Cartas pastorales de Manos Unidas 2019

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Cartas Pastorales con motivo de la

Jornada Nacional de Manos Unidas CampaĂąa 60

Febrero 2019


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Sumario Diócesis de: 4

Albacete

7.

4

Mérida-Badajoz

61.

4

Alcalá de Henares

9.

4

Mondoñedo-Ferrol

63.

4

Almería

11.

4

Orihuela-Alicante

65.

4

Asidonia-Jerez

13.

4

Osma-Soria

67.

4

Astorga

15.

4

Ourense

69.

4

Ávila

17.

4

Palencia

71.

4

Barbastro-Monzón

19.

4

Pamplona y Tudela

73.

4

Barcelona

21.

4

San Sebastián

75.

4

Bilbao

23.

4

Santander

77.

4

Burgos

25.

4

Santiago de Composte-

79.

4

Cádiz-Ceuta

27.

la

4

Calahorra y

81.

4

Segorbe-Castellón

83.

La Calzada-Logroño

29.

4

Segovia

85.

4

Ciudad Real

31.

4

Sevilla

87.

4

Córdoba

33.

4

Sigüenza-Guadalajara 89.

4

Coria-Cáceres

35.

4

Tarazona

91.

4

Getafe

37.

4

Tarragona

93.

4

Guadix

39.

4

Tenerife

95.

4

Huelva

41.

4

Terrassa

97.

4

Huesca y Jaca

43.

4

Teruel y Albarracín

99.

4

Jaén

45.

4

Toledo

101.

4

León

47.

4

Tortosa

103.

4

Lleida

49.

4

Tui-Vigo

105.

4

Lugo

51.

4

Urgell

107.

4

Madrid

53.

4

Vic

109.

4

Mallorca

57.

4

Vitoria

111.

4

Menorca

59.

4

Zamora

113.

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Saludo

T

Mons. Carlos Escribano Subías, Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño y Consiliario de Manos Unidas.

engo la satisfacción de presentar este conjunto de Cartas pastorales que mis hermanos Obispos han escrito en las distintas diócesis españolas con motivo de la tradicional Campaña de Manos Unidas. Y digo satisfacción, pues en esta ocasión se refiere a la sexagésima Campaña contra el Hambre, que viene desarrollándose en nuestro país desde 1959. Sí, sesenta años de trabajo, de constancia, de fe, de generosidad, de buen hacer y todo con un objetivo: declarar la guerra al hambre para intentar acabar con ella en el mundo. Siempre hay que dar las gracias y en este año de modo espacial a aquel grupo entusiasta de mujeres de Acción Católica. La primera Campaña surgió de un manifiesto lanzado en 1955 por la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC) que quería plantar cara al hambre en el mundo y derrotarlo. Fue un manifiesto que buscaba remover conciencias y cambiar las cosas que generaban el hambre y golpeaba a tantos hombres, mujeres y niños en tantos países. En España fue acogido y se concretó en 1959: había nacido Manos Unidas. Aquellas mujeres de Acción Católica se atrevieron a soñar. Comenzaron con dos acciones sencillas. Una cuestación nacional para conseguir dinero y paliar el hambre en el mundo a través de algunos proyectos y la realización de una jornada de ayuno voluntario que ayudase a tomar conciencia de este gran problema: ayudar allí y concienciar aquí. Han pasado sesenta años y aquel esquema de trabajo mantiene hoy todo su vigor y sigue siendo el camino que actualmente Manos Unidas sigue proponiendo. La primera dimensión, ayudar allí, podemos verla en la gran cantidad de proyectos que se aprueban cada año y que benefician a muchísima gente que está en situaciones de gran pobreza. La precariedad de nuestros hermanos más desfavorecidos debe generar para los cristianos una sana y permanente insatisfacción. Es mucha la gente que sufre y atenderla conforme a su dignidad justifica con creces tantos esfuerzos hechos en estas seis décadas y el reto de seguir trabajando sin descanso en su favor. Como nos recordaba Francisco en su mensaje para la II Jornada Mundial de los Pobres: «La respuesta de Dios al pobre es siempre una intervención de salvación para curar las heridas del alma y del cuerpo, para restituir justicia y para ayudar a reemprender la vida con dignidad. La respuesta de Dios es también una invitación a que todo el que cree en él obre de la misma manera, dentro de los límites humanos. La Jornada Mundial de los Pobres pretende ser una pequeña respuesta que la Iglesia entera, extendida por el mundo, dirige a los pobres de todo tipo y de cualquier lugar para que no piensen que su grito se ha perdido en el vacío. Probablemente es como una gota de agua en el desierto de la pobreza; y sin embargo puede ser un signo de cercanía para cuantos pasan necesidad, para que sientan la presencia activa de un

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hermano o una hermana. Lo que no necesitan los pobres es un acto de delegación, sino el compromiso personal de aquellos que escuchan su clamor. La solicitud de los creyentes no puede limitarse a una forma de asistencia -que es necesaria y providencial en un primer momento-, sino que exige esa “atención amante” (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 199), que honra al otro como persona y busca su bien». Reconocer a nuestros hermanos más pobres como personas y buscar su bien. Esa es la respuesta decidida que en estos sesenta años Manos Unidas ha venido dando como un modo certero de concretar esa «atención amante» que el Papa nos solicita. Y eso se consigue con los cientos de proyectos que cada año se aprueban y que son financiados por el esfuerzo de muchos. Cuanta gente en todas nuestras diócesis conocen a través de Manos Unidas las necesidades de gente muy lejana geográficamente y que, sin embargo, acaban haciéndose prójimos, aportando su ayuda y dinero para conseguir para ellos una vida más acorde con su dignidad. La segunda intención original de aquellas mujeres sería la de concienciar aquí. Cuantas acciones se emprenden en nuestras parroquias y delegaciones que ayudan a darse cuenta de una realidad a la que debemos salir al paso. Estamos llamados a comprender los sentimientos y opciones más profundas del corazón de Jesús (cfr. Mateo 25). Al comprenderlas debemos aceptarlas y recibirlas «con sincera apertura, “sine glossa”, es decir, sin comentario, sin elucubraciones y excusas que les quiten fuerza. El Señor nos dejó bien claro que la santidad no puede entenderse ni vivirse al margen de estas exigencias suyas, porque la misericordia es “el corazón palpitante del Evangelio”» (Francisco, Gaudete et exúltate 96). En tantos lugares durante todo el año y especialmente durante la Campaña, se hacen multitud de acciones: actividades en parroquias y colegios; cenas del hambre y conciertos; carreras solidarias y mercadillos… y un sinfín de iniciativas que surgen del compromiso generoso de muchas personas y, lo que es más importante, presentan a mucha gente el trabajo de Manos Unidas y su vocación a servir y apoyar a los más necesitados. Entre ellos están las mujeres. Así lo expresa con singular intuición nuestra Campaña de este año. En el cartel aparece una mujer india, que muy bien podría representar a la mujer en muchos lugares del mundo y que ilustra un gran lema: LA MUJER DEL SIGLO XXI. Ni independiente, ni segura ni con voz. Son tres negaciones que provocan. Las cosas van cambiando, pero este siglo que pretende ser el definitivo para tantas lacras sociales, también las está poniendo de relieve con más claridad que nunca. Es un lema para pensar, es un lema para cambiar, es un lema para respetar el plan de Dios sobre los humanos, a los que creó hombre y mujer, iguales en derecho y dignidad (cf. Gn 5,2). Gracias a mis hermanos en el episcopado por el apoyo que nos dan en el día a día de Manos Unidas en las diócesis españolas y por sus mensajes de apoyo y reconocimiento contenidos en estas cartas pastorales. Muchas felicidades en este sesenta cumpleaños. + Carlos Escribano Subías Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño y Consiliario de Manos Unidas

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Diócesis de Albacete

Unamos de nuevo nuestras manos y nuestros corazones

M

Monseñor Ángel Fernández Collado, Obispo de Albacete.

anos Unidas nos presenta, en estos días, con el empeño y la ilusión de siempre, su Campaña anual contra el Hambre, que os invito a secundar con toda generosidad. La fe cristiana aporta una perspectiva que refuerza nuestro compromiso en la construcción de un mundo más justo. Iluminado por el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia, manifiesta, abiertamente, que la pobreza y el hambre son contrarias a la dignidad humana. Después de tantos años de esfuerzo y de los importantes logros conseguidos, según datos de la FAO, las personas en situación de hambre han aumentado. Sabemos que los efectos del cambio climático y de los conflictos bélicos, principales causas apuntadas, tienen siempre un impacto especial entre los más empobrecidos. Manos Unidas no se cansa de repetirnos que el hambre no es una fatalidad, sino la consecuencia de estructuras, relaciones y comportamientos que generan desigualdad y exclusión. Hay que reconocer que, si hay situaciones a las que parece fácil dar solución pero no se solucionan, somos moralmente culpables. Seguimos plantándole cara al hambre con el lema: “Creemos en la igualdad y en la dignidad de las personas”. Manos Unidas, dando un paso más, quiere compartir, desde la racionalidad, propuestas alternativas y experiencias concretas de cambio que, aunque sean muy modestas, acreditan que es posible una realidad distinta. Por eso, Manos Unidas, al promover cada año esta Campaña, no se olvida de invitarnos a la oración y al ayuno voluntario. Ese es uno de los secretos de su eficacia. El ayuno voluntario nos hace solidarios con el pobre; la oración, si es verdadera, nos cambia el corazón. Invito a los Sacerdotes, Vida Consagrada, catequistas, profesores, niños, jóvenes e instituciones diocesanas…; en definitiva, a toda la Diócesis, a poner el mejor empeño para lograr la eficacia y buen resultado de la Campaña de Manos Unidas. Las colectas que se realicen hoy, en todas las parroquias, iglesias y capillas de la Diócesis serán destinadas para esta Campaña Contra el Hambre. Secundando la llamada de las voluntarias y voluntarios de Manos Unidas, cuya generosidad y empeño agradecemos, unamos nuestras manos y nuestros corazones en esta Campaña 2019. + Ángel Fernández Collado Obispo de Albacete

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Diócesis de Alcalá de Henares

“Creemos en la igualdad y en la dignidad de las personas”

Q

Monseñor Juan Antonio Reig Pla, Obispo de Alcalá de Henares.

ueridos diocesanos:

Desde su fundación en 1959, Manos Unidas trabaja sin descanso para mejorar las condiciones de vida de millones de seres humanos en tres continentes: América Latina, África, y Asia. Ya, en el año 1968, en el boletín de Manos Unidas se podía leer el siguiente texto: “La IX Campaña contra el Hambre en el Mundo que realizan en España, las Mujeres y las Jóvenes de la Acción Católica, coincide con el Año de los Derechos del Hombre, preconizado por las Naciones Unidas. Entre estos derechos tan glosados y tan poco cumplidos, figura en primer lugar el derecho a vivir, es decir, el de disponer de la alimentación indispensable; el derecho al trabajo con una remuneración justa; el derecho a la instrucción y a la educación; al libre ejercicio de la religión, al descanso, a la libertad de residencia, el derecho del hombre a su propia dignidad…” Durante estos 60 años, el trabajo de Manos Unidas se ha centrado especialmente en acompañar y apoyar proyectos de desarrollo agrícola, sanitario, educativo, social y de promoción de las mujeres. La Campaña de este año, que inicia el trienio 2019-2021 bajo el lema “promoviendo los derechos con hechos”, refleja toda la trayectoria de Manos Unidas siempre ligada a la lucha por los derechos humanos. Los derechos humanos son la expresión social de la dignidad humana, que van acompañados de los deberes específicos de proteger, respetar y garantizar la vida digna para todo ser humano. En este sentido, celebrando el 60 aniversario de experiencia, Manos Unidas sigue con un deseo en acompañar a los pobres en sintonía con otras instancias que también plantean la lucha contra el hambre desde la clave de una promoción efectiva de los derechos humanos. Se trata de un compromiso constante, durante todo el año y todos los años, para impulsar en nuestra Diócesis y en toda la sociedad española valores, actitudes y compromisos compatibles con la defensa de la dignidad humana. Para defender la dignidad de las personas es imprescindible luchar por la realización efectiva de sus derechos. Este aniversario de Manos Unidas nos recuerda también nuestra vocación profética y misionera que brota del bautismo. En consecuencia, estamos llamados a trabajar por la justicia del Reino, que implica cambiar el corazón y las estructuras de pecado que nacen en el corazón humano. Por tanto, deseamos valorar, felicitar y agradecer a todos los voluntarios y colaboradores que, inspirados por su conciencia cristiana, están comprometidos con la Campaña contra el hambre de Manos Unidas.

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Con todo lo expuesto os invito a participar en la 60º Campaña contra el Hambre de Manos Unidas, porque es una clara oportunidad para abrir los ojos del mundo y ver la realidad de tantos hermanos que nos necesitan. Colaborando entre todos en los proyectos de Manos Unidas de nuestra Diócesis Complutense realizamos un sueño de muchos y constituimos un mundo nuevo, una vida mejor. Con mi bendición, + Juan Antonio Reig Pla Obispo de Alcalá de Henares

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Diócesis de Almería Igualdad y dignidad de las personas 60 años de Manos Unidas.

Q

Monseñor Adolfo González Montes, Obispo de Almería.

ueridos diocesanos:

El lanzamiento de la campaña de 2019 de Manos Unidas comienza este año haciendo memoria de sus sesenta años de existencia, que arrancan del inicio de la «Campaña contra el hambre en el mundo» lanzada por las mujeres de Acción Católica hace seis décadas, un tramo histórico de compromiso de amor al prójimo que acredita al cristianismo como fe que inspira la humanización de la vida y la paz social; una fe que alienta la búsqueda del bienestar de las personas y su promoción íntegra, material y espiritual. El lema «Creemos en la igualdad y en la dignidad de las personas» tiene una razón natural de ser de alcance universal: la común humanidad de todas las personas; y tiene una razón trascendente, que descubre el fundamento de esta común humanidad en la paternidad de Dios, que ha creado a los seres humanos en aquella dignidad que le confiere la semejanza divina en la cual fueron creados. La fe, nada quita a lo que a la razón se le alcanza, al hacer descansar la declaración universal de los derechos humanos en la común participación de la misma condición, fundamento de los sentimientos de compasión, solidaridad y altruismo que inspiran todas las obras de ayuda y promoción de los más débiles y desfavorecidos. La fe ilumina el amor al prójimo convirtiendo el altruismo y la sola beneficencia en generosa entrega de la vida por amor a Dios y al prójimo como a uno mismo. Amor al prójimo no sólo por solidaridad, sino porque Dios amó al hombre por sí mismo e incondicionalmente, antes de que el ser humano pudiera darse a sí mismo razón alguna para amar y no odiar al prójimo. Manos Unidas pide colaboración y ayuda para llevar a cabo los proyectos que presenta en cada edición anual de su acción benefactora y promocional. Lo hace promoviendo la igualdad y el respeto a la dignidad de las personas, llamando con sus proyectos la atención sobre las necesidades de los países más empobrecidos y de los sectores sociales excluidos o en riesgo de exclusión. Trabaja con particular preocupación por la infancia y las mujeres, porque son ellas y los niños las personas que padecen en las sociedades deprimidas más sometimiento y marginación social y cultural; y lo hace sin dejar de promover una maternidad que repercuta en la crianza de los niños asistida por la higiene y la alimentación adecuada. Manos Unidas se ha convertido así en un ejemplo de ONG sin otras compensaciones que la satisfacción que produce contribuir a humanizar la vida de las personas, porque con palabras de Jesús: “hay mayor alegría en dar que en recibir” (Hch20,35). La igualdad entre las personas se acredita en la misma medida en que, al tiempo que se salvaguarda la igualdad en dignidad de hombres y mujeres, no se violentan ideológica-

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mente las dotes de cada uno, las de cada hombre y cada mujer, sin que la promoción de un igualitarismo que ignora la identidad de cada sexo, ahogue su complementariedad; sin que la promoción laboral y social de la mujer margine y haga imposible a la madre el ejercicio compartido con el padre del cuidado de los recién nacidos. Manos Unidas trabaja por abrir cauces de acceso sostenible al agua entre los pobres del mundo, imprescindible no sólo para una alimentación necesaria y sana, sino del mismo modo para la crianza de los hijos con la garantía de la higiene. Trabaja para devolver dignidad a la maternidad fracasada y recomponer o proporcionar un hogar para los niños de la calle, abandonados a su suerte y pasto de la explotación y la delincuencia desde la infancia. Para ello compromete la presencia de su actuación en latitudes muy diversas, propiciando proyectos de educación de la infancia que pasan previamente por proporcionar educación social y promoción laboral de la mujer sometida. Cuando se repasan los proyectos presentados por Manos Unidas en esta última década se toma conciencia de cuánto esfuerzo e información han sido necesarios para elaborar los proyectos. No sólo, cualquiera puede constatar también cuánta ayuda técnica y financiera para llevarlos a cabo y combatir el hambre en el mundo, promocionando la igualdad y dignidad de las personas, ha puesto en juego esta organización de mujeres católicas que ha cumplido sesenta años de eficaz compromiso de apostolado social. Con mi afecto y bendición, + Adolfo González Montes Obispo de Almería

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Diócesis de Asidonia-Jerez “La mujer del siglo XXI: ni independiente, ni segura, ni con voz”. Campaña de Manos Unidas

A

Monseñor José Mazuelos Pérez, Obispo de Asidonia-Jerez.

los sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, seminaristas y a todos los fieles,

Durante este año, llevaremos a cabo la Campaña LX bajo el lema «La mujer del siglo XXI: ni independiente, ni segura, ni con voz». Sesenta años de apostolado llenos de trabajo e ilusión llevando el Evangelio al mundo. Deseo en nombre de la Diócesis de Asidonia-Jerez y en el mío propio expresar nuestra alegría y nuestra acción de gracias al Señor al celebrar el sesenta aniversario de la fundación de MANOS UNIDAS. Al mismo tiempo, quiero recordar la necesidad que como Iglesia tenemos de trabajar con Manos Unidas en la defensa de la Dignidad de la Persona. Dicha defensa supone afirmar que cada ser humano, hombre, mujer, niño, niña, feto o embrión es imagen de Dios; que cada ser humano es una persona libre destinada a existir para el bien de otros en igualdad y fraternidad; y que cada una y todas las personas desde su concepción hasta su muerte son iguales y se les debe reconocer la misma libertad y la misma dignidad. Es la persona humana el centro de toda la creación y es defendiendo su dignidad como podemos alcanzar una auténtica ecología y un mundo más humano. No podemos olvidar que la negación de la dignidad de los seres humanos está en la base y es causa de la pobreza y la exclusión que sufren cientos de millones de personas en nuestro mundo. Es por ello que se ha de reconocer y defender siempre la dignidad de cada ser humano como criterio fundamental de los proyectos sociales, culturales y económicos. Es necesario, como cristianos, y desde la Doctrina Social de la Iglesia, unir esfuerzos para alcanzar un desarrollo humano integral, cimentado en el respeto a los derechos humanos, pues la dignidad de todo hombre solamente queda garantizada cuando todos sus derechos fundamentales son reconocidos, tutelados y promovidos Ante este reto, quiero invitar a todas las parroquias, movimientos, asociaciones, hermandades y comunidades cristianas de nuestra Diócesis a participar en esta campaña que celebra Manos Unidas. Os animo a uniros al gesto significativo del «Día del Ayuno Voluntario» que se celebrará el viernes 08 de febrero, a participar en la Eucaristía ese mismo día a las 20,00 h. en la S.I. Catedral, y a ofrecer una generosa aportación económica tanto en las colectas de las Misas del próximo domingo 10 de febrero, como en las mesas petitorias en las calles de la ciudad. Aprovecho también para expresar mi gratitud a todos los hermanos que han colaborado durante estos años y a los que formáis parte por vuestra labor apostólica y por el testimo-

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nio evangelizador que realizáis en esta Diócesis. Y deseo enviar un mensaje de felicitación y estímulo a los numerosos asociados y colaboradores que, inspirados por su conciencia cristiana, están comprometidos con Manos Unidas. Con mi cordial saludo y bendición, + José Mazuelos Pérez Obispo de Asidonia-Jerez

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Diócesis de Astorga

La dignidad de la mujer Campaña de Manos Unidas 2019

L

Monseñor Juan Antonio Menéndez Fernández, Obispo de Astorga.

a organización eclesial Manos Unidas nos convoca como cada año a una jornada de ayuno en solidaridad con las personas que sufren el hambre de alimentos, de cultura o de salud como consecuencia de las injusticias humanas. El ayuno es un gesto de desprendimiento y de disponibilidad. Quien se priva no sólo de lo que le sobre sino incluso de lo necesario manifiesta un espíritu generoso y de apertura a Dios y a los demás. No podemos reducir la Campaña de Manos Unidas sólo a una cuestación, es necesario implicarse personalmente con los problemas y una de estas formas de implicación es precisamente el ayuno solidario con los que, desgraciadamente, ayunan la mayor parte de los días del año. En esta campaña del año 2019, se nos invita a contemplar la situación de la Mujer del siglo XXI. Gracias a Dios y al esfuerzo de muchas mujeres y varones, la sociedad cada día toma una mayor conciencia de la dignidad e igualdad de la mujer, de sus derechos inalienables y de su capacidad de poder social, cultural, político o económico. Dios ha querido crear al hombre y a la mujer iguales en su dignidad y en su destino aunque, al mismo tiempo, diferentes en su configuración sexual y corporal. También en su sensibilidad. Estas diferencias no pueden convertirse en armas arrojadizas entre los dos sexos sino en fuente de complementariedad y de unión fraterna como hijos de Dios que son los dos. Por desgracia, en algunas partes del mundo, se le niegan a la mujer muchos de sus legítimos derechos. Como nos recuerdan las voluntarias de Manos Unidas: La Mujer del siglo XXI ni independiente, ni segura, ni con voz. De ahí que muchos de los proyectos de Manos Unidas estén dirigidos a la promoción de la mujer comenzando por la alfabetización y siguiendo por la enseñanza, la sanidad, la dignidad de su trabajo y la participación social. Las cifras sobre la situación de la mujer en el mundo son todavía muy preocupantes. Por ejemplo, de los 1.300 millones de personas que viven en la pobreza cerca del setenta por ciento son niñas y mujeres. Lo mismo sucede con las mujeres que no tienen acceso a la educación o siguen trabajando en el hogar y fuera de él. Quiero hacer una mención especial a las mujeres inmigrantes y refugiadas sobre las que pesa además la inseguridad de vivir en un país extranjero donde tienen que hacer grandes esfuerzos para integrarse tanto en la vida laboral como en la familiar y social. Este año la Delegación de Manos Unidas de la diócesis de Astorga ha asumido un proyecto para la promoción de las comunidades indígenas en el Departamento de Cauca en Colombia. Se trata de formar a líderes indígenas para que puedan desarrollar su propio gobierno y atender a las víctimas del último conflicto armado. Este proyecto beneficiará a más de mil cuatrocientas personas. El coste total será de cerca de noventa mil euros. Animo a todos los diocesanos a colaborar con Manos Unidas bien como socio permanente, como volun-

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tario, como participante en las distintas iniciativas que promueven a lo largo del año. Confío en la generosidad de todos para poder llevar a cabo este hermoso proyecto. + Juan Antonio Menéndez Fernández Obispo de Astorga

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Diócesis de Ávila

“Manos Unidas”, 60 años quitando hambre del mundo

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Monseñor José María Gil Tamayo, Obispo de Ávila.

