A la sombra de los destellos - Mario Amengual

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Mario Amengual (Maracay, Venezuela. 1958) Es licenciado en Letras por la Universidad Central de Venezuela (U.C.V.) y actualmente es profesor de los talleres de Literatura I y II en el núcleo de la UCV de Maracay, facultades de Agronomía y Ciencias Veterinarias. Ha sido articulista de opinión en Últimas Noticias, 2001 y El Siglo. Numerosos artículos, ensayos y poemas suyos han aparecido en las publicaciones digitales El Meollo, Letralia y Ala de Cuervo, entre otras, así como en la Revista Nacional de Cultura e Imagen, y en los suplementos literarios de diferentes diarios nacionales y regionales. Ha publicado los siguientes libros: La arboleda deslumbrante (Poemas. Alcaldía de Los Salias, San Antonio de los Altos, 1991); El tiempo de las apariencias (Poemas. Departamento de Cultura, UCV, Maracay, 2000); El pozo de la historia / Los extranjeros (Novela y poema en prosa. edición limitada del autor, Caracas, 2001); El pozo de la historia (Novela. Bidandco Editor, Caracas, 2007); El cantante asesinado (Novela. Bidandco Editor, Caracas, 2009); La fiesta de La Democracia (Novela. Bidandco Editor, Caracas, 2011); El abismo de los cocuyos (Novela. Bidandco Editor, Caracas, 2013).


A la Sombra

de los Destellos colecci贸n puerto de e s c a l a


Título: Sombra Azúl Técnica: Aguafuerte Dimensiones: 25x35 cm Autora: Ana Castro Feijoo (Argentina)

Mario Amengual© Ediciones del Movimiento@

Maracaibo, 2015

La Asociación Civil Movimiento Poético de Maracaibo, se reserva los derechos de edición de la presente obra en todos los paises hispanohablantes. Queda prohibida cualquier forma de reproducción, adaptación, puesta en escena o representación electrónica sin la autorización explícita de su Junta Directiva.

Diseño de la Colección: Luis Perozo Cervantes Edición y montaje: Luis Perozo Cervantes Corrección: Euro Montero

www.movimientopoetico.org.ve 0414-0604028 / 0261-7197851 festivaldepoesiademaracaibo@gmail.com


A la Sombra

de los Destellos Mario Amengual


A mi hermana Tania Ruiz Tirado


I

2010-2012 7


8


Me vino un olor con su momento de mi infancia. En la cumbre hĂşmeda de Rancho Grande miraba yo unas matas precisas. Mi padre, que estaba a mi lado, dijo: Helechos. Y esa sola palabra cortĂł la neblina y se hizo mĂşltiple verdor de hojas rociadas.

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Esta otra maĂąana de infames noticias, trĂĄfago mercantil y discursos patrioteros, la exalta una niĂąa que, tomada de la mano de su abuela y a cuyas rodillas apenas llega, lleva en su otra mano una flor de cayena como una ofrenda.

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No importaron los días secos de la intransigencia, allí volvieron las gentilezas del corazón y la fría serenidad del sueño.

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Tanta gente hundida en los agobiantes problemas domésticos o del trabajo (o caídos en el abismo asfixiante del desempleo), no ve (¿cómo puede ver?) el círculo del cielo que nos ensalza.

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Las cosas nos poseen, hablan por nosotros, nos presentan, dicen quiĂŠnes somos, a quiĂŠn pertenecemos, revelan nuestros temores, exponen nuestras creencias y si intentamos librarnos de ellas, las cosas nos seducen y nos halagan, nos llevan por sus senderos parciales, nos obligan a perseguirlas y a perder el sueĂąo por ellas. Las cosas nos compran y nos venden, aunque somos nosotros quienes pagamos por ellas.

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Es el aire de esta noche el aleteo de un murciĂŠlago agonizante. De los rincones de la casa, de la memoria indecisa, se levantan voces que me invitan a reconocerme. No es cĂĄscara repintada la memoria, no es vacĂ­o de honduras ilustradas sobre el lecho quebradizo de aguas inquietas. Algunas luces intranquilas rompen la oscuridad encubridora y la atenciĂłn se divorcia del pensamiento.

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Esta sĂ­ es una penitencia: llegar a ver hondo y sobrevivir en la superficie.

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Me dijeron: ¡Quédate aquí! Pero quise ir más allá. ¿Adónde debía ir si no me ajustaba a las indicaciones consabidas? Dando tumbos en la calle encontré los escalones necesarios.

