Fosa común issus

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Miguel Marcotrigiano. Caracas, 1963 Poeta, crítico y profesor universitario. Egresado de la Escuela de Letras de la Universidad Católica Andrés Bello (1987). Realizó estudios en la Maestría en Literatura Venezolana de la Universidad Central de Venezuela (1991-1992) y en el Doctorado en Letras de la Universidad de Salamanca, España (2005-2007), dirigiendo sus intereses investigativos hacia la palabra de los poetas suicidas. Actualmente es investigador en el CIFH, en la UCAB. Ejerce la docencia desde el año 1984 en diversas instituciones de la educación media, diversificada y universitaria. Coordina desde hace más de veinte años el Taller de Poesía de la UCAB. Ha sido antologado en publicaciones colectivas de Venezuela, Francia, España, Argentina y Colombia. Su trabajo crítico se halla en diversas publicaciones periódicas académicas y en sus libros Las voces de la Hidra. La poesía venezolana de los años 90 (Mucuglifo/UCAB, 2002), De orilla a orilla. Estudios sobre literatura española y venezolana (UCAB, 2010) y Poesía y suicidio (CELARG, 2012). Su obra poética está compuesta por los poemarios: Concierto vegetal a la luz de la luna (1991), De arcanos y otros signos (1994), El mismo juego (1994), Dípticos (1995), Esta sombra que nos habita (2005), Ocurre a diario. Poesía reunida 1991-2005 (2006), Orfandades (2011) y La soledad del náufrago (2012).


Fosa Com煤n colecci贸n puerto de e s c a l a


Título: En la tierra Técnica: Aguafuerte Dimensiones: 34x50 cm Autora; Roser Bru (Barcelona, 1923)

Miguel Marcotrigiano© Ediciones del Movimiento@

Maracaibo, 2015

La Asociación Civil Movimiento Poético de Maracaibo, se reserva los derechos de edición de la presente obra en todos los paises hispanohablantes. Queda prohibida cualquier forma de reproducción, adaptación, puesta en escena o representación electrónica sin la autorización explícita de su Junta Directiva.

Diseño de la Colección: Luis Perozo Cervantes Edición y montaje: Luis Perozo Cervantes Corrección: Euro Montero

www.movimientopoetico.org.ve 0414-0604028 / 0261-7197851 festivaldepoesiademaracaibo@gmail.com


Fosa Com煤n Miguel Marcotrigiano colecci贸n puerto de e s c a l a


lápidas perfectas por Francisco Javier Pérez

Presidente de la Academia Venezolana de la Lengua

La poesía siempre alcanza sus cumbres más altas cuando escruta, en inclemente merodeo, su propia gestión; su vida misma. Nada más inestimable para la comprensión y nada más impostergable para la afectividad que la poesía haciendo poesía de la poesía o concibiendo la poesía de unos tratando de entenderse en la poesía de los otros. El poeta crítico por y para la poesía es la condición sublime de este arte oblicuo de la palabra, reino de lo que no puede decirse diciendo y ámbito de lo que se quiere decir anhelando la facultad de decir. Esto y más es lo que podemos encontrar en los versos de este libro cementerio, hojas de ciprés que tanto cautivaron a los poetas del diecinueve y que tanta falta han hecho a los poetas del veinte. Reconocimiento de la poesía por obra de poetas en el momento luctuoso de las despedidas. Luces que se invocan cuando todo va a desaparecer. Cantos que se entonan sabiendo que nunca más podrán escucharse. Vidas que están diciendo adiós y cuya partida no comprendemos y no queremos aceptar. Consuelo verbal frente a la fosa común. Lucha feroz entre los signos y el símbolo.


Como si recorriéramos el osario poético personal del autor, poeta de suicidios y de afectos necróticos, quedan reunidas aquí las lápidas poéticas (la poesía lapidaria) de un conjunto de nombres enormes llamados por sus nombres propios, en una familiaridad que habla de un panteón de ánimos comunes y de un mausoleo de acuerdos funerarios que terminan siendo homenaje vivificador para cada uno de ellos. La nómina es preciosa y perfecta y merece ser recorrida como indicación de lo que este libro nos está ofreciendo; los mejores epitafios para recordar la fosa común en la que se encuentran estas figuras, guiadas por la idea y la verdad de la muerte, por el vivir muriendo y por la violencia de un final que se añora comienzo. Los nombres espeluznan y cautivan. El pavor por admiración luce una constante y la mejor constancia de que estos versos escritos por admiración de esos autores serán perduración de elogio más que solaz de tragedia. El recorrido es arduo y desgasta el sentimiento. La gestión por la materia deja un cansancio en el ánimo que solo puede reponerse sabiendo ya que la consagración no fue aplauso del momento sino loa merecida y para siempre. Las calas poéticas nos hacen crecer dentro de esta poesía de crecimiento en la desdicha y de advertencia en la consolación.1 1 Quejumbroso enigma del poema que caracteriza los versos del conjunto (misión del Auden más perpetuo) y que postula que “Todo es nada/ excepto la muerte” (axioma para Baudelaire). Gombrowicz ofrece sentido y actitud: “Mis restos reposan/ inquietos e hirvientes/ bajo esta lápida perfecta” y Benjamin, tono y título: “Soy el condenado/ El multiplicado/ La 7


Pocas veces nuestra poesía ha cumplido estos cometidos. Bello, Pérez Bonalde y Ramos Sucre convirtieron la traducción en vehículo para el festejo. Dieciocheros y viernistas construyeron altares de veneración para algunos ídolos. Los clasicistas del 42 levantaron templos para la permanencia poética2. Montejo dio curso por ello a las mejores elegías. Más tarde, al desaparecer la costumbre de vindicar con la creación, se inventó la dedicatoria y el epígrafe para celebrar la palabra fecunda y bien dicha de los otros. En todo caso, siempre ha sido poco lo que hemos invertido en reconocer a los de adentro y, menos, a los de afuera (muy a contracorriente voz diversa/ La fosa común”. La memoria del maestro Tejedor trae la tristeza insondable de los mejores versos: “Dejen las palabras/ que aquí no resuenan/ nada dicen”. Encarnación de la melancolía en el poema para Edgar Lee Masters, reconocimiento del poeta en poesía: “Yo/ el poeta/ el más triste de los espíritus/ desencarnados”. Filosofía de la fosa en la experticia: “Lo malo de las resurrecciones/ es que ya se ha probado el licor del sepulcro” (Sylvia Plath). Versos sobre la salvación verbal de una agonía mental recuerdan a Montaigne: “He acondicionado la habitación/ y ahora las voces atormentan en este recinto circular”. La identidad de Celan y la identificación: “La lengua en la que escribo me hace daño/ cada poema lacera mis manos/ pero la sensación es rara/ pues me hace sentir que estoy vivo”. Olvidado de las palabras (Mallarmé), arribamos a la cumbre más alta, esa desde donde Rimbaud se arroja para buscar su desgracia: “que quien se atreva a tocar con su lengua la mía/ sufrirá el horror del miembro mutilado/ conocerá la hiena de la locura”. Un errar hacia lo impronunciable. 2 Ejemplos invalorables los que anidan en los Poemas itálicos (1956), de Juan Beroes, uno de sus libros romanos, que enaltece la poesía funeraria en el lugar más hermoso del mundo para alcanzarla, el cementerio de los ingleses en Roma, el húmedo vergel en donde reposan Keats y Shelley, al que Beroes dedica sendos textos de tumbas y recuerdos. En clave similar lo haría Jorge Schmidke en su libro Las ánforas de mármol (1980), esta vez para Byron y Verlaine. También, y sin ánimo de exhaustividad, los medallones fúnebres sobre Hölderlin, Rilke, Novalis y Heine en Dorada estación (1961), de Manuel Felipe Rugeles. Muchos más y con las mismas intenciones serían vindicados por Luis Pastori en Herreros de mi sangre (1950). 8


con nuestros complejos de inferioridad que tanto han privilegiado lo foráneo por encima de lo propio, en toda materia y situación). Fosa común, de Miguel Marcotrigiano, debe ser visto como una vuelta a los nobles hábitos declaratorios sobre los orígenes y las paternidades. Cree, con fe inquebrantable, que nada somos hoy sin lo que otros fueron ayer. Que no existe manera de hacer poesía para nosotros sin que antes hayamos hecho poesía para los que nos precedieron. Sistema circulatorio que no es posible fraccionar o interrumpir, nos debemos a lo anterior, pues nada es nuevo (ni tiene que serlo) en los espacios de la escritura. Virgilio inventó hace tanto tiempo que ya es olvido, que los modelos eran los griegos, su ayer más fecundo, y que nada de lo que haría tendría que ser novedoso, pues sabía que ello no era posible en cuanto a la palabra estética; una lengua que cambia sin cambiar, siempre una dorada vuelta a la patria literaria. Con una timidez que le aporta sólidos desempeños, había mostrado antes algunas de las piezas del repertorio actual bajo el título emblema de Orfandades (El pez soluble, 2012); un preludio de sometimientos al magisterio de los grandes y una toma de posición desesperada y solitaria. Allí y aquí una confesión de honestidad, el mejor terreno para que fecunde la poesía: “detrás de la máscara se encuentra el hombre… y sus circunstancias”. 9


