Cartas pastorales de Manos Unidas 2018

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Cartas Pastorales con motivo de la

Jornada Nacional de Manos Unidas CampaĂąa 59

COMPARTE

LO QUE IMPORTA

Febrero 2018


Sumario Diócesis de: 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4

4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4

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4

Albacete

Alcalá de Henares Astorga Ávila

Barbastro-Monzón Barcelona Bilbao

Burgos

Cádiz-Ceuta Calahorra y

La Calzada-Logroño Cartagena

Ciudad Real Córdoba

Coria-Cáceres Cuenca Getafe Girona

Guadix Huelva

Huesca y Jaca

Ibiza y Formentera Jaén

León

Lleida Lugo

Madrid

Mallorca

Menorca

Mérida-Badajoz

5. 7. 9. 11. 13. 15. 17. 19. 21. 23. 25. 27. 29. 31. 33. 35. 37. 39. 41. 43. 45. 47. 49. 51. 53. 55. 57. 59. 61.

63. 65. 4 Orihuela-Alicante 67. 4 Osma-Soria 69. 4 Ourense 71. 4 Oviedo 73. 4 Palencia 75. 4 Pamplona y Tudela 77. 4 Plasencia 79. 4 San Sebastián 4 Sant Feliu de Llobregat 81. 83. 4 Santander 4 Santiago de Compostela 85. 87. 4 Segorbe-Castellón 89. 4 Segovia 91. 4 Sevilla 93. 4 Sigüenza-Guadalajara 95. 4 Solsona 97. 4 Tarazona 99. 4 Tarragona 101. 4 Tenerife 103. 4 Terrassa 105. 4 Teruel y Albarracín 107 4 Toledo 109. 4 Tortosa 111. 4 Tui-Vigo 113. 4 Valencia 115. 4 Valladolid 117. 4 Vic 119. 4 Vitoria 121. 4 Zaragoza 4

Mondoñedo-Ferrol


Saludo

U

Mons. Carlos Escribano Subías, Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño y Consiliario de Manos Unidas.

n año más tengo la oportunidad de agradecer a mis hermanos Obispos el aliento que dan a Manos Unidas en todas las diócesis españolas con motivo de la Campaña contra el Hambre que en esta ocasión llega a su edición número 59. En esta tradicional publicación se recogen su confianza y apoyo en forma de breves cartas pastorales que se publican en cada diócesis en torno a la Campaña de Manos Unidas. La tarea de Manos Unidas nos acerca a nuestros hermanos más desfavorecidos a semejanza de lo que hizo Jesús cuando estuvo con nosotros. Hace presente a la Iglesia católica que peregrina en España, aportando la ayuda económica necesaria para intentar paliar algunas de las grandes carencias que afectan a la dignidad de las personas en los países del Sur. Esa es y ha sido siempre una tarea irrenunciable de la Iglesia y, como nos recuerda el papa Francisco, se convierte en camino de evangelización: «Si la Iglesia entera asume el dinamismo misionero, debe llegar a todos, sin excepciones. Pero ¿a quiénes debería privilegiar? Cuando uno lee el Evangelio, se encuentra con una orientación contundente: no tanto a los amigos y vecinos ricos sino sobre todo a los pobres y enfermos, a esos que suelen ser despreciados y olvidados, a aquellos que “no tienen con qué recompensarte” (Lc 14,14). No deben quedar dudas ni caben explicaciones que debiliten este mensaje tan claro. Hoy y siempre, “los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio”, y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos» (Evangelii Gaudium 48). Con la Campaña de este año, la Organización finaliza el Trienio de Lucha contra el Hambre (2016-2018) en el que Manos Unidas está trabajando para dar respuesta a las causas y problemas que provocan el hambre en el mundo. Los distintos lemas que se han propuesto nos han ido marcando un camino y un modo de hacer. En 2016 «Plántale cara al hambre: siembra», invitándonos a mirar al futuro con resolución e intentando evitar el caer en la tentación de quedarnos en teorizar sobre la misericordia no llegando nunca a llevar a la práctica aquello que proponemos en nuestras reflexiones teóricas. «El mundo no necesita más comida, necesita más gente comprometida» fue el lema de la pasada Campaña. La invitación a comprometernos en esta tarea se volvió a lanzar con insistencia intentándonos hacer caer en la cuenta de que con pequeños gestos de nuestro día a día podemos crear «cultura de la misericordia» que ayude de manera eficaz a los más necesitados y a su vez nos transforme también a nosotros, dando un paso decidido a la hora de comprometernos realmente a favor de los demás. Nuestra responsabilidad en nuestro entorno cotidiano o familiar nos educa a la hora de aprender a descubrir de verdad las carencias de los otros, a abrir los ojos y a comprometernos con las necesidades de los demás.

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Para esta ocasión el lema elegido es «Comparte lo que importa». En la imagen de los carteles de este año se nos presenta un móvil que se ha trasformado en una regadera. En el fondo nos recuerda que son muchas las cosas y mensajes que compartimos en las redes sociales (el número de usuarios de redes sociales supera los miles de millones en todo el mundo -por ejemplo, Facebook superó los 2.061 millones en 2017, Whatsapp ya es utilizada por más de 1.300 millones de personas cada año), pero estas ¿son realmente importantes? Igual que compartimos cosas sin trascendencia es necesario que aprendamos a llevar a los demás aspectos y reflexiones que generen una mayor conciencia social que nos permita combatir la lacra del hambre en el mundo. Compartimos información y compartimos nuestros bienes, huyendo siempre de la tentación de sentirnos indiferentes ante las necesidades de nuestros hermanos más pobres. Es muy importante trabajar unidos solidariamente, reconociendo la propia interconexión e interdependencia, preocupándonos por los miembros más frágiles y por la protección del bien común. Esta actitud de corresponsabilidad solidaria está en la raíz de la vocación fundamental a la fraternidad y a la vida común. La dignidad y las relaciones interpersonales nos constituyen como seres humanos, queridos por Dios a su imagen y semejanza. Como criaturas dotadas de inalienable dignidad, existimos en relación con nuestros hermanos y hermanas, ante los que tenemos una responsabilidad y con los cuales actuamos en solidaridad. Fuera de esta relación, seríamos menos humanos. Es por eso por lo que no podemos mostrarnos indiferentes ante los demás. «Es cierto que la actitud del indiferente, de quien cierra el corazón para no tomar en consideración a los otros, de quien cierra los ojos para no ver aquello que lo circunda o se evade para no ser tocado por los problemas de los demás, caracteriza una tipología humana bastante difundida y presente en cada época de la historia. Pero en nuestros días, esta tipología ha superado decididamente el ámbito individual para asumir una dimensión global y producir el fenómeno de la “globalización de la indiferencia”» (Francisco, mensaje para la XLIX Jornada Mundial de la Paz, 1 de enero de 2016, nº 3). El problema es que la indiferencia se puede adueñar de nuestro día a día, cerrando nuestro corazón y nublando nuestra percepción de la realidad: «La indiferencia ante el prójimo asume diferentes formas. Hay quien está bien informado, escucha la radio, lee los periódicos o ve programas de televisión, pero lo hace de manera frívola, casi por mera costumbre: estas personas conocen vagamente los dramas que afligen a la humanidad pero no se sienten comprometidas, no viven la compasión. (…) La indiferencia se manifiesta en otros casos como falta de atención ante la realidad circunstante, especialmente la más lejana. Algunas personas prefieren no buscar, no informarse y viven su bienestar y su comodidad indiferentes al grito de dolor de la humanidad que sufre. Casi sin darnos cuenta, nos hemos convertido en incapaces de sentir compasión por los otros, por sus dramas; no nos interesa preocuparnos de ellos, como si aquello que les acontece fuera una responsabilidad que nos es ajena, que no nos compete» (Francisco, mensaje para la XLIX Jornada Mundial de la Paz, 1 de enero de 2016, nº 3). Damos gracias a Manos Unidas que nos estimula a tomar conciencia de que es necesario combatir la indiferencia hacia nuestros hermanos, estimulándonos a compartir lo que de verdad importa. Gracias a todos los que formáis parte de esta gran familia, de un modo u otro, por vuestro trabajo generoso, por vuestros desvelos y por vuestro compromiso con los más necesitados. Compartís vuestro tiempo y vuestra vida a favor de los demás. Esa es la mejor pedagogía, mostrar con el ejemplo cómo tenemos que aprender a compartir lo que importa con nuestros hermanos. Por todo ello, muchas gracias.

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+ Carlos Escribano Subías Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño y Consiliario de Manos Unidas


Diócesis de Albacete

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Plantando cara al hambre

Monseñor Ciriaco Benavente Mateo, Obispo de Albacete.

ueridos diocesanos: Manos Unidas nos presenta en estos días, con el empeño y la ilusión de siempre, su anual Campaña contra el Hambre, que os invito a secundar con toda generosidad a todos los diocesanos.

¡Gracias al incansable voluntariado de Manos Unidas, que, invulnerable al desaliento, sigue sacudiendo, año tras año, nuestras conciencias ante la realidad dramática de tantos hermanos nuestros que, en el siglo XXI, siguen careciendo de lo más elemental para vivir con un mínimo de dignidad!

Después de tantos años de lucha y de los importantes logros conseguidos, el año pasado se cerró con unas cifras muy negativas. Según datos de la FAO, las personas en situación de hambre habían aumentado hasta los 815 millones; casi 40 millones más que en las estimaciones revisadas para 2015. Sabemos que los efectos del cambio climático y de los conflictos bélicos, principales causas apuntadas, tienen siempre un impacto especial entre los más empobrecidos. Manos Unidas no se cansa de repetirnos que el hambre no es una fatalidad, sino la consecuencia de estructuras, relaciones y comportamientos que generan desigualdad y exclusión. Pensar que se trata de una situación inevitable es como si el hombre dimitiera de su misión de protagonista de la historia. Hay que reconocer que si hay situaciones que son solucionables, pero que no se solucionan, es que somos moralmente culpables. Los bienes de la tierra están destinados por Dios para todos los hombres; pero el egoísmo y la avaricia de unos, la complicidad de quienes lo permiten y la indiferencia de tantos que, tal vez, nos crucemos de brazos, da lugar a que mientras unos disfrutan abundantemente de todo, otros muchos carezcan de lo más imprescindible. Así esta nuestro mundo. Pero Manos Unidas sigue plantándole cara al hambre. En el año 2016 nos invitaba a sembrar semillas que hicieran crecer una vida más justa y fraterna. El año pasado apelaba al compromiso personal, porque sobran bienes, pero faltan corazones comprometidos contra la insolidaridad y la injusticia. “Plántale cara al hambre: Comparte lo que importa”, es el lema de la campaña que cierra este trienio. Manos Unidas ha acogido con entusiasmo las palabras del papa Francisco ante la FAO, en el pasado Día Mundial de la Alimentación: «Estamos llamados, dice el Papa, a proponer un cambio en los estilos de vida, en el uso de los recursos, en los criterios de producción, hasta en el consumo, que, en lo que respecta a los alimentos, presenta un aumento de las pérdidas y el desperdicio. No podemos conformarnos con decir ‘otro lo hará’».

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Por eso, Manos Unidas, dando un paso más, quiere compartir, desde la racionalidad, propuestas alternativas y experiencias concretas de cambio, que aunque sean muy modestas, acreditan que es posible una realidad distinta: – frente a un mercado basado en la especulación y no en el bien común, son posibles otras formas de producción y consumo; – frente a un tipo de producción agrícola insostenible en muchos lugares, se puede educar y formar con éxito para la sostenibilidad y la producción sostenible; – frente al consumismo en que nuestras sociedades se ven insertas, que, como dijo también ante la FAO el papa Francisco, “nos ha acostumbrado a lo superfluo y al desperdicio cotidiano… nos hará bien recordar que el alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre, del que tiene hambre”. “El contexto hedonista en que vivimos los países desarrollados lleva al hombre a centrarse en la realización emocional de sí mismo, aniquila las utopías de transformación social y la disposición a los compromisos permanentes”, nos dicen los analistas sociales. Por otra parte, la alta dosis de dramas cotidianos que ingerimos, anestesia nuestra capacidad de discernimiento y respuesta. Manos Unidas lo sabe. Y sabe, desde su experiencia de fe, que hacer un mundo justo, solidario y fraterno no se logra sólo con un convencimiento teórico, con ser esto importante. Reconocer afectiva y efectivamente al otro como hermano exige un cambio del propio corazón, que sólo es posible cuando el amor se recibe como un regalo de Aquél que es Amor. Acogiendo el amor como don, podemos hacernos don de amor para los demás. Por eso, Manos Unidas, al promover cada año la campaña, no se olvida de invitarnos a la oración y al ayuno. Ese es uno de los secretos de su eficacia. El ayuno nos hace solidarios con el pobre; la oración, si es verdadera, nos cambia el corazón. Invito a los sacerdotes, catequistas, profesores e instituciones diocesanas en general a poner el mejor empeño en la Campaña de Manos Unidas. La colecta que se realizará hoy, 11 de febrero, en todos los templos de la diócesis se entregará a la Delegación de Manos Unidas. Secundando la llamada de las voluntarias y voluntarios de Manos Unidas, cuya generosidad y empeño agradecemos, unamos nuestras manos y nuestros corazones en esta Campaña del año 2018. + Ciriaco Benavente Mateo Obispo de Albacete

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Diócesis de Alcalá de Henares

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“Comparte lo que importa”

Monseñor Juan Antonio Reig Pla, Obispo de Alcalá de Henares.

ueridos diocesanos:

Cada uno de nosotros debemos sentirnos herederos de este mundo que el Creador puso en nuestras manos para cuidarlo. Entre otras cosas tenemos que defender el derecho a la alimentación y a unas relaciones de producción y consumo justas. El hambre que actualmente sufren unos 815 millones de personas en el mundo no depende tanto de la carencia de productos, cuanto de la insuficiencia de recursos sociales y colaboración entre los países ricos con los pobres. Esta injusticia la reconoce el papa Benedicto XVI en su encíclica Caritas in veritate, diciendo: “El derecho a la alimentación y al agua tiene un papel importante para conseguir otros derechos, comenzando ante todo por el derecho primario a la vida. Por tanto, es necesario que madure una conciencia solidaria que considere la alimentación y el acceso al agua como derechos universales de todos los seres humanos, sin distinciones ni discriminaciones. Es importante destacar, además, que la vía solidaria hacia el desarrollo de los países pobres puede ser un proyecto de solución de la crisis global actual, como lo han intuido en los últimos tiempos hombres políticos y responsables de instituciones internacionales”. Un año más la Iglesia española realiza la Campaña de Manos Unidas que esta vez lleva el lema: “Comparte lo que importa”, cerrando la Campaña Trienal 2016-2018. Con este trienio dedicado a la lucha contra el hambre, Manos Unidas se ha propuesto recuperar su impulso fundacional y profundizar sobre el escándalo del hambre en el mundo, sus causas y posibles soluciones. Con Manos Unidas seguiremos, a partir de la Campaña del 2016, plantándole cara al hambre, con buenas semillas que hagan crecer una vida más justa y fraterna; semillas que son recursos, capacidades, responsabilidades y solidaridad. Seguiremos también, tras los proyectos del 2017, plantándole cara al hambre con nuestro compromiso con una producción agrícola para el consumo humano, sostenible y responsable. Y nos proponemos, en este año, dar un paso más, compartiendo con nuestros entornos propuestas, alternativas e iniciativas de desarrollo sostenible que nos permiten entre todos avanzar en la erradicación del hambre en el mundo. Como nos lo señala el papa Francisco en las cartas de la encíclica Laudato Si: “Sabemos que es insostenible el comportamiento de aquellos que consumen y destruyen más y más, mientras otros no pueden vivir de acuerdo con su dignidad humana”. La Campaña del 2018 ha de ser una oportunidad para apremiarnos a nosotros mismos y a las instituciones a actuar según la cultura del encuentro y de la solidaridad. La defensa de los derechos humanos y nuestra propia fe en Cristo nos urgen a trabajar por el bien común que lo será cuando todos colaboren en él y todos puedan participar en él. En esta Campaña pretendemos también promover los valores fundamentales de la persona humana, la convivencia, el respeto de su dignidad y el derecho a la nutrición como parte integrante del derecho a la vida de cada ser humano. Desde

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la fe nuestra máxima justificación y fuerza es la defensa de la dignidad de la persona. San Juan Pablo II dice que: “A causa de su dignidad personal, el ser humano es siempre un valor en sí mismo y por sí mismo y como tal exige ser considerado y tratado. Y, al contrario, jamás puede ser tratado y considerado como un objeto utilizable, un instrumento, una cosa”. Con los proyectos diocesanos de la Campaña de Manos Unidas del 2018 invitamos a todas las parroquias, movimientos, hermandades, asociaciones y comunidades cristianas de nuestra querida diócesis a luchar contra el hambre. Es una oportunidad para todos colaborar mediante pequeños gestos que ayuden a romper la lógica del egoísmo y menosprecio para dar posibilidades de acabar con el hambre en el mundo. COMPARTIR LO QUE IMPORTA ES PONER EN COMÚN NUESTRA VIDA, NUESTROS BIENES Y NUESTRO COMPROMISO POR UN MUNDO MEJOR, DONDE CADA PERSONA PUEDE VIVIR FELIZ SEGÚN SU DIGNIDAD. Por último, deseamos felicitar y agradecer a todos los voluntarios y colaboradores que, inspirados por su conciencia cristiana, están comprometidos con la Campaña contra el hambre de Manos Unidas. Con mi bendición, + Juan Antonio Reig Pla Obispo de Alcalá de Henares

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Diócesis de Astorga

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“Comparte lo que importa” Campaña de Manos Unidas 2018

Monseñor Juan Antonio Menéndez Fernández, Obispo de Astorga.

ueridos diocesanos:

El verbo “compartir” tenía hasta ahora un profundo sentido de solidaridad y de compasión por la vida de los demás. “Compartir” era una forma privilegiada de ejercer el amor al prójimo que está en la base y el fundamento de toda convivencia humana. Hoy el verbo “compartir” se ha hecho virtual. “Dar a compartir” es una de las funciones que ofrecen los programas de las redes sociales con las que hoy se comunica la mitad de la humanidad. Es una frase muy usada por las generaciones más jóvenes. Es fácil “dar a compartir” porque no supone ningún esfuerzo físico ni compromiso vital alguno. Esto es lo que le gusta al hombre posmoderno: nada de compromiso, nada de esfuerzo. Manos Unidas ha elegido como lema de la Campaña de este año 2018: “Comparte lo que importa”. Nos recuerda que pasamos la vida compartiendo; pero, realmente, ¿compartimos lo que importa? Compartir lo que importa nos dice Manos Unidas que es “poner en común nuestra vida, nuestros bienes y nuestro compromiso por un mundo mejor, donde cada persona pueda vivir feliz y en condiciones dignas”. Me parece muy oportuno que esta prestigiosa asociación eclesial nos recuerde el auténtico sentido del verbo “compartir” que exige a cada persona que comparte un compromiso vital de solidaridad con el prójimo y con la madre tierra. ¡No devaluemos la solidaridad! El hombre tiene tendencia a encerrarse en su yo y sus circunstancias, a ser egoísta, a vivir pensando sólo en sí mismo. Esta tendencia individualista se puede trasladar a la vida social y política por medio de leyes que poco a poco van construyendo sociedades y naciones insolidarias, autónomas y egolátricas. Cuando esto sucede -y parece que está sucediendo cada vez más en el mundo actual después de las decisiones de los gobiernos de los países más ricos del mundo- las sociedades y naciones más pobres y débiles se empobrecen y debilitan cada vez más provocando situaciones de hambre, desnutrición, violencia e injusticia estructural. El Magisterio de la Iglesia ha recordado siempre el principio del destino universal de los bienes de la tierra que tiene su aplicación efectiva en la organización social y política en el principio de solidaridad que implica compartir con todos los hombres los frutos de la madre tierra. Hoy tendríamos que añadir también los frutos de la investigación científica y técnica. El papa Francisco, teniendo en cuenta lo que afirmó en su día san Juan Pablo II, dice en la Encíclica Laudato si: “Hoy creyentes y no creyentes estamos de acuerdo en que la tierra es esencialmente una herencia común, cuyos frutos deben beneficiar a todos. Para los creyentes, esto se convierte en una cuestión de fidelidad al Creador, porque Dios creó el mundo para todos. Por consiguiente, todo planteamiento ecológico debe incorporar una perspectiva social que tenga en cuenta los derechos fundamentales de los más postergados. El principio de la subordinación de la propiedad privada al destino universal de los bienes y, por tanto, el derecho universal a su uso es una ‘regla de oro’ del comportamiento social y el «primer principio de todo el ordenamiento ético-social”.

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Estas palabras del Papa no dejan lugar a dudas sobre la necesidad de “compartir” solidariamente los bienes de la tierra con el fin de garantizar a todo hombre una vida digna, feliz y justa. Esta necesidad no es un buen deseo sino un principio ético fundamental que todos los gobiernos, especialmente los gobiernos de las naciones ricas debieran aplicar a sus decisiones políticas. Es posible acabar con el hambre y la miseria en el mundo; pero para ello es necesario no abandonar los principios fundamentales entre los que se encuentra el de compartir los bienes. Apoyemos la Campaña de Manos Unidas compartiendo nuestros bienes para financiar los proyectos que lleva a cabo en más de sesenta países del mundo. Compartir implica renuncia voluntaria a parte de nuestra vida para unirla a la de otros buscando el equilibrio y la justicia. Por eso Manos Unidas siempre ha propuesto compartir los bienes desde el ayuno voluntario que exige de nosotros un compromiso vital mucho mayor que el mero “darle al compartir” del Facebook, del Twitter o del Instagram. + Juan Antonio Menéndez Fernández Obispo de Astorga

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Diócesis de Ávila

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Comparte lo que importa. Campaña de Manos Unidas 2018

Monseñor Jesús García Burillo, Obispo de Ávila.

ueridos diocesanos:

Este año la Campaña de Manos Unidas nos ayuda a ponernos en camino hacia ese mundo nuevo que nace de la fraternidad universal, fraternidad en la que se ponen en juego nuestros dones y capacidades que el Señor ha sembrado en nuestras vidas para que compartiéndolos lleguemos a aquella plenitud de vida a la que nos llama. Nos ponemos en camino con la aportación de todos. No solo aportación económica -que es muy importante para sostener los proyectos que nos encomiendan- sino “compartiendo lo que importa” -como reza el lema de este año- porque todos tenemos capacidades y dones que podemos poner al servicio de los demás. Manos Unidas es una asociación de la Iglesia Católica en España para ayuda y promoción de los países en vías de desarrollo, una asociación que nos recuerda y ayuda a tomar conciencia del hambre y la pobreza en el mundo, y también nos brinda cauces y posibilidades de ayuda concreta a personas y sociedades concretas. Por eso a cada diócesis de España se nos encomiendan unos proyectos. La aportación de la Diócesis de Ávila en esta campaña de 2018 se destina a los siguientes proyectos: Construcción de lavadero para internado en Timor oriental (sudeste Asiático); Promoción, capacitación y defensa de los derechos humanos y la equidad de género en Comalcalco (TabascoMéxico); Empoderamiento de mujeres tribales a través de la capacitación y asesoramiento en Manipur (nordeste de India); Vehículo para dispensario rural y programa de salud comunitaria en Meghalaya (nordeste de la India); Programa sanitario en 10 pueblos tribales Korku en Maharashtra (India). Invito a todos a participar de esta Campaña de Manos Unidas con la alegría y el entusiasmo que nacen de la mística del vivir juntos, y con la conciencia de que el universo entero somos una sola familia, hermanos entre nosotros, y que ese mundo nuevo que todos anhelamos sólo es posible bajo la lógica del amor y la fraternidad universal. ¡Comparte lo que importa! Os saludo con todo afecto. + Jesús García Burillo Obispo de Ávila

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Diócesis de Barbastro-Monzón

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Manos Unidas 2018 ¡Más de lo mismo, da lo mismo!

Monseñor Ángel Pérez Pueyo, Obispo de Barbastro-Monzón.

i no cambiamos de chip, es decir, nuestro propio estilo de vida, el uso de nuestros recursos, los criterios de producción y consumo, todo seguirá igual. Más de lo mismo, da lo mismo. Durante estos meses, hasta que no consigan recaudar 84.495 € para sufragar un proyecto educativo de rehabilitación y reinserción de 1.625 niñ@s de Hyderabad, en la India, no pararán quietas este grupo de mujeres tan comprometidas y coherentes de Manos Unidas. El hambre y la incultura no son una fatalidad, sino un escándalo, una vergüenza insoportable. No es posible que en pleno siglo XXI ochocientos quince millones de personas sigan pasando hambre en el mundo. Sí, has leído bien. No he equivocado millones por miles. Son millones, no miles. Y para más inri hemos crecido... en cuarenta millones respecto al año anterior. Las razones (excusas) que ponen quienes deberían administrar lo público, si no equitativa cuando menos solidariamente entre los más desheredados... son múltiples y complejas: los impactos del cambio climático, los conflictos violentos (guerras) sobre los más empobrecidos... que únicamente sirven de excusa para anestesiar nuestra conciencia colectiva. ¡La educación es, sin duda, el antídoto contra la pobreza! Felicito a nuestras «intrépidas guerreras» de «MANOS UNIDAS» de la Diócesis de Barbastro-Monzón por haber escogido un proyecto educativo de reinserción que no sólo sostenga la esperanza de estos niñ@s sino que les devuelva su dignidad de personas ofreciéndoles además de pan y formación, el calor de hogar. Cuando uno lee cada proyecto lo primero que te llama la atención es que se trata de programas reales, creíbles y realizables. Se detallan todos los pormenores y se establecen costos reales. El dinero que se adjudica llega íntegro. Detrás de cada proyecto figuran las personas y/o las instituciones que se responsabilizan de su puesta en marcha, de su gestión, administración y evaluación. Colaborar con «MANOS UNIDAS» es como si tú mismo fueses el responsable del proyecto y estuvieras a pie de obra. Es, de ordinario, «la denominación de origen» de las obras sociales que la Iglesia realiza en el mundo. Su éxito está en la nube de personas implicadas (voluntarios) que, con su testimonio y su humilde pero fecunda tarea apostólica, visibilizan la ternura de Dios en el corazón del mundo y caricia suya en las personas más desheredadas. Nuestro desafío, como os indicaba anteriormente, será impulsar un programa de rehabilitación y reinserción social para niñ@s de la calle en la ciudad de Hyderabad, capital del Estado de Telangana, en el centro-este de la India. El presupuesto es de 84.495 €. Dividido por los ciento diez mil habitantes del Alto Aragón, nos tocaría contribuir al año a cada uno con lo que nos costaría tomarnos un café en el bar. Vamos a poner una hucha solidaria en el obispado y/o en cada parroquia para que todos sin excepción, creyentes o no creyentes, practicantes o no practicantes, contribuyamos con

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nuestra parte alícuota de un euro a erradicar el hambre en el mundo y a dar formación a los más jóvenes. No es nada pero nos conciencia y sensibiliza. El milagro está en que «muchos pocos hacen más que pocos muchos». En dicha ciudad, miles de niñ@s viven huidos de sus casas por violencia, abandono u orfandad. Viven de la mendicidad y de las basuras, sufriendo abusos y malos tratos. Suelen terminar en el alcohol y en las drogas. Los Salesianos llevan 17 años trabajando en tres centros de acogida para niños y uno para niñas gestionado por la rama femenina. Su labor consiste en contactar con est@s niñ@s y ganarse su confianza; ofrecerles atención médica, emocional y educativa. Procuran, si es posible, reintegrarlos a sus familias. Les ofrecen participar en programas educativos y de rehabilitación. Para ampliar su trabajo social en la calle los salesianos solicitan a Manos Unidas ayuda y así mejorar las instalaciones de los dos centros, el de los niños y el de las niñas: reparación del tejado, instalación eléctrica, construcción de un pozo y de una purificadora de agua, reparación y construcción de baños, la adquisición de veinte colchones y la manutención física durante el proceso de rehabilitación. La aportación de la Congregación es el salario de los coordinadores y el diez por ciento de los costes. Los beneficiarios serán 730 niñas y 895 niños cada año (i625 niños en total). Al frente de este proyecto educativo y social está el P. Bellankonda Sudhakar, SDB de la comunidad salesiana de Navajeena. En nombre de todos los beneficiarios de estos dos proyectos que vamos a asumir en nuestra Diócesis quisiera expresaros su gratitud sincera a cada uno de los hijos del Alto Aragón, creyentes o no, que con su solidaridad y generosidad van a conseguir los 84.495 € necesarios para que esta «patrulla de mujeres» de MANOS UNIDAS» logre el objetivo humanizador que se ha propuesto este año. Con mi afecto y bendición, + Ángel Pérez Pueyo Obispo de Barbastro-Monzón

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Diócesis de Barcelona

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“Saber compartir”

Monseñor Juan José Omella Omella, Arzobispo de Barcelona.

l próximo domingo, 11 de febrero, se celebra la jornada principal de la Campaña contra el Hambre en el Mundo, una iniciativa que promueve Manos Unidas, la ONG de la Iglesia católica en España para la ayuda, promoción y desarrollo del Tercer Mundo. Ese día se hará una colecta en todas las iglesias para financiar los proyectos de desarrollo que promueve esta entidad en los países más pobres del mundo. Todas las acciones de Manos Unidas tienen siempre en cuenta las posibilidades de las personas y de las culturas locales para asumir los proyectos.

