Descubre "Entre Diversidad y Fragmentación"

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u Talento Femenino t

Eva Levy

E NTRE D IVERSIDAD Y F RAGMENTACIÓN Apu n tes p ar a t i emp o d e c a m b ios


© Autora: Eva Levy © Título original: Entre Diversidad y Fragmentación

Edita © LoQueNoExiste www.loquenoexiste.es Promoción, Relaciones Públicas y Marketing Digital: Medialuna info@medialunacom.es www.medialunacom.es © Maquetación y diseño de portada: LoQueNoExiste © Fotografía de solapa: Mujeres a Seguir 2014/Santiago Ojeda ISBN: 978-84-945059-8-0 Depósito legal: M-38560-2016 Impreso en Madrid, noviembre de 2016 Reservados todos los derechos LoQueNoExiste C/Isabel Colbrand 10, Edif. Alfa III, 5ª planta, 28050, Madrid Tfno: 91 567 01 72 www.loquenoexiste.es editorial@loquenoexiste.es


DEDICATORIA A mi madre, un ejemplo de mujer fuerte, que no sabía de excusas ni lamentaciones. Y a mi hermano Carlos, todo un filósofo y todo un académico, que siempre encuentra tiempo para esas conversaciones que tanto me enriquecen. A mis hijos. Y a mi marido, Antonio, que tanto esperaba de mí y que habría disfrutado mucho de este momento. 19 de octubre de 2016


ÍNDICE Dedicatoria 5 Una reflexión pertinente

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1. FAMILIA

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Sequía de niños

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Cosas de la edad

53

Mentar a la familia

55

Prevenir, mejor que lamentar

58

Salud y buenos alimentos

60

Esas esposas que no sabían nada

62

Ocho por tres

66

En familia

68

Abuelos globalizados

72

¿Para qué sirve un padre?

76

«Mono» o «uni»

80

La conciliación, en la agenda

82

¿El final de las viudas?

85

2. TRABAJO

89

Un consejo para las mujeres

91

Ojalá el talento fuese una foca

95

Headhunters: pasemos a la acción

97


Lecciones de botánica

99

Las edades del éxito

102

Cuotas y méritos

104

Expatriados

106

No seamos tan «sufridas»

109

Mentoring inverso: rompiendo esquemas

111

Mujeres privilegiadas

114

Engaging men: hombres comprometidos

118

Mujeres y pymes, mucho por hacer

122

3. EN EL MARCO NACIONAL

127

No son nuevos estos problemas

128

Niños, bañeras y vacas… flacas

131

Ese breve segundo de lucidez

134

Sí, las mujeres hablamos demasiado

137

Para variar, hablemos de futuro

139

Tiempo de invierno para las mujeres

142

¿Conocemos las reglas de juego?

144

Hagan lobby, señoras

147

El máster más duro

149

Lecciones de moda

151

Cómo sacarle partido al Código de Buen Gobierno

153

Vísperas electorales: carta a los Reyes Magos

157


4. PERSPECTIVAS INTERNACIONALES

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La esperanza en cifras

163

Más allá, más lejos

165

Mujeres en consejos de administración

167

El día de Viviane Reding, el día de todas

170

Algo más que un puesto en un consejo

173

Carambola a tres bandas

176

Mucho nuevo bajo el sol

178

Paradojas en la cumbre

181

50–50

185

189

La cuota que cura, la cuota que mata

5. FUTURO

191

La línea del horizonte

193

El fondo del tonel

195

Aprendices perpetuos

198

Salud y valor añadido

200

Transparencia

203

Futuro inaplazable

205

El futuro es Cyberella 208

Chicas tecnológicas

210

Homenaje a una mujer solidaria

213

Sofía Gandarias

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UNA REFLEXIÓN PERTINENTE A lo largo de los últimos años he vivido muy atenta a lo que sucedía a mi alrededor, he reflexionado y he expresado mis opiniones, en especial sobre ámbitos que considero propios, como son la comunicación y la lucha por la igualdad en el mundo de la empresa. Fruto de todo ello han sido una serie de artículos publicados en diferentes medios, unos más conocidos, otros especializados, tanto en papel como digitales. Cuando me animaron (y convencieron) para reunir algunos de esos textos en un libro me pareció que, para quienes me han seguido, sería así más fácil leerlos o releerlos, pero sobre todo dispondrían de una visión de conjunto, una idea menos fragmentada de lo que he querido decir. Sin embargo, al seleccionar los artículos me ha parecido necesario dar también yo un paso atrás y ver las cosas con perspectiva, analizar el contexto —como tanto gusta decir ahora— y los cambios que han nutrido, inspirado o se han filtrado en esos artículos.

