Socorrismo

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Capítulo 6. Socorrismos y Primeros Auxilios. 1 El socorrista y el estado del accidentado.

El accidente o el quebranto brusco del equilibrio orgánico-funcional, puede suceder en cualquier ambiente y circunstancia: trabajo, hogar, juego, ocio, etc. En algunos casos, estos accidentes pueden ser graves por sus consecuencias inmediatas. En otros casos, lesiones que parecen leves en su primer momento, pueden tener luego serias complicaciones.

Pocas veces hay cerca de la persona accidentada el personal sanitario con un equipo de medios e instrumental adecuado para atenderla. Con frecuencia, desde que se produce el accidente hasta que se atiende a la víctima, pasan minutos u horas. Este tiempo es esencial. De cómo se presten los primeros auxilios puede depender la salud, la integridad física o la vida de las víctimas.

En el medio laboral, la situación es exactamente la misma. El accidente puede sobrevenir en el taller, la oficina, la obra, la mina o el barco, etc. Hasta que se lleva al lesionado a un centro de asistencia, o hasta que un médico llegue al lugar del accidente, pueden suceder muchas cosas. Es necesario que los compañeros de trabajo sepan que hacer para salvar las vidas que están en peligro, o para aminorar los daños de los accidentados.

Con los Primeros Auxilios no sólo se atienden, como algunos creen, los casos de extrema gravedad. A veces una herida, por ejemplo, que ni siquiera impide trabajar, pero que puede ser motivo de infecciones que más tarde causarán problemas serios al accidentado si no es atendido adecuadamente. Como deber humanitario, es obvio que se debe acudir en socorro de todo accidentado, pero parece que la necesidad se hace más apremiante cuando nos hallamos ligados por lazos familiares, de amistad o trabajo. Pero la simple buena intención no basta. Surge inevitablemente esta cuestión: ¿Cómo hay que actuar en esos momentos?. De la forma en que sean aplicados los primeros auxilios y de la decisión de hacerlo, va a depender, en algunos casos, algo tan radical y dramático como es la vida o la muerte de un semejante y en otros casos, lesiones que pudieran provocar incapacidades permanentes, queden limitadas a lesiones que curen sin mayores daños.

Como figura especial dentro de la empresa, existe la del socorrista. Que es aquella persona a la que se ha capacitado y entrenado en estas técnicas y que tiene como misión el acudir inmediatamente en ayuda del accidentado dentro del ámbito de la empresa en que presta sus servicios. No obstante, el socorrista, además 1


de los conocimientos específicos, debe gozar de unas cualidades personales, como: serenidad, "sangre fría", presencia de ánimo, capacidad para saber infundir seguridad y autoridad.

En este sentido, se puede resumir, diciendo que los primeros auxilios tienen los siguientes objetivos: ⇒ Salvar vidas: en casos de accidentes graves, una actuación acertada y a tiempo puede evitar la muerte de una o varias personas. ⇒ Evitar más lesiones y perjuicios: si se sabe actuar, se puede detener el proceso del daño y el sufrimiento causados por un accidente y poner al lesionado en las mejores condiciones para recibir más tarde una atención médica adecuada. ⇒ Proteger de los riesgos de infecciones y otras complicaciones: uno de los peligros de las heridas y quemaduras son las infecciones. Los primeros auxilios pueden evitarlas. De aquí la necesidad de que todos conozcamos los principios generales de los Primeros Auxilios, para poder actuar en cualquier momento y, sobre todo, hacerlo sin cometer errores. Es decir, hay que saber:

Qué es lo que se puede hacer, sin rebasar los límites de acción de una persona no profesional en estas materias. El socorrista no es sustituto del médico.

Qué es lo que no se puede hacer, ya que de hacerlo sería perjudicial.

El socorrista debe tener una idea clara de su actuación en lo que siempre debe hacer, para hacerlo bien y para actuar con rapidez. De ello depende la salvación de vidas o la reducción de los daños y sufrimientos de las personas accidentadas. He aquí una lista de esos principios básicos generales de su actuación: ⇒ Mantener la serenidad. Ante situaciones anormales, es frecuente que se pierda el control, que el aturdimiento y la angustia dominen a todos. Es necesario mantener la calma y dar testimonio a los demás de seguridad, confianza y serenidad, especialmente al socorrido. ⇒ Estar tranquilos, pero actuar rápidamente. Actuar con rapidez no quiere decir que lo hagamos alocadamente. ⇒ Antes de actuar, pensar y evaluar la situación. Por las razones señaladas, antes de empezar a actuar hay que saber qué hacer y analizar la situación. Hay que hacer una composición de lugar, dándonos una idea rápida de lo que ha sucedido. Ésta puede depender del accidentado o de los propios recursos del socorrista, el lugar donde se encuentra, la proximidad de la ayuda médica, etc. Sobre todo, debe evitar realizar aquellas cosas que no se deben hacer, y que comentaremos más adelante. ⇒ Examinar detenidamente al accidentado. Antes de actuar, será necesario saber qué le pasa, cuáles son sus más graves o importantes lesiones, y en qué situación se encuentra. Por ejemplo, puede estar todavía soportando la tensión eléctrica que le produjo el accidente o con una hemorragia grave. El auxilio deberá ser adecuado a estas condiciones y circunstancias, empezando por lo más urgente y dejando lo menos grave para lo 2


último. En caso de accidente catastrófico, no se debe comenzar a actuar atendiendo al primer herido que se encuentre, ni al que pida auxilio con más fuerza, pues puede haber otros heridos más graves y que por tanto necesiten ser atendidos en primer lugar. A este respecto, sepamos que los accidentados inconscientes o que sangren abundantemente y los que tienen una herida penetrante en cavidad torácica o abdominal deben ser objeto de nuestra atención inmediata. ⇒ Cuidar al máximo el manejo del accidentado. Evitar cualquier brusquedad, movimientos inadecuados, golpes, manipulaciones indebidas. En algunos casos, como lesiones en la columna, base del cráneo o fracturas abiertas, un manejo brusco puede ser fatal. Nunca debemos cambiar al herido de situación antes de asegurarnos del estado en que se encuentra y de haber prestado los primeros auxilios. En ocasiones, es preferible no moverlo del sitio antes de que haya llegado el médico, o al menos ayuda profesional o experimentada. ⇒ Empezar por lo más urgente. Hay que atender primero aquello que es primordial para mantener la vida (respiración, latidos del corazón, detención de gran hemorragia, shock), y dejar para más tarde otras atenciones no tan urgentes (heridas, quemaduras leves, etc.). Por supuesto, cuando hay más de un herido, hay que empezar por el que precise cuidados con más urgencia. ⇒ Tranquilizar al accidentado. Cualquier persona que sufre un accidente, además del daño físico, suele tener una reacción emocional muy fuerte, con angustia por sospechar que va a morir. Es necesario infundirle ánimos y esperanza, no sólo para aliviar su tensión emocional, sino porque ello colabora a su propia recuperación. Calmar sus temores. En este punto posee gran valor la habilidad personal. No es conveniente que vea sus heridas. ⇒ Mantenerlo caliente. Muchos accidentes dan lugar a pérdidas de calor interno, lo que agrava la situación de la víctima, a veces, hacia consecuencias fatales. Todo lesionado tiende a perder temperatura, pues no puede conservar esos 37º C aproximados que son los óptimos para la vida. Este enfriamiento favorece la pérdida del conocimiento y pone al herido en una grave situación: el shock, del que ya hablaremos más adelante. Para evitarlo, el mejor procedimiento es arropar al accidentado con una manta; las botellas, o bolsas de agua caliente, las mantas eléctricas y otras fuentes de calor similares, debemos utilizarlas con gran precaución, pues si el herido está inconsciente podemos producirle quemaduras que, como es natural, agravarían su estado. Esta misma posibilidad puede darse estando consciente si el accidentado ha perdido la sensibilidad de algunas zonas de su cuerpo, como es el caso de fracturas de columna vertebral con lesión de médula espinal. ⇒ Ponerle en la postura de seguridad. Depende del caso. Por ejemplo, si no hay rotura de columna, o si no se tiene necesidad de respiración boca a boca o masaje cardíaco, en que debe permanecer de espalda o decúbito supino, la postura de seguridad es de lado, en la forma que más adelante se describirá. Así se evita la relajación de la lengua que cierra las vías respiratorias, y se facilita el vómito sin ahogos. ⇒ Situarle en las condiciones más adecuadas. Si lo permiten sus lesiones, trasladarle a un lugar seguro y tranquilo, fuera de otros peligros, o a resguardo de la lluvia o del frío, o a un suelo plano y estable. El accidentado ha podido quedar en medio de una carretera, en un andamio, o colgado de un 3


cinturón de seguridad, etc. En tales condiciones, cualquier labor de auxilio queda dificultada, por lo que será necesario poner al herido en condiciones adecuadas para ser atendido. ⇒ Procurar la atención médica lo antes posible. Debe procurarse trasladar al accidentado lo antes posible a un centro sanitario, y preferiblemente a un centro hospitalario donde existan los medios para atender estos casos. En otras ocasiones, una medida intermedia o provisional es hacer que un médico llegue hasta el lugar del accidentado con el botiquín de urgencia.