Durante varios años he sido el obispo responsable de Manos Unidas en España y siempre he admirado su pedagogía del desarrollo, hecha con realismo y con respeto a cada situación local. Manos Unidas no sólo trabaja para resolver el problema del hambre allí donde puede llegar con sus proyectos, sino que también se ocupa de analizar las causas del problema y de crear unas condiciones sociales que con el tiempo puedan ayudar a superar este grave problema a millones de personas.

Con la Campaña de este año se completa el trienio que esta institución de la Iglesia ha dedicado a la lucha contra el hambre, y lo hace con el lema “Comparte lo que importa”. Se trata de recuperar el impulso fundacional de esta institución: profundizar en la reflexión sobre el escándalo del hambre, sobre sus causas y sus posibles soluciones. Fruto de esta reflexión se han identificado tres causas del problema de la falta de alimentos que vale la pena tener muy presentes: (i) la consideración de los alimentos como mercancía, que implica valorar meramente su función económica y su calidad para producir beneficios, dejando en un segundo plano su función principal de garantizar el derecho humano a la alimentación y a la vida de las personas; (ii) la extensión de un modelo productivo a gran escala que compromete la sostenibilidad social, económica y medioambiental; y (iii) el desperdicio de alimentos, resultado de este mismo sistema de producción y distribución, provocado por unos estilos de vida y unos hábitos de consumo insostenibles e individualistas. Lamentablemente, este desperdicio de alimentos repercute en la seguridad alimentaria y nutricional de tres formas: (i) reduce la disponibilidad de alimentos; (ii) provoca una subida en los precios que disminuye la capacidad de los más pobres para adquirirlos; y (iii) afecta a la sostenibilidad económica, social y medioambiental. Como dijo el papa Francisco en la sede del Programa Mundial de Alimentos, «el alimento que se deja perder es como si se robara de la mesa del pobre, del que tiene hambre». Ruego a Dios para que nos llene a todos de su Espíritu Santo y aliente a todos los voluntarios, donantes y trabajadores de Manos Unidas a seguir trabajando sin descanso para sensibilizarnos so-

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bre el problema de la pérdida y desperdicio de los alimentos, que tantos perjuicios provoca en los más necesitados y que afecta a la sostenibilidad de nuestro planeta. + Juan José Omella Omella Arzobispo de Barcelona

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Diócesis de Bilbao

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Campaña Manos Unidas 2018 Comparte lo que importa

Monseñor Mario Iceta Gabicagogeascoa, Obispo de Bilbao.

ueridos hermanos y hermanas:

Con el lema “Comparte lo que importa”, Manos Unidas vuelve a realizar un año más su Campaña que tiene como objetivo acabar con el hambre en el mundo. Una tarea que está al alcance de la comunidad internacional, pero que tantos obstáculos encuentra en su realización. Como se nos recuerda en el contenido de esta jornada, compartir es una necesidad y realidad humana. El ser humano está constitutivamente vuelto hacia Dios y hacia los demás. Su vida está entretejida de relaciones que edifican su propio ser. Por eso, compartir es propio de la persona humana. No compartir lo importante de la vida sería encerrarnos en nosotros mismos e ir apagando nuestra realidad vital. Para compartir necesitamos tener ojos nuevos, capaces de descubrir las necesidades de los demás. El amor es una luz que nos hace ver de un modo nuevo, profundo y humano. La Palabra de Dios es lámpara para nuestros ojos, que los capacita para ver en el prójimo el rostro de Dios y salir a su encuentro. Nosotros mismos tenemos carencias y necesitamos de la ayuda, la compañía, la donación de quienes nos rodean. El amor nos hace percibir las carencias de los demás e ir a su encuentro compartiendo nuestra vida con gestos concretos, con ayudas concretas, con una actitud de volcarnos hacia fuera de nosotros mismos en un encuentro recíproco que nos construye como personas y edifica un mundo realmente humano y fraterno. La campaña de Manos Unidas nos estimula a compartir con los demás las llamadas de tantos hermanos que pasan necesidad en los diversos lugares de la tierra: hambrunas, catástrofes, guerras, personas sin techo, desplazados y refugiados, pobrezas endémicas, enfermedades, carencias de salud, educación, libertad, que golpean la dignidad humana. Manos Unidas presenta ante nosotros necesidades actuales que no admiten demora, que necesitan de unos ojos que descubran tantas carencias, un corazón misericordioso y unas manos que ayuden y tomen de sí mismo para socorrer al hermano necesitado. Ante tantas miserias que golpean la dignidad humana es precisa la implicación personal. Cada uno puede aportar su grano de trigo que junto a otros muchos granos, son capaces de hacer granero generoso que dé de comer a tantas personas. Hay muchas formas de ayudar. Cada uno debe reflexionar ante Dios qué puede dar de sí: tiempo, oración, sacrificio, voluntariado, cooperación, ayuda material y económica… En esta Campaña podemos descubrir los proyectos concretos que Manos Unidas nos presenta para que la ayuda sea concreta y eficaz. Descubriendo estos proyectos podemos colaborar del modo que estimemos más oportuno y también podemos darlos a conocer para que otros se impliquen en esta hermosa tarea. Podemos jun-

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tos comprometernos con los más pobres de la tierra para que ellos también perciban, a través de nosotros, el amor de Dios que los ama y no los deja abandonados, y nuestro amor fraterno que no pasa indiferente ante el hermano que sufre. La fraternidad constitutiva que nos caracteriza, al ser todos hijos e hijas de un mismo Padre, nos impulsa a compartir con el hermano gozos y dificultades, éxitos y problemas, riquezas y pobrezas para hacer un mundo más justo y fraterno. Como bien decía San Juan de la Cruz, “el alma que anda en amor ni cansa ni se cansa”. Es lo que pretendemos durante todo el año, no cansarnos de ayudar y compartir; vivir realmente en la verdad del amor que nos compromete con lo que importa. Es a lo que nos anima la campaña de Manos Unidas de este año. Pido a Dios que os bendiga y que premie vuestra generosidad y vuestro amor operativo en la respuesta generosa a la llamada de los pobres. Que María nos acompañe en este camino. Con gran afecto, + Mario Iceta Gabicagogeascoa Obispo de Bilbao

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Diócesis de Burgos

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Campaña contra el hambre: llamamos a compartir

Monseñor Fidel Herráez Vegas, Arzobispo de Burgos.

l segundo domingo de febrero se ha convertido en una de las referencias habituales para nuestra implicación cristiana y eclesial. La Campaña contra el Hambre, promovida cada año por Manos Unidas, ha conseguido formar parte de nuestra vida, porque nos urge a reflexionar, compartir y trabajar contra esa gran lacra que todavía sigue azotando amplios ámbitos de nuestro mundo. Todas las personas de buena voluntad de cualquier procedencia, religión, ideología… estamos invitadas a unir nuestras manos contra el hambre, la pobreza y las estructuras injustas que perpetúan esta situación. La Iglesia en España, a través de Manos Unidas, se siente «servidora de los pobres», y une sus manos con todos los que trabajan por el desarrollo y la promoción humana del llamado tercer mundo.

Nuestra Iglesia diocesana quiere ser también, y pienso que lo es, especialmente sensible a esta realidad. Por eso hoy, al tiempo que os pido que sigamos trabajando en ello con empeño, deseo expresar mi admiración y mi agradecimiento a todas las personas voluntarias que entregan tanto esfuerzo, tanta generosidad y tanta ilusión sirviendo a nuestra Iglesia desde la ayuda a los más pobres, a quienes padecen hambre y necesidad; mi gratitud igualmente para quienes, desde las parroquias y arciprestazgos asumís proyectos concretos; o para quienes desde los centros educativos y tantas instituciones y grupos lanzáis iniciativas de sensibilización y colaboración. A todos os animo a seguir siendo profetas en nuestro tiempo. También a interesar ya desde ahora a los niños y adolescentes para que se vayan solidarizando con esta tragedia de la humanidad. Con esta Campaña Manos Unidas cierra un ciclo de tres años, centrados en dar respuesta a las causas y problemas que provocan el hambre en el mundo, en reclamar mayor acceso a los alimentos, en promover una producción más sostenible desde el punto de vista del medio ambiente y en luchar contra la pérdida y el desperdicio de alimentos. Para este año 2018, subraya tres cuestiones que considera esenciales, muy presentes en la encíclica Laudato Si del papa Francisco: favorecer el acceso a los alimentos para consumo humano y no para el beneficio económico; impulsar sistemas de producción medioambientalmente sostenibles y plantear propuestas que eviten la pérdida y el desperdicio de alimentos. El lema de la Campaña de este año es «Comparte lo que importa». Con él se nos invita a compartir los alimentos, algo tan importante para la supervivencia de los pobres, pero también se nos estimula a compartir con nuestros amigos y conocidos a través de las redes sociales la situación de los más de ochocientos millones de personas que pasan hambre en el mundo. Cada uno de nosotros podemos ser agentes de sensibilización a través de los nuevos medios de comunicación. La imagen de la Campaña trata de conectar con los símbolos de nuestra época: es un móvil que actúa como regadera para distribuir agua en terrenos áridos, de modo que se transforme en un frondoso huerto familiar con árboles y pozos de agua tan necesaria para subsistir.

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El problema del hambre sigue resonando como un escándalo sobre todo para los cristianos y para las sociedades del bienestar. Es un escándalo, porque lo que se necesita no es más comida sino más gente comprometida para distribuir y compartir. Es un escándalo, porque sigue creciendo el número de personas que pasan hambre: el año pasado se aumentó en más de un diez por ciento, especialmente por los millones de personas desplazadas a causa de crisis alimentarias. Por eso no podemos permanecer indiferentes. Cada uno de nosotros debemos recoger ese clamor para ser más solidarios y para que nuestro estilo de vida sea sobrio y austero. A la luz del Evangelio de este domingo, pidamos al Señor que nos libre de la lepra, de esa lepra que puede corroer nuestro espíritu haciéndonos indiferentes ante el sufrimiento de tantos hermanos nuestros. + Fidel Herráez Vegas Arzobispo de Burgos

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Diócesis de Cádiz-Ceuta

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Con motivo de la Campaña de Manos Unidas

Monseñor Rafael Zornoza Boy, Obispo de Cádiz y Ceuta.

ste viernes 9 de febrero celebramos el Día del Ayuno Voluntario y el Domingo 11 la Jornada Nacional de Manos Unidas, que lanza su campaña anual con el lema “Comparte lo que importa”. La Iglesia Católica viene denunciando desde hace demasiado tiempo la escandalosa paradoja de la abundancia (Cf. San Juan Pablo II, Discurso en la apertura de la Conferencia Mundial sobre la Alimentación, 5 de diciembre de 1992): “lo que se dio para toda la humanidad, suficiente para todos, ha sido acaparado por unos pocos y hay muchedumbres sin lo necesario para vivir dignamente”. Según las últimas estadísticas de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) 815 millones de personas padecen hambre en el mundo, un 11% más que el año pasado; 122 millones son niños menores de 5 años. En gran parte se trata de zonas de conflicto debido a la cuestión de los recursos naturales, con graves desplazamientos masivos de las personas. El papa Francisco nos señalaba, en su última Encíclica “Laudato Si” la necesidad de tomar conciencia de “un origen común, de una pertenencia mutua y de un futuro compartido por todos” (LS 202). Dentro del Trienio “Plántale la cara al hambre”, que nos propone Manos Unidas, este tercer año se nos hace una llamada a no apropiarse de todo sin pensar en el otro, a valorar lo que tenemos y responder con firmeza, quizás, como exhortaba el Santo Padre, propiciando “un cambio en los estilos de vida” que “podría llegar a ejercer una sana presión sobre los que tienen poder político, económico y social” (LS 206). Este año Manos Unidas hace hincapié en tres líneas fundamentales de trabajo que debemos conocer y, sobre todo, apoyar: • La primera son las iniciativas de acceso a los alimentos para el consumo humano y no para el beneficio económico. Frente a la especulación financiera que ha elevado drásticamente los precios de alimentos básicos para millones de personas, se hacen necesarias alternativas de producción: huertos familiares, planes nutricionales para favorecer la incorporación a la dieta familiar de productos hortícolas, e infraestructuras para la conservación saludable y a largo plazo, libre de riesgos derivados de la variabilidad de los precios. Es necesario favorecer un cambio de paradigma en el estilo de vida hacia otro más responsable y solidario (huertos comunitarios ecológicos urbanos, grupos de consumo…), y abrir la reflexión acerca de un sistema económico dirigido a un rendimiento social más allá del económico. • La segunda se refiere a promover sistemas de producción medioambientales sostenibles cediendo mayor protagonismo a las familias campesinas. Manos Unidas participa en las campañas “Si cuidas el planeta, combates la pobreza” de la red “Enlázate por la Justicia” (junto a Cáritas, Justicia y Paz, CONFER, etc.), y “Cambiemos por el planeta-Cuidemos a las personas”, promovida por la alianza internacional de organizaciones católicas para el desarrollo

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(CIDSE), para concienciar y promover el cambio hacia un consumo responsable, que incorpore el “cuidado de la casa común”. • En último lugar, no menos importante, están las propuestas contra la pérdida y el desperdicio de alimentos, algo a cuidar en los países en vías de desarrollo (infraestructuras más capaces de soportar las inclemencias del tiempo, los almacenamientos largos…), y que supone un escándalo en los países desarrollados. Junto a los avances y a la riqueza humana que supone un mundo globalizado, nos encontramos con que, defendiendo a ultranza una serie de “neo-derechos” en los países industrializados, olvidamos derechos humanos fundamentales, como el derecho al alimento, que no deben supeditarse a interés alguno: “Somos testigos del incremento de una preocupante divergencia entre una serie de nuevos “derechos” promovidos en las sociedades tecnológicamente avanzadas y derechos humanos elementales que todavía no son respetados en situaciones de subdesarrollo: pienso, por ejemplo, en el derecho a la alimentación, al agua potable, a la vivienda, a la autodeterminación y a la independencia» (Cf. Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, n. 365). Tomemos conciencia cada vez más, también a nivel diocesano y en todas las parroquias, de esta grave realidad que nos concierne a todos, y no sólo a unos pocos misioneros o cooperadores del desarrollo. Que veamos en ellos un ejemplo vivo de Cristo. Acordémonos con frecuencia de que la pobreza es un consejo evangélico, pues Cristo, siendo Dios, se hizo pobre para enriquecernos en la vida de Dios (Cf. Flp 2,1-6), que plenifica la existencia en cualquier circunstancia o situación. Es lo que no experimenta una sociedad centrada en el “vestir”, el “comer” (Cf. Mt 6 24-34), anestesiada por el consumo, pero con poderosas carencias humanas y espirituales. No seamos mundanos en este sentido y demos testimonio de la vida de Cristo en nosotros. En este último año del trienio seguimos con Manos Unidas, pero con más fuerza aún, “plantándole cara al hambre”. Os invito a colaborar personalmente con el Día del Ayuno Voluntario: renunciar a algo prescindible, una cena, un lujo demasiado superfluo, un capricho innecesario… y donar el dinero a Manos Unidas. Los primeros ayudados seremos nosotros, pues creceremos en libertad y, por supuesto, en responsabilidad. Proclamemos su labor a través de los distintos organismos Diocesanos, parroquias y comunidades. También nos sumamos a las distintas celebraciones del Domingo 11 en las distintas parroquias, para ofrecerle al Señor el trabajo de tantos hermanos que entregan su vida por los más desfavorecidos. Que Jesús, Nuestro Señor, bendiga nuestra ofrenda y la haga agradable a Dios Padre Todopoderoso, para que vivamos en el Espíritu de Caridad, con un amor de comunión y solidaridad hacia el prójimo. + Rafael Zornoza Boy Obispo de Cádiz y Ceuta

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Diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño

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Manos Unidas: Comparte lo que importa

Monseñor Carlos Escribano Subías, Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño.

a Campaña 59 de Manos Unidas pone de nuevo a nuestra consideración la lucha contra el hambre en el mundo. Con esta Campaña, la Organización finaliza el Trienio de Lucha contra el Hambre (2016-2018) en el que Manos Unidas está trabajando para dar respuesta a las causas y problemas que provocan el hambre en el mundo. Han pasado 59 años desde que un grupo de mujeres de Acción Católica decidió, con determinación, declararle la guerra al hambre. Casi sesenta años luchando con eficacia frente al subdesarrollo que lastra y subyuga a muchos países del Sur. Es cierto que se han ganado muchas batallas, pero la guerra no ha terminado. Y de ello nos quieren seguir haciendo conscientes desde Manos Unidas. Quizá la lucha contra el hambre nos parezca lejana, ajena, imposible de vencer… Siempre me hago la consideración de que, si eso hubiese pensado aquel grupo de mujeres audaces que se pusieron manos a la obra pensando que la palabra imposible no podía formularse, hoy Manos Unidas no sería una realidad. Y tanta gente que se ha visto favorecida por su ayuda no la hubiese podido disfrutar. Pero ellas se pusieron a sembrar. A dar pequeños pasos con generosidad y resolución. Aquellas mujeres fueron capaces de innovar en el modo de dar respuesta a la obra de misericordia de dar de comer al hambriento en aquel momento de la historia. El papa Francisco nos sigue exhortando a ser creativos en el ejercicio de la caridad y de la solidaridad: «Esforcémonos entonces en concretar la caridad y, al mismo tiempo, en iluminar con inteligencia la práctica de las obras de misericordia. Esta posee un dinamismo inclusivo mediante el cual se extiende en todas las direcciones, sin límites. En este sentido, estamos llamados a darle un rostro nuevo a las obras de misericordia que conocemos de siempre» (Misericordia et Mísera 19). Creo que hoy somos nosotros los que debemos dar pasos y comprometernos en actualizar de modo creativo el ejercicio de las obras de misericordia en nuestro mundo de hoy. Manos Unidas nos ayuda a ello constantemente y de modo particular con la celebración de su Campaña anual. En este trienio que terminamos con esta Campaña, en el que se recuperó con fuerza la cuestión de la lucha contra el hambre, los lemas nos han ido marcando un camino y un modo de hacer. El 2016 «Plántale cara al hambre: siembra», invitándonos a mirar al futuro con resolución e intentando evitar el caer en la tentación de quedarnos en la «teoría de la misericordia» que nos impida llevar a la práctica lo que proponemos teóricamente. «El mundo no necesita más comida, necesita más gente comprometida» fue el lema de la pasada Campaña. La invitación a comprometernos en esta tarea se volvió a lanzar con insistencia intentándonos hacer caer en la cuenta de que con pequeños gestos de nuestro día a día podemos crear cultura de la misericordia. «Estamos llamados a hacer que crezca una cultura de la misericordia, basada

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en el redescubrimiento del encuentro con los demás: una cultura en la que ninguno mire al otro con indiferencia ni aparte la mirada cuando vea el sufrimiento de los hermanos. Las obras de misericordia son “artesanales”: ninguna de ellas es igual a otra; nuestras manos las pueden modelar de mil modos, y aunque sea único el Dios que las inspira y única la “materia” de la que están hechas, es decir la misericordia misma, cada una adquiere una forma diversa» (Misericordia et Mísera 20). En esta ocasión el lema elegido es «Comparte lo que importa». Este año la Campaña pone el foco en la palabra «compartir» para llamar la atención sobre las cifras y los mensajes que cada día se comparten en redes sociales (el número de usuarios de redes sociales supera los miles de millones en todo el mundo -por ejemplo, Facebook superó los 2.061 millones en 2017, Whatsapp ya es utilizada por más de 1.300 millones de personas cada año). Por eso, este año, Manos Unidas recoge en su imagen de Campaña la transformación de un móvil en una regadera: un símbolo que la Organización utiliza para que veamos que lo que «compartimos» tiene resultado y lleva la prosperidad a los países en los que realiza sus proyectos de cooperación. Muchas gracias a nuestra Delegación diocesana de Manos Unidas y a todos los que en ella colaboran, no sólo ahora, sino a lo largo de todo el año. Su trabajo muchas veces oculto y anónimo beneficia a muchos y de un modo práctico nos enseñan a compartir lo que importa. ¡Anímate tú también! + Carlos Escribano Subías Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño

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Diócesis de Cartagena

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Comparte, es lo que importa

Monseñor José Manuel Lorca Planes, Obispo de Cartagena.

n este domingo se unen dos cosas que nos afectan especialmente, la Palabra de Dios y la Campaña de Manos Unidas, las dos van en la misma dirección y convergen en el cuidado y respeto a la persona humana, creada por Dios. La organización católica nos recuerda que debemos abrir bien los ojos para ver a todos los que pasan hambre y sed, a todos los que están “señalados” y van gritando como los “leprosos” de nuestra época, pidiéndonos el milagro de la curación, el milagro de un corazón lleno de ternura y de misericordia como el de Jesús, el milagro de saciar su hambre y su sed. La Palabra de Dios se expone con claridad y nos dice que la peor lepra que padecemos es la de nuestros pecados, que nos impiden amar, servir, cuidar y no pasar de largo con indiferencia. El papa Francisco le grita al mundo desde la misma acera de los desheredados, sumando fuerzas para hacernos caer en la cuenta de que el milagro está al alcancede nuestras manos, que debemos aprender a COMPARTIR. Mientras tanto, nuestra cultura se empecina en alejarse de las necesidades de estos hermanos, pero también se está alejando de Dios, se aleja de la solución de estos problemas, porque no les interesa. Desgraciadamente no podemos contar con los que no tienen la intención de fomentar la esperanza, la luz, la vida y así no vamos a ninguna parte.

Lo que nos propone el Santo Padre es dejarnos llevar del Evangelio de una adhesión vital a Cristo, hacer las cosas con el mismo corazón de Cristo, en silencio, escuchando, estando cerca de los que sufren... El leproso nos ha dado una gran lección, que se fiodel Señor y por eso le pedía con fe. Esto les chocará un poco a los que se ríen de estas cosas, igual pasaba en tiempos de Jesús, pero el camino es la fe, fiarse de Dios, para seguir cumpliendo las Bienaventuranzas. Ayudar a los hermanos supone darles el pan diario y el alimento de la fe, que conozcan a Dios. ¡Cuánto por hacer! Manos Unidas sale de Campaña todos los días para decirnos a voz en grito que nos alejemos de todas las injusticias que crean tantos “marginados”, para que tomemos conciencia de que todos somos hijos de Dios y hermanos y que es necesario que trabajemos por hacer desaparecer estas diferencias tan grandes que hemos creado entre nosotros, porque se han levantado demasiados muros que nos separan, muros que excluyen a muchos de la convivencia y de la familia humana. Este año la Campaña de Manos Unidas ofrece la solución: COMPARTIR. Así de sencillo, sin complicaciones que hagan esta aventura imposible, compartir la vida, el corazón y el bolsillo. Pero todos sabemos que para llegar a este nivel hay que escuchar a Cristo, que habite en medio de nosotros, para seguir su ejemplo. El papa Francisco decía en la catequesis del miércoles pasado, que debemos saber escuchar la Palabra, dejar que

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ésta llegue al corazón y del corazón pase a las manos. Si nuestra respuesta no es el servicio, la ayuda al hermano, derribar esos muros que nos separan,… tendremos que revisar si escuchamos bien la voz de Dios. Comparte, da, entrégate y da gloria a Dios. + José Manuel Lorca Planes Obispo de Cartagena

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Diócesis de Ciudad Real

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Manos Unidas

Monseñor Gerardo Melgar Viciosa, Obispo de Ciudad Real.

a Campaña de este año de Manos Unidas cierra un trienio de lucha contra el hambre que se inició en 2016. El mundo tiene comida más que suficiente para poder alimentar a todos los seres humanos y que ninguno pasara hambre. El problema está no en la falta de alimento sino en el mal reparto que se hace de los mismos y lo mal que se aprovecha por parte de otros. En esta sociedad llena de egoísmo se está produciendo, a todos los niveles, una gran desigualdad, en la que a muchos les sobra lo que tienen y a otros les está faltando incluso lo más importante y necesario para poder vivir. Esta situación de desigualdad nos está gritando a los que tenemos la mayoría a que no solo dejemos que aflore en nosotros la actitud de compartir, sino a que nos preguntemos desde la justicia si realmente lo que tenemos nosotros, y que además nos sobra, no les pertenece a ellos, a aquellos a los que les falta lo más necesario para poder vivir con dignidad. En justicia deberíamos devolvérselo. Otro problema es el mal uso que se hace de los alimentos, lo que diariamente se tira a la basura sin la posibilidad de que alguien se aproveche de ello, no de lo que tiramos, sino de lo que supone todo eso que se desperdicia. Con ello, muchas personas que pasan hambre podrían tener lo necesario para vivir con la dignidad que pide el ser persona. Esta realidad clama en la conciencia de todos nosotros, porque todos desperdiciamos cada día muchos alimentos que se tiran a la basura y nos interpela sobre cómo y qué deberíamos hacer para que no fuera así. Que nos demos cuenta de que lo que nosotros tiramos sería algo con lo que muchos de los pobres de la tierra podrían alimentarse y tener una vida más digna. El problema del hambre en el mundo toca de lleno nuestra conciencia y nos urge a saber compartir con los que menos tienen. No podemos cerrar los ojos a la realidad, no podemos apagar la televisión cuando nos ofrecen a la hora de comer las imágenes de niños con caras famélicas, una imagen que nos molesta y nos produce escalofríos. Pero que no hacemos nada para solucionarlo, al menos lo que esté en nuestras manos. La situación del hambre en el mundo la hemos creado entre todos y todos debemos sentirnos responsables en mayor o menor medida, de solucionar el problema, luchando contra ello.