Un mundo de contradicciones Entender el mundo no ha sido nunca fácil. Tal vez, incluso, sea ahora todavía más difícil. En el pasado, la información era escasa y a menudo llegaba mediatizada por diferentes tipos de censura. Hoy, al menos en nuestro país, la información es supuestamente libre y desde luego tan abundante que nos 11


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arrastra como una corriente turbulenta. Apenas intentamos analizar de manera crítica la primera avalancha de datos y ya una nueva oleada nos arrastra de Grecia a Oriente Próximo y del Brexit de turno a los complicados meandros de la vida política de nuestro país. Por eso quiero hacer un alto y esbozar una visión global de todo lo que he tratado de entender en el contacto con los acontecimientos, pero también de los entornos diversos que he conocido. Nací en Tánger, una ciudad que tenía entonces un estatuto internacional y ofrecía a sus residentes el privilegio de vivir, de la forma más natural, en un ambiente cosmopolita y políglota. Las circunstancias y el ambiente me acostumbraron desde la infancia a percibir la relatividad de las culturas observadas aisladamente —lo que no quita para que, demasiado a menudo, unas tendieran a considerarse superiores a las otras—, y a partir de entonces entendí lo enriquecedora que era la convivencia entre ellas. Intuí pronto el gran lujo que supone la diversidad, pero lo frágil que es esa riqueza, que puede verse amenazada en cualquier momento por el fanatismo, el nacionalismo excluyente y el prejuicio engendrado por la ignorancia y la estupidez. Por otra parte, como descendiente de una familia sefardí expulsada de España en el siglo xv en las condiciones terribles que conocemos, al enfrentarme muy pronto a las circunstancias abusivas bajo las que vivía una gran parte de la población musulmana, víctima incluso de su propio ambiente y cultura, me sensibilicé, sobre todas las cosas, al escándalo que supone la injusticia en todas sus formas. Si he dedicado gran parte de mi vida a luchar contra la situación desigual de 12


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la mujer es seguramente porque sigue escandalizándome que se produzca la injusticia de la discriminación a mi alrededor, en la sociedad occidental a la que pertenezco y especialmente en la sociedad española en la que vivo. Sé que no es el único tipo de injusticia que existe, pero hay que acotar campos de lucha para ser eficaces, aunque no me olvido de los que combaten otras formas y siempre valoro su esfuerzo y les rindo homenaje. Así pues, en las páginas que siguen intentaré esa reflexión de conjunto, que va del ayer al hoy, para hacerme comprender mejor, pero también para comprenderme mejor a mí misma. Igual que para tener una idea clara de la configuración de un paisaje es necesario buscar un punto elevado desde donde observarlo, para entender mejor las realidades humanas hay que retroceder en el tiempo, a un momento que nos permita recuperar una dimensión de la existencia que nuestra época tiene demasiada tendencia a olvidar, obsesionada como está por la fascinación del presente. Vivimos un momento extraño en la historia de la humanidad. Por un lado, nunca había tenido el ser humano tantas herramientas tecnológicas para predecir, medir y controlarlo todo. Sin embargo, puede que nunca haya estado tan desorientado y tan dividido entre aspiraciones contradictorias a las que no sabe cómo hacer frente: por ejemplo, el deseo de respetar la alteridad cultural y el requisito de mantener la adecuada convivencia de forma que puedan conciliarse las exigencias de la economía y las del humanismo. Y tal vez como nunca antes, la humanidad 13