- Más de 800 millones de personas hambrientas en el mundo no nos pueden dejar indiferentes: hemos de erradicar esta lacra. - La atención a los pobres, compartir lo que tenemos con ellos, no es para los cristianos una mera cuestión opcional, forma parte de manera irrenunciable y esencial de la vida religiosa según el Evangelio. - El Papa Francisco nos recuerda que mientras no se resuelvan los problemas de los pobres no se resolverán los del mundo. La desigualdad es la raíz de los males sociales. ueridos Diocesanos de Ávila:

Transcurrido un mes de 2019 y vueltos a la vida ordinaria, un año más la Organización Católica “Manos Unidas” nos presenta su campaña de lucha contra el hambre en el mundo. Son ya 60 ediciones insistiéndonos en algo esencial de humanidad y cristianismo, que al fin al cabo son inseparables: que la verdadera fe se muestra y autentifica en el amor al prójimo, hasta el punto, como Jesús nos anticipa en el Evangelio, de consistir precisamente el temario del juicio final de nuestra vida y de la humanidad misma: “Entonces dirá el Rey a los de su derecha: -Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber… - Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber?...Y el Rey les dirá: -En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.”(Mt 25, 34-40). La encarnación del Hijo de Dios no termina en su Humanidad Santísima, sino que se prolonga en nuestros hermanos, en especial en los más necesitados, en los más pobres y desvalidos, ya que Cristo ha unido en sí nuestra humanidad (cfr. GS, 22), convirtiéndose en la vocación suprema del ser humano. Nada de lo humano no es extraño. No puede serlo. Por tanto la imagen que nos propone Jesús, que ha hecho del amor al prójimo, el distintivo de los cristianos (cf. Jn 13,35), no es algo que podamos relegar o rebajar, salirnos por la tangente. Nuestro S. Juan de la Cruz, el mayor de los místicos espirituales con Santa Teresa de Jesús, lo supo entender bien hasta el punto de sentenciar que “en el atardecer de nuestra vida seremos examinados en el amor” y el Papa Francisco nos dice que en el pobre tocamos la carne de Cristo: “Jesús toca la miseria humana, invitándonos a estar con Él y a tocar la carne sufriente de los demás… Sin embargo, no son pocas las veces que sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor”(Homilía 29.6.2018). Tocar la carne de Cristo en el desvalimiento de la lacra histórica y dolorosamente persistente del hambre en el mundo es lo que viene haciendo desde hace más de medio siglo y desde el compromiso cristiano Manos Unidas. Por desgracia, a pesar de los milagros con-

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seguidos por ella de aliviar a millones de personas y promover el desarrollo de los más pobres en el Tercer Mundo con sus múltiples proyectos de desarrollo y con la creación de una cultura de la solidaridad y de defensa y promoción de los derechos humanos, el hambre persiste y se acrecienta. Las cifras más que “cantar”, “lloran” en este sentido, como nos señala Manos Unidas: “Todavía para millones de personas el desarrollo integral sostenible es un imposible. Datos que nos muestran esta contradicción: 821 millones de personas pasan hambre en el mundo, una de cada nueve, y una de cada tres, malnutrición; casi la mitad de la población mundial carece de acceso a servicios básicos de salud; alrededor de 100 millones de personas se ven abocadas a la pobreza extrema por pagar los servicios básicos de salud; más de 800 millones de personas gastan al menos el 10% de su presupuesto familiar para cuidar la salud; el VIH infecta a 2 millones de personas al año; en todo el mundo mueren al día 18.000 personas debido a la contaminación atmosférica; 263 millones de niños y jóvenes, la cuarta parte de la población europea, no están escolarizados; en promedio, 24 personas por minuto se ven desplazadas forzosamente de sus hogares”(R. Doc. Base 2019). El desafío continúa y mientras no se solucionen los problemas de los pobres no se resolverán los del mundo y no podemos mirar para otro lado. No debemos caer en la tentación de un cristianismo privado, egoísta y aislado, como nos advierte el Papa cuando señala que “muchos tratan de escapar de los demás hacia la privacidad cómoda o hacia el reducido círculo de los más íntimos, y renuncian al realismo de la dimensión social del Evangelio. Porque, así como algunos quisieran un Cristo puramente espiritual, sin carne y sin cruz, también se pretenden relaciones interpersonales sólo mediadas por aparatos sofisticados, por pantallas y sistemas que se puedan encender y apagar a voluntad. Mientras tanto, el Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su presencia física que interpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría que contagia en un constante cuerpo a cuerpo. La verdadera fe en el Hijo de Dios hecho carne es inseparable del don de sí, de la pertenencia a la comunidad, del servicio, de la reconciliación con la carne de los otros” (EG, 88). Basten estas ideas para que todos no sintamos interpelados y motivados para responder con generosidad a la Campaña de este año 2019 de Manos Unidas en nuestra diócesis. Somos porcentualmente, así se consta de lo recaudado a lo largo de los últimos años, de las diócesis más generosas a pesar de la trágica disminución de nuestra población no sólo en su número, sino también por el doloroso empobrecimiento salarial que, según nos daba cuenta la prensa recientemente, el 53% de los sueldos en la provincia de Ávila no llegó a 900 euros al mes en 2017, situándose el salario medio de los abulenses casi doscientos euros por debajo de la media regional y nacional (cf. Diario de Ávila, 20-1-2019). Pero, como siempre, los pobres son los más generosos. No perdamos esta sensibilidad que Jesús alaba en el Evangelio (cf. Mc 12, 41-44) y no quedará sin recompensa. Quiero terminar esta carta dando las gracias de corazón a los responsables diocesanos de Manos Unidas, a sus voluntarios y benefactores, presentes en todas las parroquias y realidades eclesiales, así como en el ámbito civil. ¡Gracias por vuestra generosidad! ¡Dios os lo pague! Unamos a ello nuestra oración a Dios por los pobres. Con mi saludo fraterno, recibid mi bendición,

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+ José María Gil Tamayo Obispo de Ávila


Diócesis de Barbastro-Monzón

Manos Unidas ¡mujeres de pasión, con (m) pasión!

E

Monseñor Ángel Pérez Pueyo, Obispo de Barbastro-Monzón.

l año pasado me invitaron a hablar en el Encuentro Regional de Cofradías de Aragón sobre el papel de la mujer en la semana santa. Jugué con la preposición «DE» y «CON». Si la uno con la siguiente palabra, cambiaría la «N» por la «M» dando un toque genuino y singular al papel que jugaron en la obra de la redención. Mujeres de pasión, mujeres con pasión, mujeres compasión. Aunque aparentemente pareciera que ocupan un lugar secundario en la historia de la humanidad si se les respeta su verdadera dignidad son el motor de cambio más fecundo y relevante para la historia de la humanidad. Escogí varios pasajes de la Escritura para justificar que mientras los apóstoles dormían en Getsemaní, según el cuadro del Greco, en un plano secundario aparece la imagen de las mujeres que aguardan el advenimiento de un mundo nuevo. La mujer que se cuela en el banquete y tiene la osadía de lavar los pies del Señor, anticipándose a aquel sublime gesto del lavatorio de los pies que inmortalizará el servicio como el estilo de vida de todo discípulo. O la mujer de Poncio Pilato que delata la injusticia que está cometiendo su marido… Hace 60 años un grupo de intrépidas mujeres de Acción Católica, por la fuerza del Espíritu, se sienten urgidas a hacer un compromiso claro con los excluidos de este mundo. Tocadas por la falta de dignidad de tantos seres humanos, trataron de buscar una respuesta, promoviendo derechos con hechos. Al final fueron ellas las que se constituyeron en respuesta humilde pero fecunda para la humanidad. También en nuestra Diócesis la labor que realiza otro ramillete de mujeres, que hacen gala a su condición de aragonesas, logran revolver por dentro cada año las conciencias y los corazones de los hijos del Alto Aragón. Su claro compromiso con los excluidos, su lucha por la igualdad y dignidad de las personas, su apuesta firme por la justicia y la paz, su reivindicación justa por los derechos de la mujer, su formación sus capacidades y su independencia… hacen creíble el proyecto que nos ofrecen. Comparte, no lo que te sobra. Regálate. Mejor, descúbrete como dádiva de Dios para cuantos tienen hambre de pan, de justicia, de dignidad, de respeto, de ternura, de amor… hambre de Dios mismo. En nombre de todos los beneficiarios del proyecto (84.270,00€) quisiera expresaros su gratitud. También a esta «patrulla de mujeres» de «MANOS UNIDAS» por el esfuerzo realizado en conseguir el objetivo humanizador y educativo que se han propuesto. Con mi afecto y bendición, + Ángel Pérez Pueyo Obispo de Barbastro-Monzón

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Diócesis de Barcelona

“Manos Unidas, 60 años por un mundo justo”

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Monseñor Juan José Omella Omella, Arzobispo de Barcelona.

ste domingo celebramos la Jornada de Manos Unidas con el lema «Creemos en la igualdad y en la dignidad de las personas». Esta institución de la Iglesia católica hace 60 años que lucha contra el hambre, la pobreza, el subdesarrollo y sus causas. En relación con esta entidad, quisiera compartir el recuerdo íntimo de un momento vivido en uno de los países más pobres del mundo. Este verano viajé a Madagascar para predicar unos ejercicios espirituales a sacerdotes. Allí conocí comunidades cristianas que viven en ambientes rurales con dificultades económicas a pesar de los abundantes recursos naturales que tienen. Y lo que más me impactó fue su acogida, muy humana, generosa, afable y desinteresada. En este rincón del mundo, el calor es intenso, pero lo supera con creces la calidez humana que uno se encuentra. Te sientes envuelto por la gente sencilla, que te ofrece el corazón. Y en este lugar lejano, entre esta gente acogedora, lo que también me impresionó fue ver un letrero inmenso con las palabras: «Manos Unidas». Sí, fue al terminar la Eucaristía dominical en la catedral de la diócesis de Diego-Suárez. La gente agradeció así a Manos Unidas la restauración de la escuela de la catedral. Con las manos unidas, todos juntos, podemos llegar muy lejos y Manos Unidas, sin duda, ha llegado muy lejos, en el tiempo y en la geografía. Fue un placer poder ver sobre el terreno la labor de algunos misioneros y gente del país. Comprobé como unidos a Cristo y alimentados por su vida, mantienen viva la esperanza de la comunidad y recuperan, poco a poco, la dignidad perdida. En estos países a los que de manera incorrecta nos referimos como el Tercer Mundo, donde nuestros hermanos no tienen los recursos básicos para vivir, Manos Unidas financia proyectos de desarrollo comunitario surgidos de la iniciativa de las mismas poblaciones locales: creación de hospitales y escuelas, construcción de viviendas, producción de alimentos, acceso al agua potable, energía y otros recursos básicos, etc. El dinero llega directamente a su destino sin pasar por ningún intermediario. Manos Unidas audita sus cuentas, supervisa los progresos de los proyectos y publica cada año una memoria de actuaciones a fin de dar la máxima transparencia a su labor. Gracias, Manos Unidas, por vuestra lucha decidida contra la pobreza en el mundo. Gracias por creer que es posible erradicarla. Y gracias también a todos los que cooperáis con Manos Unidas: trabajadores, socios, voluntarios que regaláis vuestro tiempo, colaboradores que hacéis donativos y, sobre todo, gracias a todos los que aportáis mucha ilusión. ¡Que Dios os bendiga!

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No podemos ignorar a nuestros hermanos más pobres, de aquí y de todo el mundo. La colecta de este domingo en todas las parroquias y comunidades cristianas está destinada a esta institución y a la labor que hace. Queridos hermanos, seamos generosos para colaborar en esta finalidad tan humanitaria, especificada en el lema de este año: «Creemos en la igualdad y en la dignidad de las personas». + Juan José Omella Omella Arzobispo de Barcelona

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Diócesis de Bilbao

La mujer del siglo XXI Campaña Manos Unidas 2019

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Monseñor Mario Iceta Gabicagogeascoa, Obispo de Bilbao.

ueridos hermanos y hermanas:

1. La campaña que anualmente realiza Manos Unidas, en la que se nos alienta a colaborar para erradicar el hambre y las injusticias en el mundo, está dedicada este año a la situación de la mujer. En el lema de esta jornada se nos habla de la falta de independencia, seguridad y voz de la mujer en tantas partes del mundo. 2. La igual dignidad hombre y mujer se encuentra en el mensaje central del Evangelio de Jesús. Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza. En su relación de reciprocidad y amor se encuentra de modo particular la plasmación de la propia vida intratrinitaria. Lamentablemente, esta dignidad de la mujer, la promoción y defensa de sus valores propios, sus derechos, su papel en los diversos ámbitos, ha debido recorrer un largo y difícil camino para su reconocimiento real, y aún queda mucho por hacer, también en nuestra cultura occidental. 3. El Papa Francisco afirma que “La Iglesia reconoce el indispensable aporte de la mujer en la sociedad, con una sensibilidad, una intuición y unas capacidades peculiares que suelen ser más propias de las mujeres que de los varones… El genio femenino es necesario en todas las expresiones de la vida social; por ello, se ha de garantizar la presencia de las mujeres también en el ámbito laboral y en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes, tanto en la Iglesia como en las estructuras sociales” (EG, 103). También es necesario reconocer e impulsar las aportaciones que la mujer está llamada a desempeñar en la Iglesia, desde los dones y valores que proceden de ella misma. Así sigue afirmando el Papa Francisco: “Es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia. Temo la solución del “machismo con faldas”, porque la mujer tiene una estructura diferente del varón. Pero los discursos que oigo sobre el rol de la mujer a menudo se inspiran en una ideología machista. Las mujeres están formulando cuestiones profundas que debemos afrontar. La Iglesia no puede ser ella misma sin la mujer y el papel que ésta desempeña. La mujer es imprescindible para la Iglesia” (Papa Francisco, entrevista 19 agosto 2013). 4. La falta de reconocimiento de la dignidad de la mujer, el reconocimiento de sus genuinos valores sigue siendo particularmente lacerante en diversos lugares del mundo. En muchos de ellos, sigue sometida al varón en una inhumana concepción de inferioridad tanto teórica como práctica. Su igual dignidad y derechos le son sistemáticamente negados. Lo mismo ocurre con la seguridad, protección y promoción que le son debidos. Ello deriva en un

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papel de inferioridad y discriminación. Su acceso al mundo del trabajo, a la toma de decisiones en los diversos ámbitos, a su papel fundamental en la sociedad, a su presencia en los medios de comunicación, en la política, en la empresa, la educación, la economía, el ámbito del ocio, el deporte, la cultura… sigue siendo dramáticamente limitado. Lo mismo ocurre con su participación en los ámbitos en los que su voz aún no es escuchada. 5. Esta discriminación hace que la mayoría de las pobrezas tengan rostro de mujer. Manos Unidas, como organización no gubernamental para el desarrollo, de voluntariado, católica y laica quiere dar a conocer y denunciar la existencia del hambre, pobrezas e injusticias, así como ir a la raíz y encontrar soluciones. Así mismo, financia proyectos y planes de desarrollo integral para salir de la pobreza. La campaña de Manos Unidas de este año quiere aportar la llamada de atención sobre la discriminación de la mujer y proponer la ayuda concreta a proyectos que buscan reconocer sus derechos. 6. Por ello os animo a participar activamente con los programas que nos hace esta asociación de la Iglesia Católica. Como afirma el Papa Francisco en su última exhortación apostólica Gaudete et exultate, “en la llamada a reconocer a Jesús en los pobres y su-frientes se revela el mismo corazón de Cristo, sus sentimientos y opciones más profundas, con las cuales todo santo intenta configurarse. Ante la contundencia de estos pedidos de Jesús es mi deber rogar a los cristianos que los acepten y reciban con sincera apertura, «sine glossa», es decir, sin comentario, sin elucubraciones y excusas que les quiten fuerza. El Señor nos dejó bien claro que la santidad no puede entenderse ni vivirse al margen de estas exigencias suyas, porque la misericordia es «el corazón palpitante del Evangelio» (cfr. GE 96-97). Con gran afecto, + Mario Iceta Gabicagogeascoa Obispo de Bilbao

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Diócesis de Burgos

Ante el hambre en el mundo

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Monseñor Fidel Herráez Vegas, Arzobispo de Burgos.

elebramos hoy la Campaña de Manos Unidas contra el Hambre. Manos Unidas es, como sabéis, la ONG de la Iglesia Católica Española para la promoción y el desarrollo de los países más empobrecidos. Son ya 60 años los que cumple esta organización cristiana, que golpea nuestras conciencias y nos provoca a la solidaridad, luchando contra el hambre, la pobreza, la exclusión y la falta de compromiso en la construcción de un mundo más justo y solidario. Si miramos hacia atrás, lo hacemos con el agradecimiento al coraje de aquellas primeras mujeres de Acción Católica que, conscientes de la realidad de su momento, no se quedaron con los brazos cruzados sino que se pusieron manos a la obra para estrechar otras manos y crear fraternidad. Y es que la raíz del hambre que existe en el mundo está en la falta de fraternidad. Sin la fraternidad es imposible erradicar la pobreza, construir una sociedad justa, edificar una paz sólida y duradera. Como dice el Papa Francisco: «Solo cuando el hombre se concibe a sí mismo, no como un mundo aparte, sino como alguien que, por naturaleza, está ligado a todos los demás, a los que originariamente siente como “hermanos”, es posible una praxis social solidaria orientada al bien común» (Mensaje para la XXVII Jornada Mundial del Enfermo). Hemos de ser conscientes de que vivimos en un mundo de grandes contrastes que son consecuencia de esta carencia de hermandad. Por una parte, el mundo en el que nosotros vivimos, que está caracterizado por la sociedad del derroche y del consumo; una prueba de ello es que se estima que los españoles tiramos a la basura unos 3,6 millones de kilos de comida diariamente. Por otra, frente a esta escandalosa realidad, la gran mayoría de los habitantes de nuestro mundo carece de lo necesario para vivir. Según la FAO, el 11% de la población pasa hambre, lo que significa más de 820 millones de personas. Los informes nos dicen que el número ha crecido con respecto a otros años anteriores, debido fundamentalmente a los conflictos armados y al cambio climático que estamos propiciando con nuestros modos de vida. No podemos olvidar que estas causas están en la raíz del sufrimiento de muchos de los emigrantes y refugiados que siguen llegando a nuestras ciudades. Pero lo más importante es que detrás de estas cifras siempre se esconden rostros concretos, rostros de hermanos y hermanas nuestros. Rostros e historias en los que se esconde Dios mismo. A nuestros oídos llega la identificación de Jesús: «porque tuve hambre y me disteis –o no me distéis– de comer» (Mt 25, 42). Por eso, ante este grave drama no «nos podemos quedar tranquilos por haber hecho frente a las emergencias y a las situaciones desesperadas de los menesterosos. Todos estamos llamados a ir más allá. Podemos y debemos hacerlo mejor» (Papa Francisco, en la Jornada Mundial de la alimentación).

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En esta empresa, Manos Unidas comienza ahora un nuevo período de tres años en el que se propone ayudarnos a tomar conciencia de la igualdad y la dignidad de todas las personas, promoviendo el cumplimiento de los derechos humanos en todo el mundo. Porque, aunque la Declaración de los Derechos Humanos tuvo lugar hace ya 70 años, es necesario seguir trabajando para promover estos derechos con hechos, y no solo con palabras. Sin lugar a dudas, dentro del listado de los derechos básicos, se sitúa el derecho a la alimentación que va muy unido al derecho al desarrollo y a la distribución equitativa de los frutos de la tierra. En esta tarea, tal y como expresa el cartel de este año, el empeño de Manos Unidas quiere dar a las mujeres un lugar destacado. Siendo agentes imprescindibles en el desarrollo humano de las personas más vulnerables y desfavorecidas, las mujeres se constituyen, sin embargo, en los rostros más atropellados en su dignidad. Su vida discurre dentro de unas condiciones que bien pueden considerarse como una violación generalizada de sus derechos porque, como bien dice la Campaña de este año: «un tercio de las mujeres del siglo XXI no son como te las imaginas: ni independientes, ni seguras, ni con voz». Agradezcamos hoy muy sinceramente la tarea de esta Organización Católica. Aportemos también nuestros esfuerzos, compromisos, recursos económicos… Ojalá que, como expresa el logo de Manos Unidas, siga habiendo muchas manos que se unan a otras para crear fraternidad y para remediar en nuestro mundo «el hambre de pan, el hambre de cultura y el hambre de Dios», esas tres hambres que aquejan a la humanidad. + Fidel Herráez Vegas Arzobispo de Burgos

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Diócesis de Cádiz-Ceuta

Vencer el hambre dignificando a las mujeres del mundo

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Monseñor Rafael Zornoza Boy, Obispo de Cádiz y Ceuta.

ANOS UNIDAS celebra su 60 aniversario reforzando su empeño y trabajo en la protección y la defensa de los derechos de todas las personas, y, sobre todo, de las más vulnerables y excluidas. Hace 60 años que un grupo de mujeres de Acción Católica, conscientes de su compromiso cristiano y amor a Jesucristo, hizo de la lucha contra el hambre un gran proyecto colectivo trabajando por la dignidad de las personas. Desde entonces siguen llamándonos año tras año para que, urgidos por el amor a Cristo, también nosotros nos comprometamos en erradicar el hambre y para defender los derechos de las personas necesitadas. Su guerra al hambre a través del apoyo a las comunidades pobres ha sido parte de su ingente misión, lo que conlleva la promoción de los derechos humanos que continúan siendo vulnerados y son causa principal de la falta de acceso a los recursos para obtener una vida digna. Su lucha por la vida digna es una llamada a nuestro compromiso para colaborar con sus proyectos donde, defendiendo los derechos humanos, se promueven acciones que conducen al cambio de estructuras, valores y actitudes que favorecen la construcción de un mundo más justo y una sociedad más solidaria. La campaña de este año pone su foco en la mujer del siglo XXI para trabajar por la igualdad de los derechos y reconocer que las diferencias lógicas y complementarias entre el hombre y la mujer no han de ser elementos para la exclusión, sino para buscar la integración de todos, haciendo una sociedad más justa. En Manos Unidas conocen perfectamente el valor de la mujer, pues ellas han sido las promotoras de esta corriente inmensa de ayuda a los necesitados para erradicar el hambre en el mundo. Como cristianos creemos en la dignidad de las personas y en la igualdad de sus derechos, evitando toda discriminación y marginación en el ámbito laboral. Es necesario apoyar la igualdad de oportunidades entre el hombre y la mujer y garantizar una igualdad objetiva ante la ley. La mujer de hoy ha de ser motor de desarrollo y promotora de derechos, especialmente donde –inexplicablemente en nuestro siglo— aún ni tienen voz ni son independientes. El genio femenino es necesario en todas las expresiones de la vida social. Las mujeres ocupan, además, un lugar destacado en el sustento de las familias y son imprescindibles en el desarrollo humano. Sin embargo, un tercio de las mujeres del siglo XXI no son independientes, ni seguras, ni con voz. Invito a todos a colaborar con Manos Unidas en esta campaña que despierta de nuevo nuestra sensibilidad y nos invita a actuar para que multitudes puedan cambiar su vida con

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nuestro apoyo decidido y acompañamiento, para hacer una sociedad más justa y equitativa. La caridad nos hace corresponsables en el bien común. + Rafael Zornoza Boy Obispo de Cádiz y Ceuta

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Diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño Manos Unidas: 60 años luchando contra el hambre en el mundo

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Monseñor Carlos Escribano Subías, Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño.

ada mes de febrero, Manos Unidas lanza su Campaña contra el Hambre. Este año la Asociación está de celebración especial. Con esta se cumplen 60 años desde que se inició esta tarea de la mano de un grupo entusiasta de mujeres de Acción Católica. La primera Campaña fue promovida en 1959 y surgió de un manifiesto lanzado en 1955 por Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC) que quería plantar cara al hambre en el mundo y derrotarlo. Fue un manifiesto que buscaba remover conciencias y cambiar las cosas que generaban el hambre en el mundo. Había nacido Manos Unidas. Aquellas mujeres de Acción Católica se atrevieron a soñar. Comenzaron con dos acciones sencillas: una cuestación nacional para conseguir dinero y paliar el hambre en el mundo a través de algunos proyectos y la realización de una jornada de ayuno voluntario que ayudase a tomar conciencia de este gran problema: ayudar allí y concienciar aquí. Han pasado sesenta años y aquel esquema de trabajo mantiene hoy todo su vigor y sigue siendo el camino que actualmente Manos Unidas sigue proponiendo. Al final se trataba de concienciar, de suscitar respuestas comprometidas en la sociedad. Nuestro corazón no puede permanecer indiferente ante tantas situaciones de injusticia como hay en el mundo. Y menos nuestro corazón de discípulos de Jesús. El papa Francisco nos lo recuerda en su preciosa exhortación sobre la santidad, “Gaudete et exúltate”, publicada en la fiesta de San José del pasado año: “Cuando encuentro a una persona durmiendo a la intemperie, en una noche fría, puedo sentir que ese bulto es un imprevisto que me interrumpe, un delincuente ocioso, un estorbo en mi camino, un aguijón molesto para mi conciencia, un problema que deben resolver los políticos, y quizá hasta una basura que ensucia el espacio público. O puedo reaccionar desde la fe y la caridad, y reconocer en él a un ser humano con mi misma dignidad, a una creatura infinitamente amada por el Padre, a una imagen de Dios, a un hermano redimido por Jesucristo. ¡Eso es ser cristianos! ¿O acaso puede entenderse la santidad al margen de este reconocimiento vivo de la dignidad de todo ser humano?” (nº 98). Sí. El hecho de ser cristianos nos exige una respuesta desde la fe. Manos Unidas nos ayuda a formularla pues pone ante nuestros ojos la realidad del mundo, a través de los proyectos que realiza en los cinco continentes y que atienden a tantas personas que lo necesitan. Trabajar por los Derechos Humanos y la dignidad de todo ser humano, como nos exige Francisco, ha sido, desde sus inicios, parte de la misión de Manos Unidas con el fin de conseguir una dignidad propia de todo ser humano sin exclusión. No hay que olvidar que 821 millones de personas padecen hambre en el mundo y, aunque muchas cifras relacionadas con la pobreza han mejorado, sigue siendo un escándalo insoportable. Por eso, el trabajo

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de Manos Unidas sigue siendo necesario y el compromiso de todas las personas que colaboran con ellos, también. Este año la Campaña del 60 aniversario nos hace poner los ojos en la mujer del Siglo XXI. Y lo hace ayudándonos a poner la mirada no sólo en las mujeres de nuestro entorno, sino en las de todo el mundo. La conclusión a la que llega es inquietante: muchas mujeres viven situaciones de inseguridad, marginación y exclusión en muchos países del mundo, a las que hay salir al paso, para que puedan vivir auténticamente conforme a su dignidad. Por eso un año más os pedimos ayuda. Los proyectos que se realizan vienen a combatir tantas situaciones de pobreza en el mundo. Pero hacen falta los recursos económicos necesarios para poder hacerlos realidad. Piénsalo en la colecta de la Misa de este domingo. Tu limosna, tu aportación generosa es un primer paso necesario para vencer la indiferencia ante tantas personas necesitadas en el mundo. Muchas gracias por tu generosidad. Muchas gracias también a todos los miembros de nuestra Delegación diocesana. Son muchos sus desvelos, esfuerzos y labores calladas. ¡Gracias! Pero siempre hacen falta más manos. Tu trabajo, tu tiempo, tu compromiso también pueden ser necesarios. Y Manos Unidas un lugar idóneo para canalizar tus deseos de colaborar con los más pobres. ¿Te animas a comprometerte? + Carlos Escribano Subías Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño

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Diócesis de Ciudad Real

Seguimos reflexionando sobre Manos Unidas

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Monseñor Gerardo Melgar Viciosa, Obispo de Ciudad Real.

n el número pasado descubríamos las actitudes que habían tenido las impulsoras del proyecto de Manos Unidas. Eran fundamentalmente las siguientes: 1. El convencimiento de que el hambre en el mundo no es algo que hay que aceptar porque no se pueda erradicar, sino todo lo contrario. 2. Desde ese convencimiento de que el hambre se puede erradicar, declaran la guerra al hambre. 3. Tienen un gran conocimiento de los problemas del mundo en cuanto al hambre no solo de pan, sino de paz, de cultura, de salud, etc. 4. Tienen los arrojos necesarios para concienciar e iniciar una organización como manos Unidas. 5. Toda su inquietud viene promovida, impulsada y hecha realidad desde el impulso de la fe y de la formación cristiana. Son estas cinco actitudes las que debemos de ver en qué medida las tenemos nosotros o tenemos que trabajar para adquirirlas, porque sin ellas, difícilmente, nosotros vamos a poder luchar de verdad contra el hambre en el mundo. La 1.ª es la de que la lacra del hambre en el mundo es algo que se puede erradicar y se debe erradicar. Existen recursos en la naturaleza que dan para que a nadie le falte lo necesario para vivir. Para ello tendremos que luchar contra las desigualdades en las que unos pocos lo tengan todo y a otros les falte incluso lo más necesario para vivir. Es realmente una vergüenza que en pleno siglo XXI, después de tantos avances técnicos y científicos, en el mundo existan millones de personas que pasen hambre. La solución está en manos de todos, no solo de los políticos o de los poderosos. Cada uno de nosotros hemos de poner nuestro grano de arena para que deje de ser realidad el hambre en el mundo. ¿Qué estoy dispuesto a poner de mi parte? Una 2.ª actitud es que, convencidos de que el hambre se puede erradicar, hemos de declarar la guerra al hambre. Declarar la guerra al hambre es concienciarnos de que tenemos que compartir mucho más de lo que lo hacemos y hacerlo. No podemos desperdiciar comida cuando a otros les falta.