A estos principios básicos del socorrismo habría que añadir otros, ya que estamos hablando de ambiente laboral. Estos principios, de máximo interés, son:

Conocer los riesgos de cada puesto de trabajo: conociendo los riesgos es más fácil orientar los primeros auxilios.

Conocer y utilizar todos los medios de protección, individual o colectiva de que disponemos y saber a dónde hay que dirigirse con el accidentado: esto evita la pérdida de un tiempo precioso, que de otro modo se consume en dudas y vacilaciones, con perjuicio para el herido. Si se sospecha que el accidentado tiene lesiones graves, es conveniente avisar al centro médico que lo va a recibir, con vistas a adelantar los preparativos necesarios para atender la emergencia.

Saber el medio de transporte de que disponemos en caso de urgencia: el socorrista hará lo necesario para atender a la víctima, pero se abstendrá de hacerlo si sospecha que su actuación indebida puede tener desastrosas consecuencias, a veces peores que no atender al herido. Por eso debe conocer muy bien, lo que no hay que hacer.

No dejar actuar a curiosos e intervensionistas. Estas personas crean confusión y provocan angustia, especialmente al accidentado. No sólo no saben actuar sino que hacen lo que no deben y pueden causar verdaderos desastres. Otros son catastrofistas y alarman a la víctima con sus comentarios morbosos y negativos. Si no hay otras personas más entendidas en primeros auxilios, tomar la iniciativa con autoridad, alejar a los curiosos pero tenerlos dispuestos a colaborar en lo que se les indique.

No mover al accidentado hasta que se le examine. Si tiene lesión de columna, fractura en la base del cráneo o fractura abierta y complicada, por ejemplo, mover al accidentado indebidamente puede tener consecuencias gravísimas. Sólo es justificable cuando exista riesgo inminente y grave de otros males mayores: explosión, caída de altura, derrumbamiento, incendio, ahogamiento, etc.

No darle de beber. Esta norma ha de cumplirse cuando el herido esté inconsciente o semiinconsciente. Se basa en que si una persona queda inconsciente, pierde sus reflejos. Los reflejos son, en términos generales, rápidos movimientos automáticos (es decir, no hace falta pensarlos para realizarlos) con una finalidad de defensa. Por ejemplo, cerrar los ojos al advertir que se aproxima una agresión contra ellos, retirar el brazo en que se siente la quemadura de un cigarrillo, etc. Pues bien, la tos no es más que un movimiento reflejo, unas bruscas contracciones musculares que buscan expulsar de manera violenta el aire contenido en nuestro árbol respiratorio y con él cualquier cuerpo extraño que hubiera podido introducirse. 4


En una persona inconsciente falta el reflejo de la tos y también aquél otro por el cual, en el momento de la deglución, el árbol respiratorio queda incluido, con lo que todo el alimento sólido o líquido se dirige hacia el estómago. Al faltar estos reflejos, buena parte del líquido que le damos a tomar puede dirigirse hacia los pulmones, y allí, al no haber forma de expulsarlo, producirle la asfixia por un mecanismo similar al que se produce en cualquier ahogamiento por inmersión. Tampoco debemos darle de beber si recibió un fuerte golpe en el vientre o presenta una herida en el mismo, aunque conserve el conocimiento. Si la persona está consciente, se le puede dar de beber a pequeños sorbos té o café caliente. No darle bebidas alcohólicas que producen pérdidas de calor.

No hacer más de lo necesario. Un socorrista tiene conocimientos de primeros auxilios pero no de medicina. Debe limitarse con sus atenciones y cuidados a las finalidades citadas al principio de este capítulo y lo que en él se describe, pero jamás tratar de sustituir la función de un médico o enfermero. Deberá procurar lo antes posible su asistencia, pero nunca ejercer sus funciones.

No abandonar al herido. Puede tener una recaída o precisar de nuevas atenciones en cualquier momento. Además, necesita constantemente recibir ánimos y consuelos. Sólo se le abandonará en casos de absoluta necesidad, como es el ir en busca de ayuda o asistencia médica.

No administrar medicamentos. Ni tranquilizantes o estimulantes ni bebidas alcohólicas. Pueden tener efectos secundarios, que en la situación crítica del herido podrían causar males mayores. Por ejemplo, un tranquilizante frenaría el vómito o tos que por mecanismos naturales tuviese el organismo, y que serían un medio de recuperación. Ciertos fármacos, así como el alcohol, son vasodilatadores y complicarán una hemorragia. Hay personas sensibles o alérgicas a ciertos compuestos presentes en los medicamentos.

Estado general del accidentado. Lo primero que hay que hacer es examinar al herido y evaluar su estado general.

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En términos médicos, y dentro del área de los primeros auxilios, el shock es un estado crítico característico. En esencia, es un fracaso de todas las funciones que tiene encomendadas el aparato circulatorio. Por causas complejas, cuando el organismo humano es víctima de una fuerte agresión de cualquier tipo, como heridas importantes, hemorragias graves, dolor intenso, infarto de miocardio, intoxicaciones, etc., sus arterias y arteriolas, que conducen la sangre por el organismo y que, en estado normal, mantienen una tensión sanguínea permanente, pierden esta tensión, se dilatan, con lo cual su calibre aumenta y la sangre discurre con mayor lentitud, lo que es causa de que llegue con dificultad a determinados órganos del cuerpo algunos vitales, como cerebro, corazón y riñones, ya que la que existe no es suficiente para llenar ese mayor espacio que suponen unas arterias que al aumentar su calibre aumentan su capacidad. Dentro de este apartado del shock es importante conocer: ⇒ Síntomas. Esta caída de la tensión arterial se acompaña de otros síntomas y signos, como que el pulso es muy débil, pero muy rápido. Esta rapidez es una reacción del organismo, al haber poca sangre, trata de compensar esa carencia haciéndola circular muy deprisa mediante frecuentes bombeos del corazón. La piel está pálida, fría y húmeda. El afectado de shock, si no ha perdido el conocimiento, está apático, como mareado, sin decisión, ni aparente percepción de lo que le rodea. Es debido al escaso riego sanguíneo y oxigenación de su cerebro. La respiración no es agitada, sino todo lo contrario, muy débil

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y poco profunda. En principio, no hay pérdida de conocimiento pero, poco a poco se va quedando inconsciente. El afectado de shock se va agravando por momentos. Hay que actuar con rapidez. Por otra parte, cuando el shock se prolonga, se produce una insuficiencia renal (ya se sabe que la misión de los riñones es filtrar la sangre eliminando las sustancias perjudiciales), con lo que al no haber producción de orina se aumentan las sustancias tóxicas. ⇒ Cómo actuar. Lo primero, si ya se ha apreciado el estado de shock, es dar inmediatamente la alarma para procurar la asistencia médica lo más pronto posible, ya sea transportando al herido sin pérdida de tiempo, o haciendo llegar un equipo médico bien dotado. Para ello, al dar el aviso, hay que advertir que se trata de un shock. Mientras llega la ayuda médica o durante el transporte del enfermo, ponerle boca arriba y con las piernas ligeramente elevadas para asegurar que el escaso riego sanguíneo no falte en los órganos vitales, especialmente el cerebro. La cabeza debe colocarse baja y ha de apreciarse que hay respiración y consciencia. Si pierde el conocimiento o está semiinconsciente, ponerle de lado para evitar que su propia lengua, relajada y echada hacia atrás, cierre el paso del aire y le asfixie. No darle de beber. Por supuesto, si hay hemorragia, causa del shock, debe procurarse detenerla por las formas que más adelante se describen. Un error muy frecuente es dar bebidas alcohólicas fuertes a los que están en esta situación. La agravamos más porque dilatamos los vasos sanguíneos acentuando el estado de shock. Tapar al enfermo y procurarle calor, porque la falta de sangre lleva a la pérdida del calor propio del cuerpo, y el frío agrava todo el proceso general. La falta de riego sanguíneo y por lo tanto de oxígeno, va haciendo fracasar, poco a poco, a los órganos vitales, siendo esenciales el cerebro, el corazón y los riñones, que dejan de depurar la sangre y provocan así una autointoxicación. ⇒ Tratamiento básico. En resumen, el tratamiento básico contra el shock conlleva tres puntos:

Colocar al herido acostado sobre la espalda, con la cabeza más baja que los pies, si está consciente. Si está inconsciente, tumbado sobre un costado con la cabeza ladeada, para evitar la entrada en los pulmones de un posible vómito.