Poesía sin máscaras, queda inerme frente a la tumba común (de todos y de nadie) desbordada de afectos y rencores, de aciertos y fallos, de aproximaciones y desencuentros, de anhelos y desdichas, de triunfos y desencantos. Poesía desenmascarada, queda transparente al pie de la fosa poética (muerte o eternidad, como se lo prefiera), común y sin nombres propios o apropiados, común y sin gastados temas nuevos, las perfectas lápidas permanentes que componen estos textos de singular admiración.

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prefacio prescindible ¿Yace la voz en la tumba de un escritor? ¿Sus lectores reposamos junto a ellos? ¿Las palabras son de ellos o siempre nos pertenecieron? Estas voces no son mías, no forman parte de mí, sin embargo me han acompañado a lo largo del viaje. Soy un convencido de que no somos solo lo que acumulamos con la experiencia que calificamos “de vida”, sino de que también los hechos y las palabras colectadas mediante la lectura de los otros van conformando esto que, a falta de mejor término, podemos denominar nuestro ser. Por tanto no somos solo nosotros, sino también parte de los demás. Somos el otro que leemos y un día, paradójicamente, formaremos parte de este museo que vamos siendo. En 1995 se publicó un libro mío titulado Dípticos. Ejercicios para enfrentar las vivencias propias a los signos de los otros (Caracas, Ediciones de La casa de Asterión). En este trabajo me propuse ver qué podía escribirse desde mí, reflejado en los otros. Estos otros eran una serie de poetas venezolanos que formaban parte de mis lecturas recurrentes. En la Coda citaba al poeta brasileño Armindo Trevisan, quien ha afirmado que se puede “componer por solidaridad”, dejando que los signos de los otros nos despierten a la palabra 11


propia. Al decodificar al otro (aunque nunca he estado seguro de que este verbo antipático pueda aplicarse absolutamente en el caso de la poesía), nos revelamos a nosotros mismos. Nos leemos. Y de esto saben mucho los semiólogos. La poesía escrita por el otro se hace, entonces, eco que resuena en la vivencia propia. Luego, en 2011, el Taller Editorial El pez soluble se aventuró en la publicación de mi trabajo Orfandades, conjunto de voces huérfanas que escuchaba a diario porque abría las compuertas de los libros de poetas universales, y de creadores de otras especies, por los que he sentido especial atracción. El vínculo que nos une a lo que nos gusta –la razón de este, quiero decir- nunca es conocido en su totalidad, ni siquiera por nosotros mismos. Por eso las voces permanecen “huérfanas” en cierto sentido. Este libro que tienes en tus manos forma parte de aquel último, o viceversa. Todos los poemas de Orfandades están incorporados en este trabajo. Por último, un par de advertencias: también he sido desde siempre un defensor de que todo lo que llega al papel forma parte del maravilloso mundo de la ficción –inclusive si el referente es tan cercano a nosotros que arrancarlo sería casi tan imposible o, por lo menos, doloroso, como separar nuestra piel del resto de nuestro cuerpo y continuar viviendo como si nada hubiese ocurrido–. Así que algunos episodios expuestos en estos poemas son de invención deliberada y no creo que hayan ocurrido en la vida de los escritores de quienes tomo 12


prestadas sus voces y su devenir. Acaso sean también invenciones de ellos mismos y nosotros hemos caído en la trampa de una vivencia ficticia, pero al fin y al cabo vivida. La otra advertencia es que, a pesar de creer firmemente en que los poemas deben defenderse sin explicaciones ni pistas dejadas adrede en el camino, ha sido insistencia de algunos pre lectores el que deje una señal mínima. Saco, pues, del anonimato que supone el simple nombre de pila de la voz que encabeza cada poema, dejando en el índice el contaminado nombre con el que fue conocido en su vida literaria. Un último aviso tiene que ver con mi intención: he tratado de ser absolutamente honesto y para nada deben verse estos escritos como meros ejercicios. En ellos está canalizada la misma energía que apuesto en los poemas que no se ofrecen bajo el juego del enmascaramiento. Después de todo, detrás de la máscara se encuentra el hombre… y sus circunstancias.

Miguel Marcotrigiano L. Caracas, 2014

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Verse, Fame and Beauty are intense indeed, But Death intenser – Death is Life´s high meed.3 John Keats (1795-1821)

3 versos, fama y belleza son sin duda intensos, / pero mĂĄs intensa es la muerte, la alta recompensa de la vida. 14


Fosa ComĂşn

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Carlos Más allá de las verjas del viejo cementerio no es Cerbero quien ladra este can (negro, claro está) se toma en serio su trabajo muestra los dientes pero al rato depone su actitud y se marcha por el estrecho camino viendo a un lado y otro las hileras de lápidas como para asegurarse de que todo sigue en orden de que cada quien reposa en su santo lugar Ha llegado el tiempo en que no es una ventaja morir Esta sensación de absurdo salta de la piedra al papel se viste caliginosamente en otra escritura Cada trazo encuentra el dibujo de la letra precisa Escribir el poema es como cincelar en la piedra un acto conmovedor buscar la memoria cada vez que el dorso de la mano retire lo sobrante la arena que no permite observar el mundo Surge entonces la frase la cita el verso definitivo Ha llegado el tiempo en que vivir es una orden En qué estaría pensando en qué pienso ahora que descanso en lo alto de la colina cuando los ladridos 17


suenan ya lejanos como en otro tiempo

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Gottfried Sé que este libro que escribo me lanzará a la riesgosa fama del escándalo tal y como ocurrió con Charles o con Gustav (uno de ellos susurra en alguna de estas páginas) Pero no es la gloria lo que persigo sino algo más sutil ver el rostro de la eternidad la vida allí donde se oculta vecina a la nada Hallar el alma en la punta del bisturí es intentar abarcar el segundo exacto en que el día se torna noche –o viceversa– Salpican con la gota de sangre la melancolía la maldad el desengaño el afilado cuchillo de la palabra graba esta oscuridad Todo lo que Oswald expresó en su Decadencia se resume en estas vísceras que dibujan el mapa a ninguna parte en esta mesa de disección La maldad el desengaño la melancolía riman entre sí y tejen la sabiduría resignada en metros ondulados e infinitos Un año fui expulsado de la Cámara de escritores y al siguiente vino la prohibición de escribir 19


La guerra primera se llevó a mis hermanos la segunda a mi esposa pero el dolor no es sufrimiento en quien yace en esta mesa Escribo y hago mi autopsia Todo se ha consumado El desengaño la melancolía la maldad se deslizan lentamente en el crepúsculo de la palabra