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Tenemos que luchar por concienciarnos no solo nosotros sobre esta realidad, sino concienciar y trabajar por ello para que los demás se hagan conscientes de la necesidad de declarar la guerra al hambre, es decir poner todo lo que esté en nuestra manos y luchar porque otros se sumen en esa guerra contra esta lacra humana. La 3.ª actitud es tener un conocimiento real y auténtico de lo que quiere decir cuando decimos que existe hambre en el mundo. Que no es solo hambre de pan, sino también hambre de paz, de cultura, de salud, etc. actitud es tener un conocimiento real y auténtico de lo que quiere decir cuando decimos que existe hambre en el mundo. Que no es solo hambre de pan, sino también hambre de paz, de cultura, de salud, etc. Las que impulsaron Manos Unidas fueron personas que conocían bien los problemas del mundo en cuanto al hambre y entendían que se trataba de hambre no solo de pan, sino de paz, de cultura, de salud y, por todo ello, lucharon con coraje y dedicación, para que todos tuvieran derecho a la paz, la cultura, la salud etc. Una 4.ª actitud que tuvieron fue el arrojo para luchar por ello, arrojo que les nacía de una 5.ª actitud: su fuerza nacía de la vivencia de la fe. Eran verdaderas personas creyentes, formadas; el Evangelio era la primera norma de su vida, de su conducta y cuando lo leían o lo escuchaban se sentían llamadas a comprometer su vida por los demás. Creían de verdad en lo que decía Jesús en Mateo 25: «Porque tuve hambre y me disteis de comer, porque tuve sed y me disteis de beber» (Mt 25, 35). Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40). ¿Vamos a tener arrojos nosotros para seguir haciendo la guerra al hambre o vamos a mirar para otro lado? La fe en el Señor y su seguimiento nos urge a ello y no nos deja lugar a titubeos. Cada vez que lo hagamos con uno de los necesitados es a Cristo a quien se lo hacemos y cada vez que no lo hagamos es al Señor al que no se lo hacemos. Esa es nuestra responsabilidad. + Gerardo Melgar Viciosa Obispo de Ciudad Real

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Diócesis de Córdoba

60 años de Manos Unidas, contra el hambre en el mundo

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Monseñor Demetrio Fernández González, Obispo de Córdoba.

anos Unidas es una ONG de la Iglesia Católica para promover el desarrollo integral de las personas y los pueblos, declarando la guerra al hambre en el mundo. Brotó de la feliz iniciativa de las mujeres de Acción Católica en un momento crucial. Cuando muchos optaban por eliminar bocas para que tocáramos a más, ellas optaron por ensanchar la mesa y dar un lugar a muchos que padecen situaciones de hambre material, cultural o espiritual, aunque tocáramos a menos. En estos 60 años han llegado a millones de personas en los países en vías de desarrollo, proporcionándoles crecimiento en todos los sentidos y dándoles una serie de oportunidades en todos los campos: proyectos agrícolas, educativos, sanitarios, de atención específica a la mujer, a los migrantes, etc. El mundo está mal repartido, y la culpa no es de Dios, sino de los hombres, que tienen lo necesario y mucho más, olvidándose de quienes no tienen ni siquiera para sobrevivir. Es preciso romper la indiferencia y aportar nuestro grano de arena para revertir la situación mundial. En 2017, más de un millón y medio de personas se beneficiaron directamente de esta organización, repartiendo cerca de 40 millones de euros. Para este y los próximos años, se quiere acentuar la ayuda a la mujer, que sufre grandes discriminaciones en tantos lugares de la tierra. Ese apoyo en programas concretos tendrá un efecto multiplicador, pues a su vez tales mujeres repercutirán en sus respectivas familias, en sus hijos, en la educación, en la sanidad, etc. ¿Cuáles pueden ser las tentaciones de Manos Unidas? Por una parte, centrarse solamente en lo material. Existe el peligro por parte nuestra de tener como objetivo recoger dinero sin más, que pensamos va a ser bien empleado, pero quedarnos ahí. Necesitamos el dinero para llevar adelante los proyectos, pero ese no es el objetivo principal. Detrás de cada proyecto hay personas concretas. Y la motivación de todas esas recaudaciones es el amor cristiano, que mueve el corazón a interesarnos por nuestros hermanos que carecen de lo necesario. La ONG Manos Unidas admite también donaciones de todos los que quieren hacer el bien a través de esta organización, aunque no sean cristianos. Pero los cristianos realizamos la colecta anual como fruto del ayuno, privándonos de algo, y poniendo nuestros donativos a los pies de los Apóstoles para que ellos repartan según las necesidades. Otro peligro es el de seleccionar necesidades en los destinatarios: comida, casa, cultura, sanidad, prescindiendo de su dimensión religiosa. No podemos ayudar a la persona reduciendo sus necesidades a lo material, cultural, sanitario, etc. y olvidándonos de lo religioso. La religión es una dimensión esencial de la persona. Y nuestra ayuda es una ayuda integral a toda la persona, incluida esa dimensión religiosa, que le abre a la relación con Dios y

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mejora las relaciones humanas. No se trata de ayudar sólo a los católicos o sólo a los creyentes. Se trata de ayudar a la persona en todas sus dimensiones, incluyendo la dimensión religiosa y espiritual. Entiendo que haya prioridades, la del hambre en el mundo, pero no hay mayor hambre que el hambre de Dios. Algunos pueden pensar que si se atiende a la persona en su totalidad, integralmente, incluida su dimensión religiosa, quizá se redujeran los ingresos de algunos donantes. Y entonces vuelvo a la tentación anterior. Manos Unidas no es sólo una ONG para recaudar fondos, aunque los destine para bien de los pobres. Manos Unidas tiene una identidad cristiana, que la configura como institución de la Iglesia Católica al servicio de los más pobres de la tierra. Aprovecho este momento especial de la campaña anual para agradecer a todos los que trabajan en Manos Unidas en nuestra diócesis de Córdoba, que son muchos, y además lo hacen de manera voluntaria como una prolongación de su compromiso cristiano. También a todos aquellos que lo hacen de manera altruista, aunque no tengan una motivación cristiana. Hacer el bien abre el camino y el corazón al encuentro con Dios y con los hermanos. Recibid mi afecto y mi bendición. + Demetrio Fernandez González Obispo de Córdoba

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Diócesis de Coria-Cáceres

Manos Unidas, promoviendo derechos con hechos

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Monseñor Francisco Cerro Chaves, Obispo de Coria-Cáceres.

uestra diócesis agradece a los que han trabajado tantos años en MANOS UNIDAS y siguen en la brecha. Actualmente se ha renovado la Junta Directiva habiéndose elegido una nueva presidenta y su equipo. Estamos muy esperanzados porque deseamos que se dé una respuesta actualizada desde este gran servicio de la Iglesia en el tercer mundo que es Manos Unidas. Una de las realidades más vivas y que pone en práctica la Doctrina Social de la Iglesia siempre abierta a los necesitados, como el Corazón de Cristo. Tres claves nos hacen vivir el deseo y el deber de poner en práctica lo que Manos Unidas lleva haciendo tantos y tantos años y que nos interpela a la Iglesia y a la sociedad. 1. Muchos problemas sociales se van solucionando, pero otros siguen siendo, por desgracia, de rabiosa actualidad. Sigue el hambre, las pobrezas que matan a los pueblos, el problema del agua, el cambio climático que afecta a los más pobres, la falta de sanidad que no responde a los problemas básicos de salud, el cultivo de la tierra, la falta de seguridad. 2. Manos Unidas tiene que ser la “conciencia” que a todos los cristianos y personas de buena voluntad nos lanza a trabajar por los más empobrecidos y sufrientes de la humanidad. Insisto en que es necesario que las campañas de Manos Unidas sean cada vez más valoradas y potenciadas por: l Las parroquias, que hagan las colectas motivándolas y llamando a una generosidad para compartir, cada vez más, con nuestros hermanos más necesitados. l Las asociaciones de la Iglesia y los colegios deben, a través de los profesores de Religión, intentar concienciar de la necesidad de ser solidarios con nuestros hermanos necesitados de países pobres y carentes de recursos, para que se potencie esta campaña y la colecta sea un éxito. l Las instituciones, que trabajan desde la sensibilidad con lo social, deben abrirse a las necesidades universales. Manos Unidas, siendo una institución de la Iglesia, es una de las armas más eficaces que tiene la sociedad para llegar al desarrollo integral en el mundo más empobrecido. Todas las iniciativas de Manos Unidas llevan el objetivo de sensibilizar y recaudar fondos para que se potencien y se hagan realidad proyectos de solidaridad y desarrollo de los

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pueblos. No solo consiste en dar el pez sino, también, enseñar a pescar. Por eso, Manos Unidas apuesta por todo lo que dignifica la persona humana y sus necesidades para el desarrollo en su vida, en su salud, en su progreso, en su educación. Esto, también lleva consigo la auténtica evangelización que, en palabras del papa Francisco, no puede prescindir de poner en práctica la Doctrina Social de la Iglesia en los países más empobrecidos que es el cauce del auténtico servicio a la gente más necesitada. Manos Unidas, teniendo en cuenta que nuestra sociedad está cada vez más sensibilizada por la dignidad e igualdad de la mujer, trata de poner en práctica la promoción de la mujer en su dignidad, en sus derechos, ayudarlas a salir de las grandes injusticias que se cometen contra ellas y, sobre todo, luchar por el desarrollo integral en una sociedad que cada vez tiene más “asignaturas pendientes”. Es la profunda llamada de la Iglesia a potenciar los derechos fundamentales de la persona humana, a vivir de acuerdo con su vocación y dignidad. Manos Unidas pone a la mujer en el centro de sus preocupaciones y ocupaciones para su desarrollo y promoción, “justa y necesaria”, para que pueda cumplir con su misión, a veces tan poco reconocida y tan poco valorada en la sociedad y en el tercer mundo donde está tan explotada y tan poco reconocido en su papel esencial. Pidamos a María, Madre de Dios, que mujeres, madres y amigas vivan el Evangelio como Buena Noticia para que el desarrollo de la persona, en nuestros días y en todas las partes de este mundo, sea una realidad. + Francisco Cerro Chaves Obispo de Coria-Cáceres

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Diócesis de Getafe

Hace ya 60 años

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Monseñor Ginés García Beltrán, Obispo de Getafe.

ueridos hermanos y hermanas:

Sí, hace ya 60 años que un grupo de mujeres intrépidas de Acción Católica decidieron luchar contra la pobreza en el mundo, no podían cruzarse de brazos mientras muchos hijos y muchas familias como las suyas no tenían nada que echarse a la boca. Nació de una inquietud provocada por la fe, pues no podemos decir que amamos a Dios si no amamos a los hermanos. Los hermanos más pobres son el rostro de Dios que nos llama y nos interpela, son la carne de Cristo a la que hemos de tocar con una actitud de verdadera reverencia. Nació Manos Unidas -Campaña contra el Hambre- para dar de comer, pero también para crear conciencia en el mundo rico de las necesidades de un mundo pobre y sin esperanza, unas necesidades que eran, y son, consecuencia de la injusta distribución de los bienes de la tierra. Cuántas veces hemos escuchado, y ha sido práctica de Manos Unidas, que no se trata de dar pescado sino de dar una caña para pescar. Se trata de concienciar, de educar, de procurar los recursos para que todos puedan vivir con dignidad, por ellos mismo, en el uso de su libertad y de su autonomía. No se trata de hacer hombres y pueblos dependientes, sino libres y dueños de su propio progreso. Además, como el mundo rico es proclive a no escuchar la voz de los desheredados de la tierra, Manos Unidas se ha encargado de levantar su voz profética denunciando la injusticia y la desigualdad que rompe la armonía de la creación y destruye la voluntad del Creador. Este año, la campaña de Manos Unidas mira a la mujer. En ellas, en las mujeres, se expresa de un modo especial cómo la negación de los derechos humanos está en la base de toda pobreza y exclusión. Si alguna vez hemos tenido la tentación de pensar que no existe ya vulneración de los derechos esenciales del hombre, hemos de desterrar esta idea. Todavía hoy hay muchas personas y pueblos que no tienen acceso a la alimentación, a la salud, a la educación ni a la cultura, a la igualdad entre el hombre y la mujer, a la participación social y política, incluso a expresar y vivir su fe. Es doloroso, y tendría que avergonzarnos, que son muchísimos, millones, los hombres y las mujeres que no tienen una vida digna. Pero no es la vocación ni el estilo de Manos Unidas quedarse en la queja, sino ponerse manos a la obra. Informar de esta realidad, denunciar las estructuras que generan esta pobreza, y realizar proyectos que sean realidades esperanzadoras, a la vez que signos sencillos de que otro mundo es posible.

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En 2017, Manos Unidas aprobó 570 proyectos en 59 países para colaborar en la lucha contra el hambre y la pobreza; proyecto para la promoción humana y el desarrollo de los pueblos empobrecidos. Y todo esto con la aportación libre y voluntaria de muchas personas que con su ayuda trabajan por un mundo más justo e igualitario. Nuestra diócesis de Getafe también colabora con Manos Unidas a través de la delegación diocesana formada por voluntarios que todo el año, que cada día, ponen sus trabajos, su tiempo y su ilusión en esta obra que está en el corazón mismo de la evangelización. A todos ellos quiero expresar mi agradecimiento más sincero y mi apoyo en su labor. Os animo a seguir trabajando por esos pobres, que dijo el Señor estarían siempre con nosotros, y por el nacimiento de un mundo mejor, según la mente del Creador. Para este año nuestra delegación diocesana de Manos Unidas ha solicitado la financiación de algunos proyectos, a la espera de la generosidad de todos para seguir colaborando en otros. Un proyecto en defensa de las realidades indígenas del Brasil para evitar la expropiación de la tierra, que es fuente de sustento para muchas familias, cada día amenazadas por la violencia. O un programa de formación y sensibilización sobre la violencia infantil en Togo (África), cuando los niños por la falta de calidad de vida y la situación del país son víctimas del maltrato y la violencia tanto en la escuela como en sus casas. Esta forma de violencia se traduce en palizas, insultos, trabajo excesivo, etc. Las niñas además son víctimas del tráfico sexual y de los casamientos precoces. En la mayoría de los casos son los padres y los propios dirigentes de las comunidades los que avalan esta situación por la pobreza y la falta de formación. Otros dos proyectos miran a la India. Uno para mejorar la vida de cien niñas tribales, apoyando el internado que ya existe desde 2012. Y el otro para el desarrollo integral de 10 aldeas tribales en el estado de Maharashtra. Como se puede ver son proyectos que tienen rostro, son proyectos que esperan con ilusión muchas personas; para nosotros son posibles y para ellos son necesarios, son la puerta a la esperanza de una vida mejor. Ojalá estas situaciones de pobreza y marginación nunca nos sean ajenas, que siempre sintamos cercano el sufrimiento de tantas personas, que no seamos indiferentes ante el hermano que clama pidiendo la dignidad con la que fue creado, es la voz de Dios que llama a nuestro corazón y nos pregunta: “¿Dónde está tu hermano?” Con mi afecto y bendición, + Ginés García Beltrán Obispo de Getafe

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Diócesis de Guadix

Creemos en la igualdad y en la dignidad de las personas

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Monseñor Francisco Jesús Orozco Mengíbar, Obispo de Guadix.

ueridos todos:

Al llegar febrero, Manos Unidas, asociación de la Iglesia Católica en España para la ayuda, promoción y desarrollo en los países en vías de desarrollo, vuelve a recordarnos, en palabras de la Presidenta nacional, “que la indiferencia o la desesperanza nos pueden hacer cómplices involuntarios de lo que, en pleno siglo XXI, es el mayor de los fracasos de la humanidad: el hambre”. Nos invita a salir de nuestra comodidad satisfecha y a combatir el hambre en el mundo. Financiando proyectos de desarrollo en el Sur y sensibilizando a la población española, Manos Unidas, que es la Iglesia, sigue atendiendo con prioridad sectores fundamentales para una vida digna: educación, salud, agua y saneamiento, alimentación y medios de vida, derecho de las mujeres y equidad, derechos humanos y sociedad civil, medio ambiente y cambio climático. Con el lema “La mujer del siglo XXI. Ni independiente, ni segura, ni con voz”, Manos Unidas nos invita, el segundo domingo de febrero, a mirar nuestra realidad con los ojos de Jesucristo, ojos que siempre miran y ven con corazón lleno de misericordia y ternura, imprimiendo aquella dignidad personal que el Creador donara a la naturaleza humana el día de la creación. Inserto en la campaña trienal 2019-2021, Manos Unidas quiere seguir trabajando a favor de los derechos humanos desde el objetivo general de la campaña “Promoviendo los derechos con hechos”. Este primer año, 2019, incide en la universalidad, la indivisibilidad y la actualidad de los derechos humanos, ya que hoy muchas personas no pueden reclamarlos. Mira en esta campaña a millones de mujeres que no disfrutan de independencia, seguridad, ni tienen voz. Mujeres y niñas son quienes más sufren la pobreza y la violación de sus derechos y su dignidad. Por eso, si queremos lograr un desarrollo humano integral y sostenible, es clave seguir luchando para eliminar desigualdades entre hombres y mujeres en todos los sectores. La Jornada Nacional de Manos Unidas quiere hacer visible lo que un cristiano ha de vivir cada día y que toca el corazón y la identidad de la vida y de la caridad cristiana: “Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, en la cárcel y vinisteis a verme”. (Mt. 25, 35-37).

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La fe aporta una perspectiva que refuerza nuestro compromiso en la construcción de un mundo más justo. Iluminada por el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia, manifiesta abiertamente que la pobreza y el hambre son contrarias a la dignidad humana; que el ser humano es principio y fin de todo proyecto social, económico, político y cultural y, como consecuencia, los bienes y su uso son universales y están destinados a la satisfacción de las legítimas necesidades de las personas. En su 60 aniversario, Manos Unidas nos recuerda la actualidad de lo que movió el corazón de aquellas valientes mujeres de la Acción Católica que, acogiendo la llamada del Señor, supieron mirar con el corazón de Cristo nuestro mundo y pusieron en común su creatividad y valores personales para ayudarnos a mirarlo también nosotros. Como decía una de las fundadoras en el momento de la fundación de Manos Unidas, “las estadísticas escalofriantes del hambre, la injusta y bochornosa distribución de la riqueza en el mundo, la denuncia de unas realidades con las que convivíamos, provocaron asombro y estupor. Se tomaba progresivamente conciencia de la dimensión mundial de la injusticia, de que todos teníamos parte en ella y de la necesidad de concentración para tratar de superarla”. (Pilar Bellosillo) Son palabras que siguen teniendo actualidad e incluso cobran mayor protagonismo en nuestra sociedad del bienestar egoísta. ¿Cómo cerrar el corazón a la injusta e hiriente realidad del reparto de los recursos en el que 821 millones de personas padecen el escándalo insoportable del hambre, malviven o mueren hoy en nuestro mundo considerado “superdesarrollado”? Como en varias ocasiones ha dicho el Papa Francisco, “es un escándalo que todavía haya hambre y malnutrición en el mundo. Nunca pueden ser consideradas un hecho normal al que hay que acostumbrarse, como si formara parte del sistema”. Como en las primeras páginas del Génesis, Dios nos hace garantes del bien de nuestros hermanos y nos sigue preguntando como hiciera a Caín: “¿Dónde está tu hermano?” (Gn 4,9). Manos Unidas, con su Campaña contra el hambre, nos refresca esta verdad profunda de nuestra fraternidad universal en Cristo y nos recuerda que “cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25,40). Felicito al equipo diocesano de Manos Unidas, a su Presidenta y Consiliario, que nos animan a todos, cada campaña, a mirar el escándalo del hambre en el mundo y a poner el deseo y trabajo de su erradicación en el corazón de nuestra vida cristiana durante todo el año. Que la Santísima Virgen, espejo verdadero de la mujer independiente, segura y con voz, nos ayude a proclamar y defender los derechos humanos y la dignidad personal de todos nuestros hermanos. Una vez más, escuchemos a la Virgen: “Haced lo que él os diga” (Jn. 2, 5). Con mi bendición, + Francisco Jesús Orozco Mengíbar Obispo de Guadix

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Diócesis de Huelva

60 años contra el Hambre Campaña de Manos Unidas 2019

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Monseñor José Vilaplana Blasco, Obispo de Huelva.

ueridos hermanos y hermanas:

El año 1959 marcó el inicio de un proyecto de las Mujeres de Acción Católica, que, comprometidas con su fe e impulsadas por la caridad, a instancias de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas, comenzaron a trabajar para responder a un llamamiento de la FAO con el fin de erradicar el Hambre del mundo. Si fueron las mujeres las primeras en ser testigos de la Resurrección del Señor (Cfr. Lc 24, 1 y ss.), también lo fueron a la hora de responder, –como testigos del Señor en la Iglesia– , al desafío y escándalo de la muerte de tantas personas por el Hambre. Desde entonces, febrero nos trae una cita con los hermanos que sufren esta lacra. Como dice el Santo Padre: “Es un escándalo que todavía haya hambre y malnutrición en el mundo. No se trata sólo de responder a las emergencias inmediatas, sino de afrontar juntos, en todos los ámbitos, un problema que interpela nuestra conciencia personal y social, para lograr una solución justa y duradera” (Carta del Papa Francisco al Presidente de la FAO, 2013). Es la cita de la Campaña de Manos Unidas, que en realidad nos da la oportunidad de hacer algo concreto para contribuir a erradicar el Hambre. Lo concreto es muy importante, como ya el Papa apuntaba en torno a qué podemos hacer: “Sólo cuando se es solidario de una manera concreta, superando visiones egoístas e intereses de parte, también se podrá lograr finalmente el objetivo de eliminar las formas de indigencia determinadas por la carencia de alimentos” (Ibídem). Manos Unidas nos da argumentos para acciones concretas, con proyectos concretos, que se encargan de hacernos conocer, para concienciarnos y animarnos a colaborar con ellos. La peor respuesta es la que no existe, y cualquier rasgo de generosidad que tengamos con Manos Unidas está significando ya una respuesta a una llamada que, para nosotros, tiene el eco de las palabras de Jesús: “Tuve hambre y me disteis de comer” (Mt 25, 35). En estos sesenta años de campaña de Manos Unidas, la de esta edición se dedica especialmente a los proyectos que van encaminados a la promoción de la mujer, por su papel en la realidad socioeconómica de los lugares donde el Hambre tiene singular presencia. Es una manera de trabajar por el Reino de Dios y su justicia. Que vuestros corazones se abran generosos a la llamada de Manos Unidas. Con mi afecto y bendición. + José Vilaplana Blasco Obispo de Huelva

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Diócesis de Huesca y Jaca

“Creemos en la igualdad y en la dignidad de las personas”

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Monseñor Julián Ruiz Martorell, Obispo de Huesca y Jaca.

ueridos hermanos en el Señor:

Os deseo gracia y paz. Manos Unidas cumple 60 años. Es un largo período de trabajo “contra el hambre, la pobreza y la exclusión y la falta de compromiso en la construcción de un mundo más justo y solidario”. Manos Unidas manifiesta: “Durante estos 60 años, nuestro trabajo se ha centrado en acompañar y apoyar proyectos de desarrollo agrícola, sanitario, educativo, social y de promoción de la mujer, en los lugares más deprimidos y con las comunidades más empobrecidas. Además, a través de la educación para el desarrollo, hemos querido trasladar a la sociedad española una diversidad de acciones encaminadas al cambio de estructuras, de comportamientos, actitudes y valores que favorezcan el avance hacia una sociedad más justa y fraterna”. Manos Unidas está presente en 72 delegaciones y su acción se prolonga en el tiempo y en el espacio. Es mucho lo que nos ofrece: cada año, un compromiso; cada año, un testimonio; cada año, un estímulo. Así, año tras año, sin retrasos, porque las necesidades son urgentes; sin excusas, porque las personas esperan respuestas eficaces; sin teorías que distraigan de la realidad, porque la colaboración es imprescindible. Año tras año y durante todo el año. De este modo, se van estrechando los vínculos, se va robusteciendo la solidaridad, va aumentando la sensibilización. Porque no se trata solamente de ayudar, de sentirnos liberados de un peso de conciencia o de mirar a los pueblos más necesitados desde nuestra propia riqueza. Se trata de reconocer y valorar las iniciativas de los que menos tienen, de los más vulnerables. Se trata de captar sus propias posibilidades. Se trata de potenciar sus capacidades. El discurso no es: “nosotros damos, vosotros recibís”. Es algo mucho más intenso y más real. Es un intercambio de vida en el que todos recibimos y todos compartimos. Aprendemos mucho de pequeños y grandes proyectos; de medidas urgentes para paliar serios problemas; de seguimiento y evaluación de resultados. Aprendemos mucho de personas que poseen la sabiduría procedente de siglos y de generaciones. Cada año, recibimos informaciones que nos acercan a personas que conocen bien su realidad, sienten el desgarro de la sequía, de la hambruna, de la desertificación, de la falta de recursos, de las consecuencias de las guerras, del azote de la violencia, de la falta de higie-