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多Son destellos o sorpresas amancebadas? Es siempre el pensamiento dando pasos que no son nuestros.

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Aqu铆, sea el momento, sea la oraci贸n contenida, sea la palabra demorada, sea el verbo desdorado, sea la explicaci贸n postergada.

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Si nadie compra esa palabra, dĂŠjala en reposo, dĂŠjala arrinconada, dĂŠjale su destino de trasto indeseable. Tal vez alguien la encuentre y la pronuncie y corra el riesgo de sus resonancias.

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Cuando se pierde el tacto ornamental hasta los devotos de la poesĂ­a se quejan.

20


Aquella mañana pasó sin citas, sin notas ni acotaciones. Eso fue, en aquel estadio, el mejor ejercicio de la política.

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A pesar del dinero, el mal gusto y la melancolĂ­a encubierta con mĂ­nimas galas insinuantes, aquellas putas fueron condignas sacerdotisas del cuerpo.

22


Cuando la bailarina se desnud贸 por completo, la inocencia se sobrepuso al negocio. Antes de eso no lo hubiera cre铆do.

23


Prefiri贸 las palabras de las plazas y los arrabales, las tom贸 y con ellas form贸 su decir; por eso no pudo ser un hacedor de literatura.

24


Ser el de la algarabía en el bar, ser uno más en la tribuna del estadio, ser el de los reclamos colectivos en la calle, ser también multitud y aun así tener voz propia.

25


Diciembre es un mes milagroso: los incrĂŠdulos se ven obligados a los rituales.

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Once ni帽os lloraban por un gol en contra. No les faltaba raz贸n: la vida puede ser perder uno a cero.

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La maĂąana era una presencia luminosa, el cielo era un prodigio ornamental. La vida era el empeĂąo en meter el balĂłn en el arco contrario.

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Arepas de trigo y jojoto al budare, dos tintos y dos con leche. Las dos niñas de ojos, cara y cuerpo inmemoriales nos preguntan y mi compañera y yo les preguntamos a ellas. Querían saber de nos y nos de ellas. Fue una conversación como pocas: afecto inmediato y amable curiosidad.

Pesca, Colombia, 2009.

29


Ella elogiรณ la luna de esa noche pero no quiso fotografiarla. Algo mรกs antiguo que su precisa cรกmara la convenciรณ de no alterar ese encuentro entre la luna y ella.

Bogotรก, 2009.

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Asomada al balc贸n: estrecho y mezquino para el turista ansioso, incapaz de ver en sus rasgos muiscas la inocente sabidur铆a y los horrores de sus antepasados.

Villa de Leiva, Colombia, 2009.

31


Le dieron nombre de mujer discreta y serena, sin ignorar cuánto perturba. La llamaron Chía y bajo el cielo omitido y conquistado aún se puede sentir por qué la adoraban.

Bogotá, 2009.

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AquĂ­ vinieron esos conquistadores, exhaustos y delirantes por la codicia, sin comprender que el tesoro y la alquimia estaban en el pecho de sus vĂ­ctimas.

ZipaquirĂĄ, Colombia, 2009.

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Esta ciudad ordenada, limpia, ostentosa y moderna, ÂżseguirĂĄ creciendo sin importarle que otro talante y otro saber fueron gobierno reverente en esta sabana?

BogotĂĄ, 2009.

34


Los de ahora preferimos las banderas, los protocolos y los números favorables, aunque sean engaño. Los de antes sacrificaban gente a un dios; los de ahora sacrificamos gente a la redondez de la economía. Entonces, ¿somos nosotros los sensatos?

Sogamoso, Colombia, 2009.

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Esos nombres me persiguen y me abren los ojos a cualquier hora. Resuenan en mĂ­ como canciones de infancia o recuerdos largamente apaciguados. Y cuando los pronuncio, en mi sangre se presentan antiguas voces.

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Tras la inquieta cortina de flores de apamates, tres perros callejeros huyen de la garĂşa que avanza trayendo consigo el olor de tierras hĂşmedas y premoniciones agazapadas.

37


La inconformidad, avivada por el calor del mediodía, lleva a la muchacha de la agencia de loterías a una playa de colores cinematográficos; el borracho de la esquina habla con él mismo como si fuese otro; el profesor en su primera cerveza ya detalla el periplo de su año sabático. A otros toca verse en ascuas y sin amparo.

