Cartas Pastorales con motivo de la
Jornada Nacional de Manos Unidas Campaña 57
PLÁNTALE CARA AL HAMBRE:
SIEMBRA
Febrero 2016
Sumario Diócesis de:
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Albacete
Asidonia-Jeréz Astorga Ávila
Barbastro-Monzón Barcelona Bilbao
Burgos
Cádiz-Ceuta Cartagena
Ciudad Real Córdoba
Coria-Cáceres Getafe Girona
Guadix Huelva
Huesca y Jaca Jaén
León
Lleida Lugo
Madrid
Mallorca
Menorca
Mérida-Badajoz
Mondoñedo-Ferrol
5. 7. 9. 11. 13. 15. 17. 19. 21. 23. 25. 27. 29. 31. 33. 35. 37. 39. 41. 43. 45. 47. 49. 51. 53. 55. 57.
59. 61. ✔ Ourense 63. ✔ Oviedo 65. ✔ Palencia 67. ✔ Pamplona y Tudela 69. ✔ Plasencia 71. ✔ San Sebastián ✔ Sant Feliu de Llobregat 73. 75. ✔ Santander ✔ Santiago de Compostela 77. 79. ✔ Segorbe-Castellón 81. ✔ Segovia 83. ✔ Sevilla 85. ✔ Sigüenza-Guadalajara 87. ✔ Solsona 89. ✔ Tarazona 91. ✔ Tenerife 93. ✔ Teruel y Albarracín 95. ✔ Toledo 97. ✔ Tortosa 99. ✔ Urgell 101. ✔ Valladolid 103 ✔ Vic 105. ✔ Vitoria 107. ✔ Zamora 109. ✔ Zaragoza ✔
Osma-Soria
Saludo
T
Mons. Carlos Escribano Subías Obispo de Teruel y Albarracín
engo la oportunidad de asomarme por primera vez a esta tradicional publicación que, cada año, nos remite Manos Unidas, en la que se recogen las Cartas Pastorales que los obispos publican en sus diócesis coincidiendo con la Campaña anual contra el Hambre. Tomo el relevo de quien ha sido mi predecesor, Monseñor Juan José Omella, Arzobispo de Barcelona, que ha sido Consiliario Nacional de Manos Unidas durante 16 años. Una trayectoria larga y fecunda que quiero agradecer en estas líneas. En Manos Unidas ha dejado un excelente recuerdo y una fructuosa labor al servicio de todos los amigos de esta Asociación eclesial y de los más necesitados a quienes, desde ella, se sirve. Desde que he tenido la oportunidad de comenzar mi tarea de Consiliario Nacional he encontrado a mucha gente en Manos Unidas cargada de entusiasmo, ilusión y buen hacer que siempre mira al futuro con decisión y con ganas de seguir plantando cara, con generosidad y determinación, a la pobreza en el mundo. Mirar al futuro requiere también saber mirar con gratitud al pasado para entender plenamente el sentido de lo que hacemos: en 1959, un grupo de mujeres de Acción Católica, lanza la primera Campaña de Manos Unidas. Su objetivo: “Declarar la guerra al hambre”. Más de medio siglo después aquella lucha sigue viva. Muchas batallas se han ganado en todo este tiempo. El enemigo es poderoso, pero hay que seguir luchando para llevar un rayo de esperanza a tantas y tantas personas pobres de los países del Sur. Todos somos conscientes de que Manos Unidas es una de las organizaciones católicas de más prestigio nacional e internacional. Se lo ha ganado a pulso por el rigor con el que gestiona sus ayudas, por la entrega con la que trabajan sus muchos voluntarios y voluntarias, por la identidad cristiana que mantienen los miembros de la Asociación y por la eficacia con la que saben dar respuesta a todas las demandas que se proponen en los proyectos que, año tras año, presentan a las parroquias e instituciones.
Este curso, la Campaña de Manos Unidas ha coincidido con la celebración del Jubileo extraordinario de la Misericordia convocado por el papa Francisco. El Papa nos exhorta a vivir este año acogiendo el don de la Misericordia, y nos anima a convertirnos en “Misericordiosos como el Padre”. Para ello nos propone un camino práctico: cumplir las obras de misericordia. Estas nos ayudan a poner en el centro a los pobres y a quienes necesitan nuestra ayuda. Nos mueven a abrirnos a los demás y a sus necesidades. El Papa nos recuerda que el amor a los pobres y nuestro compromiso a la hora de ayudarles no es una cuestión optativa para la Iglesia ni para los creyentes, sino que es una cuestión básica del Evangelio, “dado que Dios otorga a los pobres su primera misericordia” (Evangelii Gaudium 198). Francisco, en la bula de convocatoria del Jubileo extraordinario de la Misericordia, lo recuerda con fuerza: “Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra
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conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina. La predicación de Jesús nos presenta estas obras de misericordia para que podamos darnos cuenta si vivimos o no como discípulos suyos. Redescubramos las obras de misericordia corporales (…).Y no olvidemos las obras de misericordia espirituales”. (Misericordiae Vultus 15). Entre las obras de misericordia corporales, la primera es dar de comer al hambriento. El papa Benedicto XVI nos recordaba que esta obra de misericordia es una responsabilidad eclesial derivada de la misma acción de Jesús: “En muchos países pobres persiste, y amenaza con acentuarse, la extrema inseguridad de vida a causa de la falta de alimentación: el hambre causa todavía muchas víctimas entre tantos Lázaros a los que no se les consiente sentarse a la mesa del rico Epulón, como en cambio Pablo VI deseaba. Dar de comer a los hambrientos (cf. Mt 25,35.37.42) es un imperativo ético para la Iglesia universal, que responde a las enseñanzas de su Fundador, el Señor Jesús, sobre la solidaridad y el compartir. Además, en la era de la globalización, eliminar el hambre en el mundo se ha convertido también en una meta que se ha de lograr para salvaguardar la paz y la estabilidad del planeta.” (Cari-tas in Veritate 27). Es verdad, que en muchas ocasiones la lucha contra el hambre se nos presenta lejana, ajena, imposible de vencer… Siempre me hago la consideración de que si eso lo hubiesen pensado aquel grupo de mujeres audaces, que hace más de medio siglo se pusieron manos a la obra pensando que la palabra imposible no podía formularse, hoy Manos Unidas no sería una realidad. Y tanta gente que se ha visto favorecida por su ayuda no la hubiese podido disfrutar. Pero ellas se pusieron a sembrar, a dar pequeños pasos con generosidad y resolución. Aquella sensibilidad sigue viva y se acrecienta año tras año. Me parece muy acertado el que Manos Unidas, de algún modo, recupere sus orígenes, y vuelva a poner en el centro de su tarea la lucha contra el hambre. Así lo vemos en las propuestas de esta 57 Campaña. El lema de este año es muy elocuente y, a mi parecer, está cargado de intención. Dice así: “Plántale cara al hambre: siembra”. Es elocuente porque nos sitúa con claridad ante el problema del hambre en el mundo. Un drama que sigue siendo una realidad y que exige que tomemos conciencia ante el mismo. A la vez, está cargado de intención. No basta con tomar conciencia. Se nos llama a la acción, a tomar medidas y buscar soluciones. En definitiva a comprometernos. Lleva-mos más de medio siglo luchando con eficacia frente al subdesarrollo que lastra y subyuga a mu-chos países del Sur. Es cierto que se han ganado muchas batallas, pero la guerra no se ha terminado. Y de ello nos sigue haciendo conscientes Manos Unidas. En esa tarea nos sentimos todos implicados. Las cartas pastorales de los obispos que recoge este sencillo volumen así lo manifiestan y nos animan, una vez más, a seguir trabajando en esta tarea que con tanta constancia llevan adelante los seglares en nuestras diócesis, mayoritariamente mujeres. Cuantas iniciativas surgen en los días de la Campaña y a lo largo de todo el año, en nuestras parroquias y arciprestazgos, animadas desde las Delegaciones Diocesanas o desde las comarcales. Iniciativas audaces, cargadas de generosidad, ilusión, trabajo y desvelos; pero, sobre todo, de solidaridad que se convierte en expresión de la Misericordia, al abrazar a tanta gente necesitada que se ve beneficiada con nuestros proyectos de desarrollo. Con confianza acudimos a Santa María en esta tarea: “María atestigua que la misericordia del Hijo de Dios no conoce límites y alcanza a todos sin excluir a ninguno”. (Misericordiae Vultus 24). Sí, de su mano queremos llevar la caricia y la ternura de Dios a todos, especialmente a los más necesitados. Es un reto al que debemos comprometernos sin descanso.
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+ Carlos Escribano Subías Obispo de Teruel y Albarracín
Diócesis de Albacete
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Campaña de Manos Unidas 2016
Monseñor Ciriaco Benavente Mateo, Obispo de Albacete.
ueridos diocesanos:
Manos Unidas, la organización de la Iglesia católica para la promoción y el desarrollo de las personas más necesitadas, sacude, un año más, nuestra conciencia ante la realidad del hambre, que sigue afectando, todavía en el siglo XXI, a cientos de millones de personas.
A través de Manos Unidas, nuestra Iglesia sigue manifestándose como madre y maestra de humanidad, cercana y comprometida con los más pobres de la tierra. La lucha contra el hambre, contra la alimentación deficiente sobre todo de la infancia, contra la enfermedad y sus causas, contra la falta de formación y de instrucción en los países en vías de desarrollo constituye la pasión y la opción de Manos Unidas. Su visión del mundo y de la marginación, fundamentada en el Evangelio y en la Doctrina Social de la Iglesia, da a su tarea una perspectiva y una confianza original: la dignidad de cada persona y su capacidad de llegar a ser responsable por sí misma de mejorar material y espiritualmente, de ir creciendo, hasta alcanzar una vida realmente digna.
Manos Unidas sabe del destino universal de los bienes de la tierra, y no sólo para unos pocos; y que hay un Bien Común que exige que los derechos humanos sean garantizados para todos, por encima de cualquier interés particular. Por eso, no cesa de denunciar la injusticia y de invitarnos a ser ejemplares en los gastos y en el consumo, de manera que la austeridad nos permita compartir generosamente con los necesitados. Sabéis bien que el dinero que se entrega, salvo una pequeña partida, imprescindible para la gestión y sensibilización, va directamente a los proyectos de desarrollo.
El verano pasado, visitando en Zimbabwe a nuestro hermano, Mons. Ángel Floro, con motivo de sus bodas de oro sacerdotales, nos mostraba éste las diecisiete escuelas promovidas por la diócesis de Gokwe, de la que es obispo; cada escuela contaba con más de mil alumnos, repartidos en los diversos niveles, y con un alto prestigio en el país por sus instalaciones, funcionamiento y calidad de la enseñanza. ¡Qué gozo oír a profesores y alumnos expresar su agradecimiento a Manos Unidas! Todos los niños, hasta los más pequeños, sabían decir “Manos Unidas”.
Frente a la cultura del descarte, que tantas veces ha denunciado el Papa Francisco, Manos Unidas empieza en este año 2016 un trienio en que quiere seguir empeñada a fondo en su lucha contra el hambre, retomando su misión fundacional: hambre de pan, hambre de cultura, hambre de Dios. Las palabras del manifiesto fundacional vuelven a resonar frescas e interpelantes, después de más de medio siglo: “Un solo obstáculo en la lucha contra el hambre sería insuperable: creer la victoria imposible. Ahora bien, todos unidos y en conexión con todos aquellos que se dedican a la misma tarea, podemos mucho más de lo que creemos. No se necesita más para acometer la empresa. Declaramos la guerra al hambre”. La encíclica Laudato si´, que nos habla del cuidado de la casa común y de sus
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habitantes, la bula de promulgación del Año de la Misericordia, Misericodiae vultus, y la instrucción pastoral de los obispos españoles, La Iglesia, servidora de los pobres, han contribuido a reavivar el empeño inicial y a abrir las puertas de la esperanza. El lema de la Campaña de este año, que hace ya el número 57, es tan sugerente como estimulante: “Plántale cara al hambre: Siembra”. “La siembra representa, nos dice Manos Unidas, el inicio del proceso de alimentación. Se trata de una actividad fundamental en la vida de nuestros socios locales, muchos de ellos pequeños productores y familias cuyo único modo de subsistencia es el cultivo de pequeños huertos… Pero además, desde nuestra óptica cristiana, nos trae la imagen del Sembrador, del Padre que reparte sus dones abundantemente y que nos confía la tarea de custodiar el campo y de repartir sus frutos para que todos tengan vida”. Como todos los años, Manos Unidas nos invitaba a preparar el lanzamiento de Campaña con una jornada de ayuno y oración, el día 12 de febrero. Y hoy, en todos los templos de la Diócesis, y en todas las Misas, se hará la colecta contra el hambre, que se entregará íntegramente a la Delegación Diocesana de Manos Unidas.
Manos Unidas nos invita a sumarnos a esa siembra de corazones compasivos, capaces de abrirse a las necesidades de los más pobres y alejados; corazones que impulsen acciones concretas para acabar con el hambre. Hay que unir muchas manos, como las vio el obispo poeta y profeta P. Casaldáliga: Manos unidas, tensas en la pasión por la Justicia, / tiernas en el Amor. / Manos que dan lo que reciben, / en la gratitud multiplicada, / siempre más manos, / siempre más unidas/. ¡Fraternas manos de tus propias Manos! Con todo afecto en el Señor. + Ciriaco Benavente Mateo Obispo de Albacete
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Diócesis de Asidonia-Jerez
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“Plántale cara al hambre: siembra” Campaña de Manos Unidas
Monseñor José Mazuelos Pérez, Obispo de Asidonia-Jerez.
los sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, seminaristas y a todos los fieles.
Durante este año, llevaremos a cabo la Campaña LVII bajo el lema «PLÁNTALE CARA AL HAMBRE: SIEMBRA» Esta nueva campaña marca el inicio de un Trienio de lucha contra el hambre (2016-2018) en los que Manos Unidas como asociación de la Iglesia Católica inspirada en el Evangelio y en la Doctrina Social de la Iglesia lucha para erradicar el hambre y la pobreza en el mundo. Vivimos en un mundo como denuncia el Papa Francisco en «Laudato Si» en el que hay un exagerado antropocentrismo que impone una lógica de usar y tirar, que justifica todo tipo de descarte; que construye una economía basada en rédito, sin mirar a las personas, que sobrevalora las capacidades del mercado para autorregularse, y que conduce a la explotación infantil, a la trata de seres humanos, al expolio de los recursos, sin tener en cuenta su destino para todos, y al descarte de los que no interesan. Ante esa realidad el Papa nos hace una llamada de afrontar nuestra responsabilidad en la edificación de esta “casa común”. Necesitamos, como indica el Santo Padre, redescubrir el principio y sentido último de nuestro papel en la Creación: el amor de Dios, del que procede todo lo creado como un don para todos. Don del cual no podemos disponer como si fuera de nuestra propiedad absoluta. Manos Unidas asume la llamada de Francisco para contribuir a la renovación cultural basada en una conversión ecológica integral e intenta dar respuesta a las causas y problemas que provocan el hambre en el mundo desde una triple perspectiva: el mal uso de los recursos alimentarios y energéticos; un sistema económico internacional que prima el beneficio y excluye a los débiles, y unos estilos de vida y consumo que aumentan la vulnerabilidad y la exclusión. Manos Unidas nos ofrece a todos una oportunidad para colaborar en dicha conversión ecológica mediante pequeños signos que ayuden a romper la lógica de la violencia, del aprovechamiento, y del egoísmo para abrir caminos que conduzcan al fin de la pobreza y el hambre en el mundo. Ante este reto quiero invitar a todas las parroquias, movimientos, asociaciones, hermandades y comunidades cristianas de nuestra Diócesis a participar en esta campaña que celebra Manos Unidas. Os animo a uniros al gesto significativo del «Día del Ayuno Voluntario» que se celebrará el viernes 12 de febrero, y a ofrecer una generosa aportación económica tanto en las colectas de las Misas del próximo domingo 14 de febrero, como en las mesas petitorias en las calles de la ciudad.
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Por último, deseo enviar un mensaje de felicitación y estímulo a los numerosos asociados y colaboradores que, inspirados por su conciencia cristiana, están comprometidos con Manos Unidas. Con mi cordial saludo y bendición, + José Mazuelos Pérez, Obispo de Asidonia-Jerez
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Diócesis de Astorga
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Dar de comer al hambriento
Monseñor Juan Antonio Menéndez Fernández, Obispo de Astorga.
a asociación católica “Manos Unidas-Campaña contra el hambre en el mundo” vuelve a poner delante de nosotros las cifras astronómicas de las personas que padecen hambre en el mundo y que mueren como consecuencia de la malnutrición, de la sequía y de la falta de higiene. Nos parece imposible que en la segunda década ya del siglo XXI estemos igual o peor en algunos casos que en el siglo XX que hemos dejado atrás. Como cristianos esta realidad nos interpela porque el Señor nos dice hoy como dijo a sus discípulos: “Dadles vosotros de comer” (Luc 9,13). Al decirnos esto Él no se desentiende de la tarea que nos encomienda; lo que quiere es que utilicemos todas nuestras cualidades personales, especialmente la inteligencia y la razón para que los recursos naturales de la tierra se ordenen al servicio de la dignidad de las personas, del desarrollo integral del hombre y del progreso de los pueblos. Es necesario, como nos ha dicho el Papa Francisco, apostar por una ecología integral e inclusiva en la que se considere que el desarrollo humano y la liberación de la pobreza están íntimamente unidos al sostenimiento ecológico del planeta. Es más, sólo se podrá tener un desarrollo sostenible del planeta si al mismo tiempo se respeta la vida humana en todas sus etapas del desarrollo, la familia como célula básica de la sociedad y la austeridad en el uso y disfrute de los bienes de la tierra. El respeto a la vida incluye el que todos los hombres, especialmente los niños, tengan el alimento necesario para poder subsistir. Desde hace más de medio siglo, Manos Unidas está haciendo todo lo posible para parar el hambre desarrollando proyectos para la promoción de las personas en situación de exclusión social y pobreza. El trabajo gratuito de los voluntarios, la solidaridad de los colaboradores y los proyectos que ejecutan en todo el mundo dan fe de esta siembra de solidaridad y de cooperación que da fruto. Sin embargo, parece que el número de las personas que padecen hambre o exclusión social se estanca y en algunos países aumenta. En este sentido son muy alentadoras y claras las palabras que el Papa pronunció ante los senadores del Congreso de los Estados Unidos de América animando la lucha contra la pobreza y el hambre en el lugar donde se toman decisiones que afectan directamente a este problema: “¡Cuánto se viene trabajando en estos primeros años del tercer milenio para sacar a las personas de la extrema pobreza! Sé que comparten mi convicción de que todavía se debe hacer mucho más y que, en momentos de crisis y de dificultad económica, no se puede perder el espíritu de solidaridad internacional… La lucha contra la pobreza y el hambre ha de ser combatida constantemente, en sus muchos frentes, especialmente en las causas que las provocan.” Queridos hermanos: Os invito a “sembrar para parar el hambre” como reza el lema de la campaña de este año. Pongamos nuestra “semilla” personal que es el donativo como fruto de alguna renuncia o del importe del ayuno del primer viernes de febrero. En el Año Jubilar de la misericordia se nos recuerda especialmente a los católicos que hemos de poner en práctica las obras de misericordia entre las que se incluye: “Dar de comer al hambriento; dar de beber al sediento”. Hagamos un
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esfuerzo por compartir no sólo de lo que nos sobra sino incluso de aquello que nos hace falta. La generosidad es una siembra que da un doble fruto: en prójimo que recibe el beneficio directamente y en la propia persona que la hace más humana, más alegre, más sensible y solidaria con los problemas de la humanidad y de la tierra. Imitemos la misericordia de nuestro Dios que “Siendo rico por nosotros se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8.9). Contemplemos cómo Jesús tenía como principal alimento hacer la voluntad del Padre. Y la voluntad de Dios es que todos sus hijos tengan las mismas oportunidades de vivir dignamente. Colaboremos con el proyecto de Dios y entreguémonos en cuerpo y alma a los pobres y a los hambrientos de justicia porque quien se entrega y lucha por la verdad y la justicia se hace rico en felicidad y alegría. Con mi afecto y bendición.
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+ Juan Antonio Menéndez Fernández, Obispo de Astorga
Diócesis de Ávila
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Plántale cara al hambre: siembra Campaña de Manos Unidas 2016
Monseñor Jesús García Burillo, Obispo de Ávila.
ueridos diocesanos:
Manos Unidas es una Asociación de la Iglesia que camina en España, y que tiene como misión servir de puente de ayuda en beneficio de países pobres y en vía de desarrollo. Cada año proponen a las diócesis españolas diversos proyectos solidarios, apelando a nuestra fraternidad universal. Creo que es de sobra conocido. El lema de esta LVII campaña es: Plántale cara al hambre. Siembra. En la actualidad, el escándalo del hambre resuena en todos los rincones del mundo, precisamente porque, teniendo la capacidad para producir alimentos hasta el derroche, todavía existen más de ochocientos millones de personas que pasan hambre. El Papa nos recuerda en su Carta encíclica Laudato si’ que, según el modelo distributivo actual, «una minoría se cree con el derecho de consumir en una proporción que sería imposible generalizar, porque el planeta no podría ni siquiera contener los residuos de semejante consumo. Además, sabemos que se desperdicia aproximadamente un tercio de los alimentos que se producen, y el alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre» (n. 50). Ante esta realidad no podemos vivir indiferentes o hacer oídos sordos, es necesario que contribuyamos a la transformación del mundo desde nuestro centro de fuerza transformadora que es la persona de Jesucristo y su seguimiento; Él se compadecía con entrañas de misericordia ante toda miseria humana, especialmente ante quien no tenía que comer (cf. Mc 8, 2). En la Instrucción pastoral “Iglesia, servidora de los pobres”, los obispos españoles nos recuerdan la invitación que la Iglesia hace «a todos los cristianos, fieles y comunidades, a mostrarnos solidarios con los necesitados y a perseverar sin desmayo en la tarea ya emprendida de ayudarles y acompañarles». Los proyectos asignados para la diócesis de Ávila en esta Campaña 2016 de Manos Unidas son: la construcción de cocina y comedor con energía solar en una escuela de secundaria en Burkina Faso (África Oeste); construcción de una valla y una cocina para una escuela de niños sordos en Tamil Nadu (India Sur); y la construcción de tres aulas de preescolar en Madagascar (África Austral). Participemos en la Campaña de Manos Unidas superando el entusiasmo de cada año, con la alegría que nace de la conciencia de que somos una familia en una casa común. En este Año Jubilar de la Misericordia, al que el Papa Francisco nos ha convocado, os invito a “plantar cara al hambre sembrando” la obra de misericordia: dar de comer al hambriento. Os saluda con todo afecto.
+ Jesús García Burillo, Obispo de Ávila
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Diócesis de Barbastro-Monzón
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Tu mejor siembra contra el hambre: “La Educación”
Monseñor Ángel Pérez Pueyo, Obispo de Barbastro-Monzón.
e gustaría compartir, con motivo de la campaña de «Manos Unidas», la apasionante historia de Dios con Jaime. Se trata de un joven madrileño al que conocí hace unos años. Según me confesó, tenía todo lo que un joven puede desear: estudiaba teleco, tenía su panda de amigos, festejaba con una chica espectacular, le encantaba vestir bien, hacer deporte, salir… pero sentía un vacío inmenso que nada ni nadie podía llenar. Ni el botellón, ni las drogas que probó, ni los «revolcones» que se dio con las chicas con que salió lograban saciar el ansia de plenitud que invadía su corazón. Muchas veces le asaltaba la duda. En la vida tiene que haber algo más. Le dolían las miradas vacías, los rostros sin esperanza, aunque él estaba igual. Vivía dos vidas paralelas: por un lado, la marcha del fin de semana, por otro, formaba parte de un grupo apostólico. Pero Dios, no había entrado en su corazón. Hasta que un día, yendo por la calle, alguien le tocó el hombro y le dijo: -Por favor, ¿podrías ayudarme? Era un señor que trataba de llevar a un vagabundo en muy mal estado a un albergue de transeúntes. Días más tarde le dijeron que aquel señor era un sacerdote que por las noches socorría a los «vagabundos», ofreciéndoles mantas, un caldo caliente, un bocata o llevándolos al albergue o al hospital. Algo brotó en su corazón. Sintió como si Dios mismo le estuviera diciendo: -Jaime, sólo existe una única razón para vivir: los demás. Ayúdales, sírveles, regálate. Desde entonces, confiesa, aunque pueda parecer paradójico, que ha recobrado la alegría interior que tenía antes. Y ha comenzado a tener una paz inusitada. Cuando recoge ropa o alimentos, siente un escalofrío que recorre todo su cuerpo… al imaginar la sonrisa que esbozará la persona que reciba la comida o la ropa que le ofrece. Y recuerda emocionado a aquel sacerdote anónimo que le ofreció la mejor lección de su vida, el valor que tiene hoy ser cirineo de tantos crucificados que el mundo sacrifica. La humanidad, aunque prefiera fingir, sigue teniendo hambre. También los jóvenes. Muchos, por desgracia, tienen hambre de pan. Otros de justicia y de amor. La mayoría siente que el pan que la sociedad de consumo les ofrece no les llena ni les satisface plenamente. Todos, aunque lo ignoren o lo nieguen, tienen hambre de Dios. Tienen necesidad de felicidad, de sentido, de libertad, de autenticidad, de plenitud y de fecundidad. El mejor antídoto contra el hambre, en todas sus formas y expresiones, es ofrecer a Dios, esto es, educar a los niños y a los más jóvenes en los valores y criterios que Jesús ofreció en su Evangelio. Efectivamente Dios les proporcionará consuelo y esperanza, presencia y cercanía, pero sobre todo, el respeto y la dignidad que el mundo les niega.
