Discursos de orden ante la Asamblea Vacional

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Independencia en Revolución Discursos de Orden del 5 de Julio 2000-2011

ASAMBLEA NACIONAL

Dirección General de Investigación y Desarrollo Legislativo Dirección de Investigación y Asesoría Histórica 2011



Independencia en Revoluci贸n Discursos de Orden del 5 de Julio 2000-2011


JUNTA DIRECTIVA Dip. Luis Fernando Soto Rojas, Presidente Dip. Aristóbulo Istúriz Almeida, Primer Vicepresidente Dip. Blanca Eekhout Gómez, Segunda Vicepresidenta Iván Zerpa Guerrero, Secretario Víctor Clark Boscán, Subsecretario DIRECIÓN GENERAL DE INVESTIGACIÓN Y desarrollo legislativo

Pedro Sassone García, Director General DIRECCIÓN DE INVESTIGACIÓN Y ASESORÍA HISTÓRICA

Luis Gustavo Pérez Pescador, Director

Independencia en Revolución

Discursos de Orden del 5 de Julio 2000-2011 Asamblea Nacional

Dirección General de Investigación y Desarrollo Legislativo Dirección de Investigación y Asesoría Histórica www.asambleanacional.gob.ve asesoriahistorica@gmail.com Caracas, 2011 Impresión: Imprenta de la Asamblea Nacional Impreso en la República Bolivariana de Venezuela


Contenido

El contexto histórico-político 2000-2011 Dirección de Investigación y Asesoría Histórica Introducción La transición hacia un nuevo modelo político y la solución a los problemas más urgentes de la población. 1999-2001 La oposición de la oligarquía al nuevo modelo político nacionalista y popular Después del paro la recomposición de la economía Hacia la concreción del Estado revolucionario Acerca de la compilación documental de esta edición Fuentes consultadas

2000

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“Es tiempo de construir una gran nación” Samuel Moncada El cambio necesario ¿Qué celebramos el 5 de Julio? El tiempo de los fundadores Problemas y oportunidades del presente ¿Cómo construir una gran nación? Los retos del futuro Globalización: economía, gobierno y cultura ¿Qué hacer?

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2001

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“Educación para la Revolución y revolución en la educación” Imelda Rincón Finol Introducción Una educación para la Revolución Hacia una revolución en la educación Los desafíos de la Revolución en la educación

2002

71 73 83 85 91

“Olvidar la guerra, guardar la espada y sacar el arado” Francisco José Virtuoso (S. J) I II III IV

93 95 99 109

2003

115

“Bolívar vive. No es que resucitó” Juan Germán Correa González Instalación y cese del Congreso Supremo de Venezuela Acta del 5 de julio de 1811 La construcción dolorosa de la nacionalidad Voluntad de justicia y extrañamiento Doctrina bolivariana

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2004

135

“Independencia, soberanía, memoria del ser que compartimos” Embajador Jorge Valero

2005

151

“Retomamos la idea del socialismo” General de División (Ej.), Alberto Müller Rojas Dominio y control desde nuestra geografía Hombres y mujeres dueños de su propio destino Una falaz antinomia: igualdad versus libertad 194 años después: todos nosotros Un emplazamiento, un clamor

2006

155 160 165 169 172 175

“Hoy la Patria Grande es absolutamente posible” Presidente Néstor Kirchner Del intercambio a la integración Venezuela en el Mercosur Bicentenarios: consolidación de nuestras convicciones

2007

177 181 183 189

“La lucha del pueblo no traiciona” Libertad Velasco Paréntesis introductorio Juventud: compromiso revolucionario Tributo al pueblo La semilla de Simón Rodríguez

191 192 195 198

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Contenido Discursos de Orden 2000-2011


¿Qué estamos esperando? Ayer y hoy: la misma lucha

2008

200 207 215

“Acá la Revolución continúa” Presidente Evo Morales Ayma Bolivia: una larga lucha Lucha popular y poder político Diálogo sin sometimiento ni dominación Bolivia: un proceso sin retorno

217 220 223 227

Palabras del Presidente Hugo Chávez Frías

235

2009

243

“La Revolución es el camino, la Independencia, el objetivo” General en Jefe (Ej.) Carlos Mata Figueroa Prohombres y Declaración de la Independencia Invocación a Bolívar Unidad, sigue siendo nuestra premisa Venezuela: reserva moral continental

2010

247 251 253 256 261

“¡Y de aquí hacia adelante, sin mirar atrás!” Presidente Rafael Correa Manuela, Bolívar y Alfaro El rol del cristianismo y el Socialismo del Siglo XXI Unidad e integración Inventamos o erramos Palabras del Presidente Hugo Chávez Frías

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2011

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“La República radical que bulle en nuestras mentes” Roberto Hernández Montoya Sustrato cultural de los acontecimientos políticos Desperezamiento y transgresión 200 años después: nuestra osadía revolucionaria

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El contexto histórico-político 2000 -2011 Dirección de Investigación y Asesoría Histórica

Introducción Después de la caída de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez en enero de 1958, se instaura en Venezuela un modelo político cimentado sobre las bases de la democracia liberal-burguesa y bipartidista, sistema basado en la representatividad del pueblo, que veía limitada su participación a la consulta electoral de cada cinco años, cuando elegía a sus representantes, quienes tenían la responsabilidad de llevar a todas las instancias gubernamentales la voz del ciudadano común. Ese modelo de democracia representativa tal vez resultó funcional para aquella sociedad venezolana de finales de la década de los ‘50 que recién salía de una férrea dictadura, pero no para una sociedad que treinta años después comenzaba a exigir nuevas formas de participación y de acceso al poder. Es por eso que dicho modelo entra en crisis a mediados de los años ‘80, al transformarse en un pacto de élites que cercenó la posibilidad del desarrollo efectivo de mecanismos que posibilitaran una mayor participación y movilización popular, tal como reclamaba el electorado.

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Para la década de los ‘90, había en la opinión pública un fuerte cuestionamiento hacia el sistema democrático representativo –conformado por unas organizaciones partidistas que habían perdido credibilidad ante el país– y hacia los organismos que conformaban el aparato institucional del Estado –percibidos como fuentes de corrupción e ineficacia. A esto se sumaba la fuerte crisis económica agudizada por el fin de la bonanza petrolera, reflejada en la desmejora de la calidad de vida del pueblo venezolano, frente a unos gobiernos que pactaban con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial sin atender a los reclamos de las mayorías, que recibían una represión brutal como respuesta gubernamental ante sus reclamos. Todos estos factores se vieron agudizados con dos acontecimientos que sacudieron a la sociedad venezolana y que eran expresiones del malestar que la corroía y del fracaso del sistema político basado en el Pacto de Punto Fijo: el Caracazo del año 1989 y las rebeliones militares de febrero y noviembre del año 1992. El primero fue catalogado, por algunos líderes políticos que en ese momento estaban en el poder, como un hecho en el que el pillaje fue lo que motivó a las masas populares a salir a las calles. Argumento con el cual pretendieron ocultar el quiebre de un sistema incapaz de garantizar la satisfacción de necesidades básicas del pueblo. Por otro lado, las rebeliones militares del año 1992 fueron interpretadas por la élite política como un burdo intento de acabar con la democracia venezolana a la que catalogaban como la más sólida y estable de América Latina. En suma, la clase política dirigente hizo caso omiso a las señales de la crisis, tal como lo expresó el entonces diputado Aristóbulo

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Istúriz durante el debate parlamentario en torno a los hechos del 27 de febrero de 1989: Debo comenzar con una expresión de la filosofía popular “el que siembra viento cosecha tempestades”. Esta frase es útil hoy para analizar los lamentables sucesos que han provocado este debate, y esos sucesos no son más que la consecuencia del proceso de deterioro progresivo que ha vivido la democracia venezolana, sus instituciones y sus liderazgos. (…) Este debate se ubica en el balance de la democracia venezolana, ellos son el producto del desengaño del pueblo, de las frustraciones, y no es posible hoy encontrar autoridad alguna en las instituciones que rigen la democracia. (…) Este Congreso ha venido eludiendo el debate de las medidas, ha venido posponiéndolo y ha sido la fuerza, la furia popular el que ha obligado a esta convocatoria. Analizar los sucesos, buscar la causa de los sucesos; causas que están en la propia esencia de la democracia. Son treinta años de democracia y los últimos tres gobiernos han venido echándose la culpa unos a otros.

Venezuela mostraba el resquebrajamiento de un modelo de estabilidad política y bonanza económica que había sido erigido como ejemplo para el resto de los países de América Latina. Y tal como lo afirmaba en el año 1996 Hugo Rafael Chávez Frías, líder de la rebelión militar del 4 de febrero de 1992:

Congreso de la República, Diario de Debates de la Cámara de Diputados, sesión del 2 de marzo de 1989, p. 241.

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El contexto histórico-político 2000-2011 Dirección de Investigación y Asesoría Histórica


Sin duda, estamos ante una crisis histórica, en el centro de cuya irreversible dinámica ocurren simultáneamente dos procesos interdependientes: uno es la muerte del viejo modelo impuesto en Venezuela hace ya casi 200 años, cuando el proyecto de la Gran Colombia se fue a la tumba con Simón Bolívar, para dar paso a la Cuarta República, de profundo corte antipopular y oligárquico. Y el otro es el parto de lo nuevo, lo que aún no tiene nombre ni forma definida y que ha sido concebido con el signo embrionario aquel de Simón Rodríguez: “La América no debe imitar modelos, sino ser original. O inventamos o erramos”.

Es así como en medio de esta crisis del modelo político y económico que había dominado por cuarenta años, se desarrollan las elecciones presidenciales en diciembre de 1998. En este proceso la vieja democracia bipartidista se vio afectada por la insurgencia del liderazgo de un candidato que había saltado al escenario político a partir de su participación como líder de la rebelión militar del año 92, el teniente coronel Hugo Chávez, quien logró aglutinar el apoyo de un grupo de partidos con tendencia de izquierda que se denominó Polo Patriótico. Coalición política que hizo frente a candidatos de los partidos tradicionales de la derecha venezolana, quienes faltando sólo una semana para las elecciones decidieron presentar una candidatura unitaria que aglutinara a todos los partidos de la derecha frente al candidato del Polo Patriótico. Sin embargo, ni esta estrategia

Agenda Alternativa Bolivariana, p. 7.

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desesperada ni la guerra mediática en contra del candidato de la alianza izquierdista fueron suficientes para frenar su triunfo. Luego de la victoria presidencial del candidato alternativo Hugo Chávez Frías, se inició un proceso de transformación estructural y el establecimiento de las bases ideológicas de un nuevo modelo de democracia participativa, popular y protagónica, en donde han sido de vital importancia la cooperación y la intervención directa del pueblo venezolano, junto con el impulso de un líder político que constantemente ha venido creando las condiciones para que la sociedad venezolana alcance la verdadera independencia.

La transición hacia un nuevo modelo político y la solución a los problemas más urgentes de la población. 1999-2001 El presidente Hugo Chávez asume el poder el 2 de febrero de 1999 y en su discurso de ese día anuncia la propuesta de realizar un referendo con el fin de consultar al pueblo acerca de la pertinencia de realizar un proceso constituyente, como única vía posible para sustituir la democracia representativa fundamentada en el pacto de Punto Fijo, que había dominado al país durante los últimos cuarenta años por la democracia participativa y protagónica. Y desde el punto de vista económico, de un carácter acentuadamente nacionalista, que implicaba la firme decisión de no seguir permitiendo la entrega de los recursos del país a intereses foráneos.

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El 25 de abril de 1999 el pueblo se pronunció mayoritariamente, a favor de la propuesta presidencial. Es así como se da inicio a un proceso constituyente esencialmente revolucionario cuya tarea principal era la redacción de la Carta Magna; en ella participaron ciudadanos de todos los sectores, sin discriminación política, social, religiosa, sexual o cultural, lo que indudablemente marcaba al proceso con la característica de una democracia directa y popular. En 1999 la revolución se abría cauce institucionalmente, a través de una Asamblea Nacional Constituyente originaria. Nacía entonces una nueva Constitución que era el resultado del trabajo y la participación colectiva de los diferentes sectores que hacían vida en la sociedad venezolana: …el proceso constituyente venezolano se ha caracterizado por ser un proceso democrático y participativo. Por un lado, se han superado notablemente las prescripciones del juego democrático: el respeto de la voluntad de los ciudadanos, manifestada en numerosas ocasiones. Entre el inicio y el fin del proceso han tenido la oportunidad de pronunciarse acerca del desarrollo de los acontecimientos, y de hecho así han procedido, demostrando un claro apoyo al objetivo de cambio asociado a la propia idea de Constitución transformadora.

“Acudieron a este proceso 4.137.509 venezolanos, de los cuales 3.630.066 dijeron Sí a ambas preguntas, 300.323 dijeron No a la propuesta constituyente y 198.648 votaron nulo”. Luis Pérez Pescador, La voz del pueblo. La participación popular en la Constituyente de 1999. pp. 11-12.

Roberto Viciano Pastor y Rubén Martínez Dalmau, El proceso constituyente en Venezuela (1998-2000), pp. 166-167.

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En los primeros días de gobierno de Chávez se sentaron las bases del cambio al nuevo sistema político, pero también se buscó resolver los graves problemas sociales de orden estructural acumulados durante los gobiernos de la Cuarta República que eran considerados de urgencia. Se implementa el Plan Bolívar 2000, plan que buscaba paliar las necesidades más urgentes de la población a través del apoyo de la Fuerza Armada Nacional y las comunidades que trabajaron en la construcción y reconstrucción de casas, en la recuperación de infraestructuras de escuelas, hospitales y albergues. Desde el año 1999 el Gobierno impulsa programas sociales con la intención de reducir la pobreza a largo y mediano plazo.

La oposición de la oligarquía al nuevo modelo político nacionalista y popular Luego de aprobada la nueva Carta Magna en diciembre de 1999, también a través del voto popular, el presidente Chávez solicitó poderes especiales para la elaboración de leyes que tenían carácter de urgencia. Es así como en el año 2001 el Ejecutivo aprueba un paquete 49 leyes habilitantes entre las que estaban la ley de tierras y desarrollo agrario, hidrocarburos, pesca y acuicultura, microfinanzas y seguridad social, entre otras. Eran leyes cuyo contenido tocaban los intereses de grupos económicos muy poderosos y sectores de la oligarquía acostumbrados a hacer uso del poder para la satisfacción de sus intereses de clase. A la vez eran instrumentos jurídicos que favorecían los intereses de la nación y evidenciaban la clara orientación social del gobierno del presidente Chávez:

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La Ley Orgánica de Hidrocarburos estableció la propiedad mayoritaria por parte del Estado de todas las asociaciones mixtas encargadas de las operaciones petroleras con el fin de revertir el programa de la Apertura Petrolera, de inspiración neoliberal de la administración Caldera. Bajo la Ley de Tierras, la tierra ociosa estaba sujeta a expropiación (Artículo 42), mientras que se les daba a los dueños de las tierras subutilizadas dos años para cultivar cosechas en concordancia con un plan nacional y fueron obligados a pagar un impuesto especial. Además, la Ley de Pesca incrementó la distancia de tres a seis millas desde la orilla en la cual se prohibía la actividad de los pescadores rastreadores. La ley fue explícitamente diseñada para dar oportunidades a los pescadores artesanales en detrimento de los “monopolios” de pesca, al mismo tiempo que favoreció objetivos conservacionistas. Finalmente, otra ley mantenía el control estatal de la seguridad social, y de esta manera se descartaron los intentos para privatizar el sistema, emprendidos tanto por la administración Caldera como por la subcomisión nombrada por Chávez sobre seguridad social…

Estas leyes que favorecían los intereses del país y los derechos de quienes por años habían sido excluidos, hicieron reaccionar a la derecha opositora que, de inmediato, buscó alianzas en el plano internacional, con países que también veían afectados sus intereses. Fue una situación que los sectores de la oposición aprovecharon para generar un clima de confusión y de inesta

Steve Ellner, El fenómeno Chávez: sus orígenes y su impacto, pp. 143-144.

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bilidad política. Pero también fue una coyuntura que suscitó conflictos dentro del chavismo y condujo al distanciamiento del proyecto revolucionario de personalidades y partidos que, en su momento, conformaron el Polo Patriótico y que en esta nueva fase del proceso los vemos alineados con los sectores de oposición más recalcitrantes. A la oposición interna se sumaba el apoyo internacional de un bloque de países conformado por España, Colombia y Estados Unidos que lo lideraba y buscaba presionar por sus intereses en el tema petrolero. La alianza de la oposición con este bloque de países tenía como objetivo buscar una salida violenta al gobierno legítimo del presidente Chávez. Para hacer frente a esta ofensiva opositora el Gobierno fomen­tó la organización popular a través de la conformación de los Círculos Bolivarianos, cuyo primer contingente se juramentó en diciembre del año 2001. Y es precisamente en diciembre cuando Fedecámaras, en una alianza contra natura con la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), tomando como pretexto la aprobación de las 49 leyes habilitantes, llama a un paro para el día 10 de diciembre en que el comercio y las empresas privadas dejaron de laborar por doce horas. Este paro se constituyó en el preámbulo de una serie de acciones conspirativas orquestadas por sectores de la oposición con el fin de desestabilizar y, finalmente, derrocar momentáneamente al Gobierno. La protesta de la oposición, concentrada alrededor de la CTV y Fedecámaras, en contra del paquete de leyes habilitantes marcó también el carácter de la confrontación que era inminentemente nacionalista y de clase, ya que estas leyes estaban a favor de los sectores desposeídos y de los intereses nacionales,

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mientras que la oposición defendía los intereses de una clase parasitaria que durante los gobiernos de la Cuarta República se acostumbró a vivir a expensas del Estado y de la explotación de los trabajadores. Una fuerte polarización política comenzó a evidenciarse en el país, que se manifestaba a lo interno no sólo entre el Gobierno y los líderes de los sectores que hacían oposición –partidos políticos, Fedecámaras, la CTV, la iglesia católica, los medios de comunicación privados– sino también entre el pueblo que defendía y respaldaba las políticas gubernamentales y el sector de la población que apoyaba a la oposición. En el plano internacional también se mostraban las adhesiones de un bloque de naciones que respaldaban las acciones de la oposición en Venezuela, pero también había respaldo de Cuba y partidos revolucionarios de izquierda que hacían vida en Latinoamérica y Europa. En el año 2002 la confrontación se hizo más intensa. La oposición aliada con militares fascistas que traicionaron la Constitución, los medios de comunicación privados y el bloque opositor internacional planificaron y ejecutaron un golpe de Estado el 11 de abril de ese mismo año. En estos hechos los medios de comunicación privados tuvieron un papel “estelar”. Desde comienzos del gobierno del presidente Chávez se dieron a la tarea de satanizar las acciones y las políticas gubernamentales así como de promover una guerra psicológica a través de la manipulación de la noticia y el desequilibrio informativo, con lo que contribuyeron a la desestabilización política y económica del país. Durante el golpe de Estado del 11 de abril su participación fue fundamental para el logro de los objetivos por parte de la oposición, ya que consiguieron presentar una imagen dis-

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torsionada y violenta del Gobierno, del presidente Chávez y del pueblo que lo apoya. Al golpe de Estado, siguió la contundente reacción de un pueblo que, por primera vez en casi doscientos años de historia republicana, veía satisfechos los derechos que por tanto tiempo les habían sido conculcados. Y es ese pueblo en la calle el que, en alianza con militares leales al gobierno revolucionario, exige el regreso del Presidente y logra restablecer en pocas horas el hilo constitucional, en medio del bochornoso silencio informativo de los medios de comunicación nacionales, la ausencia de los gestores políticos del golpe y el asombro internacional. Después de los acontecimientos de abril, el Gobierno propone a la oposición el diálogo siempre bajo el amparo de la Carta Magna, y con la premisa del respeto por la autodeterminación del pueblo para decidir de manera democrática el destino del país. Es así como se instalan las mesas de diálogo entre Gobierno y oposición en la búsqueda de una salida pacífica a la crisis. Pero el bloque opositor nacional e internacional no se dio por vencido, y paralelamente al diálogo con el Gobierno seguía conspirando: el 22 de octubre de 2002 un grupo de militares disidentes y vinculados con los sucesos del 11 de abril toma la Plaza Altamira y llaman al resto de la oficialidad y al pueblo en general a desconocer al Gobierno y a declararse en desobediencia civil, en medio de un gran despliegue mediático que los acompañará por varios meses, hasta que la toma languideció por sí misma, es decir, sin la intervención del Gobierno como tal y como la oposición esperaba que sucediera.

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Entretanto, se preparaba una nueva estrategia para arremeter contra el Gobierno y el pueblo venezolano. Esta vez el ataque se centró en la empresa estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA). Los cambios propiciados por el Gobierno a lo interno de ésta, en lo concerniente a su directiva –unos funcionarios apátridas que, escudándose en una supuesta meritocracia, colocaron la empresa al servicio de intereses extranjeros, a cambio de la obtención de jugosas prebendas– así como la intención de transformar el manejo de la empresa en beneficio de la nación, tocaban poderosos intereses dentro y fuera del país. Es así como la oposición nacional apoyada a lo interno por sindicatos y empleados de la llamada nómina mayor de PDVSA, y a lo externo por el gobierno estadounidense, planifica el sabotaje petrolero que se inició en diciembre del año 2002 y finalizó en marzo de 2003. La intención era propiciar la paralización de la economía nacional y el suministro de petróleo a otros países para generar desestabilización en el Gobierno. La otra estrategia era “calentar la calle”. Así, grupos de afectos a la oposición, siguiendo las directrices mediáticas, manifestaban a diario trancando calles y avenidas en las urbanizaciones donde habita la clase media e impedían de forma violenta la apertura de tiendas, restaurantes, centros comerciales, escuelas y liceos. Mientras que en los sectores populares el comercio funcionaba con normalidad. Sin embargo, en todo el país era común observar grandes colas frente a los expendios de gasolina, que cada vez escaseaba más, lo que dificultaba el transporte público y la distribución de víveres y artículos de primera necesidad. Frente a este ataque de la oposición, nuevamente el pueblo tiene una participación decisiva:

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Miles de manos trabajadoras, de hombres y mujeres humildes fueron reponiendo la normalidad en la primera industria nacional y develaron el sistema de corrupción y gestión lesiva a los intereses nacionales que había caracterizado a la gerencia de PDVSA. Con la paciencia propia de la sabiduría de la sobrevivencia y la resistencia permanente a la opresión y explotación, progresivamente se fue normalizando la producción, procesamiento, distribución y comercialización de los hidrocarburos. Para febrero de 2003 la situación se había normalizado y el clamor popular exigía castigo a los culpables.

El paro petrolero fracasó, pues no logró su objetivo político que era derrocar al Gobierno, pero afectó gravemente la actividad económica del país y por consiguiente trajo un mayor empobrecimiento para la sociedad en general: se produjo un colapso fiscal, disminuyeron las reservas internacionales, miles de comerciantes se declararon en quiebra por las pérdidas materiales que sufrieron en esos días. Por nada de esto la oposición se responsabilizó.

Después del paro la recomposición de la economía El golpe de Estado del 11 de abril y el sabotaje petrolero con las circunstancias que lo rodearon, dejaron como saldo una economía frágil, pero también una conciencia popular que había salido fortalecida. Un pueblo que sabía de la existencia de un sector

Luis Bonilla Molina y Haiman El Troudi, Historia de la Revolución Bolivariana: pequeña crónica 1948-2004, p. 225.

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de la oposición que, obsesionado por derrocar al gobierno del presidente Chávez, era capaz de perpetrar los más criminales planes y atentar contra la economía del país y su seguridad alimentaria. También comprendió, en la práctica, que sólo un pueblo unido era capaz de salir adelante frente a las arremetidas del imperialismo y sus representantes internos. Por otra parte, el proceso de cambios que se desarrollaba en Venezuela también comenzó a ser visto desde una perspectiva positiva en el plano internacional, que lo percibía como: …la formación aún inacabada de una alternativa de integración distinta a las fórmulas liberales dominantes y (…) la conformación del proceso bolivariano como un modelo antihegemónico, nacionalista y antiimperialista…

El Gobierno, políticamente fortalecido, emprendió una serie de acciones con la intencionalidad de sacar adelante la economía y de subsanar los graves problemas económicos y sociales de orden estructural que se venían arrastrando desde hacía décadas atrás, y los que habían dejado como resultado las confrontaciones políticas más recientes. Se atacaron áreas neurálgicas que demandaban prioridad en la atención y que demostraban tener más urgencia como la salud, la educación, lo laboral, la vivienda y la identidad ciudadana. Estos problemas no podían ser resueltos con la infraestructura burocrática heredada de la Cuarta República y por eso se crean

Venezuela 1999-2005: Memoria de una revolución, p. 38.

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las misiones. Entre el 2003 y el 2004 el Gobierno creó trece misiones en donde el apoyo del gobierno cubano fue fundamental. La tarea era reducir la exclusión social en todas las áreas ya mencionadas; y en pro de esa labor se incorporaron las Fuerzas Armadas Nacionales, personal de la nueva PDVSA, promotores de algunas gobernaciones y alcaldías, voluntarios de las comunidades y los jóvenes del Frente Francisco de Miranda. En el año 2004, un sector de la oposición parecía decidido a tomar la vía del camino democrático –no obstante, había un sector radical dentro de la oposición que seguía apostando por una salida violenta en la que no estaba descartada la opción del magnicidio–, y acogiéndose a lo dispuesto en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela decide recolectar firmas para convocar a un referendo revocatorio del mandato presidencial. Aunque este proceso estuvo plagado de irregularidades, la oposición logró recabar el mínimo de firmas requerido para activar la convocatoria al referendo que finalmente se realizó el 4 de agosto del mismo año, en el que el triunfo de la opción del No que respaldaba al presidente Chávez fue contundente. Este nuevo triunfo del gobierno revolucionario, después de haber salido adelante de los embates de la oposición durante los años 2001 y 2002, propició una mejor estabilidad política que terminó de consolidarse en la victoria de las elecciones regionales de alcaldes y gobernadores realizadas el 31 de octubre del 2004, en donde tal y como titularon los medios de comunicación impresos: “el mapa se tiñó de rojo” al ganar el Gobierno 20 de las 22 gobernaciones disputadas y el 80% de las alcaldías. Así, el gobierno derrotaba a la oposición en todos los frentes.

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El mismo año 2004 comienzan a concretarse las ideas integra­ cionistas que desde el inicio de su mandato el presidente Chávez había expresado públicamente: Queremos un modelo que nos integre de verdad. No un modelo que nos desintegre, que integre a unos a expensas de la desintegración de otros, ese no puede ser el camino, por tanto con mucha modestia y humildad proponemos desde Venezuela, a los caribeños y a los latinoamericanos que vayamos pensando de una buena vez en otra alternativa porque esa creemos que no es posible. Y es cuando se nos ha ocurrido lanzar una propuesta, que pudiera llamarse el ALBA, Alternativa Bolivariana para las Américas. Un nuevo concepto de integración que no es nada nuevo, se trata de retraer o de traer nuevamente un sueño que creemos posible, se trata de otro camino, se trata de una búsqueda, porque ciertamente la integración para nosotros es vital: O nos unimos o nos hundimos. Escojamos pues las alternativas.

Es así como el 14 de diciembre del 2004 se celebra la primera cumbre del Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), en La Habana, Cuba, en donde el presidente Chávez y el entonces presidente de Cuba, Fidel Castro, firman

Discurso del presidente Hugo Chávez en la III Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la Asociación de Estados del Caribe, celebrada en la isla de Margarita, el 11 y 12 diciembre de 2001. Tomado de www.alternativabolivariana.org/module... 18/04/2011, hora 3:30 p.m.

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la declaración conjunta para su creación así como el acuerdo de aplicación del Alba.

Hacia la concreción del Estado revolucionario Después de los triunfos populares, políticos y electorales que tuvieron lugar entre los años 2001 y 2004, quedó demostrado que el pueblo está a favor del cambio y la transformación nacional, por eso lo que se plantea en esta nueva etapa es hacer una revolución dentro de la Revolución, concientes de que aunque se ha avanzado significativamente desde el año 1999, sin embargo todavía falta camino para consolidar la igualdad y la justicia social. Es por ello que en esta nueva etapa, el presidente Chávez propone sentar las bases teóricas y prácticas de un Estado revolucionario que sea capaz de responder de manera contundente a las demandas y exigencias del proceso de cambio que implica la constitución de la Quinta República. En lo teórico se trata de la construcción del Socialismo del Siglo XXI con el aporte humanista que nos puedan proporcionar las experiencias de otras latitudes, pero con los rasgos definitorios de lo que nos caracteriza como pueblo. Y en lo práctico se trata de articular acciones que permitan el cumplimiento de una serie de objetivos específicos: 1. Avanzar en la conformación de una nueva estructura social. 2. Articular y optimizar la nueva estrategia comunicacional. 3. Avanzar aceleradamente en la construcción del nuevo modelo democrático.

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4. Acelerar la creación de la nueva institucionalidad del Es­ tado. 5. Nueva estrategia integral y eficaz contra la corrupción. 6. Desarrollar la nueva estrategia electoral. 7. Acelerar la construcción del nuevo modelo productivo, rumbo a la creación del nuevo sistema económico. 8. Seguir instalando la nueva estructura territorial. 9. Profundizar y acelerar la conformación de una nueva estrategia militar nacional. 10. Seguir impulsando el nuevo sistema multipolar e interna­ cional. En el año 2007 el presidente Chávez lanza la propuesta de los Cinco Motores Constituyentes: la ley habilitante, el poder comunal, la nueva geometría del poder, moral y luces y la reforma constitucional. Cinco motores que vienen a ser la continuación de los diez objetivos estratégicos arriba mencionados y que tienen como objetivo abrir la posibilidad de que el pueblo tome control directo de los asuntos que le conciernen. Es decir, transferir el poder político y económico al pueblo, materializado en las comunidades organizadas. El objetivo de esta etapa es progresar en la consolidación del Socialismo del Siglo XXI tomando espacios orgánicos, políticos y sociales que permitan acelerar la transferencia en la toma de decisiones a las comunidades organizadas. Aniquilar de manera definitiva al Estado reformista, clientelar y burocrático que caracterizó a la democracia representativa de la Cuarta República

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y que todavía pervive, obstruyendo con sus caducas estructuras el avance hacia un modelo político más avanzado: El Estado burgués debe seguirse extinguiendo, y nosotros no debemos hacer nada para darle oxígeno, pero absolutamente nada, todo lo contrario: quitarle el oxígeno para que se vaya extinguiendo. (…) El Estado burgués que todavía tiene espacios desde los cuales ataca al Estado que nace, que se levanta, lo sabotea, lo vulnera, trata de frenarlo, trata de decapitarlo incluso. (…)Tenemos que acelerar la construcción del nuevo Estado social de derecho, de justicia y, al mismo tiempo, el hundimiento del viejo Estado burgués.

La tarea es sentar las bases para la transición a un modelo verdaderamente socialista en donde las comunas –integradas por los consejos comunales– jueguen un papel fundamental en la materialización del Poder Popular, entendido como el ejercicio efectivo de un pueblo en la decisión de los asuntos básicos que le conciernen, a través de la organización y la participación de la amplia mayoría. En este período hay una clara orientación hacia la construcción del Socialismo del Siglo XXI, que implica desmontar la estructura que todavía soporta a la producción capitalista y dejar atrás, de manera definitiva, la democracia representativa dando paso a la democracia participativa y protagónica donde predomine el Poder Popular.

Mensaje anual 2010, Caracas, 15 de enero. pp. 59-60.

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Acerca de la compilación documental En el año de 1834 el Congreso Nacional declaró el 19 de abril y el 5 de julio10 días de fiesta nacional11. Eran los años del inicio de la Cuarta República; momentos en que la élite que detentaba el poder político tenía la necesidad ideológica de justificar el proyecto nacional que comenzaba a gestarse: la conformación de un Estado liberal burgués.12 A partir de esa fecha quedó establecido que cada año el Poder Legislativo Nacional designaría un orador de orden dentro de sus propias filas, con el fin de dirigir unas reflexiones a la sociedad cada 5 de julio, costumbre que se prolongó hasta 1999. A partir de la llegada de la Revolución Bolivariana, las personalidades que tienen la distinción de actuar como oradores de orden se caracterizan por ser figuras pertenecientes a distintos ámbitos de la vida nacional e internacional. Con lo cual los dis-

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El 19 de abril de 1810 el Cabildo de Caracas desconoce la autoridad del capitán general Vicente Emparan y del resto de los funcionarios peninsulares y constituye la Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII, quedando así establecido un nuevo gobierno. Posteriormente, el 5 de julio de 1811, el Congreso, instalado el 2 de marzo del mismo año, declara solemnemente la Independencia de Venezuela.

11  Leyes 12  El

y decretos de Venezuela 1830-1840, pp. 22-23.

5 de julio de 1834, el general José Antonio Páez, presidente constitucio-

nal de Venezuela, pronunció un discurso conmemorativo ante los miembros del Poder Legislativo, disertando en torno a la trascendencia histórica y política de la independencia de Venezuela. Cfr. Robert Ker Porter, Diario de un diplomático británico en Venezuela 1825-1842, p. 660.

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cursos de orden conmemorativos del 5 de julio de 1811, son hoy expresión de la reflexión histórica de nuestro proceso de independencia vinculado al presente, de mucho valor por su contenido ideológico y político, que expresan ideales de independencia, libertad, soberanía e integración de los pueblos de Nuestramérica. Esta compilación se inicia con el discurso del historiador Samuel Moncada en el año 2000 ante la Comisión Legislativa Nacional. Su discurso coincide con el inicio del proceso de transformación estructural que se ha dado en el país durante lo que va del siglo XXI, y que ha tenido como fundamento la sustitución del modelo de democracia representativa basada en el pacto de Punto Fijo, por un modelo de democracia participativa y protagónica en que el pueblo tiene el rol principal y en donde, por primera vez en la historia de su devenir republicano, decide la aprobación de la Carta Magna. Moncada resalta el proceso de transformación que vivía el país en ese momento y lo compara con la etapa de cambios que se experimentó en el siglo XIX con el paso de colonia a república: “Hoy, como en 1811, estamos en un tiempo de cambio. Un ciclo histórico se cierra y otro comienza”. También destaca el civismo como el sello distintivo de la transición a un nuevo modelo político de democracia participativa y protagónica que recién comenzaba: “Por primera vez en la historia de la nación, estamos viviendo una transición generacional en democracia y en paz. Estamos delante de una gran oportunidad”. En ese cambio estructural que a principios del siglo XXI se encontraba en cierne, la educación tiene un valor fundamental. Es por ello que en el año 2001 la oradora de orden fue la pro-

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fesora Imelda Rincón Finol, quien afirmó que en 1811, al sentarse las bases de la república, se le dio especial importancia a la educación porque la generación que hizo posible la gesta independentista estaba consciente de que la emancipación no es sólo una condición jurídico-política, sino el establecimiento de condiciones que proporcionen el desarrollo y el bienestar de la sociedad. Sostiene la profesora Imelda Rincón que el papel de la educación debe verse como fundamental “para generar las transformaciones que exige el país en función del desarrollo humano y de la creación y consolidación del Estado Democrático y Social de Derecho y de Justicia”. El 2002 fue un año difícil para la Revolución. Fue un año convulsionado por los sangrientos hechos del 11 de abril que llevaron a la ruptura del hilo constitucional. Urgía el diálogo y la reconciliación nacional a la que ya había instado el primer mandatario el día en que el pueblo en la calle exigió y logró su regreso a la Presidencia. De ahí que resulte significativa la presencia de un religioso, el sacerdote jesuita Francisco José Virtuoso, como orador de orden el 5 de julio de ese año, en donde llamó a buscar la paz “a través del diálogo y la conciliación” y por la vía del consenso que implica que todos los actores reconozcan su cuota de responsabilidad en el país. Resaltó, también, el papel de la democracia como el escenario ideal para que se dé el diálogo y la negociación entre las partes. El padre Virtuoso destacó además la importancia de la inclusión de las clases desposeídas para el mantenimiento de la República, y recordó cómo la exclusión de este sector de la sociedad fue lo que conllevó a la caída de la Primera República:

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Hoy como ayer no puede haber República si hay exclusión y marginamiento, si medio país excluye al otro medio, si los pobres y excluidos no son llamados a formar la República como ciudadanos, que a través de sus propias organizaciones de base se constituyen en actores sociales relevantes. No puede haber República si estos mismos pobres no son incluidos como productores con verdaderas oportunidades para serlo, si los derechos sociales se quedan en una pura proclama o su implementación se utiliza con fines populistas y demagógicos.

En el año 2003 el orador de orden fue el historiador y profesor de la Universidad de Carabobo Juan Germán Correa González, quien disertó en torno a la participación del pueblo en la guerra de Independencia, hecho histórico que no ha sido reconocido por la historiografía tradicional. Aspecto que resultaba significativo mencionarlo en ese momento, puesto que sin la decidida participación popular no habría sido posible el rescate de nuestra industria petrolera durante el sabotaje de finales del año 2002 y principios de 2003. En su discurso señaló, también, cómo a ese mismo pueblo que derramó su sangre por la Independencia le fueron conculcados sus derechos y desoyeron sus exigencias de libertad y justicia a lo largo del siglo XIX y el siglo XX. Igualmente afirmó que ha sido una constante en nuestra historia el que todos los hombres que han intentado resarcir al pueblo, las oligarquías de siempre han procurado sacarlos del poder: “Tal parece que si un mandatario manifiesta, basta con ello, hacerle justicia al pueblo, debe ser extrañado del poder, execrado, vilipendiado, calumniado, despreciado… y hasta asesinado”. Y en esto hace referencia a

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los casos de Bolívar, el “Mocho” Hernández y, más recientemente, al caso del presidente Chávez y su violenta salida del poder el 11 de abril del 2002, así como la guerra en contra del Gobierno Bolivariano desatada dentro y fuera del país. Concluye su discurso haciendo referencia a la vigencia del pensamiento de Bolívar, quien percibió que en la medida en que se suprimían las desigualdades de todo tipo, en esa medida sería viable brindarle al pueblo la mayor suma de felicidad posible. En el año 2004 la designación como orador de orden para el 5 de julio recayó en Jorge Valero, representante permanente de Venezuela ante la Organización de los Estados Americanos (OEA). Ese año Venezuela obtuvo un importante triunfo político y diplomático en esa organización al proponer la Carta Social de las Américas y lograr su aprobación en su XXXIV Asamblea General; propuesta que denota el interés del Gobierno Bolivariano de Venezuela por defender los derechos sociales, económicos y culturales de Nuestramérica. Por ello, el embajador Valero puntualiza: En la OEA, hemos promovido el carácter participativo de nuestra democracia y hemos logrado que se otorgue alta prioridad a los temas de la agenda social. El hambre, la miseria y el desempleo son realidades que erosionan la gobernabilidad democrática en América Latina. (…) Gracias a una propuesta de nuestro país, que tuvo un itinerario –no exento de dificultades e interferencias‑– la última Asamblea General de este organismo hemisfé­ rico, celebrada en Quito, Ecuador, decidió iniciar un proceso de negociaciones orientado a aprobar la Carta Social de las Américas.

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2005 es el año en que el proceso revolucionario se encuentra consolidado políticamente y lo que se plantea de manera imperativa es la fundamentación de las bases teóricas del Socialismo del Siglo XXI. Es por eso que el orador de orden designado es el general Alberto Müller Rojas, reconocido como uno de los ideólogos del proceso revolucionario. En su discurso afirma enfáticamente que para acometer la tarea de construir el Socialismo del Siglo XXI, es necesario retomar el impulso y la radicalidad de la Sociedad Patriótica de 1811, cuyo empuje aguijoneó a “un Congreso indeciso” y nos llevó por el camino de la Independencia. Müller Rojas cierra su discurso instando a los revolucionarios a preparar el proyecto que denominó Manifiesto del Socialismo del Siglo XXI, definiéndolo como: Un documento de contenido humanista, libertario y cien­ tífico que coloque al hombre como centro de un modelo de desarrollo sustentable, respetuoso del entorno y creador de nuevas posibilidades. Una forma de vida donde las relaciones humanas las orienten los valores de la solidaridad, la cooperación, la tolerancia, el reconocimiento del otro como igual.

El 4 de julio del año 2006 nuestro país concreta la firma del protocolo de adhesión como miembro pleno del Mercado Común del Sur (Mercosur), hecho significativo para Venezuela y para la región, pues contribuye a estimular el proceso de integración de la región en lo económico y comercial, a la vez que constituye un respaldo para la seguridad y estabilidad política de los países que lo conforman.

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Para ese momento, el entonces mandatario de Argentina, Néstor Kirchner, ocupaba el cargo de presidente pro témpore de dicho organismo, por ello ese año fue designado orador de orden del 5 de julio. Sus palabras reafirmaron la importancia que tiene para la región el ingreso de Venezuela al Mercosur: …el paso que se dio ayer de la incorporación de Venezuela al Mercosur, es mucho más que una decisión de la construcción de un bloque económico, es la decisión de la región de entrar a fortalecer y construir el espacio de los países de América del Sur, de tener una voz ante el mundo que razone fuerte y unida, que podamos hablar con todos los bloques del mundo: Asia, África, Medio Oriente, la Comunidad Económica Europea, como bloque, como región, defendiendo los intereses de nuestros pueblos en forma mancomunada y solidaria.

En la conmemoración del 5 de julio del 2007 los estudiantes se vieron representados en la figura de la joven Libertad Velasco. Un mes antes la Asamblea Nacional le había concedido el derecho de palabra a un grupo de estudiantes universitarios –entre los que se encontraba la joven mencionada– con el objeto de que, en cadena nacional de radio y televisión, expresaran su opinión e inquietudes en torno a diferentes problemas nacionales. A la cita acudieron estudiantes afectos a la oposición y jóvenes universitarios que respaldan el proceso revolucionario. Sin embargo, lo que prometía ser un debate interesante y una sana confrontación de ideas se empañó con el intempestivo, inexplicable y mediático abandono del hemiciclo por parte de los jóvenes opositores, quienes perdieron la oportunidad de expresarse ante el país.

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Libertad Velasco, oradora de orden de ese año 2007, destacó el hecho de que en este proceso revolucionario se le da voz y cabida a la gente del pueblo en actos tan solemnes como ese, acontecimiento impensable en la Cuarta República, lo cual refleja el papel protagónico que tienen en la actualidad los sectores que tradicionalmente habían sido excluidos y marginados: A mis 22 años me quedo sorprendida de ver cómo ya hay adolescentes de 14 o 12 años debatiendo con tremenda claridad ideológica temas sobre educación, poder popular, construcción del socialismo, políticas públicas (...). Y es una sorpresa bastante grata, porque confirma que esta Revolución no la detiene nadie, que no la hacen solamente las figuras que tradicionalmente vemos en los medios de comunicación, sino que la hace el pueblo anónimo en las calles día a día y que no pide protagonismo como la oposición, ni pide esos espacios mediáticos. No son como aquellos que si la cámara no está prendida no hablan. El pueblo de nosotros no necesita una cámara para hacer la Revolución.

En el año 2008, el país recibió el discurso del presidente del Estado Plurinacional de Bolivia Evo Morales Ayma, quien es el primer indígena en ocupar la más alta magistratura de ese país. Las políticas de su gobierno han estado orientadas a lograr la reivindicación de los sectores más desposeídos y tradicionalmente excluidos de la sociedad, como el caso de los indígenas y los campesinos; ha tomado una serie de medidas como la nacionalización de los hidrocarburos, la distribución de tierras y la reforma de la constitución. Esto, por supuesto, generó malestar

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en la rancia oligarquía boliviana y ha sido motivo de choques y enfrentamientos con el gobierno de Morales, que arreciaron en el año 2008. Ese año Bolivia enfrentó una crisis política cuando el departamento de Santa Cruz (al este del país), gobernado por el líder de la oposición, pretendía aprobar mediante un plebiscito su autonomía total para manejar los recursos provenientes de los hidrocarburos y controlar la tenencia de la tierra; conflicto en el que se hizo evidente la intervención del gobierno de los Estados Unidos. Frente a este plan, la población mayoritariamente indígena llevó a cabo una movilización en Cochabamba y otras ciudades bolivianas para enfrentar la arremetida oligárquica e imperialista. La presencia del mandatario boliviano como orador de orden en el año 2008, representó una manera de expresar la solidaridad de Venezuela hacia el hermano país andino. Morales en su discurso afirmó: …hay grupos que comienzan a perder ciertos privilegios y protestarán porque hay desigualdad entre los pueblos, y ¿saben algo? Estoy muy contento; primero, por las transformaciones estructurales; segundo, por la atención a las demandas sociales; pero sobre todo, porque quienes me atacan son grupos oligárquicos. Esa es la lucha del pueblo boliviano, si ellos me atacan, estoy muy contento porque tendrían que reaccionar contra Evo Morales y contra el Gobierno Nacional. Yo estaría defraudado si esos grupos me estuvieran apoyando.

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El presidente boliviano recordó que para enfrentar los embates de las oligarquías que, apoyadas por el gobierno imperialista de los Estados Unidos, atacan a los gobiernos y a los pueblos progresistas es necesaria la integración de los países hermanos: …la lucha sigue, continuará todavía y para eso necesitamos mayor unidad, mayor coordinación entre los movimientos sociales no solamente de Bolivia sino de Latinoamérica; mayor coordinación entre los presidentes, mayor unidad en Suramérica y en Latinoamérica; mayor conciencia de nuestros pueblos para frenar esta conspiración interna y externa.

La sesión solemne en conmemoración del 5 de julio en el año 2009, se llevó a cabo en Ciudad Bolívar, capital del estado Bolívar y llamada Angostura cuando fue escenario del célebre Congreso instalado por Simón Bolívar en 1819, y del cual se cumplían entonces 190 años. En el 2009 la Asamblea Nacional acordó designar como orador de orden al ministro de la Defensa general Carlos Mata Figueroa. Ese año Centroamérica se vio convulsionada por el golpe de Estado ocurrido en Honduras que derrocó al presidente legítimo Manuel Zelaya, e impuso un gobierno de facto encabezado por Roberto Micheletti. Con la presencia del ministro de la Defensa como orador de orden se puso en evidencia la idea de unidad en las Fuerzas Armadas Nacionales y su respeto y defensa de la Constitución Nacional. Su mensaje fue claro para quienes pensaban que una situación como la del hermano país hondureño podría repetirse en Venezuela:

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Ahora, debemos estar muy pendientes porque siempre andan manos en las sombras y estará latente siempre la traición. Cuenten con los soldados de la Fuerza Armada Bolivariana, donde no hay cabida a la traición. Se acabaron las traiciones porque tenemos como esencia una disciplina moralizadora con el elevado nivel de conciencia producto de las ideas y de la fuerza del espíritu bolivariano.

En 2010 el orador de orden fue el presidente de Ecuador Rafael Correa. En el marco de la conmemoración solemne del 5 de julio, se realizó también el traslado al Panteón Nacional de los restos simbólicos de la heroína ecuatoriana Manuela Sáenz. Con respecto a ello el presidente Correa señaló: Ahora que entregábamos simbólicamente la presencia de Manuela Sáenz, la Libertadora del Libertador, que con un puñado de tierra vinimos a dejar parte de la memoria, tierra enamorada, de la tierra que cobija al más grande de los libertadores, decíamos que no sólo la Espada de Bolívar camina por América Latina, el amor en armas de Manuela también cabalga por montañas y llanos.

Correa, expresó que la lucha de los pueblos nuestramericanos por alcanzar su segunda independencia continúa, en esa lucha están implícitas la soberanía e integración de las naciones americanas, y como presidente de la Unasur afirmó: Para ello y por ello, precisamente, es que hemos creado la Unión de Naciones de Suramérica, Unasur, y muy pocas veces la integración ha sido tan importante para en-

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frentar una globalización neoliberal, inhumana y cruel, que no ha buscado crear una sociedad global, sino tan solo un mercado global; que no busca engendrar ciudadanos planetarios, sino tan solo consumidores planetarios; que criminaliza cada vez más la principal movilidad humana, pero buscan cada día mayor velocidad y menor costo para la movilización de capitales y mercancías.