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En el fondo del problema subyace el que no ponemos la persona en el centro de nuestros valores y no acabamos de aceptar y de vivir la centralidad de la persona humana, que debería estar por encima de nuestros egoísmos. Hemos puesto y ponemos tantas veces nuestros intereses materiales y la rentabilidad de los mismos por encima de la dignidad de la persona, a la cual posponemos o sometemos, trastocando claramente los valores. En vez de servir todos los medios materiales al servicio de la persona, es la persona la que ponemos al servicio del crecimiento material y ello nos lleva a que se produzcan esta clase de situaciones de precariedad, pobreza y hambre de unos seres humanos, mientras los otros crecemos y nos sobra lo que tenemos. Meditemos muchas veces las palabras de Cristo a nosotros, sus seguidores: «En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis». Pensemos que sobre ello nos van a examinar cuando nos presentemos ante Él y es necesario que sepamos responder en positivo, sabiendo que pusimos cada uno de nuestra parte lo que pudimos, para que esto no fuera así. + Gerardo Melgar Viciosa Obispo de Ciudad Real

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Diócesis de Córdoba

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“Comparte lo que importa” Manos Unidas

Monseñor Demetrio Fernández González, Obispo de Córdoba.

l llegar el segundo domingo de febrero hacemos la colecta litúrgica de Manos Unidas, poniendo “a los pies de los Apóstoles” -hoy, los obispos- (Hech. 4,35) nuestras aportaciones voluntarias, que irán destinadas a miles y miles de personas en otros tantos proyectos de Manos Unidas por todo el mundo. La Campaña contra el Hambre en el mundo nos invita este año a “compartir lo que importa”. Repetimos una vez más aquel gesto de los primeros cristianos, que, al conocer a Jesucristo por el anuncio del Evangelio, vendían sus bienes y los ponían a los pies de los Apóstoles para que éstos los repartieran entre los pobres de la comunidad. San Pablo, al subir a Jerusalén para contrastar con Pedro y los demás apóstoles el contenido de su Evangelio, nos dice que concluyeron el encuentro con un abrazo fraterno y una recomendación: “No te olvides de los pobres” (cf. Gal 2,10), y por eso san Pablo realizo una gran colecta con destino a los pobres de Jerusalén. Nos cuenta el papa Francisco que, al momento de su elección para Sucesor de Pedro, el cardenal Hummes que estaba a su lado le susurró: “No te olvides de los pobres”, y eso le llevó a elegir el nombre de Francisco como recuerdo del santo que se ha caracterizado por la pobreza personal y la entrega y cercanía a los pobres. Manos Unidas nos presenta el panorama mundial de tantas pobrezas que impiden el desarrollo de los pueblos y el crecimiento personal de tantas personas. Manos Unidas toca el corazón de los católicos españoles y de toda persona de buena voluntad que quiera colaborar por este cauce. El estilo de Manos Unidas, como ONG de la Iglesia Católica para paliar el hambre en el mundo, no es solamente recaudar fondos, sino mentalizar a los fieles de nuestras comunidades cristianas “para que no se olviden de los pobres”. En nuestro primer mundo tenemos de todo, aunque a nuestro alrededor también hay carencias muy notables, como son cubrir las necesidades básicas de alimento y vivienda. Pero no nos hacemos idea de las carencias que tienen tantos habitantes del planeta que mueren de hambre cada día. Alimentos, educación, sanidad, casa, tierra. Carecen de todo y no podemos aplazar la respuesta a estas necesidades hasta que las instituciones internacionales salgan a su encuentro. Urge ayudarlos hoy, quizá mañana sea tarde. “Comparte lo que importa” pone el acento sobre todo en la persona. Alimentos hay de sobra en el mundo, hace falta sensibilidad para compartir lo que importa: la dignidad de la persona, tener lo elemental para sobrevivir, tener acceso a una educación y sanidad que mejore la calidad de vida, tener el pan de cada día. Y sobre todo, tener a Dios y conocer a Jesucristo, que nos ofrece la salvación de Dios, nos hace hermanos unos de otros y nos da a su Madre como madre nuestra.

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Agradezco a todas las personas que trabajan como voluntarias en Manos Unidas, en la delegación diocesana y en las parroquias. Por todas las parroquias que visito me encuentro siempre con la Delegada de Manos Unidas y su equipo, que inventan múltiples iniciativas para concienciar y recaudar fondos destinados a estos proyectos. No dejéis de motivar la razón más profunda de nuestra caridad cristiana: si hemos conocido a Jesucristo, si compartimos la mesa eucarística en la que se nos entrega el mismo Jesús, no podemos olvidarnos de los pobres, porque en ellos prolonga Jesús su presencia, reclamando nuestro amor, nuestra solidaridad, nuestro compartir con ellos lo que tengamos, privándonos de algo. ¿De qué nos serviría llenar los estómagos si no conocieran al Señor? No los ayudamos para traerlos a lo nuestro. Nuestra caridad ha de ser gratuita, pero en esa caridad debe aparecer siempre visible que ha sido Jesús el que nos ha motivado, y es a él a quien servimos. En la caridad con los hermanos, con los pobres, es donde se verifica nuestro amor a Dios. Camparte lo que importa, da de tu pan al hambriento, viste al desnudo, ofrece buena educación al que lo necesita y ten presente en tu oración a tantos y tantos que no conocen a Jesucristo, porque están privados de su Evangelio. Recibid mi afecto y mi bendición. + Demetrio Fernandez González Obispo de Córdoba

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Diócesis de Coria-Cáceres

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Comparte lo que importa

Monseñor Francisco Cerro Chaves, Obispo de Coria-Cáceres.

anos Unidas trabaja todo el año e insistentemente para erradicar el hambre en el mundo, que todavía es un auténtico escándalo para todos ya que, por desgracia, sigue siendo una realidad “con derecho de ciudadanía’’. Son tantos los intereses de los poderosos de siempre que no les interesa solucionar un problema que afecta a gran parte de la humanidad que es pobre de solemnidad mientras que otras naciones viven en la opulencia del “rico Epulón” y solo dejan las migajas para los pobres. Manos Unidas, adelantándose a tantos que tendrían que haber solucionado este problema del hambre de gravedad tan extrema, hace años que a través de un grupo de mujeres de Iglesia, de Acción Católica, valientes y sobre todo que se lo creían, decidieron unir manos, corazones y voluntad sabiendo que la conversión siempre pasa por “el bolsillo” y se pusieron manos a la obra.

Desde entonces, cada año, cada Campaña, tiene un lema que trata de sensibilizar y de conseguir sacar adelante unos proyectos de auténtico calado social y tratando de erradicar el problema, aunque la realidad nos aplasta. Es mucho más que una limosna lo que ofrece Manos Unidas, es la apuesta por la dignidad humana que tiene derecho a compartir los bienes y a erradicar el hambre pues el primer derecho humano es a vivir y no a morir de hambre, de necesidad, como todavía sigue ocurriendo. Ellas trabajan con una exquisita sensibilidad social, sabiendo que todavía podemos hacer mucho cuando unimos nuestras manos. Este año se nos invita a “COMPARTIR lo que importa’’. Si no compartimos no seremos capaces de llegar allí donde tantos niños, personas y familias mueren de hambre, de sed, de escasez de medios, de promoción cultural, de falta de sanidad elemental, de no tener la nutrición normal para desarrollar una vida con salud. Lo que importa es que tenemos que vivir con esta llamada: “COMPARTE lo que importa”. ¿Por qué? Para, entre todos, hacer realidad que nuestra tierra sea un hogar habitable y no se olvide fácilmente a los que por no compartir, por seguir enriqueciéndose, privan a los más pobres del derecho elemental a una vida digna. Seamos más generosos en nuestra diócesis en la Campaña, parroquias, colegios, centros, realidades eclesiales, sobre todo que cada uno, personalmente, sepa que hay que compartir para que el hambre deje de ser “una triste realidad” en la tierra. + Francisco Cerro Chaves Obispo de Coria-Cáceres

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Diócesis de Cuenca

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Comparte lo que importa

Monseñor José María Yanguas Sanz, Obispo de Cuenca.

ueridas hermanas y amigos de Manos Unidas:

Estamos a punto de dar inicio a la Campaña de Manos Unidas, asociación de la Iglesia Católica que lleva a cabo una formidable tarea de sensibilización en el seno de la comunidad cristiana y que dedica sus energías a hacer que se escuche la voz de los hermanos más necesitados y a trabajar y colaborar con otras muchas personas para que esos hermanos tengan una vida digna de personas humanas y de hijos queridos de Dios. He leído la Memoria de actividades de 2016 con admiración y gratitud a Dios nuestro Señor y a las mujeres de Manos Unidas que las han llevado a cabo. Son ¡más de dos millones de personas! las que han visto mejorar su situación gracias a la entrega y generosidad, al trabajo esforzado de un numeroso grupo de mujeres caracterizado, como dice su Presidenta, por la austeridad y la transparencia. Su eficaz empeño por “plantar cara al hambre” se ha visto concretado en centenares de proyectos en más de cincuenta países, gracias al trabajo y la colaboración de más de 5.000 voluntarios y de más de 77.000 socios y colaboradores. Los logros alcanzados se quedarán pequeños en los años venideros si crece el número de unos y otros. Invito a quien lee estas líneas a considerar seriamente si no podría sumarse de un modo u otro a este ejército de mujeres y hombres dispuestos a mejorar nuestro mundo movidos por un sincero amor a Dios y al prójimo. Cuando recibimos tanto de Dios, es lógico pensar que Él espera que sepamos compartir con los demás algo del tiempo y de los recursos que nos regala. Mucho se ha hecho, pero mucho más queda todavía por hacer, si pensamos que más de 800 millones de personas pasan todavía hambre. Son cifras que avergüenzan, que deben zarandear nuestra conciencia y espolear todavía más nuestra generosidad. En el trienio 2016-2018 Manos Unidas ha querido centrar sus actividades en “plantar cara al hambre”. En este último año el lema que aúna los empeños y trabajos es “Comparte lo que importa”. En nuestras sociedades más avanzadas todo, o casi, se comparte con los demás; noticias sobre política, economía, deporte, ciencia, cultura, sucesos..., que interesan a todos o a determinados países o grupos de personas; pero también se difunden y comparten otras que hasta ahora quedaban reservadas a un círculo de íntimos o, a lo sumo, se participaban a un limitado número de personas. Hoy se comparten infinidad de cosas que carecen de importancia, irrelevantes para la vida de los pueblos y de los individuos, mientras que caen en el silencio o se ocultan voluntariamente otras que les afectan muy directamente.

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Manos Unidas desea que en este año se compartan cosas que verdaderamente importan para el bien de los más carenciados. Como dice el Documento Base 2018, se trata de compartir propuestas, alternativas e iniciativas de cambio que nos permitan, entre todos, avanzar en la erradicación del hambre en el mundo. Al lanzar la Campaña número 59 de Manos Unidas os invito a vivir el día del Ayuno Voluntario, el próximo 9 de febrero, compartiendo por unas horas el hambre de pan de quienes carecen de él; os animo igualmente a participar en la Eucaristía del domingo 11 de febrero para que la experiencia del amor de Dios que se entrega por nosotros, nos lleve a estar más cerca y a prestar una atención preferencial a los más necesitados. Dejemos que resuenen en nuestros oídos con todo su vigor las palabras de Jesús: “Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, no tenía un techo y me cobijasteis, estuve desnudo y me vestisteis...”. Un cordial saludo, con mi bendición para cuantos trabajáis y colaboráis en Manos Unidas al servicio de un mundo más humano y fraterno. + José María Yanguas Sanz Obispo de Cuenca

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Diócesis de Getafe

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Comparte lo que importa

Monseñor Joaquin María López de Andújar, Obispo Administrador Apostólico de Getafe.

ueridos voluntarios y colaboradores:

Una vez más, en Manos Unidas han acertado con el lema para la Campaña contra el Hambre de 2018: “Comparte lo que importa”. Y lo explican: Nos pasamos la vida compartiendo…; y se refieren a las ya famosas redes sociales. Pero hay que compartir, sobre todo, lo que realmente importa que, en este caso, es plantarle cara al hambre: “Plántale cara al hambre”; sin dejar de compartir tantas otras cosas buenas en el ámbito familiar, del trabajo, de las relaciones sociales, que facilitan la convivencia. Este año os escribo como Obispo Administrador Apostólico a la espera de que tome posesión, Dios mediante, el nuevo Obispo Diocesano, Mons. Ginés García Beltrán, nombrado por el papa Francisco; ceremonia que tendrá lugar el próximo día 24 de febrero, cuando ya habrá tenido lugar “el lanzamiento de la Campaña”. Es, por lo tanto, mi último mensaje; insisto en la gratitud por todo el trabajo realizado en estos últimos años, y en los 59 años de experiencia en la cooperación al desarrollo y en la sensibilización en la lucha contra el hambre: Dios os paga con generosidad, entre otras cosas con la alegría del deber cumplido. Conocéis bien el texto de la Escritura, lo que dijo el Señor: “Hay más dicha en dar que en recibir” (Hch 20,35). Y os animo a seguir colaborando, a continuar transmitiendo a los demás la necesidad de “compartir lo importante”. El Santo Padre, en el Mensaje para la I Jornada Mundial de los Pobres nos ha recordado que amemos con obras, y no sólo de palabra, especialmente “cuando se trata de amar a los pobres”, porque “la pobreza tiene el rostro de mujeres, hombres y niños explotados por viles intereses, pisoteados por la lógica perversa del poder y del dinero”. Como demostración práctica el papa Francisco creó el 17 de agosto de 2016 el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, especializado en todo lo relativo a la justicia y la paz, las migraciones, la salud, las obras de caridad y el cuidado de la creación, y manifiesta su solicitud por los más necesitados, en el marco de la Doctrina Social de la Iglesia. El Cardenal Peter Turkson es el prefecto de ese Dicasterio que ha estado recientemente en Madrid, y nos ha dejado un mensaje: “Estamos llamados a buscar a Dios y debemos buscarle en los demás. No hay atajos: la presencia de Dios se manifiesta en los demás si los vemos como iguales a nosotros. Manos Unidas hace esto al identificar o ver la imagen de Dios en otras culturas y otras personas y tratar de traer algo para ayudarles a conseguir sus objetivos y metas, para que puedan vivir dignamente y en paz”.

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Al final de este servicio ministerial en el gobierno de la querida Diócesis de Getafe llevo, entre otras muchas cosas, el recuerdo de vuestra dedicación atenta y alegre, un trabajo, seguramente, ofrecido al Señor y acompañado siempre con una sonrisa. Con mi bendición y afecto en el Señor, + Joaquín María López de Andújar y Cánovas del Castillo Administrador Apostólico

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Diócesis de Girona

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Comparte lo que importa. Campaña contra el hambre.

Monseñor Francesc Pardo y Artigas, Obispo de Girona.

ste domingo se nos propone sentirnos más responsables para que el hambre no siga siendo el gran problema para muchos. Cuando nos referimos al hambre expresamos una tremenda falta de los bienes más básicos y fundamentales para llevar una vida digna. Por ello, este domingo, la colecta de todas las celebraciones se destina a colaborar con la campaña contra el hambre en el mundo, responsabilidad de Manos Unidas. Esta asociación de voluntarios de la Iglesia Católica tiene por finalidad promover el desarrollo de aquellos países que trabajan por superar las situaciones causantes de la falta de recursos y, así, superar el hambre. Los medios de comunicación son, con frecuencia, mensajeros de los graves problemas que sufren muchísimas personas a causa de las pocas posibilidades que tienen de desarrollarse por ellas mismas. Problemas de alimentación, de sanidad, de sequía, de vivienda, de educación, de medios de producción y comercialización… son algunos de los retos que hay que afrontar con urgencia. Manos Unidas propone cada año a cada diócesis hacerse cargo de algunos proyectos que ayuden a afrontar la problemática y favorecer el desarrollo de pueblos y comunidades. Estos proyectos han sido debidamente estudiados y ofrecen todas las garantías para su realización. Estos son los proyectos que han sido asignados este año a nuestra Diócesis: – Acceso sostenible a agua potable y saneamiento básico a la comunidad rural Air-Tanmil, en la zona del Alto Atlas, en Marruecos. – Mejora de las instalaciones educativas de primaria en una zona rural de una pequeña localidad a 700 kilómetros de la capital de Madagascar. – Construcción de cuatro aulas en una escuela de primaria en Parakou, al norte de la República de Benín. – Mejora de las instalaciones de un internado femenino rural situado en la región de Odisha, en el noreste de la India. Se nos invita a compartir bajo el lema: “Comparte lo que importa”.

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“Compartir” viene del verbo latino partire y de la preposición cum, en una fusión que significa “partir con”. Por lo tanto, con el lema se indica que nos debemos repartir aquello que es importante. Y lo importante es todo aquello que significa vida para las personas. Éste es el valor más esencial, y por ello la necesidad de compartir para favorecer verdaderamente la vida de las personas. Es necesario dar, pero hacerlo con racionalidad e inteligencia, y no únicamente bienes de primera necesidad, sino sobre todo los medios para que personas y comunidades puedan conseguir por sí mismos y con su trabajo los bienes que hacen posible un mejor desarrollo y un aumento en su calidad de vida. De hecho, hay que reconocer que nosotros ya compartimos algunos bienes que nos permiten vivir en una sociedad con más o menos bienestar y con recursos. Al mismo tiempo, la Campaña de este año es una invitación a compartir parte de “mis bienes y recursos” colaborando en los proyectos mencionados a favor de quienes tienen necesidad. Debemos ser conscientes que la actitud de compartir no es solo una cuestión de solidaridad -que lo es-, sino también de justicia. Colaboremos para conseguir que la humanidad alcance a ser, en alguna medida, la familia de todos, y nuestra tierra se convierta en la “casa común”. Puede parecer un sueño, pero un sueño que se va haciendo realidad gracias a nuestra generosidad. Y no olvidemos los que rezamos el Padrenuestro que todos somos hijos e hijas de Dios y que por ello colaboramos para ayudar a los “hermanos”. ¡Gracias en nombre de todos ellos! + Monseñor Francesc Pardo y Artigas Obispo de Girona

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Diócesis de Guadix

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Comparte lo que importa

Monseñor Ginés García Beltrán, Obispo Administrador Apostólico de Guadix.

ueridos hermanos y hermanas:

Muchas veces he escuchado a padres comprometidos con la educación de sus hijos decir que uno de los pilares de la formación de los más pequeños de la casa ha de ser enseñarlos a compartir. Compartir es salir de uno mismo y ofrecer de lo que es nuestro; es desinstalarnos del egoísmo para mirar más allá de nosotros mismos y de nuestros intereses. El concepto de posesión absoluta de lo que es mío es empobrecedor; de lo mío puedo dar a los demás y hacer que el disfrute de los bienes esté repartido. El compartir nos enriquece y nos hace crecer. ¿Podemos decir que vivimos en la cultura del compartir? Pues según qué. Hoy compartimos muchas cosas. De hecho el mundo de las redes sociales son un espacio para compartir. Lo que recibimos a través de estos nuevos medios de comunicación lo compartimos rápida y eficazmente. Da miedo abrir el wasap y descubir la cantidad de mensajes, fotografías y vídeos que no somos capaces de digerir. Además, en internet podemos encontrar de todo porque es un gran almacén donde todos comparten todo. Incluso en la época de las leyes por la protección de la intimidad, en la pantalla de un televisor abierto a todos, podemos conocer, no sin frivolidad, las mayores intimidades de las personas. Sin embargo, basta detenerse un momento para descubrir que bajo la apariencia de ese compartir, vivimos encerrados con poca decisión para compartir lo esencial, lo que importa. Es fácil compartir lo accesorio, mucho más difícil compartir lo esencial. Por eso, un año más, Manos Unidas, con acierto, llama nuestra atención con una auténtica provocación. Todos podemos compartir más, y, sobre todo, podemos compartir lo que importa. Podemos compartir el objetivo de acabar con el hambre en el mundo, lo que esta organización católica viene haciendo desde hace más de 50 años. La tarea de concienciación sobre las situaciones de pobreza que existen en el mundo provocadas por la falta de alimentos y de todo aquello que es verdadermente esencial al hombre, ha sido y es un objetivo constante de Manos Unidas; mediante los proyectos humanitarios que cada año financia en las zonas más deprimidas del planeta está dando respuesta a problemas urgentes y crónicos, pero, mediante esto, está tocando nuestra conciencia muchas veces adormecida. Miles de voluntarios, hombres y, sobre todo, mujeres, en cualquier rincón de España trabajan cada día, desinteresadamente, por este objetivo. Iba a decir que sin hacer ruido, pero no es verdad, hacen mucho ruido, aunque lo hacen con humildad y con la mayoría del trabajo y la entrega que no se ven sino por sus frutos. Cómo no recordar las palabras del Evangelio: “Por sus frutos los conoceréis”.

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He de decir que me siento orgulloso del trabajo Unidas en esta diócesis de Guadix. Durante ocho años he sido testigo de la abnegación con que trabaja el grupo de voluntarios de Manos Unidas, y de lo que han sabido sacar de la pobreza para compartir con los que son muchos más pobres que nosotros. Siempre venían con la misma letra: este año no podremos sacar adelante los proyectos que nos hemos comprometido a financiar; al final, los proyectos salían. Claro que salían, cómo no iban a salir con tanto amor y dedicación. Gracias, Manos Unidas de la diócesis de Guadix, por estar ahí, por lo que sois y por lo que hacéis. Os animo a seguir trabajando y luchando por construir un mundo donde el hambre sea una plaga del pasado; a no cansaros en el trabajo de concienciación de una sociedad que se mira a sí misma y que cree que comparte haciéndolo sólo con lo superfluo. Invito a los fieles de la diócesis y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad de nuestra tierra a colaborar con Manos Unidas, ya sea como voluntarios, ya con la ayuda económica. Este año Manos Unidas nos recuerda unas palabras de San Juan Pablo II en su carta encíclica Sollicitudo Rei Socialis: “Una de las mayores injusticias del mundo contemporáneo consiste precisamente en esto: en que son relativamente pocos los que poseen mucho, y muchos los que no poseen casi nada. Es la injusticia de la mala distribución de los bienes y servicios destinados originalmente a todos”. Esa es la tarea de la Campaña contra el Hambre en el mundo, procurar que se restituya el plan original de Dios Padre sobre el hombre y sobre el mundo. Con mi afecto y bendición, + Ginés García Beltrán Obispo electo de Getafe y AA de Guadix

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Diócesis de Huelva

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Poner en común nuestra vida y nuestros bienes

Monseñor José Vilaplana Blasco, Obispo de Huelva.

ueridos hermanos y hermanas:

Cuando estamos a las puertas la Cuaresma, como en otros años, celebramos la Campaña contra el Hambre, la nº 59 que organiza Manos Unidas, una organización nacida de la Acción Católica y que busca el desarrollo de los pueblos como una concreción de la siembra de las semillas del Reino. A veces puede parecernos estéril lo que podemos hacer ante un problema de características tan complejas como es el del hambre en el mundo, pero debemos recordar que lo nuestro es sembrar, y quien siembra recoge. Mejor dicho, nuestra siembra la recogerán otros, y, por lo tanto, no debemos desfallecer en la tarea que nos propone con su Campaña anual Manos Unidas. Nuestra vida transcurre en un espacio concreto, y está llena de preocupaciones concretas, que a veces pueden distraernos de la universalidad que exige nuestra vocación cristiana. La Campaña contra el Hambre es una oportunidad para ensanchar nuestro corazón, para abrirnos a los problemas del prójimo, también de los prójimos que no conocemos pero son protagonistas, como nosotros, del cuidado de nuestra casa común, que “clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra” (Laudato Si’, 2). El lema de este año es “Comparte lo que importa”. Y lo que importa es esta casa común que hemos recibido de Dios, que la creó y vio lo bueno de su creación (Cf. Gen 1, 31). Como nos recuerda el papa Francisco, los peores impactos del cambio climático “probablemente recaerán en las próximas décadas sobre los países en desarrollo. Muchos pobres viven en lugares particularmente afectados por fenómenos relacionados con el calentamiento, y sus medios de subsistencia dependen fuertemente de las reservas naturales y de los servicios ecosistémicos, como la agricultura, la pesca y los recursos forestales” (Laudato Si’, 25). Por eso, en esta ocasión, Manos Unidas de Huelva es responsable de un proyecto en Padek (Camboya), en un lugar marcado por la sequía, en gran parte provocada por cambio climático. Es una zona arrocera, de pequeños agricultores, en la que hay elevadas tasas de pobreza. Este proyecto concreto de Manos Unidas onubense pretende potenciar la productividad agrícola. Su ejecución hará frente a los gastos de reparación y construcción de infraestructuras de riego y saneamiento, así como a la adquisición de equipos y materiales, etc. De este citado proyecto 2.167 personas serán las beneficiadas directas, y 19.000 personas las beneficiadas indirectas.

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¿Nos importa la Creación? ¿Nos importan los habitantes de esta casa común? ¿Nos importan nuestros hermanos? La Campaña de Manos Unidas nos da la posibilidad de poner en común nuestra vida y nuestros bienes. Contribuyamos con nuestra preocupación por los hermanos lejanos, puesto que, como nos recuerda el Papa: “necesitamos fortalecer la conciencia de que somos una sola familia humana. No hay fronteras ni barreras políticas o sociales que nos permitan aislarnos, y por eso mismo tampoco hay espacio para la globalización de la indiferencia” (Laudato Si’,52). Y contribuyamos, en la medida de nuestras posibilidades, con nuestros bienes, que harán posible concretar nuestro amor a Dios en nuestros hermanos. Con mi afecto y bendición, + José Vilaplana Blasco Obispo de Huelva

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Diócesis de Huesca y Jaca

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Comparte lo que importa

Monseñor Julián Ruiz Martorell, Obispo de Huesca y Jaca.

ueridos hermanos en el Señor:

Os deseo gracia y paz. Compartir establece un vínculo entre personas. Se puede compartir el tiempo, las capacidades, las cualidades personales, las habilidades naturales o adquiridas, lo que se tiene y, fundamentalmente, lo que se es. Estamos acostumbrados a un ritmo de aparente comunicación en el que se comparten informaciones innecesarias, datos que no interesan. Hay un deseo de estar siempre en contacto, pero los lazos son efímeros y las relaciones superficiales. Se suele compartir lo prescindible. Manos Unidas nos exhorta a compartir lo que importa. Por ello acogemos con entusiasmo y ánimo comprometido la Campaña de este año. Cuando prestamos atención a las noticias que nos llegan a través de los medios de comunicación social, percibimos un abismo creciente entre un grupo de sociedades selectas y una mayoría de pueblos oprimidos por la injusticia, devastados por las catástrofes naturales, el hambre, la malnutrición, las epidemias, las enfermedades endémicas, la carencia de condiciones higiénicas y sanitarias para el desarrollo armónico de la salud. El cambio climático y los conflictos violentos han contribuido lamentablemente a aumentar el número de personas hambrientas en el mundo. En el año 2016 llegaban hasta casi 815 millones de personas, 40 millones más que en 2015. En la Encíclica Laudato si’, el papa Francisco nos exhorta a “pasar del consumo al sacrificio, de la avidez a la generosidad, del desperdicio a la capacidad de compartir” (nº 9). Y nos recuerda la legislación del Antiguo Testamento que establecía: “Aquellos que cultivaban y custodiaban el territorio tenían que compartir sus frutos, especialmente con los pobres, las viudas, los huérfanos y los extranjeros: ‘Cuando coseches la tierra, no llegues hasta la última orilla de tu campo, ni trates de aprovechar los restos de tu mies. No rebusques en la viña ni recojas los frutos caídos del huerto. Los dejarás para el pobre y el forastero’ (Lv 19,9-10)” (Laudato si’, 71). Crece la inseguridad alimentaria en los países sacudidos por conflictos bélicos. Es vital continuar con los esfuerzos humanitarios para compartir alimentos con las comunidades que sufren hambre y por mantener y preservar sus medios de subsistencia.