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Me conmueve que «Manos Unidas» acierte, una vez más, ofreciéndonos la oportunidad de financiar un proyecto educativo para jóvenes marginados, donde puedan aprender un oficio de mecánica, electricidad, soldadura y carpintería. Como afirma el Papa Francisco, lo más importante es «ayudar a los jóvenes a conseguir empleo». Tenemos que ser audaces y creativos con ellos en estas edades. Si les faltan oportunidades, caerán fácilmente en la droga, en el alcohol, en el juego, en el sexo… Y, como sabéis, es muy alto el índice de suicidios entre los jóvenes sin trabajo… No basta con darles sólo de comer: «hay que inventarles, dice el Papa Francisco, cursos de un año de plomero, electricista, costurero. La dignidad te la da el llevar el pan a casa». Con mi afecto y bendición. + Ángel Pérez Pueyo, Obispo de Barbastro-Monzón
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Diócesis de Barcelona
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Un mundo nuevo para todos
Monseñor Juan José Omella Omella, Arzobispo de Barcelona.
ste domingo se celebra la Jornada nacional de Manos Unidas con una nueva campaña que busca dar respuesta a las causas y los problemas que provoca el hambre en el mundo. Bajo el lema “Plántale cara al hambre: siembra”, el proyecto persevera en su misión de acompañar a los más pobres y reforzar el derecho a la alimentación de los pequeños productores, contribuir al cambio hacia unos sistemas alimentarios más justos y educar para una vida solidaria y sostenible.
Vivimos tiempos difíciles, castigados por unos años de inestabilidad económica en los que la brecha entre ricos y pobres se ha hecho más profunda y dolorosa. Aunque no sabemos si la crisis ya ha pasado, podemos afirmar que sus consecuencias las continúan padeciendo muchas familias. A mayor escala, el panorama internacional nos presenta un mundo tensionado por las acuciantes desigualdades socioeconómicas, que lejos de menguar parecen perpetuarse. No podemos ignorar a nuestros hermanos más pobres, a los que mueren de hambre en los países llamados del Tercer Mundo. No podemos encerrarnos en nuestras trincheras de países desarrollados tratando de aumentar al máximo la sociedad del bienestar mientras hermanos nuestros carecen de lo más elemental y vital como es la comida, la sanidad, la educación, el respeto de su dignidad. Como presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Española, puedo dar testimonio de la importante labor de entidades como Manos Unidas. Impresiona ver cómo muchos hermanos nuestros mueren desnutridos, carentes de atenciones sanitarias, abandonados a su suerte. Algunos de ellos tratan de huir de su realidad y emigran a los países desarrollados, pero no siempre encuentran una acogida fraterna y muchos de ellos mueren en el intento de llegar a ese paraíso que imaginan hermoso y que les sacará de su extrema miseria. Cristianos de a pie, que tratamos de hacer siempre el bien tal como nos enseñó nuestro Maestro y Señor, en este Año Santo de la Misericordia estamos llamados a construir un mundo nuevo en el que nos sintamos todos hermanos y nos ayudemos unos a otros a vivir con dignidad y teniendo cubiertas las necesidades básicas. Es el valor de la colaboración y la coordinación, es el sacramento de la comunidad y la comunión. Trabajando juntos es como podemos abrirnos a los sueños y la esperanza, que “en esperanza fuimos salvados” (Rm 8, 24). Gracias, Manos Unidas, por vuestra lucha decidida contra la pobreza en el mundo. Gracias por creer que es posible erradicarla. Gracias por contar con nuestra ayuda para esta hermosa empresa. Y gracias también a todos los que colaboráis con Manos Unidas; trabajadores, socios, voluntarios, los que aportáis vuestros donativos, así como los que entregáis herencias o vuestro tiempo e ilusión. Que Dios os bendiga.
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La colecta de este domingo en todas las comunidades cristianas de España está destinada a esta institución y a la labor que realiza. ¡Que seamos generosos para ayudar a ese fin tan humanitario! + Juan José Omella Omella, Arzobispo de Barcelona
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Diócesis de Bilbao
Campaña Manos Unidas 2016
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Plántale cara al hambre: siembra
Monseñor Mario Iceta Gabicagogeascoa, Obispo de Bilbao.
anos Unidas nos presenta la nueva campaña para este año 2016, centrada en el motivo principal por la que surgió esta asociación a partir de un grupo de mujeres de la Acción Católica: declarar la guerra al hambre en el mundo. Esta declaración no sólo es necesaria, sino que es posible y sus resultados alcanzables. Por eso, el lema de este año: “planta cara al hambre, siembra”, nos recuerda uno de los hechos más escandalosos de nuestra sociedad contemporánea: que mientras en los países avanzados se tiran toneladas de comida, en muchas partes del mundo más de 800 millones de personas no saben si podrán comer cada día. Y nos interpela a que nos impliquemos decididamente a la erradicación del hambre. Las causas de esta profunda injusticia pueden tener diversas raíces: desde un sistema económico que genera diversas y dolorosas periferias de marginación, diversos intereses económicos y geoestratégicos, la tentación y los efectos del derroche y la avaricia, hasta nuestros propios hábitos de consumo que tantas veces están surcados por el despilfarro y actitudes irresponsables. La campaña de este año, pretende centrar nuestra atención sobre estos aspectos, de modo que estas desigualdades tan lacerantes emprendan un camino decisivo de reversión y equilibrio. Esta labor de educación, reflexión y sensibilización debe conllevar un cambio de actitudes y una reforma de las estructuras que generan inequidad. Además de ello, Manos Unidas nos presenta cada año diversos proyectos e iniciativas que hacen referencia a los lugares del mundo sumidos en pobrezas, hambrunas e injusticias, a los que podemos ofrecer una ayuda eficaz colaborando con las iniciativas que se nos ofrecen. Estamos celebrando el año de la misericordia. En la bula que promulgaba el Papa Francisco para su convocatoria, se nos pide redescubrir las obras de misericordia espirituales y corporales “para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina.” (MV, 15). También los obispos del País Vasco y Navarra afirmábamos a este respecto en nuestra última carta pastoral conjunta que “Es preciso destacar que las obras de misericordia se sitúan más allá de la ley meramente humana, son más que la estricta justicia y representan una exigencia para el cristiano. Por ello, el hecho de no practicarlas constituye un pecado de omisión, como lo muestra nítidamente la parábola del buen samaritano (Lc 10,25-37), que concluye de modo imperativo: “Vete y haz tú lo mismo”. (Misericordia entrañable, 54). Con estos propósitos, os animo un año más a participar generosamente de esta campaña de Manos Unidas y a implicaros en sus proyectos. Las personas que padecen pobreza y exclusión reclaman nuestra mirada compasiva y nuestra ayuda fraterna, reflejo de la misericordia de Dios que en
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Cristo se ha inclinado sobre nuestras miserias. Que Dios nos conceda un corazรณn misericordioso como el suyo para ayudar eficazmente a nuestros hermanos mรกs necesitados y construir una sociedad mรกs justas y fraterna. Con afecto. + Mario Iceta Gabicagogeascoa, Obispo de Bilbao
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Diócesis de Burgos
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Dar de comer al hambriento
Monseñor Fidel Herráez Vegas, Arzobispo de Burgos.
cabamos de comenzar la Cuaresma en este año jubilar de la misericordia. Es el tiempo de acoger de manera especial la misericordia de Dios porque es el tiempo más propicio para la conversión y el perdón; lo es, en consecuencia, para ser misericordiosos con todos como lo es con nosotros nuestro Padre Celestial. La Cuaresma, que está muy relacionada con la conversión personal y comunitaria, con la contemplación del misterio del amor de Cristo derramado en la Cruz, con las prácticas de la oración, del ayuno y de la limosna, tiene en esta ocasión el acento especial de la misericordia, que hoy quiero concretar en una de las obras en las que vamos profundizando a lo largo de este año: “dar de comer al hambriento”. Y, en este contexto, recibimos la invitación de Manos Unidas que hoy, como todos los años el segundo domingo de febrero, nos presenta ante nuestros ojos y nuestro corazón el terrible drama del hambre en el mundo. Hago mías las palabras del Papa Francisco en su discurso a la FAO en las que señaló que hoy “es un escándalo que todavía haya hambre y malnutrición en el mundo. Esto nunca puede ser considerado un hecho normal al que hay que acostumbrarse, como si formara parte del sistema”. En efecto, la realidad del hambre y de la miseria ha de golpearnos para que despertemos de nuestro tozudo letargo en el que nos sumerge esta cultura de la indiferencia en la que nos movemos. Hoy sigue habiendo más de 800 millones de hermanos nuestros que carecen de los medios necesarios para su más básico desarrollo. Y, tal y como nos dicen las estadísticas, el hambre sigue aumentando y afectando gravemente a la paz y a la estabilidad de nuestra casa común. No son fríos números o cifras: son seres humanos como nosotros, con la misma dignidad, a los que tenemos que arropar con la cercanía y la solidaridad que nos permite el ponerlos rostros, nombres y sentimientos. Este escándalo lo es aún más cuando sabemos que hoy existe suficiente comida en el mundo para alimentar a todos los que vivimos en nuestro planeta. Las razones de esta sangrante realidad hay que buscarlas, pues, en otros factores sobre los que habría que actuar: la mala distribución de los alimentos y de los recursos, los modelos productivos insostenibles basados únicamente en el beneficio, nuestros propios estilos de vida y de consumo, la irresponsabilidad política nacional e internacional… De ahí que no nos podamos conformar únicamente, para la resolución del problema, con nuestro necesario donativo generoso. Es necesario hacer más. La Iglesia nos ha invitado a afrontar el problema en un contexto mucho más amplio que abandone el asistencialismo para vivir, desde la justicia, la urgente y necesaria caridad que ha de caracterizar la vida del cristiano. Por ello, nos recuerda algunas pistas sobre las que debiéramos profundizar.
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Una de ellas tiene una clave ética y consiste en hacer nuestro un principio de la doctrina social de la Iglesia que hoy se hace fundamental: el destino universal de los bienes. En efecto, Dios ha creado todas las cosas para que todos los seres humanos disfrutemos de ellas, para que los hombres tengamos lo necesario para desarrollarnos como personas. No podemos obviar que el olvido de este principio y de sus consecuencias está en la base del escándalo del hambre. Otra tiene una vertiente político-económica, que roza con lo cultural: se trata de tomar conciencia de que la solución al hambre no está únicamente en el crecimiento económico basado solamente en el mercado. Como nos recuerda el Papa en su última encíclica, el puro crecimiento económico no resuelve por sí mismo los problemas de la miseria, si no va unido a una reflexión sobre su orientación, fines y sentido. Desde aquí quiero agradecer y alentar el trabajo de tantas personas y organizaciones, como Manos Unidas, que trabajan por esa transformación estructural que acabe con el hambre en el mundo. Una tercera pasa por el cambio en los propios estilos de vida: el hambre tiene mucho que ver con un superdesarrollo derrochador y consumista. Por eso, solo desde la austeridad podremos vivir eficazmente el camino de la solidaridad que la Iglesia ha presentado desde siempre en las obras de misericordia. Hoy os invito particularmente a todos vosotros, como fruto del tiempo cuaresmal y de nuestras prácticas de ayuno, a “dar de comer al hambriento”. Como nos recuerda el Evangelio, “lo que hicisteis a uno de estos mis hermanos, conmigo lo hicisteis”.
+ Fidel Herráez Vegas, Arzobispo de Burgos
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Diócesis de Cádiz-Ceuta Misericordia para combatir el hambre
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Monseñor Rafael Zornoza Boy, Obispo de Cádiz y Ceuta.
e gusta la Campaña de Manos Unidas de este año: “Plántale cara al hambre: siembra”. Eso de sembrar está bien: deja claro que se siembra para cosechar, y para poder comer hacen falta ambas cosas. Lo que sucede es que aquí se trata, como sabe muy bien Manos Unidas, de sembrar también en el corazón. Son ellos los que impulsan la decisión de ayudar a los demás, y del corazón salen los buenos propósitos y el amor que se concreta en obras, en ayuda activa y eficaz. Como sabemos, el hambre no solo se combate con comida. Esta siembra implica ideas, buenos proyectos, responsabilidad y cooperación, en suma, una gran labranza de solidaridad. Mejor aún: sembremos misericordia. Quien mantenga en su memoria la llamada del Santo Padre al Jubileo de la Misericordia verá una vía excelente de realización del amor de Dios a los hombres en el mundo. Por otra parte, sintoniza de lleno con la encíclica Laudato Si`. La fe cristiana afirma que todo lo creado proviene del amor de Dios. Toda la realidad es un don dirigido al hombre, que debe custodiar. El mundo es ordenado y bueno, porque tiene su origen en el amor infinito de Dios. Es incomprensible, pues, el desorden del hambre, las profundas desigualdades, las radicales carencias y exclusiones del alimento necesario y de los demás bienes. Es necesario que toda la sociedad se involucre para que la capacidad generadora de vida y alimento de la tierra, que es don de Dios a nuestro servicio, llegue con sus recursos a todos los hombres. Manos Unidas quiere terminar con todas esas hambres que mantienen en la pobreza a más de mil millones de personas en el mundo. Con tal fin apoya programas, planes y proyectos de desarrollo integral promovidos siempre por las personas de los países más necesitados de América, Asia, África y Oceanía. Desde 1960 en más de 60 países conocen su intervención. Cuando Manos Unidas pide nuestra colaboración pretende continuar con un trabajo que, desde hace ya 56 años, promueve la lucha contra el hambre. Ellos saben que en esta batalla no se trata solo de dar de comer, sino que conlleva un esfuerzo mucho mayor para acabar con una lacra que afecta a casi 800 millones de personas y en la que se mezclan múltiples factores que necesitan atención. Por todo ello, Manos Unidas combate la pobreza a través de programas de formación que permiten mejorar la educación -tanto escolar como profesional- de aquellos que más lo necesitan, pero también a través de la construcción y rehabilitación de infraestructuras como escuelas, hospitales y pozos; y programas sociales que permitan fortalecer el papel de la mujer. Intentan y consiguen, por consiguiente, abrir caminos y tender puentes de ayuda para mejorar las condiciones de vida del mayor número de personas. Se trata de llegar a todos, hasta en los lugares más remotos. Ahora bien, debemos comenzar por vivir en nuestra sociedad desarrollada con un estilo de vida austero, consumiendo lo que se necesita, sin derrochar; y, sobre todo, vivir con entrañas de misericordia, siendo generosos, con capacidad para compartir, especialmente con los que tenemos cerca, preocupándonos también por los que están más lejos.
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Existen muchas formas de colaborar. La llamada apremiante que hace Manos Unidas -“Une tu mano a las nuestras”-para “plantar cara al hambre y sembrar” es fácil responder como socios, o con donativos, o haciendo voluntariado. Hace falta llegar a todos porque acabar con el hambre es cosa de todos, pero uniendo nuestras manos para acabar con la desigualdad y la pobreza. La misericordia cristiana es siempre evangelizadora y el encuentro con Cristo y con el Evangelio es siempre camino de misericordia, es decir, la medicina que nuestra cultura paganizada necesita para en-contrar su sentido y ordenar la convivencia de la sociedad. He aquí un camino de comunión y servicio ejemplar para nuestra sociedad. La abundante siembra de misericordia augura, con la ayuda de Dios, una copiosa cosecha que nos enriquece a todos. Gracias, queridos amigos de Manos Unidas por vuestro trabajo constante y abnegado, que este año acerca más la misericordia de Dios al mundo. Sois un ejemplo de cómo sembrar y plantarle cara al hambre.
+ Rafael Zornoza Boy, Obispo de Cádiz y Ceuta
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Diócesis de Cartagena
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Campaña de Manos Unidas
Monseñor José Manuel Lorca Planes, Obispo de Cartagena.
ueridos diocesanos, sacerdotes, religiosos y laicos.
La LVII Campaña de Manos Unidas toca a nuestras puertas y nos invita a no permanecer ni indiferentes ni a “balconear” (en expresión del Papa Francisco) la realidad que nos rodea. Tras casi sesenta años de aquel Manifiesto de unas valientes mujeres de Acción Católica en que, respondiendo a la llamada urgente del Papa, decidieron “declarar la guerra al hambre”, cada año esta organización eclesial, la organización de la Iglesia Católica en España para la promoción y el desarrollo de los países más empobrecidos, nos viene a sensibilizar y a pedir ayuda ante un drama de proporciones colosales, pero evitable: en torno a 800 millones de personas en el mundo “pasan hambre”. En palabras del Papa Francisco esto es un “escándalo” por el que seremos juzgados. Sólo necesitamos leer en primera persona el texto de San Mateo: “Venid vosotros, benditos de mi Padre… porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme… cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 31-46). Estamos en Cuaresma, y una Cuaresma especial, porque se encuentra inserta en la celebración del Año Jubilar de la Misericordia. En la Bula de convocatoria del mismo el Papa nos decía: “Deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo de despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina” (Misericordiae vultus 15). Y en el mensaje para la Cuaresma nos dice: “La misericordia de Dios transforma el corazón del hombre haciéndole experimentar un amor fiel, y lo hace a su vez capaz de misericordia. Es siempre un milagro que la misericordia divina se irradie en la vida de cada uno de nosotros, impulsándonos a amar al prójimo y animándonos a vivir las obras de misericordia”. A esto os invito, en comunión con toda la Iglesia, a experimentar el amor misericordioso de Dios que nos convertirá en misericordia palpable y concreta con nuestro hermano. Esto es lo que nos presenta Manos Unidas con su Campaña de este año. Detrás del lema “Plántale cara al hambre: SIEMBRA”, hay un deseo de sembrar corazones compasivos, corazones capaces de abrirse a las necesidades de los más alejados y que impulsen acciones concretas para acabar con el hambre en el mundo. Nos invita en su Manifiesto de este año a un compromiso por “sembrar recursos, sembrar capacidades, sembrar responsabilidad y cooperación entre los Estados y sembrar solidaridad”. Con ello estoy seguro de que con esta siembra cosecharemos dignidad, esperanza… y futuro para los que hoy no lo poseen y quizás ya ni lo esperan. El Señor Jesús, que sintió hambre y experimentó el sufrimiento, nos visita y se hace presente en los
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hermanos que padecen necesidad. Acojamos hoy la invitación que la Iglesia en España nos hace: SIEMBRA, para combatir el “hambre” en el mundo, para colmar el “hambre de Dios” en los hombres, nuestros hermanos. Os ruego que conciencies a todos los sectores de la sociedad, de los grupos, asociaciones, parroquias… para que la respuesta sea generosa, y Dios os lo pagará. Dios bendiga vuestro trabajo y el de los voluntarios de Manos Unidas de nuestra Diócesis. ¡Seamos generosos! Con mi bendición, + José Manuel Lorca Planes, Obispo de Cartagena
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Diócesis de Ciudad Real
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Dar de comer al hambriento
Monseñor Antonio-Ángel Algora Hernando, Obispo de Ciudad Real.
h!, ¿que llega la Campaña del Hambre que promueve Manos Unidas? Bien, toca donar un dinero más abundante en la colecta de la Misa o hacerlo llegar por otros medios, por ejemplo en suscripciones, pues hay que ayudar a los que mueren de hambre que son muchos todavía. ¡Parece mentira, en el siglo XXI que estamos!
Nada habría que decir al que así piensa y actúa, y, sin embargo hay un camino mejor y es el que nos señala el Papa para esta Cuaresma del Año Jubilar de la Misericordia. La escucha de la Palabra de Dios y la oración nos llevan más lejos que el estupendo sentimiento humano, pues… «me da mucha pena del pobre hambriento». Así manifiesta el papa Francisco su intención para este año tan especial: «quise hacer hincapié en la primacía de la escucha orante de la Palabra, especialmente de la palabra profética. La misericordia de Dios, en efecto, es un anuncio al mundo: pero cada cristiano está llamado a experimentar en primera persona ese anuncio». Dios Padre se ha manifestado en Jesucristo, «la Palabra de Dios hecha carne» y es Él el que nos muestra el amor de Dios a la Humanidad: en Él nos sentimos amados y podemos experimentar cómo el corazón se nos ensancha y recibe la misma capacidad de amar que el que nos dijo «dadles vosotros de comer». Y, en nuestras pobres manos, también se multiplican los recursos para dar de comer a los muchos hambrientos a causa de la malísima distribución de la riqueza en este mundo. Poder llegar a pagar tal o cual proyecto que Manos Unidas nos ofrece para paliar el hambre en el Mundo, es, para nosotros, una cuestión de fe. Repito, una vez más, las palabras del Papa: «Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina. La predicación de Jesús nos presenta estas obras de misericordia para que podamos darnos cuenta si vivimos o no como discípulos suyos». «Dar de comer al hambriento», que el Papa sitúa como la primera de las obras de misericordia corporales, es sentir la urgencia -primerear- de mostrar nuestro agradecimiento por haber recibido de Dios la conversión del corazón, por sacarme del letargo de la rueda de la producción y el consumo, para entrar en la dinámica de la gratuidad, pues gratis me quiere Dios a pesar de mis muchos pecados, deficiencias e indiferencias. «La misericordia de Dios transforma el corazón del hombre haciéndole experimentar un amor fiel, y lo hace a su vez capaz de misericordia. Es siempre un milagro el que la misericordia divina se irradie en la vida de cada uno de nosotros, impulsándonos a amar al prójimo y animándonos a vivir lo que la tradición de la Iglesia llama las obras de misericordia corporales y espirituales. Ellas nos recuerdan que nuestra fe se traduce en gestos concretos y
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cotidianos, destinados a ayudar a nuestro prójimo en el cuerpo y en el espíritu, y sobre los que seremos juzgados: nutrirlo, visitarlo, consolarlo y educarlo». (Mensaje del Papa para la Cuaresma de este año.) El motor que mueve nuestro bolsillo misericordioso es mucho más potente que mi sentimiento de persona que come todos los días. Sentida la Misericordia de Dios en el fondo de nuestro ser, vacía nuestros bolsillos porque nos llena el corazón del amor de Dios. Vuestro obispo, + Antonio-Ángel Algora Hernando, Obispo de Ciudad Real
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Diócesis de Córdoba
“Plántale cara al hambre: siembra”
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Manos Unidas 2016
Monseñor Demetrio Fernández González, Obispo de Córdoba
a Campaña contra el Hambre que año tras año promueve “Manos Unidas”, ONG de la Iglesia Católica para el desarrollo, llama de nuevo a nuestros corazones con este sugestivo lema: “Plántale cara al hambre: Siembra”. Es la traducción a nivel de desarrollo de aquella exhortación de san Pablo: “No te dejes vencer por el mal, vence el mal a fuerza de bien” (Rm 12,21). Una mirada al mundo en que vivimos nos presenta una gran injusticia, por la que los países desarrollados derrochan recursos, mientras muchos países no tienen ni siquiera lo necesario para su promoción elemental. Si a eso añadimos la corrupción generalizada en tantos niveles, tanto por parte de los países que ayudan como por parte de los países que son ayudados, al final quienes pierden son los más pobres, que no tienen acceso a ningún tipo de ayuda para tener una elemental sanidad, una educación básica, una vivienda digna, una alimentación suficiente, una dignidad personal en todos los sentidos. La propuesta cristiana en este y en todos los temas no es el conflicto, ni la pancarta fácil tras la que uno se esconde sin mayor compromiso, ni las palabras inútiles, que sólo sirven para meter ruido. La postura cristiana lleva a implicarse vitalmente y de verdad. Y esa implicación tiene en Jesucristo su punto de referencia. Él no ha arreglado el mundo simplemente con palabras, sino dando su vida entera, con amor a los enemigos, hasta el extremo de la muerte en cruz, y venciendo la muerte con su resurrección. Manos Unidas no pierde el tiempo en lamentos estériles de lo mal que está el mundo. Se pone manos a la obra y recluta personas y recursos para llevar adelante una campaña permanente que despierte en nosotros el sentido de justicia y solidaridad con el que hemos de devolver a los pobres de la tierra lo que les pertenece. No se trata, por tanto, de hacer un recuento de todo lo que haría falta para desterrar el hambre de nuestro planeta. Manos Unidas se pone a trabajar en numerosos proyectos, pequeños pero eficaces, que llevan la esperanza a miles, a millones de personas que no pueden esperar más. El segundo domingo de febrero, este año el día 14, nos espera esa colecta extraordinaria, precedida del ayuno voluntario el viernes anterior, que en contexto litúrgico hacemos cada año para recaudar estos fondos y ponerlos “a los pies de los Apóstoles” (Hch 4,35), hoy los Obispos, cuyo cauce es Manos Unidas para los fines de promoción que se organizan. Pero la colecta se alarga durante todo el año, llegando a su punto culminante en esta fecha. Es ocasión propicia para agradecer a todas las personas que participan en esta movida, sobre todo mujeres, por cada una de las parroquias de nuestra diócesis, además de los servicios diocesanos
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que desde Córdoba funcionan todo el año. Aquellas mujeres de Acción Católica pusieron en marcha con intuición maternal esta Campaña anual, que lleva a muchas bocas el pan, a muchas mentes la cultura y a muchos corazones la dignidad de la persona, apoyando especialmente propuesta de promoción de la mujer en tales países. Os agradezco a todos vuestra generosidad. Córdoba es una de las diócesis más generosas de España, y no es de las más ricas. Pero el trabajo constante que realizan los voluntarios y voluntarias de Manos Unidas hace que se multipliquen las iniciativas para sacar algunos fondos, que unidos a los demás, constituyen una ayuda muy importante. Gracias a todos. Gracias a Dios que os hace generosos y capaces de compartir. Gracias especialmente a las personas que dedican su tiempo para que esta organización alcance sus objetivos. La medida que uséis con los pobres, la usará Dios con vosotros. Dios es rico en misericordia. Sed generosos y aportad vuestro donativo, quitándolo quizá de algún capricho o de cosas necesarias. Dios os lo recompensará. Recibid mi afecto y mi bendición: + Demetrio Fernandez González, Obispo de Córdoba
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Diócesis de Coria-Cáceres Plántale cara al hambre: siembra Campaña Manos Unidas 2016
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Monseñor Francisco Cerro Chaves, Obispo de Coria-Cáceres
n esta Iglesia Diocesana que prepara con ilusión el XIV Sínodo Diocesano: “Caminando juntos con Cristo para buscar, renovar y fortalecer la fe”, se une a la Iglesia Universal que con el papa Francisco a la cabeza, vive el Jubileo de la Misericordia como un bien precioso, misericordiosos como el Padre. El papa Francisco nos pone como programa para vivir este año las 14 Obras de Misericordia, las corporales y las espirituales. Es curioso que en estas Obras de Misericordia, el “dar de comer al hambriento” nos viene de perlas, como una misión que, desde hace muchos años, Manos Unidas ofrece como una llamada fuerte y expresión de una profunda conversión personal y pastoral: Dar de comer al hambriento, que en esta Campaña de 2016 tiene como lema. “Plántale cara al hambre. Siembra”. ¿Pero, qué podemos hacer para plantar cara al verdadero escándalo de la humanidad que significa el hecho de que mientras algunos viven en la opulencia, hay muchos millones de personas que mueren de hambre, sobre todo niños? Los cristianos y los países que se definen como de raíces cristianas, sobre todo en la vieja Europa, deberían de dar una solución al mayor mal de la humanidad y que no es más que el fruto del egoísmo y de una manifiesta falta de amor al prójimo. Quiero destacar tres cuestiones: 1. Tomemos en serio que el problema gravísimo existe, pero también la solución. Manos Unidas siempre ha sensibilizado a la Iglesia y a la sociedad con objeto de dar una respuesta adecuada que nace de esta Obra de Misericordia: Dar de comer al hambriento. Probablemente, no se solucione el problema sin una profunda conversión del corazón para que podamos ver cómo Jesucristo se identifica con los pobres, hambrientos y abandonados de la humanidad en las esquinas de la vida. Pido, encarecidamente, que sigamos apoyando y colaborando con la Campaña de Manos Unidas. No podemos olvidar que mientras exista caridad y entrega, no hay causas que, de verdad, puedan agotar nuestra generosidad. Quien vive con amor y misericordia nunca experimentará que la crisis le puede. 2. Animo a las parroquias, colegios, comunidades a que se lancen, sin miedo, a apoyar con total generosidad, a que busquéis por todos los medios a vuestro alcance, plantar cara al hambre y sembrar de esperanza el corazón de los hambrientos porque ven en nuestra actitud un claro afán por encontrar soluciones a este gravísimo problema que no tiene razón de ser en pleno siglo XXI. Toda solución pasa, en principio, por el bolsillo y se expresa en la generosidad con los pobres. Pero, también es cierto que la solución pasa por procurar unas estructuras económicas y productivas capaces de crear puestos de trabajo para todos, con objeto de que la dignidad de las personas alcance las cotas que todas las personas de buena fe deseamos.