Cerramos esta compilación documental con el discurso del año Bicentenario 2001; en esta importante fecha el honor de ser orador de orden recayó en el escritor Roberto Hernández Montoya, presidente del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos. La celebración de la Declaración de Independencia de este año, revistió un carácter especial, por ser la fecha en que los venezolanos festejamos los doscientos años de esta gesta libertaria. La celebración se dio en medio de un ambiente de alegría popular, que es reflejo del cambio político que vive el país, en donde como pueblo hemos dejado de ser invisibles para convertirnos en protagonistas. Al principio de su discurso habló de la importancia de la historia. Señalamiento muy acertado en momentos en que la dirigencia opositora, defensora de los intereses de la élite, aboga por dejarla de lado argumentando la necesidad de resolver los problemas del presente en lugar de ocuparnos inútilmente del “pasado”, como si el presente, decimos nosotros, no fuera producto de él. Primero nos invisibilizaron en la historia y ahora nos quieren negar el derecho a debatir sobre ella. Por ello Hernández Montoya, afirma:

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En la historia se puede aplicar aquella ley de Lomonósov y Lavoisier de conservación de la materia, según la cual nada se crea ni se pierde, todo se transforma. O como decía José Ortega y Gasset ‘La historia no se tomó el trabajo de pasar para que la ignorásemos’, como solicitan algunos que promueven la amnesia colectiva como modo de vivir en un eterno presente, como las ardillas y las perezas de la Plaza Bolívar.

Señaló también que “Una de las estrategias imperiales es desvalorizar al dominado, convencerlo de que no vale nada, es así como nos han persuadido de que no hay peor país que Venezuela, que somos haraganes, ineptos e inmorales”. En otra parte de su discurso, resaltó el carácter verdaderamente revolucionario que en su momento representó el proceso independentista: “En aquellos años la Guerra de Independencia americana, de la que Venezuela fue vanguardia, significó un hito en el devenir histórico. Esa independencia significó la declinación de unos imperios en favor de otros. Cambió el destino de todo un Continente”. El análisis de estos discursos demuestra que la valorización y significado que se le da a la conmemoración del 5 de julio ha cambiado con respecto a décadas pasadas, pues en la Cuarta República esta fecha sirvió para justificar los intereses políticos y económicos del proyecto hegemónico de la élite gobernante. A partir del año 2000 se ha convertido en un momento de reflexión acerca del papel y la participación en el proceso independentista de los sectores populares que fueron invisibilizados por esa misma élite. Con la Revolución Bolivariana, esta fecha se ha convertido en la ocasión propicia para evidenciar cómo

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esa clase dominante instalada en el poder desde 1830 –año en que se inició la Cuarta República– traicionó y cercenó los derechos y las libertades de un pueblo que, recién en los albores del siglo XXI, comienza a ser reivindicado. Los discursos reflejan el trascendental momento histórico y político que vive el país, producto de los cambios revolucionarios por los cuales transitamos en la actualidad. A través de ellos esperamos estimular el debate y la reflexión colectiva acerca de nuestro devenir como pueblo, y abrir nuevos planteamientos teóricos, ideológicos y políticos que enriquezcan el análisis y la discusión en torno al pasado, el presente y el futuro. Los documentos de los años 2000 y 2001, se encuentran en los Diarios de Debates publicados por la Asamblea Nacional y pueden consultarse en la Biblioteca Luis Beltrán Prieto Figueroa, ubicada en el Palacio Federal Legislativo. En tanto que los discursos de los años 2002 al 2011 se encuentran en versión taquigráfica en la sede de la División de Archivo Legislativo, ubicado también en el Palacio, en donde se hallan a la disposición de los investigadores y público en general. *** Para esta edición divulgativa hemos mantenido en forma fiel el tono y contenido de cada discurso, sin embargo los hemos titulado e intertitulado en función de orientar mejor a los lectores en el contenido de los mismos. Al inicio de cada discurso también presentamos breves reseñas biográficas de los oradores, acompañado de una cita significativa de sus palabras.

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Fuentes consultadas

Fuentes documentales impresas Congreso de la República, Diarios de Debates de la Cáma-

ra de Diputados, 1989. Recopilación de leyes y decretos de Venezuela. Serie República de Venezuela, Caracas, Biblioteca de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales, tomo 1, 1982. Fuentes documentales en versión digital Memoria de una revolución. Venezuela 1999-2005. Selección documental. Caracas, Dirección de Investigación y Asesoría Histórica de la Asamblea Nacional, 2006. Bibliografía Agenda Alternativa Bolivariana. Caracas, Ministerio del Poder Popular para la Comunicación e Información, 2007. BONILLA, Luis y EL TROUDI, Haiman. Historia de la revolución

bolivariana: pequeña crónica, 1948-2004. Caracas, Ministerio de Comunicación e Información, 2004. ELLNER, Steve. El fenómeno Chávez: sus orígenes y su impacto.

Caracas, Fondo Editorial Tropykos, 2011. MARTÍNEZ DALMAU, Rubén y VICIANO PASTOR, Roberto. Cam­

bio político y proceso constituyente en Venezuela (1998-2000). Caracas, Vadell Hermanos Editores, 2001.

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PÉREZ PESCADOR, Luis. La voz del pueblo. La participación po-

pular en la Constituyente de 1999. Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela, 2006. PORTER, Robert. Diario de un diplomático británico en Venezue-

la 1825-1842. Caracas, Fundación Polar, 1997. Página web www.alternativabolivariana.org/module

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5 de julio de

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“Es tiempo de construir una gran nación” Samuel Moncada


Samuel Moncada

Es historiador de la Universidad Central de Venezuela, doctor en historia de la Universidad de Oxford, ha sido director de la Escuela de Historia de la UCV, ministro del Poder Popular para la Educación Superior y actualmente es el embajador de la República Bolivariana de

Discurso de Orden del 5 de julio de 2000

Venezuela ante el Reino Unido.

“Estamos viviendo tiempos de cambio. Un ciclo histórico llega a su fin y otro comienza. El timón de nuestra historia está pasando a una nueva generación. Una nueva generación de venezolanos llenos de energía, llenos de confianza en sus propias fuerzas. Sin miedo al futuro”.


Es tiempo de construir una gran nación* Samuel Moncada El cambio necesario Estamos viviendo tiempos de cambio. Un ciclo histórico llega a su fin y otro comienza. El timón de nuestra historia está pasando a una nueva generación. Una nueva generación de venezolanos llenos de energía, llenos de confianza en sus propias fuerzas. Sin miedo al futuro. El optimismo de los partidarios del cambio se enfrenta al pesi­ mismo de las viejas caras, los viejos privilegios, los antiguos pre­ juicios que todavía se resisten tercamente a dejar su lugar. No aceptan que la antorcha de la historia pasó a otras manos. Por eso, los venezolanos debemos entender que el tiempo de los que quemaron su oportunidad ya pasó, y no volverá. El cinismo y el pesimismo no ofrecen salidas al futuro. No podemos dejarnos llevar por aquellos que confunden el fin de sus privilegios con el fin de Venezuela. No podemos dejarnos convencer por aquellos que confunden el atardecer de sus vidas

* DISCURSO DE ORDEN DEL CIUDADANO SAMUEL MONCADA, CON MOTIVO DE CONMEMORARSE EL 189º ANIVERSARIO DEL 5 DE JULIO DE 1811, DÍA DE LA DECLARACIÓN SOLEMNE DE INDEPENDENCIA.

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con el fin de nuestro país. Los países no mueren como los hombres, los países pueden salir de sus peores crisis llenos de vida, cuando una nueva visión y una nueva esperaza conquistan el corazón de sus habitantes.

¿Qué celebramos el 5 de Julio? El 5 de Julio es el mejor día para renovar la esperanza de los ve­­nezolanos, porque ese día nació la primera República. Ese día, la primera generación de venezolanos declaró su Independencia absoluta de todo poder extranjero, su voluntad inflexible para gobernarse a sí mismos, su determinación para construir su propia Patria, para ser responsable de su destino. El 5 de Julio los primeros venezolanos liberaron sus energías creadoras en medio de la incertidumbre, del miedo, del cinismo, para afirmar su esperanza en un futuro mejor. En fin, el 5 de Julio es nuestro origen, es el día en que decidimos andar juntos en la vida. Es el cumpleaños de la Patria, es el día en que hacemos un balance de nuestra vida en común, de nuestra historia, para corregir nuestros errores y sentirnos orgullosos de nuestra existencia. Por eso, se equivocan quienes creen que hoy es un día para ven­ tilar sus odios y rencores personales. No, hoy es el día en que celebramos nuestra existencia como nación. Hoy es un día para celebrar nuestra libertad. Hoy vengo como un historiador de las nuevas generaciones a decirle al país que nuestra historia no se está acabando, que te­nemos mucho que hacer por delante. Para comenzar esta tarea de reconstrucción de nuestra Patria, debemos tener clara

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conciencia de nuestros principios y de nuestros fines. Debemos saber de dónde venimos para estar seguros de hacia dónde vamos. Debemos reflexionar sobre los errores cometidos en el pasado, para no repetirlos. Hoy vengo a ratificar que tenemos una memoria común, un pasado común que nos une. Un presente común que compartimos y un destino común para construir. Por eso somos una nación. Permítanme entonces invitarlos a elevar nuestra vista sobre los miedos, las sospechas y los celos de este presente inmediato, pa­ra rendir un homenaje a los fundadores de nuestra nación y para luego apuntar hacia adelante, al tiempo de nuestros hijos y al de los hijos de nuestros hijos.

El tiempo de los fundadores Los fundadores y fundadoras de la nación fueron los primeros en Iberoamérica en reconocer que todos los seres humanos eran iguales y tenían el derecho, y el deber, de pensar por sí mismos, de ser autores libres y responsables de sus actos. Estas ideas revolucionarias subvertían la tradición milenaria que proponía que el rey era el soberano, un gran padre que exigía servidumbre y sumisión a cambio de protección. Es entonces cuando todos los seres humanos se convierten en el nuevo soberano porque tomaron el poder para decidir sus vidas. Sin rey, el gobierno era de todos, una cosa pública, eso es lo que significa la República, el gobierno donde todos podemos participar. La República es un gobierno fundado en la razón y no en la tradición o en la fuerza. Un gobierno fundado en la ley aprobada

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por el soberano. Un soberano formado por seres libres e iguales. Es así como una República formada por todos no puede ser la obra de un solo hombre. La primera República de Venezuela fue fundada por una generación, un colectivo que defendió sus principios con una voluntad inflexible, sin pensar en el interés propio, porque para ellos era más importante el respeto propio. De los 41 firmantes del Acta de la Independencia por lo menos 20 tenían menos de 40 años. La Independencia fue un acto de juventud, un enérgico acto de transformación y esperanza en el futuro. Un acto de confianza en su propio pueblo. Del mismo modo, los que luego serían constructores de la República tenían en común su juventud. Para 1811, el Libertador Simón Bolívar tenía 27 años; el Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, 16 años; Santiago Mariño, el Libertador de Oriente, 22 años y José Antonio Páez, General en Jefe del Ejército Libertador, 21 años.

­L os fundadores de la Patria eran humanos, no semidioses ni santos. Eran inexpertos en el arte del gobierno, y no podía ser de otra manera. Su inexperiencia era compensada por su idealismo y energía. Eran seres humanos como nosotros. Como en toda circunstancia de profunda transformación las ideas nuevas provocan incertidumbre. La declaración de Inde­ pen­dencia generó grandes polémicas y confrontaciones. La In­ dependencia no se hizo en un día. Requirió años de constante lucha, organización, disciplina del espíritu y aprendizaje. La In­­­dependencia fue acto de convencimiento a toda la sociedad, porque los obstáculos no estaban en España, estaban principalmente entre nosotros mismos.

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Los prejuicios del pasado ya no tenían cabida en aquel presente y todas las instituciones, y la sociedad entera, debían trans­ formar­se. Ya no debían servir al rey, ni a la Iglesia, milicias, universidades ni los cabildos. Ahora debían servir al pueblo. Los fundadores de la Patria crearon una nación abierta al mundo. Con la Independencia Venezuela se integró a la comunidad de pueblos libres. Venezuela abrió sus puertas a ideas, mujeres y hombres de todas las latitudes, guiadas por el principio de que la construcción y prosperidad de la nación requería sus aportes. La nueva nación surge con una vocación americana y universal. La Hispanoamérica Imperial podía convertirse en una Hispanoa­ mérica Republicana. Compatriotas, hoy no debemos olvidar que nosotros somos los herederos de esa primera revolución. Ellos hicieron realidad sus sueños. Ahora nos toca a nosotros hacer realidad los nuestros.

Problemas y oportunidades del presente Hoy, como en 1811, estamos en un tiempo de cambio. Un ciclo histórico se cierra y otro comienza. La última generación de venezolanos en el poder ya usó su tiempo. Los resultados no pueden ser más desalentadores. Venezuela hoy sufre la tiranía de la ignorancia, la crueldad, la corrupción, la pobreza, la violencia, la enfermedad y el pesimismo. Vivimos un ambiente moral contaminado. Muchos años de descomposición nos enseñaron a no creer en nada, a ignorarnos mu­­­tuamente, a desconfiar los unos de los otros, a olvidarnos de

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los débiles. Conceptos como el amor, la amistad, la compasión y el perdón, han perdido su profundidad y contenido. Nuestros gobernantes del pasado cargan con gran parte de la responsabilidad por esta situación. Pero no debemos engañarnos. Este triste legado es nuestro. Debemos aceptar esta herencia como un crimen que cometimos contra nosotros mismos. Si lo aceptamos, entenderemos que es responsabilidad de todos y que está en las manos de todos solucionarlo. No podemos culpar a los anteriores gobernantes por todo, no sólo porque es mentira, sino porque nos quita el deber de actuar de una manera libre, independiente y responsable. No nos equivoquemos: el mejor gobierno del mundo, la mejor asam­blea del mundo, el mejor presidente del mundo no pueden solucionar nuestros problemas. La libertad y la democracia implican la participación y por tanto la responsabilidad de todos nosotros. Las venezolanas y los venezolanos, gobierno y oposición, empresarios y trabajadores, hacendados y campesinos, estudiantes y profesores, civiles y militares, padres, madres e hijos, todos, debemos entender que estamos tan separados como los dedos de una mano. Pero somos una mano para el progreso mutuo, la tolerancia, la solidaridad y el trabajo. En esta República cabemos todos. Por primera vez en la historia de la nación, estamos viviendo una transición generacional en democracia y en paz. Estamos delante de una gran oportunidad. Así, la nueva Constitución Bolivariana es la primera de nuestra historia aprobada directamente por el pueblo y no tan sólo por

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sus representantes y desde ella decimos que es tiempo de construir una nueva República. Es tiempo de reconstituir la nación. En esta tarea de reconstrucción nacional, la primera piedra se colocará el próximo 30 de julio, con la realización de las elecciones. No permitamos que el calor de la contienda, el desbordamiento de las pasiones, entrabe los primeros pasos de esta nueva República. El día de las elecciones debe ser un día de fiesta popular, porque es el día en que la voz del soberano se manifiesta. Necesitamos ejemplos de civismo que fortalezcan nuestra cultura democrática. En este momento, los candidatos de todos los partidos, sin importar el cargo para el cual están compitiendo, tienen una gran responsabilidad. Ese es el día de la paz, no es el día de las armas. Venezuela tiene una paradoja en su historia. Por más de 170 años las armas venezolanas no han agredido a ningún país. Te­nemos una de las tradiciones pacíficas más arraigadas del mundo. Estamos orgullosos de esta tradición. Sin embargo, durante los últimos 170 años, miles de venezolanos han muerto en enfrentamientos, cárceles y por otros medios violentos. Han muerto a manos de otros venezolanos. Por eso decimos que el mayor peligro para nuestra paz no ha sido externo, ha sido interno. En la nueva República la Fuerza Armada Nacional tiene el honor, el privilegio y la responsabilidad de llevar las armas defensoras de nuestra libertad. Al mismo tiempo, la nueva República garantiza el derecho al voto de los soldados venezolanos. La Fuerza Armada Nacional tiene el deber de demostrar a la nación que merece de la confianza depositada en ella. La Fuerza

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Armada Nacional tiene el deber de demostrar a la nación que ha aprendido la lección de nuestra historia. Las armas venezolanas no están al servicio de la Fuerzas Armada. Las armas venezolanas no están al servicio del Estado. Las armas venezolanas están al servicio de la nación. Nunca más las armas venezolanas deben dirigirse contra el pueblo. Nunca más las armas venezolanas deben dirigirse contra otros venezolanos.

¿Cómo construir una gran nación? Es tiempo de construir una gran nación. Las grandes naciones no son las que poseen un gran territorio, mucha población, gran riqueza o incluso mucho poder. Las grandes naciones son las que se respetan a sí mismas. No podemos esperar que el resto del mundo nos respete si nosotros no nos respetamos primero. Pero, ¿en qué consiste el respeto propio? En el ejercicio de los valores republicanos. Libertad, justicia, solidaridad y tolerancia, son valores republicanos. Decimos que la libertad es un valor republicano, ya que una gran nación es una de mujeres y hombres libres, que saben gobernarse a sí mismos y son responsables de sus actos. La libertad es responsabilidad. Responsabilidad en el gobierno, res­ponsabilidad en el trabajo, responsabilidad en la escuela, responsabilidad en la familia. Los gobernantes deben ser honestos, ya que el gobierno no es para enriquecerse. Los empresarios deben comprender que el legítimo interés individual nunca podrá estar por encima del interés común. Los trabajadores no

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deben conformarse con sólo cumplir su trabajo, deben prepararse para los retos de un futuro cada vez más exigente. Los maestros deben preocuparse por ser verdaderos modelos para sus alumnos. Los fundadores de la República creyeron en una sociedad de mujeres y hombres libres que no necesitaban un rey, que no necesitaban del paternalismo. Los venezolanos de hoy no necesitamos de un solo gran padre protector. Venezuela necesita millones de buenos padres que no abandonen a sus hijos, ya que nuestra nueva República no puede tener hijos abandonados. La justicia es un valor republicano. Una sociedad justa está com­ puesta por mujeres y hombres que creen en la equidad. Que promueven una distribución equitativa de la riqueza manteniendo las desigualdades que sirvan sólo para el beneficio de todos. Las enormes desigualdades entre los venezolanos de hoy deben ser corregidas. No podemos aceptar que millones de venezolanos vivan en la pobreza extrema. No podemos aceptar que millones de venezolanos sean exiliados en su propia tierra. Porque para nosotros es claro que una nación libre y democrática sólo sobrevive si es una nación justa. Las grandes naciones son aquellas que han sabido entender que, si no ayudan a los pobres, que son muchos, no podrán salvar a los ricos, que son pocos. Sería fatal para nosotros ignorar el clamor de justicia de las grandes mayorías de nuestro pueblo. El descontento legítimo debe encontrar su cauce en la construcción de la nueva República. No habrá tranquilidad en Venezuela hasta que esas energías puedan liberarse positivamente en la construcción de una nación más justa.

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La solidaridad es otro valor republicano. Las grandes naciones son solidarias. Una nación solidaria está formada por mujeres y hombres que se protegen unos a otros. Que se cuidan unos a otros. Los niños, los enfermos, los ancianos, los débiles y los excluidos necesitan el apoyo de la nación. Y la solidaridad es precisamente la que nos une y nos involucra a todos. Es así como entendemos que la solidaridad es un hecho público, y supone el rescate de lo público. Es aquí donde todos actuamos concertadamente para fortalecernos como familia, comunidad y nación. Ser solidarios impone el rescate de nuestras escuelas, universidades, hospitales, ancianatos, calles, teatros y plazas públicas. No podemos aceptar el falso dilema que sitúa lo público como algo ineficiente en sí mismo y lo privado como algo eficiente por naturaleza. No, la eficiencia es un valor de lo público. Es en estos espacios donde comenzamos a ayudarnos a nosotros mismos. Es aquí donde comienza la reconstrucción democrática de Venezuela. Los venezolanos podemos sorprendernos al ver que somos mejores de lo que pensábamos. Nosotros somos un pueblo solidario. Lo comprobamos el pasado diciembre al enfrentar la mayor catástrofe natural de nuestra historia. Allí surgieron los héroes de la nueva República. Las naciones solidarias son agradecidas. Así como después de 180 años los venezolanos recordamos con agradecimiento a los británicos que vinieron a luchar con nosotros por la libertad, hoy los venezolanos tenemos una deuda de gratitud con las legiones de mexicanos, brasileños, peruanos, colombianos, norteamericanos y cubanos que vinieron a aliviar nuestro dolor durante la tragedia. A ellos, y a todos los que nos ayudaron, gracias.

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La tolerancia es un valor republicano. Las grandes naciones son tolerantes. Una nación tolerante está formada por mujeres y hombres que respetan las diferencias. Que respetan las minorías, incluso la minoría de una sola persona. La tolerancia es la fuente de la diversidad. La diversidad es la fuente de la creatividad, y esta última es la fuente de la prosperidad. La tolerancia significa respetar al adversario. Respetar las creencias de los otros. La tolerancia nos garantiza que la nación sea una verdadera comunidad de intereses. Venezuela debe ser una nación plural donde todos tengamos cabida. Los venezolanos, sin importar cuáles sean nuestras creencias, estamos obligados a negociar. No debemos negociar con miedo, pero no debemos tener miedo a negociar. Así pues, la libertad, la justicia, la solidaridad y la tolerancia son los valores que definen el respeto propio. Los venezolanos debemos comprender que el interés propio es legítimo, pero más importante aun es el respeto propio. Ese es el norte de las grandes naciones.

Los retos del futuro Compatriotas, vivimos tiempos de cambio. Vivimos tiempos de revoluciones. Entre ellas, la del conocimiento. La mayoría de los científicos e inventores de toda la historia están vivos hoy. Este hecho asombroso nos explica la explosión de creatividad que estamos presenciando en el mundo. Hoy estamos en medio de una de las fases más intensas de la revolución científica, esa que comenzó hace más de 200 años.

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Esta es la revolución del conocimiento, y en ella el potencial de transformación que nos depara el futuro es gigantesco y, en gran medida, impredecible. Sólo sabemos que el mundo está cambiando aceleradamente y Venezuela, por tanto, va a cambiar rápidamente. Parte del futuro puede verse ya. Somos testigos de uno de los mayores logros científicos de la historia humana. El mapa genético de los seres humanos está a punto de ser descifrado en su totalidad. Los seres humanos tienen ahora un gigantesco poder sobre la enfermedad, la vida y la muerte, como nunca antes. Las oportunidades y los riesgos que ofrece este nuevo poder deben ser objeto de una profunda reflexión. Por otra parte, las tecnologías de las comunicaciones y de la información están cambiando el modo en que funcionan las tiendas, los bancos, las fábricas, las clínicas, la administración pública, la economía toda y las sociedades entre sí. Muchas empresas y empleos van a transformarse y cumplir otras funciones. Otras fuentes de empleo van a surgir. Los empresarios y los trabajadores tienen el enorme reto de aprender a ser flexibles frente al cambio en un mundo cada vez más exigente y competitivo. En la revolución del conocimiento el más importante capital de una nación está en sus cerebros. Aunque por mucho tiempo Venezuela ha movido su economía con el motor del petróleo, hoy vemos que el país ya es demasiado grande para moverse sólo con un motor. Necesitamos nuevas fuentes de crecimiento y en el mundo del futuro la educación es la clave. La educación es la fuente de los cerebros del futuro. Es la garantía de nuestra alfabetización tecnológica. En este esfuerzo debemos unir todas las voluntades.

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Globalización: economía, gobierno y cultura Los cambios técnicos están produciendo cambios económicos a escala planetaria. Enormes flujos financieros se mueven en el mundo con sólo apretar la tecla de una computadora. Hoy, hay empresas que tienen presupuestos más grandes que muchos Estados nacionales. Entre las empresas y hombres más ricos del mundo se encuentran nombres que eran desconocidos hace apenas 20 años. En la economía global muchos ven el peligro de la pérdida de la soberanía económica de Venezuela. Otros, ven la posibilidad de modernizar nuestra economía a pasos acelerados. Ambas visiones olvidan que las inversiones extranjeras, sin cerebros venezolanos, desnacionalizan la economía, pero con nuestros cerebros, las inversiones extranjeras aumentan la prosperidad nacional. Para Venezuela es más importante evitar la fuga de cerebros que la fuga de capitales. Con la economía global viene la política global. Las regiones del mundo se están integrando en bloques económicos y políticos. Sobre los bloques regionales se fortalecen organizaciones de gobierno global en el comercio, las finanzas y la política. Muchas de estas organizaciones pueden afectar la soberanía nacio­nal, al tomar decisiones que tocan a millones de nuestros habitantes, sin que éstos tengan representación en los nuevos centros de poder. Cuando los organismos multilaterales exigen reformas institucionales a un país, su intervención en los asuntos políticos es inevitable. Las naciones pierden su soberanía cuando sus gobiernos crean las condiciones que los obligan a pedir la intervención interna­ cional. Los programas de ajuste económico exigidos por los

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organismos multilaterales no son puramente técnicos. Ellos re­presentan también la intervención de un agente externo en las funciones vitales de un Estado. Es así como los organismos multilaterales se están convirtiendo en las primeras instituciones de gobierno global. Entonces, la respuesta de los Estados pequeños debe ser la integración. Integración en grandes comunidades de intereses nacionales, que permitan negociar sus aspiraciones, exigiendo mayor representación en los centros de poder. Venezuela desde sus inicios ha tenido una vocación americana. Frente a la exigencia actual de integración para defender su interés nacional lo lógico es que se integre con los vecinos que más se parecen a ella, en razón de su geografía, historia, cultura e intereses. La globalización es también cultural. Los intercambios culturales entre las sociedades son cada vez más intensos. Grandes flujos migratorios están cambiando la composición de muchas naciones. Las telecomunicaciones crean también grandes flujos de información, cultura y entretenimiento. Mientras que para algunos este es el nacimiento de la aldea global, para otros representa un peligro para la identidad nacional. Porque es muy cierto que los flujos de información no son equitativos: parece que algunos globalizan y otros son globalizados. A los defensores de la aldea global debemos señalarles que una sola cultura planetaria empobrece al mundo. Muchas culturas enriquecen a la humanidad. A los que afirman que la identidad nacional está en peligro le decimos que la identidad no es una, no es pura y no es inmóvil. La identidad de una nación se realiza

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todos los días con la herencia del pasado y el vigor creador de sus habitantes en el presente. Para los historiadores la situación actual no es nueva. La sociedad venezolana ha sido influenciada por varias olas de revoluciones técnicas, económicas y políticas. Varias olas de inmigración hicieron de Venezuela una nación formada por muchas etnias y muchas culturas. Nuestra identidad nacional no es una. Son muchas actuando conjuntamente, dialogando permanentemente, renovándose diariamente. La diversidad étnica y cultural de Venezuela es nuestro gran patrimonio, es parte de nuestra riqueza. Venezuela es una nación abierta, donde cabemos todos. Por eso debemos estar orgullosos de los aportes de tantas mujeres y hombres de América Latina, el Caribe, Europa, Asia y África que han venido a labrar su vida con nosotros. Todos estos venezolanos por voluntad propia son ejemplo de la riqueza de nuestra identidad nacional. A ellos le decimos: bienvenidos a la aventura maravillosa de ser venezolanos.

¿Qué hacer? Compatriotas, nuestra respuesta a los retos del futuro la encontramos en los fundadores de nuestra nación. Es desde ahí que necesitamos liberar las energías creadoras de nuestro pueblo. Pero también necesitamos actuar con confianza en el futuro, ya que no hay espacio para el miedo. Necesitamos organización, disciplina de espíritu, constancia y aprendizaje para actuar con todo el vigor nacional que los tiempos exigen. Necesitamos confiar en el pueblo.

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El 5 de julio del 2000 no es el fin, es el comienzo. Es el inicio de un camino. ¿Podemos recorrerlo juntos? ¡Claro que sí! El pueblo venezolano es un pueblo joven, alegre, abierto. Es un pueblo a­gradecido, trabajador. Es un pueblo sin fanatismos. El pueblo de Venezuela es un pueblo bueno. Por esto el 5 de Julio es una fiesta popular. La nacionalidad es una emoción compartida. Un sentimiento que se vive. Ojalá sea esta la última vez que nuestro 5 de Julio se celebre en los recintos cerrados de un palacio. El 5 de Julio de la República Bolivariana de Venezuela debe celebrarse en las calles. Con calor de pueblo, con sabor a pueblo. Esta es nuestra esperanza. Esta es nuestra fe. Con esta fe, regresemos a nuestras casas. Con esta fe, regresemos a nuestros trabajos. Con esta fe, me despido de ustedes. Muchas gracias.

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“Educación para la Revolución y revolución en la educación” Imelda Rincón Finol


Imelda Rincón Finol

Abogada y profesora universitaria. Fundadora de la Facultad de Humanidades y Educación y de la Cátedra Libre de la Historia en la Universidad del Zulia. Allí se desempeñó como rectora durante el período 1988-1992. Fue rectora del Consejo Nacional Electoral y magistrada del Tribunal Supremo de Justicia. En el año 2002 fue designada embajadora extraordinaria y plenipotenciaria de la República Bolivariana de Venezuela en la República de Bolivia.

“Educación para la Revolución y revolución

Discurso de Orden del 5 de julio de 2001

en la educación son conceptos y logros que se entrecruzan en la misión de dar vida progresivamente a la nueva Constitución en medio de muchas dificultades (...), por eso hay que cultivar la fe y la confianza en la nueva esperanza representada por la Revolución Bolivariana y que por ser eminentemente humana y humanizadora se sustenta inexorablemente en la prioridad de la educación”.


Educación para la Revolución y revolución en la educación* Imelda Rincón Finol Introducción Venezuela sigue siendo un pueblo naciente. Una nación que siempre se está haciendo, construyendo, constituyendo, sembrando a sí misma. Así: palmo a palmo y de generación en generación, cada una mejor que las anteriores. Porque en cada época trascendental de nuestra historia, la gente une la palabra del conocimiento a la libertad. Este es un pueblo que tiene la herencia de la Independencia, el más hermoso legado de Bolívar. Este es un pueblo que se construye por los caminos de la educación, siempre en calidad de servicio público. Y para nosotros, como lo impone nuestra Constitución, la educación es un derecho humano y un deber constitutivo de la raíz más esencial de la democracia. Aquí queremos y tendremos una existencia

*  DISCURSO DE ORDEN DE LA CIUDADANA IMELDA RINCÓN FINOL, CON MOTIVO DE CONMEMORARSE EL 190º ANIVERSARIO DEL 5 DE JULIO DE 1811, DÍA DE LA DECLARACIÓN SOLEMNE DE INDEPENDENCIA.

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digna, alegre, justa, creativa, crítica, participativa, protagónica, virtuosa. El espíritu revolucionario del 5 de Julio sigue su proceso. El espíritu de la Revolución republicana sigue presente en Venezuela. Al efecto, los principios fundamentales de la nueva Constitución de la República Bolivariana de Venezuela consagran nuestra condición como República libre e independiente, condición que se asume con carácter permanente e irrenunciable y que se fundamenta en el ideario de Simón Bolívar, el Libertador, en su patrimonio moral, y los valores de libertad, igualdad, justicia y paz internacional. De esta manera se aspira rescatar el legado histórico de la generación emancipadora, que en la gesta heroica de la Independencia de Venezuela luchó para forjarnos una Patria libre, soberana e independiente de toda potencia extranjera. ...al mencionar la figura paradigmática de esa revolución inicial, que es el Libertador Simón Bolívar, se recoge el sentimiento popular que lo distingue como símbolo de unidad nacional y de lucha incesante y abnegada por la libertad, la justicia, la moral pública y el bienestar del pueblo, en virtud de lo cual se establece que la nación venezolana, organizada en Estado, se denomina República Bolivariana de Venezuela.

Es en concordancia con esta denominación que se define la nación venezolana como un Estado Democrático y Social de Derecho y Justicia. En todas estas razones nos apoyamos para decir que en Venezuela ha renacido el espíritu revolucionario y que

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éste intenta darle continuidad al movimiento liberador que se expresó el 5 de julio de 1811. Al respecto es importante aclarar que ese movimiento no puede ser encerrado en una fecha determinada, en virtud de que la gesta emancipadora de la América española significó un conjunto de procesos impregnados de contradicciones, resultados y logros, y cuyo ideal rebasó la formalidad abstracta de alcanzar la independencia política. La emancipación de un país no se reduce sólo a su mera constitución jurídico-política, sino también a la generación de las condiciones requeridas para el desarrollo de las capacidades humanas y para convertir su transformación en formas dignas de vida, de libertad, de justicia, de moral pública y de bienestar general para la sociedad en su conjunto. Fue precisamente debido a ello que en el contexto del proceso independentista la misión de la educación también se definió con sentido revolucionario.

Una educación para la Revolución Educar para la revolución en el proceso de la independencia fue vinculante con la lucha para sustituir el absolutismo imperante. La orientación de esta lucha ...es esbozada primariamente en la Proclamación de los Derechos del Pueblo, el 1 de julio de 1811, en el Acta de Independencia, el 5 de julio de 1811 y en nuestra primera Constitución Federal, sancionada el mismo año. Allí están vaciados formalmente los elementos fundamentales

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de la ideología que animó a la gesta emancipadora. (Fernández, 1984: 105 )*

Al decir del maestro e historiador doctor Rafael Fernández Heres, el proceso perseguía la creación de un estado republicano, libre, soberano e independiente y la conformación de una sociedad democrática donde el pueblo pudiera ejercer plenamente su soberanía, en tanto que todos sus miembros se reconocen como iguales. El objeto de esa sociedad democrática se concibió en función de procurar la felicidad de todos sus miembros, y el gobierno instituido, según lo expresa la Constitución Federal de 1811 en su artículo 151, tenía el deber de asegurar la permanencia de dicha sociedad, creando las condiciones necesarias para la mejora y perfección de las facultades físicas y morales del hombre, y procurándole el más justo y honesto ejercicio de sus derechos como son la libertad, la igualdad, la propiedad y la seguridad (Fernández, 1984: 106). Sin embargo, por el carácter censitario de esta Constitución se establecían limitantes económicas para el goce de los derechos. Esto se explica porque en su primer período (1810-1811) el proceso independentista es conducido desde los intereses de los criollos mantuanos y frente a ellos se genera el recelo popular. Por lo tanto: ...deben ocurrir algunos hechos para que el pueblo se vaya identificando con la Independencia como proyecto nacional: la desaparición de Bóves, la ausencia de otro líder de igual carisma en las filas realistas, la invasión del territorio por contingentes extranjeros (Morillo en *  En la versión taquigráfica original, no aparecen las referencias bibliográficas señaladas por la oradora en su discurso. (Nota del Editor)

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1815), la aparición de Páez como líder popular, la comprensión de la Independencia por parte de Bolívar como fenómeno social al servicio del pueblo y las medidas concretas que se empiezan a proponer, como la liberación de los esclavos (1819), reparto de tierras (1817) y educación popular (1819). (Abad y otros, 1979: 22)

Lo anteriormente expuesto permite diferenciar un segundo período (1819-1827) en el cual la Independencia se transformó en un proyecto nacional que se afianzó con la incorporación al proceso de la Provincia de Maracaibo; en tanto que en el tercer período comprendido entre 1827-1830 se crea la Subdirección de Instrucción Pública en Venezuela y se aprueban los estatutos constitucionales de la Universidad Central de Caracas. También en el contexto de los tiempos referidos corresponde señalar que ya entre 1810-1811 la Proclamación de los Derechos del Pueblo establecía que la sociedad deberá favorecer con todo su poder los progresos de la razón pública y poner la instrucción al alcance de todos. Como puede observarse, ...en esta declaración se daba alto rango institucional a la educación como factor modelador del nuevo temperamento republicano... la educación del pueblo se ubicaba como institución política fundamental del nuevo estado republicano y liberal; y esta orientación es muy peculiar del contexto político venezolano de aquel entonces. Este es un rasgo que nos viene en forma explícita e inmediata del caudal de iniciativas tan insistentemente planteadas por la ilustración en el siglo XVIII. (Fernández, 1984: 107)

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Partiendo de los supuestos anteriores, vemos que es muy precisa la vinculación entre el proceso político y la visión republicana de la educación. Así, la Gaceta de Caracas, de manera casi permanente destaca: ...cuando la política ha formado la suma de su fuerza moral de la reunión de todas las fuerzas morales de los ciudadanos, y cuando, ilustradas todas las clases sobre sus verdaderos intereses políticos, nada tiene que temer el Gobierno de la libertad de pensar, hablar, escribir e imprimir, que ha formado la base de su constitución, entonces se ven ensancharse hacia la prosperidad aquellos mismos resortes que han contribuido a la formación del cuerpo político, y dirigirse todos a nutrirlo, fortalecerlo, y hacerlo respetable. (Gaceta, 1984: 112)

Atendiendo a estas consideraciones y según Fernández Heres, se puede agregar: ...en la mentalidad del liderazgo de la Revolución de Caracas, para quien es muy característico semejante interés educador, el desiderátum de enaltecer al hombre por la perfección de la razón y por el disfrute de la libertad del espíritu era una exigencia sustantiva que emerge de la naturaleza misma del proyecto político y por ello se constituye en una constante del modelo; y como lograr semejante objetivo constituía un aliento de búsqueda que se transformaba en una sentida aspiración que ponía en la instrucción y en la educación grandes expectativas. (Fer­nández, 1984: 115)

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Estas expectativas a las que se refiere Fernández Heres también se expresaron en el período 1810-1811, a través de las llamadas Constituciones de las Provincias: así, la de Caracas establecía que “todo viviente racional tenía una urgente necesidad de ser instruido. Debe la sociedad comprometer todo su poder en favor de los progresos de la razón y facilitar la ilustración de todos los ciudadanos” (Fernández, 1984: 118), en tanto que la Constitución de Mérida señalaba la obligación de promover la civilización e instrucción de la juventud, y “el Plan de Gobierno para la Provincia de Barinas, año de 1810 señalaba que se debían establecer escuelas de primeras letras en todos los lugares”. (Fernández, 1984: 118) Estas aspiraciones constitucionales reafirman el ideal revolucionario de transformar ...un pueblo vasallo en un pueblo libre y de espíritu republicano, con una nueva mentalidad, integrada por ciudadanos conscientes de su dignidad y conocedores de sus derechos y deberes; y aun en medio de las exigencias de la guerra, aquellos revolucionarios querían que la juventud estudiosa no sacrificara sus anhelos de instrucción ante las demandas del servicio militar, porque la ilustración y fomento de las ciencias es no menos necesaria que la fuerza armada para la conservación y felicidad del Estado. (Fernández, 1984: 121)

En la búsqueda de la ilustración y fomento de las ciencias, los líderes de la gesta emancipadora interpretaron que la educación rebasaba el marco del salón de clase para extenderse a través de diversos medios: periódicos, libros, bibliotecas, iglesias

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y organizaciones como la Sociedad Patriótica, todo esto con el fin de generar una nueva mentalidad para convertir al vasallo monárquico en ciudadano y viabilizar así el proceso político de la Independencia. Ese valor estratégico lo asumió igualmente Bolívar, quien en reiteradas ocasiones insistió en la creación de una nueva mentalidad para convertir el vasallo monárquico en ciudadano republicano, afirmando que debían sustituirse los valores divulgados por el absolutismo por los valores de la libertad, de la igualdad, la propiedad y la seguridad. En este sentido, en su mensaje al Congreso de Angostura en 1819, refiriéndose a esa gran empresa de reconstrucción de una nueva mentalidad, dice lo siguiente: Así Legisladores, vuestra empresa es tanto más ímproba cuanto que tenéis que constituir a hombres pervertidos por las ilusiones del error y por incentivos nocivos... la educación popular debe ser el cuidado primogénito del amor paternal del Congreso: moral y luces son los Polos de una República, moral y luces son nuestras primeras necesidades. (Bolívar, 1984: 175)

En concordancia con esta declaración, Bolívar propone la organización del Poder Moral a través de un plan de educación, cuya idea directriz considera a la educación como la mejor vía para aprender las virtudes republicanas. “Este cuarto poder moral que no tuvo aceptación por los Legisladores, asumió el perfil de un tribunal llamado Areópago y estaba constituido por dos cámaras: la Cámara de Moral y la Cámara de Educación”. Según afirma el maestro e historiador doctor Andrés Lasheras, el

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articulado de la Cámara de Moral es un verdadero canto épico a la “República virtuosa” (Lasheras, 1996: 58), en tanto que la Cámara de Educación es un testimonio fiel de la filosofía política republicana de la educación. En este orden de ideas: ...el objetivo central de la Escuela será preparar para la vida social democrática y el trabajo productivo, en el mar­co de un sistema nacional... la cámara de Educación establecerá, organizará y dirigirá las escuelas primarias de niños y de niñas. A unos y otros se les instruirá en los derechos y deberes del hombre y del ciudadano, se les inspirará ideas y sentimientos de honor y de probidad, amor a la patria, a las leyes y al trabajo, respeto a los padres, a los ancianos, a los magistrados, y adhesión al gobierno. Así mismo, a fin de desarrollar un gran plan de educación, se construirán todos los colegios que se necesiten en toda la República. (Lasheras, 1996: 58)

En el marco filosófico político del discurso de Angostura, ...al verdadero republicano lo caracterizan las virtudes políticas, la felicidad consiste en la práctica de la virtud y el pueblo americano uncido como ha estado al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y del vicio, no ha podido adquirir ni poder, ni saber, ni virtud, y un pueblo así está proclive a caer de nuevo en la esclavitud porque la esclavitud es hija de las tinieblas; y un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción. (La­ sheras, 1996: 57)

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En el mensaje de este discurso queda muy claro que la orientación o directriz de la educación republicana consiste en abocarse a la ...creación de la sociedad, a echar los fundamentos de un pueblo naciente, a constituir un pueblo, que sale de la opresión por medio de la anarquía y de la guerra civil, sin estar preparado previamente para recibir la saludable reforma a que aspira. (Lasheras, 1996: 57)

En síntesis, Bolívar es también el teórico de la educación republicana. Sobre la base de su teoría educativa, Bolívar dictó el Decreto del 21 de junio de 1821 para establecer que “el patronato, dirección y gobierno de los colegios de estudio y educación establecidos en la República pertenecen al gobierno, cualquiera que haya sido la forma de establecimiento de aquéllos”, y ello con miras a establecer un régimen de instrucción común “porque la diferencia de método y régimen de enseñanza en los diversos establecimientos es embarazoso y perjudicial”. (Fernández, 1984: 176) Otra iniciativa de Bolívar fue propiciar la instalación de Joseph Lancaster en Caracas en su afán de materializar algunas realizaciones educativas, en virtud de que tanto Lancaster como Bolívar “coincidían en que faltaba redondear y perfeccionar el proyecto político con un esfuerzo educacional”... Así, Lancaster le refería a Bolívar: ...convencido estoy, por cuanto veo y oigo que la emancipación de la mente en la juventud de tu ciudad natal y

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de tu patria, es la única medida que al parecer falta para coronar las libertades con la plenitud de la gloria y el honor. La educación solamente puede efectuar esta tarea. (Lancaster, 1984: 176)

La confianza de Bolívar en el poder de la educación para generar la nueva mentalidad republicana se evidencia también en el diálogo que sostuvo con Hiran Pulding, oficial de la marina norteamericana, en junio de 1824, en los andes peruanos, a quien le comunicó lo siguiente: “yo he hecho establecer el sistema lancasteriano en toda Colombia, y eso solo, hará a la generación venidera muy superior a la presente”. (Bolívar, 1984: 177) En esta reflexión podemos observar que con la búsqueda de la unidad entre la educación y el proyecto político, Bolívar quería asegurar la formación del ciudadano y el progreso social y económico de la nueva Nación. Esto es, el gran deseo de Bolívar era que los colombianos “unieran los conocimientos a la libertad y que edificaran la gloria de su libertad sobre los cimientos de sus luces”. (Bolívar, 1984: 177) Un grupo de maestros e investigadores del Centro de Reflexión y Planificación Educativa, en el marco de este esbozo histórico puntualizan que el proceso de la Independencia ...adquiere una relevancia particular desde el punto de vista educativo por la dirección filosófica política que asumió, dado que niega la instrumentalización de la educación al servicio del imperio español, niega el monopolio educativo de la Iglesia, y niega la identificación educación-religión-política, y afirma más como declaración idealista que como proposición concreta y operativa el

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derecho de todos los ciudadanos a la educación, la necesidad de popularizar la educación, hacer posible la nueva sociedad republicana, y la responsabilidad del Estado en garantizar la educación. (Abad, 1979: 27)

Agregan estos maestros e investigadores: ...la contradicción típica del liberalismo entre su idealis­ mo libertario e igualitario y la praxis opresora de los procesos sociales, se manifiesta también en la educación que se inició en ese período. No se puede dudar de la sinceridad y nobleza de las proclamas y de los principios constitucionalmente establecidos sobre la educación. En tanto que los intereses sociales de la clase dominante fueron mucho más determinantes en la definición y operativización de las políticas educativas. Es cierto que el país no tenía recursos para posibilitar el acceso de todos a la educación. Pero también es cierto que el mantuanaje, sobre todo desde los cabildos, se resistió a los proyectos bolivarianos de educación popular y del poder moral. La contradicción liberal entre el realismo libertario y la praxis opresora dejó incompleta la gesta de la independencia. El mismo Libertador fue su primera víctima, y su proyecto educativo, lo mismo que su proyecto nacional, quedó inconcluso. (Abad, 1979: 27)

A pesar de todo esto, tanto en el siglo XIX como en el siglo XX, las ideas educativas de Bolívar han continuado fundamentando la conformación estructural de la nación venezolana y nutriendo el ordenamiento constitucional y legal, así como el discurso político, pero sin la operatividad necesaria que exige el ejercicio

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de una democracia verdadera y sin exclusiones. Con esto no pretendemos negar los progresos de la educación venezolana a lo largo de los siglos XIX y XX y su impacto en la conformación de la mentalidad republicana democrática así como en la modernización del país y en el mejoramiento de las condiciones de vida de importantes sectores de la vida nacional. A partir de esos avances y con plena conciencia de lo que falta por hacer, hay que asumir plenamente la realización de lo que se afirma en la nueva Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, donde se establece que la educación y el trabajo son los procesos fundamentales para desarrollar integralmente a la persona y garantizar los fines del Estado democrático y social de Derecho y de Justicia fundamentado en la libertad y en los principios de la solidaridad social y del bien común. Ese Estado del cual hablamos, ...se nutre de la voluntad de los ciudadanos, expresada libremente por los medios de participación política y social para conformar el Estado democrático. Estado social y democrático comprometido con el progreso integral que los venezolanos aspiran, con el desarrollo humano que permita una calidad de vida digna, aspectos que configuran el concepto de Estado de Justicia. (CRBV, 1999: 3)

Hacia una revolución en la educación En este nuevo proceso de refundación de la República, nadie con objetividad puede negar el rol fundamental que tiene la edu-

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cación para generar las transformaciones que exige el país en función del desarrollo humano y de la creación y consolidación del Estado democrático y social de Derecho y de Justicia. El perfil de la educación para ese rol se concibe como “un derecho humano y como un deber constitutivo de la raíz más esencial de la democracia, y se la declara gratuita y obligatoria, y la asume el Estado como función indeclinable y de servicio público.” (CRBV, 1999: 3) Además, de acuerdo con la Constitución: ...la Educación es plural en su apertura a todas las corrientes del pensamiento universal, como instrumento del conocimiento científico, humanístico y tecnológico. Debe estar orientada al desarrollo pleno de la personalidad para el disfrute de una existencia digna, que transcurra con una valoración ética del trabajo y con una conciencia de participación ciudadana. El propósito es que cada venezolano se sienta parte de una sociedad democrática, y constructor solidario de una firme identidad geohistórica nacional y, al mismo tiempo, con vocación latinoamericana y universal. A tales fines, la educación debe ser integral, creativa, de calidad, permanente, en igualdad de condiciones y oportunidades, sin más limitaciones que las derivadas de las aptitudes, vocación y aspiraciones. (CRBV, 1999, 36)

Esta visión y misión de la educación contenida en la Nueva Constitución enriquece el significado que la misma ha venido adquiriendo a lo largo de su evolución histórica y afianza su alcance estratégico para el progreso de la sociedad venezolana.

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En este sentido, se rescata el alcance revolucionario que asumió en la gesta emancipadora, pero desde la contemporaneidad venezolana, ahora lo revolucionario no es convertir el vasallo en ciudadano, sino desarrollar la personalidad integral de cada individuo y asignar una adecuada ponderación curricular al objetivo de formar al ciudadano participativo y protagónico, crítico, creativo y virtuoso, capaz de emprender su autorrealización y la de su país con sentido de solidaridad y corresponsabilidad, sin desmedro de la articulación necesaria con los aprendizajes relativos al conocer y al hacer.

