Valiant 76 Fanzine nº 1

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México, DF 2008, Vol. 1, Año 4. Nº 1

Todo sobre el “Poeta Caníbal”: poemas, amores, sus últimos días; y “Escritores algo caníbales “ que han sido influenciados por este tremendo autor de culto.


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VALIANT 76 FANZINE Nº 1 El Valiant 76 surgió durante un breve receso de Los Avengers Fanzine, la idea era hacer un zine entre Mty, SLP y el DF. Sin embargo, solo editamos un número debido a que Jaime Garza en Monterrey tuvo que buscar su sustento diario y el Ronnie en San Luis Potosí decidió dedicar su vida a la antroplogía y a travestirse en los bajos fondos potosinos. Recientemente Los Avengers han dado fin a su bonita vida fanzinera; y en un ánimo de no olvidar hacer panfletos baratos de mal gusto, y a idea expresa de Alfonso Morcillo, decidimos rescatar el Valiant 76, remasterizarlo e invitar a "ávidos" conocidos y amigos para ser el "Penthouse" de los fanzines. Es un sucio remix entre el "Jamón te saco" (Editado por Morcillo) y "Los Avengers" (Editado por Juan Beat, Ajuscoman y Astroman x), y con una tendencia porno-sofisticada que es lo que les ha dado fama y fortuna a los editores. Por ahora se han editado el Valiant "0" y "2", este es el perdido número “1”; esperemos seguir siendo vapuleados, odiados y vituperados por “fans from hell” y lectores conocedores de infames publicaciones como “esta cosa”. juanbeat@mac.com morcillo@hotmail.com http://homepage.mac.com/juanbeat/valiant.htm http://www.myspace.com/valiant76zine valiant76zine@gmail.com Portadas: Javier Molinero

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LUNA Líma, Perú Ardor y nauseas.. tic tac tic tac.... Los cubiertos sonaban en el comedor, pero... quién!!, quién estaba ahí? La observe, tenía los ojos rojos, había estado llorando mientras pasaba su bolo alimenticio forzadamente. Me deprimía verla sentada, tan delgada y desganada, en un intento fallido de penetrar hacia sus pensamientos. Que dulce me pareció su dolor, sus lágrimas sobre el plato, las agujas del reloj que remordían mis tripas al ver como sus dedos temblaban agarrando el tenedor bajo el tic tac... tic tac tic tac... Si pudiera saber lo que le sucede, pero se que ella no me hablaría jamás, a ella le importa un carajo lo que yo pueda sentir, ella esta encerrada en su mundo feliz o infeliz. Abre sus piernas desnudas, y sus pies se ven helados. Sigue sola...

Ardor y depresión... Delgada y larga, despeinada y enferma, es ella, es ella.... Es a ella a quién mataré, amo su enfermedad, amo su depresión, la amo, no merece vivir, es como una planta llena de plaga, me enferma verla. Otra vez esta llorando, otra vez esta comiendo, otra vez el sonido de los cubiertos y las agujas del reloj en la cocina fría, el goteo del caño.. y sus piernas desnudas, te mataré porque te amo. tic tac tic tac tic tac......


4 A Cristian, a quien las letras hicieron enloquecer.

Tu manos ya no son las mismas, desde que mi rostro esta impregnado en ellas. La botella transparente y el contenido en ella: un tequila color miel que va desapareciendo a la velocidad de los pequeños pitos de mariguana que me voy fumando me trae remolinos emocionales de gratitud hacia aquellas personas que alguna vez compartieron espacio conmigo. Recuerdo a Alfaro Guardados, un viejo ratero de vecindad que vivía en la colonia Vallejo al norte de la ciudad de México. El fue quien me enseño a periquear, a meterme coca por la nariz. Anteriormente me la fumaba y aunque la sensación es casi la misma, el golpe en la nuca y en los ojos no se compara con nada en el mundo. O al David Alfaro Sic de la banda, pintor amateur que murió como perro desangrado en un hospital psiquiátrico del estado de Morelos por pintar los muros blandos de su celda con su propia sangre al negarle los vigilantes pinturas y un cuaderno por considerar su actividad poco lúdica y “peligrosa”. Pero hoy te voy a contar acerca de mi amigo Cristian, aquel que provocaba suspiros de quienes tuvieron la fortuna de verlo en su andar por la caótica y contaminada ciudad o por pueblos jodidos, pobres pero bellos y llenos de luz y por uno que otro hueco en el que se metía después de levantar tapas de coladeras en México. Cuando lo conocí me enamore de su rostro duro pero de una fineza inenarrable, parecía un retrato del Marques de Sade. Su andar era tranquilo y movía las manos graciosamente cuando hablaba, era mimo sin saberlo pues recreaba escenas dantescas, sublimes, banales y complejas con los diez dedos y sus dos palmas. Todas las chicas del Colegio lo seguían aún cuando él las ignoraba sin el más mínimo pudor: ¡qué me siguen golfas hijas de puta! Les gritaba cuando veía que un grupito de más de dos chicas cuchicheaba y reía tras su figura. En mi primer acercamiento me sorprendió que su rostro no tuviera que ver con sus modales. Era en cierta forma grotesco al hablar, su vocabulario rayaba en la mediocridad y la palabra que mas se le oía decir era golfas. Tenía un sentido rencor hacia el sexo opuesto que me hacia pensar que era homosexual, cuestión refutable en más de una ocasión. Empecé a salir con Cristian para conseguir mujeres. Al ver que él las rechazaba acudían a mí como consuelo y posible eje de acercamiento. Yo las usaba, les mentía y tras dos o más palabras de poeta clandestino algunas caían rendidas aún con cierta esperanza de obtener algo del “otro”.


5 Una mañana mientras yo fumaba mariguana Cristian me pregunto que se sentía. Lo mire fijamente y como no pude explicar con palabras ni con mímica como él seguramente se hubiera expresado le respondí que sería mejor que lo experimentara. Desde esa experiencia Cris, como cariñosamente muchos le decían, jamás dejo de consumir la hierba que habría de llegar a considerar sagrada. Hasta antes de ese momento él ni siquiera fumaba cigarro, no tomaba y lo más que hacia era dilucidar y viajar a través de los huecos que se hacían entre sus dedos, cuando durante minutos se tapaba el rostro con ellos moviéndose enfrente de sus ojos rápidamente. Estudiaba pero en su lenguaje no se vislumbra viso alguno de ello, esto me molestaba pues pensaba que una cara debía de ir acorde a una actitud y la suya era más bien vulgar. Aparte en ese entonces yo me consideraba un Don Juan, un Cortázar, un Maquiavelo. Mis lecturas y análisis me daban cierto aire de notoriedad entre los muchachitos de no más de dieciocho años con los que me juntaba. Por ende empecé a prestarle libros los cuales devoraba rápidamente. En una ocasión me devolvió Ensayo para la Ceguera dos días después de que se lo había entregado. - ¡Uf! Hermano, no he dormido pero ahora entiendo mejor la complejidad de la raza humana, -me dijo. Su lenguaje empezaba a mejorar; su aspecto denotaba descuido y cansancio y su adicción por la mariguana crecía. Una cosa por otra dilucidaba yo argumentando que no había nada como la expresión a través de la oralidad y las letras y que obtener las llaves de la sabiduría para comprender y utilizar estas vías valía todo riesgo. Una noche durante las vacaciones Cris llegó a mi casa sudando y desconcertado. Había investigado mi dirección y después de vueltas casi interminables había dado conmigo. -Uf, hermano me tienes que prestar un libro por el amor de dios –me dijo-Pero si para eso hay bibliotecas cabrón, que no las conoces –le contesté – Desconcertado Cris realizó una analogía en la cual visualizaba mi ser como un complejo Aleph: como un universo de conocimiento, sin el cual el no podría vivir. Casi eres el libro de Borges me gritaba emocionado. Entendí que Cristian estaba obsesionado oníricamente por la literatura y mi rostro él cual me pidió le dejara tocar con sus manos que sentí frías y ágiles en mis pómulos, boca, nariz y frente. Un día soleado, en uno de nuestros tantos paseos por el Colegio, me confesó que me veía en sueños, representando siempre a varios personajes de libros: Te he visualizado como el Quijote, como Justina, Chinasky, Pedro Páramo, Chin Chin el teporocho, Sal Paradise, Dean Moriarty, Bull Lee, La dama de las Camelias y hasta el Cuervo; y aunque se que no hay retratos para todos siempre veo tu rostro acoplado a cada personaje armoniosamente – me dijo frenético.


6 Estaba sorprendido, yo nunca había llevado mis alucines y dilucidaciones al extremo. Veía a mis personajes literarios favoritos como entes puramente metafísicos, nunca los materializaba. Estaba desconcertado y Cris más ojeroso y con ansias locas de fumar mariguana. Cuando no fumo no leo me confesó: Es un tren al entendimiento, una cosa lleva a la otra, si fumó entiendo y comprendo, si no solo miro letras sin sentido para mi espíritu, me decía harto convincente con sus ojos negros profundamente clavados en los míos. Estaba enloqueciendo, lo envidaba y lo odiaba guardadamente por eso. Si antes no le hacia caso a ninguna chica ahora menos. Se había ensombrecido y paradójicamente a quien perseguían era a mí aunque yo ya había perdido interés por cualquier cosa que no fuera la actitud de Cris hacia la vida. Estábamos complementados por la literatura. Una tarde lluviosa llego empapado y llorando a mí casa. Gritaba que veía mi rostro en sus manos. Por entre sus dedos, en sus palmas, uñas, y aún muñecas mi cara lo seguía, no quería volver a verlas pues estaba temeroso de que yo lo matara utilizando sus propias extremidades. Llevaba guantes. Cristian estaba loco y pronto su familia se dio cuenta. Empezó a alucinar y a verme en el agua que tomaba, por ende la dejo de consumir. Fumaba más mariguana y en una ocasión le aventó un vaso de vidrio a su madre por que la confundió conmigo. Lo recluyeron en una granja de la cual a los seis meses salió directamente a buscarme, suplicándome por un libro el cual no lo preste: devuélveme los anteriores le argumentaba, cosa que jamás hizo. ¡Cabrón, aparte de loco, ladrón! Pensaba. De regreso a su aparente cotidianidad un día Cristian se aventó a las vías del metro. La palomilla se asusto, las mujeres gritaron y una palanca jalada oportunamente por un individuo salvó la vida de nuestro compañero. Jamás lo volvimos a ver y jamás recupere más de un centenar de libros que había compartido con él. Mi tranquilidad desapareció también junto a las hojas impresas de letras encuadernadas. Poco tiempo después cuando fui a visitarlo al hospital me informaron que Cristian se había cortado las manos con un vidrio filoso que consiguió nadie sabe en donde argumentando que ya no quería ver un rostro que lo atormentaba cada que pasaba sus dedos rápidamente por enfrente de sus ojos. No se las pudieron salvar y sus muñecas serian para siempre puro muñon. Yo lo se lector: tengo mi pase al infierno. Don Fer,

Noviembre del 2007

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3 de la madrugada. Por: Héctor Viramontes Es la segunda vez que en esta noche venimos acá, a esta maldita colonia del Fresno, una de las más horribles de la ciudad. Casas viejas con colores desgastados, grisáceos, de gente pobre, que lucen manchadas por la nata de smog que flota todo el día sobre ellas. La primera vez bastó un mensaje desde el teléfono celular para decirle al Portero que nos esperara afuera de su casa. La verdad nunca he sabido cómo se llama, es el portero de nuestro equipo de fútbol y viejo conocido de Radames, bastante malo por cierto, muchas de las goleadas que hemos recibido han sido por su culpa, seguro es porque le va a las chivas. Le daríamos los 100 pesos y nos iríamos a esnifar la porquería que vende, a alguna cantina o un bule de esos donde las que bailan son señoras con varias cesáreas encima, o bien, gatas gordas y prietas como un comal, que mueven sus suaves (eso sí) lonjas al compas de cualquier canción de Thalia o Paulina Rubio, Y a fin de cuentas eso fue lo que pasó. Primero la cantina y una vez que nos corrieron fuimos a la zona (allá por Medrano y la Sesenta y tantos [Sesenta y nueve probablemente]) donde nos metimos a un lugar llamado Kaliman y entre viejas encueradas y pornos en las pantallas gigantes, nos chingamos una botella de tequila “Jalisquito” (¿Jalisquillo?) que sabía horrible pero ponía chido; o más bien, casi ni ponía gracias al perico que le compramos al Portero en una rápida pasada. Pero todo se acaba, menos las ganas de meterse más cochinada y seguir pisteando. Lo bueno es que la quincena aún no lo ha hecho, pero en cuanto llegue a mi casa, Euri se encargará de ello. Yo no sabía que el vato tiraba droga, le dije al Rada y él me comentó que todos los de el equipo sabían, ya que el cabrón se había hecho publicidad bien machín y a la primera oportunidad le gustaba presumir que según él era narco, pero en realidad vendía droga para sacar lana para pagar los pañales de su hijo. Pero ahora el Porter no nos contestó y aquí estoy esperando como pendejo que el Rada haga el conecte. Todo nervioso y paranoico en estas calles mal alumbradas, semioscuras y con esa maldita luz amarilla del alumbrado público que ponen en todas las colonias jodidas, donde en cualquier momento te pueden asaltar. Algunos metros adelante del carro, hay unos cholitos fumando quién sabe que, que hiede como a acetona o a hule quemado y apenas alcanzo a ver cómo le dan unas jaladotas de un denso humo blanco a un bote de cerveza. Por el retrovisor veo que al fondo de la calle, las sombrías casa se iluminan con fugaces luces rojas y azules (los colores de las pinches chivas) y mi corazón comienza a bombear el atole que por mis venas corre en lugar de sangre. Ya nos cargó la chingada. Bueno, a mí, el Rada está adentro de la casa del Porter parando la cois. Lo bueno es que no traigo bronca encima, lo malo es que la traigo toda adentro y no creo poder disimular la placota que me cargo. Entonces cierro los vidrios polarizados del coche y trato de hundirme lo más que puedo en el asiento, pero una linterna ilumina el interior del carro. Era lógico que se pararan, no se ven muchos de estos carros por aquí, en un lugar tan jodido. Ya valí verga.


8 Pero la luz de la linterna se vuelve hacia la esquina, donde los cholitos pegan carrera y la camioneta arranca a todo tras ellos. Desde la reja de la casa de enfrente, cruzando la calle, Radames me hace señas de que venga y me saca un pedote porque está ahí en silencio, hablándome con la mano como una pinche aparición. El rush de adrenalina no ha abandonado mi sistema y al bajar del carro mis piernas flaquean. Si todavía había algún efecto por la cocaína dentro de mí, con el susto no ha quedado nada, solo el ansia por conseguir un gramo más para acompañar la botella de Smirnoff que pendejamente dejé en el carro, porque el Portero nos invita a pasar a su casa. De perdida me hubiera traído el vaso con el desarmador que me estaba chingando. Su torso está desnudo y muestra orgulloso una prominente barriga, sus ojos pequeños y nariz chata, cabello negro ensortijado y la piel morena (Canto de pasión y arena) pinche música del bule aún no sale de mi cabeza, bueno, luce como todos los cabrones albañiles que le van a las chivas. Pinches cabrones —dice— Se la pasan pasando toda la noche. Pero no hay pedo ¿eda mi Rada? Ya los tengo apalabrados. No puedo distinguir bien dónde estamos, todo ésta muy oscuro. A pesar de que la última vez que miré mis ojos en el espejo para jalar un par de rayas con un billete de dos dólares que Radames utiliza exclusivamente para esos fines (super naco la neta), mis pupilas estaban tan dilatadas que el verde de mi iris había desaparecido por completo y me tripié pensando que mis ojos se habían vuelto negros porque se me había metido el diablo o algo así. Y ahora no sé cómo estén pero supongo que normales porque apenas alcanzo a reconocer los azulejos bicolores como tablero de ajedrez en el largo pasillo de esta especie de vecindad, y las casa son tan idénticas que parecen ser el reflejo de las de enfrente. No sé cuantas viviendas pasamos y nos metemos en la única que tiene las luces encendidas. Huele como a naranjas podridas. En el diminuto interior lo primero que se nota es una televisión de plasma de sepalachingadacuantas pulgadas, después un horrible poster, un poco más chico, del Bofo Bautista cuando jugaba para las chivas. Asco, que mal gusto, la neta, digo, entiendo perfectamente que no a todos les caiga bien el gran Cuatemoc Blanco, pero la verdad yo nunca podría un poster del Jorobado de Nuestra Señora de Tepito en la sala de mi casa, además que Euri no me lo permitiría jamás, pero una tele como esa no se vería nada mal en mi sala. Los muebles son de estilo clásico, los sillones acá, de terciopelo rojo con madera y se ve que le costaron una buena lana a este cabrón (a pesar de que son horribles) y de verdad me pregunto cómo le hizo para meter todas esas cosas aquí, en esta miserable pocilga de estilo Art Narcó (o Art Nacó, mejor dicho), jajajaja, ahora sí, literalmente, me cae. Jajajaja, lo que pasa es que viene banda bien placa, que se ponen a quemar acá afuerita toda la noche y pues nomás andan calentando la zona— dice el Portero. Pero tu aquí eres el mero chingón ¿Qué no? Ya llevas rato tirando y nunca te han hecho nada— dice el Rada