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3. Nuestra Diócesis de Coria-Cáceres tiene que comprometerse a que seamos capaces, en esta Campaña 2016, de hacer crecer las colectas y aportaciones que van a Manos Unidas y, además, a ejecutar de una manera más plena el amor a los que viven en las esquinas de la vida desprovistos de lo indispensable para poder vivir con la dignidad a la que tiene derecho la persona humana. Colaborad con generosidad y altura de miras y estad seguros que ganarán los pobres que no tienen ni para comer y, también, ganamos nosotros que nos beneficiamos de la Obra de Misericordia: Dar de comer al hambriento. + Francisco Cerro Chaves, Obispo de Coria-Cáceres
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Diócesis de Getafe
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Plántale cara al hambre: siembra
Monseñor Joaquín María López de Andujar y Cánovas del Castillo, Obispo de Getafe.
levamos muchos años, ¡más de cincuenta!, asociando el nombre de Manos Unidas a la expresión “Campaña contra el Hambre”, es algo que surge espontáneamente. Siempre ha sido así, pero nos damos cuenta del significado especial que tiene este año, Año Jubilar de la Misericordia, que ha convocado el Santo Padre Francisco. La “Campaña contra el hambre” resuena con más fuerza. Es como si se aplicaran, en cierto modo, las palabras del Señor en la sinagoga de Nazaret: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír” (Lc 4,21); pero ese “hoy” es, en Manos Unidas, cada día, durante todo el año y todos los años. El Papa, en la Bula de convocatoria para este Año de la Misericordia, se refiere a las obras de misericordia, corporales y espirituales, como manifestación práctica de caridad, de amor al prójimo, de que llegue la misericordia de Dios a los demás a través de nosotros: “Redescubramos las obras de misericordia corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir a los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos… No podemos escapar a las palabras del Señor y en base a ellas seremos juzgados: si dimos de comer al hambriento y de beber al sediento. Si acogimos al extranjero y vestimos al desnudo” (Misericordiae vultus, n. 15). Imagino a los miles de voluntarios que colaboran en Manos Unidas, con cierta alegría, diciendo al Papa, diciéndole al Señor: “Estamos en ello”. Y estoy seguro de que los voluntarios también viven, y practican, las obras de misericordia espirituales: que rezan por esas personas a las que ayudan en lo material y les llevan también el Evangelio, la vida y la compañía de la Iglesia; y enseñan al que no sabe, y consuelan al triste… Hay que subrayar las dos líneas de trabajo que mantiene Manos Unidas: - dar a conocer y denunciar la existencia del hambre y del subdesarrollo, sus causas y sus posibles remedios; - reunir medios económicos para financiar los programas, planes y proyectos de desarrollo integral encaminados a atender estas necesidades. En primer lugar porque, a pesar del aumento de información a través de las nuevas tecnologías, aún habrá a quienes se les pueda aplicar ese dicho: “ojos que no ven, corazón que no siente”. En segundo lugar porque como advierte el apóstol Santiago: “¿De qué sirve, hermanos míos, que uno diga tener fe, si no tiene obras? ¿Acaso la fe podrá salvarle? Si un hermano o una hermana
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están desnudos y carecen del sustento cotidiano, y alguno de vosotros le dice: ‘Id en paz, calentaos y saciaos’, pero no le dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así la fe, si no va acompañada de obras, está realmente muerta” (2,14-17). Es decir: “Plántale cara al hambre”, como nos propone el lema de este año. Y se hace con poco cada uno: una pequeña planta; una planta cada uno; lo que podamos. Por eso es de agradecer que en la Diócesis de Getafe, donde tiene su sede una de las 71 Delegaciones que hay en España, los voluntarios realicen una generosa tarea. Que la Virgen María, Madre de Misericordia, interceda ante su Hijo para que nos conceda su gracia y sigamos colaborando todos por el bien de tantas personas a través de los proyectos en varios países: India, Uganda… Con mi afecto y bendición en el Señor. + Joaquín María López de Andújar, Obispo de Getafe
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Diócesis de Girona
Las Obras de Misericordia Corporales: ofrecer alimento, bebida, vestido
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Monseñor Francesc Pardo i Artigas Obispo de Girona
as tres primeras obras de misericordia.
Precisamente este domingo se nos propone colaborar con la campaña de Manos Unidas en su lucha contra el hambre en el mundo y las causas que lo provocan. Pese a estar acostumbrados, hacen estremecer las cifras de los organismos internacionales sobre el hambre y la desnutrición de niños y adultos en muchos países. No olvidemos que la desnutrición infantil y la falta de alimentación adecuada son realidades muy cercanas, si bien, sin la gravedad con que se presenta en otros países, en los campos de refugiados o por los caminos de la inmigración. ¿Y qué decir de la sequía en muchos puntos de la tierra y de la falta de agua en zonas particularmente áridas, sobre todo en África? Sin olvidar el grave problema de la contaminación de los acuíferos, de los ríos, mares y océanos, por muchas y diversas causas. Como contrapunto, en algunos países, “la sociedad del bienestar”, únicamente piensa en aumentar dicho bienestar material, aunque sea incrementando las desigualdades que conducen al hambre y a no disponer de los recursos necesarios para una vida digna. Fijémonos en aquello que más se valora en muchos colectivos de nuestro mundo occidental. Las asociaciones que más crecen en número son las que podemos llamar “amigos de la buena mesa, del buen vino y de otros víveres”. Los restaurantes “estrellados” se han convertido en puntos de peregrinaje casi “religioso”. Y conste que hay que valorar el esfuerzo de los restauradores en todos sus aspectos. Cada vez más las dietas y los cursos para adelgazar se consideran imprescindibles, mientras que son muchas las personas que han de estar a dieta estricta desde su infancia, no por razones de salud, sino debido a no disponer de los alimentos necesarios. Hay que reconocer que ha crecido la sensibilidad y la colaboración con las entidades e instituciones eclesiales y no eclesiales que dan respuesta a dichas necesidades. Pero no es suficiente. Debemos convertirnos y mostrar, como cristianos, con hechos concretos, que el amor y la ternura de Dios llegan a tantas personas que padecen hambre, sed y que necesitan abrigo. ¿Cómo? - Colaborando con las instituciones que han asumido como misión dar respuestas efectivas al problema. Pensemos en Manos Unidas, Cáritas, Banco de Alimentos, otras ONG… - Convirtiendo en donativos no solo algo con que anestesiar la responsabilidad, sino un tanto por ciento de los gastos que durante el año realizamos en comida, bebida y vestido. Hagamos el ejer-
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cicio de sumar lo que realmente gastamos en alimentos y vestido, y pongámonos el deber de dar un tanto por ciento (en relación a dichos gastos), repartiéndolo entre las instituciones citadas. Muy especialmente entre aquellas instituciones que procuran dar respuestas inmediatas y ofrecer programas de desarrollo a personas y colectivos. También a aquellas que ofrecen alimentos, bebida y vestido de una forma digna. - Exigir a las administraciones públicas y a aquellas en que compartamos responsabilidad, que hagan efectivo el 0,7% de los presupuestos para destinarlo al desarrollo de personas y pueblos. - Estar convencidos que los donativos (también el voluntariado) no son favores, sino una actitud de justicia. - Al mismo tiempo, estas situaciones de falta de recursos vitales, nos han de conducir a revisar nuestra propia vida, con frecuencia no demasiado austera y volcada al consumismo. Vivamos la misericordia que Dios nos ofrece para ejercer misericordia, que va más allá de la justicia. + Monseñor Francesc Pardo i Artigas, Obispo de Girona
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Diócesis de Guadix
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Siempre es tiempo de sembrar
Monseñor Ginés García Beltrán, Obispo de Guadix.
l inicio del nuevo año es también el momento en que Manos Unidas - Campaña contra el Hambre- hace una llamada a comenzar una nueva campaña en favor de los hombres y mujeres más pobres de la tierra. Cómo hemos de agradecer, entre otras muchas cosas, a esta gran familia de Manos Unidas el que no permita que se adormezca nuestra conciencia frente a la realidad de la pobreza, que en este caso es indignidad no sólo para el que la padece, sino también para el que la permite. El lema de este año es muy sugerente, al menos para mí: “Plántale cara el hambre: siembra”. Eso de sembar me gusta. Si en el ciclo de la naturaleza hay tiempos propios para la siembra, en lo que se refiere a hacer el bien, no lo hay. Siempre es tiempo de sembrar. Cualquier momento y circunstacia es apropiado para echar la semilla del bien en el buen campo del mundo. Es verdad que la siembra tiene mucho de misterio, pero también de confianza. Sembrar es una aventura, pero bien sabemos que el que no siembra tampoco recoge. Para recoger hay que sembrar. Por eso, el sembrar no es propio de los miedosos ni de los desconfiados. En el momento que nos ha tocado vivir hemos de apostar por la siembra, por la siembra para el bien. El compromiso de la construcción de un mundo mejor no es tarea de los otros, sino que lo es también nuestra, de cada uno. Todos hemos de sembrar. Hemos de plantarle cara al mal en cualquiera de los rostros con los que se presenta en el mundo. Al mal hay que plantarle cara, y hay que hacerlo con el bien que es lo único que lo vence. ¿Queremos plantarle cara al hambre?, pues hagámoslo con la solidaridad, con la entrega, y hasta con la denuncia de las causas que lo provocan. Este año tenemos un motivo especial para luchar contra el hambre: el Año santo de la Misericordia al que nos ha convocado el Papa Francisco. Una de las obras de misericordia es dar de comer al que tiene hambre. Es bueno que volvamos a la misericordia, porque siempre es tiempo de misericordia. Y desde el Dios de la misericordia que nos invita a serlo también nosotros, descubrir, o redescubrir, las obras de misericordia y ponerlas en práctica. Será una oportunidad y un modo de despertar nuestra conciencia y entrar en el corazón de los más necesitados que es también el corazón del Evangelio, donde late el corazón de Dios que es misericordia. Las obras de misericordia, tomadas del Evangelio, nos hacen darnos cuenta si vivimos o no como discípulos de Cristo. Manos Unidas, que nace del Evangelio y crece en la tierra de la comunidad eclesial, es consciente que los cristianos sólo somos creíbles cuando vivimos la misericordia con los demás. Una Iglesia que no transparente la misericordia de Dios tiene poco que decir al mundo. Por eso, confiados en
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el Dios que es misericordia, queremos recordar que a nosotros nos toca sembrar, y esperar a que la semilla dé fruto. Hemos de sembrar esperanza, sembrar ilusión; hemos de sembrar solidaridad y compromiso para con los más necesitados; hemos de sembrar fortaleza y vida para todos; hemos de sembrar sin cansarnos y con confianza. No hay ninguna obra buena que deje de dar fruto. Por eso, es fundamental la fe. Manos Unidas trabaja desde la fe y para la fe. Cada día del año son miles los hombres y las mujeres que, de modo voluntario, riegan la semilla de Manos Unidas, que hoy se ha convertido en árboles grandes que dan frutos abundantes. Y los seguirán haciendo, y los seguiremos haciendo, y ojalá vengan otros muchos más a hacerlo. Una de esas semillas se planta cada año en esta iglesia diocesana de Guadix. Este año lo sembraremos para que dé fruto en la India y en Perú. En un proyecto de ayuda socio-sanitaria en una de las zonas más pobres y atrasadas de la India (dirigido especialmente a la población femenina de 0 a 23 años, a las embarazadas y lactantes), y en una biblioteca para Perú (el proyecto pretende implantar la biblioteca con diversos textos, ordenadores y materiales necesarios, al tiempo que generar el ambiente adecuado para motivar la lectura y elaboración de las tareas escolares. Los beneficiarios directos serán 161 niños y niñas y los indirectos sus padres y familiares, unas 500 personas). La semilla crecerá, y nos alegraremos de ver el fruto, como cada año. Os animo a todos a colaborar con Manos Unidas. Podéis hacerlo con vuestra aportación económica, o con la participación en las actividades que se organizan; pero no lo olvidéis, podéis hacerlo también siendo voluntarios de Manos Unidas. Si os llega este mensaje a los jóvenes, atreveros a comprometeros, e invitar a vuestros amigos y conocidos. Con mi afecto y bendición. + Ginés García Beltrán, Obispo de Guadix
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Diócesis de Huelva
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Plántale cara al hambre: siembra
Monseñor José Vilaplana Blasco, Obispo de Huelva.
ueridos hermanos y hermanas:
La Campaña contra el hambre de Manos Unidas vuelve a realizar una llamada a nuestras conciencias, para que lo que es un fruto de la injusticia y de la insolidaridad: el hambre en el mundo, no deje de plantearnos un reto a los seguidores de Cristo, y una ocasión más de suscitar la generosidad, una generosidad que ha de surgir de las entrañas de misericordia que hemos de mostrar los que nos hemos encontrado con el Señor y queremos tener sus mismos sentimientos. Si Jesús tuvo compasión de la multitud que le seguía y no tenía qué comer (cfr. Mt 15, 32), ¿cómo nosotros no vamos a sentir compasión de esa multitud que sufre la injusticia de unos bienes mal repartidos?
El papa Francisco, en este sentido, ante la sensibilidad atrofiada de nuestra sociedad, hace una denuncia profética: “Molesta que se hable de ética, molesta que se hable de solidaridad mundial, molesta que se hable de distribución de los bienes, molesta que se hable de preservar las fuentes de trabajo, molesta que se hable de la dignidad de los débiles, molesta que se hable de un Dios que exige un compromiso por la justicia” (Evangelii Gaudium, 203). Ese compromiso, en este Año de la Misericordia, adquiere para nosotros una urgencia mayor, porque “lo que movía a Jesús en todas las circunstancias no era sino la misericordia, con la cual leía el corazón de los interlocutores y respondía a sus necesidades más reales” (Misericordiae Vultus, 8).
Muchas veces podemos caer en el derrotismo de pensar y creer que de poco o nada sirve nuestra cooperación al desarrollo de los pueblos, que, en definitiva no deja de ser una exigencia de la evangelización, pero hemos de mirar con otros ojos, mejor, con otra perspectiva, recordando aquello de que lo que hagamos a los hermanos más pequeños a Cristo lo hacemos (Cfr. Mt 25, 40). Pues tengamos en cuenta que la -grande o pequeña- aportación que podamos hacer a Manos Unidas va a posibilitar la realización de algunas de las obras de misericordia: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, enseñar al que no sabe, etc… Lo que ofrezcamos a nuestros hermanos hambrientos, a través de la Campaña de 2016, va a hacer que se siembren recursos, que se siembren capacidades, que se siembren responsabilidades y cooperación entre los Estados y que se siembre solidaridad. Ya sabemos que lo importante es sembrar, aunque a otros toque recoger.
También la Jornada del Ayuno voluntario, que se celebrará el próximo día 12 de febrero, es una ocasión para que nos unamos de forma muy especial con todos los excluídos de la mesa del mundo. El tiempo cuaresmal en que se desarrollará esta jornada y el contexto del Jubileo de la Misericordia en que se celebra esta Campaña contra el Hambre, nos apremian a una mayor toma de conciencia de los problemas de los otros, incluso de aquellos que no conocemos y están tan lejanos de nosotros. También a una mayor generosidad económica para sostener los proyectos de Manos Unidas.
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Si todos tenemos parte, de una manera u otra, en la responsabilidad de las causas que generan el hambre en el mundo, tenemos ahora la oportunidad de poner un granito para sembrar y plantarle cara al hambre.
Con mi afecto y bendiciĂłn.
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+ JosĂŠ Vilaplana Blasco, Obispo de Huelva
Diócesis de Huesca y Jaca
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Cartas y homilías de Mons. Julián Ruiz Martorell
Monseñor Julián Ruiz Martorell, Obispo de Huesca y Jaca.
ueridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz. La Campaña número 57 de Manos Unidas tiene como lema “Plántale cara al hambre: siembra”. En 2016 comienza el “Trienio de Lucha contra el Hambre” cuyo objetivo es trabajar para disminuir el hambre y reforzar el derecho a la alimentación de las personas más pobres y vulnerables. Manos Unidas es algo más que una organización asistencial. Supone, ante todo, una actitud, un modo de ser y de actuar, una forma de sentir y de vivir, una manera de afrontar la realidad, un estilo de convivencia y cooperación, un referente de solidaridad, un estímulo para nuestras comunidades, un testimonio creíble del evangelio vivido. Manos Unidas es una extensa, intensa y generosa familia que engendra nuevas relaciones, una comunidad fraterna que abre las manos para compartir, abrazar, colaborar y sembrar. Es un grupo de personas que estrechan sus manos con otras manos para trabajar conjuntamente, para compartir sueños, proyectos, iniciativas, realidades y esperanzas. Manos Unidas trabaja para poner nombre a los más vulnerables, a los hambrientos y sedientos, a quienes carecen de techo y de instrucción, a quienes viven en condiciones insalubres e indignas, a los que sufren injusticia y discriminación, a las personas necesitadas de afecto y comprensión. El Diccionario de la Real Academia Española define “sembrar” con estas palabras: “Arrojar y esparcir las semillas en la tierra preparada para este fin”, y: “Hacer algunas cosas de que se ha de seguir fruto”. Sembrar supone tres actividades: en primer lugar, es necesario preparar la tierra; en segundo lugar, se necesitan semillas; en tercer lugar, hay que arrojarlas, esparcirlas. Para preparar el terreno hay que suprimir obstáculos, retirar piedras, arar, remover la tierra para que coja oxígeno y se vuelva fina y arenosa, con profundidad. También es necesario disponer el modo de riego y favorecer la retención de la humedad. Es decir, que para obtener fruto es preciso sembrar con paciencia, con perseverancia y con esfuerzo. Sembrar significa dar una oportunidad al futuro, hacer posible la esperanza, construir solidariamente, trabajar continuamente, colaborar en el crecimiento de la semilla. Sembrar significa cultivar, cuidar y proteger.
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La propuesta que recibimos de Manos Unidas nos invita a plantar cara al hambre, es decir, superar una actitud pasiva, pesimista, desilusionada. Se trata de cambiar de disposición de ánimo. Hay que pasar de la inercia al compromiso, de la comodidad a la colaboración activa, de la resignación al trabajo solidario. Y se nos hace una propuesta personal: “siembra”. No podemos excluirnos ni delegar nuestra responsabilidad peculiar. Se necesita la aportación de todos y de cada uno, sin excepciones ni excusas. Recibid mi cordial saludo y mi bendición. + Monseñor Julián Ruiz Martorell, Obispo de Huesca y Jaca.
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Diócesis de Jaén
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Plántale cara al hambre: siembra
Monseñor Ramón del Hoyo López, Obispo de Jaén
ueridos fieles diocesanos.
1. El próximo día 14 de febrero, Domingo, celebramos las diócesis españolas, esta Jornada, precedida del “día del ayuno voluntario” del viernes día 12. Manos Unidas, organización de la Iglesia católica, lleva ya más de cincuenta años en su lucha contra el hambre en el mundo, la desnutrición, la miseria, la enfermedad, el subdesarrollo y la falta de instrucción. Su finalidad es trabajar para ir erradicando las causas que provocan estas situaciones. Es cierto que se han dado grandes pasos y se han logrado importantes objetivos. Los programas concretos que Manos Unidas ha venido encomendando durante estos años a los arciprestazgos de la Diócesis son, como una gota de agua en el océano, pero, gracias a estas iniciativas, muchas personas han logrado acceder a un trabajo, a una educación que está produciendo sus frutos, a disponer de agua potable y otros servicios. 2. Sin embargo, todavía es largo el camino que resta por recorrer, sobre todo ante la escasa sensibilización que existe sobre las verdaderas causas del hambre. Aquí es donde deberá actuarse, de forma especial, sobre todo, para resolver el problema en sus raíces. A través del lema de este año: PLÁNTALE CARA AL HAMBRE: SIEMBRA, Manos Unidas nos invita a sembrar en nuestro entorno el Evangelio de las Bienaventuranzas. A sembrar en los corazones la gran verdad de que alimentarse, no pasar hambre, es un derecho primario de toda persona, de que las generaciones presentes tenemos que preservar los recursos naturales para las futuras y la idea de que, una apropiación exclusiva y abusiva de estos recursos se opone a la llamada de Dios ya desde el Génesis: “El Señor Dios tomó al hombre y lo colocó en el jardín de Edén, para que lo guardara y lo cultivara” (Gn 2,15). Las causas de la pobreza en el mundo radican en criterios falsos y en planteamientos erróneos económicos, políticos y comerciales. Los últimos Pontífices, como ahora el Papa Francisco, han puesto el dedo en la llaga, apuntando que es la persona la que debe ocupar el centro de la economía y desarrollo, no el dinero y el poder. Más vale enseñar a pescar que regalar pescado. Servir a la persona y no servirse de la persona. 3. Dejando claros estos planteamientos, y como respuesta a dos de las obras de misericordia en este año jubilar extraordinario: “Dar de comer al hambriento y de beber al sediento”, seguiremos apoyando a esta nueva Campaña contra el hambre en el mundo, arrimando nuestro hombro junto a Manos Unidas.
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Dios Creador hizo las cosas para los seres humanos, para todos sin excepción. Es su casa común, que es este mundo. Que nadie impida este proyecto divino y que todos colaboremos para dar nuevos pasos en esta dirección, sin pararnos, aunque el horizonte quede lejos. Desde aquí quiero dar las gracias a los dirigentes de Manos Unidas, a tantos colaboradores y voluntarios de la Iglesia de Jaén. Son muchos y trabajan sin horarios y gratuitamente por esta noble causa. Gracias también a tantas personas generosas que, desde el anonimato, contribuyen con sus ayudas a los Proyectos concretos que nos han encomendado y hemos asumido para la presente campaña. Con mi saludo agradecido en el Señor.