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Wystan Que todo sea silencio nada de músicas tristes ni letras melancólicas que se aplaque la voz del anciano profesor en Oxford en Viena el silencio del bosque es imposible por más que apriete los párpados silencio es pues una palabra difícil que no redoblen los tambores ni ladren los perros Han talado los árboles y no he escuchado ni el ritmo del hacha ni la sierra ni el estruendo al caer se han detenido los relojes como rogaba no cruje la tapa del féretro al cerrarse Detrás del parabrisas del Volkswagen un rostro con mil arrugas observa a unos pequeños que juegan en el parque ni ellos ni la del rostro sospechan de quien los escribe Todo esto en silencio sin sonido de fondo no hay banda sonora Enterrado a la sombra de la pequeña y blanca iglesia bajo la lápida escondida entre la hierba una lámpara alumbra 21


este palimpsesto de la vida el quejumbroso enigma del poema

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Charles Conozco cada calle de París cada casa puedo recorrer su maqueta con los ojos cerrados puedo entrar en cada bar y tomar una cerveza o posar el ajenjo en mis labios Sé que el refinamiento profundo de los parisinos reside en un conocimiento detallado de la brevedad de la vida Joseph me enseñó mis primeras letras y Jacques la rigurosidad del abandono Honoré Théodore Gérard Charles Agustin mis ilustres compañeros de armas Sarah y Jeanne mis fieles rumores murmullos y sordinas jamás nadie retozó con una carroña como lo hicieron ellas Hoy que es nunca los convoco Todo es nada excepto la Muerte No os fatiguéis vosotros los vivos Sólo Ella

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la fundadora de la Oniromancia es capaz de explicar los versos Ella que camina de mi brazo por estos bulevares que recita cada flor como si fuese el d茅bil lamento que brota bajo esta tumba en la que me he detenido a descansar A mis pies esta sombra el oscuro enemigo que nos roe el coraz贸n Bebo de su boca cada palabra dulce licor que proviene del Leteo

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Jorge Francisco Isidoro

¿Quién serás esta noche en el oscuro sueño, del otro lado del muro? J.L.B.

La noche en que ocurrió yo tenía la familiar y a la vez extraña sensación de que podía morir nunca Supongo que más o menos esto ocurre a todos La muerte es tan solo una palabra –grande si se quiere– pero a fin de cuentas no es más que eso una palabra algo que pasa a otros Yo estaba de viaje y entonces pensé en que quizás había ocurrido hace tanto tiempo que ya se había trocado en olvido De alguna manera habitaba la oscuridad y ni las lecturas hechas por los amigos eran capaces de traer la luz de los hechos A veces jugaba en mis pensamientos con que al leer un periódico en alguna terraza me toparía con la nota necrológica que anunciaría mi [deceso Ha mucho tiempo desde aquella noche 25


cuando me sorprendí pasando la vista por los renglones de un libro y tardé en comprender que no había recuperado la visión sino que vivía la segunda oportunidad que se nos da Esta nueva parcela de la muerte –al contrario de lo que había pensado– carece de símbolos y mitos apenas una lámpara la noche afuera un libro que no termino de entender unas letras que se acomodan solas a voluntad y forman el texto infinito Nada se repite: es falso aquello de que lo vivido volvemos a verlo ante nuestros ojos Todo es relato nuevo imagen inédita La experiencia no sirve de nada en este reino de tinieblas Solo pido a quien rija este juego me otorgue el favor del olvido que no sea propicia esta larga noche a la memoria que el no ser no sea simplemente o que en todo caso sea ausencia de voz Ahora que solo Soy eco, olvido, nada.

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René Seco y duro es mi nombre Los poetas nunca hemos sido muy afortunados con esto Por eso la vida nos premia con otros oficios El mío siempre fue fingir Ser otro y el mismo Por eso fui bautizado como capitaine Alexandre Viví clandestino entre una maleza impenetrable un laberinto de matorrales y caminos angostos también fue mi palabra Hay algo de guerrero mítico cuando se comparten tales oficios La Resistance forma parte del misterio de la poesía que no se entrega de inmediato que nos reta y pone a prueba porque lo escrito no es para todo ojo la historia que aquí se agazapa tiene algo de antigüedad oculta obedece solo a sus propias leyes La clave está en aceptar lo que no se comprende en pronunciar cada vocablo como por primera vez y seguir a ciegas esta especie de hechizo que nos envuelve y acorrala dentro del poema Para la aurora es funesto el día que despunta… 27


El Pensamiento solo puede expresarse en el verso para el crepúsculo vespertino lo es la noche, que todo lo traga… Capitán ¿quién espera sentado en ese peñasco? La muerte fugada y medible Que no abras la boca no digas el santo y seña Ha llegado quizá nuestra hora ¿No ves que el mármol es más duro que esta página en blanco?

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Witold Tantas acciones y páginas y no obstante desde esta dimensión de la raza solo recuerdo un pequeño y aislado incidente En la preguerra visité el Louvre en compañía de un talentoso chico de suave rostro y evidentes dotes para la escritura el joven Jules amante meloso del arte su admiración y comentarios a las grandes telas de los maestros desataron la cólera que se oculta -no muy bienen mi sangre despertaron el desprecio por lo acabado que nunca he podido controlar tales apreciaciones son para mí signo inequívoco de decadencia rustiquez de espíritu debilidad del corazón pródigo en insultos descargué mi enfermedad sin misericordia Otros compadecerán a mis víctimas Yo adolezco de acrimonia Soy provocador de oficio Dirijo mi veneno hasta el centro mismo del héroe patético 29


no tengo olfato para la gentileza mi vista solo está dispuesta para lo inacabado Pude ser un gestor inmobiliario un maître d´hôtel un funcionario de finanzas La fortuna me sonrió nada de eso fui Mis restos reposan inquietos e hirvientes bajo esta lápida perfecta unas letras unos números una pequeñísima cruz ligeramente abajo y a la izquierda una obra inconclusa en la más absurda de las noches

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Walter Cómo distinguir unos huesos de otros en esta fosa común donde conviven todos los que fui en vida ya no es posible distinguir a los que yacen en ella Dejen el viento soplar en este hoyo en este agujero hondonada que fue mi filosofía El traqueteo de los vagones enganchados unos tras otros el silbido de la locomotora el puesto fronterizo resuenan en las cavidades de esta nueva estación del Cementerio Municipal Los túneles subterráneos conducen al farallón para que las almas contemplen por fin el mar nuestro humilde ponto En el muro fronterizo leo una inscripción que no quiero descifrar No hay ningún documento de la cultura que no lo sea también de la barbarie Alguien ha colocado pequeñas piedras sobre la lápida ignoro el ocio que codificó el ignoto mensaje Theodor me espera en Nueva York 31


pero ya los nazis pisan mis talones no saben que he logrado las más célebres traducciones y que ignoro cómo se vierte en palabras esta angustia en [el pecho Ingiero la morfina porque el camino ahora lo sé es otro No me queda suficiente tiempo para escribir todas la cartas que me habría gustado Mis amigos pagaron el alquiler de una tumba durante un lustro en Portbou tan solo hay un monumento mi cuerpo descansa en mis traducciones Soy el condenado El multiplicado La voz diversa La fosa común

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José Agustín He buscado en lo alto un lugar para tanta muerte para almacenar el odio y poder levantar esta muralla que cerca mi ciudad postrera Sucedió que Ella aguardaba por doquier en cada casa que visitaba me recibía su reciente ausencia y su aroma que aún impregnaba los objetos que había asido Ella es un ave ciega criada por la locura Trato de arreglar este cortinero y los pájaros pasan a mi lado graznando su dictamen Es hermoso alzar el vuelo Me abandono y me precipito en la página Lo que tú hubieras sido ha quedado en el aire perdido para el tiempo Al final todo es palabra ceniza de palabra sobre esta hoja en la que blando torpemente mi arma contra el silencio Caer o remontar a fin de cuentas es el mismo gesto 33


el mismo trazo en el vacĂ­o

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Basilio Apenas cerré los ojos sólo fue un instante y ya la palabra me era ajena la mirada desvariaba en esta oscuridad que temo Siento a mi lado costeando los bordes de este lecho dos viejos amigos compañeros de viaje amables burritos son ellos quienes ahora me conducen Si nada veo nada nombro si no hay palabras ¿cómo respiro?¿A qué temo? ¿Es esto la muerte? ¿El silencio absoluto? Estiro mis brazos pero no los alcanzo nada tropiezan mis dedos ellos también están ciegos tengo miedo Mis guías se alejan con un trotecito que recuerda la infancia Tengo miedo estoy solo y sin palabras camino sin ropas sin conocimiento 35


