¡Ánimo!

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QUERIDOS RECUERDOS

¡Ánimo!

SI ELLOS PUDIERON, TÚ TAMBIÉN

16 GRANDES HISTORIAS DE VALOR Y SUPERACIÓN

Sumario

10 Dijeron…

13 16 GRANDES HISTORIAS DE VALOR Y SUPERACIÓN

14 Mark Ellis, el tetrapléjico que volvió a caminar y a hablar gracias a su bebé.

18 Irena Sendler, la enfermera que salvó la vida a más de 2500 niños judíos.

23 Lizzie Velásquez, la mujer menos fea del mundo.

28 Amadeo Pietro Giannini, el primer banquero de las clases medias y bajas.

35 Adriana Macías, una madre sin brazos.

40 James Young Simpson, el médico que acabó con el dolor en los quirófanos.

45 Albert Espinosa, uno de los escritores españoles más queridos y leídos.

49 Kelvin Doe, un ingeniero autodidacta de catorce años.

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53 Elena Desserich, la niña de seis años que escribió a su familia «notas desde el cielo».

57 Desmond Doss, el soldado pacifista.

62 Enhamed Enhamed, el mejor nadador paralímpico mundial.

66 Rosa Parks, una mujer que contribuyó a mejorar el mundo con un pequeño gesto.

70 Rita Levi-Montalcini, Premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1986.

75 Pablo Pineda, el primer europeo con síndrome de Down que ha obtenido un título universitario.

80 Garrett Morgan, el inventor de la máscara antigás.

86 Andrés Iniesta, el futbolista que derrotó a la depresión.

91 Bibliografía

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Irena Sendler

Nacida en Otwock (Polonia) en 1910, Irena Krzyzanowska se convirtió en Irena Sendler al casarse con Mieczysław Sendler en 1931. Desde niña, convivió con la solidaridad y el respeto a los demás, valores que aprendió de su padre, el médico Stanisław Krzyz`anowski.

A pesar de quedar huérfana de padre a muy temprana edad, dos frases de su progenitor quedaron impregnadas en su espíritu para siempre. Así lo recuerda ella:

«Mi padre murió cuando yo tenía siete años. Nunca olvidaré sus palabras: “Las personas se divi-

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LA ENFERMERA QUE SALVÓ LA VIDA A MÁS DE 2500 NIÑOS JUDÍOS

den en buenas y malas. La nacionalidad, la raza, la religión, carecen de significado. Lo único importante es la persona”. El segundo principio que me inculcó fue la obligación de tender la mano a cualquiera que estuviera necesitado».

Si estas frases le calaron tan hondo, fue porque vio cómo su padre las practicaba con el ejemplo.

Stanisław era un médico fuera de lo común, su profunda humanidad lo llevaba a aceptar pacientes que el resto de galenos rechazaba y que no podían pagarle, entre ellos muchos judíos. Fiel a sus principios, en 1917, durante una epidemia de tifus, el doctor Krzyz`anowski falleció al contraer la enfermedad que sufrían sus pacientes y a quienes muchos de sus colegas no habían querido atender por miedo a contagiarse.

Siguiendo el ejemplo paterno, Irena quiso dedicar su vida a los demás y se hizo enfermera. En 1939, cuando Alemania invadió Polonia, trabajaba en el Departamento de Bienestar Social de Varsovia, que se encargaba de proporcionar comidas y medicinas a los más pobres.

Un año después, los alemanes crearon el gueto de Varsovia: un reducido espacio rodeado por un muro en el que hacinaron a todos los judíos de la ciudad. Su

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destino final era ser deportados a diferentes campos de exterminio. Las condiciones de vida eran tan deplorables que mensualmente morían 5000 personas a causa del hambre y las enfermedades.

Irena se propuso salvar la vida del mayor número de judíos posible, centrándose en los niños, que eran los más fáciles de salvar. Solo había una forma de hacerlo: sacándolos del gueto. Como paso previo, se unió al Zegota, una sociedad secreta que se dedicaba a ayudar a los judíos, y se hizo miembro del cuerpo sanitario que se encargaba de los casos de enfermedades contagiosas, lo que le permitía poder entrar en el gueto. Más tarde logró obtener pases para otras colaboradoras.