9 Pos si no creas, me cuesta mucho mantener a estos cabrones a raya. Y yo lo que quiero es meterme unas rayas. Hay que hacer la compra y largarnos a la chingada. ¡Que péndejo! Además de no haber bajado mi desarmador, no sé si le puse seguro a la puerta del carro y ojalá que no se lo vayan a robar. De haber sabido que estos cabrones se iban a poner a cotorrear. Miro de un lado a otro la minúscula sala-comedor-estudio-cocina-casa y al toparme la pelona jeta del Bofo me dan ganas de soltarle un putazo a alguien. No dejo de morderme los labios y marcar con el pié el ritmo de una inaudible canción de Speed Metal. Mi boca está seca. —Eh guey ¿no quieres una cerveza? — Me pregunta el Porter y es obvia la respuesta, así que se va al fondo de la casa (es un decir) y saca un par de Soles en botella no retornable. Apuro el trago y esta vez no intento hacer el chiste mil veces contado de ponerme a bailar como el marica de John Travolta en Pulp Fiction para después decir “Twist to open”. Y el amargo sabor de la cerveza más culera del país baja los últimos residuos de esa alcalina masa de mocos que se atora en donde la garganta se une con la nariz cuando estas periqueando. Otro trago más para ver si el alcohol apendeja la estúpida adrenalina que hace que mi corazón no deje de latir. Ya cabrón, ya estás seguro aquí, ya no va a pasar nada y la patrulla hace tiempo que se fue, relájate. Me digo. Ni quien se acuerde de la pinche patrulla ahorita, lo que yo quiero es conseguir la coca y largarnos a la verga de aquí. Me contesto. Pero a estos cabrones no se les ve nada de prisa, nomás les falta ponerse a ver la supertelevisión me cae. —A ver, aguántenme— Dice el Portero checando su celular que cuelga con un clip de su short del Barcelona F.C. Para tener una tele muy chingona, su cel está bastante pinche. Sale al pasillo y se escucha que se abre un cancel. Junto al Portero entra un morro de unos 19 años, se ve fresita, con cara atractiva y un tanto femenino. Lleva unos tenis Puma de gamuza roja, pantalón de pana café que se arrastra al caminar, playera con la lengua jugosa de los Rolling Stones y una boina también de pana que usa al revés sobre una cabellera que le llega a los hombros. Su cara es bonita, su nariz estilizada, me le quedo mirando fijamente y soy consciente que lo observo y pienso si no se me estará saliendo lo joto, porque siento un leve cosquilleó en el vientre, cuando después de haber pasado horas viendo viejas encueradas bailando y sentándoseme en las piernas para que les invitara un trago (que no lo hice), mi verga no pareció dar señales de vida ni una sola vez. Paro naaaa, todo desaparece cuando el bato se da cuenta que lo miro y me saluda como compas erizos parando droga en la madrugada. El guey se despide y el Portero lo acompaña a la salida. En la forma de matar la bacha se conoce al buen atizador. —Guey. Ya compra la chingadera y larguémonos de aquí a la verga— Digo.


10 —Pues yo ya no tengo lana cabrón. Tú eres el que andaba de caliente por venir, y ahora si que tú dirás cuanto compramos. Tu boca es la medida— Dice Rada y me caga que hable así porque me suena a que hay albur en sus palabras. Busco en la cartera y solo encuentro un billete de 100 pesos. Lo bueno es que el chivo (guacala) de Euri lo clavé en los calcetines. Lo malo es que ya no va a quedar para comprar los jugos y hielos para chingarnos la botella, total, voy a agarrar unos 100 baros, no creo que haya tanto pedo. Me la pienso para darle el billete. Cuando el Portero regresa, por fin pregunta que cuánto vamos a querer y le doy el ciego. Pero todavía se queda cotorreando un buen rato antes de meterse al único cuarto por la mercancía. —Guey, ¿no quieres venir con nosotros? —Pregunta el Rada —Ahí traemos una botella de Vodka esperando que le partamos la madre. No guey, gracias. No puedo, hoy es el día bueno y apenas va llegando la banda desvelada. Del cuarto sale un bebé de algunos 3 años de edad. Tal vez la misma edad que mi hija Ariel. Se ve mugroso, con las piernitas chorreadas y cenizas, una abultada panza lombricienta y dos ríos de mocos secos que le escurren de la nariz hasta el cuello, lleva un hinchado pañal que apesta a miados, su piel era pálida, como si estuviera enfermo o se fuera a morir. Al niño no parece extrañarle nuestra presencia y se me queda mirando con sus ojos adormilados y lagañosos y el Portero sale de su cuarto con un par de papeletas en la mano. Rada toma una y yo la otra, el Portero agarra al niño de la mano para regresarlo a dormir a la cama que seguramente comparte con él y su esposa, y le pregunto si puedo meterme unos jalones en su casa antes de irnos.


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yo-hoko Por: Yahir Alonso Ortiz esa pared de vidrio era transparente mas la revista “olvidada” entre los diarios nos daría tiempo suficiente. ya en uno de los cuartos estuvimos un par de horas “levantando sábanas”. disminuidos y aborregados por “el caldo de pasión” salimos charlando, como nos viera la recepcionista reaccionó de manera vitolesca: -qué hacen? -sólo pasábamos estabas ocupada… molestarte -peppero vienen de uno de los cuartos?

no

quisimos

las muecas que nos lanzamos fueron suficientes -esperen, más vale que no se vallan, dijo mientras comenzó a gritar: yo-hoko! yo-hoko! -con un pinche tonito metálico, aborrecería más tarde Diana. yo-hoko, un akita más colmilludo que su dueña de tres saltos flanqueo nuestro escape -vamos arreglando esto... al sótano! gritó Norma al tiempo que se quitaba el mandil y yo-hoko inundaba de ladridos la incipiente noche -ésta va por su cuenta eh? respondimos y alejamos entre la estremeciente semipenumbra que las ramas hacen cuando las luces están apagadas y las camas crujen De: reflexiones misóginas* 23 en mi naturaleza estaba seguir siendo el tipo amable que ella conoció. fui a la barra para apresurar los croissant que por fatuidad había pedido (discutió unos minutos con la mesera la pronunciación correcta y ahora misteriosamente no llegaban) la imagino luz canela atrapada en los vapores o alguna otra vorágine tan deliciosa como ella emanando de su café noisette, mientras lee de memoria L`albatros de Baudelaire. Miro hacia nuestra mesa. busco la escena al tiempo que ella lanza esa mirada traviesa a la parte baja del cabrón que pasa junto. me acerco, ¿era agradable ver el reflejo de mis dedos a través de sus polarizados al tratar de encender una candela? volvieron los iridiscentes ojos hacia mí, a la vez que sus labios torcían el carmesí en un silábico: !te amo!


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a partir de cierto momento un hombre "no violentará" a una mujer más allá de lo que "ella misma" se ha violentado

Musicografía: Cubano Chant, Dear Oscar; Sabotage, Beastie Boys

*los textos 23 y 2 Forman parte de la serie, “prima”, de ejercicios literarios recogidos bajo este título


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En La Merced con Sta. Marta Renato Bocchio Linares http://subjetivosubjetivo.blogspot.com/ Quien podría pensar que las cosas se darían de este modo…. mmmm uno que sale a la universidad con las mejores ganas prestando mucho oído a todo lo nuevo, opiniones discusiones, cafés después de las clases, música, The Doors, LSD, Lewis Carroll… a veces también en carros. Experimentar. Al final que es lo que te detiene… pues nada, y piensas siempre: ¿pues sino lo hago ahora cuando?, y ahí viene el primero, ya ni recuerdas exactamente como fue, en fiesta drogado y con muchas risas, pero, ¿normal no? Ósea un beso, ya que mas da y no se siente mal. Recuerdas que te gustaba como se vestía tu mamá, recuerdas que te quedabas ahí pegadote viendo como ella se estaba viendo, los dos frente al espejo, y sombras y rimel y pestañas (porque estaban de moda las pestañas) Que tal viaje no, un súper flashback de tu primer beso gay y drogado a recordar tus mañoserías de nene. Así pasa cuando eres muy mimado. Ahora en la mesa a tus 43 y recién con niños de 9, es que la vida es para vivirla tu solito y sin nadie más. Claro que nunca te alejaste del todo de esas mañas, de esos harapos y las faldas. Y si te casaste fue porque te gusto como se vestía, si hasta te excitas más de solo verla, a veces con un boxer, con tu boxer y tu muy discreto te pones su lencería, como quien está jugando nada mas… En la mesa con tus niños de 9 tu mujer de 33 y sus padres de 56 un poquito más viejos que tu, fácil y el viejo era de las buenas promociones del colegio, colegio para solo hombres bien machito, y pues si, el viejo resulto bien machito, aunque siempre tenga que escudarse en su vieja mujer y en sus hijas. Tu no te escudas nunca tu siempre sacas la cara, tu eres lo suficientemente machito para fumarte un porro aunque estés en pantimedias eso sí que es machito. Pero los viejos padres no comprenderán jamás, así que mejor calladito nomás y a disfrutar de la malaya solo es una cena de las miles que ya tuviste con ellos, de las que tuviste en su propia casa cuando le metías mano por debajo del mantel, cuando le metías mano a su linda y virginal hijita que siempre cuando follaba te decía de perrito de perrito; así es la vida. El comentario que no querías escuchar, tu amigo el que murió la semana pasada ahora está como plato de fondo en esta cena familiar, y como le dan, todos pican por aquí y por allá, no van a dejar ni huesos. Javier o Javiera murió queriendo estar más vivo que los presentes en la mesa (con excepción de los niños), murió de lentejuelas, falda corta, sin blusa, con unas tetotas de silicona; en el cruce de La Merced con Sta. Marta. Salvaje


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¡salvaje! la molieron a palazos, ni siquiera pudieron gastar una bala los malditos, porque según la necropsia los 23 balazos se los metieron como a los dos días de muerta. ¿Pero que puta tiene el mundo? En que carajos esta pensando cuando deja hacer estas cosas… mira que si Javier no trabajase… y ni por estas porque así sea un vago que acaso no hay 700 000 que están igual solo que sin las tetotas. Tercer mundo, tercer mundo, y sí que trabajaba: Mercaderes 402 oficina 306-A, sí que trabajaba. Su esposa también sabía vestirse; teníamos el sueño de algún día (o noche) poder verlas a las dos juntitas, ya no se va a poder. Que más da, un maricón menos / y quien iba pensarlo de Javier / hay hijita con esos nunca se sabe / y como quedaran los hijos / Ya me da igual. Ni me pone nervioso el que siquiera se enteren de que cosa son aquellos viajes de negocios. Es que no tienen ni la más puta idea; pero por suerte ya estamos en el sobremesa, media hora más de historias viejas sobre El Hipódromo de Porongoche y ya. Acostar a los nenes que si no mañana no se levantan para la escuela, un polvito que todavía jalo y estoy de ganas y mañana fin, a pasear por Umacollo que ya me pasaron la voz: “ahí no jode nadie”


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Tales of the last boy scout: Esto no es gótico Carlos Camaleón duendekamaleon@yahoo.com http://www.myspace.com/carloscamaleon Tanta soledad. Ocho balas en medio de los ojos. El demonio seguía vivo. Fausto Vega irrumpió el ojo derecho de la bestia y con el globo ocular en el cuchillo, mordió para comérselo. Era casi como comer una cebollita de cambray. El demonio seguía latiendo. Sus labios secos y suplicantes. Fausto atinó a patearlo por horas, luego se aburrió y entró a Internet a ver fotos de famosas mexicanas desnudas. Se masturbó varias veces. Eran las 3:36 am y seguía aburrido. El demonio seguía vivo. No sabía como matarlo. El cabrón estaba desfigurado, desangrado, vamos, sus sesos habían explotado, pero seguía ahí, como un zombi, medio hablando, porque ya no tenia lengua para vociferar las palabras mágicas que lo enviarían al infierno. Upskirts de sherlyn en la pantalla. Ya estaba cansado. Fue demasiada venganza. El puto demonio no se esperaba el hechizo que lo convirtió en un animal sin poderes místicos. El diagrama místico perdido de Newton había funcionado. No podía haber caído en manos tan guarras. Fausto escupió a la indefensa criatura. Volvió a la maquina para ver los vidcaps de Thalia, el monstruo con los cuernos trozados aun no comprendía. Porque el humano alquimista no cumplió su parte del trato?. Fausto tampoco entendía, era obvio que alguien tenía que perder, y ya habían perdido demasiadas veces los humanos. Salió a la calle. Estaba un poco crudo. Le había pedido al diablo solo un deseo. Podría pedir todos los deseos que su mente imaginara, todos. Y se cumplirían. Para no volverse loco, dejó el mundo hecho mierda, como estaba. Pero pidió mucho de beber. No se quiso quitar la cicatriz de la cara, ni la nariz chueca, ni el olor de patas. Bueno, lo del olor de patas lo reconsideraría. Pero estaba contento con lo que era. Deseó un auto, apareció uno del año, subió y lo encendió. Había terremotos y huracanes en el radio, seguramente le querían dar en la madre los otros demonios. Cagado, tendría que cuidarse y eso estaba bien. Agarró su cabello en una coleta, estaba un poco largo. Pidió una tacha, que en su mano apareció. Miró a un par de chicas con ropa ochenterona, se detuvo y preguntó si eran de por ahí. Eran de Chile. Una guera chaparrita y delgada, nariz fea. La otra trigueña, muy buen cuerpo, ambas con ojos claros.


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Tales of the last boy scout: Esta Mierda. Carlos Camaleón Adan Martínez miraba el mar, ella solo sonreía sin que la viera. Estaba acostada en la hamaca. Desnuda, morena, sudando poquito. La sal de sus cuerpos estaba untada por la resbaladiza cordillera de sus formas. Adan prendió un cigarro. No podía dormir. Antes no creía en Dios. Hasta que escuchó su voz saliendo de una bola de fuego. cabrón- decía Dios- has sido elegido de entre 1757 almas que han amado verdaderamente. Eso lo se yo, que lo se todo. Tu tomarás una decisión en este pinche momento. Te propongo dos cosas. Uno: se que amas a tu vieja, lo sé yo que lo se todo. Así que te pediré que la dejes. Dejala wey y el mundo cambia cabrón. Se compone todo. Adios pobreza, adiós hambre, adiós enfermedad, guerras, injusticia, todo pinche Adan. El mundo será un puto paraíso cabrón. Pero deja a tu vieja. Dos: si no dejas a tu chica, el mundo sigue como esta. No te pido que la mates o que me la sacrifiques. Nada más déjala. Qué dices. No pues que puedo decir señor… no me lo pienso. Piensalo bien Adan, no la cagues. Recordarás este día después. No la dejo. Seguro? Simón. No dejo a mi chica. Va, no puedes echarte para atrás. La bola de fuego se esfumó. Adan se quedo ahí, inmóvil. Luego vino ella. Hace tan solo 14 minutos había hablado con Dios, y Adán Martínez sólo pensaba en ella. La tomó de la cintura, dio un largo beso. La playa seguía ahí. El sol, la vida, el mundo. Ellos seguían alquilando palapas y preparando comida y haciendo ropa para vivir. Adan destapo una cerveza. Le pasó el cigarro a ella. Dio un trago largo. Algún día se lo diría, pero no hoy. La desnudó. El sudor untado seguía ahí. De otro trago se acabó la cerveza media y se montó sobre ella, frágil, domestica criatura, usando sus filosos dientes para sonreír. Esas perlas mordieron el cuello de Adan, como abriendo frente a la lengua áspera que sorbía el sudor nacido de sentir el fuego de dios y el sol de la playa. Cogerían, cogerían como en una puta película de amor, con bosaa nova o baladas de los setenta y mirada enamorada, sentirían celos de cualquier intruso en el territorio. Nunca serían viejos, ni gordos, ni asquerosos, sus pedos olerían a rosas en aquel amor. El resto del mundo sería sordo a su existencia. Esa es la explicación a porque vivimos en esta mierda.


