Fragmento de la Revista itto

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Revista fotografíca

Llévelo, Llévelo Un zapato

de verdad De danza y enseñanza Pasión y Amor en la cocina


DIRECTORIO

Directora y editora: Lucía Muñoz Fotógrafos: Ana Paola Ávalos, Varinka Higareda, Lucía Muñoz. Artículos: Lucía Muñoz, Ana Paola Avalos, Varinka Higareda. Corrección de texto: Lucía Muñoz. Diseño Editorial: Lorena Urzúa. Patrocinadores: AVANZA. Revista Ihto es una publicación semestral editada por Ihto S.A de C.V: León, Guanajuato, México. Contacto: revistaihto@gmail.com En Facebook: Revista Ihto En Twitter: @RevistaIhto


Carta Editorial Día a día transitamos por una ciudad donde pocas veces somos conscientes de las personas que en ella habitan, por lo general, las prisas y el estrés impiden ver a quienes caminan a nuestro lado pasándolos por alto. En un andar desinteresado olvidamos que alrededor suceden historias , cada persona y lugar es una historia y cada momento merece ser contado; porque como dice Eduardo Galeano”...Un pajarito me contó que estamos hechos de historias”. Estimados lectores, Ihto les da la bienvenida a una revista donde aquellas memorias que ocurren día a día, son narradas y plasmadas en papel. A través de estas páginas, diversos ciudadanos nos invitan a adentrarnos en sus vidas y a conocer otra cara de la ciudad. Los invitamos a adentrarse a la vida de los barrios y mercados; a conocer aquellos oficios que todos hemos solicitado alguna vez; les rugirá la panza con las anécdotas de aquellos lugares que alguna vez nos han alimentado; surgirá la pasión a través de la vida de nuestros artistas; conocerán un poco más acerca de nuestro medio ambiente y las personas que ayudan a mantener el equilibrio en él; el fútbol no se podía quedar de lado y quienes los viven abren las puertas de su casa para conocer sus historias. En Ihto esperamos que esta revista sea de su agrado, agradecemos que se den el tiempo de leernos. Sean bienvenidos a esta nueva experiencia y a su ciudad. Lucía Muñoz, editora Ihto.


DE AQUI Y DE ALLA

LLEVELO LLEVELO Ana Paola Avalos Fotos: DR © Ana Paola Avalos


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En la hermosa ciudad de León, del estado de Guanajuato, todos los miércoles del año, sin excepción alguna, podemos encontrar un mercado muy peculiar, no solamente reconocido por la gama de colores que se puede apreciar mientras se recorre cada uno de los puestos, sino también por el rico olor a comida, ese olor que invita a sentarse y probar los antojitos recién preparados por la vendedora. Para iniciar con este artículo, se necesita realizar una pequeña investigación de campo, especialmente con algunos términos que usaremos en esta sección, como por ejemplo “Tianguis”. La palabra tianguis, procede del

náhuatl “tianquiztli” que significa mercado público. Es el lugar donde los vendedores ambulantes nos permiten apreciar su pasión y dedicación; también es una feria en la que el trueque, de compra y venta, se hace protagonista del momento. Pero sobre todo el tianguis es un lugar de encuentro de familias, de disfrute entre parientes, es el motivo o el pretexto para relacionarse, es un lugar en el que lo humano, la festividad y la alegría van de la mano. El tianguis es y ha sido siempre el espacio social y cultural del indígena.


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Estos lugares son excepcionales, ya que son una exhibición de todo lo que puede uno imaginar, ver, oír, oler, gustar y tocar. Una total variedad de mercancías, además de comidas, bebidas, música, petates y cazuelas, artesanías, vestidos, muebles, semillas, lana, chiles, panes, cueros, molcajetes, artículos típicos, dulces y chocolates, especias, sombreros, comales, calzados, yerbas medicinales, condimentos, animales y otras muchas cosas, todo ello es un vivo exponente de la cultura mexicana.

En este tipo de mercados podemos apreciar un millón de historias detrás de cada rostro cansado, estresado, acalorado, arrugado, emocionado, alerta e incluso despistado, pero sobretodo sonriente, ya que pueden llevar más de 8 horas en su puesto, pero es seguro que al acercarse con el vendedor siempre nos recibirá gustoso, con amabilidad y tratará de persuadirnos para consumir su producto. No sólo adquieres el producto, además te llevas la esencia de quien te lo vende y el trato que has


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recibido, además de que se genera confianza para entablar una conversación en la cual se intercambian historias y experiencias de vida. En el tianguis las personas acuden no siempre a comprar, pues en ocasiones solamente van a verificar los productos que están a la venta y comparar precios, para adquirirlos posteriormente cuando lleguen a necesitarlos. No importa que no tengas dinero, el acudir a este tipo de lugares lo que realmente importa

y vale la pena es gozar y disfrutar de una verdadera experiencia física y espiritual. Si te decides a visitar León, o bien ya eres un residente de esta maravillosa ciudad no dudes en acudir al tianguis si quieres sentir el calor humano, la hermandad, o simplemente ser parte de una comunidad, ojalá que sea de tu agrado pues cada uno tiene mucho que ofrecerte.