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ne y de infraestructuras sanitarias, de las enfermedades, de la contaminación, de la injusticia, de la desigualdad, de la falta de reconocimiento de la dignidad, de la corrupción social y política. Personas que valoran el agua, que aprecian sus recursos naturales, que necesitan urgentemente un centro médico elemental, una mínima regulación del regadío, una enseñanza estable, un trabajo digno, una sólida integración social, un sistema eficaz de evacuación de aguas. “Creemos en la igualdad y en la dignidad de las personas” es el lema de la campaña de este año. Con un cartel en blanco y negro, Manos Unidas dirige nuestra mirada hacia las mujeres de otros países y, a través de tres negaciones (“ni independiente, ni segura, ni con voz”) nos anima a reflexionar sobre la igualdad real. Manos Unidas nos recuerda: “En estos momentos, las cifras de la pobreza son escandalosas: 1300 millones de seres humanos, según la ONU. Y los principales rostros de la pobreza siguen siendo los mismos: rostros de niños y niñas; de jóvenes desempleados; de indígenas y campesinos expulsados de sus territorios; de trabajadores mal retribuidos; de marginados y hacinados urbanos, de ancianos excluidos de la sociedad del progreso y, sobre todo, rostros de mujeres. Ante este drama, no “nos podemos quedar tranquilos por haber hecho frente a las emergencias y a las situaciones desesperadas de los menesterosos. Todos estamos llamados a ir más allá. Podemos y debemos hacerlo mejor con los desvalidos” (Mensaje del Papa Francisco a la FAO, 2018)”. Recibid mi cordial saludo y mi bendición. + Monseñor Julián Ruiz Martorell Obispo de Huesca y Jaca

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Diócesis de Jaén Para una igualdad real de oportunidades entre hombres y mujeres

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Monseñor Amadeo Rodríguez Magro, Obispo de Jaén.

eo con enorme satisfacción una declaración de principios de MANOS UNIDAS. La reproduzco porque considero que refleja patentemente lo que hace 60 años movió a las pioneras a comenzar esta aventura. Lo que aquellas mujeres de Acción Católica se propusieron hacer, es la verdadera razón por la que han sido capaces de vincular a tantos en esa labor encomiable que hace esta organización. Lo que más convence siempre es la identidad y la coherencia. MANOS UNIDAS dice de sí misma: Es la asociación de la Iglesia Católica en España para la ayuda, promoción y desarrollo en los países en vías de desarrollo. Es a su vez una Organización No Gubernamental para el desarrollo (ONG), de voluntarios, católica y seglar. Considero que esto es suficiente para que creamos en lo que son y en cuanto hacen y, sobre todo para que nos fiemos de la gestión de esa asociación siempre fiel a los fines para los que fue creada. En primer lugar, declaran sin complejos que son una Asociación de la Iglesia Católica. No siempre le es fácil a algunos hoy decir con naturalidad, convicción y sin rubor que su vida está claramente enmarcada en la Iglesia Católica. Pero, Manos Unidas lo hace cada año, y cada año adquiere mayor credibilidad, como se desprende de la ayuda que recibe y, por tanto, de la aceptación que tienen sus mensajes. Nos muestran, además, que trabajar por la promoción y el desarrollo pertenece a la misma identidad católica. De un modo especial, nos invitan a mirar al mundo en los países en vías de desarrollo, lo que significa que desde un marco de bienestar y de riqueza relativa, como es la nuestra, miramos a los que aún están sólo empezando a caminar. Como Asociación de la Iglesia se mueven en medio de la sociedad civil con sus preocupaciones solidarias a favor de los más pobres, compartida con otros muchos; por eso declaran su condición de No Gubernamental. Son una muestra de cómo la Iglesia se mueve en medio del mundo con sensibilidad y valores específicos para buscar el desarrollo de la persona y de los pueblos. Y termina afirmando algo también esencial e importante en una Iglesia sinodal y corresponsable: es seglar. Esta labor la hace la inmensa mayoría del pueblo de Dios, con su propia estructura laical. En definitiva, es una opción de fe, una opción que nace de un encuentro con Jesucristo, al que no pueden dejar de ver en los más pobres y débiles del mundo. Todo lo dicho hasta aquí se puede comprobar en la Delegación de Jaén de Manos Unidas. Un grupo, sobre todo de señoras, perfectamente organizadas, que durante todo el año mueven nuestras conciencias y nos ponen de relieve hacia donde tienen que girar nuestras preocupaciones sociales. De un modo especial, cada año promueven esta campaña en todos los espacios que se abren a colaborar: nuestras parroquias, comunidades, centros educativos, católicos o no, asociaciones y particulares que les ayudan con sus donativos.

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En esta ocasión, justamente en el 60 aniversario de su misión, hacen una profunda confesión y nos piden a todos que nos adhiramos: CREEMOS EN LA IGUALDAD Y DIGNIDAD DE LAS PERSONAS. Lo hacen con un tono femenino, como corresponde a la necesidad y a la novedad del momento. En su cartel, aparece una mujer india, por algo será, pero que muy bien podría representar a la mujer en cualquier lugar del mundo, que ilustra un gran lema: LA MUJER DEL SIGLO XXI: ni independiente, ni segura ni con voz. Son tres negaciones que provocan. Las cosas van cambiando, pero este siglo que pretende ser el definitivo para tantas lacras sociales, también las está poniendo de relieve con más claridad que nunca. Es un lema para pensar, es un lema para cambiar, es un lema para respetar el plan de Dios sobre los humanos, a los que creó hombre y mujer, iguales en derecho y dignidad. La Biblia presenta al hombre y a la mujer como compañeros iguales ante Dios (cf. Gn 5,2). Para que estos objetivos que se nos proponen sean posibles y, sobre todo, para que los proyectos con los que se pretende cambiar el mundo con un desarrollo integral, tengan eficacia, os animo a todos a ser muy generosos en esta Campaña de MANOS UNIDAS DEL 2019. Esperamos mucho de todos en este Año de la Misión Diocesana, en el que para ser creíbles hemos de mostrar el respeto por la dignidad de todos los seres humanos, y especialmente por los más frágiles y maltratados; en esta ocasión por la mujer. QUE ESTA CAMPAÑA DE MANOS UNIDAS SEA UNA APORTACIÓN AL SUEÑO MISIONERO DE LLEGAR A TODOS. Con mi afecto y bendición, + Amadeo Rodríguez Magro Obispo de Jaén

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Diócesis de León

Domingos del Tiempo Ordinario y Campaña de Manos Unidas

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Monseñor Julián López Martín, Obispo de León.

ueridos diocesanos:

Los domingos que siguen al del Bautismo del Señor se denominan, como sabéis, del “Tiempo Ordinario” o “durante el Año”. Entre sí no forman una unidad como sucede, por ejemplo, con los de Adviento, Cuaresma o Pascua. Pero tienen importancia. Su principal característica consiste en no estar supeditados a una temática espiritual unitaria como sucede con los tiempos que acabo de mencionar. Forman parte de una secuencia cuya característica consiste en proponer el seguimiento de Jesucristo mediante el recuerdo progresivo de su paso por este mundo desde el comienzo de lo que se conoce como su “vida pública” hasta el final, con su muerte y resurrección. Cada domingo nos ofrece una enseñanza o un episodio significativo de la vida del Señor. En estos domingos se suceden a veces campañas eclesiales de carácter formativo o de cooperación económica, aunque no estén relacionadas con el “mensaje” dominical pero que tienen el valor de estimular nuestra conciencia cristiana. Tal es la “Campaña de Manos Unidas” que, por cierto, el domingo 10 de febrero, día en que tiene lugar la jornada, celebra el 60º aniversario con el sugestivo lema de “Creemos en la igualdad y en la dignidad de las personas”, poniendo el acento en las mujeres del siglo XXI que todavía no son independientes, ni están seguras, ni tienen voz. ¡Una de cada tres! La jornada tiene ya notorio arraigo en las parroquias y comunidades cristianas. Está precedida del Día del Ayuno Voluntario, el viernes anterior, o sea, el día 8 del citado mes. No es una colecta más, sino una iniciativa que quiere despertar nuestra conciencia ante la situación de pobreza y hambre -hambre, sí- en nuestro mundo y en nuestro tiempo, hecho lamentable que constituye una vergüenza y un escándalo pues afecta a 1.300 millones de personas, según la ONU. Y las principales víctimas siguen siendo los niños y niñas malnutridos o sin escolarizar, los jóvenes desempleados, los indígenas y los campesinos despojados y hasta expulsados de sus lugares de vida, los trabajadores mal retribuidos, los ancianos excluidos de la sociedad, las mujeres maltratadas o explotadas, etc. El año pasado decía el papa Francisco en un mensaje a la FAO, organismo mundial que se ocupa de la agricultura y de la alimentación: “No podemos estar tranquilos por haber hecho frente a las emergencias y a las situaciones desesperadas de los menesterosos. Todos estamos llamados a ir más allá”. Pero, ¿de qué manera? ¿Qué podemos hacer vosotros y yo ante un problema de magnitud prácticamente mundial, aunque afecte más a unos países que a otros? “Manos Unidas” nos hace bien a todos, por ejemplo, despertando

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nuestra conciencia y facilitando eficazmente el deber humano y, por supuesto, cristiano de compartir. ¿Os acordáis del “porque tuve hambre y no me disteis de comer?” (Mt 25,42). Son las palabras del Señor relativas al juicio final. Estoy seguro de que responderéis con generosidad a esta nueva llamada de “Manos Unidas” que resuena ininterrumpidamente desde la hermosa distancia de 60 años. Yo recuerdo todavía, siendo seminarista menor, la primera convocatoria de lo que entonces y durante mucho tiempo todavía se llamó: “Campaña contra el hambre”. Era la década de los 50 del siglo pasado, años de mucha pobreza todavía. Por eso quiero manifestar el agradecimiento de nuestra Iglesia diocesana hacia todas las personas -la campaña nació entre las Mujeres de Acción Católica- que, desde entonces, se han sucedido llamando a nuestros corazones. Con mi cordial saludo y bendición, + Julián López Martín Obispo de León

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Diócesis de Lleida

60 años de Manos Unidas

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Monseñor Salvador Giménez Valls, Obispo de Lleida.

uando llega la segunda semana de febrero a todos nos resulta normal el mensaje que nos hace llegar la organización de Iglesia llamada MANOS UNIDAS alertando a nuestra sociedad de la tragedia del hambre en muchas personas del mundo actual, promoviendo iniciativas para atender programas y proyectos de los pueblos con mayores carencias en el desarrollo económico y social, y recordando a todas las comunidades cristianas su deber de ayuda y solidaridad hacia los hermanos del llamado tercer y cuarto mundo. Desde el principio de su existencia la intuición del grupo de mujeres de Acción Católica se dirigió a la ayuda de los países y comunidades humanas más pobres y ello ha permitido que se situara fundamentalmente en el área de la cooperación internacional. Y así continúan hasta hoy. Parece que tanto los responsables como los colaboradores mantienen un intenso optimismo con la esperanza puesta en el futuro para seguir ayudando. Seguro que el Señor les premiará sus motivaciones, sus esfuerzos y sus tareas. Por mi parte, me siento obligado a colaborar con mis palabras o con mis escritos en la difusión entre vosotros de esta magnífica iniciativa. Me consta que, vosotros, como responsables de las parroquias actuáis de la misma manera. Os lo agradezco y animo a continuar en esa ayuda. La campaña de este año, centrada en el Ayuno voluntario que se hace en tantas parroquias y en la petición de dinero en múltiples centros escolares y lugares de culto, tiene un significado especial: MANOS UNIDAS cumple 60 años y están de fiesta y de agradecimiento. Desean compartir la alegría con todos nosotros y quieren recoger el testigo de aquellas primeras mujeres de Acción Católica que se comprometieron a luchar contra el hambre en todo el mundo, con un ideal particular: remediar el hambre de PAN, el hambre de CULTURA y el hambre de DIOS. Es un buen momento para recordar a las miles de mujeres, muchas de ellas ya fallecidas, y para agradecer su labor por tratar de humanizar con su acción este mundo tan competitivo, tan tecnológico, tan globalizado e intercomunicado, renuente a considerar la persona como el centro de todo. Y así continúan hasta el día de hoy en todas las diócesis españolas. También en la nuestra contamos con un grupo de incondicionales en esta tarea de la organización. En nombre de todos les agradezco su compromiso y su dedicación. Una palabra final sobre el lema de este año: CREEMOS EN LA IGUALDAD Y EN LA DIGNIDAD DE LAS PERSONAS. Quiere ser un homenaje a esas mujeres que siguen en medio de las dificultades de la historia construyendo familia, sosteniendo sus comunidades o poblados,

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educando a sus hijos, cuidando su salud y promoviendo vida en todas sus dimensiones. Manos Unidas lo hace no sólo con palabras sino con los hechos que permanentemente explican a la sociedad. Os invito a cooperar y a promover entre vuestra feligresía la cercanía a esta institución que ha sido testigo privilegiado de la ternura de Dios, de la alegría de la solidaridad y ha generado mucha, por su buena gestión y por su adecuada comunicación, una gran confianza entre nosotros. Gracias. Contad con mis oraciones. + Salvador Giménez Valls Obispo de Lleida

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Diócesis de Lugo Creemos en la igualdad y la dignidad de la persona. Ante la 60ª campaña de Manos Unidas

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Monseñor Alfonso Carrasco Rouco, Obispo de Lugo.

ueridos hermanos:

Se cumplen este año 60 de la existencia de Manos Unidas, que nace de la urgencia de luchar contra el hambre en el mundo sentida entonces por las mujeres de Acción Católica, que desde el principio trabajarán por remediar “el hambre de pan, el hambre de cultura y el hambre de Dios”. La campaña de este año es la primera de tres que llevan el lema conjunto de “Promocionar los Derechos con Hechos”; y se focaliza particularmente en las mujeres, en su falta de libertad, de seguridad, de voz. En efecto, la pobreza y la injusticia afectan más directamente a los más vulnerables, a niños y ancianos, y en concreto a las mujeres. En las relaciones cotidianas, en la familia, en formas incluso estructurales de una sociedad, se ve disminuida la libertad de la mujer, su acceso a los recursos culturales y económicos, su seguridad personal, su capacidad de protagonismo y su presencia pública. Nuestra fe cristiana afirma, en cambio, con claridad, que, desde el inicio, Dios creó a su imagen al varón y a la mujer, iguales en dignidad, destinados a la colaboración y al amor. Este núcleo bueno de toda existencia humana sufre por consecuencia del pecado, que introduce mentira y violencia, relaciones de dominación, y llega a tomar formas históricas determinadas por una desigualdad injusta, dolorosa y empobrecedora. Cuidar y fomentar relaciones que respeten la igualdad en la diversidad es consecuencia intrínseca de la fe. No es aceptable en ningún modo la violencia, las situaciones de servidumbre o de abuso, la trata de mujeres. Al contrario, sabemos que la relación más íntima y fecunda, más personal, que es la del amor matrimonial, sólo puede ser establecida en el consentimiento libre, en el sí dado y recibido en igualdad y libertad por el varón y la mujer. Salvaguardar esta relación primera es decisivo para la conformación de la familia y de la sociedad entera. El cambio de la estructura social, el acceso al bien de la cultura o de la economía, la asunción de responsabilidades públicas, se hará posible desde este cambio primero y fundamental que afirma la igualdad y la común dignidad de la mujer y del varón, y que tiene su expresión histórica más honda y determinante en la forma que adopta el amor conyugal, el matrimonio. Llevar hasta el final esta exigencia de libertad, dar voz en plena igualdad a la mujer en esta relación fundante de toda sociedad, resultará decisivo para la superación de las formas de

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pobreza y de injusticia que impiden satisfacer también hoy muchas veces el hambre de pan, de cultura y de Dios. Este anuncio propio de la fe cristiana no pondrá en cuestión ni dañará el bien verdadero de ninguna sociedad, no será ninguna forma de colonialismo cultural, sino que abrirá caminos concretos para la realización en los diferentes países de esta igualdad en libertad, en seguridad y en protagonismo que corresponde a la mujer. Colaboremos, pues, con esta campaña de Manos Unidas, conscientes de que la defensa de los derechos y de la dignidad de la persona, y específicamente de la mujer, es exigencia de nuestra fe, de creer en el Dios y Padre de todos, en su Amor, que le hizo entregarse para quitar el pecado del mundo, todo desprecio y maltrato del prójimo, toda mentira e injusticia. Que la Santísima Virgen María, cuya libertad y cuya voz hizo posible la salvación del mundo, siga protegiendo a las mujeres de Manos Unidas, a todas las mujeres y familias del mundo. Con mi afecto y bendición, + Alfonso Carrasco Rouco Obispo de Lugo

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Diócesis de Madrid Homilía del Cardenal Osoro en la Misa de Manos Unidas Emitida por La2 de TVE (10-02-2019)

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Monseñor Carlos Osoro Sierra, Cardenal-Arzobispo de Madrid.

uerido párroco de esta comunidad cristiana de Santa María del Pilar. Hermanos sacerdotes. Don Juan José, consiliario diocesano de Manos Unidas en Madrid. Presidenta nacional de Manos Unidas, doña Clara Pardo Gil. Miembros de Manos Unidas de Servicios Centrales y Delegación de Madrid. Estimado don Gregorio, presidente delegado de Madrid Comisión Nacional. Queridos hermanos que estáis aquí en esta parroquia, y hermanos que a través de TVE estáis siguiendo y viviendo esta celebración. Hermanos todos. Estamos celebrando la Eucaristía de la campaña contra el Hambre. La colecta que se hace en todas las parroquias de España la recoge Manos Unidas, que en este año celebra el LX aniversario de su presencia entre nosotros. Y lo hace dentro del marco del trienio «Promoviendo los derechos con hechos». Recordamos con inmensa gratitud el esfuerzo realizado por tantas personas, mujeres y hombres, para que los derechos humanos se hagan realidad, especialmente en los lugares donde la pobreza y la vulnerabilidad es evidente. Conscientes cada día más de que los discursos sobre los derechos humanos no se corresponden con la realidad de millones de personas que, considerados «sujetos de derechos», sin embargo no pueden acceder a ellos, incluso a los más elementales, como es el derecho a la alimentación. Por ello, Manos Unidas sitúa este LX aniversario en el marco de un trienio, «Promoviendo los derechos con hechos», abordando lo escrito en los textos legales con hechos. Este viernes pasado hemos celebrado el «Día del Ayuno voluntario». He podido ver con mis ojos cómo en una parroquia se volcaban los cristianos en hacer visible la promoción de los derechos humanos con hechos concretos significativos en la vida de la comunidad cristiana. Así se ha realizado en otras muchas parroquias. Os lo agradezco a todos en nombre de nuestros Señor Jesucristo, que quiere que todos los hombres vivan con la dignidad con la que Dios nos creó. Hemos escuchado la Palabra de Dios que en este domingo V del tiempo ordinario hemos proclamado. ¡Qué hondura alcanza el corazón humano cuando podemos hacer nuestro el Salmo 137 que juntos hemos proclamado, diciendo: «Delante de los ángeles tañeré para ti»!. Sí, Señor: te damos gracias de corazón porque en tu misericordia, en tu amor entrañable por los hombres y por todas sus situaciones, acrece el valor de cada uno de nosotros para mirar y leer la realidad. No solo mirarla: también hay que leerla. Es así como descubrimos que Tú nunca abandonas la obra de tus manos. Nos creaste y creaste todo lo que existe. Todo lo hiciste para que nos respetásemos y diésemos dignidad a todos los hombres. Tú, Señor, te hiciste presente entre nosotros para enseñarnos a vivir sin robar la dignidad a nadie. Nos mostraste caminos concretos para hacerlo con tu gracia, tu luz, tu amor, y con el modo de vivir que tú mismo nos diste, cuando nos dijiste de Ti: «no he venido

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a ser servido sino a servir, haced lo mismo vosotros», o aquellas otras palabras tuyas: «nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos, vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando». ¿Qué nos mandó el Señor? Se sintetiza en estas palabras suyas: «amaos los unos a los otros como yo os he amado». Hemos proclamado la Palabra de Dios. Sintamos con el Señor. Dejémonos alcanzar por los sentimientos de Cristo, que se nos revelan en sus palabras, y leamos la realidad de la pobreza en el mundo desde su mensaje, pensando que esos pobres podríamos ser nosotros, o personas a las que queremos. Contemplad y mirad. Las cifras de pobreza que tenemos son escandalosas: 1.300 millones de seres humanos, según la ONU. Los rostros humanos de quienes padecen esta situación son: niños y niñas, jóvenes desempleados, indígenas y campesinos expulsados de sus territorios, trabajadores mal retribuidos, marginados y hacinados urbanos, ancianos excluidos, rostros de mujeres. Y, como nos dice el Papa Francisco, ante situaciones así: «todos estamos llamados a ir más allá. Podemos y debemos hacerlo mejor con los desvalidos» (Mensaje del Papa Francisco a la FAO 2018). ¿Qué nos dice el Señor hoy en su Palabra?: 1) protagonistas en servir a los hombres; 2) manteniendo nuestra identidad siempre; 3) siendo servidores de la alegría del Evangelio. 1. Protagonistas en servir a los hombres: ¡Con qué fuerza hemos de escuchar siempre al Señor! Su presencia en todo momento en nuestra vida nos abre a los demás. Él siempre nos ofrece posibilidades nuevas. Ante realidades que contemplamos, como es hoy el hambre en el mundo, viendo y escuchando cómo Dios quiere que estemos presentes en ellas de un modo pro-activo, es decir, interviniendo para que cambien, protagonizando, percibimos cómo el Señor desea contar con nosotros cuando oímos cómo dice: «¿a quién mandaré?». Esas palabras deseamos escucharlas en lo más profundo del corazón. Escuchadlas. Estoy seguro de que cada uno de nosotros, los que estáis aquí en el templo y quienes estáis en vuestras casas siguiendo esta celebración, como le pasó al profeta Isaías, deseamos responder: «aquí estoy, mándame». Y, queridos hermanos, es que el Señor quiere y desea que aspiremos a la universalidad. Desea darnos un impulso utópico; ese que el Papa Francisco en tantas ocasiones ha rehabilitado, mostrando el valor movilizador de la utopía. Es cierto: podemos quitar el hambre en el mundo. ¿Utopía? No. Es verdad que no podemos olvidar los límites. Tenemos grandes límites que no se pueden suplir con voluntarismos. Pero siempre encontramos una parte valiosa que nos sirve a nosotros y puede servir siempre a los demás. Movilicemos esa parte valiosa. Nunca nos despreciemos a nosotros, ni a los demás. Nuestro verdadero talento está en descubrir qué lugar encontrar para animar, dar valor, saber hacer. La Iglesia acoge siempre, nunca responde negativamente a quien quiere y desea hacer algo por los demás. Es verdad que no lo hacemos desde una ideología, pues darnos al otro -sea quien sea- nace del encuentro con una Persona, con Jesucristo. ¿Tenemos poco? Démoslo, pongámoslo en manos del Señor. Veréis cómo se multiplica. Recordemos a aquella multitud hambrienta: había solamente cinco panes y dos peces, pero en manos de Jesucristo se multiplicó y sobró para dar de comer. Juntos podemos hacer mucho. Nunca sin el otro. De ahí la fuerza de la comunidad cristiana. Seamos protagonistas del abrazo de Dios a todos, del apoyo al otro, de regalar nuestra amistad, de dar algo a los demás, de suscitar ese dar ganas de ser para el otro que es lo que provoca el encuentro con el Señor y nos hace decir: «aquí estoy, mándame». 2. Manteniendo nuestra identidad siempre. ¡Qué belleza adquiere nuestra vida cuando nos sentimos fundados y salvados en Jesucristo y remitidos siempre a los demás, a todos los hombres! Entremos en la lógica del Evangelio, que es muy clara. Quizá la vemos con

