Fanzine 90 años Gabriel García Márquez

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LA INSTANTANEIDAD DE LO ETERNO GGM 1927-2014


L

a primera vez, esa primera vez en la que abrimos las

páginas de uno de tus mundos y sentimos en el fondo de la carne el calor del trópico incendiado o el frío de ese camino de nieve que se tiñe lentamente de escarlata. La primera vez, esa primera vez en la que descubrimos que pueden ser las páginas portales y las letras una forma de la alquimia con la que pueden lograrse prodigios milagrosos. Tu voz, tu voz cambiante cada vez y siempre clara. Tu voz de invocaciones y de encantos enseñándonos a soñar desde ese instante.

[1]


Habrá que confesarlo y admitir que el mundo no resiente tu partida. Los bancos, las monedas y los premios siguen rotando igual de mano en mano y todavía nadie se pregunta por qué no nadan en el mar peces de oro. Se produce buen cine cada tanto, y los gobiernos parecen progresar —sólo parecen, en el fondo iguales intereses y soledades, la misma forma de no saber cuál es el sur y cuál el norte. También hay quien escriba, valientemente, dedicándose a ese viejo oficio de alquimista en dónde pocos llegan a hacer que sea diamante la palabra, y aún más pocos logran convertirla en viento, en agua, en luz vital. [2]


Todo sigue igual sin vos, Gabriel García Márquez, entre otras cosas porque vos sigues presente. La muerte es un trámite que sólo cumplen a medias los artistas. Aún brillan los fragmentos de tu magia cual pedazos de un espejo milenario que en cada horizonte nos refleja. Todavía alguien sueña en un jardín con mariposas amarillas que preludian el romance o el olor de la guayaba. Queda el mar con sus ahogados y los versos; la pasión de los monjes y las niñas, que es la única pasión que es verdadera; hay barcos y gitanos y piratas somalíes; y el hielo no deja de ser un milagro cotidiano, la más rutinaria forma del misterio para aquellos que están dispuestos a tocarlo cada vez como si fuera la primera. [3]


La antorcha que arrojaste en la caverna no cesa en su incendio de claridades, y su fuego se revela cada vez más necesario. Como necesarios son tu humor de fabulista y pitoniso, y la calma de tu sabiduría musical enfrentada al silencio del desconsuelo. Tu realismo mágico, la posibilidad de un sueño, los discursos, las lecciones, ese ritmo que aún no desciframos, esa música que a los demás nos está vedada, y que suena más clara que nunca cuando un tren inexistente todavía traquetea trepidante a través de una tarde ya lejana.

[4]


Pasarán muchos otoños mientras llega aquel que pueda levantar el fuego, y con las ascuas de tu instante construir una hoguera suficiente para darnos el calor que nos has dado, el espejismo de luciérnagas que flotan como estrellas suspendidas en el campo donde canta a media noche el gallo pinto, en la cima de su insomnio anhelante de peleas. Pasará mucho tiempo antes de que otro vuelva a bautizar nuestros caminos, y nos nombre y nos revele nuestros rostros en el fondo impreciso del espejo de los sueños. [5]


Qué falta hace tu voz en estos tiempos cuando los periodistas no se atreven a hacer arte, y los nuevos escritores se conforman al redactar con excelencia periodística. Qué falta hace tu voz y qué presente el legado de tu canto y ese reto que lanzas a nosotros con una carcajada: aprender sin tu sombra a ser felices con el mucho trabajo de crear. Y crear, crear siempre como si no hubiera un texto antes ni otro luego, como si la muerte fuera una ficción, y Macondo un punto de encuentro en medio del terremoto.

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paradojaediciones


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