Los desafíos de la Revolución en la educación Son los desafíos a enfrentar los que justifican el por qué y el para qué de una Revolución en la educación que, sustentada en la nueva Constitución, implica procesos permanentes a corto, mediano y largo plazo que requieren todo el poder de la sociedad y del Estado para generar a través de proyectos, planes y programas sustentables las condiciones primarias de calidad referidas a capacidades científicas y docentes, planta física, equipamiento tecnológico, currículo integral, protección socio-económica, participación de la familia y autonomía escolar para conformar una oferta educativa capaz de satisfacer las demandas de toda la población escolarizable. Estas condiciones primarias constituyen el escenario necesario para enfrentar los desafíos que a continuación mencionamos: Aquí y ahora lo revolucionario es eliminar el analfabetismo o reducirlo a su mínima expresión. Asimismo, universalizar el nivel preescolar es una meta cuyo cumplimiento le genera viabilidad

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a la calidad del sistema educativo en su conjunto y al rescate de los niños de la Patria ubicados en el mapa de la pobreza. Igualmente es revolucionario enfrentar de manera continua y permanente la expansión y calidad de la educación básica, media diversificada y profesional, en una meta que no debe ser inferior al 90% de la población escolarizable y en una orientación sostenida dirigida al rescate de las escuelas técnicas con la actualización tecnológica requerida y la pertinencia de la reactivación económica y del empleo. Promover la educación en la Revolución es atender con prontitud, calidad y permanencia a la población entre 10 y 24 años que no estudia ni tiene capacidades específicas para ejercer un oficio definido. Cumplir esta meta es contribuir a reducir la pobreza y elevar el nivel cultural y la capacidad de empleo de la población. También tenemos que sumar combatir el fracaso escolar como un imperativo, “a fin de romper el círculo vicioso de la pobreza y de la exclusión”; garantizar el derecho fundamental de la educación a la población con discapacidades o necesidades educativas especiales; estimular la vocación por la profesión docente, para enfrentar la escasez de profesionales de la enseñanza y también garantizar “que la educación estará a cargo de personas de reconocida moralidad y de comprobada idoneidad académica... y, además, asegurar y proteger la actualización permanente y la estabilidad en el ejercicio de la carrera docente”. (CRBV, 1999: 36) En la calidad de los docentes y en el apoyo que reciban de la sociedad y del Estado está una de las claves para hacer la Re-

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volución en la educación. Llevar adelante esta Revolución es lograr la regularidad de las actividades docentes, “pues toda in­ terrupción o cualquier incidente que reduzca el tiempo disponible para aprender comprometen la calidad de los resultados”, (UNESCO, 1996: 135), y concretar esa Revolución es avanzar hacia la descentralización coordinada para que las regiones, municipios y parroquias puedan ejercer con autonomía e innovación las actividades educativas. Liderar la Revolución en educación es convertir a las instituciones de educación superior y a las universidades en verdaderos centros de aprendizaje, productores de conocimientos y tecnologías pertinentes con los objetivos de libertad, justicia, moral pública y bienestar del pueblo. Incorporar las universidades al Ministerio de Ciencia y Tecnología contribuirá a otorgarles un mayor apoyo a su función de creación del conocimiento. Por otra parte, facilitar la Revolución en educación es cumplir con regularidad la entrega de las asignaciones presupuestarias, asignar a éstas jerarquía de prioridad nacional y considerarlas como inversión para formar el capital humano. Al mismo tiempo hacer factible la Revolución en educación es utilizar las capacidades intelectuales, técnicas y financieras de la sociedad y del Estado con sentido de mancomunidad de esfuerzos y convergencia de propósitos para edificar un destino común. Impulsar la Revolución en educación es garantizar el acceso universal a la información y hacer posible que los centros educativos incorporen el conocimiento y aplicación de las nuevas tecnologías y utilizar los medios de comunicación social para movilizar a la familia y a la participación ciudadana; por ser pilares fundamentales para concretar logros y resultados que evi-

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dencien la marcha exitosa de las transformaciones que el país exige como primera prioridad nacional. Como se puede inferir, organizar un sistema de evaluación y su­pervisión para hacer seguimiento a la marcha de los planes educativos es una exigencia básica, en tanto que estructurar un espacio de diálogo plural y permanente para el análisis de la educación venezolana es otra tarea prioritaria para validar y legitimar la Revolución en educación. También es necesario aplicar las nuevas tecnologías para la diversificación y mejoramiento de la enseñanza a distancia que permita marchar hacia la construcción de una sociedad de aprendizaje; y utilizar la cooperación internacional es una estrategia indispensable, en virtud de que la vinculación de los problemas y la interdependencia planetaria es un fenómeno generalizado y capital en nuestra época. Pero también es necesario asignar la debida prioridad a la investigación educativa y utilizar sus logros, lo que permitiría otorgar carácter científico a los programas en desarrollo y prevenir las improvisaciones. Los procesos para enfrentar algunos de los desafíos menciona­ dos ya están en marcha. Sin dudas que el incremento del presupuesto, y de la matrícula estudiantil, el Programa de las Escuelas Bolivarianas, el pago progresivo de la deuda social a los educadores, el rescate de la supervisión, los avances en la recuperación de la planta física escolar y el programa de los infocentros son indicadores de un camino ascendente, cuyos resultados pueden ser perfectibles. En ese orden de ideas hay que destacar y felicitar a la Comisión de Educación de esta Asamblea Nacional por el espíritu democrático con el cual está conduciendo la discusión sobre la nueva Ley de Educación.

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También se debe reconocerse que las políticas que adelantan el Ministerio de Ciencia y Tecnología y el CONAC para generar capacidades de investigación y fomentar la creatividad son también imprescindibles para construirle calidad a la educación. Los desafíos señalados reflejan la acumulación de problemas del pasado y las tendencias de privatización que intentaban disminuir la intervención del Estado. Al tomar en cuenta estas evidencias, la Revolución en la educación se consustanció aún más con la Revolución Bolivariana, aunque también se afianza en una vieja demanda de la sociedad venezolana que encontró cauce en la nueva Constitución. Ante la responsabilidad política, ética y social de materializar hoy el legado revolucionario de Bolívar, parece oportuno, como ya lo hizo la UNESCO, recordar la fábula de La Fontaine, El labrador y sus hijos: “Cuídense –dijo el Labrador– de no olvidar la herencia que nos dejaron nuestros padres. Encierra un tesoro”. El tesoro que nos legó Bolívar nos obliga a llevar adelante la Revolución educativa, que es verdadera Revolución por su efecto multiplicador en todas las actividades sociales y económicas y avanzar hacia esa revolución es nutrirse de fe para realizar los sueños que nos aproximan a la felicidad de todos los venezolanos. Educación para la Revolución y revolución en la educación son conceptos y logros que se entrecruzan en la misión de dar vida progresivamente a la nueva Constitución en medio de muchas dificultades, entre las cuales cabe mencionar la escasez de recursos y los severos déficits que confronta la sociedad venezolana, por eso hay que cultivar la fe y la confianza en la nueva esperanza representada por la Revolución Bolivariana y que por ser

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eminentemente humana y humanizadora se sustenta inexorablemente en la prioridad de la educación. Por todo esto y como reiteradamente lo ha dicho el presidente Chávez, está prohibido fallar. Y parafraseando al poeta y maestro zuliano doctor Jesús Enrique Lossada, quien a menudo elogiaba la permanencia de los girasoles en su continua rotación, podríamos decir que la Revolución “debe ser ansiedad que no se fatiga, ilusión que no se desmaya”; pues en esta Revolución está el futuro del pueblo.


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“Olvidar la guerra, guardar la espada y sacar el arado” Francisco José Virtuoso (S. J)


Francisco José Virtuoso

Sacerdote jesuita, politólogo y doctor en historia y docente universitario. Se desempeñó como director de la Fundación Centro Gumilla y conformó la Junta Directiva de la Asociación Civil Ojo Electoral. Actualmente ocupa el cargo de Rector de la Universidad Católica Andrés Bello.

“Hoy como ayer no puede haber República si hay exclusión y marginamiento, si

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medio país excluye al otro medio, si los pobres y excluidos no son llamados a formar la República como ciudadanos (...). No puede haber República si estos mismos pobres no son incluidos como productores con verdaderas oportunidades para serlo, si los derechos sociales se quedan en una pura proclama o su implementación se utiliza con fines populistas y demagógicos”.


Olvidar la guerra, guardar la espada y sacar el arado* Francisco José Virtuoso Alguna vez, cuando expongo algún proyecto, algo que me parece debe hacerse, no falta quien me pregunte: ¿Y después? A esta pregunta no cabe otra respuesta que una repregunta, y al “¿después?” no hay sino dar de rebote un “¿y antes?” Miguel de Unamuno: Vida de Don Quijote y Sancho

I Es apropiado comenzar exponiéndome. Estoy delante de ustedes inspirado en la virtud de Juan Germán Roscio, principal redactor del Acta de nuestra Independencia. Era Roscio un pardo, hijo de india, cuya sangre mestiza le valió la negativa del Colegio de Abogados para recibirlo entre sus miembros. Su habilidad intelectual fue el instrumento fundamental que utilizó para *  DISCURSO DE ORDEN DEL CIUDADANO FRANCISCO JOSÉ VIRTUOSO, CON MOTIVO DE CONMEMORARSE EL 191º ANIVERSARIO DEL 5 DE JULIO DE 1811, DÍA DE LA DECLARACIÓN SOLEMNE DE INDEPENDENCIA.

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defender sus derechos y lograr incorporarse, después de un largo proceso, a ese Colegio. Juan Germán Roscio fue un hombre del pueblo, cristiano y de profundas convicciones republicanas. Se atrevió, desde la hondura de su fe, a dialogar con su republicanismo y con sus adversarios, sumidos en un cristianismo acomodado a sus intereses particulares y circunstancias sociales y políticas. Su brillante obra titulada El triunfo de la libertad sobre el despotismo, impresa en 1817, es la exposición de la convicción intelectual de un hombre que escucha honestamente la Palabra de Dios y desde allí examina e ilumina su comprensión de la Re­ pública y su responsabilidad para con ella. Hoy también está delante de ustedes un hijo del pueblo, uno de esos muchos venezolanos que no tiene ni apellido, ni abolengo de clase noble, que ha intentado vivir su vida al servicio de la gente más humilde y necesitada del país, que ha tenido la o­por­tunidad de luchar junto al pueblo en la defensa y reconocimiento de sus derechos fundamentales y ver con alegría y sa­ tisfacción que cuando esa lucha se emprende con tenacidad y coraje se impone contundentemente la razón de la justicia. En mi memoria está viva la experiencia compartida con la comunidad de Catuche, un barrio pobre de Caracas, cuando el pasado 13 de noviembre la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo concedió un amparo constitucional solicitado por esta comunidad para hacer valer sus derechos a la vivienda y a la participación, frente a la arbitrariedad y abuso de poder de algunos funcionarios del Estado. He tratado de vivir mi historia como hombre de fe, que se confiesa pecador pero llamado a seguir a Jesús de Nazareth, el Hijo de Dios. Una fe que crece al calor de una Iglesia, que con sus

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luces y sombras, intenta hacer suyos los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, especialmente de los más pobres, como nos lo enseñó el Concilio Vaticano II. Estoy en esta tribuna como un cristiano, que busca vivir su fe junto a otros hermanos y hermanas, para ser ayudado por ellos en el arte de servir lo más solidariamente posible a este pueblo en esta difícil hora de la República. Como mestizo, como hi­jo de la Iglesia Católica, como venezolano apasionado por la suerte de los más pobres, como sacerdote jesuita, vengo hoy a celebrar con ustedes el día en que nacimos como sociedad libre e independiente, a buscar en ese acontecimiento luces y alimentar la esperanza para seguir construyendo la República, a mirar nuestro presente desde ese pasado tan aleccionador y, sobre todo, a hacer resonar ante ustedes, con mi palabra, en esta oportunidad que inmerecidamente se me ha concedido, la palabra de buena voluntad de tantos hombres y mujeres de este país, que luchan día a día en la construcción de la paz y la felicidad pública.

II Desde aquí observo la República libre, soberana e independiente, que nace desde el seno de aquel Supremo Congreso de Venezuela, instalado el 2 de marzo de 1811, como representante de la soberanía popular, que el 5 de julio siguiente da inicio a nuestra historia republicana con la Declaración de Independencia de las Provincias Unidas que conformaban la antigua Capitanía General de Venezuela, dependiente del reino español.

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En aquella oportunidad tomamos la decisión de conformarnos como un Estado libre, con pleno poder para darnos una forma de gobierno según la voluntad general y para entrar a formar parte, en condiciones de igualdad, en el concierto de las naciones libres del mundo. Pero este no fue más que el acto primero de nuestra condición republicana. Una vez aprobada la Indepen­ dencia, el Congreso se abocó, a partir de agosto, al estudio y discusión del proyecto de Constitución, que se aprobó definitivamente el 21 de diciembre de 1811, como la primera Constitución de Venezuela y también de toda Hispanoamérica e incluso Iberoamérica. El nacimiento de la República de Venezuela fue una auténtica creación histórica. No había precedentes en la América española, sólo los Estados Unidos de América y la región de Haití se mostraban como referencias cercanas, pero inscritas en con­textos y realidades muy distintas a las nuestras. Además, el Congreso que toma la decisión de autodeterminación nace con la misión de conservar los derechos de Fernando VII, siguiendo el proceso iniciado el 19 de Abril de 1810. Sin embargo, aquellos hombres se atrevieron a salir del estrecho margen de posibilidades abiertas para instaurar un amplio horizonte de futuro, totalmente nuevo, inédito, para vivir en una sociedad libre, desde la seguridad que brota de la conciencia adquirida de saberse poseedor de los derechos fundamentales del hombre y del ciudadano. El nacimiento de la República de Venezuela rompió con el axioma de una extensa literatura antropológica que describía a nues­ tro pueblo, sus razas y su mezcla, caracterizado por la incapacidad radical para gobernarse por sí mismo como correspondía a

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hombres libres. Una manera de ver y evaluar la historia, de cierta filosofía de las luces, nos excluía del lugar privilegiado desde donde podían gestarse las virtualidades del progreso como República independiente. Se suponía que las costumbres y el carácter heredados de nuestros antepasados eran la causa de la falta de hábitos institucionales y de autogobierno. Por lo tanto, la decisión del 5 de julio de 1811 fue una victoria del espíritu, un canto a las nuevas posibilidades de convivencia en medio de la penumbra, una búsqueda arriesgada pero digna y, sobre todo, humana, plenamente humana. Aquella sociedad republicana piensa sus posibilidades desde la libertad, la virtud y la ley. La historiografía de la época da cuenta de la existencia de un amplio debate, no sólo en el seno del Congreso, sino en la prensa, las asociaciones, la universidad, los claustros de los conventos y los púlpitos de las iglesias. Se debatía con mucha pasión e interés acerca de la libertad que queríamos darnos, sobre la virtud que necesitábamos para conformarnos como polis soberana y la ley que debía regirnos. Pocos momentos de la historia venezolana registran un período de debate intelectual tan fecundo y variado. Podríamos decir que en aquella oportunidad se creó no sólo la República sino la misma Ciencia Política entre nosotros, entendida como la capacidad de pensar nuestras costumbres, nuestra forma de ser y nuestro modo de obrar para vivir en sociedad a partir de nuestra propia responsabilidad y autodeterminación. Hoy celebramos entonces un acontecimiento cívico y civilista. Un día como hoy se fundó la posibilidad de vivir como civis, co­­mo ciudadanos, es decir, perteneciendo a una sociedad que cons­truye su voluntad general desde la participación de todos

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sus integrantes en lo público, considerado como lo suyo, como lo más propio, como el ámbito de posibilidades para el desarrollo personal, familiar y privado. Un día como hoy, los venezolanos decidimos hacernos responsables de nuestro destino colectivo, de decidir y cargar con nuestras decisiones acerca de qué nos conviene y cómo conseguirlo. Un día como hoy nació la posibilidad de dirigir nuestros propios destinos sobre la base de la corresponsabilidad que implica la responsabilidad moral de cada uno. Un día como hoy nació el republicanismo cívico, aquella forma de concebir la vida pública, en línea con la tradición clásica, como el ámbito por excelencia para hacer realidad histórica la libertad y sus posibilidades humanizadoras. Un día como hoy nació el ciudadano republicano, que compromete mo­ ralmente su libertad en hacer de lo público el hogar común. Un día como hoy nació en Venezuela el título de ciudadano, que Bolívar prefería al de Libertador, porque este segundo proviene de la guerra, mientras que la ciudadanía proviene de las leyes y la majestad de la República. El 5 de julio de 1811 se eligió este camino, dejando atrás otros modos de pensar la libertad y sus implicaciones para el ejercicio de la ciudadanía en la vida pública, como aquel que considera lo público en función de lo privado y que la ley sólo sirve para garantizar que el mérito y la excelencia sean premiados. Es ésta una perspectiva que supone que la sociedad no es un cuerpo so­cial, valga la metáfora, sino un agregado cuya finalidad es asegurar el éxito del individuo y estorbarlo lo menos posible con responsabilidades colectivas. Libertad de los antiguos o libertad de los modernos contraponía Benjamín Constant, pensador contemporáneo a Bolívar.

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El debate sólo ha sido superado en el siglo XX con la idea de democracia. Ésta, además de ser una forma de gobierno representativa, participativa y alternativa, es una forma de organización social que reconoce por igual la dignidad a cada persona, sean cuales sean sus condiciones culturales, grado de instrucción, convicciones ideológicas o situación económica. Por ello reclama igualdad y justicia social como algo propiamente suyo. En la democracia así concebida, no hay lugar a las falsas dicotomías entre lo público y lo privado. En ella, cada quien pone en común lo suyo para integrar un nosotros, un pueblo, desde las posibilidades de su singularidad. Lo público, lo colectivo, lo social, no es una totalidad que se impone al individuo, ni el individuo es una cápsula cerrada y aislada que utiliza lo público a modo de paraguas para defender sus derechos. Lo público es una construcción que se hace desde lo que cada quien es y tiene, para formar un pueblo de ciudadanos. Por ello, la democracia vive la pluralidad como necesaria, porque la diversidad es la clave de su riqueza social y política. La democracia es una forma de tomar decisiones mediante el diálogo y la negociación, porque esa dinámica, y sólo esa, es la que da garantías a la compleja realidad de la libertad, que naciendo en la individualidad de cada persona, sólo puede actualizar sus posibilidades en el seno de un colectivo, organizado de tal manera que se convierte en una invitación permanente a cada uno por igual a dar de sí lo mejor que posee.

III Aquel magno acontecimiento que fundó la vida cívica de la historia republicana venezolana terminó en el más rotundo fraca-

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so. Se impuso la agenda de la guerra larga y cruenta que duró en forma continua hasta 1821. Al recordar esta fecha vale la pe­na preguntarse: ¿por qué fracasó la República?, ¿por qué se impuso la guerra y la violencia?, ¿esa historia nuestra tiene algo que enseñarnos para construir el futuro que soñamos desde las dificultades del presente? Desde su conocido Manifiesto de Cartagena del 15 de diciembre de 1812 Bolívar nos dice: ...permítanme indicarles ligeramente las causas que con­ dujeron a Venezuela a su destrucción (...) los códigos que consultaban nuestros magistrados no eran los que podían enseñarles la ciencia práctica del gobierno, sino los que han formado ciertos buenos visionarios que, imaginándose repúblicas aéreas han procurado alcanzar la perfección política (...). De manera que tuvimos filósofos por jefes, filantropía por legislación, dialéctica por táctica y sofistas por soldados. Con semejante subversión de principios y de cosas, el orden social se sintió extremadamente conmovido, y desde luego corrió el Estado a pasos agigantados a una disolución universal, que bien pronto se vio realizada.

Bolívar señala la ineficiencia gubernamental de quienes diri­ gían aquella Primera República como una de las causas fundamentales del derrumbe de aquel primer intento por constituirnos en una sociedad libre. Ayer como hoy la solidez institucional es directamente proporcional a la salud de la República. Esto es así porque sólo el establecimiento de instituciones eficientes, ágiles, prácticas, con capacidades reales para conseguir

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los objetivos que se proponen, dispuestas siempre al cambio y a la innovación, sin rigideces burocráticas, pueden efectivamente hacer viable la gestión de gobierno de sus representantes. ¿Cuándo aprenderemos la lección?, ¿cuándo será que en esta tierra nuestra dejaremos de pensar que se puede gobernar sin instituciones, o que es posible hacerlo con instituciones ineficientes o inadaptadas? Se puede hacer un balance histórico de las crisis políticas sufridas en el país y, como Bolívar, concluir que la disolución de las instituciones públicas ha estado en la raíz de esas crisis. El Estado gigante, el Estado desdibujado, el Estado colapsado, son figuras que hemos visto sucumbir pero no reconstruir. La ineficiencia institucional del Estado es una enfermedad crónica que sigue destruyendo sin misericordia los más hermosos andamiajes constitucionales aéreos. Es una verdad evidente decir que toda sociedad requiere de ins­ tituciones, pero toda sociedad republicana y democrática, en la medida en que su gobierno no es más que la representación de la voluntad ciudadana, requiere para ser expresión de ella, de la existencia de canales, métodos y procedimientos, que permitan al gobernante dirigir al Estado obedeciendo esa voluntad. Sólo así se hace verdad el gobierno del pueblo, la participación ciudadana, la representación responsable, y se puede conducir eficientemente a la sociedad bajo la autodeterminación de la libertad de sus miembros. En este orden de ideas, una de las causas que anota Bolívar en la caída de la Primera República es, según dice textualmente en su manifiesto de Cartagena:

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...La disipación de las rentas públicas en objetos frívolos y perjudiciales, y particularmente en sueldos de infinidad de oficinistas, secretarios, jueces, magistrados, legisladores provinciales y federales, dio un golpe mortal a la República, porque la obligó a recurrir al peligroso excedente de establecer el papel moneda, sin otras garantías que las fuerzas y las rentas imaginarias de la Confederación. Esta nueva moneda apareció a los ojos de los más, una violación manifiesta del derecho de propiedad (...). El papel moneda remató el descontento de los estólidos pueblos interinos, que llamaron al comandante de las tropas españolas para que viniese a liberarlos de una moneda que veían con más horror que la servidumbre.

Bolívar señala también el descalabro financiero de la Repúbli­ ca como causa mortal de su derrumbe. Hoy, como ayer, la salud de la República descansa en su fortaleza económica, en la transparencia de las cuentas de la Administración Pública, en la confianza que generan el diseño y reglamentación de las políticas públicas para el desarrollo económico, junto a las medidas concretas para apoyarlo desde el Estado. Hoy, como ayer, hay quienes exigen al Estado de la República un eficiente comportamiento económico al mismo tiempo que son capaces de mantener paralizadas sus inversiones, jugar al desconcierto, no pagar impuestos o sacar sus capitales del país. Hoy, como ayer, quienes pagan las consecuencias de las crisis son los más pobres y necesitados. La República está herida de muerte si no genera a través de sus instituciones, planes y políticas económicas, la suficiente confianza entre todos para producir riqueza; y está herido de muer-

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te también si hay quienes inescrupulosamente arriesgan la libertad y el bienestar de la nación para proteger sus intereses al amparo de la servidumbre más conveniente. Un error, sólo reconocido mucho más tarde, fue que aquella Primera República excluyó a los más desposeídos, a los esclavos y pardos, a los que no poseían educación, ni linaje, ni cultura, ni propiedad. La República se comportó, a la usanza liberal del momento, aceptando que sólo podrían ser libres quienes podrían serlo, es decir, en la práctica quienes tuviesen suficientes medios para poder ser propietarios o dieran pruebas de ser independientes de fortuna. Al mismo tiempo, el liberalismo de nuestros patricios temía que se repitiese en Venezuela el horror de la rebelión negra del Guarico o Haití, o que se instaurara en Venezuela una revolución jacobina que diera al traste con la rígida estructura de castas. Debemos a Laureano Vallenilla Lanz la originalidad intelectual de ayudarnos a comprender el carácter social del conflicto, que trajo consigo la ruptura del viejo orden colonial y sus equilibrios al proclamar la Independencia e instaurar la República. Sostiene Vallenilla Lanz en su obra Cesarismo democrático que: Parece imposible, después de leer la cuantiosa documen­ tación existente en el Archivo Nacional, que haya en Venezuela quien se empeñe en negar todavía la jerarquización de las clases sociales en la Colonia y las luchas a las que daban lugar los prejuicios y las preocupaciones que de manera tan trágica repercutieron en las luchas de independencia. No eran clases en realidad las que existían, sino verdaderas castas, con todos los caracteres de re-

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pulsión, de exclusión y de antagonismo feroz que tienen hoy mismo en la India.

Basta pensar en todas las circunstancias apuntadas para comprender las profundas repercusiones que debería tener en el proceso de Independencia aquella estratificación social de castas caracterizada por la pugna secular entre ellas, la repulsión por una parte y el odio profundo e implacable por la otra. Cuando el grito de libertad destruyó el inmovilismo y puso en crisis las costumbres y las sujeciones ideológicas, los más desfavorecidos del orden social encontraron que su grito de libertad no era reconocido ni incluido, y a un buen contingente de aquellos compatriotas no les quedó más que la rebelión al lado de los enemigos que se levantaron contra la República. Hoy como ayer no puede haber República si hay exclusión y marginamiento, si medio país excluye al otro medio, si los pobres y excluidos no son llamados a formar la República como ciudadanos, que a través de sus propias organizaciones de base se constituyen en actores sociales relevantes. No puede haber República si estos mismos pobres no son incluidos como productores con verdaderas oportunidades para serlo, si los derechos sociales se quedan en una pura proclama o su implementación se utiliza con fines populistas y demagógicos. Al mismo tiempo, la salud de la República radica en que los pobres sientan efectivamente que los empresarios y cuadros profesionales pueden y deben ser sus aliados incondicionales y viceversa. No puede haber República mientras todos: gobierno, capitalistas y trabajadores, no hagamos de la superación de la pobreza la meta colectiva más digna de alcanzar, el objetivo que nos beneficiará a todos, la base de la justicia, de la sustentabilidad y la paz.

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La Primera República desembocó en la guerra, una guerra civil y fraticida, una guerra muy larga, que destruyó todo y que generó una espiral de violencia que se desarrolló a lo largo de todo el siglo XIX. Detengámonos aquí. Se ha dicho que la guerra es la continuación de la política por otros medios. Cuando se analiza la historia no se puede menos que estar en profundo desacuerdo con esa interpretación. La política es el reinado de la palabra reconocida de cada ciudadano, que busca mediante la razón establecer objetivos comunes y medios adecuados para convertirlos en realidades. La política es diálogo y negociación, es búsqueda de la máxima felicidad porque busca poner los medios para alcanzar y poseer lo que es sentido como bueno, útil y necesario para todos. La política es una actividad que nos humaniza porque permite la concurrencia de todos en justicia, paz y armonía. La guerra es exactamente lo contrario, la guerra es la puesta en escena de la irracionalidad a través de la fuerza que se impone y del poder arbitrario que reduce al adversario porque lo elimina o lo esclaviza. La guerra es siempre injusta porque nace del odio y produce muerte y sufrimiento a vencidos y vencedores. La guerra es inhumana. Después de haber experimentado los estragos de la violencia en las muchas guerras, revueltas y revoluciones que se han dado en Venezuela y en la dilatada historia latinoamericana, antigua y reciente, hay quienes en la Venezuela de nuestros días siguen invocando sus demonios para regenerar la República. ¿Será que hemos desviado tanto nuestra conciencia cívico-republicana co­ mo para creer en las inexistentes posibilidades regeneradoras de la violencia política o social?

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El republicanismo latinoamericano tomó desde sus inicios la idea de patriotismo como síntesis conceptual, moral y sentimen­ tal del sentido último de lo que significa la virtud republicana. Un patriota es alguien que libremente da su sangre, sus miembros, su vida, por la causa de la Patria. Se pensó y se sigue pensando que amar a la propia nación con celo es estar consciente y dispuesto a mantenerse firme, gracias a la fuerza de las impresiones recibidas o padecidas, en la idea de que la libertad es una necesidad. Y si la libertad no quiere ser libre, hay que obligarla, tal y como diría Rousseau. El amor a esa Patria libre, hecha de leyes y lealtades cívicas, se expresa en la disposición al heroísmo y al sacrificio por asegurar el reino de la libertad. La principal ocupación de un patriota es la construcción celosa de la nación. Ha de luchar primero por la posibilidad histórica de hacerla libre, lo que usualmente significa guerrear espoleado por el afán de asegurar la Independencia. Debe hacerlo a ex­pensas de su vida y de su muerte, luego ha de seguir adelante y, si tiene éxito, preservar la conquista de sus armas por los diversos medios que se le ofrecen, esto es, la obediencia a la ley, la educación cívica, el progreso económico y la igualdad social. El primer patriota venezolano fue Simón Bolívar, no en balde le hemos llamado el Padre de la Patria. Pero también fue el pri­­mero que reconoció al final de su vida, después de muchas frustraciones, que la Patria no estaba hecha y que en vez de conquistarse la libertad se había introducido, para instalarse definitivamente, el virus de la anarquía, de la desunión, de la violencia, que la hacía totalmente ingobernable. Al final se sumió en la desesperación. En 1828 escribía al general Pedro Briceño, diciendo: “la América o el Nuevo Mundo es un medio globo que

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se ha vuelto loco…”. Y finaliza dramáticamente con la expresión “todos aquellos que sirven a una revolución aran en el mar”. ¿Será que no somos capaces de aprender la lección que Bolívar nos dejó? ¿Por qué seguimos ilusionándonos con la idea de que es posible encauzar mediante instituciones dirigidas a través del imperio de las leyes una libertad nacida de la espada, la guerra o los golpes militares? Nuevamente evoco las ideas de Laureano Vallenilla Lanz para decir que la guerra de Independencia fue, desde sus mismos inicios, una guerra civil, una guerra entre venezolanos, una guerra mediante la cual se intentó resolver los muchos conflictos que suponía superar el antiguo orden colonial para establecer un nuevo orden social sustentado en la libertad, en la autodeterminación, en el gobierno participativo, en la igualdad frente a la ley, en la supresión de castas y privilegios. La historiografía señala bastante bien que sólo con la restauración de la monarquía española en 1815 y su envío de ejércitos a América, así como con la incorporación de los llaneros a los ejércitos patriotas fue que la guerra dejó de ser civil para convertirse en una guerra internacional. ¿Hubiera sido posible conquistar la Independencia sin la guerra? Probablemente, si la Primera y la Segunda República hubieran sido capaces de ser repúblicas consistentes, no aéreas, con la suficiente capacidad para establecer un horizonte común compartido, incluyendo las diferencias, con una administración eficiente, honesta y transparente, habríamos consolidado la Patria libre y hubiéramos contado con las condiciones y fortalezas para enfrentar las apetencias coloniales del imperio restaurado.

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La historia tomó otros derroteros y no está en nuestras manos cambiar el pasado, pero sí podemos aprender de él, soñar otro futuro y construirlo consistentemente desde el presente. Y ese futuro no es otro que una República que haya recogido en sus políticas, instituciones, leyes y costumbres los cambios que esperamos y deseamos la mayoría de los venezolanos y que son la garantía de nuestro desarrollo y progreso. Esos cambios deseados, que hemos esperado durante muchos años, tienen un punto de apoyo en firme en la Constitución de 1999, fruto de un proceso constituyente que recogió en buena medida esas expectativas. Sin embargo, parece que nos hemos olvidado de que el cambio lleva en sus entrañas la semilla de la crisis, que, al crecer, nos coloca ante la sensación del vértigo que produce el tránsito de una realidad a otra, ante la agonía del parto por la nueva vida que va nacer, ante la incertidumbre que trae la novedad, ante el desconcierto porque los primeros experimentos no logran cons­truir lo que no se tiene claro ni siquiera en la imaginación. Y es aquí donde hay que recoger el pasado y aprender de él. La crisis que suponen los cambios no la vamos a resolver con la guerra que cree que eliminando al adversario se allanó el camino. No y mil veces no. Las crisis que nacen del deseo de cambio sólo se resolverán mediante el ensayo de fórmulas que intentan responder adecuadamente a las expectativas en cuestión. Digo ensayos, porque en una situación de crisis, todas las respuestas siempre tendrán un carácter preliminar y tentativo, deberán estar sujetas a la crítica y a la evaluación, deberán buscar los acuerdos necesarios de todos los actores, hasta que se llegue a la solución deseada. Mientras tanto, no queda más que agotar

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el ingenio, la palabra y la iniciativa, sin dejarse llevar por la impaciencia o dejarse vencer por el desánimo, en la búsqueda de las respuestas más acertadas.

IV Hasta ahora he hablado como republicano, como demócrata, como hombre del pueblo. Pero siento que les debo mi palabra como discípulo y seguidor de Jesucristo, como hombre de una Iglesia que busca desde su fe servir a todos. En esta hora de crisis, suenan en mis oídos las palabras que en este mismo lugar dijera el doctor Luis Castro Leiva, en 1998: “¡Malhaya esta hora de confusiones!”, y en medio de las confusiones pienso y siento que nuestras convicciones espirituales pueden ser guía segura, luz que alumbra en la oscuridad, fuerza que robustece nuestra humanidad. Desde mi fe en la palabra del Maestro Jesús de Nazareth tengo que decir que sólo saldremos de la crisis que vive la República si arrancamos de raíz el odio que las diferencias y conflictos políticos han sembrado en nuestro corazón. “Cuando el odio del otro origina el nacimiento del odio en nosotros, somos nosotros los vencidos, a pesar de que consigamos aplastar al adversario”. El odio cierra el corazón, nubla la mente, nos divide y separa, causa la muerte. El odio irremediablemente lleva a la guerra y a la destrucción. Las iniciativas de diálogo que se están desarrollando en el país, las llamadas a la rectificación y su puesta en práctica a través de varias iniciativas que ha impulsado el propio Presidente de la República y las voces que exigen leal y honestamente cambios y reformas, sólo podrán encontrarse si

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son capaces de emanciparse de la influencia negativa y perversa que ejercen en el ambiente social y en los propios corazones las voces timbradas por el odio y el deseo de venganza. Jesús lo recordó en el Sermón de la Montaña: “Felices los que trabajan por la paz”. Pero la paz de la que Jesús habla, esa paz que trasciende los odios y las diferencias en busca de los acuerdos que en nuestro caso nos permitan construir la República, no es un estado de ánimo o una especie de transacción en medio de los desacuerdos para mantener a toda costa la tranquilidad y el equilibrio o la paz de los cementerios. La paz que nos hace felices, la paz del Evangelio de Jesús, es la paz fruto de la justicia, que busca responder a las exigencias de dignidad de las mayorías, que supone un arduo proceso de reconciliación personal, política y social y que, como bien decía Pablo VI, busca transformar las estructuras sociales para crear un orden social en donde poda­mos avanzar de condiciones menos humanas a condiciones más humanas. Condiciones más humanas son aquellas que ase­guran un desarrollo integral y solidario, que proporcionan el bienestar necesario a cada persona, que propician la participación en la toma de decisiones políticas, que promueven la incorporación a la producción y que fomentan el cultivo de la propia humanidad a través de un adecuado acceso a la cultura y la educación. La paz que buscamos en Venezuela, a través del diálogo y la con­ciliación, no puede ser otra que el acuerdo consensualmente producido en una franca negociación entre todas las partes involucradas; mediante el cual la República se compromete a satisfacer su débito con las mayorías empobrecidas del país.

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Consensualmente quiere decir que cada actor asume su tarea responsablemente y desde su compromiso ético con la República. El Estado procurando establecerse como una red de instituciones eficientes, reglamentadas conforme a la ley, y procurando servir de vehículo para garantizar los derechos sociales; el capital invirtiendo, el trabajo produciendo, el mercado intercambiando bienes y servicios bajo una lógica que busca superar la salvaje maximización de ganancias a toda costa, y los poderes públicos asegurando que los objetivos que se ha propuesto la sociedad se ejecuten fielmente. Para lograr esa concurrencia de actores a favor del bien común, es necesario que la sociedad misma promueva su existencia en el marco que propicia la Constitución Nacional. Requerimos de un Estado descentralizado para que cada rincón del país se encuentre debidamente integrado en la estructura institucional de la nación. Una descentralización que llega hasta las propias comunidades delegando en ellas poderes públicos. Requerimos de nuevos partidos políticos que hagan su tarea de agregar intereses sociales y políticos y que respondan con novedad a las urgencias planteadas, superando las antiguas trabas que los caracterizaron. Necesitamos de sociedad civil, es decir de un tejido de organizaciones sociales, que asumen la responsabilidad ciudadana de intervenir en la vida pública, desde el esfuerzo de situarse en el horizonte de la universalidad, no queriendo subsumir este horizonte en la estrecha perspectiva del propio punto de vista. Requerimos de medios de comunicación éticamente responsables ante la sociedad de su función comunicadora. Esta sociedad ideal sólo puede existir si hacemos de la educación el instrumento privilegiado para formar el talento, cultivar

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el espíritu, forjar el carácter, templar las virtudes y desarrollar las capacidades. Una educación de calidad para todos, que nos abra a la excelencia, que permita construir los actores personales y colectivos que requiere la República, es una urgencia prioritaria que viene reclamando la tradición republicana del país desde sus mismos inicios. Y esta prioridad nos convierte en sociedad docente, en la cual todos estamos obligados a contribuir para responder eficazmente a este requerimiento. En lenguaje cristiano, una paz así sólo se puede conseguir mediante la conversión. Conversión de estructuras, del desorden social, de costumbres, de culturas, también de corazones. Conversión que es la traducción cristiana del cambio que aspiramos y deseamos, que exige que todos reconozcamos nuestros fallos, errores y omisiones, porque es verdad que todos tenemos que hacerlo, que nadie está exento. Conversión que exige buscar la verdad, la verdad que nos hace libres. Conversión, en fin, que sólo lograremos si somos honestos con la realidad, si dejamos que desde ella lleguen a nuestros oídos los lamentos de quienes sufren y padecen. Para algunos lo que precede será tildado de ingenuidad, otros lo sentirán como una voz bien intencionada pero poco eficaz. Aun así mantengo lo dicho, porque creo en Venezuela y su gente, porque creo que aún la República cuenta con grandes reservas morales para buscar el bien común, olvidar la guerra, guardar la espada y sacar el arado, porque creo en el pueblo venezolano, en la mucha gente que a pesar de sufrir los estragos de la pobreza no quiere la guerra, la anarquía y la desunión, sino que busca la paz y la oportunidad para demostrar la riqueza de sus haberes y la grandeza de su cultura.

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Porque creo en los poderes creadores del pueblo los invito a que vayamos juntos hacer realidad la esperanza de una Patria libre, justa, soberana y democrática, para completar aquel sueño que comenzó el 5 de julio de 1811.

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“Bolívar vive. No es que resucitó” Juan Germán Correa González


Juan Germán Correa González

Discurso de Orden del 5 de julio de 2003

Historiador y profesor de la Universidad de Carabobo. En el año 1962 estuvo a cargo del proceso de estructuración y organización de la Escuela de Educación de esa universidad.

“Ese país que se llama Venezuela, cuyo emblema es un tricolor que ondeó al viento en mil batallas en suelo americano, ese país, le debe su Independencia a su pueblo, sólo a su pueblo, que supo regar con generosidad su sangre en los llanos y montañas, y en los ríos y lagos, y en el mar y en los intrincados bosques”.


Bolívar vive. No es que resucitó* Juan Germán Correa González

Instalación y cese del Congreso Supremo de Venezuela En la casa del Conde de San Javier, en Caracas, con asistencia de la Junta Suprema, se instaló el primer Congreso de Venezuela. Fue el 2 de marzo de 1811. La máxima autoridad legislativa de la nación, pues, la asumía ese Cuerpo Constituyente desde el momento de su juramentación. Lo integraban representantes de las Provincias de Caracas, Cumaná, Barinas, Margarita y Mérida. Posteriormente se añadirían Trujillo y Barcelona, en un total de siete provincias. Fue este Congreso, llamado Congreso Supremo de Venezuela, el que el 5 de julio de 1811, declaró solemnemente la Independencia venezolana, y que sancionó, el 21 de diciembre de aquel mismo año, la primera Constitución Nacional. Su primer presidente fue Felipe Fermín Paúl, el vice-

*  DISCURSO DE ORDEN DEL CIUDADANO JUAN GERMÁN CORREA GONZÁLEZ, CON MOTIVO DE CONMEMORARSE EL 192º ANIVERSARIO DEL 5 DE JULIO DE 1811, DÍA DE LA DECLARACIÓN SOLEMNE DE INDEPENDENCIA.

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presidente Mariano de la Cova; el secretario, el abogado Miguel José Sanz, y el subsecretario Antonio Nicolás Briceño. Al día siguiente de haberse instalado el Congreso, el 3 de marzo, se abrió el debate en torno a la posibilidad de declarar la In­dependencia del país. Fue una democracia participativa la que se estaba instaurando. Por ejemplo, durante los meses de mayo y abril, la Junta Suprema había hecho publicar avisos en la Gaceta de Caracas, exhortando a los ciudadanos de todas las provincias a presentar por escrito, ante el Congreso Constituyente, ideas y sugerencias sobre el futuro régimen constitucional, con el propósito de que todos contribuyan con sus luces y conocimientos al acierto de asunto tan importante. El 3 de julio, después de cuatro meses de acalorada deliberación, muchos de los parlamentarios pedían a sus colegas calma. Calma. No obrar con precipitación. Y, para colmo, a esta imperturbabilidad había que adicionarle las dudas de algunos miembros como las alegadas por el reverendo padre Manuel Vicente Maya (1)*, quien invocaba incompetencia del Congreso, o Ramón Ignacio Méndez, que opinaba inoportunidad. También sabemos de un joven integrante de la Sociedad Patriótica, inmerso en el público asistente, con fuerte voz exclamó impaciente: “¿Trescientos años de calma no bastan?”. Ese impetuoso joven se llamaba Simón Bolívar.

* En la versión taquigráfica original no aparecen las referencias bibliográficas acerca de las citas señaladas por el orador en su discurso. Es por esto que en adelante se eliminan los llamados a éstas. (Nota del Editor)

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Agotada la encendida discusión, se celebró la votación, y la Independencia fue aprobada por la mayoría. Se designó una comisión redactora del acta correspondiente. La integraban el diputado Juan Germán Roscio, como redactor, y el secretario, Francisco Isnardi. Esta acta fue firmada posteriormente. En los siguientes meses, hasta finales de ese año, se aprobaron importantes leyes, entre ellas: la Declaración de los Derechos del Pueblo; la Ley de Prensa y el Decreto sobre Emisión de Papel Moneda y Acuñación de Monedas de Cobre. También se acordó un corto período vacacional navideño, reiniciándose las sesiones el 2 de enero de 1812, en Caracas, pero... había sobrevenido la guerra: Domingo Monteverde, por el bando colonial; Francisco de Miranda, por el republicano. ¡Guerra!, guerra intransigente y cruel. Por eso, por la guerra, el Congreso aprobó una suspensión de actividades el 15 de febrero, para reiniciarlas en Valencia el 1° de marzo. Y fue así como se mudaron a esta provinciana ciudad los diputados y los archivos del máximo organismo nacional. Y nuevamente hubo sesiones a partir del 16 de marzo. Valencia era una ciudad tranquila. Aún había olor a pólvora en sus calles y casas, pues la guerra se había iniciado allí, seis días después de la Declaración de la Independencia, o sea, el 11 de julio de 1811, encabezada por el realista Juan Antonio Baquero y el monje capuchino fray Pedro Hernández. Ahora, en manos patriotas, se respiraba convulsionada paz. Los diputados más jóvenes, sobre todo los solteros, comenzaron a concurrir a las casas del lugar, para conocer y tratar a las mujeres valencianas, que ya ostentaban la fama de ser las más

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hermosas y bellas de este lado del mar océano. Muy frecuentadas, por destacados políticos y jóvenes diputados, fueron las tertulias de la familia Zabaleta: densa cultura, bellas las hijas, y gente noble de ideas independentistas a ultranza. La última sesión del Congreso fue el 6 de abril de ese año 1812. El 7 se dispersaron los diputados, y luego el retorno al poder de los realistas marcó la caída de la Primera República. No se supo el destino del valioso archivo. Y pasaron los años.

Acta del 5 de julio de 1811 La valenciana señora doña Isabel La Hoz era descendiente de la familia Zabaleta. Para 1895 acusaba avanzada ancianidad, por lo que cierto día impreciso le entregó a doña María Josefa Gutiérrez, viuda del ingeniero Carlos Navas Spínola, un voluminoso y misterioso libro manuscrito, con el encargo de que, al morir ella, le fuese entregado a sus sobrinas La Hoz Zuloaga, ausentes por entonces de la ciudad. Era la mañana del 23 de octubre de 1907. El señor don Ricardo Smith visitaba a la familia Navas Spínola. En la sala, tomó asiento en cómoda poltrona mientras esperaba ser atendido. Una niña de muy corta edad se ejercitaba en el piano, y como por su breve estatura no alcanzaba el teclado, se le había colocado sobre la banqueta un grueso libro para que le sirviera de alzada. Al interrumpir la niña sus ejercicios por la presencia incómoda del señor Smith, éste, quizás para pasar el tiempo de espera, quizás por curiosidad, tomó el libro en sus manos y lo hojeó.

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Cuando los Navas Spínola llegaron a la sala, el señor Smith ya no estaba. ¡Se había llevado consigo el libro! A las 10:30 de esa mañana don Ricardo Smith le mostró al académico historiador doctor Francisco González Guinán, en su casa de habitación de La Candelaria, el libro. ¡Cuál no sería la gratísima y emocionante sorpresa del jurista valenciano al ver estampada en sus páginas el Acta de la Independencia venezolana que se creía perdida para siempre desde 1821! Declaró después el doctor González Guinán en su discurso pro­tocolar de presentación de la joya histórica al presidente de la República, general Cipriano Castro, en el Salón Elíptico del Congreso Nacional, el 5 de julio de 1908: No pereció este Libro entre las múltiples peripecias de un siglo borrascoso y terrible, porque la Divina Providencia, que evoluciona sabia y misteriosamente con independencia de los hombres y siempre sorprendiéndolos, quiso que manos puras y sencillas lo conservaran sin deterioro al través de noventa y seis años.

El historiador Manuel Pérez Vila apunta que la proclamación de la Independencia de Venezuela sucedió a las tres de la tarde del día 5 de julio de 1811, en la Capilla del Seminario Santa Rosa de Lima de Santiago de León de Caracas. Allí los diputados representantes de las siete provincias habían acordado redactar un documento en el que constatasen las causas que habían motivado esta declaración. El anuncio lo había hecho ya público, a viva voz, el presidente del Congreso Juan Antonio Rodríguez Domínguez, luego de la

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votación en la sesión de la mañana de ese mismo día, y el pueblo de Caracas, atento al trascendental acontecimiento, había lanzado al aire su voz atronadora de entusiasmo desbordado. Entonces la multitud, que había permanecido en silencio, en es­ pera de este instante glorioso, rugió como un trueno, dio un Viva profundo, sentido, grave, sobrecogedor... Las campanas de las iglesias tocaron a rebato, y de los balcones y ventanas de las casas se lanzaron flores. Fue en la sesión del día 7 en la que el Acta, redactada por Francisco Isnardi y Juan Germán Roscio, fue aprobada y firmada por 41 diputados, y entregada al Poder Ejecutivo. Hubo una publicación oficial: El texto del Acta fue impreso en el órgano oficial del Congreso, el semanario El Publicista de Venezuela, N° 2, bajo el título “Declaratoria de Independencia”. Don Ramón Díaz Sánchez refiere cómo el doctor Francisco González Guinán intervino en el hallazgo del Acta manuscrita en los folios 110 verso a 114 reverso del grueso tomo. Se ha dejado constancia de la participación que tuvo en el hallazgo de González Guinán el señor Ricardo Smith, vecino de Valencia. Fue éste quien enteró al historiador de la existencia de los preciosos papeles en poder de la señora María Josefa Gutiérrez de Navas Spínola. Informado, a su vez, el Gobierno de la nación y reconocida por la Academia Nacional de la Historia la autenticidad de las actas, un decreto del Presidente de la República, de fecha 1° de enero de 1910, dispuso depositarlas en un arca especial instalada al efecto en el Salón Elíptico del Palacio Federal de Caracas, lo que se hizo en un acto que tuvo lugar el 5 de julio de 1911, primer centenario de la Declaración de la Independencia. Ellas integran el volumen de 436 páginas

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que se dio a la estampa en 1911 bajo el título de El Libro Nacional de los Venezolanos.