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No podemos acostumbrarnos a escuchar reiteradamente los nombres de países como Afganistán, Burundi, República Centroafricana, República Democrática del Congo, Guinea Bissau, Haití, Irak, Líbano y los refugiados sirios, Liberia, Malí, Somalia, Sudán del Sur, Siria, Ucrania, Yemen, la zona transfronteriza del lago Chad, India, Etiopía, El Salvador, Perú y muchos otros países de África, América, Asia y Oceanía. Ya es hora de que dejemos de asociar estos países a necesidad, penuria y hambre. Estos nombres tienen que sonarnos a fraternidad y a convivencia, a salud y vida. No debemos olvidar los rostros de tantos niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos que necesitan todo porque no poseen nada material, pero que tienen una gran dignidad que merece nuestra consideración, nuestro respeto y nuestra colaboración. Es preciso compartir lo que importa. Es necesario dejar de perder el tiempo en comunicaciones inútiles para dedicarnos a unir nuestras manos con miles de personas generosas que, cada día, declaran la guerra al hambre. La capacidad de compartir crece y se desarrolla. Se incrementa con cada gesto de ayuda. Se difunde con nuevas actitudes de consumo. Aumenta cuando distinguimos entre lo que importa y lo que es accesorio y prescindible. Recibid mi cordial saludo y mi bendición. + Monseñor Julián Ruiz Martorell Obispo de Huesca y Jaca

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Diócesis de Ibiza y Formentera

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Día de Manos Unidas, comparte lo que importa

Monseñor Vicente Juan Segura, Obispo de Ibiza y Formentera.

oy, segundo domingo de febrero, celebramos afortunadamente, un año más, y es así una bella realidad desde hace más de 50 años en España, el ‘Día de Manos Unidas’, una Asociación de la Iglesia Católica en España para la ayuda, promoción y desarrollo del Tercer Mundo. Es, a su vez, una Organización No Gubernamental para el Desarrollo (ONGD), de voluntarios, católica y seglar que trabaja para apoyar a distintos pueblos extranjeros necesitados en su desarrollo y sensibilizando a la población española; actividad buena, como son todas las de la Iglesia Católica, aunque algunos las ignoren o les pongan dificultades, luchar contra la hambre y la pobreza, por la sostenibilidad del medio ambiente, para lograr el desarrollo de los países pobres y mejorar las condiciones de vida de las personas más necesitadas.

Gracias a Cáritas se ayuda a los necesitados en nuestras islas de Ibiza y Formentera y gracias a Manos Unidas se ayuda a los necesitados de fuera. Aquí hemos celebrado hace unos meses el cincuenta aniversario de su presencia y actividad, porque hay diocesanos nuestros que colaboran con esa entidad que llegó a nuestra Diócesis de la mano del sacerdote José Prats Torres, que dio a conocer sus objetivos en la isla a las mujeres de Acción Católica, quienes organizaron la primera Campaña Contra el Hambre en Ibiza en 1967. Con el lema que esta buena y noble Organización Manos Unidas ha puesto para este año, ‘COMPARTE LO QUE IMPORTA’, cualquier persona que quiera adherirse a la Campaña podrá encender su propia luz de solidaridad en los 58 países donde Manos Unidas lleva a cabo proyectos de desarrollo. Y así, en todas las celebraciones eucarísticas de este fin de semana, las colectas en las parroquias y capillas de nuestra diócesis serán para Manos Unidas. Y no se acaba ahí toda la ayuda que en nuestra Diócesis, a través de la buena, activa y generosa actividad de la llamada Delegación Diocesana de Manos Unidas, a lo largo del año se van haciendo actividades en todos nuestros pueblos sin excepción, sean grandes o pequeños, colaboración en algunos colegios, conciertos, venta de cosas y con ello se recogen los medios para hacer frente a la ayuda que se nos pide desde la Comisión Permanente de España de Manos Unidas. Y con las acciones de Manos Unidas de aquí los nombres de Ibiza y Formentera son conocidos también como islas donde su gente es generosa y dispuesta a ayudar a los demás. Gracias a tu ayuda y la de los socios, los voluntarios y los participantes en actividades de nuestra Manos Unidas, niños, niñas, mujeres y hombres, familias y comunidades tendrán agua, comida, educación, medicinas, proyectos y esperanza. Sin esa ayuda solidaria muchas de esas personas no tendrían una vida digna. Por eso, esta Jornada es una invitación y animación a colaborar con Manos Unidas, a que esa colaboración sea efectiva y generosa. Y que esa colaboración no sea solo este fin de semana, sino a lo largo de todo el año, en esas actividades que se organizan y que son una

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recepción de ayudas a esos necesitados de fuera pero como aquí las organizan tan bien, son también motivos de alegría y satisfacción para los participantes. Que esta celebración haga que sigua y que aumente aún más su buen movimiento. Que todas nuestras parroquias, movimientos, hermandades, cofradías, asociaciones y comunidades cristianas de nuestra Diócesis participen bien y mucho en las campañas contra el hambre y la necesidad. Manos Unidas nos ofrece a todos una oportunidad para colaborar mediante pequeños gestos que ayuden a romper la lógica del egoísmo y menosprecio para abrir puertas que conduzcan al fin del hambre en el mundo. Deseo también felicitar y agradecer a todos los voluntarios y colaboradores que, inspirados por su conciencia cristiana, están comprometidos con la Campaña contra el Hambre de Manos Unidas. A todos, pues, ánimo y adelante por esos buenos caminos de la Iglesia Católica. + Monseñor Vicente Juan Segura Obispo de Ibiza y Formentera

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Diócesis de Jaén

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“Comparte lo que importa. Manos Unidas 2018”

Monseñor Amadeo Rodríguez Magro, Obispo de Jaén.

ueridos diocesanos:

Por medio de estas líneas os invito a participar en la Campaña contra el Hambre de Manos Unidas. Como bien sabéis, es una oportunidad para abrir nuestros ojos y mirar otras dimensiones de la realidad. Sobre todo despierta la mirada de nuestro corazón hacia otros límites, o como dirá el papa Francisco, a “otras periferias existenciales”. Manos Unidas nos brinda la oportunidad de, a pesar de nuestros problemas cercanos, que son muchos, ampliar el horizonte y así poder colaborar en un proyecto universal: el de los objetivos del milenio. Este año, bajo el lema “COMPARTE LO QUE IMPORTA”, Manos Unidas llega al final de un trienio dedicado a la lucha contra el hambre recuperando su impulso fundacional y profundizando sobre el escándalo del hambre, sus causas y posibles soluciones. Nos hace una llamada a buscar el desarrollo integral de los seres humanos en todas sus necesidades porque los reconoce a todos iguales, con la conciencia clara de que todos somos hermanos donde no caben diferencias en los derechos y en las posibilidades. Nos sitúa así en un proyecto que nos recuerda que la igualdad es fraternidad pues todos tenemos un Padre común: nuestro Padre Dios. Esta campaña no sólo nos sitúa en sus objetivos más generales sino que también nos propone tareas concretas con fines concretos y con destinatarios concretos. A nosotros, los hombres y mujeres de buena voluntad de la Diócesis de Jaén, Manos Unidas nos invita a promover varios proyectos en la República Democrática del Congo, Mauritania, Egipto, India, Togo y Guatemala. Han sido adjudicados por los distintos Arciprestazgos que configuran nuestro mapa diocesano. Son proyectos destinados al apoyo al desarrollo a comunidades rurales, creación de empleo para zonas desfavorecidas, ampliación de instalaciones y dotación de infraestructuras en escuelas, cobertura educativa para la infancia, y la promoción de la soberanía alimentaria y defensa del territorio indígena. El montante de todos los proyectos que nos han asignado suman más de 300.000 €, y se estima que pueden llegar a beneficiarse más de 20.000 personas. Podéis comprobar qué hermoso es el trabajo de Manos Unidas. No nos piden nuestra cooperación de un modo genérico; al contrario, cada año le adjudican a cada diócesis unos proyectos para que animen a las distintas comunidades parroquiales en su financiación. Se puede decir claramente que conocemos el destino de nuestra solidaridad y que sabemos que va a hacer un gran bien. Con esos proyectos es como a nosotros se nos invita a colaborar en la realización de un nuevo mundo, en un proyecto común. Ese proyecto sólo lo podemos alcanzar entre todos, contribuyendo cada uno según sus posibilidades. Hemos de creernos, por tanto, que la generosidad se suma y se multiplica porque se produce, como cada año, el milagro de una solidaridad que, quizás aún en pequeños pasos nos va haciendo ver que entre todos podemos hacer un mundo mejor.

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Acudamos, pues, con anchura de corazón, a la llamada de Manos Unidas, a compartir, que es lo que importa. Además de pedir nuestra cooperación, nos pide muy especialmente la toma de conciencia de lo mucho que aún nos queda para lograr un mundo nuevo, un proyecto común. Con todo mi afecto y bendición, + Amadeo Rodríguez Magro Obispo de Jaén

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Diócesis de León

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“Comparte lo que importa”

Ante la 59ªJornada de Manos Unidas

Monseñor Julián López Martín, Obispo de León.

ueridos diocesanos:

El domingo 11 de febrero de 2018, domingo VI del Tiempo Ordinario y en vísperas del comienzo de la Cuaresma, tiene lugar la colecta de la Campaña contra el Hambre en el Mundo, una invitación a compartir lo que somos y tenemos, nuestra vida, nuestras alegrías y penas, nuestras esperanzas e inquietudes, nuestros bienes materiales, empezando por el dinero que constituye no solo una tentación, sino también un peligro. Un peligro, sí, a causa del egoísmo que endurece el corazón e impide amar y participar de los bienes del Reino de Jesucristo. “Manos Unidas” nos ofrece oportunamente una ocasión más en nuestra vida de romper esa espiral del egoísmo que consiste en necesitar más cuanto más se tiene, es decir, en no verse satisfechos nunca, aunque no nos falte nada o incluso nos sobre mucho de lo que tenemos. La Campaña de este año, con el lema “Comparte lo que importa”, continúa el compromiso de esta benemérita institución, nacida en la Iglesia Católica hace 58 años en el ámbito del Apostolado Seglar, con el fin de espolear las conciencias poniendo en común no solo necesidades de todo el mundo sino también experiencias, iniciativas y propuestas de cambio que nos ayudan a vivir en solidaridad con tantos pueblos y tantas personas que carecen de los bienes más básicos: la comida, la educación, la salud, el desarrollo integral. “Manos Unidas” ofrece un mensaje y una ocasión para poner en práctica no solo la solidaridad, virtud humana, sino muy especialmente la caridad, el amor fraterno que es el distintivo de los seguidores de Jesús. La solidaridad, fundamentada en el amor cristiano, nos enseña a comprender que no somos simplemente “yo” más “tú” sino “nosotros”, es decir, una comunidad global que comparte una casa, este mundo maravilloso salido así de la voluntad creadora de Dios, pero que nos empeñamos -así lo parece- en ensuciarlo, contaminarlo y degradarlo, haciéndolo inhabitable. Y esto lo pagan especialmente los pobres y desheredados de lo que hemos dado en llamar “el tercer mundo”. Que la proximidad de la Cuaresma nos haga recapacitar, procurando reparar “los pecados cometidos contra la creación” en expresión del papa Francisco, mediante un consumo más equilibrado y una mayor toma de conciencia de nuestra responsabilidad para con las poblaciones más pobres del planeta. Seamos todos un poco más generosos. Santa y provechosa Cuaresma, con mi saludo y bendición, + Julián López Martín Obispo de León

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Diócesis de Lleida

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Carta-Invitación a colaborar con Manos Unidas

Monseñor Salvador Giménez Valls, Obispo de Lleida.

ueridos hermanos:

Me permito este género epistolar para dar las gracias a todos los que formáis parte de MANOS UNIDAS en nuestra diócesis. Otros años lo he hecho a través de un artículo en el FULL. Gracias por vuestra entrega y dedicación, por vuestro entusiasmo evangelizador y por vuestra fe manifestada en tantas ocasiones entre las comunidades cristianas y cuando solicitáis ayuda a vuestro alrededor, sean creyentes o sólo simpatizantes de vuestra actitud. Este agradecimiento lo hago en nombre de todas las comunidades cristianas de Lleida; me dirijo también a ellas para solicitar su colaboración en todas vuestras iniciativas de la Campaña actual y para invitarles a participar en la CENA DEL HAMBRE, que tendrá lugar en los locales de la parroquia de la Virgen del Carmen el día 17 de febrero a las 20 horas. También me parece oportuno dar a conocer a todos nuestros conciudadanos vuestra meritoria organización aunque dudo que, después de tantos años y tantas campañas, quede alguien sin noticias vuestras. Lleváis mucho tiempo golpeando nuestros corazones con las necesidades de tantas personas y pueblos del mundo entero. Y lo hacéis con un altísimo número de voluntarios y con un bajísimo porcentaje de recursos económicos para organización y gestión. Prácticamente todo va a los pobres; sorprende y es digno de admiración. MANOS UNIDAS es un organismo vivo, confesante y fuertemente implantado en todas las diócesis y en un sinfín de parroquias y colegios que soportan con mucho agrado la colaboración que solicitáis. Muy impactante el lema de este año, COMPARTEIX EL QUE IMPORTA, que conduce a una reflexión sobre lo esencial de nuestra fe en Jesucristo y el compromiso que nace de sus palabras en el evangelio. Todos los donativos de este año irán destinados a un proyecto que se desarrolla en el norte de la India, en un área boscosa, para mejorar las condiciones laborales de muchas mujeres del campo que soportan las cargas familiares respectivas. Pido al Señor que el resultado de este año sea más generoso que el anterior porque solucionará muchos más problemas de nuestros hermanos. Que siempre os sintáis apoyados y acompañados por todos nosotros para hacer el bien. + Salvador Giménez Valls Obispo de Lleida

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Diócesis de Lugo

Comparte lo que importa. Ante la 59ª Campaña de Manos Unidas.

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Monseñor Alfonso Carrasco Rouco, Obispo de Lugo.

ueridos hermanos:

El lema de la Campaña de Manos Unidas de este año 2018 nos recuerda en primer lugar que no hemos de compartir simplemente lo superfluo, sino ante todo lo que importa: lo que llevamos en el corazón, la inteligencia de la vida y de la sociedad, el ímpetu de nuestro esfuerzo personal. Esto hacen los miembros de Manos Unidas con su Campaña, comunicarnos lo que les preocupa y motiva, lo que provoca que entreguen gratuitamente tiempo de sus vidas y parte de los recursos que poseen. Al hilo de su testimonio y de sus reflexiones, nosotros mismos somos interpelados, recordamos nuestras convicciones de fe, somos motivados a compartir también preocupaciones, tiempo, recursos. En esta Campaña somos invitados, en particular, a ser más conscientes de algunos grandes principios morales de nuestra doctrina social. En efecto, “que los gobiernos, instituciones internacionales y sociedad civil den prioridad al bien común como objetivo de toda actividad económica” (Manifiesto de Manos Unidas, 2018) es una demanda urgente en nuestro mundo, donde ha caído casi en desuso el término mismo de “bien común”; aunque en él se expresa tanto la victoria sobre el egoísmo y el endiosamiento del dinero, como una inteligencia madura de las dinámicas sociales. Necesitamos recuperar la referencia al bien común en la organización de nuestra vida política, económica y social. Del mismo modo, es justo también pedir que se promueva el derecho a la alimentación como “condición indispensable para que se puedan cumplir los demás derechos” (Manifiesto 2018). El acceso a la alimentación es expresión inmediata del derecho a la vida y, por eso, debe ser protegido particularmente. La alimentación no puede ser abandonada simplemente a las fuerzas del mercado, y no debe convertirse en mero objeto de especulación. La responsabilidad política de gobiernos u otras instituciones en la defensa de los derechos humanos fundamentales exige un tratamiento específico del mercado alimentario, destinado a asegurar a todos el acceso a un bien imprescindible para la subsistencia. En la prioridad dada al bien de la persona y al bien común se manifiesta para los cristianos la caridad misma, que no puede ser ajena a la verdad (Benedicto XVI) y, por tanto, a la comprensión de la realidad según todos sus factores, con una consideración preferente de las necesidades de los más pobres.

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Así pues, tomar mayor conciencia de que la alimentación es parte del derecho primario a la vida y no permitir que se convierta en un producto más del mercado o en objeto de especulación es, sin duda, una forma de ejercer la caridad en la verdad. Por supuesto, contribuyamos también todos en la medida de nuestras posibilidades en los proyectos que nos proponen en esta Campaña, destinados a los varios aspectos de la lucha contra el hambre, esa gran injusticia que sigue presente en nuestro mundo. Y agradezcamos a Manos Unidas que nos ayude a compartir lo que importa, la inteligencia que nace de la fe también en cuestiones sociales, el compromiso vital y nuestros recursos materiales. + Alfonso Carrasco Rouco Obispo de Lugo

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Diócesis de Madrid

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Homilía del Cardenal Osoro en la Misa de Manos Unidas (11-02-2018)

Monseñor Carlos Osoro Sierra, Cardenal-Arzobispo de Madrid.

ueridos hermanos:

Acabamos de escuchar la Palabra de Dios. Nos llena de gozo escuchar a nuestro Señor que precisamente en este domingo nos anima a vivir la cultura del cuidado, de la solidaridad y del encuentro, y a eliminar de esta tierra la cultura del descarte. ¿No os habéis dado cuenta, hermanos, de la novedad que trae Jesucristo a este mundo? Acerquémonos a los hombres como lo hizo Jesucristo, siempre para curar. Pensad que el leproso representa el extremo de la marginalidad, el excluido de la convivencia y de la fraternidad, el descartado. La Campaña contra el hambre de Manos Unidas nos invita a erradicar el hambre del mundo y por eso nos dice “comparte lo que importa”. Ante el drama del hambre, luchemos cada uno de nosotros, eliminemos el escándalo del hambre y la pobreza. Jesucristo nos enseña a hacerlo. Ante la pobreza de la exclusión que inunda de hambre a tantos niños, jóvenes y adultos en muchas partes de la tierra, pasemos a la acción, compartamos las posibles soluciones. Todos en la Campaña contra el Hambre. A través del apóstol san Pablo, el Señor nos invita a vivir de otra manera: «Cuando coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para gloria de Dios... no buscando mi propio bien, sino el de la mayoría... Sigan mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo». Nuestro Señor Jesucristo vino a este mundo, se hizo hombre, para enseñamos a vivir para los demás, para compartir, para dar todo, incluso la vida por el prójimo. Queridos hermanos, un cristiano sabe y vive relatando con su propia vida que todos los hombres son nuestros hermanos, pero hemos de interesarnos especialmente por aquellos que están tirados, rotos, heridos, con hambre, con sed, enfermos, desnudos, en la cárcel, para eliminar su situación y construir su vida desde lo que son: imágenes de Dios, semejantes a Dios. Impulsados por el Señor, vivamos sabiendo que lo más verdadero es esto: comparte lo que importa, es decir, eduquemos, asumamos un cambio de estilo de vida, de usos de recursos, de criterios de producción, de consumo. Y ello, siempre siguiendo a Cristo y dejándonos amar por Él cambiaremos este mundo creando fraternidad, justicia, verdad, convivencia. Metidos de lleno en la cultura del encuentro que comenzó con la Encamación, el día más sublime, bello y grande, cuando dijo María nuestra Madre: «Hágase en mi según tu palabra». Guiados por el espíritu con el que nació Manos Unidas a través de aquellas mujeres de Acción Católica, celebramos esta 59 campaña nacional profundizando en ese drama terrible del hambre en el mundo que asola a muchos hermanos nuestros. Lo hacemos con una noticia que Dios no quiere para los hombres: 815 millones de seres humanos tienen hambre en el mundo, según los datos de la FAO en 2016, habiendo aumentado en 40 millones respecto al año 2015. Entre los motivos apuntaban al cambio climático y a los conflictos cada vez más violentos que afectan a los más empobrecidos. Luchemos para erradicar el hambre de la tierra. Se puede. Compartir es lo que importa: no generemos desigualdad

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y exclusión, no hagamos estructuras y relaciones que no garanticen la vida digna de quienes habitamos la tierra. ¿Cómo? Fuera la avaricia, fuera la complicidad que se organiza para tener más y más, fuera la indiferencia; sembremos semillas entre nosotros los hombres que hagan crecer una vida justa y fraterna, que den recursos, capacidades, responsabilidades, buscando siempre el bien común. Queridos hermanos, el Evangelio que hemos proclamado nos ayuda a descubrir y a vivir ese lema de la Campaña de Manos Unidas de este año: Comparte lo que importa. El Señor nos invita hoy a vivir desde estas tres realidades: Con una confianza ilimitada en el Señor: la misma que tuvo el leproso del Evangelio, que se acercó al Señor y le dijo: «Si quieres, puedes limpiarme». Poniéndose de rodillas, el leproso manifestó a Jesús su estado de ánimo. Hoy se ponen de rodillas junto a nosotros todos los que padecen hambre. No los tratemos como excluidos de la convivencia y de la sociedad. Es verdad que en tiempos de Jesús un leproso quedaba fuera de la sociedad y no había posibilidad de acceso a Dios. No era solamente un enfermo, sino un expulsado social y religioso. Jesús lo incorpora a la vida social con todos sus derechos. Tengamos esa confianza ilimitada en que el Señor cambia la vida de los hombres. Los discípulos de Cristo, por el Bautismo, tenemos la vida de Cristo y, por ello, ante los hambrientos que nos gritan: «Si quieres puedes quitarme el hambre», podemos decir, con Jesús y como Él: «Quiero, queda limpio», «quiero, compartiré contigo lo que tengo». Manifestando con nuestra vida la compasión y la ternura de Dios para con los hombres: el Evangelio nos dice que Jesús, sintiendo lástima y compasión, conmovido ante la miseria humana, compadecido, «extendió la mano y lo tocó». El Señor sabe que, en el pensamiento de su tiempo, tocar a un leproso va a mancharle, pero Jesús desoye la prohibición porque va a ser Él quien le devuelva la pureza, le quite la mancha, le devuelva la salud, lo devuelve a la vida. Jesús es la compasión de Dios ante la humanidad; prolonguemos la presencia de esa compasión con los que tienen hambre en esta humanidad. Jesús no excluye a nadie de su amor, todos los hombres son hijos de Dios y dignos de su amor. Ese «quiero, queda limpio», es lo mismo que decir: «Te doy lo mejor que tengo, te devuelvo la dignidad compartiendo contigo lo que tengo». Los discípulos de Jesús somos enviados a quitar el hambre que padecen muchos en la tierra: no hagamos un mundo de falso progreso. Un mundo que olvida la centralidad de la persona es creador de leprosos y empobrecidos, de hambrientos y marginados. Nosotros somos discípulos de Jesús y por ello invitados y enviados a prolongar los sentimientos, las palabras y los gestos de Jesús. Dejémonos que nos impregne la compasión de Jesús. Así, ante el sufrimiento de las personas, digamos con nuestra vida y obras: «Quiero, queda limpio». Quitemos el hambre en el mundo compartiendo. Jesucristo se va a hacer realmente presente en el misterio de la Eucaristía, viene junto a nosotros y nos cura como lo hizo con el leproso, solamente hace falta que nos acerquemos a Él. Dejémonos tocar por su gracia y por su amor. Al participar de su mesa en la Eucaristía, necesariamente nos abrimos a los demás, a todos los hombres y vemos con especial mirada a los que más sufren. Con esa mirada, el Señor nos impulsa a extender nuestras manos como lo hizo Él con el leproso y a abrir nuestro corazón tocado por su amor, que nos envía a acercamos a amar y cambiar este mundo, con este arma que no mata a nadie, sino que eleva a todos a la dignidad de hijos de Dios. No lo olvidemos, hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, y se nos ha dado un mandato: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Quienes nos sentamos a la mesa de la Eucaristía, hemos de vivir este mandato del Señor. Amén.

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+ Carlos Osoro Sierra Cardenal-Arzobispo de Madrid


Diócesis de Mallorca

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Seamos Iglesia de «Manos Unidas» y de «Caridad»

Monseñor Sebastià Taltavull Anglada, Obispo de Mallorca.

a Palabra de Dios ilumina muchas situaciones de actualidad, totalmente sumidas en la desigualdad y la marginación social. En esto vemos la forma de actuar de una sociedad injusta, que incluso argumenta a su favor. Algo deplorable. Sin embargo, Jesús se define con toda claridad a favor de los marginados de la sociedad y manifiesta ante el pueblo sus preferencias. La salud de las personas y su integración social constituyen uno de los objetivos de la actuación de Jesús y se pone en evidencia a favor de quién está Dios. Para Jesús, sin embargo, no basta con acercarse a la gente, aunque reconozcan el bien que se les hace, sino que deben llegar a la comprensión del Dios que es Amor, Buena Nueva, claramente explícita, del Reino que proclama y que ha venido a inaugurar con sus signos, entre ellos la curación. Por eso, dice: «El Reino de Dios está entre vosotros» (Lc 17,21). Ahí está la novedad que los cristianos humildemente debemos aportar a todo gesto humano de atención solidaria y de acción hacia los mas necesitados. Además de ejercer la solidaridad diaria, que trabajamos por una Iglesia de «Manos Unidas», ayudando a proyectos concretos, es una de estas acciones a las que no podemos renunciar porque es trabajar a favor de la educación, de la sanidad, de la promoción humana de amplios sectores sociales donde la injusticia, la enfermedad y el hambre están golpeando más fuertemente a los más pobres. Una Iglesia de la «Cáritas», máxima expresión de compromiso evangélico, nos puede ayudar a entrar en el tiempo de Cuaresma, para hacer de ella, con la intensificación de la oración y el ayuno, un itinerario de salud personal y transformación social. Os invito a hacerlo realidad, como Iglesia de Mallorca arraigada aquí, y allí donde se nos pida ayuda. Pedimos la intercesión de la Virgen de Lourdes, hoy en su día de fiesta, ella que en su santuario acoge los enfermos y ayuda con la presencia sacramental de Jesús a buscar la salud, toda una gozosa parábola de curación física y espiritual. + Sebastià Taltavull Anglada Obispo de Mallorca

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Diócesis de Menorca

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Plantar cara al hambre

Monseñor Francisco Simón Conesa Ferrer, Obispo de Menorca.

ue en nuestros días millones de personas padezcan hambre es un drama vergonzoso y absurdo. Según la FAO en el año 2016 fueron 815 millones de personas, 40 millones más que el año anterior, lo que este organismo internacional atribuye al impacto del cambio climático y a los conflictos violentos existentes en el mundo. Estamos ante uno de los desafíos más grandes que tiene la humanidad. Nos enorgullecemos del progreso y los avances técnicos, pero no hemos podido resolver la tragedia del hambre. No podemos acostumbrarnos al hambre y la malnutrición, como si fueran consecuencia inevitable de un sistema económico. En la tierra existen alimentos para todos, por lo que el hambre es siempre resultado de una injusticia. En los países desarrollados se tira un tercio de los alimentos. Hay alimentos suficientes para todos, aunque no todos pueden comer. La avaricia de unos pocos (hombres, países, continentes), que acaparan mucho, provoca el hambre de muchos. Hemos de plantar cara al hambre; no podemos conformarnos con que hermanos nuestros mueran de hambre; no podemos ser espectadores pasivos de este drama. La primera forma de hacer frente al hambre es trabajar por un mundo mejor. Los cristianos -pero también todos los hombres de corazón bueno- debemos esforzarnos en todos los frentes (la economía o la política, la sociedad o la cultura) para propiciar una distribución más justa de las riquezas. Hace pocos días, ante el foro de Davos, el papa Francisco daba este mensaje: “No podemos permanecer en silencio frente al sufrimiento de millones de personas, ni podemos seguir avanzando como si la propagación de la pobreza y la injusticia no tuvieran ninguna causa. Es un imperativo moral, una responsabilidad que involucra a todos, crear las condiciones adecuadas para permitir que todas las personas vivan de manera digna” (12/1/18). Es tarea de todos construir sociedades más justas y solidarias, que no se miren sólo a sí mismas, sino que estén dispuestas a acabar con cualquier forma de indigencia. También plantamos cara al hambre apoyando proyectos de desarrollo. Desde hace muchos años, la estrategia de “Manos Unidas” no es sólo dar alimentos a quienes lo necesitan, sino financiar proyectos de desarrollo integral, que reviertan en aquellos que padecen hambre. Son proyectos sostenibles (más de 600 el año pasado), que buscan integrar la producción agrícola y el medio ambiente y que van acompañados de programas de capacitación de aquellos que deben llevarlos a cabo. Vale la pena que demos nuestro apoyo a alguno de estos proyectos que “Manos Unidas” desarrolla en más de cincuenta países. La Campaña de este año pide compartir lo que importa, lo que supone poner nuestra vida y nuestros bienes al servicio de un mundo mejor, donde cada persona pueda vivir feliz y en condiciones justas.