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De Reversa mami http://tutoerrado.blogspot.com/ Ahí estaba yo cediendo ante el sistema, llevando mis documentos “en regla” para darme de alta en Hacienda, que aunque pareciera mentira, le temía más que a los policías, banqueros y políticos. Fila enorme, aun con previa cita telefónica, registro en Internet. Me dan un papelito con un número, paso a otra fila para sentarme a esperar mi turno, mierda. En esas estaba cediendo ante el enemigo Carstens (que según una amiga, el tipo es obeso porque se come los salarios de los obreros…es coherente), viendo a la gente que estaba a mis costillas: revisando una y otra ves meticulosamente los documentos que previamente les pidieron, que ya se encuentran apuntados y checados en una lista, y que ya han sido casi casi oscultados en la entrada. Ahí estaba yo desvelado y aun un poco dopado por el toquecito mañanero, despeinado, escuchándome una cinta del Coltrane en los walkman del Pirruris, pensando que será de mi en esta nueva empresa, trajecito de por medio y horas nalga frente a una rudimentaria PC cuando la vi. Bueno, más bien se lo vi; figura esbelta y de gran estatura (bueno, frente a mi porte de medida “sotaco” todos eran altos), dejaba asomar unas lonjas discretonas que se le desparramaban de su ajustado pantalón negro de vestir con rayitas blancas. Estaba en cuclillas recogiendo sus papeles que se le habían caído, nadie la ayudaba, puesto que el espectáculo presenciado era de lo más lascivo: con respeto, la tanga rosa pastel más caliente que he visto en mi vida, diminuta, satinada y con onda que resaltaba ese moderado, discreto y elegante culo. Mi esplendor perdió cabida, al igual que mi turno por distraído, al corroborar que no sólo la retaguardia era digna de mención sino también el porte; aunque menos ya que no tenía demasiado pero la cara linda y tierna no hacían sino remitirme a canciones ridículas en español de los ochentas. ¡Puf!, esos tacones, esa blusita que sólo algunos sabíamos que hacía juego con sus calzones, ese cabello que seguramente le estaría oliendo a algún perfume innovador y orgánico. Ahí estaba yo frente al enemigo Carstens, cediendo frente al status de las cosas, entrando a un trabajillo de mierda por ganar unos pesos, con mi timidez y achicamiento frente a las cosas y las personas. Omito el pequeñísimo detalle de que se me olvidó la fascista CURP y que no le hablé a la hermosura.


18 Una vez ensartado formalmente para pagar impuestos por fin entré a la mentada casa productora-Agencia, lugar donde mi función sería corregir los horrores ortográficos y sintácticos de los demás, buscar sus “ideas creativas” en la red y decirles que sí a todo lo que me dijeran con cara de que acababan de descubrir algo nuevo, entre un par de cosas más. Deberé omitir aquí la ocasión en que de pequeño un amigo, clavado con la idea del destino y predisposición de las cosas, el orden del universo, los Almada y varios más, me vendió que realmente las situaciones ya estaban dadas. Me acordé mucho de él porque siempre me advertía que yo estaba predispuesto a ir para atrás en lugar de lo contrario, nunca le entendí hasta que entré a este trabajo pitero. Entonces, pese a toda obviedad, parquedad o novela de Televisa, la volví a ver. Sí, entró a trabajar a la misma empresa que yo. Ahondando en mis especulaciones de principio de semana laboral, idealizaba lo buen pedo que sería la chica en cuestión, lo rico que sería cogérmela en el cuartito alfombrado donde el mensajero guarda sus cosas, con la tanga puesta, derretida ante mi, cayendo en un abismo de pasión hasta que por fin su novio nos cachara, me partiera la madre y me corrieran. Otros días sólo pensaba en que de seguro era años de culta y mamona, que seguro se iba de “reven” de jueves a sábado a meterse un poco de coquita, echarse unos “drinks” en polantro y coger igual de loca pero con varios tíos igual de trendys que ella. Pero ahí era donde me atoraba: de que le fascinaba follara (como potro dice aquel rap) era casi un hecho. No sabía bien a bien cuál era su función en la casa-agencia, seguramente una “creativa”, o sencillamente un prejuicio machista de ardillés laboral hecho belleza. En esas estaba yo, cediendo ante mi descenso a lo más profundo cuando nos topamos en la máquina de café. Trataré de no omitir lo revelador que resultó la lacónica conversación que tuve con la Sandra. —-¡Hola! —-Ay ¡hola!, ¿tu trabajas también aquí manito? No te había visto —-Yo sí, todas las mañanas entras en aquella oficina. —-A sí, trabajo con Ernesto —-Orale, eres productora o creativa. —-Ay no man´to, ya quisiera, nomás ahí yo le ayudo a contestar teléfonos. —-Orale y ¿qué tal, acabas de entrar no? —-Si. Está re aburrido, yo le digo que ponga música o algo, algo así…alegre ¿o no?... ¡digo! Ya de perdis porque hijole. Aquí todos andan así…como momias la mera verdad. —-(la mera verdad) jejejeje —-Mira ya salió el cafecito, bueno manito me dio mucho gusto conocerte, ay luego nos vemos. —-Sale cuídate, oye ¿cómo te llamas? —-Me llamo Sandra manito.


19 Sandra. Uno no sabe para quién trabaja. Todo mi libido se había ido a la mierda. De cerca ni tenía onda y ahora hasta la tanga me parecía vulgar, en fin. Algo parecido a mi desilusión con Sandra comenzó a pasar en mi vida: el trabajo me comenzó a agobiar más de lo normal, no pasó ni un solo mes cuando quería votar todo a la chingada, pero no lo podía dejar porque el departamento me resultaba irónicamente “liberador”, me cagaban los sermones de amigos y familiares, personas exitosas todas ellas y ellos, y bueno, regresar a casa jamás. Mi computadora en casa (una rudimentaria PC más antaña que la del trabajo) se averió, y el dinero que aun no cobraba ya estaba empeñado en mil cosas más, de esas de “primer orden”. Como quisiera ser vieja y estar bien mamacita, seguramente no tendría estos pedos. Seguramente los tenía por eso: por ser un pinche lugar común. Así aguanté los famosos reglamentarios tres meses, aguantando historias de chicos bien que terminan mal (puta goé , acabamos hasta el pito, yo así ya sabes, onda cinco de la mañana…), comerciales buenísimos (entonces que este cuate abra la caja y salga el chocolate hablándole, luego zoom a…) y cosas como casa con “K” y discusiones inútiles sobre el lenguaje, abordado por sagaces publicistas hechos en la práctica. Como es más que obvio terminé el día de quincena (que para mi suerte cayó en viernes) en un como bar de por mi kasa. “Los vodkatoniks kon la zonora matansera de fondo están vien sabrosos” hablaba y me sentía bien ante las decenas de desconocidos, en su mayoría dones con chamarra de piel y zapatito de charol. Acabé hasta el pito goé, metiéndome unas piedritas y contándoles a los de la barra que yo antes quería ser cineasta y hacer un corto. Ma-la-no-che-no. Igual de operado andaba. El sábado temprano, me hablaron de la empresa, era Ernesto, que dónde estaban los comerciales rendereados de los clientes y que el trabajo se cuida, y que así le has estado haciendo, y que tu actitud y que te vas a la mierda. Por la tarde me habló el Pirrurris para decirme que tenía una fiesta en el centro si le quería caer. Fuera del ahora glamour wanna be impostado del centro histórico, por la calle de Cuba, casi llegando al eje, ya cerca del “otro” glamour, está la casa del pirrurris, vive en una vecindad, pero le cae cada güerito barbón y cada preciosura a bailar salsa que bueno…como en La Perla pero sin cover y con doñas gordas y ñores a toda madre mezclados en un patio, hitter discreto y la morenisa dándole recio a las vueltas. Cuando llegué todos estaban en pleno dancing, unos pedos y otros flamas pero ninguno sobrio. Todo el mundo se encontraba en armonía con el Bacacho y la cumbia aguda pikuda que es pura sabrosura. Así llegué y me puse a bailar, la gran bacanal en acción, Dionisio Morales pasa por el centro y chinguen a su madre los publicistas.


20 Como también había botanita y de antemano sabía que ya comería alimentos así de bien preparados en un rato, o hasta que mi hambre y mi dignidad llegaran al tope de reversa, decidí entrarle con singular copiosidad al pozolito y las tostadas de tinga y de pata. Granito, cebolla, artesanía comestible más alcohol crearon la analogía perfecta entre el intelecto y el estomago. Ya entrado en el baño comunitario, ahí estaba yo cediendo ante el enemigo del vicio, sufriendo los estragos del alcohol sin desperdicio. Iba en un Topáz a 180 km. por hora pero en reversa, curveando, los ojos se me salían y el escusado cada vez se alejaba más. En eso, se interpuso en el camino La Sandra, metiéndose en el baño porque la habían cachado metiéndose unas piedrolas. Al superar su espanto al verme, me dijo que la ayudara…y le obedecí. Atrancamos la puerta del sanitario picoso con nuestros cuerpos, yo la quería ayudar a volarse por el traga luz, pero el desequilibrio se hizo presente justo entre su entrepierna y mi rostro.

Esa noche fueron largos tragos a la oscuridad, sabores y visiones se fusionaban, la música era una versión dub de la otra que dice “esto es pa´que lo bailes…de ahora en adelante”. Voz lenta y aguada, beats arrastrados y nuestros cuerpos sudados encontraban fundirse hasta parecer una sola cosa. En realidad amaba a Carolina y las dos historias del guión que revisé se entremezclaban. ¡Ahora todos!: “De reversa mami…de-re-verrrrr-sá”. Atrás y adelante, Carolina, y la amargura de un buen orgasmo cerraron la oscuridad que la Sandra había venido a destaparme. Sus piernas me apretaban las nalgas y me sacaban las lágrimas, sus nalgas heladas encontraron escaparse fuera de la fiesta, conmigo en sus manos, cediendo ante el enemigo. Ricardo PinedaAguilar


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El sutra de la Lexicon cansada (de Bizarrehaus) 1. La entropía es la brisa suave y caliente que a todos nos quema lento y parejo como a bañistas en una playa de veraneo. 2. El Dharma no es otra cosa que comprender de una vez por todas y para siempre que un hombre –el viejo loco bikhu Japhy o el pobre loco bikhu Ray, por caso– no puede caerse de la cima de una montaña & que lo único que se puede hacer, en todo caso, es Seguir subiendo. 3. El hombre proyecta las cosas con los ojos cerrados mientras la rueda gira al son de Samsara! Samsara! Samsarará! y cuando el hombre se vuelve lo suficientemente sabio como para poder abrir los ojos y por fin mirar su propia sombra encuentra que a su sombra le ha crecido una estupenda guadaña descomunal. 4. Abrir los misterios más hoscos & antiguos como se abre la heladera un domingo por la tarde. Entrar en ellos como se entra en la cama propia. Y salir como se sale de la ducha. 5. Pequeña Teoría Anti-Antropológica: el hombre y la hermosa, bella mujer pertenecen a especies diferentes y cuando procrean procrean especies diferentes: hombrecitos y hermosas, bellas mujercitas. 6. Cuando tu reloj te diga que es tarde sentite bendecido: budeizado. 7. Y cerrar el Libro de Las Mentiras como se cierra la heladera un domingo por la noche después de haber estado mirando anonadado durante aproximadamente tres minutos dos tomates viejos y arrugados de piel verde y amarilla & una lata vencida de sardinas del Pacífico en aceite. 8. Abre la tapa: ilumina las sombras: desbarata los planes de la Realidad & la Probabilidad & la Estadística con las cosas que tienes almacenadas en el Granero de las (Simples-Descabelladas-Todopoderosas) Ideas. 9. Y vive como si tu dulce & tibia cama estuviera al borde de un precipicio. 10. Y contempla al niño detenidamente y siéntete estúpido y avergonzado. 11. Llueve. Gris plomizo. Acá las hojas de los árboles bailan como si fuera el Comienzo de los Tiempos. Y estoy seguro de que en este momento en algún lugar el asfalto de una ruta abandonada se quiebra y les enseña a las estrellas frías su alma noble de Camino.


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12. Practica las cosas sin tener en mente idea alguna acerca de lo que son las cosas, porque, después de todo, las cosas son sólo palabras. 13. Sé una cabra montañesa saltando o un topo cavando o un coyote prehistórico cantando o un viejo monje zen espantándose los demonios con un hato de ramas. 14. Mantente alejado de los tipos que representan Auténticos Valores y llevan colgados Absolutos de la misma forma que los monos aulladores se esconden de los cazadores furtivos en la selva. 15. Y escucha como rumian los árboles. 16. ¿Tendrá, para entonces, el pobre bikhu que escribe una mujer que por amor le zurza las medias? 17. Cuando abras la heladera y tu gato te mire como a una deidad: dale de comer. 18. Sigue lo que creas que es aunque no veas la salida. 19. Las cosas: o son cadenas con anclas en aguas claras o son aire de tormenta en donde volar. 20. Lo más parecido a un protector solar anti-rayos-entrópicos del que disponga el ser humano (como sabiamente dijo Papá Burroughs el miércoles 30 de julio de 1997, dos días antes de morir): AMOR. (Aunque en realidad es sólo una especie de tónico, un calmante para el dolor; el amor es a la entropía lo que la morfina par a un soldado con seis balas en el abdomen que no puede tener su montón de gusanos.) El resto es conflicto, Apocalypsis.

Eric Schierloh www.ericschierloh.de.vu (otros textos, fotos, datos bio-bibliográficos, &tc.)


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"MUJER HEROICA" JUAN BEAT http://homepage.mac.com/juanbeat/iblog/ El “Chat” más profundo que he tenido ha sido con Morcillo; mientras medio escuchaba que el Barca jugaba contra un penoso equipo llamado Rangers de Escocia, Morcillo escribió ---ya no estoy para andar de noviecito, ya estoy viejo… dónde quedaron esas mujeres heroicas. Solo hay los extremos, o muy “locas” o muy ñoñas, de esas que piden que seas un caballero y detallitos pendejos…-----. Si, vaya que tiene razón, en estos tiempos solo me he topado con las histéricas, agresivas, ebrias, intolerantes que me resultan muy desagradables, o el otro lado, las cursis, que piden atención y me dicen “te quiero”; qué demonios es eso. Ya no se que significa querer a una mujer, solo se que me gustan sus tetas, que me gusta calentarlas por msn o que me gusta beber con ellas, pero “quererlas... bueno querer a “una”, creo ya me es imposible. Esa “mujer heroica” de la que Morcillo hacía referencia, es quizá lo que algunos buscamos, no una mujer “ideal” de culo redondo y voz sexy, si no aquella que “no pregunte” y entre a la cantina que sea junto a ti, sin miedos, sin prejuicios, sin esperar un retrete reluciente y finas personas alrededor; o simplemente que caiga al lado tuyo después de una enfurecida madrugada recorriendo cervecerías y moteles con relucientes y brillantes anuncios. Puedo presumir de haber tenido una mujer heroica, nunca un reclamo, ni si quiera una mala cara, con su andar pausado, sin prisa, despertándome con mensajes al móvil para saber si tenía cruda, dejándome pasar muchas madrugadas en su pequeña habitación, incluso importándole mis más malos poemas. Nunca me dijo --te amo Juan----, pero no era necesario (además no me amaba), me quería lo suficiente como para “acuchillarme”, y no lo hizo, solo se fue. Y se que ya no habrá otra mujer heroica, no quiero una que se beba dos botellas de tequila, tampoco una feminista ávida de “conocerme”, tampoco una que se folle a sus amigos, no quiero una noviecita, por eso estoy encerrado, embrutecido frente al monitor jugando fifa 2008; no quiero perder mi tiempo y robarles lo mucho o poco que les quede a “ellas”. juanbeat@mac.com


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ESCOTE JUAN BEAT http://www.myspace.com/juanbeat Solo me interesa tocar tetas y uno que otro culo, no me interesa el amor, no romanticismos, no mi móvil atascado de mensajes dulces; solo me interesa una chica con un gran escote, una chica con los pezones erectos marcándose por la ropa, y nada de formalidades, nada de "noviazgos" sin futuro, ni falsas ilusiones; solo me interesan las de cabello largo, las que dicen huevadas y me hacen reír, solo las que pagan el cuarto y no me piden mucha cerveza; no me interesan las poetas alcohólicas, tampoco las solitarias con "falta de amor", y mucho menos las "inteligentes" que racionalizan todo; solo quiero unas tetas asomándose por el escote, y que al contacto con mis dedos, parezca que un hielo ha pasado por sus pezones; es tan sencillo, solo quiero despertarme y que esas tetas me hagan querer volver a verla.


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BLUES WAY JUAN BEAT Siempre voy atento al espejo retrovisor, la ventanilla abierta y el trip hop a todo volumen, siempre por Neza, las pequeñas calles en doble sentido, los bares que me son familiares, los topes infames deteniendo el auto, siempre buscándote, atento afuera de las cervecerías, de panteones, de funerarias, de farmacias, y no apareces; estas resguardada, escondida, con los audífonos a todo volumen, una y otra vez el playlist, una y otra vez la botella vaciándose, una y otra vez J walker directo de la licorera.

Siempre el mismo trayecto. lejano, entre cuchillos y patrullas, entre tierra y enormes baches, pero nunca apareces, no en el whisky, no en el velocímetro, no en el fondo de un peñasco donde el auto se ha atascado, mientras yo espero por verte pasar.


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FORMAT C:\ JUAN BEAT Amanezco hackeado, tras la resaca, tras las brutales ensoñaciones, tras el griterío en la calle, tras las noticias de la radio; estoy hackeado, lleno de recuerdos, siempre a tu vera sin nuevos momentos, sin sonidos, solo residuos, archivos en winrar, sin passwords; sin nada que hacer, no hay format c:\ no hay antivirus, ni si quiera un nuevo trojan horse, o un pequeño spam que me acapare. Solo estás tu, hackeandome, tras las mañanas, tras el reflujo, tras una mujer… otra y otra. Quisiera darme un delete, una sobre-carga, o de menos, comprimir nuestra historia y vaciar la papelera.