Mantenerlo caliente y abrigado.

No darle de beber si está inconsciente.

El socorrista ya no puede hacer más. Por esto se ha insistido en la urgencia de procurar asistencia médica inmediata en cuanto se percibe que se trata de un shock. La importancia del botiquín. Es imprescindible que en los puestos de trabajo de mayor riesgo haya siempre botiquines a punto para su utilización. El botiquín no debe tenerse cerrado con llave, pues en el momento de necesitarlo puede ocurrir que esta llave no aparezca, con la consiguiente pérdida de tiempo. La experiencia nos dice que esto no es causa de que el 7


material sanitario se desperdicie o se use mal, por lo menos después de una primera etapa, en que puede haber cierta atracción o novedad. En los hogares, este botiquín debe estar fuera del alcance de los niños y no tenerlo mezclado con los objetos de higiene personal, con el consiguiente peligro de error. ¿Qué debe contener un botiquín?. Es suficiente con:

Compresas estériles de 50 x 50 cm.

Compresas estériles de 10 x 10 cm.

Algodón hidrófilo.

Caja de instrumentos con tijeras de punta roma, y pinzas fija llamada de Pean.

Antisépticos: jabón ácido, agua oxigenada, povidona yodada.

Analgésicos: a. a. s., paracetamol, etc.

Esparadrapo hipoalérgico de 2 y 5 cm. de ancho.

Vendas de diversos tamaños.

Imperdibles de seguridad.

Una banda de goma para contener hemorragias "Tortor".

2 Reanimación y resucitación. Las técnicas de reanimación son el remedio a emplear cuando la respiración y la circulación se han detenido. En algunas ocasiones el socorrista puede encontrarse ante una persona inconsciente y aparentemente muerta. En muchos casos, tal muerte todavía no existe, pero puede producirse si no se actúa a tiempo y con acierto. Muchas personas, en estas circunstancias, se podrían salvar con unos primeros auxilios adecuados. Cuando la respiración se detiene, trae como consecuencia una privación del oxígeno, que es indispensable para la vida del organismo. Al carecer de oxígeno, todos los órganos del cuerpo empiezan un proceso de degeneración y muerte; pero ocurre que los órganos más nobles, de función más elevada, son mucho más sensibles a esta falta de oxígeno y se alteran rápidamente. Esto le ocurre de manera especial al cerebro. Las células nerviosas del cerebro son particularmente sensibles y mueren en breve espacio de tiempo por falta de oxígeno y posteriormente al faltar la función cerebral sobreviene la muerte. Tan alta es la sensibilidad del cerebro a la falta de oxígeno, que dejando a una persona que no respira sin prestarle los primeros auxilios durante un determinado tiempo, las posibilidades de salvarla, se reducen según el tiempo transcurrido:

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Sin embargo no hay que tomar los tiempos mencionados antes como definitivos. Personas ahogadas que han permanecido mucho más tiempo en muerte aparente, han vuelto a la vida sin problemas posteriores. La falta de respiración lleva consigo la falta de oxígeno, porque es el aire el que lo contiene y éste no llega a los pulmones, de donde la sangre lo toma. La sangre transporta este oxígeno a todo el cuerpo a través de los vasos sanguíneos. Es un circuito cerrado: el corazón bombea, impulsa la sangre con los movimientos de sus músculos. La sangre va a los pulmones y allí toma el oxígeno del aire que ha entrado gracias a la respiración. Pasando nuevamente por el bombeo del corazón, se reparte por todo el cuerpo, primero mediante las grandes arterias que van poco a poco ramificándose y haciéndose más finas, hasta llegar a ser de un diámetro tan estrecho como un cabello (capilares). La sangre, que va perdiendo el oxígeno por cederlo a las células de todo el organismo, vuelve por las venas hasta el corazón para repetir el ciclo. Hay, por tanto, dos fenómenos naturales de oxigenación que mantienen la vida: La respiración, que aporta el oxígeno a la sangre, y la circulación, que transporta la sangre oxigenada a todo el cuerpo. Puede deducirse, por tanto, que la ausencia de respiración, o la ausencia de latidos del corazón, conducen a la muerte por falta de oxígeno. De aquí vamos a deducir una consecuencia muy importante: hay que empezar a actuar con suma rapidez, en el mismo momento y lugar. No caben dudas, ni da lugar a un traslado o a avisar a un médico si antes no se han empezado a practicar las maniobras de reanimación. LAS TÉCNICAS A UTILIZAR SON:

Estos auxilios se deben prestar en todos los casos en que se produzca esta situación de cese de la respiración y el pulso, cualquiera que sea su origen: ataque cardíaco, síncope, dosis excesiva de drogas, ahogamientos, descargas eléctricas, intoxicaciones, etc. Hay que recordar que tenemos un máximo tiempo de entre uno y cinco minutos desde que se produjo la parada respiratoria, para tener esperanza de éxito. ⇒

El "ABC" de la reanimación. Convencidos de la importancia de la rapidez con que debemos iniciar nuestro socorro, vamos a detallar en qué debe consistir éste. Ante una persona que no respira usaremos el ABC de la reanimación. 9


Destaquemos que, según los casos, en unos nos bastará con emplear la regla A, en otros tendremos que emplear A y B y otros la A, B y C. Es muy importante: Que antes de intentar introducir aire en las vías aéreas tenemos que comprobar que no están obstruidas. Introduciremos nuestros dedos en la boca para extraer los cuerpos extraños (como arena, algas, dientes rotos, dentaduras postizas, trozos de alimentos) a los que podemos llegar con facilidad y nunca empujarlos hacia adentro. Si el cuerpo extraño está más profundo, en las vías respiratorias, como puede ser el caso de un trozo de alimento que se aspira en el transcurso de una comida, nuestra actuación será:

Si es un adulto, darle fuertes palmadas en la espalda, entre los omóplatos. Si es un niño, colocarle boca abajo y darle fuertes palmadas en la espalda o hacerle llorar.

Si esto no fuera eficaz, practicar la llamada maniobra de Heimlich, que consiste en que con la víctima en pie nos colocamos detrás de ella, poniendo nuestros puños enlazados uno encima de otro sobre "la boca del estómago" y con un enérgico movimiento, empujamos hacia nosotros y un poco hacia arriba. Si es preciso, repetir varias veces esta maniobra. No colocar los puños sobre las costillas.

Si la víctima ya estuviera inconsciente o al menos tendida en el suelo, la colocaremos boca arriba y arrodillándonos nosotros sobre ella empujaremos con nuestros puños enlazados sobre la "boca del estómago", dirigiendo el movimiento hacia arriba. Si es preciso, se repiten las presiones las veces precisas.

La persona que cae inconsciente y queda tendida en el suelo, se obstruye a sí misma sus vías respiratorias, porque la mandíbula cae hacia atrás arrastrando la lengua y es ésta la que actúa como obstáculo; se dice en frase gráfica que "se traga su propia lengua". Necesitamos hacer algo que contrarreste esta acción, para lo cual, basta con que la cabeza se mantenga doblada o flexionada hacia atrás lo más posible. Para ello, colocaremos una mano en la nuca y cuello de la víctima empujando hacia arriba, mientras que la otra mano se coloca en la frente, empujando hacia abajo y manteniendo esta posición. Con esta maniobra, la mandíbula viene hacia adelante y con ella la lengua, quedando abierto el paso del aire.

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Esta actuación puede servir para que la respiración se reanude espontáneamente. Si esto no ocurre, manteniendo esta posición pasaremos a la Regla B.

Tienda a la víctima en el suelo o en un plano duro, acostado sobre su espalda. Introdúzcale los dedos en la boca para comprobar la ausencia en ella de cuerpos extraños. Meta una mano por debajo del cuello y empuje hacia arriba la nuca y el cuello, y con la otra mano en la frente, flexione la cabeza completamente hacia atrás. Mantenga esta posición (es precisamente la Regla A). Ábrale la boca y con los dedos pulgar e índice de la mano que tenía colocada en la frente, cierre los orificios de la nariz, cogiéndola a manera de pellizco. Mantenga con esta mano la presión hacia abajo. Coloque sus labios alrededor de los de la víctima, abarcándole toda su boca e insúflele aire de manera firme y sin brusquedad. Observe si el pecho se eleva. Permita la salida del aire de la víctima de manera espontánea, separando su boca, para aprovechar este tiempo en nuestra propia respiración, y volver a llenar los pulmones para una nueva insuflación.