Me interno en galerías en las que descansan los libros leídos pero que ahora no recuerdo No sé cómo interpretar esta jerarquía de sensaciones no son olores ni sonidos ni sentido de lo agrio o lo dulce son como recuerdos como fantasmas de palabras indóciles juegan a la luz a señalar los caminos Un frío recorre lo que han debido ser mis venas un vacío sideral y éste que suda en la oscuridad no se reconoce porque está sin nombre A pesar de mi esfuerzo cerré los ojos pero sólo era por un instante lo juro mas a dónde voy a veces creo escuchar ecos lejanos de algún campanario algún coro de voces que aprecio nítidas el canto de las avutardas que tengo la certeza no pertenecen a estos reinos de tinieblas Apenas cerré los ojos 36


y ya supe que no escribiría bajo esta forma ni una sola línea más que el grado cero de lo escrito ha cobrado un nuevo e insondable significado oculto allá en el eco de mi último latido Nada comprendo ni quiero comprender Tan sólo tengo miedo a seguir descalzo por esta senda a continuar en el énfasis del silencio Este túnel que acelera mi miedo descansa en la memoria de los otros y ya los otros ni piensan en la memoria Me falta la palabra el aire pero tengo tanta paz tanto silencio Esto sí que es inusual ¿Quién conversa allá en el fondo? Dejen las palabras que aquí no resuenan nada dicen todo es paz que así sea.

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Cesare Más que laborar morir cansa Como en todo oficio el hombre se agota en la mirada que se halla al otro lado de la mesa de noche la piel de la sorpresa pasa y nos roza enfoca y se fija en nuestra pupila muerde duro en la inutilidad del día el que fuma la pipa la que mira a la cara -el rostro es de humonos recuerdan que las voces provienen de la calle esa que cruzamos un día desprevenidos pasamos al lado del muchacho que huyó de casa y cerramos el círculo sin saberlo apenas Alguien comienza a escribir una última frase en un cuarto de este hotel el vacío y el silencio son uno la palabra y el gesto son uno Regreso a esta celda o calle o plaza y tecleo aturdido 38


por el sonido del mar que sale del caracol que ha resultado ser el de nuestra sangre Las cosas hablan en voz baja Si amanece acaso será con los ojos de la muerte Torino habitación de hotel ella no volverá 27 de agosto edad límite La muerte tiene una mirada para todos Imaginé mi descanso entre poetas a la sombra de una gran roca escarpada Desciende la palabra oscurece con paso ligero como quien ya no sufre cruzaré nuevamente la calle alcanzaré al joven del otro verso pondré mi mano en su hombro fijaré la mirada a su rostro me reconoceré en él antes de que llegue el alba

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Un poeta desconocido Rondé invisible alrededor de los grandes ecos los grandes poetas cuya rúbrica postrera quedó sellada con los honores del mármol y la fina hierba cortada por manos expertas No pertenecí a ningún grupo Mi nombre no figura en lista alguna de escuela corriente o humilde peña de amigos Mis versos si acaso susurran al lado de los vehementes poemas escritos por los maestros y eso agradezco a Dios (a quien no he tenido la fortuna de conocer -dicho sea de paso) No debo nada a nadie ni a nada No debo nada a la noche Solo ella recordó mis líneas apenas mientras duró su existencia hoy se entretiene como lo hago yo contemplando el abismo de este silencio que nos acoge Pasé ligero entre las piedras 40


poco me detuve el tiempo suficiente quizĂĄs para asegurar mi anonimato Siempre he pagado mis sueĂąos No debo nada a la noche

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Heinrich y Henriette He muerto dos veces Me he quitado la vida dos veces Me he quitado las dos vidas Primero vi cómo se consumían mis palabras Las llamas las volvían ceniza El viento las dispersaba a ninguna parte Humo y leña para el sacrificio Así se cumple la ley los muertos y sus pasiones siguen siendo inalcanzables La emprendí también contra mi cuerpo Expuse mis huesos en el campo de batalla No hubo sable o bala que diera cuenta de esta sed de infinito Ni Marie ni Pfuel convinieron en el acto Henriette en cambio ganaba más con su muerte decretada hace tiempo por el cáncer A orillas del Wannsee cerca de Postdam luego de la cena organizada por los posaderos ya a solas a Henriette le faltan las palabras y yo sufro de mutismo por exceso de ellas Tiembla su mano cuando apunta a mi corazón 42


la detonación que ya no escucho no es nada comparada con el sórdido momento producido por tantas voces que acuden a explicarlo El viento aún dice entre las hojas de los altos robles dorados La elocuencia de este silencio a orillas del Wannsee habla más que los ojos abiertos de Henriette o el humo que sale de mi boca Ella deja una niña de diez años Yo dejo muchos huérfanos mis atormentados hijos de papel y la luna que languidece narcótica en el ardor de mi lengua

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Yasunari Vivo extraviado en el reino de la imagen Su noche es una adivinanza perpetua un país de nieves eternas una casa sombría de hermosas durmientes Cruzan sobre mi cabeza un millar de grullas cuyo vuelo se extiende más allá de estas palabras la nitidez de la metáfora la hace translúcida quebradiza y en su noche -he dichome pierdo Llevo la tumba en mi nombre y –créanme- pesa bastante Esta forma del destino forzado me obligó a vivir en la sencillez en la simplicidad del vacío que no es otra cosa que el resultado de los cuatro elementos viento que esparce mis sílabas fuego que libera el sentido agua que disuelve la energía tierra 44


donde reposan los sueños ¿No sientes el viento dentro de ti? ¿No, la nieve? ¿No tienes frío? Apenas pronuncio la palabra y surge el abandono

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Kimitake Bebí en mis primeros años -lejos de mi familia bajo la sombra de Natsude la aristocrática fuente de los samuráis pero también del mal carácter de mi abuela Fui muchos y siempre quien quise ser de mis personajes solo la máscara mi propio rostro Toda mi vida fue una comedia en un acto tanto así que no tuve el honor de morir en la guerra Una caricatura que a ratos espanta es todo lo que fui Una creatura mía Mis hijos en cierta forma también lo son Masakatsu sostiene la hoja pero su mano tiembla 46


fracasará varias veces qué dulce es el canto de las aves cuando se toman las riendas en manos propias ¿Sufro? Lo ignoro Hiroyasu termina el trabajo con pulcritud Un golpe limpio certero acabaría la labor iniciada por el tanto Huyo de la naturaleza y de la miseria que supone la muerte que nos tiene reservada Me adelanto a sus designios Muera yo -y quienes he creadopara poder vivir en la gloria Que caiga el telón se apaguen las luces La poesía era algo aparte de esas sensaciones físicas de asco. La poesía era algo aparte de todo. En definitiva mi vida ha sido escrita por otro

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Norma Jeane Ya no sé quién soy Si el doble etéreo de mi verdadero cuerpo o el aura interna atrapada entre mis carnes Mi rostro -casi tan famoso como el de La Giocondaha sido reproducido en serie hasta el hartazgo Mito cotidiano de mí misma primero phantasma que imago Por eso cuando me miro al espejo más que mi reflejo veo mi espectro A veces pienso que soy una fantasía una ninfa soñada por un lepidóptero y que mi naturaleza aérea es una provocación constante a la caída una eterna invocación a la Sombra He sido amada por miles pero con falsos amores tan solo veían en mí sus propias soledades Maldita sea me gustaría estar muerta ausente Debo sola abordar el autobús de la locura el que parte a medianoche y sigue la ruta donde los campos se unen con el cielo 48


Aprisa conductor aprisa que la vida se acerca

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Virginia Gasté mis pasos de tanto andar los senderos y ahora me entumezco por los caminos de las aguas de este río pesan más las angustias acumuladas en cada libro que las piedras que llevo en los bolsillos mis temores y mis ansias mis amigos mi marido los niños que cantan en mi jardín mi hermana confidente las mujeres de la servidumbre que me aterran cada página dura apenas un instante mas el dolor escrito toda la eternidad tú que me lees abandónate conmigo en la corriente del Ouse déjate llevar por el flujo y reflujo junto a los cisnes aquí todo es silencio la naturaleza es ajena a nuestras más nimias tragedias indiferente ante nuestras palabras 50


