por esto que estamos haciendo: charlar, acomodar mis cigarros, no saber bien qué día es. Me gusta el silencio; me levanto temprano. Estoy en permanente contacto con la gente a través de la web, por la hostería y porque hasta el año pasado hice un programa desde el estudio que tengo aquí en mi casa y que duró 6 años, haciendo streaming por Internet con 160 emisoras colgadas del programa. Fue una experiencia poco famosa pero exitosa. A mis 62 años conservo mi curiosidad y me interesa la tecnología: uso programas para editar yo mismo los comerciales que me piden para TV y los entrego terminados. Y justo acabo de hablar con la gente de LT8, Radio Rosario, porque quieren que haga un programa para ellos. Veremos la forma, porque a mí me interesa hacerlo desde aquí. - ¿Cómo empezó en radio? - Accidentalmente, porque yo no era un escucha metódico: no iba más allá del “Tarzán” de la infancia y del radioteatro “Las dos carátulas”, de Radio Nacional. Era 1970, yo tenía veinte años y estudiaba medicina. Estaba de novio con quien sería luego mi primera esposa, que trabajaba en un teatro independiente donde yo hacía iluminación y sonido, y un día vinieron a buscar actores que quisieran trabajar en radio. Yo simplemente la acompañé pero cuando le tocó el turno a ella de ir a leer, alguien dijo “Pasen” y yo fui con ella. Gracias a esa “n” final yo también entré, leí y empezamos los dos a trabajar el lunes en LT2 que en ese momento era Radio

Ficha personal s Quique Pesoa nació en 1950 en Rosario, Santa Fe. En 1985 y durante 20 años vivió en Buenos Aires, en Callao y Corrientes. Se casó a los 23 años la primera vez y desde hace veinticinco comparte la vida con Leda. Su hostería en San Marcos Sierras se llama La Merced.

“Por un lado está el pensamiento crítico donde uno siente que no hay salida, futuro ni revolución. Pero a la mañana te levantás, te lavás la cara, sentís que es un día nuevo y que podés remontar las Cataratas del Iguazú con un bote.” Splendid en Rosario. - No me diga que ya tenía esta voz… - No, era más tipo pato (risas), más nasal. Pero igual a mí me molestaba que los locutores fueran todos iguales, me daba bronca que un riojano estuviera obligado a pronunciar la “r” al estilo porteño. Y puteaba tanto que terminé fundando una de las primeras escuelas de locución del interior del país (que funciona en el Instituto Superior de Enseñanza Técnica Nº 18, y es público y gratuito) porque en esa época estabas obligado a ir a dar los exámenes al Iser todos los años, un disparate. -Después sus programas se destacaron por tener identidad propia. - Pero era algo que se daba con naturalidad. Yo creo que me fue todo lo bien que yo busqué que me fuera, con mis condiciones, con mis elecciones y gustos. Además para mí la radio no es el único horizonte, puedo y me gusta hacer otras cosas. - ¿Como por ejemplo vivir en San Marcos? - Sí, o hacer vino como hice hasta el año pasado. O antes de eso, volar aviones. Empecé con ultralivianos y fui piloto hasta que a los 50 años se me declaró una diabetes -que está muy controlada- y se complicaba la renovación del

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carnet. Así que ahí lo dejé ir, sin añoranzas ni frustraciones sino con la alegría de haberlo hecho. Tengo imágenes de vuelos rasantes en el Delta, en solitario, con una caballada proyectando sombras con el sol de la tarde. Son pinturas que me quedan en la mente. - ¿Cuándo desembarcó en Buenos Aires? - Luego de 15 años de trabajo y mientras me separaba, hacia 1985. Alguien me ofreció un trabajo allá y fue un gran cambio en mi vida y en mi carrera. Con Leda aprendí a entender la responsabilidad pero sin pompa, la responsabilidad de trabajar en un medio. Empecé a adquirir un compromiso y a forjar, quizás tarde, una ideología. Ella me hizo conocer a las Madres de Plaza de Mayo. - ¿Por qué leía cuentos en sus programas? - Tuve una adolescencia con más Verne y Salgari que televisión. Esto me dio primero el placer de la lectura en solitario y luego el de la lectura en voz alta, a primera vista. Me gusta dejarme llevar por las palabras y quizás porque soy músico -como era mi padre- me gusta encontrar la melodía que hay en ellas. Me gusta leer en voz alta interpretando, sintiendo el texto, como cuando uno canta una zamba del Cuchi Leguizamón con el corazón y no simplemente repitiendo una letra. - ¿Cómo reaccionaba el público? - Gustaba mucho, había quienes no se perdían ese momento por nada. Como el doctor Favaloro, que en una entrevista que le hice me contó que todos los días, cuando faltaban unos minutos, ya se preparaba con un té para escuchar mi cuento de las cinco de la tarde. Eso fue un orgullo para mí. Es que la comunicación necesita climas, y eso es lo que siempre busqué en mis entrevistas. - ¿Es intuitivo o intelectual? - Tengo una gran pulsión para hacer cosas. Me manejo mucho por la intuición, que es la que me impide deprimirme ante ciertas ideas pesimistas, como que el mundo no tiene arreglo. Y también creo en que las cosas además de ser correctas deben ser bellas. Hoy el término bello o hermoso nos suena cursi, pero en los viejos oficios estaba la belleza, como el tornero fresador que a la pieza funcional le agregaba adornos que no tenían sentido práctico pero ayudaban a que hubiera un equilibrio visual y de composición. - ¿Cómo se aplica esto a su trabajo? - La belleza debe estar en todos los actos. Ejercer la tolerancia también es la capacidad de ver lo bello en lo que se aborrece. Y ahí aparece la duda, el cuestionamiento y la autocrítica, que es lo que nos permite escuchar de verdad al otro sin el velo de opiniones inamovibles.

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- Hace un rato citó a F. Scott Fitgerald, diciendo que toda mente inteligente es capaz de albergar sentimientos contrapuestos. - Es que por un lado está todo el pensamiento crítico y filosófico donde uno siente que no hay salida, que toda batalla librada se pierde, que no hay futuro ni revolución y que el mundo no va a cambiar. Pero a la mañana te levantás, te lavás la cara, sentís que es un día nuevo y que podés remontar las Cataratas del Iguazú con un bote. Y eso es lo que nos va manteniendo vivos, en movimiento. - ¿Por eso fue, y después se fue, de Buenos Aires? - Fue una multicausalidad. Uno pasa por diferentes períodos y creo que es bueno identificar lo que da alegría en cada uno de ellos.

En un momento con Leda dijimos: “¿Y si nos vamos de Buenos Aires antes de aborrecerla, así tenemos ganas de volver?”. Claro que eso implicaba despegar el culo del sillón y uno en general tiene una cultura de poca movilidad, de quedarse en lo establecido. Pero sentimos que “ya estaba” y en 2003 empecé a cerrar algunas puertas en Buenos Aires. La entrevista concluye. Afuera sigue lloviendo y adentro del estudio hay clima de intimidad. Quizás por eso Pesoa comparte una joya: la grabación de uno de sus programas, con un invitado de lujo: don Roberto Goyeneche. Se escucha la voz rasposa del cantor, dando indicaciones para cantar “Naranjo”, como él solía llamar al tango “Naranjo en Flor”. Pesoa dice que se considera un tipo afortunado. Seguramente lo es. •


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