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Persistir en la era del cubo blanco
Persistir en la era del cubo blanco Sobre cómo una relación improbable, acabó en un tórrido romance
Arq. OSVALDO LÓPEZ | Museógrafo MADC
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Hace 25 años, fuimos presentados en sociedad. Un matrimonio arreglado que ligó a los creadores contemporáneos de este país con el edificio que hasta ahora ocupamos. Una pareja pintoresca: un museo de arte y diseño contemporáneo en estado embrionario, y un viejo de más de 140 años, sin planes de jubilarse. Resulta aun más irónico, cuando en la escena global, sigue abriéndose con frecuencia pasmosa (para los que no terminan de convencerse de los réditos de la economía naranja) museo tras museo; cada uno más caro y más blanco que el anterior y rubricados por todos los BIG, Snøhetta, Gehry, Chipperfield y Nouvel del mundo.
La Fábrica Nacional de Licores, ahora CENAC, es el edificio más antiguo, en uso, de San José. Es tal el respeto que infunde, que realizar montajes a su interior nos sume en un estado bipolar constante; entre exhibicionismo y pudor, entre atrevimiento y recato, veneración y blasfemia. No es tarea fácil lo que hacemos; las expresiones contemporáneas del diseño y el arte, exigen montajes inauditos que muchas veces desafían la escala, la gravedad y la morfología de los espacios existentes. Llevamos 25 años exigiéndole a esta edificación; sin contar los 115 que lleva de cumplir otros menesteres. Lo sui géneris de nuestros montajes lo requieren, pero, aun así, siempre nos ha devuelto con creces lo que le pedimos. El edificio se sostiene y se mantiene vivo, porque seguimos convencidos de que lejos de embalsamarlo como un cadáver, lo único que lo mantendrá vigente es habitarlo de la manera más honesta, siendo fieles a nuestra naturaleza; siendo contemporáneos.
Casi un siglo ha transcurrido desde que el concepto de “cubo blanco” irrumpiera en la escena de los museos, y sigue vigente. Promueve un espacio desprovisto de ornamentos, neutro, blanco, donde la obra es lo único que importa. En nuestro caso, esta no es una opción. Nunca fuimos un cubo blanco es el nombre de nuestro primer montaje del año 2019, después de las extensivas mejoras que se le practicaron al edificio durante tres meses. Hace alusión, justamente, a esa práctica inalcanzable para nosotros. El montaje puso en valor a la infraestructura, al mostrarla despojada de obra para que el visitante pudiera más bien admirar la generosidad de sus espacios, los distintos periodos arquitectónicos que componen el conjunto, los sistemas constructivos utilizados; muchos de ellos en desuso, y la asombrosa sucesión de exquisitos detalles. El contexto, como pieza principal de la exposición.
Cuando una persona ingiere una sustancia, su cuerpo puede reaccionar de manera adversa. Afortunadamente, para este edificio, el proceso de absorción fue benigno. 25 años de habitar el interior de este “viejo” rebelde y
a veces temperamental, han propiciado un entendimiento que nos hace apreciar, aun más, la simbiosis forzada. Y es que hemos llegado a la convicción que el inmueble es pieza clave de cada montaje. Los artistas lo saben también. Algunos de ellos están tan conscientes de esto, que diseñan sus montajes en estricto apego a la infraestructura. Refiriéndome únicamente a los últimos cinco años, puedo asegurar que ningún cubo blanco sería capaz de transmitir esa presencia espectral a los machetes y sillas de Moisés Barrios en Sala 1; ni a su capilla amarilla de Sala 4, ni al racimo de bananos, colgando, íngrimo, del centro de la Pila de la Melaza, durante Potasio, su muestra de 2017. Una caja blanca no permitiría apreciar, de forma panorámica, la vastedad de Number 03-16 (A.FANAL), la masiva rampa para patinetas de Chemi Rosado-Seijo, ni sentir el ruido y la vibración que la acompañó mientras estuvo con nosotros. Ningún contenedor aséptico hubiese podido transportarnos al centro de San José y sumergirnos en su caos. Ningún espacio virginal hubiera consolidado esa carga esotérica de la obra de Guillermo Tovar, ni transmitido esa pertinencia histórica al montaje de Trees remember too, de Niklaus Güdel, obra que inauguró El Tanque como espacio expositivo. Ni qué decir de esos seres etéreos que habitan la obra de Alejandra Ramírez.