Después continúe repitiendo las operaciones a un ritmo de unas 12-15 veces por minuto (una vez cada cuatrocinco segundos ).

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Como se ha dicho, no es siempre necesaria su aplicación. Habrá casos en que se precisa y casos en los que no: es necesaria su aplicación cuando el corazón no late o lo hace de manera ineficaz. Posteriormente, tendremos que hacernos estas preguntas: ¿Cuándo sabemos que el corazón no late o lo hace de manera ineficaz?. Disponemos de dos signos muy importantes y valiosos:

En las partes laterales del cuello, a ambos lados de lo que se llama vulgarmente la nuez, queda una especie de hundimiento o fosita. En ese punto es muy fácil localizar el pulso de la arteria carótida, que es precisamente la que lleva la sangre al cerebro. Cuando el corazón no está enviando sangre al cerebro no podemos localizar el pulso en esta arteria carótida.

Si el cerebro no recibe sangre, la pupila, el orificio negro situado en el centro de la niña del ojo, está muy dilatado (midriasis), y no se contrae al recibir la luz.

¿Cuándo comprobaremos los signos de que el corazón no late o lo hace de manera ineficaz?. Después de comenzar la respiración boca a boca y hacer cuatro o cinco insuflaciones, comprobamos estos signos y obramos en consecuencia, según se necesite o no el masaje cardíaco. Si se precisa, porque los signos antes referidos así nos lo indican, procedemos a efectuarlo. ¿Cómo se hace la respiración y el masaje cardiaco externo?. Siempre con las dos manos en los adultos, para tener suficiente fuerza como para conseguir que el tórax baje de tres a cuatro centímetros en cada compresión. Debemos poner una mano sobre la otra, con las palmas hacia abajo, y de esta forma las colocaremos sobre la mitad inferior del esternón, que es el hueso central del tórax, al que van a parar las costillas, cuidando de no apoyar los dedos sobre ellas para no presionarlas, romperlas y causar daños mayores. Una vez escogido de esta forma el lugar en que vamos a hacer la compresión, ejerceremos una presión firme y brusca con todo el peso de nuestro cuerpo para conseguir que el tórax baje, y dejando después de hacer 12


fuerza para que el tórax se recupere por sí mismo. No se debe perder nunca el contacto de nuestras manos con el pecho. Este movimiento se repetirá 60 veces por minuto (una vez por segundo). Si se está sólo y se precisa hacer respiración boca a boca y masaje cardíaco, hay que alternar ambas maniobras de modo que se harán 2 insuflaciones profundas y a continuación 15 golpes sobre el tórax, atendiendo con esta cadencia a cada una de las dos técnicas.

3 Hemorragias. "Se entiende por hemorragia la salida de sangre fuera del aparato circulatorio.". Puede ser de tres tipos:

HEMORRAGIAS EXTERNAS. Cuando la pérdida de sangre es mucha, hay peligros importantes para la salud. El paciente pierde la consciencia. Puede venir el shock. Con una baja cantidad de líquido en el aparato circulatorio, el corazón se colapsa, se para. Por eso es urgente e importante atender adecuadamente la hemorragia. Debemos saber que el aparato circulatorio está compuesto de una bomba que proporciona fuerza para impulsar la sangre, que es el corazón, y unos tubos que podríamos llamar "cañerías", por donde circula la sangre. Estos tubos o vasos son de dos clases bien distintas: arterias y venas.

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En las venas, la sangre lleva una presión que es aproximadamente la décima parte de la que lleva en las arterias. Esto nos explica porqué es más grave y más difícil de cohibir una hemorragia arterial que una hemorragia venosa. ¿Cómo sabemos si lo que sangra es una arteria o una vena?.

Las hemorragias que plantean problemas vitales, casi siempre son arteriales. Vamos a referirnos a ellas. Punto primero: "hay que actuar deprisa". Si la sangre, por su tensión, tiende a salir con determinada fuerza, nosotros debemos oponer otra fuerza contraria. Esto lo vamos a lograr comprimiendo.

Cuando tengamos que comprimir una herida, tenemos que saber: ⇒ Lo que debemos comprimir. Por este orden:

La propia herida.

La arteria contra un plano óseo.

La arteria por medio de un garrote o torniquete.

⇒ Cómo debemos hacer el procedimiento de la compresión.

Nuestra prestación de auxilio empezará por comprimir la herida sangrante, es decir, haciendo un taponamiento. Para ello colocaremos el tejido más limpio que tengamos a mano sobre la herida y lo fijaremos con unas vueltas de venda aplicadas con cierta fuerza. Si es posible, se pondrá el punto que sangre a un nivel más alto que el corazón. Por ejemplo, si es la mano, la pondremos a la altura del cuello con un pañuelo en cabestrillo.

Muchas veces basta con esto para que la hemorragia cese. Hemos de hacer hincapié en que usaremos la tela más limpia que tengamos (y mejor si es un apósito estéril), pero en ningún caso debemos dejar de hacer el taponamiento, aunque la ropa esté sucia y sea muy posible una infección.

Pero hecho este taponamiento y colocado bien sujeto, la hemorragia no cesa. ¿Qué hacer? intentar la segunda medida: comprimir la arteria con nuestros dedos, contra un plano duro (hueso), intentando así interrumpir el paso de la sangre por ella. Como es lógico, la compresión se hará en un punto situado por encima de la herida, es decir, un punto entre ella y el corazón. 14


Esto se puede hacer en determinados puntos del trayecto de la arteria, precisamente cuando se hace más superficial. Debemos fijarnos sobre todo en tres puntos de compresión, dependiendo de: ⇒ Si la hemorragia es en la cabeza. Si la hemorragia es en la cabeza el punto de compresión será la arteria carótida (en el mismo punto en que buscamos el pulso en las maniobras de reanimación). Con los dedos en esta fosa de la carótida empujaremos hacia atrás intentando aplastarla contra la columna cervical. ⇒ Si es una hemorragia alta de un miembro superior. Otro punto de compresión en que debemos fijarnos es aquél que nos sirve para cohibir una hemorragia alta de miembro superior. Para ello vamos a comprimir el paquete vascular con la arteria subclavia que pasa por detrás de la clavícula. En esta fosa que se forma debemos introducir nuestros dedos, empujando hacia atrás intentado colapsarla contra la primera costilla. ⇒ Si es una hemorragia alta de un miembro inferior. El punto que nos sirve para las hemorragias altas de un miembro inferior, muy peligroso si provienen de la arteria femoral, por su grueso calibre. El punto que debemos saber en este caso no está bien delimitado. Comprimiremos con toda nuestra fuerza con el puño cerrado en el punto medio del pliegue de la ingle, es decir, en el centro del muslo donde éste se une con el abdomen. Sepamos, por último, de manera general, que cualquiera de los puntos del cuerpo humano en que es posible percibir el pulso es un lugar apto para utilizarlo como punto de compresión, sobre todo si está localizado de manera adecuada. Sin embargo, es frecuente que ocurra que estas maniobras de compresión manual no sean eficaces. Otras veces lo que es imposible físicamente es mantener la compresión durante todo el tiempo necesario, que a veces puede ser bastante largo. En uno y otro caso no tenemos más remedio que recurrir al último de los remedios y, se dice el último, porque siempre hay que intentar los otros antes. Este remedio, ya más radical, es el: Garrote o Torniquete.

La eficacia de esta maniobra bien aplicada es máxima, pero su peligrosidad es también acusada. En efecto, tenemos dos clases de riesgos cuando aplicamos un garrote:

Uno, poco probable, el de muerte súbita al retirarlo.

Otro, muy frecuente y que aparece siempre que la compresión se mantiene bastante tiempo, el peligro de gangrena del miembro afectado, precisamente al cortarle su riego sanguíneo y con ello su nutrición. Esta gangrena puede hacer necesaria una amputación e incluso poner en peligro la vida del enfermo.