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¿Quién dijo que el esplín fue sólo una moda? Eso será para los que se transaron.

39


DifĂ­cil resistirse a esa tentaciĂłn: chocar los vasos, dar en el chiste y dejar la seriedad para los aspirantes al mĂĄrmol.

40


La palabra me tiene. Sería mucha arrogancia decir que yo tengo la palabra. La palabra me lleva y me trae, me saca de cualquier rincón, habla por mí cuando no puedo hablar, da la cara por mí. Se asoma como un suicida al balcón por donde se lanzará para encontrar su ombligo.

41


La palabra no es ella sola, es carne que tiembla y sangre que corre, es rĂ­o crecido en la boca de quien la sigue al paso por ella impuesto. Se refocila en la garganta de quien desea y borbotea en la boca de quien ama. Viene sin reparos desde los suburbios del espĂ­ritu, se alimenta en los arrabales del fracaso y muchas veces le da por lucirse en las vitrinas del ĂŠxito, donde se venden los rufianes de las ideas.

42


No importa que la palabra desfallezca en los labios enga帽osos de los idealistas y en las prosas insistentes de los mercenarios de la bondad y la salvaci贸n. A ella le toca resistir las traiciones y las adulteraciones.

43


Ni voz de Dios ni voz del pueblo. La palabra que nos tiene es la sospecha de Dios y la certeza del pueblo, que de ella vive y por ella vive. Ese es su pan cuando el hambre lo doblega, es su arma cuando la injusticia se afinca en sus hombros, es su cama cuando no tiene sue単o, es su santo cuando los milagros se traman en las oficinas de los planes inmisericordes.

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Es la palabra de los artesanos del corazĂłn, desprovista de guirnaldas y con sus aires de lĂĄpida, la que se levanta entre los escombros de ideologĂ­as, convenciones y leyes, para que ellos, artesanos solitarios, voz del pueblo reconcentrada, la devuelvan a la calle con aristas dolientes.

45


La palabra no tiene precio. Ella se deja vender, se deja usar en los fueros de las subastas. Tan pĂşblica que es y se mantiene sola en sus pozos de larvas y se deja escribir como el vuelo de los zamuros.

46


Cuando uno se queda sin palabras, ellas se dicen y se desdicen en el pulso de un amanuense azotado por el sol en la perenne feria del ruido.

47


De vez en cuando conviene dejar los libros a un lado para no olvidar d贸nde nacen los que tocan y perduran.

48


Por andar uno afanoso entre los demasiados libros puede perderse el hilo de la calle dĂ­scola y las palabras y el papel pueden volverse un horizonte mezquino.

49


Tantas palabras y tanto papel consagran y envanecen a muchos, pero rara vez las Musas aparecen.

50


Un calendario equivocado rige mi alma, por eso sabe cuĂĄnto pesan las nuevas apostasĂ­as.

51


¿Será que les sobran las palabras? Ya no sé si son pura gala. ¿Literatura? ¿Poesía? Los días pasan inadvertidos.

52


Ahora las librerĂ­as me asustan: es como estar en un salĂłn lleno de gente donde todos hablan al mismo tiempo y nadie escucha a los demĂĄs.

53


En la bulliciosa soledad de un bar de mala muerte se present贸 palpitante un momento sin linderos.

54


ÂżQuĂŠ puede encontrar quien no busca? Nada plausible a la luz de las conveniencias.

55


Ahora vale ser menos prosaico y mĂĄs al gusto de estos dĂ­as. En otro tiempo se entenderĂĄ cierta rusticidad cultivada.

56


Vivir de las palabras lleva consigo el riesgo de traicionarlas. Y las palabras no hablan cuando se desangran

57


Cuando se marchan los ruidosos carros de los piqueros con sus aparatos de sonido estruendosos, el canto de los grillos vuelve a la eternidad.

58


AĂşn no es tiempo para la palabra inconforme: le sobran espinas y le falta delicadeza. No coincide con el canto de los gallos y se ahoga en el ĂĄmbito de los pactos.

59


Basta con ver un poco, aquí y allá, sin mucho empeño, para saber que aún es siempre en el voladero de la discordancia.

60


Una sombra indolente se nos viene encima y ya se vislumbran amaneceres sin pĂĄjaros anunciantes.

61


Sus bocas procelosas invocan un solo parecer: igual da que pidan rĂ­os de sangre en las calles.

62


Si en la olvidable lejanĂ­a de un sueĂąo la ineludible te toca las sienes, y tĂş las de ella, vuelves a la vigilia con otro mirar.