Así ha sido siempre y así será

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Edgar No encuentro la paz ni la palabra definitiva este cementerio está lleno de espectros de otra naturaleza fueron creados por mí deambulo entre los sepulcros de Spoon River yo el poeta el más triste de los espíritus desencarnados

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Sylvia El Hospital McLean me arrojó de sus entrañas en un parto despreciable Nacía a una “nueva vida” luego de mi primer intento de fuga Después vendrían el reconocimiento los logros y la vida en Londres junto al demonio Los hijos -uno de ellos se quitaría la vida mucho después de míla realización de toda mujer que se respete La fiebre los descensos la fiebre las salidas está recuperada nuevamente siga su camino sea una diligente esposa una madre excepcional escriba un que otro poema sea hermosa vista como conviene “viva” de nuevo Lo malo de las resurrecciones es que ya se ha probado el licor del sepulcro 53


Sonría para la foto querida agradezca esta oportunidad que le brinda una “nueva vida” Si ha de morir que sea solo en el poema ¿Ya los niños duermen? Deja sobre la mesa el zumo los cereales la leche unas rodajas de pan tostado la mantequilla Deja todo en orden que el sueño te espera Rápido que ya el cuadro de la ventana blanquea y se traga sus opacas [estrellas

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Ana Cristina Me siento en la ventana y dejo colgar mis pies La tinta se terminó antes de que llegara la poesía Me dejaré caer como una hoja del árbol que ya no la sostiene Siento el aire que roza mis mejillas imagino el golpe el duro golpe contra la calzada Ahora ha llegado el poema y decía: no me acuerdo de ningún cielo que me consuele

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Michel He acondicionado la habitación y ahora las voces atormentan en este recinto circular La vida se reduce a unos estantes a este pabellón a cuatro resquicios a los pocos ruidos que por ellos se cuelan Lo confortable es un estado ajeno al rigor que me impone el claustro Hablan las hojas suspendo mi juicio y quedo a las espera de nuevos conocimientos No aprendo sigo la costumbre y el instinto Desde los treinta y ocho años sólo me acompañan las inscripciones las dos vigas maestras y las viguetas los caracteres en lenguas los tramos que soportan las voces Se acerca el final de la lectura y ya no soy terreno propicio para unos ojos cansados Continúo a la expectativa y ya cierro mi diario de viajes he preferido antes a los locos que a los sabios al ignorante que al que presume de su intelecto la única filosofía posible 56


es la filosofía de la humildad Antes de cerrar la tapa de este cuaderno alguien más ha pasado la hoja Sólo queda el eco de las voces que ya nadie escucha el perfil incierto de una letra que nunca completará el vocablo

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Paul Camino por esta avenida de París esta noche particularmente ajena resbalan mis pies sobre un pátina helada y resbalan mis pensamientos los recuerdos del viaje último en busca de las raíces La lengua no me alcanza para decir tengo la boca pastosa por la leche negra de la muerte Llegan los otros sin anunciarse y apuran el paso hasta darme alcance mi hijo de catorce años el escritor que da nombre a esta avenida mis padres aquella quien me acusó de plagio y alguno más La lengua en la que escribo me hace daño cada poema lacera mis manos pero la sensación es rara pues me hace sentir que estoy vivo ¡cómo vivo! acaso arrastrar los pies hasta el puente asomarme a sus barandas sentir la proximidad de las aguas negras que me llaman ¿acaso todo esto es vivir? No hay certeza del salto ninguna seguridad de esta madrugada Exacto es el manto frío que cubre mis hombros 58


que pesa sobre mi cuerpo Las sombras siguen conmigo confidentes y compañeras de este nuevo viaje hasta el légamo en el fondo No es legítimo este idioma -Paul no es de caballeros el uso de estos vocablos que deportan las almas hasta el final del vagón Preferible el silencio la asfixia el cuchillo de la palabra

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T. de Ahumada Nada me turba sin embargo cae pesadamente una hoja del arce y provoca un estruendo en el alma Nada me espanta salvo el martirio de unos doce años cuando decidí vivir en la casa de mi padre opresivo cilicio que ahoga el corazón La paciencia -Carmeloes una forma de la neurosis Todo es alcanzado por la mala compañía de los libros prohibidos los consejos insanos del hombre santo Vendrá mi caballero me hallará dispuesta para la oración esperará a que goteen mis últimas plegarias se despojará de sus armaduras en el locutorio yo escribiré largamente y este brazo que sostiene la mano que sostiene la pluma quedará por los siglos como viático o como diezmo ¿Mi corazón? No vale más que el meñique Ya no tengo reposo grave es la enfermedad del desmembramiento 60


Robert Cuántas veces ha entrado bajo el ropaje del humo el [alma al cuerpo cuántas veces ha salido Acepto que me gusta pasar por esos entramados [pulmonares extraviarme en los divertículos que forjan los recuerdos La amnistía es sólo un sueño y sueño es el vocablo justo para trauma y éste sabemos es una herida imprecisa en el centro del espíritu Quizás sea el camino más seguro la senda indicada por el dios que reposa al fondo del armario (a un lado de la guitarra cuyas cuerdas nunca he de rasgar) el mismo que espía cada noche mis rezos que espera el segundo exacto para apretar el corazón [entre su puño y provocar la afasia que delimita la frontera entre la realidad y esta mentira que nos ha tocado vivir Siempre reside en el ritmo la pauta de una nueva versión El hijo ilustre del ghetto no piensa en la raza tiene tiempo suficiente para recuperar todo el humo perdido 61


los minutos exactos que dura la eternidad

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Thomas Todas estas voces me atormentan porque todas ellas forman solo una y no logro distinguir la mía del tránsito de sus ideas Escribí la canción de amor mientras Europa se debatía entre la guerra futura y su pasado -las voces siempre provienen del pasadoLas imágenes se superponen se entrecruzan se confunden en un solo desorden del espíritu Ezra afirma en tinta verde que únicamente la poda logrará hacernos entender que el movimiento no es tal que el espectáculo es una ilusión que estamos muertos y que la muerte no admite revisiones Sólo un pequeño poema pido un mínimo vínculo que evite la disgregación entre esto que creo ser y todos aquellos que me componen pues el tiempo no marca la pauta no es la voz de Tiresias ni la sombra que señala el compás de mis pasos Acontece el mundo 63


y el final no llega ni se concibe la incertidumbre La emoción es una fórmula exacta la medida precisa la imparcialidad el orden la sucesión de todas estas voces que se transforman en pensamiento en soplo inútil en ráfaga Enuncio la teoría en cuatro momentos un objeto dos hechos y acaso un vacío la fe el granito el espinazo que se dibuja en la arena Muchas voces me acompañan el tañido de la campana los gritos de las aves marinas la ola que revienta más allá del tiempo No tienes por qué angustiarte dice la sombra el viejo Tiresias el Dante y su Virgilio Es el hipertexto el ojo en el papel tu propia conciencia de los límites 64


Rainer Tanta vida bajo la piel de la tinta adoptando la forma de un cuerpo que no era Fingir es la ley y aunque te pierda seguiré velando Por cada beso he renunciado a otros labios quizás los más ciertos Amedrenta la carne amada resume la herida y el esplendor que de ella brota en la cuna Tú que me has acogido tras los muros de este castillo no poco recibiste pudiste ver cómo amé a los ángeles cómo acaricié sus alas en el rito de la confesión Tanta palabra inútil tanta mentira insaciable y apenas una pequeña gota de sangre por esa rendija se coló la muerte el vacío la sombra innominada del abandono Lou 65


mi amiga trabajaré las horas más improductivas como aquél el mármol como aquél otro los resquicios de la mente Entre las paredes de este sanatorio se escapa mis sueños el sueño de nadie es mi último verso para el grueso trazo de la piedra