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Hemos de sumarnos a la lucha contra al hambre y la pobreza. No olvidemos el sufrimiento de tanta gente que padece hambre. Ignorar el sufrimiento de los hombres es ignorar a Dios. + Francesc Simรณn Conesa Ferrer Obispo de Menorca

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Diócesis de Mérida-Badajoz

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Lo que importa es compartir

Monseñor Celso Morga Iruzubieta, Arzobispo de Mérida-Badajoz.

ueridos fieles:

Nuestra fe en Cristo Jesús nos exige amar como Él nos amó. No hay otro signo por el que seamos reconocidos como seguidores suyos. El amor se vive en muchas dimensiones de nuestra vida, pero Jesús nos quiere a sus discípulos identificados con los más pobres, no con los que tienen de todo y están satisfechos de sí mismos. Si vivimos obsesionados por tener cada día más y más cosas, por consumir como forma de vida, se nos olvidará que hay gente que pasa necesidad, nos dará igual o creeremos que ese problema no está en mi mano solucionarlo, caeremos en la indiferencia ante los graves problemas sociales. Si sólo nos preocupa nuestra pequeña felicidad y tranquilidad, viviremos sin sentir el sufrimiento de los que viven mal. Y crecerá en nosotros un corazón endurecido, insensible... Manos Unidas, organización de la Iglesia Católica para la lucha contra el hambre, nos pone por delante el terrible drama del hambre de 815.000.000 de personas en el mundo. Y nos interpela a dar respuesta a este grave problema que afecta a la vida y a la salud de millones de hermanos. DATOS ESCALOFRIAnTES Las cifras suelen ser frías, pero nos hacen caer en la cuenta de la importancia del problema y nos pone de cara a la solución. Hemos de PLANTAR CARA AL HAMBRE. El África subsahariana es la región del mundo donde se encuentra el porcentaje más alto de hambrientos: una de cada cuatro personas está desnutrida. La desnutrición es la causa del 45% de las muertes de niños y niñas menores de cinco años, más de tres millones cada año. Aproximadamente 100 millones de niños en los países en desarrollo tienen un peso inferior al normal; son 1 de cada 6. Uno de cada cuatro niños y niñas en el mundo padecen retraso en el crecimiento; una cifra que se incrementa a uno de cada tres en los países en desarrollo. En estos países hay 66 millones de niños y niñas que asisten al colegio con hambre. Solo en África hay 23 millones. LAS CAUSAS Tres causas principales para tratar de explicar el hambre:

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Por un lado, la reducción del alimento a mera mercancía. Se especula con el precio de alimentos básicos y se hace imposible su adquisición dados los ínfimos ingresos de millones de personas. En general se prima el beneficio sobre el reconocimiento y respeto del derecho humano fundamental a la alimentación. Por otro lado, la producción alimentaria se manifiesta claramente insostenible, económica, social y medioambientalmente, sobre todo en las regiones donde viven las comunidades campesinas y los pueblos mas vulnerables. Por último, está el gran problema del desperdicio de alimentos, tanto en la producción, transformación y almacenamiento -que se da sobre todo en los países en desarrollo-, como en la distribución y en el consumo. Una pérdida y desperdicio ligados a estilos de vida individualistas, centrados en el consumo. nuestro trabajo Al hilo de las causas, Manos Unidas define tres caminos por los que tratar de lograr el derecho humano a la alimentación: reforzar este derecho a través del apoyo a los pequeños productores; denunciar las estructuras, dentro de nuestro sistema alimentario, que bloquean o dificultan el derecho a la alimentación y proponer alternativas, y promover una educación en valores, motivando hacia un consumo responsable y una vida más solidaria y sostenible. Todo este programa y la variedad de proyectos de desarrollo que Manos Unidas financia en el mundo no es posible sin nuestra generosa aportación económica en las colectas que se hacen en todas las parroquias y lugares de culto de nuestra diócesis, con nuestros donativos o nuestra aportación fija como socios. Los pobres son tan de carne y hueso como nosotros. No son cifras. Son personas que no han tenido nuestras mismas posibilidades. No podemos desentendernos de este grave problema creyendo que nos sobrepasa, problemas que existían antes de nosotros y que estarán después de nosotros. Esta manera de pensar nos lleva a evadirnos. Juntos podemos acabar con el hambre. Hemos de convencernos de esto: es preciso colaborar. En esta lucha nadie sobra. “Compartiendo se llega a más”. O: “El problema compartido es la mitad, la solidaridad compartida es el doble”. + Celso Morga Iruzubieta Arzobispo de Mérida-Badajoz

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Diócesis de Mondoñedo-Ferrol

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Comparte lo que importa

Monseñor Luis Ángel de las Heras Berzal, Obispo de Mondoñedo-Ferrol.

l hambre en el mundo desafía nuestra responsabilidad humana y cristiana. La Campaña 59 de Manos Unidas 2018 concluye el Trienio de Lucha contra el Hambre, para dar respuesta a las causas y problemas que provocan el hambre en el mundo. Continuaremos, no obstante, la tarea desde la convicción de que esta lacra se borra. Hace tiempo que sabemos que el hambre puede desaparecer del mundo. Eso nos anima y compromete con paciencia y con constancia para avanzar.

El lema “Comparte lo que importa” nos ofrece una luz en nuestra ineludible respuesta a este reto de inhumanidad. Venciendo cualquier tentación de indiferencia, hemos de continuar profundizando en la búsqueda de soluciones que estén a nuestro alcance para remediar este mal. Debemos seguir haciendo frente al hambre y sentir la alerta de un ser humano sensible con el sufrimiento de otros. Para los cristianos esto es una exigencia irrenunciable y llena de esperanza que adelanta el ansiado, esperado y necesario Reino de Dios.

“Comparte lo que importa” da vista a esa parte ciega de nuestros ojos para descubrir esta crueldad que clama por su erradicación: el hambre. Tenemos que seguir avanzando en la toma de conciencia de nuestra responsabilidad, que nos permite desarrollar nuestras posibilidades de hacer más de lo que nos imaginamos. Queremos seguir abiertos a un cambio en nuestro estilo de vida, en el uso de los recursos, en el consumo responsable. No podemos cansarnos de mantener lo que ya hemos conseguido. No podemos dejar de buscar nuevos cauces. En este camino solidario de caridad cristiana nos viene bien ser un poco más austeros, dedicar tiempo a las relaciones personales y entrar más en contacto con la naturaleza. Esto último, especialmente quienes tenemos la suerte de vivir cerca de entornos naturales de extraordinaria belleza que, siendo consecuentes, nos impelen a tomar más conciencia de la urgencia e importancia de su cuidado y saber compartirlos. “Comparte lo que importa” es un lema que nos devuelve a nuestra originalidad cristiana para actualizar y avivar nuestra fe. Teniendo a Cristo en el centro, que nos refleja la muchedumbre hambrienta, construimos un mañana sin hambre, poniendo nuestra vida en común. Compartiendo inquietudes y esperanzas, y, por supuesto, también nuestros bienes. Si somos capaces de compartir lo que importa, entraremos en la dinámica de los primeros discípulos que nos narra el libro de los Hechos de los Apóstoles. Para ser personas de un solo sentir y pensar. Para que nadie llame suyo propio nada de lo que tiene, sino que lo posea todo en común. Para que deje de haber hambrientos entre nosotros. Para que cada uno reciba según su necesidad (cf Hch 4, 32-35). Esta autenticidad cristiana es un hermoso horizonte que nos orienta a compartir lo que de verdad importa a cada ser humano.

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Caminando todos en ese sentido, nadie puede hacer por otro lo que le corresponde en el rompecabezas de la lucha contra el hambre. Si alguien deja su hueco, tendremos un grano menos en el granero, una gota menos en el océano, unas manos menos para trabajar en esa dinámica de solidaridad entrelazada con la caridad que Manos Unidas nos invita a realizar, año tras año, sin cansancio. Lo que una persona deje de hacer en un preciso momento, otra no lo hará. Todos somos necesarios para erradicar el hambre en el mundo. Todos somos necesarios para compartir lo importante. Alumbrar un futuro sin hambre en el mundo pasa por “compartir lo que importa”. Pasa por tener una sola mente y un solo corazón, siempre prendidos en la mente y en el corazón de Jesucristo. + Luis Ángel de las Heras Berzal, C.M.F. Obispo de Mondoñedo-Ferrol

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Diócesis de Orihuela-Alicante

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“Comparte lo que importa” Campaña Manos Unidas 2018

Monseñor Jesús Murgui Soriano, Obispo de Orihuela-Alicante.

e nuevo, un año más, Manos Unidas llama a nuestras conciencias para que nos percatemos que el drama del hambre en el mundo sigue ahí, incluso que ha llegado a aumentar recientemente, y para que nos sumemos al esfuerzo de años de esta realidad eclesial, muy nuestra, que, desde su fundación, ha concienciado a muchos en este drama del hambre en el mundo y nos ha implicado en la decidida lucha por combatirlo. De muchas formas y maneras a lo largo de su pontificado el papa Francisco nos pone ante el panorama de la fragilidad humana, que es ciertamente dramático e inquietante. Pero no lo hace nunca para sumirnos en el desaliento, sino para despertarnos, concienciarnos y armarnos de coraje y esperanza para afrontar las miserias de nuestro tiempo y el clamor de tantos seres humanos que sufren, y así fortalecer nuestra debilidad. Ante la urgencia de cuidar a los más frágiles de la tierra, concluirá en “Evangelii Gaudium”: “Pequeños pero fuertes en el amor de Dios, como S. Francisco de Asís, todos los cristianos estamos llamados a cuidar la fragilidad del pueblo y del mundo en que vivimos” (n.216). Y desde ese deber de cuidar del mundo y las personas estimula en su enseñanza al decidido compromiso personal y social para hacer frente a los atentados contra nuestra humanidad, habiendo señalado en el mismo documento respecto al drama del hambre, citando a los Obispos de Brasil: “…existe alimento suficiente para todos… el hambre se debe a la mala distribución de los bienes y de la renta… con la práctica generalizada del desperdicio” (n.191). Claridad, concienciación y compromiso es lo que el Santo Padre nos comunica en esas palabras, y es lo que debemos actualizar intensamente en plena Campaña de Manos Unidas 2018. Este año, en concreto, somos motivados con el lema “Comparte lo que importa”. Lema que nos pone ante una necesidad profundamente determinante para la realización del ser humano: compartir. Somos constitutivamente seres abiertos a Dios y a los demás. La vida está entretejida de relaciones con las que se construye nuestro propio ser. Por ello encerrarnos y vivir aferrados a nuestro “yo” y a lo “mío”, lo de cada uno, es camino de quedarnos privados de crecimiento, fecundidad vital, y, en último término, de sentido, incluso de felicidad. Una de las situaciones vitales que más infelices nos hacen, y que más nos alejan de Dios y de los demás, es aferrarse a todo lo bueno que se tiene como si lo tuviéramos realmente en absoluta propiedad para siempre. Es vivir equivocados. Una pena. Compartir comporta unos ojos nuevos, para descubrir que cuanto tenemos nos ha sido dado y que, en cualquier momento, se nos puede ser retirado; y, a la vez, descubrir las necesidades de los demás. El amor, el gran don de Dios para nuestras vidas, es luz que nos hace ver más allá de nosotros mismos y de las realidades a las que nos aferramos, que nos hace salir hacia los demás, al encuentro de los otros y sus necesidades, con lo que tenemos y lo que somos. Es la gran enseñanza de la

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escuela del Evangelio, de la escuela de Jesús, que compartió y sigue compartiendo todo, hasta el extremo, hasta su propia vida y persona. Compartir nos lleva, mirando a Jesús, al ideal de persona que Dios ha soñado para cada ser humano. Compartir nos hace personas y hace un mundo fraterno y habitable. Manos Unidas, con este lema para esta Campaña 2018, nos estimula a compartir y a implicarnos ante las llamadas acuciantes de tantos hermanos en necesidad. Necesidades actuales que reclaman nuestra implicación como personas y como comunidades eclesiales. Por ello pido, especialmente, a mis hermanos sacerdotes, como responsables de parroquias e iglesias, que en torno al 11 de febrero, dentro de la Campaña de este año, facilitéis y apoyéis la labor ejemplar que Manos Unidas de nuestra Diócesis realiza en su campaña constante contra el hambre en el mundo. A todos por tan encomiable esfuerzo: Gracias. Con mi bendición y afecto a todos, + Jesús Murgui Soriano Obispo de Orihuela-Alicante

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Diócesis de Osma-Soria

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“Compartir lo que importa”

Monseñor Abilio Martínez Varela, Obispo de Osma-Soria.

ueridos diocesanos:

Hace casi sesenta años que un grupo de valerosas y decididas mujeres decidió plantar cara al hambre en el mundo. Aquella iniciativa, modesta y humilde, ha desembocado en Manos Unidas: una Organización No Gubernamental del Desarrollo, católica y de voluntarios que trabaja por el progreso de los pueblos y los más empobrecidos de la tierra. Estas palabras que definen a Manos Unidas son algo más que palabras: son una realidad que se plasma, año tras año, en la Campaña que pretende recaudar fondos para proyectos de desarrollo en América, Asia y África así como sensibilizarnos de la dignidad e igualdad fundamental de cada persona, hombre y mujer, desde los valores del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia. Este año la Campaña de Manos Unidas tiene como lema “Comparte lo que importa” y plantea tres escenarios esenciales para compartir: 1) Iniciativas de acceso a los alimentos para el consumo humano y no para el beneficio económico; 2) Sistemas de producción medioambientales sostenibles; y 3) Propuestas contra la pérdida y el desperdicio de alimento. Las cifras del hambre impresionan (815 millones de personas padecen hambre en el mundo, un 11% más que el año anterior) y Manos Unidas nos recuerda que esto es una tragedia a la que no podemos acostumbrarnos. El sufrimiento de tantos hermanos golpea nuestras conciencias. No podemos permanecer impasibles ante tanto dolor sino que debe llevarnos a “compartir lo que importa”. Las personas que mueren de hambre nos interpelan sobre nuestro estilo de vida y nos comprometen a vivir de una forma más austera y solidaria, reduciendo el despilfarro de los alimentos hasta eliminarlo. La Delegación de Manos Unidas en Soria cuenta con un magnífico grupo de personas voluntarias que se esfuerzan en llevar a cabo las actividades de cada campaña en nuestra Diócesis e implicar a todos aquellos que quieran acabar con el hambre y la pobreza en el mundo. Aunque estas acciones se centran en este mes de febrero en torno al domingo de Manos Unidas (11 de febrero), la Delegación trabaja durante todo el año potenciando otras iniciativas (Operación Bocata, el rezo del Santo Rosario por voluntarios de Manos Unidas en “Radio María”, la cena solidaria, el mercadillo navideño, etc.) intentando crear una concienciación, en la sociedad soriana, de la inalienable dignidad que tienen las personas por el hecho de ser personas. Os invito a participar en esas actividades y a contribuir generosamente, como siempre lo hacéis, en los diversos actos de la Campaña. Sé que las parroquias de la Diócesis son muy generosas en esta colecta, así como algunas instituciones y colectivos provinciales y locales que colaboran en la financiación de algunos proyectos. Este año la Delegación de Manos Unidas en nuestra Diócesis nos propone los siguientes: en India-Kattingia para la mejora de las instalaciones de internado femenino

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rural; en Mauritania para el apoyo al desarrollo intelectual de jóvenes vulnerables; en Burkina Faso para el equipamiento de un centro de formación profesional femenino y para la ampliación de un albergue femenino; y en Mozambique para el refuerzo de la capacitación profesional de jóvenes. Como veis, Manos Unidas pone rostro concreto a la necesidad; de ahí que tengamos que ser generosos para “compartir lo que importa”: la fe, el amor y nuestra ayuda económica. Respondamos a la llamada que nos hace Manos Unidas: poner en común nuestra vida, nuestros bienes y nuestro compromiso por un mundo mejor, donde cada persona pueda vivir con dignidad. No lo olvidemos: “buscad sobre todo el Reino de Dios y su justicia” (Mt 6, 33). Con mi afecto y bendición, + Abilio Martínez Varea Obispo de Osma-Soria

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Diócesis de Ourense

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¡Compartir!

Monseñor J. Leonardo Lemos Montanet, Obispo de Ourense.

a Campaña de Manos Unidas 2018, con un aparente juego de palabras, nos propone: Comparte lo que importa. ¡Cuántas veces utilizamos la palabra compartir! ¡Cuántas veces nos quedamos sólo en una palabra o una hermosa idea! A veces la devaluamos de contenido, incluso se corre el riesgo de vaciarla de su significado. En ocasiones, hemos podido comprobar que algunas personas, que siempre la tienen en su boca y la repiten hasta la saciedad, en realidad son las que menos comparten, o, si lo hacen, sólo dan esa parte que no las compromete. Estamos acostumbrados a compartir -¡eso sí!- aquello que nos sobra, o que quizás no nos interesa, o que nos resulta superficial y prescindible para nuestra existencia. Sin embargo, el compartir del que nos habla Manos Unidas es muy diferente. Se trata de hacer partícipe a los demás de aquello que nos pertenece a todos y que forma parte de nuestro propio ser. Cuando realmente compartimos lo que importa, lo notamos en nuestro propio ser, porque forma parte de nuestra naturaleza más íntima. De ahí que lo más “nuestro”, lo que nos resulta “más importante”, es nuestra vida. Cuando la compartimos con los otros, sobre todo con los necesitados, entonces nos enriquecemos. Manos Unidas nos ha ayudado, y sigue haciéndolo a lo largo de sus casi sesenta años de existencia, a compartir lo que importa. Nos está brindando, constantemente, infinidad de ocasiones para descubrir que “la vida es un tesoro precioso, pero solo lo descubrimos si lo compartimos con los demás”. Así reza uno de los tuits con los que diariamente nos obsequia el papa Francisco: esos pequeños pensamientos que, en ocasiones, ni siquiera llegan a los 140 caracteres, pero que los leen más de treinta millones de seguidores. Cuando nos decidimos a compartir, de acuerdo con el espíritu que alienta los proyectos de Manos Unidas, lo que estamos haciendo es entregar lo que más nos importa, que es nuestra vida, ese tesoro precioso, que nos resulta más valioso en la medida en que compartimos con más personas. Si lo hacemos así, entonces, nuestra cuenta corriente es menos nuestra y algo más de ellos, de esos a los que no somos capaces de ponerles rostro; nuestras propiedades, nos importan menos y no nos atan tanto, porque sabemos que su valor es relativo. Son otras cosas las que importan de verdad. He leído el saludo que la Presidenta de Manos Unidas nos dirige y en el que nos ofrece unas palabras del Santo Padre que nos ayudan a descubrir lo que importa de veras y lo que estamos llamados a compartir. El papa Francisco afirmaba, con motivo de la I Jornada Mundial de los Pobres, el pasado mes de noviembre: Benditas las manos que se abren para acoger a los pobres y ayudarlos: son manos que traen esperanza. Benditas las manos que vencen las barreras de la cultura, la religión y la nacionalidad derramando el aceite del consuelo en las llagas de la humanidad. Benditas las manos que se abren sin pedir nada a cambio, sin “peros” ni “condiciones”: son manos que hacen descender sobre los hermanos la bendición de Dios.

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Las manos unidas es un símbolo que se ha convertido en una invitación constante a compartir siempre y a descubrir que una peculiar dinámica de gracia y de vida: salir de la dictadura que ejercen sobre nosotros esos cachivaches, que tantas veces nos tienen atrapados y que nos impiden a compartir lo que importa. Colaborar con los proyectos de Manos Unidas y compartir todo lo que ellos significan, no solo contribuye a que, en este mundo lleno de gravísimos contrastes, desaparezca el flagelo ignominioso del hambre en la existencia de tantos miles de personas en el mundo, sino que nosotros mismos somos, aunque no nos demos cuenta, los primeros beneficiados de ese compartir. Con mi afecto y bendición, me encomiendo a vuestras oraciones. + J. Leonardo Lemos Montanet Obispo de Ourense

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Diócesis de Oviedo

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En pie de guerra

Monseñor Jesús Sanz Montes, Arzobispo de Oviedo.

eclararon la guerra. Fue un grupo de mujeres con un corazón tan grande que casi no les cabía. Pero decidieron encararse con el hambre y desde entonces con ella guerrean. Son las mujeres que dieron comienzo hace sesenta años a Manos Unidas. Y cada año, comenzando febrero nos vuelven a presentar su Campaña contra el Hambre. Este año el lema es “Comparte lo que importa”. Lo único importante es el amor, especialmente cuando en ello te va la vida y la de tantas personas. No escampa la pandemia, y tras tanto progreso y tanta comunicación en tiempo real, seguimos lamentando que haya pueblos con personas que tienen nombre y edad, que sencillamente se mueren de hambre. El hambre de los hombres, ese azote que siempre nos deja mal a gusto -como decimos en Asturias-, porque nos asoma a una realidad que nos señala inevitablemente sea cual sea nuestra responsabilidad. El hambre de tantas personas no es algo ajeno que podamos nosotros sacudirnos de la conciencia como si se tratase de un problema político, económico o demográfico que no nos afecta a cada cual. De hecho, la gran invitación de Jesús en un momento de su predicación traspasa todos los tiempos y todos los lugares, para tener que escuchar como dirigido a nosotros lo que entonces –para sorpresa de sus discípulos–, dijo en aquel día junto al mar: “dadles vosotros de comer” (Mt 14, 13-21). El agobio de aquellos discípulos era que les desbordaba tamaño desafío y prefirieron despedir a los hambrientos, mandarles a sus casas, quitárselos de encima sin más. Esa tentación siempre ha acompañado el egoísmo insolidario del hombre que cierra sus puertas para no acoger y más aún sus ojos para no ver. Los pobres lo saben y por eso saben a qué puertas no llamarán y qué miradas jamás se conmoverán cuando ellos pasen. ¡Qué desproporción tener que dar de comer a multitudes con sólo dos peces y cinco panes! Es nuestra humilde aportación. Con ella Jesús hace el milagro. Ni un milagro que confiamos sólo a la acción de Dios, ni un milagro fruto de nuestro cálculo. El milagro siempre se da cuando nosotros hemos dado todo lo que somos y tenemos, y con ello el Señor hace maravillas como una caricia de amor. No era un problema de Dios, nada más. Era un problema de ellos, porque aquella hambre, Jesús se la confiaba a sus discípulos. Ellos pusieron la poquedad de unos panes y peces, y con eso el Señor repartió su grandeza hasta la saciedad. El papa Francisco nos pone a todos ante el quicio de lo que realmente es importante: amar a Dios y amar lo que Dios ama: sus hijos, nuestros hermanos, de modo especial quienes están necesitados de una cercanía que se traduzca en gestos de amor, capaces de anunciar una Buena Noticia mientras denuncian las noticias que genera el pecado de egoísmo, de injusticia y violencia.

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Hace unos meses dijo a un grupo de voluntarios cristianos que trabajan por los pobres: «tened esperanza mirando hacia adelante. Porque cuando miramos atrás siempre quedamos aprisionados por la dificultad de las tribulaciones, los problemas y esas cosas que suceden en la vida y que nos hacen sufrir. Muchas gracias por lo que estáis haciendo… es la caricia de la Iglesia a su pueblo. La caricia de la Madre Iglesia a sus hijos, la ternura, la cercanía». Palabras bellas que no representan un piadoso brindis al sol, sino el compromiso en primera persona de quien diciéndonos esto nos está a todos confirmando en la fe. Esto es lo importante que vale la pena compartir. Como hace Manos Unidas y tantos otros cristianos en su lucha contra el hambre y contra toda penuria que por destruir al hombre, ofende al mismo Dios. + Fr. Jesús Sanz Montes, o.f.m. Arzobispo de Oviedo

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Diócesis de Palencia

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Comparte lo que importa

Monseñor Manuel Herrero Fernández, Obispo de Palencia.

Qué es lo que importa? ¿Qué es lo que nos importa? ¿Qué es lo me importa? Os invito a hacer estas tres preguntas y a responderlas con sinceridad, sin autoengañarnos.

Para todos, sin duda, nos importa, alcanzar la felicidad, porque todos, a no ser que estemos mal psicológicamente, buscamos ser felices. Pero no está ahí el problema. El problema es en qué ponemos la felicidad y en el camino que escogemos para obtenerla. Hay unos que la ponen en la fama, y para conseguirlo hacen las cosas más raras para aparecer en los medios de comunicación; pero esta fama es como un meteorito, como una estrella fugaz. Otros, la sitúan en el éxito económico, y cuántas veces para conseguirla traicionan su conciencia, su familia, sus amigos, sus compañeros, etc.; vemos cómo muchos amasan riquezas y terminan en la cárcel, más solos que la una, como decía una canción antigua: “cuando yo tenía dinero, me rondaban los chavales, ahora paso y no me miran porque no tengo dos reales”. Otros lo ponen en lo que llaman amor o conquistas amorosas, en experiencias sexuales lo más raras y escabrosas posibles que, a la postre, dejan el alma vacía, insatisfecha. Otros la concretan en tener poder, en conquistar, en tener y disfrutar del mando en los diversos niveles, pero cuando se entiende como dominio, no como servicio, provoca recelos, resentimientos, envidias, desconfianzas ante los posibles opositores, incluso complots y asesinatos, y, tarde o temprano, el poder pasa a otras manos. Otra gente lo sitúa en la salud, pero ¿quién tiene garantía de la salud? Somos limitados, caducos, con fecha de caducidad. La auténtica felicidad, que es lo que importa, está en amar y ser amados. El amor es la clave y el secreto; pero no cualquier amor, o lo que muchos llamamos amor, sino un amor que nos configura, el amor que tiene su fuente en Dios que es amor. Desde él podemos amarnos a nosotros mismos porque nos vemos como criaturas de Dios, hijos de Dios, y amar a los demás como hermanos. Ese amor nos lleva a compartir cuanto somos y tenemos, como miembros de una única y sola familia. Manos Unidas nos invita a hacer esta experiencia: compartir desde el amor fraterno, participando en la Campaña de lucha contra el hambre. Tristemente en el año 2016 ha aumentado el número de personas hambrientas en el mundo hasta 815 millones, que se dice pronto. Frente a este dato recordemos las cifras que nos dan de los millones toneladas de alimentos que las sociedades ricas tiramos a la basura. No hace falta pensar en otras naciones y regiones, no; pensemos en nuestra propia ciudad, en nuestra propia familia en lo que tiramos al contenedor. Las causas del hambre pueden ser muchas y variadas, sequías, epidemias, etc.; pero sobre todo una serie de comportamientos insolidarios y nada fraternos que se expresan en estructuras y comportamientos que generan desigualdad y exclusión, descarte, como dice el papa Francisco. La cau-

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sa última es que se nos queda el corazón frío, no nos abrimos a los de nuestra propia carne, no nos ponemos en la piel del otro, nos falta amor. El hambre no es una fatalidad; es un pecado de toda la humanidad que olvida a Dios y al hermano. ¿Qué hacer? ¿Cruzarnos de brazos? ¿Decir: yo, yo… y pensar que otro lo hará? No podemos quedarnos en la inacción. Debemos tomar conciencia, hacernos cargo de que somos hermanos, responsabilizarnos, ser solidarios y compartir, es decir, partir el pan, educarnos y educar en la fraternidad, ser austeros, no ser despilfarradores e imitar al Buen Samaritano. Manos Unidas nos llama a compartir lo que importa, lo importante de nuestra vida, la vida y el amor, el pan de cada día y todo lo que implica. Colaboremos con Manos Unidas apoyando sus programas, orando al Padre de todos y pidiéndole que nos dé «el pan nuestro de cada día», no sólo el mío, o el tuyo, sino el nuestro; denunciando la injusticia del hambre… Abramos la cartera y el corazón, echemos mano al monedero y cada uno dé según lo haya decidido en su corazón. Si así lo hacemos, «entonces surgirá tu luz como la aurora, enseguida se curarán tus heridas, ante ti marchará la justicia, detrás de ti la gloria del Señor… brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad como el mediodía…; serás un huerto bien regado, un manantial de aguas que no engaña» (Is 58, 7-14). Dicho de otra manera: serás más feliz y harás felices a muchos. + Manuel Herrero Fernández, O.S.A. Obispo de Palencia

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Diócesis de Pamplona y Tudela

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“Plántale cara al hambre: COMPARTE”

Monseñor Francisco Pérez González, Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela.

ueridos diocesanos:

Como ya va siendo habitual, en el mes de febrero, Manos Unidas celebra su Campaña contra el Hambre, este año con el lema “Plántale cara al hambre: comparte”.

