Cartas Pastorales con motivo de la
Jornada Nacional de Manos Unidas Campa単a LV
Febrero 2014
Sumario Diócesis de: ●
Albacete
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Alcalá de Henares
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Almería
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Asidonia-Jeréz
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Astorga
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Ávila
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Barbastro-Monzón
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Barcelona
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Bilbao
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Burgos
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Calahorra y La Calzada-Logroño
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Canarias
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Cartagena
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Ciudad Real
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Córdoba
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Coria-Cáceres
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Cuenca
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Getafe
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Girona
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Guadix
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Huelva
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Huesca y Jaca
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Ibiza
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León
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Lleida
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Lugo
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Madrid
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Mallorca
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Menorca
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Mérida-Badajoz
5. 7. 9. 11. 13. 15. 17. 19. 21. 23. 25. 27. 29. 31. 33. 35. 37. 39. 41. 43. 45. 47. 49. 51. 53. 55. 57. 59. 61. 63.
65. ● Orihuela-Alicante 67. ● Osma-Soria 69. ● Ourense 71. ● Oviedo 73. ● Palencia 75. ● Pamplona y Tudela 77. ● Plasencia 79. ● San Sebastián 81. ● Sant Feliu de Llobregat 83. ● Santander 85. ● Santiago de Compostela 87. ● Segorbe-Castellón 89. ● Segovia 91. ● Sevilla 93. ● Sigüenza-Guadalajara 95. ● Solsona 97. ● Tarazona 99. ● Tarragona 101. ● Terrasa 103. ● Teruel y Albarracín 105. ● Toledo 107. ● Tortosa 109. ● Tui-Vigo 111. ● Urgell 113. ● Valencia 115. ● Valladolid 117. ● Vic 119. ● Vitoria 121. ● Zamora 123. ● Zaragoza 125. ●
Mondoñedo-Ferrol
PRESENTACIÓN
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Mons. Ricardo Blázquez Pérez Arzobispo de Valladolid Presidente de la Conferencia Episcopal Española
anos Unidas me solicita unas líneas para presentar la publicación de las cartas pastorales escritas por los obispos españoles con motivo del lanzamiento de la Campaña Contra el Hambre del año 2014; con mucho gusto respondo expresando la estima de la Conferencia Episcopal a esta querida institución, y el agradecimiento por el servicio generoso y efectivo que viene prestando desde hace ya algunas décadas. Estoy seguro de que con este escrito expreso el sentir del conjunto del episcopado. Son muchos los elementos positivos que Manos Unidas aporta a la Iglesia: ● En un momento en el cual no andamos sobrados del compromiso de los seglares, contamos con esta organización, que se mantiene viva y activa, y que reúne una cantidad significativa de voluntarios y a muchos socios. ● Es una organización dedicada a hacer frente a uno de los problemas más importantes que tiene hoy nuestro mundo: la lucha contra el vasto campo de la pobreza extrema. ● Esta lucha, cuando se trata de Manos Unidas, no se queda solo en palabras, sino que pasa al terreno de los hechos. Realiza una labor que no es solamente testimonial, pues se plasma en varios cientos de iniciativas, cada una de las cuales quiere ser respuesta a otras tantas necesidades. ● Es una obra colectiva, fiel imagen de la Iglesia-comunidad, que cuenta con la colaboración de muchísima gente, tanto aquí en España como en los países del Sur: donantes y colaboradores muy diversos, parroquias, colegios, técnicos que atienden la viabilidad y repercusión de los proyectos… pero también entidades de países del Sur, con las que Manos Unidas trabaja, que se responsabilizan del desarrollo de las iniciativas, sin olvidar a los destinatarios finales, que participan en los proyectos de desarrollo de una forma activa allí donde es posible. ● Todo esto contribuye a dar una imagen más universal de la Iglesia española y, por qué no decirlo, también del conjunto de nuestro país, que aparece asociado a obras sociales de interés como escuelas, sistemas de microcrédito, cooperativas, dispensarios, sistemas de suministro de agua potable y tantas otras. La labor de Manos Unidas merece un apoyo firme. Dignificando las condiciones de vida de los más pobres, los más olvidados, realiza una labor encomiable. El hambre es una grave indigencia, una humillación de las personas y un quebranto de los derechos de las personas. La Iglesia ha invitado con frecuencia a trabajar para erradicarla. El Papa Pablo VI tuvo palabras muy lúcidas en esta materia. Igualmente, Benedicto XVI aborda el “escándalo” del
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hambre en varios escritos, entre ellos la encíclica “Caritas in veritate”: “En la era de la globalización, dice, eliminar el hambre en el mundo se ha convertido también en una meta que se ha de lograr para salvaguardar la paz y la estabilidad del planeta. El hambre no depende tanto de la escasez material, cuanto de la insuficiencia de recursos sociales” (num 27). El papa Francisco no ha dejado tampoco de llamar la atención sobre esta cuestión. En la exhortación apostólica “Evangelii gaudium” realiza una crítica muy incisiva del consumismo, de la inequidad mundial y de otras cuestiones, como la autonomía “absoluta” de los mercados (num. 54). Nos recuerda que “el solo hecho de haber nacido en un lugar con menores recursos o menor desarrollo no justifica que algunas personas vivan con menor dignidad. Hay que repetir que los más favorecidos deben renunciar a algunos de sus derechos para poner con mayor liberalidad sus bienes al servicio de los demás” (190). Critica la “economía del descarte”, que considera al hombre como un bien de consumo “que se puede usar y luego tirar” y en la cual los excluidos no son “explotados” sino desechos, “sobrantes” (53). Necesitamos, señala, una economía con “un rostro y unos objetivos realmente humanos” y “crecer en una solidaridad que debe permitir a todos los pueblos llegar a ser por sí mismos artífices de su destino”(n 190). En el encuentro que celebró con el secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, en mayo pasado, instó a “una movilización ética mundial contra las desigualdades” y a poner en marcha medidas “que incidan sobre las causas estructurales de la pobreza y del hambre”. Elogió los resultados positivos conseguidos estos últimos años en materia de desarrollo, especialmente en materia de educación y disminución de la pobreza extrema, pero añadió: “Es propio de la función directiva no conformarse nunca con los resultados obtenidos sino empeñarse cada vez más, porque lo conseguido solo se asegura buscando obtener lo que aún falta. Y, en el caso de la organización política y económica mundial, lo que falta es mucho, ya que una parte importante de la humanidad continúa excluida de los beneficios del progreso y relegada, de hecho, a seres de segunda categoría”. Manos Unidas, en sus campañas más recientes, nos ha recordado una parte de lo mucho que aún falta, a que se refiere el Papa: la importancia de continuar avanzando en materia de educación, en sectores como el agrícola, el sanitario, la promoción social y la promoción de la mujer; el número de proyectos relativo a la educación supera con mucho a los demás. La promoción del papel de la mujer, que acumula mayores desventajas en casi todos los conceptos, es atendida de un modo especial en países del Sur. Recuerdo otros campos: la reducción de la mortalidad infantil; la necesidad de poner freno a enfermedades como el sida, la malaria o la tuberculosis; la necesidad de facilitar a los más pobres el acceso a los medicamentos; tratar de una manera razonable los problemas de la deuda… En la Campaña de 2014, a las que se refieren las cartas de los obispos aquí reunidas, y con el lema “Un mundo nuevo, proyecto común”, Manos Unidas nos dice que, siendo el hambre un problema mundial, la solución ha de ser necesariamente mundial también y exige el compromiso de todos. Los cristianos, hemos de estar atentos no solamente a las vertientes económicas del desarrollo, sino a que éste sea integral, sostenible… y humano. Los aspectos citados en estas cartas son una invitación a continuar nuestro compromiso en favor de esta causa, y a hacerlo a través de una organización de probada responsabilidad: Manos Unidas, la asociación de la Iglesia Católica en España para la ayuda, la promoción y el desarrollo del Tercer Mundo. † Mons. Ricardo Blázquez Pérez Arzobispo de Valladolid Presidente de la Conferencia Episcopal Española
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Diócesis de Albacete
“UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN”
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Monseñor Ciriaco Benavente Mateos, Obispo de Albacete.
ace casi quince años, la comunidad internacional se comprometió firmemente a poner en marcha las políticas necesarias para que, en el año 2015, se hubieran logrado una serie de objetivos que permitieran eliminar o, al menos, reducir de manera significativa las situaciones infrahumanas de vida de muchas personas.
La famosa Declaración del Milenio y los pasos dados han contribuido a la reducción del hambre, al logro de mejoras en el acceso a la salud, a la educación, al trabajo, a la participación política. Hay que reconocer, sin embargo, que los logros se han quedado mucho más cortos que los objetivos. De hecho, ha crecido el número de personas que viven con menos de dos dólares al día, y hay todavía muchas personas que siguen muriendo de hambre o se ven obligadas a la emigración por causa de la guerra o la falta de un trabajo digno, quedando expuestas con mucha frecuencia al tráfico de personas.
Por eso, Manos Unidas, organización de la Iglesia Católica para el Desarrollo, a cuyas voluntarias y voluntarios la situación les escuece en el alma, vuelve a golpear nuestras conciencias. Con la Campaña del 2014 “UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN”, nos invita, una vez más, a una revisión personal y colectiva, y nos impulsa a poner manos a la obra para contribuir a hacer de este mundo nuestro la tierra de todos, para instaurar la civilización del amor. Los Objetivos del Desarrollo fueron formulados en un contexto histórico de optimismo generalizado. Dominaba la euforia provocada por la globalización. El Programa de las Naciones Unidas aseguraba que el crecimiento del bienestar y la solución a los problemas de la humanidad vendrían del libre mercado, que se nos presentaba, además, como modelo único, sin alternativa posible (Programa de la ONU para el desarrollo, 1997). Sin embargo, una eminente analista internacional respiraba de otra manera: “Hemos legitimado al mercado para decidir sobre nuestras vidas. Si lo dejamos no sólo destrozarán la tierra, sino que sus sistemas sólo permitirán que subsista el 5% más rico del mundo. Como ellos dicen, coge lo mejor y tira el resto a la basura” (Susan George. Directora del Instituto trasnacional de Amsterdam). Los mecanismos de la economía del mercado son capaces de crear riqueza, de favorecer el intercambio de productos; pero difícilmente asegurarán el desarrollo de todos los pueblos, si tales mecanismos no están animados por el deseo de promover el bien común universal por encima de los intereses particulares. “La globalización nos ha hecho más cercanos, pero no más hermanos” (Benedicto XVI). Necesitamos ante todo y sobre todo globalizar la solidaridad. Manos Unidas está convencida de que sin un compromiso solidario mundial, que parta del reconocimiento de la fraternidad fundamental del género humano, no superaremos el individualismo y la indiferencia.
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El lema de la Campaña “UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN” quiere sintonizar con la Plataforma “El mundo que queremos más allá del 2015”, lanzada por Naciones Unidas para movilizar a los ciudadanos de todo el mundo en favor del desarrollo en los países pobres. El fundamento del trabajo de Manos Unidas se encuentra en el Evangelio y en la Doctrina Social de la Iglesia. Y, en concreto, durante el año 2014 quiere poner su atención en la encíclica Caritas in Veritate de Benedicto XVI, donde se nos invita a realizar un esfuerzo común para lograr la implicación de todos en el desarrollo integral de cada hombre y de todos los hombres: “El desarrollo de los pueblos, decía el Papa, depende, sobre todo, de que se reconozcan como parte de una sola familia, que colabora con verdadera comunión y está integrada por seres que no viven simplemente uno junto al otro”. Queridos amigos: “El contexto hedonista en que vivimos los países desarrollados lleva al hombre a centrarse en la realización emocional de sí mismo, aniquila las utopías de transformación social y la disposición a los compromisos permanentes”, nos dicen los analistas sociales. Por otra parte, las altas dosis de dramas cotidianos que ingerimos anestesia nuestra capacidad de discernimiento y respuesta. Manos Unidas lo sabe. Y sabe, desde su experiencia de fe, que la civilización del amor no se logra sólo con un convencimiento teórico, con ser éste importante. Reconocer afectiva y efectivamente al otro como hermano exige un cambio del propio corazón, que sólo es posible cuando el amor se recibe como un regalo de Aquel que es Amor. Acogiendo el amor como don, podemos hacernos don de amor para los demás. Por eso, Manos Unidas, al promover cada año la campaña, no se olvida de invitarnos a la oración y al ayuno. Ese es uno de los secretos de su eficacia. Invito a que unáis vuestras manos y vuestros corazones para responder con la mejor generosidad a la llamada de Manos Unidas en esta Campaña de 2014. + Ciriaco Benavente Mateos, Obispo de Albacete
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Diócesis de Alcalá de Henares
Un mundo nuevo, un proyecto común
E
Monseñor Antonio Reig Plá, Obispo de Alcalá de Henares.
l mes de febrero, año tras año, Manos Unidas pone sobre la mesa los escalofriantes datos de nuestro mundo: Una de cada ocho personas pasan hambre a diario, el 50% de los que lo sufren son agricultores, el 60% son mujeres, y mientras la tercera parte de la comida que se produce en un año se desperdicia. El mundo no avanza, el número de personas que sufren hambre, miseria y exclusión sigue creciendo, las diferencias siguen aumentando.
Sin embargo; Manos Unidas, no se desanima. “Un mundo nuevo, un proyecto común”, es el lema que esta institución de la Iglesia nos propone para este curso. Se centra en el 8º de los Objetivos del Desarrollo del Milenio (ODM): “fomentar una alianza mundial por el desarrollo”. Los siete anteriores aún no se han conseguido, y caminan muy lentamente. ¿Es éste un propósito que quizá se ha definido en orden equivocado? En un mundo globalizado, donde cada decisión tiene implicaciones en cada uno de los rincones del planeta, ¿acaso no hubiera debido ser éste el primero de los objetivos? Sin una voluntad común y verdadera de acabar con el fracaso del hambre, los avances que se realicen nunca serán suficientes. Soledad Suárez, presidenta de Manos Unidas en España, nos anima en esta apasionante labor: “esa es la gran batalla. Hay que pensar en estos pueblos, qué parte de responsabilidad tenemos cada uno de nosotros en esto, qué posturas debemos adoptar, cómo esto nos debe llevar a actuar”. La Iglesia está extendida por todo el mundo, somos muchos los que creemos en el mensaje de Cristo, “pero si la sal se vuelve sosa…..”. No dejemos que eso ocurra, encendamos nuestra luz, nuestra esperanza, seamos candiles para descubrir y denunciar las zonas oscuras de la corrupción, la injusticia, la insolidaridad y el acaparamiento; y al mismo tiempo, mostremos al mundo que la alegría auténtica está en la fraternidad, que “Dios no se revela mediante el poder y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza”. Hemos comprendido y experimentado que “lo que nos da verdadera libertad, verdadera salvación y verdadera felicidad es su amor lleno de compasión, de ternura, que quiere compartir con nosotros…” (Papa Francisco: Mensaje de Cuaresma). Agradezco y bendigo a Manos Unidas por su trabajo y esfuerzo, y pido a todos los sacerdotes, religiosos y laicos que colaboren en esta inexcusable tarea. Y quiero hacer mías las palabras del Santo Padre en las que nos recuerda que “No es posible que la muerte por congelamiento de un anciano sin abrigo no sea noticia, mientras sí lo es la caída de dos puntos de la Bolsa. Esto es exclusión. No se puede tolerar más el hecho de tirar comida a la basura cuando hay personas que pasan hambre“ (Evangelii gaudium).
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Pongamos en manos de María, madre de todos los hombres, el cuidado y la ternura de todos los que entregan su vida para el servicio de los preferidos de Dios, los más humildes y desprotegidos; que ella sea siempre el Consuelo y la Esperanza infatigable. Con mi bendición + Juan Antonio Reig Pla, Obispo de Alcalá de Henares
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Diócesis de Almería
Campaña contra el Hambre 2014 de Manos Unidas
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Monseñor Adolfo González Montes, Obispo de Almería
lega la campaña de Manos Unidas y no quiero dejar de ofreceros unas reflexiones que glosen el lema de este año: «Un mundo nuevo, proyecto común».
Parto ciertamente, del supuesto de que un mundo verdaderamente nuevo es obra de Dios, porque sólo de él, de su poder y de su misericordia depende la irrupción de un mundo nuevo, es decir, de Dios depende el hombre nuevo y la nueva creación, que nos ha mostrado en la resurrección de Cristo, vencidos el mal que infecta el mundo y la muerte. A quienes no les gusta esta afirmación, les basta mirar en su entorno para ver hasta qué punto el mal flagela la vida de los seres humanos.
Algunas de estas manifestaciones son crudelísimas como esa forma nueva de esclavitud que es la trata de personas, principalmente mujeres, niños y adolescentes; seres humanos reducidos a fuerza de trabajo, maltratados por la desnutrición y el hambre y huyendo despavoridos de los conflictos bélicos, de la guerra que todo lo reduce a ruinas, diezma y aniquila las poblaciones, causa quebrantos irrecuperables en las sociedades divididas y enfrentadas, dejando en ellas heridas que son estigmas del odio y de la falta de entendimiento por décadas. ¿Para qué mencionar lo que todo el mundo conoce? Ahí están las noticias de cada día. Entonces, ¿no podemos hacer nada? En modo alguno. Es mucho lo que se ha hecho y, en su justa comprensión de las cosas, es posible lograr un mundo nuevo, en la misma medida en que ayudemos al desarrollo humano de las sociedades; es decir, en la medida en que contribuyamos a su humanización verdadera mediante la propuesta y el fomento constante de una «civilización del amor». Los Papas de nuestro tiempo vienen proponiendo este mensaje incansablemente. Desde los tiempos de Pío XII y la campaña llevada a cabo con su estímulo y el apoyo de su magisterio, la Iglesia viene presentando y ofreciendo esta propuesta: «Por un mundo mejor». Después, Juan XXIII abrió los corazones a la esperanza en la superación definitiva de los enfrentamientos entre las naciones que desencadenaron la segunda guerra mundial, para lo cual proponía el establecimiento de la paz sobre el respeto a la dignidad humana y la defensa de los derechos humanos en la encíclica Pacen in terris (1963). El Vaticano II que él convocó promovió cuanto une a los cristianos, frente a lo que los divide, para favorecer su servicio a la humanidad mediante el mayor avance hacia una humanidad mejor que resultará de “la unidad en la verdad y en el amor, bajo la virtud poderosa del Espíritu Santo”, de suerte que unidas las fuerzas, “nos esforcemos por cooperar fraternalmente para prestar un servicio a la familia humana, que está llamada en Cristo Jesús a ser la familia de los hijos de Dios” (GS, n.93). El Concilio nos alentó para no confundir la historia de la salvación con la simple historia del progreso, siempre ambigua, que sólo se orienta al hombre cuando tiene en cuenta a Dios. La
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Iglesia aprecia cuanto de bueno y noble le es posible alcanzar al esfuerzo humano, siempre que se rija por los valores del espíritu que hacen del ser humano infinitamente más que un animal evolucionado, es decir, hijo de Dios. Así, hace equipamiento suyo: «el estudio de las ciencias y la fidelidad exacta a la verdad en las investigaciones científicas, la necesidad de trabajar conjuntamente en equipos técnicos, el sentido de la solidaridad internacional, la conciencia cada vez más viva de la responsabilidad de los expertos para ayudar e incluso proteger a los hombres, la voluntad de hacer más favorables para todos las condiciones de vida, especialmente para aquellos que sufren privación de su responsabilidad o pobreza cultural» (GS, n. 57). Por esto el Concilio apoya todo proyecto de «humanización» de la vida, destinado a combatir el hambre y la miseria y a promocionar las aptitudes de las personas y de las colectividades para lograr por sí mismas un bienestar necesario para acoger mejor la palabra del Evangelio. Es imposible separar el apoyo a proyectos de esta índole de la predicación evangélica, aunque estos proyectos representen un paso previo a la misma predicación en determinadas circunstancias. El Concilio, en el mismo lugar citado dice refiriéndose a cuanto de bueno acabamos de mencionar: «Todo lo cual puede aportar alguna preparación para recibir el mensaje del Evangelio, que puede ser animada con la caridad divina por Aquel que vino a salvar el mundo». ¡No cabe mayor claridad! Pablo VI, que aplicó con voluntad grande el Concilio, hablaba de la necesidad de una verdadera «civilización del amor», expresión que acuñada particularmente por él fue después más desarrollada y aplicada por Juan Pablo II a su magisterio social. Benedicto XVI le ha dado una singular validación al poner en relación caridad y verdad en la encíclica Caritas in veritate (Caridad en la verdad, 2009). Por eso dice de él en esta encíclica remitiéndose a Pablo VI, que con sus enseñanzas sociales de gran relevancia, «reafirmó la importancia imprescindible del Evangelio para la construcción de la sociedad según libertad y justicia, en la perspectiva ideal e histórica de una civilización animada por el amor» (n.13); concluyendo con la misma claridad que su predecesor: «No hay desarrollo pleno ni un bien común universal sin el bien espiritual y moral de las personas, consideradas en su totalidad, alma y cuerpo» (n.76). Manos Unidas nos lanza un mensaje también claro: es posible un mundo nuevo como proyecto común, pero no olvidemos desde dónde lo dice: desde la fe que anima a sus militantes, particularmente a las mujeres de fe que le han dado cuerpo a una organización como Manos Unidas, imprescindible hoy en la lucha contra el hambre. Manos Unidas cree en la imbricación de Dios en toda acción en favor del hombre, donde se deja sentir ya la novedad del mundo nuevo que esperamos de Dios. También el papa Francisco se apoya en Pablo VI, para recordarnos, con su estimulante magisterio, que la propuesta es el Reino de Dios, y que «se trata de amar a Dios que reina en el mundo», por eso asegura: «En la medida en que él logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos. Entonces, tanto el anuncio como la experiencia cristiana tienden a provocar consecuencias sociales» (Evangelii gaudium, n.181). También muy claro: la novedad del mundo viene de Dios y, mientras llega su plenitud, se nos pide que vayamos hacia ella cambiando todo lo que no entra en el proyecto de Dios para el mundo, como el hambre y la miseria de los pobres, que el amor fraterno puede remediar. Almería, 9 de febrero de 2014 Día de la Campaña contra el hambre en el mundo + Adolfo González Montes, Obispo de Almería
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Diócesis de Asidonia-Jerez “UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN” Campaña de Manos Unidas
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Monseñor José Mazuelos Pérez, Obispo de Asidonia-Jerez.
los sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, seminaristas y a todos los fieles,
Durante este año se desarrolla la Campaña LV de Manos Unidas bajo el lema «Un mundo nuevo, proyecto común», centrada en el octavo Objetivo de Desarrollo del Milenio (ODM) propuesto por Naciones Unidas. En él se hace hincapié sobre la necesidad de fomentar una alianza mundial por el desarrollo que evite, como bien ha denunciado el Papa Francisco, el escándalo de que todavía haya hambre y malnutrición en el mundo. Esta alianza es imprescindible si se quiere avanzar en la lucha contra la pobreza, y necesita de la implicación de los países desarrollados y de los que están en vía de desarrollo. Manos Unidas, como asociación de la Iglesia Católica inspirada en el Evangelio y en la Doctrina Social de la Iglesia, lucha para erradicar el hambre y la pobreza del mundo. Y para ello es necesaria nuestra colaboración como parte de la entera Familia Humana. Recordemos las palabras de Benedicto XVI en la encíclica Caritas in Veritate: «Hoy la humanidad aparece mucho más interactiva que antes: esa mayor vecindad debe transformarse en verdadera comunión. El desarrollo de los pueblos depende sobre todo de que se reconozcan como parte de una sola familia, que colabora con verdadera comunión y está integrada por seres que no viven simplemente uno junto al otro». (nº. 53) Siendo conscientes de que el hambre nunca puede ser considerada un hecho normal al que hay que acostumbrarse, como si formara parte del sistema, sino que son necesarias acciones concretas que disminuyan el sufrimiento de tantos hombres, mujeres y sobre todo niños que la padecen injustamente, quiero invitar a todas las parroquias, movimientos, asociaciones, hermandades y comunidades cristianas de nuestra Diócesis a participar en esta campaña que celebra Manos Unidas. Os animo a uniros a este gesto tan significativo del «Día del Ayuno Voluntario» que se celebrará el viernes 7 de febrero, y a ofrecer una generosa aportación económica tanto en las colectas de las Misas del próximo domingo 9 de febrero, como en las mesas petitorias en las calles de la ciudad. Por último, deseo enviar un mensaje de felicitación y estímulo a los numerosos asociados y colaboradores que, sensibles a esta realidad del hambre en el mundo, inspirados por su conciencia cristiana, están comprometidos con la labor de Manos Unidas. Con mi cordial saludo y bendición, + José Mazuelos Pérez, Obispo de Asidonia-Jerez
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Diócesis de Astorga
“UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN”
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Monseñor Camilo Lorenzo Iglesias, Obispo de Astorga.
a Campaña de Manos Unidas del año 2014 se realizará teniendo delante este sugerente lema: “Un Mundo Nuevo, Proyecto Común”
Todos sabemos que la construcción de un “Mundo Nuevo”presupone una gran tarea en la que todos debemos comprometernos, no sólo con palabras, sino con actitudes coherentes durante ese proceso de construcción. Porque la realidad social que conocemos es casi totalmente opuesta.
Esta afirmación no es exagerada, sino real, porque con preferencia, si consideramos que el egoismo nos arrastra siempre a querer lo que a cada uno le beneficia. Si, a lo que a mí me conviene y para fundamentar esta afirmación os recuerdo una realidad vivida en España: durante bastantes años se fue creando una cultura del gasto superior a las posibilidades que cada uno tenía, es decir, se vivió con la convicción de que cada día se podía gastar hasta derrochar sin necesidad. Y las consecuencias las estamos sufriendo desde hace varios años hasta hoy. Y ahora ya nadie quiere bajar a la realidad que se nos impone a la fuerza. Era muy fácil aceptar que se nos mejorasen los ingresos, pero aceptar la reducción del gasto provoca la rebelión de todos y nadie aceptar sacrificios. Es lo mismo que nos sucede a todos, aunque la realidad se nos ha impuesto y “todos decimos que no somos los que la causamos”. Os recuerdo esta realidad porque hoy a todos nos afecta. Y ahora os recordaré lo que sigue sucediendo en los paises deprimidos que necesitan ayuda, por lo que Manos Unidas nos invita a construir “Un Mundo Nuevo”, pero no solamente para unos pocos, sino que tiene que ser a través de un “Proyecto Común” si, desde un proyecto común que sea aceptable por todos, pues unos derrochan el dinero y otros no tienen ni lo suficiente para poder alimentarse, aunque lleven una vida pobre pero diferente, ya que tantas familias carecen de casi todo, e incluso pueden no tener ni para vivir. Pues bien Hermanos: en el Tercer Mundo en el que viven muchos millones de Hermanos nuestros es frecuente que no puedan comer más que una pequeña ración cada día. Preguntémonos: ¿Cómo pueden vivir así? ¿Qué pecado han cometido esos Hermanos que viven en el llamado Tercer Mundo, y no los socorremos sabiendo que son Hermanos nuestros? Al llegar a este punto volvamos a recordar que se necesita construir un Mundo Nuevo, respetando un Proyecto Común que sea aceptable por la mayor parte, ya que esto lo están reclamando y exigiendo los pobres de este Mundo para que se a un Mundo Nuevo.
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En conclusión: es imprescindible construir un Proyecto Común para que haya un Mundo Nuevo, de lo contrario sería casi imposible. + Camilo Lorenzo Iglesias, Obispo de Astorga
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Diócesis de Ávila “UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN” Manos Unidas 2014
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Monseñor Jesús García Burillo, Obispo de Ávila.
ueridos diocesanos:
Este año la Campaña de Manos Unidas nos ayuda a ponernos en camino hacia ese mundo nuevo que nace de la fraternidad universal, como cualidad necesaria para crear condiciones de desarrollo en plenitud. El lema de esta LV campaña es: Un mundo nuevo, proyecto común, y responde al octavo de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM): Fomentar una alianza mundial para el desarrollo. Una alianza mundial que exige la responsabilidad y el compromiso de todos.
La globalización que vive el mundo actual y la red de comunicaciones han creado nuevas oportunidades para acabar con la injusticia, pero la realidad es que la pobreza y el hambre, la injusticia y las desigualdades se han reconfigurado. El papa Francisco nos dice: «Hoy, que las redes y los instrumentos de la comunicación humana han alcanzado desarrollos inauditos, sentimos el desafío de descubrir y transmitir la mística de vivir juntos, de mezclarnos, de encontrarnos, de tomarnos de los brazos, de apoyarnos, de participar de esa marea algo caótica que puede convertirse en una verdadera experiencia de fraternidad» (Evangelii gaudium, 47). Esa es la propuesta de Manos Unidas: aceptar el desafío de «la mística de vivir juntos», en una auténtica experiencia de fraternidad. Gracias al amor de Cristo, que se derrama en nuestros corazones, podemos ser fermento de esa fraternidad universal; sólo bajo la lógica del amor, de ese amor que mira a la persona concreta, del don de sí mismos, será posible un mundo nuevo. Esa lógica del amor, es una lógica dinámica y no teórica, que se basa especialmente en el diálogo, la apertura, la generosidad, la acogida y la promoción social especialmente de los más pobres. Esta lógica del amor nos inserta en el camino que nos une con todos y conduce al desarrollo de todos. Por eso, el papa Benedicto XVI, afirmaba que «el desarrollo de los pueblos depende, sobre todo, de que se reconozcan como parte de una sola familia, que colabora con verdadera comunión y está integrada por seres que no viven simplemente uno junto al otro» (Caritas in veritate, 53). Los proyectos asignados para Ávila en esta Campaña de Manos Unidas son: la construcción de letrinas y zonas de aseo en una escuela rural de primaria en Kinoni (Uganda); Programa educativo para niños que trabajan en las fábricas de ladrillo de Pune, en Maharashtra (India); Instalación de cocinas sin humo, depósitos de agua, letrinas, cocinas solares y heno, en Tamil Nadu (India); y mejora de la salud ocular, en Togo (África).