63


En la soledad de la madrugada esa canci贸n de letra manida y ritmo mon贸tono se volvi贸 himno para el o铆do reverente.

64


Hay días en que las palabras amanecen indóciles, pesan en la lengua, se estremecen en los labios, se atascan en la garganta, sólo quieren ser ellas, se desnudan… y dicen.

65


Algunas noches ciertas aves presagiosas vuelan sobre el lecho de la incurable melancolĂ­a.

66


Caminan en cĂ­rculos de cobre dejando una estela de temor sin adjetivo. No es un cuchillo que asedia a sus gargantas, es el sueĂąo alterado en su pronombre.

67


Ya no saben saltar sobre sus espejos rotos, confunden la luz con una queja, olvidaron despertar sin maquillaje y caminan con la seguridad de un condenado.

68


El mundo cuelga de sus latidos sin verdadera esperanza en algo. Distante de los credos pregonados, realza sus padecimientos para lucrarse y s贸lo sobrevive a sus pesadillas.

69


Queriendo borrar el pasado, convierten el presente en un pasado perenne.

70


Pronuncian sus arrogancias en tono de victorias bĂŠlicas, confiados en que sus palabras emocionantes ocultarĂĄn su vocaciĂłn de verdugos.

71


Podrías ser el nombre de una flor, de una montaña boscosa y húmeda, de una mujer carnal y arrogante, pero no, atraviesas la existencia de palmo a palmo: melancolía.

72


Aparece en los espasmos de las olas, en las entrelĂ­neas de los catĂĄlogos, en el punto donde se bifurcan las creencias, y se le esconde a los ojos sabidos.

73


Hay quienes no llegan nunca a ninguna parte, aunque viajen día y noche o devoren kilómetros de páginas. Se quedan en un punto muerto de la existencia, siempre más vivos que los demás.

74


Se callan, no dicen nada o no saben qué decir. No los espabila el rayo ni la nube cargada sobre el cerro azul, ojalá se enteren algún día de que están vivos o están muriendo.

75


La luna inclina, el sol quema, los planetas predisponen. Nada parece f谩cil. S贸lo el sentir nos mantiene en esta orilla donde el dolor se asoma como claridad.

76


Escribir, para alguien o contra alguien. De repente, el sentir encandila pero uno se sobrepone y dice esas palabras que pueden ser miel venenosa con gotas de sangre.

77


AllĂ­ en el filo de las consideraciones o uno se arraiga en cualquier pretexto o se desprende de todo para siempre.

78


Las muertes ajenas son una notificaciĂłn precisa, el renegado recuerdo de lo inevitable. AvĂ­sate bien que yo llegarĂŠ a ti a deshora seas mancebo o viejo cansado. Ni te adelantes ni quieras atrasarte.

79


Mientras los grupos polĂ­ticos vocean esperanzas, las flores de los apamates cubren las aceras [y los amplios jardines.

80


No sigo a nadie ni nadie me sigue. No busco partidarios ni quiero ser del reba帽o. S贸lo yendo hombro a hombro se puede aspirar [a otro destino.

81


Cuando la sombra es el vĂŠrtice de algunos pensamientos insumisos, cualquier asilo en las distracciones se revela en las [palabras.

82


¿En qué honduras estaba que volví desatinado al ruido [de mis voces? Pude quedarme con una certidumbre que me gana: el mundo enseña su propia cara.

83


Lo que pude haber dicho en vano esta ma帽ana se mostr贸 en una flor de cayena.

84


II

2013-2014 85


86


AquĂ­ se paga todo y no es en las nubes que se resuelven las cosas, dicen mis amigos borrachos. Cuando se quiere, dicen ellos, el corazĂłn no tiene linderos y el alma no es un perro extraviado. Por eso estamos aquĂ­ celebrando, en esta caliente y ruidosa taguara, sin respuestas a muchas preguntas y con una sola certeza.

87


Te cuesta entender que las metĂĄforas no estĂĄn en las palabras. Ellas se presentan cada dĂ­a en el vaso fondo blanco y sobre todo en la indiferencia por querer ser alguien.

88


No cantan, no predican, no buscan adeptos, aunque hablan para quien sabe escucharlas. No se hacen l铆deres ni comandantes ni redentores ni prometen nada. Las piedras son s贸lo piedras y de ellas se desprende la 煤nica lecci贸n.