LO QUE SOY

Un zapato de Verdad Varinka Higareda Siempre se dice que nuestra forma de vestir, nuestro, peinado y maquillaje revelan quiénes somos y se ha demostrado que incluso los zapatos, además de tener un propósito práctico que es el de proteger el pie de los elementos adversos de la naturaleza y de la vida cotidiana, hablan de quienes somos, en la actualidad, este aditamento acumula innumerables funciones, lo cual ha permitido el surgimiento de diferentes modelos o tipos según sus funciones a desempeñar. Para seguir con la tradición que León ejerce, Gerardo Verdad Hernández, se acercó desde adolescente a la fabricación del calzado, pero no sólo se conformó con elaborar un calzado de moda, sino que se enfocó en mejorar la calidad y el confort que un zapato nos puede ofrecer, junto con las distintas pieles que maneja como la de borrego y venado, que son distintivos de esta línea de zapato. La elaboración del producto se encuentra en la calle Barcelona en la colonia San Juan Bosco, justo a la mitad de la hilera de casas que conforma la calle cruzando una puerta amarilla, al llegar nos encontramos con unas escaleras que dirigen al segundo piso.


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Al subirlas nos transportamos en un mundo diferente que no estamos acostumbrados a observar. Del lado derecho, mano con técnicas rudimentarias. En la primera fase nos encontramos con Antonio quien es el se encargado del corte de las piezas, su trabajo consiste en la moldura de acuerdo con la medida que requerida para dar forma a la piel, según el modelo a elaborar.

Para la segunda parte del proceso nos topamos con la unión de piezas donde Alejandro está encargado, su trabajo consta en reunir las piezas para su posterior elaboración. Cada zapato lleva de cuatro a ocho piezas según el modelo. Lo siguiente, es la montada que Abel realiza, aquí se selecciona la horma de acuerdo a la


16 numeración, se fija la planta a base de clavos y cemento, se hace manualmente y se utiliza unas pinzas especiales para presionar, para que quede bien realizado y conformado el zapato; después se asienta, esto consiste en hacer que el corte se fije perfectamente en la horma. Casi para concluir el desarrollo, tenemos el ensuelado por proceso de pegado tradicional, las suelas se compran hechas, después de limpiarlas se les coloca un pegamento especial que al hacer contacto con otro químico hace reacción y queda fijo; para el pegado de la suela se incrementa la temperatura en una máquina especial que a presión queda la suela adherida durante 30 segundos, para al final desmontar la horma y así pasar al adorno.

Finalmente el zapato pasa al empaque, donde se imprime el número de modelo y la numeración del pie, para después guardar el producto en cajas de cartón. De este modo concluye la elaboración de un solo par de zapatos dentro de la fábrica del señor Gerardo, hay distintas maneras de producir un zapato, unas más industrializadas que otras, por eso no hay que perder la joya de los verdaderos fabricantes y así apreciar el trabajo artesanal que conlleva la confección de un solo par.


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De danza y enseñanzas Lucía Muñoz

Justo ahora, León es una ciudad que se está transformando, lo viejo está siendo remplazado y está pasando del abandono a la atención de los ciudadanos. El arco de la calzada es un ejemplo de ello, se está renovando, sus calles ya no llaman la atención, sus casas y puestos pasan desapercibidos por quienes transitan en ella, a excepción de los bares que iluminan la noche con sus grandes luces y música. En esas calles existen viviendas que a simple vista parecen abandonadas, viejas y sin vida; pero se halla una, con una historia donde el ritmo, la música y los pasos son una perfecta sincronización de esfuerzo, pasión y enseñanza. En aquella casa, las puertas de un salón de ballet se abren y en el interior una mujer de aproximadamente ochenta años espera sentada la llegada de su alumna. El aposento está lleno

de fotografías de su juventud, del lado derecho hay fotos y reconocimientos teatrales; al otro lado se observan fotografías de bailarinas y una en especial llama la atención, una bailarina de nombre Raquel. Raquel Aguilera es una mujer que ha enseñado y transmitido su pasión por la danza desde muy joven, cuando ella descubrió el ballet se encontraba en el cine viendo una película donde una mujer salió bailando entre unas columnas, tenía diez años. León no era una ciudad donde el ballet se desarrollará así que sus maestros venían de la Cd. de México a darle clase tres horas durante tres días a la semana, aparte de ello tomaba clases de piano, pintura, canto y otra de sus grandes pasiones, el teatro.