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está profundamente preocupada por el mundo que dejará a la siguiente generación, ya que hoy se dispone de conocimientos y recursos para comprender lo que en otras épocas se aceptaba con fatalismo. En todas partes, se actúe o no, brotan señales de alarma planetaria en el ámbito cultural, ecológico, político y social. Ejemplifica como pocas cosas este caos de contradicciones lo que acontece en Oriente Próximo, donde precisamente surgieron las primeras civilizaciones, las primeras ciudades. Es estremecedor porque allí suceden —o se organizan— las desgracias más terribles. La tecnología de vanguardia, reflejada en el armamento más costoso, conviviendo con los impulsos más arcaicos y brutales. Las redes sociales, soñadas como instrumento para procurar un mejor y más rápido entendimiento y contacto entre personas de diferentes países, razas, orígenes culturales y circunstancias, han cumplido parcialmente su objetivo, pero también han servido y sirven para difundir, con un alcance sin precedentes, las falacias más tremendas y con la capacidad para adoctrinar bajo la bandera de odio a muchos jóvenes alienados con fantasías de muerte. Pensemos en aquella famosa anécdota en Salamanca, cuando Millán Astray gritó: «Viva la muerte» y Miguel de Unamuno se levantó para protestar, con toda la fuerza de su palabra y su pensamiento, en contra de un ideal tan monstruoso e inaceptable. Quién hubiera podido imaginar que aquel grito de Millán Astray, en lugar de pertenecer a un tiempo definitivamente superado, sería un eslogan de lo más actual. De Mali a Siria, cruzando un territorio inmenso, hordas sanguinarias envueltas en una bandera de color negro utilizan la tortura, la violación y el crimen en nombre de Dios 14


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Misericordioso, suplantando el contenido de esa profesión de fe que recita todo buen musulmán por una única consigna: «¡Viva la muerte!».

LOS CÍRCULOS CONCÉNTRICOS: ¿UNA ESTRUCTURA OLVIDADA? Retrocedamos dos mil años: es mucho a escala humana y prácticamente nada en el tiempo del universo. Recuperemos ese Imperio Romano que muchos pensadores, especialmente Michel Foucault y Pierre Hadot, demostraron tan magníficamente que fue el crisol en el que se forjó el concepto occidental del individuo. Aquel era un mundo ya globalizado, que sumaba un gran número de pueblos y amalgamaba las más diversas culturas, con una vocación cada vez más fuerte de reunir, bajo el poder de un hombre-dios, el emperador, a la totalidad de los seres humanos. La venida de Cristo, el Dios-hombre, y la resistencia de los llamados bárbaros pusieron fin a este proyecto prometeico. Sin embargo, el Imperio no desapareció sin dejar huellas profundas en todos los aspectos de la cultura tanto occidental como oriental; me refiero al Oriente que encarnó Bizancio durante siglos. Uno de estos legados, probablemente el menos conocido, es una estructura filosófica de origen estoico, que se convertiría en un patrón mental de nuestra cultura, tan extendido como poco explícito. En este esquema, que llamaremos el esquema CC, cualquier individuo que viene al mundo nace como una estrella que pronto se verá rodeada por un conjunto de círculos concéntricos, invisibles, pero intensamente presentes y reales. Simplificando, se puede decir que el primer círculo es el de la Familia, el segundo el de la Ciudad, el tercero el de la Nación y 15


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el cuarto el de la Humanidad en su totalidad. Desde el punto de vista ético, el camino está claramente trazado. El que quiera vivir moralmente debe mostrar el mismo respeto por los integrantes de cada círculo, del más lejano al más próximo, de sus padres, hermanos y vecinos hasta el extranjero más remoto. Con otros fundamentos teológicos, la moral judeocristiana pudo asentarse sobre esta base humanista y hacerla suya. En otros términos, en el esquema CC, la existencia de cada ser humano se desarrolla sobre dos ejes: el de la vida, que le empuja a desplazarse, a salir al exterior, a conocer al mayor número de personas, y el de la ética, que le incita a considerar como muy próximos incluso a los seres humanos más alejados. Ya entonces se planteaban problemas que, para muchos, no difieren en lo fundamental de los que hoy vivimos. ¿Qué hacer, por ejemplo, si existe un enfrentamiento entre el círculo de la Patria y el de la Humanidad? La Patria me pide ir a una guerra contra personas que no conozco y que no me han hecho nada: ¿hay que obedecer o debe prevalecer mi sentimiento de pertenencia a la especie humana? Adoro a mis padres, pero si descubro que han cometido delitos, ¿debería denunciarlos? Ante este dilema, Albert Camus dijo que elegiría a su madre antes que a la Justicia, y es una elección comprensible emocionalmente, pero, ¿lo es desde la responsabilidad ética? Siglo tras siglo, los intelectuales más destacados han descrito una condición humana que se caracteriza por realizar transacciones permanentes entre exigencias contradictorias. Eso no ha cambiado mucho. Ese individuo siempre rodeado por círculos sociales con exigencias contradictorias puede verse, y se ve, sometido a 16