Su plan de acción era complicado, pero resultó eficaz. En primer lugar, debía convencer a los padres de que entregaran sus hijos a una desconocida que ni siquiera les ofrecía la garantía de que los niños se salvarían. La situación en el gueto era tan desesperada y el futuro tan incierto, que la mayoría aceptaba entregárselos. En segundo lugar, tenía que sacar a los niños de un recinto rodeado por un muro de tres metros vigilado día y noche. A unos los sacaba escondidos entre los adultos autorizados a salir el exterior para

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realizar trabajos que nadie quería hacer; a otros, a través de las cloacas o de los sótanos de los edificios adyacentes al muro. Ocultaba a los niños en sacos, en bolsos llenos de ropa, en cajas de madera y hasta en féretros.

Una vez fuera, buscaba familias que los adoptaran. Gente normal capaz de hacer algo tan extraordinario como poner en peligro su vida para salvar la de un niño desconocido.

Finalmente, otros miembros de Zegota preparaban documentos falsos para hacer pasar a los niños por polacos católicos.

Si Irena no encontraba quien los acogiera, los confiaba a orfanatos cristianos.

Con un ingenio y un empuje fuera de lo común y una asombrosa capacidad de organización, en un año y medio, hasta la evacuación del gueto, Irena rescató a más de 2500 niños. Quería que los pequeños pudieran recuperar en el futuro su identidad y a sus familias, por lo que apuntaba en una lista los nombres verdaderos y los nuevos nombres de todos los que rescataba.

En 1943, Irena fue delatada a la Gestapo. La sometieron a una tortura tan brutal que sufrió sus

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AmadeoGiannPietro ini

EL PRIMER BANQUERO DE LAS CLASES MEDIAS Y BAJAS

Cuando Amadeo Pietro Giannini nació 1870, en California, nada hacía presagiar que se convertiría en uno de los banqueros más importantes de la historia y en uno de los hombres más influyentes de su país.

Hijo de emigrantes genoveses, su padre, Luigi

Giannini, tras llegar de Italia sin apenas dinero, consiguió a base de esfuerzo y sacrificio levantar una próspera granja. Cuando Amadeo tenía seis años, Luigi discutió con un jornalero por cuestiones salariales y este zanjó la discusión como solía hacerse en aquellos tiempos, en aquel país: sacando una pistola y asesinando a su patrón. Su esposa, Virginia, se quedó viuda con dos hijos y embarazada de un tercero.

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Los siguientes fueron años duros y llenos de estrecheces. Sin familia en Estados Unidos y con pocos recursos, Virginia se hizo cargo de la granja y pudo sacarla adelante. Su situación mejoró en 1880, tras casarse con Lorenzo Scatena, un comerciante de productos agrícolas. Al terminar la escuela, Amadeo entró a trabajar en el negocio de su padrastro y pronto amasó una pequeña fortuna, que se incrementó al casarse con Clorinda Cuneo, hija de un rico emigrante italiano.

Al poco de casarse, consideró que ya tenía dinero suficiente para vivir el resto de su vida. Su padrastro y él vendieron el negocio y Amadeo se jubiló con treinta años. Pero un año después murió su suegro y heredó un puesto en la junta directiva de un banco.

Amadeo no sabía nada del negocio bancario y se sorprendió al comprobar que sus directivos solo prestaban dinero a personas ricas. No olvidaba las estrecheces que tuvieron que sufrir primero su padre y, luego, su madre para salir adelante. Propuso que el banco prestara su dinero a la gente que realmente lo necesitaba para ayudarlos a montar sus negocios, pero los directivos se negaron alegando que era más seguro prestar dinero a personas solventes.

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Así pues, en 1904 Giannini dimitió y fundó su propio banco al que llamó Bank of Italy. Su idea era sencilla. Por una parte, proporcionar a los emigrantes un lugar seguro donde guardar los ahorros que traían escondidos en un bote, en el dobladillo del pantalón o el cinturón. Por otra, ofrecerles préstamos a un pequeño interés para que pudieran montar sus negocios.