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mucha más fuerza cuando escuchamos a Jesús en aquella parábola en la que nos dice: «si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere da mucho fruto». Es la lógica en la que hemos de entrar para cambiar nuestro mundo. Y es que no vale vivir para uno mismo, no vale buscar salvarse uno: hay que entrar en otra dinámica; según Jesucristo, hay que perder la vida, hay que darla como Jesús; es un perderse, que significa ganar. Hay que hacerlo por los otros, como Jesús. Lo hemos escuchado en la lectura del Apóstol San Pablo a los Corintios, en su primera carta: «Cristo murió por nuestros pecados…fue sepultado y resucitó al tercer día… se apareció a Cefas y más tarde a los Doce…se me apareció también a mí… no soy digno de llamarme apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios… por la gracia de Dios soy lo que soy». No sé si habéis caído en la cuenta de lo que significa la última tentación de Cristo en la Cruz, cuando le gritan: «si eres Hijo de Dios, sálvate a ti mismo». Le proponen el «evangelio de este mundo», que no es el que ha propuesto Jesús, ni el que propone Él desde la Cruz: «a tus manos encomiendo mi espíritu». Nuestro Señor Jesucristo no propone la autorreferencialidad. Él nos propone la relación con todos, el encuentro, el diálogo. Nos propone dar vida al prójimo y no proporcionarle la muerte. El prójimo nos obliga a la relación, al encuentro. Pero, hoy, en ese ansia de buscar la libertad, el prójimo se interpreta como una atadura. Por ello, me estorba. Hoy nos encontramos con un tiempo de muerte del prójimo, pues el prójimo nos interpela y obliga a la relación. De ahí la importancia de la comunidad cristiana, de la familia cristiana como comunidad: ambas están unidas por los lazos del amor más grande, el de Dios mismo. El amor cristiano, nuestra identidad, es escuela de solidaridad, es cadena que nos une a los unos con los otros, cuando hay amor. Nadie sobra y nadie es extranjero. Es como cuando dos personas se abrazan: no se distingue el que ayuda del que es ayudado; cuando se abrazan es uno… el protagonista es el abrazo. Mantengamos la identidad siempre. Resucitemos con Él. 3. Siendo servidores de la alegría del Evangelio. Hoy el Señor se acerca a nosotros y desea mostrar su cercanía a todos los hombres. Todos los hombres que habitan este mundo quieren escuchar palabras en las que vean que esa liberación en la que desea vivir todo ser humano, Él la ofrece no solo con palabras, sino con obras, pues cambia el corazón de quien se acerca a Él y lo deja entrar en su vida. El Señor, nos dice el Evangelio, vio dos barcas; y subió a una de ellas, que era la de Simón, para hablar a la multitud que estaba allí. Imagínate que esas barcas sois todos los que me estáis escuchando en estos momentos. El Señor quiere subir a ellas, desea hablar con obras y palabras a los hombres. Desea hacerlo hoy, cuando celebramos la LX campaña de Manos Unidas con el lema Creemos en la igualdad y en la dignidad de las personas. Te invito a que dejes entrar en tu vida al Señor: verás el cambio; aceptarás el desafío de encontrarte con otros diferentes, de dar de lo tuyo a otros, de hacer partícipe de lo que tiene a otro, pero también de recibir del otro lo que él te pude dar. Hemos de ser valientes para hacernos consanguíneos con otros. La Iglesia sabe hacerlo, pues, entroncada y fundada en Jesucristo, sabe de la salvación que Él nos da. El Señor nos dice a nosotros hoy también, como a Pedro: «rema mar adentro», entra más en la profundidad de los problemas, y «echad las redes», observad lo que más necesitan los hombres, respetad sus derechos, acercaos a sus necesidades reales. Y en este mundo global, vemos cómo la Iglesia brilla como signo de unidad de la humanidad en el mundo, al servicio de la fraternidad de todos los pueblos y de todos los hombres. ¿Hay miembros que se sitúan al margen? Sí. Pero nadie puede negar que la Iglesia es laboratorio de paz, de caridad, de cultura, de acercamiento a todas las necesidades de los hombres. En la encíclica Laudato Si, el Papa Francisco, partiendo de la tierra y de los pobres, nos propone mirar el mundo como «casa común». Estamos todos interrelacionados; la conversión

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de un hombre cambia el mundo: de ahí que la cuestión ecológica es al mismo tiempo concreta y espiritual. Os propongo vivir siete tareas para ser servidores de la alegría del Evangelio: 1) escuchemos a los hombres de todas las latitudes de la tierra (la gente se agolpaba alrededor de Jesús); 2) prestemos la vida, sí, la barca (subió a una barca); 3) dejemos que a través de nosotros hable Jesús (enseñaba a la gente); 4) nunca nos quedemos en la superficie, entremos al fondo de las cuestiones del hombre (rema mar adentro); 5) acepta el don de la fe que te ofrece Jesús. La fe es un don y, como cualquier regalo, se puede rechazar o recibir (por tu palabra echaré las redes); 6) llama a otros y vive con otros en la escucha a Jesús (vinieron a echarles una mano); 7) ponte en manos de Dios y pastorea a tus hermanos los hombres (apártate de mí, Señor, que soy un pecador). Jesucristo, que nos ha hablado, y con sus palabras nos llama a ser protagonistas en el servicio a todos los hombres, manteniendo nuestra identidad cristiana siempre, y teniendo como misión regalar la misión y la alegría del Evangelio a este mundo, se hace realmente presente en el misterio de la Eucaristía: contemplémoslo, acojámoslo en nuestra vida y vivamos de Él, con Él y por Él, construyendo nuestra casa común. Hoy, ayudando a Manos Unidas a realizar sus proyectos con los más pobres de la tierra. Amén. + Carlos Osoro Sierra Cardenal-Arzobispo de Madrid

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Diócesis de Mallorca

Igualdad y dignidad, el clamor de Manos Unidas

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Monseñor Sebastià Taltavull Anglada, Obispo de Mallorca.

a igualdad entre los seres y humanos y su dignidad, además de la igualdad y la dignidad que los identifica, comienza en el reconocimiento que toda persona hace de la otra y su voluntad de defenderla y amarla. Es el deber fundamental que corresponde a los derechos que cada uno tiene. Cuando en la campaña de Manos Unidas aparece la mujer del siglo XXI y la describe como «ni independiente, ni segura, ni con voz», añadiendo todavía la información que «una de cada tres mujeres de hoy no es como te lo imaginas», se piensa en el incumplimiento de los derechos humanos en la mayoría de países donde sería posible todo lo contrario si las políticas que dominan los cumplieran. La educación será la solución y el reto más importante para creer en la igualdad y en la dignidad de las personas. Manos Unidas cumple 60 años luchando contra el hambre y la pobreza. No hay duda de que ha crecido en sensibilidad social y con ayudas puntuales en constantes campañas de mentalización. En 2017 se recaudaron más de 48 millones de euros y se aprobaron 570 proyectos de desarrollo en 59 países, proyectos sociales, educativos, sanitarios, agrícolas y en favor de la mujer. El hecho de la transparencia de comunicación y el relato de los proyectos realizados ha hecho crecer la credibilidad en una acción solidaria que se debía justificar y promocionar en todo momento. Cuando se da esta información y se mantiene el calor a lo largo del año, el resultado -tanto de mentalización como de recursos- está asegurado. No hay que cansarse de trabajar a favor de la igualdad y la dignidad cuando muchos derechos siguen siendo vulnerados y afectan a millones de seres humanos. Nuestra respuesta, aquí, en Mallorca, necesita sin embargo de la coherencia con la que tenemos que vivir. La actitud reivindicativa de derechos solo tiene sentido si entre nosotros su práctica -la de todos los derechos humanos- está a la orden del día de nuestra forma de pensar, de hacer y de educar. Cuando una treintena de personas tienen lo mismo que el resto de la humanidad, cuando 1.300 millones de seres humanos en la actualidad son las escandalosas cifras de la pobreza más severa, tenemos que despertarnos de la indiferencia con la que lo miramos y de la inacción con la que no lo enfrentamos. El reto de la «globalización del bien» nos obliga como la caridad, que es la respuesta urgente del corazón que escucha con fe la llamada que nos viene de Dios mediante los que más sufren, los que nos hacen llegar su clamor para que respondamos. ¡Lo esperan! + Sebastià Taltavull Anglada Obispo de Mallorca

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Diócesis de Menorca

Campaña contra el hambre 2019 Un futuro sin hambre

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Monseñor Francisco Simón Conesa Ferrer, Obispo de Menorca.

a cultura que nos rodea favorece la insensibilidad ante el dolor de los demás. Las sociedades del bienestar en que vivimos, nos incitan a preocuparnos por nosotros mismos y cuidar de nuestros intereses, pero nos vuelven insensibles ante el sufrimiento del prójimo. Si realmente pensáramos en todas las personas que habitan nuestro mismo mundo y que pasan hambre, no podríamos mantener un estilo de vida caracterizado por el despilfarro y el descarte. “Manos Unidas” hace bien en recordarnos cada año que hay 821 millones de personas que no tienen nada que echarse a la boca (una de cada nueve). Desde hace 60 años, sus campañas han buscado despertar la conciencia de la sociedad española e impulsar actitudes, acciones y decisiones que permitan transformar este mundo, en el que hay tanta desigualdad, en un mundo basado en la igual dignidad de las personas. Los datos que nos ofrecen son escalofriantes: cada día mueren en el mundo unas 25.000 personas por causas relacionadas con el hambre. Son datos duros que reclaman una reacción por nuestra parte. La Iglesia tiene la convicción de que los bienes de la tierra están destinados a todos los hombres. La pobreza y el hambre no forman parte del plan de Dios, ni son tampoco una fatalidad, sino que se deben a la injusta distribución de los bienes. El egoísmo y la avaricia nos han conducido a un mundo que está montado sobre intereses políticos y económicos, en lugar de estar asentado sobre la dignidad inviolable de cada persona. Nosotros creemos que no es una utopía trabajar por un mundo más justo y que está en nuestra mano hacerlo. Para eso hemos de tomar en serio lo que está pasando en nuestro mundo, el sufrimiento de tantas personas, y pensar qué es lo que cada uno podemos aportar. El Papa Francisco, en un mensaje muy claro al Director de la FAO, le decía que ya está bien de declaraciones solemnes y de compromisos que no se llevan a cabo. El hambre y la malnutrición de tantas personas nos exige pasar a la acción: “podemos soñar con un futuro sin hambre, pero sólo es legítimo si nos empeñamos en procesos tangibles, en relaciones vitales, planes operativos y compromisos reales” (16-10-2018). Con sus proyectos, Manos Unidas pretende garantizar el “derecho al desarrollo” de las personas y los pueblos. Por eso, junto a proyectos de atención a las personas que carecen de alimentos suficientes, desarrolla también proyectos agrícolas, educativos, de salud y de promoción de la mujer, porque todas estas cosas están en el trasfondo del hambre. Para combatir el hambre no bastan acciones reactivas sino que hay que desarrollar enfoques proactivos, atacando las causas del hambre y la pobreza: la extrema desigualdad, la mala

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distribución de los recursos del planeta, los conictos sangrientos o el analfabetismo. Esto es lo que intenta Manos Unidas con sus programas y proyectos de desarrollo. Colaborar con ellos es una buena manera de contribuir a forjar un futuro sin hambre. + Francesc Simón Conesa Ferrer Obispo de Menorca

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Diócesis de Mérida-Badajoz

Manos unidas, un proyecto que nos concierne a todos

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Monseñor Celso Morga Iruzubieta, Arzobispo de Mérida-Badajoz.

uando nos adentramos en febrero llama a nuestra puerta la Campaña de Manos Unidas que pone el ojo en debilitar los efectos del hambre a base de proyectos de desarrollo, conscientes que cuando hay uno, desaparece el otro. La Jornada viene precedida del Día del Ayuno Voluntario, que constituye un signo ante los hombres y una oración ante Dios. Por un lado, nos hace sentir físicamente lo que sienten tantos hermanos nuestros que no tienen qué llevarse a la boca, y por otro, es una forma de orar con nuestra vida, haciendo nuestras las carencias de los demás. Aunque el trabajo de los voluntarios y las voluntarias de Manos Unidas se despliega durante todo el año, desde hace algún tiempo ese trabajo se ha visto multiplicado para darle forma a esta campaña: carteles para las paradas de autobuses, spots para las salas de cine, cuñas para emisoras de radio, ruedas de prensa… Todo dirigido a obtener casi 371.000 euros que destinarán a 12 proyectos en 10 países. El contenido de estos proyectos, cuya financiación es asumida por los arciprestazgos de la archidiócesis, va desde la educación hasta la promoción de la mujer, que tiene efectos inmediatos en el conjunto de la sociedad; desde la agricultura hasta la sanidad. Como se destaca desde la propia organización, la historia de la Campaña contra el Hambre comenzó en 1955, cuando la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC) hizo público un manifiesto en el que, respondiendo a un llamamiento de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), anunciaba su compromiso en la lucha contra el hambre en el mundo. En 1959, las mujeres de Acción Católica de España tomaron el testigo y lanzaron la primera Campaña contra el Hambre, a partir de la cual se fue configurando la actual Manos Unidas. Los datos de Manos Unidas nos llenan de orgullo a todos. El año pasado destinó cerca de 39 millones de euros a la lucha contra el hambre en África, América y Asia, apoyó a 1,6 millones de personas y trabajó con más de 400 organizaciones locales en 59 países del Sur, y todo ello gracias a los voluntarios, que hacen posible que los gastos de administración y personal sean mínimos: más del 85% de su recaudación se destina a financiar proyectos de desarrollo. Todo ello nos debe llevar, por un lado, a felicitar a los que ponen tiempo y esfuerzo al servicio de esta causa de la Iglesia, y por otro a animarnos a todos a sumarnos con nuestra limosna al objetivo de aniquilar, o reducir todo lo que podamos, el hambre en el mundo. + Celso Morga Iruzubieta Arzobispo de Mérida-Badajoz

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Diócesis de Mondoñedo-Ferrol

“Creemos en la igualdad y en la dignidad de las personas”

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Monseñor Luis Ángel de las Heras Berzal, Obispo de Mondoñedo-Ferrol.

on iguales dosis de alegría que de responsabilidad cristianas, felicitamos por su 60 aniversario a Manos Unidas, la ONG de la Iglesia Católica Española para la promoción y el desarrollo de los empobrecidos. Alegría por tantos años haciendo el bien, al estilo de Jesús de Nazaret, en la lucha para desterrar de la faz de la tierra el hambre, la pobreza, la iniquidad, la exclusión… Alegría que lleva aparejada la ineludible responsabilidad personal y eclesial para construir un mundo más justo y solidario, más cercano al sueño salvífico de Dios que se nos ha revelado en Jesucristo. En esta celebración de los 60 años de Manos Unidas se da otro paso más hacia ese mundo nuevo, con fortaleza, constancia y esperanza: “Creemos en la igualdad y en la dignidad de las personas”. Iniciamos un nuevo trienio en el que nos proponemos centrar los esfuerzos en la defensa de los Derechos Humanos como cauce de apoyo a los más desfavorecidos de la tierra. Algo que hacemos movidos por la injusticia que clama al cielo y que Dios escucha y acoge para administrar su justicia con misericordia. Creer en la igualdad y en la dignidad de las personas nos urge a vivir inquietos, a movilizarnos, a impedir que crezcan gérmenes de indiferencia. La igualdad y la dignidad de las personas nos exige despertar la conciencia humana claramente “anestesiada”. Hecho que constituye una de las causas más importante de la crisis del mundo moderno, junto al alejamiento de los valores religiosos, como afirma el histórico Documento sobre la Fraternidad Humana, firmado hace unos días en Abu Dabi por el Gran Imán de Al-Azhar y el Papa Francisco. Es preciso que descongelemos el corazón y movamos pies y manos para “Promover los Derechos con Hechos” (2019-2021). Este primer año del período trienal que da comienzo, Manos Unidas nos invita a denunciar la pobreza de la mujer para erradicarla. Mientras en algunos lugares la mujer se va abriendo camino, no sin obstáculos, y va siendo cada vez más independiente y segura, con voz propia y con una vida digna, en otras partes del mundo las mujeres están muy lejos de lo que corresponde a su dignidad humana. No poseen unas mínimas condiciones para poder desarrollar un trabajo digno, para vivir en paz, para ser respetadas. No gozan de los derechos humanos elementales; entre ellos, el derecho a la alimentación. Como fruto de una conciencia cristiana despierta e inquieta, convencida de la igualdad y la dignidad de las personas, hemos de denunciar la desigualdad de oportunidades entre hombres y mujeres en el mundo, así como las trabas que encuentra la necesaria promo-

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ción de la mujer. Que todas ellas alcancen la dignidad que les es propia tiene que erigirse en una prioridad para nosotros, cristianos, como ya lo es para Dios. Por ello, mano con mano, queremos promover el derecho a la alimentación, a la educación, a la salud, al agua y al saneamiento. Mano con mano, voz con voz, queremos potenciar la igualdad para las mujeres. No en vano, Manos Unidas nos invita a mirar especialmente este año “a las más pobres entre los pobres”. Quedan muchas conciencias que desperezar y mantener vigilantes, porque el desarrollo integral es aún imposible para 821 millones de personas que pasan hambre. Una cifra que sigue estremeciéndonos y poniendo en duda si realmente creemos en la igualdad y en la dignidad de los seres humanos. Una cifra que crece incompresiblemente, cuando tendría que disminuir porque hay recursos suficientes para todos. Y, por lo mismo, una cifra que debe multiplicar nuestros granos de arena para hacer frente a esta vergüenza de la humanidad y hacerla desaparecer. Con el Evangelio de Jesucristo creciendo en el corazón, olvidémonos un poco de nosotros mismos para poder desarrollar un decidido compromiso con las personas en las que descubrimos una dignidad llagada, unos derechos conculcados y una escandalosa carencia de alimento. Para estos hermanos y hermanas, en especial para las mujeres, nuestra ayuda es tan imprescindible y apremiante, como entera y misericordiosamente justa. + Luis Ángel de las Heras Berzal, C.M.F. Obispo de Mondoñedo-Ferrol

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Diócesis de Orihuela-Alicante 60 años de Manos Unidas Campaña 2019: Promover la dignidad de la mujer

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Monseñor Jesús Murgui Soriano, Obispo de Orihuela-Alicante.

omo cada año, el segundo domingo de febrero, celebramos la Jornada nacional de Manos Unidas. Este año, esta Asociación de la Iglesia Católica en España para la ayuda, promoción y desarrollo en los países en vías de desarrollo, cumple 60 años de su fundación por un grupo de mujeres de Acción Católica, que materializaban su compromiso cristiano lanzándose a reescribir la historia del hambre en el mundo. Actualmente, sus miembros, sintiéndose orgullosos de sus orígenes, desean trabajar con el mismo espíritu y entrega que sus fundadoras, tras sesenta años de lucha contra el hambre, tratando de dar respuesta a sus causas y consecuencias en el mundo, y promoviendo la igualdad y dignidad de las personas. Vivimos tiempos difíciles, castigados por unos años de debilidad y volatilidad en los grandes valores sociales que junto a la compleja inestabilidad económica generan que la brecha entre ricos y pobres se haya hecho y se siga haciendo cada vez más profunda y dolorosa. Las crisis que padecemos en sus consecuencias son sufridas por muchas familias. Y a mayor escala, el panorama internacional nos presenta un mundo tensionado por las acuciantes desigualdades socioeconómicas, que lejos de menguar parecen perpetuarse. No podemos ignorar a nuestros hermanos más pobres, no podemos encerrarnos en nuestros problemas y asuntos, mientras muchos seres humanos perecen careciendo de lo más elemental. Manos Unidas ha trabajado durante 60 años para responder con obras a las necesidades fundamentales de tantas personas en estos tiempos no fáciles. Y esta Asociación, que nació, como hemos dicho, de la iniciativa de un grupo de mujeres cristianas y en la cual siempre las mujeres han estado y están especialmente presentes y activas, ha trabajado buscando siempre la igualdad entre las personas en los países más desfavorecidos; haciéndolo mediante acciones de desarrollo, con mucha frecuencia realizadas por las mujeres de las mismas comunidades en las que se desarrollan estos proyectos. En la Campaña de este año 2019, en línea con su tarea de responder a las necesidades fundamentales de las personas y de promover en esas respuestas la igualdad y la dignidad de las mismas, en palabras de la Presidenta de Manos Unidas, van “ a poner el foco en la mujer del siglo XXI”; tratando de “garantizar los derechos humanos desde la figura de la mujer, de trabajar por la plena igualdad entre hombres y mujeres… apoyando iniciativas que favorezcan la inclusión de la mujer en todos los ámbitos de la vida”.

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El objetivo de la Campaña de este año guarda una armonía de fondo con la identidad y el itinerario de los proyectos de Manos Unidas en estos largos años de servicio; la promoción de la mujer ha sido una prioridad para el desarrollo, junto con la promoción educativa, sanitaria y social. Sesenta años de servicio al desarrollo han demostrado a Manos Unidas que invertir en la mujer es una buena manera de trabajar a favor de la dignidad y el reconocimiento de los desechos de todas las personas. Vaya pues mi felicitación a toda la Asociación que cumple sesenta años de fecunda historia, con el deseo de que mantengáis viva la llama del compromiso que fue vuestro origen, el compromiso de un valeroso grupo de mujeres cristianas, movidas por el altísimo concepto que tenemos de la dignidad de la persona humana, cuya vida y ser es don de Dios, y desde el que se lanzaron a cambiar la situación de los más desfavorecidos del mundo. Mi gratitud y mis palabras de ánimo a todo el importante colectivo de Manos Unidas de nuestra Diócesis de Orihuela-Alicante. Vuestro compromiso nos honra y, a la vez, nos conciencia del grito de tantas hambres, de la situación de los que nada tienen. Dios os bendiga. + Jesús Murgui Soriano Obispo de Orihuela-Alicante

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Diócesis de Osma-Soria

“60 años de trabajo por la dignidad de las personas”

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Monseñor Abilio Martínez Varela, Obispo de Osma-Soria.

a dignidad humana La Institución “Manos Unidas. Campaña contra el hambre” celebra el 60 aniversario de su nacimiento para la lucha contra el hambre y la promoción de los derechos humanos. Sin duda, hay una relación directa entre los derechos de las personas (trabajo, educación, libertad religiosa, descanso, libertad de residencia…) y la lucha contra la pobreza y el ham-bre como instrumento necesario para lograr la dignidad de la persona. El Papa Francisco, en Evangelii Gaudium, al hablar de la necesidad de cuidar la fragilidad y pobreza afirma que el ser humano “es un fin en sí mismo y nunca un medio para resolver otras dificultades. Si esta convicción cae, no quedan fundamentos sólidos y permanentes para defender los derechos humanos, que siempre estarían sometidos a conveniencias circunstanciales de los poderosos de turno” (213). Derechos y hechos Manos Unidas, durante los próximos tres años, quiere moverse en esta línea de trabajo: “Promoviendo los derechos con hechos”. ¡Cuántas veces hemos oído y dicho nosotros mismos: “Obras son amores y no buenas razones”! La parábola del siervo despiadado (Mt 18, 21-35) que no es capaz de perdonar ni unos céntimos a quien se lo suplica de ro-dillas, nos recuerda que el actuar con misericordia no es sólo el obrar de Dios Padre sino que se convierte en el criterio para saber quiénes son realmente sus verdaderos hijos (Cfr. Misericordiae Vultus 9). Nuestro compromiso En nuestra Diócesis de Osma-Soria, de forma sencilla pero generosa, cada año nos comprometemos en una serie de proyectos que buscan restablecer la dignidad de la persona. Quiero resaltar y agradecer el trabajo de los miembros de la Delegación de Manos Unidas de Soria. Así como el de las parroquias, personas e instituciones que de una forma absolutamente altruista, entregan generosamente su tiempo para desarrollar numerosas actividades solidarias. Éstas están dirigidas, en primer lugar, a la concienciación y sensibilización de la sociedad soriana sobre la existencia de situaciones y estructuras injustas que generan pobreza y dolor tanto a nuestro alrededor como en los países empobrecidos que claman por el pan y el agua para poder subsistir. En segundo lugar, buscan cuidar la educación para abrir nuestras mentes a un cambio de valores y comportamientos tanto personales como sociales que faciliten la construcción de un mundo más justo y solidario.

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En consecuencia, Manos Unidas nos ofrece todos los años unos magníficos materiales educativos, catequéticos y de formación (junto con las Campañas anuales y las publicaciones) que tenemos que acoger muy positivamente. Estos constituyen un elemento privilegiado para, desde las parroquias y las escuelas, ir formando personas responsables y solidarias que se impliquen en la lucha contra el hambre y la pobreza: “Todos los cristianos, también los Pastores, están llamados a preocuparse por la construcción de un mundo mejor. De eso se trata, porque el pensamiento social de la Iglesia es ante todo positivo y propositivo, orienta una acción transformadora, y en ese sentido no deja de ser un signo de esperanza que brota del corazón amante de Jesucristo” (E.G.183). Y finalmente, para que esto no sea “papel mojado”, la Delegación de Manos Unidas en Soria nos propone una serie de proyectos en diversos lugares de países del Sur. De esta manera, con nuestras aportaciones podremos hacer que los derechos de las personas se conviertan en hechos. De ahí que os los dé a conocer y anime a todos los diocesanos, personas de buena voluntad e instituciones sorianas a colaborar generosamente, como siempre lo habéis hecho, para lograr su consecución. Son los siguientes: 1) Acceso al agua potable, saneamiento y seguridad alimentaria en las regiones de Las Sabanas al Norte de Togo. 2) Fortalecimiento del trabajo de las mujeres del Departamento de Cochabamba (Bolivia) para mejorar sus ingresos. 3) Dotación de equipamiento para programas de desarrollo agrícolas en Jaintia Hills (Nordeste de India). 4) Formación para jóvenes en la escuela secundaria en la República Democrática del Congo. Os invito a participar, con anchura de corazón, en todos los actos que organiza la Delegación, pues nuestra cooperación es muy necesaria. Agradezco vuestra implicación y ayuda con los más necesitados, ya que colaborando con estos proyectos construimos un mundo nuevo, una sociedad más justa y solidaria, en definitiva, el Reino de Dios. + Abilio Martínez Varea Obispo de Osma-Soria

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Diócesis de Ourense

Manos Unidas. ¡Manos solidarias!