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Os invito a todos a participar de esta Campaña de Manos Unidas con la alegría y el entusiasmo que nacen de la mística del vivir juntos, y con la conciencia de que somos una sola familia, hermanos entre nosotros, y que ese mundo nuevo que todos esperamos sólo es posible bajo la lógica del amor y la fraternidad universal. «No nos cansemos jamás de optar por la fraternidad» (Evangelii gaudium, 91). Os saludo con todo afecto. + Jesús García Burillo, Obispo de Ávila
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Diócesis de Barbastro-Monzón
Participa en la campaña de Manos Unidas
Monseñor Alfonso Milián Sorribas, Obispo de Barbastro-Monzón.
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ace dos meses se presentó en Madrid la campaña promovida por Cáritas Internacional para erradicar, de una vez, el hambre en nuestro mundo. Cáritas Española y Manos Unidas protagonizan esta campaña en nuestro país. El Papa ha apoyado la presentación de la misma con un mensaje televisado y, como cristianos que sabemos dónde está la fuerza que cambia al mundo, una ola de oración acompaña a las iniciativas concretas para conseguir los objetivos de la campaña. El papa Francisco ha invitado a la Iglesia, a las instituciones públicas y a los ciudadanos a «dar voz a todas las personas que sufren silenciosamente el hambre, para que esta voz se convierta en un rugido capaz de sacudir al mundo». Ha exhortado de manera especial a la comunidad creyente a compartir con caridad cristiana y a ser promotores de una auténtica cooperación con los pobres para que lleguen a acceder al derecho a una alimentación adecuada que Dios quiere para todos. Manos Unidas, asociación española de la Iglesia Católica para luchar contra el hambre en el mundo, propone en este año el lema «Un mundo nuevo, un objetivo común» para seguir impulsando acciones concretas que ayuden a conseguir el octavo objetivo de desarrollo del milenio, propuesto por Naciones Unidas. Este objetivo hace hincapié en la necesidad de fomentar una alianza mundial en favor del desarrollo. A su vez, la campaña promovida por Cáritas Internacional para erradicar el hambre del mundo pretende llevar el problema y las iniciativas a los diversos Gobiernos y al seno de las Naciones Unidas, con la intención de que los países desarrollados tomen iniciativas eficaces para ayudar a los países en vías de desarrollo. Va a ser una campaña intensa y de larga duración, que se pone como meta hacer desaparecer el hambre en elmundo antes de que finalice el año 2025. Es una tarea difícil porque los países ricos, no sólo no han incrementado su cooperación al desarrollo, sino que en muchos casos han disminuido la ayuda que prestaban. No obstante hay que seguir trabajando para que todos los seres humanos, sean de la nación que sean, tengan garantizados los derechos fundamentales y puedan vivir conforme a su dignidad. Manos Unidas es consciente de que no puede resolver todos los problemas de la pobreza del mundo pero, por su experiencia a lo largo de más de cincuenta años de lucha contra el hambre, sabe que es mucho lo que se puede hacer con los donativos, grandes y pequeños, de miles de personas solidarias. Y proclama con fuerza que «toda violación de la dignidad personal del ser humano grita venganza delante de Dios y se configura como ofensa al Creador del hombre».
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Manos Unidas parte de la convicción cristiana de que todos somos hermanos. Los cristianos, además, formamos parte de la familia de Dios por el Bautismo, somos la Iglesia, que tiene vocación de ser signo de fraternidad y busca reunir a todos en un solo Espíritu. El papa Francisco nos dice que «cada cristiano y cada comunidad estamos llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad». Os invito a participar activamente en la campaña de Manos Unidas, con mi afecto y bendición. + Alfonso Milián Sorribas, Obispo de Barbastro-Monzón
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Diócesis de Barcelona
Hambre y malnutrición en el mundo
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Monseñor Lluís Martínez Sistach, Cardenal Arzobispo de Barcelona.
a realidad de nuestra humanidad es cruda: hay hambre en el mundo y muchas personas mueren de hambre cada día. Un año más, la organización católica Manos Unidas nos sensibiliza sobre esta triste y humillante realidad. Su conocida campaña contra el hambre llega a la edición número cincuenta y cinco, y tiene como lema: ” Un mundo nuevo, proyecto común”.
Ante el progreso científico y técnico de nuestro mundo nos podemos preguntar: ¿el avance es el mismo por lo que se refiere al humanismo? ¿Somos hoy más humanos? ¿Nos sentimos más hermanos unos de otros? Todos amamos la vida humana y todos deseamos que cada persona la pueda conservar y desarrollar con calidad. Para lograrlo, es necesaria una actitud decidida de solidaridad generosa, es decir, de caridad cristiana. Y esto se consigue si uno se acerca a la realidad del hambre y del sufrimiento humano del hermano. El samaritano del Evangelio que ayudó al herido que yacía al borde del camino lo hizo porque se acercó, lo vio y se compadeció de aquel hermano suyo. Si vemos a nuestros hermanos que yacen al borde de las calles y las plazas del mundo muriendo de hambre o desnutridos, nos compadecemos y les ayudamos. En este sentido, Gandhi escribió: “Os daré un potente talismán. Antes de tomar una decisión importante, representaos ante vosotros al hombre más pobre y más necesitado que hayáis visto. Dejaos impresionar por él y preguntaos: ¿cómo, en qué grado, de qué manera esta decisión que tomaré afectará la suerte de este pobre ser humano? Realmente, todas nuestras decisiones inciden de alguna manera en el resto de la familia humana. Así va creciendo una conciencia solidaria. El Papa, que ha sido llamado el Papa de la alteridad, está haciendo mucho para que nos sintamos interpelados por el rostro del otro, y especialmente por el rostro del pobre. Él clama contra la globalización de la indiferencia y nos invita a sentir como propias las injusticias y las violaciones de los derechos humanos cometidas en países lejanos que nunca visitaremos. En el fondo de la problemática del hambre está el sentido universal de los bienes materiales y de la propiedad privada. La propiedad privada no anula que la tierra esté destinada originalmente al conjunto de la humanidad. El destino universal de los bienes continúa siendo primordial. El Señor ya nos da la tierra para todos. Es necesario que nosotros repartamos mejor sus frutos. + Lluís Martínez Sistach, Cardenal arzobispo de Barcelona
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Diócesis de Bilbao “UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN” Campaña LV de Manos Unidas contra el hambre 2014
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Monseñor Mario Iceta Gabicagogeascoa, Obispo de Bilbao.
ueridos hermanos y hermanas:
1. Manos Unidas nos presenta la campaña para este año 2014 bajo el lema “un mundo nuevo, proyecto común”. En esta ocasión, se pretende incidir y sensibilizar sobre la implicación que todos tenemos en el desarrollo de los pueblos. Los últimos Papas han reflexionado en repetidas ocasiones sobre esta cuestión. Ya así, la “Pacem in terris” de Juan XXIII afirmaba que “ningún país puede, separado de los otros, atender como es debido a su provecho y alcanzar de manera completa su perfeccionamiento. Porque la prosperidad o el progreso de cada país son en parte efecto y en parte causa de la prosperidad y del progreso de los demás pueblos” (PiT, 131).
2. Y Pablo VI, en la Encíclica “Populorum Progressio”, continuaba con la misma línea de pensamiento afirmando que: “cada uno de los hombres es miembro de la sociedad, pertenece a la humanidad entera. Y no es solamente éste o aquel hombre sino que todos los hombres están llamados a este desarrollo pleno… La solidaridad universal, que es un hecho y un beneficio para todos, es también un deber” (PP, 17) 3. Juan Pablo II hablaba en múltiples ocasiones de una globalización no sólo de la economía, sino principalmente de la solidaridad entre todas las familias de la tierra. Y el papa Benedicto XVI, en la encíclica “Caritas in Veritate” afirma que “el tema del desarrollo coincide con el de la inclusión relacional de todas las personas y de todos los pueblos en la única comunidad de la familia humana, que se construye en la solidaridad sobre la base de los valores fundamentales de la justicia y la paz”. (CV, 54). 4. El Santo Padre Francisco, en su mensaje para la Jornada Mundial de la paz de este año, nos habla precisamente de la centralidad de la fraternidad en las relaciones verdaderas y justas entre los pueblos capaces de generar una paz verdadera. Y así afirma que “el número cada vez mayor de interdependencias y de comunicaciones que se entrecruzan en nuestro planeta hace más palpable la conciencia de que todas las naciones de la tierra forman una unidad y comparten un destino común. En los dinamismos de la historia, a pesar de la diversidad de etnias, sociedades y culturas, vemos sembrada la vocación de formar una comunidad compuesta de hermanos que se acogen recíprocamente y se preocupan los unos de los otros… las numerosas situaciones de desigualdad, de pobreza y de injusticia revelan no sólo una profunda falta de fraternidad, sino también la ausencia de una cultura de la solidaridad.”
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5. Sobre este rico, largo y profundo surco de la doctrina social reciente de la Iglesia podemos insertar el tema de la campaña de Manos Unidas de este año. El mundo nuevo nace del ejercicio efectivo de la fraternidad universal. Esta fraternidad nace de tener todos a Dios como Padre común. El Santo Padre Francisco, en el mismo mensaje anteriormente mencionado, continuaba diciendo: “es claro que tampoco las éticas contemporáneas son capaces de generar vínculos auténticos de fraternidad, ya que una fraternidad privada de la referencia a un Padre común, como fundamento último, no logra subsistir. Una verdadera fraternidad entre los hombres supone y requiere una paternidad trascendente. A partir del reconocimiento de esta paternidad, se consolida la fraternidad entre los hombres, es decir, ese hacerse «prójimo» que se preocupa por el otro.” 6. La campaña de Manos Unidas de este año nos presenta objetivos concretos, a nivel personal, social y político, para vivir esta fraternidad capaz de generar un mundo nuevo. Se fija, de modo particular, en la formación en cuestiones de participación social y política, en el fortalecimiento de las comunidades indígenas, en el afianzamiento de la paz, seguridad y buen gobierno en diversas regiones de la tierra, en la educación para el desarrollo, en el trabajo en red, en el fortalecimiento institucional, el apoyo a poblaciones vulnerables, la atención sanitaria a refugiados, el turismo solidario y la promoción de bienes culturales de poblaciones indígenas, la educación para el desarrollo, la formación laboral de jóvenes, el apoyo a organizaciones campesinas, la capacitación de productores y actividades generadoras de ingresos. 7. Os animo a tomar parte de esta iniciativa de Manos Unidas, a colaborar con sus proyectos y a ofrecer parte de vuestro tiempo y de vuestros bienes en la construcción de un mundo más fraterno, de un mundo nuevo según el corazón de un Padre que ama a todos sus hijos e hijas y que para todos ha creado los hermosos y maravillosos bienes de la creación. Con un abrazo fraterno. + Mario Iceta Gabicagogeascoa, Obispo de Bilbao
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Diócesis de Burgos
Unidos para luchar contra el hambre en el mundo
Monseñor Francisco Gil Hellín, Arzobispo de Burgos.
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ajo el lema “Una sola familia humana, alimentos para todos”, el papa Francisco ha promovido una gran campaña mundial contra el hambre que está prevista hasta mayo de 2015. Esta campaña se ha encomendado a Cáritas Internacional, que junto a Justicia y Paz, CONFER y Manos Unidas, se encargarán de desarrollar diversos actos en nuestra diócesis para recordarnos que una persona de cada ocho, a nivel mundial, no come todos los días lo necesario. Además la forma como se producen, comercializan y distribuyen los alimentos no tiene en cuenta las necesidades de los más pobres. Se trata de una injusticia que podemos y debemos contribuir a cambiar. El beato Juan Pablo II nos hacía, con ocasión del jubileo del año 2.000, esta invitación: “es la hora de una nueva imaginación de la caridad que se pondría de manifiesto no sólo mediante los auxilios requeridos con la mayor eficacia sino también en la capacidad de volverse prójimo, de solidarizarse con quienes sufren de forma que el gesto se sienta no como una limosna sino como un reparto fraterno. Para ello debemos obrar de suerte que, en todas las comunidades, los pobres se sientan en su casa. ¿No sería este estilo sino la presentación más grande y eficaz de la buena nueva del Reino?” (NMI.n. 50). El papa Francisco, por su parte, sigue en la misma línea, e insiste en que una familia unida -y eso debemos ser los fieles de la Iglesia y todos los hombres del mundo- debe poner los medios para responder a las necesidades de todos sus miembros, al estilo de Jesús, el Buen Pastor, que no se mostró ni indiferente ni sin recursos ante cualquier angustia humana. Como Pastor de la diócesis asumo con gusto estas orientaciones y os invito a poner en juego nuestros recursos con fe y humanidad, con el fin de secundar la Campaña antes aludida. Ante todo, os invito a rezar el Padre Nuestro y pedir con especial énfasis “nuestro pan de cada día”. Esta oración, si es verdadera, debe impulsarnos a compartir nuestro pan y a no seguir tolerando más que las personas que nos rodean se vean privadas de alimento. Además, la Compaña puede ayudarnos a redescubrir y profundizar el misterio de la Eucaristía. El Señor quiso dejarnos el sacramento de su sacrificio y su presencia real en medio de nosotros bajo los signos de pan y de vino. Partir el pan eucarístico, llegar a ser comunidades que celebran la Eucaristía, sacramento de comunión y de alianza, nos urge a hacer todo cuanto podamos para devolver la dignidad a nuestros hermanos y hermanas privados de alimentos suficientes y de buena calidad. Pienso que todavía es posible intensificar la lucha contra el hambre y la pobreza, y movilizarnos aún más los agentes pastorales, los fieles y todas las personas de buena voluntad. Entre otras acciones
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posibles, pienso que urge instaurar estructuras de reflexión y acción a todos los niveles, a fin de que, respetando el principio de subsidiariedad, cada uno aporte su contribución a la eliminación del escándalo del hambre en el mundo. Para llevarlo a cabo, las organizaciones promotoras en nuestra diócesis nos facilitarán una serie de materiales divulgativos y formativos, que llegarán en breve, y que os animo a trabajar en vuestros grupos, reuniones o encuentros de las diversas comunidades. Que vuestra oración sea confiada. Esta injusta realidad se puede cambiar con la ayuda de Dios. + Francisco Gil Hellín, Arzobispo de Burgos
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Diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño
Campaña de Manos Unidas
Monseñor Juan José Omella Omella, Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño.
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uando empezó la Campaña de Manos Unidas, hace 54 años, promovida por las mujeres de Acción Católica, dijeron muy certeramente que la guerra y la limitación de la natalidad eran soluciones falsas para abordar el gran problema del hambre en el mundo. Decían: “No queremos que se den soluciones perezosas y criminales a este trágico problema: la guerra, la limitación de la natalidad, son soluciones falsas, soluciones ineficaces, soluciones de muerte”. Y seguían diciendo: “No podemos resignarnos al hecho de que la mitad de la humanidad sufra hambre”. Y emprendieron un camino de solidaridad y fraternidad para superar y vencer la lacra del hambre. Este año, Manos Unidas, presente en todos los rincones de España, nos habla de soñar con un nuevo mundo en el que todos nos sintamos hermanos, nos invita a trabajar todos juntos por hacer realidad lo que el papa Francisco nos decía en el Mensaje de la Jornada de la Paz de este mismo año 2014: que la fraternidad es el camino para la paz. Sí, se entiende que la fraternidad sea camino de la paz, porque los hermanos se respetan, se quieren, comparten y se ayudan. No podemos ignorar a nuestros hermanos más pobres, a los que mueren de hambre en los países llamados del Tercer Mundo. No podemos encerrarnos en nuestras trincheras de países desarrollados tratando de desarrollar al máximo la sociedad del bienestar mientras hermanos nuestros carecen de lo más elemental y vital como es la comida, la sanidad, la educación, el respeto de su dignidad. Impresiona ver cómo muchos hermanos nuestros mueren desnutridos, carentes de atenciones sanitarias, abandonados a su suerte. Algunos de ellos tratan de huir de su realidad y emigran a los países desarrollados, pero no siempre encuentran una acogida fraterna y muchos de ellos mueren en el intento de llegar a ese “paraíso que imaginan hermoso y que les sacará de su extrema miseria”. Estamos llamados a construir un mundo nuevo en el que nos sintamos todos hermanos y nos ayudemos unos a otros a vivir en dignidad y teniendo cubiertas las necesidades básica. Manos Unidas está trabajando con ilusión en esta empresa. Y siguen diciendo, hoy en día, lo mismo que decían las mujeres que pusieron en marcha la Campaña contra el Hambre: “ Un solo obstáculo en la lucha contra el hambre sería insuperable: creer la victoria imposible. Todos unidos podemos mucho más de lo que creemos. No se necesita más para acometer la empresa”. Gracias Manos Unidas por vuestra lucha decidida contra la pobreza en el mundo. Gracias por creer que es posible erradicarla. Gracias por contar con nuestra ayuda para esta hermosa empresa. Y gracias también a todos los que colaboráis con Manos Unidas: trabajadores, socios, voluntarios, los que aportáis vuestros donativos, así como los que entregáis herencias o vuestro tiempo e ilusión.
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Que Dios os bendiga. La colecta de este domingo en todas las comunidades cristianas de España está destinada a esta institución y a la labor que realiza. ¡Que seamos generosos para ayudar a ese fin tan humanitario! La jornada viene precedida en muchos lugares por un día de oración y de Ayuno Voluntario, en el cual realizamos un ayuno como símbolo de solidaridad con quienes ayunan por necesidad durante todo el año. Es también una invitación a adoptar un estilo sobrio en todo el conjunto de nuestra vida. La misma crisis económica que padecemos en España nos invita también a ser austeros y a estar junto a los que sufren. Con mi afecto y bendición, + Juan José Omella Omella, Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño y Consiliario Nacional de Manos Unidas
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Diócesis de Canarias
Un Mundo Nuevo, Proyecto Común
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Monseñor Francisco Cases Andreu, Obispo de Canarias
is queridos Hermanos y Amigos todos:
Entre los materiales que pone a nuestra disposición la Asociación Manos Unidas en esta jornada de la Campaña contra el Hambre en el mundo, he estado leyendo el Manifiesto 2014 que resume y explica los objetivos y las demandas que se proponen. Las palabras iniciales de este Manifiesto plantean en toda su crudeza la situación: “En el año 2000 -dice- todos los países acordaron trabajar juntos para acabar con el hambre antes de 2015. A menos de un año para que se acabe el plazo, comprobamos que estamos muy lejos de poder conseguir este objetivo. Hoy, 842 millones de personas pasan hambre”. ¿Buscamos resultados y, si no los vemos realizados, nos hundimos en la desesperanza, o seguimos trabajando con tesón para que siga extendiéndose la conciencia de que todos podemos y debemos embarcarnos en el mismo proyecto? Como cristianos rezamos todos los días pidiendo al Padre “que venga a nosotros tu Reino”, y ese Reino que pedimos, y que queremos hacer presente con nuestro compromiso porque es la voluntad del Padre, es el Mundo Nuevo del que habla el lema de la Campaña de Manos Unidas. Mundo Nuevo, Reino de Dios. Don del Padre, tarea compromiso de los creyentes y de todos los hombres que sienten el valor de la humanidad.
La Exhortación del papa Francisco LA ALEGRíA DEL EVANGELIO dedica una parte muy importante, todo el capítulo cuarto, al tema de la Dimensión Social del Evangelio, y lo abre precisamente con una afirmación fundamental: Evangelizar es hacer presente en el mundo el Reino de Dios (EG 176). “La propuesta es el Reino de Dios (cf. Lc 4,43); se trata de amar a Dios que reina en el mundo. En la medida en que Él logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos” (EG 180). Si hay hambre, si hay injusticia, si hay guerra y odio es porque Dios no reina, porque los corazones de los hombres se cierran, nos cerramos a su amor, a su proyecto; y no percibimos que en el corazón de Dios estamos todos con un solo nombre, un nombre común: hijo. El Proyecto, eso que queremos que sea común para formar un Mundo Nuevo, es el de Padre Dios. Es el anuncio de Jesús, y es el encargo del Señor Resucitado a todos los suyos. El Viernes 7 de Febrero es el Día del Ayuno Voluntario, y el Domingo 9 la Campaña Contra el Hambre en el Mundo con su Colecta y sus actividades solidarias. Manos Unidas es la misma Iglesia de España atendiendo la ayuda, la promoción y el desarrollo de los países empobrecidos. Queremos secundarlo e implicarnos de todo corazón en los proyectos que podamos asumir. Que Padre Dios nos bendiga con su amor y nos llene de amor mutuo y de amor a todos, en especial a los que pasan hambre Monseñor Francisco Cases Andreu, Obispo de Canarias
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Diócesis de Cartagena
El justo brilla en las tinieblas
Monseñor José Manuel Lorca Planes, Obispo de Cartagena.
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uien ejerce las obras de misericordia se convierte en luz, escucharemos en la Palabra de Dios. El antagonismo entre luz y tinieblas es frecuentemente socorrido para explicar el valor esencial, dónde está asentado un cristiano católico. Ser sal y luz indica el sentido y la tarea de la vocación cristiana: presentar a Cristo y ser signos eficaces de la presencia de Dios en nuestro mundo, para que cuando nos vea la gente, reconozca la grandeza de la presencia de Dios. Una explicación precisa nos la da San Pablo en la segunda lectura de este domingo, que la fuerza de su palabra no está en su sabiduría humana o en sus habilidades, sino en Dios. Este domingo celebramos la Campaña contra el Hambre en el Mundo y podríamos tener la tentación de pensar que somos nosotros los que arreglamos los desajustes de la humanidad, que las soluciones vienen de nuestra sabiduría, cuando hemos sido nosotros los que hemos creado las tinieblas de las injusticias, por nuestras indecencias y desigualdades. Quede bien claro que la justicia y la igualdad entre todos los hombres sólo puede venir de la misericordia de Dios. La organización de la Iglesia Manos Unidas está trabajando durante muchos años para erradicar el hambre en el mundo; con un amor misericordioso y desde que nació, su objetivo esencial es mirar hacia la dignidad del hombre. Las carencias de lo esencial son muy grandes en muchas naciones, especialmente, la falta de alimentos, agua, cultura y dignidad… precisamente por estas razones se debe salir a su encuentro, con carácter de urgencia, con la fuerza y el poder de Dios, que es el que mueve los corazones hacia la solidaridad. Si el mundo debe ser un hogar de puertas abiertas y de mesa puesta no debemos faltar la comunidad de los cristianos, porque no se comprendería si nos desentendemos del que “a la puerta, cubierto de rocío, pasa las noches del invierno oscuras” con hambre y sin calor de hermano. Todos los días nos lo haría recordar el Señor: “cuánto fueron tus entrañas duras pues no le abrí”. Lo que os propongo es la causa del hombre. ¡Ayúdame a que la conozcan todos! Podemos decir con orgullo que la mayor riqueza que tiene esta organización de la Iglesia son sus voluntarios de corazón grande, entre ellos, muchos jóvenes, a los que felicito. Es verdad que Manos Unidas ha sido y sigue siendo un recurso para los que, desde la necesidad, llaman a la puerta desde cualquier rincón del mundo y que por eso tiene un buen merecido prestigio y reconocimiento social. Pero debemos seguir trabajando contra las injusticias y las desigualdades. Contamos con vosotros, que la respuesta sea generosa y Dios os lo pagará. + José Manuel Lorca Planes, Obispo de Cartagena
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Diócesis de Ciudad Real
La mayor desigualdad: la falta de alimento
Monseñor Antonio-Ángel Algora Hernando, Obispo de Ciudad Real.
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Un mundo nuevo, proyecto común”. Es el lema de la Campaña contra el hambre en el mundo que nos ofrece Manos Unidas con el fin de que desde la Iglesia llevemos adelante el crecimiento de nuestra sensibilidad y nuestro mejor y más generoso compromiso económico para sacar adelante los proyectos concretos que financiamos a través de las parroquias, asociaciones, cofradías, hermandades, etc.. El papa Francisco nos dijo el 1 de enero, la Jornada de la Paz de este 2014: «El número cada vez mayor de interdependencias y de comunicaciones que se entrecruzan en nuestro planeta hace más palpable la conciencia de que todas las naciones de la tierra forman una unidad y comparten un destino común. En los dinamismos de la historia, a pesar de la diversidad de etnias, sociedades y culturas, vemos sembrada la vocación de formar una comunidad compuesta de hermanos que se acogen recíprocamente y se preocupan los unos de los otros. Sin embargo, a menudo los hechos, en un mundo caracterizado por la “globalización de la indiferencia”, que poco a poco nos “habitúa” al sufrimiento del otro, cerrándonos en nosotros mismos, contradicen y desmienten esa vocación». Comprendemos que, ante la inmensa tarea de evitar el hambre en el mundo, no nos podemos quedar en dar un dinero, siempre corto, el día de la Campaña de Manos Unidas, necesitamos convertir la mente y el corazón para, poco a poco, crecer todos en comprendernos como miembros de una misma y sola familia humana que habita el mismo planeta y participa de su destino. Nada de lo que pasa en este mundo nos puede resultar indiferente y menos que haya hermanos que ayer, hoy y mañana no han tenido, no tienen ni tendrán nada que echarse a la boca. En resumen, por cada uno que comemos todos los días hay cinco que malcomen o no comen nada. Las palabras del Papa son contundentes y nos deben hacer reaccionar: «En particular, el sector agrícola es el sector primario de producción con la vocación vital de cultivar y proteger los recursos naturales para alimentar a la humanidad. A este respecto, la persistente vergüenza del hambre en el mundo me lleva a compartir con ustedes la pregunta: ¿cómo usamos los recursos de la tierra? Las sociedades actuales deberían reflexionar sobre la jerarquía en las prioridades a las que se destina la producción. De hecho, es un deber de obligado cumplimiento que se utilicen los recursos de la tierra de modo que nadie pase hambre. Las iniciativas y las soluciones posibles son muchas y no se limitan al aumento de la producción. Es de sobra sabido que la producción actual es suficiente y, sin embargo, millones de personas sufren y mueren de hambre, y eso constituye un verdadero escándalo. Es necesario encontrar los modos para que todos se puedan beneficiar de los frutos de la tierra, no sólo para evitar que se amplíe la brecha entre quien más tiene y quien se tiene que conformar con las migajas, sino también, y sobre todo, por una exigencia de justicia, de equidad y de respeto hacia el ser humano. En este sentido, quisiera recordar a todos el necesario destino universal de los bienes, que es uno de los principios clave de la doctrina social de la Iglesia. Respetar este
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principio es la condición esencial para posibilitar un efectivo y justo acceso a los bienes básicos y primarios que todo hombre necesita y a los que tiene derecho». Los cristianos hacemos mucho en esta lucha contra el hambre, y debemos avanzar en que nos sabemos «en la Iglesia, que somos miembros los unos de los otros, que todos nos necesitamos unos a otros, porque a cada uno de nosotros se nos ha dado una gracia según la medida del don de Cristo, para la utilidad común». No nos conformemos con presentar resultados económicos de la Campaña mientras no avancemos en este sentimiento de fraternidad universal que nos pide el Papa. Vuestro obispo, + Antonio-Ángel Algora Hernando, Obispo de Ciudad Real
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Diócesis de Córdoba MANOS UNIDAS: “UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN”
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Monseñor Demetrio Fernández González, Obispo de Córdoba
a Campaña de Manos Unidas dura todo el año. Durante todo el año se realizan actividades para concienciar a las distintas parroquias, grupos cristianos y a la sociedad entera acerca del hambre en el mundo, es decir, de las múltiples carencias que sufren tantas personas en el mundo, mientras otras tienen de sobra para vivir desahogadamente. El mundo está mal repartido y de ello no tiene la culpa Dios, sino el egoísmo de los hombres, que se quedan con lo suyo y lo ajeno. Pero el viernes segundo de febrero es el día del “ayuno voluntario”, cuyo resultado es entregado en la colecta litúrgica del domingo siguiente con destino a Manos Unidas. Señalemos algunos aspectos propios de esta campaña y esta colecta: Primero, que la ayuda que prestamos a las personas que viven en países en vías de desarrollo no lo hacemos de lo que nos sobra, sino privándonos (ayunando) de algo que necesitamos. Esto es típicamente cristiano. Damos rascándonos el bolsillo y quitándolo de tantas cosas legítimas, pero que podemos prescindir de ellas para compartir con los que no tienen nada. “Jesús, siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (2Co 8,9) Segundo, se trata de una colecta litúrgica, que resume las aportaciones de todos los que se reúnen a celebrar la Eucaristía, donde aprendemos a compartir y a ser generosos con los demás, como lo ha sido Jesucristo con cada uno de nosotros. “Si Dios nos ha amado de esta manera, tambien nosotros hemos de amarnos unos a otros” (1Jn 4,1l). Así cumplimos lo que hacían los primeros cristianos, que privándose de sus bienes, los vendían y ponían el dinero “a los pies de los Apóstoles” (Hech 4,35) para que éstos lo repartieran a los pobres. Manos Unidas es una organización de seglares y dirigida por seglares, bajo la alta dirección de los pastores de la Iglesia, porque se considera una ONG católica vinculada gozosamente a sus pastores. Una fuerza interna de Manos Unidas es que está respaldada por los obispos de toda España. Tercero, las mujeres de Acción Católica que comenzaron y todos los que hoy participan en esta gestión lo hacen movidos por el amor cristiano, al que pueden unirse todas las personas de buena voluntad que lo deseen. Es decir, Manos Unidas nunca apoyará proyectos que vayan en contra de la persona humana o promuevan la injusticia. Promueve la dignidad de la persona, la promoción de la mujer que en tantos lugares está despreciada, el acceso a la cultura por parte de los niños, la capacitación profesional de jóvenes y adultos para sacar de la tierra el agua y la comida mediante una agricultura sostenible, el acceso a una asistencia sanitaria básica, etc. Nunca promocionará campañas de esterilización de la mujer, campañas de aborto provocado, situaciones injustas que incluyan la explotación de los pobres, “pelotazos” por los que se enriquecen los gestores a costa de los destinatarios, etc. Se trata de una organización confesionalmente católica, y por eso merece el apoyo de todos los católicos y de todos los que en esa linea quieran colaborar. Los proyectos de Manos Unidas cuidan con esmero su ejecución según la doctrina social de la Iglesia.