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+ Ramón del Hoyo López Obispo de Jaén
Diócesis de León
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Plántale cara al hambre: siembra
Obispo de León
ste es el lema de la campaña de Manos Unidas para 2016. Desde su nacimiento, hace 57 años, está comprometida en la lucha contra el hambre, que, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), condena actualmente a malvivir y morir a más de 800 millones de personas, a pesar de los logros alcanzados -ciertamente insuficientes- en ese esfuerzo común entre el 2000 y el 2015 que han sido los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Nada puede justificar que en el siglo XXI con todas sus posibilidades persista esta lacra a la que el papa Juan Pablo II llamó “paradoja de la abundancia”, pues mientras hay comida para todos, no todos pueden comer, y a la que el papa Francisco no duda en relacionar con la “globalización de la indiferencia”. El que debía ser el problema prioritario a nivel mundial -que uno de cada ocho habitantes del planeta sufra las garras de ese monstruo asesino que es la desnutrición crónica- parece un apéndice secundario si nos fijamos en los recursos dedicados por los países a la cooperación internacional. Aunque la tragedia del hambre es cosa de todos: gobiernos, organizaciones y ciudadanos. Nos lo recuerda el papa Francisco en la encíclica Laudato si, sobre el cuidado de la casa común, en el nº 193: “Sabemos que es insostenible el comportamiento de aquellos que consumen y destruyen más y más mientras otros todavía no pueden vivir de acuerdo con la dignidad humana. Por eso ha llegado la hora de aceptar cierto decrecimiento en algunas partes del mundo, aportando recursos para que se pueda crecer sanamente en otras partes”. Este año, Manos Unidas pone el foco sobre el derecho universal a la alimentación, a la seguridad alimentaria, a la soberanía alimentaria, sin dependencias ni injerencias indeseables. Los medios de vida de 2500 millones de personas dependen de la agricultura: pequeños agricultores, pastores, pescadores, comunidades que viven en entornos naturales. Sin embargo, ellos son los más vulnerables a los desastres naturales, a la desprotección jurídica en los países empobrecidos, que provoca que poderosas corporaciones acaparen grandes extensiones de tierras de cultivo, desplazando a las poblaciones autóctonas, que no tienen otro medio de vida, para luego especular en los mercados con los alimentos básicos o, en el peor de los casos, para dedicarlos a biocombustibles en el mundo rico. ¡Qué gran labor apoyar a esas comunidades del mundo del Sur para que tengan tierra, agua y buenas semillas! Manos Unidas está empeñada en contribuir a ello desde sus posibilidades proclamando la urgencia de una siembra de solidaridad a la que el papa Francisco se refería en su discurso a la FAO en Roma: “Cuando falta la solidaridad en un país, se resiente todo el mundo. En efecto, la solidaridad es la actitud que hace a las personas capaces de salir al encuentro del otro y fundar sus relaciones mutuas en ese sentimiento de hermandad que va más allá de las diferencias y los límites, e impulsa a buscar juntos el bien común”.
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Manos Unidas es testigo gozoso de los logros conseguidos por las poblaciones cuyos proyectos de desarrollo apoya con los recursos aportados aquí por millones de personas como nosotros. En 2014, recaudó más de 43 millones de euros, de los cuales el 87% proceden de particulares e instituciones privadas y sólo un 13% son financiación de proyectos con fondos públicos. A través de Manos Unidas podemos participar activamente en la lucha urgente contra el hambre, que es un paso esencial en la construcción de un mundo más justo. Sin los donantes y socios Manos Unidas es nada. Gracias pues, a los que apoyáis esta noble causa con vuestros donativos. El agradecimiento sería mayor, si algunos de vosotros os convirtierais en voluntarios de esta ONG de la Iglesia española. Es una maravillosa forma de practicar la caridad y la misericordia a la que nos invita el papa Francisco en su Bula de convocación del Jubileo extraordinario de la Misericordia en el nº 15: “Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo de despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y de entrar todavía más en el corazón del evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina”. Las últimas palabras son las del apóstol Pablo a los cristianos de Corinto cuando estaban preparando la colecta a favor de los cristianos de Jerusalén que se encontraban en grave necesidad: “El que siembra tacañamente, tacañamente cosechará; el que siembra generosamente, generosamente cosechará. Cada uno dé como haya decidido en conciencia, no a disgusto ni por compromiso, porque al que da de buena gana lo ama Dios”. Maximino de Lucas Consiliario de Manos Unidas en León
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Diócesis de Lleida
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Plántale cara al hambre: siembra
Monseñor Salvador Giménez Valls, Obispo de Lleida.
uando llegan estas fechas nuestra sociedad escucha y contempla palabras e imágenes que nos alertan acerca de una realidad sangrante del mundo actual: el hambre que todavía existe para millones de personas. Es una campaña de una Asociación de la Iglesia Católica en España para la ayuda, promoción y desarrollo de los países con graves dificultades sociales y económicas. Todos conocéis de la existencia de MANOS UNIDAS que mantiene dos líneas de trabajo: dar a conocer y denunciar la existencia del hambre y del subdesarrollo, sus causas y sus posibles remedios; por otra parte reunir medios económicos para financiar programas, planes y proyectos encaminados a atender las necesidades de los mencionados países en vías de desarrollo. Es también una Organización No Gubernamental para el desarrollo de voluntarios que nace del compromiso de las Mujeres de Acción Católica a finales de los años cincuenta del pasado siglo. En la actualidad están presentes en todas las diócesis españolas con 71 Delegaciones, con muchos núcleos en parroquias y centros de enseñanza, con voluntarios y responsables de ambos sexos, con un entusiasmo encomiable y una dedicación impresionante, con un merecido reconocimiento y prestigio social muy alto, alcanzado por su transparencia económica y por la seriedad de sus planteamientos. Todo ello vale para el equipo responsable de nuestra diócesis. Lo ampliamos también para todos los colaboradores que entregan su esfuerzo y su tiempo y para quienes, personas e instituciones, ofrecen su aportación económica. En nombre de todos ellos me erijo en su portavoz para decir con contundencia y satisfacción: GRACIAS. El objetivo de estas líneas es muy claro: invitar a todos los cristianos a participar con su oración, su tiempo y sus bienes con Manos Unidas y ofrecer a todas las personas de buena voluntad, preocupadas por las carencias y miserias de nuestro mundo, la posibilidad de sumar sus esfuerzos a esta inmensa tarea que parece desgraciadamente no terminar nunca. Os necesitamos a todos. Aunque esta organización trabaja durante todo el año, es en estas fechas cuando intensifica su actividad. Habréis visto publicidad en distintos sitios de nuestros pueblos y ciudades. Es la campaña anual que se centra en el segundo fin de semana de febrero con un llamado Día del Ayuno Voluntario, la aportación dominical de las parroquias y unos sobres destinados a recoger donativos particulares. Hay también abundancia de informes, análisis y estudios que están al servicio de la información general; por supuesto revistas, estadísticas y charlas que sensibilizan a nuestra sociedad. Podéis aprovechar todos estos recursos. Os ayudará en vuestros sentimientos fraternos. Vayamos a la campaña de este año. Tiene un lema muy impactante: PLÁNTALE CARA AL HAMBRE: SIEMBRA. Según la autora del cartel tiene un impacto visual (por el contraste de la imagen), un impacto emocional (por la presentación de un plato blanco de alta cocina con la cuchara de madera
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llena de tierra) y un impacto moral (porque no todo es sencillo para comer, hay que sembrar). La frase quiere llegar al corazón y a la responsabilidad de todos, de los que se benefician y de los que aportan. Con dos verbos en imperativo que a todos comprometen, que no tengamos miedo de luchar contra esa tremenda lacra social y que todos participemos en la siembra de semillas de cultivo y de misericordia. Se nos exige la colaboración para el desarrollo material de todos los pueblos de la tierra en la agricultura, en la industria, en los servicios y en la conversión de nuestro corazón para derrochar misericordia haciendo realidad la fraternidad universal que nos manda el mismo Jesucristo. No cabe la menor duda de que la campaña actual está en la línea que el papa Francisco nos recuerda con insistencia en este Año Jubilar de la Misericordia. + Salvador Giménez Valls, Obispo de Lleida
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Diócesis de Lugo
Plántale cara al hambre: siembra Ante la LVII campaña de Manos Unidas
U
Monseñor Alfonso Carrasco Rouco, Obispo de Lugo.
n año más, la campaña de Manos Unidas nos interpela, recordándonos que todos somos hermanos, que no podemos mirar con indiferencia cómo poblaciones enteras viven en pobreza tal que el hambre, símbolo de la injusticia, sigue poniendo en cuestión su misma existencia y el futuro de sus hijos. Esta iniciativa de Manos Unidas nos recuerda que nosotros disponemos de muchos recursos, entre los que debe contarse como el primero una conciencia clara, iluminada por la luz del Evangelio y una larga experiencia cristiana. No podemos confiar la solución de estos inmensos problemas sin más a Estados y Organizaciones internacionales; porque, en sí, son sólo instrumentos, necesarios sin duda, en los que se expresan los pueblos. Pero las orientaciones fundamentales que los guían deben ser afirmadas constantemente, una y otra vez, por la población que los sostiene. No puede darse por descontado -por el simple hecho de poseer una estructura democrática, por ejemplo- la opción por la libertad, la justicia y la solidaridad, por la paz. Al contrario, como muestra la experiencia cotidiana de cada uno, es necesario el esfuerzo de defender siempre de nuevo esta opción moral, de rechazar con conciencia lúcida otras lógicas que se ofrecen constantemente como más prácticas y que justifican sólo egoísmos y olvidos del prójimo. Por ello es tan significativa para la sociedad y el Estado la presencia de la Iglesia, la conciencia viva del pueblo cristiano, e instrumentos concretos como el de Manos Unidas. Nuestra fe en Dios, Padre de todos, y en Jesucristo, que ilumina mentes y corazones con la verdad sobre el hombre y el amor al prójimo, es un recurso esencial, que si es cuidado, contribuye a que esté presente con eficacia en la vida el deseo de combatir el hambre y la injusticia, pudiendo determinar incluso las grandes opciones económicas y políticas. Hemos de sembrar, para evitar la globalización de la indiferencia, que significaría aceptar la indignidad en nuestra propia vida y la injusticia en la sociedad. Nuestra participación en la campaña de Manos Unidas, colaborando en proyectos concretos y necesarios, es una forma de afirmar nuestra responsabilidad personal y social, de crecer en conciencia del protagonismo que nos corresponde a cada uno. Como nos recuerda el lema de este año, es tiempo de plantar cara, de sembrar; no permitamos que se difumine nuestro rostro y nuestro corazón.
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No temamos que disminuyan por eso nuestros recursos para atender a los que nos son más cercanos; al revés, aumentará así nuestra sensibilidad e inteligencia, nuestra capacidad de responder con solidaridad a las pobrezas que provoca de muchas maneras la crisis que vivimos. Que nuestra aportación, de tiempo, de trabajo y de dinero, sirva para renovar nuestra fe, para permitir que determine mejor nuestra comprensión de las cosas, nuestros criterios de acción, nuestro compromiso social. Que responder a la llamada de Manos Unidas, saliendo al encuentro de quien nos necesita, nos haga crecer en sentido del Evangelio, en aprecio por la pertenencia al Pueblo de Dios y en amor activo e inteligente al prójimo. + Alfonso Carrasco Rouco Obispo de Lugo
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Diócesis de Madrid
La misericordia promueve la dignidad del hombre. Plántale cara al hambre: siembra
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Monseñor Carlos Osoro Sierra, Cardenal-Arzobispo de Madrid.
a carta que siempre os escribo con motivo de la campaña contra el hambre de Manos Unidas, deseo que tenga una connotación especial. El cartel de este año me sugiere una afirmación fuerte, pero verdadera, y que es necesario explicar: el hambre no depende únicamente de las diversas situaciones geográficas en las que estemos ni tampoco de las climatologías de los países en los que habitan los hombres, ni siquiera de las circunstancias desfavorables que hacen que las cosechas no sean abundantes como teníamos previsto o como normalmente se dan. También el hambre lo provoca el hombre mismo, con sus egoísmos, que tienen versiones muy diferentes, co-mo carencias en la organización social, rigidez de estructuras económicas que muy a menudo están destinadas al lucro, e incluso prácticas contra la vida humana; en sistemas ideológicos que reducen a la persona, le recortan sus dimensiones esenciales, le privan de su dignidad fundamental la entienden como un instrumento más a su servicio. El lema de la campaña de este año tiene gran importancia: Plántale cara al hambre: siembra. Hemos descentrado al hombre y hay que volver a colocarlo en el centro. Este descentramiento se manifiesta en el modo de atender el hambre en el mundo pues, con mucha frecuencia, la acción internacional para combatirla ignora el factor humano y, en cambio, da prioridad a aspectos técnicos y socioeconómicos que, aunque son importantes, solo responderán a las verdaderas necesidades del ser humano cuando éste esté en el centro. Para lograrlo nos tenemos que implicar más todos y, con una fuerza especial, quienes tienen que tomar decisiones. Hemos de valorar y decidir qué uso damos a la tierra porque, en muchas ocasiones, se está orientando a otros objetivos que afectan al ambiente y se está volviendo improductiva para alimentar al ser humano. En la encíclica Populorum progressio, el beato Pablo VI señalaba que «se trata de construir un mundo donde todo hombre [...] pueda vivir una vida plenamente humana [...] donde el pobre Lázaro pueda sentarse a la misma mesa que el rico» (n.47). La frase que entonces decía sigue teniendo actualidad: «Los pueblos hambrientos interpelan hoy, con acento dramático, a los pueblos opulentos» (n.3). Es necesario y urgente que madure el derecho universal de los hombres a la alimentación, promoviendo esa conciencia solidaria que considere la alimentación como un derecho universal de todos, sin distinciones ni discriminaciones. Todos hemos de realizar un primer compromiso para solucionar el problema del hambre. ¿Qué compromiso? Eliminar las razones que impiden un respeto auténtico de la dignidad de la persona. Qué bien viene recordar aquí algunas obras de misericordia que nos afectan directamente, y que nos ayudan a respetar la dignidad de todo ser humano: «Dar de comer al hambriento, de beber al sediento; enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, dar buen consejo al que lo necesita». Estas y otras obras de misericordia hacen verdad el lema de esta campaña: Plántale cara al hambre: siembra. La encíclica Laudato si nos recuerda que las criaturas de este mundo tienen dueño: «Son tuyas, Señor, que amas la vida». Y tienen «una subli-
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me comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde» de las mismas, también del lugar tierra en que habitan. Que conste que esto no es igualar a todos ni divinizar la tierra. Sí es poner al ser humano con el valor que tiene y su responsabilidad (cf. LS 89-90). El cartel de la campaña contra el hambre de este año, como apuntaba antes, es muy sugerente: un plato blanco bellísimo con una cuchara de madera llena de tierra en la que nace una planta. Especialmente me hace recordar que no todos tienen ese plato, ni siquiera una cuchara con tierra para sembrar y que dé frutos. El cartel no pide platos. Reclama que todos los hombres tengan tierra para sembrar y comer. Medios para que esas tierras produzcan. Semillas, agua, herramientas para el trabajo. Después, ellos mismos harán sus platos y cucharas, con el producto y valor de lo que plantan. Erradicar el hambre, contar con una alimentación sana y suficiente, requiere métodos y acciones que permitan una explotación adecuada de los recursos. Requiere que se respete el patrimonio de la casa común que es nuestra tierra, la que ha sido creada por Dios, quien también nos creó a nosotros y todo lo que existe, y quien nos ha dado la dignidad que tenemos todos los hombres, creados a su imagen y semejanza. Con el cartel, entendemos muy bien el lema: Plántale cara al hambre: siembra. Sembremos y cultivemos la tierra para que todos los seres humanos puedan alimentarse; sembremos de solidaridad la tierra; sembremos de cultura del encuentro el corazón de todos los hombres; sembremos de ternura, paz y amor, y renunciemos a la indiferencia. En esta campaña de Manos Unidas, queriendo hacer verdad su lema, me gustaría acercar a vuestra vida y a vuestro corazón estos deseos que convierto en bienaventuranzas: ●
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Bienaventurados los que hablan y viven el desarrollo auténtico, entendido como aquel que asegura una mejora integral en la calidad de vida humana.
Bienaventurados quienes ven con los ojos de Jesús el espacio donde transcurre la existencia de las personas, los escenarios donde viven y actúan, y dan las mismas respuestas que Él a quienes los habitan.
Bienaventurados quienes promueven el bien común, como es el respeto a la persona con sus derechos inalienables a su desarrollo integral, aplicando el principio de subsidiariedad en los grupos intermedios, entre los que destaca la familia.
● Bienaventurados
quienes se toman en serio la siembra, sabiendo que los países pobres necesitan de los ricos, teniendo estos como prioridad erradicar la miseria.
●
Bienaventurados quienes alientan la mejoría agrícola de las regiones más pobres, con inversiones, infraestructuras, organización de mercado, sistemas de riego, técnicas agrícolas sostenibles, cooperativas, etc.
● Bienaventurados
quienes se hacen estas preguntas para un desarrollo integral antes de emprender cualquier proyecto en favor de quienes pasan hambre: ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿De qué manera? ¿Para quién? ¿A qué costo? ¿Quién paga y cómo?
● Bienaventurados quienes, pensando en el bien común, hacen posible que la política y la economía en
diálogo se coloquen al servicio de la vida y con absoluta claridad al servicio de la vida humana.
● Bienaventurados
quienes promueven que no bastan las ciencias empíricas para explicar completamente la vida, el conjunto de la realidad, pues sostener lo contrario hace desaparecer la sensibilidad estética y la capacidad de la razón para percibir el sentido y la finalidad.
Con gran afecto, os bendice,
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+ Carlos Osoro Sierra, Cardenal Arzobispo de Madrid
Diócesis de Mallorca
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Plántale cara al hambre: siembra
Monseñor Javier Salinas Viñals, Obispo de Mallorca.
ste segundo domingo de febrero, como ya es tradicional, la organización católica Manos Unidas sale a nuestro encuentro para pedir colaboración en el logro de sus iniciativas a favor de quienes viven el azote de la pobreza en los llamados países del Tercer Mundo. Una colaboración económica que debería nacer de la toma de conciencia más profunda sobre la situación de tantas personas, víctimas del comportamiento humano injusto. Y deberá también llevar a un cambio en nuestra actual forma de vivir. De ahí el valor pedagógico del “ayuno voluntario” como forma de solidaridad con quienes carecen del alimento necesario. Recordemos que Manos Unidas nació como respuesta a la situación de “hambre” que padecen más de mil millones de seres humanos. Quería ser expresión del compromiso con esas víctimas, especialmente los niños y las mujeres. Plantar cara al hambre también exige hacer frente a otros problemas que la acompañan: la violencia, la falta de educación, de recursos sanitarios y la marginación de la mujer. Todo un conjunto de factores que viene a decir que sin justicia será imposible combatir el hambre. Las propuestas de Manos Unidas siempre van acompañadas de un mensaje de denuncia, de una llamada a no reducirlo todo a una ayuda económica, a recordarnos nuestra parte de responsabilidad. Este año el lema lo dice todo. “Planta cara al hambre: siembra”. Una propuesta que indica un camino: ¡Siembra! Así nos recuerda que las metas se alcanzan con pasos concretos y constantes, con paciencia y confianza. ¿Quién se imaginaba que Manos Unidas ofreciera tantas iniciativas para combatir el hambre y sus secuelas? Lo que parecía algo improbable se ha abierto camino. El camino a seguir es muy concreto: siembra con tu apoyo económico y con tu estilo de vida. En este Año, Manos Unidas nos propone la llamada del Señor: “Tuve hambre y me disteis de comer” (Mt 25,35) ¿Cuál será nuestra respuesta? + Javier Salinas Viñals, Obispo de Mallorca
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Diócesis de Menorca
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Campaña contra el hambre 2016
Monseñor , Obispo de Menorca.
l Mensaje del Papa para la Cuaresma viene como anillo al dedo para dar el pistoletazo de salida a la Campaña Contra el Hambre en el Mundo de 2016 en nuestra Diócesis. En el contexto del Año de la Misericordia, el Papa Francisco nos recuerda que “mediante las obras de misericordia corporales tocamos la carne de Cristo en los hermanos y hermanas que necesitan ser nutridos, vestidos, alojados, visitados, mientras que las espirituales tocan más directamente nuestra condición de pecadores: aconsejar, enseñar, perdonar, amonestar, rezar”. Además, su práctica es el mejor revulsivo contra la indiferencia y la ayuda necesaria para despertar nuestra sensibilidad adormecida: “Precisamente tocando en el mísero la carne de Jesús crucificado el pecador podrá recibir como don la conciencia de que él mismo es un pobre mendigo. A través de este camino también los «soberbios», los «poderosos» y los «ricos», de los que habla el Magníficat, tienen la posibilidad de darse cuenta de que son inmerecidamente amados por Cristo crucificado, muerto y resucitado por ellos”. La consecuencia es clara: hemos de transmitir el amor de Dios que recibimos. Practicar la misericordia es el único camino para saciar la sed de felicidad y de amor que todos llevamos en el corazón. Colaborar con Manos Unidas es una buena ocasión para promover y realizar obras solidarias con otros sectores de la humanidad donde muchos misioneros y cooperantes están entregando su vida al servicio de aquellos que carecen de lo necesario, como es la vivienda, el vestido, la comida, la educación y la salud. La enseñanza del Papa Francisco sobre la inseparabilidad de las obras de misericordia corporales y espirituales está en plena sintonía con el espíritu de la Campaña Contra el Hambre en el Mundo, que no se limita a dar de comer en un momento determinado, sino que pretende llevar a cabo todas aquellas acciones necesarias para que las personas y los pueblos puedan autoabastecerse de una manera permanente. El lema de este año nos estimula a todos: “Plántale cara al hambre: siembra”. La misma organización nos recuerda que solucionar el problema del hambre pasa por acompañar a los más pobres y reforzar el derecho a la alimentación de los pequeños productores, contribuir al cambio hacia unos sistemas alimentarios más justos y educar para una vida solidaria y sostenible. Manos Unidas de Menorca puede dar testimonio de la generosidad de los menorquines que colaboran con la Campaña o bien como voluntarios aportando su tiempo y su trabajo, o bien con sus donativos que permiten financiar los proyectos que cada año se escogen y gracias a los cuales en muchas regiones del mundo se ha podido superar el hambre y emprender el camino del desarrollo. Esta semana, además del lanzamiento de la Campaña a nivel nacional, podemos practicar un gesto solidario: el viernes 12 de febrero es el Día del Ayuno Voluntario, que propone donar el importe de
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nuestra comida de ese día a los proyectos de desarrollo que realiza Manos Unidas en todo el mundo. Recordad que sólo podemos ser auténticamente felices, si hacemos felices a los demás. Gracias por vuestra ayuda y colaboración. Gerardo Villalonga Hellín, Administrador Diocesano de Menorca
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Diócesis de Mérida-Badajoz
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Plántale cara al hambre: siembra
Monseñor Celso Morga Iruzubieta, Obispo de Badajoz.
o podemos ser insensibles ante el escándalo: 805 millones de personas pasan hambre en nuestro mundo. Este escándalo no pierde actualidad porque, a pesar de que se producen alimentos hasta el derroche, todavía todas estas personas sufren esta plaga. Como seguidores de Jesucristo, no podemos mirar para otro lado y seguir nuestra vida como si nada pasase, o escurrir el bulto porque no es mi problema, o creerme que no puedo hacer nada ante este terrible drama que viven tantas personas. ¿Imposible plantarle cara al hambre y erradicar este mal de nuestro mundo? De ninguna manera podemos rendirnos ante esta situación que clama ante nuestras conciencias. La solución de tantos hambrientos es un problema de voluntad… Si quisiéramos, si fuéramos generosos, si cambiáramos nuestros estilos de vida… porque, mientras se mueren muchas personas de hambre, se desperdicia y si tira a la basura un tercio de lo que se produce. ¡Cuánto hace la Iglesia en este mundo tan mal repartido! Congregaciones religiosas, misioneros, ONG. Católicas organizadas en Europa y América luchan todo el año para resolver este grave problema que afecta a toda nuestra humanidad. Y, entre ellas, destaca nuestra Asociación MANOS UNIDAS que nació con este propósito. Ya en el año 1955 decía el manifiesto de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas: “Un solo obstáculo en la lucha contra el hambre sería insuperable: creer que la victoria contra el hambre es imposible. Todas unidas y, en conexión con todos los que se consagran a esta misma tarea, podemos mucho más de lo que creemos. No se necesita más para acometer la empresa. Declaramos la guerra al hambre”. El motor fundamental de la misión de Manos Unidas es que las personas vivan, y vivan dignamente. Alimentarse es fundamental para vivir y para que cada persona pueda mantenerse y crecer en todas sus dimensiones. Ante esta realidad sangrante, queremos contribuir a la transformación de este mundo tan injusto desde la fuerza de nuestra identidad como creyentes, siguiendo al Señor Jesús que se compadece de tantos que no tenían qué comer (Marcos 8,2). En la Instrucción pastoral “Iglesia, servidora de los pobres”, los Obispos españoles nos recuerdan la invitación que hace la iglesia a todos, especialmente a “los cristianos, fieles y comunidades, a mostrarnos solidarios con los necesitados y a perseverar sin desmayo en las tarea de ayudarles y acompañarles”. Y nos piden que acojamos las indicaciones del Papa Francisco al convocar el Año Santo de la Misericordia que estamos celebrando: “Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo de despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la
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pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina”. Os invito, queridos feligreses y personas de buena voluntad, a colaborar con Manos Unidas, asociación oficial de la Iglesia de España para el desarrollo de los pueblos más pobres del mundo. Está más que demostrado que su trabajo lo hace muy bien y no desperdicia ningún recurso que llega a sus manos. Une tus manos a Manos Unidas por un mundo fraterno, solidario y justo. Son las semillas de una sociedad en Paz. Siembra generosamente. Tu oración, tu conciencia sensibilizada ante el hermano hambriento, tu aportación económica lo más generosa que te sea posible, hará crecer la esperanza de que el hambre puede desaparecer de nuestro mundo. Recuerda: Tuve hambre y me diste de comer… + Celso Morga Iruzubieta, Obispo de Mérida-Badajoz
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Diócesis de Mondoñedo-Ferrol
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La misericordia, también en la siembra
Monseñor Luis Ángel de las Heras, Obispo de Mondoñedo-Ferrol.
como dice el refrán, “obras son amores y no buenas razones”. Estamos en el “Año de la Misericordia” y puede ser que se nos llene la boca con esta palabra y no movamos un dedo para hacerla efectiva.