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Monseñor J. Leonardo Lemos Montanet, Obispo de Ourense.

omo viene siendo habitual, la organización de Manos Unidas nos convoca, al comienzo del mes de febrero, para dos citas anuales: al “Día del Ayuno Voluntario”, el viernes 8 de febrero, y a la “Jornada Nacional de Manos Unidas”, el domingo 10 de febrero. Este año, además, celebramos el 60 aniversario del comienzo de las actividades de esta institución. Y, al igual que entonces, sigue en plena actividad aquél compromiso del primer momento: defensa de los derechos humanos de todas las personas y, de manera especial, la preocupación por los más vulnerables ayudándoles a vivir con la dignidad propia de los hijos de Dios. El lema de este año es, de suyo, un reto: Lucha por la dignidad de las personas. Manos Unidas tiene entrañas universales y, por consiguiente, cuando quiere concretar esa lucha, este año la objetiva, de manera especial, en la mujer. En algunas de nuestras sociedades -quizás también en la nuestra, sobre todo si prestamos atención a tantos signos de violencia y muerte de la que han sido y son objeto las mujeres- Manos Unidas nos ayuda a descubrir que la mujer del siglo XXI, si prestamos atención a los datos sociológicos, todavía no tiene una existencia segura e independiente. Si creemos en la igualdad y en la dignidad de todas las personas: niños y ancianos, mujeres y hombres, entonces tenemos que optar por un cambio en nuestra mentalidad tan conformista y, a veces, cerrada en sus seguridades. El Evangelio siempre nos está ayudando en el camino de la conversión. Los dos momentos que nos propone Manos Unidas en el mes de febrero son una ocasión propicia para que nos dejemos interpelar, una vez más, por la Palabra de Dios que con suavidad pero con verdad nos vuelve a preguntar: ¿Dónde está tu hermano? (Gen. 4,9). Y no podemos escaquearnos, diciendo: ¡No lo sé! ¿Soy acaso yo el guardián de mi hermano? El Evangelio de Jesucristo transforma el corazón y la vida entera de todo aquél que se encuentra con Él. Y cuando no nos atrevemos a dejarnos encontrar, no podemos perder de perspectiva que, sin embargo, Él sí se encuentra con nosotros a través del rostro de los otros, de los más necesitados, los más vulnerables, ¡nuestros hermanos! Por eso, todo aquello que hacemos por Manos Unidas, lo hacemos por ellos, ¡los hermanos que no tienen un rostro concreto, pero están ahí! Al colaborar con Manos Unidas estamos anunciando y promoviendo por medio de la educación para el desarrollo, los proyectos de cooperación y de justicia, yendo a las causas estructurales y personales que generan tanto dolor y tanta hambre en los hermanos. No podemos permanecer tranquilos y apoltronados en nuestro sistema de bienestar occidental, mientras otros carecen de aquellos bienes imprescindibles para una vida digna.

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Os invito a que hagamos nuestras las palabras del papa Francisco: “Benditas las manos que se abren para acoger a los pobres y ayudarlos: son manos que traen esperanza (…). Benditas las manos que se abren sin pedir nada a cambio, sin “peros” ni “condiciones”: son manos que hacen descender sobre los hermanos la bendición de Dios”. Que gracias a la campaña de Manos Unidas aprendamos, una vez más, a mantener siempre nuestras manos abiertas, como signo de nuestra propia existencia, de tal manera que así nos ayuden a estar siempre dispuestos a atender y defender al hermano, tanto de cerca como de lejos. Sea éste quien sea, porque siempre será ¡nuestro hermano! + J. Leonardo Lemos Montanet Obispo de Ourense

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Diócesis de Palencia

Creemos en la igualdad y en la dignidad de las personas

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Monseñor Manuel Herrero Fernández, Obispo de Palencia.

ste es el lema de la Campaña de Manos Unidas de este año. Entiendo que no es una constatación sociológica ni en la sociedad española ni en el mundo entero, sino más bien un deseo, un anhelo y una invitación al compromiso. No es una constatación sociológica: lo podemos observar en nuestra sociedad. En estos días en los que escribo, está en pleno debate social y político por la aparición en escena de algún grupo político y alguna de sus propuestas contestadas por otros grupos sociales y políticos sobre la violencia machista y la llamada ideología de género. Es verdad que en España creemos y hemos crecido en la igualdad de derechos y deberes de las personas, hombres y mujeres, particularmente de las mujeres, aunque todavía mucho que crecer en el campo político, social y cultural, incluso en el ámbito de la Iglesia Católica. La dignidad es reconocida por todos y desde la Iglesia Católica de manera especial, ya que para el cristiano todo ser humano, tanto varones como mujeres, tanto el no nacido como el que está, cargado de años y dolencias, a punto de la muerte natural; esa dignidad no le viene de una ley positiva, de las constituciones de las naciones o de otras leyes o Declaraciones aunque sean de la ONU, sino de Dios que ha creado a todo ser humano a su imagen y semejanza (Gen.1,26-27), y más todavía en Jesucristo hemos sido elevados a la condición de hijos adoptivos de Dios, hermanos del Señor Jesucristo y personas habitadas por el Espíritu Santo. Pero también en la diversidad, porque Dios no ha hecho distintos. Esta diversidad no va en contra de la igualdad radical, sino que quiere ver la diversidad como un elemento de complementariedad; somos iguales, pero distintos y complementarios para bien de cada uno y de todos (Cfr. Gen.2,18-25). Pero no podemos cerrarnos en nuestro pequeño mundo de los países ricos, del Norte, y menos en un mundo marcado por la globalización, y más si cabe como cristianos católicos, que significa universales. MANOS UNIDAS, una ONG católica, formada por hombres y mujeres que desde su fe en Jesucristo se han comprometido con la noble causa de colaborar para erradicar el hambre en el mundo y promover el auténtico desarrollo de las personas, nos recuerda que la igualdad no se da en muchas partes de los distintos continentes y en muchos países no se respeta la dignidad de las personas. Esta situación afecta sobre todo a las mujeres y a los niños. La revista que se ha publicado con motivo de esta campaña trae testimonios que ponen la carne de gallina e interpelan. Una de cada tres mujeres de hoy, como la del cartel, no vive como imaginamos pues no es ni independiente, ni vive segura, ni tiene voz. MANOS UNIDAS hace hoy de profeta seguro y valiente, prestando su voz para darles voz y hablando en nombre de Dios, poniendo su confianza en Dios y sin miedo a

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nadie porque es independiente de todo poder político y económico y está formada por personas libres con la libertad de Cristo. Testigos de estas desigualdades y del escaso reconocimiento de la dignidad de las personas son también los misioneros palentinos; cuando vienen a esta tierra nuestra y suya, nos cuentan con dolor e incluso con lágrimas la situación indigna en la que viven o malviven tantos hermanos nuestros de otras latitudes. Como Obispo de Palencia y a la vez Obispo de la Iglesia Católica que debe tener preocupación por todas las demás iglesias y como persona que considera que nada hay verdaderamente humano que nos sea ajeno y lejano, reconozco la labor que están realizando tantas personas en nuestros pueblos y ciudades y os animo a seguir adelante; a la vez os invito a todos a colaborar con MANOS UNIDAS en su objetivo, sintonizando con él con la mente, el corazón y las manos, integrándoos en este grupo y colaborando económicamente en sus proyectos de promoción y cambio social con aportaciones fijas o en las colectas que se organizan en todas las parroquias y centros evangelizadores católicos. Es más, os pido que contagiéis su causa a los demás miembros de la propia familia, vecinos, amigos y conocidos. Su Causa debe ser nuestra Causa, porque es una causa humana y divina. Tenemos que ponernos en la piel y en la situación de aquellas personas que sufren la desigualdad, que están esclavizadas, que viven en la inseguridad, con temor permanente, y sin voz, y si gritan nadie les hace caso. Son nuestros hermanos, en los que Jesús sigue viviendo y sufriendo, estando desnudo, hambriento, encarcelado, enfermo, siendo forastero o emigrante. Todo lo que hagamos a nuestros hermanos se lo hacemos al mismo Cristo (cfr. Mat.25, 31-46) y sobre el amor al desvalido seremos juzgados. No endurezcamos el oído del corazón para que podamos oír de la boca del mismo Jesús: “Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo …, porque os digo que cada vez que hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Cfr. Mt, 25,31-46). + Manuel Herrero Fernández Obispo de Palencia

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Diócesis de Pamplona y Tudela

Sesenta años de trabajo por la dignidad de las personas

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Monseñor Francisco Pérez González, Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela.

ste año, Manos Unidas celebra el sesenta aniversario de su creación, un acontecimiento al que nos unimos con gozo y alegría. Sesenta años de compromiso incansable en la lucha contra el hambre en el mundo. Desde su fundación en 1959, esta institución fue consciente de la vinculación entre el trabajo para el desarrollo y el trabajo por los Derechos Humanos, ya que muchas situaciones de hambre, pobreza y miseria hunden sus raíces en la privación de esos Derechos fundamentales. Ya en sus orígenes, Manos Unidas denunciaba el “hambre de paz, de cultura y de Dios que padece gran parte de la humanidad”. Inspirándose en el Evangelio y en la Doctrina Social de la Iglesia, siempre ha promovido dos líneas de trabajo: 1. Sensibilización: dar a conocer y denunciar la existencia del hambre y de la pobreza, como parte de la vida diaria de más de 800 millones de personas, sus causas y sus posibles soluciones. Para ello, se realizan acciones cuyo objetivo es aumentar la conciencia y el compromiso de las personas para lograr un mundo más justo y más humano. La educación para el desarrollo, para una vida solidaria y sostenible, pretende influir en los dos grandes focos donde residen las causas de la injusticia: nuestros comportamientos individuales basados en valores y actitudes contrarias a la solidaridad y el comportamiento de las instituciones que conforman las estructuras injustas que generan pobreza y exclusión. 2. Cooperación al desarrollo: reunir medios económicos para financiar los programas, planes y proyectos de desarrollo integral dirigidos a atender estas necesidades. Para Manos Unidas, el desarrollo es un proceso que debe llevar a transformaciones y cambios sociales tanto en el Norte como en el Sur, de forma que se alcancen condiciones de vida digna para todas las personas. A lo largo de estos sesenta años, se ha confirmado que el derecho a la alimentación, que impulsa la lucha contra el hambre en Manos Unidas, no es un derecho inconexo, sino que está vinculado y es dependiente de otros derechos: al agua, a la tierra, a la educación, a la salud, al trabajo… Por ello, las acciones con las que esta organización trata de transformar las situaciones injustas, las plantean desde un “enfoque de derechos”, ya que no es posible garantizar un solo derecho aislado. Para mejorar las condiciones de vida de millones de seres humanos en Asia, África y América Latina, Manos Unidas centra su trabajo en acompañar y apoyar proyectos de desarrollo agrícola, sanitario, educativo, social y de promoción de la mujer. La mayor dedica-

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ción a estos sectores, no obstante, no ha impedido abordar, también, algunos aspectos específicos relativos a la acogida de refugiados, tan necesaria en nuestro tiempo, a la gestión medioambiental o al fortalecimiento de las organizaciones e instituciones locales. Asimismo, ha estado presente en los casos de emergencias humanitarias en situaciones especiales: las crisis de hambrunas, los terremotos, los tsunamis… Agradecemos a Dios el regalo de Manos Unidas que nos da la posibilidad de compartir y llegar a tantas personas y lugares apartados, y promover un desarrollo humano integral, solidario, sostenible, participativo que reconozca los derechos de las personas más vulnerables. Es aquí donde resuena la Palabra de Dios: “Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; era peregrino y me acogisteis; estaba desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme” (Mt 25, 35-36). Por eso os animo, queridos diocesanos, a colaborar con generosidad en la construcción de un mundo más justo y equitativo. Porque, en palabras del Papa Francisco: “Sólo cuando se es solidario de una manera concreta, superando visiones egoístas e intereses de parte, también se podrá lograr finalmente el objetivo de eliminar las formas de indigencia determinadas por la carencia de alimentos. Educar en la solidaridad significa educar en la humanidad”. Que la solidaria fraternidad nos impulse a testificar que es al mismo Jesucristo a quien ayudamos en las distintas personas necesitadas: “En verdad cuanto hicisteis a uno de estos hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 39). + Francisco Pérez González Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela

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Diócesis de San Sebastián

Campaña Manos Unidas 2019

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Monseñor José Ignacio Munilla Aguirre, Obispo de San Sebastián.

n la Campaña de Manos Unidas de este año 2019 recordamos que, hace 60 años, un grupo de mujeres de Acción Católica, con gran sentido de humanidad y con mirada creyente, convirtió la lucha contra el hambre en un proyecto colectivo del que muchísimas personas, formamos parte. Estas mujeres, que se sentían llamadas por Jesucristo a dar testimonio de un amor universal y efectivo por la familia humana, no se resignaban a que la mitad de la humanidad no tuviera qué comer, y declararon la guerra al hambre. Se pusieron “manos a la obra”. Desde esta historia de solidaridad y de lucha contra el hambre, que es también historia de “trabajo por la dignidad de las personas” y “urgidos por el amor de Jesucristo”, nos disponemos a vivir también nosotros, ahora, la Campaña 60 años de lucha por una vida digna. En estos 60 años de CAMPAÑAS CONTRA EL HAMBRE ha habido muchos avances, que hay que agradecer... pero sigue habiendo hambre, falta de respeto y de defensa de los derechos humanos, injusticia, desigualdad, opresión, mentira, pecado personal y estructuras de pecado, personas necesitadas de una salvación integral, humana y espiritual. Con palabras del Santo Papa Pablo VI (Populorum Progressio nº 21) hay que decir con fuerza “lo que queremos es que las personas pasen de condiciones menos humanas a condiciones más humanas”, en un verdadero proceso de civilización en la cual prime el amor y no la muerte. Se trata de discernir sobre las condiciones menos humanas: todas las carencias materiales, y las carencias morales… las estructuras opresoras, que provienen del abuso del poder, de la explotación de los trabajadores o de la injusticia de las transacciones… y tantas otras cosas muy graves. En cuanto a las condiciones más humanas hay que recordar: el remontarse de la miseria a la posesión de lo necesario. La educación y cultura más universalizadas; el aumento de la consideración de las gentes pobres y los pueblos; la cooperación al bien común, la voluntad de paz, el reconocimiento de los valores humanos supremos y de Dios, de la FE, de la comunión en la caridad de Cristo... Jesús y el Evangelio están ahí presentes. El camino lo sabemos: Donde el PECADO, la GRACIA; donde el DOLOR, la VIDA; donde la INJUSTICIA, la JUSTICIA; donde la OPRESIÓN, la LIBERACIÓN; donde la MENTIRA, la VERDAD; donde la MUERTE, la RESURRECCIÓN... así se realiza el proyecto del Dios de Jesús: “que tengan vida y vida abundante”.

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Para esta MISIÓN siempre hacen falta ENVIADOS, antes y ahora. Ahí estamos todos, llamados a vivir esta “mística” y así acoger esta “misión”. La Campaña contra el Hambre del año 2019, 60 AÑOS DE LUCHA POR UNA VIDA DIGNA, exige colaborar con los Proyectos de Manos Unidas que van encaminados a defender los derechos humanos, con acciones que lleven, en nosotros y en los demás, a un cambio de estructuras, de valores, de actitudes y comportamientos que favorezcan la construcción de un mundo más justo y una sociedad más solidaria, cerca y lejos. Este año específicamente nos fijamos en las MUJERES, SUS DERECHOS CONCULCADOS Y LA VIOLENCIA CONTRA ELLAS. Es lamentable que sigamos así, pero las más vulnerables son las que “pagan el plato”. Por una parte, son ellas las que están sacando la vida adelante con tantísimo trabajo, entrega, dedicación, de todo tipo… y a su vez, son las que están padeciendo todo tipo de actuaciones inhumanas. Hay mucho que hacer porque es en ellas y con ellas como se avanzará en “favor de todos”. Xabier Andonegui Mendizabal Vicario de Pastoral Social y Misiones

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Diócesis de Santander No es como te lo imaginas. Campaña de Manos Unidas contra el hambre 2019

S

Monseñor Manuel Sánchez Monge, Obispo de Santander.

i pensamos, por ejemplo, en las mujeres del siglo XXI las imaginamos formadas y educadas en la igualdad de derechos y oportunidades, capaces de vivir según sus propias decisiones, participando activamente en sus comunidades, en definitiva, mujeres libres. Pero esto no ocurre en la mayor parte del mundo. Una de cada tres mujeres de hoy no es como la imaginamos. Tan sólo unos datos que obligan a pensar: 815 millones de personas pasan hambre en el mundo, 263 millones de niños y jóvenes no están escolarizados, 24 personas por minuto se ven forzadas a abandonar sus hogares. De aquí nace la necesidad de promover con empeño un desarrollo solidario y sostenible. No podemos seguir abusando de los recursos de los pueblos del Tercer Mundo, hemos de abandonar nuestros hábitos de consumo y derroche y un modelo de desarrollo excluyente. Los intereses económicos no pueden primar sobre la dignidad de las personas. Nosotros pertenecemos a ese 15% de la población mundial que detenta el 85% de la riqueza que tenía que ser compartida. La fe aporta una perspectiva que refuerza nuestro compromiso en la construcción de un mundo más justo. La Doctrina Social de la Iglesia nos recuerda que los bienes y su uso deben ser universales para que todas las personas puedan satisfacer al menos sus necesidades básicas. La celebración del 60 aniversario de Manos Unidas nos debe llevar a agradecer la labor de esta institución para abrir caminos de solidaridad y a fijar más nuestra mirada en los marginados y excluidos promoviendo la educación para el desarrollo. Más de mil proyectos agropecuarios, 2.433 proyectos educativos, 1.209 proyectos sanitarios y 1495 proyectos de iniciativas socioeconómicas que han logrado la promoción de algunos millones de personas forman parte del haber de Manos Unidas en estos 60 años. Todo esto hace patente que un hombre solo puede muy poco; pero muchos hombres de muchos países pueden hacer muchas cosas en favor de millones de personas y cambiar la faz de la tierra. Luchar por una vida digna para todos exige ‘radicalidad’, ir a la raíz de los problemas y a sus causas, sin quedarnos en lo superficial. Una vez más, seamos generosos en la Campaña contra el hambre. Que la voz de Dios, que nos llega a través de nuestros hermanos más pobres, despierte la caridad y la solidaridad que debe caracterizar a todo cristiano. Desde aquí quiero expresar mi profunda gratitud a las mujeres que trabajan en Manos Unidas de nuestra diócesis y a cuantas personas colaboran con ellas. Con mi afecto y mi bendición, + Manuel Sánchez Monge Obispo de Santander

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Diócesis de Santiago de Compostela

“Creemos en la igualdad y en la dignidad de las personas”

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Monseñor Julián Barrio Barrio, Arzobispo de Santiago de Compostela.

ueridos diocesanos:

Hace sesenta años un grupo de mujeres de la Acción Católica con gran sentido de humanidad y mirada de fe, pusieron sus esfuerzos en la lucha por una vida digna al ver a tantas personas que pasaban hambre. Hoy el hambre sigue siendo noticia cuando 820 millones de personas están padeciendo esta realidad y 1.300 millones se encuentran en la pobreza, siendo tristemente protagonistas los rostros de niños y de mujeres. Parece incomprensible que esto esté sucediendo en nuestro mundo, pero esta es la realidad. Igualdad y dignidad de las personas Teóricamente damos por sentado que todas las personas somos iguales en derechos y en dignidad. Manos Unidas comienza un trienio de concienciación en esta clave: “Promoviendo los derechos con los hechos”, cuando hace también setenta años tenía lugar la Declaración Universal de los Derechos Humanos. “El movimiento hacia la identificación y proclamación de los derechos humanos es uno de los esfuerzos más relevantes para responder eficazmente a las exigencias imprescindibles de la dignidad humana”1. Sin embargo, se percibe que esto no lo hemos hecho convencimiento operativo en ese esfuerzo constante por el bien común. El Concilio Vaticano II nos recordaba que el bien común es “el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de los miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección”2. En este sentir el papa Francisco afirma que el bien común presupone el respeto a la persona humana con sus derechos básicos e inalienables, reclama el bienestar social, requiere la paz social que no se produce sin atención particular a la justicia distributiva3. Cuando en nuestro mundo hay tantas personas privadas de los derechos básicos como las que pasan hambre, trabajar por el bien común es una llamada a la solidaridad y a la opción preferencial por los poº “Tuve hambre y me disteis de comer” (Mt 25, 35) El Señor se identificó con los que tenían hambre y a los que se les dio de comer (Mt 25,35ss). Si queremos tener los mismos sentimientos de Cristo, hemos de hacer una opción clara por los pobres, poniendo nuestra atención en ellos y considerándoles como a nosotros mismos. El profeta Isaías clamaba: “Tú debes partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que va desnudo y no cerrarte a tu propia carne” (Is 58,7). Cristo, el rey glorioso, que nos va a juzgar es solidario de los más humildes aunque siempre respetables. En esa solidaridad se considera rey como el que ha descendido a las situaciones humanas más bajas y las conoce perfectamente. Cuando nos encontramos con los pobres y necesitados nos estamos encontrando con nuestro propio juez. “Estamos llamados a descubrir a

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Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos”4. Tendemos fácilmente a acallar nuestra conciencia con la limosna de turno ante situaciones catastróficas. El Papa nos advierte: “No nos podemos quedar tranquilos por haber hecho frente a las emergencias y a las situaciones desesperadas de los menesterosos. Todos estamos llamados a ir más allá. Podemos y debemos hacerlo mejor con los desvalidos”5. Este planteamiento tiene unas exigencias éticas y morales que son fundamentales en el día a día para nuestra implicación en el bien común. Agradezcamos el esfuerzo y la disponibilidad de las personas que con gran dedicación están trabajando más directamente en Manos Unidas de nuestra Iglesia diocesana. Os saluda con afecto y bendice en el Señor, + Julián Barrio Barrio Arzobispo de Santiago de Compostela

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1

Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 152.

2

Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, 26.

3

Cf. FRANCISCO, Laudato Si´, 157.

4

FRANCISCO, Evangelii gaudium, 198.

5

FRANCISCO, Mensaje a la FAO 2018.


Diócesis de Segorbe-Castellón

Iguales en dignidad y derechos

Q

Monseñor Casimiro López Llorente, Obispo de Segorbe-Castellón.

ueridos diocesanos:

En este mes de febrero tiene lugar la Campaña anual de Manos Unidas, que este año celebra su 60º Aniversario: son sesenta años de compromiso tenaz en la lucha contra el hambre de pan, el hambre de cultura y el hambre de Dios, como decían en su primer manifiesto. Ya desde un primer momento, Manos Unidas vio, sin embargo, que la negación de los derechos humanos está en la base y es una de las causas fundamentales de la pobreza y la exclusión que sufren cientos de millones de personas en nuestro mundo. De ahí que su compromiso cristiano por el reconocimiento efectivo y el trabajo continuado a favor de los derechos humanos de todos, en especial de los más pobres y desfavorecidos y entre ellos de las mujeres y de las niñas, han estado siempre presentes en la misión de Manos Unidas y vuelvan a estar en el punto de mira de la Campaña de este año al celebrar este Aniversario. Hablar de derechos humanos significa, ante todo, poner en el centro de la mirada, del corazón y de la acción la dignidad de toda persona humana, como hace Manos Unidas. Por el solo hecho de haber sido querido y creado por Dios a su imagen y semejanza, todo ser humano tiene una dignidad innata e inalienable, con independencia de sexo, raza, lengua, país, religión, edad o condición social; una dignidad que merece ser reconocida, respetada y promovida por parte de todos. La dignidad de todo ser humano es el fundamento de los derechos humanos, que son universales e indivisibles: son universales, porque corresponden a toda persona por el hecho de serlo y, en consecuencia, deben ser reconocidos a todos; y son indivisibles porque no pueden ser aplicados por partes separadas, porque se corre el riesgo de contradecir la unidad de la persona humana. Estos derechos fueron declarados para eliminar los muros de separación que dividen a la familia humana y los pueblos, y para favorecer el desarrollo humano integral, que significa “promover a todos los hombres y a todo el hombre […] hasta la humanidad entera” (Pablo VI, Populorum Progressio, 14); porque una visión reduccionista de la persona humana abre el camino a la propagación de la injusticia, de la desigualdad social y de la corrupción. Es cierto que se ha avanzado mucho en este terreno. La afirmación de la dignidad de la persona humana es hoy un hecho prácticamente universal. También lo es el reconocimiento teórico de los derechos humanos en la mayoría de los Estados. Pero no es menos cierto que aún queda mucho por hacer para que su ejercicio y disfrute sea efectivo y real para todos. Fiel a su origen, Manos Unidas pone de nuevo el foco en la defensa de los derechos

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humanos “promoviendo los derechos con hechos”, para que lo escrito en los textos legales sea real en la vida de las personas y para que millones de seres humanos, hermanos nuestros, sobre todo los más vulnerables, puedan disfrutar de esos derechos y puedan vivir con la dignidad de hijos e hijas de Dios. Y lo quiere hacer siguiendo en su lucha para erradicar el hambre en el mundo, porque, a pesar del enorme incremento de alimentos y todo el trabajo realizado 821 millones de personas pasan hambre y cada día mueren unas 25.000 personas por causas relacionadas con la pobreza. Es un verdadero escándalo que exige nuestro compromiso en favor del derecho a la alimentación, como un imperativo de nuestra fe y de nuestra responsabilidad con la construcción del bien común. El hambre es contrario al plan de Dios. En la raíz aparece siempre el egoísmo, la avaricia y la insolidaridad de los países más ricos. En su lucha contra la pobreza y el hambre, y por los derechos humanos se quieren fijar también en el derecho a la educación, a la salud y al agua, que están entrelazados entre sí. Y porque los derechos humanos corresponden a todos –sea hombre o mujer- seguirán luchando para lograr la igualdad entre hombres y mujeres en todos los ámbitos: educación, atención médica, trabajo decente, reconocimiento social o la representación en las decisiones políticas y económicas. Apoyemos con generosidad a la organización católica Manos Unidas en su lucha a favor de la justicia y a una vida digna para todos, necesarias para el desarrollo integral de “todos los hombres y de todo el hombre”. Con mi afecto y bendición, + Casimiro López Llorente Obispo de Segorbe-Castellón

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Diócesis de Segovia

“Creemos en la igualdad y en la dignidad de las personas”

Monseñor César Augusto Franco Martínez, Obispo de Segovia.

