No es que gusten tanto los arcoíris a yila

Page 1

Monologo de la niĂąa que se llenĂł de colores


Monologo de la niña que se llenó de colores

No es que me gusten tanto los arcoíris, es que me gustan mucho los arcoíris, yo el pienso como un camino en el que al final hay un escondite de chucherías, me gusta su carnaval y el ropaje de cara de payaso que siempre tienen los arcoíris. Yo aprendí a leer los arcoíris, pero hoy, hoy me levante como analfabeta de ellos. Lo que me preocupa es el sueño que acabo de tener, apenas a unas cuantas ovejas, en ese sueño un arcoíris en blanco y negro atravesaba la ventana del pequeño (que hoy lucia inmenso) cuarto donde yo estaba en el hospital, eran siete tonos de luto por no sé qué, estoy segura que ese día ni los azulejos, ni los negros luises entendían la anemia repentina del arcoíris y por eso hoy no estaban, su canto era sólo un rumor. Todo alrededor me parecía inútil, un vaso desempleado del agua que allí hubo, inútil el payaso que me servía con sus brazos para yo guardar mis cosas, mi llavero kawai, el bolso con mi celu y otras cosas. De verdad que la sonrisa triste del payaso me conmovió hasta hacerme sentir que mis pupilas no servían hoy para grabar nada del mundo real, excepto un miedo así de grande que se me metió un día en forma de muchas maripositas, multiplicándose en mi estomago que parecía alojar mil corazones de mariposas desteñidas, maripositas que se había robado el color del arcoíris y además huían de él. Me enfermé, hace ya cuatro semanas que estoy aquí, ¿será que Dios estaba ocupado cuando esa enfermedad tocó mi vida? Volví a hacerme esa pregunta, era mi quiz diario. Me enferme y se fueron enfermando también hasta mis sueños, porque anoche en uno de esos sueños ( que sentía que ya no era mío)el columpio del parque, que tanto me gustaba, guindaba de lado con una cadena rota herida de tanto oxido, rindiéndose cansado de tantos niños y niñas, cansado de mí -¿y yo que hice?-, el algodón de azúcar que intenté soñar lucía como un monstruo de nubes color de chaparrón, sin el brillo de caramelo.

Morocho

No me di cuenta de cuando entraron las enfermeras y otra señora que parecía doctora y me decía negrita, ni su saludo respondí porque sencillamente yo no estaba allí sino en medio de mis miedos tratando de descubrir mi cabellera de sortijas que ya tenía tiempo perdida. Ni siquiera me “trajo” hasta la habitación el rinquintinqui de un carrito lleno de jeringas y líquidos de diferentes colores presos en pequeñas cárceles de vidrio unas, y de plástico, otras. Allí me di cuenta de que me hablaban.


La enfermera que manejaba el carrito fue torpe y sus cálculos fallaron para que el carrito y su rinquinquin tropezara la mesita y mis cosas se sublevaran, como aquella tarjetica que tenía grabada la imagen de un niñito lleno de colores con una batola rosada y un cinturón color azul de mar con los brazos abiertos a las puertas de un arco de luz. A lo lejos yo escuchaba voces, hablaban y hablaban, tocaban y yo iba sintiendo que los colores del arcoíris iban apareciendo detrás de aquel niño formando palabras, yo vi clarito las ocho primeras, se podía leer –porque ya mis pupilas grababan- “No te rindas que la vida es eso”…(*), las otras palabras me las llegó a ocultar sin querer la señora que parecía doctora y me llamaba negrita leyendo una placa oscura y grisosa a la que se le caían más palabras llenas de letras que me recordaba aquella sopa divina que me servía la abuela y me gustaba como nadaban las letras, sin ahogarse. Todas ellas parecían alinearse al lado del payaso triste, pero que ahoritica me guiñaba un ojo con la mejor de sus picardías y me señalaba las palabras. ... continuar el viaje(**), justo en esos momentos se hacían señas las enfermeras con la que parecía doctora y me llamaba negrita, y la que parecía doctora y me llamaba negrita con la enfermera. Ésta salió y enseguida vino con dos más que también parecían doctoras también, hablaban de exámenes, de laboratorio, de milagros, pero no pude concentrarme en lo que decían porque en esos momentos el payaso –en un descuido mío, había reparado el columpio roto y escuche nuevamente, estoy seguro, no se sí la que parecía doctora y me llamaba negrita o el payaso que se bamboleaba en el columpio curado de oxido que decían milagro, milagro y el columpio iba y cuando venía lo hacía con palabras que ponía una tras otra hasta que se podía leer “perseguir tus sueños” (***)

Algo pasaba, vi cuando los colores del arcoíris volvían a sus puestos, sentí un beso dulcito de mi abuela en mi mejilla adornado con una sonrisa gigante que me envolvía –y yo me dejaba envolver- con un Dios te bendiga que sonaba tan dulce como el posicle de la señoara Arriojas que tanto me gustaba, mis tías se abrazaban con la que parecía doctora y me llamaba negrita, el arco iris se había llevado el miedo y el niño de la tarjetica, el de la batola rosada se sonreía y decía –yo le escuchaba clarito- iras a tu escuela nuevamente y recordarás por siempre que debes confiar plenamente en la grandeza de tu amor, en la fe, en la esperanza, no olvides que Dios estará siempre al lado de los más chiquiticos. En eso, sentí por mi cabeza las manos de la que parecía doctora y me llamaba negrita, decía: vistes ya te va a crecer tu pelo de sortijas otra vez.

Morocho

Desde un rincón de la habitación un señor muy serio, vestido de negro todo, con corbata y sombrerito, un señor de bigote me dijo al oído… - estas curada, estas curada. Ahora vuelve a llenarte de colores, ¡ah! Y recuerda…nunca pierdas la fe, nunca.


El Ángel Guardián Es verdad, no es un cuento; hay un Ángel Guardián que te toma y te lleva como el viento y con los niños va por donde van tiene cabellos suaves que van en la venteada, ojos dulces y graves que te sosiegan con una mirada y matan miedos dando claridad. (No es un cuento, es verdad.) Él tiene cuerpo, manos y pies de alas y las seis alas vuelan o resbalan, las seis te llevan de su aire batido y lo mismo te llevan de dormido. Hace más dulce la pulpa madura que entre tus labios golosos estrujas; rompe a la nuez su taimada envoltura y es quien te libra de gnomos y brujas. Es quien te ayuda a que cortes las rosas, que están sentadas en trampas de espinas, el que te pasa las aguas mañosas y el que te sube las cuestas más pinas. Y aunque camine contigo apareado, como la guinda y la guinda bermeja, cuando su seña te pone el pecado recoge tu alma y el cuerpo te deja.

Gabriela Mistral

Morocho

Es verdad, no es un cuento: hay un Ángel Guardián que te toma y te lleva como el viento y con los niños va por donde van


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.