El catecismo desde siempre nos habló de las obras de misericordia, no solo para aprenderlas de memoria, sino sobre todo para llevarlas a la práctica. La formulación de las catorce obras de misericordia, siete corporales y otras siete espirituales, son una forma concreta y factible de poner la misericordia a nuestro alcance. Podríamos decir que las obras de misericordia son como el compendio del evangelio. Su origen se encuentra en la parábola del juicio final, en el que Jesús nos juzgará por nuestro comportamiento con el prójimo: “Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestísteis; enfermo y en la cárcel y me visitasteis…” (Mt 25, 34-36). Lo importante de estas obras de misericordia, también de las obras de misericordia espirituales, es que valoremos el amor por sí mismo y no por la recompensa, pues al final de nuestra vida lo importante será la consideración y la actitud que tengamos para con los demás y cómo los hemos tratado, porque todo ser humano tiene derecho a ser respetado y vivir con dignidad. Además los cristianos, según el evangelio, tenemos una motivación añadida: Dios se hace presente en cada ser humano que nos necesita. En un mundo desarrollado que solo piensa en sí mismo y defiende en exclusiva sus propios intereses, el pobre, el hambriento, el descartado, el necesitado son para nosotros imagen y “sacramento” de Dios. “Dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento” entra en el elenco de las tradicionales obras de misericordia. Unas obras que alcanzan plena actualidad en cada Campaña de Manos Unidas, máxime en este Año Jubilar de la Misericordia. En la Iglesia católica nos sentimos orgullosos -si podemos emplear este calificativo- de la lucha contra el hambre en el mundo y de los innumerables proyectos de promoción y desarrollo llevados a cabo por Manos Unidas en los países más empobrecidos. En nuestra diócesis, precisamente con motivo de este Año de la Misericordia, nos hemos comprometido a financiar la compra de una ambulancia para Beleko, que se encuentra en Mali (África occi-
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dental) uno de los países más pobres del mundo, por un importe de 33.041 euros y que beneficiará a una población de unos 30.000 habitantes. Una forma concreta de que la convocatoria “jubilar” del papa Francisco se concrete en una acción con doble efecto: la concienciación de la comunidad diocesana -comunidades parroquiales, grupos, asociaciones, religiosos…- ante una necesidad que, entre las innumerables lacras humanas y sociales de nuestro mundo, clama justicia, y la realización efectiva de un proyecto muy concreto que puede ayudar a salvar muchas vidas humanas. No se trata de hacer por hacer ni de demostrar ante los demás que hacemos algo y menos por hacerse ver, sino de “sembrar y plantarle cara al hambre” como reza el lema de este año. Podemos hablar de misericordia y de solidaridad, incluso quejarnos y lamentar las desgracias ajenas, y apenas hacer nada por los demás. Aunque solo sea “sembrar” o enseñar a sembrar un puñado de granos de trigo para que alguien pueda tener pan, ya es mucho. Y si les ayudamos para que tengan los medios para hacerlo, mejor. Una vez más tenemos que recordar aquello de un sermón de san Antonio de Padua, que cobra plena actualidad en nuestros días: “Cesen, por favor, las palabras y sean las obras las que hablen”. Un buen consejo para este Año y para cada año en la Campaña contra el hambre en el mundo. + Antonio Rodríguez Basanta, Administrador diocesano de Mondoñedo-Ferrol
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Diócesis de Osma-Soria
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Campaña contra el hambre: Manos Unidas
Monseñor Gerardo Melgar Viciosa, Obispo de Osma-Soria.
Plántale cara al hambre. SIEMBRA”. Con este eslogan quiere Manos unidas concienciar a todos los seres humanos en la necesidad de seguir luchando para que las personas, todas, vivan dignamente.
Sigue siendo un verdadero escándalo en pleno siglo XXI, que resuena en todos los rincones del universo, que todavía haya 805 millones de personas que pasan hambre y mucho más cuando el mundo tiene capacidad para producir alimentos hasta el derroche. Por eso, la llamada clara que Manos Unidas lanza a toda la humanidad es a que pongamos cada uno lo que podamos para hacer y declarar la guerra al hambre, porque tenemos que convencernos que la victoria es posible y que un día, con la solidaridad y la colaboración de todos, el hambre será un recuerdo del pasado. En los últimos años Manos Unidas, siguiendo la iniciativa de los Objetivos de Desarrollo del Milenio ha puesto hincapié en determinadas campañas para apoyar derechos fundamentales, principalmente en los pueblos del Sur. En el mundo han crecido las posibilidades para que todas las personas puedan vivir dignamente, sin embargo la globalización no ha caminado por la vía de una mayor justicia social, sino que ha seguido prevaleciendo la indiferencia y la exclusión y el desinterés por los excluidos y más vulnerables. A esta transformación del mundo los cristianos nos sentimos especialmente animados y urgidos por nuestra condición de seguidores de Jesús, que se compadecía de las multitudes porque no tenían que comer (Cfr Mt 8,2), por la llamada que el Papa Francisco hace a toda la cristiandad con motivo del Jubileo de la misericordia que llama a todos a poner en práctica las obras de misericordia tanto materiales como espirituales, como medio de despertar nuestra conciencia muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza y del hambre. Igualmente los Obispos españoles en el documento “La iglesia servidora de los pobres”(nº 1), urgen a todos los cristianos , a todas las comunidades y fieles, a “mostrarnos solidarios con los necesitados y a perseverar en la tarea ya emprendida de ayudarles y acompañarles”. Para transformar este mundo hacia la solidaridad es necesario SEMBRAR Y LLENAR la sociedad de corazones compasivos, hemos de cambiar el corazón de las personas para que sean capaces de ser solidarios con los mas necesitados, para que sean capaces de abrirse a las necesidades de los demás, especialmente de los más alejados, los “sobrantes” que dice el Papa. Es necesario declarar la guerra al hambre desde la promoción de unas campañas en las que se reconozca y se cumpla el derecho a la alimentación a todos los niveles y para todas las personas, en proyectos que faciliten el acceso a los recursos, a los medios de producción y a los mercados: la parti-
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cipación en foros internacionales en los que se denuncie y se propongan políticas sociales y económicas basadas en el bien común. Para todos esto Manos Unidas se ha propuesto un plan que durará tres años en el se pondrán todos los medios para conocer las causas de esta situación a la vez que se buscan las soluciones oportunas. El plan contempla dos partes fundamentales: 1.- La identificación de las causas y problemas a resolver con respecto al problema del hambre en el mundo: el mal uso de los recursos alimentarios y energéticos; la existencia del sistema económico internacional que sigue promoviendo un modelo basado en el mayor beneficio, excluyendo a los más débiles; y nuevos estilos de vida y consumo, que favorecen ese modelo y hacen que aumente la exclusión y la vulnerabilidad entre los más necesitados y empobrecidos. 2.- Establece las líneas fundamentales a recorrer para solucionar el problema del hambre en el mundo. a.- Acompañar a los más pobres y reforzar el derecho a la alimentación de los pequeños productores. b.- Contribuir para que caminemos hacia unos sistemas alimentarios más justos. c.- Educar para una vida solidaria desde la educación en la fraternidad, promoviendo aquellos valores que contribuyan a la edificación de la civilización del amor. Todos, debemos sentirnos llamados a hacer la guerra al hambre en el mundo, porque sigue siendo la vergüenza del tiempo de los avances y las altas tecnologías. A todos nos compete esta lucha y todo debemos sentirnos llamados a ser solidarios y a sembrar la solidaridad en medio de nuestro mundo egoísta. Ninguna persona debería permitir que otras personas, otros semejantes pasen hambre mientras a otros nos sobra de todo, pero sobre todo la sensibilidad ante el hambre en el mundo debe brillar de manera extraordinaria en los creyentes en Jesús, porque Él se identifica con ellos y sabemos que lo que hagamos con ellos es con Cristo y a Cristo a quien se lo hacemos. Ante esta realidad unos interrogantes importantes deben golpear continuamente nuestro corazón humano y de creyentes ¿Qué puedo hacer yo? ¿Qué estoy dispuesto a hacer por mis parte? ¿Soy lo suficientemente solidario o debería saber ser mucho más desprendido y justo para compartir con los más necesitados lo que yo tengo? Ahí están esos interrogantes. Cada uno personalmente debe responderlos porque sabemos como creyentes en Jesús que somos, que es de esto de lo que nos van a juzgar y el Señor nos va a decir: “porque tuve hambre y me disteis de comer…, o porque tuve hambre y no me disteis de comer… ” (Mt.25,35) Que el Señor cambie nuestro corazón de piedra, por un corazón mucho más solidario y caritativo, para que a ningún ser humano le falte una vida realmente digna. + Gerardo Melgar Viciosa, Obispo de Osma-Soria
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Diócesis de Ourense
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Un milagro de corazones misericordiosos: Manos Unidas
Monseñor J. Leonardo Lemos Montanet, Obispo de Ourense.
ace más de medio siglo, un grupo de mujeres con un corazón lleno de misericordia y esperanza se lanzaron a una gran utopía: luchar contra el hambre en el mundo. Esta lucha se actualiza cada día pero, de una manera muy especial, durante el mes de febrero, en el que Manos Unidas reactiva su mensaje con una campaña que tienen por objeto mentalizar a toda la población, sin tener en cuenta ni credos, ni ideologías. A todos los que conservan una sensibilidad comprometida que no se ha endurecido aún por la indiferencia ambiental. Manos Unidas sigue siendo una luz de esperanza en medio de una civilización con tantos signos de cansancio y de decadencia. Saben bien que esta acción conjunta hace que muchas “manos unidas” constituyan una realidad más fecunda y duradera. Lo hemos podido comprobar en sus muchos años de historia en los que se han llevado a cabo tantos proyectos de promoción y de desarrollo, que es tanto como decir de humanización. Esto es así, porque donde exista una persona, sea niño, joven o anciano, que padezca cualquier tipo de necesidad primaria, de manera especial el hambre, toda la humanidad se siente truncada en sí misma. Porque la existencia del hambre sigue siendo seria llamada de atención a cualquier proyecto de progreso humano, por muy buenas intenciones que tenga. No se entiende cómo después de tantos años puedan existir personas o instituciones que con sus posturas manifiesten sus reservas a los proyectos de Manos Unidas porque dicen que “huelen a Iglesia Católica”. A pesar de las dificultades, un año más tenemos ante nosotros una nueva campaña que, en esta ocasión, vuelve a sorprendernos con su lema: “El hambre no solo se combate con comida”. Muchos siguen pensando que con unas moneditas al año, el día de la jornada, ya se solucionan los problemas. Seguimos pensando que el hambre sigue siendo una cuestión que se acerca a nosotros a través de los servicios informativos o de un documental televisivo. La lucha contra el hambre nos implica a todos radicalmente. Nadie puede quedar al margen de esta realidad, ni siquiera los niños. ¡Muy al contrario! porque es a ellos a los que hay que sensibilizar de forma positiva para que no se dejen atrapar por el “tener”, ni por la locura de la telepática actual que puede reducirnos a todos a “islas solitarias” delante de nuestras pequeñas pantallas. El hambre en el mundo no se puede solucionar “digitalmente”, o mejor dicho, “virtualmente”. Con la campaña de este año, Manos Unidas quiere hacer llegar a toda la sociedad un llamamiento para invitarnos a colaborar con esta institución, y así pueda continuar con ese utópico y necesario proyecto que consiste en querer acabar con una lacra que afecta a casi 800 millones de personas. Esta institución, sin ánimo de lucro, compuesta por personas voluntarias, quiere terminar con todas esas “hambres” que mantienen en la pobreza a más de mil millones de personas en todo nuestro planeta. Con nuestra aportación apoyamos programas, planes y proyectos de desarrollo inte-
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gral, promovidos siempre por las personas de los países más necesitados de América, Asia, África y Oceanía. Como queda dicho, Manos Unidas no es algo que solo funcione un domingo al año. Su campaña anual nos sirve de despertador y nos explica cómo se aborda diariamente la lucha contra la pobreza en los países más pobres; y lo hace a través de programas de formación que permiten mejorar la educación -tanto escolar como profesional- de aquellos que más lo necesitan, pero también a través de la construcción y rehabilitación de infraestructuras como viviendas dignas, escuelas, hospitales y pozos; y programas sociales que permitan fortalecer el papel de la mujer, que es pieza fundamental en alguna de esas sociedades. Manos Unidas ha nacido en el corazón de una serie de personas en las que la fe en Jesucristo les llenó el corazón de misericordia y de esperanza, por eso es una institución viva que se preocupa de abrir caminos y tender puentes para mejorar las condiciones de vida del mayor número de personas; pretende hacer llegar a todos, hasta en los lugares más remotos de la tierra, la ayuda generosa de tantos hombres y mujeres, niños y ancianos del llamado primer mundo. Y, porque hace falta llegar a todos, y porque, a pesar de tantas políticas de desarrollo, da la sensación de que cada día son más las personas necesitadas, Manos Unidas nos invita a seguir apoyando sus proyectos y programas para hacer llegar una luz de esperanza a esos 2,5 millones de personas de 60 países extendidos por África, América, Asia y Oceanía, que reclaman de nosotros un signo de misericordia. + J. Leonardo Lemos Montanet, Obispo de Ourense
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Diócesis de Oviedo Campaña contra el Hambre de Manos Unidas
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Monseñor Jesús Sanz Montes, Arzobispo de Oviedo
Plántale cara al hambre: siembra” es el lema de la nueva Campaña contra el Hambre de Manos Unidas, que durante estos días está celebrándose en Asturias, con numerosas actividades para recaudar fondos, y que, en las iglesias y parroquias estará presente en las colectas de este próximo domingo, 14 de febrero.
Durante los últimos ocho años, Manos Unidas ha trabajado los Objetivos de Desarrollo del Milenio, insistiendo en cada Campaña en un aspecto concreto de la lucha contra las desigualdades. Este año, en cambio, y hasta el 2018, la organización ha optado por profundizar en el hambre en el mundo, y de ahí el lema “Plántale cara al hambre”, para, según explica su propia presidenta, Soledad Suárez, “reforzar el derecho a la alimentación de las personas más pobres y vulnerables del planeta” y asimismo, ejercer una labor de denuncia y apoyar la educación para el desarrollo sostenible y el respeto por el medio ambiente.
Manos Unidas es una ONG para el desarrollo de la Iglesia católica que trabaja apoyando a los países más empobrecidos y en la sensibilización de la sociedad española. Nació hace 57 años, de la mano de unas mujeres de la Acción Católica que decidieron colaborar en el desarrollo de los países del Sur, y su línea de trabajo se basa en financiar proyectos que se gestan en los propios países donde se llevarán a cabo, principalmente con la intermediación de religiosos misioneros que trabajan en el lugar, aunque también pueden ser otras ONG o asociaciones locales las solicitantes de financiación para sus proyectos. Una de sus principales bazas, que suscita una gran confianza entre la gente, tal y como explica la Delegada episcopal de Manos Unidas en la diócesis, María Elvira García Castañedo, es la “austeridad”. Y es que Manos Unidas está formada casi en su totalidad por voluntarios, incluyendo a sus responsables y coordinadores, que trabajan intensamente para llevar a cabo esta labor. En Asturias, Manos Unidas cuenta con un equipo de alrededor de 420 voluntarios, una cifra que se ve incrementada en momentos puntuales como éste de la Campaña contra el Hambre. “Manos Unidas tiene una Delegación principal, que se encuentra en Oviedo, y también dispone de una oficina en Gijón, aunque con menos movimiento”, explica la Delegada diocesana. “Además cuenta con responsables y voluntarios en 18 puntos diferentes de la diócesis”. Gracias al trabajo de todos ellos, y a la generosidad de los asturianos, el año pasado Manos Unidas batió su propio récord de recaudación, con 1.552.000 euros. “Nunca habíamos llegado a esta cantidad -reconoce María Elvira- y más pensando en esta crisis que hay. La gente en Asturias es muy solidaria”. La inesperada cifra permitió que, de los ocho proyectos que en un principio tenía asignados Asturias, fuera posible financiar hasta 16.
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Para este año, Manos Unidas Asturias ha solicitado 9 proyectos, “aunque esperamos poder hacer muchos más, al igual que nos sucedió el año pasado”, destaca. Son proyectos elegidos por ellas mismas, del compendio que les envían desde Madrid cada trimestre. “Nos gustan los proyectos atractivos, y sobre todo a mí me gustan mucho los de África -afirma la delegada de Asturias- porque me parece que es continente que se encuentra en peor situación, el más castigado, el que más necesidad tiene”. Será por eso que, de los 9 proyectos solicitados actualmente, 7 están situados en diferentes países africanos (Malawi, Angola, Ghana, Benín, Ruanda, Senegal y Zimbabwe), y otros dos restantes, en la India. El arciprestazgo de Villaoril, por ejemplo, se encargará de financiar la construcción de veinte pozos en Malawi. Concretamente, en una zona donde sólo el 21% de la población tiene acceso a agua potable, lo que provoca que mucha gente tenga que hacer uso de aguas contaminadas, con las enfermedades que ello conlleva. Navia, que comparte este proyecto junto con el arciprestazgo de El Acebo y El Eo, cuenta con un activo equipo de diez voluntarias que, desde hace más de veinte años, trabajan intensamente para recaudar fondos, año tras año, para financiar el proyecto que se les encomienda. “Trabajamos todo el año -explica María Luisa Villanueva, coordinadora del grupo de Navia- y desarrollamos todo tipo de actividades. En estos momentos, vamos puerta por puerta por todas las casas de Navia para llevar el sobre para que puedan poner su aportación. Además, desde hace 14 años, el dueño del restaurante “Los Olivos”, de Navia, ofrece una cena para todos los comensales que quieran ir, totalmente gratis. Cobran 25 euros por persona que se lleva íntegramente Manos Unidas -somos nosotras las que vendemos las papeletas y cobramos el dinero-; ni siquiera cobran por su trabajo los camareros. Es un gran esfuerzo que hacen entre todos, y gracias a ellos este año logramos recaudar más de 7.000 euros”, destaca María Luisa. “En esta ocasión, además, tuvimos la suerte de poder contar además con la presencia de una misionera de Malawi, donde está el proyecto que vamos a financiar, y que con 83 años quiso compartir con nosotros su testimonio”. “También -señala- tenemos la suerte de contar con el apoyo del sacerdote, que nos anima y nos ayuda. Entre otras actividades, hacemos rastrillos, la operación Bocata, venta de camisetas, y una tradición muy arraigada ya, como es la alfombra de flores que ponemos en la explanada de la Iglesia el día del Corpus”. Gracias a la implicación y la ilusión de tantas personas, en un pueblo de 4.000 habitantes como es Navia el año pasado se consiguió recaudar nada menos que 39.000 euros, sin olvidar que, como afirma la propia María Luisa “no tenemos ni una sola factura, todas las actividades que llevamos a cabo conseguimos hacerlas gratis, gracias a la generosidad de las personas”. Y también, según ella, “porque la gente cree en Manos Unidas, porque saben que somos austeras, y trabajamos mucho durante todo el año y todo ello lo hacemos alegres ya que, aunque es trabajo, sabemos que esto llega, que llega bien, y que hay personas que se van a beneficiar. Esas personas no tienen voz, y nosotros tenemos que ser su voz, y más si somos creyentes. El primer mandamiento es el mandamiento del amor, y qué mayor amor que dar la vida por los demás”. “Sin embargo -destaca- yo también digo siempre que todo esto es posible porque la gente responde. Y que responda, en el fondo, es un milagro, es el Señor quien mueve los corazones, ¿cómo si no va a poder llevarse a cabo todo lo que hacemos diez señoras de más de sesenta años?”.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm Arzobispo de Oviedo
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Diócesis de Palencia Plántale cara al hambre: siembra
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Monseñor , Obispo de Palencia.
Por aquellos días, como de nuevo se había reunido mucha gente y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer». (Mc 8, 1-2) ueridas comunidades parroquiales, sacerdotes, religiosas y religiosos:
El pasado 17 de junio estuve en Alar del Rey. MANOS UNIDAS celebraba su asamblea anual de fin de curso. Daba gusto ver a tantas personas de distintas comunidades, de todos los puntos de la diócesis, haciendo memoria de la parábola de la mostaza. Hoy me dirijo a vosotros para animaros a seguir colaborando en esta importante labor de solidaridad con los pueblos de cualquier rincón del mundo y todo ello con pequeñas, pero eficaces, acciones de hormiguitas. En este Año de la Misericordia, nos hacemos eco de las palabras del Papa Francisco: «Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina»1. Manos Unidas nos invita a todos a cambiar el corazón, a abrirnos a las necesidades de los más alejados, los que no cuentan para este sistema de sólo ganancias, los “sobrantes” de una “cultura del descarte” y a comprometernos solidariamente. El motor fundamental de la misión de Manos Unidas es que las personas vivan, y vivan dignamente. Desde su misión como Asociación de la Iglesia en España para la promoción y el desarrollo de los países pobres, se ha propuesto incidir en esta tarea: acabar con el hambre. Este es el empeño que impulsa y anima desde su inicio a Manos Unidas porque, como dice su Manifiesto fundacional: «Un solo obstáculo en la lucha contra el hambre sería insuperable: creer la victoria imposible. Ahora bien, todas unidas y en conexión con todos aquellos que se consagran a la misma tarea, podemos mucho más de lo que creemos. No se necesita más para acometer la empresa. Declaramos la guerra al hambre»2. Por todo ello, Manos Unidas quiere -frente a la “cultura del descarte” que denuncia el Papa- proponer la “cultura del cuidado”. Arranca este año un Trienio que se va a dedicar a la lucha contra el hambre… el “hambre de pan, hambre de cultura, hambre de Dios”; retomando así su misión fundacional. Y para este primer año nos proponen, como dice su lema, SEMBRAR. Sembrar buenas semillas, buena tierra, buen agua, sembrar capacidades para ejercitar nuestros derechos y trabajar
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en modos productivos sostenibles, promover la responsabilidad y cooperación de los estados ante el problema del hambre y, sobre todo, sembrar en nosotros mismos actitudes y estilos de vida solidarios con toda la familia humana y con la casa que nos acoge. Estamos llamados a sembrar vida, dignidad, a superar la injusticia, a derribar las estructuras que oprimen a las personas y a la creación, a recorrer nuevos senderos de solidaridad universal. Desde MANOS UNIDAS nos invitan a participar en la construcción de ese futuro: “PLÁNTALE CARA AL HAMBRE: SIEMBRA”. Yo te animo a poner todo lo que esté en TU MANO para que esta siembra de fruto abundante. Antonio Gómez Cantero, Administrador diocesano de Palencia.