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Es preciso llevar al ánimo del socorrista la idea de que el garrote puede ser aplicado, pero nunca hay que utilizarlo si no es absolutamente necesario. ¿En qué consiste un garrote/ torniquete?; Se trata de oprimir el miembro sangrante, es decir, brazos o piernas, por encima de la herida con una goma elástica o cualquier material blando y ancho (venda, corbata, etc.), rodeándole varias veces y con la suficiente fuerza para interrumpir la circulación, es decir, el paso de la sangre a través de la arteria y, con ello, que esta sangre no alcance el punto por donde sale, evitando por tanto la consiguiente pérdida. El colocar un garrote no requiere una técnica especial. Basta dar varias vueltas con la suficiente fuerza y sujetarlas de modo que no pierdan esta presión. Lo importante es que se cumplan los requisitos de que sea blando, ancho (unos 5-6 cm.) y lo suficientemente largo para enrollarlo y anudarlo. Nunca utilizaremos, para aplicar un garrote, objetos que sean demasiado estrechos, ni rígidos, del tipo de cuerdas, alambres, cordones de los zapatos, cables eléctricos, etc., que puedan lesionar la piel e incluso elementos más profundos. Una variante del garrote, y que actúa por el mismo principio, es el llamado torniquete, que consiste en preparar un trozo de tela en forma de anillo en el que daremos vueltas, con lo cual el anillo se va estrechando cada vez más hasta que comprime con gran fuerza sobre la misma extremidad. Bien, habiendo tenido necesidad de colocar un garrote, ¿qué debemos hacer después?:

Si pensamos que el accidentado va a ser llevado a un centro quirúrgico en un plazo de tres cuartos de hora a una hora, una vez puesto el garrote, no moverlo.

Si prevemos que la asistencia especializada se va a demorar dos horas o más, debemos aflojar el garrote a la media hora y comprobar si la hemorragia ha cesado. Si no es así, manteniendo aflojada la presión (sólo aflojar, nunca quitar) dejaremos que la sangre circule unos cuantos segundos para volverlo a apretar, y repetir esta maniobra cada treinta minutos. De esta forma intentaremos paliar los peligros de la falta de riego sanguíneo de los tejidos.

Es muy importante: que al accidentado que se le ha puesto un garrote o torniquete se le debe prender a las ropas (o mejor escribir sobre la piel) un rótulo que diga exactamente a la hora y minutos en que le fue colocado. Este detalle, que incluso puede parecer "cursi", es de gran utilidad para el médico que le ha de atender. A ser posible el torniquete debe quedar a la vista.

Por otra parte, no debemos olvidar el tratamiento básico anti-shock. Los que han sufrido una hemorragia sienten frío y sed. Es conveniente darles café caliente e incluso otros líquidos, como un vaso de agua con una pizca de bicarbonato, siempre que estén plenamente conscientes.

16


En el caso de las hemorragias venosas casi siempre basta con la compresión directa sobre la herida. Si esto no fuera suficiente, habría que aplicar un garrote, que en este caso se pondría debajo del punto sangrante, ya que, como hemos explicado, la circulación venosa es circulación de retorno hacia el corazón. HEMORRAGIAS INTERNAS. Es muy difícil saber si hay una hemorragia interna; sólo vamos a advertir los síntomas del shock: pulso rápido y débil, sudor frío, sensación de náuseas y de malestar, piel de color pálido o terroso y, en algunos casos, pérdida del conocimiento. Aplicaremos el tan repetido tratamiento básico anti-shock, dándole a beber líquidos como café caliente, en caso de que no haya recibido un fuerte golpe en el vientre. Si el traumatismo es abdominal y el enfermo está consciente, le trasladaremos sentado semi-incorporado y con las rodillas flexionadas. Si está inconsciente, en la postura de decúbito lateral que describíamos al hablar del shock. Le procuraremos un rápido medio de transporte hacia el hospital. HEMORRAGIAS EXTERIORIZADAS. Las podemos dividir en: ⇒ Hemorragias por la nariz (epistaxis). Nuestra actuación será comprimir con el pulgar el lado de la nariz que sangra, pero ejerciendo esta presión no sólo en el orificio nasal, sino en todo lo largo de esa mitad de la nariz. Esta compresión la haremos con la cabeza en posición normal y la mantendremos durante dos o tres minutos. Podemos también utilizar hielo envuelto en un pañuelo y utilizar éste para presionar. La mayoría de las veces, la hemorragia cesa con estas maniobras, pero si no fuera así, tendríamos que hacer un taponamiento. Para ello, preparamos una tira de venda de un centímetro de ancha y de un largo de unos dos metros que previamente mojada en agua oxigenada, la introduciremos dentro de la nariz con precaución y con la ayuda de unas pinzas.

Es importante dejar los dos extremos por fuera del orificio, pues si se introduce uno de ellos puede provocar el vómito al pasar por la garganta. Siempre que sea posible evitaremos usar algodón para hacer los taponamientos. El taponamiento lo debe retirar el médico. ⇒ Hemorragias por el oído (otorragias). 17


Después de un traumatismo de importancia son, en un gran porcentaje, indicadoras de una grave lesión o fractura de la base del cráneo. En esas hemorragias, normalmente, no nos importará su cuantía, ya que habitualmente ésta es pequeña, sino que la importancia se le da al hecho de que esta sangre quede acumulada dentro del cráneo comprimiendo el cerebro y ocasionando la muerte. Por lo tanto, nuestra actuación será favorecer la salida al exterior de esta sangre derramada, volviendo la cabeza de modo que el oído que sangra quede hacia abajo. Tratamiento anti-shock y evacuación rápida. ⇒ Hemorragia por la boca. Si es abundante y no hay ninguna lesión de la misma boca que la justifique, es señal de que procede de una lesión interna. Podemos aprender a diferenciar su origen:

⇒ Hemorragia por ano-genitales. Tienen este mismo tratamiento de reposo absoluto, los puntos básicos contra el shock y rápida evacuación a un centro sanitario.

4 Fracturas. Fractura es la "rotura completa o incompleta de un hueso". Dentro de las fracturas hay una diferenciación muy importante: cerradas o abiertas, según que la piel que las cubre esté intacta o por el contrario, haya una herida. En este último caso, la fractura es mucho más grave por el gran riesgo de infección, la cual dificultaría la formación del hueso reparador de la lesión. Puede ocurrir que, en una maniobra desafortunada, sea el mismo fragmento roto el que rasgue la piel y asome al exterior. Por lo mismo, trataremos las fracturas con gran precaución y no trasladaremos al accidentado sin haberle inmovilizado su fractura. Cuando estamos ante una fractura o sospechamos que se trata de ella, éstas son las preguntas más frecuentes que nos haremos: ¿Cómo sabemos que nos encontramos ante una fractura?. Muchas veces el diagnóstico es muy sencillo y el propio accidentado se da cuenta de su lesión, pero otras veces, es muy difícil y ni con la ayuda de la radiografía se puede asegurar. En caso de duda, la actuación será siempre tratar al herido como si realmente tuviera una fractura. Es preferible tomar precauciones excesivas que no haber tomado las necesarias. SÍNTOMAS Y AYUDA AL DIAGNÓSTICO. 18


Fundamentalmente son:

Dolor espontáneo y provocado por la presión de nuestro dedo. Es un dolor muy localizado, precisamente en el foco de la fractura.

Impotencia funcional o incapacidad del movimiento normal del hueso lesionado.

Deformación del miembro y a veces acortamiento.

ACTUACIÓN ANTE UNA FRACTURA EN UNA EXTREMIDAD. Actuar con calma, ya que la fractura, normalmente, no representa una urgencia vital. Y nuestros auxilios se orientan siempre en una dirección: hay que inmovilizar la fractura , es decir, impedir que los fragmentos del hueso roto se muevan, originando mayores destrozos. Por reducir la fractura se entiende colocar los fragmentos en su debido lugar, en el que ocupaban antes del accidente. Esta es una maniobra que sólo compete al médico, por el peligro de dañar vasos y nervios con sus consecuencias de hemorragias y parálisis (fracturas complicadas).

Al inmovilizar una fractura se pretende también proporcionar a la parte del cuerpo lesionada ese soporte rígido que constituía el hueso y, que por romperse, ha dejado de ejercer esta función. Por lo mismo, al inmovilizar, como ejemplo más frecuente, cualquiera de las extremidades, necesitaremos un objeto rígido y alargado como pueden ser palos, varillas metálicas, reglas, bastones, etc. Este soporte rígido, que desde ahora llamaremos férula, se coloca adosada al miembro fracturado, generalmente en número de dos si fuera posible. Esta férula debe ser lo suficientemente larga como para que rebase la articulación, situada inmediatamente por encima y por debajo del foco de fractura, si queremos hacer una inmovilización correcta. Por ejemplo, si el hueso fracturado es la tibia (el hueso de la pierna), necesitaremos una férula que sea tan larga como para llegar del tobillo a la rodilla y aún rebasarlos un poco.