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Emilia Pende de un hilo desciende despacio la araña que observo Es una vida ajena diminuta y propia terminará su oficio antes de que el ave le ofrezca la tragedia en su pico Viviré tejiendo palabras vida hecha de palabras recluida en esta habitación Fuera de los vocablos la vida permanecerá inédita cederé agua viento briznas el mundo todo a esta enorme mentira Oigo que me llaman desde siempre desde aquella medianoche de diciembre en Amherst Pero no es la Noche ni la Escarcha

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ni el Fuego ni la Muerte tampoco son los contornos de sus figuras dibujados por sus nombres Es esta misma araña que teje me teje que cuelga en el espacio tan cerca a la mirada tan lejos en el tiempo ¿Soy yo o es ella? La que inventa La que escribe una vida condenada al horror de lo inédito

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Wallace ¿De qué depende la verdad? ¿De la orden que dé el gigante? ¿De lo que dicte mi mano? En tiempos de guerra se malgastan las palabras una carta en el bolsillo de la amada un edicto náufrago en multitudes un libro intentando justificar la barbarie un juicio arrepentido en la punta de la lengua Canten fuerte poetas que la metáfora es una piedra en el oído que los héroes mueren si han de morir y los soldados desconocidos morderán el ala del ángel tragarán la nube de polvo que entra por la ventana Para un moribundo lo único real es el fantasma de su palabra

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Stéphane Soy el sueño de un ser mitológico El brillo fatuo en el espejo de Herodías El vacío La nada La sombra que se oculta del mediodía Si soy apenas señal si soy nada ¿a cuento de qué este sufrimiento? Soy Stéphane el derogado el olvidado de las palabras

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Jean-Arthur Dicen que dejé de escribir porque mi ciclo evolutivo -en este orden de cosashabía cumplido una “curva completa” que después de la estancia infernal tan sólo resta la mudez Dicen que otros vendrán a culminar lo que inicié (alguno ya ha hablado) Dicen también que alcancé las zonas más profundas de la conciencia Emerjo de las penumbras para –si me permiten- decir que no se puede terminar lo que no se ha iniciado que cualquier balbuceo es más que lo mudo que nunca he sido consciente de nada que quien se atreva a tocar con su lengua la mía sufrirá el horror del miembro mutilado conocerá la hiena de la locura apenas he comenzado mi vagabundeo errante voy hacia lo impronunciable

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Lista de voces Pág. 17

Carlos Drummond De Andrade (1902-1987)

19 21

Gottfried Benn (1886-1956)

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Charles Baudelaire (1821’1867)

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Jorge Luis Borges (1899-1986)

27

René Char (1907-1988)

29

Witold Gombrowicz (1904-1969)

31

Walter Benjamin (1892-1940)

33

José Agustín Goytisolo (1928-1999)

35

Basilio Tejedor (1931-2004)

38

Cesare Pavese (1908-1950)

Wystan H. Auden (1907-1973)

40 Poeta desconocido 42 44 46

Heinrich Von Kleist (1797-1856)

48

Norma Jeane Baker (Marylin Monroe) (1926-1962)

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Yasunari Kawabata (1899-1972) Kimitake Hiraoka (Yukio Mishima) (1925-1970)


50 52 53 55 56 58 60

Virginia Woolf (1882-1941)

61

Robert Nesta Marley (Bob Marley) (1945-1981)

63

Thomas Stearn Eliot (1888-1965)

65

Rainer Maria Rilke (1875-1926)

67

Emily Dickinson (1830-1886)

69

Wallace Stevens (1879-1955)

70

Stテゥphane Mallarmテゥ (1842-1898)

71

Jean-Arthur Rimbaud (1854-1891)

Edgar Lee Masters (1868-1950) Sylvia Plath (1931-1966) Ana Cristina Cesar (1952-1983) Michel de Montaigne (1533-1592) Paul Celan (1920-1970) Teresa de Ahumada (Sta. Teresa de Jesテコs/Teresa de テ」ila) (1515-1582)

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EL OFICIO DE SER OTRO

SobreFosacomún,deMiguelMarcotrigiano Por Adalber Salas Hernández Retirado en la paz de estos desiertos, con pocos, pero doctos libros juntos, vivo en conversación con los difuntos, y escucho con mis ojos a los muertos. Francisco de Quevedo. Hay pocos espacios tan impredecibles como una biblioteca. Y ello se debe en buena medida al azar: la biblioteca, cualquier biblioteca, es un lugar que se desdobla en muchos otros. Cada nuevo visitante, cada transeúnte que cruza por ella, toma este o aquel volumen, lo escruta, lo devuelve a su sitio, hace que la estancia no sea ya la misma: las voces que la pueblan se han multiplicado. Se trata de una progresión que no sigue un patrón fijo. Es imposible determinar cuándo entrará en la biblioteca un nuevo lector y qué hará, cuántos libros revisará, en qué medida. Pero algo siempre sucede: inevitablemente la lectura obliga al libro a ser distinto a sí mismo. La voz que encierra, desprendida del cuerpo que la produjo, espera pacientemente un interlocutor. Sin embargo, cuándo éste llega, ejecuta un clivaje: lo que antes era un tomo, un objeto simple, ahora son dos –el texto y la 75


lectura que se ha hecho de él. Para ello fue escrito el libro. Para traicionarse. Para desprenderse del sentido que tuvieron inicialmente sus palabras y perderse en la deriva semántica, en el vaivén de todas sus posibles lecturas. Por ello Miguel Marcotrigiano, cuando en el poemario Fosa común habla desde –o mejor, con– la figura de Montaigne, se refiere a su famosa biblioteca en estos términos: He acondicionado la habitación y ahora las voces atormentan en este recinto circular La vida se reduce a unos estantes a este pabellón a cuatro resquicios a los pocos ruidos que por ellos se cuelan La biblioteca es la cifra del mundo que la ha producido. Sus cuatro resquicios condensan la vida que bulle tras sus paredes, como si la atraparan y decantaran. Y el elixir que ellas sintetizan son justamente esas voces que recorren los anaqueles y los estantes, enunciándose a sí mismas continuamente, sin poder detenerse. El poema se llama Michel y, como los otros textos que conforman este volumen, se apropia de la figura de un escritor para decirse desde ella. Aunque, más exactamente, sucede lo contrario: el poema se deja apropiar por esta figura, que entonces se vale del texto para recobrar su voz, para reconquistar el habla. Así, Fosa 76


común funciona como aquella biblioteca de Montaigne a la que alude, como un crisol de palabras ajenas, recinto circular atormentado por voces. Este libro es un punto de encuentro entre múltiples, traslúcidas otredades. Otredades que se confunden y solapan –de allí su transparencia. Es como si la mirada atravesara estas voces y las hilara, de la misma manera en que la luz puede unir varios cristales corriendo a través de ellos. Al recorrer sus páginas, entablamos conversación con quienes ya no están, con quienes vivieron y escribieron en otra época, otra latitud y otra lengua. Recorremos una geografía imaginaria, que surge de este viaje transversal por tiempo y espacio. Dialogamos, en fin, con los muertos. Se trata de una ciencia antiquísima. Esta forma de contacto con los que se han ido se ejecuta desde hace milenios –quizás desde el inicio mismo de la escritura como espacio de enunciación del sujeto. Pero, a diferencia de otras prácticas que puedan clamar para sí la potestad de hacer lo mismo, ésta presupone toda ausencia de magia. Es el diálogo desnudo, íntimo, sin parafernalia ni ritual. Es el encuentro entre dos voces, ocurriendo hoy en día tal y como lo describía Maquiavelo en una carta a Francesco Vettori hace cinco siglos, el 10 de diciembre de 1513: “Llegada la noche, regreso a casa y entro en mi escritorio; y en la puerta dejo mis ropas cotidianas, llenas de fango y lodo y me pongo otras 77