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1 Francisco, Bula Misercordiae vultus, 15. 2 Manifiesto de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC)
en el que participaron representando a España las Mujeres de Acción Católica (1955)
Diócesis de Pamplona y Tudela
Plántale cara al hambre: siembra Campaña contra el Hambre Manos Unidas 2016
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Monseñor Francisco Pérez González, Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela.
omo en años anteriores, Manos Unidas celebra su tradicional Campaña contra el Hambre con el lema “PLÁNTALE CARA AL HAMBRE: SIEMBRA”. Es el primer paso del trienio que esta Organización ha programado para contemplar las dimensiones claves en la consecución de la seguridad alimentaria para la humanidad. Necesitamos sembrar corazones compasivos que impulsen acciones concretas para disminuir el hambre en el mundo; sembrar una buena tierra, una buena agua, una buena semilla... pero también sembrar capacidades, responsabilidad y cooperación de los Estados y solidaridad entre los pueblos. Esta solidaridad es la que nos invita a salir al encuentro del otro y a fundar las relaciones mutuas en un sentimiento de hermandad que va más allá de las diferencias y los límites, e impulsa a buscar juntos el bien común. En la actualidad, el escándalo del hambre resuena en todos los rincones del mundo precisamente porque, teniendo la capacidad para producir alimentos, todavía 805 millones de personas pasan hambre. Tristemente, aún hoy sigue siendo actual la «paradoja de la abundancia», a la que aludía San Juan Pablo II: hay alimentos para toda la población mundial, pero no todos pueden comer mientras exista el derroche, el descarte, el consumo excesivo y el uso de alimentos para otros fines. En el mundo de hoy han crecido las posibilidades para que todas las personas puedan vivir dignamente; sin embargo, constatamos que la globalización no ha caminado hacia una mayor justicia social sino que ha prevalecido la indiferencia y la exclusión, la corrupción y el desinterés por los más vulnerables. Es urgente que rompamos con la herencia del hambre, que trabajemos por reducir el número de personas en situación de inseguridad alimentaria en el mundo. Para ello es preciso un correcto uso de los recursos alimentarios y energéticos, romper con el modelo económico actual basado en el mayor beneficio para unos pocos, excluyendo a los más débiles, y modificar nuestros estilos de vida y consumo que aumentan la vulnerabilidad y la exclusión de los más desfavorecidos. Manos Unidas nace de las entrañas mismas del Evangelio, del Corazón Misericordioso de Jesús. En este Año Jubilar de la Misericordia, el Papa Francisco nos invita a realizar la experiencia de «abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales». En este Jubileo, la Iglesia está llamada a curar las heridas de nuestros hermanos más desfavorecidos a través de la misericordia y la solidaridad. La caridad cristiana nos lleva a sentirnos uno con el hermano. “El pobre cuando es amado, es estimado como de alto valor”, nos recuerda el papa Francisco (EG 200). Os propongo vivir este Año de la Misericordia como una ocasión propicia para renovar nuestra entrega y servicio a los más necesitados, manifestando al mundo que la Misericordia de Dios es eter-
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na y que Él no permanece indiferente ante la situación de nuestros hermanos más desfavorecidos. Con mi afecto y mi bendición. + Francisco Pérez González, Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela
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Diócesis de Plasencia
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Plántale cara al hambre: siembra
Monseñor Amadeo Rodríguez Magro, Obispo de Plasencia.
ueridos diocesanos: Cada año, al comenzar el mes de febrero, Manos Unidas vuelve a llamar nuestra atención sobre el hambre en el mundo que están sufriendo más de 800 millones de personas. Esta campaña nos ayuda a sensibilizarnos y nos invita a compartir, para recaudar fondos para los proyectos de desarrollo en los campos de la alimentación, la salud, la educación, la promoción de la mujer, la vivienda, el cuidado de la maternidad, etc. Lo hace además con credibilidad, porque Manos Unidas sigue haciendo una gran labor en las zonas más pobres de la tierra. En este Año Jubilar de la Misericordia, en el que el papa Francisco nos pide que tengamos muy presentes las Obras de Misericordia corporales y espirituales, se nos recuerda que hay que darle de comer al hambriento, de beber al sediento… es decir, se nos propone el contenido básico de la actividad de Manos Unidas. Tanto las obras de misericordia como la campaña contra el hambre nos proponen concreción en nuestra conciencia en favor de los pobres de la tierra. A eso os invitaba yo mismo cuando os he dicho en la carta pastoral que os he dirigido con motivo del Año de la Misericordia: “Las obras de misericordia, como sabemos muy bien, son una invitación a no permanecer indiferentes y a no marcar distancias ante los problemas del otro. A veces, a causa de una mal entendida tolerancia, dejamos de hacer lo que debemos en favor de los demás. Hay que estar, por tanto, muy atentos a lo que los más pobres necesiten y así podremos concretar en qué hemos de ayudarles”. Os invito con el papa Francisco a abrir los ojos para mirar las miserias del mundo y plantarles cara. No podemos dejar de mirar hacia “las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio” (El rostro de la misericordia, 15). El lema de este año en la Campaña contra el Hambre todo se concreta de este modo “Plántale cara al hambre: SIEMBRA”. Es realmente muy sugerente, porque nos invita a sembrar, conscientes de que cuando se siembra se recoge. En la agricultura, y nuestra tierra sabe mucho de eso, para conseguir los frutos deseados se empieza por sembrar. Pues algo así hay que hacer para erradicar el hambre y la miseria de millones de personas en todo el mundo: hay que sembrar. Sembremos entonces semillas que nos den el fruto que necesitan los millones de seres humanos que aún pasan hambre en el mundo. Empecemos ante todo por sembrar el amor misericordioso y hagamos de él el gran abono de la siembra solidaria. Y sobre ese terreno abonado pongamos en la tierra semillas que den pan, dignidad, cultura, progreso; que den todo lo que abra al mundo a un bien común sin exclusiones.
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Tu aportación dada con amor para todos los proyectos que Manos Unidad ofrece está contribuyendo a la promoción y el desarrollo de muchos hombres y mujeres. Gracias a tu generosidad hay muchos que podrán tener una vida mas digna y muchos más medios para lograr un mayor bienestar. Sólo de este modo podrán mirar al futuro con más esperanza. Esta siembra, hecha desde la generosidad, siempre es rentable. Os invito, un año más, a todos los diocesanos a secundar las iniciativas de Manos Unidas y a colaborar generosamente con la colecta que se realizará en todas las parroquias el domingo 14 de febrero. Invito también al ayuno voluntario que Manos Unidas propone para el viernes anterior. El ayuno nos renueva interiormente y nos hace crecer en solidaridad con quienes suelen ayunar diariamente porque no tienen para comer. Con mi afecto y bendición. + Amadeo Rodríguez Magro, Obispo de Plasencia
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Diócesis de San Sebastián
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Plántale cara al hambre: siembra
Monseñor José Ignacio Munilla Aguirre, Obispo de San Sebastián
l comenzar la Cuaresma cambiamos el color de la liturgia. Nos vestimos de morado a la espera de la blanca Pascua. Para algunos un color triste, se convierte en la dinámica reflexiva de una comunidad en camino hacia la Pascua, vestidos de esperanza, a la espera del gozo profundo y duradero. La campaña de este año de Manos Unidas nos hace una nueva invitación. Nueva y eterna: preparar la tierra, meter el arado, sembrar y esperar la cosecha. Pero lo nuestro es sembrar, echar la simiente de la misericordia a un mundo que lo necesita. El servicio más directo es ofrecer la Buena Noticia de Jesús. ¿Acaso puede existir mejor regalo? La alegría y el beneficio que generan este regalo enriquecen a la sociedad y, especialmente, a los más débiles que necesitan ánimo. En esta campaña nos vendrá a la memoria el inicio de la parábola del sembrador: “salió el sembrador a sembrar…” ¿Cuántos misioneros y obreros salen cada día a sembrar? En este Año Jubilar de la Misericordia se nos recuerda nuestra vocación misionera, la exigencia de salir y de sembrar. Sembrar es la única solución para resolver el escándalo del hambre. Aquél que siembra lleva la semilla dentro. Sembremos, pues, semillas de justicia y solidaridad, semillas de misericordia y compasión. La semilla está ahí. Por eso hay que plantarle cara al hambre para saber quién pasa hambre y ponerle cara a las personas para saber dónde hay que sembrar. Si somos capaces de compartir lo que somos y tenemos alrededor de la mesa de nuestra casa, debemos invitar a completar la mesa de la solidaridad para que nadie falte, para que a nadie le falte el pan. Comencemos, por tanto, esta Cuaresma de la esperanza y de la misericordia haciendo ayuno entregando lo que nos sobra a aquellos que lo necesitan; rasgando corazones y bolsillos para llevar semillas de solidaridad; orando para que salga el sembrador a sembrar la Buena Noticia de Jesús a los cuatro vientos. ¡Sembremos! Juan Kruz Mendizabal, Vicario General de San Sebastián
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Diócesis de Sant Feliu de Llobregat
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El amor que siembra
Monseñor Agustí Cortés Soriano, Obispo de Sant Feliu de Llobregat
unque para una gran mayoría de ciudadanos la Cuaresma no signifique nada, al menos los católicos le damos la bienvenida como lo que es, o sea, un tiempo de profunda renovación. Y nos resulta provechoso comenzar este tiempo de renovación acogiendo un grito de denuncia, que resuena desde el mismo seno de la Iglesia: el grito de quienes pasan hambre. Un grito que encuentra su eco cada año en la campaña de Manos Unidas. Nos llega un fragmento de un poema de la poetisa Begoña Abad de la Parte, que transpira preocupación y denuncia social: “Un niño bebe agua en la misma fuente en la que todos nos lavamos las manos.” Este mensaje, que resulta impactante por su sencillez, no tiene ni punto de comparación con las grandes denuncias a los ricos y a la sociedad opulenta, que ha resonado en la Iglesia desde los primeros siglos, hasta el actual papa Francisco. Los hambrientos tienen sed de lo que nosotros disfrutamos con despreocupación (el agua de la fuente). Es más, nuestro disfrute de los bienes es una conducta, ella misma, inmoral, en la medida en que signifique la inhibición del sufrimiento ajeno (“lavarse la manos”). ¿No es aún más radical la parábola del rico y el pobre Lázaro, que predicó Jesús, según nos narra el Evangelio de San Lucas (Lc 16,19-31)? Junto con San Agustín, el representante más destacado de la doctrina social de los Padres de la Iglesia, fue San Juan Crisóstomo, en el siglo IV. Predicando sobre este pasaje evangélico decía: “(Llamáis ladrón al salteador de caminos…) Pues piensa eso mismo de los ricos y avaros. Son como bandidos que saltean los caminos y despojan a los viandantes, y en cuevas y madrigueras, que son sus propias cámaras, soterran las riquezas de los demás” (Hom. 1,12) La campaña de Manos Unidas de este año obedece al lema “Plántale cara al hambre. Siembra”. Nos fijamos en el tono de este mensaje. Va dirigido a las personas, a nosotros, a cada uno. Y, de acuerdo con el estilo de nuestra fe, no se ha de referir tanto “al hambre”, que suena a concepto abstracto, una cosa contra la que hay que luchar, cuanto a “los hambrientos”, las personas con historia y rostro, a quienes positivamente en justicia les hemos de facilitar recursos y alimentar materialmente. La referencia bíblica más apropiada es aquel mensaje de San Pablo acerca de la colecta a favor de los pobres de Jerusalén:
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“Acordaos de esto: el que siembra poco, poco cosecha; el que siembra mucho, mucho cosecha. Que cada uno dé según lo que haya decidido en su corazón, y no de mala gana o a la fuerza, porque Dios ama al que da con alegría.” (2Co 9,6-7) Nuestra acción a favor del hambriento es semejante a la siembra del labrador. San Juan Crisóstomo añadirá la cita del libro de los Proverbios, que dice: “quien da al pobre le presta a Dios” (Prov 19,17) (Hom. VII,6). Quería decir que la acción a favor del pobre hambriento es una inversión en favor de Dios, el cual sale fiduciario del necesitado. ¿Qué cosecha, qué ganancia, podemos esperar, sino ver al pobre restablecido en su dignidad y que en él Dios mismo sea glorificado? Enriquecerse a costa de los otros es auténtico robo. Dar al que no tiene es hacer vivir. Quien da con generosidad y alegría es elevado a la categoría de colaborador de Dios creador y redentor. + Agustí Cortés Soriano, Obispo de Sant Feliu de Llobregat
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Diócesis de Santander
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La Campaña contra el Hambre en el año de la Misericordia
Monseñor Manuel Sánchez Monge, Obispo de Santander
ueridos diocesanos:
Durante este año 2016 iniciamos la Campaña de Manos Unidas que tiene como lema: “Plántale cara al hambre”. Pretende recordarnos lo que San Juan Pablo II denominaba “paradoja de la abundancia”: hay comida para todos, pero no todos pueden comer. Acabar con el hambre es un paso decisivo a la hora de promover un mundo cada vez más justo.
En este Año Jubilar nos recuerda el papa Francisco: “No caigamos en la indiferencia que humilla, en hacer lo de siempre que anestesia el ánimo e impide descubrir la novedad, en el cinismo que destruye. Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio” (Misericordiae vultus, 15)
También desea el Papa que se reflexione y se pongan en práctica las obras de misericordia tanto materiales como espirituales y no podemos olvidar que entre ellas figura “dar de comer al hambriento”: “Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante este jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina” (MV 15) Manos Unidas trabaja para erradicar el hambre y el subdesarrollo en el mundo financiando proyectos para favorecer el acceso a la tierra, al agua, a las semillas, a las nuevas tecnologías y a los mercados, mejorando las capacidades de los pequeños agricultores, facilitando la creación de cooperativas, exigiendo la responsabilidad de los Estados para garantizar los derechos humanos, específicamente el derecho a la alimentación, etc… Felicito por su trabajo a la Delegación de nuestra diócesis de Santander y les animo a continuar en la tarea. Pidamos al Señor manos unidas para la oración y la entrega, para sembrar el Evangelio de la vida, la esperanza y la paz. Manos Unidas partiendo el pan con todos, manos abiertas para estrechar al mundo entero. Siempre más manos y cada vez más unidas. Con mi afecto y bendición. + Manuel Sánchez Monge, Obispo de Santander
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Diócesis de Santiago de Compostela
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Plántale cara al hambre: siembra
Monseñor Julián Barrio Barrio, Arzobispo de Santiago de Compostela.
ueridos diocesanos:
El hambre y la desnutrición matan y esto no deja de ser un escándalo en el siglo XXI. El mensaje del papa Francisco a la FAO en el 2013 con ocasión de la Jornada mundial de la Alimentación es contundente: “El desperdicio de alimentos no es sino uno de los frutos de la cultura del descarte que a menudo lleva a sacrificar hombres y mujeres a los ídolos de las ganancias y del consumo; un triste signo de la globalización de la indiferencia, que nos va acostumbrando lentamente al sufrimiento de los otros, como si fuera algo normal”. Siguen siendo millones de personas las que pasan hambre o están mal alimentadas, entre ellas muchos niños. Esto contrasta fehacientemente con una sociedad caracterizada por el progreso y ha de herir nuestra conciencia personal y social, llevándonos a preguntar qué es lo que estamos haciendo mal para que el hambre sea una realidad. La respuesta es nuestro individualismo, nuestra actitud insolidaria y nuestra falta de iniciativa. El Papa nos indica que es necesario “educarnos en la solidaridad, redescubrir el valor y el significado de esta palabra tan incómoda, y muy frecuentemente dejada de lado, y hacer que se convierta en actitud de fondo en las decisiones en el plano político, económico y financiero, en las relaciones entre las personas, entre los pueblos y entre las naciones”. El reto del hambre, ha explicado el Papa, no tiene sólo una dimensión económica o científica, sino también “ética y antropológica”. De este modo explica que “educar en la solidaridad significa entonces educarnos en la humanidad: edificar una sociedad que sea verdaderamente humana significa poner siempre en el centro a la persona y su dignidad, y nunca malvenderla a la lógica de la ganancia”. Manos Unidas nos hace una llamada muy sugestiva y coherente que se explicita en el lema de esta campaña: “Plántale cara al hambre: siembra”. No podemos resignarnos al hambre en el mundo. Nuestro hoy es una verdadera oportunidad para comprometernos a nosotros mismos y a las instituciones a actuar según la cultura del encuentro y de la solidaridad, reducir los costes de intermediación y favorecer la producción a pequeña escala, como suele decirse a la puerta de casa. Sería el principio de la solución. No debemos caer en la tentación del conformismo y de la comodidad Para ello, en el año 2016, Manos Unidas orienta su trabajo en dos vertientes, que incidirán en los cambios necesarios para garantizar este derecho en los países empobrecidos y asumir comportamientos y actitudes diferentes en nuestra sociedad. Así nos interpela para “impulsar la producción y distribución de alimentos más sostenible, apoyando a los pequeños agricultores y los mercados locales, y promover un consumo responsable, proponiendo cambios de conducta para evitar la
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pérdida y el desperdicio de alimentos”. Es necesaria la siembra de concienciación y la siembra material. El punto central siempre es el mismo: entender los valores fundamentales de la persona humana, la convivencia, el respeto de su dignidad y el derecho a la nutrición como parte integrante del derecho a la vida de cada ser humano. Sin lugar a dudas, la vida es el bien más preciado de todo ser humano, y por ello no sorprende que el derecho a existir sea el primero y más básico de todos los derechos humanos reconocidos. “Hay que amar la vida, y no sólo la nuestra”, escribe Emilio Lledó. Hemos de sentir y apasionarnos ante la situación del hambre en el mundo, no para adaptarnos a ella sino para adaptarla a nosotros. En este Año de la Misericordia recordamos que la primera obra de misericordia es dar de comer al hambriento. Esta es una responsabilidad eclesial derivada de la misma acción de Jesús de Nazaret como reconoció el papa emérito Benedicto XVI cuando escribió: “En muchos países pobres persiste, y amenaza con acentuarse, la extrema inseguridad de vida a causa de la falta de alimentación: el hambre causa todavía muchas víctimas entre tantos Lázaros a los que no se les consiente sentarse a la mesa del rico epulón, como en cambio Pablo VI deseaba. Dar de comer a los hambrientos (cf. Mt 25,35.37.42) es un imperativo ético para la Iglesia universal, que responde a las enseñanzas de su Fundador, el Señor Jesús, sobre la solidaridad y el compartir. Además, en la era de la globalización, eliminar el hambre en el mundo se ha convertido también en una meta que se ha de lograr para salvaguardar la paz y la estabilidad del planeta. El hambre no depende tanto de la escasez material, cuanto de la insuficiencia de recursos sociales, el más importante de los cuales es de tipo institucional […] El derecho a la alimentación y al agua tiene un papel importante para conseguir otros derechos, comenzando ante todo por el derecho primario a la vida. Por tanto, es necesario que madure una conciencia solidaria que considere la alimentación y el acceso al agua como derechos universales de todos los seres humanos, sin distinciones ni discriminaciones”[1]. Os saluda con afecto y bendice en el Señor, + Julián Barrio Barrio, Arzobispo de Santiago de Compostela.
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[1] BENEDICTO XVI, Caritas in veritate, 27.
Diócesis de Segorbe-Castellón
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Plántale cara al hambre: siembra
Monseñor Casimiro López Llorente, Obispo de Segorbe-Castellón.
ueridos diocesanos:
Manos Unidas ha elegido para este año 2016 el lema “Plántale cara al hombre: siembra”. Esta Asociación de nuestra Iglesia Católica vuelve así a sus orígenes en 1959, cuando un grupo de mujeres de Acción Católica comenzó con la famosa campaña contra el hambre en el mundo en sus más distintas manifestaciones: hambre de pan, de cultura y de Dios. Manos Unidas ha escrito ya una rica historia de solidaridad y caridad cristianas con los hambrientos y empobrecidos de la tierra. Durante todo el año, pero sobre todo en la campaña anual, Manos Unidas no cesa de denunciar el drama humano de los más pobres y de los excluidos, de tocar nuestras conciencias ante el escándalo del hambre en el mundo. Los datos son tan escalofriantes, que no pueden dejarnos indiferentes: en el año 2014 el hambre crónica afectaba a 805 millones de personas en el mundo. El fenómeno del hambre en el mundo abarca la malnutrición, la subalimentación, la desnutrición, la hambruna. San Juan Pablo II decía que es “la paradoja de la abundancia”, porque “hay comida para todos, pero no todos tienen comida”. Una paradoja que, aunque no queramos, convierte a los que tenemos bienes en responsables de los que no tienen, como ha enseñado desde antiguo la tradición cristiana. De una u otra manera, todos somos responsables del mal que sufren nuestros hermanos. El papa Francisco nos ha pedido que, en este Año Jubilar de la Misericordia, pongamos en práctica las obras de misericordia, las corporales y las espirituales. La primera de las corporales es “dar de comer al hambriento”. Cristo ha querido identificarse con todos los que sufren, y, en primer lugar con los que padecen hambre. “Tuve hambre y no me disteis de comer”. Y todos debemos acoger como dirigidas a nosotros estas palabras del Señor. Jesús nos llama a socorrer las necesidades humanas y a recuperar la dignidad del ser humano cuando ha sido herida por el hambre, la sed, la enfermedad, o la pobreza. ¿Cómo podemos hacerlo? Son muchos los medios a nuestro alcance, especialmente desde la conversión que nos exige la Cuaresma. El ayuno y la limosna tienen como finalidad practicar la justicia y la caridad con los más pobres. Podemos -y debemos- privarnos de gastos innecesarios, caprichos y gustos personales, vivir con mayor sobriedad y pobreza material, ofreciendo la limosna que brota de la caridad. Si observamos nuestro modo de vivir, rápidamente descubrimos cuáles son nuestras necesidades reales y cuáles las que nos creamos de manera superflua y egoísta. El afán de poseer no tiene límite en el corazón del hombre, como puede observarse en las diferencias que separan a los pueblos que viven en la opulencia de aquellos que se ahondan cada vez más en pobrezas crónicas, que claman al cielo. En su encíclica «Laudato si´», el papa Francisco nos exhorta a un cambio
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en el estilo de nuestra vida para que sea más austero y solidario con los no tienen ni lo necesario para vivir. ¿Cómo no responder con generosidad a la invitación de Manos Unidas a luchar juntos contra la pobreza? ¿Cómo no escuchar en la profundidad de nuestro corazón la invitación del Maestro a servirle en los más pobres? Él vuelve a pasar por nuestra vida y nos ofrece una nueva ocasión para sacudirnos las ataduras del egoísmo. Participemos con generosidad en la tarea de borrar las causas y efectos de la injusticia que genera tanta hambre en el mundo. Con mi afecto y bendición, + Casimiro López Llorente, Obispo de Segorbe-Castellón
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Diócesis de Segovia
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Plántale cara al hambre: siembra
Monseñor César Augusto Franco Martínez, Obispo de Segovia
a Jornada de Manos Unidas para este año 2016 se desarrolla bajo el lema «Plántale cara al hambre: siembra». Los datos son escalofriantes: en el año 2014 el hambre crónica afectaba a 805 millones de personas en el mundo. El fenómeno del hambre en el mundo abarca conceptos como malnutrición, subalimentación, desnutrición, hambruna. Lo dramático de la situación actual es que hay comida para todos, pero no todos pueden comer. San Juan Pablo II llamaba a esto «la paradoja de la abundancia». Una paradoja que, aunque no queramos, convierte a los que tenemos bienes en responsables de los que no los tienen, como ha enseñado desde antiguo la tradición cristiana. De una u otra manera, todos somos responsables del mal que sufren nuestros hermanos. Y todos debemos acoger como dirigidas a nosotros las palabras del Señor: «Tuve hambre y no me disteis de comer». El papa Francisco nos ha pedido en este Año Jubilar de la Misericordia que reflexionemos sobre las obras de misericordia, corporales y espirituales. La primera de las corporales es «dar de comer al hambriento». Cristo ha querido identificarse con todos los que sufren, y, en primer lugar con los que padecen hambre. Dice el Papa Francisco que «la carne de Cristo se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga… para que nosotros lo reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado». ¿Cómo podemos hacerlo? Son muchos los medios a nuestro alcance, especialmente desde la conversión que nos exige la Cuaresma. El ayuno y la limosna tienen como finalidad practicar la justicia y la caridad con los más pobres. Podemos -y debemos- privarnos de gastos innecesarios, caprichos y gustos personales, vivir con mayor sobriedad y pobreza material, ofreciendo la limosna que brota de la caridad. Si observamos nuestro modo de vivir, rápidamente descubrimos cuáles son nuestras necesidades reales y cuáles las que nos creamos de manera superflua y egoísta. El afán de poseer no tiene límite en el corazón del hombre, como puede observarse en las diferencias que separan a los pueblos que viven en la opulencia de aquellos que se ahondan cada vez más en pobrezas crónicas, que claman al cielo. El mensaje del Papa Francisco en su encíclica «Laudato si´» es claro y rotundo. Nos exhorta a un cambio en el estilo de nuestra vida. «Cuando las personas se vuelven autoreferenciales y se aíslan en su propia conciencia, acrecientan su voracidad. Mientras más vacío está el corazón de la persona más necesita objetos para comprar, poseer y consumir. En este contexto, no parece posible que alguien acepte que la realidad le marque límites» (204). Lo más grave de esta situación es que llegamos a acostumbrarnos a ella, perdemos sensibilidad para detectar el mal y socorrer a quien lo padece. Nos hacemos como el rico epulón de la parábola de Jesús que menospreciaba al pobre Lázaro que yacía a su puerta. Cristo nos invita a la «compasión», que no es una lástima superficial, sino a padecer con los que sufren compartiendo sus pro-
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pios sufrimientos como ha hecho Cristo con nosotros. La caridad cristiana tiene su motivación última y su modelo perfecto en el mismo Cristo, que aceptó sobre sí, como el Buen samaritano, la carga de nuestras dolencias y pecados. Sólo el amor redentor de Cristo, que se ha hecho solidario con toda la humanidad, puede hacernos comprender la enorme dicha que tenemos los cristianos de hacernos semejantes a Él y la grave responsabilidad de atender a quienes nos desvelan hoy el rostro sufriente del Señor. Plantarle cara al hambre sólo puede hacerse mirando cara a cara a Cristo y permitirle que sea Él mismo quien siembre en nosotros su caridad. + César Franco Martínez, Obispo de Segovia
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Diócesis de Sevilla
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Plántale cara al hambre: siembra
Monseñor Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla.
ueridos hermanos y hermanas:
Manos Unidas y su Campaña contra el Hambre llama de nuevo a nuestras puertas. Como es bien sabido, esta institución, que tiene ya cincuenta y siete años de historia, está estrechamente vinculada a la Conferencia Episcopal, que la erigió en su día y que aprueba sus estatutos. Podemos definirla como la organización de la Iglesia en España para la ayuda, promoción y desarrollo de los países del Sur, de los millones de seres humanos, más de un tercio de la humanidad, que han quedado al margen del progreso, condenados al subdesarrollo, al hambre, al analfabetismo, a la carencia de medicinas, agua potable y un techo digno donde cobijarse. Un año más, Manos Unidas, con el lema Plántale cara al hambre: siembra, denuncia que la abundancia de unos pocos, un tercio de la humanidad, que disfruta del 80% de los bienes de la tierra, es causa de la miseria de los otros dos tercios, para los que sólo queda el 20% de los recursos de nuestro mundo, todo lo cual es un verdadero escándalo y una injusticia manifiesta. Manos Unidas recuerda a la sociedad española que esta tristísima situación no responde al plan de Dios, que creó el mundo para que fuera un hogar habitable para todos sus hijos, que creó los bienes de la tierra para que sirvan para el sustento de todos, que nos soñó hermanos, iguales en dignidad y derechos, solidarios y corresponsables de la suerte de todos los hombres. La Campaña de Manos Unidas, que tendrá como momento álgido el próximo domingo, coincide en este año con el inicio del Jubileo de la Misericordia, en el que todos estamos invitados a ser misericordiosos como el Padre, que envía a su Hijo al mundo para redimir al hombre alejado de Dios por el pecado. A lo largo de su ministerio público, con su palabra, con sus gestos y signos, Jesús manifiesta la misericordia de Dios. El rostro de Jesús rezuma piedad, misericordia y amor. Su persona no es otra cosa sino amor, un amor que se dona y ofrece gratuitamente. Los milagros que realiza, sobre todo con los pobres y los enfermos, llevan consigo el marchamo de la misericordia. En Él todo habla de misericordia. Nada en Él está falto de compasión. Al comienzo de su vida pública, en la sinagoga de Nazaret, el Señor declara que ha sido enviado para dar la buena noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista, para dar libertad a los oprimidos y para anunciar el año de gracia del Señor. Los evangelistas por su parte resumen toda la actividad apostólica de Jesús en los tres años de su ministerio público con estas palabras: Recorría Jesús ciudades y aldeas, predicando en las sinagogas y curando toda enfermedad y toda dolencia.