LO QUE PERMANECE Lo que permanece: una botella de tinto en la nevera, cientos de textos en word, cds´s apilados, carátulas en el roxio label creator, la cajuela del auto llena de botellas vacías, su mail, mi hernia hiatal,

el estómago explotando, sus fotos escondidas, las noches esperando, el walking wounded en el cd player; todo permanece, sus abrazos, sus senos como de magnolias, su etílica sonrisa, la misma acera vacía, las miradas tras el espejo retrovisor, las largas caminatas, el brilloso letrero de “Hotel d´ Oriente”. Todo eso permanece, todo y sin ella, sin las llamadas temprano sin las mañanas sin poder despertarla; su depresión permanece, sus paranoias, su amor desbordado… y no por mi; todo permanece, el sonido lento dentro de mi, la radio en el 94.5 de fm. Nada ha cambiado: Portishead. Parker, Mahler, Trane, Ebtg, todo eso perdurará, todo hasta que el esófago no soporte una cerveza más.

juanbeat@mac.com

http://homepage.mac.com/juanbeat/Menu1.html


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¿Quién te hará el amor? Jorge Contreras

Habrá quien te bese quien te masturbe, quien mame tus pezones tu sexo aromado. Habrá quien te penetre y te haga gemir como una diosa, habrá quien reptando te diga: “te amo” ―no me importa― con cuantos quieras abre tu corazón como tus piernas ―no me importa― es tu cuerpo y tu vida, puedes acostarte con idiotas o suicidas ―no me importa― pero cierto sabes, quisieras ignorarlo que sólo yo puedo hacerle el amor a tu alma y dejarte temblando durante algunos años.


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Andrófona Un día reconocerás tu patria verás que no fue inútil aunque tarde. Dormida deletrearas mi nombre jorgejorgejorge y cuando acaricies tu vientre cerrando los ojos extrañaras inexorablemente, mi semen. Te encanta engañarte creas artificios de palabras para ocultarte, para vencerme. Disfrutas verme derrotado Tú Luna y yo Sol para eclipsarme Cada fruto nuestro Trataras de arrancarlo Madre de la muerte Andrófona

Jorge Contreras lo que no fuimos, somos. Somos lo que no seremos. jorgiastico@hotmail.com


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LA CUMBIA DEL COCODRILO donovan villegas ortiz hijo_de_un_beat@hotmail.com Todo florecería finalmente. Tantas tardes dedicadas, semanas de práctica después del trabajo. – No es un sueño. Esto está pasando. Tenemos que ganar- Ya escucha los aplausos, el público desbordado, las cámaras embarradas en sus rostros. Los nombran y salen al set de la mano. Verónica Contreras y Ramiro Gutiérrez. Se pavonean en sus trajes dorados. Minifalda y top, pantalón acampanado y chaleco. Sonrientes, con las cámaras encima, acorralados. En casa de Verónica está toda su familia comiendo tacos de guisado – Hay mi vero, tan guapa ella, dios quiere y de aquí se va para arriba. En casa de Ramiro está su hermano fumando un raleigh. – Este cabrón se ve jotísimo con ese uniforme, pinche ridículo, haciendo esas mamadas. - Y ahora, de aquí colonia Bondojito. aplauso a nuestra Ramiro Gutiérrez y bailan, así.

del distrito federal, desde la Recibamos con un fuerte próxima pareja. Ellos son: Verónica Contreras; y ellos

La cumbia del cocodrilo. Piruetas alocadas. Vueltas y giros a medias. Ella al aire y entre las piernas del que extiende los brazos como un iluminado en su traje de lentejuelas. Una dos tres cuatro vueltas de ella, se apretujan, una dos tres cuatro vueltas de ella, se apretujan y estiran fluyendo el uno del otro. Mano derecha bajo su nuca y casi la jala como se tira la cuerda de un trompo y ella va a caer de espaldas dando giros pero la mano sigue ahí y la salva. Calla la cumbia. Permanecen hincados, ojos cerrados. Algún despistado del público aplaude. Comienza a escucharse un viento ondulado, como entre montañas, silencioso. Dos tiempos de un pum como latido sincronizado como corazón. Toma de frente. Alzan la cara y sonríen. Pum pum, pum pum, pum pum – un pum que va siendo loco progresivamente – pum pum pum, pum pum pum pum, pum pum, pum pum pum, pum pum pum, pum pum pum, pum, pum, pum, pum pum, pum pum, pum pum. – El público lo asimila, sí, esa pirueta fue real, se vuelve loco, nadie, nunca, volverá a ver semejante hazaña de los cuerpos bailando cumbias. Ella, con todo y tacones, lo saltó, cuando él se paraba de manos. En el cenit de la locura de los pumes ya irreconocibles, inseparables, cuando todos absortos esperan un final decoroso viene esto y los enmudece. Para irse al carajo. No hay más por hacer, nock out, primer lugar asegurado y el resto puede irse a la mierda. Lo saltó mientras el estaba parado de manos. El presentador se ha quedado con el micrófono en la mano, sabe que tiene que hablar, no puede. Todo comenzó exactamente – si hubiera en las historias comienzos exactos- la noche en que Ernesto corrió a su hermano y a su cuñada de la casa porque – me caga escuchar pugiditos de putas y mañana tengo que trabajar. Muy indignados y calientes salieron a la calle. Justo enfrente el motel Emporio con su anuncio:


30 Villas de lujo con jacuzi Villas de lujo con alberca Villas de lujo. Para tanto lujo no les alcanzó y tampoco estaban tan calientes para caminar diez cuadras mas o menos hasta el otro hotel. – Te lo prometo, una noche nos vamos a quedar ahí- Así que hicieron lo más sensato a sus posibilidades, inscribirse al concurso de baile del canal cuatro. Veinte mil pesos por cabeza si ganaban, para la pareja que quedara en segundo lugar una bicicleta de montaña, a partir del tercero un abrazo y un silencio de perdedores. Habían llegado a la final nacional, habían batido a decenas de parejas de todo el de efe. Y esta noche, sus sueños de mundo se podían tocar. Era triste, triste pero hermoso verles ahí en la pantalla del televisor. Sintiéndose los más afortunados, ojos chispeando de alegres, tuteando al conductor. – Sí Miguel, lo vamos a ahorrar, bueno, si es que ganamos. Jajajajaja - Mentirosa, se van a ir de vacaciones a Cancún y van a hospedarse en un hotel con jacuzi, van a comprar un televisor gigante y el refrigerador que tanta falta hace cambiar. Un performance posmoderno de haber ocurrido en una galería de arte. Ocurrió en los estudios televisa chapultepec y fue una gran farsa. – Y bueno, ha llegado el momento que hemos estado esperando con tantas ansias. En este sobre tengo los nombres de las parejas que quedaron en los dos primeros lugares, voy a leer los nombres de quienes quedaron en segundo lugar y se van a llevar a casa una lujosa bicicleta de montaña adecuada para todo terreno. Redobles de tambores. Expectantes en la casa de Verónica, la madre se persigna, el papá se congela con el taco a centímetros de la boca abierta.- Y el segundo lugar va para… ¡Verónica Contreras y Ramiro Gutiérrez! del distrito federal. No caminan. Ni se inmutan. No lo han escuchado, esto es un sueño, no escucharon esos nombres, sus nombres. – Una pinche bicicleta, que mamadas- Ernesto enciende otro Raleigh. “Esto es un sueño y no vamos por avenida Tlalpan en bicicleta en la madrugada para llegar a un hotel que podamos pagar”


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SIEMPRE GUARDO UNA CERVEZA PARA LA CRUDA POR FERNANDO MORCILLO Sabía que estaba en mi casa porque el vómito estaba en la pared de mi baño. Sabía que estaba en mi baño porque el espejo me mostraba que yo estaba ahí, vaciando mi estomago en la pared, porque no llegué a levantar la tapa del bacín. Y también sabía que estaba en mi casa, en mi baño, porque llevaba demasiado tiempo ahí sin que nadie preguntara, por lo menos, si todo estaba bien ahí, donde yo estaba. Lo que no entendía es ¿qué hacía ella a esa hora y en ese Mi Lugar, en Ese Momento, si ni estuvo donde yo me acuerdo estuve la noche anterior? Buscar respuesta a mi enigma era regresar a los principios de la filosofía que nunca entendí en la escuela y por eso no le pregunté qué hacía ahí conmigo. El baño estaba disponible para mí, porque era mi baño, el baño que siempre me ha atendido; el baño que en los últimos cinco años me ha atendido sólo a mí. En la pared, una de las cuatro paredes, el closet estaba en su lugar con la ropa en su lugar; la tele y el DVD en su lugar, encima de su mueble con los discos en su sitio. En la otra pared mi silla y mi mesa con el intento de comida que tenía por despensa (dos bolsas de papitas y una de cacahuates salados) en su sitio. Y en el otro lado, el refri de cinco pies. Es decir, todo en su lugar. Hasta el cuadro que dejo el inquilino anterior estaba en su lugar. Hasta la mancha que intentó quitar, el que vivía antes, con pintura azul de agua conservaba la misma forma. Todo bien, excepto por dos cosas: ¿qué hacía ella a esa hora y en ese mi Lugar, en ese Momento, si ni estuvo donde yo me acuerdo estuve la noche anterior? Lo otro, lo que no cuadraba en mi habitación, aún no sabía qué era, pero estaba seguro que faltaba. En fin, terminé de hacer mi obra en el baño, la obra por la que algún artista habría pagado miles de dólares, para revender a algún buscador de tesoros, pero que en cuanto me sintiera bien mandaría, con ayuda de la regadera, al desagüe. Incluso, sobre el lavabo un número incontable de hormigas dañaba mi obra plástica del día. ¿Cómo llegaron?, sí lo sabía. Igual que la última vez que me descuidé y no les aventé Baygon Hormigas. ¿Cómo llegó mi obra plástica ahí?, eso sí no lo sabía, aunque tenía una hipótesis. Pero, ¿qué hacía ella a esa hora y en ese mi Lugar, en ese Momento, si ni estuvo donde yo me acuerdo estuve la noche anterior?


32 A un lado de mi codo izquierdo, la sangre coagulada ya había hecho una costra. La luz del día, que asomaba por la esquina derecha de mi habitación, no me decía mucho de la hora… tantos años de vivir aquí no han servido para entender cómo camina el sol. Ante mi escasa creatividad para formular respuestas o inventarme alguna, decidí acostarme en el piso, en la misma posición que recordaba haberme levantado. Pero esa posición, mi cuerpo, ya no estaba dispuesto a aceptarla un rato más. Por eso, para recuperar el lugar que mi cuerpo exigía tuve que preguntarle ¿qué hacía ella a esa hora y en ese mi Lugar, en ese Momento, si ni estuvo donde yo me acuerdo estuve la noche anterior? Y ella dejó el libro, no sé si era mío, que leía entonces para preguntarme si estaba bien… Dos años atrás hizo la misma pregunta pero tenía otro sentido. Dos años atrás no tenía para pagar mi consumo y ella evitó que lo que yo conozco como cuerpo tuviera lesiones serias y por lo cual se comprometió a pagar la deuda. Dos meses atrás hizo la misma pregunta cuando, dentro de uno de esos pequeños espacios que compartes con más de cinco, me preguntó si ya iba a cambiar. Dos días atrás me preguntó lo mismo, pero tenía otra connotación, ¿estaba bien?. Sí, aunque en ese momento ya se iba de ese cuarto que compartimos... Entonces, ¿qué hacía ella a esa hora y en ese mi Lugar, en ese Momento, si ni estuvo donde yo me acuerdo estuve la noche anterior? Y antes de responder a esa pregunta mi cerebro, a través del sentido de la vista, apreció que en una de esas cuatro paredes había un charco de agua. Un charco de agua que tenía origen en el refri de 5 pies de alto y que en su espalda había sido desconectado. La vanidad siempre lleva a la gente a presumir los únicos logros que puede tener en su vida, así como el narcisismo puede llevar a los que se creen bonitos a ver el mundo feo. Para nosotros los alcohólicos, la vanidad es pensar que cuando la fiesta va a acabar debemos de pensar que no tenemos nada más para tomar. Debemos entender que vienen horas duras y difíciles para que nuestro organismo vuelva a asimilar algún tipo de brebaje que evite que el cuerpo tenga esa sensación de sed, de cansancio, de me lleva la viejita… Bueno, así era en el pueblo del que salí, donde la venta de alcohol terminaba a las 11 de la noche y después, si no compraste lo suficiente, aguanta hasta las


33 10 de la mañana cuando Don Cuco regresaba de raspar el maguey. Y así aprendí que aún cuando nunca faltaba el alcohol en este lugar, debías prever. Pero aquí, cuando supe que el pulque no existe porque no existen ni los dioses que lo pueden beber porque simplemente no hay magueyes… Desde que compré el refri he tenido la precaución de guardar una cerveza. Este refri de 5 pies de alto ha podido conservar mi salvación del día siguiente. Me ha ayudado y me ha salvado de tener que salir a buscar apaciguar mi sed en temperaturas de hasta 35 grados centígrados… Tenía aún dos preguntas sin respuesta… y una de estas casi estaba por descubrirla. Abrí la puerta del frigo, del refri de 5 pies de alto, y revisé su interior. No había nada a excepción del queso oaxaca que olvidé desde hace tres semanas. Pero siempre guardo una cerveza para la cruda y en ese momento no estaba donde siempre la he dejado. De momento yo no podía responder a esa mi pregunta, pero había alguien que podía responder la otra, mi otra pregunta. ¿Qué hacía ella a esa hora y en ese Mi Lugar, en Ese Momento, si ni estuvo donde yo me acuerdo estuve la noche anterior? Pero, de momento, esa pregunta ya no me interesaba… ¿Dónde está la cerveza que siempre guardo para la cruda?; esa sí me urgía preguntar. Hace algún tiempo la pregunta más importante de mi vida se la hice a mi mamá. Le pregunté cómo era yo cuando salieron mis primeros dientes. No se acordaba y por eso mintió. Me dijo que era un niño lindo y hermoso al que todos querían abrazar. Con eso me dí cuenta que preguntar no valía nada porque siempre alguien te va a mentir y se va a aferrar para hacerte creer que es verdad porque para ellos ya lo es, porque ya aceptaron las mentiras de los demás. Pero de eso, a preguntar sobre la cerveza que guardaba para mi cruda… Más importante que saber ¿qué hacía ella a esa hora y en ese Mi Lugar, en Ese Momento, si ni estuvo donde yo me acuerdo estuve la noche anterior?, era necesario saber dónde estaba la cerveza que siempre guardo para la cruda. Y ella, con preguntas (varias) en su cabeza, lejos de responder mejor recogió las blusas que aún quedaban sobre mi cama y le pertenecían. Y partió con las grandes dudas por las cuales fue a buscarme, pero se fue con la gran respuesta de decirme dónde quedó la cerveza que siempre guardo para la cruda… HHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH


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NEIN http://nnein.blogspot.com n_opb@yahoo.com.mx

Post-it

el disco duro de mi PC se desfragmenta poco a poco y afuera el cielo de la ciudad se desfragmenta también en una lluvia furiosa cuyas gotas se reorganizan entre techos y calles como los archivos que el procesador ordena y borra quisiera poder desfragmentarte también para guardarte en pedacitos por toda la casa y no tener que soportar esta enorme ausencia tuya por toda la ciudad como en esta noche de lluvia que no pudo mojar mi voz junto a este ordenador que se queda sin memoria.

Post-it sobre un pasaporte checo tu caminar desesperado tu español entrecortado y tu checo furioso los despegues del aeropuerto, aullantes como tu llanto inútil bocas fruncidas tus ojos, tristes como el trance de los tangos que bailabas las manos que se separan el derrumbe de las promesas, vaciarse y ser olvidado La ausencia fechada y rotunda, el infinito del adiós y los husos horarios de una partida sin retorno


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desayuna sanamente Desperté con el sabor de la cena de anoche en la boca. Eran alrededor de las diez de la mañana, quizá un poco más. Me quedé tirado en la cama. Esperando juntar la energía necesaria para levantarme y salir de mí cuarto. Esperando que mi estómago hiciese su trabajo y pudiera al fin cagar todo lo que me había metido. Esperando que algo sucediera, que sonase algo de música de algún lugar, que el día se nublara, que me hablaran para decirme que no hacía falta mi existencia, que me mandarían matar en cuestión de minutos. Nada pasó. Me levanté de la cama y empecé a dar vueltas por al habitación, de un lado al otro, rodeando la cama, pasando por encima de ella, de un extremo al otro de mis apretadas cuatro paredes. Caminar siempre ayuda al organismo para desalojar. Me sentía pesado, inflamado, pero no lograba ir al baño. Me dirigí hacia la puerta y vi que había un letrero pegado en ella; -Por favor no salgas en pelotas. Tápate con algo.- leí en el papel. -¿En pelotas?- pensé. – ¿Cuándo carajos he salido en pelotas de esta habitación? Sólo me encuero en la regadera. Incluso duermo en calzones y camiseta ¿Qué pitos es esto?- Me pregunté molesto. Abrí la puerta del cuarto y salí. -¿Qué intentaste decirme con tu letrero…?- grité. Entonces la vi y lo comprendí todo. Entendí que por fin Santiago había logrado llevar a alguien a la cama. Que por fin, después de una larga y duradera sequía, había conseguido que una mujer le pusiera atención. Y ahora estaba nervioso y preocupado de que yo lo echara a perder, de que yo lo apenara, lo humillara, lo decepcionara. Como solía hacerlo sin la menor intención. Mire a ambos. Él sentado en la barra de la cocineta del pequeño apartamento que compartíamos. Ella parada junto a la estufa. Y dije señalándola: -Eso intentaste decirme.-Sí, esto. La casa no es solo tuya. Hay visitas. Pudiste al menos ponerte un pantalón ¿No?- Me contestó. -Claro que si, siempre puedo hacer eso, pero tu recado no era explícito.- Comenté mientras me estiraba la camiseta y acomodaba el calzón que se había girado durante la noche. –No te preocupes. El calzón y la playera lo cubren todo. Nada de que avergonzarse quedara expuesto.-Tú.- Apuntó Santiago.