La construcción dolorosa de la nacionalidad Desde el 19 de Abril de 1810 se había venido operando un cambio absoluto en Venezuela: de colonia española había pasado a ser país independiente y soberano. Hubo, pues, que construir la nacionalidad. Y la inexorable dialéctica, que sucede en toda transformación trascendental social, ya sea lenta o rápida, se habría de cumplir en Venezuela con una faz de muerte y desolación. Y la guerra, ¡cruenta guerra!, que era el efecto de la radical transformación, se iba a consumar durante diez largos y dolorosos años. Ese pueblo valiente, ese pueblo osado, ese pueblo noble, ese pueblo decidido, que respiraba Patria, y sudaba empeño, se supo batir en mil combates con un enemigo que lucía invencible, porque se trataba de ese ejército peninsular que había combatido y derrotado a los contingentes franceses napoleónicos. ¡Sangre, sangre, sangre de un pueblo generoso y heroico salpicó las piedras de los caminos!, y manchó las raíces de los árboles milenarios de nuestros bosques, y enrojeció las cascadas de nuestras quebradas, y formó extraña argamasa con el polvo de las sabanas. Un tercio de la población venezolana pereció en combate... pe­ ro, llegada la paz, no se le hizo justicia, porque no se le agenció mérito alguno. Ningún gobierno, en el tiempo, reconoció su inmenso sacrificio. Y si hubo algún corazón grande que intentó

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hacer justicia, fue muerto alevosamente: como el General del Pueblo Soberano, el Ilustre Ciudadano, el gran estratega de todos los tiempos, el incansable combatiente, el federalista revolucionario Ezequiel Zamora. Los presidentes de la República que se sucedieron en el mando, a través de nuestra historia republicana, se dejaron comprar por los mercaderes de conciencias. Y citamos, a manera de ejemplo, al general José Antonio Páez, un conductor de pueblos, un soldado de incontables arrojadas escaramuzas y combates audaces; inteligente y sagaz, nacido en humilde cuna; un osado y valiente hombre, esperanza del pueblo que luchó a su lado, sucumbió ante la excitación que suele corroer y desmenuzar la entereza y la nobleza de los espíritus. Entretanto, el pueblo sufrió, sobre todo a partir de 1830, las más abyectas humillaciones y desprecios. Porque no fue olvidado. No. Fue, más bien, explotado de forma inmisericorde. Ese pueblo al que Venezuela le debe su configuración toda: como nación soberana, como ente reconocido por las demás naciones, por su ethos cultural, por su sorprendente folclore, por sus mágicas tradiciones, por sus atávicas costumbres... Ese país que se llama Venezuela, cuyo emblema es un tricolor que ondeó al viento en mil batallas en suelo americano, ese país, le debe su Independencia a su pueblo, sólo a su pueblo, que supo regar con generosidad su sangre en los llanos y montañas, y en los ríos y lagos, y en el mar y en los intrincados bosques.

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Voluntad de justicia y extrañamiento A finales del siglo XIX le fue salvajemente desconocido el triunfo en elecciones presidenciales a un hombre que hablaba de revolución. Que hablaba de hacerle justicia al pueblo. Se llamaba José Manuel Hernández, mejor conocido como El Mocho Hernández. Tal parece que si un mandatario manifiesta, basta con ello, hacerle justicia al pueblo, debe ser extrañado del poder, execrado, vilipendiado, calumniado, despreciado... y hasta asesinado. He dejado para este momento la figura inmortal del gran Libertador. Él también fue extrañado del poder. Y despreciado, perseguido, calumniado. Y, por supuesto, traicionada su revolución. Guillermo Ruiz Rivas, en su obra Bolívar, más allá del mito, estampa una frase muy afortunada: “A América se le perdió Bolívar y todavía lo anda buscando. He aquí la perennidad de su vigencia”. A Venezuela, su Patria chica, también se le perdió por completo hasta hace sólo cuatro años, cuando un hombre de palabra cumplió un juramento hecho una década atrás al pie del Samán de Güere, conjuntamente con un cenáculo de jóvenes oficiales de nuestro Ejército. Sin embargo, hubo recientemente un intento por ahogar su oxígeno libertario. Sucedió ahora mismo, el 11 de abril del 2002... En la obra Cronología de un Golpe de Estado, se lee: HAY QUE CAMBIAR TODO (...), dijo por la televisión (privada), eufórica (...una intransigente opositora) pe-

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riodista. Y de acuerdo a esta afirmación: Los ministerios de­berán volver a sus nombres originales. El Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC) deberá llamarse nuevamente Cuerpo Técnico de Policía Judicial (CTPJ). Hacer, como antes, a nuestro Con­greso bicameral, y que se llame otra vez Congreso Nacional. ¡Y desaparecer la palabra bolivariano y bolivariana del léxico venezolano! En este sentido, por supuesto, lo primero será, en consecuencia, lo primero: que Ve­nezuela se llame como antes, al suprimirse la palabra bolivariana. Se llamará, como debe ser, República de Venezuela. A Bolívar hay que dejarlo tranquilito en su ataúd. Pero el colmo de los colmos fue el haber suprimido el cuadro del Libertador del Salón Ayacucho...

Sofocado por el pueblo venezolano, y por el Ejército Forjador de Libertades, el golpe de Estado del 11 de abril, después de 172 años de haber entregado el Libertador su preciosa alma al Creador, su doctrina revolucionaria, a pesar de las traiciones incalificables, se constituyó en ductora, más que nunca, del destino patrio. Y la letra del Acta de la Independencia también pareciera haber cobrado igualmente sentido. Porque gracias al cumplimiento de aquel juramento, Venezuela, y América toda, se ha percatado claramente de que Bolívar vive. No es que resucitó. No. Es que en realidad jamás llegó a morir. Y vive porque su doctrina responde a la caracterología del revolucionario integral.

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Doctrina bolivariana Política alguno jamás tuvo su concepción estratégica relativa al destino de América. Y temió, en este sentido, a una fragmentación continental en una variedad de países, porque exponía al Continente a los peligros de caer fácilmente en las garras de un imperialismo poderoso. Y afirmó: Si la América no vuelve sobre sus pasos, sino se convence de su nulidad e impotencia, si no se llama al orden y a la razón, bien poco hay que esperar respecto a la consolidación de sus gobiernos; y un nuevo coloniaje será el patrimonio que legaremos a la posteridad.

También Bolívar advirtió sobre los Estados Unidos de Améri­ ca. En su carta dirigida desde Guayaquil al coronel Patricio Campbell, profetizaba acerca del origen de muchas de nuestras desgracias: “Los Estados Unidos que parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias en nombre de la libertad”. Doctrina importante de esta revolución concebida por el Libertador es la relativa a la integración americana, un sueño quimérico de su genio: El gran día de la América no ha llegado. Hemos expulsado a nuestros opresores, roto las tablas de sus leyes ti­­ránicas y fundado instituciones legítimas, mas todavía nos falta poner el fundamento del pacto social, que debe formar de este mundo una nación de repúblicas.

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¿Qué querría decir Bolívar con “una nación de Repúblicas”? Si entendemos por Nación la máxima institución de un pueblo, y por República la organización de un Estado, o el cuerpo político de una sociedad, entonces la concepción de una América unida suponía una delimitación territorial, por tanto, sectorizada, pero hermanada cada república con las demás, en ideales sociales revolucionarios y propósitos comunes de estrecha cooperación y solidaridad. Este sentido integracionista de las repúblicas americanas, basado en la cooperación mutua y la solidaridad, lo expresó elocuentemente el Libertador en un enjundioso artículo publicado en la Gaceta de Caracas del 9 de junio de 1814: Debe ser un gran consuelo para nosotros saber que cual­ quier ultraje que se haga a una pequeña porción del sue­ lo colombiano será vengada por infinidad de pueblos her­ manos esparcidos sobre el nuevo hemisferio.

No debe sorprender que el Libertador utilizara la palabra “colombiano” en el año 1814, cuando la gran República de Colombia fue creada en 1819, cinco años después. El Precursor de la Independencia, el Generalísimo Francisco de Miranda, empleó el término Colombia, con la misma connotación que América, Hemisferio Occidental o Nuevo Mundo. Y, en general, la pala­ bra fue de uso frecuente en los escritos de los líderes de la Primera República. Y con la frase “el gran día de la América no ha llegado...” el Libertador se refería a su tiempo. Pero ahora, a inicios del tercer milenio, creemos firmemente que ese momento anhelado

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por Bolívar ha llegado. Y el pensamiento de Claude Farrère se refiere a este tópico, y resalta la vigencia de la revolución bolivariana: Creo más en el porvenir civilizado de la América del Sur que en la del Norte. Como creo más en los latinos que en los anglosajones. Y en ese porvenir Bolívar permanecerá siendo siempre el primer animador y el verdadero creador.

Ya al respecto, el historiador Alfredo Palacios, de manera casi profética, expresaba, en el diario bogotano Pasatiempo, edición N° 16, del 6 de diciembre de 1925, esta reflexión: Las nuevas generaciones de América se acercan, se comprenden y trabajan por una comunidad de los pueblos iberoamericanos sin Estados Unidos, dispuestas a no ser satélites de otra nación por poderosa que sea.

El periodista Leoncio Lucena Alvarado, en su magistral obra Bolívar y la revolución traicionada, se refiere a ese tipo de americano apátrida, enemigo de todo cambio revolucionario, que históricamente ha venido sirviendo a los interesas de potencias extranjeras. El periodista trata sobre el lamentable capítulo de la compleja traición que tejiera el general Francisco de Paula Santander contra el Libertador. Obsérvese la vigencia inobjetable, en otras palabras, la semejanza palpable de lo expuesto en el comentario, con la cruda realidad del presente venezolano: La docilidad de quienes interiormente manejaban los hilos de la intriga desestabilizante marchaba paralela a los

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intereses de Inglaterra, Holanda y Estados Unidos. Una vasta y sutil red de agentes diplomáticos incursionaban, abierta o secretamente, estimulados por la complacencia de quienes querían sentirse reyes de sus respectivas “patriecitas”. Fue por estas razones cómo a instancias del neo­granadino Francisco de Paula Santander, sin autorización del Libertador, fueron convocados para el Congreso del Istmo de Panamá, Estados Unidos, Holanda, Gran Bretaña y Brasil. Los nombres de James Monroe, John Quincy Adams, Joel Poinsset, Henry Clay , entre otros, no son en nada extraños para quienes se han ocupado de rastrear en la historia, los factores que frustraron dolorosamente para América, y en sus mismos comienzos, la integración latinoamericana. La maraña envolvente de las diplomacias inglesas y norteamericanas que tejían, a cada momento, más y más, sus hilos de complicados secretos.

Es imposible referirnos a la extensa y profunda doctrina bolivariana. A tópicos interesantes y en plena vigencia, como son la urgente necesidad de educar al pueblo, de lograr, como país, una verdadera Independencia en lo económico, lo político y lo social. Tampoco podemos tratar, por ser materia compleja, acerca de las estrategias y tácticas revolucionarias. Por ejemplo, el tema de las contradicciones bolivarianas. Leoncio Lucena Alvarado afirma que plantear la tesis de la dialéctica revolucionaria en los ideales de la lucha bolivariana no podrá ser jamás un desatino. Opina Lucena:

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El revolucionario integral existente en el Libertador crea, al comienzo de la lucha emancipadora, las primeras contradicciones cuando nuclea en un frente único de lucha los intereses de castas y estamentos coloniales en contra de la monarquía. Igualmente produce una contradicción cuando utiliza la violencia revolucionaria a través de su controvertido decreto de Guerra a Muerte. Muchos historiadores lo han definido como una carencia total de altruismo, y existen hasta quienes lo ubican como una vía de instigación para la violencia y el odio brutales. Pero si se enfoca con ópticas de análisis diferenciador, se observa en este decreto lo que bien pudiera interpretarse como “terror revolucionario”, que en efecto lo fue, porque fue a partir de la promulgación del mismo cuando los campos comenzaron a delinearse claramente entre re­publicanos y monárquicos. A través de él, de su contenido, se intimidó al adversario ideológico.

Toda lucha revolucionaria tiene un alto costo social. Lo afirmó Bolívar en 1830, año de su muerte física. Fue en su Mensaje al Congreso como Presidente de la República, el 20 de enero. Dijo el Libertador Presidente: “Me ruborizo al decirlo: la Independencia es el único bien que hemos adquirido a costa de los demás”. ¿A qué bienes se refería el Libertador? Los tipifica en su Mensaje al Congreso de Angostura el 15 de febrero de 1819: la reducción de las desigualdades económicas, culturales, sociales y políticas para el logro de una “mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política”.

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¡Vigencia! ¡Vigencia! ¡En todo el pensamiento revolucionario del Libertador se observa una incontrastable vigencia! Para finalizar nos referiremos someramente al criterio que el Libertador tenía con respecto a la impunidad en los delitos. En carta del Libertador, desde Bogotá, dirigida al general Bartolomé Salom, de fecha 29 de noviembre de 1828; y repetida en otra misiva, separada de la anterior, dirigida, en la misma fecha, al general José Laurencio Silva, se refiere a la impunidad frente a la trasgresión de las leyes. Al día siguiente le repitió, también epistolarmente, al general Jacinto Lara el mismo concepto: “La indulgencia que ha sido hasta aquí la divisa del gobierno, no ha hecho más que alentar a nuevos crímenes con la esperanza de la impunidad”. Desde Quito, el 22 de abril de 1829, le expuso a Estanislao Vergara: “La clemencia con el crimen es un ataque a la virtud”. A Castillo Lara, desde Neiva, el 6 de enero de 1829, hizo el siguiente comentario: Hay épocas en que la clemencia ejercida con los crimi­ nales insignes y con los enemigos de la patria y del go­ bierno, llega a producir la innecesidad de otorgarla, por­ que garantizados los crímenes se sigue la impunidad de ellos, y la destrucción de la moral pública causa muy pronto la disolución del Estado.

El Libertador le escribe al general José Antonio Páez el presente concepto, desde Caracas, en relación al fusilamiento de Juan Valdés. Fue el 6 de abril de 1827: He dado ya la orden para que se le autorice a Ud. a fin de que disponga que, por medio de consejos verbales

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permanentes, sean juzgados los bandidos que inquietan la tranquilidad pública y se les aplique la sentencia que sobre ellos recaiga, sin que corran esos largos trámites que burlan la justicia y animan a crimen. En la semana pasada ha sido testigo Caracas de un acto de justicia que ha contribuida en mucho a la moral pública y a dar una prueba de que la ley es igual para todos, pues que su pe­so recayó sobre uno el cual se empeñaban hasta mis parientes, pero, volviendo a mi carácter, fui inexorable.

En relación con los traidores, los que se decían fieles a la causa revolucionaria y que ahora son sus peores enemigos, el Libertador pronuncia una frase en carta al general Francisco de Paula Santander, desde Chuquisaca, de fecha 11 de noviembre de 1825: “La fábula de la serpiente con el hombre, que al primer calor que siente, emplea su saña contra sus benefactores”. ¿Y cómo lograr esa Venezuela ideal, concepción del genio del Libertador? La respuesta es, sin lugar a dudas, la misma que el propio Bolívar diera a Santander, desde La Villa del Rosario de Cúcuta: “Debemos triunfar por el camino de la revolución y no por otro.” Compatriotas...

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“Independencia, soberanía, memoria del ser que compartimos” Embajador Jorge Valero


Embajador Jorge Valero

Historiador, investigador y docente universitario. Fue embajador de Venezuela ante la Organización de Estados Americanos (OEA). Actualmente se desempeña como Embajador de Venezuela ante la Organización de las Naciones Unidas y viceministro para la América del Norte y los Organismos Multilaterales.

“Defender, atesorar los espacios de la memoria, las imágenes adosadas al territorio, es como preservar nuestras vidas. Basta

Discurso de Orden del 5 de julio de 2004

de ceremonias rutinarias. No quisiera repetir rituales a pleno sol. Son tiempos de renacer, de recuperar los sentidos. Llenemos de contenido real la palabra Independencia que vibra hoy en los cielos de Venezuela. Independencia, soberanía, memoria del ser que compartimos”.


Independencia, soberanía, memoria del ser que compartimos* Jorge Valero Compatriotas : Hoy, los ojos del mundo miran hacia Venezuela. En esta nación libre y soberana ocurren acontecimientos históricos trascendentales, que marcan hitos a nivel nacional y continental. Aquí se juega, de alguna manera, el destino de nuestros pueblos. En la patria de Simón Bolívar se viven momentos de gran contenido revolucionario, de cambios profundos. Nuevos horizontes se abren para todos y todas las venezolanas y venezolanos. Vivimos un momento estelar de nuestra historia. Con la puesta en vigencia de la Constitución Bolivariana, cuyo texto emergió de los más profundos sentimientos del ser social venezolano, nace un nuevo proyecto de país. Transformaciones democráticas, en un sistema de justicia de naturaleza humanística, se abren paso y se consolidan en la amplia geografía venezolana. El legado de los fundadores de la República guía aún nuestras luchas. Renace en la esperanza. Sueño hermoso el de construir

*  DISCURSO DE ORDEN DEL CIUDADANO EMBAJADOR JORGE VALERO, CON MOTIVO DE CONMEMORARSE EL 193º ANIVERSARIO DEL 5 DE JULIO DE 1811, DÍA DE LA DECLARACIÓN SOLEMNE DE INDEPENDENCIA.

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una patria donde quepamos todos. Donde estén vigentes los prin­cipios de libertad, igualdad y fraternidad, que inspiraron la emancipación de nuestros pueblos. Herederos, como somos, de las mejores tradiciones libertarias que emanan del alma nacional, recordemos, este 5 de julio, el Canto Guerrero de los Cuicas, quienes invocan a sus dioses pa­ ra defender nuestra soberanía. Madre Chía que estás en la Montaña; con tu pálida luz alumbra mi cabaña. Padre Ches, que alumbras con ardor, no alumbres el camino al invasor. O Madre Icaque; desata el ventarrón y suelta tus cóndores.

Compatriotas: Defender, atesorar los espacios de la memoria, las imágenes adosadas al territorio, es como preservar nuestras vidas. Basta de ceremonias rutinarias. No quisiera repetir rituales a pleno sol. Son tiempos de renacer, de recuperar los sentidos. Llenemos de contenido real la palabra Independencia que vibra hoy en los cielos de Venezuela. Independencia, soberanía, memoria del ser que compartimos. Han transcurrido 193 años de aquel histórico 5 de Julio. La firma del Acta de Independencia dio el primer paso hacia la realización de las ideas emancipadoras, surgidas en la sociedad co­lonial y que mostraban, también, la impronta de la independencia alcanzada en otras latitudes.

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Los movimientos de José Leonardo Chirino, Gual y España y la expedición de Francisco de Miranda, de 1806, habían propiciado el clima político e ideológico para la Independencia. Las ideas republicanas, impulsadas por los fundadores de la Patria, fraguaron la nación venezolana. Si la epopeya independentista se propuso erigir una nación libre y soberana, el tiempo presente nos impone a todos: venezolanos y venezolanas, mantener y consolidar esos objetivos. ¿Qué nos importa –expresó el Libertador horas antes del 5 de Julio– que España venda a Bonaparte sus esclavos o que los conserve, si estamos resueltos a ser libres? Esas dudas son tristes efectos de las antiguas cadenas. ¡Que los grandes proyectos deben prepararse con calma! Trescientos años de calma ¿no bastan?... Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana: vacilar es perdernos...

Hoy, al igual que ayer, la historia nos coloca ante una nueva disyuntiva. Avanzar hacia estadios de coexistencia humana, basados en la solidaridad. Transitar el fascinante desafío de consolidar una Patria soberana. Forjar una democracia, de raigambre venezolana, que exprese los valores insignes de la nacionalidad, y haga realidad las esperanzas del pueblo venezolano. Es el reto que tenemos. Vacilar es perdernos. Compatriotas: Alcanzada la Independencia, pocos fueron los cambios experimentados. Inconclusos quedaron los sueños de nuestros libertadores.

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En tiempos coloniales, la formación social venezolana tenía una estructura claramente jerárquica y desigual. El mantuano –especie de nobleza criolla o “grandes cacaos”–, oligárquico, opresor y tiránico, segregaba a la población indígena, esclava, y al campesino enfeudado. De igual manera, excluía a los “blancos de orilla”, a los “pardos” e, incluso, a “blancos peninsulares empobrecidos”. He ahí el origen de la polarización. El “mantuano” se convirtió en funcionario del naciente Estado republicano. Se hizo comerciante, exportador e importador o gran productor cafetalero. Se crearon nuevos mecanismos e instituciones que incrementaron su poder, mientras que entrado ya el siglo XX, la posibilidad de acceder a un pedazo de tierra, continuaba siendo una aspiración del venezolano. La Venezuela del siglo XX, la petrolera, desarrolló –de igual manera– oprobiosos privilegios. La conducta de “caudillos, taitas y dones” se proyectó hasta mediados de dicha centuria. Y no fue sino hasta 1958 cuando serán sustituidos por los partidos políticos y sus cúpulas dirigentes. La Cuarta República nos legó, como se ha visto, una enorme polarización. Se desarrolló una “democracia de élites”, promotora de desigualdad y exclusión. La polarización, la fragmentación y la escisión de la sociedad han sido rasgos predominantes en nuestra historia. Historia preñada de luchas en procura de la justicia y la igualdad. Revísese nuestro siglo XIX y se constatará que las “guerras regionales” tuvieron como objetivo “la lucha por la propiedad de la tierra”. La Guerra Federal y la gesta redentora de Ezequiel Zamora constituyen una respuesta a tan secular polarización.

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Al amparo de la renta petrolera, usufructuando la riqueza del Estado benefactor, una minoría privilegiada agigantó su poder. Con la Constitución de 1961, esa minoría, asociada a intereses foráneos –especialmente estadounidenses– impuso su proyecto discriminatorio que oprimía y excluía al resto del país. La polarización se mantuvo y profundizó. Esa Venezuela, rentista y excluyente, entró en crisis. La razón originaria la encontramos en la forma como se estructuró ese modelo de desarrollo capitalista, basado en una falsa idea de progreso, sostenido por la renta petrolera y no por el trabajo creador. Los mecanismos establecidos para su funcionamiento agudizaron tempranamente las diferencias entre pobres y ricos. Las grandes mayorías, más allá de acudir a la elección del presidente de la República y los órganos legislativos, tenían bloqueada toda participación para decidir su propio destino. La crisis venezolana es una crisis estructural. El fracaso de las élites gobernantes se hizo evidente ya a finales de la década de los 70. Fueron muchos los informes que alertaban sobre el caos en que se hundía el país. Los oídos de avara dirigencia fue­ron sordos. Nada les dijo el Mapa de la Pobreza de Michel Chossudovsky. Nada les dijo el estudio sobre la educación que presentara, entre otros, el escritor Arturo Uslar Pietri, cuya conclusión revelaba que nuestro sistema educativo era un fraude. Nada les dijo los estudios de FUNDACREDESA, en los cuales científicos como el doctor Hernán Méndez Castellano, revelaban la existencia de altos índices de desnutrición en la población infantil, que se traducía en un retroceso del desarrollo físico y mental del venezolano. Lapidarios pronósticos, según los cuales se pretendía construir una “Gran Venezuela” en un país de enanos,

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no sólo por su tamaño, sino por su reducida capacidad para el desarrollo de la inteligencia . Juan Pablo Pérez Alfonso, ese gran venezolano clasificado injustamente como “profeta del desastre”, expresó que, de no introducirse cambios fundamentales en la economía, en la sociedad y en la orientación política, el país continuaría “hundiéndose en los excrementos del diablo ”. Compatriotas: Para que se reconstruya el tejido social sobre bases humanísticas, de justicia y solidaridad; para que se superen las aberrantes discriminaciones económicas, políticas, sociales y culturales, que han signado la historia nacional; para que la reconciliación sea posible, a partir de la instauración de un estatuto verdaderamente democrático, es necesario, en fin, que se conjuguen todas las voluntades de la nación. Es necesario deponer los egoísmos y mezquindades que erosionan la solidaridad humana. Es necesario desmontar para siempre los mecanismos estructurales de la polarización. La sociedad venezolana que heredó el gobierno nacido a raíz del triunfo electoral del presidente Hugo Chávez Frías, en febrero de 1999, mantenía una dramática polarización: un 80 por ciento de los venezolanos vivía en condiciones de pobreza, excluido, marginado y discriminado por las élites que se instalaban en el poder. El Proyecto Bolivariano es una tentativa, sin parangón, para superar esa polarización. Fascinante tentativa que nos convoca a todos. No sólo a los pobres, destinatarios principales de la ac-

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ción de gobierno, liderada por el presidente Hugo Chávez Frías, que se plantea la regeneración política y moral de la nación. También convoca a la clase media portadora de valores democráticos. A los intelectuales, a los profesionales y técnicos que ahora tienen amplio espacio para la realización de sus iniciativas creadoras. Al pequeño, al mediano y al gran empresario, que tienen el apoyo del Gobierno para desarrollar sus proyectos. Compatriotas: No se trata de excluir a los incluidos, sino de incluir a los excluidos. De edificar un país donde quepamos todos. Donde nadie sea discriminado ni despreciado. Donde impere una democracia con equidad y justicia social. Democracia con verdaderos ciudadanos, es la que se construye en Venezuela. Que ningún venezolano se sienta desarraigado en su propia patria. El proyecto de nación plasmado en nuestra Constitución Bolivariana y la acción de gobierno, que lidera Hugo Chávez Frías, son caminos democráticos para vencer la polarización. Nuestro Gobierno desarrolla, como ningún otro en la historia nacional, políticas públicas de gran aliento social y humanístico. Alfa y Omega de nuestra acción, es construir una sociedad de hombres verdaderamente libres, que puedan disfrutar, sin discriminación, de los bienes espirituales y materiales. Nuestro Gobierno le ha asignado prioridad absoluta a los pro­ gramas sociales, destinados a combatir la pobreza en que aún viven millones de venezolanos y venezolanas. Las misiones Ro­­­ binson, Sucre, Ribas, Guaicaipuro, Vuelvan Caras y Barrio

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Adentro, nombres sonoros de la historia nacional, cumplen, a pasos agigantados, con tan nobles objetivos. El proyecto bolivariano se ha propuesto superar la polarización, la división y fragmentación que ha existido en la sociedad venezolana, mediante la construcción de una sociedad justa, solidaria e igualitaria. Día a día, superamos las asimetrías políticas, económicas y sociales heredadas. Las misiones son torrentes de justicia social. Compatriotas: La diplomacia bolivariana fomenta el multilateralismo. Defiende la autodeterminación de los pueblos y combate toda expresión de imperialismo y hegemonismo en las relaciones internacionales. En la OEA, hemos promovido el carácter participativo de nuestra democracia y hemos logrado que se otorgue alta prioridad a los temas de la agenda social. El hambre, la miseria y el desempleo son realidades que erosionan la gobernabilidad democrática en América Latina. Democracias limitadas e insuficientes las que tenemos. Gracias a una propuesta de nuestro país, que tuvo un itinerario –no exento de dificultades e interferencias–, la última Asamblea General de este organismo hemisférico, celebrada en Quito, Ecuador, decidió iniciar un proceso de negociaciones orientado a aprobar la Carta Social de las Américas. Compatriotas: Nuestro continente tiene altos niveles de pobreza y exhibe la desigualdad más extrema del mundo. Democracia y pobreza

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coexisten contradictoriamente. Democracia con pobreza es una democracia empobrecida. La Constitución Bolivariana nos lleva a construir una democracia con igualdad, con justicia, con equidad e inclusión social. El proceso de cambios que se ha desarrollado, a raíz de la victoria electoral del presidente Hugo Chávez Frías, está generando una nueva percepción de la democracia. Frente al desencanto se abre paso el optimismo. Millones de seres humanos cifran su confianza en un proceso que expresa la esperanzadora posibilidad de construir una nueva República, en la cual los excluidos de siempre encuentren un lugar digno bajo el sol. Se discuten en el continente diferentes versiones sobre la demo­ cracia. La democracia representativa, que valora únicamente ciertos derechos políticos, es una de ellas. La versión bolivariana sobre la democracia, en cambio, es integral. Concibe la democracia como un proceso de creación permanente, en el cual la acción cotidiana del pueblo es fundamental. La democracia participativa, por lo tanto, constituye una superación histórica de la democracia representativa, y no niega la representación, sino que, por el contrario, la hace verdaderamente posible. La democracia participativa es un estadio superior de la democracia. Desde el mismo momento en que el presidente Hugo Chávez Frías asumió la jefatura del Estado, sus adversarios políticos –nacionales e internacionales– le atribuyeron propósitos autoritarios, cuando no siniestros. La historia se ha encargado de desmentir, de manera categórica y rotunda, estas infundadas aseveraciones.

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El proyecto bolivariano está orientado, sobre todo, a ensanchar las fronteras de la libertad, a construir una sociedad verdaderamente democrática. Es por esto que durante el período de Gobierno bolivariano, las libertades democráticas, los derechos civiles y políticos se han expandido como nunca antes en la historia nacional. La crítica al Presidente y a su Gobierno es ejercida de manera total y absoluta. Los medios de comunicación, incluso aquellos que promovieron y apoyaron el golpe de Estado, disfrutan –sin restricciones– de la libertad de expresión. Los partidos políticos y las fuerzas que conforman la oposición, gozan de todas las prerrogativas que les ofrece nuestra democracia. Pensamos que los derechos políticos son importantes en una democracia, pero no suficientes. Para que una democracia sea auténtica debe garantizar tanto los derechos políticos, como los derechos económicos, sociales y culturales del pueblo. La democracia, desde el punto de vista de la Constitución Bolivariana, es un sistema interrelacionado de derechos. Consagra los derechos civiles como garantía contra toda forma de opresión. Ofrece derechos políticos para que todos los integrantes de la sociedad puedan incidir en las decisiones públicas. Los derechos sociales garantizan el acceso a la educación, salud y vivienda, bienes necesarios para el disfrute de una vida digna y decorosa. Los derechos culturales protegen, enriquecen y restauran el patrimonio espiritual y la memoria histórica de la Nación. En nuestro Continente se han alcanzado algunos derechos, que son resultado de las luchas que han librado nuestros pueblos en el curso de la historia, en su afanosa búsqueda de igualdad, libertad y fraternidad. Pero el sistema, hoy predominante, no

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sólo impide sino que niega a millones de personas el disfrute pleno de los derechos humanos. El neoliberalismo y el capitalismo salvaje son incompatibles con estos derechos. Impiden el ejercicio de una verdadera democracia. El hambre, la miseria y el desempleo son realidades que erosionan la gobernabilidad democrática. Luchamos por conquistar un país donde se reconozca la ciudadanía política, a través de la participación y el protagonismo de todos en los asuntos públicos. Luchamos para que se reconozca la ciudadanía civil, para que se respete la vida humana y se disfrute de los valores de la libertad. Luchamos para que se reconozca la ciudadanía social, para que todos puedan disfrutar de bienes públicos y la protección que el Estado y la sociedad están obligados a brindar. La oposición democrática en un país democrático es indispensable. Su acción puede contribuir al perfeccionamiento de las instituciones democráticas. En Venezuela, se desmonta el Estado autoritario que forjó la Cuarta República, que respondía con violencia y represión ante cualquier manifestación de disidencia política, que acallaba, sin el menor respeto a los derechos humanos, la protesta ciudadana. Así se sofocaba a la oposición en Venezuela. Compatriotas: El presidente Chávez es objeto de una sistemática campaña destinada a desprestigiar su obra de gobierno. Se denigra del Presidente y se lanzan contra él todo tipo de improperios y calumnias. Afortunadamente, han quedado atrás los tiempos en

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los que la llamada majestad presidencial servía de pretexto para acallar y/o reprimir a cualquier mortal que se atreviera a formular críticas al jefe de Estado. Estamos asistiendo al desmontaje del Estado autoritario del pasado y, por lo tanto, ensanchando los linderos de la democracia y la libertad. El de Chávez, es el Gobierno más democrático y anti-autoritario que hemos tenido en nuestra historia. Compatriotas: En este 5 de Julio, Día de Nuestra Fiesta Nacional, proclamamos al mundo, con orgullo bolivariano: Somos un pueblo depositario de la más digna tradición libertaria de América. Esta Patria, que vio nacer a Bolívar, Miranda, Sucre, Andrés Bello y Simón Rodríguez, es un crisol de libertades. Cobija hombres y mujeres amantes de la justicia, la paz y la soberanía. En defensa de esos principios se nos va la vida. El nuestro, es un pueblo que tiene una dignidad histórica sin paralelo. Cuando es necesario –y las circunstancias históricas lo demandan– irradia su impronta libertaria y justiciera. Pueblo que reacciona con dignidad cuando se agrede su soberanía. Se equivocan quienes dominados por la soberbia imperial, pretenden atropellar la soberanía del bravo pueblo venezolano. Se equivocan quienes pretenden mancillar tradiciones libertarias, profundamente arraigadas en la conciencia nacional. Tenemos derecho a construir nuestra propia democracia. Tenemos derecho a soñar. La globalización neoliberal invade espacios soberanos de las naciones. En su nombre se avasallan pueblos, se arrasan culturas,

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se despoja a las naciones de sus riquezas naturales y se imponen anti-valores extraños a la idiosincrasia de los pueblos. Los adoradores del capitalismo salvaje, y quienes se benefician de su perversa dinámica, consideran que la soberanía ya no tiene pertinencia. Nosotros, los bolivarianos, por el contrario, consideramos que, frente a la globalización inhumana y desintegradora, es absolutamente indispensable mantener, desarrollar y defender la soberanía. Sólo así podremos resguardar la identidad nacional. Sólo así, nuestros pueblos serán dueños de su propio destino. Sólo así honraremos la memoria de nuestros libertadores. Compatriotas: En la OEA mantenemos una firme defensa de la soberanía nacional. Hemos denunciado la intervención extranjera en los asuntos internos de nuestro país. Hemos exigido respeto a nuestra dignidad. Hemos evitado que se activen mecanismos de tutelaje contra Venezuela. Hemos denunciado el financiamiento del gobierno de Bush a organizaciones comprometidas con el golpe de Estado y la desestabilización de nuestro sistema democrático. Hemos impedido que se aprueben resoluciones orientadas a desconocer o perturbar el proceso democrático y constitucional de nuestro país. Esperamos que quienes adversan el proyecto político bolivariano, no intenten nuevas aventuras intervencionistas y golpistas. Esperamos que los factores políticos y sociales que han participado o apoyado esos desafueros, recuperen la racionalidad política y actúen en el ámbito democrático, ya que todos estamos obligados a defender la institucionalidad democrática.

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Aprovechando esta honorable tribuna, me permito hacer esta afirmación categórica: en defensa de la soberanía de nuestra Patria, no sólo el presidente Chávez está dispuesto a dar hasta su propia vida. Esto debe quedar bien claro. Muy claro ante los intervencionistas extranjeros y sus socios locales. El presidente Chávez no está solo.

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“Retomamos la idea del socialismo” General de División (Ej.), Alberto Müller Rojas


General de División (Ej.) Alberto Müller Rojas

Militar y docente universitario. Fue gobernador del Territorio Federal Amazonas y senador ante el Congreso Nacional. En el año 1998 se desempeñó como jefe del Comando de Campaña del entonces candidato presidencial Hugo Chávez. En el año 1999 es designado embajador de Venezuela ante la República de Chile. En el 2008 es nombrado por el presidente Chávez como vicepresidente del PSUV y en el 2009 como jefe del Comando Estratégico para la Campaña por la Reforma a la Constitución. El general Müller Rojas falleció el 14 de agosto de 2010.

Discurso de Orden del 5 de julio de 2005

“Deseo convocar a los venezolanos y a las venezolanas a conformar una nueva Sociedad Patriótica. Un foro para el debate que, como aquella de 1810, nos congregue para aguijonear a esta augusta Asamblea y al pueblo en general, incluso, con sus suspicacias y rumores, a abrazar la causa del socialismo”.


Retomamos la idea del socialismo* Alberto Müller Rojas LOS CONVOCO A CONFORMAR UNA NUEVA SOCIEDAD PATRIÓTICA Y REDACTAR EL MANIFIESTO DEL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI Sería una descortesía no iniciar este discurso sin unas palabras de gratitud. En primer lugar, debo agradecerle a la Providencia la oportunidad de estar vivo para dirigirme al pueblo venezolano en esta magna ocasión, cuando se celebran 194 años del momento histórico en el que nuestros antepasados optaron por el camino de la libertad. Pero la ventura no es la única responsable de mi presencia en este augusto recinto. Los honorables miembros de la Asamblea Nacional –los legítimos representantes de la venezolanidad– tienen la responsabilidad directa de haber designado a este humilde soldado para rendirle un tributo a la generación que emprendió, interpretando los signos de su tiempo, la inmensa tarea de hacer de aquella población, sometida a la servidumbre, una nación libre y soberana, dueña de su destino. Y aquí tengo que hacer una mención especial para el

*  DISCURSO DE ORDEN DEL CIUDADANO G.D. (Ej.), ALBERTO MÜLLER ROJAS, CON MOTIVO DE CONMEMORARSE EL 194º ANIVERSARIO DEL 5 DE JULIO DE 1811, DÍA DE LA DECLARACIÓN SOLEMNE DE INDEPENDENCIA.

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ciudadano diputado Pedro Carreño, quien fuese el proponente de mi nombre para ser Orador de Orden en esta magna ocasión. Estoy seguro que en su decisión privaron los sentimientos de afecto hacia el viejo compañero de armas, que siempre ha creído en las virtudes ciudadanas de sus compatriotas, sobre la racionalidad que hubiese orientado la escogencia hacia uno de esos innumerables hombres y mujeres jóvenes que se han dado a la tarea de darle a nuestro pueblo un perfil acorde con las demandas de la contemporaneidad. Interpreto este honor no como un homenaje personal. Lo he aceptado como un tributo a una generación de hombres traba­ jadores y disciplinados que hemos transitado la historia de nuestro país silenciosamente, haciendo más un callado trabajo pedagógico que una labor aguda, en ese proceso permanente de cambio que caracteriza la materialidad. Nuestro tiempo fue uno de miedos y temores, como lo ha sido casi toda la historia de la humanidad. Sorprendidos por las masacres de Hiroshima y Nagasaki, no tuvimos oportunidad para reaccionar frente al horror del uso de tales medios de destrucción solamente con fines geopolíticos, destinados a domeñar la humanidad completa para colocarla al servicio de unos cuantos ambiciosos y codiciosos. Pero nunca aceptamos ese pobre destino, como no lo hicieron los enciclopedistas que en esa brillante etapa conocida como El Iluminismo, inspiradora de los fundadores de la Patria, se negaron a acatar el desdichado sino de ser esclavos de los terrores atribuidos a lo sobrenatural. Seguramente sin la brillantez de aquellos gigantes del pensamiento nos dedicamos al estudio y a la reflexión. Comprendimos, como lo hicieron ellos, que la liberación estaba en el conocimiento. Lo buscamos ansiosamente, no para quedarnos con él egoístamente, refugiados

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en la mansedumbre de nuestra privacidad hogareña, sino que teníamos la conciencia del nosotros, como la tuvieron los patriotas que un día como hoy firmaron el Acta de Independencia que nos incorporó al género humano como un pueblo amo de su porvenir.

Dominio y control desde nuestra geografía Aquellos hombres que estamparon su firma en ese documento histórico ya no estaban orientados hacia el más allá. Lo estaban hacia el hombre y la tierra. Surgidos de esa sociedad hierocrática, producto de la alianza entre el Imperio y el Papado, se inspiraron en el humanismo que había encontrado sus raíces en los escritos y las obras de la antigüedad greco-latina. Buscaron decir en nuestra propia lengua lo que hallaron los humanistas en los escritos de Platón y de Cicerón: una cultura y un arte también inclinados hacia la tierra y, particularmente hacia el hombre. No podemos olvidar aquí el maravilloso poema de don Andrés Bello, Silva a la Agricultura de la Zona Tórrida. En él, dentro del mejor estilo clásico, se describe el maravilloso paisaje de nuestras tierras, con sus bellezas y potenciales; un espacio no sólo útil para la subsistencia y la comunicación humana. Una Patria, llena de símbolos que despiertan el orgullo, para amarla: ella les ha dado gentilicio a todos los hombres de buena voluntad que se le han acercado en busca de su realización personal y la de sus descendientes. Así con ese mestizaje, biológico y cultural, se conformó esta nación parda que no olvida que su gentilicio es el resultado de la interdependencia con ese suelo generoso, siempre objeto de la codicia de los extraños.

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Sí. Nuestra Patria ha sido históricamente objeto de la avidez de aquellos pobres mentales que buscan en la riqueza lo que no pueden hallar en las construcciones materiales y espirituales producto de la libertad. Ellos son esclavos de la ruindad y quieren llevar al resto de los humanos a esa condición de vida que describiera Thomas Hobbes en su Leviatán como “solitaria, pobre, obscena, brutal y corta”. En la etapa de nuestra vida colonial, piratas ingleses, franceses, holandeses y los “bandeirantes” portugueses no cesaron en sus intentos de ocupar este espacio, no tanto por el valor de sus minas, como lo hicieron los españoles al privilegiar al Perú y México, sino por lo que ya estaba en las mentes de los sagaces pensadores anglosajones. Ellos intuyeron que el problema del poder, y por consiguiente de la capacidad de ordenar la realidad humana de acuerdo a fines, no radicaba en la posesión de grandes espacios. Estribaba en la actividad comercial. En los intercambios. Una función social que lleva aparejada a la permuta de mercancías el canje de las ideas. Y bien lo saben los antropólogos de hoy. Las culturas pueden aparecer en una base de igualdad, pero más a menudo, una cultura mantiene una posición predominante, entre otras cosas, por una patente superioridad tecnológica y el prestigio que de ella se deriva. Y así, si los castellanos y aragoneses que dominaron el proceso de conquista y colonización de estas tierras las consideraron colonias de segunda categoría, sus competidores las valoraron en su justo precio: ellas eran esenciales para el dominio del comercio que reclamaba el control del sistema vial indispensable para el tráfico de mercaderías. Y es válido considerar nuestra geografía con un valor intrínseco por su posición en el mapa de las rutas que jalonan

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el comercio mundial. De allí que nadie se sorprenda sobre la diferencia en los métodos de conquista usados por el imperio resultante del binomio Emperador-Papado, basados en el uso combinado del adelanto militar y sus huestes, acompañado del misionero, y aquellos usados por el naciente imperio británico, sustentado en la actividad de la Compañía de las Indias Occidentales, empeñados en el establecimiento de puntos de intercambio comercial que establecerían una red planetizada para el control de las riquezas del mundo. Para aquellos hombres estaba clara la idea de la globalización del mercado como instrumento de dominio. Desde luego, detrás de la empresa mercantil se hallaba el soldado, muchas veces mercenario, para defender sus intereses. Pero más allá de éstos estaban los Newton y los Bacon que desarrollarían el conocimiento sobre el cual se edificaría la economía industrial que permitió el desarrollo del capitalismo y su ideología liberal, la cual se impuso silenciosamente a lo largo y ancho de la tierra, en un proceso de aculturación fundamentado en la superioridad tecnológica y el renombre que ella proporciona. Ya Adam Smith, para el año de 1776, en su obra Investigaciones sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones, había desarrollado una verdadera filosofía social y económica que se convertiría en un catecismo, tanto para los banqueros de la City, centro financiero del Imperio, como para el “gran cacao” venezolano o el mercader de Bagdad. Al centrarse en los problemas del hombre y no en los del más allá, esta especulación metafísica, que sólo es una convención, se convirtió en un dogma universalizado.

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Fue ese acoso de los piratas y “bandeirantes” lo que obligó a la corona española a transformar nuestra geografía en un teatro de operaciones, al establecer la Capitanía General de Venezuela en 1777. Una red de fortificaciones militares extendida desde el Castillo de San Carlos hasta los Castillos de Guayana, vinculó los espacios inconexos para empezar a crear interdependencias psicológicas y económicas que convertirían esta región en un país, y a través de ese proceso se empezarían a integrar, penosamente, las poblaciones dispersas para conformar una nación. De modo que cuando se produce ese cataclismo histórico, que fue la revolución política de fines del siglo XVIII, inspirada en el humanismo renacentista, con el florecer de las ciencias y las artes, los “mantuanos” caraqueños y sus semejantes en Barcelona, Cumaná, Margarita, Mérida, Trujillo y Barinas, que firmaron el Acta de la Independencia en aquel 5 de Julio de 1811, que hoy conmemoramos, pensaron encontrar en los rudimentos de país existentes una base de poder suficiente para alejar los temores atávicos que los sometían, a fin de abrirse a la libertad con sus riesgos y oportunidades. Empezaron a ver este espacio, no solamente desde la visión bucólica de don Andrés Bello, necesaria para crear afectos que unieran definitivamente los hombres a la tierra, y que los vinculase entre sí para tomar conciencia de la existencia de un destino común. Lo comenzaron a mirar como la base para el bienestar que liberaría al hombre de las cadenas que le imponían la superstición que los doblegaba a los señores de la tierra, aparentemente benditos de los dioses. Y así lo vieron en 1810 los miembros de la Junta de Guerra designada por la Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII, en su “Organización Militar para la Defensa y Seguridad de la Provincia de Caracas”. Señalaba el documento:

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Venezuela tiene por su posición la ventaja de poder ser el depósito de las riquezas de ambos mundos; situada en el centro de la América reúne el continente del Norte con el del Sur, y tiene al frente el Archipiélago americano y todos los establecimientos europeos. En su interior, surcada de grandes ríos que la dividen en mil partes, y facilitan su comunicación con la América del Sur; confinante con Santa Fe por medio de unos llanos inmensos; con las posesiones portuguesas e inglesas por la Guayana, y con la provincia de Cartagena por Maracaibo. Todas estas relaciones aumentan los medios para su prosperidad; pero también multiplican los riesgos si se interrumpe la paz con los países y colonias inmediatas.

Evidentemente se trataba de una óptica que la valoraba no por su extensión sino por su ubicación en ese mapa de caminos que a través del globo vincularía los continentes para unir los hombres en un conjunto, mediante lo cual cada pueblo adquirió conciencia de sí y para sí. Se trata de una sabiduría que incluía la valoración del espacio que ocupaban como el hábitat propicio para su desarrollo material y espiritual. Por eso se preguntaban inmediatamente los estrategas que diseñaron el proyecto defensivo mencionado: “¿Y podremos nosotros responder que esta paz será eterna? ¿Y para conservarla y evitar la guerra, no es preciso tomar un continente denodado y firma que nos haga respetar?”. La respuesta fue un no a la primera pregunta y un sí a la segunda. Indudablemente comprendieron que sin Patria no hay destino para los hombres que se convertirían, como ya la señalara el citado Hobbes, en lobos entre sí. Entendieron aquellos preclaros hombres que así como la situación fronteriza

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múltiple, gozada por nuestro país, abría espacios para los intercambios enriquecedores, los límites se convertían en barreras para frenar la codicia y la ambición y garantizar la libertad de los compatriotas.

Hombres y mujeres dueños de su propio destino Pero si aquella generación gloriosa de venezolanos supo valorar la tierra, bajo ninguna circunstancia despreciaron al hombre dentro del más puro pensamiento humanista. Es cierto que lo comprometieron prontamente con la defensa del país, pero hicieron una salvedad. En contestación concreta a su interrogante, declararon en ese documento histórico que debe ser base del pensamiento militar de nuestra nación: A este efecto, al de tomar un continente denodado y fir­ me que nos haga respetar, pues, un sistema de organización militar: no aquel sistema horrible de opresión con que los déspotas de la Europa arman una parte de los habitantes para tener en cadenas a la otra, y hace al soldado el satélite de la tiranía y el verdugo de sus conciudadanos.