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Este año, la campaña se refiere a “Un mundo nuevo: proyecto común”, fijado en el marco de los Objetivos del Milenio. Cada uno entiende estos Objetivos del Milenio a su manera. Manos Unidas lo enfoca siempre desde la perspectiva cristiana a la que antes me he referido. Sí, es posible un mundo nuevo, porque es posible un hombre nuevo. Y es posible un hombre nuevo, porque Jesucristo es el Hombre nuevo que hace nuevas todas las cosas. La muerte y resurrección de Cristo hace nuevas todas las cosas. No hay ninguna fuerza tan capaz de transformar la realidad humana como la resurrección de Cristo, que hace nuevas todas las cosas. Ningún personaje de la historia ha vencido la muerte como la ha vencido Cristo el Señor resucitando. Por eso, es posible un mundo nuevo, es posible vencer el pecado y la muerte, es posible cambiar el rumbo del egoísmo y transformarlo en amor, es posible un mundo nuevo, porque es posible la esperanza para tantas personas que llevan toda su vida sin acceso a las necesidades mas básicas de la existencia humana. Es posible un mundo nuevo en el que las personas, las sociedades, los Estados y el orden internacional propicien un mundo nuevo en el que todos puedan comer, tener acceso a la cultura y estar cubierto en la asistencia sanitaria. La oración es una fuerza potente para cambiar el mundo, porque comienza cambiando los corazones de las personas, que toman decisiones en la marcha de la historia. La campaña de Manos Unidas este año nos recuerda que tenemos que aspirar todos -cada uno desde su perspectiva- a un objetivo común: hacer un mundo nuevo. Para un cristiano no es una utopía, es algo real, comenzando por uno mismo. Recibid mi afecto y mi bendición: + Demetrio Fernandez González, Obispo de Córdoba
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Diócesis de Coria-Cáceres
“UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN” Monseñor Francisco Cerro Chaves, Obispo de Coria-Cáceres
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on tantos los años que Manos Unidas ha declarado la guerra al hambre en el mundo que deberíamos todos los cristianos y todos los hombres de buena voluntad apoyarles incondicionalmente. Son, las personas que trabajan en Manos Unidas, las mejores aliadas para la paz. Mientras que exista el hambre no habrá paz duradera. Todavía resuenan en mí las palabras del entonces cardenal Ratzinger con motivo de la Misión Ciudadana de Roma, el 5 de mayo de 1992, de preparación del Jubileo en la Basílica de San Juan de Letrán, donde se preguntaba el futuro Papa: ¿Puede haber algo más trágico, algo que contradiga más la fe en un Dios Bueno y la fe en un redentor de los hombres, que el hambre de la humanidad? Estas palabras son cada vez más actuales. Este año la Campaña, recogiendo los Objetivos del Milenio nos vuelve a presentar qué podemos hacer para colaborar a que el hambre no acampe, con derecho de ciudadanía, en tantos lugares del mundo y en otros, donde parecía erradicada, se vuelve para atrás. ¿No es posible que nos tomemos en serio un drama que es para avergonzarnos? Nuestra reflexión, recogiendo lo que el papa Francisco está continuamente insistiendo con gestos, con palabras y con la vida, es crear una fraternidad universal, que arrancando del mensaje evangélico nos lleve a la convicción de que todos somos hermanos del mismo Padre. No podemos permitirnos el lujo de que mientras unos viven en la opulencia, teniendo todo, la mayoría muere de hambre de pan, de bienes de todo tipo, de cultura. Es la sociedad del bienestar que se niega una y otra vez a los que viven en las periferias y en todos los dramas del corazón humano. No podemos quedarnos cruzados de brazos mientras la humanidad agoniza de hambre, de guerras, de conflictos, donde los niños y los pobres son siempre las víctimas de nuestro egoísmo. Los que vivieron en todas las crisis y no llegaron a superar ninguna. Es necesario vivir con el convencimiento de que otro mundo es posible. Necesitamos vivir de la fe en Jesús de Nazaret, que nos ha revelado el Amor del Padre y nos da la fuerza del Espíritu para construir fraternidad como proyecto común. No podemos ser indiferentes pues como decía la Madre Teresa de Calcuta, este es el gran pecado de nuestro tiempo: la indiferencia, el creer que no podemos hacer nada, el cruzarnos de brazos viendo morir a miles de personas de hambre en todo el mundo. No puede estar en crisis ni nuestro amor, ni nuestra solidaridad. Os animo a todos a seguir apoyando a Manos Unidas para que se haga presente en todas las periferias donde puedan llegar nuestras voluntades unidas para un proyecto común, de un mundo nuevo, que aunque nos parezca que no avanzamos sino que vamos para atrás, no podemos “tirar la toalla”
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Sed generosos. El dinero entregado a los pobres, a los que no tienen pan, es la mejor inversión de nuestra vida, es nuestro mejor proyecto común. ¿A qué esperas? + Francisco Cerro Chaves, Obispo de Coria-Cáceres
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Diócesis de Cuenca
UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN
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Monseñor José María Yanguas Sanz, Obispo de Cuenca.
ueridos diocesanos:
En los primeros días del mes de febrero, Manos Unidas lanza su campaña de sensibilización y de promoción de la lucha contra el hambre en el mundo. Este año la campaña, que hace el número LV, tiene como lema: Un mundo nuevo, proyecto común. La campaña trata de llevar adelante el octavo Objetivo de Desarrollo del Milenio, fijado en su momento por Naciones Unidas. El lema elegido pone claramente ante los ojos de todos dos necesidades que están exigiendo nuestra atención. La primera nos habla de que es preciso empeñarse en hacer construir un mundo nuevo. No se trata, pues, de una meta limitada, de un objetivo de corto alcance, por necesario o urgente que pudiera ser. Se nos habla de hacer surgir un mundo nuevo, “un lugar” en el que los hombres podamos “estar” y “vivir” mejor. Al oír hablar de un proyecto de esta envergadura, no faltará quien lo considere una utopía irrealizable, un sueño inalcanzable o una tarea para ilusos que viven a años luz de la realidad, en definitiva una quimera sin ningún viso de poderse hacer realidad: algo de lo que hablar, pero en cuya prosecución no se dará un solo paso. Nosotros, cristianos, sabemos de esto, porque somos conscientes de que también el Reino de Dios que anunciamos y estamos llamados a instaurar en esta tierra tiene algo de utópico, algo que nunca lograremos realizar plenamente, aunque es tarea a la que ninguno podemos renunciar. Es fruto de la gracia más que del esfuerzo humano, indispensable, pero de ninguna manera suficiente. El papa Francisco, en su Exhortación Apostólica Evangelii gaudium , nos ofrece las vías para la realización de este mundo nuevo, o, al menos, para mejorarlo. Si es necesario que la ciencia y la técnica progresen y sigan poniendo en manos de los hombres nuevas posibilidades, lo es tanto o más que se haga más viva y universal la conciencia de que nadie debe quedar fuera de este mundo nuevo y que debe imperar en él la justicia y la equidad, sobre la base del respeto de la dignidad de cada ser humano y de la promoción del bien común. El lema de esta Jornada de Manos Unidas señala como segunda necesidad, la de que el mundo nuevo sea tarea y objetivo de todos, un proyecto común. El desarrollo integral de todos debe ser empeño común. Es preciso que cada persona, cada pueblo, cada nación se comprometa en ese esfuerzo que aúna voluntades y energías en favor de un mundo nuevo, donde sean asequibles a todos los bienes necesarios para llevar una vida verdaderamente humana: alimentos, casa, vestido, educación, libertad, también en el campo religioso… Como dice el papa Francisco en el documento citado, “una paz que no surja como fruto del desarrollo integral de todos, tampoco tendrá futuro y siempre será semilla de nuevos conflictos y de variadas formas de violencia” (n. 219).
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Manos Unidas quiere ser protagonista y ocupar su puesto en este proyecto común por un mundo nuevo más humano, justo y fraterno. Solicita nuestra generosidad, sabedora de que en este mundo nuestro hay pan, vestido y educación para todos, si individuos y pueblos nos dejamos invadir por la lógica del Evangelio, que es la lógica del bien común y del compartir, lógica creadora de esperanza, superando aquella otra egoísta, privatista, que acaba por generar tristeza y hastío. Con mi bendición, + José María Yanguas Sanz, Obispo de Cuenca
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Diócesis de Getafe MANOS UNIDAS 2014: “UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN”
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Monseñor Joaquín López de Andujar y Cánovas del Castillo, Obispo de Getafe.
ueridos hermanos y amigos:
El deseo del Señor Jesús, que amemos al prójimo como Él nos ha amado (cf. Jn 13,34), la ley del amor, el mandamiento nuevo, lo desarrolla san Pablo en una de las manifestaciones prácticas: “Llevad los unos las cargas de los otros, y así cumpliréis la ley de Cristo” (Gal. 6,2). La LV Campaña Contra el Hambre, que Manos Unidas propone para el año 2014, tiene como lema: “Un mundo nuevo, proyecto común”; Campaña centrada en el octavo Objetivo de Desarrollo del Milenio (ODM) de los propuestos por Naciones Unidas: “Fomentar una Asociación Mundial para el Desarrollo”. Esta insistencia en la necesidad de fomentar una alianza mundial por el desarrollo se puede formular popularmente como “Tarea de todos”.
Se entiende que tienen más responsabilidad los que más tienen y pueden: los países desarrollados o en vías de desarrollo; las grandes empresas multinacionales; que pueden tomar iniciativas políticas y económicas que hagan efectivas las mejores condiciones de vida para todos los seres humanos. El papa Francisco dedicó el Mensaje para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz, el 1 de enero de este año, a la fraternidad, como “fundamento y camino para la paz”. Nos decía que “la fraternidad es una dimensión esencial del hombre, que es un ser relacional. La viva conciencia de este carácter relacional nos lleva a ver y a tratar a cada persona como una verdadera hermana y un verdadero hermano” (n.1). Y, aunque la fraternidad comienza en la familia, añadía: “El número cada vez mayor de interdependencias y de comunicaciones que se entrecruzan en nuestro planeta hace más palpable la conciencia de que todas las naciones de la tierra forman una unidad y comparten un destino común” (id.). En Manos Unidas, desde hace más de 50 años, nos facilitan este sentimiento de unidad y destino común al ponernos delante de los ojos los proyectos concretos, las necesidades materiales de algunos lugares del planeta en alimentación, educación, sanidad; que, en la Diócesis de Getafe, se ha concretado en asumir unos proyectos en Haití, India y Kenia. “Es preciso un nuevo impulso del pensamiento para comprender mejor lo que implica ser una familia; la interacción entre los pueblos del planeta nos urge a dar ese impulso, para que la integración se desarrolle bajo el signo de la solidaridad”; estas palabras de Benedicto XVI (Caritas in veritate, n. 53)
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no son sólo palabras bonitas, las hacen suyas en Manos Unidas para generar y acompañar ese nuevo impulso, procurando que sean muchas las personas comprometidas en un proyecto común por un mundo más humano Es ya una tradición que el “lanzamiento de la campaña” tenga lugar en febrero, pero también se proponen algunas ideas que son válidas durante todo el año: cenas solidarias en verano; lavado de coches, los “globos de la ilusión”; carreras solidarias,… y tener “embajadores” en las parroquias. En mi carta del año pasado os decía: “Una vez más hemos de dar las gracias a Manos Unidas y a todos los que de forma gratuita y desinteresada dedican su tiempo y su vida a esta admirable organización católica. Especialmente quiero dar las gracias al espléndido equipo que trabaja en nuestra diócesis. Su modo de actuar pone siempre en el centro la dignidad de la persona humana, integra todas sus dimensiones y persigue el perfeccionamiento de todas sus capacidades”. El paso del tiempo confirma los motivos de gratitud al equipo de Manos Unidas en la Diócesis, en particular a los voluntarios: generosos con su tiempo, su entusiasmo; y a tantos otros con su aportación económica directa. Con mi bendición y afecto. + Joaquín María López de Andújar, Obispo de Getafe
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Diócesis de Girona Fraternidad y hambre. UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN
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Monseñor Francesc Pardo i Artigas Obispo de Girona
l papa Francisco se dirigió a nosotros el primer día del año con su mensaje en ocasión de la Jornada Mundial de la Paz con la consigna «la fraternidad, fundamento y camino para la paz».
A partir del mensaje del Papa he reflexionado nuevamente sobre la pobreza y sobre una de sus facetas más radicales y escandalosas: el hambre. Sí, porque en el mundo, y quizás también en nuestro pequeño mundo, hay hambre, tanto en el sentido de la carencia de los bienes más necesarios e imprescindibles para una vida digna como por la imposibilidad de generarlos por falta de financiación, de recursos, de conocimiento, de libertad, de justicia social, de distribución de la riqueza, de inversión, pensando en el máximo beneficio y en el mínimo coste. Hay hambre porque los tan citados «derechos de las personas» en muchos lugares prácticamente no son ni reconocidos ni promovidos. Difícilmente construiremos un mundo nuevo como proyecto común si no vivimos la fraternidad universal con nuestros allegados y con quienes están lejos. Escribe el Papa en su mensaje: «El número cada vez más grande de interdependencias y de comunicaciones que se entrecruzan en nuestro planeta hace más palpable la percepción de que todas las naciones de la Tierra forman una unidad y comparten un destino común. En los dinamismos de la historia, a pesar de la diversidad de etnias, sociedades y culturas, vemos sembrada la vocación de formar una comunidad compuesta por hermanos que se acogen recíprocamente y se preocupan los unos de los otros. A menudo, sin embargo, los hechos, en un mundo caracterizado por la “globalización de la indiferencia”, que poco a poco nos “habitúa” al sufrimiento del otro cerrándonos en nosotros mismos, contradicen y desmienten esta vocación». Todos, para justificarnos, miramos a nuestros vecinos, sean personas, sean instituciones, sean gobiernos o estructuras internacionales. Y tenemos que hacerlo para reclamar que quienes han recibido un encargo de responsabilidad lo ejerzan. Pero no solamente tenemos que mirar a nuestros vecinos: tenemos que mirarnos a nosotros mismos. En pleno siglo XXI, el hecho de que numerosos colectivos -entre ellos, niños- sufran hambre es un escándalo, y para nosotros es un pecado en el sentido más genuino, porque al romper la armonía y la fraternidad con los demás por nuestro egoísmo también rompemos o fracturamos la comunión con Dios, con nosotros mismos y con el mundo tal como Dios lo quiere. Y también es vergonzoso que haya que hacer dieta por exceso de calorías -fijaros en los anuncios, las listas de los dietistas, las recomendaciones para después de las fiestas- mientras que muchos no pueden acceder a las mínimas necesarias para subsistir.
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Tenemos que escuchar nuevamente dirigida a nosotros la pregunta que Dios hizo a Caín después de matar su hermano: «¿Qué has hecho con tu hermano?». O también la pregunta con la cual el Señor de la historia, Jesucristo, valorará nuestra vida: «¿Has dado comida, bebida, vestido, compañía, acogida...?». ¿Qué responderemos personalmente? ¿Qué respondemos ahora, a pesar de las dificultades que podamos padecer a causa de la crisis? A todos nos hace falta conversión a la fraternidad, premisa para vencer la pobreza y el hambre. + Monseñor Francesc Pardo i Artigas, Obispo de Girona
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Diócesis de Guadix ¿QUIÉN QUIERE UN MUNDO NUEVO? Con motivo de la campaña de Manos Unidas
Monseñor Ginés García Beltrán, Obispo de Guadix.
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ueridos hermanos y hermanas:
Si saliéramos a la calle y preguntáramos: ¿quién quiere un mundo mejor?, creo que serían pocos, por no decir ninguno, los que dijeran que no quieren un mundo mejor. Todos queremos un mundo mejor. Un mundo donde la libertad, la justicia, la igualdad, la paz y el amor fueran lo normal, lo cotidiano. Claro que para que esto ocurriera, antes habríamos de desterrar la desigualdad entre los hombres y los pueblos, y habríamos de hacer del mundo una gran mesa donde cada hombre o mujer por el hecho de serlo pudiera sentarse en ella y compartir lo que es suyo. Un mundo nuevo no debe, no puede, ser una utopía que nos gustaría ver realizada pero que sabemos que no es posible. Un mundo nuevo es posible. La primera condición es creer que es posible, y después ponernos a construirlo. Si esperamos a que se cumplan todas la condiciones necesarias para construir el mundo nuevo nunca lo haremos; con lo que tenemos, con nuestra pobreza, con medios pobres pero con un corazón rico, hemos de comenzar este proyecto. Un proyecto común para un mundo nuevo. Este es el lema que nos propone este año Manos Unidas, Campaña contra el hambre. Y creo que es mucho más que un lema, es un programa que nos invita a salir de la comodidad y la modorra que nos atenaza y poner la mano en el arado para construir el mundo nuevo. No vale mirar para otra parte o pensar que hay gente más capacitada o con más tiempo para hacerlo; cada uno tenemos nuestro lugar en la construcción de un mundo nuevo. Eso sí, necesitamos hacerlo juntos, con un proyecto común, no sirven los que van por libre, porque destruyen más que construyen. Parece mentira pero es así, el hambre sigue siendo un problema mundial; en todo el mundo muchos hombres y mujeres, familias y pueblos enteros pasan hambre. Por eso, la solución tiene que ser también mundial, es necesaria una alianza mundial por el desarrollo, es decir, hemos de propiciar unas relaciones fraternas entre los pueblos; los otros no son adversarios sino que son hermanos, y hemos de compartir con ellos como hermanos. La doctrina social de la Iglesia da fundamento a este proyecto de fraternidad universal para el desarrollo: “el desarrollo de los pueblos depende, sobre todo, de que se reconozcan como parte de una sola familia, que colabora con verdadera comunión y está integrada por seres que no viven simplemente uno junto al otro” (Enc. Caritas in Veritate, 53). Pero este proyecto no puede quedarse en meras palabras, ni convertirse en una cuestión ideológica para el debate político, social o cultural; han de existir iniciativas políticas y económicas que hagan posible condiciones de vida digna para todo hombre.
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Para nosotros, los cristianos, la apuesta por un mundo fraterno es una exigencia que brota del corazón del mismo Evangelio. El papa Francisco escribe en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium: “existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos” (n. 49). No puede seguir siendo noticia que hay hombres y mujeres, niños que mueren de hambre. Esto ha de acabar, y para ello hemos de poner los medios necesarios. Hemos de convertir la ley del más fuerte en una ley de fraternidad, la cultura del rechazo en una cultura del encuentro y de la acogida. La diócesis de Guadix siente un santo orgullo de tener tantos hombres y mujeres que procuran cada día un mundo nuevo. Los voluntarios de Manos Unidas son un hermoso ejemplo de esto; hombres y mujeres que no se conforman, que no se cruzan de brazos, sino que calladamente pero con constancia llevan adelante una labor de concienciación a los de aquí y de ayuda a los pueblos más necesitados. Gracias, amigos y hermanos por esta misión que lleváis a cabo. Como cada año, hemos elegido un proyecto para financiar desde esta delegación diocesana. Este año es una escuela de bachillerato en la India, en la aldea de Michaelpalayán, en el Distrito de Dindigul, al sur del país. Serán 240 alumnos los que se beneficien, de los cuales el 41% son chicas. Estos jóvenes podrán acceder a una enseñanza superior que les permita también mejores trabajos y mejor calidad de vida. Es un proyecto costoso, pero que conseguiremos entre todos. ¿Quieres un mundo nuevo?, pues trabaja por conseguirlo; pero permíteme un consejo: no vendrá el mundo nuevo cuando lo procures para ti sino cuando lo procures para los demás. No conserves lo que ya tienes, lucha por que todos lo tengan. Dice el Papa: “Al que arriesga, el Señor no lo defrauda”. No estamos sólos, el Señor viene con nosotros e ilumina el camino hacia un mundo nuevo. María, la Virgen, es modelo en la construcción de un mundo mejor, dijo a Dios que sí, se fio y se puso en camino. Te deseo un feliz camino en la construcción de un mundo nuevo. Con mi afecto y bendición. Guadix, 23 de Enero de 2014
+ Ginés García Beltrán, Obispo de Guadix
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Diócesis de Huelva “UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN” Campaña de Manos Unidas 2014
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Monseñor José Vilaplana Blasco, Obispo de Huelva.
ueridos hermanos y hermanas:
Nuevamente, se acerca el segundo domingo de febrero, y con él un nuevo inicio de la Campaña de Manos Unidas. Cincuenta y cinco campañas a favor de los hermanos más necesitados de los países del sur. Cincuenta y cinco años en los que Manos Unidas ha contribuido, con sus proyectos, a construir un mundo nuevo y una sociedad mejor. Una vez más, Manos Unidas se siente corresponsable en el servicio para fomentar un compromiso mundial con el desarrollo, teniendo en cuenta el lema elegido para este año: “Un mundo nuevo, un proyecto común”. Nuestro trabajo nace no sólo desde el compromiso social, sino, sobre todo, de nuestro encuentro con Cristo, Señor de la Vida y de la Historia, que nos invita a estar atentos para escuchar el grito de los hermanos que más lo necesitan, sin mirar lengua, color, ideología o religión. Manos Unidas nos invita a ser sensibles y solidarios -a pesar de nuestras dificultades en medio de la crisis actual-, con aquellos pueblos, hombres, mujeres y niños que nunca han tenido, ni tienen, unas condiciones favorables para el desarrollo armónico de su existencia. Se pueden aducir diversas razones para no acoger esa llamada de solidaridad: la crisis que vivimos en España, la necesidad de destinar recursos a nuestro propio pueblo, la atención de los inmigrantes que llegan a nuestra tierra. Pero tales razones no pueden cerrar nuestro corazón a la realidad del mundo que nos rodea y del que todos somos responsables. No debemos hacer compartimentos estancos, pues todos compartimos esa responsabilidad y a todos se nos pedirá cuenta de ella. Cuanto mejor sea el mundo en su globalidad, mejor será nuestro pequeño mundo local; cuanto más caritativo y solidario sea nuestro corazón, habrá más esperanza para aquellos hermanos nuestros, hijos del mismo Padre común, que, estando cerca, a veces los consideramos tan lejanos. Hagamos nuestro el lema de la campaña de este año: “Un mundo nuevo, proyecto común”. Un mundo de todos y para todos, en el que todos nos sintamos hermanos y responsables los unos de los otros, desde los países desarrollados o en vías de desarrollo, a aquellos otros que no alcanzan ni los niveles más bajos de subsistencia. Recordemos, a este respecto, algunas afirmaciones de nuestro querido papa Francisco: “Mientras en el mundo, especialmente en algunos países, reaparecen diversas formas de guerras y enfrentamientos, los cristianos insistimos en nuestra propuesta de reconocer al otro, de sanar las heridas, de construir puentes, de estrechar lazos y de ayudarnos «mutuamente a llevar las cargas»” (Evangelii Gaudium, 67) Hoy, nuestros hermanos de África, América Latina y Asia -continentes de esperanza, aunque en ellos todavía abunden la miseria, la guerra y las desigualdades- ,siguen llamando a nuestra puerta,
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a la puerta de nuestros corazones que, cuando son capaces de responder, lo hacen sin excusa alguna. Cristo nos sigue llamando a través de los que, de cerca y de lejos, siguen sufriendo. Seamos capaces de abrirle la puerta de nuestro corazón diciéndole sí en todos aquellos que nos necesitan. No quiero terminar, sin agradecer, un año más, a cuantos colaboran en esta magnífica campaña de sensibilización y compromiso: parroquias, voluntarios, socios, colegios, empresas, administraciones públicas, asociaciones, hombres y mujeres de buena voluntad, que, una vez más, dicen sí a este compromiso a favor de los países del tercer mundo. Es el compromiso con el desarrollo, el bienestar y la felicidad de todos los que vivimos en este mundo nuestro, y que Dios nos encomienda cuidar para hacer de él un hogar para todos. Con mi afecto y bendición. + José Vilaplana Blasco, Obispo de Huelva
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Diócesis de Huesca y Jaca Manos Unidas nos interpela: “UN MUNDO NUEVO: PROYECTO COMÚN”
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Monseñor Julián Ruiz Martorell, Obispo de Huesca y Jaca.
ueridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz. En Manos Unidas trabajan desinteresadamente muchas personas generosas, con un corazón noble y entrañas de misericordia. Hacen filigranas con la agenda y encuentran tiempo en los horarios, repletos de compromisos y de urgencias, para vivir sin excluir a nadie. Con Manos Unidas podemos colaborar entregando parte de nuestro tiempo como voluntarios, compartiendo nuestros bienes, apoyando sus iniciativas, conociendo sus proyectos, animando sus respuestas a los acuciantes problemas de los países más necesitados, y sosteniendo con la oración sus actividades. Por Manos Unidas merece la pena salir del reducido ámbito de nuestra vida cotidiana y descubrir nuevos rostros que nos interpelan desde países lejanos, pero desde la cercanía que brota del sentir cómo se puede abrazar una realidad distinta que deja de ser distante. Desde Manos Unidas se extiende una red de personas comprometidas, con clara conciencia de justicia, y eficaz trabajo de ayuda, promoción y desarrollo del Tercer Mundo. A través de Manos Unidas entramos en la construcción de un mundo nuevo como proyecto común de muchas voluntades en sintonía. Un mundo nuevo para todos, especialmente los más pobres y desfavorecidos. Un mundo renovado en sus criterios, en sus prioridades, en sus acciones y en sus personas. Un mundo nuevo que no es solamente fruto del esfuerzo de la humanidad, sino consecuencia del designio de Dios, que nos ama como Padre y nos invita a vivir como hermanos. Leemos en la encíclica “Lumen fidei” del papa Francisco: “la fe no sólo se presenta como un camino, sino también como una edificación, como la preparación de un lugar en el que el hombre pueda convivir con los demás” (LF 50). Por ello, “la fe no aparta del mundo ni es ajena a los afanes concretos de los hombres de nuestro tiempo” (LF 51). Escribe el Papa: “La fe permite comprender la arquitectura de las relaciones humanas, porque capta su fundamento último y su destino definitivo en Dios, en su amor, y así ilumina el arte de la edificación, contribuyendo al bien común” (LF 51). Manos Unidas nos estimula y nos compromete en el arte de la edificación de un mundo nuevo. Se trata de un trabajo artesanal, confeccionado a medida, realizado a la medida de quienes menos tienen, menos pueden, menos saben y tienen más carencias y, seguramente, más valores.
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Manos Unidas lleva a cabo dos actividades complementarias: 1ª) sensibilización de la población, para que conozca y sea consciente de la realidad de los países en vías de desarrollo; y 2ª) apoyo y financiación de proyectos en África, América, Asia y Oceanía, para colaborar con el desarrollo de los pueblos más necesitados. Agradecemos la respuesta generosa de quienes trabajan en Manos Unidas. Reconocemos su valor personal, su capacidad de entrega, su abierta y sincera disponibilidad. Valoramos el apoyo de sus familias que experimentan, en tantas ocasiones, una dedicación que va más allá de lo estipulado en un compromiso reducido. Son muchas las horas compartidas, entregadas, ofrecidas. Es mucho el tiempo que podría dedicarse al legítimo descanso, a la convivencia familiar o a múltiples actividades lúdicas y que se dedica a los demás. Por todo ello, y de corazón, ¡gracias!, ¡muchas gracias! Recibid mi cordial saludo y mi bendición. + Monseñor Julián Ruiz Martorell, Obispo de Huesca y Jaca.
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Diócesis de Ibiza LV CAMPAÑA DE MANOS UNIDAS “Un mundo nuevo, un proyecto común”
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Monseñor Vicente Juan Segura, Obispo de Ibiza.
n año más, y ya son 55, la Organización católica “Manos Unidas” lleva adelante su campaña anual que, inspirada en el octavo Objetivo de Desarrollo del Milenio, propuesto por Naciones Unidas, tiene por lema “Un mundo nuevo, un proyecto común”.