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Jesús se conmueve ante los enfermos y los sana. Su actitud nos invita a actuar y a comprometernos. Al estilo de Jesús, y con su mismo amor, hemos de prolongar su misión en el tiempo de la Iglesia. No podemos permanecer impasibles ante el sufrimiento de nuestros hermanos, con los que Él misteriosamente se identifica. Todos estamos implicados en el devenir de nuestro mundo, colaborando en primer lugar por medio de la oración. Todos los que trabajan en el campo del desarrollo están convencidos de que para implantar un nuevo orden internacional se precisa un milagro. Las dificultades son enormes por el egoísmo y la insolidaridad de los países ricos. Sólo Dios hace milagros. Sólo Él puede poner su mano para que mejoren las negras perspectivas que aguardan en los próximos años a los países pobres. Pero a Dios podemos llegar a través de la oración. La oración es camino inexcusable en la búsqueda de un mundo más justo y fraterno, según el corazón de Dios. Por ello, hemos de pedir al Señor que ilumine las mentes de los que tienen en sus manos los destinos de los pueblos, para que comprendan que no habrá paz en el mundo si el desarrollo y el bienestar no llegan a todas las naciones de la tierra. Pero además de rezar, la Jornada de Manos Unidas nos invita a la conversión, a adoptar estilos de vida más evangélicos, austeros, sencillos y solidarios. Nos invita también a compartir, que va más allá que la mera compasión. Seamos generosos en la colecta del próximo domingo. No puedo terminar sin mostrar mi reconocimiento, aprecio y apoyo a los responsables de Manos Unidas de nuestra Archidiócesis, a sus socios y voluntarios. Gracias por vuestra dedicación generosa. Sois testigos de la caridad de la Iglesia. Os animo a perseverar. Cuidad vuestra identidad eclesial. Robusteced las raíces sobrenaturales de vuestro compromiso, pues sólo el amor al Señor y la unión con Él dan solidez y perspectivas de futuro a vuestro servicio a los pobres. Contad con mi afecto, mi abrazo fraterno y mi bendición. + Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla
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Diócesis de Sigüenza-Guadalajara
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Plántale cara al hambre
Monseñor Atilano Rodríguez Martínez, Obispo de Sigüenza-Guadalajara
a Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada el año 1948, entre otras cosas, afirma: “Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure a él, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios”.
En la actualidad, constatamos que este derecho de toda persona a estar protegida contra el hambre y a tener una alimentación adecuada no se cumple. Según los informes de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, más de 800 millones de personas padecen hambre crónica en el mundo. Hoy se producen alimentos para todos y, sin embargo, millones de hermanos no pueden comer cada día. Ciertamente, son muchas las causas de esta mala distribución de los alimentos. Entre otras, podríamos señalar el derroche, el consumo excesivo y la utilización de los alimentos para otros fines en los países más ricos del planeta. Pero, sobre todo, habría que destacar como una de las principales causas de la pobreza el actual sistema económico que produce exclusión social y en el que los poderosos se comen al débil. Como bien señala el papa Francisco, en estos momentos hemos llegado a la globalización de la indiferencia y hemos perdido la capacidad de escuchar el clamor de los marginados, dejándonos dominar por el dinero y pretendiendo justificar un estilo de vida que excluye a otros de los bienes de la creación. La persona, que tendría que ser el centro del desarrollo y de la economía, es considerada como un objeto más de consumo y de producción. Se la utiliza mientras son necesarios sus servicios y se le deja sin trabajo, sin horizonte y sin salida, cuando estos servicios ya no son precisos. Los miembros de Manos Unidas, asociación pública de fieles de la Iglesia, con sus campañas anuales nos invitan a no cerrar los ojos ante el gravísimo problema del hambre en el mundo y nos ofrecen la posibilidad de colaborar con generosidad en los distintos proyectos, estudiados con mimo antes de su realización y supervisados una vez que han sido ejecutados para que el dinero del proyecto sea utilizado debidamente. Como nos recuerda el lema de este año, para avanzar en la seguridad alimentaria de las poblaciones más necesitadas y para garantizar los derechos a la alimentación de las personas más vulnerables y empobrecidas, hemos de seguir plantando cara al hambre. Para ello, no basta denunciar los efectos de la pobreza y conocer las causas de la misma. Como paso previo para la construcción de un mundo más justo y solidario, hemos de unir nuestras manos y ofrecer nuestra colaboración solidaria para acabar con el hambre.
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El domingo, 14 de febrero, celebramos en la Iglesia la Jornada Nacional de Manos Unidas. En este día, además de orar confiadamente al Señor por quienes sufren los efectos de la pobreza y por quienes tienen responsabilidades en la organización de la economía mundial, todos los cristianos, como nos pide el papa Francisco en este Año Jubilar de la Misericordia, deberíamos reflexionar sobre las obras de misericordia corporales y espirituales para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina. Con mi bendición, feliz día del Señor. + Atilano Rodríguez Martínez, Obispo de Sigüenza-Guadalajara
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Diócesis de Solsona
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Más allá de la justicia
Monseñor Xavier Novell i Gomá, Obispo de Solsona.
ste fin de semana, todas las parroquias comienzan las principales actividades de la campaña contra el hambre, y en particular la colecta que se sumará a la financiación de dos proyectos asumidos por Manos Unidas (MMUU). Muchas veces MMUU nos invita a reflexionar y actuar a favor de la justicia y la solidaridad. Aprovecho para invitaros a leer y reflexionar dos fragmentos importantes del documento papal del Año Santo de la Misericordia. Esta primera glosa la dedico a presentar la relación entre la justicia y misericordia que nos propone el papa Francisco (MV 20-21); la próxima semana os traeré a consideración un fragmento que nos habla en profundidad de la solidaridad. En la Misericordia Vultus leemos que hay relación entre justicia y misericordia “no se trata de dos aspectos contradictorios, si no de una única realidad que se desarrolla progresivamente hasta conseguir su aproximación a la plenitud del amor”. (MV 20) La definición de justicia, que también reproduce el Papa en su documento, reza: “dar a cada uno aquello que le es debido. Eso hasta hacer posible el acceso a todos los hombres los derechos fundamentales y entre ellos la alimentación básica, es una deuda de justicia. Hoy, como sabemos, el hambre no se debe a la falta de alimentos sino a los conflictos armados que nacen del afán de dinero y poder, a la explotación y a la corrupción que impide el reparto de la riqueza y a tantas actitudes y acciones injustas”. Muchos países desarrollados, mientras se hacen heraldos de la justicia internacional, promueven y cobijan un sistema económico que estimula los conflictos más sangrientos y las explotaciones laborales más inauditas. “La justicia sola no basta, y la experiencia enseña que apelando solamente a ella se corre el riesgo de destruirla” (MV21) ¡¡Qué cierta es esta afirmación¡¡ !!Cuántos gobiernos apelando a la ley permiten, toleran y hasta provocan graves injusticias!! La justicia que construimos en nuestras democracias occidentales tiene los pies de barro, tiene un gran parentesco con la justicia farisaica que Jesús superó con su propuesta de misericordia. Dios no rechaza la justicia. El la engloba y la supera en un entendimiento superior en donde se experimenta el amor que es la base de la auténtica justicia” (MV21). La Iglesia, sin demasiada propaganda, con una enorme red de personas e instituciones, está cerca de construir esta justicia misericordiosa en todos los rincones de la tierra, si colaboramos con MMUU, y nos sumamos a esta red de justicia basada en el amor que nos recuerda nuestro buen papa Francisco. + Xavier Novell i Gomá, Obispo de Solsona
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Diócesis de Tarazona
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El hambre no sólo se combate con comida
Monseñor Eusebio Hernández Sola, Obispo de Tarazona
ste domingo Manos Unidas pide nuestra colaboración generosa. En este año el eslogan de la campaña es: El hambre no solo se combate con comida. Como en años anteriores se quiere hacer llegar a la sociedad española un llamamiento a la colaboración que ayude a continuar con un trabajo que, desde hace 56 años, promueven para acabar con la lacra del hambre que afecta a casi 800 millones de personas en distintos países del mundo. Como ha quedado constatado en estos 56 años, Manos Unidas es una organización de confianza y sabemos cómo hasta el último céntimo que aportamos llega a su destino a través de distintos proyectos. Manos Unidas es la ONG de desarrollo de la Iglesia Católica y de voluntarios, que trabaja para apoyar a los pueblos del Sur en su desarrollo y en la sensibilización de la población española. Los ingresos para desarrollar sus proyectos provienen, en un 87,1 %, de fuentes privadas, es decir, fundamentalmente de nuestras pequeñas aportaciones en este día y en un 12,9 % del sector público.
En la campaña de este año Manos Unidas quiere nuevamente mentalizarnos sobre el problema lacerante del hambre en tantos países del mundo. Problema que no sólo se soluciona aportando alimentos, de ahí su eslogan de esta campaña: El hambre no sólo se combate con comida. Si queremos terminar con esta vergüenza mundial que es el hambre, debemos apoyar programas, planes y proyectos de desarrollo integral promovidos siempre por las personas de los países más necesitados de América, Asia, África y Oceanía. En esta campaña, Manos Unidas explica cómo aborda diariamente la lucha contra la pobreza en los países del Sur; y lo hace a través de programas de formación que permiten mejorar la educación tanto escolar como profesional- de aquellos que más lo necesitan, pero también a través de la construcción y rehabilitación de infraestructuras como escuelas, hospitales y pozos; y programas sociales que permitan fortalecer el papel de la mujer. Se trata, en definitiva, de abrir caminos y tender puentes para mejorar las condiciones de vida del mayor número de personas; de llegar a todos, hasta en los lugares más remotos. Estamos participando en el Año Jubilar Extraordinario de la Misericordia, en él el Papa nos invita a vivir las Obras de Misericordia, propias de la vida cristiana. Todos recordamos que una de ellas es dar de comer al hambriento y otra, dar de beber al sediento. Manos Unidas nos da la oportunidad de ejercernos en estas dos Obras de Misericordia en esta campaña del año 2016. Quiero terminar agradeciendo a todos los voluntarios de Manos Unidas en nuestra diócesis todos sus trabajos, para que todos nos concienciemos de esta realidad, que es una de las heridas de toda la humani-
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dad. Como nos dice la segunda frase del eslogan de este aĂąo, en este domingo, unimos nuestras manos a los voluntarios de Manos unidas y queremos colaborar. Con todo afecto os saludo, agradezco y bendigo. + Eusebio HernĂĄndez Sola, OAR Obispo de Tarazona
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Diócesis de Tenerife
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Plántale cara al hambre: “siembra”
Monseñor Bernardo Álvarez Afonso, Obispo Nivariense
ueridos diocesanos:
Con el Año de la Misericordia, el papa Francisco pide “que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales... Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza… Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio” (El rostro de la misericordia, 15). Esta exhortación del Papa encaja perfectamente con el trabajo de MANOS UNIDAS, una organización católica española nacida hace más de cincuenta años para la ayuda al desarrollo en los países del Tercer Mundo. Tanto las obras de misericordia corporales (dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos); como algunas espirituales (enseñar al que no sabe, dar consejo al que lo necesita, corregir al que se equivoca, consolar al triste, perdonar las ofensas), constituyen el contenido básico de la actividad de MANOS UNIDAS. Bajo la consigna de la promoción integral de las personas que se encuentran en situación de pobreza y marginación, y siguiendo los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, MANOS UNIDAS sale al paso de la dramática situación de precariedad y sufrimiento que afecta a más de la mitad de la población mundial. A lo largo de 56 años ininterrumpidos, ha venido realizando la “campaña contra el hambre” para sensibilizar a la población española y recaudar fondos para los proyectos de desarrollo en los campos de la alimentación, la salud, la educación, la promoción de la mujer, la vivienda, el cuidado de la maternidad, etc. Las “manos unidas” de millones de colaboradores, han hecho posible una fructífera labor en las zonas más pobres de la tierra. La seriedad en la programación, el seguimiento y la ejecución de los proyectos, junto con la transparencia en las cuentas, es lo que hace que MANOS UNIDAS cuente con una amplia confianza de la población y que obtuviera en 2010 el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia. Sin duda, MANOS UNIDAS, hace de mediación para que los españoles, “abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y nos sintamos provocados a escuchar su grito de auxilio” (papa Francisco). MANOS UNIDAS trabaja todo el año, pero es especialmente en febrero cuando la “campaña contra el hambre” adquiere su mayor visibilidad. En efecto, el segundo viernes de febrero (este año el día 12) tiene lugar el “Día del Ayuno Voluntario”. Se nos invita a comer lo mínimo y a privarnos libremente de todo lo que podamos y así -por un día- experimentar la necesidad de uno o varios bienes a los que estamos acostumbrados. Es un gesto de solidaridad con los que “pasan hambre” y, al mismo tiempo, lo que ahorramos lo ofrecemos para la “campaña contra el hambre”.
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También, ese segundo fin de semana de febrero, tiene lugar en las misas de todas las iglesias y capillas, la colecta para los proyectos de MANOS UNIDAS. Asimismo, a lo largo de varios meses, en los colegios públicos y privados, tiene lugar la campaña de sensibilización de los más jóvenes y los alumnos van haciendo sus aportaciones para la “campaña contra el hambre”. Trabajo encomiable de los profesores que merecen nuestro mayor reconocimiento y gratitud. El lema de este año, “Plántale cara al hambre: siembra”, hace referencia a algo tan cercano a la experiencia común como el hecho de “la siembra”. En el campo de la agricultura, para conseguir los frutos deseados, se empieza por sembrar. Pues, algo así hay que hacer para erradicar el hambre y la miseria de millones de personas en todo el mundo. Hay que sembrar. ¿Sembrar qué? Todos conocemos el refrán: “El que siembra vientos, recoge tempestades”. Es un aviso para que pongamos cuidado, pues si sembramos una mala semilla, el fruto obtenido será malo. También, si no sembramos nada no podemos esperar obtener frutos. El papa Francisco, con su encíclica Laudato si’, sobre el cuidado de la naturaleza, nos recuerda que en nuestro planeta todo está conectado y que la desnutrición crónica que sufren 800 millones de personas tiene mucho que ver con un tipo de desarrollo contaminante y derrochador. ¿Cómo es posible que entre el 30 y el 40 por ciento de los alimentos que se producen en todo el mundo vayan a la basura? ¿Cuánto gastamos en cosas superfluas que apenas utilizamos? Sembrar, para obtener buenos frutos en la erradicación del hambre en el mundo, comienza por mirar cada uno en que tendríamos que cambiar nuestra forma de vivir. El Papa nos urge a vivir una ecología integral, capaz de acabar con la pobreza y la exclusión, una ecología en la que no se descarte a nadie, que promueva el cuidado de la naturaleza como casa y bien común de todos. Es evidente que, si sembramos los vientos del consumismo, materialismo e indiferencia religiosa, egoísmo, armas, contaminación, derroche de los recursos naturales, etc., el resultado no puede ser otro que las tempestades de la desigualdad, la pobreza, el terrorismo y las guerras, la emigración forzosa, el cambio climático, en definitiva, miseria y sufrimiento de una gran parte de la humanidad. Como dice, también, otro refrán, “de aquellos polvos, vienen estos lodos”. A todos nos gustaría que desaparecieran estos males, realidades que, en mayor o menor medida, todos padecemos o acabaremos padeciendo. Pero, para ello hay que tener mucho cuidado con lo que se siembra. “Plántale cara al hambre: siembra”, sí. Siembra amor y solidaridad, respeto por la vida y la dignidad de todas las personas, esfuerzo y trabajo responsable, educación integral, conocimiento de Dios, igualdad y justicia, diálogo y consenso, etc. y brotarán los frutos de la fraternidad, el desarrollo para todos, la paz y la concordia, la cooperación entre los pueblos, el servicio y la gratuidad, el cuidado de los más débiles, etc. Sí. Siembra tu dinero, tu donativo generoso, en los proyectos de solidaridad de MANOS UNIDAS y cosecharás la promoción y el desarrollo de muchas personas que, gracias a tu cooperación, podrán salir de la miseria, superar sus precarias condiciones de vida y mirar al futuro con esperanza; personas que al mejorar su condiciones alimentarias, de salud, de educación, de vivienda, de comunicaciones, etc. se convertirán en protagonistas de su propio desarrollo y el de sus países. ¿Puede haber una inversión más rentable? Así, de modo invisible pero real, colaborando con MANOS UNIDAS cumpliremos el deseo del papa Francisco para este Año de la Misericordia, en referencia a los que viven en la miseria: “Que nuestras manos estrechen sus manos, y acerquémoslos a nosotros para que sientan el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y de la fraternidad”. + Bernardo Álvarez Afonso Obispo Nivariense
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Diócesis de Teruel y Albarracín LVII Campaña Manos Unidas Plántale cara al hambre: siembra
L
Monseñor Carlos Manuel Escribano Subías, Obispo de Teruel y Albarracín.
a 57 Campaña de Manos Unidas pone de nuevo a nuestra consideración la lucha contra el hambre en el mundo. Han pasado 57 años desde que un grupo de mujeres de Acción Católica decidió con determinación declararle la guerra al hambre. Más de me-dio siglo luchando con eficacia frente al subdesarrollo que lastra y subyuga a muchos países del Sur. Es cierto que se han ganado muchas batallas, pero la guerra no se ha terminado. Y de ello nos quiere seguir haciendo conscientes Manos Unidas. El lema de este año es muy elocuente y, a mi parecer, está cargado de intención. Dice así: “Plántale cara al hambre: siembra”. Es elocuente porque nos sitúa con claridad ante el problema del hambre en el mundo. Un drama que sigue siendo una realidad y que exige que tomemos conciencia ante el mismo. A la vez, está cargado de intención. No basta con tomar conciencia. Se nos llama a la acción, a tomar medidas y buscar soluciones. En definitiva a comprometernos. Quizá la lucha contra el hambre nos parezca lejana, ajena, imposible de vencer… Siempre me hago la consideración de que si eso hubiesen pensado aquel grupo de mujeres audaces, que hace más de medio siglo se pusieron manos a la obra pensando que la palabra imposible no podía formularse, hoy Manos Unidas no sería una realidad. Y tanta gente que se ha visto favorecida por su ayuda no la hubiese podido disfrutar. Pero ellas se pusieron a sembrar. A dar pequeños pasos con generosidad y resolución. Creo que hoy somos nosotros los que debemos dar pasos y comprometernos en la lucha contra el hambre. Este curso, coincide la Campaña de Manos Unidas con la celebración del Jubileo extraordinario de la Misericordia convocado por el papa Francisco. El Papa nos exhorta a vivir este año acogiendo el don de la Misericordia y nos anima a convertirnos en “Misericordiosos como el Padre”. Para ello nos propone un camino práctico: cumplir las obras de misericordia. Éstas nos ayudan a poner en el centro a los pobres y a quienes necesitan nuestra ayuda. Nos mueven a abrirnos a los demás y a sus necesidades. El Papa nos recuerda que el amor a los pobres y nuestro compromiso a la hora de ayudarles no es una cuestión optativa para la Iglesia ni para los creyentes, sino que es una cuestión básica del Evangelio “dado que Dios otorga a los pobres su primera misericordia” (Evangelii Gaudium 198). Entre las obras de misericordia corporales, la primera es dar de comer al hambriento. El Papa Benedicto XVI nos recordaba que esta obra de misericordia es una responsabilidad eclesial derivada de la misma acción de Jesús: “En muchos países pobres persiste, y amenaza con acentuarse, la extrema inseguridad de vida a causa de la falta de alimentación: el hambre causa todavía muchas víctimas entre tantos Lázaros a los que no se les consiente sentarse a la mesa del rico Epulón, como en
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cambio Pablo VI deseaba. Dar de comer a los hambrientos (cf. Mt 25,35.37.42) es un imperativo ético para la Iglesia universal, que responde a las enseñanzas de su Fundador, el Señor Jesús, sobre la solidaridad y el compartir. Además, en la era de la globalización, eliminar el hambre en el mundo se ha convertido también en una meta que se ha de lograr para salvaguardar la paz y la estabilidad del planeta.” (Caritas in Veritate 27). Gracias a Manos Unidas y al trabajo de las voluntarias y voluntarios de la Delegación de Teruel, tenemos la oportunidad de poder luchar contra el hambre. Os animo a participar en los actos que se van a desarrollar en la diócesis con motivo de la Campaña; os animo plantar cara al hambre. Es una buena forma de recorrer el camino de la misericordia al que nos invita este año Jubilar. + Carlos Escribano Subías, Obispo de Teruel y de Albarracín
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Diócesis de Toledo
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Sembrar
Monseñor Braulio Rodríguez Plaza, Arzobispo de Toledo y Primado de España
ios lleva sembrando desde el inicio de la humanidad; Jesucristo sale a sembrar cada día, desde que nació como Hijo de Dios encarnado. Mostró la importancia del sembrador, de la semilla (la Palabra de Dios) y de la tierra que recibe a ésta. Con frecuencia, sin embargo, nosotros no sembramos, sino que “desparramamos”. Es más, a menudo nos oponemos a que la siembra pueda ser posible e incluso destruimos la posibilidad de que, con la semilla, pueda haber cosecha para que muchos -en exceso- no mueran de hambre. Y mueren justamente, porque existe hambre.
“Es un escándalo -dijo el Papa Francisco- que haya todavía hambre en el mundo”. Manos Unidas no se acostumbra a que exista hambre, cuando puede haber abundancia o alimentos suficientes para todo el planeta. Los proyectos de Manos Unidas luchan contra el hambre. Sí, contra el hambre concreta, con personas concretas. Pero, a la vez, quieren sembrar en las conciencias la semilla de la justicia, de la necesidad de no pactar con la indignidad que supone el hambre y sus secuelas: enfermedades, mala nutrición, que es fuente de epidemias y de males que nos sonrojarían si estuvieran todavía entre nosotros: raquitismo, tuberculosis y un largo etcétera.