Pero ese compromiso estaba ligado a una promesa que le ofrece al ciudadano la posibilidad de dedicarse a la actividad productiva para su provecho y el de la nación y el país. Decían: …después que él ha contribuido algún tiempo con la fuerza pública a mantener y conservar esta agitación sa­ludable que alimenta y da vida a la sociedad, vuelve

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otra vez al ejercicio pacífico de su profesión, se consagra todo entero a la prosperidad de la Patria, y deja a otro la gloria de defenderla y la dulce esperanza de ser pronto reemplazado… –para luego añadir:– Esta alternativa fraternal, esta circulación política que une sin contradicción los deberes de soldado y de ciudadano, que no deja al primero tiempo para corromperse, ni al segundo lo distrae de sus ocupaciones privilegiadas, es un vínculo que enlaza la utilidad general con la particular, y hace que la marcha de la sociedad sea tranquila y próspera a la sombra de algunos defensores que interrumpen sus tareas por poco tiempo.

Se instituía así el desarrollo de las reservas, de conformidad con las ideas del humanismo, que sólo 21 años antes había establecido como concepto la “movilización en masa” –lo que hoy sería la “defensa integral”– que tanto atemoriza en la actualidad a esa oligarquía y a aquellos sectores militares que, convertidos en casta, se transformaron en nuestro suelo en su guardia pretoriana. Armados por los déspotas disfrazados de demócratas, mantuvieron a lo largo del siglo XX bajo cadenas al resto de sus conciudadanos. Bajo esas ataduras invisibles que son la pobreza, la enfermedad y la ignorancia. Desde luego, aquello era una revolución. Le quitaba al hombre esos temores ancestrales a lo sobrenatural, para hacerlo dueño de su propio destino. Ya no tenía que esperar resignado su muerte para tener la esperanza de gozar de la tranquilidad y la paz. Se la tenía que construir él, con su creatividad y su trabajo. Y eso era y es posible. Así lo visualizó el líder de nuestra guerra de independencia, Simón Bolívar, frente al terremoto de Cara-

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cas en 1812, cuando las fuerzas inquisitoriales del oscurantismo animista pretendieron interpretar este fenómeno telúrico como castigo de Dios. “Si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y la venceremos”, dicen que dijo para mostrar la posibilidad del ciudadano de realizarse con la cooperación de sus semejantes, y el optimismo que se deriva del poder que nace de la voluntad y de la acción colectiva que hacen posibles las aspiraciones individuales. Y esa transformación del individuo de súbdito a ciudadano era imposible dentro de una estructura social marcada por las desigualdades. Ya la cuestión de la semejanza entre los seres humanos, planteada por Santo Tomás de Aquino en el siglo XIV, como un dilema con el orden jerarquizado que visualizaba y regía la naturaleza y la vida, se resolvía dentro de esta revolución política que estremeció a la humanidad, de la cual la rebelión venezolana fue sólo un episodio, con el reconocimiento de los derechos del hombre y la aceptación de la igualdad de los seres humanos. Y esa convención la asumieron los hombres de las siete provincias que confeccionaron el pacto social al año siguiente en el marco del Congreso Constituyente. Junto con esos dos valores eliminaron los fueros personales, abolieron los títulos nobiliarios, establecieron como único tratamiento público el de “ciudadano”, borraron las distinciones de castas: los blancos, indios y mestizos se declararon iguales, y prohibieron la trata de los negros. Evidentemente esa carta fundamental representaba un triunfo para los miembros de la Sociedad Patriótica, encabezada por el Generalísimo Francisco de Miranda. Una representación local de los “jacobinos” que en París, centro de ese movimiento mundial, constituían la “izquierda” radical de aquella revolución que cambiaría las estructuras que ordenaban la humanidad. Desde

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ese espacio de libertad se aguijoneaba un Congreso indeciso entre la posición conservadora, expresión de los “girondinos” franceses liberales, y la de aquellos izquierdistas extremistas que llegaron a gritar por la boca de Coto Paúl: ¡La anarquía! ¡Esa es la libertad, cuando para huir de la tiranía desata el cinto y desanuda la cabellera ondosa! Cuando los dioses de los débiles –la desconfianza y el pavor– la maldicen, yo caigo de rodillas a su presencia. ¡Señores! ¡Que la anarquía, con la antorcha de las furias en la mano, nos guíe al Congreso, para que su humo embriague a los facciosos del orden, y la sigan por calles y plazas gritando libertad! Para reanimar el mar muerto del Congreso estamos aquí, estamos aquí en la alta Montaña de la santa demagogia. Cuando ésta haya destruido lo presente, y espectros sangrientos hayan venido por nosotros, sobre el campo que haya labrado la guerra se alzará la libertad....

Y esa estirpe de hombres, sin miedo a la libertad, y conscientes de su igualdad, se mantendrá a partir de ese momento presente en la vida de nuestra nación, para dinamizarla, espoleando, como lo hizo la Sociedad Patriótica, a los débiles con su suspicacia y sus temores. A lo largo del siglo XIX, con sus guerras anarquizantes que llenaron de sangre nuestra Patria. En el siglo XX, con sus agitaciones callejeras y rebeliones cívico-militares. Pero siempre buscando esa comunidad de iguales que haría libres a sus ciudadanos. De esas guerras y esas luchas ha surgido esta nación idiosincrásicamente democrática.

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Pero esa igualdad y esa libertad ya estaban presentes en aquel país rudimentario, cuando los patricios discutían y aprobaban ese pacto social que tenía como programa establecerlas como rasgos de vida de los venezolanos. En los “cumbes”, las “rochelas” y los “palenques”, donde a lo largo y ancho de nuestra geografía se congregaban el negro esclavo huido de la plantación, el indio avasallado fugado de las misiones y el blanco desertor de un ejército tiránico, se vivía en libertad y con unas relaciones de igualdad. Al momento de la Revolución no conocían a los enciclopedistas, ni sabían de Robespierre, ni Saint-Just, ni Le Bas, ni Couthon, ni sus correspondientes venezolanos Bolívar, Salias o Ustáriz. Pero sin sus profundas reflexiones, la praxis les había enseñado la enorme tristeza y la miseria del hombre sojuzgado. Ellos, en esas comunidades, se mezclaron y formaron ese híbrido humano que José de Vasconcelos bautizó con el nombre de la “raza cósmica”. Pero más importante que eso, desarrollaron esa cultura policromática, manifestada en lo que hoy es el folclore nacional, constituyente del sustrato del espíritu popular venezolano. Es cierto que se fueron inicialmente detrás de José Tomás Boves, para luchar por la causa realista. Era lógico. Los blancos mantuanos, dueños de la tierra, eran para ellos la cúpula de ese orden jerarquizado que Santo Tomás de Aquino visualizaba como natural. Las autoridades coloniales y los curitas que, siguiendo a Bartolomé de las Casas, profesaban las líneas del evangelio cristiano, al estilo del recientemente fallecido y siempre recordado Padre Juan Vives Suriá, eran, en cierta forma, sus protectores contra los abusos de aquellos indianos soberbios, a quienes el rey, en el nombre de Dios, les había entregado predios, siervos y esclavos. La orientación libertaria de la guerra que empezaba la aprendieron después de

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la muerte del Urogallo, cuando siguiendo al “taita” José Antonio Páez, oyeron la propuesta de estos rebeldes radicales de convertir aquel gran espacio en una cosa pública, una República. Un bien de todos, una Patria, para su disfrute y la realización de sus expectativas, con un gobierno representativo, garante de los derechos humanos y de la libertad y la igualdad. Con esa esperanza combatieron en las filas del Ejército Libertador, bajo las órdenes de su Jefe Supremo, el general Simón Bolívar, desde las márgenes del Orinoco hasta las cumbres de los Andes, con la sola esperanza de vivir en una gran comunidad de hombres libres e iguales, soberana de una tierra donde materializar sus sueños.

Una falaz antinomia: igualdad versus libertad Sus guerras no terminaron con el establecimiento del régimen republicano. El pensamiento liberal de Adam Smith había capturado, no sólo a muchos de los “grandes cacaos” que conformaban la aristocracia criolla, sino a importantes caudillos militares y civiles que impulsaron el proceso independentista, entre ellos al general José Antonio Páez. Una figura que dominaría la realidad nacional hasta mediados del siglo XIX. Se creó en nuestro medio, como ocurrió a escala mundial, una falaz antinomia entre la idea de la libertad y la de la igualdad. Dos valores que son complementarios. Esto sin contar los residuos reaccionarios partidarios del viejo régimen hierocrático, que se sumarían a los liberales para mantener la hegemonía que nuestros historiadores califican de conservadora. Y en ese contexto, nuevamente tomaron las armas en busca de la igualdad.

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No imaginaban la libertad de los “cumbes”, los “palenques” y las “rochelas”, en una sociedad de desiguales. No conocían del socialismo utópico. Nada habían oído hablar de hombres como Tomás Moro que por allá en el siglo XVII, con su obra Utopía, que le dio el apellido a esta propuesta política que formularían, a principios del siglo XIX, para ellos otros desconocidos como Henri de Saint-Simon, Charles Fourier y Louis Blanc. Sin embargo, soñaron con esa sociedad perfecta, que reprodujese de alguna manera sus comunidades. Y con esas ilusiones se empeñaron en continuos combates hasta que encontraron un hombre que, como lo fueron Boves y Páez, los liderara en sus luchas para alcanzar sus sueños: El General del Pueblo, Ezequiel Zamora. Él los llevó a la victoria militar en la Batalla de Santa Inés, pero ese triunfo de las armas no significó un éxito político. El resultado fue un frágil compromiso. No alcanzaron la sociedad de iguales que aspiraban, pero lograron la implantación del igualitarismo. La igualdad de trato dentro de la creencia de que la condición humana es común a todos los homo sapiens. Una condición que se mantuvo hasta que la adopción del neoliberalismo por las clases privilegiadas, en la década de los 80 del siglo pasado, la borró para intentar reestablecer la extrema jerarquización social que rememoraba el orden tomista, incluso al caracterizarlo como un hecho natural. Ante esto esta población, ahora asentada en las barriadas urbanas y las aldeas rurales, nuevamente insurgió para replantear sus luchas en los términos que hoy la estamos experimentando. No es un movimiento local propio de los venezolanos. Es una nueva revolución política universal, que ha surgido de una renovación en las ciencias y las artes ocurridas a principios del siglo

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XX, se ha manifestado, ahora no focalizada en un sociedad dada, sino difusa y extendida mediante redes de acción en toda la geografía del planeta. Desde las manifestaciones de Seattle (1999) y Davos (2001), pasando por “el grito de los pobres y excluidos” en Buenos Aires en el mismo año y las recientes manifestaciones en Ecuador y Bolivia, son expresiones de esa novel revolución política. Pareciera que se busca una nueva civilización caracterizada por la vigencia de la democracia participativa; una economía de equivalencias absolutas entre el esfuerzo y la compensación, entre el valor y el precio; y un sujeto ético-racional tolerante de las diferencias. Pero para aquella generación libertadora, como se induce del proceso que someramente hemos narrado, su visión no se reducía a los estrechos límites de la Patria nativa. Comprendieron, adelantándose a los tiempos, que el mundo que venía –como en efecto llegó– era el de la interdependencia de los pueblos y la sensibilidad de cada uno a las perturbaciones que ocurren en los otros. Era el de una humanidad sistematizada, para lo cual no bastaban ni un código ético derivado de las costumbres que se establecían a través de la interacción entre las naciones, ni una legislación internacional producto de acuerdos y tratados. Tenían que existir mecanismos prácticos, políticos, que impidieran la acumulación de poder en un solo hegemón, que sería despótico como lo habían sido los monarcas absolutistas en los ámbitos nacionales. La idea de un balance de poder que impidiese el abuso en la utilización de la fuerza en las relaciones entre los pueblos aparecía para ellos como el instrumento eficaz para regular el sistema. Veían cómo en la propia cuna de la revolución política de la cual eran parte, en la Francia napoleó-

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nica, usando las ventajas de la movilización en masa instaurada por el régimen republicano, se desarrollaba un poder no sólo orientado al dominio de Europa, sino al mundo. Constataban que la naturaleza democrática de los gobiernos –como fácilmente lo podemos comprobar en el presente– no era suficiente para frenar las ambiciones personales o de grupo de quienes los controlan. Por eso, en su pensamiento y acción, subyacía la idea de la formación de un centro de poder que contrabalancease los existentes y potenciales. Era la única forma de garantizar esa democracia social que proponían como programa a sus compatriotas. La idea de la Colombeia, ese imperio democrático e igualitario que planificó el Generalísimo Francisco de Miranda y la de la Confederación de Estados para la cual convocó el Libertador el Congreso Anfictiónico de Panamá, eran propuestas políticas orientadas a esa finalidad. Evidentemente, ellos, y quienes los acompañaron en su programa, tenían conciencia de sí y para sí en aquella realidad político-social que ya tenía dimensiones globales. Pero aquellos hombres, sin duda excepcionales, eran los más adelantados de su pueblo, y posiblemente figuraban entre los más aventajados en el mundo de su época; por lo tanto, era difícil, si no imposible, que esa conciencia la compartieran con sus compatriotas dentro de la estructura social en la cual se desarrollaban sus vidas. El pensador francés Lucien Goldman, al analizar el fenómeno, nos dice que “las alianzas ente las clases sociales sólo pueden hacerse en base a un programa mínimo que corresponde al máximo de conciencia posible de la clase menos adelantada”. E, incuestionablemente, el proyecto de alcance universal mirandino y bolivariano excedía con creces la conciencia posible de ese proletariado, en el sentido que le da al

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término el historiador británico Arnold Toynbee, representado por ese hombre pardo proveniente de los “cumbes”, las “rochelas” y los “palenques” que conformaban el elemento cuantitativamente más importante de la coalición social que adelantó el proceso de Independencia. Posiblemente tenían conciencia de la Patria como espacio para su realización, y a través de ella, por el patriotismo constitucional, con el igualitarismo que los orientó en sus luchas. Y fue esa Patria la que luego de ese sangriento proceso realizado durante el siglo XIX, los venezolanos unificados en nación, transformamos en Estado al lograr el dominio relativo de su espacio, y mecanismos explícitos y tácitos para obtener consensos que, aun cuando temporales, nos permitieron orientar la acción colectiva hacia objetivos que la han mantenido íntegra, facilitando la convivencia, muchas veces tensa, entre los que compartimos una identidad común.

194 años después: todos nosotros Y aquí estamos, 194 años después de ese magno acontecimiento. No nos podemos sentir frustrados. Hemos podido sobrevivir en un mundo donde pareciera que Charles Darwin ha tenido la razón, con su teoría de la selección natural de las especies. Un mundo que parece comportarse, como lo describe Carlos Fuentes en su obra Los instintos de Inés: Las musarañas quizás se escondieron y los astados volverán a aparecer, tranquilos, exhibiéndose primero, dando vueltas en el llano pero cercándolo en espacios a los que se aproximan otros astados sólo para ser rechazados violentamente por los dueños del pedazo de tierra. Se

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establecerá la lucha feroz entre los astados propietarios y los que le disputaran su terreno. Tú verás, para ellos invisible e indiferente, ese combate de astas sangrientas y vergas exaltadas por el combate hasta que uno solo de los animales se haga dueño del espacio, expulse sangrantes a los demás y en cada espacio vecino uno solo de los astados de gran corona y gran verga se apropie del campo al que ahora acudirán mansas e indiferentes las hembras de la tribu a comer la hierba y dejarse montar por los astados triunfantes...

Ciertamente, eso parece que ha sido la historia del sistema internacional en estos dos siglos transcurridos desde la revolución política que planetizó el liberalismo con su contenido darwi­niano, ahora transformado en una versión más fatalista: el neoliberalismo. Una interpretación en donde únicamente habrá “un gran astado de gran corona y gran verga” dueño de todo el campo. Es lo que se ha dado en llamar “la creación destructiva” como expresión natural de sobrevivencia del más apto. Un mundo donde se abandona a su suerte a quienes no se bastan a sí mismos. No sólo a individualidades sino a pueblos enteros a los que se condenan a vivir deambulando en espacios yertos y matándose entre sí. La gran mayoría de los venezolanos nos hemos negado a aceptar esa fatalidad engañadora, restableciendo la alianza que nos permitió construir este Estado como representación ante el resto de la humanidad de nuestra voluntad de ser libres y soberanos en nuestra Patria. Un infortunio que aparentaba haber sido acatado mansamente, pero que se encontró esta vez, no con una pléyade de patricios revolucionarios, sino con ese pueblo de

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pardos, expresión de nuestra nacionalidad, que insurgió desordenadamente, es cierto, para resistir ese triste sino. Ese levantamiento estimuló a los genuinos herederos del pensamiento de aquella Sociedad Patriótica para iniciar un movimiento que en corto plazo controló el poder del Estado con la visión de reimpulsar ese igualitarismo que quedó como herencia de las luchas que nos hicieron soberanos de la Patria que es nuestra. Retomamos la idea del socialismo con toda su tradición humanista, que en alguna forma se plasmó en aquella Constitución de 1811. Pero no ya el utópico, que es sólo sueños inalcanzables, ni ese que se implantó como socialismo real en los países del este europeo que el doctor Domingo Alberto Rangel ha denominado como “satrapías”. Es la misma visión que hoy comparten los amplios sectores de la humanidad que se resisten, en una nueva revolución política de carácter universal, a aceptar ese triste albur. No es el socialismo, que concibe la imposibilidad de la libertad sin la igualdad, como dogma. Es aquel, ajustado al conocimiento prevalente, tolerante, que acepta la dialéctica política en el marco civilizado y pacífico de la persuasión. Pero que nadie se equivoque. Esa alianza que nos llevó más allá de nuestras fronteras para buscar la libertad y la de nuestros semejantes, con un espíritu universal, está hoy dispuesta a defender ese Estado, que tiene como base esa Patria exuberante que describiera don Andrés Bello, en la cual hemos encontrado identidad y donde buscamos la posibilidad de lograr nuestras aspiraciones humanas.

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Un emplazamiento, un clamor Ciudadanas y ciudadanos: Quisiera en este momento abusar de esta oportunidad que me dio el destino. Si no lo hiciese no sería el radical que siempre he sido. Y, en lo que es el final de este discurso, deseo convocar a los venezolanos y a las venezolanas a conformar una nueva Sociedad Patriótica. Un foro para el debate que, como aquella de 1810, nos congregue para aguijonear a esta augusta Asamblea y al pueblo en general, incluso con sus suspicacias y rumores, a abrazar la causa del socialismo. Ese socialismo jacobino, pero de raíces humanistas y científicas. No desde la perspectiva parroquial y egoísta de quienes sólo se ocupan de sí mismos, sino asociados a ese movimiento universal que hoy lo impulsa en contraposición al reino de ese “astado de gran corona y gran verga”, quien, cuanto más, nos dejará pastando como vacas para montarnos cuando quiera. Los emplazo para, desde este espacio de discusión, redactar un proyecto para el Manifiesto del Socialismo del Siglo XXI. Un documento de contenido humanista, libertario y científico que coloque al hombre como centro de un modelo de desarrollo sustentable, respetuoso del entorno y creador de nuevas posibilidades. Una forma de vida donde las relaciones humanas las orienten los valores de la solidaridad, la cooperación, la tolerancia, el reconocimiento del otro como igual. Una manera de existir que permita la búsqueda de la realización individual como valor esencial, en tanto es la persona el epicentro de la elevación de toda la comunidad de ciudadanos y ciudadanas. Iniciemos el debate sin prejuicios y sin miedos. Un debate en el cual cabemos todos. Una discusión para seguir generando

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acuerdos y procesando diferencias en esa dialéctica infinita que mueve el universo. Hoy, 5 de julio del 2005, la voz de Coto Paúl es el clamor de las grandes mayorías del pueblo venezolano. Muchas gracias.

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“Hoy la Patria Grande es absolutamente posible” Presidente Néstor Kirchner


Presidente Néstor Kirchner

Político y abogado argentino. Militante del Partido Justicialista y el Frente Para la Victoria. Fue presidente de Argentina durante el período 2003-2007. En el año 2009 fue elegido diputado al Congreso Nacional. En mayo del 2010 fue designado secretario de la UNASUR. Kirchner falleció en Calafate, Argentina, el 27 de octubre de 2010.

“Nuestros libertadores,

Discurso de Orden del 5 de julio de 2006

San Martín y Bolívar, tenían un objetivo común, que era asegurar el éxito de la emancipación de nuestra Patria Grande. ‘Divididos seremos esclavos, unidos estoy seguro que los batiremos’, sostenía San Martín. ‘Una debe ser la patria de todos los americanos’, dijo Simón Bolívar. Allí nacieron nuestras coincidencias”.


Hoy la Patria Grande es absolutamente posible* Presidente Néstor Kirchner Amigos y amigas: Agradezco profundamente al señor presidente, don Nicolás Ma­duro Moros, el honor con que me ha distinguido al invitarme para ser el Orador de Orden de esta Sesión Especial de la honorable Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela para conmemorar el 195º Aniversario de la Independencia.

Del intercambio a la integración Quiero aprovechar tan grata ocasión para transmitirles, en nombre del pueblo y Gobierno argentinos, un saludo fraterno y el testimonio de los resultados de una relación bilateral que se fortalece día a día y que nos llena de orgullo por su impacto concreto en el bienestar de nuestros compatriotas.

*  DISCURSO DE ORDEN DEL CIUDADANO NÉSTOR KIRCHNER, PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA ARGENTINA, CON MOTIVO DE CONMEMORARSE EL 195º ANIVERSARIO DEL 5 DE JULIO DE 1811, DÍA DE LA DECLARACIÓN SOLEMNE DE INDEPENDENCIA.

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Nuestros libertadores, San Martín y Bolívar, tenían un objetivo común, que era asegurar el éxito de la emancipación de nuestra Patria Grande. “Divididos seremos esclavos, unidos estoy seguro que los batiremos”, sostenía San Martín. “Una debe ser la patria de todos los americanos”, dijo Simón Bolívar. Allí nacieron nuestras coincidencias. Pero, además de las coincidencias históricas y culturales que siempre han acercado a Venezuela y a Argentina, compartimos hoy en el concierto latinoamericano la convicción de que nuestra región no puede seguir caracterizándose como un conjunto de países potencialmente ricos con pueblos pobres. Las recetas que aplicaban en la última década dieron como resultado que en el período 1990-2003 la tasa de crecimiento de América Latina fue apenas del 2,6%, menos de la mitad que durante el período 1950-1980. Este crecimiento lento e inestable se tradujo en mercados laborales débiles con un marcado aumento de la informalidad, creciendo brechas entre los ingresos, entre los trabajadores calificados y no calificados y tasas de pobreza superiores a la década del 80. Al mismo tiempo América Latina se ha transformado en el área que alberga los mayores niveles de desigualdad en el mundo, incumpliéndose en su territorio derechos sociales básicos. Por eso nuestra meta es erradicar la pobreza, lograr un crecimiento económico sostenido y promover un desarrollo sustentable, al tiempo que debemos avanzar hacia sistemas económicos nacionales y mundiales, basados en los principios de justicia, equidad, democracia, respeto por los derechos humanos, participación, responsabilidad, transparencia e inclusión social. Tenemos así la visión integral e inclusiva del desarrollo,

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un desarrollo que comprende el estado de derecho, el cuidado del ambiente, la educación, la salud, la producción y el trabajo decente. Así lo hemos entendido y en ese sentido Argentina y Venezuela, Venezuela y Argentina, guían su relación bilateral y su integración regional. En todo este tiempo que he tenido la responsabilidad de gobernar, no puedo dejar de reconocer en cada oportunidad en la que me encuentro con un venezolano, la solidaridad emotiva y concreta que la Argentina recibió en el peor momento que le tocaba atravesar, en una de sus mayores crisis institucionales, sociales y económicas, siempre la mano solidaria del Gobierno y del pueblo venezolanos. La generosidad y la confianza de su Gobierno, demostrada en la compra de bonos argentinos, nos ayudó para poder subir algunos escalones del infierno en el cual todavía estamos. En este sentido, en la cooperación, ha guiado los proyectos técnicos bilaterales en materia de salud, desarrollo social, agricultura, deportes, ciencia, tecnología, que estamos encarando como acciones conjuntas respecto a terceros países hermanos. Quiero destacar que Argentina y Venezuela realizan intercambios esencialmente productivos, generadores de empleo y valor agregado. La petrolera latinoamericana ha sido absolutamente solidaria con el pueblo argentino en momentos muy difíciles, cuando empezábamos la gestión. Y especialmente la petrolera venezolana, PDVSA, la petrolera del pueblo venezolano, nos ayudó y nos ayuda permanentemente a seguir superando todos los problemas que podamos tener en materia energética, que han permitido consolidar el crecimiento argentino.

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Por eso, hermanos y hermanas, legisladores venezolanos, quiero agradecer profundamente este gesto de ustedes y del querido pueblo venezolano y, por supuesto, de mi querido amigo, el señor presidente Chávez. Al mismo tiempo que recibimos dicha colaboración, tratamos de proveer de maquinarias agrícolas, de elementos técnicos y de investigación, para que el proceso venezolano de reconversión económica pueda seguir avanzando para consolidar la construcción que está llevando adelante el señor Presidente de Venezuela, que es un país con independencia económica, con autodeterminación y con posibilidades de consolidar la producción. Realmente está haciendo un excelente trabajo, en el que la Argentina va a seguir colaborando y trabajando permanentemente en todo aquello que sea necesario: ascensores, tecnología nuclear para usos médicos, servicios centrales para electricidad y grúas. Así, en múltiples caminos que llevan a consolidar el intercambio productivo, estamos dando y generando un verdadero ejemplo para la construcción de la Patria Grande que soñaron San Martín y Bolívar. Cada visita del presidente Hugo Chávez a mi país, y las mías a esta querida Venezuela, implican avances concretos de nuestra integración productiva que, lejos de las declaraciones grandilocuentes, resuelven aspectos esenciales para nuestro desarrollo. Este valioso intercambio bilateral, la mutua amistad que nos caracteriza, se potencia al desenvolvimiento en el marco de la integración latinoamericana. El proyecto de integración energética, que busca abastecer a la región en su camino de industrialización, tiene en Venezuela uno de sus puntales; éste

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y otros proyectos igualmente estratégicos, como los relativos a la infraestructura vial, recogen el viejo apotegma de resolver con recursos propios las necesidades propias, y esto es válido en todos los campos.

Venezuela en el Mercosur Esta vocación integracionista de nuestros países se ve plasmada con fuerza en la incorporación, en el día de ayer, como miembro pleno del Mercosur, de la República Bolivariana de Venezuela. Sueño compartido con los presidentes del Mercosur; con el presidente Lula y con el presidente Hugo Chávez, de lograr esta incorporación que ayer se logró y que consideramos que es un verdadero punto de inflexión y que genera una consolidación de la región, que nos permite visualizar que cada vez es más cierto que la Patria Grande, la integración latinoamericana, es absolutamente posible. Para nosotros resulta un honor que esta circunstancia se produzca bajo la presidencia pro tempore que me toca ejercer en el Mercosur, en forma transitoria y coyuntural; pero les quiero decir, hermanas y hermanos venezolanos, que será algo que llevaré grabado en la historia de mi vida, que durante mi gestión como presidente pro tempore de Mercosur pudimos lograr la integración de Venezuela al mismo. Creo que son pasos trascendentes. Siempre digo que de la tarea de la función pública, lo que uno se lleva es este tipo de resultados que son los más importantes porque van marcando la historia.

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La significación y potencia que adquiere el Mercosur, sumando Venezuela, Brasil, Paraguay, Uruguay y la Argentina, constituye sin duda alguna una importante contribución al proceso de integración regional, otorgándole los mismos derechos y obligaciones que tienen hoy los Estados-parte firmantes del Tratado de Asunción. La adhesión a dicho documento fundacional no sólo la transformará en un motor esencial del proceso económico, sino que al adherir a los protocolos que forman parte del Tratado de Asunción, se incorpora plenamente al proceso político del mismo. Es que el Mercosur es mucho más que un magnífico bloque e­conómico que busca perfeccionar la libre circulación de bienes, atenuar las asimetrías y promover la convergencia estructural; es también un instrumento político y social en que democracia, paz y derechos humanos son principios básicos y realidades concretas a sostener por los países miembros. El Protocolo de Usuahia, sobre compromisos democráticos, co­ nocido como Cláusula Democrática del Mercosur, se constituye en un instrumento preventivo y punitorio ante eventuales rupturas del orden democrático. La Declaración de Usuahia, que fija el bloque como zona de paz, nos compromete a evitar carreras armamentistas u opciones violentas de resolución de conflictos, así como a apoyar en los foros multilaterales en los que participamos, el respeto por los acuerdos internacionales orientados a promover el uso pacífico de la energía nuclear y la no proliferación en todos sus aspectos. Por otra parte, el reciente Protocolo de Asunción sobre compromiso con la promoción y protección de los derechos humanos del Mercosur, con un mecanismo equivalente al de la causa

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democrática, avanza en un aspecto fundamental y emblemático para los países que, como el nuestro, han sufrido la terrible experiencia del terrorismo de Estado. Como ustedes saben, para la Argentina, democracia y derechos humanos constituyen las dos caras de una misma moneda, por lo que mi país promueve en forma vehemente su vigencia y respeto de acuerdo al derecho internacional y a través de los organismos multilaterales. No quiero olvidar en este breve mensaje, reiterarles el agradecimiento de todos los argentinos por el permanente apoyo de Venezuela a nuestro reclamo de soberanía sobre las islas Malvinas. [Los asistentes al acto corean: “¡Malvinas, argentinas!, ¡Malvinas, argentinas!, ¡Malvinas, argentinas!”] Muchas gracias, gestos como éstos nos hermanan aun más y nos motivan a redoblar nuestros esfuerzos de construir una América Latina más libre y soberana. La proximidad de los Bicentenarios de nuestras Independencias es el marco ideal para lograr esa libertad y soberanía, retaceadas por décadas y que nuestros próceres soñaron.

Bicentenarios: consolidación de nuestras convicciones Hoy podemos demostrar nuestra lealtad a esos ideales haciéndolos realidad sobre la base de la integración y solidaridad de nuestros pueblos. Soplan fuertes vientos de cambio en América Latina y este verdadero final de época nos encuentra a venezolanos y argentinos fuertemente unidos, una vez más.

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La consolidación de la democracia, que debemos cuidar y defender, ha hecho surgir nuevos liderazgos, ha establecido nuevas agendas y se han obtenido en distintos países resultados esperanzadores para nuestros pueblos, como el que vivimos recientemente del amigo y compañero presidente de Bolivia, Evo Morales. Los que quieren frenar la historia comprometiendo los proce­ sos en curso que les hacen perder beneficios y privilegios, acuden a anacrónicos y desgastados conceptos para tratar de echar sombra sobre luz; intentan clasificar en categorías divisorias a nuestros países y a los dirigentes de distintas latitudes entre supuestos gobiernos que ejercen el populismo y quienes no. Desde el Parlamento de Caracas, desde el Parlamento de la República Bolivariana de Venezuela al mundo entero, nuestros gobiernos no hacen ejercicio ni de la demagogia ni del populismo. Queremos ser gobiernos que sí representemos los intereses nacionales y populares que reivindiquen definitivamente la dignidad de nuestros pueblos. Es un momento de mucha fortaleza histórica, de un alto nivel de conciencia. Yo decía –y fui acompañado por el presidente de España, José Luis Rodríguez Zapatero, en estos conceptos–: hay que terminar con la capitis diminutio que se quiere construir sobre los procesos que se están desarrollando en América Latina. Tenemos muchas obligaciones con nuestros pueblos, sí, pero a quienes nos toca gobernar en este tiempo de la historia, no sólo debemos hacerlo con ideas nacionales, populares y progresistas, sino que debemos tener el coraje y la valentía de ejercer y tomar las decisiones nacionales y progresistas, ejerciendo el gobierno, cumpliendo con la palabra empeñada con

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nuestros pueblos, que es una tarea esencial para consolidar la credibilidad. El mundo también debe entender, definitivamente, que defender los intereses nacionales, que ejercer la lucha definitiva contra la exclusión social, contra la pobreza que azota a nuestros pueblos, contra la indigencia y el desempleo, que defender la riqueza nacional, bajo ningún aspecto pueden ser calificados o definidos de tinte populista, sino fundamentalmente, queridos hermanos del mundo, se requiere que cuando analicen estos procesos, vean el renacer de la honestidad en la lucha contra la corrupción, la defensa de los intereses nacionales, la defensa de los pobres, la defensa de los empresarios nacionales, la defensa del trabajo, la defensa de la dignidad, la defensa de la identidad, la defensa del concepto de nuestra región que, definitivamente, tiene que tomar el lugar y el rol que le corresponde. Nosotros estamos, con mucho esfuerzo, junto a nuestros pueblos, tratando de generar los ámbitos y queremos que vengan todos los capitales del mundo a trabajar y a producir en nuestros países; pero que vengan a compartir la rentabilidad con nuestros pueblos, que vengan a asociarse a nuestros destinos, que es lo central y esencial que debe ser llevado adelante. Por eso vivimos una etapa en la que creo que estamos ante un punto de inflexión, queridos hermanos. El paso que se dio ayer de la incorporación de Venezuela al Mercosur es mucho más que una decisión de la construcción de un bloque económico, es la decisión de la región de entrar a fortalecer y construir el espacio de los países de América del Sur, de tener una voz ante el mundo que razone fuerte y unida, que podamos hablar con todos los bloques del mundo: Asia, África, Medio Oriente, la

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Comunidad Económica Europea, como bloque, como región, defendiendo los intereses de nuestros pueblos en forma mancomunada y solidaria. Creo que el Acta de la Independencia que leía la vicepresidenta, diputada Desirée Santos Amaral, marca con claridad absoluta y visionaria a quienes hace 195 años tuvieron el coraje de declarar la Independencia de Venezuela. Nos acercamos al Bicentenario y nosotros no podemos esperar 200 años más para construir países con equidad, con justicia. Necesitamos consolidarlo ya, son muchos hermanos y hermanas que sufren en Latinoamérica y tenemos, como gobierno, que encontrar con todas nuestras fuerzas los resultados que nuestros pueblos están esperando. Les quiero decir que hoy me emocioné en la recordación del aniversario en el desfile que se llevó en el acto central, en el recordatorio del Día de la Independencia, cuando vi miles y miles de rostros y de manos que se alzaban, de hermanos latinoamericanos venezolanos, compartiendo el desfile, compartiendo la esperanza de construir un nuevo país, de construir un nuevo orden de justicia al que aspiran ustedes y su presidente Hugo Rafael Chávez Frías, un pueblo absolutamente esperanzado como el resto de los pueblos de América, esperando que nosotros estemos a la altura de la historia y de las circunstancias. Por eso siempre le pido a Dios que nos dé la fuerza de ser leales con nuestras convicciones. Cuando se llega a donde llegamos nosotros, no hay lugar para el empate, queridos amigos. Es el camino del triunfo de nuestros pueblos lo que puede generar la trascendencia.

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Por eso, para terminar, en el Día de la Independencia de la República Bolivariana de Venezuela, le quiero decir a los pueblos del mundo que acá en Venezuela he podido compartir, no sólo esta vez sino todas las veces que he venido, una democracia plena, que lucha por la justicia abierta, que lucha por la igualdad, que se integra al resto de los pueblos de Latinoamérica para consolidar la solidaridad y la búsqueda de los destinos que nuestros pueblos merecen. Y quiero decir que este 5 de julio del año 2006, sé que es trascendente para ustedes, hermanos y hermanas venezolanos, sigan firmes, consoliden sus convicciones, consoliden a Venezuela. Hoy pude ver un pueblo que sueña y está esperanzado, como los pueblos de América, como el pueblo de Bolivia, como el pueblo de Uruguay, como el pueblo de Chile, como el pueblo de Paraguay, como el pueblo de Brasil y el resto de los pueblos americanos que de una vez por todas quieren que nosotros estemos por lo menos mirando con la fuerza que corresponde al legado de nuestros próceres. Muchísimas gracias y a vuestras órdenes.

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“La lucha del pueblo no traiciona” Libertad Velasco


Libertad Velasco

Estudiante de comunicación social de la Universidad Central de Venezuela, militante del PSUV y miembro del Frente Juvenil de Mujeres.

“Por un momento pensé que yo no merecía este digno reconocimiento, pero ahí rápidamente advertí que ese pensamiento formaba parte de las enseñanzas nefastas de la derecha, y es que ellos hicieron muy bien su trabajo para que los luchadores y luchadoras anónimos nos sintiéramos

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indignos, a veces, de tomar estos espacios. Esa es una obra de ellos: que uno se sienta indigno de estar aquí, de hablar, porque uno no ha escrito un libro, porque uno no se ha graduado, por tantas razones y por tantos mecanismos de exclusión que ellos diseñan. Ellos nos enseñaron que la historia sólo podían contarla o representarla los académicos legitimados por su propia escuela.”


La lucha del pueblo no traiciona* Libertad Velasco Buenas tardes. Esto sólo es posible en una revolución. Sin revolución los estudiantes no tienen voz.

Paréntesis introductorio Antes de comenzar el discurso quería hacerles una invitación a revisar una y mil veces los discursos de nuestros próceres. Para el momento de la Declaración de Independencia, por una lección aprendida del camarada Héctor, volvimos a encontrar un guión de la CIA. Aquí se demuestra, por testimonio de nuestros héroes y de nuestros próceres, que ya para la época en que nuestros libertadores, siendo jóvenes, estaban impulsando la libertad, la independencia, la soberanía, una revolución, ya el imperio estaba operando para desestabilizar. Sólo un párrafo lo dice todo. Veremos su parecido hoy en día con nuestros países de América Latina y con otros países del mundo, dice:

*  DISCURSO DE ORDEN DE LA CIUDADANA Yanlisbert “LIBERTAD” VELASCO, CON MOTIVO DE CONMEMORARSE EL 196º ANIVERSARIO DEL 5 DE JULIO DE 1811, DÍA DE LA DECLARACIÓN SOLEMNE DE INDEPENDENCIA.

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A pesar de nuestras protestas, de nuestra moderación –que tanto uno les aguanta–, de nuestra generosidad –porque nos caracteriza–, de la inviolabilidad de nuestros principios, contra la voluntad de nuestros hermanos de Europa, se nos declara en estado de rebelión, se nos bloquea –como han hecho con tantos de nuestros países hermanos para asfixiarlos y matarlos de hambre–, se nos hostiliza, se nos envían agentes a amotinarnos unos contra otros –los guarimberos de siempre, de todas las épocas–, y se procura desacreditarnos entre todas las naciones del mundo implorando sus auxilios para oprimirnos.

Como si las naciones fueran ignorantes, como si los pueblos de esas naciones no supieran que a ellos también los someten y que lo que estaban haciendo con nosotros era solamente repetir el modelo. Una CIA cualquiera. Ahora sí, después de este saludo, paso a la lectura de mi discurso.

Juventud: compromiso revolucionario Por supuesto, por voluntad del Dios Todopoderoso, hoy concurro a este espacio para enviar un mensaje de libertad, de soberanía y de unidad al pueblo venezolano, a los hombres y mujeres, a los niños y niñas de esta Patria. Agradezco la oportunidad que hoy me está dando la Asamblea Nacional. Este es, sin dudas, el honor más grande que he recibido en toda mi vida. Este espacio me llena de tanto compromiso, un compromiso que asumo también en nombre de mis compañeros de lucha, del barrio, los estudiantes de la universidad,

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del liceo; de mi madre, de mi familia, de todos quienes me han apoyado para tener estos sentimientos de amor que quiero entregarle a mi pueblo y que les he venido entregando cada vez con más fuerza. Sé que los oradores y oradoras de orden que han intervenido en el pasado en actos de conmemoración de esta fecha sagrada, llena de significación patriótica, han sido personajes ilustres, intelectuales, diplomáticos, incluso presidentes de naciones hermanas, como el año pasado, el camarada Néstor Kirchner. Por un momento pensé que yo no merecía este digno reconocimiento, pero ahí rápidamente advertí que ese pensamiento for­ maba parte de las enseñanzas nefastas de la derecha, y es que ellos hicieron muy bien su trabajo para que los luchadores y luchadoras anónimos nos sintiéramos indignos, a veces, de tomar estos espacios. Esa es una obra de ellos: que uno se sienta indigno de estar aquí, de hablar, porque uno no ha escrito un libro, porque uno no se ha graduado, por tantas razones y por tantos mecanismos de exclusión que ellos diseñan. Ellos nos enseñaron que la historia sólo podían contarla o representarla los académicos legitimados por su propia escuela. Por eso digo que en una revolución todas esas cosas cambian, y por eso nosotros estamos escribiendo la historia de una manera diferente. Y lo que más me insta a decir que este sí es el momento del pueblo, un pueblo en el que yo me fundo todos los días, ha sido la experiencia que hemos vivido los estudiantes revolucionarios los últimos días de nuestra gira nacional por todos los estados. Allí, por Dios, de verdad, soy una más de los miles de estudiantes, de los jóvenes que nos hemos encontrado en cada plaza, en cada municipio, en cada universidad, verdade-

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ramente interesados en generar propuestas alternativas, modelos sólidos, debates profundos, para derrumbar de una vez por todas la superestructura que sirve para reproducir el modelo ca­pitalista. A mis 22 años me quedo sorprendida de ver cómo ya hay adolescentes de 14 o 12 años debatiendo con tremenda claridad ideológica temas sobre educación, poder popular, construcción del socialismo, políticas públicas, de los que ellos forman parte. Los vi debatiendo sobre construcción de principios para la unidad, sobre mecanismos de combate a la corrupción, el desmontaje de la estructura burguesa del Estado –que saben bien sólo se puede desmontar con su incorporación activa. Así, un sinfín de temas. Y es una sorpresa bastante grata, porque confirma que esta Revolución no la detiene nadie, que no la hacen solamente las figuras que tradicionalmente vemos en los medios de comunicación, sino que la hace el pueblo anónimo en las calles día a día y que no pide protagonismo como la oposición, ni pide esos espacios mediáticos. No son como aquellos que si la cámara no está prendida no hablan. El pueblo de nosotros no necesita una cámara para hacer la Revolución. Por eso digo que si soy yo quien hoy está aquí, cualquiera de ellas o ellos pudo también estarlo. Y sería lo mismo. La juventud hoy está dando testimonio de que Venezuela está transitando por su segunda independencia: la independencia definitiva de toda pretensión imperialista e intervencionista. Esta idea la seguiré desarrollando.

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Tributo al pueblo Antes de la llegada de la Revolución Bolivariana era impensable que la hija de la señora Juana Inés Velasco, nacida y criada en el barrio “La Piedrita” del 23 de Enero, tuviera algo importante que decir al país en la conmemoración del día en que nuestros padres libertadores declararon la Independencia de Venezuela ante toda forma de dominación extranjera. A 196 años de aquella proeza, hoy podemos decir firmemente que nuestro Padre Simón Bolívar está aquí, vivo y feliz al saber que nosotros, sus hijos y sus hijas, por fin comenzamos a ser libres en los hechos, soberanos e independientes de verdad. Como no se trata de un experimento sino de una vocación común, hoy como nunca se hace oportuno recordar el comienzo de los tiempos en que fuimos libres. Así lo reflejó Pablo Neruda en un poema que se llama El pueblo, lo leo: De aquel hombre me acuerdo y no han pasado sino dos siglos desde que lo vi, no anduvo ni a caballo ni en carroza: a puro pie deshizo las distancias y no llevaba espada ni armadura, sino redes al hombro, hacha o martillo o pala, nunca apaleó a ninguno de su especie: su hazaña fue contra el agua o la tierra, contra el trigo para que hubiera pan, contra el árbol gigante para que diera leña, contra los muros para abrir las puertas, contra la arena construyendo muros

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y contra el mar para hacerlo parir. Lo conocí y aún no se me borra.

Compatriotas: Yo aún veo a ese hombre en cada obrero, en cada estudiante, en cada madre, en cada abuelo y cada abuela que con su sabiduría se ha acercado a nosotros en las plazas para alimentar nuestras almas con su saber acumulado, con su nostalgia por la Patria que les negaron a ellos, con la convicción de aprovechar el tiempo perdido hasta el último suspiro. Ellos han sido los abuelos y las abuelas, el combustible de nosotros ahora cuando los estudiantes salimos a encontrarnos con el pueblo y a escuchar de ellos la línea. Son los mejores. Han sido Florentinos y Florentinas, se han incorporado en todos los procesos no sólo electorales, en todos. Ellos nos han permitido darnos cuenta de que los jóvenes, aunque tarde, estamos también llenos de pasión y de esa misma fuerza; que no podemos quedarnos atrás al lado de ellos que ya tienen 70, 80, 85 años. Y los vemos ahí con esa emoción y se calan todas las actividades, y en las comunidades también lo hacen. Para ellos es un tributo. Sigo viendo a ese hombre del que habla Neruda en los campesinos que labran la tierra y con su sudor nos enseñan cómo es que se construye la verdadera soberanía alimentaria. Lo veo en los camaradas indígenas, que con su propio idioma hoy nos cuentan su larga historia de resistencia al modelo imperialista que quiso borrarlos de la faz de la Tierra y nos entregan de nuevo su identidad, sus tradiciones, sus creencias, y los vemos adaptar los programas de hoy, los programas de salud, de atención integral a la niñez, a su propia cultura, donde un Estado

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no es que viene y les impone un modelo, sino que es un Estado que respeta también su forma de construir soluciones a necesidades sentidas. Vemos cómo la Revolución avanza con ellos y va guiando nuestros pasos, desde los más pequeños. Qué lejos están esas imágenes bonitas que nos muestra la Revolución del hombre formado por el imperialismo en sus universidades y a través de otros mecanismos. Es así como fuimos y como seremos. La cultura criminal, ambiciosa, egoísta, nos es ajena mientras que la libertad es un legado que llevamos en la sangre, en la mente, en el alma y en todo el cuerpo. Hoy invitamos a los compatriotas de la oposición a vernos, a reconocernos, a respetarnos. Esto es lo que más les pedimos: respeto. Y a querernos en esa identidad común que tenemos de libres, de soberanos; a que no la desconozcan, que se reconozcan ahí. No en el paradigma insensible que nos vendieron los imperios que nos han sometido durante los últimos 500 años. Aquí es donde pido que se fijen que en el ejercicio pleno de sus libertades creadoras cuando nuestros indígenas y luego nuestros próceres libertarios (hombres y mujeres) jamás empuñaron un arma para someter a otro, para aprovecharse de él, para explotarlo, ultrajarlo o despojarlo de su identidad para saquear sus recursos. Nosotros no hemos ido a invadir pueblos. En cambio, lo que nos hizo el imperio español hace ya varios siglos, es lo mismo que hoy le hace a Irak el imperio estadounidense, con la misma violencia, la misma táctica que describe el texto de la Declaración de Independencia, que invito a releer. Así será siempre. Todos los imperialistas son iguales aunque se vistan de corderos

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o de latin american idol, de antiterroristas, de banqueros o de lo que quieran. Son carniceros de hombres. Son destructores de sueños. Durante la conquista y la colonia, hasta la consolidación del imperio español en Venezuela, se quiso eliminar aquella semilla. De forma violenta se impuso un modelo de saqueo, de irrespeto, de implantación de anti-valores. Muchos sucumbieron ante aquella barbarie que, paradójicamente, ellos llamaron civi­ li­zación.

La semilla de Simón Rodríguez Simón Rodríguez decía entonces: “Los hombres no están en el mundo para entre-destruirse sino para entre-ayudarse”. ¡Qué claridad! Ojalá cada niño y cada niña del mundo pueda tener maestros y maestras como Simón Rodríguez. Privilegiado Bolívar. Leamos sobre la humildad y convicción de Rodríguez: ...sin salir de la esfera de mis aptitudes. Lo único que le pedí fue que se me entregase, de los cholos más pobres, los más despreciados, para irme con ellos a los desiertos del Alto Perú con el loco intento de probar que los hombres pueden vivir como Dios manda que vivan. Porque Dios, antes de hacerlos sabía que habían de ser frágiles, que habían de tener pasiones, que serían de carne y hueso, que estarían vestidos de mala carne, que el demonio les había de tentar, como lo hacen con nosotros.