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Hacer reír a la gente es lo que más le gusta, por eso su carrera como actriz siempre fue en el camino de la comedia, la única vez que hizo un drama fue para decir que jamás lo volvería a realizar. A los quince años de edad se va a estudiar a la Cd. de México en Bellas Artes, para ser maestra de ballet, puesto que por su edad ya no podía aspirar a ser bailarina profesional, después de un año regresa como docente y abre su academia

de danza. Todos los días tomaba cuatro horas de ballet, terminando con los pies ampollados, ella dice que : “A quien le guste el ballet, le gusta sufrir”. Como maestra fue prosperando e hizo varias representaciones en teatro, su principal sueño de ser bailarina desapareció puesto que descubrió en la docencia un estilo de vida que hasta ahora, a sus ochenta años goza seguir haciendo.



90 minutos


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Entre balones y familia Lucía Muñoz Para muchos el fútbol es sólo un juego que dura noventa minutos, pero para otros esos minutos son el tiempo suficiente para crear una explosión de emociones y descubrir que el arte también se expresa mediante el balón. Hablar del balón pie como una inspiración es tomar en cuenta el esfuerzo corporal, es saber cómo acariciar la pelota y llevarla al compás del baile, no ser celoso y permitir que dance con todos en el lugar para que ella luzca. Fuera de las canchas este deporte es capaz de crear un ambiente donde cada persona es capaz de sufrir, alegrarse, enojarse, de tal manera que el sentimiento se convierte en mutuo, compartido con quienes se encuentran en el exterior del juego. Dentro del campo el ambiente es diferente, existen sueños, ilusiones, expectativas, objetivos muy concreto que hacen que uno de lo mejor de sí,


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tal y como lo hizo Julio Larios García o mejor conocido como “El chico Larios”, entrenador de diferentes clubes deportivos, quien nos da la bienvenida al terreno y nos permite conocer un aquello que no se puede ver desde lejos. “El chico Larios” comenzó su profesión desde muy pequeño como utilero y con el paso del tiempo hizo su carrera como entrenador, hasta llegar a dirigir equipos como la Selección Mexicana Amateur, Toluca, Chivas y León. Del sacrificio de su padre nace la pasión por este deporte, gracias a él, descubrió que uno de sus mayores sueños era viajar por el mundo, y gracias a este gran arte pudo realizarlo.

" El chico Larios"”


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Tener una gran responsabilidad como dirigir a un grupo de jóvenes, conllevaba, al igual que su padre, hacer grandes sacrificios y dejar de lado a la familia con pesadas horas laborales donde el único momento que tenía para jugar con los hijos era de noche. Existen varios entrenadores que buscan el reconocimiento y la riqueza, los que “El chico Larios” buscaba, era representar a su país con orgullo, formar parte de un grupo, una comunidad capaz de demostrar su esfuerzo y dedicación; llevar la camiseta bien puesta y poder dejar huella en los lugares que pisaba. Más que un balón, un juego y una cancha, el fútbol es vida, es pasión, sentimientos, entrega, dedicación, comunidad y sobre todo para algunos es sacrifico y un inminente hecho de que los sueños se pueden hacer realidad y Julio Larios o “El chico Larios” es un ejemplo de que todo en la vida se puede realizar


sorprendeme

FLORES DEL AGUA

En plena primavera, éstas nubes. Podrían parecer una parábola del tiempo que hoy nos toca vivir, pero no son parábola: son nubes. Pensando en las nubes, que se hacen y se deshacen sin término ni fin, Borges se pregunta: ¿Qué son las nubes? ¿Una arquitectura del azar? Quizá Dios las necesita para la ejecución de Su infinita obra y son hilos de la trama oscura. Y José Emilio Pacheco, conocedor del alma humana, sabe que la nubes, en su frágil y poderosa condición, son el mismo misterio que sobrevuela todos los días, diáfanamente: En un mundo erizado de prisiones Sólo las nubes arden siempre libres. No tienen amo, no obedecen órdenes, Inventan formas, las asumen todas.


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EL JUGUETERO Todos lo conocen como Chinda. Conoce la historia antigua de su pueblo y la platica a quien se acerque a su taller de juguetes. Chinda es otomí y encarna la tradición y la tradición oral: “Los juguetes que yo hago aprendí a hacerlos de mi padre, que a su vez lo aprendió de mi abuelo, que lo aprendió de los Pames”. Cuenta la génesis de los Ñanú, mujer Calabaza, mujer Frijol, mujer Maíz. Y hace muñecas, hace castillos, todos los días.


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CONSEJO DE ANCIANOS El taller de rebozos es como una crítica y un homenaje a esa palabra extraña y fascinante: el tiempo. Hábiles con las manos, diestros con los pies, todos los hombres que hacen rebozos sobrepasan los 60 años. La serena mirada de uno de ellos parece decir: es el tiempo el que nos ha dado nuestro oficio. Nada más. El mecánico crujir de la madera acompaña su metódica labor, hecha de largas, pacientes pausas de destrenzado del hilo para que la trama se complete. Tienen 40 o 50 años haciendo lo mismo, que nunca es lo mismo.


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