89


Algún día, seguramente un buen día, cuando ya no tenga el privilegio de estar aquí y llueva sobre esta ciudad, ojalá alguien, no importa si perdido o miserable, sepa dar las gracias.

90


Les pasan las horas como las aguas del rĂ­o y siempre quieren algo y ese algo, cualquier algo, casi siempre es un paso ciego hacia la tumba.

91


Cuando la muchacha, sentada a mi lado en el abarrotado y bullicioso autobĂşs, le daba pecho a su hijo, estuve sentado junto a un milagro que le dio sapiencia a mis ojos.

92


A Carmela Después de todo hay un terreno para la comprensión: caerán imperios y gobiernos, se derrumbarán cerros y se inundarán praderas. Sólo lo que está en el corazón permanece, aunque vengan sequías y se levanten los suelos. Lo único que queda se alberga en el pecho y no cabe entre los brazos.

93


A los lados de las calles florecen matas sin colores porque nadie se da cuenta, nadie quiere darse cuenta. Ni siquiera las nubes plomizas distraen las miradas. Estamos solos en un autobús, por dentro adornado con calcomanías obscenas y adornos de foami y flores de plástico. Se supone que hoy se celebra algo, un santo o una fecha patria; la excusa es lo de menos: nadie hinca las rodillas ni alza la cara al cielo y nadie sale de sí mismo ni se da cuenta de nada.

94


Aquí estaré de rodillas ante tres columnas de sal, no muy lejos de una rata muerta, inmensa, a punto de reventarse. Aquí estaré, esperando del sol desfallecidos susurros tibios y del mar un oleaje sereno para emprender el viaje del cual sólo el corazón puede ser testigo.

95


Cuando la libertad depende de un domingo electoral y la masa euf贸rica del ganador celebra el Para铆so en la tierra, de verdad prefiero volverme hacia la demoledora realidad de los mercados, los bares y los burdeles: al menos en ellos sabemos que las trampas valen.

96


La hoja que cae en el río ahora conoce la prisa del tiempo y la sucesión de los instantes que en el árbol ignoraba.

97


Insomne, sujeto a la Luna, camino por el otro lado de las calles, el que no ven ni los ambiciosos ni los gobernados. S贸lo camino con el reflejo de una luz, apenas prestada a lo que puedo ser y nadie nota.

98


Ma単ana, tan bien que te derrites en la boca, eres hoy palabra a beneficio de chulos y redentores.

99


Quien no dice en contra ni para ni por qué en un país alucinado, fabricado con discursos redentores, fascinado con ídolos de petróleo, va cavándose una tumba sin epitafio.

100


Se escribe para nadie, pero la necesidad de hacerlo retumba en la cabeza. A veces imagino que a cuanto escribo se le da como a mí con una muchacha en una parada de autobuses: le hablé, nos caímos bien, la invité a tomarnos una cerveza, entrelazamos las manos, nos besamos con deseo y alegría y luego nos fuimos a uno de esos hoteles de una noche y amanecimos desnudos y abrazados, contentos y a pleno gozo, y sin pedirnos explicación alguna.

101


A mi hermano Alberto Lo que nunca supimos y jamás lo sabremos, lo que nunca aprendimos y nadie nos enseñó: es eso. Sólo sabemos que perdimos el rumbo, se rompió la copa del brindis eterno. Caminamos descalzos sobre agujas de vidrio, ofrecimos nuestra sangre sin protestar, sí sabíamos del sacrificio inútil y de los sueños extenuantes y del desvelo sin sosiego. Ahora podemos celebrar en esta orilla sin linderos y sólo nos quedan los nombres y la muerte.

102


ร ndice

Pรกg. 7 ......................................... I (2010-2012)

pรกg. 85........................................ II (2013-2014)

103


Este libro se terminó de imprimir en el taller provisional del Kiosco Cultural El Artesano, justo donde hace doscientos años había un bosque de manglares, en la parroquia Santa Lucía, del municipio Maracaibo, en estado federal del Zulia, en el continente americano del planeta Tierra, en la Vía Láctea, el 5 de marzo de 2015; el mismo día del año 1701 que se tiene como fundación de la ciudad de Maracay, al erigirse en su ubicación, una vicefeligresía la parroquia San José de Maracay, por parte del Obispo de Caracas, Diego de Boaños y Sotomayor. Con un tiraje de 500 ejemplares en 10 series de 50 cada una. SERIE A. Nº _____ de 50


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