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¡Que lean a Simón Rodríguez nuestros servidores públicos, especialmente los de más alto rango! ¿Quién ha conocido jamás tanta fe en un ser humano? ¿Quién conoció tanta entrega y sacrificio para fortalecerse no a sí mismo sino a otros? Entre ellos a Bolívar, pero no exclusivamente. ¿Quién como él tuvo tan claro el papel de la educación en la transformación del hombre, de la mujer y de los procesos históricos? Él hizo de ese niño huérfano que fue Bolívar, de ese adolescente rico y rebelde, el hombre más grande de este Continente. Grande por su obra y su legado, que todavía hoy inspira a la liberación de los pueblos del mundo. Entonces ese debería ser parte del ideario de nuestro modelo educativo que debe nacer. Ese modelo fue tan exitoso que produjo un Libertador y que, seguro, si lo estudiamos como se debe, va a producir millones de libertadores que se van a esparcir por el mundo entero. Es notorio que los planteamientos de Rodríguez eran incompatibles con el im­perialismo. Es necesario que sigamos más de cerca su ideario. Porque fue él quien formó con sus ideas el corazón de Bolívar para la libertad –lo dijo él mismo–, para cuestionar al sistema político de la época, que había naturalizado el bloqueo de Venezuela cuando el pueblo en las calles empezaba a reclamar cambios todavía en voz baja. Lo instó no sólo a cuestionar; lo condujo a la lucha sin descanso hasta lograr la independencia de nuestra Patria y entonces pudo sentirse orgulloso. Dijo Simón Rodríguez: El hombre de la América del Sur es Bolívar. Se empeñan en hacerlo odioso o despreciable, y arrastran la opinión

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de los que no lo conocen. Si se les permite desacreditar el modelo, no habría quien quiera imitarlo; y si los directores de las nuevas Repúblicas no imitan a Bolívar, la causa de la libertad está perdida.

¿Qué estamos esperando? Si nosotros no imitamos a Bolívar, la causa de la libertad está perdida. Eso tenemos que entenderlo. Entonces, ¿qué estamos esperando nosotros para ser como él? Pero para ser como él de verdad, con su entrega completa, su vida, todos sus recursos, todo lo que Bolívar dio. ¿Qué estamos esperando para ser libertadoras, para ser libertadores, de esta nueva época en que el imperio con sus vicios logró penetrar hasta los tuétanos de muchos de nuestros hermanos y de nuestras hermanas? Hay tanto por hacer, que dedicarnos a criticar es perder el tiempo. A la gente del pueblo le digo: No esperemos más. Consolidemos las nuevas estructuras del Poder Popular. Porque esas estructuras paralelas, las del Estado burgués, todavía son una piedra de tranca y no nos están permitiendo profundizar la Revolución. Hagámosla al tiempo que estudiamos, porque si esperamos a ­estar totalmente preparados, nos vamos a quedar ahí y no vamos a hacer nada. Incorporemos sangre nueva. Ocupémonos de los niños y de los estudiantes. Esto es sobre todo para los adultos. Tómennos de la mano y guíennos, guíennos a nosotros sin miedo, de verdad nosotros queremos acompañarlos. Sólo ustedes, la gente de los consejos comunales, de las mesas técnicas, los campesinos, los afrodescendientes, la gente de las fronteras, los indígenas, que tienen más experiencia que nosotros.

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Hay muchos estudiantes con quienes todavía hay que sentarse a hablar y enamorarlos, porque el sistema que heredamos los preparó para el individualismo, para la supuesta imparcialidad, ese paradigma tan viciado, tan nefasto. Entonces, tal como hiciera Simón Rodríguez, ¡muchacho que vean, siémbrenle esa semillita de amor y de revolución en el corazón!, para que seamos algo así como apóstoles. Decía que queremos acompañarlos. Ustedes tienen más experiencia, son los dueños de esta Revolución. Decidan sin miedo sus dirigentes locales. Porque en los estados hemos oído gente que nos ha comentado que quieren cambios en algunas di­rigencias locales. Decídanlo, ¿quién les va a decir que no? Deben crear esos procesos de filtros profundos, para que sea la gente que se lo merece quien llegue a los espacios; no esperen a que se haga muy tarde y tengan que salir a nombrar a las personas a última hora, y que resulten no ser las que ustedes más quieren. Empecemos de una vez a buscar esas personas comprometidas y enamoradas para el servicio. En nosotros los estudiantes es prácticamente un ruego. Díctenle la línea a todo el mundo, porque la gente tiene que empezar a obedecer al pueblo organizado. Impónganla. No le dejemos toda la tarea al Comandante porque sé que está cargado y le es difícil. Entonces, agilicemos y profundicemos para avanzar más rápido. A los diputados y diputadas les digo: apuéstenle a la lucha que no traiciona, a la lucha del pueblo. Tenemos que salir todavía más a las calles. Antes, el extinto Congreso no salía a las calles. Ahora se hace Parlamentarismo Social de Calle. Busquemos unos mecanismos todavía más efectivos para que los derechos

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de palabra que a veces son tan tiranos, tres minutos corticos, sean mecanismos de verdad, metodología que nos permita que esa línea del pueblo se convierta en ley, como pasó con la Constitución, que la gente la ama, la defiende tanto con la vida, porque ayudó a escribirla y porque todo el mundo la ha leído, es el libro más leído de Venezuela, más que la Biblia. En ningún otro país se lee la Constitución como acá, y es porque formamos parte de ella. Entonces, que todas nuestras leyes la gente las cumpla, porque las ayudó a redactar. Ese es el Poder Constituyente, ese es el llamado urgente para la Asamblea Nacional. De verdad, esa es la lucha que no traiciona; la Revolución no traiciona, el pueblo no traiciona, el Presidente lo sabe. También les pedimos que afinen los mecanismos de contraloría porque hay mucha lacra suelta, y la gente no se da abasto solita para solucionar esos problemas. A la oposición no le gusta que uno le lance mensajitos al Poder Judicial. No. Pero igual aquí va. A los fiscales y fiscalas, magistrados y magistradas, abogados y abogadas, los que no lo han hecho, defínanse; y los que ya lo hicieron, profundicen la Revolución. Este es el momento de acabar con las mafias del sistema de administración de justicia, y esa tarea pasa por un papel protagónico de ustedes. Todavía no ha llegado el cambio del modelo educativo pero nosotros les decimos: ¡¿Cómo es posible que se hable de imparcialidad si tienen el caso de la mujer que fue violentada, una mujer que fue maltratada, y tienen al agresor?! ¿Cómo se hace? ¿Cómo se hace en esos casos? Y además cuando sabemos que es verdad. Cuando los niños son víctimas de violencia, y a veces se pierden las evidencias, ¿cómo hacemos?

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Los invitamos a que revisen y además que nos digan cómo se hace para hacer justicia con ese paradigma de imparcialidad. Dígannos ustedes que son expertos en esas leyes, porque nosotros todavía lo estamos pensando. Ese es uno de los poderes que más rápido tiene que revisarse. ¿Por qué? Porque todavía nosotros tenemos sed de justicia por lo que nos hizo la Cuarta, por lo que nos hicieron esos políticos tradicionales, adecos, copeyanos, tanta gente maluca que nos hizo daño en las comunidades y ahí estamos esperando. Ese es el mensaje. En el Manifiesto de Cartagena, Bolívar señaló que la falta de probidad de las instituciones es causal del debilitamiento nacional. Él decía: La doctrina que apoyaba esta conducta –la impunidad ante la conspiración y los delitos– tenía su origen en las máximas filantrópicas de algunos escritores, que defienden la no residencia de facultad en nadie, para privar de la vida a un hombre, aun en el caso de haber delinquido éste en el delito de lesa patria. Al abrigo de esta piadosa doctrina, a cada conspiración sucedía un perdón y a cada conspiración y perdón sucedía otra conspiración que se volvía a perdonar; porque los gobiernos liberales deben distinguirse por la clemencia. ¡Clemencia criminal que contribuyó más que nada a derribar la máquina que todavía no habíamos enteramente concluido (…). Con estos antipolíticos e inexactos raciocinios, fascinaban a los simples; pero no convencían a los prudentes que conocían bien la inmensa diferencia que hay entre los pue-

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blos, los tiempos y las costumbres de aquellas repúblicas y las nuestras!

Bolívar fue muy educado cuando les llama simples. Yo usaría otro término que a esta hora no se puede socializar. Pero es la misma esencia por la que huele tan mal el discursito de reconciliación en los políticos viejos de oposición, cuando son ellos quienes no han pagado su deuda con el pueblo. Porque con su reconciliación no están dispuestos a aceptarnos, no están dispuestos a respetarnos. Lo que quieren es que no les pidamos cuentas. Eso es lo que ellos entienden por reconciliación, y en esos términos nosotros no la queremos. Por eso es tan sospechoso, o, mejor dicho, por eso es tan peligroso que otros le sigan el juego, y entonces hablen de reconciliación así como que todo es paz y amor. ¡Ah!, ¿y el crimen, y las muertes, y las maldades? ¡Ah!, ¡paz y amor! Por paz y amor es que nos han tenido sometidos todo el tiempo. No, el que cometió su crimen que lo pague, y después si se reivindica la historia lo absolverá. ¡Ah!, ¿no han puesto a Fidel en ésa? Además, él quedó absuelto hace años. ¿Por qué ellos no se someten al tribunal popular y a la historia, a ver si los absuelven? ¡Qué pedido de reconciliación si no han hecho nada para ganárselo! ¡Gánenselo! Con los golpistas, con los capitalistas además convencidos, con los opresores, con los mafiosos y los criminales y los corruptos, con ellos no hay reconciliación posible. Con la oposición que está de repente disociada, que está confundida, con ellos sí. En la medida que ellos conozcan los logros hermosos de esta Revolución, se van a sumar. Sabemos que muchos de ellos solamente están confundidos. Miren, no los

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hemos agarrado nosotros y no los hemos llevado para el barrio para que conozcan a los niños. Ahí es como se forman y nacen libres, en un barrio sano, gracias a una comunidad organizada. Que vean cómo esa misma comunidad organizada, a veces sin recursos del Estado, mantiene durante un año a un ambulatorio de Barrio Adentro con médicos y médicas, enfermeras, gratis, puestos por la comunidad por el puro amor. Si la oposición no es capaz de darse cuenta que verdaderamente eso es amor, que eso es socialismo, que eso es justicia, igualdad y derechos humanos, entonces tendremos que llevarlos después a los campos y llevarlos a ver que todo el país se está llenando de luchas y de tanta gente que está haciendo cosas. Esperando que ellos o se sumen, porque son rescatables y vamos a enamorarlos. Ya los otros están perdidos: con los mafiosos, los corruptos, los políticos malucos, con esos ya no hay remedio. A los estudiantes, a la juventud, los invito a que seamos ejemplo de pasión, de fuerza y de puesta al servicio de las causas más nobles. Tengamos conciencia política, aun en el que diga que no porque dizque somos jóvenes y no políticos. ¡Mentira, tengamos conciencia de clase! Francisco de Miranda escribió una vez: “¡Amáis a vuestra Patria! Acariciad ese sentimiento constantemente, fortificadlo por los medios posibles, porque sólo a su duración y a su energía deberéis hacer el bien”. Amar la Patria, luchar por ella, ese es el deber del estudiante, del joven, del revolucionario. Aunque algunos jóvenes tengan ideas de oposición, por ahora, que no salga un estudiante más defendiendo patronos y explotadores; por eso es que decimos que tengan conciencia de cla-

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ses, ¡…defendiendo a los poderosos en lugar de defender a los silenciados y oprimidos! Defendamos más bien a los pobres. Compartamos con ellos lo que hemos aprendido, porque a veces el estudiante que tiene acceso a esa educación es egoísta, aprende y se queda con eso; entonces lo luce delante de los demás, andan con esa soberbia, ¡cónchale! No, compártanlo con la gente que todavía no ha tenido acceso a esos privilegios; y una vez que compartamos con ellos lo que hemos aprendido, ya tendremos una garantía de que no seguiremos siendo esclavos del sistema. El panita Alí Primera suena por ahí todos los días. Nos recuerda con su canto: Sutil es la esclavitud, ya no sentimos el látigo que nos resuena en la espalda, es la nueva esclavitud. Claro, han pasado los años y ya no es como antaño; a mí me duele más esta esclavitud, somos esclavos de esclavos, nuestro amo tiene ama, a mí me duele más esta esclavitud. Problema de generación, no sé si lo planteo claro pero para mí hay una de dos: una, es destruir al amo; y dos, es tener un hijo esclavo.

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Y casi al final de esta canción, que prácticamente no tiene nada de desperdicio, él dice: Del sentir poderoso te hacen pensar como él aunque tú vivas en pozo tengas arriba su pie, era más libre el esclavo que había cuando la Colonia, que rezaba a su gloria pero con su propio rezo.

Yo todavía me pregunto cuál es el rezo de la oposición. Al menos lo que hemos visto, incluso en sus liderazgos más jóvenes plantean más de lo mismo. La defensa de un modelo que históricamente se agotó. Un modelo lejanamente inspirado en la Revolución Francesa, en el que la batuta la llevaba la burguesía que quería hacerse del poder político pero no para las mayorías, sino para beneficiarse a sí misma.

Ayer y hoy: la misma lucha El proceso revolucionario que se dio a partir del 19 de abril de 1810 y que simbólicamente, sólo simbólicamente, culminó en 1811, no incorporó al negro, ni al pardo, ni al indio, porque ellos no luchaban contra el imperio español sino contra el criollo que los explotaba. Quien verdaderamente incorpora a los negros e indios es Bolívar. Fue apenas el inicio de la dignificación de estos sujetos. Bolívar se enfrentó a una de las peores manchas en

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la historia humana, porque llevó la bandera del fin de la esclavitud por toda Latinoamérica. Hoy, el momento histórico actual, supera cualitativamente a­que­ lla necesidad de inclusión. El modelo que planteamos es el Socialismo, porque hoy, realmente, el sujeto histórico es el pueblo; son las mayorías. Sería bueno que al menos la oposición propusiera un modelo alternativo. Pero se montaron sobre un modelo fracasado y ahí ya no hay nada que hacer. El contacto permanente con la realidad, con las contradicciones, con las necesidades y las urgencias nos da herramientas para estar alertas ante las mutaciones del modelo imperial. Bolívar y sus compas libertadores lo hicieron. Antes de la Declaración de Independencia el imperio quiso mutar su forma de dominación política con el nombramiento arbitrario de una casta de dirigentes. En un disfraz de elecciones, los blancos de línea directa española se elegían entre ellos mismos y sólo ellos se reconocían como ciudadanos –más o menos algo así como quería hacer Carmona cuando se montó, que ellos se elegían entre ellos mismos, tumbaban a los que eligió el pueblo, eso es su herencia– y paralelamente lanzaban una campaña de descrédito a la juventud, a esa generación criolla que se convertiría en libertadora y a la que pertenecían Simón Bolívar, Antonio José de Sucre, Francisco de Miranda, Santiago Mariño, que cuando estaba la Declaración de la Independencia tenían la misma edad que tengo yo ahora, y otros tantos. Escuchamos hace unos minutos que el imperio sembró la división, la calumnia contra ellos, entre nuestros hermanos del continente. Hoy, Estados Unidos también lo hace con la Revolución Bolivariana.

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¡Cuánta semejanza existe entre las condiciones que llevaron a la primera Declaración de Independencia y la época en que vivimos! Podemos observar la prevalencia de un paradigma de injerencia y de subordinación política, pero que en el nuevo contexto es fomentado por el neoliberalismo en cada uno de nuestros países pobres, con excepción de Venezuela, donde Chávez, quien no es bobo, prefirió subordinarse al pueblo. Así vemos que la libertad nunca ha sido un decreto. Ciertamente, en 1811, con la Declaración de Independencia, se dio legalidad al deseo de soberanía y autodeterminación, y consta en el Acta. Los momentos que siguieron a la Declaración estuvieron cargados de mucha emoción, celebración en las calles, Miranda con la bandera por ahí, por las plazas, gritando, pero los motivos y causas del pronunciamiento no desaparecieron con la rapidez que se escribe en un papel. Por ejemplo, la Declaración de Independencia no acabó con la profunda exclusión social. En aquella época, el gobierno legitimado por la Corona negaba los derechos a toda persona que no tuviera descendencia española o canaria directa. Los indígenas, mulatos, negros, zambos, no podían entrar a las universidades, a las iglesias, no tenían participación en algunas actividades sociales y mucho menos políticas. Y es que no los veían como gente. No eran aceptados como ciudadanos y como ciudadanas. Luego de varios años y algunas batallas cruentas, los libertadores terminaron tomando el control sobre las provincias occidentales que aún quedaban en manos de los españoles. Más de una década separó la fecha de la Declaración hasta la batalla que selló la Independencia definitiva de Venezuela. La lección con esto ¿cuál es?, que en escasos 8 años la Revolución Bolivariana

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ha logrado mucho y transita con paso seguro hacia la profundización. No hay razones entonces para el pesimismo. Como en 1881, a Venezuela le llegó la hora de asumir una voz de liderazgo. Un papel de vanguardia continental y más allá, porque notemos que nuestros hermanos en África están empezando a solicitar su reconocimiento como sujetos históricos; o sea que están caminando hacia un nuevo modelo que se separe de esa herencia imperialista y de dominación. Si comparamos las condiciones que condujeron a la Primera Independencia con la actualidad, tenemos que la exclusión no es alimentada ahora por nuestro sistema de gobierno sino por el modelo económico mundial dominante: el capitalismo en su fase neoliberal. De allí la necesidad de entender, en su justa dimensión, el planteamiento y el alcance de la Revolución Bolivariana que lidera el Comandante. Se trata de crear una alternativa a ese modelo que ha puesto en peligro la vida humana. De nuevo el maestro Simón Rodríguez, visionario, nos sirve para ilustrar el momento histórico en que vivimos: “Hoy se piensa como nunca se había pensado; se oyen cosas que nunca se habían oído; se escribe como nunca se había escrito”; y esto va formando opinión a favor de una reforma que nunca se había intentado: la reforma de la sociedad. El proceso nos ha permitido ver que todavía tenemos puestas las cadenas de una nueva esclavitud, y que a pesar de ello ya estamos materializando los planteamientos originarios y urgentes de nuestros libertadores. Nosotros estamos haciendo realidad que la participación política, la incorporación de las mayorías en la toma de decisiones, sirva de ejemplo a las democracias enfermas del resto del mundo.

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Es así, como ustedes y nosotros, la juventud, entendimos que no podemos dejar para mañana el deber de asumir con todas nuestras fuerzas las riendas del país. Además, esta vez nosotros les llevamos ventaja a aquella generación. La Declaración de Independencia, tan bella, que escuchamos, fue firmada por 41 personas. Nuestra nueva Declaración de Independencia, que es la Constitución de 1999, fue firmada por millones de venezolanos y venezolanas con su voto consciente. Eso es una garantía más. Incluso, quienes no estábamos en edad de votar ayudamos a redactarla y eso consta en los videos que deben reposar en los archivos de esta misma Asamblea Nacional, cómo los mismos niños y niñas que se incorporaron en ese proceso sellaron con sus letras su acta, su declaración de independencia y no necesitaron ni firmar ni votar porque todavía en ese momento no eran reconocidos como ciudadanos y sujetos de derechos. Los videos están allí. Por eso hoy estamos comprometidos con su materialización los más jóvenes. Lástima por los muchachos que encerraron en sus burbujas y los pusieron a ver el Club Disney, mientras nosotros estábamos haciendo leyes con nuestros padres y nuestros vecinos de la comunidad y que por eso ellos nunca supieron qué pasó hasta la semana pasada, hasta hace tres meses más o menos, cuando empezaron los bochinches. Lástima, porque la familia tiene un rol protagónico, una corresponsabilidad en la construcción de ciudadanía, y en esos sectores la familia tiene que asumir el rol que le corresponde para que los muchachos, desde pequeños, se formen conciencia clara y sepan a qué mundo se están enfrentando.

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Nosotros, más que eso, hoy queremos desarrollar y profundizar la Constitución y nos sentimos representados en cada uno de sus principios. Nuestros sueños están allí plasmados, entonces lo que tenemos que hacer es desarrollarla y profundizarla. Después de varios intentos de derrocar esta Revolución que tanto nos ha costado, nos declaramos en alerta permanente. Ahora, cuando tomamos conciencia de que estamos en presencia de un golpe continuado –porque lo vamos a seguir viendo–, en el que el enemigo cambia sus estrategias con mucha velocidad para neutralizar a nuestro líder o para desmoralizarnos y sembrar dudas, división; ahora que apenas dejamos de ser instrumentos del capital porque tomamos conciencia para caminar hacia el Socialismo, el reto más grande que tenemos es mantener la firmeza y no dejarnos llevar por la gente que anda dudando: —¡Ay!, ¿no será que está revolución es de verdad? Ahí hay que decirles: —Miren, si ustedes no saben, yo sí, porque todos los días me meto en el barrio y ahí la gente no tiene ni una sola duda de que esta Revolución es de verdad y que vale la pena. A los otros que están dudando, perdónenme, pero en la medida en que se desconecten de las comunidades y que se despeguen de las calles y de la gente del pueblo que está construyendo y que no cobra ni medio, en la medida en que se despeguen es que van a empezar a tener miedo. Porque nuestra gente sabe que no tiene otro destino posible. O hace la Revolución o se muere de hambre, o la mata la derecha con sus ideas No hay más opción. A esa gente ¿tú le vas a preguntar que si es de verdad? ¡Claro que es de verdad! Antes que la muerte, la Revolución. Más nada.

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Así como ellos se aprovechan para poner en evidencia las contradicciones propias del momento en el que estamos y que caminamos hacia el Socialismo, el reto más grande entonces es mantener la firmeza. No podemos desesperarnos. Como proceso hay que entender que eso es poco a poco, que la hora de los corruptos va a llegar, que la hora de los que tienen que salir va a llegar. En los diferentes momentos se les ha planteado y ellos solitos se han salido o se han volteado. O sea, eso va a llegar. Nosotros vamos a profundizarlo, le vamos a meter la fuerza, cuando la oposición nos dé el papayazo nosotros también lo vamos a aprovechar; la ruta está marcada y con esto cierro. Además, como lo diría Bolívar que hablaba un millón de veces mejor que nosotros, este es mensaje a todos: “…no seáis insensibles a los lamentos de vuestros hermanos. Vayan veloces a vengar al muerto, a dar vida al moribundo, soltura al oprimido y libertad a todos” y hoy decimos “…y a todas”. Muchas gracias.

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“Acá la Revolución continúa” Presidente Evo Morales Ayma


Presidente Evo Morales Ayma

Político y líder del movimiento cocalero boliviano. Participó en el Sindicato Agrícola de San Francisco. Fue uno de los fundadores del Movimiento al Socialismo (MAS). Triunfó en las elecciones presidenciales del año 2005, convirtiéndose en el primer presidente indígena de Bolivia. Durante su mandato ha impulsado cambios radicales en beneficio de

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las clases más desposeídas.

“En estos tiempos de rebelión de los pueblos contra el imperio es importante cerrar esas venas abiertas en América Latina”.


Acá la Revolución continúa* Evo Morales Ayma Saludos al pueblo de Venezuela. Agradezco esta invitación a participar y celebrar la Independencia de nuestra hermana República Bolivariana de Venezuela. Sorprendido por este gran recibimiento, como siempre, de Venezuela, del pueblo venezolano y de sus autoridades en esta clase de actos tan importantes, no solamente para Venezuela sino para Bolivia y para toda Latinoamérica. Sorprendido de tanto homenaje, de esta recepción y, sobre todo, sorprendido por cantar acá en Venezuela 5 o 6 veces el Himno Nacional, hoy, en su aniversario. Es decir, muchas gracias a ustedes por ese cariño, por ese respeto, respeto de nuestros pueblos.

Bolivia: una larga lucha Quiero explicar, para que mucha gente lo pueda entender, por qué levanto la mano izquierda con el puño en alto al escuchar nuestro Himno Nacional: lo hago para reivindicar a los movi*  DISCURSO DE ORDEN DEL CIUDADANO PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE BOLIVIA, EVO MORALES AYMA, CON MOTIVO DE CONMEMORARSE EL 197º ANIVERSARIO DEL 5 DE JULIO DE 1811, DÍA DE LA DECLARACIÓN SOLEMNE DE INDEPENDENCIA.

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mientos sociales, especialmente el movimiento campesino indígena. Nuestros antepasados permanentemente lucharon por la liberación de nuestro pueblo y siempre levantaron el puño en alto, pero después que llegamos al Gobierno Nacional como movimiento social, especialmente como movimiento campesino indígena, nuestras fuerzas sociales decidieron tener un símbolo para cantar nuestro Himno Nacional, y este puño [levanta la mano izquierda empuñada] representa la rebelión de antes, la rebelión de hoy, de todo corazón por la patria y por el pueblo boliviano. Ha sido una lucha de muchos años, durante la Colonia, durante la República, durante la aplicación de subastas políticas que permitían saquear los recursos naturales. Me estaba acordando que el movimiento campesino indígena en mi país ha sido el sector más humillado, más despreciado. Incluso en algunas épocas plantearon el exterminio de los pueblos indígenas en Bolivia. Lamento que en algunas regiones de algunos países exterminaron a nuestros hermanos. Algunas otras resistimos. Resistieron nuestros antepasados, defendieron el territorio, aun­ que con muchos saqueos a nuestros recursos naturales, particularmente en Bolivia. Si revisamos nuestra historia, sobre todo en la lucha por la Independencia, se ve a la cabeza el movimiento indígena, acompañado, por supuesto, por grandes líderes durante la colonia: Túpac Katari, Túpac Amaru, Bartolina Sisa, Zárate Willka, y tantos líderes indígenas. La presencia de Simón Bolívar y Antonio José de Sucre ha sido muy importante entre mestizos e indígenas, quienes apostaron por la liberación y por la independencia de nuestros pueblos.

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Pero durante la colonia había ciertos poderosos que ostentaban el poder político, el poder económico, los virreinatos, las oligarquías –perdonen, con mucho respeto a la iglesia católica– y algunos grupos de la iglesia católica. Cuando los pueblos indígenas no se sometían a la oración, habían normas, leyes; y si se rebelaban ante las normas, estaba la espada o los golpes militares. Estaba revisando algo de nuestra historia en Bolivia. En los grupos, las familias y las oligarquías había un hermano que era padre en la iglesia católica, otro era abogado y otro militar; y aún tenemos en Bolivia algunas familias, pero ¿qué hacían cuando querían someter en oración, o se rebelaba el pueblo? Aplicaban las leyes con el otro hermano que era abogado. Cuando se rebelaban contra esas leyes de saqueos, daban el golpe militar, y para eso estaba el otro hermano. Eso ha sido resistido por nuestro pueblo, todo por ese territorio, todo por los recursos naturales y todo por tener una identidad, una cultura propia, indígena. No estoy acusando que todos son malos. Tenemos padres de la iglesia católica que dieron sus vidas por los pobres, por los pueblos indígenas, como Luis Espinar, torturado y después asesinado. Nuestro homenaje a esos padres, quienes dieron sus vidas por todos los hermanos del campo y de la ciudad. Muchos abogados dieron su conocimiento por la patria, también militares patriotas como el teniente coronel Gualberto Villarroel, junto a otro teniente coronel, Germán Busch –no Bush de Estados Unidos, por si acaso. Son los primeros tenientes coroneles que en la década del 30 convocaron al Congreso del Movimiento Indígena; y sólo por haber convocado al Congreso del Movimiento

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Indígena, el teniente coronel Gualberto Villarroel fue colgado de un farol de la Plaza Murillo. Había patriotas, pero este grupo de poder nunca quiso la igualdad de nuestro pueblo, nunca quiso la justicia de nuestro pueblo. Querían esa tierra, vivían allí, pero solamente era para saquear sus recursos naturales. Querían al pueblo solamente por sus votos y después para explotarlos. O si querían el Palacio era para robar y robar los recursos naturales o los recursos económicos del pueblo boliviano. En algún momento dije, y no me arrepiento: “El peor enemigo de los bolivianos es la corrupción”. Y el modelo económico neoliberal, por supuesto. Los medios de comunicación que estaban cuando era dirigente sindical del Chapare decían: “Bolivia, subcampeón mundial en corrupción”. Mi pueblo, el verdadero pueblo, lamentablemente y por necesidad, se va a Argentina a buscar trabajo, y allí dicen que el boliviano es honesto y trabajador; voy a Barcelona, España, y algunos empresarios los tienen trabajando allí medio ocultos porque no están legalizados, sin documentación, y cuando se les pregunta por qué los tienen trabajando ocultos, ellos dicen: “Porque este boliviano es honrado y trabajador”. Así es el verdadero boliviano y no la clase política.

Lucha popular y poder político Quiero contarles algo de ese tema, del tema político. En la década de los 90 no quería entrar a la política, porque en Bolivia el político siempre era visto como farsante, como ladrón, como maleante. Yo no quería mezclarme con ellos, prefería estar en la dirección sindical. Decidí apostar y atender algunas demandas,

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algunas reivindicaciones. Tantas marchas y movilizaciones, de 400, 500, 600 kilómetros, que eran en busca de reivindicaciones, marchas de un mes, de dos semanas, una semana, pidiendo atención a temas sociales, el respeto a nuestros recursos naturales, transformaciones estructurales. En el año 1994, después de una gran marcha pacífica, firmamos buenos y excelentes acuerdos con el gobierno de turno. Inclusive éste se comprometió a que iba a emprender una campaña para despenalizar la hoja de coca, con documento en mano. Estábamos contentos porque habíamos logrado algo. Pasan una, dos semanas, y su canciller dijo: “La coca es cocaína, por lo tanto hay que erradicarla”. Firmamos acuerdos sobre la tenencia de tierras, que igualmente quedaron plasmados sólo en el papel. Luego de largas luchas comunales y sindicales, tantos acuerdos que sólo quedaban plas­ mados en papel… Nos preguntábamos: ¿quién gana? De esos acuerdos sólo gana el papel. Y nos preguntábamos: ¿cuándo se van a cumplir esos acuerdos firmados gracias a la fuerza sindical, a la fuerza comunal, a la fuerza de los movimientos sociales? Y un día nos dijimos: Sólo se van a cumplir cuando nosotros seamos poder político y para ser poder político hay que construir un instrumento político para la liberación, un instrumento político para la soberanía de los pueblos. Y realizamos un congreso de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia junto a otras confederaciones campesinas, indígenas, mujeres, algunos sectores de trabajadores fuera del movimiento campesino, muy pocos profesionales e intelectuales, para apostar a la construcción de tal instrumento político.

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Y quiero decirles, queridos parlamentarios y pueblo venezolano, que ese movimiento político que me lleva a la Presidencia no nace de un grupo de politólogos, no ha sido creado por un grupo de intelectuales, no nace de un grupo de expertos en fundar partidos de derecha o de izquierda, sino del mismo surgimiento de esas luchas sindicales, sociales, de esas marchas, que nos obligaron a construir un movimiento político llamado Movimiento Al Socialismo. Por eso este movimiento político, instrumento político por la soberanía de los pueblos, nace de esa larga lucha del movimiento indígena, del movimiento campesino, de los movimientos sociales para liberar a nuestros pueblos, para cambiar los modelos económicos, para fortalecer esa lucha de los pueblos, toda una historia, toda una trayectoria. Yo nada sabía de política. Recuerdo cuando en 1985 o 1986 era delegado de base y participaba en los diálogos, que acompañaba a los dirigentes en los debates con los ministros y cuando algún dirigente sindical planteaba temas estructurales, temas de fondo; entonces el representante del Poder Ejecutivo decía algo así como: “No, usted está haciendo política, usted no tiene derecho a hacer política, sus políticas son hacha y machete o pala y pico”, instrumentos de trabajo en la agricultura en el Altiplano así como también en el oriente de Bolivia. Pero cuando llegaban las elecciones todos andaban detrás del movimiento campesino para conquistar su voto. Y cuando ganaban se venían con políticas contra el movimiento obrero, contra el movimiento campesino indígena, normas contra la patria, contra el pueblo boliviano. Estos temas nos obligaron a despertar y a hacer un movimiento político para el pueblo y del pueblo;

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y sobre todo en estas luchas en Latinoamérica, buscando la verdadera independencia de nuestras naciones.

Diálogo sin sometimiento ni dominación Quiero decirles, compañeras y compañeros, hermanas y hermanos, que hemos empezado a identificar a los enemigos internos, primero, y a los enemigos externos. Saludamos al embajador de Estados Unidos, presente acá, pero el año 1988, cuando todavía yo era dirigente de un sindicato de base, hubo un enfrentamiento entre el movimiento campesino y las fuerzas represivas, llamadas Fuerzas Armadas, Policía Nacional. Ahí no pude entender cómo un uniformado norteamericano armado nos disparaba. Eso fue en junio del 88, y yo estaba muy jovenzuelo, por supuesto, recién salido del cuartel, del servicio militar obligatorio, y allí en las Fuerzas Armadas me habían enseñado que ningún militar extranjero uniformado y armado puede andar en nuestro territorio nacional. Eso me enseñaron en las Fuerzas Armadas. ¡¿Pero un militar norteamericano disparándonos?! Eso me hizo despertar. ¿Por qué la presencia militar norteamericana disparándonos? Tenemos videos de esos años, gracias a algunos medios de comunicación que filmaron esa confrontación donde hubo once muertos. Y si revisamos esa historia nos encontramos que había una base militar en Chimoré, y habían construido un aeropuerto. Imagínense, en ese aeropuerto de Chimoré no podían entrar aviones si no tenían permiso de la Embajada de Estados Unidos, ni el vicepresidente podía entrar a la pista si no había permiso. En el año 94 o 95 fui invitado para un debate en un canal de televisión

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y el periodista me dijo que debía ir al debate. Y yo le respondo que estoy en un conflicto, que no puedo salir del Chafaré, y él insiste ofreciendo una avioneta para que me recogiera. Pero más tarde me llama ese mismo periodista para decirme que el embajador de Estados Unidos no permite que la avioneta aterrice en Chimoré. Bueno, nos quedamos ahí. Y así puedo comentarles mucho más, pero ahora quiero decirles, hermanas y hermanos, y al presidente Chávez, que sin ningún permiso de embajada hoy se puede utilizar esa pista de Chimoré. Esa es la liberación, esa es la dignificación de nuestros pueblos. Aunque podemos recordar mucho sobre eso, queremos decirles que somos de la cultura del diálogo, queremos tener amistad con todo el mundo, pero sin sometimiento. Debe recordar, hermano Presidente, que en diciembre de 2006 me tocó organizar una Cumbre de Jefes de Estado de Suramérica, proceso de integración en el que firmamos el Tratado Constitutivo de Unasur. Pero de esa reunión en Cochabamba quedan detenidos dos jóvenes de Estados Unidos. Y pregunto: ¿por qué quedan detenidos? Me dicen que querían entrar como periodistas a la reunión de jefes de Estado. Luego investigamos. Los detenidos primero nos dijeron que eran periodistas, y no tenían ninguna credencial de periodistas; luego, que eran estudiantes, nada tenían de estudiantes; y finalmente dijeron que eran admiradores de Evo, que estaban buscando al presidente Evo. ¿Por qué no pidieron audiencia si querían verme? Deben haber sido jóvenes del llamado Cuerpo de Paz, creo que tenían programado hacer seguimiento a los presidentes. Y puedo comentar mucho de esto.

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Reiterándoles, quiero decirles que el movimiento indígena es la cultura del diálogo, somos de amistad, somos de solidaridad, vivimos en colectividad, queremos tener amistad con todo el mundo, con Cuba, con Venezuela, con Estados Unidos, pero sin ningún sometimiento ni subordinación, sin ningún control político. Ese es nuestro deseo. En las reuniones que tengo con muchos embajadores de América, de Europa, de Asia aprendo bastante. Quisiera cada día tener una reunión con los embajadores para conocer mejor sobre el mundo. No tuve la oportunidad de conocerlo en las universidades, pero el Gabinete es ahora mi mejor universidad, las relaciones internacionales. No quiero aprender cómo someter a otros pueblos, no nos gusta, no somos de esa cultura. Pero fíjense que cuando hablamos del movimiento indígena algunos grupos nos acusan de racistas. Quiero contarles una vivencia. En las comunidades campesinas indígenas, hay una sola misa en las fiestas patronales en Orinoca, el 4 de octubre, santo San Francisco de Asís (creo que también fue santo de Simón Bolívar, qué coincidencia); con motivo de esa fiesta la gente de la ciudad va al campo, y nuestras mamás, nuestras familias, nuestros tíos, tías, nuestros vecinos, vecinas, miran a ver qué personas de las ciudades llegan al campo y los buscan para hacerlos sus compadres, para que esa persona de la ciudad bautice a su hijo o haga casar a sus hijos. Y cuando uno consigue a una persona de la ciudad como compadre, ese compadre es bien querido, todo el año se trabaja para el compadre: la mejor papa, el mejor cordero hay que guardarlo para el compadre porque cada año les visita. Recientemente he sido invitado a una fiesta de matrimonio en mi región en la zona

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del trópico de Cochabamba, y los padrinos de matrimonio eran gente de la ciudad, y por supuesto eso hacía que la familia de los novios sintiera que tenían otro rango. Me he quedado impresionado, eso pasó hace unos 4 o 5 años atrás; y aún sigue la costumbre. A veces cuando hablo del movimiento indígena, cuando lo reivindico, me tratan de racista. El movimiento indígena no es racista. Les acabo de hablar de la familia campesina indígena que, pese a semejante sometimiento, desprecio, odio, emprendieron luchas que nos permitieron llegar hasta la Presidencia para resolver nosotros mismos los problemas del país, sin odios ni racismo. Ustedes han debido escuchar hace unos cuantos meses atrás, que llamaban al compañero, al hermano presidente y comandante Hugo Chávez, el “macaco mayor”. Entonces yo tenía que ser el “macaco menor”, soy el “macaco menor”. No es posible que algunos grupos que representan al modelo neoliberal, todavía nos traten de animales a los presidentes. ¿Cómo será, entonces, al pueblo boliviano?, ¿cómo tratarán al pueblo de a pie? Esa historia sigue todavía. En estos días están permanentemente acusándome de terrorista o que hago de terrorismo de Estado. No me asusta. ¿Y saben por qué no me asusta? Porque cuando era dirigente sindical Evo era narcotraficante, era terrorista, era asesino; cuando era diputado la historia se repitió, otra vez: Evo es narcotraficante, terrorista, y me acusaron de asesino para expulsarme del Congreso Nacional; llego a presidente y sigue esa historia: asesino, narcotraficante y terrorista. Aunque en los años 1993-94 me preocupaba un poco porque se veía en espacios televisivos, pagados con la plata del pueblo,

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“Evo, narcotraficante”, cada 10 o 15 minutos. En ese momento no podía entender qué estaba pasando, de verdad quiero contarles que me botaba en la cama, derramaba lágrimas y echaba la culpa a mis padres, les decía mentalmente: “¿A qué mundo me han traído mis padres para que cada 10 o 15 minutos me estén diciendo por los espacios televisivos que soy un narcotraficante?”. En el 2002 me acusaron de que yo era el Bin Laden andino y los cocaleros los talibanes. Eso salió de la boca de un embajador de Estados Unidos; está escrito, está filmado, está en los periódicos.

Bolivia: un proceso sin retorno Todo esto refleja la historia de esta lucha que avanzamos. Siento personalmente, querido Presidente, parlamentarios, invitados especiales, que hay una gran rebelión de pueblos en Latinoamérica. Por ejemplo, esa lucha del compañero, hermano, presidente Fidel Castro, no ha sido en vano. Desde acá quiero decir al compañero Fidel que no sólo no ha sido en vano, sino que ahora Fidel no está solo, Cuba no está sola, porque hay muchísimos procesos de liberación en Latinoamérica que lo acompañan. De verdad mi respeto, mi admiración a presidentes, a comandantes, a pueblos que luchan por su dignidad, por su soberanía, por su liberación. Desde Latinoamérica estamos apostando por una liberación, la segunda liberación diría yo, la definitiva. Lo será, hermanas y hermanos. En Bolivia, me acuerdo, en el año 2006, cuando juré como presidente de la República, que algunos grupos conservadores decían. “Ah, pobre indiecito Evo, que se divierta en la Presidencia

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unos 4, 5, 6 meses. No va a poder, después lo vamos a sacar, se va a ir no más”. Cuando el año pasado, el 22 de enero, di mi informe de actividades de un año de gestión, ¿qué dijeron esos grupos? “Este indio se va a quedar por mucho tiempo, hay que hacer algo”. Y eso de hacer algo es ahora molestar permanentemente, hacer una campaña sucia. Como decía anoche con mis compañeros del Consejo de Ayllus y Markas de Conamac, que en esas reuniones ocultas, reservadas, planifican tumbar al indio, y desde Caracas, desde Venezuela, yo quiero decirles: Tal vez puedan tumbar al indio, pero nunca van a tumbar al pueblo revolucionario de Bolivia porque este proceso es sin retorno. Compañeras y compañeros, la conciencia del pueblo por la patria va creciendo. Esa guerra sucia económica tan cruel contra el pueblo boliviano está fracasando, porque en el primer año de mi gobierno, de verdad, con mucha sinceridad, yo no sabía de corralito bancario, de corrida bancaria; no sabía nada. Escuchaba en los medios de comunicación cuando había problemas serios de corralitos bancarios en Argentina hace años atrás, pero de eso yo no sabía nada. Nuestro vicepresidente de la República –que, por cierto, les envía un gran saludo–, el compañero Álvaro García Linera y compañeros muy comprometidos con este proceso de cambios, así como los movimientos sociales, me advertían preocupados: “Esta tarde ha habido algunas colas de personas en los bancos para retirar su plata porque un medio de comunicación ha lanzado la especie que va a haber corralito bancario; están comentando en la prensa que el Plan Nacional de Desarrollo lo vamos a implementar con ahorros del pueblo boliviano y la gente está retirando su dinero”. Hubo una

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convocatoria con el sector financiero, con los banqueros. Me enteré que unos tres o cuatro empresarios en el transcurso del día retiraron unos millones de dólares, llevaron las papeletas de retiro, y se oía que retiraron tantos millones de dólares, que había corrida bancaria y la gente se asustaba, pero finalmente fracasaron. El año pasado intentaron confundir al pueblo con el tema de la inflación. Algunos industriales, no todos, ocultaron sus productos. Prefirieron ocultarlos para hacer subir los precios y echar la culpa al Presidente. Felizmente el pueblo boliviano se dio cuenta de esa guerra sucia o guerra económica. Es verdad que tenemos un problema serio, como el del trigo y algunos productos, pero en la reunión de Mercosur que tuvimos la semana pasada en Tucumán, debatimos los presidentes cómo, de manera complementaria y solidaria, podemos enfrentar estos problemas de alimentación que ya no son de una región sino de todo el mundo. Yo pensé que la guerra económica no era tan sucia, pensé que como presidente me iban a respetar. No, más bien hay grupos que siento que, aunque se reducen, se radicalizan contra el gobierno. Será por muchas situaciones, tal vez de codicia, tal vez de envidia. Recuerdo, compañero Chávez, cuando nos reunimos con el compañero Fidel, antes del 1° de mayo de 2006 en La Habana, Cuba, que en la reunión les comentaba con mucha confianza que tenía ya decidida la nacionalización de los hidrocarburos. Con mucho respeto, el compañero Chávez y el compañero Fidel me decían: “No todavía, espere”. Pero cuando vuelvo a Bolivia corren la noticia de que Chávez y Fidel me habían recomen-

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dado nacionalizar los hidrocarburos. ¿Recuerda, compañero Chávez? Quiero que conozcan acerca de dos o tres temas de política macroeconómica. El Estado boliviano en el 2005, antes de yo ser presidente de la República, sólo recibió 300 millones de dólares de los hidrocarburos. El año 2007 recibimos 1.930 millones de dólares; en el año 2005 el Estado boliviano tenía todavía déficit fiscal y en los años 2006 y 2007 ya tenemos superávit fiscal. Las reservas internacionales en enero de 2006, cuando juré como presidente de la República, apenas eran de 1.700 millones de dólares, el último país en reservas internacionales en Suramérica; hace dos semanas atrás, el Presidente del Banco Central de Bolivia anunció que tenemos más de 7.000 millones de dólares, ya no somos el último país en reservas internacionales de Suramérica. Por supuesto, es casi imposible alcanzar a Venezuela, son 30 o 40 mil millones en reservas internacionales. Saludamos, nuestro respeto, nuestra admiración. Pero si en el año 2006 éramos el último país, ahora vamos subiendo poco a poco. Les comento que personalmente siento que esos grupos tienen envidia de estas transformaciones profundas en lo estructural, en lo social, en lo económico. Aunque no son cambios suficientes, por cierto; es imposible resolver daños de quinientos años en dos años y medio de gobierno. El año pasado, algunos prefectos, que son restos del neoliberalismo que se van a algunas regiones, piden públicamente mi revocatoria. Yo aguanté hasta cierto punto, traté de no escucharlos pero seguían insistiendo. Finalmente les dije que no hay ningún

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problema, lo sometemos al pueblo, vamos al referendo. Cuando les dije que íbamos al referendo, entonces ya no querían. Ahora, por fin anoche, dos prefectos aceptaron, lo cual saludamos. Que respeten la norma, que se sometan al pueblo; el pueblo es el mejor juez, el que puede juzgar a los presidentes. Pero quiero decirles otra cosa: Tal vez como presidente, como gobierno, nos podemos equivocar; para los pueblos revolucionarios puede haber errores, pero jamás habrá traiciones porque jamás podremos olvidar esa lucha histórica por la liberación, dignidad y unidad de nuestros pueblos; luego que tanta gente ha muerto, que tanta gente ha dado su vida, ¿cómo podríamos traicionar esa lucha? Alguna vez dije que las formas de administrar una comunidad, un sindicato, vienen de ese esfuerzo que hacen las autoridades originarias. Ser autoridad es servir al pueblo; nuestros antepasados nos dejaron tres principios básicos para servir al pueblo: amosua, amallulla, amoquella, que es “no robar, no mentir, ni ser flojos”. Pero a estos tres principios básicos de servir al pueblo, yo incluyo tres elementos importantes: el antiimperialismo, el antineoliberalismo y el anticolonialismo. Si juntamos estos principios, por una parte una revolución moral y ética, y por otra parte una revolución cultural, ideológica, programática, estoy seguro que nuestros pueblos jamás van a retroceder junto a sus líderes sindicales, sociales o presidentes; porque aquí nos la estamos jugando por la vida, por la humanidad; aquí estamos buscando igualdad entre nuestros pueblos.

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Siempre será difícil –así lo siento como presidente en estos dos años y medio–, pero jamás estaré desmoralizado porque veo que esos pueblos, pese a que todavía no hemos podido atender todas sus demandas, están muy firmes. Ellos saben que este proceso de cambio es irreversible, es un camino sin retorno y apostamos todo, haciendo esfuerzos, pero en democracia, buscando igualdad y justicia social. Estoy muy contento; primero, por las transformaciones estructurales; segundo, por la atención a las demandas sociales; pero sobre todo, porque quienes me atacan son grupos oligárquicos. Es que esta es la lucha del pueblo boliviano, una lucha histórica; si ellos me atacan, estoy muy contento porque tendrían que reaccionar contra Evo Morales y contra el Gobierno Nacional. Yo estaría defraudado si esos grupos me estuvieran apoyando. Me sentiría decepcionado si esos grupos me felicitaran, me alabaran. El pueblo y nuestras fuerzas sociales conocen esta situación. Necesitamos mayor unidad, mayor coordinación entre los movimientos sociales, no solamente de Bolivia sino de Latinoamérica; mayor coordinación entre los presidentes, mayor unidad en Suramérica y en Latinoamérica; mayor conciencia de nuestros pueblos para frenar esta conspiración interna y externa. Mientras las relaciones con algunos países no sean de igual a igual habrá conspiración externa; mientras también se estén jugando sus modelos económicos habrá conspiración externa. Aquí están enfrentados modelos económicos: uno de igualdad y justicia y otro de un sistema capitalista. Cuando condenamos el capitalismo, brincan y dicen que el presidente Evo Morales no va a respetar la propiedad privada. Quiero decirles que una cosa

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es la propiedad privada y otra cosa el capitalismo. La propiedad privada está garantizada en el país. Se va a garantizar. ¿Quién no tiene algo?, ¿quién no es dueño de algo? Todos tenemos algo de propiedad, pero tratan de confundir; y cuando apostamos por una transformación pacífica, democrática, mediante una nueva constitución política para el Estado boliviano, no quieren que se apruebe ni mucho menos que se consulte al pueblo boliviano; le tienen miedo al pueblo porque el pueblo es el que va a aprobar con amplia mayoría nuestra nueva constitución política del Estado boliviano. Hay una campaña sucia contra ella, y a la cabeza está el embajador de Estados Unidos. Y ¿saben por qué? Porque en la nueva constitución no se permite base militar de ningún país en Bolivia. Otros grupos no quieren que se apruebe la nueva constitución política porque en ella se plantea que los servicios básicos como el agua, la energía, la luz, el teléfono, son derechos humanos. Si son derechos humanos, los servicios básicos no pueden ser de negocio privado, sino de servicio público; y eso no lo aceptan los grupos que negocian con el agua, que negocian con la luz, por lo que tendrían que oponerse en todo caso. Esa será otra lucha. Quiero decirles, hermanas y hermanos, de verdad estoy muy sorprendido por esta invitación, por el cariño del pueblo venezolano, y quiero saludar su gran solidaridad. Estaba revisando la historia y Venezuela siempre ha apoyado al pueblo boliviano, convencida de que Bolivia es la hija predilecta de Bolívar. Convencidos, apoyaron ahora esta solidaridad, esta cooperación con Bolivia que llega a los sectores más abandonados.