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mutaciones interesantes. Por ejemplo, el círculo más externo, el de la universalidad, adquirió en el siglo xx la forma de internacionalismo político, a menudo de esencia marxista, pero en la actualidad se presenta en nuestras vidas en forma de humanitarismo, con pretensiones más humildes y menos violentas que en el pasado siglo, aunque siempre fundadas en la idea de que la Humanidad es un todo único. Hay que añadir ahora otro universalismo, como es el de la tecnología, preocupante porque, deliberadamente, se presenta desprovista de cualquier inquietud ética. Es cierto que, aquí y allá, sobre todo en el campo de la medicina, hay personalidades y comités que se esfuerzan por marcar límites y evitar abusos, pero la técnica evoluciona a toda velocidad hacia un mundo donde esa técnica parece el fin en sí misma, es su propia justificación. En definitiva, representa un mundo deshumanizado en el que las preguntas esenciales no tienen nunca cabida.

EL INDIVIDUO FRENTE A LOS CAMBIOS Vivimos, se dice, en el mundo de la comunicación. Sería mejor decir que vivimos en el mundo de las técnicas de comunicación, ya que lo cierto es que la complejidad de los tiempos modernos y posmodernos ha hecho todavía más difícil la relación permanente del individuo consigo mismo y con los demás. ¿Por qué? Y, sobre todo, ¿es esta dificultad un obstáculo estructural, o una etapa en la dirección de una meta que no hay que desesperar de alcanzar? Un primer elemento a destacar es que, en el mismo núcleo del viejo esquema CC, se encuentra el individuo, neutro o 17


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neutralizado de alguna manera. No se trata en este caso de una neutralidad en términos de sexo, como si la condición humana pudiera superar las diferencias de género. Sin embargo, cuando uno explora los textos con un poco más de profundidad, vemos que este individuo pretendidamente neutro presenta todas las características del hombre. La lengua latina tiene dos palabras que en principio es fácil distinguir: homo, que identifica al ser humano en general, y uir (o vir en la grafía común), reservado al hombre en contraposición a la mujer. El problema es que tan pronto como se superan estas apariencias, se descubre que el homo tiene muchas de las características del uir, y por lo tanto la famosa neutralización o neutralidad es especialmente neutralización de las mujeres. Han sido necesarios siglos de lucha para que empecemos a reconocer que el recurso al concepto general de ser humano no puede ser un pretexto, una pantalla, para olvidar la realidad de las diferencias genéricas. Si el ser humano existe, y muchos antropólogos discuten semejante generalización, tal ser humano solo puede surgir de la tensión inherente a las diferencias de género. Al mismo tiempo, la situación se ha ido complicando. En lugar de un ser humano que camina hacia la culminación de la humanidad, tenemos una yunta improbable hombre-mujer, esforzándose por llegar… no se sabe dónde. Una segunda diferencia es la aparición de un círculo que no tenía un espacio en el esquema original CC: el de la Empresa. Durante siglos, se vivía para Dios, la Patria, la Familia o para uno mismo. Se trabajaba, por supuesto, a menudo en condiciones que hoy nos parecen atroces, pero la percepción del trabajo era muy diferente a la actual. Es como si durante dos milenios hubiéramos encontrado todas las formas de referirnos al trabajo 18


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sin concederle nunca a la empresa una realidad autónoma. En la antigüedad, el trabajo estaba generalmente en manos de los esclavos; después, con el cristianismo lo vemos investido del significado simbólico que le dio la Biblia: «ganarás el pan con el sudor de tu frente». Más tarde, cuando el capitalismo industrial y financiero se convirtió en el credo económico de Europa, la empresa se convirtió en el medio de acumular la máxima riqueza y fue entonces —cuando se difundieron los ideales socialistas—, cuando la empresa apareció como el escenario donde la lucha de clases permitiría el paso hacia una sociedad más justa. En otras palabras, la empresa se ha ido viendo a lo largo del tiempo como algo diferente, incluso ajeno, a lo que es en sí misma.