36 Entré en la cocineta mientras él me presentaba a su mujer. Creo que se llamaba Lillian, o algo parecido. Abrí el refrigerador. Él siguió hablando con ella. Explicándole quien era yo. Que hacia y por qué compartíamos el departamento. No sé por qué diablos le tomó tanto tiempo acabar con la información que tenía sobre mi persona. No había mucho que decir, pero él se extendió largamente. Ella escuchó fingiendo interés. Por respeto y buenos modales, en este mundo, todos somos interesantes. Cerré el refrigerador y me serví un poco del jugo de uva que acababa de sacar. Me senté en la barra, cerca de Santiago, y tomé mi líquido. -¿Entonces tú eres el escritor?- preguntó Lillian. -¿Eso te dijo él?- pregunte de vuelta. – Seguramente es el único que me considera como tal. Quizá sea por lastima. Intento escribir, a veces lo logro y de ahí no paso. Si eso es ser escritor para ti, entonces soy “el escritor”. Yo no lo veo así.-Tranquilo viejo- dijo Santiago. –intentan ser amables contigo.-Y ¿a dónde fuiste anoche? ¿dónde se conocieron?- pregunté -¿Qué dijiste?- Respingó ella. -Nos conocimos hace más de tres meses. No te había dicho nada.- Comentó rápidamente mi compañero de casa. -Ya veo.-¿Qué dijo?- Le pregunto ella a Santiago. -¿Por quien me tomó este patán? -Tranquila. Sólo trato de ser amable.- Comente -no dije nada.Me levanté de la silla y fui al baño. Parecía que la plática había surtido el efecto que llevaba rato esperando. O quizá el jugo de uva. Da igual. Fui al baño, cerré la puerta y libere mis esfínteres. En la cocina se quedaron discutiendo algo. No alcanzaba a oír lo que decían. No escuché más que una fuerte risa de Santiago mientras me lavaba las manos; -Sólo es Mateo.- Dijo él. -Si, sólo soy Mateo.- Agregué mientras salía del baño, secándome las manos con la camiseta. En la barra había tres platos y tres vasos. Mi jugo de uva, lo poco que quedaba, había desaparecido. En su lugar se encontraba un vaso limpio. Lillian servía algo sobre los platos. Una especie de ensalada de frutas con granola y amaranto. Contemple la escena y camine hacia la ventana. Un enorme ventanal que daba hacia una mediocre avenida citadina. El mejor lugar que podíamos costear un fotógrafo que trabajaba digitalizando imágenes y un escritor sin lugar alguno donde publicar.


37 Me quedé parado ante la ventana. Suplicando en silencio que no me invitaran a desayunar con ellos. Rogando por un milagro. Implorando que en el cuarto de Santiago hubiese otra mujer u otro hombre a quien irían a despertar para desayunar con ellos esa basura natural que llenaba los platos. -¿Nos acompañas?- Dijo ella. -Será un placer.- Respondí. –Nada mejor que empezar el día con un desayuno sano y nutritivo. -¿Eres vegetariano?-En lo mas mínimo- contesté. Santiago reía. Ella parecía confundida. Me senté y empezamos a desayunar. Ellos –sentados lado a lado- en el mismo lado de la barra. Y yo del otro. La fruta con amaranto y granola estaba bañada por una delgada capa de yogurt. -Esto es lo que te hace falta para tener éxito.- Dijo ella. Me le quede mirando sorprendido. No entendía lo que estaba pasando. No sabía si me hablaba a mi o a otro fracasado. -Sí. Este es un buen principio para que logres tus metas. Una vida sana. Empiezas hoy. Desayunando una buena comida. Luego te vistes con algo decente Es obvio que no piensas estar todo el día en calzones. Aunque no salgas del departamento. Por respeto a ti mismo habrás de bañarte y vestirte. Más tarde podrás sentarte frente a la máquina y escribir algo.-Gracias.- Dije con dificultad. Santiago se divertía más de la cuenta, parecía o estar en otro lugar o haber estado esperando esto. -Ella te puede ayudar a publicar viejo- me dijo -conoce a muchas personas. Quizá no se interesen por lo que escribes, pero podrías hacerles textos a la medida, sobre pedido. -Estoy trabajando en una organización no gubernamental que pretende difundir valores humanos. Y nos hacen falta escritores, que sepan expresar sus ideas y defender las cosas que en verdad son importantes para nuestro desarrollo espiritual.- Agregó Lillian. -¿Cosas importantes?- dije, mientras me llevaba un pedazo de mango con granola y yogurt a la boca. –Bien, tendría que pensar sobre qué escribir.-Temas hay muchos. Te puedo sugerir algunos y tú desarrollas las ideas.- Dijo ella. –Podrías escribir algo sobre la madre Teresa, su vida es un ejemplo. Sobre lo que quieras. Ahora que lo pienso también podría ponerte en contacto con unas amigas que trabajan en el Instituto Nacional de la Mujer. Nunca está de más un hombre que escriban sobre lo importante de la equidad de géneros. Sobre las diferencias culturales que separan a hombres y mujeres. No sé, quizá podrías colarte en algún proyecto de investigación.-¿De género?- Pregunté sorprendido. -¡Claro!- contestó. –Una de mis amigas esta haciendo un estudio comparativo sobre el rendimiento y aprovechamiento de las niñas en el salón de clases. Es sumamente interesante e importantísimo.


38 Es una pena que sean tan pocos los hombre que se involucran en estas cuestiones.-Quizá sea porque convivir con puras viejas resulta insoportable. O porque esas cosas no tienen la menor importancia.- Le dije. -¿Diferencias culturales entre hombres y mueres? Claro, quizá entre hombres africanos y mujeres canadienses.Ella no dijo nada. Seguramente estaba intentando entender lo que acababa de decirle. En ese momento me volteé hacia Santiago y le dije: -Es justo de lo que hablábamos ayer. Lo que te conté de esas perras con las que me había encontrado…-¿Perras? ¿Estas hablando de mujeres?- me preguntó indignada, enrojecida y casi sin aire en los pulmones. – ¿Vas a permitir que me ofenda de esa forma?- Le dijo a Santiago. -Es Mateo- contestó él -¿qué puedo hacer?Lillian se paró de su silla y empezó a llorar. Santiago intento abrazarla. Ella lo rechazó, lo empujó y caminó rumbo a la puerta del departamento: -¡No me toques animal! No quiero saber nada de ti. Ahora entiendo porque estuviste solo durante tanto tiempo- Le gritaba. –Eres una bestia, insensible, irrespetuosa. Tú y tu amigo me dan asco.-Tranquila Lillian, sólo estábamos platicando.- Le dije. -Cállate cerdo machista. No me sorprende tu fracaso.- Me gritó mientras salía del departamento azotando la puerta. Nos quedamos en silencio. Oímos durante un largo rato sus tacones caminado por el pasillo y bajando por las escaleras. Luego el sonido desapareció. -Perdóname viejo.- le dije a Santiago. -No hay problema. Me estaba cansando de desayunar sanamente.carlos bortoni e. http://editorial-nula.blogspot.com/ ed.nula@gmail.com


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Algunos haikus y dos poemas cortos.

8.espacios en blanco, carencia absoluta por: carlos bortoni y mi agotamiento. pseudo - haikus

9. Aniquilada toda esperanza, 1. enfrentado al inmenso vacío que habito sentado sobre una silla sin mayor opción que seguir viendo todo pasar, respirando. sin hacer nada. 10. 2. las horas se escurren, despierto, el mundo se mueve y y después de un largo proceso, sólo las nubes cambian. me resigno a bañarme. despellejarse 3. las horas se suceden, la piel llenas de naderías se me llamadas trabajo. cae a pedazos, 4. el malestar se aglutina, ojalá sólo soy debilidad fuera lepra. arrastrando su miseria. pero no lo es. 5. aniquilada toda esperanza, enfrentado al inmenso vacío que ahorcado habito y sin mayor opción que seguir una pata colgando respirando. detrás del árbol, inerte, 6. sin vida. y de la nada, la correa me siento insignificante atorada en un ante el vacío. alambre. muchas horas 7. acumuladas sobre camino en la calle el cuerpo muerto. todo resulta colosal, excepto mi interés.


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IV Sueño con mujeres frustradas, Gordas lujuriosas, Envenenadas con mi esperma, Sueño con un sartén humeante, Y flujos resbalando por mi garganta. Deseo comer unos pezones, Y que se conviertan en mis pupilas, Lanzarlas al fin de mi vida, Hasta llegar a tu pubis ensangrentado Y resguardarme de la soledad, De la puta falsedad, De las mujeres que alimento con extrañas lunas. Sueño con la maternidad, Dar a luz niñas empobrecidas, Brotándoles sangre de sus pequeños ojos rojizos, Tan rojos como mi carne, Como el planeta más alejado, Como la sangre de mi sangre

José Luis Calva Zepeda (“El Caníbal de la Guerrero”) Nota de los editores: En un gran trabajo de investigación, logramos obtener una copia de un panfleto que Calva Zepeda vendía en el chopo y rescatamos uno de sus poemas, descanse en paz nuestro mentor caníbal...


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Maldita sobriedad Alfonso Morcillo Hace un año y medio comenzaron mis molestias en el estómago, luego de una borrachera que se prolongó por cuatro días, (que se ha prolongado por cada semana durante ya cinco o seis años y que inició hace 20 cuanto tenía 16 de edad) en la noche me asaltó un tremendo dolor, una punzada mortífera. Alucinaba, le decía a la mujer con la que dormía en ese momento que no pasaba nada, que el mounstro del dolor se iría, pero no bien cerraba los ojos cuando la punzada regresaba más feroz. Ella me dio una pastilla que quién sabe de donde sacó y me la tomé y me dormí. Al otro día los dolores continuaron. Acudí a un doctor en una clínica de teporochos en la colonia Guerrero. Me la recomendaron porque precisamente va puro borrachín y los doctores saben bien como tratar a estos individuos, me dijeron. Pues fui y lo que me detectó el doctor fue gastritis, le dije lo que bebía, los días que bebía (cerveza tinto vodka mezcal whisky pulque), lo que comía (barbacoa panzita pozole tacos picante birria), lo que no comía (frutas verduras y cereales), lo que no dormía, lo que trabajaba (trabajo) lo que esnifaba y fumaba. En fin que le dije todo lo que entraba y no en mi cuerpo maltrecho. Me extendió una receta que surtí apenas salí del consultorio que más parecía el camino al patíbulo y me dijo que durante el tratamiento no bebiera. Así fue. Tres meses después los dolores volvieron y fui con mi médico de cabecera, o por lo menos el que ha me ha atendido durante los últimos cuatros años por diarreas o gripes menores (a mi edad ya no se está para dejar sanar al cuerpo solo). Le dije lo que le había dicho al médico del patíbulo y me dijo lo mismo. Pero además, al ver el volumen de mi estómago me mando a hacerme un ultrasonido para verificar si no tenía cirrosis. Esa era su sospecha. Fui al ultrasonido y a otras pruebas de sangre. Con mis resultados en el brazo acudí de nuevo con el doc. Revisó primero los resultados arrojados por la sangre y la orina. Todo en orden. “Demasiado bien para la vida que me dices llevar”, dijo. Bien de triglicéridos, colesterol, azúcar, y otros elementos. Sacó los resultados del ultrasonido y vio lo que decían. Esteatosis nivel leve. Me dijo que pensaba que era más grave, que si dejaba de beber en ese momento mi hígado podría regenerarse, pero que era imprescindible dejar de beber y de tomar café y de fumar y que habría que comer sanamente, verduras, fibra, fruta, cero picante enlatado. Bah, lo que siempre le dicen a todo mundo que enferma de una cosa u otra. ¿Pero dejar de beber? “Si sigues como vas aún puedes vivir 10 años con ese hígado, ya después no te platico”, dijo por último, aunque agregó que si sufría por mi manera de beber o tenía problemas me recomendaría un psicólogo o un grupo de AA.


43 Pum, cuaz, zas. ¿Y ustedes creen que hice caso? No, este señor siguió bebiendo como antes. Paró de comer picante enlatado, tacos y demás fritangas, menos café y cigarro. Pero otro día, hace un año reaparecieron posdolores de la gastritis, no así lo del hígado, que debió haber incrementado su nivel de grasa por el alcohol. Y desde entonces, mayo de 2007, vivo en una patética y absoluta sobriedad. No se lo recomiendo a nadie, ni a mi peor enemigo. Si los gobernantes del mundo hubieran tomado las grandes decisiones de sus países como ir a guerras o estupideces similares en estado de ebriedad, seguro que viviríamos en un mejor planeta, pero estaban sobrios, sabían lo que hacían. La sobriedad causa ansiedad, estrés; disminuye la convivencia social; aumenta las preocupaciones; pone en estado de mal humor. En fin, la sobriedad total es peor que la ebriedad total. Y hoy sigo sobrio un año después. Aunque he de confesar que hice una deliciosa pausa de dos semanas. Tomé un curso en La Plata, Argentina, a unos kilómetros de Buenos Aires. El sólo hecho de pensar que allá el vino es abundante y barato hizo a mi estómago cosquillear. Y efectivamente, aun desde el avión mi estómago comenzó a acostumbrarse al dulce sabor del vino tinto. Y tres días antes de partir una sesión de amargas cerveza negra del Vizcaya junto a Juan Beat fue el preámbulo. En Argentina, con calor, mujeres guapas por doquier, parques por toda la ciudad donde puedes beber y mear sin que la policía te moleste, cafés y bares de toda la noche, pizzerías, en fin, casi cualquier changarro te vende cerveza y las puedes beber de manera libre mientras no escandalices; y no vi a nadie escandalizar ni pelear ni matarse ni robar borracho. Así que feliz por ese descubrimiento compraba mis cervezas, me salía a las plazas y bebía sentado en las bancas y meaba detrás de los árboles; y después sacaba botellas de vino y saca corchos y continuaba la juerga, viendo a los deportistas correr, a los bailarines practicar sus coreografías, a familias pasear, a otros borrachos beber y fumar mota.


44 Me iba a dormir hasta las 4am y me despertaba para ir a mi curso a las 9. y salía de ahí y continuaba la borrachera. Y comía carne buena y pastas y pizzas y pan y mi panza comenzó a hincharse de nuevo, más por la cerveza. Y el viaje terminó y llegué aquí y sufrí una cruda de tres largos días. Había olvidado lo que era una resaca de tres días. Fue espantosa, tuve que recurrir al pedyalite para hidratarme. Además, los ojos me ardían, las mujeres son feas y mamonas, no se puede beber cerveza en la calle, no como allá y mi estómago de nuevo resintió el exceso de picante. A mi hígado no lo he vuelto a mandar analizar, supongo que continuará su putrefacción, más lentamente que antes por lo menos. Y hoy no sé qué hacer, qué decisión tomar. Mientras la tomo, no bebo y créanme, ver el mundo estando sobrio es peor, mucho peor de lo que ya es. Aunque si me largara a Argentina apenas después de salir del aeropuerto me compraría un buen López o un Álamos o cualquier vino y me iría a una plaza a beber hasta haber destruido mi jodido hígado o hasta haber agotado el dinero de mi bolsillo.