En 2016 esta Organización inició un Trienio de Lucha contra el Hambre (2016-2018), con el objetivo de trabajar para disminuir el hambre en el mundo y reforzar el derecho a la alimentación de las personas más pobres y vulnerables del planeta. Actualmente, más de 7.000 millones de personas viven en el mundo. A pesar de que se producen alimentos suficientes para todos, hay aproximadamente 800 millones de personas que sufren hambre. Entre los niños, se estima que cerca del 45% de las muertes infantiles están relacionadas con la desnutrición. Según un estudio reciente realizado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, nuestra capacidad productiva global podría llegar a alimentar a 12.000 millones de personas. Por lo tanto, sólo haría falta una buena gestión -ética y alejada de las ansias de beneficios de las multinacionales actuales- de las materias primas para poder convertir el nuestro en un mundo más justo. Existen alternativas, otro modelo es posible. Y no sólo posible, sino urgente. Si bien es cierto que los gobiernos más poderosos del planeta se reúnen periódicamente para tratar el problema alimentario y buscar soluciones, también lo es que realmente no ponen todos los recursos disponibles para llegar a su erradicación con el fin de mantener un sistema que no altere el orden actual y que siga beneficiando a unos pocos por encima del resto. Ya no hace falta un avance científico para acabar el hambre. Los conocimientos, las herramientas y las estrategias que existen en la actualidad, junto con la voluntad política y personal, pueden resolver este problema. El papa Francisco nos recordaba en su discurso durante la II Conferencia Internacional sobre Nutrición en noviembre de 2014: “Duele constatar que la lucha contra el hambre y la desnutrición se ve obstaculizada por la prioridad del mercado y por la preeminencia de la ganancia, que han reducido los alimentos a una mercancía cualquiera, sujeta a especulación, incluso financiera”. Manos Unidas se propone incidir en esta tarea que la anima desde su misma fundación: acabar con el hambre en el mundo, recordándonos así, como lo hacía San Juan Pablo II, su «Parábola de la

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abundancia». En ella, se nos dice que en nuestro planeta hay comida para todos, pero no todos pueden comer; que el derroche, el descarte, el consumo excesivo y el uso de alimentos para otros fines, son una realidad lacerante. No es un problema de producción, sino de accesibilidad. Urge, por tanto, un cambio de estilos de vida y consumo que luchen contra la vulnerabilidad y la exclusión. Es preciso humanizar la vida de millones de personas que siguen subsistiendo en condiciones infrahumanas. La característica fundamental del amor cristiano se centra en dos perspectivas: la obligación de no explotar al débil y el brindar solidaridad a los que están excluidos de la mesa común. Y esta solidaridad nace de la empatía humana que consiste claramente en saber, sentir, asumir la condición humana como un “nosotros” en el que cada ser humano queda radicalmente abierto al otro. Ahora bien, esta solidaridad, para ser real, ha de abrirse necesariamente al compartir. La solidaridad se realiza, por tanto, haciendo que todos participemos de lo disponible. Agradezco, de todo corazón, el trabajo de Manos Unidas y os animo a participar generosamente en la “Campaña contra el Hambre”. Que vivamos esta campaña desde una nueva visión, con la esperanza de que es posible una novedad real en nuestro mundo que devuelva la dignidad a todo ser humano. Concluyo con unas palabras del Papa que bien pueden resumir el objetivo de esta Campaña contra el Hambre en el mundo: “Cuando somos capaces de superar el individualismo, realmente se puede desarrollar un estilo de vida alternativo y se vuelve posible un cambio importante en la sociedad” (LS, 208). Con mi afecto y bendición, + Francisco Pérez González Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela

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Diócesis de Plasencia

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Campaña de Manos Unidas

Monseñor José Luis Retana Gozalo, Obispo de Plasencia.

ueridos diocesanos:

¿A pesar de llevar años luchando contra el hambre en el mundo, queda mucho por hacer. Se ha conseguido solucionar algunos problemas y situaciones concretas, pero quedan otras que siguen reclamando nuestra atención y pidiendo nuestra ayuda. Manos Unidas nos propone cada año proyectos de colaboración necesarios para ayudar a erradicar el hambre en alguna zona determinada de nuestro planeta Tierra. Sabemos de la eficacia y de la honradez de todos los que trabajan en Manos Unidas. Lo cual nos da garantía y confianza para saber que nuestra aportación llega a los necesitados y se emplea en acciones verdaderamente útiles: su eficacia está acreditada desde el primer día de su existencia. En nuestra diócesis una delegada diocesana y un equipo cuidan con esmero y entrega que el mensaje de esta institución llegue a todos y crear, de esta forma, una cultura de solidaridad en nuestra sociedad, a través de personas cada día más comprometidas en la lucha contra la injusticia del hambre en tantos pueblos de la Tierra. Cada año en la Campaña nos proponen un lema llamativo, claro y actual. En la presente Campaña el lema es COMPARTE LO QUE IMPORTA. A través de los teléfonos móviles y de los ordenadores compartimos fotos, vídeos y todo lo que se nos ocurra. Manos Unidas no nos pide sólo compartir, sino compartir lo que importa. No cualquier cosa sino lo que importa. Hemos de compartir nuestro aprecio y valoración hacia las personas necesitadas: no son personas de descarte, como le gusta decir al papa Francisco: son personas con la misma dignidad y derechos que cualquiera de nosotros. No son los pobrecitos para quienes tenemos algunas migajas de nuestra abundancia. Son hijos de Dios, que esperan de sus hermanos, nosotros, que no los olvidemos. El papa Francisco ha dicho también que un amor que no toca el bolsillo no es verdadero amor. No podemos amar sólo de palabra, sino de verdad y con obras; con una aportación generosa. Debemos compartir la experiencia de necesidad. Por eso Manos Unidas nos propone un día de ayuno voluntario; un día en el que nos privemos de alimentos que nos gustan mucho, que disminuyamos la cantidad de comida; cada uno podemos hacer la experiencia del modo más apropiado a nuestra generosidad.

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No quiero acabar esta carta sin agradecer a la Delegación Diocesana de Manos Unidas y a los distintos grupos que en las parroquias trabajáis todo el año con gran entrega y generosidad en favor de esta institución de la Iglesia. Con todo afecto os saludo y bendigo. + José Luis Retana Gozalo Obispo de Plasencia

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Diócesis de San Sebastián

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Comparte lo que importa 2018

Monseñor José Ignacio Munilla Aguirre, Obispo de San Sebastián.

o cabe duda de que compartir es una hermosa actitud y un comportamiento realmente generoso, pero por lo que se ve en el mundo cotidianamente, no es un compromiso de vida suficientemente habilitado en nuestra cotidianidad, ni tan siquiera ante la terrible realidad del hambre. En el fondo, estamos en crisis y la crisis que sufrimos no es una casualidad. Esta crisis tiene raíces profundamente éticas. Es un aviso, una ocasión, una llamada a cambiar, a transformar el sistema de valores. Esta crisis es fruto de un entramado de acciones, de palabras y de silencios y por eso la salida de la crisis exige un cambio profundo de mentalidad, de paradigma. En el fondo confluyen tres graves pecados capitales: la avaricia, la envidia y la soberbia. La avaricia como afán desmesurado de tener, que nunca se agota, que crece exponencialmente y que no encuentra freno. La envidia como esa tristeza por causa del bien del otro. El deseo de lo que no se posee como pasión cobarde. Y la soberbia, la arrogancia, la vanidad y la incapacidad de asumir debilidades y fragilidades efectuando operaciones y proyectos inviables. Por suerte, y no es contradictorio con lo anterior, hay mucha gente buena, que está dispuesta a realizar todo y más, de cara al desarrollo humano, los programas de cooperación y tantas otras actividades humanitarias como las de Manos Unidas, lo cual hay que saber agradecer. Pero no basta con una ética personal (que uno sea bueno); se necesita una ética de las organizaciones (que el sistema mejore) porque, además de la corrupción individual existe la de las organizaciones, siendo aceptada, incluso, como mal menor, como parte de la normalidad social. ¿Cuál es la razón última para compartir de lo nuestro? No hay una razón consistente. Se trata de hacer el bien y ser buenos. Es una llamada ética y quien obra éticamente, sabemos que no lo hace por dinero, ni por credibilidad, ni por prestigio, ni por ganar el cielo… lo hace porque siente que ha de hacerlo. Experimenta una llamada interior que le mueve a atender al prójimo, a responder a su súplica, y se vuelca a ayudarlo sin pensar en las consecuencias, el tiempo que perderá o el dinero que donará. La raíz de este movimiento humano es un “enigma”, un verdadero “misterio”. Para los cristianos, es Jesucristo, encarnación de un Dios Amor compasivo y misericordioso, que solo busca el bien de las personas. En definitiva, la Campaña de Manos Unidas, gracias a Dios, es una llamada a la movilización del corazón, en el sentido de apertura a los demás que, verdaderamente, fortalece a las sociedades y causa bien, tanto al otro como a uno mismo. Es la llamada que el papa Francisco denomina “revolución de la ternura”; la cual significa escapar a toda lógica mercantil e instrumental de la vida, y asumir una permanente exigencia de vida porque las personas buenas nunca tienen la conciencia

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del todo tranquila, nunca se sienten lo suficientemente buenas y siempre experimentan el anhelo de darse mรกs y mejor a los demรกs. Al final, es lo que importa. Lo que somos. Nuestra identidad. Xabier Andonegui Mendizabal Vicario de Pastoral Social y Misiones

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Diócesis de Sant Feliu de Llobregat

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El pan, fruto compartido y entregado (y XII)

Monseñor Agustí Cortés Soriano, Obispo de Sant Feliu de Llobregat.

ay un momento en la celebración de la Eucaristía, en que el sacerdote, tomando en sus manos un trozo de pan, lo presenta ante Dios, mientras pronuncia unas palabras que recuerdan las bendiciones de las comidas judías: “Bendito seas, Señor, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre…”.

En su sencillez, resulta una bendición muy bella. El pan es verdaderamente un fruto. Es el resultado de un don y de un trabajo. Como tal, motiva la bendición a Dios, es decir, nuestro reconocimiento agradecido y la alabanza.

Pero lo más importante de este gesto es la evocación del destino del pan: llegar a ser materia de la Eucaristía, el cuerpo entregado de Jesucristo: “Él será para nosotros pan de vida”. En este momento de la celebración no podemos olvidar a los que no tienen pan. De hecho inmediatamente antes se ha realizado la colecta, cuyo significado es expresar, mediante la aportación material y voluntaria, que la comunidad comparte bienes. Esa aportación material formará parte de la ofrenda eucarística. Que la comunidad cristiana comparte bienes -también materialeses esencial a la Iglesia. Pero desde siempre este gesto ha incluido el recuerdo y el compromiso con los pobres, aunque no formen parte explícitamente de la comunidad cristiana. Siempre los más pobres han tenido su lugar privilegiado en el corazón de la Iglesia, especialmente en la celebración de la Eucaristía. De ese corazón de la Iglesia nació la organización Manos Unidas: un grupo de Mujeres de Acción Católica (miembros de la UMOF) que se sintieron llamadas a comprometerse con los que en el mundo pasan hambre. Para ellas, el hambre de Dios era inseparable del hambre de pan. Hoy permanece bien viva esta llamada. Somos también llamados por la organización eclesial Manos Unidas a sumarnos a la nueva Campaña Contra el Hambre bajo el lema “Comparte lo que importa”. Hay en esta invitación unos presupuestos, unos criterios de largo alcance, sobre la producción de alimentos, el desequilibrio ecológico y económico, la explotación de los países más pobres, la sobreabundancia y el despilfarro de los más ricos, etc. Miramos el pan que sostienen las manos del sacerdote mientras bendecimos a Dios. Es un pan “nuestro”, que tenemos como consecuencia de la tierra y de nuestro trabajo. Pero, ¿cómo puede ser objeto de nuestra bendición a Dios, si es fruto de una tierra poseída y de un trabajo realizado al margen de la justicia y del respeto a los derechos básicos de los más pobres? Es más, ¿cómo puede llegar a ser materia de la Eucaristía, Cuerpo de Cristo, si ese pan está ahí al margen del amor concreto y auténtico que predicó Jesucristo y que nos transmite mediante su Espíritu?

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Y miramos nuestra colecta, la aportación material que realizamos como signo de comunión. Según lo que echamos en la bandeja y los motivos que nos mueven a hacerlo, ¿puede ser realmente signo de compartir y de ayudar a los que pasan hambre según los criterios que nos transmite la Iglesia en su Doctrina Social? Son preguntas inquietantes. Pero nuestra respuesta, sobre todo ha de ser el gesto, el compromiso, la colaboración. No es el problema la falta de comida. Nos sobra. El problema es la falta de manos que la repartan con justicia. + Agustí Cortés Soriano Obispo de Sant Feliu de Llobregat

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Diócesis de Santander

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Comparte lo que verdaderamente importa

Monseñor Manuel Sánchez Monge, Obispo de Santander.

os pasamos la vida compartiendo. Las redes sociales nos ayudan a compartir fácilmente fotos, vídeos, opiniones, experiencias… Porque compartir es una necesidad que tenemos las personas. Compartir nos hace más felices. Dar y recibir nos hace más humanos.

Pero no podemos quedarnos en compartir cosas de poca importancia, podemos compartir mucho más. Podemos dar a conocer y denunciar la existencia del hambre y de la pobreza, sus causas y sus posibles soluciones. El hambre no es una fatalidad, sino el resultado de una injusticia. El mundo no necesita más comida, necesita más gente comprometida, recordábamos el año pasado. Son relativamente pocos los que poseen mucho y muchos los que no poseen casi nada. Hablemos de esto con nuestros amigos. Animemos a colaborar en la financiación de los programas, planes y proyectos de desarrollo integral que promueve Manos Unidas en América, Asia y África. Hay mucha gente implicada en el voluntariado de Manos Unidas. Compartamos lo que de verdad importa.

Nuestra fe nos ayuda a compartir lo que somos y tenemos. Podemos compartir nuestro principal tesoro, la fe que nos hace descubrir a Cristo vivo en las personas más pobres, débiles y necesitadas. Los cristianos no podemos olvidar la enseñanza que Jesús nos transmite con el milagro de la multiplicación de los panes y los peces. En la medida en que lo poco que tenemos -cinco panes y dos peces- no lo comamos cada uno por su cuenta y lo pongamos en manos de Jesús, Él se encargará de que haya para todos y sobre. Es muy importante la abundancia en el Reino de Dios. Plantemos cara al hambre con buenas semillas de justicia y fraternidad. Contribuyamos con nuestro compromiso a reducir el despilfarro de alimentos y apoyemos la producción agrícola destinada al consumo humano, sostenible y responsable. Benditas las manos que se abren para acoger a los pobres y ayudarlos: son manos que traen esperanza. Animo a la Delegación de Manos Unidas y a los socios y el voluntariado que la sostiene en la diócesis de Santander a que sigan financiando proyectos concretos para erradicar el hambre y favorecer el auténtico desarrollo en el Tercer Mundo. Poco a poco esta organización de la Iglesia se va extendiendo por diversos lugares de nuestra diócesis y va encontrando nuevos colaboradores. Con mi afecto y mi bendición, + Manuel Sánchez Monge Obispo de Santander

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Diócesis de Santiago de Compostela

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“Comparte lo que importa”

Monseñor Julián Barrio Barrio, Arzobispo de Santiago de Compostela.

ueridos diocesanos:

Ha sido noticia alarmante el aumento de personas que están pasando hambre en el mundo. Son 815 millones. Un 11% de la población mundial. Sudán, Nigeria, Somalia, Yemen… son, entre otros, los países que describen la geografía del hambre. Hay más de 2.200 millones de personas atrapadas en las redes de la pobreza. 844 millones de personas no tienen acceso al agua potable. Estos son algunos de los aspectos que nos estremecen. Detrás de estos números están las personas. El hambre parece ese horizonte que se aleja cada vez más. Si buscamos causas entre otras podemos referirnos al déficit de solidaridad, al cambio climático, a los conflictos armados, etc. Conversión y solidaridad Este año la Campaña de Manos Unidas nos interpela con el lema: “Comparte lo que importa”. Es esta una forma de plantar cara al hambre. Proteger la dignidad de la persona conlleva llamarla a participar de la mesa del bien común. Escribía san Juan Pablo II: “Este amor preferencial, con las decisiones que inspira, no puede dejar de abarcar a las inmensas muchedumbres de hambrientos, mendigos, sin techo, sin cuidados médicos, y sobre todo, sin esperanza de un futuro mejor: no se puede olvidar la existencia de esta realidad” (Ecclesia in Africa, 34). Es una llamada acuciante a asumir nuestra responsabilidad ante la realidad descrita que se traduce en solidaridad que encuentra en “el nosotros” realización concreta. Compartir bienes y propuestas de cambios nos lleva a humanizar la vida de millones de personas que están malviviendo en unas condiciones de vida inaceptables. La conversión, el servicio, la solidaridad, el sentido de la trascendencia son los pilares para este puente que tenemos que atravesar hasta llegar a esas personas. Sobre estos valores habrá de fundamentarse y revitalizarse nuestro compromiso de caminar con la conciencia de que el hombre es realidad sagrada e inviolable y no se puede herir ni matar, despreciar, dejar morir; y de que el prójimo es aquel de quien cada uno es responsable, no pudiendo construir lo propio sin velar por el prójimo. Compartir lo que importa “Compartir lo que importa” es poner en común nuestra vida, nuestras posibilidades y nuestro compromiso por un mundo mejor que posibilite vivir en condiciones dignas. Esto exige planificar los alimentos no para la especulación y beneficio económico sino pensando en el consumo humano; buscar un sistema de producción medioambiental sostenible y no desperdiciar los alimentos por un afán puramente consumista. “El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo hombre, hacerle capaz de ser por sí mismo agente responsable de su mejora material, de su progreso moral y de su

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desarrollo espiritual” (Populorum progressio, 14.34). El papa Francisco nos recuerda frecuentemente que quiere una iglesia pobre para los pobres. En ella “estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos” (Evangelii gaudium, 198). nuestros modos de vida Esta Jornada es una oportunidad para cuestionar nuestros modos de vida, favoreciendo la cultura del encuentro y de la solidaridad y erradicando los lujos y los despilfarros. No podemos evadirnos ni buscar pretextos para no compartir. Se nos urge a trabajar por un bien común que lo será cuando todos colaboren en él y todos puedan participan en él. “Hoy, creyentes y no creyentes estamos de acuerdo en que la tierra es esencialmente una herencia común cuyos frutos deben beneficiar a todos. Para los creyentes, esto se convierte en una cuestión de fidelidad al Creador, porque Dios creó el mundo para todos. Por consiguiente, todo planteamiento ecológico debe incorporar una perspectiva social que tenga en cuenta los derechos fundamentales de los más postergados”. Las instituciones económicas han de asegurar el acceso a la comida de manera regular y adecuada, y de afrontar las exigencias relacionadas con las necesidades primarias y con las emergencias de crisis alimentarias reales, provocadas por causas naturales o por la negligencia humana. Estamos llamados a ser custodios especialmente de los más pobres y débiles. El punto central siempre es el mismo: entender los valores fundamentales de la persona humana, la convivencia, el respeto de su dignidad y el derecho a la nutrición como parte integrante del derecho a la vida de cada ser humano. Todos los derechos humanos son universales, indivisibles e interdependientes, estando relacionados entre sí. ¡Hagamos la opción por los pobres! Os saluda con afecto y bendice en el Señor, + Julián Barrio Barrio Arzobispo de Santiago de Compostela

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Diócesis de Segorbe-Castellón

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Comparte lo que importa

Monseñor Casimiro López Llorente, Obispo de Segorbe-Castellón.

ueridos diocesanos:

El próximo viernes será el Día del Ayuno Voluntario y el domingo la Jornada Nacional de Manos Unidas, cuyo lema para la Campaña de este año reza: Comparte lo que importa. Durante casi sesenta años -comenzó en 1959- esta organización católica está ininterrumpidamente llevando a cabo una tarea enorme de concienciación en la opinión pública sobre el problema del hambre en el mundo y viene ofreciendo respuestas concretas para paliar este terrible drama, que afecta a más de 820 millones de personas en el mundo. Cierto que no es una obra de ingeniería que pueda erradicar satisfactoriamente el hambre en el mundo. Sin embargo este movimiento eclesial contribuye a la toma de conciencia del problema y a solucionar algunas situaciones muy concretas con proyectos propios. Por eso, anualmente, llama a la puerta de nuestras conciencias y reclama nuestra contribución económica para esos proyectos concretos que seleccionan y aprueban escrupulosamente. Los seres humanos somos olvidadizos; necesitamos que nos recuerden una y otra vez algo que nunca debería pasar al olvido: que todos somos hermanos, que mi vida presupone la del hermano, que al contrario de lo que pensaba y actuaba Caín sí que somos guardianes de nuestros hermanos y que no podemos cerrar nuestras entrañas a las necesidades de los demás, sobre todo de los más débiles, porque son, sin más, nuestros hermanos. El hambre en el mundo es contrario al plan de Dios. En su origen hay muchas causas estructurales que hay que cambiar. Pero en la raíz aparece siempre el egoísmo personal y de grupos así como la insolidaridad entre los pueblos. En muchas ocasiones, el dinero y los beneficios tienen más derechos que las personas y son puestos por delante de los derechos y la justicia que se debe a las personas. Se olvida la dignidad inherente a todos los seres humanos, por ser criaturas de Dios. Dios ha hecho un solo mundo sin distinción ni privilegios, para que hagamos de esta tierra una casa común. ¡Qué lejos estamos todos, en particular los cristianos, de entenderlo y vivirlo como reclama nuestra fe! Manos Unidas apela a todos y cada uno de nosotros, a toda la sociedad y a los gobiernos a compartir de verdad, para que no nos cerremos a nuestros hermanos que pasan hambre, que sufren la miseria, que son víctimas del egoísmo insolidario y que viven la opresión de la injusticia infligida por sus propios hermanos. Por eso el lema de la Campaña de este año, Comparte lo que importa, nos

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recuerda que compartir es lo que importa si queremos ayudar a cambiar la situación. Compartir exige un cambio de mente y de corazón, de actitudes y de comportamientos, del modo de organizarse la sociedad, el comercio y la relación entre los pueblos. Es necesario un cambio profundo, una renovación moral, una nuevas relaciones entre los hombres y los pueblos, unas formas nuevas de situarnos ante el mundo y sus recursos. Es preciso vivir de manera más sobria, sencillamente para que no mueran de hambre y de miseria tantísimos seres humanos. Es imprescindible consumir menos para compartir más, no malgastar sino aprovechar y abandonar tanto egoísmo para entregarnos de verdad a los demás. Cada uno de nosotros está llamado a colaborar con su trabajo, sus aportaciones y sus gestos solidarios con aquellas iniciativas, personas e instituciones que sirven a los pueblos que padecen el hambre y la miseria. Iniciativas como la de Manos Unidas están aplicando los recursos económicos que recaudan a necesidades y programas concretos con resultados importantes en la lucha contra el hambre. Son programas encaminados a mejorar las condiciones de vida de las personas y a posibilitar procesos de autosuficiencia comunitaria. Las necesidades son tan grandes que la ayuda actual es insuficiente. Si todos compartiésemos, si cooperásemos con generosidad, cuánto podríamos hacer en ese proyecto común de erradicar o al menos paliar el hambre del mundo. Colaboremos con generosidad con nuestros medios económicos, con nuestras actitudes renovadas y con nuestro trabajo en la Campaña de Manos Unidas. Apoyemos a Manos Unidas en la lucha contra el hambre en el mundo. Con mi afecto y bendición, + Casimiro López Llorente Obispo de Segorbe-Castellón

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Diócesis de Segovia

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“Comparte lo que importa”

Monseñor César Augusto Franco Martínez, Obispo de Segovia.

ueridos diocesanos:

La Campaña de Manos Unidas de este año se realiza bajo el lema «Comparte lo que importa». A primera vista parece impreciso, porque deja abierto un interrogante: ¿Qué es lo que importa? Responder a esta pregunta dependerá del sistema de valores que cada persona tenga. Para un cristiano, lo que importa de verdad es la fe en Cristo, que nos redime del pecado y de la muerte. Por eso, la Iglesia ha nacido invitando a compartir la fe. Ese fue el mandato de Jesús al despedirse de los suyos. Ahora bien, compartir la fe en Cristo es sinónimo de vivir la caridad que constituye el vínculo que nos hermana con todos los hombres y la síntesis del evangelio. Una fe sin caridad está muerta. La fe abarca la vida del cristiano y nos urge, como decía san Pablo, a actuar como hizo Cristo: dando la vida por los demás. Lo que importa por tanto es la fe viva, operante, activa. La fe que se expresa en la caridad. Compartir lo que importa nos conduce a hacer partícipes a los demás de aquello que somos y tenemos con el estilo de Cristo. Manos Unidas nació como una consecuencia natural de la vida cristiana, de la fe vivida con responsabilidad por un grupo de mujeres de Acción Católica General que deseaban compartir con los más necesitados, en concreto con los que pasaban hambre, sus propios bienes. Colecta tras colecta se fue abriendo paso una corriente de solidaridad que sólo se explica desde la comunión con Cristo y con los hombres. Los bienes materiales, los recursos económicos, las ofrendas que se hacen son el signo de lo que importa: compartir la vida con los más pobres y necesitados de este mundo poniéndonos a su disposición. Esta actitud no es sólo para el tiempo que dura la Campaña anual. Es una actitud propia del cristiano que se ha tomado en serio las palabras del Señor: lo que hicisteis con estos mis hermanos, conmigo lo hicisteis. El cristiano debe vivir en una permanente actitud de compartir lo que importa. Para ello, es preciso dejar al lado lo que no importa y nos impide vivir en la caridad evangélica. Debemos dejar al lado lo que es superfluo, las actitudes consumistas y materialistas que nos rodean y que, sin darnos cuenta, nos crean falsas necesidades mientras otros hermanos nuestros mueren de hambre. Debemos desechar todo lo que nos impide ser libres frente a los bienes de la tierra que frenan nuestros anhelos de lo eterno y definitivo. Hay que desechar prejuicios de clases sociales, discriminaciones frente a personas de otras culturas, razas, credos e ideologías para vivir en la unidad de todo el género humano nacido de las manos del Creador. Cristo ha derribado el muro que

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separaba a judíos y griegos, amigos y enemigos, ricos y pobres, y ha establecido una comunión entre los hombres gracia a su entrega en la cruz. Esto es lo que importa. Todo lo demás resulta relativo. Compartir lo que no vale ni estimamos es dar al otro basura. Compartir lo valioso de nuestra vida, que siempre es un don de Dios, es entregarnos plenamente al otro, destinatario de nuestro amor y humilde servicio. Por eso, Cristo es el paradigma de nuestra entrega. Deseo que esta Campaña sea para todos nosotros una ocasión propicia, dentro de la Cuaresma, para valorar más lo que tenemos y vivir la fe sellada y confirmada por la caridad. + César Augusto Franco Martínez Obispo de Segovia

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Diócesis de Sevilla

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Colaboremos con Manos Unidas

Monseñor Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla.

ueridos hermanos y hermanas:

Como viene siendo una hermosa costumbre desde hace 58 años, Manos Unidas, la institución de la Iglesia en España para la ayuda, promoción y desarrollo del Tercer Mundo, organiza la Campaña contra el Hambre el segundo domingo de febrero, que este año será el próximo día 11. Con este motivo me dirijo a los sacerdotes, consagrados, seminaristas y laicos de nuestras comunidades parroquiales y a todas las personas de buena voluntad, para invitaros a colaborar generosamente a este buen fin, la lucha contra el hambre en el mundo y el desarrollo de los países del hemisferio sur. Los datos son tristemente elocuentes: todavía hoy, a pesar de la globalización, la mitad de la humanidad padece hambre o está mal alimentada; una quinta parte de la población mundial sobrevive con menos de un dólar al día; y 1.200 niños mueren cada hora como consecuencia del hambre. Quiere esto decir que en nuestro mundo todo está globalizado menos la solidaridad. Este estado de cosas interpela en primer lugar a la conciencia de los gobernantes de todo el mundo, llamados a globalizar eficazmente la solidaridad con los pueblos del hemisferio sur. Como afirmara Benedicto XVI en un célebre discurso a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante el Vaticano en enero de 2010, "sobre la base de datos estadísticos disponibles, se puede afirmar que menos de la mitad de las ingentes sumas destinadas globalmente al armamento sería más que suficiente para sacar de manera estable de la indigencia al inmenso ejército de pobres". Hay fundamento, pues, para afirmar que un nuevo orden mundial podría eliminar en un corto espacio de tiempo la lacra del hambre. Sin embargo, no está en nuestras manos esta decisión que podría cambiar el rumbo del mundo, haciéndolo más humano y fraterno, de acuerdo con los planes de Dios. Tal decisión es patrimonio de quienes tienen en sus manos el destino de los pueblos, que no parecen estar especialmente predispuestos a adoptar resoluciones tan radicales. Esta constatación, sin embargo, no debe inhibirnos y mucho menos conducirnos al escepticismo. Está a nuestro alcance colaborar en la construcción de la "nueva civilización del amor" en el ambiente y circunstancias en que la Providencia de Dios nos ha situado. Depende de nuestra libertad responsable que, ayudada por la gracia, es la que verdaderamente permite soñar con un mundo mejor. Manos Unidas, organismo oficial de la Iglesia en España para la ayuda, promoción y desarrollo del Tercer Mundo, que en el año 2010, año de su cincuentenario, recibió el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, como reconocimiento a su espléndida historia a lo largo de medio siglo, cumple entre nosotros una misión verdaderamente profética. Nos recuerda que los pobres existen y que el servicio a los que carecen de lo más elemental pertenece a la entraña más genuina del Evangelio.