¿HACIA LA IGUALDAD DE GÉNERO? Los grandes cambios de finales del siglo xx han alterado radicalmente unas reglas de juego que podíamos pensar que se perpetuarían de forma más o menos indefinida, exceptuando lo que sucediese en algunos ámbitos minoritarios. Como ya hemos dicho, las diferencias de género se han convertido en un elemento indiscutible de la identidad, tanto como en un espacio privilegiado para reclamar justicia y la dignidad. La distinción hombre-mujer ha estado siempre presente, hasta la obsesión, en el pensamiento humano, pero es la interpretación de esta diferencia la que ahora se ha transformado. En el judaísmo tradicional, un hombre piadoso le agradece a Dios que no le haya hecho mujer y una mujer le da las gracias por ser lo que es. En el cristianismo, al menos en el catolicismo y dentro de la ortodoxia, a pesar del énfasis en la figura de María, el sacerdocio parece que seguirá siendo por mucho tiempo un asunto de 19


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hombres. El islam se enorgullece de haber conferido a la mujer su dignidad, pero toma como referencia general los tiempos anteriores al profeta Mahoma. Una referencia difícil de manejar cuando hay que enfrentarse al presente. Aunque estemos valorando un periodo relativamente corto de la historia, las raíces de estas ideas se hunden en siglos de conflictos y reflexiones que explican cómo hemos llegado hasta aquí. Estas explicaciones han hartado a muchas mujeres, entre las que surge un auténtico rechazo a tantas justificaciones teológicas, míticas, políticas e ideológicas para negarles la justicia. Un ejemplo sencillo, aunque escandaloso, al menos en Occidente, es el hecho de que por el mismo trabajo una mujer cobre menos que un hombre. Por supuesto, y en paralelo, en Occidente no debe existir ni un solo país que considere normal que se case a una mujer contra su voluntad. Podríamos pensar, por lo tanto, con una visión (muy) optimista de las cosas que estamos en un proceso lento, sí, pero progresivo e irreversible hacia la eliminación de las desigualdades relacionadas con las diferencias de género. Desearíamos que fuera cierto, pero es preciso señalar que las razones para la desesperanza son al menos tan numerosas como las que aconsejan esperar lo mejor. Al mismo tiempo que muchos de los países de la UE establecen cuotas para garantizar la igualdad en la representación política, todos los días nos enfrentamos a las informaciones más tremendas sobre violaciones, trata y esclavitud de mujeres o asesinato, a menudo en circunstancias atroces. Es como si el hecho de no poder ignorar que cada vez más mujeres se niegan a someterse a patrones arcaicos llevase a una doble y simétrica reacción: por 20



Capítulo 1

familia ¿Un futuro para la familia? Sobre la familia se pueden tener muchas opiniones. Ya en la Antigüedad, los filósofos discutían interminablemente para determinar si era una institución de origen natural o una coalición de intereses egoístas. Todavía hoy, si para los creyentes la familia debe ser integrada en una perspectiva transcendental, para los ateos o los agnósticos, vive, o sobrevive solo por el consenso de sus componentes. Lo que nadie puede negar es que es la más universal, la más resistente y la más flexible de todas las instituciones humanas. Quien haya visto a los desaliñados hippies de los sesenta, adictos al famoso «familias, os odio» de André Gide, transformarse en atentos padres/madres de familia y a sus hijos quedarse con papá/mamá más allá de los treinta o cuarenta años, sabe que la familia sorprenderá siempre por su capacidad para adaptarse a las circunstancias por más adversas que parezcan en teoría.

