Los covis que robaban la respiración

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Los covis que robaban la respiración es un cuento que nació con la motivación de ofrecer a los niños una visión diferente de la situación vivida durante la pandemia por Coranavirus. Narra la historia de una selva donde sus habitantes vivían felices hasta que llegaron unos diminutos seres, llamados covis, que les robaban la respiración y les hacían enfermar. Los sabios del lugar, dos niños; Ana y Javier, los abuelos; Ramón y Clara, el búho Simón, el lobo Ceferino, el águila Miranda, el pez Saturnino y la osa Mandarina se reúnen para encontrar una solución entre todos para conseguir que la alegría y la felicidad regresen a su hogar. Esta historia ha visto la luz gracias a la colaboración y el apoyo generoso y entusiasta de varias personas y entidades que apoyaron el proyecto: Teresa Capell, doctora en farmacia y catedrática de Biotecnología Vegetal de la Universitat de Lleida, Marta Martín Cabezudo, enfermera del Hospital 12 de Octubre de Madrid e Iván Carabaño Aguado, pediatra del mismo hospital.

Proyecto IlerCOVID. Universitat de Lleida. Fundació Centre de Recerca en Agrotecnologia (Agrotecnio). Agència de Gestió d'Ajuts Universitaris i de Recerca (AGAUR). Departament de Recerca i Universitats de la Generalitat de Catalunya. Texto : Carolina Pinedo del Olmo Ilustraciones: Daniel Vergara Martínez Edita: Mandala ediciones www.mandalaediciones.com I.S.B.N.: 978-84-19294-15-9 Impreso en España en papel ecológico. Edición no venal


Hace mucho; no mucho ni poco tiempo, habitaban bajo la tierra de una selva llena de sabios árboles gigantes y fuertes montañas altísimas unos seres tan diminutos que eran casi invisibles. Si no te fijabas muy, pero que muy bien y te acercabas mucho, mucho a ellos, no podías verlos. Estos diminutos seres tenían un aspecto un tanto peculiar, eran redondos y con muchas patitas alrededor que terminaban en ventosas. Vivían en túneles bajo la selva, en pequeñitas cuevas, por eso estos serecillos se llamaban covis. Ellos nunca se relacionaban con los habitantes de la selva de la superficie, como las personas, los osos, las mariposas, los caballos, los lobos, los peces o los pájaros.

A los covis no les gustaba la luz del sol, el aroma de las flores o el agua de los muchos ríos que discurrían por la selva. Les encantaba la oscuridad de sus diminutas cuevas. De esta manera, todos los habitantes de aquella lejana selva estaban felices y vivían en equilibrio, unos arriba en la luz y otros abajo en la oscuridad. Sin embargo, los covis tenían curiosidad por los seres de la superficie de la selva y decidieron mandar a un grupo de ellos para averiguar cómo vivían aquellos a los que les gustaba la luz del sol.

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Pero, los covis no sabían cómo moverse por la superficie de la selva, porque la luz gastaba su energía y les dejaba sin fuerza. Entonces, encontraron una solución. Como eran casi invisibles, se metieron en el interior de los habitantes de la selva. Entraron en el cuerpo de las personas, los peces, los pájaros, los caballos, las abejas y sucedió algo inesperado. Todos los habitantes de la superficie de la selva comenzaron a enfermar, porque los covis les robaban la respiración.

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Entonces, en la selva, se convocó una reunión para encontrar la solución a la situación tan complicada que allí se vivía. Los sabios del lugar se encontraron, como en todas las ocasiones importantes, alrededor de la hoguera, a los pies de la montaña guardiana de la selva y bajo el abuelo árbol alcornoque, que había vivido miles y miles de años. Allí se reunieron dos niños, Ana y Javier, dos abuelos humanos, Ramón y Clara, el búho Simón, el lobo Ceferino, el águila Miranda, el pez Saturnino y la osa Mandarina. Estos sabios de la selva hablaron y hablaron durante muchas horas, hasta que el águila, que tenía una vista tan aguda como un microscopio, consiguió ver a travs de la piel de los habitantes de la selva a los diminutos covis. El águila Miranda dijo:

-Amigos, he encontrado la causa por la que estamos enfermando, se debe a que los covis que viven bajo el suelo de la selva han entrado en nuestro cuerpo y nos roban el oxígeno de nuestros pulmones, que les alimenta y da energía y fuerza.

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-¡Vaya, águila Miranda! Tu aguda visión siempre nos ayuda a conocer lo invisible. Seguro que la osa Mandarina, que es la experta en remedios para la salud, nos aconseja sobre qué hacer con esos pequeños bichitos-dijo el búho Simón, mientras miraba con sus ojazos por encima de sus gafitas redondasLa osa Mandarina, contestó: -Está bien, compañeros, necesito un tiempo para observar y buscar soluciones que devuelvan el equilibrio a nuestra hermosa selva. El resto del clan de los sabios del lugar se retiró para dar tiempo a que la osa Mandarina encontrara respuestas en los lugares que solo ella sabía buscar.

Pasados unos días, la osa experta en curar las heridas, convocó una nueva reunión para explicar lo que había averiguado y lo hizo como era su costumbre, pidiendo a las palomas mensajeras que avisaran al grupo de sabios para encontrarse alrededor de la hoguera. La osa les dijo a los habitantes de la selva: 7

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-Amigos…He consultado con los espíritus del bosque sobre el tema que nos preocupa y me ha contestado el viento, que conoce todas las respuestas, porque corre en libertad por todos los lugares. También, me ha ayudado la maestra agua, que sabe todos los secretos sobre la vida. Ellos me han contado que los covis han subido a la superficie y viajan en nuestros cuerpos, mientras se alimentan de nuestra respiración, por eso estamos enfermando. Los covis han sentido envidia de toda la belleza que disfrutamos en nuestra hermosa selva y quieren quedarse en la superficie.

-¡Oooooh! -Exclamaron sorprendidos los sabios al escuchar a la osa-No os preocupéis, tengo la solución para no enfermar, conseguir que los covis regresen a sus cuevas subterráneas y recuperar el equilibrio en la selva-dijo la osa mandarina, mientras acababa de comer un poco de miel que había encontrado en un panal de abejas que colgaba del anciano árbol bajo el que estaban reunidos los sabios-

-¡Maravilloso, amiga Mandarina! Estamos deseando oírte. ¿Qué podemos hacer?-dijeron los niños Ana y Javier y el pez saturnino, mientras asomaba su cabecita del río-

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-Los covis llegan a nuestros cuerpos a través de nuestras manos y nuestra saliva, como cuando estornudamos o tosemos, así que evitaremos que nos invadan si nos lavamos las manos a menudo y mantenemos una distancia entre nosotros de cinco pasos.

De esta manera, los covis acabarán por no tener nuevos cuerpos en los que viajar por la selva y regresarán a sus cuevas bajo tierra -explicó a los sabios la golosa osa Mandarina-. -¡Estupendo! Corramos la voz a través de las palomas mensajeras para que todos los habitantes de la selva conozcan cómo conseguir que los covis regresen a sus cuevas-dijo el búho Simón11

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Así, durante muchos días, los habitantes de la selva siguieron las instrucciones del grupo de sabios, incluso los cachorros, como los niños, a los que les gustaba mucho jugar y acercarse a sus amigos, hicieron un esfuerzo y entre todos consiguieron que los covis no tuvieran cuerpos en los que viajar.

De esta manera, los microscópicos serecillos decidieron regresar a sus cuevas y los habitantes de la selva recuperaron la salud y la paz, gracias a la unión, la solidaridad y el esfuerzo de todos.

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