Las fotos no idealizan, no ocultan. No hay una mirada compasiva ni lastimosa.
Vemos privaciones, carencias, paredes descascaradas, bancos destruidos. Pero también vemos la vitalidad, la imaginación, el aire fresco que se cuela entre los papelitos pegados en un pupitre.
Frente a las rutinas burocráticas, frente a las políticas de desguace, frente a las privaciones y las carencias... las escuelas públicas resisten.
Quienes las habitamos sabemos que son lugares donde rozamos con la punta
de los dedos la desigualdad, espacios vivos, empecinados, insistentes. Lugares donde
trabajamos para que no existan destinos marcados. Lugares donde no dan ganas de
estar y que sin embargo defendemos con uñas y dientes.
Cora Gamarnik
Abril, 2019