Crear un mundo nuevo es crear un mundo donde la humanidad asuma el perdón del pecado, que obtenemos por la Redención que Jesucristo nos ha obtenido desde el árbol de la Cruz, y se organice el mundo, no de cualquier manera, sino según el plan de Dios, que es el que seamos todos una misma y unida familia, bajo la guía del Padre común, el Dios todopoderoso, y con la fuerza que nos da el Espíritu Santo. En una familia los miembros no están simplemente unos al lado de los otros, sino que están unos con los otros, con una unión que brota del amor y se reproduce en los deseos y las acciones de cada uno siempre a favor de los demás y nunca en contra de nadie Mirando la realidad de nuestro mundo, vemos que hay muchos medios que puestos en acto acaban con las injusticias y divisiones y fortalecen el amor. Sin embargo, aún existen muchas, muchísimas, demasiadas situaciones en que ello no se cumplen. Ante ello, como una aportación válida y positiva, Manos Unidas potencia este año esta campaña para desarrollar un mundo nuevo, donde integralmente se proceda a, juntos en un proyecto, crear esa nueva situación de desarrollo integral que es expresión del amor y lo potencie y haga que sus frutos lleguen a todos. Los cristianos tenemos un camino seguro en ese itinerario. Es el mandato nuevo de Jesucristo: “amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Es un mandato nuevo y sus resultados serán ciertamente nuevos. Un mundo nuevo será, pues, solamente accesible cumpliendo este mandato. Manos Unidas, como organización católica, está llamada a caminar en ese sentido y a ofrecerlo a los demás, nunca como imposición, siempre como proposición adecuada. Ese mandamiento nuevo es el que nos ofrece Jesús cuando en la víspera de su Pasión, en el primer Jueves Santo de la historia, en la Ultima Cena, nos hace esa exhortación para inaugurar u nuevo tipo de su presencia.: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros, como yo os he amado así amaos los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros” (Jn 13,34). Se trata del mandamiento final, conclusivo y reasuntivo de la voluntad de Dios que Jesús nos había ido señalando en los años de su vida terrena: una voluntad de amor, porque Dios es amor. Es un mandamiento nuevo porque el amor de los discípulos deberá tener como fundamento y modelo el amor mismo que tiene Cristo y nuestras actuaciones tendrán que ser expresiones de su amor. Así el amor de los discípulos deberá tener como criterio el mismo
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criterio del amor de Cristo (Cf. Jn 13, 14-15), es decir, darse a los demás, a todos sin exclusión, y especialmente a los más humildes y necesitados. Ha de ser, además, un amor recíproco, de los unos hacia los otros y viceversa, como tres veces repite Jesús. Donde no hay amor reciproco la comunidad humana no alcanza su madurez, su perfección; una comunidad humana, más aun, una comunidad cristiana donde no hay amor recíproco es una comunidad donde a Cristo se le separa, donde se le considera ausente, donde hay un vacío. El amor reciproco es la señal inconfundible e inequívoca de que Jesús está presente. A hacerlo, pues presente, colabora la generosa obra de Manos Unidas. Deseo hacer presente, pues, una palabra de aprecio y aprobación de Manos Unidas en nuestra diócesis. Trata de trabajar por un mundo nuevo, un mundo como Dios lo tiene pensado y nos lo ha manifestado a través de Jesucristo. Una palabra de gratitud a todos los voluntarios que en todas las parroquias de Ibiza y Formentera, y muy especiadamente la Junta directiva, a lo largo del año trabajan para ayudar, promover y desarrollar a los hermanos necesitados en el Tercer Mundo. En muchos lugares del mundo hay servicios, proyectos, instalaciones para el bien de la gente que han sido posibles gracias a la aportación que ha salido desde aquí, desde Ibiza y Formentera. Vamos, pues, a seguir adelante con ello, vamos con renovado impulso y constante consideración a continuar así, sabiendo que practicamos de ese modo el mandato nuevo del amor, que colaboramos a un mundo nuevo, a hacer entre todos el proyecto común de más justicia en las grandes líneas de la sanidad, la educación, la promoción social y de la mujer, el desarrollo agrícola. Gracias y adelante por ese camino. +Vicente JUAN SEGURA Obispo de Ibiza
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Diócesis de León
“UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN”
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Monseñor Julián López Martín, Obispo de León.
ueridos diocesanos:
El día 9 de febrero, domingo, tiene lugar la Jornada Nacional de “Manos Unidas” que debe recordarnos una vez más la sentencia que pronunciará Jesús en el Juicio Universal dirigiéndose a los que cumplan su mandato del amor y de entrega al prójimo necesitado: “Tuve hambre y me disteis de comer”; y a los que no lo cumplan: “Tuve hambre y no me disteis de comer” (Mt 25, 35 y 42). La advertencia del Señor es genérica pero afecta a situaciones concretas, no importa el tamaño del problema o volumen de la necesidad. En efecto, lo mismo se aplica a una simple petición de ayuda hecha por una persona particular que a la necesidad de colaborar en la solución de los problemas de quienes están sufriendo las consecuencias de la crisis económica que se ceba en estratos cada vez más amplios de nuestra sociedad, o respecto al problema de la pobreza y del hambre en el mundo. Ahora bien, este último problema es tan grande y tan extenso que requiere medidas proporcionadas que desbordan las posibilidades no ya de unos y de otros sino de países enteros que no son capaces de encontrar solución para que, al menos, sea posible atender a las necesidades primarias de tantos hermanos y hermanas nuestros que, al no tener el pan de cada día, no pueden sentarse dignamente a la mesa. Para hacer frente a este gran problema “Manos Unidas” nos convoca para la LV Campaña destinada a formar las conciencias y a facilitar nuestra respuesta, naturalmente unida a las de otros hombres y mujeres que con su pequeña y singular aportación, sin hacer granero, ayudan eficazmente a que se haga. Es lo que insinúa el nombre mismo de la institución “Manos Unidas”, organizadora de la nueva edición de la campaña bajo el sugestivo título de “Un mundo nuevo, proyecto común”, centrado en el octavo objetivo de Desarrollo del Milenio propuesto por las Naciones Unidas: “Fomentar una alianza mundial para el desarrollo”. El cumplimiento de este objetivo, se dice en la explicación de la actual campaña, depende directamente de nuestra capacidad para establecer relaciones con los demás, unas relaciones abiertas, dialogantes y colaboradoras, de manera que se haga verdad la fraternidad a la que todas las personas estamos llamadas. Tengamos en cuenta esta llamada de “Manos Unidas” que acude periódicamente a nuestras puertas, porque el objetivo pastoral diocesano de este curso nos pide “obras” como aplicación y respuesta al don de la fe. Recordad el lema del curso: “La fe sin obras está muerta” (Sant 2, 26), como extensión del Año de la Fe ya clausurado y teniendo delante el ejemplo del Buen Samaritano al que se refiere para estimular nuestra caridad efectiva el programa pastoral. Sólo que en el caso de la campaña de “Manos Unidas” no es un hombre molido a palos y tirado al borde del camino por unos facinerosos el que pide ayuda, sino una masa de millones de personas que reclama un orden social más justo, y un compromiso de alcance mundial que haga posible desde el respeto a los derechos
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humanos de todos hasta el tomar las medidas necesarias para poner fin a esa inmensa desgracia que afecta a las personas y a los pueblos más débiles del planeta. El papa Francisco, tan sensible a los problemas de la pobreza, hablando a la FAO ha recordado cómo “es necesario encontrar la manera de que todos puedan beneficiarse de los frutos de la tierra, no sólo para evitar que aumente la diferencia entre los que más tienen y los que tienen que conformarse con las migajas, sino también, y sobre todo, por una exigencia de justicia, equidad y respeto a todo ser humano”(20-VI-2013). Colaboremos todos con “Manos Unidas” para que esto sea realidad. Con mi cordial saludo y bendición: + Julián López Martín, Obispo de León
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Diócesis de Lleida
“UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN”
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Monseñor Joan Piris Frígola, Obispo de Lleida.
anos Unidas nos vuelve a poner ante los ojos una realidad que conocemos bien y en la que debemos seguir sintiéndonos implicados: el hambre en nuestro mundo es más que evidente y debe preocuparnos esta realidad que, en algunos países, se va haciendo crónica y deshumanizadora.
La campaña 2014 nos llama a construir “un mundo nuevo”, añadiendo “proyecto común”, una especificación que puede resultar muy familiar en nuestra Iglesia Diocesana que está procurando anunciar el Evangelio y servir a los hermanos teniendo como referente permanente el lema “entre todos y para el bien de todos”: proyecto común, complementariedad y trabajo en red. Es una buena manera de contribuir a hacer que nuestro mundo pase de condiciones menos humanas a condiciones más humanas, para cada uno y para todos (cfr. Populorum Progressio 20-21). Con estas palabras tan precisas concretaba Pablo VI lo que él llamaba el verdadero desarrollo y para el que, decía, no bastan personas técnicas sino también pensadores de reflexión profunda que busquen un humanismo nuevo, que permita al hombre moderno encontrarse a sí mismo, asumiendo los valores superiores del amor, de la amistad, de la oración y de la contemplación. Es evidente que, aún hoy, hay que contribuir más y más a la promoción del bien común y el desarrollo de condiciones de vida más humanas donde todo el mundo sienta respetada su dignidad y pueda disfrutar de lo necesario, material y moralmente hablando. Y hay que seguir denunciando como menos humanas aquellas condiciones de vida que privan a las personas de los mínimos para poder vivir con cierta dignidad, también material y moral. Esto nos pide también luchar contra las causas que lo impiden: el egoísmo de personas y estructuras abusivas e injustas. Existe, además, una cuestión que hace aumentar la injusticia en las relaciones: establecer la competitividad como norma de progreso y de crecimiento. Si la fuerza que mueve la actuación es, sobre todo, la competitividad y el provecho, no puede haber mundo nuevo ni proyecto común. Porque son planteamientos que nos impedirán siempre ser solidarios de verdad y nos hacen mirar al otro -persona, pueblo o país- como algo de quien se puede sacar partido, del que uno puede aprovecharse. Las personas pasan así a ser consideradas, preferentemente, instrumentos para conseguir algo. De aquí a la explotación de la gente hay un paso muy corto: la convivencia se establecerá sobre relaciones de fuerza y de poder y los más débiles siempre estarán condenados a perder, y aumentarán los excluidos. Así desaparece la lógica de la gratuidad en favor del oportunismo y el consumo. Es
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lo contrario al humanismo integral porque estimula el individualismo y no el sentido de comunidad y fraternidad que es lo que hace considerar a todos como sujeto de derechos (y deberes) con la misma dignidad. Todos llamados por Dios -como tú y yo- a participar del banquete de la vida. Claro que también para ello habrá que despertar la conciencia religiosa de personas y pueblos. Recibid el saludo de vuestro hermano obispo, + Joan Piris Frígola, Obispo de Lleida
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Diócesis de Lugo Un mundo nuevo, proyecto común. Ante la LV campaña de Manos Unidas
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Monseñor Alfonso Carrasco Rouco, Obispo de Lugo.
ueridos hermanos:
La esperanza de un mundo nuevo atraviesa la experiencia de los pueblos, que siempre han sufrido en la historia y no es sentida menos agudamente en la actualidad, aunque por un instante hayamos tenido la ilusión de que la realización de este sueño milenario ya estaba casi al alcance del poder humano. Es verdad que el aumento de nuestro conocimiento del entorno y de las técnicas para intervenir en él ha permitido responder a muchas necesidades. Sin embargo, aunque hayan crecido nuestras posibilidades de acción -siempre en los límites de la naturaleza-, siguen existiendo injusticias tan viejas como el hambre y las guerras, y han aparecido nuevas formas de exclusión de los bienes de la tierra. La suma de las injusticias y de los sufrimientos, tantas veces evitables, nos hace percibir la urgencia de poner en común fuerzas y capacidades, para hacer posible una novedad real en nuestro mundo. Esta novedad ha de estar enraizada en el hombre, en su conciencia y corazón, para evitar que el crecimiento de nuestro poder aumente la arbitrariedad y la impunidad, y desaparezca en la persona el sentido de una justicia y una fraternidad elementales. Poder disponer de los recursos -y de la vidade otros, sin ver sus rostros ni pensar en su bien, ha hecho posible lo que el papa Francisco ha llamado una “cultura del descarte” del débil, del que no contribuye u obstaculiza mi enriquecimiento. Esta inhumanidad del corazón convierte en dañino un poder llamado a servir para el bien. Por eso, es muy importante comprender que no habrá mundo nuevo sin hombre nuevo, ni proyecto común sin sentido de la fraternidad, sin que encuentre acogida en nosotros la pregunta elemental: ¿dónde está tu hermano? A esta urgencia primera y fundamental no responde el crecimiento de nuestras técnicas, sino la novedad del corazón: reconciliado y no fracturado, amado radicalmente y no encerrado en la soledad, capaz de gratuidad y libre de la necesidad de apoderarse de todo. Este cambio profundo y personal, que nos permite vivir como hermanos, es fruto del don de un Amor inmenso, cuyo encuentro cambia Ia existencia y sus horizontes. Lo genera siempre el haber conocido y haber creído en el Amor de Dios, que nos es dado en Jesucristo. La gratuidad, el sentido de la fraternidad deben estar desde el principio en la mente y el corazón, para que el uso de nuestro poder -y de nuestras riquezas- sirva a un mundo nuevo. La fe, la esperanza y la caridad deben alentar en lo íntimo, para que resplandezca la fraternidad, para que busquemos caminos que dejen atrás las injusticias y sepamos estar al lado de quien sufre.
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La campaña de Manos Unidas nos invita ciertamente a dar con generosidad, a ayudar a los necesitados. Pero así nos invita a algo más grande: a cambiar la mentalidad. Nos da testimonio de que existe esperanza, de que es posible novedad real en nuestro mundo; y nos recuerda la prioridad de la fraternidad y de la caridad en tiempos en que el riesgo del individualismo y de la soledad es grande. Un año más, la campaña de Manos Unidas puede ayudarnos a descubrir lo más importante de nosotros mismos, quiénes somos, cuál es nuestra fe y nuestra esperanza. Porque el gesto de la caridad nos hará volver la mirada de nuevo, y con mayor confianza, hacia nuestro Señor, en quien hemos encontrado perdón y amor y de quien recibimos un Espíritu activo e incansable, que nos hace reconocer a Dios como Padre de todos, y a cada hombre como hermano. Esta fraternidad concretamente vivida será siempre una novedad en el mundo. De ella podrá brotar un trabajo y un proyecto común, en el que el más necesitado no sea el excluido, sino el cuidado en primer lugar. + Alfonso Carrasco Rouco Obispo de Lugo
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Diócesis de Madrid
“UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN”
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Monseñor Antonio María Rouco Varela, Cardenal-Arzobispo de Madrid.
ueridos hermanos y hermanas:
La LV campaña contra el Hambre de Manos Unidas, que celebraremos el día 9 de febrero, se presenta bajo el lema Un mundo nuevo, proyecto común. Pretende recordarnos la responsabilidad ineludible de ser protagonistas de la historia y no meros espectadores. Desde sus orígenes, Manos Unidas se ha comprometido, desde la fe en el Señor Jesús, en trabajar por un mundo nuevo. Este objetivo de su misión se fundamenta, como no podía ser de otra manera, en la esperanza de los cielos nuevos y nueva tierra que consumarán la historia de la humanidad. Como muy bien dice el Concilio Vaticano II, esta esperanza «no debe debilitar, sino más bien avivar la preocupación por cultivar la tierra, donde crece aquel cuerpo de la nueva familia humana, que puede ofrecer ya un cierto esbozo del siglo nuevo» (GS 39). La diócesis de Madrid está inmersa en una gran Misión, que tiene como centro el anuncio del Evangelio de Cristo. Como he dicho en la carta con que presentaba el Plan Pastoral para el curso 2013-1014, el anuncio del Evangelio no es posible sin el testimonio cristiano que abarca la palabra y las obras: «La fe, os decía, es inseparable de la caridad, ámbito donde se hace particularmente visible y consciente» (Servicio y Testimonio de la verdad 3). Así lo recordaba también el papa Francisco en la Encíclica Lumen Fidei: «Por su conexión con el amor, la luz de la fe se pone al servicio concreto de la justicia, el derecho y la paz« (LF 51). Su reciente Exhortación apostólica es una ardiente exhortación a la acción evangelizadora y misionera de la Iglesia, que nace de la fe: «De nuestra fe en Cristo hecho pobre, y siempre cercano a los pobres y excluidos, brota la preocupación por el desarrollo integral de los más abandonados de la sociedad». (cf. Evangelii Gaudium 186). La fe en Dios, Creador y Padre de todos, nos exige vivir la responsabilidad de unos para con otros, como hijos del un mismo Padre y miembros de la única familia humana, ya que la fe, «como experiencia de la paternidad y de la misericordia de Dios se expande en un camino fraterno» (LF 54). Con respecto al desarrollo, Benedicto XVI nos recordaba en su última encíclica que «el desarrollo de los pueblos depende, sobre todo, de que se reconozcan como parte de una sola familia, que colabora con verdadera comunión y está integrada por seres que no viven simplemente uno junto a otro» (CiV 53). Es cierto que no son pocas las iniciativas y testimonios de ello en nuestra Iglesia diocesana, pero la Campaña de Manos Unidas nos invita a mirar más allá de nosotros mismos, abriéndonos a la universalidad que reclama nuestro ser Iglesia. De este modo la luz de la fe «nos ayuda a edificar nuestras sociedades, para que avancen hacia el futuro con esperanza» (LF 51). En nuestros días, el fenómeno de la globalización contribuye no poco a hacernos conscientes de la fraternidad que existe entre los diversos pueblos de la tierra. Sin embargo, pese a las ventajas que
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todos reconocemos a este fenómeno, no se ha logrado acabar con las desigualdades e injusticias entre los hombres, sino que, en muchos casos, las ha reconfigurado, provocando, junto a aspectos positivos, la globalización de la indiferencia. Contra ella nos ha advertido repetidas veces el papa Francisco, a la vez que la ha denunciado y desenmascarado, invitándonos a luchar contra el individualismo y el subjetivismo que nos aleja progresivamente del proyecto de un mundo más justo y solidario. Os animo, pues, a una participación generosa en la Campaña de Manos Unidas, cuyo lema nos recuerda lo que decía Pablo VI en la Populorum Progressio: «El desarrollo integral del hombre no puede realizarse sin el desarrollo solidario de la humanidad, mediante un mutuo y común esfuerzo» (PP 43). Es verdad que no son pocas las necesidades presentes entre nosotros: necesidades a las que los cristianos de Madrid respondemos con gran generosidad. Sin embargo, estas necesidades y su atención no nos eximen de acudir en ayuda de tantos hermanos nuestros de otros países. Lo hemos hecho siempre a lo largo de nuestra historia y recientemente con nuestros hermanos afectados por el tifón en Filipinas. Lo hacemos también ahora al participar en esta LV Campaña de Manos Unidas, convencidos de que «la obligada solidaridad entre los que compartimos una misma condición y un mismo destino nos exige compartir, siendo preciso modificar nuestros hábitos de vida y adecuarlos a una sobria austeridad» (CEE, Mensaje con motivo del L aniversario de Manos Unidas 20). Manifestamos así que «las manos de la fe se alzan al cielo, pero a la vez edifican, en la caridad, una ciudad construida sobre relaciones que tienen como fundamento el amor de Dios» (LF 51). Con mi afecto y bendición. Madrid, 9 de febrero de 2014 + Antonio Mª Rouco Varela, Cardenal Arzobispo de Madrid
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Diócesis de Mallorca
“UN MUNDO NUEVO, UN PROYECTO COMÚN”
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Monseñor Javier Salinas Viñals, Obispo de Mallorca.
a edición de este año de la Campaña contra el Hambre, institucionalizada ya en nuestras parroquias e iglesias como una de las jornadas de profundo arraigo durante el año litúrgico, presenta como lema a nuestra reflexión el del encabezamiento: “Un mundo nuevo, un proyecto común.”
No hay duda de que cualquier proyecto hoy, dentro del fenómeno de la globalización, deviene fácilmente mundial. La cuestión estriba, pues, en la dirección que demos al proyecto. No podemos repetir los vicios, inercias, maldades personales y estructuras y desigualdades injustas, multiplicadas por muchas cifras. Al contrario, debemos procurar invertir el proceso a través de nuestra conversión personal y de la influencia que podamos ejercer en la sociedad con iniciativas como la de Manos Unidas, la benemérita Organización No Gubernamental Católica protagonista de la citada Campaña contra el Hambre y de los más variados proyectos de cooperación al desarrollo a lo largo y ancho de los continentes que forman nuestro planeta. Su solo conocimiento es ya apasionante y estimulante. Nos conviene en el llamado Primer Mundo “echar un vistazo”, diríamos coloquialmente, a realidades que no están en crisis como las nuestras, por la sencilla razón de que no disponen de infraestructuras o sistemas organizados que puedan fallar. No podemos olvidar que la contribución al desarrollo es capital para un equilibrio entre los pueblos que humanice nuestro mundo y que abra vías a la siempre urgente tarea de la evangelización. Es la construcción de lo que ya dijera en su tiempo el Venerable Papa Pío XII: “Un mundo más humano para que sea más cristiano.” Debemos preparar la tierra buena y fecunda de la dignidad humana, la única que puede acoger la semilla de la Palabra de Dios. Desde aquí deseo estimular la generosidad de todos, aún a costa de la crisis que se prolonga, confiando en que al compartir lo que tengamos, poco o mucho, salimos todos ganando, como la misma experiencia nos lo demuestra. Con mucha más razón, los que sabemos que podemos confiar en el auxilio multiplicador de la Providencia divina que nunca nos faltará. Con mi bendición y afecto, apelo a vuestra conciencia en la oportunidad de un donativo y de una acción verdaderamente positiva y eficaz. + Javier Salinas Viñals, Obispo de Mallorca
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Diócesis de Menorca
La diócesis reconoce y agradece
Monseñor Salvador Giménez Valls, Obispo de Menorca.
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s una cuestión de justicia, hablando coloquialmente, compartir los sentimientos y las ideas con nuestros semejantes más cercanos. Nos alegramos o lamentamos los éxitos o fracasos de familiares o amigos. Con palabras o con gestos que ayudan al otro a sobrellevar los acontecimientos personales; algunas veces corrigiendo o manifestando los posibles disensos. Pero siempre con cariño y con intento de mejora. En este ámbito familiar podríamos situar también a nuestras parroquias y a la diócesis para reconocer y agradecer la vida y la dedicación de determinados grupos cristianos que hacen presente a la misma Iglesia y persiguen beneficiar a sus hermanos. Sirva este comentario semanal para pedir a todos los lectores la oración y el afecto hacia cuatro asociaciones diocesanas que, en estos días, hacían la memoria anual de su servicio o se reunían para celebrar su fiesta. Me refiero a los miembros de la Vida Consagrada (el día 2 de febrero, fiesta de la Presentación del Señor), a los componentes del movimiento apostólico de Vida Creixent (el día 2 de febrero recordando a sus patronos Simeón y Ana), a los participantes del encuentro de Infancia Misionera (25 de enero, se reunieron muchos niños con la mirada puesta en los millones de niños de misiones), los responsables y colaboradores de Manos Unidas (7 al 9 de febrero, con su asamblea e información de su campaña en favor de los necesitados del Tercer Mundo). En otras ocasiones he dedicado un artículo entero a cada una de estas asociaciones. Por diversas razones no ha sido posible este año y las he englobado en un solo comentario. No indica esto restar importancia a su servicio y sí aprovechar la coincidencia de fechas, sin demoras en el tiempo, para pedir a toda la comunidad diocesana que rece por estos hermanos nuestros y reconozca su tarea. La presencia de estos grupos cristianos en el corazón de la sociedad consuela y reparte ternura, humaniza y crea fraternidad, aporta recursos y sensibiliza en el amor universal de Jesucristo. La diócesis está en permanente deuda con todos ellos aunque saben, y eso les engrandece mucho más, que nunca será saldada porque la motivación de su trabajo está en el seguimiento del mismo Señor que ya les concede la recompensa. Termino dejando constancia del gran reconocimiento y enorme gratitud de la diócesis con unas breves palabras para cada asociación: - por fortalecer la educación de la infancia en la ayuda a los niños más necesitados de los países de misión luchando contra el egoísmo o el capricho personal - por colaborar con los sacerdotes y seglares, desde el propio carisma religioso, en los
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diversos encargos pastorales: escuelas, hospitales, cárcel, caritas, enfermos en domicilio, animación de grupos parroquiales… - por continuar en la formación personal y comunitaria regalando sabiduría y experiencia a los hijos y nietos - por la constancia manifestada en el trabajo y el apoyo mutuo de tantos colaboradores de Manos Unidas. Quiera Dios que aumente el ejemplo y el número en estas tareas. + Salvador Giménez Valls, Obispo de Menorca
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Diócesis de Mérida-Badajoz UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN ¿Es posible o no es posible? Monseñor Santiago García Aracil, Arzobispo de Mérida-Badajoz.
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uando leemos u oímos llamadas como esta que ha sido elegida por “Manos Unidas” para la campaña del año 2014, brota en nosotros el agrado que produce un bello slogan. Pero, al mismo tiempo, no podemos escapar de un cierto sentimiento pesimista. La razón es muy sencilla. A la vista de tantos y tan injustos intereses políticos y económicos que expolian a pueblos enteros de la riqueza que encierra el subsuelo y la superficie de su tierra; al constatar las leyes inhumanas con las que se recortan las libertades fundamentales mermando la capacidad personal y social de crecimiento; conociendo la horrible discriminación ideológica por la que verdaderas multitudes se ven privadas de su patria y de su familia, y sepultados sus legítimos sueños de crecimiento y desarrollo, no podemos evitar un movimiento interior de indignación. La injusticia y la falta de respeto a los derechos fundamentales de los más débiles, no nos permiten mirar hacia otro lado, ni permanecer irresponsablemente en el silencio o en la inactividad. Pero, si es cierto que la construcción de un mundo nuevo exige un proyecto común, las ilusiones por alcanzar la justicia y la equidad pueden frustarse ante la constatación de este mundo dividido no sólo por las guerras, sino por la mentira, el egoísmo y el intolerable avasallamiento de los poderosos sobre los que viven limitaciones de cualquier orden. No obstante hay otro modo de mirar la realidad, y que, lejos de ocultarnos la visión real del mundo, nos permite considerar otros caminos de renovación personal y social, y de progresivas victorias sobre la injusticia y el desorden en cualquiera de sus formas. Se trata de asumir la imprescindible convicción de que nada se alcanza de una vez y de modo satisfactorio. Es necesaria una esperanza vivida en la humildad y en la entrega sin ánimos eficacistas. Es necesario el convencimiento de que urgen planteamientos muy serios acerca de lo que es el poder político y hasta dónde puede llegar su ejercicio sin faltar a la justicia y al respeto que merecen los derechos fundamentales de cada persona y de cada pueblo. Urge clarificar el concepto de crecimiento y desarrollo sin que lo deformen los avasallamientos motivados por el ansia de una producción sin límites y de un libre mercado inspirado en el ventajismo y en una desleal competitividad. Y así podríamos referirnos a otros muchos factores que provocan y mantienen criminalmente el hambre en el mundo. Es necesario que, utilizando la razón y los valores éticos que la inteligencia nos permite descubrir, nos empeñemos en dar los pasos que están al alcance de cada persona y de cada grupo; y que demos esos pasos con la generosidad de que es capaz un espíritu libre y abierto a la verdad; y, por tanto, abierto a la consideración de la indeclinable dignidad de toda persona, sea cual sea el momento de su vida y sus garantías de utilidad social.
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La razón humana, que es patrimonio de todas las personas, y que nos abre a la búsqueda y al progresivo descubrimiento de la verdad, ha de ser el móvil más atendido y el punto de convergencia cada vez más amplio entre los hombres y mujeres de toda raza, pueblo, cultura, religión y situación en el mundo. A ello debemos contribuir impidiendo que nos frenen egoísmos propios, perezas intolerables, miedos al fracaso o a la incomprensión, y la tentación a replegarnos ante lo que consideramos demasiado grande o demasiado difícil. No podremos desafiar al mal si no llegamos a desafiarnos a nosotros mismos. El refranero mismo, desde la sabiduría popular nos enseña que “querer es poder”. Pero, además, los cristianos, guiados por la fe, sabemos que la verdad es la fuente de la libertad; que esa Verdad es Jesucristo; que, como nos enseñó San Pablo, todo lo podemos con Aquel que nos conforta; que la común condición de hijos de Dios nos hace hermanos de todos los hombres y mujeres sin distinción ninguna; que el amor al prójimo debe comenzar por los más pobres, desposeídos, marginados y oprimidos de cualquier forma; que es radicalmente equivocado e injusto pensar que estamos excusados de luchar por una causa cuya victoria no sospechamos inmediata y segura. Los cristianos, de cuya fe ha nacido la ejemplar y eficiente obra de “Manos Unidas”, debemos abrirnos a una esperanza basada en el mandato del amor y en la ayuda de Jesucristo que se hace presente en el rostro de los indigentes de cualquier orden y estilo. Y, movidos por ello, debemos comprometernos en el ejercicio incondicional de la caridad, que contribuye a la implantación de la justicia. Desde estos convencimientos podemos creer que UN MUNDO NUEVO, ES POSIBLE DESDE UN PROYECTO COMÚN. Y que un proyecto común es progresivamente posible desde la generosidad de quienes están dispuestos a aportar su granito de arena amando a los hermanos que sufren cualquier clase de penuria o de marginación material o espiritual. + Monseñor Santiago García Aracil, Arzobispo de Mérida-Badajoz.