S

e cumplen ahora 60 años de la fundación de Manos Unidas por un grupo de mujeres de Acción Católica comprometidas con el Evangelio y con el hombre que padece hambre en el mundo. Eran mujeres sensibles, valientes, apostólicas. Hay que recordarlo hoy cuando se habla tanto de la mujer, de su dignidad y derechos inalienables. Mujeres que se identificaron con la Iglesia sin reservas y generaron iniciativas para visibilizar el rostro compasivo de los cristianos. Podemos decir que, a su manera, escucharon las palabras de Jesús a Pedro en el evangelio de hoy: «Echad las redes al mar». La pesca milagrosa es un signo del poder de Cristo y de la colaboración del hombre. Manos Unidas une también a las personas en la obra de misericordia que es dar de comer al hambriento y restablecerlo en su dignidad humana. El lema de este año nos exhorta a trabajar por la igualdad y dignidad de las personas. No existirá igualdad ni dignidad mientras no haya justicia equitativa y distributiva que evite la terrible lacra del hambre, la desnutrición y la falta de las condiciones esenciales para que las personas vivan y desarrollen su existencia con la dignidad que merecen. Manos Unidas alza su voz y trabaja para lograr, con su esfuerzo diario, la igualdad y dignidad de las personas, cualquiera que sea su raza, cultura y credo religioso. Este año pone su acento en la mujer del siglo XXI, de la que afirma no ser independiente, ni segura ni con voz. «Una de cada tres mujeres de hoy no es como te la imaginas», dice la campaña. Para superar estas injusticias es preciso luchar contra el pecado y las estructuras injustas que los poderes de este mundo establecen como reglas de juego. Hay carencias materiales, morales, estructuras opresoras que provienen del abuso del poder o de la injusticia. La liturgia de este domingo V del tiempo ordinario nos propone como ejemplo al profeta Isaías. Al narrar su vocación, él mismo reconoce que vive en un mundo impuro que necesita la acción de Dios. Y a la pregunta de Dios sobre a quién enviará para realizar esta tarea, el profeta responde: «Heme aquí, envíame». Sólo esta actitud es el fundamento de cualquier tarea de renovación y transformación de nuestro mundo injusto e insolidario. ¡Heme aquí, envíame! Se trata de hacerse disponible para ser enviado. Así hizo María y el mismo Cristo cuando dice: «Heme aquí que vengo para hacer tu voluntad». Sabemos bien que los problemas que afectan a la humanidad no se solucionarán de modo definitivo y universal. Cristo no vino a dar solución a los problemas sociales y económicos. Pero cada vez que una persona recupera la dignidad perdida y se le reconoce su igualdad

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con el resto de los seres humanos se da un paso de gigante en la transformación de este mundo. El hombre tiene valor infinito a los ojos de su Criador. Todo debe girar en torno a la dignidad de la persona, eje central de la organización social y económica de los pueblos. «La dignidad de cada persona humana y el bien común -dice el Papa Francisco- son cuestiones que deberían estructurar toda la política económica, pero a veces parecen sólo apéndices agregados desde fuera para completar un discurso político sin perspectivas ni programas de verdadero desarrollo integral» (EG 203). El amor cristiano es fecundo. No busca el éxito sino la salvación integral del hombre, llamado a ser plenamente feliz. La campaña de Manos Unidas es una ocasión para poner en juego todas nuestras capacidades de servir a nuestros hermanos más necesitados de manera que ya aquí, en este mundo, experimenten que todos somos hijos del mismo Padre y miembros de la única familia humana. + César Augusto Franco Martínez Obispo de Segovia

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Diócesis de Sevilla

Colaboremos con Manos Unidas

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Monseñor Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla.

ueridos hermanos y hermanas:

Como viene siendo costumbre desde hace cerca de sesenta años, Manos Unidas, la institución de la Iglesia en España para la ayuda, promoción y desarrollo del Tercer Mundo, organiza la Campaña contra el hambre el segundo domingo de febrero, que este año será el próximo día 10. Con este motivo me dirijo a los sacerdotes, diáconos, consagrados y laicos de nuestras comunidades y a todas las personas de buena voluntad, para invitaros a colaborar generosamente a este buen fin, la lucha contra el hambre en el mundo y el desarrollo de los países del hemisferio sur. Los datos son tristemente elocuentes: todavía hoy, a pesar de la globalización, la mitad de la humanidad padece hambre o está mal alimentada; una quinta parte de la población mundial sobrevive con menos de un dólar al día; y 1.200 niños mueren cada hora como consecuencia del hambre. Este estado de cosas interpela a la conciencia de los gobernantes de todo el mundo, llamados a globalizar eficazmente la solidaridad con los pueblos del hemisferio sur. Como afirmara Benedicto XVI en un célebre discurso a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante el Vaticano en enero de 2010, “sobre la base de datos estadísticos disponibles, se puede afirmar que menos de la mitad de las ingentes sumas destinadas globalmente al armamento sería más que suficiente para sacar de manera estable de la indigencia al inmenso ejército de pobres”. Hay fundamento, pues, para afirmar que un nuevo orden mundial podría eliminar el hambre en un corto espacio de tiempo. Sin embargo, no está en nuestras manos esta decisión que podría cambiar el rumbo del mundo, haciéndolo más humano y fraterno, de acuerdo con los planes de Dios. Tal decisión es patrimonio de quienes tienen en sus manos el destino de los pueblos, que no parecen estar especialmente predispuestos a adoptar resoluciones tan radicales. Esta constatación, sin embargo, no debe inhibirnos ni conducirnos al escepticismo. Está a nuestro alcance colaborar en la construcción de la “nueva civilización del amor” en el ambiente y circunstancias en que la Providencia de Dios nos ha situado. Depende de nuestra libertad responsable, que, ayudada por la gracia, es la que verdaderamente permite soñar con un mundo mejor. Manos Unidas, organismo oficial de la Iglesia en España para la ayuda, promoción y desarrollo del Tercer Mundo que, en el año 2010, año de su cincuentenario, recibió el Premio

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Príncipe de Asturias de la Concordia, como reconocimiento a su espléndida historia a lo largo de medio siglo, cumple entre nosotros una misión profética. Nos recuerda que los pobres existen y que el servicio a los que carecen de lo más elemental pertenece a la entraña del Evangelio. Manos Unidas, “experta en humanidad”, como obra que es de la Iglesia, y experta también en la aplicación escrupulosa de los fondos que recibe a proyectos de desarrollo, espolea un año más nuestra solidaridad, virtud que nos obliga al compromiso firme y perseverante por el bien común, es decir, el bien de todos los hombres y mujeres, hijos de Dios y hermanos nuestros. La solidaridad, como nos dijera Juan Pablo II, “es la entrega por el bien del prójimo, que está dispuesta a “perderse” en sentido evangélico, por el otro en lugar de explotarlo, y a “servirlo” en lugar de oprimirlo para el propio provecho” (SRS 38). El amor fraterno es el corazón del mensaje de Jesús. A lo largo de su vida, “Él manifestó su amor para con los pobres y los enfermos, para con los pequeños y los pecadores. Él nunca permaneció indiferente ante el sufrimiento humano” (Plegaria eucarística Vc). Por ello, la fuente de nuestra entrega a los pobres es el amor del Señor, que nos ha amado hasta el extremo, hasta dar la vida por nosotros (Jn 15,13). En la Eucaristía participamos de ese amor, que como nos ha dicho muchas veces el papa Francisco, nos hace capaces de vivir la fraternidad, de mirar con compasión, con los ojos de Jesús, al Tercer Mundo, compartiendo nuestros bienes con nuestros hermanos. Lo exige nuestra común condición de hijos de Dios y el destino universal de los bienes creados. Concluyo mi carta semanal rogando a los sacerdotes que colaboren con todo interés en la Campaña contra el Hambre, que celebramos el próximo fin de semana. Les agradezco de antemano el empeño que van a poner en la homilía y en la realización de la colecta. Agradezco también el tiempo y el trabajo de los directivos y voluntarios de Manos Unidas de la Archidiócesis y el desprendimiento de sus socios. Agradezco a la nueva Presidenta Delegada, María Albendea, su disponibilidad ejemplar para asumir este servicio, en el que está derrochando mucha inteligencia y generosidad. Le auguro un servicio fecundo en favor de los países del Sur. Invito a los fieles todos a la generosidad con nuestros hermanos más pobres, con la seguridad de que no quedará sin recompensa. Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición. + Juan José Asenjo Pelegrina Arzobispo de Sevilla

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Diócesis de Sigüenza-Guadalajara

60 años de Manos Unidas

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Monseñor Atilano Rodríguez Martínez, Obispo de Sigüenza-Guadalajara.

ace sesenta años un grupo de mujeres de la Acción Católica de Madrid declaraba la guerra al hambre en el mundo. Desde entonces, han sido muchas las batallas ganadas al hambre, pero aún no ha sido posible su erradicación. Aunque, en la actualidad, se producen alimentos suficientes para que nadie pase hambre, sin embargo, constatamos que más de 821 millones de personas, una de cada nueve, no tiene alimentos suficientes para su sustento diario. Esta situación de pobreza y miseria manifiesta, entre otras cosas, la falta de respeto a las personas y a sus derechos. Estos derechos, recogidos en la legislación de la mayor parte de los países y de otras organizaciones internacionales, son incumplidos sistemáticamente. Como consecuencia de ello, millones de personas ven pisoteada su dignidad al no poder acceder a los derechos más elementales, como pueden ser el derecho a la alimentación y a una vivienda digna. Para cambiar el rumbo de las cosas, es preciso que todos tomemos conciencia de nuestra responsabilidad y pongamos los medios oportunos para un cambio en nuestro estilo de vida. Pero, sobre todo, será necesario que se establezcan mecanismos de presión sobre quienes tienen responsabilidades en el gobierno de las naciones y sobre aquellas empresas multinacionales que buscan ante todo el lucro y el beneficio económico, olvidando las necesidades y derechos de las personas. Manos Unidas, organización de la Iglesia católica para la promoción integral de las personas en los países más empobrecidos de la tierra, está realizando cada año constantes llamadas a la solidaridad y está canalizando las ayudas materiales recibidas de sus colaboradores para la realización de proyectos de desarrollo agrícola, sanitario, educativo y de promoción de las personas, especialmente de las mujeres. Al programar su actividad para el próximo trienio, Manos Unidas se propone, entre otras cosas, impulsar la promoción de los “derechos” de las personas por medio de los “hechos”. Sus responsables consideran que, de este modo, millones de hermanos, excluidos de la sociedad por la pobreza y la miseria, podrán disfrutar de sus derechos y podrán experimentar, en la práctica, que su dignidad es valorada y respetada. El Evangelio nos invita a no cerrarnos sobre nosotros mismos, sino a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su dolor y sus necesidades. Los cristianos no podemos huir de los hermanos ni de sus problemas, sino que somos enviados al mundo para com-

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partir sus esperanzas y sufrimientos. Esto quiere decir que el mundo hemos de construirlo no desde la avaricia y el individualismo, sino desde el amor, la solidaridad y el respeto escrupuloso a la dignidad de cada persona. Con mi sincero afecto y bendición, feliz día del Señor. + Atilano Rodríguez Martínez Obispo de Sigüenza-Guadalajara

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Diócesis de Tarazona

Manos Unidas cumple 60 AÑOS: ¡Felicidades!

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Monseñor Eusebio Hernández Sola, Obispo de Tarazona.

ueridos hermanos y amigos:

¡Muchas felicidades a Manos Unidas que cumple en este año su 60 aniversario! Sesenta años desde que un grupo de mujeres españolas de Acción Católica se decidieron a luchar contra el hambre en el mundo y pusieron todos los medios para sensibilizar, desde entonces, a toda la sociedad española, algo que a lo largo de estos años ha ido creciendo en la conciencia de tantos españoles que, a través de las diversas campañas y acciones de esta institución han comprendido este compromiso de todos a favor de los más débiles y pobres de nuestra sociedad. Aquella iniciativa se ha seguido manteniendo, con aquel mismo espíritu que nació entonces, a través de tantas mujeres que en cada diócesis española fueron formando grupos que, unidos a Manos Unidas, supieron llevar hasta los pueblos más pequeños de toda nuestra geografía este mensaje de solidaridad y amor. Cuánta creatividad se ha desarrollado en todas estas mujeres para sensibilizar a todos: campañas, charlas, rastrillos y un largo etcétera de pequeñas y grandes acciones. También nuestra diócesis ha sabido comprender lo que Manos Unidas nos propone y, también aquí, en tantos lugares y parroquias, se vive con intensidad lo que cada año, en sus campañas, los distintos grupos de Manos Unidas ofrecen para crecer en solidaridad: festivales, cenas del hambre, campañas de sensibilización. Como nos decía la presidenta diocesana de Manos Unidas en la carta que el pasado mes de enero mandaba a los sacerdotes: “Esta LX campaña queremos recoger el testigo de aquellas primeras mujeres de Acción Católica que se comprometieron a luchar contra el hambre en todo el mundo, con un ideal particular: Remediar el hambre de pan, el hambre de cultura y el hambre de Dios. Esta campaña hace un homenaje a esas mujeres que siguen en medio de las dificultades de la Historia construyendo familia, sosteniendo sus comunidades, poblados, llevando adelante la educación de sus hijos, cuidando de su salud, promoviendo vida en todas sus dimensiones.” Manos Unidas en este año de su 60 aniversario quiere seguir denunciando sobre la situación de la mujer en los países empobrecidos, por ello inicia un periodo de tres años en el reivindica el cumplimiento de los Derechos Humanos en todo el mundo. Su eslogan: “Creemos en la igualdad y en la dignidad de las personas” y, en esta campaña, quieren incidir en objetivos esenciales para obtener una vida digna y hacer efectivo el derecho al desa-

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rrollo, a la alimentación, la educación, la salud, el agua, etc. Todos estos deseos se quieren concretizar en el proyecto que están llevando a cabo las Hermanas de Nuestra Señora de Fátima en Malkapur, del estado de Masharashtra, al oeste de la India, para mejorar las condiciones de vida de jóvenes tribales y viudas marginadas de aquella región. El presupuesto es de 31.618,00 euros. Quiero invitar a las mujeres que formáis Manos Unidas a que sigáis comprometidas para transmitir a la sociedad mensajes que nos inviten a colaborar en el impulso de una mentalidad y unos hábitos de vida más acordes con el reparto equitativo de los bienes. Y a seguir trabajando con las comunidades a las que acompañáis en los proyectos para que conozcan sus derechos y puedan reclamarlos y disfrutarlos. En uno de los boletines que en estos días Manos Unidas nos ha hecho llegar, reproducís unas palabras del papa Francisco, pronunciadas en la Jornada Mundial de los Pobres, con las que quiero terminar esta carta: “Benditas manos que se abren para acoger a los pobres y traer esperanza”. Unámonos todos, a este gran reto que cada año nos presenta Manos Unidas: Es un gran reto que exige una gran fe en lo humano, un compromiso coherente en el servicio a los demás y una confianza esperanzada en que un mundo más fraterno es posible. Gracias por vuestro interés y colaboración en este proyecto de Manos Unidas en la Iglesia y que asume nuestra diócesis. Con todo afecto os saludo y bendigo. + Eusebio Hernández Sola, O.A.R. Obispo de Tarazona

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Diócesis de Tarragona

Ayudar, no pasar de largo

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Monseñor Jaume Pujol Balcells, Arzobispo metropolitano de Tarragona.

uan Pablo II instituyó la Jornada Mundial del Enfermo para cada 11 de febrero, haciéndola coincidir con la memoria litúrgica de Nuestra Señora de Lourdes. De este modo relacionó el cuidado que los cristianos hemos de tener siempre de los enfermos con el santuario francés que cada año acoge a miles de personas necesitadas de salud. Desde que tomé posesión del Arzobispado de Tarragona siempre he querido unirme a las peregrinaciones a este enclave mariano del Pirineo. Se siente una emoción especial contemplando la fe y esperanza de tantos, y la ayuda inestimable de los voluntarios. En Lourdes la Iglesia pone en manos de la Virgen la atención y posible curación de los enfermos. Lo hace siguiendo una vocación que se remonta a las enseñanzas de Jesucristo, quien «pasó haciendo el bien», curando a enfermos y consolando a quienes padecían por algún motivo. Benedicto XVI proponía considerar al efecto la parábola del buen samaritano, aquel hombre que se compadece del malherido que yace en la cuneta de un camino. Como él, no podemos pasar de largo de los sufrimientos ajenos, no cabe la excusa de que no tenemos tiempo o de que carecemos de dinero. Refiriéndose a este pasado de beneficencia que siempre ha caracterizado a la Iglesia, el papa Francisco llama a preservar el buen espíritu en los hospitales católicos y no caer en el «empresarialismo» de regir estos centros según las leyes impersonales del mercado. Los enfermos que tenemos al lado y los pobres, también los del Tercer Mundo que atiende con tanto celo Manos Unidas, son un tesoro de la Iglesia. No podemos mirar hacia otro lado cuando advertimos necesidades perentorias en nuestro prójimo. La enfermedad y la pobreza, que muchas veces van unidas, son reclamos para quien desee vivir una vida cristiana. Nuestra religión no es una lista de preceptos morales, sino un encuentro con Jesucristo que se nos manifiesta en el rostro del necesitado. En Lourdes ponemos en manos de la Virgen la salud del cuerpo y del alma. Contemplamos la felicidad de los voluntarios que acuden en ayuda de los impedidos para desplazarse. Entre ellos y los enfermos se forjan amistades que duran años. La solidaridad es el nuevo nombre de la caridad, pero el fondo es siempre el mismo: amar a los demás como Cristo nos ha amado.

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Vaya mi gratitud a todos quienes participan en estas peregrinaciones, lo mismo que a quienes llevan adelante desde hace años la labor benefactora de Manos Unidas con pobres de países lejanos. El testimonio cristiano está ahí, en estas manifestaciones de amor a los demás. + Jaume Pujol Balcells Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado

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Diócesis de Tenerife

Sesenta años con las “MANOS UNIDAS”

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Monseñor Bernardo Álvarez Afonso, Obispo Nivariense.

ueridos diocesanos:

Llevamos 60 años con las “MANOS UNIDAS” en la lucha contra el hambre en el mundo. Con la llegada de febrero se acentúa la campaña de sensibilización y recaudación de fondos para realizar los distintos proyectos programados en favor de las personas que sufren la pobreza en amplias regiones del mundo. Han sido millones de personas las que se han beneficiado de la acción eficaz de MANOS UNIDAS, pero el trabajo continúa. La ONU habla de más de 1.300 millones de personas que viven en situación de pobreza severa, personas que siguen necesitando de nuestra solidaridad. Una de cada nueve personas en el mundo padece hambre y una de cada tres, malnutrición. A todos nos impactan las catástrofes naturales que producen grandes daños en las personas y en los bienes. Lo medios de comunicación se encargan de tenernos informados al minuto. Pero, de lo que no se nos informa con tanta frecuencia es que hay países que viven en “catástrofe permanente”, no por fenómenos naturales, sino por los comportamientos humanos. “La pobreza -nos dice el Papa Francisco- nos desafía todos los días con sus muchas caras marcadas por el dolor, la marginación, la opresión, la violencia, la tortura y el encarcelamiento, la guerra, la privación de la libertad y de la dignidad, por la ignorancia y el analfabetismo, por la emergencia sanitaria y la falta de trabajo, el tráfico de personas y la esclavitud, el exilio y la miseria, y por la migración forzada. La pobreza tiene el rostro de mujeres, hombres y niños explotados por viles intereses, pisoteados por la lógica perversa del poder y el dinero. Qué lista inacabable y cruel nos resulta cuando consideramos la pobreza como fruto de la injusticia social, la miseria moral, la codicia de unos pocos y la indiferencia generalizada [… ] Ante este escenario, no se puede permanecer inactivos, ni tampoco resignados… a todo esto se debe responder con una nueva visión de la vida y de la sociedad”. Esta respuesta que pide el Papa, ha marcado siempre el ser y el hacer de MANOS UNIDAS, que -no está por demás recordarlo- es una Asociación de la Iglesia Católica en España para la ayuda, promoción y desarrollo en los países más pobres. A su vez, en el ámbito de la sociedad en general, es una ONG católica, de voluntarios, seglares, sin ánimo de lucro y de carácter benéfico. Actualmente cuenta con más de 76.000 socios. Pero, MANOS UNIDAS somos también todos lo que con nuestras aportaciones voluntarias hacemos posible que cada año se recauden los millones de euros (casi 49 en 2017) con los que se realizan los proyectos humanitarios (570 proyectos en 59 países diferentes, en 2017). Su servicio también contribuye al bien de todos los españoles, pues al activar nuestra sensibilidad y enseñarnos a mirar con más atención las necesidades ajenas, nos hace más humanos, menos egoístas y más solidarios.

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MANOS UNIDAS surgió en España hace 60 años y desde entonces no ha cesado en su lucha contra la pobreza, el hambre, la malnutrición, la enfermedad, la falta de instrucción, el subdesarrollo… Nacida por iniciativa de las Mujeres de Acción Católica y mantenida por ellas a lo largo de estos años, MANOS UNIDAS, junto con CÁRITAS, se ha convertido en el principal referente de los católicos en España para encauzar su deber de caridad para con el prójimo más necesitado: dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, curar al enfermo, enseñar al que no sabe... “Dar de comer a los hambrientos es un imperativo ético para la Iglesia, que responde a las enseñanzas de su Fundador, el Señor Jesús, sobre la solidaridad y el compartir” (Benedicto XVI). La presente campaña de 2019 está marcada por el lema “Creemos en la igualdad y la dignidad de las personas”. Con ello se quiere acentuar la universalidad y la indivisibilidad de los derechos humanos: Todos los seres humanos debemos disfrutar de ellos, sin prescindir de ninguno. De este modo, MANOS UNIDAS, como viene haciéndolo desde hace 60 años, quiere ser voz de los que, en la actualidad, no pueden reclamar sus derechos fundamentales. Particularmente, como muestra el cartel de la campaña, se quiere salir en defensa de los millones de mujeres (una de cada tres en todo el mundo) que en pleno siglo XXI no tienen autonomía, ni seguridad, ni voz. Actualmente, un tercio de las mujeres no son como te las imaginas, o estamos acostumbrados a ver, “ni independientes, ni seguras, ni con voz”. Nuestras comunidades cristianas y la sociedad en general, y en ellas cada uno de nosotros, estamos llamados a unirnos a este empeño de MANOS UNIDAS. Todos estamos llamados a “unir nuestras manos con las de otros” para cambiar esta situación. Llamados a unirnos en la convicción de que la actual situación de pobreza y hambre en el mundo es la mayor demostración de la falta de reconocimiento de los derechos humanos. Mientras en nuestras sociedades opulentas estamos reclamando de forma ilimitada nuevos “derechos secundarios” (la mayoría de corte individualista y egoísta), los dos tercios de la humanidad no pueden disfrutar de sus derechos fundamentales. Y esto, en parte, se debe a esos “derechos secundarios” que en los países ricos cada vez reclamamos más, sin darnos cuenta que es a costa del sufrimiento ajeno. Por así decir, la tarta es la misma para todos y cada uno ha de coger su parte, no a su gusto y capricho, sino atendiendo a que también otros tienen derecho a ella. Para los católicos, como nos enseña el Vaticano II, la cuestión es clara: “Nadie debe tener las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás… Alimenta al que muere de hambre, porque, si no lo alimentas, lo matas”. (GS 69). Por la fe y la gracia que Dios nos da, el amor de Cristo por los pobres impregna nuestro corazón y nos mueve a partir nuestro pan con los hambrientos. Así lo hacemos en muchas ocasiones a lo largo del año. Ahora toca apoyar la Campaña de Manos Unidas contra el hambre en el mundo. Podemos hacerlo entregando nuestros donativos a través de las entidades bancarias colaboradoras y, también, en la colecta que se realiza en todas las misas del segundo fin de semana de febrero. Sigamos con las “MANOS UNIDAS”. Así lo pido a todos, con mi afecto y bendición, en favor de tantos hermanos que nos necesitan. + Bernardo Álvarez Afonso Obispo Nivariense

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Diócesis de Terrassa Ad multos annos. Facta, non verba (Por muchos años. Hechos, no palabras)

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Monseñor Josep Àngel Saiz Meneses, Obispo de Terrassa.

anos Unidas cumple 60 años. Es el tiempo pasado desde que un grupo de mujeres de Acción Católica convirtió la lucha contra el hambre en un gran proyecto colectivo. Sintieron la llamada del Señor a dar testimonio de un amor efectivo y universal por la familia humana, conmovidas por el hecho de que la mitad de la población mundial padeciera hambre en aquellos momentos. Actualmente podemos decir que se han realizado progresos substanciales en la resolución de los problemas que afectan sobre todo a las poblaciones del hemisferio sur; de ahí que millones de personas hayan salido de la pobreza extrema, haya aumentado el acceso a la educación de niños y niñas y también se haya producido una mejora en el acceso a la sanidad. Pero, por desgracia, durante el año 2017, y por primera vez en muchos años, ha aumentado el número de personas que pasan hambre en el mundo. En el Sur todavía una multitud de millones de personas sigue viviendo en la pobreza y privada de una vida digna. En nuestro mundo, tan contaminado por el individualismo, es necesario que se recuerde con fuerza la responsabilidad que tenemos “los unos sobre los otros”. La pregunta de Dios a Caín: «¿Dónde está Abel, tu hermano?», es la misma pregunta que ha de resonar en nuestra conciencia. Caín responderá con una evasiva: «No sé, ¿soy yo el guardián de mi hermano?» (Gn 4,9). No ha de ser así entre nosotros, porque efectivamente, somos guardianes de nuestros hermanos, todos, los unos de los otros. Y no sólo de una forma primaria y genérica, sino que somos interdependientes, como hijos de Dios llamados a vivir en familia. Por eso Manos Unidas lleva a cabo también una labor de sensibilización y denuncia. La finalidad es que nuestros contemporáneos se dejen conmover por la realidad, por el sufrimiento de los demás, que se compadezcan, que colaboren generosamente en los proyectos, que luchen por cambiar las estructuras injustas. La sensibilización y la denuncia han de llevar a la toma de conciencia, a la conversión personal, a la lucha para transformar la sociedad según el designio de Dios, desde nuestra pertenencia a la Iglesia. La Iglesia está llamada a vivir su misión a través de un compromiso con los más necesitados, siguiendo el ejemplo de Cristo. San Juan Pablo II en la carta encíclica Sollicitudo rei socialis, afirmó: “Quiero señalar aquí la opción o amor preferencial por los pobres. Esta es una opción o una forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia” (n. 42). Posteriormente, el papa Benedicto XVI, en el discurso inaugural de la Conferencia Aparecida, puso el concepto de la opción preferencial por los pobres en relación con la condición de todo cristiano, ya que la fe en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, lleva implícita esta opción. Por eso el amor a Dios y al prójimo es inseparable y constituye un único mandamiento.