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Me acuerdo que hace semanas atrás estaba en un acto de la Fuerza Naval Boliviana y el comandante comentó que hace tiempo las seis comandancias habían recibido regalada de Venezuela una embarcación llamada “Simón Bolívar”. Luego en otro acto de la Fuerza Aérea Boliviana me dicen: “Esos tres aviones nos los dio Venezuela”. Llego a Sucre y su mercado central había sido construido hace 20 o 30 años atrás con el apoyo de Venezuela. Y ahora esa cooperación no solamente llega para las Fuerzas Armadas sino que llega a las comunidades campesinas indígenas. De verdad, quiero decirles, compañero Chávez, al Gobierno, al pueblo, muchísimas gracias. Finalmente, quiero sumarme a la fiesta del Día de la Independencia de Venezuela, y espero que el presidente Hugo Chávez también nos pueda acompañar en las fiestas de la Independencia de mi país, que son el 6 de agosto. Por tanto, no vengo gratis, compañero Chávez. Vamos a acompañarnos, recordar nuestra historia, esas luchas de todos los sectores y de lo que estamos apostando en Bolivia, que es la igualdad. Efectivamente, todos somos originarios, algunos somos originarios milenarios, muchos, pero muy pobres. Algunos somos originarios contemporáneos, pocos, muy ricos. Lo que estamos buscando es cómo juntarnos para que se dé la igualdad entre nuestros pueblos y entre los bolivianos pero, sobre todo, nuestra meta está orientada y queremos compartir con ustedes que, en tiempos de rebelión de los pueblos contra el imperio, es importante cerrar esas venas abiertas en América Latina. Ya no puede haber más saqueos de nuestros recursos naturales. Esos recursos naturales tienen que volver a los pueblos, para los pueblos. Esos recursos naturales deben beneficiarlos,

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ahí compartimos la lucha de Venezuela, de muchos países que van avanzando para nunca más someternos. Por tanto, jamás entregarnos, ni humillarnos ni vendernos, sino que acá la Revolución continúa. Quiero decirles, compañeros, muchísimas gracias por haberme invitado y muchas gracias por este espacio.

* * * Palabras pronunciadas por el Ciudadano Presidente Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez Frías Muchas gracias, Presidenta. Yo no voy a dar un segundo discurso de orden, no se preocupen. Saludo a todos con mucho afecto, señora Presidenta, diputadas, diputados, señores embajadores, compañeros todos: Sólo, muy breve, para agradecer al presidente Evo Morales haber aceptado la invitación que se le hizo para este día de hoy. Hace varios años tú estuviste aquí, y fue Orador de Orden el presidente argentino, Néstor Kirchner. Creo que hace dos años, en 2006. Ahora hemos oído a un líder, a un hombre del pueblo profundo de Bolivia, de nuestro pueblo profundo de Suramérica, de América Latina. En una ocasión a mí se me acusó de que estaba enviando armas y recursos, mucho dinero, a un tal Evo y yo ni sabía quién era Evo, pero me acusaban que le estaba mandando

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fusiles, armamento y dinero para una rebelión indígena, a ti y a Felipe Quispe, a quien tampoco conocía, y aún no conozco. Forma parte de toda esta historia, tal como el presidente Evo lo denunciaba, aquí, en su valiente discurso, en sus claras palabras. La guerra sucia. Pero vamos derrotando la guerra sucia y la seguiremos derrotándola. 5 de Julio es para nosotros muy significativo, y más aún teniéndote a ti, Evo. Evo tiene mucho trabajo, está en una bata­lla dura allá adentro, con su pueblo, con nuestro pueblo boliviano. Él tiene que volver ahora mismo porque mañana tiene eventos en El Chapare, en Cochabamba, en La Paz. Hay una revolución en Bolivia, los países del mundo, los países de Nuestra América y más allá, deben entenderlo. Ya basta, ya basta de tanto coloniaje, de tanto atropello. El territorio boliviano es más extenso que el venezolano. Un millón y tantos mil kilómetros cuadrados tiene Bolivia. Allí en el corazón del territorio suramericano, como llamaría o diría algún geopolítico, el hinterland de América del Sur, con grandes riquezas. Eduardo Galeano, en aquella gran obra que es Las venas abiertas de América Latina, dice que de Bolivia se llevaron mineral de plata, el Cerro Potosí era de plata y se lo llevaron completo y muchos otros. Dice Galeano que se llevaron tanta plata los españoles colonialistas, que bien se ha podido construir un puente de plata entre el Cerro Potosí y el Palacio Imperial español. Y luego se llevaron el estaño, el oro, piedras preciosas, todo atropellando a aquel pueblo. Mi saludo a la Europa, pero ella debe reflexionar, está obligada a reflexionar. Desde aquí condenamos la ignominiosa Directiva del Retorno [Aplausos]. La condenamos y la condenaremos

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enérgicamente, y sepa la Europa que estamos alineados en contra del atropello y no nos quedaremos de brazos cruzados. Yo he dicho que si la Europa comienza a atropellar a nuestros pueblos –y hablo en este caso sólo por Venezuela, no quiero comprometer a otros gobiernos de América Latina– nosotros pudiéramos considerar, señora Presidenta, una ley de retorno de los capitales europeos. Que se vayan y retornen a Europa. [Aplausos] Aquí hay bancos europeos, varios bancos europeos pudieran irse, empresas petroleras, etcétera. Nosotros estamos de verdad dispuestos a hacer que se nos respete en el mundo entero, que se nos respete. [Aplausos]. En verdad, la cosa va en serio. Hay una revolución en América Latina, el que tenga ojos que vea y el que tenga oídos que oiga; y en el caso particular de Bolivia, Evo, compañeros bolivianos, compatriotas bolivianos, desde aquí se lo reitero en nombre del pueblo venezolano: Bolivia para nosotros significa algo especial. El primer presidente de Bolivia fue Simón Bolívar, él se negaba a que le pusieran su nombre a aquella República que nacía en 1826; habían pasado 15 años desde el día en que se firmaba esa Acta que la diputada Amalia Sáez nos leía de manera impecable, ya lo dijo la Presidenta. Esa Acta se firmó y empezó la guerra de liberación, 15 años después, allá arriba muy alto, a cinco mil metros casi sobre el nivel del mar estaba Bolívar, estaba Sucre, y estaban los veteranos de la guerra de la Independencia, venezolanos, neogranadinos, quiteños, quiteñas. La Manuela estaba por allá, hombres y mujeres tuvieron que irse a la guerra, no tuvieron otro camino para cortar las cadenas de 300 años de coloniaje, de atropello y de barbarie.

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Y así nació Bolivia; fue Bolívar su primer presidente, por unos meses nada más. Se eligió el Congreso Constituyente y nació Bolivia y aquel Congreso eligió entonces presidente al Abel de América, al muchacho de Cumaná, eligió a aquel joven que se quedó eternamente joven, aquel muchacho que en 1811 apenas tenía 16 años. Todos esos diputados firmantes merecen el aplauso [Aplausos], y de allí muchos mártires que cayeron en la guerra; la mayoría de ellos cayó en la guerra. Antonio Nicolás Briceño, el “Diablo Bueno”, capturado en las montañas de San Camilo y fusilado en Barinas el mismo día que Simón Bolívar, por cierto y por casualidad, estaba decretando la Guerra a Muerte en los Andes. Una guerra larga y a muerte. Guerra dura. Volviendo a Antonio José de Sucre, fue el primer presidente constitucional de Bolivia, y como a Evo, apenas comenzó a gobernar y a tomar decisiones, la oligarquía criolla comenzó a hacerle la guerra y a los pocos meses le dieron un golpe de Estado. Casi matan a Sucre, le dan un tiro en un brazo y luego lo llamaron “El Espaletao” porque quedó con un defecto en un brazo. Dicen que al virrey español, capturado herido con todo el ejército de línea en Ayacucho y sentado en un cuarto de una casa muy humilde, en la Pampa de la Quinua, le anuncian que viene el general Sucre; al entrar éste, el virrey dijo: “Tan joven y con tanta gloria”. Y dicen que el general dijo: “Gloria al vencedor, honor al vencido” y le dio la mano y lo ayudó a levantarse. Ahí mismo firmaron la Capitulación de Ayacucho. Fue la última batalla en esta tierra contra el imperio español. Bolívar escribió aquella memorable biografía de Sucre y termina diciendo: “La historia recordará al Mariscal Sucre con un pie en el Pichincha

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y el otro en el Potosí, llevando en sus manos la cuna de Manco Capac y a sus pies las cadenas del Perú rotas por su espada”. [Aplausos] ¡Viva Sucre! ¡Viva Bolívar! ¡Viva Miranda! ¡Viva Bolivia! [Aplausos]. A aquella tierra, además, 15 años después del 5 de Julio, llegó y se unió con aquel pueblo aborigen hecho ejército otro caraqueño: Simón Rodríguez. Él fue ministro de Educación del gobierno de Sucre, y comenzaron a hacer escuelas y a tomar decisiones para repartirle tierra a los indios, intentaron hacer realidad un proyecto político y social de corte revolucionario, sin duda. De allí que la oligarquía saltó como las víboras contra Sucre, contra Bolívar, ya lo habían hecho contra Miranda muchos años atrás; y así fue como el proyecto original de Bolivia se vino abajo. Siendo presidente de Bolivia, Sucre lo dijo un día: “Cuando la América se fue al campo de batalla no lo hizo sólo por la independencia, no lo hizo sólo por la libertad, lo hizo también por la igualdad porque la una sin la otra no tiene sentido. Libertad, igualdad”. [Aplausos] Simón Rodríguez dijo un día: “Aquí está la utopía de Tomás Moro, la utopía, vamos a construir aquí lo nuevo y luego la unión de Suramérica, la Gran Colombia”. Todo aquello se vino abajo, se vino abajo el proyecto Bolivia, se vino abajo el proyecto de la Gran Colombia, se vino abajo el proyecto de la unidad suramericana, …y se cumplió lamentablemente lo que Bolívar advirtió durante tantos años; y aprovecho hoy 5 de Julio para hacer un llamado a los verdaderos revolucionarios y verdaderas revolucionarias de esta tierra: ¡Unámonos de una vez y para siempre! ¡Unámonos! [Aplausos] Sólo la unión permitirá la obra de

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nuestra liberación. Sólo unidos haremos Patria verdadera. Sólo unidos garantizaremos la indestructibilidad de esta revolución venezolana, unidos. Veamos la historia, sobrepongámonos a intereses partidistas, sobrepongámonos a intereses sectarios. Le preguntaba a algunos líderes obreros: ¿cuándo se va a unir la clase obrera; hasta cuándo va a haber sindicatos enfrentados o dispersos? Muchos de ellos que pretenden ser nuevos resulta que nacieron viejos, con las viejas mañas, con los viejos vicios. Hagamos una clase obrera unida, socialista y liberadora. Juventud, estudiantes, movimientos sociales, partidos políticos: ¡Unión! ¡Unión! Bolívar nació y murió clamando por la unión. Lo dijo de mil maneras, pero no lo oyeron, no lo entendieron; pudo más la desu­ nión, causa fundamental del fracaso del proyecto bolivariano originario de hace 200 años. Esa fue la causa fundamental. Y al final se impuso, lamentablemente, aquello que Bolívar advirtió: “Si no nos llamamos al orden y a la unión, un nuevo coloniaje legaremos a la posteridad”. Y allá murió en Santa Marta, expulsado de aquí, casi asesinado en Bogotá, murió con la amargura más grande. Varias semanas antes de morir le llegó la noticia: Mataron a Sucre. Tenía 35 años y cayó en Berruecos. ¡Ay balazo, ay Cumaná quién te viera! No lo dejaron entrar a su patria. ¿Quiénes? Algunos traidores del pueblo y del proyecto que se vendieron a la oligarquía, como pasó también en Bolivia. Evo, pasaron 200 años y aquí estamos los hijos de Bolívar, los hijos de Sucre, y esta vez habrá Patria, esta vez lograremos la victoria, lograremos la victoria. [Aplausos]

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Rendimos tributo a Evo Morales y a los pueblos originarios de Nuestra América, él es descendiente en línea directa de aquellos grandes luchadores, como Túpac Amaru, como Túpac Katari. Fue éste quien lanzó una profecía cuando moría picado en pedazos, descuartizado por los imperialistas de España: “Hoy muero, pero algún día regresaré hecho millones”. Evo, aquí estamos los hijos de Túpac Katari, de Túpac Amaru, de Bolívar y de Sucre, y ahora regresamos hecho millones. [Aplausos] ¡Que viva Bolivia! ¡Que viva Venezuela! ¡Que vivan los pueblos de Nuestra América! ¡Que viva la Independencia! Muchas gracias, Presidenta. [Aplausos]

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“La Revolución es el camino, la Independencia, el objetivo” General en Jefe (Ej.) Carlos Mata Figueroa


General en Jefe (Ej.) Carlos Mata Figueroa

Discurso de Orden del 5 de julio de 2009

Actual ministro de la Defensa. Ha desempeñado diversos cargos, entre los que destacan: subdirector de la Academia Militar de Venezuela; comandante de la 23 Brigada Especial de Seguridad y Desarrollo; jefe de Casa Militar; director de la Academia Militar; inspector general del Ejército; comandante general del Ejército y comandante Estratégico Operacional (CEO).

“Bolívar habla en el presente desde cada uno de nosotros, somos millones de hombres libres y herederos del legado de Bolívar y de las miles de batallas victoriosas que hacen posible la resurrección de la nación de repúblicas que él soñaba”.


La Revolución es el camino, la Independencia, el objetivo* Carlos Mata Figueroa Señoras y señores: ¡Qué dicha, qué orgullo, Señor, haber nacido en la patria de Bolívar, haberme criado en esta tierra guayanesa a orillas del majestuoso Orinoco y del impresionante Caroní, San Félix, San Félix la de Piar, aquí donde realicé mis estudios! Allí aprendí el significado del 19 de Abril: 19 de Abril tan glorioso en la historia de la humanidad que sus hijos por siempre gritaron: ¡Libertad, libertad, libertad!

Y hoy continuamos gritando libertad, porque estamos empeñados en ser libres y vamos a serlo. De aquí salí muy joven en búsqueda del Ejército Libertador, el Ejército de Bolívar, y llegué a la Academia Militar de Venezuela *  DISCURSO DE ORDEN DEL CIUDADANO MINISTRO DEL PODER POPULAR PARA LA DEFENSA, GENERAL EN JEFE CARLOS MATA FIGUEROA, CON MOTIVO DE CONMEMORARSE EL 198º ANIVERSARIO DEL 5 DE JULIO DE 1811, DÍA DE LA DECLARACIÓN SOLEMNE DE INDEPENDENCIA.

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donde se forman hombres dignos y útiles a la Patria, la Casa de los Sueños Azules, bastión de la formación moral e intelectual de nuestro glorioso Ejército. Luego de 34 años de forjas, de trabajo, de estudios, de compromisos y de acumular experiencias, me presento ante ustedes hecho un soldado, el más humilde de los soldados del Ejército Libertador. Quiero agradecer a las diputadas y diputados de nuestra Asamblea Nacional por haberme designado Orador de Orden hoy 5 de julio, cuando conmemoramos 198 años de la Firma del Acta de la Independencia, Día de la Fuerza Armada Bolivariana y día de fiesta nacional. Agradecerles también que hayan sesionado en esta tierra llena de historia y libertad, aquí en la Plaza Bolívar frente a nuestro Libertador, Padre de la Patria, aquí donde fue fusilado Piar, al lado de la Casa del Congreso de Angostura. Angostura, hoy Ciudad Bolívar, donde nuestro Libertador nos enseñó el amor a la Patria, a las leyes, el amor a nuestro pueblo, el amor a nuestra Fuerza Armada, como nobles pasiones que deben absorber exclusivamente el alma de un verdadero revolucionario. Los códigos, los sistemas, los estatutos, por sabios que sean, son obras muertas que poco influyen sobre las sociedades. Hombres virtuosos, hombres patriotas, hombres ilustrados, constituyen la República. (Simón Bolívar, Discurso de Angostura, 15 de febrero de 1819.)

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Prohombres y Declaración de la Independencia Hoy, como todos los años, es conveniente hacer un alto en los quehaceres de cada día; cuando digo hacer un alto no me refiero sólo a detener la acción para reflexionar, sino también a volar como las águilas y mirar desde lo alto el panorama de la historia pasada, de los hechos presentes y tratar de mirar un poco hacia el futuro. Es un día de elevación, es un día de Patria, es el día del nacimiento de Venezuela. Hoy, hace 198 años, nació la Primera República, nació Venezuela, y como lo dejaron allí testimoniado para siempre, por los siglos de los siglos, estos prohombres que nos dieron Patria, invocaron primero que nada a Dios Todopoderoso. En el nombre de Dios Todopoderoso, buscando elevación porque qué más elevación que la del Dios, y a nombre del pueblo soberano de Venezuela declararon al mundo que en esta tierra se levantaba un país independiente, una Confederación de Provincias Unidas. Esos prohombres estaban conscientes de lo que hacían, basta revisar ese libro unos días antes del 5 de Julio cuando, al fin, después de un año de debates y de discusiones, decidieron declarar la Independencia. Coto Paúl, eminente jurista, en Caracas, donde funcionaba el Congreso Constituyente, levantó su voz el 3 de julio en una sesión histórica. El pueblo presionaba por la Independencia, los jóvenes revolucionarios presionaban por la Independencia absoluta, liderados por el bravo general de la revolución francesa, el Venezolano Universal, Generalísimo Francisco de Miranda,

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quien, con sus años a cuestas, era el líder revolucionario del momento. Había también un joven coronel llamado Simón Bolívar, que andaba encendido de pasión por las esquinas de Caracas, convocando, llevando las barras al Congreso, a animar y a corear “Independencia”, porque siempre han sido así las luchas. Una lucha entre los que niegan los cambios, como dice nuestro Comandante Presidente, que son los timoratos, los que prefieren la comodidad de lo establecido, de lo constituido, y los que, como nosotros, que somos más audaces, que estamos inflamados por el fuego sagrado que tenían Miranda y Bolívar, buscando caminos sublimes de honor y de gloria para procurar la verdadera Independencia de este gran pueblo abandonado. Nuestro proceso revolucionario fue madurando y a fines del siglo XVII se comenzó a levantar por todas partes, indetenible, la rebelión de los negros, las tentativas del Precursor Francisco de Miranda, la rebelión de Gual y España en 1797, donde, por cierto, estaba un jovencito que era maestro de escuela de niños de Caracas, llamado Simón Rodríguez, y al mismo tiempo que conspiraba en esa rebelión frustrada era maestro de un niño huérfano de padre y madre que se llamaba Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios. Aquellos hombres asumieron con coraje una responsabilidad, y el joven coronel Bolívar, el 3 de julio, cuando veía que se iba de las manos la posibilidad de la Independencia, pronunció un discurso memorable en la Sociedad Patriótica: No es que hay dos congresos. ¿Cómo fomentarán el cisma los que más conocen la necesidad de la unión? Lo

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que queremos es que esa unión sea efectiva, y para animarnos a la gloriosa empresa de nuestra libertad. Unirnos para reposar y dormir en los brazos de la apatía, ayer fue una mengua, hoy es una traición. Se discute en el Congreso Nacional lo que debiera estar decidido. ¿Y qué dicen? Que debemos comenzar con una confederación como si todos no estuviésemos confederados contra la tiranía extranjera. Que debemos atender a los resultados de la política de España ¿Qué nos importa que España venda a Bonaparte sus esclavos o que los conserve si estamos resueltos a ser libres? Esas dudas son tristes efectos de las antiguas cadenas que los grandes proyectos deben prepararse en calma, ¿300 años no basta? La Junta Patriótica respeta como debe al Congreso de la Nación, pero el Congreso debe oír a la Junta Patriótica, centro de luces y de todos los intereses revolucionarios. Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana, vacilar es perdernos. Que una comisión del seno de este cuerpo lleve al soberano Congreso estos sentimientos.

Después de haber recibido una delegación de la Sociedad Patriótica de Venezuela que apoyaba la moción de Independencia, se suspendió el debate a fin de consultar al Poder Ejecutivo que formaban Cristóbal de Mendoza, Juan de Escalona y Baltasar Padrón. En la mañana del 5 de julio se celebró una sesión secreta para oír el dictamen del Ejecutivo que fue favorable a la Declaración de la Independencia. Ese día el primer Congreso de Venezuela reúne en Caracas a los diputados del país dispersos y declara

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solemnemente la Independencia. Era apenas la fe de escribano de un nacimiento que estaba a la vista de todos. Se firmó el Acta y se siguió el camino. El país se palpaba, como dice nuestro máximo escritor Uslar Pietri en La marcha a Carabobo: “Con manos sensibles de ciego se interrogaba con angustia, se describía, se volvía sobre sí mismo en la búsqueda de su expresión y de su destino”. Lo había hecho en la Declaración que, para proclamar la Independencia, habían escrito Roscio e Isnardi. Lo había repetido en todos aquellos años de esperanza y de desesperanza, lo había balbuceado con versos de Bello, con memorias de Sanz, con explicaciones de Palacio Fajardo, con planes de Ustáriz y había llegado a la adivinación profunda de su condición y de sus posibilidades en aquel discurso, que vale tanto como todas las batallas, que dijo Bolívar ante el Congreso de Angostura y que es el libro de las revelaciones del Alma Americana. Desde la hora de la campanilla del Cabildo se sabía que la causa no era sólo venezolana y que su campo abarcaba toda la extensión del imperio español, no podía haber América libre sin Venezuela libre, pero tampoco podía concebirse la libertad de Venezuela sin la de toda la América, de los virreinatos y de las gobernaciones. Se buscaba a Venezuela como instrumento y como parte fundamental de la hechura del Nuevo Mundo, se pensaba en las partes, en función del todo, en las causas suficientes para alcanzar el efecto. Desde la invasión de Monteverde se pudo decir que Coro es a Caracas como Caracas es a América entera.

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De Angostura y 7 años de guerra en llanos, montes, hubo que ir a Boyacá por la libertad de Venezuela. Por esa libertad, Bolívar tuvo que ir después de la victoria local hacia el sur: a Quito, a Lima, al Cuzco, a Potosí, al Altiplano de Charcas y del Titicaca para reunir en un haz todos los ayeres y todas las mañanas del mundo americano.

Invocación a Bolívar Si queremos Independencia en Nuestra América, debemos seguir los postulados del alfarero de nuestras repúblicas. Bolívar habla en el presente desde cada uno de nosotros, somos millones de hombres libres y herederos del legado de Bolívar y de las miles de batallas victoriosas que hacen posible la resurrección de la nación de repúblicas que él soñaba. Detrás de la realidad concreta de su gloriosa y gigantesca epopeya se encuentra latente su genial pensamiento, volcado en documentos estructurales y miles de epístolas que dicen de su alma pintada en el papel. Si reflexionáramos en torno a sus mensajes, pudiéramos entender sus ideales y estrategias y por tanto prestar mejor servicio a la honorabilísima República Bolivariana; y sólo así podríamos entender, con Martí, que Bolívar tiene mucho que hacer todavía en América. En efecto, la concienciación bolivariana no se alcanza con la fuerza del deseo, precisamos de un recio apostolado espiritual y ello implica predicación con el ejemplo: trabajo, trabajo y más trabajo. Necesitamos enderezar nuestros caminos al calor de la enseñanza, y esa debe ser nuestra misión en la paz y en los conflictos

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por la supervivencia. Ese día llegará, ya que internados en nuestra conciencia colectiva los mensajes liberadores de Bolívar, todos estaremos potenciados al estudio y al trabajo creador. Sólo con autosuficiencia podrá la Nación alcanzar la libertad en pie de igualdad. Es sólo al calor de la educación como podremos entender que el progreso de las luces es el que ensancha el progreso de la práctica y que la rectitud del espíritu es la que ensancha al progreso de las luces. Entendemos que es en la dimensión espiritual del proyecto educativo donde está planteada la verdadera batalla de Venezuela, batalla que están imperceptiblemente afrontando quienes estudian y trabajan con integridad y consagración al servicio de la Patria, empeñados como están a lo largo y ancho de la gloriosa geografía. Fuerza es saber que estamos enfrentados a una globalización del capital que es inmisericorde y que conlleva a luchas sordas por la sobrevivencia y donde sólo persisten los más capaces. Consiguientemente todo venezolano necesita sublimar y orientar sus potencialidades creadoras a partir de la mismísima niñez. Necesitamos, pues, cultivar en la Nación las virtudes cardinales en cuanto que es imperioso afrontar inexorablemente el porvenir de la globalización. Amparado en su poderío científico y tecnológico, el imperio globalizador y depredador planifica y ejecuta estrategias directas e indirectas para imponer su voluntad a los pueblos del mundo. Sus planes de dominio acarrean no sólo la depredación y muerte de culturas y civilizaciones, sino el desequilibrio ambiental y geográfico del planeta como tal. A nivel del Estado venezolano en cuanto a meollos geográficos por ubicación geográfica potencial, petrolera y progenia heroi-

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ca, nuestro líder Presidente convalida el pensamiento de Bolívar sobre las necesidades de equilibrar con fuerzas morales las del Universo. O la humanidad camina hacia el auténtico socialismo cristiano o la humanidad perece; no es posible seguir transitando el darwinismo social disfrazado hoy de capitalismo salvaje porque ese es el camino del infierno. [Aplausos]

Unidad, sigue siendo nuestra premisa El Jefe del Estado ha convocado a los pueblos de América a una batalla idealista con la gloriosa bandera que lleva inscrita la consigna: “Socialismo cristiano o muerte”. Llegó la hora. Llegó la hora de hacer realidad el ideal y no hay sacrificio, por grande que sea, frente a la tarea cristiana de salvar a la humanidad de la depresión imperialista. La política de ayer, estrategia nazi para dividir la humanidad y alienar a los países del mundo para apropiárselos, hoy se cierne como política del imperio norteamericano, utilizando la técnica de guerra ideológica como la más contundente de sus armas. Esta clase de ataque combina la ofensiva sicológica directa y la propaganda revolucionaria, emplea a un mismo tiempo la acción sentimental y la intelectual y anima la pelea con gran riqueza de tácticas. Uno de sus fines consiste en destruir la capacidad de resistencia moral y en abatir la voluntad combativa, se procura quebrantar la cohesión social, desintegrar socialmente las naciones. Se hacen impotentes para actuar, incapaces de sostener una política exterior fuerte y de defenderse contra la agresión del exterior. Esta maniobra intenta arruinar la confianza del pueblo en sus gobiernos y estimula todas las discordias patentes o

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latentes en la Nación. Se propone transformar a nuestras sociedades primigenias, antes integradas, en grupos antagónicos. La política confunde y solivianta a la opinión contra el Gobierno mediante rumores, ilusiones, insinuaciones, agitaciones y mentiras; fomenta la desintegración social avivando todos los conflictos potenciales, sean de ideas o de intereses. ¿Cómo afrontar una batalla geopolítica si no al calor del conocimiento? Hay otro equilibrio, el que importa a nosotros, los latinoamericanos, el equilibrio del Universo. La ambición del imperio nor­teamericano lleva el signo de la esclavitud a las demás partes del mundo; y en todas estas partes del mundo se debería establecer el equilibrio entre ellas y los Estados Unidos para destruir la preponderancia de estos últimos. Yo llamo a éste el equilibrio del Universo y debe entrar en los cálculos de la política latinoamericana. Filósofo de contemplación y acción, Bolívar se remontó sobre sí mismo para columbrar el porvenir, hizo volar su imaginación creadora y está con el líder de la revolución socialista reanimando al élan vital de Venezuela como meollo geopolítico del subcontinente. [Aplausos] Progenie, suelo y ubicación geográfica a cuestas. En ese orden de ideas pudiéramos decir que Bolívar pudo descubrir, por abstracción y generalización, los síntomas del porvenir de un país cuya historia ha sido geografía en movimiento. Nos preguntamos: ¿Por qué no remontar entonces las energías espirituales que existen en nuestro inconsciente colectivo, las mismas que permitieron otrora al profeta columbrar, antes de Mackinder, aquella anfictionía centripetada en el istmo, aquel

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meollo geopolítico que sería para el mundo lo que el de Corinto para los griegos? El proyecto unificador preconizado por Bolívar al calor de nuevos espacios y nuevos tiempos sigue en pie. ¡Unidad, unidad, unidad, debe ser nuestra divisa! [Aplausos] En efecto, nuestro líder Presidente lleva adelante esas geniales concepciones y la eficiente aplicación de principios geopolíticos. ¿Qué impide observar a Bolívar los núcleos vitales y zonas interiores en el redondeo de Colombia, la Grande? En la Carta de Jamaica y en el Discurso de Angostura observamos, entre otros documentos enjundiosos, conocimientos sobre las potencialidades histórico-geográficas de muchos países y regiones del mundo; igualmente, sobre factores geopolíticos, suelos productivos, ubicación natural, forma, vinculación, irradiación y reciprocidad geográfica. Juego difícil éste del posicionamiento del Estado para alcanzar la integración; juego difícil éste el del ajedrez espiroidal con insuficientes y disminuidas piezas de maniobras y en circunstancias en las que la diplomacia del capital, amparada por la dictadura mediática, es protagonista y dominante. ¿No es acaso el neoliberalismo el que ha venido minando y obstruyendo el proyecto bolivariano desde los tiempos de Monroe? La tesis del imperio es en esencia una estrategia darwiniana: imponer la doctrina del mercado disfrazándola de pacífica democracia wilsoniana. En sus consideraciones de hoy sobre el nuevo orden, los planes de Estados Unidos se plasman a través de las ambigüedades de un mundo imperfecto y desigual, donde se impone sólo las definiciones que le son favorables.

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Ergo, si las necesidades son infinitas y los recursos para satisfacerlas son escasos, y si, basándose en el principio de selección natural, sobreviven los más aptos o más capaces en un escenario donde el pez grande se come al pez pequeño, ¿cómo escapar entonces de la estrategia geopolítica imperial si no es consolidando el proyecto unionista de América Latinocaribeña? ¿Cómo sacar del caos esta naciente República si no es mediante la conjunción solidaria de las conductas individuales y colectivas? ¿Cómo internalizar en las naciones de Nuestra América el sentimiento que los lleve a prestarse ayuda mutua? Es un proceso de siglos respecto a una fe política.

Venezuela: reserva moral continental En Venezuela y en todos los pueblos de América, dice el Comandante Presidente, hay suficientes recursos espirituales e in­telectuales, morales y materiales que pudieran coadyuvar y engrandecer a nuestros pueblos como un todo, pero ha faltado patriotismo y voluntad a nivel de liderazgo. Tenemos que enamorarlos, tenemos que enseñar a los hombres su camino, decirle a cada quien que el camino de su perfección es el del cambio favorable de su conducta. Estoy seguro que la Fuerza Armada que comando poco a poco hará sentir su apostolado en los predios de nuestra Patria; nuestros soldados, que son pueblo uniformado, tienen esa voluntad patriótica, ese coraje, y van a practicarlo con amor. Además quieren hacerlo. Es una verdad irrefutable que la persona más humilde tiende a su dignificación si encuentra en sí mismo aunque sea un solo

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aliciente, una fuerza moral que le ayude a alcanzar la autoestima, su propia elevación. ¿Cómo ayudarla? Quienes en Venezuela puedan irradiar sublimes pensamientos o sustentar grandes ideales deben hacerlo, deben empeñarse en ayudar al prójimo, hacer el más grande esfuerzo mental, físico y moral posible para evitar que nuestro país se hunda. Venezuela está amenazada por miles de peligros, hablo del todo, que es mayor que la suma de las partes. He venido a pedirles a todos que enciendan conmigo, con la mayor espiritualidad posible, la llama profunda de iluminación que inflame nuestro patriotismo, que despierte nuestra conciencia social para que podamos entregar el alma por nuestro pueblo, que para algo somos soldados. Mucha gente dice que esto no es posible. No hay imposibles en la historia, empuñemos la espada del Cristo de nuestra fe, como dice monseñor Moronta, el Cristo de nuestra moral, de nuestra capacidad, de nuestra disciplina, en defensa de esas garantías sociales que están tan vulneradas. Pido no sólo el trabajo de todos los días, pido que entreguemos el alma, la vida misma por este glorioso pueblo que lo ha dado todo cuando lo ha tenido que dar. Partiendo de que no hay efecto sin causas y a sabiendas del especial magnetismo ejercido por el jefe de Estado sobre las muchedumbres que le siguen sin vacilación, tendríamos que admitir que ello responde, precisamente, a la interpretación cabal de ideas y aspiraciones populares, así como en la lucha sincera por el cumplimiento de las promesas hechas. La inquebrantable fe del pueblo en su líder es la que ha permitido transformar en pacífica voluntad colectiva la poderosa carga de violencia contenida en el ambiente producto del fascismo, de la oligarquía

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nacional, de la burguesía mercantilista, de la falta de objetividad de los medios de comunicación nacionales e internacionales, quie­nes utilizan su prensa para crear situaciones y generar matrices de opinión tendentes a propiciar la desestabilización de nuestro pueblo; incitan a la violencia y al odio, conspiran contra el Gobierno, desinforman de manera grosera, representan a los intereses del imperio y a la oligarquía criolla que se resiste a perder sus viejos privilegios para entregarlos al pueblo. Los realistas de hoy están representados por la impudicia de la oligarquía que se horroriza de la ayuda que prestamos a los pobres de Venezuela y, por extensión, a los pobres del mundo. ¿Recuerdan aquella raza de víboras que ayer crucificaron a Jesús de Nazareth, asesinaron a Sucre y condujeron a Bolívar a las puertas del sepulcro? Esa oligarquía pretende hoy cerrar el camino a los patriotas que estamos construyendo el Socialismo Bolivariano. Está planteada entonces la batalla, la eterna pugna, como decía Gaitán, entre la pequeña minoría privilegiada y la gran zona democrática. La honda inspiración multitudinaria de todos los tiempos que aspira siempre a un camino que traiga mejores pers­pectivas de porvenir para aquellos que no la han conocido. Ahora, debemos estar muy pendientes porque siempre andan manos en las sombras y estará latente siempre la traición. Cuenten con los soldados de la Fuerza Armada Bolivariana, donde no hay cabida a la traición. Se acabaron las traiciones porque tenemos como esencia una disciplina moralizadora con el elevado nivel de conciencia producto de las ideas y de la fuerza del espíritu bolivariano.

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Nuestro líder juega posición en el ajedrez espiroidal y se desplaza con audacia a caballo de las causas generales de las que habla Montesquieu, para poder seguir tras las huellas del Bolívar geopolítico. El líder de la Revolución juega su ajedrez de posiciones investido también de la prudencia para evitar que el país sea desbordado. Hoy, los ojos del mundo miran hacia Venezuela. Somos una nación libre, soberana y en pleno desarrollo, donde están produciéndose acontecimientos históricos y trascendentales que marcan hitos a nivel nacional y continental. Aquí se juega, de alguna manera, el destino de nuestros pueblos. América Latina hoy despierta para abrir nuevas esperanzas. Los pueblos latinoamericanos empiezan a caminar el sendero de la revolución; nuevas propuestas y nuevos procesos nos indican que el sistema capitalista está moribundo y empieza a nacer un sistema social diferente. A pesar de ello, la tradicional oligarquía se resiste a los nuevos cambios, no sólo en nuestro país sino también en los pueblos hermanos. Miremos lo que está pasando en la hermana República de Honduras, cómo la oligarquía burguesa está tratando de evitar que el pueblo, consciente hoy más que nunca, marque su rumbo. ¡Le tienen miedo al pueblo! Estamos seguros que los soldados patriotas de Morazán resurgirán y privará la conciencia social, y junto a su pueblo, el pueblo hondureño, restituirán a su presidente electo en forma libre y soberana. Nadie duda que estemos siendo amenazados, pero Venezuela está capacitada para tomar difíciles decisiones continentales en virtud de sus grandes reservas morales heredadas. Es el

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único país suramericano que no ha guerreado allende sus fronteras, después que lo hiciera con Bolívar. En consecuencia, la violación de su soberanía traduce, por contraste y por efecto, una criminal señal premonitoria de cancerinación del territorio americano y, por tanto, tendríamos que aplicar como otrora hizo Bolívar, una planificada cirugía transmontana. De hecho hemos decidido, y así se colige en las gestadas del artículo 326 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que los agresores tendrán que sacrificarnos a todos; y tal espíritu de sacrificio de nuestras vidas, sicológicamente, nos hace dueños de las suyas, incluso dentro de sus propias fronteras. Y aquí, en la Patria de Bolívar, nadie podrá ceñirse el pantalón y menos aún el uniforme, sin que estuviese obligado a rescatar su honor. El precio para nosotros, el de la gloria de pertenecer a su suelo. La suerte de Venezuela –dice Bolívar desde el Panteón Nacional– no puede serme indiferente ni aún después de muerto. Tenemos el compromiso inexorable de la sangre con el espíritu del Libertador. ¡Camaradas! ¡Compatriotas! La Revolución es el camino, la Independencia, el objetivo. Buenas tardes. ¡Patria, Socialismo o Muerte! ¡Venceremos!

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“¡Y de aquí hacia adelante, sin mirar atrás!” Presidente Rafael Correa


Presidente Rafael Correa

Economista, profesor universitario y político. Fue ministro de Economía durante el gobierno del presidente Alfredo Palacio en el año 2005. Fundó el partido Alianza País, el cual lo respaldó en las elecciones presidenciales del año 2006 en las que resultó ganador. Desde 2009 ocupa la presidencia pro tempore

Discurso de Orden del 5 de julio de 2010

de la UNASUR.

“Nuestros pueblos siguen luchando para lograr nuestra segunda y definitiva Independencia que, como en Angostura, Jamaica, Cartagena y en todas las proclamas independentistas del Libertador, representa soberanía e integración, la Patria Grande, libre y soberana”.


¡Y de aquí hacia delante, sin mirar atrás!* Presidente Rafael Correa

Muchísimas gracias. ¡Que viva Venezuela, por supuesto! ¡Y que viva Nuestra América! Después de ese maravilloso documento leído por el padre Numa Molina, esa maravillosa Declaración de Principios Universales como es el Acta de Independencia venezolana, más la introducción que él hizo basada en la doctrina social de la Iglesia, en el Evangelio, quiero decirles que me ilustro mucho en la teología de la liberación para el pensamiento político, económico y social. [Aplausos] No es mucho lo que se puede agregar, pero intentaré hacerlo. Pensaba centrar mi intervención, sobre todo, no sólo en la necesidad sino en la urgencia de la integración de nuestros pueblos. Pero bueno, dadas las palabras del padre Numa Molina, me referiré también un poco a esa necesidad de justicia de la que nos

* DISCURSO DE ORDEN DEL CIUDADANO PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DEL ECUADOR, RAFAEL CORREA, CON MOTIVO DE CONMEMORARSE EL 199º ANIVERSARIO DEL 5 DE JULIO DE 1811, DÍA DE LA DECLARACIÓN SOLEMNE DE INDEPENDENCIA.

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habla la Encíclica Centesimus Annus del papa Juan Pablo II, y cómo el Socialismo del Siglo XXI se puede definir en una sola palabra: Justicia. Justicia social, justicia regional, justicia étnica, justicia de género, justicia intergeneracional. [Aplausos]. Muchas gracias por sus palabras de reconocimiento al haber traído simbólicamente los restos de nuestra Manuelita, la Manuelita de Nuestra América, a esta tierra hermana, a este pedacito de la Gran Patria que es Venezuela. Ustedes saben que no soy hombre de falsa modestia, pero les digo de corazón, no lo merezco, en verdad quienes han llevado adelante estas iniciativas son maravillosas mujeres, compañeras ecuatorianas. [Aplausos] Como, por ejemplo, esa querida compañera vice-prefecta de Pichincha, Marcela Costales, quien no nos acompañó el día de hoy, pero desde aquí un inmenso saludo y la gratitud por su iniciativa; pero sí nos acompañan otras asambleístas que participaron entusiastamente en estas iniciativas, como María Augusta Calle y otras muchas compañeras que estuvieron en este reencuentro de Manuelita con su patria y, sobre todo, con su Simón. Deben estar los dos muy felices desde algún lugar del infinito y mirando que sus sueños se están haciendo realidad. Porque no le vamos a fallar ni a Manuelita ni al Libertador ni a nuestro pueblo. [Aplausos] Querido presidente y comandante Hugo Chávez, presidente de la República Bolivariana de Venezuela; diputada Cilia Flores, presidenta de la Asamblea Nacional; distinguidos integrantes de la Junta Directiva de la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela; señor Elías Jaua, vicepresidente

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ejecutivo de la República Bolivariana de Venezuela; diputados y diputadas de la Asamblea Nacional; ministras y ministros del Gabinete Ejecutivo de la República Bolivariana de Venezuela; ministras y ministros del Gobierno ecuatoriano que me acompañan en esta delegación, todos altos funcionarios del Gobierno; queridos asambleístas varones y asambleístas mujeres –lo digo así porque tenemos equidad de género estricta allá en la Asamblea Nacional ecuatoriana por ley, por Constitución [Aplausos]–, quienes nos acompañan esta tarde en esta celebración conjunta con el pueblo venezolano; señores embajadores, encargados de negocios y representantes de organismos internacionales de países amigos acreditados ante el Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela; señores miembros del Alto Mando Militar –tengo entendido que también es el Día de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana–, felicitaciones. Ciudadanos y ciudadanas de la República Bolivariana de Venezuela y del Estado Plurinacional –dice nuestra Constitución– del Ecuador, y ciudadanos y ciudadanas de toda Nuestra América: Hace más de 200 años, en Quito, Eugenio de Santa Cruz y Espejo, con la edición de las Primicias de la Cultura de Quito, se constituía en el autor intelectual del movimiento libertario del 10 de agosto de 1809, sembraba el futuro, levantaba llamaradas de dignidad, inflamaba los corazones, agrandaba los espíritus con sueños de libertad. Andrés Bello, tal vez el humanista más sensible de su tiempo, fundaba la Gazeta de Caracas. Dos voces cercanas en el tiempo, unidas por los mismos ideales, forjaban la insurrección, conspiraban, cargaban ideas, poderosas herramientas para la emancipación de las conciencias en esos tiempos de batallas en la que nuestros pueblos asumieron la liber-

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tad como una urgencia de vida, que desembocaron en el 10 de agosto de 1809 en Quito, en el 19 de abril de 1810 en Caracas. Los vientos soplaban a favor de los insumisos, de los rebeldes, a favor de la utopía libertaria. Sufrimos juntos también las masacres del 2 de agosto de 1810 en Quito y de abril de 1812 en suelo venezolano. Poco después Bolívar, con una mirada amplia y profunda, cubre a Nuestra América, al Río de la Plata, Nueva Granada, México, Perú, Venezuela, las islas de Puerto Rico y Cuba, Panamá, Ecuador, Guatemala. Todos son observados por la inteligencia aguda del Libertador. Cada región con sus propias condiciones, fortalezas e infortunios es analizada por el factor común, la columna vertebral que conforma el ideario de Bolívar, que es la necesaria unidad de todos los pueblos como afluentes del gran océano independentista. Esta lucha se va construyendo con Eugenio de Santa Cruz y Espejo, Francisco de Miranda, Andrés Bello y Antonio Nariño; se nutre del sacrificio de los mártires de Quito, de Caracas, de Chuquisaca, de la Junta Tuitiva en el Alto Perú, este combate se tiñe con la sangre de agosto en Quito y de abril en Caracas, de los patriotas de Buenos Aires. Esta lucha nos pertenece, como nos pertenece la herencia y dignidad legada por quienes ofrendaron su vida por la libertad. [Aplausos]

Manuela, Bolívar y Alfaro Esa es la bandera que recoge en su lucha de más de 30 años el general Eloy Alfaro Delgado, esa es la consigna que levantaron los montoneros, los pobres del campo y las ciudades, los hombres y mujeres, los jóvenes que sellaron con su sangre la Revo-

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lución Liberal del Ecuador. Fue 100 años después de la gesta libertaria bolivariana que volvió a despertar el pueblo liderado por Alfaro, para quien en la demora está el peligro. Nuestro viejo luchador gozó de la hospitalidad venezolana. Es conocida la generosidad con la que lo trataron aquí a nuestro líder revolucionario. Junto al jefe supremo de la República de Venezuela, don Cipriano Castro, y el presidente de la República de Nicaragua, don José Santos Zelaya, firmó el Pacto de la Triple Alianza para resguardar a nuestros pueblos de las agresiones. “El indio” Alfaro, como despectivamente lo llamaba la oligarquía ecuatoriana, instituyó en el Ecuador, a costa de su propia vida, la libertad del pensamiento, la enseñanza pública, laica y obligatoria. La luz de la modernidad. En tiempos del atrabiliario oscurantismo, cabalgaba don Eloy en la oscuridad de esas épocas buscando auroras de dignidad y de progreso para las mayorías: bolivarianos, internacionalistas, solidarios, integracionistas. Entendió que la unión en libertad de los pueblos latinoamericanos constituye un deber insoslayable de los revolucionarios. Don Eloy Alfaro, más que liberal, era radical. Los liberales de ese tiempo buscaban propiciar cambios, los radicales buscaban la revolución, y más que de una revolución radical podemos hablar de una revolución alfarista, porque fue mucho más que un simple liberalismo, y por eso se empeñó en defender las libertades públicas, en proteger el mercado interno y en promover el desarrollo nacional. Ahora, a 100 años de la revolución de los descalzos, de los mal comidos y peor dormidos, se vuelven a despertar los que siguen teniendo hambre y sed de justicia, los combatientes. Ahora que entregábamos simbólicamente la presencia de Manuela Sáenz,

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la Libertadora del Libertador, que con un puñado de tierra vinimos a dejar parte de la memoria, tierra enamorada, de la tierra que cobija al más grande de los libertadores. Sabemos que no sólo la espada de Bolívar camina por América Latina, el amor en armas de Manuela también cabalga por montañas y llanos. [Aplausos] El amor en armas de Manuela también cabalga por montañas y llanos, por las selvas y las playas, y junto al machete de Eloy Alfaro están convocándonos a una nueva gesta de dignidad y de esperanza. Diremos, parafraseando a José Martí, que el trabajo libertario de Simón Bolívar, Manuela y Eloy Alfaro está todavía por hacerse. Nuestros pueblos siguen luchando para lograr nuestra segunda y definitiva Independencia que, como en Angostura, Jamaica, Cartagena y en todas las proclamas independentistas del Libertador, representa soberanía e integración, la Patria Grande, libre y soberana. Para ello y por ello, precisamente, es que hemos creado la U­nión de Naciones de Suramérica, Unasur. Muy pocas veces la integración ha sido tan importante para enfrentar una globalización neoliberal, inhumana y cruel, que no ha buscado crear una sociedad global, sino tan sólo un mercado global; que no busca engendrar ciudadanos planetarios, sino tan sólo consumidores planetarios; que criminalizan cada vez más la principal movilidad humana, pero buscan cada día mayor velocidad y menor costo para la movilización de capitales y mercancías.