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Diócesis de Mondoñedo-Ferrol UN PROYECTO COMÚN PARA UN MUNDO NUEVO Campaña contra el Hambre de Manos Unidas
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Monseñor Manuel Sánchez Monge, Obispo de Mondoñedo-Ferrol.
ueridos diocesanos:
Hace quince años, la comunidad internacional se comprometió firmemente a que en el año 2015 hubiese más personas que pudieran vivir de acuerdo a su dignidad. Era lo que se llamó la “Declaración del Milenio” que ha logrado significativamente reducir el hambre, mejorar el acceso a la salud, a la educación, al trabajo y a la participación política. Sin embargo, los objetivos no se han logrado del todo. Si en nuestro mundo desarrollado la pobreza está haciendo estragos, en los países del Tercer Mundo donde trabaja Manos Unidas, la situación es infinítamente más grave. En los últimos años ha crecido el número de personas que viven con menos de dos dólares al día, y, todavía hoy, en pleno siglo XXI, hay una enorme falta de trabajo digno, muchas personas se ven obligadas a refugiarse en otros países por causa de la guerra expuestas al tráfico de personas. Enraizado en el octavo Objetivo de Desarrollo del Milenio, “Fomentar una asociación Mundial para el desarrollo”, Manos Unidas sitúa su trabajo bajo el lema: “Un mundo nuevo, proyecto común”. Cinco palabras definen la acción de los hombres, y sobre todo, de las mujeres de Manos Unidas: La ESPERANZA es el motor de su actividad. Su experiencia cristiana les ayuda a mirar hacia su interior y hacia el exterior. Y no pueden menos de constatar que sus fuerzas son escasas para tanto como hay que cambiar, pero saben que Dios acude en ayuda de su debilidad y por eso trabajan esperanzadas. En el MUNDO, no en la estratosfera, con los pies y la cabeza en la tierra. Pues saben bien que, aunque se dedican a los que más lo necesitan, no olvidan que cada hombre y mujer se ven afectados por su trabajo. Nuestra labor, buscando a los últimos, incluye a todos. Para construir un mundo NUEVO dando valor verdadero a lo bueno y erradicando las lacras que ya hay en él. Quieren edificar una civilización que permita reconocer a los otros como hermanos, en quienes se puede confiar. Una civilización en la que, estar de corazón los unos en los otros, sea una realidad. Una civilización edificada en el amor permitirá que nuestro mundo globalizado camine hacia la paz, la justicia y el amor Se trata de una tarea que afecta a todos, de forma particular y colectiva. La suya no es una tarea de cada uno aisladamente, sino un proyecto COMÚN, en el que a cada uno le corresponde su propio trabajo, unido al de los demás.
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Falta una palabra hace posible las anteriores... la FRATERNIDAD: La fe cristiana les ayuda a descubrir que reconocer al otro como hermano exige un cambio del propio corazón, un cambio en el que tenemos que trabajar cada uno, y que sòlo es posible cuando éste se recibe como regalo, cuando se experimenta como don. Para esto se necesita un ‘corazón nuevo’ que sólo Dios puede crear en nosotros y así nos hace hermanos. Manos Unidas realiza su tarea en la Iglesia, pidiendo a Dios que les ayude en este cambio, y también a los responsables de las grandes decisiones de este mundo. Pedimos ser don para los otros. En este año trabajarán intensamente para dar a conocer a la sociedad española esos destellos que ya suceden en los países del Sur, y que permiten vislumbrar que un mundo nuevo es posible. La delegación diocesana de Manos Unidas, juntamente con la comarcal de Villalba, financió varios proyectos: en Zambia se renovó un hospital rural; en Palestina se construyó un centro de rehabilitación de niños con problemas psíquicos; en Lesotho (África austral) se financió un centro de maternidad prenatal. Reciba, pues, de mi parte, en nombre de toda la diócesis, unas palabras de aliento y gratitud bien merecidas. Con mi afecto y bendición, † Manuel Sánchez Monge, obispo de Mondoñedo-Ferrol
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Diócesis de Orihuela-Alicante
“Un mundo nuevo, proyecto común”
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Monseñor Jesús Murgui Soriano, Obispo de Orihuela-Alicante.
er sensibles y responder ante las situaciones de pobreza y fragilidad que se viven en el mundo, reconociendo en ellas al Cristo sufriente, es una llamada profunda y continuada que nos viene desde el Evangelio y que nos recuerda de formas diversas el Santo Padre Francisco en su reciente Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, “La Alegría del Evangelio”.
“Manos Unidas” en su Campaña Contra el Hambre de este año 2014, nos ofrece una magnífica oportunidad de ayudar ante estas situaciones, con un lema sumamente sugerente y oportuno: “Un mundo nuevo, proyecto común”. Una invitación clara a trabajar unidos por un mundo nuevo, como proyecto integrador, construido desde el amor. Lo dramático en estos tiempos, no sólo es la persistencia de viejas y nuevas pobrezas en el mundo que vivimos, sino que ante tantas situaciones que “claman al cielo” vivimos en una fortísima dinámica de fragmentación social y de contraposición, de guerras, más o menos encubiertas, donde prima el más feroz individualismo, la lucha pura y dura por los intereses o las ideas (que a veces son sólo revestimiento de intereses) de cada uno o de cada colectivo, con escasa capacidad de integrar, de sumar, de unir. Si importante es la meta necesaria: erradicar pobrezas, remediar injusticias y fragilidades. No es menos importante el camino, la unión de personas con sensibilidades distintas, la suma de esfuerzos, la forja de una civilización basada en el amor. El lema de este año: “Un mundo nuevo, proyecto común” está profundamente presente desde el inicio en un Movimiento con hermoso nombre, “Manos Unidas”, que indica el camino y que tiene como fin ser Campaña contra el Hambre, contra la pobreza y la fragilidad de tantos seres humanos, hermanos nuestros. Quiero dar las gracias a todos aquellos que en nuestra Iglesia diocesana de Orihuela-Alicante entregan sus personas a tan hermoso fin y hacen posible la presencia y tarea de “Manos Unidas” en nuestra tierra, en las parroquias de nuestros pueblos y ciudades. Les animo a trabajar con ilusión y renovada creatividad y empeño, especialmente en unas circunstancias de crisis económica y de crisis de humanidad en esta sociedad, que pueden crear la tendencia fatal de encerrarnos en nuestras necesidades dejando a su suerte a quienes por no tener, no tienen ni crisis.
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Pido a todos los miembros de nuestra diócesis y a las personas de buena voluntad, que no sólo ayudemos con generosidad en la Campaña de este año, sino que ésta sirva también para sensibilizarnos en una tarea cotidiana de erradicar pobrezas, de ayudar fragilidades, y de crear para ello, día a día, entre nosotros un Mundo Nuevo, hecho de unión, de respeto, de educación en la complementariedad, de destierro de odios, fracturas sociales y enfrentadas divisiones, haciendo realidad en una civilización del amor las palabras de Isaías: “De las espadas forjarán arados” (Is 2,4). Unamos nuestras manos por una civilización nueva. + Jesús Murgui Soriano, Obispo de Orihuela-Alicante
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Diócesis de Osma-Soria
Campaña de Manos Unidas 2014
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Monseñor Gerardo Melgar Viciosa, Obispo de Osma-Soria.
ueridos diocesanos:
“Un mundo nuevo, un proyecto común” es el lema de Manos Unidas para la Campaña contra el hambre en el mundo de este año 2014. Un lema que nos pone en camino de la fraternidad universal, como condición y cualidad necesaria para crear condiciones de desarrollo en plenitud, fundamentado en la verdad, la justicia, el amor y la libertad. Este “mundo nuevo” es el objetivo que las Naciones Unidas se propone para el 2015 como meta que se puede y debe conseguir; viene a nuestra memoria la Encíclica “Caritas in veritate” de Benedicto XVI que invita a todos a realizar un esfuerzo común a implicarse en el desarrollo global como manifestación de la fraternidad a la que está llamada toda la humanidad porque, como escribe él, “el desarrollo de los pueblos depende, sobre todo, de que se reconozcan como parte de una sola familia que colabora con verdadera comunión y está integrada por seres que no viven simplemente uno junto al otro”. Ésta es la base real del desarrollo: reforzar los lazos de comunión y fraternidad entre todas las personas, respondiendo a las exigencias de la dignidad de la persona humana. Solamente en y desde la dinámica del amor podemos construir un mundo más plenamente humano. Sin embargo, siendo esto verdad, la realidad nos habla de otra cosa bien distinta pues en algunas regiones del planeta no se ha avanzado en este campo y no ha habido la cooperación compartida por todos para crear una verdadera alianza de todos los pueblos en el logro de este mundo nuevo. La globalización ha creado oportunidades y plataformas para acabar con las injusticias y desigualdades pero la verdad es que las injusticias y desigualdades se han reconfigurado dando lugar a un mundo de pobres estructurales crónicos,enquistados en una vida infrahumana: un mundo individualista, de la comodidad y la satisfacción, un mundo de violencia activa y latente, de terrorismo, de trata de personas de explotación sexual infantil y femenina, traficantes de drogas y armas. Es verdad, por otra parte, que el mundo está receptivo a gestos y signos de esperanza que nos llevan a huir de la resignación que mata y nos mueven a convertir la indignación en oportunidades e iniciativas que mueven a millones de voluntarios, a miles de instituciones ejemplares, a movimientos y redes sociales a luchar por el bien común en todo el planeta. Los desafíos en el logro de un nuevo mundo exigen el compromiso y la implicación de todos los países, ricos y pobres, de los organismos internacionales, de las organizaciones civiles y empresariales, así como la implicación activa de cada una de las personas. Todos debemos sentirnos llamados
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a crear este otro mundo; para ello, no podemos seguir como hasta ahora porque el mundo que hemos creado nos aplasta y nos agrede, nos exige más y más porque es un mundo fruto de un modelo de desarrollo basado en lograr el mayor beneficio con el menor esfuerzo en lugar de mirar y luchar por el bien de las personas. Manos Unidas es, desde hace 50 años, generadora y acompañante en este proceso para lograr un mundo nuevo y mejor. Su alianza con los pobres tiene como base y fundamento la conciencia del Dios-amor, revelado en Jesucristo, que ilumina el qué hacer y el cómo hacer la acogida y el acompañamiento a los más pobres, a los últimos, a los más necesitados, aclarando el verdadero misterio de la dignidad y la igualdad de todos cuantos formamos la gran familia humana. Ésta es una llamada a todos los hombres de buena voluntad, no solo a los cristianos: es una llamada que corresponde a todos el preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños y los ancianos que son los más frágiles. Manos Unidas quiere seguir cuidando la apertura al otro, la sensibilidad ante el sufrimiento de las personas, sobre todo de los pobres, del que tiene hambre, sed, del oprimido, de aquél que le falta instrucción, está enfermo o marginado; en definitiva, quiere renovar el interés y la sensibilidad por la persona, independientemente de su sexo, raza, cultura y religión. Por eso, Manos Unidas está empeñada en lograr este mundo nuevo desde todos los niveles: 1. A nivel personal: luchando por humanizar las relaciones, cultivando la lógica del don, el cuidado del otro, la cultura de la familia, apoyando el consumo austero y creando en cada persona una conciencia de que hay algo que sí está en mi mano y que puedo hacer para lograr este mundo nuevo. 2. A nivel social y político: luchando para que en los países que reciben las ayudas se promuevan ordenamientos jurídicos que faciliten y potencien la participación y aportación al sector privado y de la sociedad civil; así como que mejoren en su gobernabilidad, para movilizar y gestionar los recursos de forma más efectiva y equitativa. Manos Unidas lucha por un mundo en el que sea posible un verdadero desarrollo humano integral, en el que las relaciones entre culturas y religiones estén regidas por el diálogo fecundo, que sólo será posible si practicamos cada uno, día a día, el diálogo fraterno entre todos. Para ello, Manos Unidas pide y reclama de todos un mundo nuevo abierto a los otros pues sólo en este mundo abierto a los otros, la familia humana podrá afrontar el desafío de acabar con la pobreza y el hambre desde un camino de desarrollo integral auténtico. Sintámonos interpelados por la llamada que nos hace Manos Unidas a cada uno y respondamos generosamente aportando lo que cada uno puede y debe; recordemos lo que decía San Agustín hablando de la salvación: “no todo depende de mí pero sí hay algo que depende de mí”. Ojalá que, cuando se trata de lograr este mundo nuevo sin desigualdades, con un desarrollo integral auténtico, con la abolición de la vergüenza del hambre de seres humanos, sepamos que no todo depende de nosotros pero que sí que hay algo que depende de nosotros, de nuestra conciencia y de nuestra respuesta. Respondamos responsable y generosamente. Vuestro Obispo, + Gerardo Melgar Viciosa, Obispo de Osma-Soria
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Diócesis de Ourense
Un mundo nuevo: Proyecto de todos
Monseñor J.Leonardo Lemos Montanet, Obispo de Ourense.
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ajo el lema: “Un mundo nuevo, proyecto común”, celebramos la LV Campaña de Manos Unidas contra el hambre en el mundo. Los medios de comunicación, rápidos y que no saben de fronteras, nos ayudan a descubrir, incluso instintivamente, que el mundo es como una “aldea global”, nada ni nadie puede ser o sentirse ajeno a este mundo, casa común de la Humanidad y, por consiguiente, objeto de las preocupaciones de todos que lleva, de forma implícita, el sentimiento profundo de una fraternidad universal. Me van a perdonar, pero no me he equivocado a la hora de titular esta carta; he querido cambiar el lema por este otro: Un mundo nuevo:Proyecto de todos. Desde esta perspectiva, entiendo mucho mejor lo que Manos Unidas quiere conseguir. Es cierto que, desde que surgió esta institución gracias al coraje de un grupo de mujeres. cristianas, Manos Unidas ha querido ser un proyecto poliédrico, con muchas caras; el subtitulo puede ser que reduzca la problemática pero bien es verdad que la plaga del hambre es consecuencia de muchas causas y no sólo la falta de alimentos, porque, como muy bien decía hace unos días el papa Francisco: hay alimentos suficientes para alimentar a todo el mundo, lo que pasa es que están mal distribuidos La realidad de este mundo globalizado adolece de gravísimos problemas que generan serias dificultades a esa fraternidad que debiera ser el impulso creador de un mundo nuevo y mejor. El papa Francisco ha sabido diagnosticarlas certeramente. Si queremos un mundo distinto, más justo y más fraterno, no podemos olvidarnos de la opción por los pobres, porque no existiría una fraternidad universal si esta no estuviese abierta a las necesidades del hombre y de la mujer concreta con las que convivimos y compartimos esta tierra. Para crear un mundo nuevo es necesario convencerse de que, mientras no se solucionen los problemas de los pobres y del hambre en el mundo, eso será una utopía más, como aquellas predicadas por los sistemas decimonónicos. Para lograrlo es necesario luchar contra toda inseguridad, tanto en nuestro entorno, nuestro pequeño mundo, como en todo el "universo". No se resolverán los grandes problemas del mundo y de tantos hombres y mujeres “mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres” (E.G. nº 202), porque la inequidad es raíz de los males existentes. El Papa nos ha dado los criterios necesarios para conseguir superar esa inequidad. Se necesita, además de un crecimiento económico, tomar una serie de decisiones justas e impregnadas de racionalidad, llevar a cabo unos programas adecuados, establecer unos mecanismos y procesos orientados a una mejor distribución de los ingresos, a una creación de fuentes de trabajo y una promoción integral de los pobres, de tal modo que se pueda superar el estadío de un simple asistencialismo y, los carentes de lo necesario, puedan ser dueños de sus vidas y de sus trabajos, con autonomía.
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En un mundo como el nuestro, en el que la macro-política, con su macro-economía, corre el riesgo de reducir las relaciones entre los seres humanos a puro cálculo individualista y a unas micro-relaciones que sólo constituyen una cosmética externa de un mundo llamado globalizado, Manos Unidas, desde el primer momento, no sólo se preocupó de solucionar los problemas concretos del hambre, sino que, con su impronta en la sociedad actual, tan auto referencial y pagada de sí misma, empapada por modas hedonistas que insensibilizan las conciencias y ciegan la razón, entretejida y condicionada por oscuros intereses económicos, ha sabido plantear los problemas para conseguir las soluciones adecuadas. Manos Unidas se ha convertido en la conciencia crítica de un pueblo que pretende, en muchas ocasiones, volver la mirada hacia otra parte. A lo largo de más de cincuenta años de su vida, no ha dejado de meter el dedo en la llaga para interpelar a nuestras conciencias, tantas veces aburguesadas, que nos impiden ver la realidad. A donde nosotros no llegamos, porque no podemos, llega Manos Unidas con sus estudios y análisis de la realidad, con sus proyectos de cooperación en el desarrollo de los pueblos, con la erradicación de todo signo de esclavitud y pobreza, comenzando por el hambre, con nuestras manos, manos de todos unidas en un proyecto común para conseguir un mundo nuevo. A nuestros miedos y excusas nos responde Manos Unidas diciéndonos que debemos priorizar la “cultural del otro”, como camino para una fraternidad universal que sea la clave para la construcción de un mundo nuevo, realidad ésta que, necesariamnete, tiene que ser obra de todos. Ese proyecto de un mundo nuevo, sólo será viable si nos implicamos todos, no unos cuantos ¡los de siempre!, porque basta que uno se apee de este proyecto para que su ritmo se interrumpa y su dinamismo se ralentice. Nunca un proyecto tan ambicioso ha necesitado tantas manos para hacerse efectivo; su novedad y su éxito se encuentran en las manos unidas de toda esa gran familia que es la humanidad. ¡Que no falten tus manos en este proyecto, porque aunque pobres y pequeñas, frágiles y también necesitadas, de ellas depende la novedad de este gran proyecto común! + J. Leonardo Lemos Montanet, Obispo de Ourense
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Diócesis de Oviedo
Un proyecto común: un mundo nuevo
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Monseñor Jesús Sanz Montes, Arzobispo de Oviedo
lega esa cita anual que puede parecernos ya anacrónica, como si se hubiera superado el eslogan que dio origen a una célebre campaña: la del hambre. ¿Se puede hablar de hambre en el mundo todavía? Sería la pregunta retórica que desde el mundo opulento, insolidario, triste y envejecido, quizás alguno se haga como queriendo sacudirse cualquier atisbo de mala conciencia o de inoportuno recordatorio que sería preciso censurar.
Pero cada año, llegando el segundo domingo de febrero, Manos Unidas vuelve a recordarnos este reto, esta herida, que lamentablemente sigue estando en vigor.
Manos Unidas es una de las organizaciones católicas de más prestigio internacional por el rigor con el que gestionan sus ayudas, por la generosidad con la que trabajan sus muchos voluntarios, por la identidad cristiana y eclesial que impregnan todos sus proyectos. No es una ONG al uso sin más. Es una expresión de la caridad cristiana que tiene denominación de origen, que sabe por qué y por Quién hacen lo que hacen. Muchas veces, ante catástrofes naturales o desastres ocasionados por el egoísmo y violencia de los humanos, no pocas personas se preguntan con cinismo o con sinceridad: ¿dónde está Dios? Y la respuesta es tan sencilla como comprometida: en nuestras manos, en nuestra mirada, en nuestra entraña, en nuestra caridad, en nuestra solidaridad. Dios se vale de nuestra pequeñez para hacer obras muy grandes, y como sucediera en la multiplicación de los panes y peces que saciaron a aquella multitud, Jesús hizo el milagro, pero a partir de lo que le presentaron los discípulos y aquel chaval que encontraron. El gesto de estar cercano a quienes sufren por la carencia de lo más elemental, no sólo es una hermosa expresión del amor a Dios y del amor a nuestro hermano, sino también un recordatorio, un anuncio, una especie de parábola viva con la que estamos narrando la ternura y la misericordia del mismo Dios. Podrá ser hambre de pan o de paz, cobijo de techo o cobijo de amistad, educación elemental o de la sabiduría que Dios enseña, carencia de dignidad o de fe y esperanza. ¡Cuántos rostros de pobreza nos están reclamando un sin fin de compromisos, de entrega y de cristiana solidaridad! El papa Francisco recordó hace poco que «es un escándalo que todavía haya hambre y malnutrición en el mundo. Nunca pueden ser consideradas un hecho normal al que hay que acostumbrarse, como si formara parte del sistema. Hay que abatir con decisión las barreras del individualismo, del encerrarse en sí mismos, de la esclavitud de la ganancia a toda costa; y esto, no sólo en la dinámica de las relaciones humanas, sino también en la dinámica económica y financiera global. Debemos cambiar nuestro estilo de vida, incluido el alimentario, que en tantas áreas del planeta está marca-
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do por el consumismo, el desperdicio y el despilfarro de alimentos. Educar en la solidaridad significa educarnos en la humanidad. Apoyar y proteger a la familia para que eduque a la solidaridad y al respeto es un paso decisivo para caminar hacia una sociedad más equitativa y humana”. El lema de este año es: “Un mundo nuevo, proyecto común”. No es algo abstracto, sino que tiene cauces concretos: Manos Unidas en la Diócesis de Oviedo pone nombre, rostro y respuesta a las hambres con todos los nombres. Dios sea bendito porque Él tiene hambre en sus hermanos, y esa hambre es respondida con cristiana solidaridad. Nuestra gratitud a todos los que trabajan en Manos Unidas, porque ese mundo nuevo, como común proyecto, se hace cada día acompañados por el Señor. + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm Arzobispo de Oviedo
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Diócesis de Palencia
Sal y Luz para una civilización del amor Monseñor Esteban Escudero Torres, Obispo de Palencia.
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osotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín” nos dice el Evangelio de San Mateo que proclamaremos el próximo 9 de febrero, día en el que celebramos la Colecta de la Campaña contra el Hambre.
Manos Unidas, lleva 54 años siendo “Sal y Luz” y animándonos a comprometernos con el futuro de los millones de hermanos nuestros que más sufren fuera de nuestras fronteras. Más de cinco décadas tratando de remediar las tres hambres que afligen el mundo: “hambre de pan, hambre de cultura y hambre de Dios”. En esta ocasión Manos Unidas nos anuncia que “LA CIVILIZACIÓN SE CONSTRUYE EN EL AMOR” y nos recuerda que hace tres lustros, con la “Declaración de los Objetivos del Milenio”, la comunidad internacional se comprometió a poner en marcha las políticas necesarias para que, en el año 2015, haya más personas que puedan con dignidad. Desgraciadamente, en nuestra “civilización globalizada” el individualismo y la soledad priman sobre el Amor. Individualismo y soledad que hacen a las personas indiferentes de sus semejantes, que son vistos como enemigos, y no como hermanos. Una sociedad en la que predomina la “cultura del descarte”, que deja fuera a los más débiles e indefensos en aras de un progreso material. No podemos llegar a la “civilización del amor” que permita un desarrollo integral solidario de la humanidad si pensamos que el progreso es sólo cuestión de mejorar procesos económicos, políticos o sociales. Es necesario un compromiso solidario mundial basado en la verdad de la naturaleza humana, en un reconocimiento de los otros como verdaderos hermanos que nos permita salir al encuentro de los que tenemos cerca y de los que están lejos. Como Manos Unidas explica, cuatro palabras quieren definir su acción, que también es la nuestra. La “Esperanza”, motor de la experiencia cristiana, que subyace en nuestra misión, y que mira hacia nuestro interior, y hacia el exterior. Uniendo ambas miradas, podemos trabajar sabiendo que Dios pondrá lo que falte a nuestras fuerzas. En el “Mundo”, pues aunque tenemos puesta la mirada en los que más lo necesitan, no olvidamos que cada hombre y mujer se ven afectados por nuestra acción... en una labor que no es excluyente, sino que, buscando a los últimos, incluye a todos. Para un mundo “Nuevo”, dando valor verdadero a lo bueno que ya hay en él. Y en una tarea que es “Común”, que nos afecta a todos, de forma particular y colectiva. Todo ello será posible si -como nos dice Manos Unidas- vivimos la “Fraternidad”. Una fraternidad de todos los hombres que compartimos una misma naturaleza, prescindiendo de su religión, raza,
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sexo... Una fraternidad basada en la ley de la solidaridad humana y de la caridad... Una fraternidad que conlleva una misión y la necesidad de dar respuesta urgente a las exigencias de nuestro tiempo... Una fraternidad humana que debe vivirse en la caridad y desde la verdad. Esta “civilización construida en el amor” será la que nos permita reconocer a los otros como hermanos, en quienes se puede confiar. Será la que haga posible que nuestro mundo globalizado camine hacia la seguridad, la paz y la justicia. Y solo podremos lograrlo si -como la vida de la Iglesia nos descubre- reconocemos al otro como hermano, cambiando nuestros propios corazones, acogiendo el don que nos ofrece el mismo Jesucristo. Para Manos Unidas y para todos los cristianos, la caridad que ilumina y nutre la fraternidad y la solidaridad nace de nuestro encuentro con Cristo, que nos lleva al compromiso. Un compromiso en el que predomina la gratuidad. Un compromiso en el servicio de la caridad en el que caminamos guiados por el ejemplo de Cristo que abraza gratuitamente la necesidad del otro, para hacerle presente el reino de Dios. El papa Francisco, en su Homilía de inicio del pontificado, hacía una llamada a todos los hombres de buena voluntad: «la vocación de custodiar no sólo nos atañe a nosotros, los cristianos, sino que tiene una dimensión que antecede y que es simplemente humana, corresponde a todos. Es custodiar toda la creación, la belleza de la creación, como se nos dice en el libro del Génesis y como nos muestra san Francisco de Asís: es tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos. Es custodiar a la gente, el preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón». En la medida que ejerzamos esta vocación se harán vida las palabras finales del Evangelio de esta jornada: “Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos”. Con mi saludo, afecto y bendición para todos los que hacen posible Manos Unidas en nuestra diócesis... os animo a empeñarnos en construir esta “Civilización del Amor” que tanto necesitamos. Monseñor Esteban Escudero Torres, Obispo de Palencia.
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Diócesis de Pamplona y Tudela UN MUNDO NUEVO UN PROYECTO COMÚN Campaña contra el Hambre Manos Unidas 2014
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Monseñor Francisco Pérez González, Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela.
ueridos diocesanos:
Como en años anteriores, Manos Unidas celebra su tradicional Campaña contra el Hambre, en esta ocasión con el lema “UN MUNDO NUEVO, UN PROYECTO COMÚN”.
Los actuales medios de comunicación están produciendo una globalización total, un hecho que tiene peligros, pero también ventajas. Se trata de potenciar estas últimas; y esto es lo que pretende Manos Unidas al proponernos el eslogan de este año. Manos Unidas se manifiesta como profecía y realización. Su mensaje encaja en la misión universal de la Iglesia que aspira a un cielo nuevo y una tierra nueva. San Juan describe en el Apocalipsis cómo entonces Dios habitará con los hombres y será su Dios. Ya no habrá llanto, ni dolor, ni muerte, porque lo antiguo ha pasado. Todas las cosas serán nuevas (Cfr. Ap 21, 3-8). San Pedro lo confirma cuando anuncia cielos nuevos y nueva tierra en donde triunfará la justicia (Cfr. 2 Pe 3, 13) Se trata de la meta final hacia la que camina la humanidad: la redención y salvación de todo lo creado, cuando Cristo sea todo en todos y Él se lo entregue todo al Padre (Cfr. 1 Cor 15, 28). Asimismo, cuando el Concilio Vaticano II trata sobre la actividad humana en el mundo afirma que éste camina hacia la perfección final cuando será transformado todo el universo. Pero desconocemos cuándo y de qué manera se transformará (Cfr. GS 39). Por eso advierte que “la espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien avivar la preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece la nueva familia humana” (Ibid. GS 39). Esta cita conciliar puede ser el punto de reflexión que ilumine este año la campaña de Manos Unidas contra el Hambre en el mundo. Porque, como escribía Pablo VI, “el mundo está enfermo, pero su mal está menos en la esterilización de los recursos y en su acaparamiento por parte de algunos que en la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos” (Populorum Progressio, 66). La tierra es un regalo y una bendición que Dios pone en las manos de nuestros primeros padres para que la pueblen, la hagan fructificar y la perfeccionen. Él nos la ha confiado para que la habitemos y perfeccionemos con responsabilidad. Perfeccionar la tierra significa, por tanto, poner los avances de la ciencia, la técnica y el progreso para mejorar todo lo creado con la intención de que el ser humano vaya adquiriendo mayores cotas de dignidad. En esa tarea estamos comprometidos todos los cristianos, buscando ser alivio y esperanza para aquéllos que sufren la miseria, el hambre y la pobreza en todas sus formas.