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En una época, la nuestra, en la que el estado del bienestar declina por dificultades de financiación, pero también por la presión de multinacionales en busca del mayor beneficio, y bastante poco sensibles al sufrimiento que provocan las deslocalizaciones y otras mutaciones características de la globalización, la familia aparece como el último amparo, como el último vestigio de comprensión y humanidad. A ella acuden los más frágiles, pero no solo ellos, cuando todo se derrumba a su alrededor. Se ha dicho, y es exacto, que si España ha soportado los estragos de la crisis algo mejor que países más potentes es porque su estructura familiar es más sólida y, por tanto, está mejor preparada para afrontar momentos difíciles. Pero nada es tan simple. Si la función, digamos protectora, de la familia es hoy más evidente que nunca, ¿cómo evitar que ese revival no conduzca a la reaparición de arcaísmos, y en particular a la subordinación de la mujer a las necesidades de los miembros de la familia? Si la mezquindad de las ayudas o la falta de instituciones adecuadas obliga a hacerse cargo (más todavía) de los dependientes (sean niños o adultos), ¿cómo evitar que las mujeres renuncien a sus aspiraciones o se conformen con trabajos menores? Y si su independencia se resiente, ¿qué impedirá su subordinación a su marido, a sus hijos, o el deterioro de su autoestima y su imagen? La mujer que trabaja, que tiene hijos —o quisiera tenerlos— vive en un maelström, en una corriente de presiones contradictorias, que pueden llevar a la explosión de la familia contemporánea, a pesar de esa solidez que aún presenta. En ese sentido y llevados todos por la inercia y la confianza, no es imposible que para la familia sean tanto o más peligrosa la bonanza que los momentos de crisis. Una cosa me

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parece clara: la familia ya no puede mantenerse por su propia dinámica. Necesitamos una reflexión profunda sobre la relación dialéctica entre lo que debe conservarse y lo que debe adaptarse a unas circunstancias que evolucionan con una rapidez inaudita.

sequía de niños febrero de 2011 Se ha dicho siempre que «los hijos vienen con un pan debajo del brazo» pero quienes los hemos tenido sabemos que —emociones aparte— no son precisamente bienes materiales los que nos traen, sino contacto con la realidad adulta e impulso para trabajar más y mejor. Los hijos representan una responsabilidad y una esperanza. Por eso, no es nunca el señuelo de una prestación económica —los fugaces 2500 euros que introdujo el gobierno eufórico— lo que anima a tener hijos, sino un contexto en el que se valore lo que significa para la comunidad un relevo generacional, una ilusión de futuro. No hace mucho hemos asistido a la negociación (que no debate social) sobre las pensiones. Apenas hemos escuchado la palabra «demografía», ni la repercusión en el panorama sombrío que nos han pintado de la sostenida caída de la natalidad entre las españolas. Solo un asomo de lucidez ha hecho considerar el tiempo dedicado al cuidado de los hijos como factor de cotización de las mujeres que hayan dejado algún tiempo el trabajo. Pero de cómo solucionar la pertinaz sequía de niños, ni mención. Y no es porque ese no fuera el lugar, es que no se habla de ello en ningún otro foro que no sea confesional, lo que tampoco es la idea. 51


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Me gustan poco las quejas y las mujeres debemos tener siempre clara nuestra escala de valores. Pero una cosa es afrontar ciertos sacrificios y pagar por algunas metas y otra que haya que renunciar a derechos fundamentales, como el de la maternidad, que además beneficia a la sociedad entera. Si se prohibiera tener hijos nos parecería horrible, pero crear unas condiciones tales que no permitan engendrarlos no lo es menos. A veces se señala al «egoísmo» como el responsable del menor número de hijos. Tal vez lo sea en algunos casos, pero son las circunstancias que hemos ido creando las que nos han traído hasta esta natalidad, entre las españolas, de un 1,33 (2009), que ni de lejos llega al nivel de reemplazo poblacional (2,1). Precariedad, falta de expectativas, retraso en la independencia de jóvenes, forzados a funcionar como menores de edad. Esas son algunas de las causas, aunque la más importante es que somos víctimas (y culpables) de la ausencia de debate claro sobre el tipo de sociedad que deseamos, algo que repercute en tanta decisión política y económica disparatada, en tanta planificación de estudios a espaldas de la realidad, en tanto sufrimiento de quienes parecen haber cedido el derecho a llevar las riendas de sus vidas. Las mujeres más jóvenes se encuentran atrapadas entre sus aspiraciones profesionales y personales, con la amarga constatación, por parte de las que tienen más edad, de que aplazar o renunciar a la maternidad no les asegura el éxito. La maternidad se sigue castigando de forma suicida. Es un secreto a voces, que Randstad ha puesto de relieve con una encuesta, según la cual, y entre otras cosas, el 80% de los consultados (hombres y mujeres) reconocían que el mercado laboral discrimina a las 52


