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La versatilidad de una paradójica asociación

VERÓNICA ZÚÑIGA SALAS | Directora MADC

Desde sus inicios el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC) ocupa un edificio notable del entorno urbano y cultural de San José. Su ubicación en las instalaciones de la antigua Fábrica Nacional de Licores (FANAL) le ha generado al MADC múltiples desafíos, pero también diversas significaciones simbólicas. A primera vista, puede parecer paradójico albergar una institución dedicada al arte y al diseño contemporáneo en un edificio patrimonial, y más aún, un museo que requiere de constantes intervenciones para adecuar el espacio a las condiciones inherentes a la exposición de obras. Sin embargo, hay muchas razones que justifican y dan sentido a esta improbable asociación.

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Para empezar, el MADC es un ente museístico que forma parte del conjunto de instituciones culturales del Centro Nacional de la Artes y la Cultura (CENAC). Este proyecto materializa una visión del sector cultural donde espacios de la administración pública se entrelazan con otros de prácticas artísticas, educativas y festivas. En este contexto, el MADC marca la presencia de las artes visuales y del diseño, pero representa también una ventana hacia otros horizontes de la región centroamericana y del mundo.

En segundo lugar, aunque la FANAL fue declarada patrimonio histórico-arquitectónico es, ante todo, un patrimonio industrial. Sus espacios recuerdan a los visitantes estas funciones iniciales, ya sea por sus nombres (el Tanque, la Pila de la Melaza…) o por el volumen descomunal de su Sala 1. Este patrimonio es el resultado de rupturas, de la obsolescencia y de la transformación de las técnicas productivas, a las cuales, parte del diseño (el industrial) ha tratado de responder. De la misma forma, el mantenimiento de espacios que perdieron su aparente utilidad, cuestiona nuestros modos de vida y de consumo. Así la historia y el edificio del MADC materializan la necesidad de cuestionamiento, ruptura, innovación y exploración tan característicos de la producción del arte y el diseño contemporáneos.

Finalmente, existe hoy un consenso en el sector de la museología que no existen cubos blancos. Numerosos museos son expresiones de una arquitectura significante. Basta mencionar el Art Gallery of Ontario en Toronto, diseñado por Frank Gehry, el Louvre en Abu Dabi, diseñado por Jean Nouvel o el Museo Universitario de Arte Contemporáneo de la UNAM, diseñado por Teodoro González de León. En estas recientes propuestas arquitectónicas y museológicas, más allá de alejar la producción artística de su contexto, esta se conecta con su entorno urbano y su historia social y cultural.

Esta publicación tiene como objetivo plasmar, a través de textos e imágenes, la versatilidad de la improbable

asociación entre patrimonio, arte y diseño. Autores, artistas y diseñadores se sumaron al equipo del MADC para demostrar cómo esta paradójica relación entre la contemporaneidad y la majestuosidad de la arquitectura del siglo XIX, ha producido innumerables historias, encuentros, obras y narrativas. Estas páginas exponen con franqueza, sutileza y humor, cómo el edificio sigue materializando las contradicciones, probabilidades e imposibilidades del MADC de hoy, y nos invitan a imaginar el MADC de los próximos 25 años.

El edificio en el que habita el MADC le ha permitido a este museo concretizar el necesario vínculo del arte y el diseño con la sociedad, y lo acerca hoy a lo que todo museo debe ser: un lugar de mediación, inclusión, de intercambios y diálogo entre los creadores, los públicos y la sociedad.

Explanada, huella de antigua instalación de Rafael Ottón Solís Archivo MADC, 2019

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