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Agradezco a Manos Unidas todo el bien que desarrolla en nuestra Di贸cesis. Seguid adelante con vuestro servicio silencioso, voz de las conciencias y compromiso para lograr la dignidad de toda la humanidad. Con mi bendici贸n, + Francisco P茅rez Gonz谩lez, Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela
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Diócesis de Plasencia Un mundo nuevo, proyecto común MANOS UNIDAS 2014
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Monseñor Amadeo Rodríguez Magro, Obispo de Plasencia.
ueridos diocesanos:
Un año más os llega esta invitación mía a participar activamente en la Campaña contra el Hambre de Manos Unidas. Como muy bien sabéis, esta campaña es siempre para nosotros una oportunidad para mirar al mundo con unos lentes -ahora que están de moda- que nos lleva a otras dimensiones de la realidad y que abren nuestros ojos y, sobre todo despierta la mirada de nuestro corazón, hacia otros límites o como dirá el papa Francisco a “otras periferias existenciales”. Manos Unidas nos brinda la ocasión de, a pesar de nuestros problemas cercanos, que son muchos, ampliar el horizonte y así poder colaborar en un proyecto universal: el de los objetivos del milenio. Nos llama a buscar el desarrollo integral, ese que quiere negar a todas las necesidades de los seres humanos, porque los reconoce a todos iguales, con la conciencia clara de que todos somos hermanos en los que no caben diferencias en los derechos y en las posibilidades. Nos sitúa así en un proyecto que, en nuestro caso de creyentes católicos, nos recuerda que la igualdad es fraternidad, ya que todos tenemos un Padre común: nuestro Padre Dios. Esta campaña no sólo nos sitúa en sus objetivos más generales, sino que también nos propone tareas concretas, con fines concretos y con destinatarios concretos. A nosotros, los hombres y mujeres de buena voluntad que vivimos en el territorio diocesano de Plasencia, nos invitan a promover en Mozambique, África Austral, un PROYECTO DE REHABILITACIÓN PARA PREESCOLAR, PROMOCIÓN DE LA MUJER Y CANALIZACIÓN DE AGUA, del que se van a beneficiar de un modo directo 200 personas y más de 1.000 de un modo indirecto. Otro proyecto es REHABILITACIÓN DEL CENTRO DE SALUD y MATERNIDAD RURAL CON CANALIZACIÓN DE AGUA POTABLE, del que se van a beneficiar 35.000 personas. Como veis, es un hermoso modo de trabajar el de Manos Unidas. No nos piden nuestra cooperación de un modo genérico; al contrario, cada año le adjudican a cada Diócesis unos proyectos para que animen a la comunidad diocesana a su financiación. Se puede decir claramente que conocemos el destino de nuestra solidaridad y que sabemos que va a hacer un gran bien. En nuestro caso, además, la persona, misionera, que está al frente del primer proyecto social, Hna. Concepción del Toro López pertenece a una congregación religiosa vinculada a nuestra Diócesis, Hermanas Apostólicas de Cristo Crucificado. Concretamente tienen casa en Deleitosa y, además, tienen varias casas en la Diócesis hermana de Mérida-Badajoz. Al frente del segundo está Mons. Francisco Lerma Martínez, obispo español de la Diócesis de Gurué en Mozambique. Al equipo de Manos Unidas en nuestra diócesis le han encomendado hacer de puente entre nosotros, entre nuestra aportación generosa y estos proyectos que abrirán esperanza y desarrollo en sus lugares de destino.
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Es con esos dos proyectos como a nosotros se nos invita a colaborar en la realización de un nuevo mundo, en un proyecto común. Ese proyecto sólo lo podemos alcanzar entre todos, contribuyendo cada uno según sus posibilidades. Seguramente no son muchas y, en esta ocasión, esté condicionada nuestra generosidad por las necesidades más cercanas que tenemos a nuestro alrededor. Sin embargo, hemos de creernos que la generosidad se suma y se multiplica cuando más difícil lo tenemos. Tener que acercar nuestra mirada a las víctimas de la crisis económica y laboral que padecemos, no sólo no nos impide ver el horizonte más lejano, sino que, por el contrario, el conocer nuestras carencias nos hace más conscientes de las carencias mucho más grandes y estructurales de los países del tercer mundo, y, por eso, también nos hace más generosos. Acudamos, pues, con anchura de corazón a la llamada de Manos Unidas, que además de pedirnos nuestra cooperación, nos pide muy especialmente la toma de conciencia de lo mucho que aún nos queda para lograr un mundo nuevo, un proyecto común. Un imaginativo cartel nos sitúa en las necesidades concretas de la geografía mundial de la pobreza y el subdesarrollo. Con todo mi afecto y bendición. + Amadeo Rodríguez Magro, Obispo de Plasencia
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Diócesis de San Sebastián
UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN Monseñor José Ignacio Munilla Aguirre, Obispo de San Sebastián.
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na vez más la Asociación Manos Unidas nos convoca a la Campaña Contra el Hambre en el mundo. No podemos dar la espalda al hambre que sufre una buen parte del mundo. Mirarlo de frente y posibilitar que toque nuestro corazón y nuestro bolsillo es el objetivo de esta campaña que pretenden suscitar el deseo de un Mundo Nuevo más justo y solidario.
El hambre no puede ser tan solo una cuestión de mala suerte por haber nacido en tal sitio. No es algo que depende del destino, sino algo que reclama la justicia, la conciencia cristiana y pone en común caminos de solidaridad en la comunidad cristiana para su solución. La liturgia que será proclamada este domingo nos pone en el camino de la solución. ¿Qué podemos hacer, cómo actuar? ¡Seamos sal de la tierra y luz del mundo!... Si la sal se vuelve sosa, no sirve para nada. Tampoco sirve la luz que se oculta!... ¿No nos ocurre algo parecido cuando nos acobardamos ante el mundo?... Si queremos vivir en paz, hagamos las paces; desarrollemos la solidaridad que exigimos a los demás de modo que “viendo el bien que hacéis, alaben todos a vuestro Padre que está en el cielo”. (cf. Mt 5,16) La Asociación Manos Unidas nos invita a poner nuestra mirada como comunidad cristiana estos 55 años en el desarrollo y la ayuda a los pueblos del Sur financiando proyectos sobre estos cinco ejes fundamentales: la agrícola, la sanitaria, la educativa, la social y la promoción de la mujer. No cabe duda que este mundo es cada vez más complejo. El hambre debe ser en esta sociedad supuestamente civilizada una sacudida a nuestra conciencia algunas veces dormida, de manera que despertemos nuestra solidaridad práctica. ¡Que entre nosotros la sal no se vuelva sosa y que la lámpara alumbre a todos los de la casa! Juan Cruz Mendizabal Vicario General
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Diócesis de Sant Feliu de Llobregat
ECO DE LA PALABRA Manos tendidas Monseñor Agustí Cortés Soriano, Obispo de Sant Feliu de Llobregat
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La campaña de Manos Unidas este año viene orientada por el lema “Un mundo nuevo, proyecto común”. No es preciso explicar por qué este lema, convertido en llamada profética, es hoy muy oportuno. Bastaría con captar la situación social que nos rodea y dejarse interpelar por ella. ¿Quién no compartirá el deseo de un mundo nuevo? ¿Quién negará que este mundo nuevo no se conseguirá si todos no arrimamos el hombro?
La expresión “esperamos un mundo nuevo” es bíblica. En la Segunda Carta de San Pedro leemos: “pero nosotros esperamos el cielo nuevo y la tierra nueva que Dios ha prometido, en los que todo será justo y bueno” (2Pe 3,13). Esta cita recuerda otros pasajes de la Biblia, concretamente de Isaías y del Apocalipsis (y diversos lugares de San Pablo), en los que se habla también de un mundo nuevo esperado. Pero tanto en la Segunda de San Pedro, como en estos lugares, el mundo anunciado y esperado llega una vez el mundo presente ha desaparecido; y, además, este acontecimiento es obra de Dios, el Dios creador y salvador, único capaz de hacer que todo realmente sea nuevo. Entonces, ¿qué sentido tiene la llamada de Manos Unidas? Los teólogos dirán que el mundo que podemos construir nosotros y el que Dios hará no coinciden exactamente. Pero, ¿tienen algo que ver? La llamada de Manos Unidas se dirige a todos: ¿qué significa? Lo que hacemos los cristianos esperando el mundo nuevo que traerá Dios, ¿qué aporta a la construcción de un mundo más humano aquí en la tierra? El Concilio Vaticano II ya había tratado este problema. En la Constitución sobre la Iglesia en el Mundo Actual (cf. GS p. 39) hallamos una respuesta: “Aunque se ha de distinguir cuidadosamente el progreso terreno del crecimiento del Reino de Cristo, sin embargo, el primero, en la medida en que puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa mucho al Reino de Dios”. Los bienes humanos, como la fraternidad, se recuperarán limpios, iluminados y transfigurados cuando venga Cristo en su Reino. Las Naciones Unidas proponen objetivos para el segundo milenio para erradicar la pobreza, basados en “la fraternidad universal” (lograr una Asociación Mundial para el Desarrollo, dentro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio). Pero a nadie se le oculta la debilidad de una propuesta (y el riesgo de su fracaso), cuando ella carece de fundamento teórico o doctrinal (por qué hay que secundarla) y de motivación subjetiva (convicción profunda). ¿Somos todos realmente hermanos? ¿Hemos de serlo? ¿Por qué? De hecho, no todos piensan que compartimos la misma dignidad o que hemos de ser hermanos… Y muchos lo aceptarían en teoría, o en la “poesía”, pero no en la práctica. Manos Unidas sí lo cree. Pero sus convicciones nacen de la fe: ◗ Creen en la fraternidad aunque nadie lo crea, o mil intentos por lograrla acaben fracasando: somos hermanos porque hay un Padre común.
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◗ Están convencidos de que la fraternidad ha triunfado ya en Cristo Resucitado. ◗ Saben que la fraternidad exige cambios, no solo estructurales, sino también personales e íntimos. ◗ Han aprendido de la historia que la fraternidad más radical es un compromiso de amor gratuito y generoso, que alcanza incluso el martirio. ◗ Se apoyan en la experiencia de que, en definitiva, la fraternidad universal es voluntad y trabajo del mismo Dios en nosotros. Entonces, lo que hace Manos Unidas no es sólo unir las manos en círculo cerrado, sino también tender las manos, para, desde sus convicciones, trabajar junto a quienes, al menos parcialmente, compartan sus sueños y sigan los mismos caminos. + Agustí Cortés Soriano, Obispo de Sant Feliu de Llobregat
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Diócesis de Santander Campaña de Manos Unidas “UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN”
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Monseñor Vicente Jiménez Zamora, Obispo de Santander.
a Campaña de Manos Unidas llama a nuestras puertas en el mes de febrero con un programa de actos, que se prolongan a lo largo del año 2014 y reclaman nuestra atención e interés.
Manos Unidas es una Organización No Gubernamental para el Desarrollo (ONGD). Es la Asociación de la Iglesia Católica en España para la ayuda, promoción y desarrollo del Tercer Mundo. La Campaña de Manos Unidas quiere ser conciencia crítica de la sociedad y de la Iglesia, que sienten el aguijón de la responsabilidad ante la situación del hambre en el mundo, resumen de todas las injusticias, con su cortejo de subdesarrollo e incultura. En la solución de este gravísimo problema hay implicadas muchas responsabilidades, a distintos niveles, que no es éste el momento de concretar, sino más bien de aprovechar la oportunidad que nos ofrece la Campaña de Manos Unidas, para aceptar con todas sus consecuencias lo que nos afecta y compromete a nosotros desde la conciencia humana y la fe cristiana. La Campaña de este año, en su edición LV, tiene como lema: “Un mundo nuevo, proyecto común” basado en el Objetivo de Desarrollo del Milenio nº 8. “Para plasmar una sociedad más humana, más digna de la persona, es necesario revalorizar el amor en la vida social -a nivel político, económico, cultural- haciéndolo la norma constante y suprema de la acción. El amor es la forma más alta y más noble de la relación de los seres humanos entre sí. El amor debe animar, pues, todos los ámbitos de la vida humana, extendiéndose igualmente al orden internacional. Solo una humanidad en la que reine la civilización del amor podrá gozar de una paz auténtica y duradera” (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n. 582). Es posible construir como hermanos un mundo nuevo, por el don del Espíritu Santo, que se nos ha dado en el Bautismo y que nos hace parte de una gran familia mayor que la familia de la sangre: la Iglesia. Este mundo nuevo, en el plan de Dios, tiene como meta, el reino de Dios; como estado, la libertad; como ley el precepto nuevo del amor. Con esta Carta pastoral, como Obispo expreso públicamente mi gratitud sincera a todo el equipo de nuestra Delegación Diocesana de Manos Unidas y a todos los voluntarios por su trabajo entusiasta y eficaz durante el año. Gracias a Dios la respuesta de los diocesanos es siempre generosa y nos permite financiar los proyectos propuestos para cada Campaña. + Vicente Jiménez Zamora, Obispo de Santander
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Diócesis de Santiago de Compostela
Un mundo nuevo, proyecto común
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Monseñor Julián Barrio Barrio, Arzobispo de Santiago de Compostela.
ueridos diocesanos:
Al tener que recordar todos los años que hay casi 870 millones de personas hambrientas y malnutridas, entre ellas muchos niños, puede dar la impresión de que nos hemos resignado a la situación del hambre en el mundo. Nada más lejos de esta realidad. Se trata de concienciarnos nuevamente de que no debemos ahorrar esfuerzo alguno para que llegue el momento de que no tengamos que aludir a ella. El punto central siempre es el mismo: reconocer los Valores fundamentales de la persona humana, favorecer el respeto de su dignidad, y defender que el derecho a la nutrición es parte integrante del derecho a la vida de cada ser humano. El hambre, problema lacerante. El hambre, vergüenza injustificable desde todos los puntos de vista, es un problema tanto más lacerante cuanto que no viene causada por la escasez material sino por la insuficiencia de recursos sociales, es decir, por la falta de un sistema de instituciones económicas capaces de afrontar las exigencias relacionadas con las necesidades primarias y con las emergencias de crisis alimentarias reales, provocadas por causas naturales o por la irresponsabilidad política nacional e internacional. “El desperdicio de alimentos no es sino uno de los frutos de la cultura del descarte que a menudo lleva a sacrificar hombres y mujeres a los ídolos de las ganancias y del consumo; un triste signo de la globalización de la indiferencia, que nos va acostumbrando lentamente al sufrimiento de los otros, como si fuera algo normal“1. Un mundo nuevo con la colaboración de todos. Este año Manos Unidas pone ante nuestra consideración el objetivo de lograr un mundo nuevo con la colaboración de todos. Hablamos tantas veces de esto que nos puede parecer una utopía inalcanzable, y sin embargo no lo es. Viviendo la paz, realizando la justicia social y ejerciendo la solidaridad podemos ir consiguiendo un mundo nuevo. La fuerza vivificante de la gracia de Dios y de la luz de la fe nos impulsa a comprometernos en la construcción de un nuevo orden mundial fundado sobre relaciones éticas y económicas justas, con la conciencia de ser ”familia” llamada a construir vínculos de confianza y de ayuda mutua. Una humanidad unida podrá afrontar las condiciones de pobreza humillante en que viven millones de seres humanos2. Hemos de dar asistencia a los que la necesitan siguiendo las indicaciones de Jesús como son dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, visitar al enfermo... (cf. Mt 25). En el juicio final contará el haber hecho algo por los necesitados. Además de esto nuestra preocupación debe ser el lograr que los pobres sean capaces de valerse por sí mismos y no sean dependientes permanentes. Para conseguir esto es necesario erradicar las raíces de las causas que gene-
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ran estas situaciones haciendo que las estructuras sociales, políticas y económicas tengan una configuración más justa y solidaria. Por otra parte esto nos exige vivir la fraternidad, dando la vida para que otros tengan vida, recordando lo que nos dice san Pablo: “Y si repartiera todos mis bienes entre los necesitados…, si no tengo amor, de nada me serviría” (1Cor 13,3). Es necesario “educarnos en la solidaridad, redescubrir el valor y el significado de esta palabra tan incómoda, y muy frecuentemente dejada de lado, y hacer que se convierta en actitud de fondo en las decisiones en el plano político, económico y financiero, en las relaciones entre las personas, entre los pueblos y entre las naciones... Apoyar y proteger a la familia para que eduque a la solidaridad y al respeto es un paso decisivo para caminar hacia una sociedad más equitativa y humana”3 Responsabilidad tuya y mía. Me pregunto y te pregunto: ¿que podemos hacer tú y yo para que al menos, algunos no pasen hambre? No podemos remediar el hambre de todos, pero seguramente sí podemos ayudar a algunos cuyas situaciones son muy precarias. “Cada uno de nosotros ¿no siente acaso en lo recóndito de su conciencia la llamada a dar su propia contribución al bien común y a la paz social? La globalización abate ciertas barreras, pero esto no significa que no se puedan construir otras nuevas; acerca los pueblos, pero la proximidad en el espacio y en el tiempo no crea de suyo las condiciones para una comunión verdadera y una auténtica paz. La marginación de los pobres del planeta, sólo puede encontrar instrumentos Válidos de emancipación en la globalización, si todo hombre se siente personalmente herido por las injusticias que hay en el mundo y por las violaciones de los derechos humanos vinculadas a ellas. La Iglesia, que es «signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el genero humano», continuará ofreciendo su aportación para que se superen las injusticias e incomprensiones, y se llegue a construir un mundo más pacífico y solidario”4. Os saluda con afecto y bendice en el Señor, + Julián Barrio Barrio, Arzobispo de Santiago de Compostela.
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1 FRANCISCO, Mensaje a la FAO 20/3 2 Cf. BENEDÏCTO XVI, Mensaje “Urhi el orbí” en la Navidad de 2005. 3 FRANCISCO, Mensaje a la FAO 2013. 4 BENEDICTO XVI, Mensaje para la Jornada mundial de la paz 2009. 8.
Diócesis de Segorbe-Castellón
La fraternidad, base del desarrollo integral y sostenible
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Monseñor Casimiro López Llorente, Obispo de Segorbe-Castellón.
ueridos diocesanos:
La organización católica Manos Unidas llama de nuevo a nuestras conciencias con su Campaña anual en la lucha contra el hambre en el mundo y en el compromiso a favor de un desarrollo humano integral y sostenible para todos. Este año, bajo el lema Un mundo mejor. Proyecto de todos, Manos Unidas quiere contribuir a crear un nuevo paradigma del desarrollo humano, basado en la fraternidad universal. Ésta es, en efecto, una cualidad necesaria para crear condiciones de desarrollo en plenitud de todos los hombres y de todo el hombre, que ha de fundarse en la verdad, la justicia, el amor y la libertad. Conseguirlo depende de nuestra capacidad para establecer relaciones que reconozcan y posibiliten la fraternidad fundamental de todo el género humano. Como ya dijo el papa Pablo VI (PP 66) la causa más importante del subdesarrollo es “la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos” (PP, 66). Y Benedicto XVI nos recordaba que un mundo globalizado nos hace más cercanos, pero no más hermanos, y que la razón, por sí sola, es capaz de aceptar la igualdad entre los hombres y de establecer una convivencia cívica, pero no consigue fundar la hermandad. Ésta nace de una vocación transcendente de Dios Padre, el primero que nos ha amado, y que nos ha enseñado mediante el Hijo lo que es la caridad fraterna (Caritas in Veritate, 19). Todos estamos destinados a “la unidad de la caridad de Cristo, que nos llama a todos a participar, como hijos, en la vida del Dios vivo, Padre de todos los hombres” (PP, 21). La fraternidad universal es, pues, un don de Dios, que hemos de saber acoger con gratitud, y, a la vez, una llamada a vivir el don de la fraternidad con un verdadero compromiso hacia todos. “Cada ser humano es hijo de Dios”, ha dicho el papa Francisco, por haber sido creado por Dios a su imagen y semejanza; en el rostro de cada persona está impresa la imagen de Cristo. Se trata, entonces, de que sepamos verlo y así podamos ayudar a los demás -los de cerca y los de lejos-; se trata de ver en cada ser humano un hermano y una hermana que deben ser acogidos, respetados y amados. El otro se convierte así en una ocasión que la Providencia nos ofrece para contribuir a la construcción de un mundo más justo, más solidario y más fraterno. Gracias a la paternidad universal de Dios todos formamos parte de la gran familia humana, la familia de los hijos de Dios. Más allá de toda diferencia existe una igual dignidad de todo ser humano, por ser hijo de Dios, que debe ser percibida, acogida, respetada y tutelada siempre. Todos somos responsables de todos. La apertura y generosidad hacia todos, la acogida de enfermos y débiles, y la promoción de los más olvidados nos muestran una y otra vez que sólo en la dinámica del amor podemos construir un mundo en el que se den las condiciones que hagan posible, a las comunidades y a cada uno de sus miembros, “el logro más pleno y más fácil de la propia perfección” (GS, 26).
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Hay que apostar para que la lógica del don y del amor que mira a la persona concreta y le abre a la plenitud de su existencia, cuente en nuestras relaciones personales, sociales y culturales, en la política, en la economía y en la relación entre los países. Trabajemos por el desarrollo integral y sostenible, ante todo, de cada persona y de toda la persona, incluida la dimensión espiritual, que favorezca la donación generosa de individuos y comunidades, que beneficie a todos, que tienda a la igualdad de oportunidades y que sea viable para las personas de hoy y de mañana. Con mi afecto y bendición, + Casimiro López Llorente, Obispo de Segorbe-Castellón
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Diócesis de Segovia
Día de Manos Unidas
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Monseñor Ángel Rubio Castro, Obispo de Segovia.
esde el año 1959, cuando se inició la Campaña en España, las Mujeres de Acción Católica propusieron un día de ayuno voluntario que ha quedado fijado en el viernes inmediatamente anterior al segundo domingo de febrero, como punto de apoyo para impulsar la ayuda contra el hambre.
Quien experimenta el hambre porque voluntariamente se priva del alimento, puede llegar a comprender la injusticia que sufren quienes no tienen que comer, no un día sino muchos, incluso meses de hambre. Experimentar el hambre para combatirla es la fórmula pedagógica que ha venido funcionando desde el principio de la campaña. Estamos viviendo una crisis económica muy grave. Para que el horizonte se vaya despejando y amanezca un futuro mejor se nos ofrece un medio: compartir lo mucho o poco que tengamos. Sólo quien comparte vive dignamente. Tal vez no podremos solucionar todos los gravísimos problemas que provoca el hambre; ni podremos hacerlo de una manera inmediata, pero algo debemos hacer. Ante nuestra situación económica en España quizás alguien podría pensar que la Campaña de Manos Unidas, “un mundo nuevo proyecto común” parezca inoportuna en estos momentos. Pero a esta objeción se ha de replicar que aún con nuestras dificultades la distancia entre ellos y nosotros -por ejemplo con nuestros hermanos de Filipinas y Haití- resulta inmensa. Nosotros malgastamos en cosas superfluas. Detrás de estos cientos de millones de hombres, humillados y ofendidos esta Cristo, identificado especialmente con ellos y su causa. La Iglesia nos enseña una preferencia por los más pobres, los más débiles y los más necesitados. Necesitamos edificar la civilización del amor y reconocer a los otros como hermanos. La Doctrina Social de la Iglesia nos descubre la entraña misma del ser cristiano y la base que sustenta su actuar en el mundo y en la historia, inseparable del reconocimiento de Dios como Dios, como del sólo y único Dios, Señor único de nuestras vidas, a quien debemos un amor total por encima de todo, con todo lo que somos, con todo nuestro corazón, nuestra mente, nuestro querer y nuestros sentimientos. Un amor que es cumplimiento entero de la voluntad de Dios, de sus mandatos, que no son ajenos a nuestra condición humana, imagen de Dios; un amor que es obediencia plena al querer divino, que es su infinito y apasionado amor por todos y cada uno de los hombres. Aquí radica la verdad del hombre, ahí está su felicidad y su dicha, su libertad y la base para su encuentro en amor con los otros.
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La Doctrina social de la Iglesia tiene en su fundamento aquella expresión fundamental de la existencia del hombre, del ser cristiano: «Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios es solamente uno». Esta es la clave. «Existe un solo Dios que es el Creador del cielo y de la tierra y, por tanto, también es el Dios de todos los hombres. Realmente todos los otros dioses no son Dios y toda realidad en la que vivimos se remite a Dios, es creación suya. No se trata de un dios cualquiera, sino que el único Dios verdadero, Él mismo, es el autor de toda la realidad; (…) este Dios ama a su criatura porque la ha hecho, ama al hombre (…) personalmente (…) y le da la Torah `la Ley’, es decir, abre los ojos de Israel sobre la verdadera naturaleza del hombre, y le indica el camino del verdadero humanismo» (Benedicto XVI), inseparable del amor incondicional a Dios, que es Amor, como se ha manifestado plenamente en su Hijo Jesucristo. Jesús ha dado pleno cumplimiento a la Ley. Obediente hasta la muerte y una muerte de Cruz, cumpliendo en todo la voluntad del Padre, haciendo del querer del Padre su alimento, ha desplegado enteramente su vida hasta el extremo, hasta su entrega sacrificial por nosotros los hombres, y así nos ha mostrado el camino del hombre, en el que es inseparable la relación entre el amor a Dios y amor al prójimo. «Ambos están tan estrechamente entrelazados, que la afirmación de amar a Dios “sobre todas las cosas, por encima de todo” es en realidad mentira si el hombre se cierra al prójimo o incluso lo odia (…) el amor del prójimo es un camino para encontrar también a Dios y (…) cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también en ciegos ante Dios» (Benedicto XVI). Un mundo nuevo, un proyecto en común, nuevas tecnologías, credibilidad y originalidad para progresar en nuestra convivencia que solo se fundamenta en Dios y en la fraternidad. + Ángel Rubio Castro, Obispo de Segovia
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Diócesis de Sevilla
AYUDEMOS A MANOS UNIDAS
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Monseñor Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla.
ueridos hermanos y hermanas:
Como viene siendo una hermosa costumbre desde hace 55 años, Manos Unidas, la institución de la Iglesia en España para la ayuda, promoción y desarrollo del Tercer Mundo, organiza la Campaña contra el hambre en el segundo domingo de febrero. Con este motivo me dirijo a los sacerdotes, consagrados y laicos de nuestras comunidades parroquiales, y a todas las personas de buena voluntad, para invitaros a colaborar generosamente a este buen fin, la lucha contra el hambre en el mundo y el desarrollo de los países del hemisferio sur. Los datos son tristemente elocuentes: todavía hoy, a pesar de la globalización, la mitad de la humanidad padece hambre o está mal alimentada; una quinta parte de la población mundial sobrevive con menos de un dólar al día; y 1.200 niños mueren cada hora como consecuencia del hambre. Quiere esto decir que en nuestro mundo todo está globalizado menos la solidaridad. El pasado 16 de octubre el papa Francisco dirigía una mensaje al Director general de la FAO, con ocasión de la Jornada Mundial de la Alimentación, en el que afirmaba que uno de los desafíos más serios para la humanidad es hoy la trágica condición en la que viven millones de personas hambrientas y malnutridas, entre ellas muchos niños, algo que adquiere mayor gravedad en un tiempo como el nuestro, caracterizado por un progreso sin precedentes en diversos campos de la ciencia. Afirma el Papa que es un escándalo que todavía haya hambre y malnutrición en el mundo. Es éste un problema que interpela nuestra conciencia personal y social y que exige una solución justa y duradera. Señala también que mientras la globalización permite conocer las situaciones de necesidad en el mundo y multiplicar los intercambios y las relaciones humanas, crece el individualismo y la indiferencia respecto a quien muere de hambre o padece malnutrición, casi como si se tratara de una maldición, algo inevitable, un hecho normal al que hay que acostumbrarse. ¿Qué podemos hacer? Un paso importante es abandonar el individualismo y el encerrarnos en nosotros mismos para abrirnos a la solidaridad, que debe inspirar nuestras decisiones personales y también las decisiones en el plano político, económico y financiero y las relaciones entre las naciones. El Papa invita a superar la lógica de la explotación salvaje de la creación, cuidando el medio ambiente y sus recursos, para garantizar una alimentación suficiente y sana para todos, pues está demostrado que en el mundo hay alimentos suficientes para toda la humanidad. Esto nos obliga a superar el consumismo y el despilfarro de los alimentos, un triste signo de la globalización de la indiferencia, que nos va acostumbrando lentamente al sufrimiento de los otros, como si fuera algo nor-
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mal. El problema del hambre no tiene sólo una dimensión económica o científica, sino también y, sobre todo, una dimensión ética y antropológica. Se impone, pues la educación en la solidaridad, que es tanto como educarnos en la humanidad, tarea que nos apremia a todos, niños, jóvenes y adultos, si queremos construir una sociedad que sea verdaderamente humana, que pone en el centro de la vida personal, social y política a la persona y su dignidad, que nunca puede ser malvendida por la lógica de la ganancia o de los intereses económicos. El ser humano y su dignidad deben ser siempre los pilares de la vida personal de cada uno de nosotros y de nuestra vida comunitaria. En la educación en la solidaridad tiene un papel preponderante la familia. Ella es la primera comunidad educativa. La familia es la primera escuela no sólo de valores, sino también de virtudes. En ella aprendemos a cuidar del otro, del bien del otro, a conmoverse ante sus necesidades, carencias y dolores y a acudir a remediar con presteza sus sufrimientos. Por ello, apoyar y proteger a la familia para que eduque en la solidaridad y en el compartir fraterno es un paso decisivo para caminar hacia una sociedad más equitativa y humana que elimine la lacra del hambre en el mundo. Concluyo mi carta semanal rogando a los sacerdotes que colaboren con todo interés en la LV Campaña contra el Hambre, que celebramos en este fin de semana. Les agradezco de antemano el empeño que van a poner en la homilía y en la realización de la colecta. Agradezco también el tiempo, el interés y el trabajo de los directivos y voluntarios de Manos Unidas de toda la Archidiócesis y el desprendimiento de sus socios. Agradezco al nuevo Presidente Delegado, D. Joaquín Sainz de la Maza y Conesa, su disponibilidad ejemplar para asumir esta obra tan querida por la Iglesia en España. Le auguro un servicio fecundo al servicio de nuestros hermanos de los países del Sur. Invito a los consagrados y a los fieles todos a la generosidad con nuestros hermanos más pobres, con la seguridad de que no quedará sin recompensa. Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición. + Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla
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Diócesis de Sigüenza-Guadalajara UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN
Domingo, 2 de febrero de 2014
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Monseñor Atilano Rodríguez Martínez, Obispo de Sigüenza-Guadalajara
l papa Francisco, al analizar la realidad del mundo, señala que las relaciones humanas se mantienen en la actualidad dentro del juego de la competitividad y la ley del más fuerte. Como consecuencia de estos comportamientos, los poderosos se comen a los más débiles de la sociedad y grandes masas de población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizonte, sin salida (EG 53).