El éxito del banco fue inmediato. En apenas dos años se convirtió en uno de los principales bancos de San Francisco. La clave del mismo fue aceptar clientes que nadie quería y proporcionarles créditos no en función de su patrimonio, sino de su carácter y de la calidad de sus proyectos. Se convirtió en el banco de la clase media y baja. Ayudó a prosperar a emigrantes, pequeños empresarios, agricultores, minorías étnicas… a personas que nunca antes habían soñado que un banco les concediera dinero.

Pero el 18 de abril de 1906 todo su negocio estuvo a punto de irse al traste en tan solo unas horas. Ese día San Francisco sufrió un terrible terremoto de una magnitud de 7,9 grados. Muchas de las casas de la ciudad eran de madera, por lo que los efectos del seísmo se vieron incrementados por una oleada de incendios. Más de la mitad de los habitantes perdieron su hogar.

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Amadeo temió que su banco se incendiara o que fuera saqueado y que sus clientes perdieran los ahorros de su vida. Con la ayuda de unos empleados de confianza, se encaminó hacia el banco a través de una ciudad sumida en el caos. Las réplicas eran constantes. A su paso, los edificios se derrumbaban, las tuberías de gas explotaban, las llamas les cortaban el paso.

Tardaron cinco horas en llegar al banco. Comprobaron que seguía en pie, pero ante la proximidad de los incendios pensaron que lo más prudente era sacar el dinero de allí y llevarlo a un lugar seguro. Cargaron dos millones de dólares (el equivalente a dieciocho millones de euros actuales) en un carromato de basura y lo cubrieron con cajas de naranjas y colchones. Ya solo quedaba lo más difícil: arrastrar el carro por una ciudad en llamas evitando a los numerosos grupos de saqueadores y a la Guardia Nacional, que tenía orden de disparar sobre los ladrones. Lo consiguieron.

Tras la devastación del terremoto, los demás banqueros consideraron que lo más sensato era cerrar sus establecimientos durante una temporada hasta que la situación se normalizara. Giannini, no. Pensó que precisamente en ese momento en que tantas

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personas habían perdido sus hogares y sus negocios, era cuando sus conciudadanos más necesitaban del dinero de los bancos para rehacer sus vidas.

Con dos barriles y unas tablas, improvisó una oficina temporal en el puerto de la ciudad y se dedicó a prestar pequeñas sumas de dinero (el antecedente de los actuales microcréditos) a todo el que se lo pedía, con el único aval de «una cara, una firma y un apretón de manos». Giannini siempre presumió de que le habían devuelto hasta el último centavo que prestó aquel día.

La confianza en sus vecinos tuvo su recompensa, Giannini se convirtió en un héroe popular y su banco fue el único que salió fortalecido tras la crisis del terremoto. Además, comprendió que tener todo el capital en un mismo sitio era muy arriesgado y para solventar este problema inventó la banca con sucursales: creó sucursales repartidas por el estado de California, de esta forma una recesión o una catástrofe en una zona no socavarían la fortaleza del banco.

En 1918, el Bank of Italy se había convertido en el primer banco de California. Una década más tarde, se fusionó con el Bank of America, cuyo nombre adoptó

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por resultar más comercial y más acorde con los proyectos de la entidad.

Dos años después de la fusión, Giannini decidió volverse a retirar de los negocios, pero tampoco esta vez pudo disfrutar de su ansiada jubilación. Debido a la Gran Depresión, tuvo que volver a asumir la presidencia del banco, superando con éxito la crisis bancaria de 1933.

En 1945, el Bank of America ya era el mayor banco de Estados Unidos.

Al frente de su banco, Giannini siempre apoyó las causas en las que creía. Por citar solo dos ejemplos, fue el principal promotor de un proyecto en el que nadie tenía fe, la construcción del puente Golden Gate, y le prestó a Walt Disney el dinero que necesitaba para acabar Blancanieves, la película que acabaría siendo el germen del imperio Disney.