19


Una vez buscado este objeto, o mejor, este par de objetos que nos van a servir de férula, los colocaremos a ambos lados del miembro afectado, atándolos entre sí por medio de vendas, corbatas o cualquier otro objeto similar y que esté a nuestro alcance. Sujetas ya con firmeza, rellenaremos los huecos que queden entre la férula y el miembro lesionado con algodón, que cumple la doble misión de afirmar más aún las férulas y la de acolcharlas. Una vez inmovilizado así el miembro, ya podemos mover al enfermo con gran precaución. Como caso particular, cuando el hueso fracturado es el fémur o la tibia (huesos del muslo o la pierna) y no disponemos de férula, puede servir como tal el otro miembro sano, atándolos uno con otro tal como hemos dicho más arriba.

También si el hueso fracturado es de un miembro superior debemos servirnos del soporte rígido que supone la pared del tórax, y para ello, además de colocar la férula, haremos el clásico cabestrillo con un paño o pañuelo que doblaremos en forma de triángulo, atándolo alrededor del cuello. ACTUACIÓN ANTE UNA FRACTURA EN LA COLUMNA VERTEBRAL. 20


Para comprender la gravedad de estas lesiones debemos saber, la anatomía de esta región. La columna vertebral está constituida por una serie de huesos de forma aplanada que comienzan articulándose en el cráneo y, yendo a lo largo de la espalda, acaban en un hueso llamado sacro, que se articula con los de las caderas. La función de esta columna es doble. Una es, evidente, servir de soporte rígido central y de armazón óseo del tronco. Pero aún tiene otra función: cada hueso de éstos tiene un orificio que al superponerse forman un conducto que aloja a la médula espinal. La importancia de ésta es enorme, ya que está formada por todos los nervios que entran y salen del cerebro y al que llevan y del que reciben todas las órdenes del cuerpo. Diríamos que son unos cables eléctricos o telefónicos. Esta médula espinal va protegida por la columna vertebral. Precisamente, cuando ésta se rompe, los fragmentos óseos pueden lesionar la médula, que es de estructura muy frágil, y al romper alguno de estos cables eléctricos se interrumpe esta circulación de órdenes, con lo que se produce una parálisis, precisamente desde el punto en que la médula está lesionada hacia abajo. Si la lesión es muy alta, por encima de los hombros, se puede producir una parálisis de las cuatro extremidades, e incluso, si es más alta aún, afectar al centro nervioso de la respiración y el latido cardíaco, causando la muerte. En todos los casos, las parálisis son definitivas. Pero no siempre que hay fractura de la columna vertebral hay lesión de médula, y éste va a ser otro de los determinantes de nuestra actuación: evitar que una columna vertebral rota pueda dañar una médula todavía intacta. Los síntomas de fractura de columna, aunque muchas veces no se presenten muy claros, son: dolor de espalda, o de la zona lumbar según la que esté afectada, insensibilidad y parálisis desde esta zona hacia abajo. Naturalmente sólo podremos observar estos síntomas si el herido está consciente. Nuestra actuación seguirá estas premisas:

Actuar sin prisa.

Mover al enfermo de tal manera que su columna vertebral, de la cabeza a los pies, forme siempre una línea recta. Para ello emplearemos todas las personas que hagan falta, con un mínimo de cuatro, que metan sus manos con gran precaución por debajo del accidentado (al que colocaremos boca arriba), levantándole todos a la vez y colocándole siempre sobre un soporte duro y rígido: plancha, puerta, mesa, etc. Absolutamente prohibido obligarle a que intente caminar o llevarle agarrado por las axilas y las rodillas.

El transporte se hará siempre sobre ese soporte duro y atando al herido sobre él para evitar que involuntariamente se mueva.

Es decir, lo fundamental es que su columna vertebral esté siempre rígida y estirada. Si la médula espinal está intacta debemos evitar que nuestras maniobras la lesionen con algún fragmento óseo que puede actuar como cuchillo. De aquí que la fractura de la columna vertebral se considere muy grave, pero no de suma urgencia. En ocasiones, lo mejor que podemos hacer por un lesionado de este tipo es impedir que le muevan mientras no haya un número suficiente de personas para poder movilizarlo y que además sepan lo que hacen.

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5 Quemaduras. "Se entiende por quemaduras las lesiones que el calor produce en los tejidos del organismo". Este calor puede ser suministrado por diferentes fuentes caloríficas, como cuerpos sólidos calientes (planchas, hierros candentes), cuerpos líquidos (agua, aceite), gaseosos (vapor de agua, cualquier forma de llama), radiaciones (solares, rayos X) y electricidad. 22


Las quemaduras, por sus especiales características, son de las lesiones más dolorosas, largas y difíciles de curar, además de que producen efectos generales sobre la fisiología total del quemado que pueden desembocar en grandes complicaciones e incluso en la muerte. La quemadura produce:

Efectos locales (en la misma zona lesionada).

Efectos generales (sobre otros puntos del cuerpo).

Los efectos que se producen en la zona quemada, fundamentalmente son: ⇒

Dolor: que puede llegar a ser tan intenso, que por sí mismo coloque al enfermo en estado de shock. De aquí la necesidad primordial de evitar al lesionado toda maniobra que resulte dolorosa para él.

Infección: que en las quemaduras, es particularmente fácil por la cantidad de tejido que queda dañado, pero no muerto y, por tanto, queda con menos resistencia a los microbios. Sin embargo, en los primeros momentos podemos decir que la herida es estéril, ya que el mismo calor que destruyó los tejidos eliminó los gérmenes. Este paréntesis "limpio" es el que debemos aprovechar para procurar colocar un apósito estéril sobre la quemadura, con la intención de que la aísle del aire y se contamine lo menos posible.

Deshidratación-aumento de viscosidad de la sangre: este es el capítulo fundamental en las quemaduras y el que les da su trascendencia. Toda la superficie de la quemadura, si la piel ha resultado dañada en cierta profundidad, presenta una zona en la que los pequeños vasos arteriales, llamados capilares, aumentan el diámetro de los poros (por así llamarlos) que normalmente tiene. A través de estos poros dilatados no pueden salir los glóbulos rojos de la sangre y por lo tanto no se advierte hemorragia, pero sí son lo suficientemente grandes en diámetro para que escape a través de ellos el componente líquido de la sangre. Como por otra parte, la barrera protectora y de contención que supone la piel ha dejado de ejercer su función al ser dañada, este líquido sanguíneo, el plasma, se pierde al exterior. La consecuencia directa es, que al ser la pérdida progresivamente mayor, la sangre se va volviendo cada vez más espesa, por decirlo en fase gráfica, aumenta su viscosidad. Esto produce unos efectos que, por repercutir en todo el organismo, son los que hemos llamado efectos generales. El aumento de la viscosidad de la sangre y su compañera, la pérdida de volumen sanguíneo, obligan al corazón a un trabajo cada vez mayor que produce su agotamiento, con la caída de la tensión arterial y el estado de shock en que esto desemboca (shock hipovolémico). Pero no es sólo esto. Ya hemos dicho que las quemaduras eran una de las lesiones más graves y ello es, entre otras cosas, precisamente por esta facilidad con que provocan el shock. Hemos visto dos factores que lo favorecen: el dolor y la deshidratación y aún nos queda un tercero: el fracaso de las funciones del riñón. 23


Las funciones normales del riñón son las de filtrar de la sangre las sustancias nocivas para el organismo, formar con ellas la orina y excretarlas al exterior. La mayor viscosidad de la sangre hace que este filtro se obture, la sangre no puede eliminar sus toxinas; al cesar la formación de la orina el enfermo se coloca en una grave situación, que además viene favorecida porque a los productos tóxicos normales se añaden los que producen los tejidos dañados y que, entre otras lesiones, pueden provocar úlceras gástricas. Esta autointoxicación, si se prolonga, puede acabar con la vida del sujeto.

5.1

Criterio de gravedad de una quemadura.