Los medios de comunicación se encargan cada día de confirmar estas enseñanzas del Santo Padre, al poner ante nuestros ojos la insufrible realidad de los campos de refugiados, la destrucción provocada por las guerras y la tristeza silenciosa reflejada en el rostro de millones de niños, que son obligados a trabajar en edad temprana o que padecen deterioro físico por falta de alimento, agua o vivienda. La constatación de esta dolorosa realidad toca una vez más nuestras conciencias haciéndonos ver que, en distintos rincones del planeta, miles de hermanos nuestros no sólo son marginados, sino excluidos de la sociedad. Cuando se considera oportuno, se les utiliza en la búsqueda de los propios intereses y cuando su actividad ya no se considera necesaria, se abandonan a su suerte. Esta realidad está muy lejos del proyecto de Dios de constituir un solo pueblo, en el que todos sus hijos, sin distinción de raza, de cultura o del color de la piel puedan vivir con dignidad y vean respetados sus derechos fundamentales. El escándalo del hambre y la pobreza extrema, que padecen tantas personas, no sólo va en contra del plan de Dios y de la dignidad de sus hijos, sino que resulta inaceptable en un mundo que dispone de recursos, de conocimientos científicos y de medios técnicos para subsanarlos. Ante la constatación de esta dolorosa realidad, los responsables de Manos Unidas, además de invitarnos una vez más a los creyentes y a las personas de buena voluntad a colaborar solidariamente en los distintos proyectos de desarrollo, quieren recordar a todos los ciudadanos y a las instituciones que, para seguir haciendo frente al hambre en el mundo, es preciso impulsar el desarrollo integral de cada ser humano como expresión y concreción de la fraternidad, a la que todos somos convocados por el Creador. La solución de estos graves problemas, ciertamente requiere dedicación y buena formación técnica pero, sobre todo, exige un auténtico espíritu de cooperación que haga posible la unión de esfuerzos, para que cada persona pueda ocupar su lugar en la sociedad de la que ha sido expulsada por el egoísmo de sus hermanos a las “periferias de la existencia”. En ocasiones, todos podemos experimentar la tentación de pensar que esto no es posible. Sin embargo, la fe en Dios y el testimonio de tantos voluntarios, que actúan en los distintos rincones
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del mundo en el servicio a los más necesitados, tiene que ayudarnos a seguir poniendo los medios a nuestro alcance para la erradicación del hambre en el mundo y para que la dignidad de cada persona sea valorada y respetada. Con la ayuda del Señor, hemos de crecer cada día en coherencia, manteniendo abiertos los caminos de la generosidad y afrontando las tentaciones egoístas que nos impiden pensar en las pobrezas y miserias de los demás. Nuestro Dios quiere y espera que tratemos a cada persona, no como un objeto de desecho, sino como un hermano que nos pertenece y de cuya suerte somos responsables. Con mi bendición, feliz día del Señor. + Atilano Rodríguez Martínez, Obispo de Sigüenza-Guadalajara
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Diócesis de Solsona
UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN
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Monseñor Xavier Novell Gomá, Obispo de Solsona.
ste año, llega la campaña contra el hambre después de muchas palabras del papa Francisco sobre la justicia, la solidaridad y el trabajo para erradicar la pobreza y el hambre. En todas ellas hay un denominador común, bien resumido en el lema de la Campaña de Manos Unidas de este año: un mundo nuevo, proyecto común.
El Papa afirma que: “Los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras” (EG 202) e insiste en que es necesario “un marco financiero mundial, con reglas propias justas y claras, para conseguir un mundo más equitativo y solidario, en el que sea posible derrotar el hambre, ofrecer a todos un trabajo digno, una vivienda decorosa y la asistencia sanitaria necesaria” (Carta al G-20, septiembre 2013). El Papa es consciente de que a un problema global hay una solución global pero a la vez sabe que las denuncias y las grandes palabras de poco sirven si no hay un cambio en el corazón. Por ello, nos interpela en su Exhortación afirmando: “temo que también estas palabras solamente sean objeto de algunos comentarios sin una verdadera incidencia práctica” (EG 200). Por ello, aunque nos desafía más cuando pone en práctica lo que dice: envía el elemosiniere pontificio a Lampedusa a organizar sus ayudas a los inmigrantes; escucha saliendo de la visita pastoral a una parroquia de Roma los habitantes del barrio que no encuentran piso donde vivir; convoca a los pobres y encarcelados de Cerdeña en la catedral de Cagliari. Antes de escribir esta glosa he mirado los resultados de la campaña de Manos Unidas 2013 y me he dado cuenta de que las aportaciones de los socios, los ingresos a través de las actividades y la parte de una herencia multiplican por 10 el que se recoge a la colecta que se hace en la Iglesia. El titular sería los comprometidos multiplican por 10 la capacidad de ayuda de Manos Unidas . En la línea de lo que pide y hace el Papa, os invito a dar un paso común en la dirección de un mundo nuevo: hacernos todos socios de Manos Unidas. Si lo que daremos en la próxima colecta de Manos Unidas, lo damos cada mes a través de una suscripción bancaria, multiplicaremos por doce la colecta del año pasado, es decir, doblaremos la contribución de Manos Unidas Solsona a la erradicación del hambre. Además de aplaudir al Papa, ¿lo imitamos? + Monseñor Xavier Novell Gomá, Obispo de Solsona.
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Diócesis de Tarazona MANOS UNIDAS: UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN
Monseñor Eusebio Hernández Sola, Obispo de Tarazona
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ueridos hermanos y amigos:
En este domingo Manos Unidas en su Campaña contra el Hambre llega a su edición cincuenta y cinco y, por lo tanto, otros tantos años que han llamado a nuestra sociedad y a nuestras conciencias para descubrir tantas necesidades que acucian a muchos hermanos nuestros en distintos lugares de la tierra. Como nos recuerda Manos Unidas en el Manifiesto de esta campaña: En el año 2000, todos los países acordaron trabajar juntos para acabar con el hambre antes de 2015. A menos de un año para que se acabe el plazo, comprobamos que estamos muy lejos de poder conseguir este objetivo. Hoy, 842 millones de personas pasan hambre. Es un escándalo que no podemos consentir. Está en nuestras manos ofrecer soluciones para que se cumpla este derecho fundamental para todos. Ante estos números sobrecogedores de personas que pasan hambre y, a la vez, ante la crisis económica que pasa nuestro país, es fácil pensar que nada podemos hacer y que nuestra respuesta sea sólo la indignación y la impotencia. En el Manifiesto Manos Unidas nos recuerda unas palabras del papa Francisco invitándonos: a dedicar un lugar especial, en nuestros corazones, para esta emergencia, que es respetar el derecho otorgado por Dios a todos de tener acceso a alimentos adecuados, a compartir lo que tenemos, en caridad cristiana, con aquellos que tienen que hacer frente a muchos obstáculos, para satisfacer esa necesidad básica. El eslogan de la Campaña de este año -Un Mundo Nuevo, Proyecto Común- nos invita a implicarnos para cambiar esta realidad superando nuestras propias dificultades y limitaciones. En enero el Santo Padre ha iniciado una campaña contra el hambre en el mundo organizada por Cáritas Internacional. El Papa está preocupado por esta herida de la humanidad y va a la raíz del problema cuando indica que el hambre en el mundo hunde sus raíces en el egoísmo del hombre que ha preferido pensar en sí mismo y no pensar en los demás, por ello nos invita a todos a prestar nuestra voz: Invito a todas las instituciones del mundo a toda la Iglesia y a cada uno de nosotros, como en una sola familia humana a dar voz a todas las personas que sufren silenciosamente el hambre, para que esta voz se vuelva un rugido capaz de sacudir el mundo. Os invito a todos a unirnos a esta llamada que nuevamente Manos Unidas nos hace en su Campaña anual. Ellos nos ayudan a participar en este proyecto común de hacer un mundo nuevo. Los distintos actos realizados en estos días -Vigilias de oración, cenas del hambre, actos de difusión, etc- nos conciencian y, a la vez, nos hacen colaboradores desde nuestra pobreza de este gran proyecto. La Misa de este domingo nos une a todos en este ejercicio de amor y generosidad.
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Felicito al equipo diocesano por su labor, al que ha dirigido hasta este año Dª. Rosa María Larraz como delegada, Dios os pagará vuestra generosidad y la eficacia y entrega con la que habéis realizado vuestro trabajo; asimismo deseo al nuevo equipo formado este año y presidido por Dª. María Isabel Uriol un trabajo fructífero y una entrega generosa. Con todo afecto os saludo y os bendigo. + Eusebio Hernández Sola, OAR Obispo de Tarazona
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Diócesis de Tarragona
En socorro del hombre herido
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Monseñor Jaume Pujol Balcells, Arzobispo de Tarragona y Primado de España
e contemplado una fotografía impresionante. Aparece el papa Francisco bendiciendo una escultura que representa a una mujer tumbada en un banco callejero, a la que no se ve la cara ni el cuerpo, hay que adivinarlo bajo una manta. La obra, del canadiense Timothy Schmalz, se titula “Jesús sin techo”. No dice: “mujer sin techo”, sino “Jesús sin techo”.
Esta consideración de que todo ser humano necesitado es para nosotros Dios que nos pide ayuda, es la que movió a tantas personas santas de todos los siglos a entregarse a obras de caridad; la que determinó que la Iglesia fuera pionera en la asistencia hospitalaria mucho antes de que el Estado se encargara.
Es también el origen de Manos Unidas, organización nacida de la voluntad de un grupo de mujeres de Acción Católica de ser consecuentes con su fe. La presencia femenina, a veces reivindicada, no necesita serlo en Manos Unidas, en sus encuentros y proyectos. Con la sensibilidad con que las mujeres ponen para hacer las cosas, año tras año, impulsan proyectos de atención a los pobres del Tercer Mundo. El lema para 2014 es: “Un mundo nuevo. Proyecto común”. Podemos acercarnos a él partiendo de ideas del papa Francisco, expresadas en la Evangelii Gaudium, y también en una oración que compuso él mismo para la fiesta de la Inmaculada y que leyó a los pies de la columna de la Virgen, en la plaza de España de Roma. Dice la oración del Papa: “Ayúdanos a estar siempre atentos a la voz del Señor; que no seamos sordos al grito de los pobres; que el sufrimiento de los enfermos y de los oprimidos no nos encuentre distraídos, que la soledad de los ancianos y la indefensión de los niños no nos deje indiferentes, que amemos y respetemos siempre la vida humana”. El evangelizador -en palabras de Francisco- es aquel que sale al encuentro del “hombre herido”. Inspirado quizá por la escena evangélica de aquel herido que permanece en la cuneta del camino de Jericó, el Papa nos pide que no pasemos de largo ante el dolor humano. Es lo que hace Manos Unidas desde hace tantos años, con sus proyectos, que no son sólo materiales, sino que se dirigen a la persona en su conjunto, al hermano necesitado. Por ello me siento siempre muy cercano a esta bendita organización que tanto bien hace en el mundo. + Jaume Pujol Bacells, Arzobispo de Tarragona y primado
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Diócesis de Terrasa
La fraternidad es el inicio del desarrollo
Monseñor Josep Àngel Saiz Meneses, Obispo de Terrassa.
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l segundo domingo de febrero tiene lugar la campaña de Manos Unidas en todos los templos de la diócesis. Manos Unidas es el nombre que recibe una organización no gubernamental de inspiración cristiana que nació de una iniciativa femenina. Fueron las mujeres de Acción Católica las que, hace más de medio siglo, comenzaron esta lucha tan razonable precisamente contra el hambre. Por este motivo se designa también con el nombre de Campaña Mundial contra el Hambre en el Mundo. En este año 2014 se realiza la campaña número 55 que tiene como lema: “Un mundo nuevo, proyecto común”. El tema sintoniza muy bien con lo que nos propone con mucha frecuencia el papa Francisco. Ya en aquella tarde del 13 de marzo del año pasado, al presentarse a las personas que llenaban la Plaza de San Pedro, abogó para que “haya un gran fraternidad”. Y después ha reiterado -sobre todo en su visita a la isla de Lampedusa- la necesidad de superar la “globalización de la indiferencia” con una globalización de la solidaridad. El núcleo de la campaña de este año se centra en reconocer que la fraternidad humana es el inicio del desarrollo. Su Santidad Benedicto XVI, en la encíclica Cáritas in veritate nos invitaba a realizar un esfuerzo común para lograr la implicación de todos en el desarrollo global. Y esto como una manifestación de la fraternidad a la que está llamada toda la humanidad. “El desarrollo de los pueblos depende, sobre todo, de que se reconozcan como parte de una sola familia, que colabora con verdadera comunión y está integrada por seres que no viven simplemente uno junto al otro” (CV 53). Para comprender en qué sentido hablamos de fraternidad es necesario acudir una vez más a Cáritas in veritate, n. 19, que, comentando la encíclica Populorum Progressio, afirma: “El subdesarrollo tiene una causa más importante aún que la falta de pensamiento: es la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos” (PP, 66). Ahora bien, esta fraternidad, ¿podrán lograrla alguna vez los hombres por sí solos? La sociedad, cada vez más globalizada, nos hace más cercanos, pero no necesariamente más hermanos. La razón, por sí sola, es capaz de aceptar la igualdad entre los hombres y de establecer una convivencia cívica entre ellos, pero no consigue fundar la hermandad. Ésta nace de una vocación trascendente; nace de Dios Padre, el primero que nos ha amado y que nos ha enseñado mediante el Hijo lo que es el amor fraterno. Pablo VI, al presentar los diversos niveles del proceso de desarrollo del hombre, puso en lo más alto, después de haber mencionado la fe, “la unidad de la caridad de Cristo, que nos llama a todos a participar como hijos en la vida del Dios vivo, Padre de todos los hombres” (PP, 21).
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Quiera Dios que la gran aceptación que el papa Francisco está obteniendo en los más diversos foros del mundo de hoy, pueda servir para construir sobre todo, un mundo en el que desparezca el escándalo del hambre, que tantas víctimas produce todavía. + Josep Àngel Saiz Meneses, Obispo de Terrassa
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Diócesis de Teruel y Albarracín
Un mundo nuevo, proyecto común
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Monseñor Carlos Manuel Escribano Subías, Obispo de Teruel y Albarracín.
elebramos este año la LV Campaña contra el Hambre de la ONG católica Manos Unidas. El lema de este año- un mundo nuevo, proyecto común- recuerda a toda la sociedad la necesidad de crear un tejido social, en el que todos somos necesarios, para construir un mundo nuevo de justicia, paz y solidaridad. En este proyecto debemos colaborar todos.
Esta Campaña tenemos la fortuna de poder realizarla a la luz de la última Exhortación Apostólica del papa Francisco, Evangelii Gaudium (EvG), que nos ofrece claves imprescindibles a la hora de servir a los pobres. Estas nos estimulan, sin duda, para que desde nuestra identidad cristiana podamos aportar también nuestro grano de arena en la construcción de ese mundo nuevo. Todos debemos colaborar en esta gozosa utopía que no hace sino poner ante nuestros ojos el sueño de un mundo más fraterno y justo. Los católicos de un modo especial. Así nos lo recuerda Francisco en su escrito: “una auténtica fe -que nunca es cómoda e individualista- siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra. Amamos este magnífico planeta donde Dios nos ha puesto, y amamos a la humanidad que lo habita, con todos sus dramas y cansancios, con sus anhelos y esperanzas, con sus valores y fragilidades. La tierra es nuestra casa común y todos somos hermanos. Si bien «el orden justo de la sociedad y del Estado es una tarea principal de la política», la Iglesia «no puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia». Todos los cristianos, también los Pastores, están llamados a preocuparse por la construcción de un mundo mejor. De eso se trata, porque el pensamiento social de la Iglesia es ante todo positivo y propositivo, orienta una acción transformadora, y en ese sentido no deja de ser un signo de esperanza que brota del corazón amante de Jesucristo” (EvG 183). Esa presencia de Jesucristo en la vida del creyente que suscita una respuesta de fe, tiene consecuencias ineludibles en la vida de la caridad y en el compromiso social: “Confesar a un Padre que ama infinitamente a cada ser humano implica descubrir que con ello le confiere una dignidad infinita. Confesar que el Hijo de Dios asumió nuestra carne humana significa que cada persona humana ha sido elevada al corazón mismo de Dios. Confesar que Jesús dio su sangre por nosotros nos impide conservar alguna duda acerca del amor sin límites que ennoblece a todo ser humano. Su redención tiene un sentido social porque Dios, en Cristo, no redime solamente la persona individual, sino también las relaciones sociales entre los hombres. Confesar que el Espíritu Santo actúa en todos implica reconocer que Él procura penetrar toda situación humana y todos los vínculos sociales” (EvG 178). Caminamos cerca de muchos hombres y mujeres de buena voluntad en la construcción de un mundo nuevo, pero lo hacemos desde nuestra identidad y desde nuestra fe: “Desde el corazón del Evangelio reconocemos la íntima conexión que existe entre evangelización y promoción humana, que
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necesariamente debe expresarse y desarrollarse en toda acción evangelizadora. La aceptación del primer anuncio, que invita a dejarse amar por Dios y a amarlo con el amor que Él mismo nos comunica, provoca en la vida de la persona y en sus acciones una primera y fundamental reacción: desear, buscar y cuidar el bien de los demás” (EvG 178). Pongamos todo nuestro empeño, como nos propone cada año Manos Unidas, en conseguir este nuevo mundo. En él los más desfavorecidos, deben ser los que tienen verdaderamente nuestra predilección que se concreta en nuestro compromiso. Gracias a todos los voluntarios y voluntarias de Manos Unidas que nos ayudáis siempre a tomar conciencia de la presencia de los más pobres y a ayudarlos con proyectos concretos y eficaces. + Carlos Escribano Subías, Obispo de Teruel y de Albarracín
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Diócesis de Toledo
Cambiar el mundo
Monseñor Braulio Rodríguez Plaza, Arzobispo de Toledo y Primado de España
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anos Unidas, Asociación de la Iglesia Católica en España, se define como una ONG no gubernamental para el desarrollo, de voluntarios, católica y de fieles laicos. Lo que significa que, de muchas formas, está orientada a la ayuda, promoción y desarrollo del Tercer Mundo. Su campaña 2014 es “Un mundo nuevo, proyecto común”. Asusta un poco, no porque no suene bien, y muy bien, sino porque nos sobreviene una duda: ¿podemos conseguir un mundo nuevo? Lo digo porque he conocido en el pasado reciente gobiernos y países que dicen perseguir un mundo nuevo, un hombre y mujer nuevos y después vemos que no resuelven los problemas reales de la gente, porque, según ellos, se resolverán después, cuando ese mundo nuevo llegue por su revolución. Es pura ideología, y un mundo que encierra mucha mentira.
Ciertamente Manos Unidas no va por ahí. Es verdad que ha luchado en estos años para que fueran posibles los objetivos de desarrollo del Milenio, y se une al esfuerzo que Naciones Unidas está haciendo para lograr un mundo más justo y solidario. “Pero la agenda de la Iglesia no es, ni puede ser, la agenda de Manos Unidas”(Cardenal Robert Sarah, presidente del Pontificio Consejo “Cor Unum”). Es importante, sin duda llevar a estas instituciones internaciones la voz de la Iglesia, la visión cristiana que ella tiene del hombre y la mujer. Pero probablemente discrepamos y discrepa de Manos Unidas de lo que es el desarrollo integral de la persona humana, que aparece claro en aquella encíclica de Pablo VI llamada Populorum Progressio; y es que la Iglesia piensa que el verdadero desarrollo de los pueblos no puede reducirse a un bienestar material. El verdadero desarrollo consiste en dar al hombre la posibilidad de crecer en todos los ámbitos de su existencia. En este trabajo está la Iglesia y Manos Unidas. Aunque no se proponga Manos Unidas un trabajo estrictamente misionero, sus miembros saben, como católicos, que existe una inseparable relación entre la caridad y la evangelización. No es posible -son palabras de nuevo del Cardenal R. Sarah- anunciar realmente a Cristo sin acoger también las necesidades materiales de las personas; cuando le damos al ser humanos a Jesús, estamos seguros que le damos la verdadera riqueza y la verdadera salvación del mundo. Pero no nos duelen prendas: el objetivo 8 del Milenio (fomentar una Asociación Mundial para el Desarrollo) nos parece estupendo, porque se refiere a la participación de los países desarrollados y en desarrollo en la lucha contra la pobreza. Ahora no están especialmente implicados en ello. Ya ha dicho el papa Francisco que “la necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no puede esperar, no sólo por una exigencia pragmática de obtener resultados y de ordenar la sociedad, sino para sanar una enfermedad que la vuelve frágil e indigna y que sólo podrá llevarla a nuevas crisis” (cfr. La alegría del Evangelio, 202). Y ha dicho más: “Mientras no se resuelvan radical-
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mente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la iniquidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La iniquidad es raíz de los males sociales” (Ibíd.). La vocación de custodiar, de acoger a los más débiles y empobrecidos no sólo atañe a nosotros, los cristianos, sino que tiene una dimensión que antecede y que es simplemente humana, y corresponde a todos los hombres. Es custodiar toda la creación. Manos Unidas quiere hacerlo moviéndose y presentando proyectos concretos de desarrollo que necesitan ser llevados adelante con nuestra ayuda monetaria y de concienciación. ¿No se animarán a participar en esta nueva Campaña contra el hambre de Manos Unidas? Les agradezco su generosidad. + Braulio Rodríguez Plaza, Arzobispo de Toledo Primado de España
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Diócesis de Tortosa
UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN
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Monseñor Enrique Benavent Vidal, Obispo de Tortosa.
l próximo domingo celebramos la campaña contra el hambre organizada por Manos Unidas. Las parroquias y otras realidades eclesiales nos unimos para sembrar horizontes de esperanza en los lugares más desfavorecidos de nuestro mundo, y en el corazón de muchas personas que carecen de lo más necesario para vivir: alimentos, instalaciones educativas, equipamientos sanitarios, etc...
Esta jornada nos ofrece la posibilidad de compartir nuestros bienes con aquellos que carecen de bienes de primera necesidad, en muchos casos para poder subsistir. Nosotros, que en estos momentos hablando constantemente de la situación de crisis que estamos atravesando, no debemos olvidar que hay muchos hermanos nuestros que están permanentemente en una situación de crisis mucho más grave que la nuestra y que sus esperanzas de superarla son mucho menores.
El papa Francisco, en muchas de sus intervenciones nos ha hablado con claridad de la vergüenza que nos debería provocar el hecho de que tantas personas mueran todavía de hambre en nuestro mundo, o carezcan de medios elementales para garantizar una educación digna o unas mínimas condiciones de salud. En la exhortación Evangelii Gaudium el Papa es contundente: «No puede ser que no sea noticia que muera de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad» (n.o 53). El lema de este año nos recuerda que la construcción de un mundo nuevo tiene que ser un proyecto común de todos los hombres. Es un lema que nos interpela a todos, independientemente de su raza, cultura o religión, a sentirnos comprometidos en la construcción de un mundo en el que todos los seres humanos vivan dignamente, de modo que el desarrollo alcance a todos los hombres y a todo el hombre. Es un lema que nos sitúa en el camino de la fraternidad universal. Para que todos los pueblos y todos los seres humanos puedan llegar a tener una vida digna, los hombres nos debemos reconocer como parte de una misma y única familia, debemos sentir los problemas de los hermanos como propios y vivir en un espíritu de profunda comunión. Para que este deseo de un mundo nuevo vaya siendo realidad debemos recuperar algunos valores en nuestra sociedad: generosidad y solidaridad en las relaciones económicas, superación del egoísmo y del deseo de búsqueda absoluta del propio beneficio, coherencia personal para pedir honestidad en el ámbito social y político. Si no compartimos estos valores sobre los que debe sustentarse nuestra sociedad difícilmente podremos construir un mundo nuevo.
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Manos Unidas nos ofrece cada a単o la posibilidad de poner nuestro peque単o granito de arena para que nuestro mundo sea un poco mejor. No dejemos pasar la oportunidad de ser solidarios con los m叩s pobres. Que el Se単or nos bendiga a todos con su paz. + Enrique Benavent Vidal, Obispo de Tortosa
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Diócesis de Tui-Vigo MANOS UNDAS: “UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN”
Monseñor Luis Quinteiro Fiuza, Obispo de Tui-Vigo
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ueridos hermanos y hermanas: La Campaña de Manos Unidas es un acontecimiento que se repite cada año, pero que no pierde con el pasar del tiempo su significado e importancia, porque el compromiso de entrega solidaria a los demás es la mejor respuesta que podemos ofrecer pues surge de lo que vemos que hizo por todos nosotros Jesús quien, como enseña el Concilio Vaticano II, “manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación” (GS 22).
El lema de Manos Unidas para este año -“Un mundo nuevo, proyecto común”- nos sitúa ante un nuevo paradigma de desarrollo, en el que se hace cada vez más evidente la fraternidad. Al hablar de “un mundo nuevo” hay que rechazar un modelo de desarrollo basado en un sistema económico mundial que, en lugar de situar en el centro de sus intereses y actuación a la persona, pone como lo más importante, el mayor beneficio con el menor esfuerzo. Por el contrario, la “novedad” del mundo que queremos se basa en un desarrollo integral y sostenible, que se concibe como un proceso, ante todo de cada persona, que incluye no sólo la obtención de recursos para responder a las necesidades tangibles, sino también al crecimiento personal -la dignidad, la libertad, la responsabilidad, la igualdad-, y que beneficia a todos y cada uno, preferentemente a los más pobres. ¿En qué dirección debemos trabajar para construir este “mundo nuevo”? Cultivando la “lógica del don” y desterrando la “lógica del interés”. Frente a la excusa “yo solo no puedo cambiar nada”, la “lógica del don” me lleva a descubrir que “cada uno puede hacer lo que está en su mano”: en la familia, en su barrio, en la escuela, en la empresa, en la parroquia… Al hablar de un “proyecto común” nos referimos a los desafíos que todos los países, ricos y pobres, los organismos internacionales, las organizaciones civiles y empresariales, así como cada una de las personas, deben afrontar para que todos tengan acceso a los alimentos, las tierras, la educación, la salud, el empleo, la vivienda… La cooperación al desarrollo es fruto de la solidaridad generosa y gratuita de todos, individuos y comunidades. A esta unión de fuerzas se refería Pablo VI en la encíclica Populorum progressio: “El desarrollo integral del hombre no puede realizarse sin el desarrollo solidario de la humanidad, mediante un mutuo y común esfuerzo”. Para Manos Unidas trabajar entre todos -involucrarse en un “proyecto común”-, por un “mundo nuevo” nace del encuentro con Cristo y de nuestra pertenencia a la Iglesia que, como la familia de los hijos de Dios, ilumina e impulsa el desarrollo fraterno de toda la humanidad. Construir un
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“mundo nuevo” es un proyecto de amor, un proyecto de hermanos, un proyecto común. El papa Francisco al comienzo de su pontificado, nos animaba a “preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón”. Os invito a todos a colaborar con Manos Unidas para que nuestra Diócesis de Tui-Vigo acoja la llamada de una misión eclesial tan urgente y necesaria. Con todo mi afecto y gratitud + Luis Quinteiro Fiuza, Obispo de Tui-Vigo
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Diócesis de Urgell
Servir, acompañar, defender
Monseñor Joan Enric Vives Sicília, Arzobispo de Urgell.
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Estos días se ha puesto en marcha la Campaña de Manos Unidas contra el hambre en el mundo, y pronto tendremos la Asamblea con los voluntarios de Cáritas de la Diócesis, que nos aporta una radiografía muy real de lo que ocurre en nuestra Diócesis en cuanto a carencias, pobrezas, y también brotes de esperanza y realizaciones de servicio y de amor. De igual forma, libros nuevos y Jornadas, y el contacto con las personas a las que, a pesar de los indicadores de mejora macroeconómica, siguen sufriendo la crisis tan dura, que hace actual el reclamo de San Pablo: “Nos apremia el amor de Cristo” (2 Co 5,14). A menudo sentimos la impotencia de no poder llegar a más, a todo… Hemos de ser humildes, levantando los ojos al cielo, y rezar, buscar en Dios la fuerza renovada para continuar trabajando, sirviendo, acompañando y defendiendo a los pobres de tantas pobrezas como palpamos. La caridad se fundamenta en la oración.