Al morir en 1947, Amadeo Pietro Giannini ya formaba parte de la historia de la banca como precursor de los bancos con sucursales, los microcréditos, los préstamos a la clase trabajadora, la banca transnacional…

Puso en peligro su vida para salvaguardar los

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ahorros de sus clientes, arriesgó su fortuna para que sus conciudadanos pudieran labrarse un futuro, sacrificó su comodidad por ponerse al servicio de su empresa, ayudó a muchas personas a cumplir sus sueños. Hoy en día es recordado como un gran banquero; pero, sobre todo, como ejemplo de valentía, integridad y confianza en el ser humano.

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Albert Espinosa

UNO DE LOS ESCRITORES ESPAÑOLES MÁS QUERIDOS Y LEÍDOS

El escritor, guionista, actor y director de cine Albert Espinosa (Barcelona, 1973) es todo un ejemplo de optimismo, vitalidad y superación.

A los trece años le fue diagnosticado un cáncer por el que tuvieron que amputarle una pierna. Dos años después, sufrió metástasis y tuvieron que extirparle un pulmón y parte del hígado. Hasta los veinticuatro años no se restableció definitivamente de su enfermedad.

Pasó toda su adolescencia (desde los catorce a los dieciocho años) viviendo en un hospital con otros siete chicos que también padecían cáncer, cinco de los cuales murieron.

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Lejos de derrumbarse, o de siquiera flaquear, Albert supo convertir todas estas pérdidas en ganancias. Asegura que quien le enseñó a afrontar la vida desde esta perspectiva fue su madre hospitalaria, una mujer nonagenaria que vivía en el hospital con los siete niños y se encargaba de educarlos. Ella le enseñó a perder para ganar. En una ocasión le dijo: «Tú no has perdido una pierna, sino que has ganado un muñón. Tú no has perdido un pulmón, sino que has aprendido a saber que con la mitad de lo que tienes puedes vivir».

No fue la única lección que les transmitió, les enseñó, sobre todo, a ser valientes y felices en la vida, a perseguir sus sueños. Y lo hizo con una ternura y una fuerza que les hizo creer que todo era posible.

Cuando Albert salió del hospital a los diecinueve años, había perdido varias partes de su cuerpo, había perdido a varios amigos y todavía continuaba enfermo. Pero había ganado una fortaleza de carácter fraguada en el fuego del sufrimiento, que se manifestaba en una fe inquebrantable en sí mismo y unas enormes ganas de disfrutar de la vida y de vivirla con intensidad.

Cursó y acabó la carrera de Ingeniería Industrial y comenzó a escribir piezas de teatro. Junto con algunos compañeros de universidad fundó la compañía Los

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Pelones, en alusión a los niños con cáncer, calvos por los efectos de la quimioterapia, de la que formó parte como autor y actor. Este fue el inicio de su carrera literaria, que le ha llevado a escribir novelas, obras de teatro y guiones para cine y televisión.

Las estancias hospitalarias de Albert no solo le han servido para forjar su carácter. De ellas ha sabido extraer también la inspiración para muchas de sus obras, como las que lo consagraron como guionista: la película Planta 4ª y la serie Pulseras rojas.

Su enorme energía y sensibilidad, su vitalidad e imaginación lo han convertido en uno de los escritores españoles más leídos (sus libros se publican en cincuenta y dos idiomas). Además, su obra y su vida constituyen un referente y un modelo para los niños y jóvenes que padecen cáncer y, en general, para aquellos que atraviesan un momento difícil en la vida. De ello dan fe los 8000 correos electrónicos que recibe diariamente.

Un médico le dijo a Albert que, tras las 200 tandas de quimio que ha recibido, sus cincuenta años serían los equivalentes a los noventa años de otra persona. Consciente del tiempo que le queda, ya ha decidido que quiere escribir tres libros, una película y una serie

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¡ Ánimo! Estoy a tu lado

Este es un libro que reúne 16 historias de superación, entrega y valor que muestran la nobleza del ser humano.

16 historias reales e inspiradoras protagonizadas por personas que supieron sacar lo mejor de sí mismas en las condiciones más adversas. Unas veces superando enfermedades, accidentes, quiebras económicas y prejuicios sociales para alcanzar sus metas; otras, poniendo en riesgo su vida y su futuro para ayudar a sus semejantes.

16 historias luminosas con las que quiero transmitirte mi cariño y mi… ¡Ánimo!

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