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Una Niña Obscena. Carlos Juárez. http://juarezdistor.es.tl/ A Ilse le gustaba la pornografía. Cada noche encendía la computadora de su hermana y entraba en Internet para revisar páginas con contenido para adultos. Prefería el Hard Core. Le gustaba ver a dos o tres tipos dándole duro a una sola chava, a dos chavas jugando con artefactos plásticos con formas de gusanos de colores, a dos chavas y tres tipos sobre una gran cama conectados unos a otros como terminales eléctricas en un solo contacto, chavas llevándose dos penes a la boca, posiciones extrañas en donde era difícil distinguir la forma de cada uno de los participantes; finalmente escogía la mejor fotografía y se masturbaba con la laptop sobre la cama a un lado de ella. Ilse tenía veintitrés años, había abandonado la escuela a la mitad del periodo de preparatoria y estaba desempleada, había trabajado unos meses como vendedora de Tele-Marketing para Spira pero no vendía ni madres. Al final había desistido y ahora llevaba más de medio año sin algo productivo que hacer. Cuando terminó con su ritual se lamió el dedo y lo secó con el borde de su blusa, volvió a colocar la laptop sobre sus piernas y se dedicó a borrar el historial de páginas que había visitado, una hora exacta de viaje pornográfico con una clave directa de Todito-card; un proceso que había aprendido en ICEL luego de solo un mes de un curso que duraba un año. Desenchufó el cable y cerró la computadora, después salió silenciosamente del cuarto para devolver la maquina a la mochila de su hermana, una samsonite rosita con muñequitos de Wamba. Laura, su hermana, cursaba el primer año de preparatoria, su padre le había sacado a pagos la laptop con un crédito de Telmex luego de que había conseguido un promedio sobresaliente al terminar la secundaria. Laura era el orgullo de la familia, nada que ver con Ilse a la que solo le importaba andar de vaga y no quería conseguir un trabajo ni volver a la escuela. Para Ilse su familia era el enemigo, no la entendían; no se llevaba bien con su madre, y con su padre apenas hablaba, el la consideraba un caso difícil y prefería que su esposa se hiciera cargo. Esa misma noche Ilse había fumado marigüana en una pipa de aluminio, habían sido solo dos jalones, los suficientes para hacer el viaje en Internet, pero aún no tenía sueño y quería fumar otro poco para hojear R&R, había un especial de Zoé y a ella le gustaba esa banda. Prendió el encendedor y acercó la flama al aluminio, jaló un poco, luego otro poco y luego otro poco, esperó, después se acercó al borde de la ventana para dejar escapar el humo lentamente alejándolo del cuarto, pero la dosis en sus pulmones había sido demasiada y lo soltó todo escupiéndolo con un ataque de tos que trató de controlar, la yerva le había picado los pulmones y la garganta y estuvo tosiendo como enferma durante unos cinco minutos con una playera cubriéndole la boca. Se dio cuenta que todo el pinche humo se había quedado en el cuarto, con la misma playera cubrió el borde de la puerta, luego echó una ráfaga de Wizard olor jardín primaveral y trató de espantar el humo moviendo las manos de arriba a abajo. Finalmente se sentó al borde de la cama, imaginó que el olor iba a fugarse del cuarto llegando a la habitación de sus padres que estaba a solo unos metros de la de ella, sintió la adrenalina y no pudo evitar sentirse nerviosa, escuchó que alguien salía del cuarto, era su mamá, el sonido de sus chanclas golpeándole las plantas de los pies era inconfundible, se pegó a la puerta para oír que hacía, la escuchó entrar al baño, orinar, y luego jalarle, la puerta, de nuevo el golpe de las chanclas, la otra puerta y luego nada.


46 El humo no había salido del cuarto, eso la tranquilizó bastante. Se arrojó sobre la cama y estuvo un rato así esperando ubicar el efecto concreto de la marigüana; ya se la sabía, estaba al tanto de que solo tenía que esperar un poco para adaptarse. Luego se levantó, tomó la R&R y colocó un disco de Zoé en la grabadora, lo mejor era colocarse los audífonos, de esa forma podía subir un poco más el volumen de la música, pero en los primeros minutos se sintió paranoica, tenía la idea de que algo podía ocurrir, y si ella estaba con los audífonos puestos no iba a darse cuenta de nada. Decidió quitárselos y oír el disco a un volumen más bajo, el suficiente para que no se despertaran sus padres. Leyó todo el artículo y la entrevista, miró las fotos del grupo y las graficas y la revista completa, luego la arrojó de vuelta al mueble de donde la había tomado. La una y media de la madrugada, todavía quería seguir disfrutando de la noche, pensó en volver por la laptop de Laura pero era demasiado arriesgado, tenía una porno debajo de uno de los cajones del mueble pero la neta ya estaba bien vista, y no había podido conseguir otra, entonces prefirió usar su imaginación, estimulada por la marihuana de otros dos jalones y el pito de hule que tenía junto con la porno serían una buena forma de terminar la noche. Tomó la pipa y fumó, dos jalones nada más. Abrió cuidadosamente el cajón hasta sacarlo por completo, lo puso sobre el mueble y tomó el pito de hule, era color piel, grueso y largo, lo arrojó sobre la cama y volvió a colocar el cajón en su sitio, comenzó a desvestirse, se desabrochó los pantalones y se los bajó hasta los tobillos, se quitó los zapatos que eran unas chanclas sin agujetas ni correas, luego abandonó el pantalón en el suelo, avanzó hasta la cama mientras se quitaba la blusa, se arrojó sobre el colchón e hizo la colcha con las sábanas a un lado, se quitó el brasier e inmediatamente deslizó sus calzoncitos a través de sus delgadas piernas hasta deshacerse de ellos, agarró el pene de hule y lo lamió para lubricarlo, una, dos, tres mamadas para que quedara listo, de inmediato se lo llevó entre las piernas que había encogido y abierto, pasó el pene por su vagina lentamente y lo metió, ahí estaba esa chingadera adentro de Ilse, se sentía rico, y si comenzaba a sacarlo y meterlo se sentía mucho mejor. Se acariciaba los senos y el vientre y la cintura y las piernas imaginando que estaba con un tipo agradable y bien parecido, de los que a ella le gustaban. Psh… psh… psh… el sonido de la penetración y un poco del olor la estaban llevando a un sitio que parecía ser real, con los ojos cerrados y la música entrando en sus oídos suavemente esperó la contracción, ahí estaba, una, dos, tres, cuatro veces, su cuerpo expuesto al ambiente de la noche había despedido ligeras gotas de sudor por toda su piel, era bueno masturbarse, a Ilse le gustaba, la hacía dormir mucho mejor, solo se lamentaba de que los hombres fueran todos unos putos, pues tal vez hubiera sido mucho mejor tener un pene de verdad adentro en lugar de un pedazo de hule que fuera fabricado en serie para satisfacción de las que no tenían un novio.


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MORIR AQUÍ Y ASÍ, EN EL EXILIO AL ENTRAR EL OCASO…… No necesitamos asesinarnos para encontrar la Esencia bipolar de los hechos. Encontramos en la oscuridad la luz, en la agitación la serenidad celebremos el hallazgo de Ángeles en el infierno. Para que disfrazar con voz el silencio, El rugido inconforme de nuestra ansiedad. Vamos a MORIR AQUÍ Y ASI EN EL EXILIO…. En el cielo de nuestros pensamientos y en el infierno del alma poseída por la NO RAZON.

Alebrije Rebeca Fregoso fregoso_rebeca@hotmail.com


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La puerta de Tannhäuser Por Esteban Raymundo González Ella tenía razón, en realidad siempre la tuvo, era un perdedor. Me conocía a la perfección, sabía mis debilidades y fortalezas. Por ejemplo, no le podía ocultar el vértigo que me causan las alturas o la excitación que me producía revisitar una y otra vez El silencio de los inocentes, cinta de Jonathan Demme, filmada en 1991. Por eso la necesitaba tanto, porque jamás se equivocaba. Era mi brújula, mi sendero. Una sombra ominosa que me acompañaba noche y día. No importaban sus denuestos ni humillaciones. Además, es inevitable, las personas que más quieres son las que seguramente te dañarán con mayor ferocidad. El amor es un sentimiento maldito, sin duda. Entre más dolor me causaba, más la amaba. Era mi monstruo personal, hasta que le diagnosticaron cáncer en el estómago. Esa tarde se encerró en su recámara y, por primera vez, después de muchos años, la escuché llorar. El ogro se derrumbaba como las murallas de una ciudad bíblica. Conforme la enfermedad avanzaba, ella se desintegraba bajo las sábanas. Sus músculos y huesos se volvieron frágiles, como de cristal. Llegó un momento en que no podía controlar su vejiga, mucho menos su esfínter. Sus necesidades elementales como comer y defecar eran impensables sin mi ayuda. No dejaba que nadie más la atendiera. En cierta ocasión, le arrojó el cómodo a una de las muchas enfermeras que desfilaron por su habitación. Tuve que renunciar a mi empleo en la editorial para dedicarme exclusivamente a sus cuidados. Estaba seguro que mis ahorros serían suficientes, después de todo, los especialistas no le habían dado más de tres meses de vida. Los colores encendidos anunciaban el arribo del otoño. En algunas tiendas comenzaban a exhibirse mercancías correspondientes a la temporada de Día de Muertos y Halloween. Resultaba irreal la combinación entre calaveras de dulce y papel picado, con máscaras de asesinos dementes, colmillos falsos y sangre artificial. En unas semanas, los niños saldrían a las calles, disfrazados de vampiros y fantasmas, con calabazas y cráneos de plástico, solicitando calaverita. Recordé a mi madre, sentada en la cocina, después de que mi padre nos abandonó, preparando calaba en tacha, mientras yo terminaba de limpiar los azulejos del baño como castigo por andar limosneando el Día de Muertos. Los malos días se presentaban con mayor frecuencia durante el sexto mes. No quedaba mucho de carne en su cuerpo. Orinar le producía un terrible dolor. Su deyecciones siempre iban acompañadas de pedazos de intestino. La enfermedad se la comía por dentro. Los medicamentos no servían de nada. Sus gritos eran idénticos a los rugidos de una leona herida. Pero sus alaridos eran ronroneos comparados con las maldiciones e insultos que vociferaba cuando la bañaba o le cambiaba los pañales. Con el tiempo, como consecuencia de la permanente postración que la mantenía inmóvil, su espalda se ulceró, de las llagas supuraba una sustancia viscosa, maloliente. Ella de pudría.


49 Los ahorros se terminaron. Comencé a trabajar en casa corrigiendo tesis de cualquier especialidad. El dinero era suficiente para cubrir gastos y mantener al día las deudas. Compraba lo necesario para sobrevivir y el único lujo que me daba era rentar películas. Mientras ella se retorcía por el dolor, yo acompañaba en su masacre a Leatherface, en su locura campista a Jason y en sus andanzas oníricas a Freddy Krueger. Ellos, junto con Norman Bates, Michael Myers y Hannibal Lecter, se convirtieron en mis únicos compañeros. Los lobos nos reconocemos por nuestro pelaje. Las últimas semanas habían sido particularmente insoportables. Le supliqué al doctor me proporcionara algo más fuerte para aliviar su dolor. Pero sólo podía recetarme los mismos analgésicos y dejar que la enfermedad evolucionara. Un día llegaría el final. Un desenlace que se había prolongado durante casi un año. Abrí la puerta. Estaba exhausto. Frustrado por el resultado de una entrevista de trabajo. Un empleo como corrector de estilo para un importante periódico. Me urgía una entrada extra de dinero. El reclutador, un hombrecillo de anteojos gruesos y sonrisa estúpida, consideró inusual mi gusto por las cintas de horror de los setentas y ochentas. No estoy muy seguro, pero creo que me levanté, lo tomé de las orejas y estrellé varias veces su rostro contra una de las esquinas de su escritorio. Pero no lo recuerdo bien. Fue como un sueño, una pesadilla. Una bruma nubló mi mente durante horas. De hecho, no recordaba cómo regresé a casa. Entré a la cocina, llené un recipiente con agua y lo puse sobre la hornilla. Busqué una bolsa de té. Entonces descubrí que mi traje estaba manchado de sangre. ¿Sangre de quién? El agua comenzó a hervir. Desde que comenzó su enfermedad, me propuse componer una Te Deum – mis conocimientos musicales eran básicos, pero estaba empecinado en escribir una obra que le recordara cuánto la amaba -. Procuraba traer conmigo papel pautado para trabajar en cualquier lugar, uno no sabe con certeza cuándo llegará la inspiración. Cierto día, mientras esperaba en la recepción del hospital, conversé con una mujer que padecía insuficiencia renal. Una profesora retirada que enseñaba música en una escuela católica. Me contó que estaba en lista para recibir un nuevo riñón, pero en lo que llegaba, debía presentarse con regularidad para practicarse una diálisis. Un procedimiento que la mantenía con vida. Despertó mi simpatía y decidí mostrarle mi trabajo. Leyó las primeras notas. Dijo que era evidente la influencia de Haendel y Mozart, pero mi trabajo resultaba superior. Me abrumó con sus halagos. Me sentía tan bien con sus comentarios que no le presté atención a sus gestos. Tenía algunas semanas que había caído en cuenta que regularmente éstos no corresponden con las palabras. Es decir, una mueca de desaprobación no necesariamente significa eso. Es más, la gente solo decía lo que yo quería escuchar. Todos querían complacerme, incluso Baal, mi reciente amigo del mundo espiritual. Desde niño, descubrí mi talento para comunicarme con los otros. Mantuve en secreto esta cualidad, pues todo aquello que mi madre tocaba se volvía excremento. Baal y yo conocimos en uno de los baños del sanatorio, mientras defecaba. Nunca se separaba de mí. Me aconsejaba y advertía de los peligros de la vida; peligros encarnados en todas las personas.


50 Baal resultó un gran motivador. Me estimuló para escribir, simultáneamente, tres composiciones: el Te Deum, una sonata, titulada Las delicias del Infierno y mi ópera La puerta de Tannhäuser. Además amplió mis horizontes cinematográficos. Me recomendó películas del llamado J-Horror, como Ju-on, de Takashi Shimizu, y Joyu-rei y Ringu, de Hideo Nakata. Nuestra relación se había vuelto simbiótica. Antes, ella tenía el control; ahora, él pensaba por ambos: decidía las actividades del día, desde la hora de levantarse hasta el momento preciso para ir al baño; la comida que se consumiría durante la semana; la rutina que se seguiría con madre para administrarle sus medicamentos y asearla. Baal ordenaba todo, incluso el movimiento de los planetas. Una noche, ella no dejaba de quejarse. Sus lamentos incomodaban a Baal e interrumpían mi concentración. Me levanté del escritorio. Caminé hacia el armario donde guardaba las herramientas y tomé un martillo. Subí las escaleras y abrí la puerta. Me recibió con una letanía de reproches. Las sábanas estaban manchadas con su vomito. Me recordó que sin ella, yo no sería nada. Le debía la vida, horas de cuidado, estudios. Yo solo era un apéndice, una extensión, una rémora anclada a su costado. Por mi culpa, ella se había quedado sin pulmones en la fábrica. Lloraba. ¡Cómo detestaba esos sollozos hipócritas! Me senté a su lado, en el borde de la cama. Acaricié los mechones desordenados que aún cubrían algunas partes aisladas de su cráneo. Le dije que el dolor terminaría. Sería libre. Ambos seríamos libres. Mejor aún, los tres seríamos libres. Bajo el quicio de la puerta, Baal observaba complacido. Arrastré el cuerpo hasta la bañera. Corté músculos y huesos. Guardé los restos en una bolsa. La enfermedad la había encogido. Después de lavarme, bajé el bulto hasta la cocina y lo guardé en el refrigerador. Pensé en comprar más tarde algún tipo de desodorante para evitar cualquier pestilencia posterior. Por fin me dedicaría solo a mi obra, con la permanente aprobación de Baal. Conocí a Leonora en el subterráneo. Era una mujer agradable, hermosa, con un gran sentido del humor. Era como uno de esos colibríes que revolotean sobre las flores. Aceptó que la acompañara hasta su casa. En el camino, me contó que era divorciada y tenía tres hijos. Le gustaban las rosas y bailar. No buscaba un príncipe azul, se conformaba con un hombre responsable que la ayudara con los niños. “Los niños necesitan un padre” repetía constantemente al finalizar cada frase. Yo crecí sin padre, por eso no entendía la obsesión de Leonora de conseguirle uno a sus críos. Era una perdida de tiempo andar en busca de un padre sustituto. Acordamos volver a vernos. Baal montó en cólera. No estaba dispuesto a compartirme con Leonora. Amenazó con abandonarme. Me arrodillé y le supliqué que no me dejara, lo necesitaba demasiado para concluir mi trabajo. Le aseguré que haría cualquier cosa por él. Me miró con sus siniestros ojos amarillos. “¡Quiero su corazón!” ordenó.