Desde los inicios de su ministerio, el papa Francisco nos habla mucho de los pobres, del núcleo de la vida eclesial que es el amor y la dedicación a los pobres y a la justicia. El pasado septiembre, desde el Centro Astalli para refugiados en Roma recordó a todas las instituciones de servicio a los pobres (p.ej. Cáritas, Manos Unidas, grupos eclesiales y ONGs), que “la limosna no es suficiente” y recordó la necesidad de acoger a las personas pobres y de integrarlas en la sociedad. “La simple acogida no basta, hay que acompañar hacia la oportunidad de aprender a caminar sobre sus propios pies”. La caridad que deja a los pobres tal como están no es suficiente. La misericordia verdadera, la que Dios nos da y nos enseña, reclama justicia, pide que el pobre encuentre su camino para dejar de serlo”. Porque debemos reconocer el derecho a vivir y a trabajar, a ser plenamente personas. Y desde ese lugar de acogida, de encuentro y de servicio, nos lanzó unas preguntas: “¿me inclino para ayudar a los que están en dificultad, o tengo miedo de ensuciarme las manos? ¿Estoy encerrado en mí mismo, en mis cosas, o miro de saber si los demás necesitan ayuda? ¿Me sirvo sólo a mí mismo, o sé servir a los demás como Cristo, que vino a servir hasta dar su propia vida? ¿miro a los ojos de los que buscan la justicia, o dirijo la mirada hacia otro lado, para no mirar a los ojos?”. Son preguntas tan directas, que nos hacen bien. Y señala que los pobres son los maestros privilegiados de nuestro conocimiento de Dios, ya que con su fragilidad y sencillez nos descubren nuestros egoísmos, nuestras falsas certezas, nuestras pretensiones de autosuficiencia, y nos guían hacia la experiencia de la proximidad y la ternura de Dios para recibir en nuestra vida su amor, la misericordia del Padre que, con discreción y paciente confianza, cuida de nosotros. De hecho los pobres, cuando los dejamos hablar, no desean ser una carga, quieren ser parte activa de una nueva sociedad. ¡Y esto es un derecho! Esta responsabilidad es la base ética, es la fuerza para construir juntos. Debemos acompañar y defender este recorrido. Y construir una fraternidad
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real. Así mismo, recomendaba a los trabajadores de las instituciones de apoyo social, a los voluntarios y benefactores, que no sólo demos un poco de nuestro tiempo, sino que tratemos de establecer una relación con los solicitantes de ayudas, a quienes reconocemos como personas, comprometiéndonos a encontrar respuestas concretas a sus necesidades. ¡Debemos mantener siempre viva la esperanza, y ayudar a recuperar la confianza! El Papa subraya tres palabras clave que pueden ser el programa de trabajo de los cristianos: Servir, acompañar, defender. + Joan E. Vives Sicilia, Arzobispo de Urgell
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Diócesis de Valencia
Con Jesucristo podemos hacer un mundo nuevo
Monseñor Carlos Osoro Sierra, Arzobispo de Valencia.
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l hambre no depende únicamente de las situaciones diversas geográficas, climáticas o de cualquier circunstancia que surja con aires desfavorables de las cosechas. El hambre también viene provocada por el hombre mismo. Hay tantas situaciones que provocan la muerte del hombre que debemos de estar atentos también hoy a la pregunta que sigue haciéndonos el Creador: “¿dónde está tu hermano?”. Que, hoy, tendría también esta traducción: ¿cómo está tu hermano? Sin lugar a dudas, nuestros egoísmos, que tienen traducciones muy diversas, hacen posible que pasemos por la vida sin hacernos estas preguntas. Pero la especulación a costa de lo que sea, el olvido de que todo hombre es mi hermano, de que el mundo lo ha creado Dios para que vivamos todos los hombres como hermanos y con la dignidad que Dios nos ha regalado, lo mismo que una organización social deficiente, hacen posible que existan seres humanos que no tengan lo necesario para vivir. Como nos ha dicho el papa Francisco, “la mayoría de hombres y mujeres de nuestro tiempo vive precariamente el día a día, con consecuencias funestas. Algunas patologías van en aumento… Hay que luchar para vivir y, a menudo, para vivir con poca dignidad… Así como el mandamiento de no matar pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir no a una economía de la exclusión y de la iniquidad. Esa economía mata” (EG 52-53). La fraternidad debe concretarse de manera práctica, con iniciativas concretas, políticas y económicas que hagan posible mejorar las condiciones de vida. Manos Unidas, organización de la Iglesia, se ha propuesto desde su nacimiento, ayudar a cambiar este mundo. Precisamente, la Campaña de Manos Unidas este año 2014 tiene este lema: “Un mundo nuevo, proyecto común”. El grito de Manos Unidas este año es que hay que eliminar y sacar la pobreza crónica que afecta a dos mil millones de personas; que hay que eliminar el individualismo. Y una manera de retirarlo es dejar nuestra comodidad y nuestros intereses personales y ocuparnos de los demás siempre. Otra, eliminar de este mundo la ley del más fuerte que continuamente engendra violencia y falta de paz. Una más, realizar una opción por el bien común que es, precisamente, lo que crea una confianza en lo más profundo del corazón del ser humano para saber experimentar que se pueden cambiar las cosas siempre y cuando nos impliquemos en ello… La fuerza que tienen para nosotros las palabras de Nuestro Señor Jesucristo y la manera en que Él mismo las hizo realidad son tan evidentes y necesarias que nos acogemos a ellas: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros” (Jn 13, 34-35). Y esto nos pidió el Señor que lo extendiésemos a todos los hombres. Precisamente por eso, cuando se devalúa este mandato del Señor, se devalúan valores que son fundamentales en las personas y en las instituciones, prevalece el subjetivismo y el individualismo crece, se genera una despreocupación y un desinterés por el bien común. En definitiva, dejamos de construir un mundo nuevo, ese Reino que ha comenzado con Jesucristo que es la expresión verdadera de lo nuevo.
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Creemos en la fuerza que tiene el Evangelio para cambiar el corazón de los hombres, de tal manera que el mandato del amor, que ha sido una gracia que el Señor ha puesto en nuestra vida con su Vida, cuando lo vivimos, nos hace ofrecer todo lo que somos y tenemos a disposición de los demás, muy especialmente de quienes tienen menos. La Campaña contra el hambre que viene desarrollando Manos Unidas desde su nacimiento tiene cada día más vigencia y más fuerza. El papa Benedicto XVI nos recordaba en la Encíclica “Caritas in veritate” la importancia que tiene saber que somos hermanos, que somos una familia todos los hombres, pues todos somos hijos de Dios y, por ello, hermanos entre nosotros. Por eso, tienen una vigencia siempre actual sus palabras que nacen del mismo Jesucristo: “el desarrollo de los pueblos depende, sobre todo, de que se reconozcan como parte de una sola familia, que colabora con verdadera comunión y está integrada por seres que no viven simplemente uno junto a otro”. Es decir, en el fondo nos recuerda que tenemos que acentuar, reforzar y formular de modos concretos la comunión entre todas las personas, para hacer posible el verdadero desarrollo, ése que responde a las exigencias que tiene la dignidad que Dios puso en el hombre y que nos ha sido revelada y manifestada por el mismo Jesucristo. El viernes 7 de febrero, Manos Unidas nos invita a celebrar el Día del Ayuno Voluntario y el domingo 9 de febrero, a la Jornada Nacional de Manos Unidas. Ésta del 2014 es la LV Campaña, “Un mundo nuevo, proyecto común”. Os invito a vivir y a celebrar estos acontecimientos que miran más allá de nosotros mismos. Lo que colaboremos en nuestra Archidiócesis de Valencia tiene un destino muy concreto en proyectos en Ecuador, Guatemala, Nicaragua, Perú, Benín, Camerún, Malawi, Marruecos (con dos proyectos: taller de costura y centro de migraciones), Mauritania, Sudán, Togo, Bangladesh, India (cinco proyectos: sanitario, hogar padres con SIDA, ampliación de una escuela de educación especial, viviendas para viudas e internado para niñas). ¡Pongámonos en marcha! ¡Vamos a hacerlos entre todos! Es verdad que todos lo estamos pasando mal. Pero hay quienes lo pasan peor. Hoy más que nunca, ante las crisis que nos afectan también a nosotros, tiene que existir solidaridad y cooperación. Prestemos atención a las necesidades de los demás, son nuestros hermanos más débiles, luchemos contra el hambre y la desnutrición. Cooperemos en crear un espíritu de justicia, armonía y paz entre todos los hombres. Os recuerdo algo que, muy a menudo, os he dicho en mis cartas semanales: no podemos permanecer pasivos ante ciertos procesos de globalización que hacen crecer desmesuradamente la diferencia entre los hombres. Cuando vemos ciertas imágenes en los Medios de Comunicación Social, es verdad que nos sobrecogen. Pero hemos de ir mucho más allá, hemos de preguntarnos y responder adecuadamente a estas preguntas: ¿no son nuestros hermanos y hermanas? ¿Acaso sus hijos no vienen al mundo con las mismas esperanzas legítimas de felicidad que los demás? Nuestro Señor Jesucristo, Pan de vida eterna, nos hace estar atentos a los demás, a todas las situaciones de pobreza en que se encuentran. El alimento de la Verdad, que es el mismo Jesucristo, nos impulsa a decidirnos a eliminar las situaciones indignas de los hombres y nos da fuerza y ánimos para trabajar sin descanso en la civilización del amor, en construir lo que el papa Francisco, en la Encíclica Lumen fidei, nos dice en su capítulo IV: “Dios construye la nueva ciudad”. La Iglesia tiene que estar atenta a todas las situaciones que vive el ser humano, debe trabajar, sostener, con palabras y obras, una acción solidaria, programada, responsable y regulada. No hace con ello acciones políticas. Se une al esfuerzo por regalar la vida y reconocer la dignidad que tiene todo ser humano, viendo en todos su valor trascendente que es el primer paso para favorecer la conversión del corazón. Cristo nos propone, de modo visible, el rostro de Dios y el rostro del hombre. “Un mundo nuevo, proyecto común”. Con gran afecto os bendice
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+ Carlos Osoro Sierra, Arzobispo de Valencia
Diócesis de Valladolid
“UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN”
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Monseñor Ricardo Blázquez Pérez, Arzobispo de Valladolid
a Campaña nº 55 de Manos unidas pide este año de manera especial unir evangelización y solidaridad en la ayuda necesaria para combatir el hambre en el mundo. Convoca a una alianza por un mundo nuevo que presupone la fraternidad de todos los hombres.
Pero, ¿cómo sostener la fraternidad sin el don proclamado y acogido de un Padre común que en Jesucristo nos ha desvelado nuestra condición de hijos y hermanos?
Por ello Benecicto XVI en Caritas in veritate afirma: “el desarrollo de los pueblos depende, sobre todo, de que se reconozcan como parte de una sola familia, que colabora con verdadera comunión y está integrada por seres que no viven simplemente uno junto al otro” (CV 53) El papa Francisco al impulsar la Campaña internacional de Cáritas “Una sola familia humana alimentos para todos”, que Manos Unidas hace suya, nos convoca: “Invito a todas las instituciones del mundo, a toda la Iglesia y a cada uno de nosotros mismos, como una sola familia humana, a dar voz a todas las personas que sufren silenciosamente el hambre, para que esta voz se convierta en un rugido capaz de sacudir al mundo… Nos encontramos ante un escándalo mundial de casi mil millones de personas. Mil millones de personas que todavía sufren hambre hoy, no podemos mirar a otra parte, fingiendo que el problema no exista. Los alimentos que hay a disposición hoy en el mundo bastarían para quitar el hambre a todos”. Y en su mensaje para la Jornada Mundial de la paz hace de la fraternidad premisa para vencer la pobreza, por lo que “la fraternidad tiene necesidad de ser descubierta, amada, experimentada, anunciada y testimoniada. Pero sólo el amor dado por Dios nos permite acoger y vivir plenamente la fraternidad”. Esta es nuestra diferencia y también nuestra aportación a la alianza mundial que proponen los Objetivos del Milenio de Naciones Unidas. Nuestra Programación pastoral en su acción nº 24 pide cuidar esta Campaña y recuerda la importancia de que todas las parroquias, comunidades y lugares de culto público realicen y entreguen la colecta. No podemos justificar nuestra falta de participación en las situaciones difíciles que la crisis nos hace experimentar, pero menos aún en nuestras propias necesidades parroquiales por obras u otro tipo de gastos. Unámonos como pueblo de hermanos en una alianza por un mundo nuevo, un proyecto común que brota de vivir y anunciar la alegría del evangelio. + Luis Argüello, Vicario General de Valladolid
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Diócesis de Vic
Un mundo nuevo, desde la fraternidad Monseñor Romà Casanova Casanova, Obispo de Vic.
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a campaña de Manos Unidas vuelve a llamar a las puertas de nuestro corazón para que demos la respuesta de generosidad abundosa en favor de los más pobres de nuestro mundo. La mirada del cristiano tiene que ir siempre más allá de la realidad pequeña o grande que nos rodea, para ampliarla a todo el mundo.
Todo el mundo me pertenece, todas las personas que en él habitamos formamos una gran familia. Todo lo que sucede a un hermano mío, aunque esté bien lejos de mi, me implica. Es necesario, pues, que tengamos la mirada amplia capaz de hacer un proyecto común para todo el mundo, teniendo en cuenta los intereses de todos, no sólo los de algunos, los que formamos parte de los países más ricos y más desarrollados.
Para que esto sea posible nos hace falta avanzar en la consciencia de la fraternidad universal. El papa Benedicto XVI decía: «Hoy la humanidad aparece mucho más interactiva que antes; esta mayor vecindad tiene que transformarse en verdadera comunión. El desarrollo de los pueblos depende que se reconozcan como parte de una sola familia que colabora con verdadera comunión y está integrada por seres que no viven simplemente uno al lado del otro» (Deus charitas est, 53). Pero no lo vivimos siempre como debemos. El mundo de la pobreza no sólo no decrece, sinó que parece que aumente. Los ricos son cada vez más ricos y los pobres más pobres. La globalización de la indiferencia -como la califica el papa Francisco- nos habitua, demasiadas veces, al sufrimiento del otro, encerrándonos en nosotros mismos en el mundo individualista y hedonista del propio placer. Las ideologías que se van imponiendo en nuestro mundo nos llevan a un mayor individualismo egoista que conduce a un consumismo materialista que desemboca en el menosprecio del otro. Sólo en la medida en que el otro me da, este me interesa. Ahora bien, la fraternidad universal que está en la base del mundo nuevo en la paz, la justicia y la libertad no es posible con una simple mirada ética. Nos dice el papa Francisco en el mensaje para la Jornada Mundial de la Paz del 1 de enero de este año: «Una fraternidad privada de referencia a un Padre común, como fundamento último, no consigue subsistir. Una verdadera fraternidad entre los hombres supone y requiere una paternidad transcendente. Desde el reconocimiento de esta paternidad, se consolida la fraternidad entre los hombres, es decir, este hacerse “prójimo” que se preocupa del otro» (núm. 1). El apoyo que en el ámbito de las parroquias y en otras instancias podamos dar a la Campaña contra el Hambre en este año, en el cual nos presenta proyectos bien concretos, debe de ser expresión de nuestra fraternidad con los hombres y mujeres que más sufren en nuestro mundo; una fra-
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ternidad que nace del reconocimiento del Padre de todos los hombres, que en Jesucristo nos ha manifestado su generosidad immensa, dĂĄndonos su Hijo, que por la muerte en cruz ha hecho posible el mundo nuevo reconciliado en el amor. MonseĂąor RomĂ Casanova Casanova, Obispo de Vic.
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Diócesis de Vitoria JORNADA NACIONAL MANOS UNIDAS Campaña LV. Año 2014
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Monseñor Miguel Asurmendi Aramendía, Obispo de Vitoria.
a Organización católica para el desarrollo Manos Unidas (M.U.), lanza su campaña número 55 en este año 2014. Lleva por título: “Un mundo nuevo, proyecto común”.
Está en sintonía con los Objetivos de Desarrollo del Milenio propuestos por Naciones Unidas, singularmente con el objetivo 8, que dice: “Fomentar una Asociación Mundial para el Desarrollo”. M.U. afirma que esta Asociación Mundial es imprescindible si se quiere avanzar en la lucha contra la pobreza. Y necesita que se impliquen en ella los países desarrollados y los que están en vías de desarrollo. El papa Francisco se ha hecho eco de esta urgencia mundial y ha promovido una iniciativa a favor de las personas y de los pueblos necesitados, iniciativa propuesta en el mes de diciembre de 2013 y que se extenderá hasta el año 2015. El Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, del día 1 de enero de 2014, el Santo Padre lo ha centrado en la fraternidad entre los seres humanos y los pueblos de la tierra. La fraternidad hunde sus raíces en la paternidad de Dios, que nos hace hijos del Padre y hermanos entre hermanos. Una fraternidad vivida es camino para la paz y hace crecer el compromiso para la superación de la pobreza en el mundo. M.U. nos avisa que nuestro mundo globalizado está generando injusticias y desigualdades que han configurado maneras diferentes de estar: a) El mundo de la pobreza estructural crónica; cerca de dos mil millones de personas, que carecen de lo necesario para vivir. b) El mundo del individualismo, donde prevalece el propio interés. c) El mundo de la violencia, donde se impone la ley del más fuerte. d) El mundo del compromiso por el bien común, en el que las personas confían en cambiar la situación real y se implican en ello. M.U. y cuantos colaboramos con esta Organización católica nos situamos en el cuarto grupo y prestamos nuestra colaboración para mejorar la situación de las personas necesitadas del mundo. Causa noble la de M.U. que merece nuestra adhesión y colaboración. Con mi afecto y bendición + Monseñor Miguel Asurmendi Aramendía, Obispo de Vitoria
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Diócesis de Zamora
Un mundo nuevo: un proyecto mío y nuestro
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Monseñor Gregorio Martínez Sacristán, Obispo de Zamora.
uy queridos hermanos en el Señor Jesucristo:
Impulsada por su propósito de aportar cada día más aliento y bienes para los hombres más vulnerables, Manos Unidas emprende una nueva Campaña con la que alcanzar sus objetivos que este año quieren estar marcados por el anhelo expresado en este lema: “Un mundo nuevo, proyecto común”, con el que todos nos identificamos. Con este anhelo Manos Unidas pretende encaminarnos hacia la fraternidad universal, que es el horizonte esencial para que avancemos hacia la creación de condiciones de desarrollo integral en todos los pueblos de la tierra. Lo cual requiere estar sostenido en estos principios fundamentales: la verdad, la justicia, el amor y la libertad.
Además la presente Campaña de Manos Unidas se inserta dentro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, entre los cuales se quiere incidir en el que procura “fomentar una alianza mundial para el desarrollo”, que sólo se alcanzará en la medida que se den relaciones que reconozcan y posibiliten la fraternidad de todos los hombres. Por ello Manos Unidas se propone desarrollar todo su trabajo con el fin de que se avance en el reconocimiento de la fraternidad de toda la humanidad para impulsar la implicación de todos en el desarrollo global. Así sólo se progresará en la consecución del desarrollo cuando se camine desde la responsabilidad y del compromiso de todos para que los derechos humanos sean cumplidos, se atiendan los servicios básicos de salud y educación, se garantice la alimentación y se proteja el medio ambiente. Nuestro mundo actual, como bien conocemos, se encuentra inmerso en la dinámica de la globalización, que debiera posibilitar que todos los hombres y mujeres pudieran acceder a los bienes básicos y se lograra la superación de las injusticias. Pero realmente esto no se ha conseguido aún, de tal manera que permanecen carencias fundamentales, fruto de injusticias, así como se han reconfigurado las desigualdades entre los hombres. Además se ha desarrollado un mundo marcado por la interdependencia, en el cual se reconocen cuatro maneras diferentes de estar o de vivir: Por un lado, el mundo de los pobres estructuralmente crónicos: las personas que llevan tiempo sumidos en múltiples carencias, que pueden ser cerca de dos mil millones de seres humanos. Por otro, el mundo individualista de la comodidad y la satisfacción: las personas que tienen acceso con abundancia a condiciones básicas de vida, y controlan mayoritariamente la economía, la información, la política y la cultura. Por otro, el mundo de la violencia activa y latente: donde están presentes el terrorismo y la violencia organizada, la trata de personas, la explotación de las personas o la esclavitud laboral. Y por otro, el mundo receptivo a gestos y signos de esperanza; ya que son muchos quienes tratan de superar la resignación que inmoviliza, generando iniciativas de compromiso a favor del bien común, desarrolladas por numerosos voluntarios, por instituciones solidarias,
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y por movimientos y redes sociales; todos los cuales apuestan y se implican por un mundo mejor, y que están presentes en el Norte y en el Sur. Para hacer frente a las grandes carencias y deficiencias que persisten en nuestro mundo es necesario decidirse por buscar un nuevo modelo de desarrollo que sea humano, con vistas a ir construyendo un mundo nuevo que sea más justo y equitativo. Esto conlleva asumir un nuevo modelo de desarrollo integral y sostenible que ha de estar caracterizado por ser un proceso en el que cada persona crezca en la conciencia de su dignidad, igualdad y responsabilidad para gestionar la propia vida y cuidar la vida de los otros desde la verdad, la justicia, la paz y el amor. Este proceso se realizará en todas las dimensiones de la vida social: educación, economía, cultura y espiritualidad; y promoviendo procesos que potencien la solidaridad y la donación generosa de los individuos y las comunidades. Además ha de beneficiar a todos y cada uno de los hombres, con preferencia a los más pobres. Así como ha de ser viable para las personas de hoy y de mañana; por lo tanto, un desarrollo que salvaguarda los bienes comunes y los administra con responsabilidad, pensando en el presente y en el futuro. Para alcanzar el objetivo que Manos Unidas se plantea en esta Campaña está firmemente enraizada en la convicción que es Dios, quien primera y fielmente, se ha propuesto, así como nos está capacitando y exigiendo a todos los hombres, este proyecto: un mundo nuevo en que se extienda a todos la fraternidad entre los hombres y entre los pueblos. Esto se concreta para esta Organización Católica: continuar trabajando a favor del desarrollo integral y sostenible, centrándose en tres ámbitos que procuran el bien común: la defensa de los derechos humanos, la atención a las personas y comunidades más vulnerables y la creación de espacios de diálogo entre las culturas. Por lo cual Manos Unidas nos invita a asumir que sólo iremos generando “un mundo nuevo” en la medida que este anhelo constituya y sea ya acogido comprometidamente como un “proyecto común”, o sea, aunando y compartiendo esfuerzos personales y colectivos. Para esto nos alienta y nos propone involucrarnos expresamente en bien de la fraternidad, es decir, de la creación y el cultivo de relaciones humanas. Esto supone que a nivel personal: desterremos la “lógica del interés” y cultivemos la “lógica del don”; promovamos la cultura del “cuidado del otro”, frente a la insensibilidad frente al sufrimiento ajeno; apoyemos el consumo austero y solidario, frenando la cultura del consumo compulsivo y superfluo; cambiemos la excusa resignada: “no puedo cambiar el mundo”, por la decisión “puedo hacer lo que está en mi mano” en los más diversos ámbitos de nuestra vida; promovamos actitudes de acogida, cooperación, diálogo y respeto, frente a la tendencia a la competitividad y el conflicto; fomentemos la “cultura de la vida” y la familia, frente a la fractura social y el individualismo; salvaguardemos el carácter trascendente de la persona; y antepongamos la lógica de los derechos humanos fundamentales, los deberes y la responsabilidad, a la lógica del individualismo, los derechos particulares y las apetencias inmediatas. Reconocemos que con todas estas propuestas sí que se construye un mundo nuevo, por ello sintámonos interpelados a asociarnos al llamamiento de Manos Unidas, asumiendo sus iniciativas, lo cual significa implicarnos generosamente con ella para que su proyecto lo vivamos como algo propio a través de nuestra colaboración particular. + Gregorio Martínez Sacristán, Obispo de Zamora
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Diócesis de Zaragoza
UN NUEVO MUNDO, PROYECTO COMÚN Monseñor Manuel Ureña Pastor, Arzobispo de Zaragoza.
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elebramos hoy en toda la Iglesia la fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo y levantamos nuestra oración a Dios a favor de la vida consagrada, cuya fiesta anual también hoy se celebra.
Muy conscientes de la importancia de la Vida Consagrada para la Iglesia, nos atrevemos a decir con esta oración del papa Benedicto XVI: “Oh María, Madre de la Iglesia, te encomiendo toda la vida consagrada, a fin de que tú le alcances la plenitud de la luz divina: que viva en la escucha de la Palabra de Dios, en la humildad del seguimiento de Jesús, tu hijo y nuestro Señor, en la acogida de la visita del Espíritu Santo, en la alegría cotidiana del Magnificat, para que la Iglesia sea edificada por la santidad de vida de estos hijos e hijas tuyos, en el mandamiento del amor. Amén”. Abiertos al futuro, que es siempre la grata sorpresa que Dios nos depara con el amanecer de cada día, el próximo domingo 9 de febrero, V del Tiempo Ordinario, celebramos en todas las Iglesias particulares de España la colecta de la Campaña de Manos Unidas contra el hambre en el mundo, cuya LV edición llevamos a cabo en este año de gracia de 2014. Como repetimos hasta la saciedad año tras año, Manos Unidas mantiene dos líneas de trabajo: dar a conocer y denunciar la existencia del hambre y del subdesarrollo en nuestro tiempo, sus causas y sus posibles remedios; y reunir medios económicos para financiar los programas, planes y proyectos de desarrollo integral encaminados a atender estas necesidades. Pues bien, la Campaña LV que estamos viviendo este año, con el hermoso lema “Un mundo nuevo, proyecto común”, se apoya en el octavo Objetivo de Desarrollo del Milenio, que persigue “fomentar una asociación mundial para el desarrollo”, y quiere hacer un llamamiento a la sociedad española para que ésta se comprometa en la construcción de este mundo nuevo. ¿Cómo va a ser posible el advenimiento de tal mundo nuevo? ¿Qué perfiles estructurales se distinguirán en su rostro? Y, finalmente, ¿a qué mediacianes habremos de recurrir para que a través de ellas se cree y se afiance este mundo nuevo algunos de cuyos rasgos parecen ya columbrarse? Decididos a no dejarnos seducir por los falsos optimismos del pasado y a volver a acometer la marcha con mayor realismo para evitar nuevos tropiezos, una cosa es clara: no podemos avanzar hacia un desarrollo integral solidario de la humanidad si seguimos pensando que el progreso es sólo una cuestión de mejorar procesos económicos, políticos o sociales. Necesitamos un compromiso solidario mundial basado en la verdad de la naturaleza humana, que nos reclama el reconocimiento de los otros como verdaderos hermanos. El reconocimiento de la fraternidad fundamental del géne-
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ro humano nos permite salir al encuentro de los que tenemos cerca y de los que están lejos. Nos invita a que cuidemos los unos de los otros. Por eso, pasados tre lustros, la Comunidad Internacional, que se comprometió firmemente entonces a poner en marcha las políticas necesarias para que en 2015 hubiese más personas que pudieran vivir conforme a su dignidad humana, reconoce hoy que algo se ha logrado, pero algo muy exiguo en comparación con lo que habría sido necesario y con lo que infundadamente se esperaba. Más todavía, hoy, los espíritus más despiertos observan que, por culpa del optimismo imperante del año 2000 en que fueron redactados los Objetivos del Milenio, cuando cundía por todas partes la euforia de la globalización, los problemas no solamente no se han solucionado, sino que las injusticias y desigualdades se han reconfigurado dando lugar a um mundo caraterizado por la independencia y como muy lejano a las exigencias de la globalización. Porque, queramos o no, nuestro mundo actual no tiene más remedio que admitir que es un mundo de los pobres estructurales crónicos, que es un mundo individualista de la comodidad y de la satisfacción, y que es un mundo de la violencia activa y latente, el mundo del terrorismo local e internacional, de las dictaduras militares y políticas, de las bandas organizadas al servicio de intereses oscuros. Y es que, como tan bien dice Caritas in Veritate 19, comentando Populorum progressio 66, el subdesarrollo tiene una causa más importante todavía que la falta de pensamiento: es la ausencia de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos. Esta fraternidad, ¿podrán lograrla alguna vez los hombres por sí solos? La sociedad cada vez más globalizada, nos hace, día tras día, físicamente más cercanos, pero no más hermanos. La razón, por sí sola, es capaz de aceptar la igualdad entre los hombres y de establecer una convivencia cívica entre ellos, pero no consigue fundar la hermandad, la cual nace de una vocación trascendente de Dios Padre, el primero que nos ha amado y que nos ha enseñado, mediante el Hijo, lo que es la caridad fraterna. Por tanto, si realmente queremos otro mundo, no podemos seguir como hast ahora, porque la realidad que hemos creado nos aplasta, nos agrede, nos exige más y más. Ella es el resultado de un modelo de desarrollo basado en un sistema económico mundial en el que el mayor beneficio con el menor esfuerzo es siempre el centro, en vez de serlo, como debería ser, el bien de las personas. ¡Cuánto pueden contribuir al cambio del mundo esas heroínas cristianas que son las mujeres de Manos Unidas! Estais llamadas a ser la levadura, el fermento y la sal de este nuevo mundo que ya comienza a sentirse en el aire. Colaboremos con ellas. Son fe viva y razón despierta. Y colaboremos todo lo que podamos en la colecta contra el hambre en el mundo del próximo domingo, 9 de febrero. + Manuel Ureña Pastor, Arzobispo dse Zaragoza
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SERVICIOS CENTRALES Barquillo, 38-3ยบ. 28004 Madrid TEl.: 91 308 20 20. Fax: 91 308 42 08 info@manosunidas.org www.manosunidas.org