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Manos Unidas, "experta en humanidad", como obra que es de la Iglesia, y experta también en la aplicación escrupulosa de los fondos que recibe a proyectos de desarrollo, espolea un año más nuestra solidaridad, virtud que nos obliga al compromiso firme y perseverante por el bien común, es decir, el bien de todos los hombres y mujeres, hijos de Dios y hermanos nuestros. La solidaridad, como nos dijera Juan Pablo II, "es la entrega por el bien del prójimo, que está dispuesta a "perderse", en sentido evangélico, por el otro, en lugar de explotarlo, y a "servirlo" en lugar de oprimirlo para el propio provecho" (SRS 38). El amor fraterno es el corazón del mensaje de Jesús. A lo largo de su vida, "Él manifestó su amor para con los pobres y los enfermos, para con los pequeños y los pecadores. Él nunca permaneció indiferente ante el sufrimiento humano; su vida y su palabra son para nosotros la prueba de su amor" (Plegaria eucarística Vc). Por ello, la fuente de nuestra entrega a los pobres es el amor del Señor, que nos ha amado hasta el extremo, hasta dar la vida por nosotros (Jn 15,13). En la Eucaristía participamos de ese amor, que como nos ha dicho muchas veces el papa Francisco, nos hace capaces de vivir la fraternidad, de mirar con compasión, con los ojos de Jesús, al Tercer Mundo, compartiendo nuestros bienes con nuestros hermanos. Lo exige nuestra común condición de hijos de Dios y el destino universal de los bienes creados. Concluyo mi carta semanal rogando a los sacerdotes que colaboren con todo interés en la Campaña contra el Hambre, que celebraremos el próximo domingo. Les agradezco de antemano el empeño que van a poner en la homilía y en la realización de la colecta. Agradezco también el tiempo, el trabajo y la disponibilidad de los directivos y voluntarios de Manos Unidas de toda la Archidiócesis y el desprendimiento de sus socios. Invito a los consagrados y a los fieles todos a la generosidad con nuestros hermanos más pobres, con la seguridad de que no quedará sin recompensa. Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición. + Juan José Asenjo Pelegrina Arzobispo de Sevilla

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Diócesis de Sigüenza-Guadalajara

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Comparte lo que importa

Monseñor Atilano Rodríguez Martínez, Obispo de Sigüenza-Guadalajara.

os miembros de la asociación de la Iglesia católica “Manos Unidas” nos invitan un año más a seguir plantando cara al hambre en el mundo para lograr que disminuya el número de hermanos esclavizados por la falta de alimentos y para reforzar el derecho de todos los seres humanos a la alimentación.

Las informaciones sobre la pobreza en el mundo, del año 2017, no son buenas. Según los datos facilitados por la FAO, en el año 2016, el número de personas hambrientas y desnutridas habría crecido hasta llegar a los 850 millones. Estos datos superan en casi 40 millones de personas las previsiones que se habían hecho durante el año 2015.

Según los expertos, entre las causas de este incremento de la pobreza, estaría el cambio climático y sus devastadoras consecuencias en los cultivos, la violencia que afecta a distintos países de la tierra con efectos destructivos sobre los más desfavorecidos, la emigración forzada de millones de personas como consecuencia de las guerras y de la falta de alimentos, y el despilfarro de comida por parte de los países más ricos. Como consecuencia de estas causas tan variadas, asistimos sin escandalizarnos a una vulneración del derecho de todo ser humano a la alimentación. Aunque las cifras son poco esperanzadoras, no podemos caer en el fatalismo ni dejar de poner todos los medios a nuestro alcance para solucionar este gravísimo problema. Hemos de asumir que el hambre en el mundo es la consecuencia del egoísmo, del afán de poder, de la ambición y de los comportamientos injustos de personas concretas, de responsables políticos y de organizaciones sociales que, olvidando la voluntad de Dios sobre la creación, se comportan como si los bienes de la tierra fuesen sólo para ellos. Como recordaba el papa Francisco en la sede del programa mundial de alimentos, el “consumismo nos ha inducido a acostumbrarnos a lo superfluo y al desperdicio cotidiano de alimentos, al cual ya no somos capaces de dar el justo valor, que va más allá de los meros datos económicos. Pero, nos hará bien recordar que el alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre, del que tiene hambre”. ¿Qué podemos hacer ante esta realidad tan dolorosa y dramática para tantos hermanos? Pienso que, además de pedir al Señor que cambie los corazones de los que sólo piensan en sí mismos y en sus intereses, hemos de colaborar en la medida de nuestras posibilidades con los proyectos presentados por los miembros de Manos Unidas para que disminuya el número de pobres y hambrientos. Además, deberíamos hacer un examen de conciencia para descubrir nuestras responsabilidades personales en estas desigualdades sociales, colaborando en la educación y sensibilización de nues-

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tros semejantes para lograr que todos asumamos cambios de vida, si verdaderamente deseamos que el mundo cambie. Con mi sincero afecto y bendición, feliz día del Señor. + Atilano Rodríguez Martínez Obispo de Sigüenza-Guadalajara

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Diócesis de Solsona

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Manos Unidas

Monseñor Xavier novell Gomá, Obispo de Solsona.

ste domingo 11 de febrero tiene lugar, en todos los obispados, una jornada importante destinada a tomar conciencia de la injusticia que supone el hecho del hambre en el mundo. Es la campaña de Manos Unidas. Por ello, en todas las misas de este fin de semana, se hace una colecta expresamente destinada a sufragar proyectos de desarrollo que ayuden a mitigar el problema del hambre.

Los creyentes siempre hemos reconocido que los bienes provienen de Dios y que son para todos, nadie está autorizado a apropiarse de ellos, privando al resto de lo necesario para una vida digna. Defender la dignidad de las personas significa preservar el bien común. Es un principio esencial en la Doctrina Social de la Iglesia sobre el que descansa el respeto a la persona humana, como tal, con sus derechos básicos e inalienables ordenados a su desarrollo integral.

Para proteger esta dignidad, queremos hacer nuestra la opción por los pobres. Es la característica fundamental del amor cristiano, en dos sentidos: la obligación de no explotar al débil, y la de brindar solidaridad a los que están excluidos de la mesa común. En palabras de Juan Pablo II: “Este amor preferencial, con las decisiones que nos inspira, no puede dejar de abarcar las inmensas muchedumbres de hambrientos, mendigos, sin techo, sin cuidados médicos y, sobre todo, sin esperanza de un futuro mejor: no se puede olvidar la existencia de esta realidad” (Eclessia in Asia, 34). El lema de Manos Unidas de este año dice: “Comparte lo que importa”. Esto es poner en común nuestra vida, nuestros bienes y nuestro compromiso por un mundo mejor. Como cristianos podemos ayudar a él contribuyendo con nuestra generosidad a hacer realidad los proyectos que nuestro Obispado de Solsona se ha comprometido a llevar a cabo este 2018, que salieron publicados en las páginas centrales de la Hoja de la semana pasada. Recordémoslos: 1- Proyecto sanitario: Mejora de la atención sanitaria en una zona pobre de Mangochi, Malawi (África). 2- Proyecto educativo: Ampliación de una escuela de primaria en Sierra Leona (África). También podéis encontrarlos en la web del obispado. + Xavier Novell Gomá Obispo de Solsona

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Diócesis de Tarazona

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Comparte lo que importa

Monseñor Eusebio Hernández Sola, Obispo de Tarazona.

ueridos hermanos y amigos:

En este domingo celebramos la Campaña anual de Manos Unidas que tanta resonancia tiene en nuestra diócesis. Manos Unidas nació en 1959 como una acción puntual cuando Mujeres de Acción Católica Española organizaron la primera Campaña contra el Hambre que finalmente se celebró en 1960. Una historia ya larga que, poco a poco, ha ido arraigando en todas las diócesis españolas. Desde 1960, y año a año, se fueron organizando ayunos y colectas para denunciar y luchar contra el hambre y, poco a poco, el importe que se recaudaba iba subiendo hasta que en 1970 la recaudación fue mayor de lo habitual. Pero fue ese año, sobre todo, cuando la organización de la campaña se consolidó ya que la Conferencia Episcopal Española acordó que se hiciera una colecta extraordinaria contra el hambre en el mundo en todas las parroquias de España (el segundo domingo de febrero), y que se convocara una jornada de ayuno voluntario el viernes anterior a dicho domingo. Nuestra diócesis de Tarazona se ha unido siempre a esta Campaña anual de Manos Unidas y lo ha hecho con gran generosidad, ya no sólo con su aportación económica, que siempre ha sido importante pese a ser pequeños, sino sobre todo a la generosidad de los diversos grupos que han fomentado, incluso en los pueblos más pequeños, esta iniciativa. Cuántos gestos de solidaridad y de creatividad se han realizado para que el mensaje de Manos Unidas llegara a todos. Gracias, por lo tanto, a tantas personas, sobre todo mujeres, que han sabido organizar con generosidad las diversas campañas cada año: la Cena del Hambre, que se organiza en tantas parroquias, la campaña del domingo, el montaje de rastrillos y festivales. En esta Campaña que hace el número 59, somos, pues, invitados a participar en ella. Comparte lo que importa, es su lema; con éste, en Manos Unidas se pretende seguir trabajando para poner en común experiencias, iniciativas y propuestas que ayuden a vivir la solidaridad. Luchar contra el hambre es la misión de Manos Unidas. Porque el hambre no es una fatalidad o un destino irreparable. Este año 2018 nuestra diócesis va a colaborar en el fortalecimiento de la seguridad alimentaria de Mugina y Kivumu (Ruanda). El coste total a cubrir por la diócesis es de 51.508,00 euros. Estas zonas rurales de Kivumu y Mugina están llevadas por las Hermanas de la Caridad de Santa Ana y son centros sanitarios, educativos y de formación para las mujeres. Esta actitud de compartir nos ayuda a hacer realidad el mandato del amor que Jesús nos dio y nos ayuda a vencer nuestro egoísmo. No importa cómo lo hagamos, lo que importa es nuestra ayuda, pequeña o grande, compartiendo lo mucho o lo poco. Existen muchas formas de hacer posibles los

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proyectos de desarrollo que impulsamos desde 1960 en más de 60 países de África, América, Asia y Oceanía. Cada euro cuenta, porque es un paso más hacia la mejora de las condiciones de vida de miles de personas. No podemos olvidar hoy, como señalaba más arriba, a los voluntarios y voluntarias de Manos Unidas que con generosidad y sabiendo compartir han hecho posible el crecimiento de esta Campaña de año en año. Desde sus orígenes, Manos Unidas se constituyó como una organización de voluntarios, es una de sus señas de identidad. Cada año, más de 4.600 personas colaboran con esta organización en calidad de voluntarios. Gracias, a los voluntarios de nuestras parroquias, que lleváis muy dentro lo que es Manos Unidas y habéis puesto a su servicio vuestras mejores iniciativas. Gracias a las responsables, presidentas y equipos directivos, que en estos años habéis sabido animar y fomentar la Campaña de cada año y los proyectos que hemos acogido en distintos lugares de la tierra. En la publicación de esta semana de “Iglesia en Aragón” encontraréis más información sobre el proyecto que este año la diócesis de Tarazona ha adoptado; con él somos todos llamados a compartir lo que importa. Con todo afecto os saludo y bendigo. + Eusebio Hernández Sola, O.A.R. Obispo de Tarazona

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Diócesis de Tarragona

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Dependen de Nosotros

Monseñor Jaume Pujol Balcells, Arzobispo metropolitano de Tarragona.

oincidencias de calendario me llevan a tratar hoy de dos Jornadas distintas pero que tienen mucho en común. Son la dedicada a Manos Unidas y a la Jornada Mundial del Enfermo. El nexo entre ambas es que tanto los pobres del mundo como los enfermos necesitan que alguien les ayude. Requieren solidaridad y dependen de nosotros. «Comparte lo que importa» dice el lema de este año de Manos Unidas. ¿Y qué es lo que importa?: la dignidad de la persona. En pleno siglo XXI millones de personas padecen hambre, mueren de hambre incluso. No son seres de lugares desconocidos, sino de países situados a pocas horas de avión, habitantes de la «casa común» en que se ha convertido la humanidad por efecto de las nuevas tecnologías que permiten hablar de la aldea global; una aldea en la que hay de sobras medios para remediar el hambre y combatir con notable eficacia enfermedades comunes. Unas personas de esta aldea dependen de otras. Ocurre en el Tercer Mundo, pero también en nuestro entorno inmediato, sea porque carecen de lo más necesario, o porque se encuentran enfermas. La jornada dedicada a los enfermos se inspira este año en unas palabras del Evangelio. Son las que pronunció Jesucristo en la cruz cuando, dirigiéndose a su madre, dice: «Aquí tienes a tu hijo», y mirando al apóstol Juan: «Aquí tienes a tu madre». La Virgen María comienza así su misión en la primera comunidad de cristianos, y San Juan representa la Iglesia, beneficiaria de la redención y de los cuidados maternales de María. Sí, unas personas están llamadas en distintos momentos de sus vidas a cuidar de otras, o a dejarse cuidar ellas mismas en el aspecto espiritual, pero también en sus mismos sufrimientos físicos. Esta vocación eclesial de ayuda a los enfermos ha caracterizado siempre a la Iglesia, que ha sido históricamente la que construyó los primeros hospitales -como el de San Pablo y Santa Tecla en Tarragona- cuando los gobiernos estaban aún lejos de instaurar un servicio estatal de salud. Son muy numerosos los fundadores de instituciones eclesiales que pusieron en pie comunidades religiosas al servicio de los que padecen problemas físicos o psíquicos, sean ancianos, personas discapacitadas, enfermos crónicos… Al terminar las celebraciones eucarísticas en el hospital Juan XXIII se reza una bella oración en la que se evoca a los enfermos y a quienes los cuidan. En este sentido aprovecho para expresar mi

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gratitud a mĂŠdicos, enfermeras, sacerdotes, miembros de la pastoral de la salud de las parroquias y a cuantos llevan a la prĂĄctica la idea de que nuestros hermanos dependen de nosotros. + Jaume Pujol Balcells Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado

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Diócesis de Tenerife

“Comparte lo que importa” Manos Unidas: Campaña 59 contra el Hambre

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Monseñor Bernardo Álvarez Afonso, Obispo Nivariense.

a realidad del hambre y la pobreza continúa siendo un azote permanente para millones de personas en todo el mundo. Como nos recordaba el papa Francisco, “la pobreza nos desafía todos los días con sus muchas caras... La pobreza tiene el rostro de mujeres, hombres y niños explotados por viles intereses, pisoteados por la lógica perversa del poder y el dinero. Qué lista inacabable y cruel nos resulta cuando consideramos la pobreza como fruto de la injusticia social, la miseria moral, la codicia de unos pocos y la indiferencia generalizada”. ¿Qué podemos hacer? En medio de esta dramática realidad, una primera impresión puede ser creer que no hay solución posible, como si el hambre fuera una fatalidad o un destino irreparable para muchas personas. Además, ante las dimensiones del problema, tenemos la tentación de pensar que, como no está en mi mano resolverlo todo, no puedo hacer nada. Sin embargo, es mucho lo que podemos hacer y Manos Unidas es una prueba de ello. A lo largo de 59 años, esta ONG de la Iglesia Católica, con recursos aportados por los fieles cristianos y otras personas de buena voluntad, año tras año, mediante proyectos concretos de promoción humana, en los países en vías de desarrollo, ha contribuido a que millones de seres humanos hayan mejorado sus condiciones de vida. Manos Unidas lucha por la justicia y la igualdad de todos los seres humanos. Como se suele decir, no se limita a “dar pescado” a quien lo necesita, sino que pone en sus manos una caña y le enseña a pescar. Sus proyectos de ayuda son proyectos de promoción de los derechos humanos allí donde están conculcados. Y eso es luchar por la justicia, pero una justicia que, en este caso, se hace con la generosa colaboración económica de mucha gente, así como por la prestación personal de quienes desinteresadamente comparten su tiempo y su saber en diversas acciones encaminadas en la misma dirección. En la Campaña de este año, con el lema “Comparte lo que importa”, Manos Unidas nos invita a poner en común nuestra vida, nuestros bienes y nuestro compromiso por un mundo mejor, en el que los derechos humanos sean respetados y donde cada persona pueda disponer de los medios necesarios para vivir con dignidad. “Comparte lo que importa” es una invitación a seguir colaborando, con aportaciones económicas o mediante el voluntariado. Es una invitación a compartir lo más importante para acabar con el hambre en el mundo, respondiendo así a la imperiosa necesidad de humanizar la vida de millones de seres humanos que siguen subsistiendo en condiciones inaceptables.

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Las palabras de San Juan, “no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras” (1 Jn 3,18), son un imperativo que ningún cristiano puede ignorar. La Palabra de Dios es clara en este sentido y no podemos ignorarla: “Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que ves desnudo, y no te cierres a tus propios intereses. Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies al alma afligida, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía” (Is. 58,7.9-10). Sí, la generosidad tiene unos efectos que no se pueden conseguir por otros medios. No solo favorece al que recibe, sino al que da, porque “hay más alegría en dar que en recibir” (Hech. 20,35). Prueben y verán que es verdad. Es una experiencia que podemos vivir, colaborando con los proyectos de Manos Unidas. + Bernardo Álvarez Afonso Obispo Nivariense

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Diócesis de Terrassa

Remad mar adentro. Comparte lo que importa. Sé solidario.

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Monseñor Josep Àngel Saiz Meneses, Obispo de Terrassa.

a Campaña de Manos Unidas de este año apunta de una manera especial a lo esencial, al compartir, a la solidaridad. Conviene recordar que el punto de partida de nuestra acción caritativa y social es previo tanto a la búsqueda de soluciones concretas como a la elaboración de proyectos para la promoción de personas y pueblos; y también precede a la denuncia profética de los males estructurales. Jesús comienza su predicación haciendo una llamada a la conversión: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva» (Mc 1, 15). La llamada a la conversión se refiere a una dimensión personal e interior, y también a la dimensión exterior, de las relaciones humanas, interpersonales. Es una llamada a la conversión personal y a la conversión social. Ahora bien, ¿cómo podremos verificar esa conversión social? La respuesta está en el hecho de que ambas dimensiones muestran sus frutos en la transformación que se ha de producir en las relaciones humanas, en el ámbito de la sociedad. En los libros de los Profetas encontramos textos iluminadores: “¿No es éste el ayuno que quiero: desatar las cadenas inicuas, romper las ataduras del yugo, volver a liberar a los oprimidos y deshacer todo tipo de sometimiento? ¿No consiste acaso en compartir el pan con el hambriento, en meter en la propia casa a los que carecen de techo, en el vestir a quien veas desnudo?” (Is 58,7-8). También en la parábola del juicio final: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40). Además de la llamada a la conversión, tiene lugar una llamada a la promoción de las personas y de los pueblos, al desarrollo. Es una vocación para todo cristiano. Todos y cada uno de los seres humanos están llamados a crecer, a desarrollar los dones recibidos, en primer lugar orientando la vida hacia Dios, y también desde su pertenencia a la Iglesia y a la humanidad. Somos herederos de lo que nos han legado las generaciones anteriores y estamos llamados a aportar nuestra colaboración al desarrollo de la familia humana haciendo fructificar los talentos y capacidades que Dios nos ha dado, al servicio de los demás, sintiendo muy viva la llamada al desarrollo social. En nuestro mundo globalizado, cada vez somos más conscientes de la interdependencia que hay entre personas, instituciones y pueblos. Dicha interdependencia reclama como respuesta una actitud moral y social, una virtud que llamamos solidaridad. En palabras de san Juan Pablo II, es la “determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos (…) La Iglesia, en virtud de su compromiso evangélico, se siente llamada a estar junto a esas multitudes pobres, a discernir la justicia de sus reclamaciones y a ayudar a hacerlas realidad sin perder de vista al bien de los grupos en función del bien común”. Para ello hay que reconocer al “otro” como persona, sentirse responsable de los más débiles, luchar por la justicia y estar dispuesto a compartir los bienes con ellos.

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El prójimo, contemplado desde los ojos de la solidaridad, no es simplemente un ser humano con sus derechos y deberes correspondientes y su igualdad fundamental, sino que se convierte en alguien que ha sido creado a imagen de Dios, que ha sido redimido por Jesucristo y que ha sido puesto bajo el dinamismo renovador del Espíritu Santo. Por consiguiente, debe ser amado con el mismo amor con que es amado por el Señor. La máxima expresión de solidaridad es la vida y misterio de Jesús de Nazaret, la Palabra eterna de Dios que se encarnó y habitó entre nosotros, asumiendo una naturaleza igual en todo a la nuestra excepto en el pecado. El prójimo no es un extraño, es mi hermano. + Josep Àngel Saiz Meneses Obispo de Terrassa

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Diócesis de Teruel y Albarracín

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El síndrome del destierro

Monseñor Antonio Gómez Cantero, Obispo de Teruel y Albarracín.

l cartel de Manos Unidas de este año es un huerto. Si interpretamos de una manera realista la relación de la humanidad con la naturaleza a través de su historia, descubriremos que el jardín/huerto es, en primer lugar, espacio de experiencias y de relación de la comunidad humana. Para nosotros, que somos creyentes, el paraíso en sus orígenes era un jardín, lleno de árboles frutales apetitosos, plantados por la mano de Dios: “el jardín del Edén”. San Agustín creía que Adán y Eva habían sido felices trabajando este jardín: “¿Creéis que hay una visión más grandiosa que cuando la razón humana está más cerca del trato con la naturaleza, cuando esparce unas semillas, planta un arbusto, inserta un esqueje o trasplanta un plantón?”. Quizás se nos puede escapar, en una lectura rápida, que el santo filósofo hace referencia a la razón humana, con lo que podemos afirmar que la sinrazón, y por tanto el deterioro moral, son el fruto podrido del hambre en el mundo. La expulsión de los primeros padres a un nuevo paisaje árido, desangrado y herido de muerte es la consecuencia del “hundimiento del alma”, es decir, orgullo, ambición, egoísmo y creernos los dueños y no los administradores de la creación. Y la naturaleza que desde nuestros primeros padres fue el espacio del idilio de amor se convirtió en un campo de batalla. La colonización y la ambición de los dominadores fue poseer más, aunque les costase el hambre y la muerte a los pueblos de los territorios ocupados.

Ahora estamos en el crítico momento en que la naturaleza amenazada se ha convertido en la naturaleza amenazante. Realmente comenzamos a asustarnos por haber roto esta relación de amor y sustento que durante tantos siglos hemos mantenido con la tierra, pues nos hemos dado cuenta que la supervivencia de la humanidad depende de las reservas de la naturaleza. Volvemos a estar bajo el síndrome del destierro del Edén: errantes sobre una tierra hostil. No es simplemente una curiosidad antropológica que la sociedad patriarcal tuviera sus fronteras en el huerto o en el jardín, convertido en el reino de la mujer: espacio de naturaleza dominada para ser despensa o simplemente belleza ordenada. Aún hoy en muchos pequeños pueblos y aldeas, la madre es la que mantiene con sus cuidados el huerto, el jardín y también el gallinero. Sólo cuando dejaron de formar parte de la economía doméstica fue cuando fueron colonizados por el varón como espacio de ocio, entretenimiento y tiempo libre. Hoy, un gran número de mujeres, de pequeñas y grandes parroquias, forman Manos Unidas. Ellas, educadas en la sobriedad de la vida, con ese horizonte de que muchos pocos hacen un gran mucho, siguen rompiendo la tradición patriarcal, sembrando pequeños y simbólicos huertos que puedan hacer la vida sostenible, sobre todo para los que más lo necesiten. Sus pequeños trabajos, son comida y agua para millares de personas hambrientas y sedientas; sus bordados, realizados en las largas tardes de invierno, son cultura para poblaciones que se desmoronan en el analfabetismo;

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sus esfuerzos de comprensión en las reuniones de formación son esquejes y plantones para el desierto de muchos pueblos. Esta es una de las maneras de hacer posible el mandamiento del amor de Nuestro Señor. Un amor que pasa de ser afectivo, o de meras palabras, a ser efectivo si “COMPARTE LO QUE IMPORTA”. Unirnos a ellas es hacer posible que esta tierra sea casa y alimento para todos. + Antonio Gómez Cantero Obispo de Teruel y Albarracín

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Diócesis de Toledo

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Manos que traen esperanza

Monseñor Braulio Rodríguez Plaza, Arzobispo de Toledo y Primado de España.

s una buena definición de lo que es esta organización no gubernamental de desarrollo, católica y de voluntarios. Son manos unidas, porque realizan un trabajo en la Diócesis de personas que, en grupos, trabajan con proyectos de desarrollo para los más empobrecidos de la tierra.

Eso sí, estas Manos Unidas asumen la responsabilidad de fomentar, en la sociedad española, la conciencia del escándalo ante el hambre y la pobreza por estructuras injustas que las mantienen. Y en esas estructuras injustas tienen responsabilidad, por supuesto, los gobiernos, pero también organizaciones mundiales y otras privadas, pero fortísimas, que fomentan el consumismo y a la vez los mercados injustos, y que muestran un capitalismo salvaje; muchas veces, además, estas organizaciones están impulsadas o manejadas por ideologías muy concretas al servicio de gobiernos o con su consenso.