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El rol del cristianismo y el Socialismo del Siglo XXI El padre Molina se refería a la Encíclica Centesimus Annus de Juan Pablo II. En verdad, esa encíclica la realizó Juan Pablo II por los 100 años de la encíclica de León XIII, Rerum Novarum, que fue el inicio de la doctrina social de la Iglesia. El Rerum Novarum fue una respuesta –con todo cariño padre– un poco tardía, o bastante tardía, de la Iglesia a los abusos que cometía el entonces llamado capitalismo salvaje, que nació con la revolución industrial. Un poco tardía porque la revolución industrial se dio a finales del siglo XVIII, y esa repuesta tan contundente de León XIII recién se dio a finales del siglo XIX. En todo caso, se denunciaban las condiciones laborales inhuma­ nas, la explotación del hombre por el hombre, el capitalismo salvaje que se vivía en esos tiempos. Fue una voz de alerta, de alto, de ética, de moral, de justicia para parar esos abusos del capital. Con todo cariño, como católico practicante, todavía esperamos una encíclica así, por parte de la Iglesia, para denunciar los excesos de esta globalización. [Aplausos] Lo decía hace poco en una conferencia que me invitaron a dar en la London School of Economics, El rol del cristiano en un mundo secularizado, porque la situación que vivimos es muy similar, análoga diríamos, ese capitalismo salvaje que denunciaba León XIII. Sin embargo, ahora la explotación se da a través de naciones, no al interior de naciones; por supuesto continúa al interior de naciones, se reproduce al interior de esas naciones. Les insisto, no sé cómo éticamente los países llamados desarrollados van a poder explicar a estas generaciones y a las futuras, cómo es que se buscaba cada vez mayor movilidad de mercan-

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cías, de capitales, pero se criminalizaba la principal movilidad, un derecho humano, como es la migración, la movilidad humana. ¿Cómo podremos explicar el ponernos a competir entre naciones? ¿Cómo hemos competido en los últimos años en las naciones latinoamericanas? ¿Cómo no tenemos acceso o no nos hemos dado acceso suficiente a tecnologías, a desarrollos, a cien­cias, etcétera, que permitan mejorar productividad, competitividad, por esas vías? Hemos competido precarizando nuestra fuerza laboral. Y ahí viene otro de los grandes mitos: Se nos trata de acusar, al Socialismo del Siglo XXI, que estamos en contra de la libertad humana. Nada más lejos de la verdad. Creemos, respetamos y buscamos con todas nuestras energías la libertad humana. [Aplausos] Pero “libertad sin justicia es lo más parecido a la esclavitud,” como lo decía Juan Pablo II en la Encíclica Centesimus Annus. ¿Cuál es la elección que tiene un obrero entre aceptar un salario de miseria o morirse de hambre en el desempleo? ¿Cuáles eran las opciones que tenía nuestra gente en la larga y triste noche neoliberal? ¿Cuáles son las opciones que tienen nuestras naciones en esta globalización que nos pone a competir entre naciones, en vez de cooperar, coordinar, complementarse entre países hermanos? No podemos seguir cayendo en ese absurdo, es esa otra de las urgencias y motivaciones de la integración, con cosas tan sencillas, como por ejemplo tener a nivel regional políticas laborales comunes y salarios mínimos comunes para no competir en base a la explotación de nuestros trabajadores. [Aplausos] Quiero decirles que Socialismo del Siglo XXI es justicia y creemos en la libertad. Pero libertad sin justicia, al menos en nues-

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tro medio, es lo más parecido a la explotación y a la esclavitud. Perdonen que haga esta disgresión, pero me parecieron hermosas las palabras del padre, ya que yo soy católico practicante, aunque respeto mucho el laicismo del Estado. Nos llamamos el continente más cristiano del mundo, pero también somos el continente más desigual del mundo. Algo ahí no coincide, algo no cuadra, algo anda terriblemente mal, más aun cuando el signo más recurrente en el Evangelio es el compartir el pan, ¿verdad? Lo último que hace Jesús antes de su Pasión es compartir el pan. Después de su resurrección ¿cómo lo reconocen? Al partir el pan lo reconocieron, y estamos en un continente donde el pan se acumulaba en muy pocas manos y se sigue acumulando. Estamos luchando por evitar esa cruel situación, pero todavía no lo logramos totalmente. Por eso el Socialismo del Siglo XXI, para inaugurar una América verdaderamente justa, desde ese punto de vista cristiano. El socialismo ecuatoriano se nutre no sólo del socialismo clásico, no sólo del socialismo indoamericano en Mariátegui, sino de ese socialismo de la doctrina social de la Iglesia, de la teología de la liberación, de las propias escrituras. Por eso el Socialismo del Siglo XXI busca que se comparta ese pan, busca ser ese continente de justicia y solidaridad. [Aplausos] Coincidimos totalmente en sus palabras, padre; por supuesto en las palabras de Juan Pablo II, que no puede haber verdadera libertad sin justicia, y en eso les insisto, reiteramos nuestro compromiso, es lo que buscamos los nuevos socialistas de Nuestra América. [Aplausos]

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Podemos conformar la cuarta o quinta economía más grande del mundo, con una población de 380 millones de personas en 17 millones de kilómetros cuadrados, con un tercio de las fuentes de agua dulce del Planeta; ubicada en el primer lugar en la producción mundial de alimentos y con reservas de hidrocarburos para los próximos 100 años. Tenemos que buscar las herramientas adecuadas para el resurgimiento de nuestros pueblos, para –como aspiraba José Gervasio Artigas– depender de nuestras propias fuerzas. Es la historia común, pero también los sueños compartidos lo que nos guía a reafirmar nuestra determinación de construir una identidad y ciudadanía suramericana; desarrollar un espacio regional integrado en lo político, económico, social, cultural, ambiental, energético, de infraestructura, etcétera, para contribuir al fortalecimiento de la unidad, para encaminar nuestra historia, por fin y para siempre, hacia la constitución de la Patria Grande con la que soñaron nuestros libertadores. Reafirmo por mi parte lo que manifesté al recibir la presidencia pro tempore de Unasur. Tal vez los europeos tendrán que explicar a sus hijos el porqué se unieron, pero nosotros tendremos que explicarles a los nuestros el porqué nos demoramos tanto. [Aplausos] Decía Bolívar en la Carta de Jamaica, fechada en 1815: “Los americanos, en el sistema español que está en vigor, y quizá con mayor fuerza que nunca, no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para el trabajo, y cuando más el de simples consumidores…”. A la visión iluminada del Libertador que describe este panorama, solamente habría que cambiarle la referencia del sistema

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español por el del neoliberalismo, y aparecería escrito en nuestros días.

Unidad e integración Durante más de dos décadas, no hubo en el mundo otro horizonte que el autorizado por los entusiastas del fin de la historia, que aplicaron en todas partes las recetas emanadas del Consenso de Washington, los programas de ajustes del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, y lo hicieron con particular y redoblado entusiasmo en Nuestra América, debido a la esterilidad que sufrimos por décadas en cuanto a la producción de un pensamiento propio, así como debido a la obsecuencia de tecnócratas y oligarquías entreguistas, apátridas. En semejante situación, Venezuela se atrevió a desafiar esa cruel realidad y con su portentoso despertar democrático llevó al triunfo a la Revolución Bolivariana. [Aplausos] Lo recordamos muy bien. Venezuela, la Patria del Libertador, la Patria de Sucre, convertida en símbolo universal de la superficialidad. Siete décadas de petróleo, de riqueza abrumadora; medio siglo como primera potencia petrolera mundial, y esta Venezuela llegó a ostentar el dudoso honor de haber logrado producir, casa adentro, hasta el 80% de miseria. El presidente Hugo Chávez empezó solo y estuvo solo durante varios años. Solo es un decir, porque en realidad jamás lo estuvo, jamás el pueblo venezolano dejó de tener el apoyo solidario de los pueblos de Nuestra América. [Aplausos] Sin embargo les tengo que decir, si ahora es tan difícil, me imagino cómo habrá sido para este hombre, cuando en el 98 contra el mundo entero

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sacaba adelante a su Venezuela. ¡Comandante, un abrazo solidario y lleno de admiración para usted! [Aplausos] Jamás el pueblo venezolano dejó de tener el apoyo solidario de los pueblos de Nuestra América, en su admirable lucha por mejorar las condiciones de vida de sus habitantes; por construir un Estado social de democracia y bienestar; por recuperar y sembrar las riquezas de ingentes recursos naturales, especialmente el petróleo; por construir la Patria Grande, la alternativa integradora que ha abierto un camino promisorio de progreso y bienestar a los pueblos del Sur en el tiempos de globalización, cuando el mundo se vuelve multipolar y la crisis mundial del capitalismo ha dejado al descubierto lo falaz y criminal del neoliberalismo. Suramérica y el Caribe, construimos nuestra integración. No se trata de lograr la unanimidad ideológica, acaso imposible y ni siquiera deseable; se trata de aquello que el propio presidente Chávez ha planteado: “O nos unimos o nos hundimos.” Son gigantescos los desafíos que nos quedan por delante, pero es más grande aún nuestra esperanza. Uno de los grandes enigmas del desarrollo es por qué Nuestra América no se desarrolló y la del Norte sí lo hizo, cuando en la nuestra existían civilizaciones y adelantos tecnológicos mucho mayores que en las del Norte. No hay respuestas únicas ni simples, una de ellas puede ser la clase de colonización que tuvimos, brutal, excluyente, pero aquello ya acabó hace 200 años. ¿Qué nos pasó? ¿Qué nos sigue pasando? Insisto, no hay respuestas simples y hay muchas autocríticas que hacernos. Pero sin duda, una de las respuestas es nuestra desunión.

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Hace 200 años, Antonio José de Sucre denunciaba el aperturismo anticipándose en casi dos siglos a la denuncia de los entusiastas de hoy que claman por los Tratados de Libre Comercio. Sucre tuvo la clarividencia de defender la industria nacional en el Ecuador, el derecho de nuestro país al desarrollo de su manufactura, de su producción local, cuando el aperturismo de Santander terminó liquidando la producción textilera. ¿Qué tal si desde entonces hubiéramos perseverado la integración y la colaboración, en vez de la competencia entre latinoamericanos? Hemos señalado la crisis de pensamientos, la falta de pensamiento propio que dominó la escena académica y política también de América Latina durante largos años. No sólo el neoliberalismo. Mariátegui nos advertía, mucho antes, del peligro de ser copicalcos, del peligro de volvernos repetidores de fórmulas y recetas. Busquemos respuestas en función de nuestras propias necesidades, valores y misiones, y no en base a paradigmas que reflejan tan sólo intereses y experiencias, y hasta las más vulgares conveniencias de países y grupos hegemónicos. Desde Unasur podemos y debemos crear, por ejemplo, una nueva arquitectura financiera regional, como un paso fundamental para la optimización de la utilización del ahorro regional y para hacer a Suramérica menos vulnerable a las crisis mundiales como la que estamos viviendo, de la cual no fuimos causantes, sino tan sólo víctimas. Sólo así tendremos a Nuestra América más soberana y mucho más eficiente en el uso de sus recursos. Los ejes para esta nueva arquitectura financiera regional son tres: El Banco del Sur, un fondo común de reservas y un sistema de pago monetario común, que pueden comenzar con una

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moneda contable regional como lo hizo la Unión Europea con el euro. [Aplausos]. En cuanto al Banco del Sur y al fondo común de reservas, su justificación es muy simple: Al mismo tiempo que los países latinoamericanos buscan financiamientos, la región tiene centenares de miles de millones de dólares en reservas invertidos en el Primer Mundo, lo cual constituye un verdadero absurdo. Lejos de ser los países del Norte los que financien a los países del Sur, somos en realidad –y escúcheseme bien– desde el Sur, exportadores netos de financiamiento al Norte. Como manifestaba cuando inaugurábamos el Primer Encuentro de Presidentes de Parlamentos del Unasur en la ciudad de Quito, donde tuvimos el placer de recibir también a Cilia. De acuerdo al World Economic Situation and Prospect 2008, del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU, en el año 2006 las transferencias financieras netas de América Latina a los países desarrollados fueron de 127 mil millones de dólares. Eso significa que más es lo que dimos que lo que recibimos en 127 mil millones de dólares, y son casi 100 mil millones de dólares en el 2007. Adicionalmente al absurdo, insisto, de estar financiando a los países más ricos, perdemos centenares de millones de dólares por otro inmenso absurdo al recibir bajísimos rendimientos por nuestras reservas depositadas en el exterior mientras que nos prestan nuestros mismos dólares –porque los billetes no están marcados– a tasas mucho más altas. ¿Quién entiende todo esto? El traer esas reservas, juntarlas y administrarlas adecuadamente para financiar el desarrollo de nuestra propia región, así como utilizarlas para respaldar potenciales crisis financieras y

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de balances de pagos a través de un fondo de reservas regional, más que un imperativo económico, constituye un imperativo del sentido común. Por otro lado, con el inicio de una moneda contable y un sistema regional de pagos, la región podrá reducir los requerimientos artificiales de dólares en el comercio regional y en los mercados financieros, con lo que la nueva arquitectura financiera regional nos permitirá tener políticas monetarias y, en general, de desarrollo mucho más autónomas, sin depender de los caprichos de un supuesto mercado internacional. Incluso impedirá que paguemos una ilegítima remuneración: el señoreaje, a las potencias emisoras de las monedas utilizadas para el intercambio inter-regional. Señoreaje es un término de la edad media, significa el ingreso que recibe el señor feudal sólo por el hecho de emitir monedas. ¿De dónde viene ese ingreso? Muy fácil, ejemplo actual: Si Venezuela produce una silla que vale 10 dólares y comerciamos en dólares, Estados Unidos sólo emitiendo un billete de 10 dólares se está apoderando de una silla venezolana, ese es el ingreso por señoreaje y significa miles de millones de dólares de transferencia anual de nuestros países al emisor de la moneda que sirve para el intercambio. No podemos continuar con estas barbaridades. Han sido absurdos que hemos sostenido durante demasiado tiempo y han roto cualquier lógica, cualquier racionalidad, cuando los pobres somos los que realmente, al final del día, estamos sosteniendo a los ricos. De esta forma, la nueva arquitectura financiera regional será un paso trascendental para una verdadera soberanía e independencia en nuestras naciones. Éstas no son fantasías y esas son

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las buenas noticias, por el contrario, ya algunas cosas con diferentes dimensiones y alcances son realidades. Ya existe en los países del ALBA, Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América [Aplausos] el Sistema Único de Compensaciones Regional por Pagos (Sucre), para no depender del dólar en nuestras transacciones y aminorar los costos de nuestros intercambios comerciales. [Aplausos] ¿Cómo funciona esto? Si yo negocio con Venezuela, le vendo 100 millones de exportaciones ecuatorianas y compramos 150 millones de importaciones venezolanas, en vez de requerir 250 millones para movilizar estos intercambios, con el Sucre sólo se tendrá que transferir el saldo, es decir, sólo 50 millones. ¿Y por qué no, en el futuro incluso, tener una moneda regional propia para que ni siquiera las compensaciones se tengan que realizar en dólares? El día de mañana es un día histórico para Venezuela, Ecuador y para el ALBA, pues realizaremos la primera transacción a través del Sistema Único de Compensación Regional (Sucre). [Aplausos] ¡Y de aquí hacia delante, sin mirar atrás! En esencia, la iniciativa Sucre busca minimizar todos los costos de transacción y también los costos cambiarios que tanto obstaculizan al comercio regional en América Latina, pero una de las grandes innovaciones del Sucre será la creación de una moneda electrónica, desacoplada del dólar y cuya función básica será la de constituirse en una unidad de cuenta común para la valoración de los pagos internacionales, como ocurrió, insisto, con el euro en la Unión Europea. Queridas amigas y amigos, ya lo dijo nuestra queridísima amiga, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, hace poco, en este mismo escenario, cito: “En este nuevo despertar de nues-

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tros pueblos estamos mucho más cerca que nunca de cumplir los sueños de integración de nuestros próceres más visionarios, de Bolívar, de San Martín, de Artigas, de O’Higgins”. En esta hora debemos repetir con Martí: “Quiere el cielo que sean pocos los que continúen de espaldas a la Patria, y soñar despiertos con Bolívar, que estamos llamados a ser la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria”. [Aplausos]

Inventamos o erramos Simón Rodríguez, el maestro del Libertador, clarividente y lúcido, nos dijo con voz clara y fecunda: “La América Española es original, originales han de ser sus instituciones y su gobierno, y originales sus medios de fundar uno y otro. O inventamos o erramos”. [Aplausos] Y éste es un mensaje muy poderoso para aquellos que vamos por la vía alternativa, una vía de justicia, de dignidad, de soberanía; no de sumisión ni de sometimiento de los poderes de siempre. Tenemos que reinventarnos, compañeros, cada día. Y el mayor peligro –escúcheseme bien– para los socialistas del siglo XXI, no son los escuálidos, no son los pitiyanquis, no son los pelucones, ya ellos están derrotados como la gente los identifica, como los enemigos de la Patria; son aquellos que toman nuestras propias banderas y con fundamentalismos, infantilismos absurdos, ridículos, tomando nuestro propio discurso, le hacen un gran daño al avance del socialismo, a los cambios que necesita la región. Hay que estar muy atentos. Permítanme hacer una nueva digresión para referirme un poco a esto. Estar muy atentos con ese izquierdismo infantil del cual

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nos hablaba Pepe Mujica, el izquierdismo del todo o nada, que es el mejor aliado del statu quo. Con ese ecologismo infantil que pretende presentar al ser humano como un estorbo en la naturaleza y, no, no estamos de acuerdo en que sea lo único importante en la naturaleza, pero sí es lo más importante de la naturaleza; y quieren impedirnos extraer nuestros recursos naturales, ser mendigos sentados en un saco de oro, vivir pobreza, miseria, para absurdos extremismos ambientalistas. Creemos que tenemos solvencia para hablar de esto. No hay Constitución más verde en la historia de la humanidad que la nueva Constitución de la revolución ciudadana en Ecuador que, por primera vez, otorga derechos a la naturaleza. [Aplausos] Pero no podemos caer en esos sinsentidos de pretender –insisto– que el ser humano es poco menos que un estorbo y ser mendigos sentados en un saco de oro y no aprovechar las inmensas riquezas que la naturaleza nos ha provisto; y también hay que estar muy atentos con un problema que está naciendo en Bolivia, en Ecuador y probablemente pueda suceder en Venezuela, como el indigenismo infantil. El pretender mitificar a cierta dirigencia indígena, esas posiciones que no resisten el menor análisis, apologías del primitivismo, apologías de la pobreza, apologías de supuestos ejemplos de vida, cuando hemos ensayado una y otra vez esas fórmulas y no han dado resultados, como decía Einstein: “Insanidad es hacer la misma cosa una y otra vez y esperar resultados diferentes.” Qué daño hacen aquellos que dicen muchas veces apoyar a ciertos grupos indígenas. Yo soy indigenista, he trabajado con

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indígenas, creo en el movimiento indígena como proceso histórico, pero también estamos muy conscientes de que cierta dirigencia indígena ha perdido totalmente el rumbo, y son los mejores heraldos del poder fáctico de siempre para mantener el statu quo, y qué daño se hace con el paternalismo, con la mitificación quitándole la capacidad autocrítica. A un pueblo que se le quita la capacidad autocrítica se le condena a la inmovilidad, se le condena al fracaso. [Aplausos] Y en esto también tiene muchísimo que ver el cambio cultural. Lo hablábamos con el presidente Chávez y me dio mucha satisfacción escuchar su visión en este aspecto, cambio cultural, superar esa manía de echarle siempre la culpa a terceros, siempre la culpa de nuestras desgracias fueron los demás, nunca nosotros mismos. En consecuencia, no tenemos que cambiar nada, tienen que cambiar los demás porque nosotros somos los buenos, ellos los malos. Insisto, así no salen adelante los pueblos. Hasta nos inventamos toda una teoría, la teoría de la dependencia, ¿verdad? Nosotros éramos pobres porque los otros eran ricos y no es cierto, hay mucho de cierto pero no es totalmente cierto. Y por supuesto, hay mucho de cierto que hemos sido víctimas de explotación, que hay gente que le conviene nuestra pobreza, pero no neguemos nuestras responsabilidades. Después de 200 años qué nos falló. Tengamos conciencia que los principales autores de nuestra situación somos nosotros mis­ mos, así como también podemos ser los principales sujetos de nuestra liberación y de nuestra independencia. [Aplausos]

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Presidente Rafael Correa 5 de julio de 2010


Compañeras, compañeros, vengo desde mi patria ecuatorial para entregar a las venezolanas, a los venezolanos, un gran abrazo fraternal; vengo a esta patria llanera y altiva para renovar los votos de nuestro destino común, vengo con mensajes de cariño, de paz y unidad, que son ahora, sobre la base de la equidad y de la justicia, la gran meta de todos nuestros pueblos. Somos del Sur, seres humanos con todos los colores en la piel, con el alma llena de banderas; pueblos, naciones con un sueño común de unidad, de soberanía, para cantar en libertad, para decirle al mundo que vamos a integrarnos para defender la vida, para honrar la vida como hermanos diversos, pero nunca más indiferentes, diversos pero nunca más desiguales. Vamos con la presencia tutelar de Simón Bolívar, de Eloy Alfaro, de Manuelita, de todos los hombres y mujeres honestos, laboriosos y revolucionarios de la Patria, a vencer al pasado con estrategias conjuntas, con un canto nuevo que nos reafirme como hermanos. Ahora nos toca a nosotros. Los pueblos no nos perdonarán si no logramos avanzar en la integración de Nuestra América, para usar la entrañable concepción de Martí. Ya no son válidos el “no pudimos”, “no nos dejaron”, por esta historia hay sueños compartidos de sangre derramada y utopías por construir, tenemos que reafirmar el compromiso profundo con la integración de nuestros pueblos. Nuestra segunda Independencia es la consecuencia lógica, inexorable, de la unidad que nos manda desde la historia nuestro común Libertador, quien, como dice el presidente Chávez, pensaba en siglos y miraba en continentes. Hace 200 años Bo-

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lívar se jugaba la vida, como lo haría más tarde el Che, por la causa libertaria. El sueño de Bolívar está por cumplirse. ¡No vamos a fallarte, Libertador! [Aplausos] ¡Que viva Venezuela! ¡Que viva Ecuador! ¡Y que viva la Patria Grande! ¡Hasta la victoria siempre, hermanas y hermanos venezolanos! [Aplausos de pie]

* * * Palabras de agradecimiento del ciudadano Hugo Rafael Chávez Frías, Presidente Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela De nuevo mis saludos, señora Presidenta; querido hermano Presidente; embajadores, embajadoras; diputados, diputadas; visitantes; canciller y demás compañeros; compañeros ecuatorianos; vicepresidentes; ministros, ministras; compañeros, compañeras camaradas del Poder Popular, de las milicias campesinas. Unos muy breves comentarios porque debo asistir al Patio de Honor debido a que hoy son los ascensos de los señores generales y almirantes de nuestra Fuerza Armada, coroneles, capitanes de navío. No pudimos hacerlo el día previsto por la lamentable muerte repentina del general en jefe Almidien Ramón Moreno Acosta.

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Palabras del Presidente Hugo Chávez 5 de julio de 2010


Sólo para precisar algo: 5 de julio 2010, hoy comienza un año que concluirá el próximo 5 de julio de 2011, el cual celebraremos con gran júbilo. Desde ahora debemos comenzar a caminar ese año, a transitarlo hacia esos 200 años de la Declaratoria de Independencia y firma. Ese día se comenzó a firmar al Acta, la hicieron por la noche, no la firmaron todos, pero se toma el 5 como la declaratoria y firma. Firmaron a lo largo de varios días, habrá que conmemorar una serie de jornadas históricas, memorables, de este 2010 y 2011. Por ejemplo, el 26 de julio de 1811, ahí en la Plaza Mayor, hoy Plaza Bolívar, estaba nada más y nada menos que el Generalísimo Francisco de Miranda junto al pueblo, Bolívar y dos niños izando la bandera por primera vez, la bandera tricolor, ésta que es la misma ecuatoriana, es la venezolana. Francisco de Miranda y los hijos de José María España izaron la bandera allí el 26 de julio. [Aplausos] A finales de este año, en diciembre, tendremos que celebrar, recordar, conmemorar la llegada de Miranda de nuevo al suelo patrio en diciembre de 1810, y la Constitución que se estaba trabajando por esos días fue promulgada –recordémoslo– en diciembre de 1811. Así que habrá que celebrar también los 200 años de la Constitución, la primera de América Latina, la primera Constitución de Nuestra América. Sólo quería recordar eso. Hemos designado una Comisión del Estado, no de la Presidencia de la República, y del pueblo para caminar esta jornada, estos 365 días desde hoy hasta el próximo 5 de julio, día en el cual, además, se celebrará aquí en Caracas, Dios mediante, la Cumbre de Presidentes de todo el Continente Latinoamericano y Caribeño, el próximo 5 de julio.

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Quiero agradecer al presidente Correa, quien es además presidente de Unasur, por el apoyo; al canciller Patiño, a todos los cancilleres que se hicieron presentes en los últimos días en Caracas, a la canciller mexicana, al canciller argentino, al canciller boliviano, a los cancilleres del Caribe, de los países del ALBA, al canciller cubano, los cancilleres de Centroamérica, de Panamá, de Costa Rica, de Guatemala, de El Salvador. Todos vinieron acá. No nos importa que los gobiernos sean de derecha o de izquierda. Ya lo decía Correa, señores embajadores, yo quiero insistir en esto, les ruego transmitan esto a sus gobiernos: No tenemos nosotros ningún plan para exportar revolución alguna. La revolución venezolana es venezolana; la revolución ecuatoriana es ecuatoriana. Es la mano invisible y a veces visible, huesuda y maloliente del imperio la que anda siempre sembrando discordias entre nosotros, generando conflictos entre nosotros. Un ejemplo intolerable fue el conflicto que se desató, lamentablemente, después del terrible hecho aquel, violatorio de todo lo que es el respeto al Derecho Internacional, a la soberanía de los Estados, de los territorios, de los pueblos y de las leyes, cuando fue bombardeada la República hermana y sagrada del Ecuador por fuerzas extranjeras. Eso no se puede tolerar. Un gobierno que hace eso se coloca fuera del concierto de las naciones hermanas del continente. No se puede tolerar. Esa es la más grande provocación que ha ocurrido en estos últimos años. Afortunadamente, gracias a Dios y a la madurez de nosotros, y al conjunto de países que conformamos ya la Alianza Bolivariana, y a los buenos gobiernos, buenos amigos como

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Lula, Cristina; del Caribe, como Raúl y muchos otros, ese hecho tan grave no generó una escalada a un conflicto que lamentaríamos para siempre. El camino de la unión requiere que nos respetemos, señores embajadores, señoras embajadoras. Cada país elige su gobierno. Ahí lo dicen nuestros próceres en el Acta de 199 años. Colombia ha elegido un nuevo presidente; respetado es, siempre que respete a los demás gobiernos que también somos independientes, que somos libres, que somos soberanos. Quien no respete no será respetado. Quien no respete no puede ser respetado. Este mensaje fue el mensaje central que les di a los cancilleres de América Latina y el Caribe. La integración es algo que no puede depender de las ideologías que en cada país ocupen el gobierno u ocupen en espacios en la oposición. La unión entre nosotros es el único camino a la libertad, al progreso de nuestros pueblos. Eso hay que remarcarlo. Aprovecho las palabras extraordinarias de nuestro compañero, el presidente Rafael Correa, para subrayarlo desde aquí hacia el mundo, porque a nosotros nos han tratado de presentar como los instigadores a la violencia, como el factor peligroso, como dicen o han dicho en el Pentágono, que divide, que perturba al continente, que perturba al caserío, a la vecindad. Tú lo dices, Rafael, y tienes mucha razón. Yo recuerdo en este mismo sitio, hace 11 años 5 meses y 3 días, asumía la Presidencia de la República, y recuerdo todos los presidentes que aquí estaban, y había uno aquí sentado, ahí donde está el teniente Escalona, ahí estaba Fidel Castro. Y luego nos trataron de aislar de Fidel, nos trataron de alejar de Fidel, de la Revolución Cubana. Pero no, nuestro camino estaba señalado, nuestro camino

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era y es una revolución con nuestras características; pero a mí me trataron de alejar de Fidel, trataron de generar un muro, de sembrar cizaña, de sembrarnos temores, de sembrarle temores a nuestro pueblo, y todavía siguen en el empeño. Bien buenas las palabras suyas, padre Numa, muy, muy ajustadas al momento que vivimos, porque yo, como Rafael, soy católico y me da mucho dolor cuando veo al cardenal de nuestra iglesia católica salir como un troglodita a tratar de meterle miedo al pueblo hablando del comunismo. Allá veo al Nuncio Apostólico de Su Santidad. Le saludo. Como se lo dije a usted, señor Nuncio: No merecemos un cardenal como ese. Este pueblo merece otro cardenal. Este pueblo merece respeto de los jerarcas de la iglesia católica, apostólica y romana, porque este pueblo es cristiano, este pueblo es católico, cristiano. [Corean consignas] Ese señor es indigno de llamarse cardenal de la iglesia católica. Menos mal que yo no grabo a nadie. Yo no grabo ni reuniones, ni conversaciones. Pero si ustedes hubieran visto a ese señor obispo cuando yo me negaba a que él fuera cardenal. Fíjese que no estaba yo equivocado, señor Nuncio. No estaba yo equivocado. Yo me negaba y el Papa entonces mandó una carta, mandó un emisario. Yo lo recibí, por supuesto, y le expliqué al emisario del Papa las razones que yo como jefe de Estado tenía para negarme, porque el anterior cardenal, que en paz descanse, se metió a golpista. Se reunían en la casa del cardenal. Los fariseos, Dios mío, Judas y los fariseos, y este obispo que era de Valencia –ustedes recuerdan– estaba en el golpe, y dio no sé cuántas declaraciones, que están registradas en los medios de comunicación, están grabadas. Yo le mostré al visitante, al car-

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denal que vino de Roma, le dije: “Mire usted esto. ¿Cómo cree usted que voy a aprobar la designación de este señor como arzobispo de Caracas, y luego viene seguro como cardenal, que es el paso inmediato? Al final yo cedí, ¿saben? Yo le decía al señor cardenal: “Mire, dígale a Su Santidad que yo soy capaz de ir a Roma a conversar con él”. Nunca se dio la ocasión. Yo tenía mi candidato, y no es un hombre ni subordinado a mí, ni chavista, no; es un monseñor que debería ser supercardenal venezolano, se llama Mario Moronta. [Aplausos] Debería ser el supercardenal venezolano porque lo merece, Mario Moronta lo merece. Pero por allá lo tienen, monseñor, allá lo tienen en San Cristóbal, desde que yo llegué aquí, la Conferencia Episcopal casi lo mandó al exilio, allá está en San Cristóbal. [Dirigen frases al Presidente] No, para mí él es el cardenal; el cardenal para mí es Mario Moronta, para mí y para nuestro pueblo [Aplausos], no este indigno obispo. Mira, Rafael, yo recuerdo al cardenal anterior, ¡qué cosas! Resulta que cuando la tragedia de Vargas un alto prelado de la Iglesia llegó a decir –el cardenal que después se metió a golpista– que ese era un castigo de Dios, tal cual los curas españoles cuando el terremoto de Caracas de 1812, un terremoto que destrozó a Caracas, donde murió casi la mitad de la población. Quién sabe cuántos grados tendría ese terremoto, en ese tiempo no se medía, pero destrozó Caracas. Bueno, los curas españoles salieron a decir que era castigo de Dios y casi 200 años después salió el cardenal Velasco –que en paz descanse– a decir que era castigo de Dios por este pueblo estar apoyando una revolución. Una cosa así era.

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Yo no me equivocaba cuando le mandaba a decir al Papa que buscaran otra opción, porque ahora sale este cardenal, porque lo mandan aquí los escuálidos y los pitiyanquis a tratar de meterle miedo al pueblo, hablando del comunismo, que llegó el comunismo. Oye, es un troglodita, él no se da cuenta de que este pueblo ya no es manipulable ni por sotanas ni por nada ni por nadie. Este pueblo es libre, libre de construirse de nuevo a sí mismo. [Aplausos] Y usted puede decirle, señor Nuncio, a Su Santidad, mándele un mensaje: mientras tengamos estos obispos aquí, lamentablemente, nosotros nos sentimos bien alejados de la jerarquía eclesiástica católica. ¡Ah!, pero andamos con los curas de los pueblos, con los curas del barrio, con los curas, los padres verdaderos. [Aplausos] Entonces, esa batalla no ha terminado. Por eso agradezco tanto al padre Numa sus palabras, porque uno se siente, padre, como cuando uno se confesaba y salía liberado, ¿verdad? Uno se siente reivindicado con la verdadera Doctrina Social de la Iglesia a la que se refería el presidente Correa. Ese es el camino, el de Cristo [Aplausos], la justicia. Teilhard de Chardin, gran teólogo y sus conclusiones: “El socialismo y el cristianismo bien pueden caminar tomados de la mano por los caminos de la historia”. Entonces viene el cardenal aquí a hablar de comunismo, que es un peligro para el pueblo, como si aquí tuviéramos un proyecto co­munista, y tratando de meterle miedo a la gente con la Unión So­viética. ¿Será que no se ha enterado el cardenal que la Unión Soviética ya pasó a la historia? Mintiendo sobre la Cuba socialista, hermana que tanto nos apoya.

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Por eso, bien bueno que nuestro compañero Rafael Correa nos haya venido a hablar aquí hoy, además, del socialismo; hoy 5 de Julio. Socialismo igual a justicia. Ese es el Socialismo del Siglo XXI: La igualdad, la justicia, la libertad, la dignidad, la verdadera democracia. [Aplausos] Gracias, presidente Correa, por su lección, por sus lecciones de hoy. Su discurso allá en el Panteón, memorable; su discurso aquí en la Asamblea Nacional, memorable. Gracias, Rafael, por existir. Gracias, Ecuador, por levantar las banderas de la revolución ciudadana, las banderas de Bolívar, de Manuela, de Sucre, de la unidad. ¡Sólo la unión nos hará libres! Muchas gracias, Presidenta. [Aplausos de pie]

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“La República radical que bulle en nuestras mentes” Roberto Hernández Montoya


Roberto Hernández Montoya

Licenciado en Letras, cursó estudios de análisis del discurso en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París. Autor de diversas obras de análisis político, miembro del Consejo de Redacción de analitica. com, miembro de la dirección editorial de Imagen; columnista de numerosos diarios de circulación nacional. Actualmente es presidente del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG, Venezuela), escritor y conductor de programas de opinión en radio y televisión como Los Robertos en RNV y

Discurso de Orden del año Bicentenario 2011

Como ustedes pueden ver, en VTV.

“En aquellos años la Guerra de Independencia americana, de la que Venezuela fue vanguardia, significó un hito en el devenir histórico. Esa independencia significó la declinación de unos imperios en favor de otros. Cambió el destino de todo un Continente. Fue tan radical aquel proyecto que aún nos cuesta una enormidad, como estamos viendo desde la frontera con los Estados Unidos hasta la Antártida”.


La República radical que bulle en nuestras mentes* Roberto Hernández Montoya Algo formidable ocurría en Venezuela antes de 1812, ríos de tinta se han vaciado sobre lo que ocurrió después sobre las causas de la Independencia, muchas de esas tintas han discurrido lúcidamente y son bien conocidas, de modo que no hace falta evocarlas ahora; mi enfoque va por otra ruta.

Sustrato cultural de los acontecimientos políticos Los fenómenos culturales suelen preceder y sustentar los grandes acontecimientos políticos. Mencionaré tres ejemplos: uno de ellos, la Revolución Francesa, precedida por la Ilustración; otro, la Revolución Rusa, precedida por una asociación de intelectuales que van desde los socialistas utópicos hasta Lenin, pasando por los leninistas, Mijaíl Bakunin y sus anarquistas, los socialistas revolucionarios, etcétera; y el tercer ejemplo que quiero mencionar es de Venezuela, de la Venezuela de la vuelta del siglo XVIII al XIX. No es casualidad que hayan entonces * DISCURSO DE ORDEN DEL CIUDADANO ROBERTO HERNÁNDEZ MONTOYA, CON MOTIVO DE CONMEMORARSE EL 200º ANIVERSARIO DEL DÍA DE LA DECLARACIÓN SOLEMNE DE INDEPENDENCIA, cuya sesión se realizó el 8 de julio de 2011.

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emergido de la Escuela de Chacao, Francisco de Miranda, Simón Rodríguez, Andrés Bello, Simón Bolívar, Antonio José de Sucre, Juan Lovera y tantos otros que brillaron por la misma época. Esas figuras no salieron de la nada, alguna temperatura propicia los dio como desenlace: salones, lecturas, aulas, discusiones, reflexiones, cavilaciones solitarias, intercambios, libros y periódicos que circularon, algunos clandestinamente, todos sorbidos en aquellos entornos coloniales, soñolientos sólo en apariencia de una paz que había costado huesos destrozados y miembros encadenados –cuando no despedazados– de rebeldes indios y negros evadidos de las haciendas, cumbes, rebeliones desde el Negro Miguel, José Leonardo Chirino, Gual y España. En la historia se puede aplicar aquella ley de Lomonósov-Lavoi­ sier, la Ley de Conservación de la Materia, según la cual “nada se crea ni se pierde, todo se transforma”, o, como decía José Ortega y Gasset “la historia no se tomó el trabajo de pasar para que la ignorásemos”, como solicitan algunos que promueven la amnesia colectiva como modo de vivir en un eterno presente, como las ardillas y las perezas de la Plaza Bolívar. Aquella suerte de milagro ático, como llamó Karl Marx a la Grecia de los grandes filósofos, que ocurrió sobre todo en Caracas, no fue una sucesión de eventos inconexos. Durante estas gestaciones de grandes cambios históricos se van alimentando, en las entrañas de la sociedad, procesos principalmente intelectuales y estéticos que finalmente se descargan como una avalancha, sea pacífica, sea violenta. En cualquier caso, se trata de desarrollos que implican algún grado de desequilibrio, tensión, conflicto, enfrentamiento, aun en el caso de que se desplieguen en paz como en el actual proceso venezolano.

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En esos ciclos las naciones van engendrando procesos coherentes y a la vez contradictorios, acotados por la dialéctica, hasta culminar en resultados que ponen a esas naciones por delante de las circunstancias que los produjeron. Así ocurrió, por ejemplo, en la Venezuela anterior a los sucesos del Caracazo; un conjunto de intelectuales y artistas se estuvieron formando durante no menos de tres décadas; recursos conceptuales, simbólicos, estéticos, éticos, que guiaron al país hacia esos acontecimientos y los que vinieron luego, 1992, y finalmente lo que hoy vivimos viviendo.

Desperezamiento y transgresión En aquel desperezar colonial, el orden social obedecía a una disciplina nerviosa, feroz, malhumorada, que no consentía mínimas transgresiones y puestas en duda, pero fue para sorpresa de todos –incluso de ellos mismos–, que los que fueron formados para ser administradores coloniales fueron no sólo transgresores, sino que dirigieron la ruptura con el orden imperial. La Corona contaba con Bolívar, con Bello, con Miranda, con San Martín, con Artigas, con Martí y con toda la innumerable legión de insurgentes para tutelar los intereses de Su Majestad y de sus clases sociales aliadas, pero algo salió mal, y lo que salió mal es que el ser humano no es una relojería astronómica en que cada cuerpo celeste da vueltas de un modo cronometrado y tenaz, como entonces se pensaba; el ser humano no es así, ni siquiera la materia se comporta así. Hay incertidumbre en el universo, hay indeterminaciones. La Ley Lomonósov-Lavoisier tiene su según y cómo, y si el universo no es como pensaba Pie-

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rre Simón Laplace, un reloj terco y cabeza dura, mucho menos lo es el ser humano. Aquellos hombres, aquellas mujeres, fueron sacando de sí lo que luego pusieron por delante como iniciativa, ideas, actitudes, desafíos, audacias, arrojos, muchos de los cuales aún nos causan asombro, muchos de los cuales apenas comenzamos a entender, cuando no los tenemos como materia pendiente. La Gramática de Andrés Bello, la que redactó para uso de los americanos, es un monumento de la inteligencia humana que aún estamos por entender en su plenitud, y eso por sólo citar un ejemplo, para no discurrir por ese otro monumento que es la Colombeia, hoy, al fin, disponible para el mundo a través de internet, o las obras de Bolívar, Sucre, Simón Rodríguez, Juan Germán Roscio y de tantos otros que nos dejaron una herencia que no es sólo nuestra, porque en Venezuela predomina una vocación muy generosa que nos lleva a no gozar lo que tenemos si no lo compartimos; pero también padecemos la mala costumbre de olvidar sin superar. Es así como podríamos enumerar caudales culturales que hemos ido abandonando por los caminos. Una de las estrategias de dominación imperial es desvalorizar al dominado y convencerlo de que no vale nada. Es así como nos han persuadido de que no hay peor país que Venezuela, que somos haraganes, pícaros, ineptos, violentos e inmorales. No hay nada en la nación, salvo tal vez su naturaleza, que se pueda rescatar. Es así como hemos echado al cesto la obra gigantesca de Andrés Bello, para sólo mencionar alguna ocurrencia notoria, ya casi no leemos a Rómulo Gallegos. Es algo que estamos comenzando a superar, pues, gracias a este proceso hemos ido rescatando valores que

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aún para algunos no merecen siquiera una mención piadosa. Es así como cierta porción de la juventud no entiende nada que no sea “centro comercial”, son los que desfilan por las calles pidiendo libertad para peligrosos forajidos. La España de 1811 era no sólo el imperio donde no se ponía el sol, sino el más poderoso que había existido hasta entonces sobre la Tierra. Una provincia pequeña en población se atrevió a desafiar la más alta tecnología militar de su época. Hay que ponerse en la perspectiva de aquellos tiempos en que no sólo había que afrontar ejércitos bien armados y experimentados, bien alimentados y entrenados, con la moral que infunde la soberbia de siglos de dominación, con un sistema doctrinario bien asentado en dogmas defendidos con hogueras y textos sagrados, que pocos se atrevían a poner en duda. Era lo más difícil, atreverse a adentrarse en libros descomulgados, que era pecado nada más leer, era osar, siquiera examinar ideas que ya venían marcadas como herejías, pero que la sociedad colonial tal vez por eso mismo se arriesgó a examinar, discutir, adoptar. A la humanidad le cuesta aún aceptar los obvios ideales de igualdad, fraternidad y libertad de la Revolución Francesa. El siglo XX vivió con el fascismo una masiva negación de esos ideales, el paradigma de que el ser humano no es lo que es por nacimiento sino por lo que se hace, fue repudiado a favor de la idea según la cual bastaba nacer ario o judío para ser celebrado o condenado al exterminio; aún vivimos esas realidades no sólo en Palestina sino aquí mismo en Venezuela, donde hay quienes repudian a la mayoría en nombre de su nacimiento, tinte de piel o su modo de hablar, vestir y comer.

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Afortunadamente es esa mayoría despreciada la que hoy predomina y gobierna. [Aplausos. Corean consignas a favor del Presidente Chávez] Y es gracias a ese desafío intelectual de 1811 que hoy en Venezuela no podemos concebir que haya por ahí entre nosotros, tal vez en esta misma Cámara, un rey o una reina a quien debemos llamar majestad y hacer una reverencia y hasta tal vez una genuflexión. A lo mejor me equivoco, ¿no? Ninguna persona en esta Cámara merecería de ninguna otra ese homenaje y lo que es más decisivo, ninguna persona pretendería merecerlo, supongo. Es más, cualquier exigencia de esa naturaleza no haría sino inspirar diversión. Esa República radical que bulle en nuestras mentes no tiene plena vigencia ni siquiera en Europa, su cuna, en donde, por ejemplo, las multitudes aclaman bodas reales en medio de una pompa y circunstancias que contrastan con su actual infortunio económico. No fue fácil concebir aquellas ideas como tampoco lo fue enarbolarlas y defenderlas. España nos envió lo que hoy llamaríamos sus “tropas de élite”, su armamento de última tecnología, al mando de estrategas que habían ganado sus galones venciendo ejércitos napoleónicos a quienes 40 siglos de historia contemplaban. No fue fácil, significó la muerte de una parte importante de la población, que algunos calculan en más de la mitad, porque no sólo enfrentaron ejércitos y sistemas ideológicos sino que la naturaleza se exasperó con ellos. La historia, se ha dicho, se vive primero como tragedia y después como comedia. En aquella ocasión el alto clero predicó que el terremoto de 1812 se debió al pecado de la Independen-

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cia. En 1999, los herederos ideológicos de aquel mismo clero predicaron que las inundaciones y deslaves que cubrieron gran parte del territorio nacional se debieron a que los venezolanos votamos el día anterior por la Constitución vigente. [Aplausos] ¿Es acaso coincidencia? No sé, es una duda que tengo.

200 años después: nuestra osadía revolucionaria En aquellos años la Guerra de Independencia americana de la que Venezuela fue vanguardia, significó un hito en el devenir histórico. Esa independencia significó la declinación de unos imperios en favor de otros, cambió el destino de todo un continente, fue tan radical aquel proyecto que aún nos cuesta una enormidad, como lo estamos viendo desde la frontera con los Estados Unidos hasta la Antártida. ¿Cuánto cuesta reclamar hasta los derechos más elementales? Hay que ver lo que nos ha causado la audacia de dar alimentación, educación formal y salud a los que nunca los tuvieron en cantidad y calidad suficientes. [Aplausos] ¿Cómo se burlaron de la alfabetización? ¿Cómo rechazan a los mandatarios que tienen el atrevimiento de animar reformas, aun tímidas, que favorezcan a los que no tienen lo que tienen que tener, para parodiar al maestro Nicolás Guillén? Es el “método bonsai”: apenas un país comienza a desarrollar sus potenciales, viene el imperio y troncha sus ramas para que se mantenga subdesarrollado ...y luego nos culpan del subdesarrollo, claro. Fuimos vanguardia en 1811 y lo somos ahora desde 1989. Luis Britto García ha advertido que el Caracazo fue la primera re-

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belión contra el Fondo Monetario Internacional y el neoliberalismo. Desde hace dos años presenciamos lo que podríamos llamar un Atenazo. Los atenienses, con el perro Lukanikos a la cabeza, protagonizan ahora lo que los caraqueños en 1989. Hasta Atenas está siguiendo el ejemplo que Caracas dio. [Aplausos. Corean consignas]. Y no sólo Atenas sino La Puerta del Sol, Barcelona, la de Cataluña, la Plaza de la Bastilla, los estudiantes de Londres y tantos otros, sin contar la rebelión de los estudiantes chilenos. Las perspectivas económicas de Europa están cercadas ideológicamente por los paradigmas neoliberales, según los cuales no hay otro horizonte de lo concebible, o como lo decía Margaret Thatcher: “No hay alternativa”, “There is not alternative”, para ver si alguien me entiende. No hay más alternativa que hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, esa es la única alternativa. Venezuela demuestra cómo se puede superar una crisis que ella no creó. Se impone a Grecia un paquete demasiado parecido al de 1989 en Venezuela como para que sea casualidad; se exige austeridad de los pobres mientras la nueva directora del FMI aumenta su sueldo en un 11%; es que madame Christine Lagarde, no es pobre y eso explica que le aumenten el sueldo. En los Estados Unidos se ofrecen medidas de salvamento para la banca generadora de la crisis mientras se echa a la calle a gente que ahora tiene que aprender a vivir en la calle. He visto a europeos pedirme con lágrimas en los ojos que cuidemos esta Revolución, diciéndome que somos la única esperanza que les queda.

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[Corean consignas] Así como en 1811, los venezolanos y las venezolanas de hoy tenemos una alta responsabilidad por muchas razones que no me atrevo a intentar siquiera dilucidar. A Venezuela le han tocado varios momentos de vigencia mundial, especialmente durante la Independencia, cuando varias potencias europeas nos bloquearon en 1902, y ahora no es casualidad que se hayan confabulado contra nosotros los 700 mil millones de dólares entre gastos militares y de inteligencia, la curia, el gran capital, los máximos forajidos del mundo. ¿Sorprende a alguien que algo de esos dólares manche algunas manos entre nosotros? Recientes revelaciones nos lo narran. Nuestra osadía actual es, pues, comparable a la de 1811 cuando también desafiamos el mayor poder imperial conocido hasta entonces. Estamos, pues, acostumbrados a desafiar y a derrotar imperios. [Aplausos] Están todos invitados e invitadas a esta fiesta permanente, la más bella posible. Muchas gracias.

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Esta edici贸n de Independencia en Revoluci贸n. Discursos de Orden del 5 de Julio 2000-2011 se termin贸 de imprimir en los talleres de la Imprenta de la Asamblea Nacional en agosto de dos mil once, A帽o Bicentenario de la Independencia de Venezuela.


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