reales y curiales; y revestido decentemente entro en las antiguas cortes de los antiguos hombres, donde recibido por ellos amorosamente, me sacio de aquel manjar que ‘solum’ es mío y para el que yo nací; donde no me avergüenza hablar con ellos y preguntarles la razón de sus acciones.” Ocurre, en esta conversación, el hallazgo de una fraternidad insólita, una afinidad que de modo subterráneo, corriendo bajo las naciones y los años, une dos escrituras. Porque este diálogo sólo se consuma cuando, a su vez, se vuelve materia verbal. Su intimidad exige un resultado: la voz con la que platicamos pide carta de naturalidad para vivir en nosotros. Y es inevitable dársela, como saben todos los genuinos lectores. Así lo confiesa, desde Fosa común, el texto llamado Thomas: Todas estas voces me atormentan porque todas ellas forman sólo una y no logro distinguir la mía del tránsito de sus ideas El diálogo no es siempre pacífico. Por momentos puede volverse una genuina invasión. Tanto Michel como Thomas mencionan ese vocablo, tormento, que resulta tan revelador para comprender la experiencia que sostiene a Fosa común –y para entender, en general, el acto de leer. Quien experimenta el tormento se encuentra relegado a una instancia pasiva; no posee respuesta para 78


el dolor que le es infligido. Se halla maniatado, detenido, atravesado por el padecer, hasta el punto de confundir su propio ser con el sufrimiento que se va sedimentando en él. Esta pasividad sucede también, a su modo, en la lectura. El sujeto lector se deja habitar por la voz que se encontraba momentos antes sumida en el letargo de la letra. Y desde ese instante se torna un espacio para que esa otredad se instale, maniobre, se despliegue. Puede llegar a vivirse como un asedio. Después de todo, la voz posee masa, volumen, ocupa un espacio con sus ondas. Golpea, atrae. La voz es un hecho físico. Un acontecimiento. Una proyección del cuerpo, un flujo más, como la sangre, la bilis, la saliva. Ese líquido se derrama durante la lectura, inundando al sujeto que lee, llenando cada pasaje y cada recoveco de su pensamiento, hasta confundirse con él. Por eso no es de sorprenderse que el poema llamado Kimitake declare: En definitiva

mi vida ha sido escrita por otro

Y es que de alguna forma lo ha sido: en la medida en que sus lecturas han condicionado al sujeto, su existencia efectivamente ha sido escrita por alguien más. Un otro que tiene y no tiene rostro, que es el conglomerado de voces que a un tiempo sitian y conforman la subjetividad. Al cavar entre los textos de Fosa común, es imposible no 79


descubrir una nueva, fascinante dimensión en aquella frase tan gastada de Rimbaud: je est un autre. Estos poemas llevan como insignia, como santo y seña, un nombre propio. Solamente eso. Sin apellidos, sin fechas, sin rasgos adicionales. Por eso no se titulan, sino que se llaman. Acogen la voz que respondió a ese nombre alguna vez, y lo hacen con tal hondura, que sólo queda ese hablante extraño, íngrimo, reducido al hilo simple y afilado de su discurso. Valga decir: proporcionan el espacio para que esa voz ajena se manifieste en toda su soledad. Una soledad que se parece, no por azar, a la que llevan los fantasmas. ¿Cuántas veces un libro antiguo nos ha hablado con una familiaridad anacrónica e inquietante? Ocurre un comercio con los muertos, como lo describía Maquiavelo y como lo describe, desde un lugar desconocido, el poema Edgar: este cementerio está lleno de espectros de otra naturaleza fueron creados por mí Me he referido al lugar desde el cual se enuncia este poema como incógnito porque, en última instancia, toda lectura ocurre en una región imposible de situar. Como la franja espacial designada a los espectros, esa frontera 80


vacilante donde tienen que morar. Esta cualidad, que los torna imposibles de situar, así como su peculiar forma de estar separados de sus cuerpos, hace de los fantasmas la metáfora idónea para definir las voces ajenas con las que se bate Fosa común. Como escribe Giorgio Agamben en On the Uses and Disadvantages of Living among Spercters: “What is a specter made of? Of signs, or more precisely of signatures, that is to say, those signs, ciphers, or monograms that are etched onto things by time.”4 Un fantasma no es una entidad sobrenatural; es una entidad semiótica. Existe no para embrujar o aterrar, sino para ser leído, para indicar con su presencia –presencia que es ausencia– un acontecimiento. En suma: un fantasma es un texto. Y al seguir los signos que lo invisten, podemos comprender lo que nos dice. Exactamente como sucede con los poemas de Fosa común. En cada uno de ellos se perfila un espectro, una voz que ha sido objeto de un desmembramiento. De ahí el fueron creados por mí que declara Edgar: en efecto, estos fantasmas crean a quien los ha escrito, pero también lo necesitan para ser creados. Su vida póstuma es la existencia ambigua de la letra. La palabra posee una dimensión espectral que en estos 4 El título del ensayo se traduciría por Sobre los usos y desventajas de vivir entre espectros, y la frase dice: “¿De qué está hecho un espectro? De signos o, más precisamente, de signaturas, es decir, aquellos signos, cifras o monogramas que son inscritas en las cosas por el tiempo.” 81


textos es llevada hasta sus últimas consecuencias. La dinámica presencia/ausencia que funda todo poema conoce aquí una formulación que la pone al descubierto, que expone los trazos insólitos de su mecánica. Como confiesa Wallace: Para un moribundo lo único real es el fantasma de su palabra Entonces la pregunta sería: ¿quién no es un moribundo? Todos estamos condenados a desaparecer. Todos nos aferramos a esa suerte de realidad evanescente que es la palabra escrita, el fantasma que nos condena y nos permite sobrevivir a la vez. Estos poemas lo dicen sin cesar, es su leitmotiv. El poema se intenta –y nunca se consuma– para fundar una zona donde cese la oposición entre presencia y ausencia. Para que la realidad sea el fantasma y para que el fantasma se corporice. Para que el registro de lo real y el registro de lo simbólico se toquen, se fundan por un instante. Otra manera de ponerlo sería decir que el poema tiene su lugar entre los vivos y los muertos, como los versos de Wystan lo quieren: Enterrado a la sombra de la pequeña y blanca iglesia bajo la lápida escondida entre la hierba una lámpara alumbra 82


este palimpsesto de la vida el quejumbroso enigma del poema El poema será invariablemente eso: palimpsesto, cuerpo heterogéneo, conjugación de elementos originalmente dispersos. Y así como el texto reúne estos miembros extraños, también el libro de Marcotrigiano sirve de juntura para voces extranjeras entre sí. Leemos en silencio, pues, estos poemas. No podría ser de otro modo: leer en voz alta no es adecuado a la hora de dialogar con los muertos. Leemos y nos hallamos, junto con los versos que nos interpelan, en ese borde imposible de ubicar, ese sitio espectral, vaciado de sí mismo. Es paradójico que uno de los actos más privados de los que es capaz el ser humano no sea ubicable. No obstante, sobre esa paradoja se funda este libro. ¿Quién habla en él? ¿Las otras voces, los espectros o Marcotrigiano? La respuesta es sencilla: en Fosa común hablan todos al unísono. En sus páginas, Marcotrigiano despliega una poética de despersonalización que, aunque podría parecerlo, poco tiene que ver con el enmascaramiento. Su intención no es formular el poema para ser fiel al otro –la máscara o su excusa–, sino hacer del texto poético un espacio de intercambio, un lugar de paso, donde la voz ajena y la propia se apoyen entre sí, se digan mutuamente. 83


En Tradition and the Individual Talent, T. S. Eliot advertía contra el prejuicio nocivo de acercarse a la obra de un poeta buscando únicamente lo novedoso: “if we approach a poet without his prejudice we shall often find that not only the best, but the most individual parts of his work may be those in which the dead poets his ancestors, assert their immortality most vigorously.”5 Prejuicio es un vocablo que funciona aquí en dos direcciones: tanto en el sentido del lector, que lee partiendo de juicios previos a la lectura, como en el sentido del autor, que la mayoría de las veces cree distanciarse de sus predecesores con mayor contundencia de la real. Sin esta ceguera innecesaria, es posible hallar lo más importante en el trabajo realizado por un poeta: el diálogo que entabla con el universo simbólico al cual pertenece. Fosa común tiene allí su fundamento. Revela con la mayor crudeza cómo se establece esa conversación, hasta el punto de permitir a los fantasmas del poema el acto de decirse. Devela la peculiar invasión de voces que subyace a todo proceso de lectura –voces que condicionan al sujeto hasta el punto de formarlo, de pronunciarlo. Pero en sus versos, además, se hila de modo discreto toda una teoría del poema. Estos hablantes espectrales la enuncian, cada uno a su manera; pero algunos, como 5 El título del ensayo es La tradición y el talento individual, y las palabras de Eliot dicen: “si nos acercamos al poeta sin su prejuicio, a menudo encontraremos que no sólo las mejores, sino las partes más singulares de su trabajo pueden ser aquellas en las cuales los poetas muertos, sus ancestros, afirman con mayor vigor su inmortalidad. 84