Y nosotros, tú y yo, hombres y mujeres de la calle, ¿qué responsabilidad tenemos? Mucha, porque la indiferencia en estos asuntos es culpable de muchas cosas. Y, si eres católico, debes ponerte en marcha de muchos modos, para solucionar este escándalo. Les sugiero que mediten estas palabras del papa Francisco en la primera Jornada Mundial de los pobres (noviembre de 2017). Son una exhortación que da ánimos: “Benditas las manos que se abren para acoger a los pobres y ayudarlos; son manos que traen esperanza. Benditas las manos que vencen las barreras de la cultura, la religión y la nacionalidad derramando el aceite del consuelo en las llagas de la humanidad. Benditas las manos que se abren sin pedir nada a cambio, sin ‘peros’ ni ‘condiciones’; son manos que hacen descender sobre los hermanos la bendición de Dios”. De este tipo son las manos de quienes pertenecen a Manos Unidas. Podemos comparar a las mujeres y hombres de Manos Unidas con las hormiguitas que, de cara al hambre en el mundo, buscan semilla que haga crecer la vida de una vida más justa y fraterna; semilla para “el invierno frío” de esta sociedad nuestra, en forma de recursos, de llamar aquí y allí, de organizar tantas actividades para “aquel o este proyecto”, tan necesario para las gentes y comunidades que lo piden en África, América o Asia. Las comunidades de estos continentes saben que Manos Unidas no les olvidan: ni los misioneros, ni los líderes comunitarios; tantas personas y rostros concretos que nos sonríen y nos agradecen nuestro gesto de generosidad. ¿Qué nos dicen? ¿Qué dicen a “la gente” estas Manos Unidas a los que vivimos con dificultades, pero sin hambre? Antes de nada, que pensemos, por favor, en la situación de los que sufren hambre o desnutrición. Después nos animan a que “compartamos lo que más nos importa: el tiempo, los ahorros, la oración, la alegría de trabajar y participar en tantos eventos que, a lo largo del año, llevan a cabo Manos Unidas, pero sobre todo en estos días más fuertes de la Campaña 2018 en el

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mes de febrero. Pero que no comentemos sólo la pena que nos da lo que pasa con aquellos que padecen hambre. Hay que hacer algo. Por ejemplo, comparte el trabajo para cambiar este panorama: * Manos Unidas denuncia el incumplimiento del derecho humano a la alimentación para más de 815 millones de hambrientos; * La creciente consideración de los alimentos como mercancía de negocio. * La extensión y protección de un modelo productivo a gran escala que se manifiesta claramente insostenible, por consumista, y que destruye la naturaleza, la casa común. * La especulación con los recursos naturales que priva a los más vulnerables de los bienes necesarios para tener una vida digna y el despilfarro alimentario. ¿No está en nuestras manos resolver estos problemas? Todos no. Pero sí muchos, si salimos de nosotros mismos un poco. Te propongo que hables con Manos Unidas en tu parroquia, en las ciudades o en los pueblos de esta Archidiócesis; únete a ellos, y verás que hay soluciones, que traigan luces en las sombres del egoísmo; propuestas, experiencias e iniciativas de cambio. Lograremos al menos que haya más gente que tenga claro que es muy necesario que las personas, todas, vivan con dignidad y no como tantos viven: sin que sea respetada esta dignidad. Y no olvidemos lo más elemental: nuestro planeta Tierra tiene capacidad de producir bienes para todos. + Braulio Rodríguez Plaza Arzobispo de Toledo y Primado de España

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Diócesis de Tortosa

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Combatir el hambre en el mundo

Monseñor Enrique Benavent Vidal, Obispo de Tortosa.

on el lema Comparte lo que importa, el próximo domingo se celebrará en las parroquias la jornada de lucha contra el hambre, promovida desde hace 59 años por la asociación católica Manos Unidas. Tanto los actos de esta jornada como las actividades que Manos Unidas organiza en nuestros pueblos y ciudades a lo largo de todo el año, forman parte de la vida de nuestra Iglesia y, a mi modo de ver, es algo que en todas las parroquias e instituciones eclesiales deberíamos potenciar entre todos. El primer objetivo de esta jornada no es otro que sensibilizarnos ante un problema que padecen millones de seres humanos en el mundo. Aunque nosotros vivimos en una sociedad con un nivel aceptable de prosperidad y de bienestar, es bueno que no olvidemos que en el planeta hay muchas personas que no pueden ver realizado el derecho a la alimentación. El acceso a una comida sana, segura y apropiada no puede ser un privilegio de quienes vivimos en países desarrollados: es un derecho humano básico y, por tanto, una exigencia de justicia. Combatir el hambre que hay en nuestro mundo es una forma de luchar por la justicia. Nos hemos de felicitar de que actualmente en nuestra conciencia personal y colectiva se ha avanzado mucho en el reconocimiento de este derecho, pero no hemos de olvidar que, al igual que otros derechos, desgraciadamente no sólo no es respetado sino que cada año se agrava: según los datos de la FAO referentes al año 2016, 815 millones de personas padecieron hambre en el mundo, un 11% más que el año anterior. Por ello, en todo momento, pero especialmente en estos días de la Campaña contra el Hambre, debemos reconocer el trabajo generoso y desinteresado de tantos voluntarios y voluntarias que, desde el silencio y el anonimato, dedican tiempo y esfuerzo a trabajar por esta causa tan noble. La Campaña de este año, en continuidad con la de los dos años anteriores, nos invita a tener una actitud fundamental si queremos plantarle cara al hambre: Compartir. Manos Unidas comparte con nosotros el trabajo que hace en tantos países para ayudar a las personas a tener una alimentación digna, tanto las acciones encaminadas a resolver situaciones urgentes de extrema necesidad, como los proyectos que apoya y con los que se pretende luchar contra las causas que están en el origen de esta lacra (como los orientados a la educación o a reforzar el sistema sanitario), y también ofrecer a muchas familias la posibilidad de una seguridad alimentaria (como iniciativas que permitan el acceso permanente a los alimentos necesarios para el consumo humano). Este año nuestra diócesis ha asumido dos proyectos: ayudar a una zona rural de Costa de Marfil a disponer de una ambulancia para que los enfermos puedan ser llevados al dispensario médico en caso de urgencia, y a unas comunidades indígenas del Perú a mejorar su calidad de vida ayudándoles a organizar unas estructuras de gestión agropecuaria.

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Son necesidades que nosotros no podemos imaginar que no estuvieran cubiertas en nuestra sociedad. Y sin embargo hay personas que no tienen todavía acceso a ellas. Que esta Campaña sea para todos nosotros una ocasión para compartir nuestros bienes con los más necesitados. Con mi bendición y afecto, + Enrique Benavent Vidal Obispo de Tortosa

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Diócesis de Tui-Vigo

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Comparte lo que importa

Monseñor Luis Quintero Fiuza, Obispo de Tui-Vigo.

anos Unidas es la Asociación de la Iglesia Católica en España que promueve la cooperación de todos para que podamos llevar a cabo en nuestro mundo aquel objetivo que nos plantean las palabras de Jesús: “Tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber” (Cfr. Mat, 25, 35-45). Es necesario sensibilizar a la comunidad cristiana en la necesaria cooperación para resolver los graves problemas de desigualdad del mundo que habitamos. Manos Unidas, con toda la Iglesia, nos invita a compartir la vida, la experiencia y los bienes. Los cristianos en nuestra Diócesis de Tui-Vigo estamos llamados también a hacer realidad el sueño de Dios de que todos tengan una vida digna y tenemos que preocuparnos por buscar el bien de los más necesitados. Nuestra Diócesis de Tui-Vigo quiere responder con diligencia a la voz del papa Francisco que nos invita permanentemente a tomar conciencia de nuestra corresponsabilidad en la solución de las injusticias del mundo. En la carta encíclica “Laudato Si” nos dice con esa claridad suya que todos entendemos: “Hace falta la conciencia de un origen común, de una pertenencia mutua y de un futuro compartido por todos” ( LS, 202). Porque, como nos dirá un poco más adelante : “Cuando somos capaces de superar el individualismo, realmente se puede desarrollar un estilo de vida alternativo y se vuelve posible un cambio importante en la sociedad” ( LS, 208). Una tarea inaplazable en nuestra Diócesis, y en la que la Delegación Diocesana de Manos Unidas tiene que implicarse a fondo, es ofrecer a nuestros catequistas y formadores la adecuada preparación para que puedan transmitir a nuestros niños, adolescentes, jóvenes y adultos una formación que ayude al compromiso por el desarrollo integral y al cambio de actitudes consumistas. Y tenemos que hacerlo mediante actividades de educación para el desarrollo en charlas, cursos, publicaciones y en todo tipo de actividades formativas de nuestras parroquias. Manos Unidas comenzó hace tres años un proyecto trienal que tiene un objetivo: “Plántale cara al hambre”. Con él pretende contribuir a la desaparición del hambre en el mundo y avanzar en el Derecho a la Alimentación de las personas más pobres y vulnerables del planeta. Este gran objetivo tiene como base operativa la solidaridad. Hemos de comprender que tenemos que trabajar juntos. El sujeto de nuestro objetivo no es yo o tú. Somos “nosotros” los que formamos una comunidad global, que compartimos una casa común y una misma vida, como nos dice Jesús. En este tercer año del trienio, Manos Unidas, con el lema COMPARTE LO QUE IMPORTA, nos invita a poner en común experiencias, iniciativas y propuestas de cambio que nos ayuden a vivir esa solidaridad.

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Compartir lo que importa es poner en común nuestra vida, nuestros bienes y nuestro compromiso por un mundo mejor, donde cada persona pueda vivir dignamente. En la Jornada de este año, Manos Unidas nos invita a compartir aquello que realmente tiene valor en nuestras vidas y tenemos que hacerlo para combatir esa lacra que es el hambre en el mundo. Se nos pide que compartamos propuestas alternativas y experiencias concretas de cambio que nos hacen creer en la posibilidad real de un mundo sin hambre. Compartir lo que importa implica tomar conciencia y aceptar la propia responsabilidad, pero también educar y sensibilizar en la necesidad de asumir cambios en el estilo de vida de todos, si queremos que el mundo cambie. De modo concreto, Manos Unidas nos propone este año compartir iniciativas de acceso a alimentos para el consumo humano, sistemas de producción medioambiental sostenibles y propuestas y experiencias contra la pérdida y desperdicio de alimentos. Un camino que hemos de recorrer juntos, dando pasos que nos llevarán sin duda a un mundo mejor si compartimos lo que importa. Con todo mi ánimo y afecto, + Luis Quinteiro Fiuza Obispo de Tui-Vigo

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Diócesis de Valencia

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Manos Unidas: Campaña Contra el Hambre

Monseñor Antonio Cañizares Llovera, Cardenal Arzobispo de Valencia.

l 9 de febrero se celebra el Día del Ayuno Voluntario, y el domingo la Jornada Nacional de Manos Unidas. Un año más, y ya supera los cincuenta, Manos Unidas, surgida de la Acción Católica de entonces, sigue, ininterrumpidamente, llevando a cabo una tarea colosal de sensibilización en la opinión pública sobre el problema de la humanidad, del hambre en el mundo, y apuntando respuestas concretas para paliar este terrible drama, reflejo de un corazón humano que se cierra, individual e insolidariamente. Cierto que no es una obra de ingeniería o estructuración política, no obstaculiza para nada un Nuevo Orden Mundial justo, que en el concierto de las naciones tienda a erradicar satisfactoriamente el hambre en el mundo. Sin embargo, es un movimiento eclesial que contribuye a la toma de conciencia del problema y a solucionar algunas situaciones muy concretas con proyectos propios. Por eso, anualmente, llama a la puerta de nuestras conciencias, y reclama nuestra contribución económica para esos proyectos concretos que se seleccionan y aprueban escrupulosamente. Somos así, necesitamos que nos llamen una y otra vez para recordarnos algo que nunca debería pasar al olvido: que todos somos hermanos, que mi vida presupone la del hermano, que, al contrario de lo que pensaba y actuaba Caín, sí que somos guardianes de nuestros hermanos, y que no podemos cerrar nuestras entrañas a las necesidades de los demás hombres, sobre todo los más débiles, porque son, sin más, nuestros hermanos.

Dios ha creado todo para todos, un solo mundo, sin distinción ni privilegios, para todos. Dios quiere que todos seamos uno, que hagamos de esta tierra un hogar, una casa común, para todos. Ha puesto en esta casa las riquezas para ser compartidas, ha entregado un solo pan para cuantos moramos en ella. Este deseo divino, Dios nos lo ha hecho palpable y visible en su propio Hijo: Él es el Pan de la vida, partido y entregado por amor para hacer de los hombres una misma familia bajo un mismo Padre. Qué lejos aún estamos todos, en particular los cristianos, de entender esto y más aún de vivirlo como reclama nuestra fe. Como señala el Papa Francisco, “hoy, creyentes y no creyentes estamos de acuerdo en que la tierra es esencialmente una herencia común, cuyos frutos deben beneficiar a todos. Para los creyentes, esto se convierte en una cuestión de fidelidad al Creador, porque Dios creó el mundo para todos” (Laudato sí), y deberíamos bajar la cabeza avergonzados ante estas palabras de San Juan Pablo II, decididos a actuar: “Cincuenta años después de la solemne proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, muchas personas aún se hallan sometidas a las más degradantes formas de explotación y manipulación, que hacen de ellas verdaderas esclavas de los más poderosos, de las ideologías, del poder económico, de sistemas políticos opresores, de la tecnología científica o de la invasión de los medios de comunicación social” (Ecclesia in Asia, 33). La fragmentación, la división, la insolidaridad, la exclusión de tantos hermanos, el individualismo, el egoísmo narcisista, el fraude, la lucha de intereses propios, la destrucción del ambiente, la esquil-

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mación egoísta de los recursos, el olvido y la marginación, y tantas actitudes, rompen el proyecto de Dios, que es el proyecto común: un solo mundo, una sola familia, una ciudad para todos, un gran techo común, una sola cosa entre todos los hombres y todos los pueblos. Una sola mesa compartida por todos y un pan de multitud, ese es el proyecto común, el que Dios ha tenido al hacernos hombres, el que Dios ha reconstruido y renovado al redimirnos y rescatarnos en su Hijo Único y nuestro Hermano, Jesús. Manos Unidas, que nace -no lo olvidemos- desde las exigencias de la fe cristiana y quiere vivir y trabajar desde ella, apela a toda la sociedad para que compartamos de verdad, para que vivamos la verdad de nuestro ser de hombres que es el compartir y no cerrarnos a nuestros hermanos que pasan hambre, que sufren la miseria, que son víctimas del egoísmo insolidario, que viven la opresión de la injusticia infligida por sus propios hermanos que somos nosotros. Por eso el lema de la Campaña de este año: Comparte lo que importa. Compartir es lo que importa para poder cambiar la situación. Compartir exige un cambio necesario en las conductas, en la manera de ser, de organizarse el hombre y la sociedad. Necesitamos un cambio hondo en nuestras actitudes, una renovación moral, unas nuevas relaciones entre los hombres y los pueblos, unas formas nuevas de situarnos ante el mundo y sus recursos. Es necesario vivir de manera más sobria, sencillamente para que no mueran de hambre y de miseria tantísimos millones de seres humanos. Es imprescindible consumir menos para compartir más, no malgastar sino aprovechar, abandonar tanto egoísmo narcisista para entregarnos de verdad a los demás. Necesitamos colaborar con nuestro trabajo, nuestras aportaciones y nuestros gestos solidarios con aquellas iniciativas, personas e instituciones, que sirven a los pueblos que padecen el hambre y la miseria. Estas iniciativas, como es la de Manos Unidas, están aplicando, y aun multiplicando, los recursos económicos que recaudan a necesidades y programas concretos con resultados importantes en la lucha contra el hambre. Son programas encaminados a mejorar las condiciones de vida de las personas y a posibilitar procesos de autosuficiencia comunitaria. Las necesidades son tan grandes, que la ayuda actual es insuficiente. Si todos compartiésemos, si cooperásemos con generosidad, cuánto podríamos hacer en ese proyecto común de erradicar el hambre del mundo, al menos paliarla en algunas partes y así hacer un solo mundo para todos. Colaboremos generosamente con nuestros medios económicos, con nuestras actitudes renovadas, con nuestro trabajo en la Campaña de Manos Unidas. + Antonio Cañizares Llovera Cardenal Arzobispo de Valencia

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Diócesis de Valladolid “Plántale cara al Hambre: ¡Comparte!”

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Monseñor Luis Javier Argüello García, Obispo auxiliar de Valladolid.

anos Unidas quiere recuperar su impulso fundacional de lucha contra el hambre y ha profundizado en los dos años anteriores sobre el escándalo del hambre en el mundo, sus causas y posibles soluciones. En la Campaña nº 59 sigue invitándonos a “plantar cara al hambre” y nos urge al compromiso, pues ya nos recordaba el año pasado que “el mundo no necesita más comida, sino más gente comprometida”.

Un compromiso de esta índole para un católico tiene como marco de referencia los principios básicos de la Doctrina Social de la Iglesia que la Campaña de este año nos recuerda: dignidad de la persona, destino universal de los bienes, solidaridad, bien común y opción por los pobres. También la razón humana, para creyentes y no creyentes, descubre en los derechos humanos y el principio de solidaridad motivaciones suficientes para este compromiso.

Desde este marco que sitúa y encamina nuestras diversas acciones, la Campaña de este año nos propone compartir experiencias e iniciativas, de cerca y de lejos, sobre: - El acceso a los alimentos para el consumo humano, y no para el beneficio económico, tanto en lo que se refiere a la producción como al consumo, así como iniciativas de denuncia de la especulación de alimentos.

- Sistemas de producción medioambientalmente sostenibles, educación en este campo y denuncia de las causas estructurales de la producción agrícola insostenible.

- Propuestas contra la pérdida y el desperdicio de alimentos y de acciones concretas contra el despilfarro y el desperdicio.

Así la Campaña va ayudándonos a ir más allá de realizar actividades meramente recaudatorias de dinero y nos propone: Compartir lo que importa, es decir, poner en común nuestra vida, nuestros bienes y nuestro compromiso por un mundo mejor, donde cada persona puede vivir de acuerdo a su sagrada dignidad. Por ello, qué importante es que nuestras comunidades sitúen esta Campaña en plena comunión con el resto de actividades formativas y celebrativas que hagan posible el compartir la propia vida en favor de los más empobrecidos según la vocación en la que cada uno hemos sidos llamados. + Luis Argüello Obispo auxiliar de Valladolid

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Diócesis de Vic La caridad cristiana no tiene ninguna frontera

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Monseñor Romà Casanova Casanova, Obispo de Vic.

anos Unidas, un año más, nos invita a ampliar nuestra mirada a nuevos horizontes de necesidades en nuestro mundo, que reclaman de nosotros más solidaridad. Ciertamente que entre nosotros hay muchas necesidades de justicia y de paz; pero en todo el mundo hay muchas más, que también son nuestras. La caridad cristiana no tiene ninguna frontera. El corazón del cristiano no se puede cerrar nunca en un grupo o en un territorio, en una etnia o en una tierra. La caridad cristiana, que tiene su fuente en Jesús mismo, ve en toda persona un hermano, más allá de su raza, de su cultura, de su religión. El otro, sea quien sea, piense lo que piense, es un hermano.

La organización Manos Unidas, llevada por voluntarios, mayoritariamente mujeres, dada su raíz de mujeres de la Acción Católica, es muy concreta. Siempre me gusta recordar que Manos Unidas trabaja con proyectos bien concretos. Este año 2018 nuestro obispado de Vic tiene como objetivo financiar dos proyectos: uno en Perú, para el uso sostenible de recursos naturales y otro en Camerún, para la inserción socioeconómica de jóvenes desfavorecidos. En total la aportación que se nos pide es de unos 150.000 euros. Para poder llegar al objetivo señalado, Manos Unidas cuenta en nuestro obispado con una red presente en muchas parroquias, formada por personas que trabajan todo el año para tener el apoyo de los donativos, las campañas -cabe señalar con admiración la campaña de la “vela solidaria”-, aportaciones de entidades religiosas y organismos de la administración pública, escuelas y empresas. Pero quiero señalar la colecta que se hace el segundo domingo del mes de febrero en todas las parroquias de nuestras diócesis a favor de los proyectos de Manos Unidas. La colecta económica forma parte de la celebración de la Eucaristía. Quienes nos alimentamos de Cristo nos inserimos más y más en su Cuerpo. El fruto de la celebración de la misa, por su misma naturaleza, es la caridad. La colecta en favor de los más pobres es expresión de esta caridad, sin la cual no podemos celebrar la Eucaristía. Reflexionaba san Juan Crisóstomo: «¿Qué es el pan? El Cuerpo de Cristo. ¿Qué llegan a ser aquellos que lo reciben? El Cuerpo de Cristo. No muchos cuerpos, sino un solo cuerpo. Si, pues, todos existimos por la misma realidad y todos nos hacemos lo mismo, ¿por qué no mostramos, entonces, también el mismo amor, por qué no nos hacemos también una sola cosa en este sentido?» Nuestra aportación solidaria, unida a la de tantos, hará posible que nuestro mundo sea un poco más justo y, así, en el camino de la paz, porque lo que emana de la caridad perdura siempre, no muere nunca. + Romà Casanova Casanova Obispo de Vic

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Diócesis de Vitoria

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El Obispo de Vitoria

Monseñor Juan Carlos Elizalde Espinal, Obispo de Vitoria.

ueridos diocesanos:

Al llegar estas fechas quiero dirigiros unas palabras para apoyar la Campaña de Manos Unidas que como sabéis es una ONG de desarrollo de la Iglesia católica y de voluntarios, que trabaja para apoyar a los pueblos del Sur en su desarrollo y en la sensibilización de la población de nuestro país. Esta es nuestra opinión y deseo: ser útiles y enriquecedores para con los nuestros. De hecho, compartir tiene una fuerza tremenda y un efecto especial. El artículo 5º de sus Estatutos resume bien la razón de ser de Manos Unidas: Luchar contra el hambre, la deficiente nutrición, la miseria, la enfermedad, el subdesarrollo y la falta de instrucción; y trabajar para erradicar las causas estructurales que las producen: la injusticia, el desigual reparto de los bienes y las oportunidades entre las personas y los pueblos, la ignorancia, los prejuicios, la insolidaridad, la indiferencia y la crisis de valores humanos y cristianos. Nuestra diócesis quiere seguir caminando en esta misma línea de trabajo. Nuestra visión, cuyo fundamento es el Evangelio y la Doctrina social de la Iglesia, es que cada persona, hombre y mujer, en virtud de su dignidad e igualdad fundamental, sea capaz de ser, por sí mismo, agente responsable de su mejora material, de su progreso moral y de su desarrollo espiritual, y goce de una vida digna. La realidad de inmigrantes y refugiados está muy presente en Manos Unidas. Asume los 4 verbos del Papa para el logro de los dos Pactos Globales en el 2018: acoger, proteger, promover e integrar. Y trabaja denodadamente para impulsar proyectos en les países de origen de refugiados e inmigrantes. Es necesario encauzar dignamente la inmigración pero es vital promover la dignidad de vida de los países más vulnerables de manera que emigrar no sea una obligación y una condena. La Diócesis de Vitoria apoya plenamente los proyectos de Manos Unidas, agradece su voluntariado y desea que éste pueda reforzarse durante este año. Ziur gaude, guztiok batera atal berri hau aurrera eraman ahal dugula. Horregatik gara... “bidelagun”. Con mis mejores deseos, mi afecto y mi bendición, + Monseñor Juan Carlos Elizalde Obispo de Vitoria

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Diócesis de Zaragoza

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“Comparte lo que importa”

Monseñor Vicente Jiménez Zamora, Arzobispo de Zaragoza.

ueridos diocesanos:

Un año más la Campaña de Manos Unidas llama a nuestras puertas con un programa de actos, que se prolongan a lo largo del año 2018 y reclaman nuestra atención e interés.

Manos Unidas es una Organización No Gubernamental para el Desarrollo (ONGD). Es la Asociación de la Iglesia Católica en España para la ayuda, promoción y desarrollo del Tercer Mundo. Tiene 59 años de experiencia de trabajo en el campo de la cooperación al desarrollo de los pueblos del Sur y la sensibilización de la población española. Sus prioridades en proyectos de desarrollo se centran en cinco grandes líneas: la agrícola, la sanitaria, la educativa, la social y la de promoción de la mujer. Manos Unidas mantiene dos líneas de trabajo: 1) Dar a conocer y denunciar la existencia del hambre y de la pobreza, sus causas y sus posibles soluciones. 2) Reunir medios económicos para financiar los programas, planes y proyectos de desarrollo integral dirigidos a atender estas necesidades. Está presente en todo el territorio nacional español a través de 72 Delegaciones. Sus fondos proceden de las cuotas de los socios, una colecta anual en parroquias, aportaciones de colegios, empresas, organismos públicos, legados y donativos. La Campaña de Manos Unidas quiere ser conciencia crítica de la sociedad y de la Iglesia, que sienten el aguijón de la responsabilidad ante la situación del hambre en el mundo, resumen de todas las injusticias, con su cortejo de subdesarrollo e incultura. En la solución de este gravísimo problema hay implicadas muchas responsabilidades, a distintos niveles, que no es éste el momento de concretar, sino más bien de aprovechar la oportunidad que nos ofrece la Campaña de Manos Unidas, para aceptar con todas sus consecuencias lo que nos afecta y compromete a nosotros desde la conciencia humana y la fe cristiana. Plantarle cara al hambre En el año 2016, Manos Unidas inició un plan de trabajo para tres años con el objetivo de “plantarle cara al hambre” y reforzar el derecho a la alimentación de las personas más pobres y vulnerables del planeta. Luchar contra el hambre es misión de Manos Unidas, que nació como Campaña contra el Hambre. El hambre no es una fatalidad o un destino irreparable para muchas personas. El hambre es resultado de la injusticia. Así lo afirmaba el papa Juan Pablo II en la encíclica Sollicitudo rei socialis: “Una de las mayores injusticias del mundo contemporáneo consiste precisamente en esto: en que son relativamente pocos los que poseen mucho, y muchos los que no poseen casi nada. Es la injusticia de la mala distribución de los bienes y servicios destinados originariamente a todos”.

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El lema de este año: “Comparte lo que importa” Durante el año 2018 y con el lema “Comparte lo que importa”, en Manos Unidas continuaremos trabajando para poner en común experiencias, iniciativas y propuestas que nos ayuden a vivir el amor, la justicia y la solidaridad. Seguiremos plantando cara al hambre con buenas semillas, que hagan crecer una vida más justa y fraterna; semillas en forma de recursos, capacidades, responsabilidades y solidaridad. Continuaremos plantando cara al hambre a través de nuestro compromiso con la reducción del despilfarro de alimentos y con una producción agrícola destinada al consumo humano, sostenible y responsable. Asimismo, este año queremos dar un paso más y proponer alternativas de desarrollo sostenible que nos permitan avanzar en la erradicación del hambre en el mundo. Nuestro objetivo y nuestra fuerza es la defensa de la dignidad de la persona humana. Desde nuestra fe cristiana, debemos proteger la dignidad humana con una doble perspectiva: la obligación de proteger al débil y la de brindar solidaridad a los que están excluidos de la mesa común. Manos Unidas que traen esperanza Para estimular la labor solidaria de Manos Unidas son muy interpeladoras y oportunas las palabras del papa Francisco en la Primera Jornada Mundial de los Pobres del pasado mes de noviembre de 2017: “Benditas las manos que se abren para acoger a los pobres y ayudarlos: son manos que traen esperanza. Benditas las manos que vencen las barreras de la cultura, la religión y la nacionalidad derramando el aceite del consuelo en las llagas de la humanidad. Benditas las manos que se abren sin pedir nada a cambio, sin ‘peros’ ni ‘condiciones’: son manos que hacen descender sobre los hermanos la bendición de Dios”. Con esta Carta pastoral, como Arzobispo de Zaragoza expreso públicamente mi gratitud sincera a todo el equipo de nuestra Delegación Diocesana de Manos Unidas y a todos los voluntarios por su trabajo entusiasta y eficaz durante el año. Gracias a Dios la respuesta de los diocesanos es siempre muy generosa y nos permite financiar los proyectos propuestos para cada Campaña. Con mi afecto y bendición, + Vicente Jiménez Zamora Arzobispo de Zaragoza

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SERVICIOS CENTRALES Barquillo, 38-3ยบ. 28004 Madrid TEl.: 91 308 20 20. Fax: 91 308 42 08 info@manosunidas.org www.manosunidas.org


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