51 Recogí a Leonora en el mismo lugar de siempre. Tenía ya casi un mes que salíamos juntos. Era parte del plan. Un par de veces intenté alejarla de mí, pero Baal siempre me descubría. Entonces me torturaba para regresar con ella. Sus castigos eran espantosos. En cierta ocasión me obligó a colocar mis manos sobre una hornilla encendida. No había nada que pudiera hacer por Leonora. No podía negarme a los deseos de Baal. Llegamos a la casa. Le dije que se sentara en el sofá. Entré a la cocina por un par de cervezas. Regresé con Leonora. Se había puesto cómoda: sobre el piso, su blusa y falda descansaban inertes. Me acerqué. Ella se lanzó a mis brazos y metió su lengua dentro de mi boca. Las botellas resbalaron de mis manos. La abracé, comencé a acariciar su espalda, su vientre, sus nalgas. Su aliento saturó mis pulmones. Mientras la besaba, Baal se colocó atrás de ella. Me miró fijamente con sus horribles ojos sin vida.“Quiero su corazón” reclamó. Sabía que ya no podía retrasar más el sacrificio. Entonces le pedí a Leonora me esperara en la recámara. Subió las escaleras. Baal me acercó el martillo. Los cuerpos se fueron acumulando. El refrigerador se volvió insuficiente, así que retiré parte de la duela del piso e improvisé un cementerio. Enterraba los despojos de forma vertical para administrar el espacio. Constantemente compraba aromatizantes para matizar el hedor de los cadáveres en descomposición. Había perdido la cuenta de mis víctimas. No importaba cuántas matara, Baal nunca estaba satisfecho. De vez en cuando los vecinos me molestaban por el tufo que salía de la casa. Para justificar la peste, les aseguraba que tenía problemas con la cañería. Con frecuencia insistían en que resolviera lo más pronto posible el problema. Cerraba la puerta en sus narices. Me enfurecía que interrumpieran mi trabajo creativo por nimiedades. ¿Cuándo se preocuparon por preguntar por madre? ¿Cuándo alguno de esos hijos de puta se ofreció para cuidarla? ¿Les incomodaba el olor de la muerte? ¡Pues lo siento, cabrones! La matanza no terminaría hasta que Baal lo ordenara. Además, me había asegurado que pronto concluiríamos La puerta de Tannhäuser. Era mi recompensa por alimentarlo. La cuadrilla de trabajadores comenzó temprano. Los habían llamado para que revisaran el drenaje, pues desde hacía días el agua salía turbia y con restos animales. Espié las maniobras de los obreros. Con una palanca levantaron la tapa. Todos se taparon la boca al percibir el hedor. Uno de ellos bajó. Pasaron varios minutos. El obrero salió disparado, dando manotazos. “¡Llamen a la policía! ¡Allá abajo es un pesadilla!” gritaba. Imaginé lo peor. Caminé hacia la sala. Levanté el tapete. Retiré las duelas. No era posible. Mi cementerio particular estaba inundado. Los cuerpos se desparramaban de las bolsas. Cabezas y manos flotaban en el agua hedionda. Escuché las sirenas de las patrullas. Le pedí ayuda a Baal. “¡Deja de lloriquear! ¡Es tu momento!¿No deseabas tanto la inmortalidad?”. Entonces recordé una de nuestras primeras conversaciones. Veíamos Suspiria, de Darío Argento, cuando le confesé mi preocupación de cómo sería recordado. Prometió que nadie me olvidaría. ¡Qué importaban algunos cuerpos desmembrados? Ante mi obra maestra, La puerta de Tanhäuser, mis pecados serían desdeñados. Los genios tenemos el privilegio de ser glorificados por nuestro talento, no por nuestros crímenes.


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Todo irá bien si amanece

Yo amanezco un poco más tarde que tú, y aún mas tarde en invierno que en verano, cuando el sol lo tengo antes de la hora. No cierro las persianas, no corro las cortinas, no me molestan las ambulancias, ni los coches de policía. Me dan igual los gatos, las campanas y las discusiones del bar. Duermo hasta los cinco minutos antes de que suene el despertador, el mío, el de mi teléfono. Lo miro, quedan cinco minutos, lo sé. En algunos fotogramas se me ve adelantándote, en la mañana, por la izquierda. Pero están trucados, es el montaje del director. El director soy yo, claro, como no va a ser así, en mi historia, en mi pacto con la biografía. Aquí, detrás de los títulos de crédito, los días festivos son relativos. Tengo un trabajo relativo, unos ingresos relativos, y unos días de fiesta relativos. Hoy no es fiesta, el sol salió antes de mis cinco minutos, no hago trampas con las sábanas y adelanto legalmente, según el reglamento. Todo irá bien si amanece y hoy amanecí antes que tú. Ahora, en primavera, ya es de día cuando me levanto y sí, siempre es de un salto. Es porque así es más fácil cantar mis canciones favoritas. http://www.javiermolinero.blogspot.com/

Javier Molinero


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Tratado sobre el odio (o el por qué escribir un tratado sobre la maldad resulta una reverenda estupidez) Vanessa Alanis Fuentes Oliver diminui@gmail.com Hay días en que el odio es tal que me impide describirlo. Llena los cuerpos enteramente, nubla el juicio e impide la concentración. Se genera de maneras infinitas, como una chispa, y se esparce recorriendo las venas con velocidad, incrustase en las entrañas y cada fragmento de esencia y materia se contagia… El cáncer está formado de odio puro. El cáncer es el odio de la sociedad. A su vez el odio es cáncer… y el cáncer mata. Por eso la gente se muere de cáncer, porque no puede controlar el nivel de odio que fluye por su ser. Sin embargo, habemos quienes disfrutamos la compleja gama de odios porque es más fácil definir a la gente a partir de lo que odian. Es un boceto humano mucho más sincero… a partir de la enumeración de lo que se detesta desde lo profundo del ser, es posible desintoxicarse, es posible evitar el cáncer…. Es posible vivir. Aceptar el odio con ironía y reírse de sí mismo hace el balance. Los demás sentimientos son efímeros. El odio es una constante… la gente que no odia, es completamente ajena a la sociedad o completamente tarada. Empezaré por decir que odio el autocorrector de Word. ¿Pero lo odio particularmente porque es una herramienta chaqueta de decisión discrecional creada por uno de los monopolios más aplastantes de esta era, capaz de cambiar por completo el significado de un ensayo como éste o como cualquiera, o lo odio simplemente porque el odio es tal en el cuerpo humano que mi tolerancia hacia cualquier otra cosa –en este caso el corrector ortográfico automatizado de una computadora- resulta nula? Odio las listas. Supongo que por eso voy a enumerar mis odios recurrentes. Si no sería una contradicción discursiva. 1. Odio el corrector de Word. 2. Odio a los (censurado) toca timbres… o a cualquiera que toque el timbre. 3. Odio a los mosquitos. 4. Odio mucho a los que manejan mal. 5. Odio mucho más a los que dicen que manejan bien, pero manejan mal… es decir, todos los que manejan mal.


54 6. Odio que la gente diga "ya se alivió" cuando quiere decir que una mujer tuvo a su bebé. 7. Odio perder en el solitario spider. 8. Odio despertarme temprano. 9. Odio a la gente positiva. 10. (censurado) 11. (censurado) 12. Odio que todo se rompa…. TODO incluso con mayúscula. TODO SE ROMPE. 13. Odio los lugares comunes: los paradigmas, lo canónico, la otredad, la contradicción discursiva, la frontera cultural… especialmente odio al imaginario colectivo. 14. Odio estar tan cansada que ni me acuerdo bien lo que odio más. 15. Odio a esa gente que se cree tan buena que perdonan a los enemigos… A los enemigos no hay que perdonarlos. 16. (censurado) 17. Odio a los conocedores, a los que citan y al segundo principio de termodinámica. 18. A los taxistas discapacitados con cinco hijos que devuelven un maletín lleno de dinero que alguien se olvidó en el taxi y además no piden recompensa. 19. Odio a los condóminos 20. A los vecinos 21. Y a la gente que tira basura fuera de mi casa 22. Odio a los que tiran basura donde sea 23. A la gente que lava la calle con la manguera 24. Y a los que no recogen la mierda de sus perros. 25. (censurado) 26. Odio ir en el número 22 de mi lista y pensar que el número 11 debería ir más arriba, tal vez en el cinco. 27. Odio el día de las madres, el día del maestro, el día del sindicato del estúpido número uno… y odio que se me compare injustamente con ese personaje verde de mierda animado que no tiene ni la mitad de odio en la sonrisa. 28. Odio cuando le hablas a alguien y se pone a hacer algo más pero te dice: te estoy escuchando. 29. Odio a la gente que canta 3 líneas de una canción infinitamente… y además, trabaja junto a ti: "o te la aprendes y la cantas entonadito, o te callas la boca". 30. Odio a los gorrones de cigarros. 31. Odio a los que proponen pero no hacen. 32. A los intelectuales pomposos 33. A las chicas vacías, estúpidas y superficiales. 34. Odio a los que se persignan cuando pasan por una iglesia… 35. Odio que la impresora se quede sin tinta, se coma el papel, o imprima dos veces algo que le dijiste que imprimiera antier. 36. Odio que se acabe la leche. 37. Odio no tener hambre pero terminarme cualquier alimento, botana o chatarra que se sirva frente a mí. 38. Odio a la gente que te recomienda cosas, no una sino 10 veces. 39. Odio los contestadores de teléfono… mucho menos cuando al mensaje grabado se le intenta "poner onda". 40. Odio no poderle decir negra a una mujer que es visualmente negra sin ser denominada ipso facto como racista.


55 41. Y odio los términos ipso facto, en boga, cum laude y costo-beneficio. 42. Odio a los turistas con cámara por todo el mundo. 43. Odio abrir el correo y ver puros correos cadena asquerosos. 44. Odio particularmente las presentaciones power point 45. Odio abrir el correo y ver que nadie me quiere. 46. Odio el pseudo arte conceptual… las obras de arte que no le dicen nada a nadie y en cambio rebasan la delgada línea que divide la pachequez de la pendejez. 47. Odio todas las palabras que empiezan con "ps" como "psicología". 48. Odio que los bebés adorables se conviertan en monstruos caminadores de 3 años… fieras del infierno hasta los 25 cuando oficialmente se vuelven idiotas. 49. Odio la publicidad que quiere ser chistosa y no lo es. 50. Odio hacer fila para todo. Lo odio!!!!! 51. Odio a la gente que te corrige la pronunciación. 52. Odio a los escritores que hacen sentir en la página uno de su libro, lo muy cultos que son y lo muy estúpidos que creen que somos los lectores. 53. Odio las manualidades. 54. Odio el hipo... propio y ajeno. 55. Odio a la gente que aún en el 2007 no apaga el celular cuando entra al cine. 56. Odio a los vendedores de call center. 57. Odio a las secretarias de personas influyentes, porque de ellas depende el 95% de las decisiones que esa gente importante toma… y su criterio está siempre lleno de odio. 58. Odio la burocracia. 59. Odio subirme al metro cuando hace calor. 60. Mierda de perro en la calle: no es graciosa, no es de buena suerte… es mierda, y todos la pisamos. Odio no acordarme bien de lo mucho que odio --- continuará--http://diminui.blogspot.com/


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ERES LA MUJER DE MI VIDA www.myspace.com/lixinterior Alba Lissette Sánchez Montenegro Fue en julio. Yo estaba sentada en el escenario, de espalda a los músicos. El tocaba detrás de mí y lo volteaba a ver de reojo. Alto, de gafas, no se me hizo interesante; mas lo que me llamo la atención era la cantidad de cervezas que tenia alrededor. Mi diablito me dijo: róbale una. Maldición .Estaban vacías. El tipo se dio cuenta y yo seguía como si nada. Cero interacción. En la red circularon fotos del evento, y dado mi outfit todo llamativo, ipso facto me reconocí en varias imágenes .Una fue en la pagina de aquel wey. Y comente: ahí estoy yo, soy la de amarillo. Empezamos a platicar por MSN, sobre música y esas cosas. Le caí bien, le guste jojo (ahhhh otra de esas cosas modernas: “enamorarse” vía Internet). El chiste es que el chico a los 2 días de conversar conmigo ya decía amarme .Jajá jajá. Lo peor es que lo hacia publico. En primera instancia vivía muy lejos de mi ciudad, era menor de edad y….yo le llevaba considerable cantidad de años. Le seguí el jueguito (ya que creía que su supuesto amor era una broma). Casi al mes de “conocernos”, me avisa que viene a mi ciudad a buscarme. Madres¡¡¡¡ Buenaondita

le

prometo

llevarlo

a

desayunar. Llega el dia D. Lo voy a recibir a la terminal yo toda normal, tranquila. Lo veo y diablos¡¡¡¡, me abraza y comienza a llorar (que¡¡¡¡¡¡¡) .Me dice: no pense poder tenerte de frente otra vez, poder abrazarte, este es EL DIA MAS FELIZ DE MI VIDA. La cara que puse es de imaginarse. Me gano la ternura, y le solte un besote monumental (odienme) Anduvimos en la fiesta varios días. Un domingo nos vemos con sus amigos. Avisan que van por mí y al llegar, todos en bola gritan: Beso… besooo. Yo lo saludo levantando la mano diciendo: ¿que onda wey? Los amiguitos quedan expectantes.


57 (El muy bruto les había dicho: va a venir mi novia, es una skinhead de esta ciudad. Si, aja. Y llego yo, saludando parco y vestida de jeans, chamarra de colores y cabellito en capas Jajaja ) Divertidos, comimos en casa de uno de ellos. Uno de los anfitriones y yo hicimos clic de a de veras. El anfitrión, de mi edad, con ese sarcasmo que me mata, pintaba buen prospecto. Pero no, según esto, yo era la novia skinhead que mas bien parecía la madre del adolescente diciendo: no te piques la nariz ( remember : “puedo tocarme el cerebro” The Odd Fairly Parents ), lavate las manos, y cosas asi. El anfitrión _ coetáneo mío consiguió mi numero (wow) y empezamos a flirtear, pero a el le movía el asunto del adolescente_mi_fan, asi que todo era a escondidas. El chavito regreso a su tierra todo enamorado. Al dia siguiente en mi página personal me deja una carta cursilisima , en la que manifestaba: ERES LA MUJER DE MI VIDA, Y AUNQUE NO SEAMOS NADA, SIEMPRE ESTARE CONTIGO y similitudes rosas. Lo leyó medio mundo, aunado a que el escuincle fue a divulgar a todos los polos imaginables en que iba de gira (y en los cuales, teníamos amigos en común) que yo era su novia, que me amaba y confiaba en que yo no lo iba a cuernear. Jajaja. Mientras yo feliz, paseando con el que le diera alojo. No se en que momento, perdió interés en mi el citado adolescente, y me creí librada. No, ya no me acosaba, pero se soltó diciendo tontera y media del corte “machista es poco”. Con etiquetas que esta por demás mencionar. Me adjudicaba haberle sido infiel. (Aquí entra el tópico de “darle importancia a un pendejo”). Simplemente me enoje y le dije que me diera razones. No quiso, me bloqueo del MSN, y publico en mi flog, en su flog mi recién adquirida famita. A la madre. En mi vida vuelvo a querer darle baje con las chelas a un escuincle, ni a invitarlo a comer. Una madrugada zumba mi cell. Un mensaje. ¿Me extrañas? Era ese pendejo.


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DESCENSO DAVIDSARA

http://ciudadpandemica.wordpress.com/

Hoy es miércoles y el reloj del ordenador me dice que son las nueve y treinta y siete de la mañana. El cliente que acaba de entrar se ha dejado la puerta abierta y en la oficina solo se oyen su voz insultando a una secretaria que hay al otro lado del teléfono móvil y el sonido del tráfico incensante el el mundo exterior. El coche que viene a recoger no le gusta. Es demasiado pequeño. Siempre es demasiado pequeño, o demasiado grande, o demasiado azul, o muy barato, o muy caro, o con mucha clase, o con poca clase, o con mucho maletero o con poco maletero. Le pido que por favor cierre la puerta pero no me escucha. Sigue hablando con la chica a la que insulta una vez en cada dos frases. A los pocos segundos la secretaria me llama por teléfono y se crece en la distancia culpándome de todo. Si afino el oído puedo oir los salivazos que se le escapan y que golpean el plástico del auricular. Suena el otro teléfono y es el hombre para el que trabajo diciéndome que por nada del mundo le dé un coche de mayor categoría sin recibir un nuevo pago por parte de la agencia de viajes. El hombre para el que trabajo me dice que lo arregle como sea pero que por nada del mundo pierda el alquiler. Al escuchar las voces del cliente que ya lleva más de quince minutos en la oficina comienza a levantar la suya y me dice que por nada del mundo la cague. Y el hombre para el que trabajo dice "espabila". Mientras tanto alguien deja un coche sobre la acera. Un vehículo automático de alta categoría que ocupa casi todo el ancho peatonal y que de paso, bloquea el camino a los vecinos que andan con sus cestas de la compra, que pasean el perro o que vuelven de llevar a sus hijos al colegio. Al pasar por delante de la puerta de la oficina se asoman tratando de localizar mi cabeza tras el mostrador y es entonces cuando lanzan esa mirada. Ya sabes. La mirada que te avisa de que hoy va a ser uno de esos días. El hombre del coche grande me deja las llaves sobre el mostrador y me dice lo deja el coche encima de la acera. Dice que no encuentra otro sitio, y dice también que tiene prisa. Yo le digo que por favor vaya a aparcar el coche y le indico donde puede hacerlo. Pero el hombre para el que trabajo me grita por teléfono y me dice que vaya yo a aparcar el coche, que para eso me paga. El hombre para el que trabajo me dice "espabila" y cuelga el teléfono mientras el tipo que ha dejado el coche enorme delante de la puerta de la oficina desaparece de la mano de una chica rubia con gafas de sol que me mira como deseando que mi cabeza estalle como en aquella película. La secretaria sigue al otro lado pero he perdido el ritmo de la conversación. Al final el tipo me dice que se lleva el coche y me pide una hoja de reclamaciones. Cuelgo el teléfono y empiezo a teclear la información de nuevo. Le doy tres copias del contrato al cliente para que las firme y al lado le dejo un formulario para que haga la reclamación. En ese instante entra un hombre con las llaves de una furgoneta de carga. Me dice que ayer no vimos un golpe que figuraba en la parte de atrás del furgón. También dice que no vimos el piloto derecho trasero roto. En realidad quiere decir que ayer, mientras tomábamos nota de los daños que tenía la furgoneta antes de hacer el