La mayor o menor gravedad de una quemadura depende de diversos factores: ⇒

La extensión. Una quemadura es tanto más grave cuanto más superficie de la piel afecta. Esto nos lo explicamos ahora muy bien por lo que se ha dicho sobre la pérdida de líquidos a través de la quemadura: mayor superficie abierta, más rápida y mayor deshidratación y concentración de la sangre. Una quemadura que afecte un 50% aproximadamente de la superficie corporal de un adulto es prácticamente mortal. Por encima de un 20-25%, es una quemadura severa. Para calcular la extensión de piel quemada y tener, por tanto, un pronóstico, utilizaremos la regla de los nueve. Según esta regla, sabemos que el porcentaje de piel de la superficie de:

24


Si sumamos estos porcentajes y tenemos en cuenta que hay algunas partes (las extremidades) que considerar por duplicado, obtendremos un 99% del total de la superficie corporal. El 1% restante lo forman los genitales. De esta forma, y de manera rápida, podemos juzgar sobre la mayor o menor extensión de una quemadura. Por ejemplo, si nos encontramos ante un quemado en que se encuentre afectada la parte anterior del tronco (tórax y abdomen) y de la extremidad inferior derecha, calculamos que la superficie lesionada es un 27% del total y por lo tanto su quemadura es grave. ⇒

La profundidad. Aunque no es tan decisiva como la extensión, juega un papel importante; tanto es así que con arreglo a la profundidad de las quemaduras se clasifican según este criterio ampliamente difundido:

Quemaduras de primer grado: las más superficiales, la piel no se encuentra destruida, sino sencillamente irritada. Su lesión característica es el enrojecimiento de la piel o eritema. El ejemplo típico son las quemaduras por irradiación solar.

Quemaduras de segundo grado: hay una lesión de la piel de mayor profundidad y se produce la lesión típica de estas quemaduras, que es la ampolla o flictena.

Quemaduras de tercer grado: ya hay destrucción profunda de la piel o incluso de los tejidos más profundos, de tal manera, que se produce su muerte o necrosis. Se forma una zona de tejido destinado a desprenderse y que es de color negruzco, denominándose escara. En el caso de quemaduras por productos cáusticos esta escara puede ser de color blanquecino. Las quemaduras de tercer grado nunca vuelven a recubrirse de piel por sí solas y exigen un tratamiento complicado a base de injertos cutáneos.

La edad del quemado. Las quemaduras son siempre más graves en los ancianos, por su menor capacidad de defensa y en los niños, por el mayor porcentaje de agua que contienen sus tejidos. Una superficie quemada del 25% puede ser mortal en un niño.

Localización. Las quemaduras son más graves cuando se localizan en zonas que tienen una gran cantidad de fibras nerviosas. Estas zonas son, principalmente, cara, manos y genitales.

5.2

Actuación del socorrista ante una quemadura.

En primer lugar, si a una persona se le han prendido sus ropas, debemos evitar que corra, pues no hará con ello más que avivar las llamas. Por el contrario, la cubriremos con una manta o la haremos rodar por el suelo. Después debe calcularse, aunque sólo sea aproximadamente, la superficie quemada, sin dejarse impresionar por la primera apariencia. Las quemaduras pueden ser: QUEMADURAS DE PRIMER GRADO. En las de poca extensión, refrescaremos al chorro de agua fría o incluso introduciendo la parte afectada –si es posible– en un cubo con agua. Posteriormente, se puede aplicar, compresas o cremas del tipo de las usadas para el cuidado de las manos, con el fin de aliviar el ardor y la tirantez de la piel. 25


QUEMADURAS DE SEGUNDO GRADO.

En primer lugar hemos de decir que, si sospechamos que esta quemadura por su extensión, tuviera que ser atendida por un médico en un plazo breve, no le aplicaremos ninguna pomada grasa y espesa de las que comúnmente se utilizan, pues con ello se oculta la superficie de la quemadura y el médico no puede formarse un juicio exacto si no es quitando previamente esta cura, con la consiguiente pérdida de tiempo y la producción de intensos dolores al herido.

Una ampolla o flictena típica de la quemadura de segundo grado. Se nos puede presentar intacta o rota , en el caso de que la veamos entera, no se pinchará ni recortaremos la piel elevada. Si así lo hiciéramos, aumentaríamos la exudación y, además, facilitaríamos un camino de penetración a los gérmenes. Quizá el médico o el enfermero lo haga después, pero con las debidas condiciones de asepsia y material adecuado. Por lo tanto, nos limitaremos a colocar una gruesa capa de gasa por encima, que le aísle del aire, fijándola con esparadrapo. Si la ampolla está rota, la trataremos como a una herida corriente: lavar con agua oxigenada o esterilizada ( suero fisiológico ), cortar las zonas de piel muerta con ayuda de unas tijeras de punta roma, y cubrir con una gasa empapada en una materia grasa del tipo Linitul o Tulgrasum. Si no se dispone de ella, dar un poco de vaselina estéril. Colocando un apósito grueso, como hemos explicado anteriormente, habremos terminado nuestra misión.

QUEMADURAS DE TERCER GRADO (GRAVES).

Si la quemadura es grave (más del 25% de la superficie corporal), la actuación del socorrista se limitará a ser lo más sencilla posible, ya que en todos los quemados, la manipulación excesiva produce grandes dolores y probablemente la infección de la herida, que en las quemaduras es mucho más fácil que en otro tipo de lesiones.

Por lo tanto, en las quemaduras graves, por su extensión, nos vamos a limitar a colocar sobre la zona lesionada un apósito estéril si es posible, y si no, lo más limpio de que dispongamos.

Con esto, conseguimos aislar la herida del aire, con dos efectos beneficiosos: Reducir el dolor (Toda quemadura al dejar de estar en contacto con el aire se hace menos dolorosa); y evitar, dentro de lo posible, la contaminación con los gérmenes del ambiente.

Nunca intentaremos despegar trozos de vestido adheridos a la piel abrasada.

Para mitigar el dolor, debemos administrar algunos de los analgésicos habituales por vía oral. Si el quemado está inconsciente, o es una gran quemadura, no debemos administrar nada por la boca.

Si el accidentado no ha perdido el conocimiento, es muy conveniente darle a beber un vaso de agua con un poco de bicarbonato sódico y una pizca de sal; se le puede repetir a la media hora. Esta medida intenta compensar la pérdida de líquidos y sales a través de la quemadura.

6 Accidentes por electricidad. Serán de distintas características, según sean producidos por una corriente de alta o baja tensión.

26


Generalmente, para llegar a estar en contacto con un cable conductor de alta tensión se necesita trabajar en la industria eléctrica, pero la corriente de bajo voltaje la manejamos todos nosotros en el trabajo y en el ambiente doméstico. La primera medida a adoptar por el socorrista, sea cual sea la tensión de la corriente, es bien sencilla, pero se olvida muchas veces: evitar que él mismo sufra la descarga eléctrica al ponerse en contacto con el mismo conductor o con la persona a la que se intenta ayudar. Para ello, el mejor remedio es hacer que cesen el paso de la electricidad, es decir, lo que se llama cortar la corriente. En el ambiente doméstico nuestro primer movimiento será ir hacia los fusibles o plomos y desconectarlos. En el trabajo se debe también saber dónde está el conmutador que dá paso a la corriente eléctrica en la zona en que ha surgido el accidente. En el caso de líneas de alta tensión no es tan sencillo. Los mandos están centralizados en determinadas instalaciones, a veces bastante distantes y, por lo tanto, las órdenes tardan mucho tiempo en llegar. Cuando la tensión sea baja y no podamos cortar la corriente, intentaremos separar el conductor del cuerpo de la víctima con algún objeto aislante y suficientemente largo(cuidado con las manos mojadas) a la vez que nosotros mismos nos hayamos aislado del suelo subiéndonos encima de una silla de madera, en un cajón de botellas de refrescos, etc. Si la tensión es alta, lo mejor es no intentar separar al accidentado de la corriente si ésta sigue pasando, pues el riesgo es muy elevado para el socorrista. No obstante, la posibilidad de que en una electrocución por alta tensión la víctima quede en contacto con el material conductor es mínima, por cuanto que lo normal es que salga despedida. Una vez separada la víctima del material conductor, que estaba bajo la tensión, ya le podemos aplicar los primeros auxilios. Debe tenerse en cuenta que el grado de daño y gravedad de las consecuencias, cuando no son instantáneas, depende de la cantidad de tiempo que el accidentado está soportando la tensión eléctrica, de aquí la importancia de separarlo del contacto a la mayor brevedad posible.

6.1

Efectos sobre el organismo humano.

Los efectos más importantes de la corriente eléctrica sobre el organismo humano son: ⇒ La muerte, se puede producir por mecanismos distintos:

Muerte blanca: se produce por detención instantánea de todas las funciones cerebrales al paso de la corriente. Es mucho más frecuente si el contacto con el conductor en tensión se hizo con la cabeza. En este caso, toda la ayuda que se preste es poco efectiva.