René, lo hacen explícitamente: La clave está en aceptar lo que no se comprende en pronunciar cada vocablo como por primera vez y seguir a ciegas esta especie de hechizo que nos envuelve y acorrala dentro del poema Conseguir asimilar lo que no se ha entendido, apropiarnos de cada palabra que nos ha sido legada, dejarse llevar por el poema: no sólo un arte de la lectura, sino un arte de la herencia. René pareciera insistir en que no hay poema posible sin esta lectura que a la vez se rinde ante el hechizo y acepta lo que le es dado, pero sólo a condición de transformarlo en algo más. Como Eliot continúa diciendo en el mismo ensayo, la tradición “cannot be inherited, and if you want it you must obtain it with great labour.”6 Esa misma tradición es la que Marcotrigiano se gana a pulso en este poemario que conforma, en más de un sentido, una declaración de principios. Estos poemas apuntan a transparencia muy poco común. Un juego que pone al descubierto Yasunari con falso descuido: la nitidez de la metáfora la hace translúcida quebradiza 6 “No puede ser heredada, y si la deseas, debes obtenerla al costo de grandes trabajos.”

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y en su noche –he dicho– me pierdo En esa nitidez de la metáfora lograda no solamente se pierden estas voces: también se pierde una noción de autor a la que nos hemos habituado, sin recordar que no es la única posible. El punto de fuga de este libro es un sujeto que es al mismo tiempo muchos otros, capaz de erigirse en un hablante que no esconde los múltiples y disímiles discursos que lo conforman, sino que los exhibe con una nitidez que lo hace translúcido. La escritura, pues, entendida como el oficio de ser otro. Metódica apertura de las compuertas del sujeto, que deja ver las corrientes foráneas que conforman su voz. Marcotrigiano lleva a su punto último una noción de autor similar a aquella que esboza Michel Foucault en ¿Qué es un autor?: “En la escritura no hay manifestación o exaltación del gesto de escribir; no se trata de sujeción de un sujeto en un lenguaje; se trata de la apertura de un espacio en el que el sujeto que escribe no deja de desaparecer.” Fosa común no fue escrito para exaltar el yo que habla en tantos textos; antes bien, está construido sobre un nosotros: nos muestra cómo el sujeto, cualquier sujeto, es una singular comunidad de voces, una superposición gozosa y conflictiva de lenguajes. Así lo reconoce Walter, con unos versos que dan título al 86


libro, la lápida anónima bajo la que yacen estos nombres: Cómo distinguir unos huesos de otros en esta fosa común donde conviven todos los que fui en vida [...] en Portbou tan sólo hay un monumento mi cuerpo descansa en mis traducciones Soy el condenado El multiplicado La voz diversa La fosa común El sujeto que se enuncia, que nos hemos habituado a concebir como viajero entre discurso y discurso, se atreve en este libro a mostrar su revés: el texto como lugar de tránsito, de una desaparición que es reaparición, de una ausencia que es presencia. Y del poema, en fin, como hito en la continuidad de la herencia, como suceso que transforma y renueva el universo simbólico del cual surge, como ente único y múltiple que da nueva vida a las voces que lo preceden.

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EL POETA: UNA PERSONA DOBLEGADA por Alexis Romero Toda palabra aspira secretamente a ser oración, alabanza, danza, cuerpo, desierto. Oímos la oración, danzamos o vemos danzar, amamos la fragilidad del cuerpo y damos la bienvenida a la conmoción del desierto donde ocurre el lenguaje sólo cuando nos convertimos en conversadores, habitantes de una comunidad que no renuncia al asombro de lo simple, que vive siendo reservorio del sagrado golpe del misterio. El poeta es una persona común, como la hierba, maravillosamente doblegada y convertida en acueducto para que ocurra la aspiración de la palabra. Una persona doblegada para que converse con la comunidad de los doblegados. El poema es un resto de oración, un resto de gracia, un resto de agradecimiento. Su hechura contempla una tragedia necesaria: la muerte del olvido para que ocurra el nosotros, la comunidad, la tradición, la memoria. Nadie lo escribe solo. Lo acompaña una civilización de doblegados por el asombro: los siervos del verbo donde duerme y despierta la belleza. Tal es la fe legada por el Génesis: todo se crea acompañado. Hasta en la soledad, que es la delicada relación con los agujeros del misterio, 89


se entra acompañado. Cuando no, sucede la desgracia, la enfermedad. Cuando una palabra se enferma, enferma a la humanidad, llena de extinciones a la memoria. Fosa común es la celebración de lo ajeno en nosotros. Es la voz decantada de los vínculos del poeta. Se ha visto cómo lo ajeno late en lo que somos; se ha elegido agradecerlo, comunicarlo, compartirlo, para que los poemas sean las obras inacabadas del vínculo. Así, el desnudo formal nombra a los creadores de herencias y legados. Y esto dota de inocencia y polisemia a los hilos semánticos y rítmicos de cada poema. Muere el artificio, la careta. Vive la técnica, el rostro de lo singular. Alguien nos dice: no llegué sólo, vine acompañado de lo ajeno. Miguel Marcotrigiano confirma con Fosa común, lo que siempre hemos visto y admirado en sus poemas: la agradecida voluntad por la poesía; el oído atento; la depuración del ritmo; el uso espiritual de los verbos; el nombramiento honesto de sus sombras… Un libro que nos calma con su raíz: hemos y seremos ajenos. Aquí descansa la gran fuente de la creación y recreación de la belleza. De aquí bebe el cuerpo; aquí viene y reclama el espíritu.

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colección puerto de e s c a l a colección puerto de e s c a l a La Colección Puerto de Escala, en franco homenaje al poeta maracaibeño Hesnor Rivera, es la metáfora editorial del lector que habita la Maracaibo Poética: ojos en el tránsito hacia la poesía en su estado puro y de transformación, el recorrido hacía la Ítaca del poema. En Ediciones del Movimiento queremos trazar una ruta de escalas, donde cada poemario publicado, le ofrezca a los lectores, las maravillas de un viaje que, de puerto a puerto, describa el mundo. 1.- No hay necesidad de mí en los infiernos Víctor M. Vielma Molina 2- Divinidad en rebelión Adelfa Geovanny 3- Contraste Luis Perozo Cervantes 4- Materia Bruta Alfredo Chacón 5- Piel de sirena Florence Hogreul 6- Fosa Común Miguel Marcotrigiano 7- Hacia la noche viva Armando Rojas Guardia 8- Pasar Leandro Calle 9- A la sombra de los destellos Mario Amengual 10- Ciudad blanca sobre fondo blanco Ricardo Montiel 11- Del conciso embeleso Douglas Zabala 12- 1era Antología del Festival de Poesía Varios Autores 13- Diario de viaje Trina Quiñones 14- Vociferación de los adentros Carlos Ildemar Pérez 15- Pronombres personales Vito Domínguez Calvo 16- A orillas del tiempo Rafael Enrique Cárdenas

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Este libro se terminó de imprimir en el taller provisional del Kiosco Cultural El Artesano, justo donde hace doscientos años había un bosque de manglares, en la parroquia Santa Lucía, del municipio Maracaibo, en estado federal del Zulia, en el continente americano del planeta Tierra, en la Vía Láctea, el 23 de enero de 2015; el mismo día de 1958 que en Venezuela se vivió la insurrección civico-militar conducente al derrocamiento del dictador Marcos Pérez Jiménez; con un tiraje numerado de 500 ejemplares, dividido en 10 series de 50 ejemplares. EDICIÓN DIGITAL


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