Como Arzobispo de Toledo, Iglesia donde esta ONG no gubernamental, católica y de voluntarios está y trabaja con eficacia, recuerdo a todos los párrocos y rectores de iglesias o capillas que la colecta del 14 de febrero es “colecta imperada”, esto es, hay obligación de hacerla y mandarla a Manos Unidas de Toledo. El día 14 comienzan los domingos de Cuaresma en este año. Ocasión también propicia para traducir bien la primera de las “Obras de misericordia corporal”: “Dar de comer al hambriento”. La misericordia no es contraria a la justicia. Por ello, es bueno predicar la justicia, porque hay injusticias que no desaparecen sin más, o con dar “una limosna”. Misericordia (=amor) quiero y no sacrificio”. Es Jesús quien toma esa frase del profeta Oseas, pero ampliándola a la medida de su propio amor. El amor de Dios, en efecto, alcanza su cumplimiento en el Hijo hecho hombre. Es preciso que cada uno de nosotros ratifique la alianza de modo más estable en la justicia y en la verdad. En su Mensaje para la Cuaresma de 2016, el Papa dice: “Es siempre un milagro el que la misericordia divina irradie en la vida de cada uno de nosotros, impulsándonos a amar al prójimo y animándonos a vivir lo que la Tradición de la Iglesia llama las obras de misericordia corporales y espirituales”. Pero nuestra fe ha de traducirse en gestos concretos y cotidianos, destinados a ayudar a nuestro prójimo en el cuerpo y en el espíritu. Aquí hay uno muy concreto que nos propone Manos Unidas en esta campaña de 2016: nutrir a tantos hombres y mujeres, porque muchos mueren de hambre. Así que “Plántale cara al hambre: siembra”. En consecuencia, las mujeres y hombres de Manos
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Unidas están ya dispuestos a la acción de trabajar y animar a buscar financiación para los proyectos que tal parroquia o arciprestazgo ha asumido. Todo un ejercicio de puesta en acción de la caridad cristiana, dejando a un lado la indiferencia ante el dolor humano. Sepan todos esos voluntarios de Manos Unidas que tienen detrás el respaldo de su Iglesia. Ésta en 2015 nos ha regalado con tres documentos que han abierto las puertas de la esperanza: Laudato si´, del Papa Francisco, que nos habla del cuidado de la “casa común”, la Tierra, cuyos “desperfectos” recaen en detrimento de los más pobres y descartados; Misericordiae vultus, convocatoria papal del Jubileo de la Misericordia de Dios; y La Iglesia, servidora de los pobres, una instrucción pastoral de la Conferencia Episcopal Española sobre la crisis y el compromiso social de la Iglesia. Son muestras de la inquietud de los cristianos en cada Diócesis, lejos de esa estúpida pintada que apareció hace poco en una de nuestras parroquias. “Dejad de someter a la gente a una vida llena de ignorancia”. ¡Qué prepotencia y empecinamiento en posturas rancias sobre la fe cristiana y los que seguimos a Jesucristo! Y además se atreve a decir a los católicos que somos ignorantes. Vosotros, en este caso los voluntarios de Manos Unidas, sabéis bien que no es así, que salís de vosotros mismos en la lucha contra el hambre en el mundo. Muchas gracias a todos, a Manos Unidas y a cuantos secundáis sus proyectos de siembra en esta campaña 2016. + Braulio Rodríguez Plaza, Arzobispo de Toledo Primado de España
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Diócesis de Tortosa
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Plántale cara al hambre. Siembra
Monseñor Enrique Benavent Vidal, Obispo de Tortosa.
unque la asociación católica Manos unidas realiza a lo largo de todo el año actividades para sensibilizar a nuestra sociedad sobre el problema del hambre en nuestro planeta, durante estos días, cuando se acerca la jornada de lucha contra el hambre en el mundo, se intensifican y se generalizan en nuestras parroquias estas iniciativas. Es un motivo de satisfacción para toda la Iglesia que una asociación de fieles cristianos haya crecido y arraigado en la vida de las parroquias y de la sociedad, hasta el punto de convertirse en punto de referencia para tantas iniciativas en favor del desarrollo de los países más pobres y en una voz en favor de los más necesitados, que nos recuerda permanentemente que este problema, que desgraciadamente afecta todavía a millones de personas en nuestro mundo, no está resuelto. Quiero agradecer a todos los que hacéis posible que tantas personas necesitadas de lo más necesario para vivir puedan tener una esperanza de futuro, el trabajo generoso que realizáis. En las visitas pastorales a las parroquias constato constantemente la ilusión con la que trabajáis. El lema de este año nos invita, en primer lugar, a plantarle cara al hambre. Es una llamada a no dejarnos vencer por el desánimo cuando constatamos que este problema, que es seguramente una de las injusticias mayores de nuestro mundo, no acaba nunca de solucionarse. La tentación del desánimo o de pensar, ante un problema que no acaba de resolverse, que no se puede hacer nada, nos puede asaltar a todos. No nos dejemos vencer por ella. Sabemos que nunca se solucionarán todos los problemas de nuestro mundo, pero tenemos la certeza de que nuestras pequeñas aportaciones ayudan a que sea mejor. Por otra parte, los cristianos no debemos olvidar que nunca se resolverán todos los problemas. Este hecho no puede convertirse en una excusa para dejar de luchar, sino que debe ser un buen motivo para seguir trabajando por un mundo mejor. Tenemos que plantarle cara al hambre. En el lema de este año escuchamos una segunda invitación: “Siembra”. Jesús no solucionó todos los problemas del mundo, pero sembró la semilla del Reino de Dios. Tampoco convirtió a todos, pero esparció la semilla de la palabra de Dios al mundo. La misión de la Iglesia, y en ella de cada uno de los cristianos, es sembrar el Reino de Dios y el mensaje de la salvación con obras y palabras. La campaña anual de Manos Unidas consiste en sembrar semillas de algo nuevo para nuestro mundo. Hemos de sembrar un mensaje de justicia para recordar a la humanidad que es posible solucionar el problema del hambre. En nuestro planeta hay suficientes alimentos para todos y, paradójicamente, hay personas que pasan hambre. Los más pobres se convierten en las víctimas de intereses económicos y políticos. Hemos de sembrar en los pueblos más necesitados proyectos para que las personas puedan llegar a tener los medios necesarios para un trabajo y una vida dignos. De este modo no sólo se solucionan problemas actuales, sino que se evitan dramas en el futuro. Estamos
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llamados finalmente a sembrar solidaridad en nuestro mundo, a recordar a quienes no les falta nada para vivir dignamente, “que hay más alegría en dar que en recibir” (Hch 20, 35). Que en este año de la misericordia no olvidemos que dar de comer al hambriento y de beber al sediento son las primeras obras de misericordia corporales.
+ Enrique Benavent Vidal, Obispo de Tortosa
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Diócesis de Urgell Unir manos solidarias y misericordias
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Monseñor Joan Enric Vives Sicilia, Arzobispo de Urgell.
on la Jornada de ayuno voluntario del viernes y la colecta de este domingo en todas las parroquias de la Diócesis, se abre la Campaña de Manos Unidas de este año, que es el “Año de la Misericordia”, y después iremos teniendo otras actuaciones durante todo este 2016. Manos Unidas de nuevo llama a la puerta de nuestros corazones para que los abramos a la solidaridad efectiva con los hermanos que pasan hambre, para que practiquemos las obras de misericordia: “dar de comer y de beber” a los que pasan hambre y sed. Un hambre y una sed que no son sólo de comer y beber, y que debemos paliar sembrando proyectos de vida, tal como recalcan en el lema de la campaña de este año:“Plántale cara al hambre: siembra”. Más de medio siglo después de haber sido fundada esta institución de la Iglesia Católica (una ONG de desarrollo) por un grupo de mujeres valientes y audaces, como eco comprometido de la llamada del beato Papa Pablo VI a luchar contra el hambre, ayudando al desarrollo de los pueblos y necesidades de toda la tierra, hay que seguir trabajando para acabar con todas las hambres del mundo. Lo hacen a través de programas, planes y proyectos de desarrollo integral, promovidos siempre por las mismas personas de los países más necesitados de América, Asia, África y Oceanía, con el objetivo de poner fin a esta lacra que afecta a casi 800 millones de personas. No se trata sólo de dar de comer. Convienen también y se promocionan unos programas de formación que permitan mejorar la educación -tanto escolar como profesional- de aquellos que más lo necesitan, y también a través de la construcción y rehabilitación de infraestructuras como escuelas, hospitales y pozos. Asimismo, con programas sociales que permiten fortalecer el papel de la mujer en sus comunidades. Manos Unidas está formada por voluntarios, que trabajan con la ayuda de algunos técnicos, para apoyar a los pueblos más empobrecidos en su desarrollo y al mismo tiempo en la sensibilización de la población española y andorrana. Sus ingresos provienen, en un 87,1%, de fuentes privadas y en un 12,9% del sector público. Y de todo lo que recoge, utiliza el 86,6% en los proyectos de desarrollo, y sólo el 6,5% en administración y estructura, y un 6,9% en sensibilización, promoción y captación de recursos. Todo se pone al servicio de abrir caminos y tender puentes para mejorar las condiciones de vida del mayor número de personas vulnerables. Se trata de llegar a todos, hasta los lugares más remotos, porque hay que llegar a todos. Manos Unidas apoya cada año a más de 2,5 millones de personas de 60 países. Siempre convencidos de que el hambre se combate plantándole cara, sembrando proyectos de vida y esperanza en todas las dimensiones necesarias para el crecimiento de las personas y los pueblos. Sin dejar de ayudar a los que tenemos cerca, sobre todo a través de Cáritas diocesana y parroquiales, también hay que ayudar a los que están lejos y que sufren endémicamente los problemas que se derivan de la pobreza y el hambre. Este año los proyectos que nuestra Diócesis ayudará están
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en África y América Latina. Sed generosos. “El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa” (Mt 10,42). + Joan E. Vives, Arzobispo de Urgell
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Diócesis de Valladolid
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Plántale cara al hambre: siembra
Monseñor Ricardo Blázquez Pérez, Arzobispo de Valladolid
cabar con el hambre es un empeño que impulsa y anima a Manos Unidas desde su fundación. Creemos que esto es posible, pues como dice el Manifiesto que está en los orígenes de la organización: “Un solo obstáculo en la lucha contra el hambre sería insuperable: creer que la victoria es imposible”. Con la Campaña de este año, Manos Unidas inicia un trienio en el que se propone disminuir el hambre en el mundo y reforzar el derecho a la alimentación de las personas más pobres y vulnerables. En este primer año la palabra “siembra” nos convoca a plantar cara al hambre desde un ejercicio de revisión de vida: a) Ver la realidad del hambre en el mundo. b) Juzgar esta situación desde las claves que nos aporta la Doctrina Social de la Iglesia. c) Actuar iniciando la siembra con la solidaridad y la caridad política. Si el grito de los pobres de la tierra, en los que Jesucristo se hace presente juzgando la historia, no fuera suficiente, el mismo Señor, presente en la Iglesia, nos llama y envía con insistencia a través del papa Francisco y de los Obispos de la Iglesia española. El Papa ha convocado el Año Jubilar de la Misericordia para acoger, compartir y entregar el amor misericordioso con la práctica de las obras de misericordia. Una de ellas es dar de comer al hambriento. Las obras de misericordia se practican personal e institucionalmente. Manos Unidas es la forma institucional de nuestra Iglesia para dar de comer a los hambrientos de otros países. Este año puede ser una ocasión estupenda para relanzar esta organización en nuestra Diócesis. Los Obispos de España reunidos en Conferencia Episcopal han aprobado la instrucción pastoral “Iglesia servidora de los pobres” que señala, en continuidad con toda la Doctrina Social de la Iglesia, la centralidad de la persona humana y el bien común como criterios de toda nuestra acción social. La siembra representa el inicio de todo el proceso de la alimentación y nos remite a la imagen del “sembrador” evangélico, a ejemplo del Padre de todos, que reparte sus dones con sobreabundancia y nos confía la tarea de custodiar el sembrado y de repartir sus frutos para que todos tengan vida. La siembra supone esperanza en que aquello que se entierra dará fruto. Vivamos así esta Campaña 2016. + Luis Argüello, Vicario General de Valladolid
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Diócesis de Vic
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Plántale cara al hambre: siembra
Monseñor Romà Casanova Casanova, Obispo de Vic.
inalizamos el mes de enero y estamos a punto de comenzar un febrero intenso. A mediados de mes, concretamente el día 10, será Miércoles de Ceniza y, por lo tanto, iniciaremos la santa Cuaresma. Además, el domingo primero de mes, el día 7, procede commemorar los 100 años de la muerte del venerable Josep Torras i Bages, obispo de Vic. Pero es que además, el domingo 14 de febrero, como ya es habitual, será el día de la colecta a favor de Manos Unidas, que promueve la campaña contra el Hambre. Es necesario, pues, prepararnos para vivir intensamente estos acontecimientos litúrgicos y eclesiales. En el escrito de este domingo quiero reflexionar sobre la Campaña de este año. Su lema es este: “Plántale cara al hambre: siembra!” Este lema nos pide ser positivos y constructivos. No es actitud cristiana sentirse derrotados. Frente a los problemas pequeños o grandes, siempre hay algo pequeño o grande que podemos hacer todos nosotros.
El hambre en el mundo es un problema que afecta a todos directamente. No podemos pasar de largo, tenemos que mirar a los ojos de tantas personas que en nuestro mundo no tienen el mínimo necesario para vivir con dignidad y tenemos que sembrar: hacer nuestra pequeña aportación, como una semilla casi insignificante ante la magnitud del problema, pero con la certeza que puede hacer mucho. El Señor multiplica nuestra generosidad. Tenemos, pues, que motivarnos de nuevo para ser más y más generosos. Además, este año la campaña de Manos Unidas nos llega de pleno en el Año de la Misericordia y en tiempo de Cuaresma. Rercordamos que las obras de misericordia nos dicen claramente: dar de comer a quien tiene hambre, dar de beber a quien tiene sed. El santo padre Francisco, en el mensaje para el Año de la Misericordia, nos recuerda: «La misericordia de Dios transforma el corazón del hombre haciéndole experimentar un amor fiel, y lo hace, a su vez, capaz de misericordia. Es siempre un milagro que la misericordia divina se irradie en la vida de cada uno de nosotros, impulsándonos a amar al prójimo y animándonos a vivir aquello que la tradición llama las obras de misericordia corporales y espirituales. Éstas, nos recuerdan que nuestra fe se traduce en gestos concretos y cotidianos, destinados a ayudar a nuestro prójimo en el cuerpo y en el espíritu, y sobre los cuales seremos juzgados: alimentarlo, visitarlo, consolarlo y educarlo». Por tanto, tenemos que motivarnos de nuevo para ser más y más generosos. Cerrar los ojos y el corazón a los hermanos que están en necesidad corporal o espiritual no es una cuestión fútil, sino que sería ponerse en el camino de cerrarse a Cristo y a los hermanos, y uno acabaría, como dice el Papa en el mismo mensaje, «por condenarse a si mismo a caer en el eterno abismo de la soledad que es el infierno». + Monseñor Romà Casanova Casanova, Obispo de Vic.
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Diócesis de Vitoria
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Plántale cara al hambre: siembra
Monseñor Miguel Asurmendi Aramendía, Obispo de Vitoria.
anos Unidas, fiel a su cita anual, viene a nuestro encuentro para recordarnos la extensión enorme del hambre en el mundo. Lo hace con una nueva campaña que tiene por lema: "Plántale cara al hambre: siembra". Las comprometidas mujeres de Manos Unidas nos avisan que el tema del hambre en el mundo va a configurar una campaña de tres años, y que 2016 será el primer año de la misma se concreta añadiendo una palabra: SIEMBRA. Hemos leído descripciones del hambre: la debilidad que genera en los órganos del cuerpo humano, los tirones que siente en en sus intestinos la persona que padece el hambre, la esclavitud que produce en los hambrientos la dependencia del que les da de comer, etc. También hemos visto en los medios de comunicación social imágenes de niños y adultos faltos del alimento necesario, imágenes impactantes por demás: cuerpos deformes, ojos saltones, debilidad extrema. Del hambre hemos recibido imágenes del Estado español en estos años de crisis económica, 20082015. No es comparable el hambre de aquí y el del Tercer Mundo. Aquí el hambre produce amargura, enfado de la persona que siente no tener respetados sus derechos humanos. MANOS UNIDAS añade la palabra siembra al lema común para tres años, “plántale cara al hambre”. Esta formulación es impactante, propia de una campaña de recogida de ayudas y la palabra siembra está puesta para dar cauce a la operatividad del que desea luchar contra el hambre en el mundo. Siembra es un término polisémico: ❖ Su significado principal es una invitación a salir de la pasividad y ponerse a trabajar en la producción de alimentos. Va dicho para las personas de países en vías de desarrollo y también para las de los países desarrollados que colaboran enviando personas cualificadas que enseñan técnicas. ❖ Manos Unidas aporta otros significados a la palabra”siembra”: .Siembra... una buena tierra, una buena agua, una buena semilla. .Siembra... capacidades entre los pequeños agricultores. .Siembra... responsabilidad y cooperación de los Estados. .Siembra... solidaridad en nuestra sociedad.
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El Jubileo de la Misericordia que nos ha propuesto el papa Francisco en este año 2016 es un acicate más para el trabajo de luchar contra el hambre en el mundo. La misericordia nos estimula a colaborar en la superación del hambre, pues dar de comer al hambriento y dar de beber al sediento son obras de misericordia. Con afecto y bendición + Monseñor Miguel Asurmendi Aramendía, Obispo de Vitoria
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Diócesis de Zamora
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Sembradores con misericordia
Monseñor Gregorio Martínez Sacristán, Obispo de Zamora.
uy queridos hermanos en el Señor Jesucristo:
Consciente y consecuente con su noble identidad originaria, Manos Unidas, Organización Católica para el Desarrollo, se presenta, ante la Iglesia y el conjunto de la sociedad, para mostrarnos la nueva campaña que quiere desarrollar en este año, para la cual ha elegido este lema: “Plántale cara al hambre: siembra”. Con él recoge su finalidad fundacional y distintiva: vencer la grave injusticia del hambre humana, para ello quiere poner todo su empeño, y nos invita que lo hagamos nuestro.
La presente campaña es la primera de un proyecto trienal por el cual Manos Unidas pretende avanzar en la seguridad alimentaria de la humanidad, procurando atender a todas las causas y soluciones que puedan lograrlo. Para el trienio de 2016 a 2018 Manos Unidas se ha fijado este objetivo general: trabajar para disminuir el hambre en el mundo y reforzar el derecho a la alimentación de las personas más pobres y vulnerables del planeta.
Para su consecución quiere desarrollar, a lo largo de tres campañas sucesivas, estas líneas de trabajo: 1. Acompañar a los más pobres y reforzar el derecho a la alimentación de los pequeños productores; 2. Contribuir al cambio hacia unos sistemas alimentarios más justos; 3. Educar para una vida solidaria y sostenible, desde la fraternidad, promoviendo aquellos valores que contribuyan a la edificación de la civilización del amor, formando personas responsables, críticas y activas. Con relación a la campaña de este año, como bien lo expresa el lema, la clave está en la “siembra”. Aunque, previamente a ponernos ya a la faena de “sembrar”, nos interpela con una llamada provocativa: “Plántale cara al hambre”, lo cual significa situarnos directamente ante la realidad del hambre, tratando de hacerle frente con conocimiento, creatividad y decisión. Por ello, lo primero es conocer qué es el hambre y qué se define por seguridad alimentaria, para lo cual presentamos algunos conceptos que son usados para describir más adecuadamente estas realidades. “Seguridad alimentaria” es la situación en la que todas las personas tienen acceso físico, social y económico a alimentos seguros, nutritivos y en cantidad suficiente para satisfacer sus requerimientos nutricionales y preferencias alimentarias, y así poder llevar una vida activa y saludable. Para garantizar la seguridad alimentaria se deben atender a estos factores: la disponibilidad de los alimentos, el acceso a los alimentos, la estabilidad de los alimentos y de las posibilidades de producción, y la utilización, que está relacionada con las prácticas nutricionales. Son factores interrelacionados entre sí, de modo que, cuando se da la inoperancia de alguno de ellos, se genera la situación de inseguridad alimentaria o hambre, que, a su vez, se manifiesta de diversos modos: malnutrición, subalimentación, desnutrición o hambruna.
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Con el concepto “malnutrición” se describe la condición causada por una inapropiada nutrición o dieta, por exceso o defecto, del consumo de calorías. “Subalimentación” define el nivel de ingesta de alimentos insuficiente para satisfacer las necesidades de energía alimentaria, por la incapacidad de adquirir alimentos durante, por lo menos, un año. El “hambre” se considera como sinónimo de subalimentación crónica. “Desnutrición” es el resultado de la subalimentación o de repetidas enfermedades, con graves consecuencias para la biología personal. Y, “hambruna” es la situación que sufre una población por la escasez generalizada de comida, y que causa malnutrición, epidemias, y aumento de la mortalidad en las regiones afectadas. Sin quedarnos absortos en estos conceptos tan técnicos, “plantamos cara al hambre”, conociendo, también, sus injustificables cifras del presente. La Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha estimado que el año 2014 el hambre crónica afectaba a 805 millones de personas en el mundo. La mayoría de la población que padece hambre vive en regiones en desarrollo, y ha aumentado el número de personas que pasan hambre en África subsahariana, África septentrional y Asia occidental. De las diversas causas que causan el hambre en estas zonas, destaca que se mantienen elevadas las tasas de pobreza y la infraestructura rural sigue siendo limitada, la estabilidad de los precios, los problemas de la utilización de alimentos, y la dificultad para el acceso a los mercados de los pequeños productores. Reconociendo esta realidad, Manos Unidas quiere afrontarla, por ello nos recuerda el derecho humano a la alimentación que se incluye en el derecho a un nivel adecuado de vida. Este derecho a la alimentación implica una doble exigencia: el derecho a estar protegido contra el hambre, y el derecho a una alimentación adecuada. Así, para vencer el hambre, Manos Unidas nos propone esta acción: “Siembra”. La universal imagen de “sembrar” contiene un rico significado para la vida humana, ya que expresa, por un lado, el primer trabajo de un proceso esperanzado y progresivo con vistas a alcanzar un fin deseado. Además, propiamente, la acción de la siembra, para cultivar productos, constituye uno de los trabajos más extendidos en todas las regiones del mundo, sobre todo, es la exclusiva fuente de ingresos para muchas personas, en especial pobres, de las regiones menos desarrolladas. Y, desde la óptica cristiana, nos remite a la conocida parábola de Jesús, en la que compara el Reino de Dios con un sembrador que deposita su semilla en el campo esperando que fructifique. Con la “siembra” nos está indicando cómo quiere ser el compromiso de Manos Unidas, ya que, por un lado, pretende trabajar para “sembrar” nuevas y más eficaces posibilidades de trabajo para los pequeños agricultores y pescadores de las regiones menos desarrolladas. Además quiere “sembrar” capacidades y conocimientos para que su actividad laboral sea más provechosa y coordinada. Y, también, en nuestra sociedad, quiere “sembrar” abundante solidaridad, para que nos sintamos responsables de la escandalosa injusticia del hambre humana. Por ello está “sembrando” en nuestra conciencia la disponibilidad de ofrecer nuestras personas y nuestros bienes para que cada hombre y mujer, viva donde viva, pueda satisfacer todas sus necesidades fundamentales, con vistas de que a todos llegue el “pan de cada día”, como Dios quiere. Haciendo mía la llamada de Manos Unidas, os pido a todos que, en esta campaña, entroncada en el presente Jubileo Extraordinario de la Misericordia, sobresalgamos por verificar la exigencia de “dar de comer al hambriento”, sembrando con nuestra colaboración las acciones y proyectos que se propone realizar. Todo lo cual os agradezco, ya que os sentís y actuáis siendo misericordiosos, y os doy mi bendición.
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+ Gregorio Martínez Sacristán, Obispo de Zamora
Diócesis de Zaragoza
Q
Plántale cara al hambre, siembra
Monseñor Vicente Jiménez Zamora, Arzobispo de Zaragoza.
ueridos diocesanos:
Un año más la Campaña de Manos Unidas contra el hambre en el mundo reclama nuestra atención y respuesta. El viejo problema del hambre, resumen de todas las injusticias, con su cortejo de subdesarrollo e incultura, tanto por la magnitud de las cifras, como por su calado y gravedad, debiera suscitar en el plano mundial, también en la Iglesia, reacciones más solidarias y fraternas. En su solución hay implicadas muchas y graves responsabilidades, a distintos niveles, que no es éste el momento de concretar, sino más bien de aprovechar la oportunidad que nos ofrece esta Campaña de Manos Unidas, para aceptar con todas sus consecuencias lo que a nosotros, desde la conciencia humana y la fe cristiana, nos afecta y nos compromete. ¿Qué es Manos Unidas? ¿Cómo nació esta Campaña contra el hambre? En el año 1955 la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC) lanzó al mundo un manifiesto, en el que denunciaba la existencia de tres hambres que azotan la humanidad: hambre de pan, de cultura y de Dios. El manifiesto pretendía alertar a la opinión pública y movilizarla para una acción eficaz y rápida. En España, las Mujeres de Acción Católica, hace 57 años creaban la Organización Católica llamada Manos Unidas. Una ONG de la Iglesia Católica y de voluntarios para el Desarrollo, que trabaja para apoyar a los pueblos pobres del Sur en su desarrollo y en la sensibilización de la población española. Sus prioridades en proyectos se centran en cinco grandes líneas: la agrícola, la sanitaria, la educativa, la social y la promoción de la mujer (pilar dinamizador presente en los otros cuatro). Lema de este año 2016 El lema de este año 2016 es: Plántale cara al hambre: siembra. Porque no podemos quedarnos indiferentes ante la situación del hambre en el mundo, proponemos: sembrar una buena tierra, una buena agua, una buena semilla. El motor fundamental de Manos Unidas es que las personas y los pueblos vivan, y vivan con dignidad. Por eso durante el trienio 2016-2018, Manos Unidas trabajará para disminuir el hambre en el mundo, le plantará cara al hambre., para reforzar el derecho a la alimentación de las personas más pobres y vulnerables del planeta, facilitándoles las condiciones y proporcionándoles los medios necesarios para que puedan vencer la pobreza y tomar las riendas de su propio destino.
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Problema técnico y ético, que exige el compromiso de todos El problema del hambre en el mundo no sólo es técnico, sino que requiere una ética fundada en unos criterios morales que deben partir del reconocimiento del valor trascendente de la persona humana y de los derechos que de ella se derivan. “La dignidad de cada persona humana y el bien común son cuestiones que deben estructurar toda política económica, pero a veces parecen solo apéndices agregados desde fuera para completar un discurso político sin perspectivas ni programas de verdadero desarrollo integral” (Conferencia Episcopal Española, Iglesia servidora de los pobres, Madrid 2015, 22). Acabar con el hambre es un paso esencial en la construcción de un mundo cada vez más justo. La pobreza y el hambre en el mundo nos atañen a todos los seres humanos como miembros de una misma familia. Todos, con nuestras manos unidas, guiados por la justicia, la caridad y la misericordia, debemos recorrer el camino para que todos tengamos el alimento de cada día. Nuestra Diócesis de Zaragoza, como en años anteriores, se ha comprometido a financiar varios proyectos. De nosotros, de ti y de mí, depende sacar adelante estos proyectos, que ayudarán a muchos hermanos nuestros del Tercer Mundo a que vivan en condiciones humanas más dignas y tengan acceso a la alimentación. Con esta carta pastoral, como Arzobispo, expreso públicamente mi gratitud sincera al Sr. Presidente, al Sr. Consiliario, a todo el Equipo de nuestra Delegación Episcopal de Manos Unidas, y a todos los voluntarios por su trabajo entusiasta y eficaz durante todo el año. Gracias a Dios la respuesta de los diocesanos es siempre muy generosa y nos permite financiar todos los proyectos que elegimos para cada Campaña. Con mi afecto y bendición, + Vicente Jiménez Zamora Arzobispo de Zaragoza
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