Muerte azul: se produce por dos mecanismos diferentes:

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Tanto en la asfixia como en la fibrilación ventricular la actuación será precisamente las maniobras de reanimación, es decir, respiración artificial boca a boca y masaje cardíaco externo. ⇒ Las Quemaduras, no presentan ninguna característica especial de las ya tratadas anteriormente.

7 Intoxicaciones y lesiones oftalmológicas. A- INTOXICACIONES. Los productos que pueden causar una intoxicación por vía oral son variadísimos (lejías, detergentes, alcohol, alimentos en malas condiciones, medicamentos, etc.). Nuestra actuación más correcta seguirá estos pasos: ⇒

Diluir: cualquiera que haya sido el producto ingerido, daremos a beber un litro de agua corriente para que así la concentración del tóxico en el estómago sea menor.

Evacuar: provocar el vómito para expulsar el tóxico hacia el exterior. Para conseguirlo daremos de beber al sujeto un vaso de agua tibia con bicarbonato o sal. También estimulando la faringe con los dedos. Hay una excepción. Cuando el tóxico sea del tipo de ácidos fuertes (sulfúrico, nítrico, salfumán), de los álcalis fuertes (sosa, lejía) o de los derivados del petróleo, la acción corrosiva de estas sustancias sobre el esófago hace que las lesiones que provocan se reproduzcan durante el vómito, dando lugar después a cicatrices con graves estrechamientos. Por otro lado, la pared del estómago ya debilitado, puede romperse durante el esfuerzo del vómito. Tampoco intentaremos hacer vomitar si el accidentado está inconsciente o semiinconsciente.

Neutralizar: es aconsejable siempre que no se deba provocar el vómito. Algunas veces puede ser neutralización química. La neutralización química consiste en neutralizar el carácter ácido o alcalino del tóxico. Es sabido que ambas acciones se anulan entre sí, por lo tanto; si lo ingerido es un ácido fuerte, proporcionaremos un álcali débil que no tenga por sí acción patológica. Los más frecuentes disponibles son el bicarbonato sódico o la magnesia. Administraremos alrededor de medio litro de agua con alguno de estos productos en una concentración adecuada (una cucharada de bicarbonato en medio litro).

28


Dar el antídoto. En el caso de algunos productos químicos podremos saber cuál es el antídoto específico, es decir, aquella otra sustancia que hace desaparecer su acción nociva. Muchos productos industriales llevan un antídoto escrito en el envase, pero otras veces este antídoto no se conoce o no existe. Entonces, podemos utilizar cualquiera de los llamados antídotos universales.

De los más prácticos y que usaremos siempre que podamos, es el de administrar claras de huevo en un litro de agua. Con ello se intenta crear una película protectora de la mucosa gástrica. Una vez tomadas estas medidas, el intoxicado permanecerá echado y bien abrigado (tratamiento anti-shock). Si la intoxicación fue por barbitúricos o sedantes de cualquier tipo, no es aconsejable acostar al sujeto, sino, al contrario, darle café fuerte, hacerle andar, hablarle y obligarle a mantenerse despierto. B- LESIONES OFTALMOLÓGICAS. Todas las lesiones de ojos, por leves e insignificantes que parezcan, deben ser vistas por el médico. De todas formas, éstos son los procedimientos a utilizar:

El agua corriente usada con generosidad es el remedio más eficaz que podemos aplicar siempre.

En todos los casos, en que el ojo haya sufrido una herida, cuerpo extraño, quemadura por productos químicos o por un cuerpo caliente, o una agresión del tipo de la que produce la luz que se desprende de la soldadura eléctrica, lo que haremos es colocar el ojo bajo el chorro del grifo manteniendo abiertos los párpados y conservarlos así durante unos minutos. Si no existiera agua corriente, el socorrista intentará aplicar una medida parecida.

No frotar nunca los ojos.

Una vez bañado el ojo de esta manera, colocaremos una gasa sobre él y llevaremos al paciente al médico. Es preferible, si el enfermo no se asusta con ello, que este apósito se coloque sobre los dos ojos, el dañado y el sano, ya que así el reposo de los globos oculares es mucho más completo.

Dependiendo de si se trata de cuerpos extraños no enclavados o enclavados actuaremos de la siguiente manera:

8 Insolaciones, ataques epilépticos y heridas. A- INSOLACIONES.

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Es la exposición prolongada a sol. La insolación es más grave en niños y ancianos. Los síntomas son: fuertes dolores de cabeza, náuseas y vómitos, rostro enrojecido, piel seca, y a veces fiebre muy alta. Debe colocarse al paciente donde no le dé el sol ni tampoco el frío. Mantenerle caliente, acostado y ligeramente levantada la cabeza. Aflojar toda la ropa que comprima el cuerpo. Cubrir la cabeza con paños mojados, frotar los miembros para activar la circulación, hacia el corazón. Si está consciente, darle agua con sal para recuperar las pérdidas de líquidos por el sudor. Trasladarlo cuanto antes a un centro sanitario. B- ATAQUES EPILÉPTICOS. "La epilepsia es una enfermedad neurológica esencialmente crónica, que se presenta por accesos frecuentes, caracterizados a veces por pérdida súbita del conocimiento, convulsiones y coma". Cuando esto ocurra, hay que evitar que el afectado se dañe a sí mismo. Para ello, introducir un pañuelo o algo blando en la boca para impedir que se muerda la lengua, y situarle en un lugar blando y apartado de esquinas, aristas, bordes vivos y partes cortantes, para que en sus convulsiones no se golpee. Si tiene vómitos, ponerle la cabeza de lado. Dejar que termine la crisis. Después, llevarle a un centro sanitario. C- HERIDAS. Son las lesiones más frecuentes producidas en los lugares de trabajo. Se definen como "toda solución de continuidad de la piel, asociada o no con otras lesiones de los tejidos subyacentes", producida por un instrumento o por efecto de cualquier medio violento. Se clasifican en: heridas simples o complicadas.

Las heridas efectuadas por cuchillos, navajas o tijeras como consecuencia de accidentes domésticos suelen ser simples e incisas de bordes netos y limpios. Las heridas producidas por choques, atrapamientos o caídas, suelen ser contusas, con bordes irregulares e isquémicos, siendo ocasionadas con mayor frecuencia en el medio laboral.

Dependiendo de la situación, la actuación del socorrista podrá ser: ⇒

Actuación general.

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Como en el resto de sus actuaciones, el socorrista evitará las complicaciones de las lesiones. En este caso las complicaciones más frecuentes de las heridas son la infección, la necrosis local y la hemorragia. Todas las heridas deberán ser vistas por un facultativo, con el fin de valorar su gravedad y en su caso realizar el tratamiento quirúrgico correspondiente. Mientras tanto el socorrista encaminará todas sus actuaciones para evitar la infección. El socorrista tendrá siempre a mano el material de curas que vaya a utilizar: gasas, apósitos, agua oxigenada, antisépticos, pinzas, tijeras, etc. Antes de limpiar cualquier herida, el socorrista deberá lavarse las manos con agua y jabón y secárselas con material estéril. No utilizará algodón o apósitos de celulosa, con el fin de que no se ahdieran a los bordes de la herida y ocasionen posteriormente una infección. No aplicará incipientes ni antisépticos ni antibióticos dentro de la herida, con el fin de evitar irritaciones de los tejidos y alergias que aumentarían el tiempo de cicatrización. Como agente de salud, aconsejará la vacunación contra el tétanos. ⇒

Actuación en el caso de heridas incisas y no complicadas.

Limpiará la herida con abundante agua y jabón y en su ausencia con agua oxigenada.

Secará la herida con gasas o apósitos, siempre desde el centro hacia fuera.

Aplicará un antiséptico alrededor de la herida, nunca en el interior de ella.

Y por último, cubrirá la herida con un apósito y se enviará a un centro sanitario para su valoración.

Actuación en el caso de heridas simples y contusas. Se observará la existencia de cuerpos extraños, tales como: arena, cristales, etc., en este caso se retirarán con cuidado con gasas y pinzas. En el caso de estar enclavados no se retirarán, por peligro de producir una hemorragia. Una vez realizada esta actuación el socorrista continuará con el resto de las actividades al igual que en el caso de heridas incisas y no complicadas.

Actuación en el caso de heridas complicadas. El socorrista colocará un apósito en la herida y prestará los primeros auxilios, según las complicaciones que vayan surgiendo tales como: hemorragias, fracturas, shock, etc., con arreglo a los criterios ya establecidos con anterioridad en este capítulo y enviando al accidentado lo más urgentemente posible a un centro hospitalario, por el medio de transporte más adecuado a su estado de salud.

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