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madres, percepción cercana al 90% si la pregunta se les hacía únicamente a las mujeres. Se diría que en la distancia corta se entienden estos problemas y que van difuminándose a medida que se abre el angular. Si supiéramos lo que queremos como sociedad encontraríamos soluciones imaginativas a los «problemas» que plantea la maternidad y nos saldrían mejor las cuentas. Al fin y al cabo, esas semanas que se «pierden» en los permisos de maternidad son poco tiempo en el cómputo de toda una vida laboral, que además nos piden que alarguemos.

cosas de la edad mayo de 2011   Defiendo siempre que puedo las ventajas de la diversidad, sobre todo en la empresa: multiplica los puntos de vista y amplia las opciones. Por supuesto, quienes optan por integrar la diversidad aceptan una dosis de posible controversia y tensión, pero bien gestionadas son una fuente de creatividad y vitalidad para la empresa o la institución de que se trate. Puede que influya en mi aprecio por la diversidad el hecho de haber crecido en una ciudad —Tánger— definida por la coexistencia de etnias, culturas, y religiones diferentes, con su cruce de sabores y aromas, con su manera particular de cada cual de negociar y vivir. Puede que desarrollara aún más ese interés durante los muchos años en los que no solo trabajé en una multinacional, sino que me tocó participar activamente en ese complicado «después» de las sucesivas fusiones que viví 53


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entre mi compañía y otras igualmente multinacionales. Se requerían muchas manos izquierdas y derechas para encajar los distintos estilos de gestión de «absorbentes» y «absorbidos». De todas maneras, hoy, con este largo prólogo, no quiero «reclamar» una diversidad con mayúsculas, cosmopolita y compleja, sino centrarme en uno de sus escalones más primarios, tradicionalmente presente en el equipo que hacía posible cualquier negocio, grande o pequeño: la edad. En los últimos tiempos, esa convivencia de personas de distintas edades en el seno de la empresa se ha ido borrando de cualquier manera. Aunque más lamentables han sido los resultados en muchos casos, puesto que una de las ventajas de contar con una «banda ancha» de edad es la cadena del aprendizaje que se establece, la existencia de amortiguadores en los momentos difíciles (los más veteranos suelen haber sobrevivido a más conflictos) y la fuerza de una cantera de ideas, acicates y estímulos. Se pretendió justificar inicialmente la «poda» de viejos porque tenían más dificultades para adaptarse a las nuevas tecnologías y si bien pudo ser verdad en algunos casos, fue una excusa, como demuestra el trato que se dispensó a los jóvenes, convertidos en becarios perpetuos. Sería interesante calcular qué parte de la presente crisis es, en España, el resultado de prejubilaciones excesivas y nefastas políticas laborales, más pendientes de abaratar costes que de sumar talentos. El mercado laboral está hecho polvo, porque un discreto repunte no da para cambiar a corto plazo la realidad del 54


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paro. Con los jóvenes es un drama, que estamos pagando en descapitalización sin retorno, pero no hay día que no me reúna con alguna directiva de alto nivel (y mediana edad) lanzada a la calle. Me gusta analizar con ellas (y con ellos) las salidas que puede haber, puesto que la vida sigue. Y fruto de esos encuentros pienso más que nunca que esta sería una gran oportunidad para replantearnos, sin prejuicios, el tema de la edad y el valor de la experiencia en el futuro económico de nuestro país. Hay algunos tímidos gestos de contratación de veteranos descartados no hace tanto. Es un número escaso para considerarlo tendencia, pero es un signo. En cierta medida, el tiempo juega a favor de los mayores por razones demográficas, pero se pueden perder muchas energías sin reformas audaces. También es verdad que, siendo tantos y tan baqueteados, debiéramos ser los mayores los que, sin esperar más, tomásemos las riendas de los cambios que nos conciernen, sea provocando el debate en las empresas, sea presentando propuestas y presionando a las asociaciones que nos representan y a los políticos que nos gobiernan.

mentar   a la familia julio de 2011 El curso termina con síntomas explícitos de malestar social como lo demuestra el movimiento del 15M. Muchas cosas han sido sorprendentes en ese movimiento espontáneo con líderes difusos, como el apoyo tácito o explícito que prestaron muchos ciudadanos a los «indignados» en los primeros momentos. Cabe destacar la ayuda de muchas familias, esas mismas que hacen equilibrios con los horarios y los sueldos, que sobrellevan día tras día a los parados 55


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