Cuatro salas componen este cuerpo que habitamos, pero la Sala 1 es, sin duda, la más hermosa y la más imponente. Quizás sea la severidad del espacio coronado por esa soberbia techumbre, o la hermosa escala, o la austeridad y franqueza de los materiales; lo cierto es que, esa aura particular ha logrado desquiciar a algunos de los artistas más serenos momentos antes de inaugurar sus exhibiciones. Hay una pátina que impregna cada muro de este lugar; un éter que, al contacto con el talento de los artistas y diseñadores, suscitan una alquimia instantánea.
Ahora que un cuarto de siglo ha pasado y que las celebraciones empiezan a apagarse, el trabajo debe continuar y empieza un nuevo reto para el MADC; uno de los más difíciles y con el cual pretendemos mantenernos vigentes por muchos años más. Y es que tenemos una deuda; es grande, y no la hemos saldado. Tal vez por hábito, por estar tan activos o por temor, lo cierto es que no hemos terminado de concretar una relación que ha estado bajo nuestras narices todo este tiempo: la calle.
No obstante, todos sus atributos y el emplazamiento de lujo, el MADC reside en un edificio que no es perfecto. La tapia perimetral que rodea al CENAC; a pesar de ser un ícono urbano de la zona, nos niega a la ciudad y pone una barrera a lo que podríamos entregarle. Todo lo que requerimos para que ocurra el milagro, es un umbral que nos permita permear la ciudad con toda la creación hasta ahora contenida dentro de esos cuatro muros. La Pila de la Melaza; que es un portento, es el nexo perfecto entre nosotros y esas decenas de miles de almas que circulan por el Paseo de los Damas, sedientas de ser conmovidas, sin percatarse de todo lo que ocurre aquí dentro.
Ahora que podemos llamarnos un matrimonio bien consolidado, estamos decididos a perpetuar el idilio entre este noble edificio y quienes tenemos la fortuna de habitarlo. 25 años son solo el inicio.
In oculis vestris Con tus ojos
DANIEL SOTO MORÚA | Curador jefe MADC
Las salas que ahora exponen lo más reciente de la producción contemporánea de la región, otrora almacenaban rones y en ellas, se fabricaban los más finos licores que se producían en el país; su arquitectura aun conserva ecos del lenguaje colonial. Hoy, el MADC es un espacio abierto y múltiple, y para cumplir con esta ambiciosa idea, se difunden y promueven de manera permanente las tendencias más recientes y dinámicas del arte y del diseño contemporáneos dentro de la región centroamericana, así como sus vínculos con el ámbito latinoamericano e internacional.
Por ello, durante 25 años el MADC se ha dedicado desinteresadamente y sin fines lucrativos, a adquirir, conservar, investigar, comunicar y exponer la producción artística visual contemporánea de la región, al mismo tiempo que ha sabido bifurcar los caminos y las necesidades entre los sectores de arte y diseño.
En 2018 se realizó una intervención importante de remodelación, con el fin de continuar conservando el inmueble para la posteridad. Para la presente edición, el Museo invitó a varios artistas y diseñadores para que, desde su propia mirada y apegados a sus líneas de investigación, interpretaran, representaran o narraran una nueva historia, basada en los fascinantes recovecos del edificio. El conjunto de obras comisianadas, formará ahora parte de la memoria de la institución. Así, en su aniversario, el MADC invita a sus públicos a apreciar el inmueble no sólo como contenedor, sino como un protagonista que, con carácter único, se ha convertido en espacio patrimonial en donde se desarrolla la actividad museística a través de narrativas curatoriales que ponen en valor los fondos documentales, archivos y colecciones del Museo; además de llevarle el pulso a la producción más actual y a la inclusión de nuevas miradas.
Esta publicación se presenta casi un año después de aquella intervención, ahora, en el último Art City Tour / Noche en blanco, en el cual, parte del Museo se encuentra otra vez, parcialmente desnudo, debido a nuevas restauraciones en su estructura, y como un gesto para cerrar los eventos de aniversario que iniciaron así, con un edificio desnudo, preparado para ir construyendo nuevos discursos. La celebración de estos 25 años se han concebido, en su totalidad, como un guiño a la evolución y construcción del MADC: un museo vivo, dinámico e hiperactivo.
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LA ME LA ZA Juan Betancourt Fotografía digital 2019
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