59 contrato de alquiler, yo no ví el piloto trasero roto, y yo no ví el golpe en la parte de atrás. Le digo que espere un segundo y me dice que tiene prisa. Me pregunta que qué hace y lo pido que espere por favor. El dice joder mientras el el hombre del coche pequeño deja caer la hoja de reclamaciones al otro lado del mostrador, coge su llave y sale por la puerta sin dejar de gritarle al teléfono. Salgo con el hombre de la furgoneta a echarle un vistazo. Los rayos de sol me ciegan y me siento como una sombra que ha perdido el rumbo. Al llegar a la furgoneta vemos los daños. El piloto roto es un faro destrozado y el golpe trasero es una puerta hundida. Doy media vuelta y le indico al cliente que me siga hasta la ofcina. Un vez dentro le explico que es imposible que no viese esos daños y que ya que decidió no contratar el seguro a todo riesgo es remponsable del valor total de la reparación. El hombre de la furgoneta sonríe y dice que no piensa pagar nada. El hombre de la furgoneta me advierte que ni se me ocurra cargarle nada a la tarjeta de crédito, pero mientras hablamos yo ya he retenido un nuevo importe en la visa, y el hombre de la furgoneta recibe un mensaje en el teléfono móvil de su banco advirtiéndole que tiene un descubierto en su cuenta de cerca de dos mil euros. Suena el teléfono y vuelve a ser la misma chica de antes, la secretaria del hombre del coche pequeño. Me pregunta si su jefe se ha marchado ya y me pregunta si le he dado el coche. Le digo si y si y cuelga el teléfono. El hombre de la furgoneta accidentada me pregunta si estoy sordo y si sabe con quién estoy hablando. Yo displayo su contrato de alquiler en la pantalla del ordenador y leo su nombre en voz alta. Cuando se ha ido cojo las llaves del coche de alta categoría para quitarlo de la acera. Al arrancar uno de los vecinos pasa al lado del coche y mientras doy marcha atrás raya el lateral derecho con una llave. Bajo de la acera y empiezan a pitar el resto de vehículos que en ese instante circulan a más velocidad por el mismo carril. Se escucha un frenazo y alguien grita idiota cuando acelero y salgo de allí. Al volver a la oficina me encuentro una mujer que dice llevar cerca de quince minutos esperando, aunque solo me he ausentado para aparcar el coche de alta categoría en la calle de atrás y he vuelto enseguida. La mujer viene a devolver un coche. Lo ha dejado tres calles más allá de donde nos encontramos ahora por que no encontraba aparacamiento más cerca me dice. También me dice que que quiere una factura y me recita la dirección de la empresa a la que pasar la factura mientras trato de abrir la puerta de la oficina. Cuando estoy delante de la pantalla le pido que me la diga de nuevo y ella me pregunta si no tenemos una ficha de la empresa. Yo le contesto que no y ella me pide un papel y un bolígrafo para escribir la dirección y el número de identificación fiscal. Me pide que le entregue una copia de la factura inmediatamente pero yo le explico que no puedo hacer eso hasta que no compruebe los kilómetros de entrada del coche y el estado de la gasolina. La mujer de los quince minutos resopla y me pide que le llame a un taxi, así que marco el número de los taxis y una voz de radio me indica que el taxi estará allí en diez minutos. Le paso la información a la mujer de los quince minutos y ella replica si no puede estar antes, pero el taxista ya ha colgado. Mientras esperamos llama el hombre para el que trabajo y me pregunta si se algo de la agresión a un cliente de una empresa de yogures que devolvió un coche la semana pasada. Le digo que no se nada y el hombre para el que trabajo cuelga el teléfono.


60 La mujer de los quince minutos me pregunta que quién paga el taxi y yo le contesto que es ella la que me ha pedido que llame a un taxi. La mujer de los quince minutos me pregunta que por qué no es su compañía de seguros la que paga el taxi, a lo que yo le contesto que ignoro esa información. Me pide que anule el taxi y vuelvo a marcar el número de los taxistas. A los dos minutos un taxista que pasa por delante de la oficina me lanza una de esas miradas desde el asiento de su taxi. Esa mirada de nuevo. La mirada que te avisa de que hoy esta siendo uno de esos días de esos dias. La mujer de los quince minutos sale de la oficina y yo voy a buscar el coche que ha devuelto. Cuando llego al lugar me doy cuenta de no eran tres calles sino cinco. Arranco el vehículo y vuelvo a la oficina. Enciendo el aire acondicionado y el coche se llena del olor a tabaco mezclado con perfumes, colonias, sudor y humedad de las docenas de clientes que previamente han conducido este vehículo. Vuelvo a la ofcina y vuelve a sonar el teléfono. Un hombre me cuenta que olvidó un dispositivo gps en el coche que devolvió hace tres semanas. Para ver el contrato en la pantalla del ordenador, le pido el número de contrato, el número de reserva o la matrícula del vehículo que condujo durante el alquiler. Me dice que no guarda nada de todo eso y que volverá a llamar. Cuelga el teléfono que en seguida vuelve a sonar. Hace tres semanas yo estaba de vacaciones. Tenía siete dias pendientes desde el año pasado. Llovió toda la semana. Fue inolvidable. Cayó tanta agua como jamás había visto en mi vida. Cuando volví a la oficina se acabaron las lluvias y desde entonces lució un sol precioso. Al cabo de un rato vuelve a sonar el teléfono y vuelve a ser el hombre del gps. Me dá la matrícula del vehículo que devolvió hace tres semanas. Me explica que la ha sacado de una foto que se hizo junto al coche. Introduzco los datos en el ordenador e identifico al hombre con el que estoy hablando por teléfono. Le digo al hombre del gps que no hay constancia alguna de que se dejase algun objeto en el coche. También le digo que de todas maneras aquella era mi semana de vacaciones y que puede que la persona que me sustituyó supiera alguna cosa. Le digo que le llamaré en unos minutos y anoto su número de teléfono. Llamo al chico que me sustituyó, y después de decirme que no recuerda nada del asunto y colgarme, marco el número del hombre del gps y le explico la situación. Él me pregunta si sé lo que cuesta un dispositivo gps y yo le contesto que sí. Me pregunta si sé los problemas que voy a tener si no le recupero el gps y yo le contesto que no. Me pregunta si me han partido la cara alguna vez a lo que cuelgo el teléfono. El hombre del gps vuelve a llamar a los pocos segundos y me dice que va a abrirme la cabeza, que va a romperme los dientes sobre la acera y que va a matarme, aunque no recuerdo con exactitud el orden de la secuencia. Salgo a la calle y enciendo un cigarrillo. Papá aparece doblando la esquina y cuando llega a la puerta de la oficina me mira a través de sus enormes gafas y me pregunta si he vuelto a fumar. Le contesto que no y lanzo el cigarrillo. Pasamos dentro y papá se sienta en el banco de color rojo para las visitas. Me dejo caer en mi silla y hablamos de todo un poco. Pero sobre todo del tiempo y del tráfico. Después le pregunto por mamá. Le pregunto por la medicación y le pregunto si ha venido en coche o


61 caminando. Me dice que ha venido andando y hace todo lo posible porque no le vea las llaves del coche que le asoman por el bolsillo del pantalón. Suena el teléfono y antes de que el hombre del gps idee una nueva forma de agresión cuelgo el auricular y dejo el teléfono descolgado mientras mi padre sigue en la oficina. Papá acaba por levantarse cuando percibe que no tengo demasiada conversación. Me pregunta si puede pasar al lavabo para hacer pis y cuando acaba se dirije hacia la puerta. Nos besamos en las mejillas y me pregunta si el fin de semana iré a comer. Le digo que sí y nos despedimos mientras suena el teléfono de nuevo. Mientras camina en dirección a casa, papá se da media vuelta y me echa esa mirada. Esa mirada que dice que hoy va a ser uno de esos días, aunque él sabe que yo lo sé y sabe también que sé que el sabe que yo lo sé. Dejo el telefono sonar hasta que para de hacerlo. Miro la pantalla del ordenador y veo que tengo una reserva para dentro de media hora. Cojo las llaves del coche de la mujer de los quince minutos, agarro una ficha para el túnel de lavado y diez minutos más tarde lo dejo aparcado y limpio cerca de la oficina. Anoto la calle y el número en un sobre y dejo la llave dentro. Cierro el sobre y lo meto en la caja fuerte. Suena el teléfono y es la central de reservas. Un responsable de personal me somete a un pequeño interrogatorio acerca de la agresión que sufrió un cliente después de devolver un coche en mi oficina. Me pregunta si noté algo extraño. Me pregunta si al cliente lo acompañaba alguien. Si vestía de alguna manera extraña. Si llevaba moratones. Si tartamudeaba. Me pregunta si discutimos. Si estaba contento con el coche. Si lo dejó bien aparcado. Si repostó el combustible. Si el coche estaba limpio. Si el coche tenía algún golpe. Si llamó a alguien. Me cuenta que el hombre de la empresa de yogures sigue en coma y que es posible que no salga de esta. El responsable de personal me dice que es posible que la policía vuelva a querer interrogarme, y que de ser así, les informase sobre los descuentos para los miembros de las fuerzas de seguridad del estado y para los funcionarios públicos. Mientras hablamos recibo un e-mail del hombre para el que trabajo donde me pregunta si se algo de un gps. Le contesto que no se nada y le doy al botón de enviar. Aprovecho unos instantes de calma para abrir mi cuenta, leer todo el correo basura, y abrir todos los e-mails de gente que no conozco a la espera de iniciar un virus en cadena que haga romper la cadena de mando de la custodia de misiles para que se borre toda la faz de la tierra de la que no puedo disfrutar. Ordeno un poco el papeleo que hay encima de la mesa y en la hoja de reclamaciones del cliente del coche pequeño leo: "Eres un imbécil"...

ASCENSIÓN El hombre de la reserva de dentro de media hora entra en la oficina, me da los buenos días y me deja su DNI y su permiso de conducir para que le haga el contrato de alquiler. Mientras tecleo, él coge una tarjeta y la guarda en su cartera. A cambio me entrega un pequeño calendario con las siglas de su empresa y yo le doy las gracias y sigo tecleando. Le entrego un coche que le gusta y le explico las condiciones del contrato. El hombre de los treinta minutos me comenta que hace calor en la oficina y yo le contesto que sí, que lo hace. Firma las tres copias y coge la llave. Después de explicarle donde he dejado aparcado el coche, el hombre de los treinta minutos se despide de mí deseándome que tenga mucha suerte y un buen día. Cierro la puerta tras su marcha y vuelvo a mi silla.


62 Suena el teléfono y es una chica a la que le cobraron la reparación de un coche que alquiló en Italia. Un coche que asegura devolvió en perfectas condiciones, aunque me cuenta también que cuando se marcharon de la oficina de alquiler en Italia no firmaron documento alguno conforme entregaban el vehículo. Por supuesto la chica y su pareja tampoco pidieron su factura. Parece sincera. De hecho estoy seguro de que le han cobrado de más por ser una turista despistada en un país extranjero. Le digo que tiene que hablar con la oficina de Italia y ella me contesta que no habla italiano. Entonces le doy el número de atención al cliente y ella me contesta que es un nueve cero dos y que le va a costar muy caro. La chica me pregunta si yo no puedo hacer nada al respecto y yo le contesto que no. La chica de la estafa italiana me pregunta si no pertenezco a la misma compañía de alquiler de vehículos y yo le contesto que sí. Vuelve a preguntarme si estoy seguro que no puedo hacer nada para que le devuelvan el dinero y veo que se ilumina el piloto rojo del domo que me indica que tengo otra llamada. La chica de la estafa italiana me dice que ella si que cree que yo debo hacer algo a lo que yo le contesto que ya hay un departamento dedicado a ese tipo de cosas. Le digo que espere un momento y atiendo a la otra llamada. El hombre del GPS me pregunta si estoy aquí ahora. Pulso la tecla de retención de llamada y le digo a la chica de la estafa italiana que hable con el departamento de atención al cliente. Le digo que ellos se ocuparán de todo y ella me pregunta si no tengo un teléfono que sea gratuito. Le contesto que no, que solo tengo ese y ella me contesta que le parece increíble que mi compañía no tenga un teléfono gratuito para este tipo de cosas. La chica de la estafa italiana cuelga el teléfono y el hombre del GPS me dice que va a aplastarme la cabeza contra el bordillo de una acera, como en aquella película. Recibo un e-mail de una de las oficinas del hombre para el que trabajo. En el email me dicen que gasto demasiado dinero en preparar los coches. También me dicen que si tengo que entregar los coches sucios que lo haga pero que sobre todo no los entregue muy sucios. Envío un e-mail de respuesta explicando que gasto tres euros en un túnel de lavado y otro euro en el aspirado y pregunto si eso es demasiado. Recibo un e-mail de contestación diciéndome que por supuesto es demasiado y que reduzca el presupuesto a tres euros en total. Contesto que si gasto un euro para el aspirado me quedaran dos para el túnel, y no hay ningún túnel que cueste dos euros. El e-mail de respuesta me dice que los limpie con una manguera a presión. Respondo que me llevará más tiempo. Responde que lo haga en el menor tiempo posible. Respondo que haré lo que pueda. Responde que haré lo que se me pida que haga, que por eso me pagan. No respondo nada y recibo otro e-mail que dice:"Espabila" Ahora mismo pienso en cerrar la puerta, colgar el cartel de quince minutos, sentarme sobre la fría taza del wáter y masturbarme con la imagen de una chica negra que desde hace unos días espera el autobús todas las mañanas en la parada que hay al lado del sitio donde trabajo. Así que me levanto de la silla, y cuando estoy en la puerta dándole la vuelta al cartel de abierto, una placa de policía golpea el cristal y una sonrisa se asoma desde el otro lado. El policía sonriente me pregunta si esta cerrado yo le digo que no. Al policía sonriente le acompaña otro agente. Este otro al igual que el sonriente viste con ropa de calle pero al contrario que el policía sonriente no se sonríe nada. El poli que ríe me pregunta si se a que han venido. El poli que no ríe no dice nada y yo les contesto que


63 sí. Me siento detrás del mostrador y empiezo a escribir un mensaje. El poli que ríe me habla del hombre de la empresa de yogures al que atropellaron mortalmente después de devolver un coche en la oficina donde trabajo. Yo pregunto ¿mortalmente? y el poli que no ríe me dice que si. Que el hombre de la empresa de yogures no ha podido salir del estado de coma y la familia ha optado por desconectarlo de la máquina. Comienzan a preguntarme, ambos, el poli que ríe y el poli que no, por la tarde en la que el hombre de la empresa de yogures devolvió el vehículo en mi oficina. Y después de preguntarme por las mismas cosas que ellos y el responsable de recursos humanos de la empresa para la que trabajo me han preguntado por segunda o tercera vez, suena el teléfono y el hombre para el que trabajo me dice que va para allá y que ni se me ocurra cerrar la oficina. Antes de que yo cuelgue el teléfono le pregunto: "¿Espabilo?, y cuelgo el teléfono. El policía que no ríe me pide que me ponga de pie, que vaya hacia la pared y me ponga de espaldas. El policía que ríe habla por radio y pide un coche patrulla. El policía que no ríe me pone las esposas y yo le digo que no pueden acusarme de nada, que ha sido la familia la que ha decidido desconectarlo de la máquina. El policía que no ríe me dice que tengo derecho a guardar silencio, y yo le digo que de ser una buena persona no le hubieran desconectado. Después me dice que todo lo que diga o haga podrá ser utilizado en mi contra. Yo le digo ¡ay! porque me aprieta las muñecas demasiado y le digo que si hubiera sido una persona un poco más educada no le hubieran desconectado. Le digo que si hubiera aprendido alguna vez como tratar con a la gente no le hubiesen desconectado. Le digo que hasta su familia quería deshacerse de él. El poli que ríe me pregunta si yo ser como tratar con la gente. El poli que no ríe me cachea y se tropieza con mi polla dura. Yo le digo que no es por el. Le digo que es por la chica negra que espera el autobús todo el mañana y el poli que ríe me dice que tengo derecho a un abogado. Me dice que si no puedo pagarme uno, pues bien, que se me asignará uno de oficio. Y yo les doy las gracias a los dos, tanto al poli que ríe como al que no lo hace. Y el poli que ríe me pide que por favor deje de apuntarles con eso, y el poli que no ríe empieza a sonreír y yo sonrió también. Y todos nos reímos mientras las balas del hombre del GPS rompen el cristal de la puerta de la oficina y se alojan en nuestros cuerpos. Y antes de morirme en la oficina del hombre para el que trabajo y aprovechando que ha llegado el coche patrulla, me arrastro hacia el teclado del ordenador y con las manos en la espalda me doy la vuelta y llevo el puntero del ratón hasta el botón de enviar mirando por encima del hombro, viendo como los agentes del coche patrulla se abalanzan sobre el hombre del GPS, y viendo como el mensaje que dice "Tenías razón en todo y debí cambiar de trabajo. Te quiero." viaja a toda velocidad a través de la red hasta llegar a la cuenta de correo de mi mujer mientras caigo sentado sobre mi mesa y me desplomo hacia un lado, cerrando los ojos, viendo como el tiempo se detiene y como todo se queda en silencio.


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http://homepage.mac.com/juanbeat/valiant.htm http://www.myspace.com/valiant76zine valiant76zine@gmail.com


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