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El papa Francisco, más recientemente, planteaba la inclusión social de los pobres (EG 186-216). La Iglesia universal, cada comunidad concreta y cada cristiano en particular, todos estamos llamados a trabajar en la liberación y promoción de los pobres, de manera que se curen sus heridas, queden capacitados para vivir por sus medios, puedan integrarse plenamente en la sociedad, y sean acogidos en la comunidad cristiana. En este trabajo, no puede faltar jamás el signo de nuestra opción por los últimos. Nuestro compromiso con ellos comporta programas y acciones de asistencia y promoción; de denuncia y cambio de estructuras; también que lleguen a sentirse en casa, en familia; y ofrecerles asimismo atención religiosa prioritaria para que recuperen plenamente su dignidad de hijos de Dios. En este 60 aniversario, agradecemos especialmente a la familia de Manos Unidas la entrega generosa de tantas personas, que hacen presente el amor de Dios en el mundo y son fermento renovador en nuestra sociedad. Que el Señor os bendiga y os de su fuerza para seguir construyendo un mundo fraterno donde reinen la justicia y la paz. + Josep Àngel Saiz Meneses Obispo de Terrassa

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Diócesis de Teruel y Albarracín

Una dignidad heroica

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Monseñor Antonio Gómez Cantero, Obispo de Teruel y Albarracín.

cabo de llegar de la JMJ y sobre mi mesa de trabajo veo que debo escribir el artículo para Manos Unidas. He recorrido durante 12 días, con una cincuentena de jóvenes, comunidades rurales de Costa Rica y Panamá. Hemos visto a mujeres increíbles que sacan la vida adelante sin medios, arañando la tierra o esperando a sus hombres que regresen de la caña de azúcar o en pequeñas barcas desde el mar. Hay días que es difícil conseguir la comida. Viven con lo esencial, lo que nosotros llamamos pobreza. He hablado con ellas y, a pesar de las dificultades, están cargadas de esperanza. Nada se les pone por en medio. Los niños, a su alrededor, les mantienen vivas, en una creatividad desbordante, en una solidaridad fraterna. Siempre hablan de comunidad, si se refieren a la parroquia dicen: nuestra comunidad. La pequeña capilla es el lugar del encuentro, de los diálogos, de las fiestas. Ente ellas se presentan como hermanas, al principio nuestra mente pensaba en que podían ser consagradas, pero rápidamente la realidad nos sacó del ensueño. Sus niños, sus vientres embarazados, sus vestidos, sus maneras de sujetarse el cabello,... eran mujeres llenas de dignidad. Cuando alguien entre ellas pasa necesidad todas se confabulan para que entre todas puedan salir adelante. Y lo cuentan, son pequeños actos heroicos, son rayos de esperanza en donde quizás nosotros no vemos soluciones posibles. Ellas nos hablan de pequeñas historias, relatos cargados de vida, entrelazados como un tapiz con el esfuerzo y la creatividad de todas. Nosotros que venimos de este mundo, en que nos sobra de todo, fuimos tocados en lo más profundo del corazón. La unidad compartía el sufrimiento y la necesidad, creando pequeños caminos de salida, horizontes de dignidad. Eran personas profundamente creyentes, su trabajo y sus proyectos estaban en manos de Dios y hablaban de ello con naturalidad. Esta columna vertebral les permitía permanecer erguidas contra cualquier varapalo o contrariedad. Los jóvenes, hijos de esta nuestra sociedad de saciados, abrieron los ojos huecos de ilusiones, de luchas, de esfuerzos, de austeridad, de confianza. Y encontramos nuestro corazón vacío ante tanta heroica dignidad. + Antonio Gómez Cantero Obispo de Teruel y Albarracín

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Diócesis de Toledo

Manos Unidas: 60 campañas

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Monseñor Braulio Rodríguez Plaza, Arzobispo de Toledo y Primado de España.

eis décadas, durante las cuales las mujeres y hombres que forman Manos Unidas han luchado con denuedo por la dignidad del ser humano y su igualdad en lo más elemental: tener comida para una alimentación normal, equilibrada y capaz de hacer crecer a la persona. Lo han hecho empleando la imaginación y la voluntad férrea de conseguir medios para abordar los proyectos realistas que dieran esperanza a tanta gente, los más pobres. Lo han hecho con trasparencia y austeridad: son voluntarios de Manos Unidas, ONG católica, de fieles laicos fundamentalmente, sin ánimo de lucro, por supuesto. Para la Iglesia en España, un lujo y un orgullo; para la Iglesia de Toledo, una alegría. ¿Quién duda de la implantación social de Manos Unidas en España? Es lógica esta implantación, porque sus fondos provienen, en un 87% de sector privado, y el 12,7%, del sector público. Y con dos líneas de trabajo muy marcadas: la financiación de proyectos de desarrollo y la sensibilización de la sociedad española, por ejemplo, en el mundo de la educación, en el de los medios de comunicación y también en el de las administraciones pública. Leo, sin embargo, en la guía de Manos Unidas para la Campaña LX un dato preocupante. En el inicio de este 2019, pese al mundo de abundancia en que vivimos en el mundo occidental y otras partes del planeta, nos encontramos con que el número de personas que pasan hambre ha vuelto a aumentar. Es realmente una situación paradójica y un tanto decepcionante. ¿Os desanimaréis, voluntarios de Manos Unidas de nuestra Diócesis por esta realidad? No lo creo. No hace mucho tiempo que esta ONG de voluntarios católicos ha cambiado su equipo directivo, después del trabajo del anterior equipo diocesano, a quienes agradecemos su dedicación y su tiempo. No es fácil ciertamente tener tiempo para dedicarlo a una tarea que lleva mucha dedicación y desgaste. En esta semana, en la que se concentra el lanzamiento de la Campaña LX, la cena del Hambre y el ayuno voluntario, el Presidente-Delegado de Manos Unidas y su equipo nos invitan a percibir la gravedad del abismo que se abre en la desigualdad por el hambre y tantas calamidades anejos a él. La colecta del domingo día 10 no es el único recurso de Manos Unidas, porque son muchos los grupos de voluntario trabajan durante el año para conseguir sufragar los proyectos a los que se han comprometido. Sin embargo, la colecta une a las comunidades cristianas en el mismo empeño y comunión, en las diferentes parroquias e iglesias de nuestra Diócesis. Es una colecta denominada “imperada”, hay que hacerla. “Promoviendo los derechos con hechos” es el lema de esta LX Campaña de Manos Unidas. Obras son amores. Y se trata de expresar nuestro amor por los que más necesitan nuestra

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ayuda, y en los que hoy sufre Cristo, desde los confines del mundo. Creemos en la igualdad y la dignidad de las personas porque somos discípulos de Aquel que vino a dar la vida por todos los hombres, sin excluir a nadie. Hay, pues, mucho que trabajar. Os deseo una buena Campaña LX en 2019, y os animo a todos los voluntarios de Manos Unidas, unidos al equipo directivo. Mi agradecimiento a cuantos estáis implicados en Manos Unidas. Gracias en nombre de los más pobres. + Braulio Rodríguez Plaza Arzobispo de Toledo y Primado de España

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Diócesis de Tortosa

Palabras de Vida. Jornada de Manos Unidas

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Monseñor Enrique Benavent Vidal, Obispo de Tortosa.

urante la próxima semana, la asociación católica Manos Unidas nos invita a sumarnos a su trabajo de lucha contra el hambre en el mundo, con dos gestos simbólicos que, al mismo tiempo, tienen una gran eficacia porque ayudan a concienciar a toda la sociedad de este drama que padecen millones de hermanos nuestros, y porque nos permite participar en la lucha contra la pobreza y en favor de la dignidad de las personas que promueve esta asociación: el viernes 8 de febrero, haciendo un ayuno voluntario podemos solidarizarnos espiritualmente con los que pasan hambre; y el domingo 10 somos invitados a aportar nuestra contribución económica en la colecta de esta jornada, que se realizará en las celebraciones de la Eucaristía en las parroquias e Iglesias de nuestra diócesis abiertas al culto. Manos Unidas nació hace 60 años por iniciativa de un grupo de mujeres de la Acción Católica decididas a remediar la situación de hambre de pan, de cultura y de Dios que viven millones de seres humanos en nuestro mundo. De este modo ayudaban a poner los cimientos para que estos hermanos nuestros pudieran conquistar sus derechos fundamentales. Dos convicciones han inspirado el trabajo de Manos Unidas a lo largo de todo este tiempo: el principio de la doctrina social de la Iglesia formulado por el Vaticano II, que “Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para el uso de todos los Hombres y pueblos”; y la certeza de que solo un obstáculo en la lucha contra el hambre es insuperable: creer que la victoria es imposible. Como he dicho, Manos Unidas nació del compromiso de un grupo de mujeres. Por ello, en la campaña de este año se nos recuerda que si de verdad queremos luchar por un mundo más justo debemos creer en la igualdad de las personas. La lucha contra la pobreza será más eficaz si trabajamos por el reconocimiento efectivo de la dignidad de las mujeres. Frecuentemente no caemos en la cuenta de un hecho que está presente en todas partes del planeta: en las situaciones de pobreza e injusticia ellas son las más vulnerables y quienes más sufren las consecuencias. He aquí algunos datos que nos tienen que hacer pensar: si hay 25 millones de niños en edad escolar que nunca tendrán la oportunidad de aprender a leer y escribir en una escuela primaria, 15 son niñas; 39.000 menores son obligadas diariamente a contraer matrimonio sin tener en cuenta su voluntad, mientras que este hecho no afecta a los varones; 50.000 niñas mueren al año por embarazos precoces; el número de mujeres que poseen tierras es inferior al 13%. Junto a estos datos, hemos de pensar en tantas mujeres que con su entrega en favor de sus familias y de los demás, nos dan testimonios admirables de heroísmo y de generosidad que

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muchas veces no son valorados. Como nos ha recordado el Papa en su exhortación Evangelii Gaudium (212): “Doblemente pobres son las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia, porque frecuentemente se encuentran con menores posibilidades de defender sus derechos. Sin embargo, también entre ellas encontramos constantemente los más admirables gestos de heroísmo cotidiano en la defensa y el cuidado de la fragilidad de sus familias”. Con mi bendición y afecto, + Enrique Benavent Vidal Obispo de Tortosa

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Diócesis de Tui-Vigo

60 años en la vanguardia contra el hambre y el subdesarrollo

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Monseñor Luis Quintero Fiuza, Obispo de Tui-Vigo.

ace sesenta años que las mujeres de Acción Católica fundaron Manos Unidas, una Asociación de la Iglesia Católica en España para la ayuda, promoción y desarrollo en los países pobres. A lo largo de estos años, Manos Unidas ha ido adquiriendo una gran implantación social en nuestro país, ya que cuenta con setenta y dos delegaciones en toda España y en un altísimo porcentaje sus fondos provienen del sector privado. La sociedad necesita instituciones que promuevan la solidaridad entre las personas y que trabajen en favor de un reparto más equitativo de los bienes en el mundo. Manos Unidas, desde su creación, ha desarrollado un maravilloso proyecto de solidaridad eclesial y cívico en España, hasta el punto de que muchas de las realizaciones de nuestro país en el ámbito del desarrollo global serían imposibles sin su compromiso y liderazgo. Manos Unidas debe, ante todo, agradecer a Dios la gracia de haber podido realizar tantas y tan decisivas contribuciones a las personas necesitadas del mundo entero. Aquel primer impulso de las fundadoras se ha visto multiplicado a lo largo de estos años sin perder nunca la identidad del compromiso cristiano. Esta identidad eclesial pertenece a la esencia misma de Manos Unidas y debe ser cuidada como aquello que la capacita para seguir soñando un mundo nuevo desde la libertad y el compromiso. Nuestro mundo necesita poner freno a muchos egoísmos insaciables. Frente a ellos no es suficiente ni sostenible una acción de pura contención. Hay que sembrar ideales que generen un modo de vida alternativo al que sustentan los intereses. Hay que sostener vidas que sitúen la dignidad humana como lo más sagrado de su existencia. Y desde los valores que respetan y garantizan una vida humana asentar la cultura de la solidaridad universal. Manos Unidas tiene como misión ineludible aportar soluciones a los dramas humanos que genera la pobreza de tantas personas condenadas a la miseria para toda su vida. Pero esta misión, que le es consubstancial, no podría llevarla a cabo según el proyecto fundacional sin una profunda vivencia cristiana del Evangelio. Mantener vivos estos dos compromisos por parte de los miembros de Manos Unidas deberá ser la gran apuesta de una institución eclesial llamada a iluminar el mundo, como nos pide el Papa Francisco. Con profunda gratitud por una historia bendecida y llenos de impulso por la fuerza del Espíritu, nos disponemos a celebrar en este año 2019 la Campaña Contra el Hambre de Manos Unidas, bajo el lema “La mujer del Siglo XXI. Ni independiente, ni segura, ni con voz.”

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El cartel de la campaña de este año, se nos dice, representa a esos millones de mujeres, una de cada tres, que no son como muchos pudieran pensar. La realidad es muy distinta en la mayor parte del mundo. En el siglo XXI hay millones de mujeres que no son independientes, ni seguras, ni tienen voz. Hace 60 años un grupo de mujeres de Acción Católica plantaron el germen de lo que hoy es Manos Unidas y, al grito de “Declaramos la guerra al hambre”, iniciaron la primera Campaña contra el Hambre en España. Hoy nuestra Diócesis quiere renovar ese hondo compromiso de aquellas mujeres llenas de fe y del arrojo evangélico que hoy siguen siendo necesarios para mantener vivo el mensaje de fraternidad universal que el Padre nos reveló en Jesucristo. Con mi gratitud y bendición, + Luis Quinteiro Fiuza Obispo de Tui-Vigo

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Diócesis de Urgell

Objetivo “Hambre Cero”

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Monseñor Joan-Enric Vives y Sicília, Arzobispo de Urgell.

a Campaña de Manos Unidas para colaborar en el desarrollo de los países más pobres, continúa. No se agota en un domingo o una colecta. Hay que tener presente que esta Campaña nació para luchar contra el hambre en el mundo, y parece que ese objetivo tendremos que ponerlo de nuevo en consideración del interés general, porque el hambre vuelve a crecer en nuestro mundo tan sofisticado y globalizado. “HAMBRE CERO”, es una iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) que pretende para el año 2030 erradicar por completo el hambre en el mundo. Pero este reto últimamente se está complicando, ya que repunta el hambre en el mundo. Los últimos años iba bajando, pero ahora estamos en 815 millones de personas que pasan hambre, lo que indica que si no cambiamos el rumbo y las cifras se invierten, no podremos alcanzar este reto de “HAMBRE CERO”, para 2030. Las claves para que entre todos podamos ayudar a que este reto se cumpla, en primer lugar radica en el hecho de que nos hemos de “convencer”. Todos podemos ayudar, nadie sobra y nadie puede darse por evadido a la hora de hacerle frente al hambre. También necesitamos “querer”. Esta lacra no es sólo un problema de los gobiernos y las organizaciones internacionales, sino que es entre todos que podemos derrotar el hambre y para ello basta con quererlo. Finalmente hay que “compartir” solidariamente. Vigilar como compramos, no malgastar, aumentar lo que dedicamos a la solidaridad con los más pobres y no tirar nada de lo que hay en la mesa. Este tiempo que estamos viviendo debemos reconocer que es lo que está forzando más personas a huir de sus hogares desde la II Guerra Mundial, debido al aumento de los conflictos y la inestabilidad política que se da en muchos lugares del mundo. Nadie quiere dejar su tierra por gusto, y es por eso que el aumento de la violencia, los conflictos, sobre todo el incremento de los desastres naturales, aumenta el hambre y con el hambre aumentan también las grandes migraciones forzadas. En el fondo, si queremos derrotar el hambre, debemos invertir en la paz. Hay comida para todos pero no todos pueden comer. La FAO afirma con datos que hoy en día, hay suficientes alimentos en el mundo para que cada ser humano lleve una vida sana y productiva. Con todo, los problemas que dificultan que los alimentos lleguen a las manos de todos son de inversión en justicia, en igualdad, para facilitar que en el hemisferio sur los alimentos no se pierdan. Los alimentos se producen, pero por falta de infraestructuras, de

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locales donde almacenarlos, de carreteras viables, estos alimentos no llegan a la mesa del consumidor. Aunque no se trata únicamente del hemisferio sur, ya que en el hemisferio norte los alimentos tampoco llegan en la forma más óptima, porque a menudo en el hemisferio norte se da el lujo y el despilfarro. Cuando el Papa Francisco visitó en 2017 la sede romana de la FAO, proclamó que “en un tiempo como el nuestro, caracterizado por un progreso sin precedentes, es un auténtico escándalo que todavía haya hambre y malnutrición en el mundo”. No podemos aceptar que 1 de cada 8 personas en el mundo pase hambre. La crisis ha agravado la situación de los más pobres y nos urge a actuar. ¿Qué puedo hacer? ¿Cómo podríamos ayudar? Reflexionemos y unámonos a los objetivos de Manos Unidas. No olvidemos que Jesús nos dice: “Tenía hambre y me disteis de comer” (Mt 25,35). + Joan-Enric Vives y Sicília Arzobispo de Urgell

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Diócesis de Vic

Un mundo más fraterno es posible

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Monseñor Romà Casanova Casanova, Obispo de Vic.

brir los portales de noticias de todo el mundo, significa adentrarse en una serie de acontecimientos que no hablan siempre de realidades positivas, sino que, demasiado a menudo, nos llevan a ver la cara más amarga de la realidad: las injusticias, los conflictos, la violencia, la desunión... Y siempre vemos que los más débiles son los que más sufren los efectos y las consecuencias de estos acontecimientos. Quienes miramos la realidad desde la fe cristiana no podemos nunca dejarnos abrumar por el mal que nos rodea. Nuestra mirada tiene que ser siempre esperanzada; es decir, activa ante el mal y la injusticia, con la denuncia y, sobre todo, con las acciones que ayudan a hacer que el mundo sea más fraterno. Es esto lo que hicieron, hace sesenta años, aquellas mujeres que, llegadas de la Acción Católica, y desde su fe cristiana, iniciaron «Manos Unidas», una organización de la Iglesia Católica para la promoción y el desarrollo en países empobrecidos. Este hecho pone de manifiesto lo que produce la fe cristiana en el corazón de las personas. La fe en Cristo actúa por la caridad. La cultura cristiana emana de la fe que germina en obras de caridad y de verdad. Nos alegramos del sesenta aniversario de Manos Unidas. Agradecemos todo el bien que ha hecho, y todo el que continuará llevando a cabo, con nuestra colaboración, para conseguir un mundo más fraterno. La realidad continúa siendo muy dolorosa. El dato de ochocientos veintiún millones de personas que pasan hambre, es decir, que no pueden vivir con dignidad, ni pueden desarrollarse de manera integral; este dato nos pide continuar luchando para que nuestro mundo sea un lugar en el que todo el mundo tenga derecho a la vida y a vivir con dignidad, con alimento, trabajo, educación, libertad religiosa. La mirada hacia el mundo, para un cristiano, tiene que ser hecha desde la unidad, sin fronteras. Como dice la Campaña de Manos Unidas de este año: «Creemos en la igualdad y en la dignidad de las personas». En esta Campaña hay un subrayado especial: potenciar la igualdad para las mujeres. Cuando hablamos de los más pobres, debemos tener en cuenta que las niñas y las mujeres son, en muchas situaciones, las más pobres entre los pobres. Y esto va contra la igualdad y la dignidad de las personas. Manos Unidas trabajará este aspecto tan cristiano. Recuerdo que san Enric d’Ossó decía: «Educar a un niño es educar un hombre, pero educar a una niña es educar una familia». Por el futuro de las familias y de los pueblos la mujer tiene un papel fundamental. + Romà Casanova Casanova Obispo de Vic

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Diócesis de Vitoria

Manos Unidas invita a compartir vida experiencia y bienes

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Monseñor Juan Carlos Elizalde Espinal, Obispo de Vitoria.

ueridos diocesanos:

Como una buena noticia, ya llega un tiempo privilegiado en el trabajo que hace Manos Unidas, siempre en campaña. Desde que, hace sesenta años, un grupo de mujeres de la Acció́n Cató́lica, valientes, decididas y comprometidas con el Evangelio, “declararon la guerra al hambre para remediar el hambre de Pan, el Hambre de Cultura, el Hambre de Dios” y se pusieron a trabajar para que millones de hermanos nuestros menos afortunados pudieran conquistar los derechos fundamentales, en Manos Unidas no han dejado de luchar contra el hambre. Se hacían eco de San Ambrosio que en el siglo IV, decía: “El pueblo tiene hambre y tú́ cierras los graneros. ¡Desgraciado quien tiene facultades para liberar a tantas vidas de la muerte y no lo quiere”!. Este año pastoral la Campaña de Manos Unidas nos sorprende trabajando la línea 4 de nuestro III Plan Diocesano de Evangelización: Confesión de fe y compromiso social como Iglesia samaritana. Tenemos muy claro lo que queremos: “Hemos de trabajar en claves de “búsqueda de la justicia”, superando “paternalismos”, “asistencialismos”, “buenismos”…, coordinándonos con organizaciones eclesiales, sociales y de la Administración Pública… Necesitamos desarrollar un estilo de vida sencillo, austero, compartiendo lo que somos y tenemos; acogiendo al pobre o al migrante como hermano... Asimismo hemos de percibir las necesidades de nuestras comunidades eclesiales, con el fin de fortalecerlas aportando nuestro tiempo y nuestras cualidades. Tenemos el convencimiento de que podemos evangelizar con nuestro compromiso con la comunidad y con los otros, y preocupándonos del desarrollo integral de los más pobres. Lo hemos de hacer desde una escucha de la realidad social, para conocerla mejor en todos los ámbitos, profundizando en la reflexión sobre las causas de las injusticias sociales que vivimos…”. Manos Unidas sensibiliza a la comunidad cristiana e invitar a compartir vida, experiencia y bienes; así́, juntos, haremos realidad el sueñ̃o de Dios: que todos tengamos una vida digna y nos preocupemos por buscar el bien, la bondad y la belleza. Manos Unidas ofrece a catequistas y formadores, recursos dirigidos a niños, adolescentes, jó́venes y adultos, para una formación que ayude al compromiso por el desarrollo integral y al cambio de actitudes consumistas, tomando conciencia de la responsabilidad que tenemos en la perpetuacioón de las estructuras de pecado.

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Como Diócesis queremos un año más colaborar con Manos Unidas en actividades de educació́n para el desarrollo: charlas, cursos, campañ̃as, publicaciones, talleres, exposiciones, pelí́culas, cuentos..., y a travé́s de proyectos de cooperació́n al desarrollo, trabajando codo con codo con los socios locales y las comunidades a las que acompañ̃an. Agradezco de todo corazón en nombre de la Diócesis la labor de Manos Unidas. Animo a todas las comunidades a que, en la medida de sus posibilidades, colaboren con Manos Unidas en estos objetivos comunes inseparables del evangelio de Jesús. Nos encomendamos mutuamente y rezamos juntos. Senideok, egin diezaiogun otoitz Jainko gure Aitari munduan bekatuaren eta elkartasunik ezaren ondorenak nozitzen dituztenen alde; Berak zain ditzala, Jesu Kristo bere Seme maitearen antzera senideak zerbitzen bizi diren hainbesteren bitartez, eta irits dadila nahigabetu bakoitzarengana Jainkoaren presentziaren gozoa. Jainko gure Aita, negar egiten dutenen atsegina eta sufritzen ari direnen indarra, hel bitez Zugana beren atsekabetik Zuri deika ari direnen eskariak, beren ezbeharrean aurkiditzatela zure errukiaren laguntza eta gu guztion elkartasuna. Un abrazo con todo mi afecto y mi bendición. + Monseñor Juan Carlos Elizalde Obispo de Vitoria

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Diócesis de Zamora

Creemos en la igualdad y en la dignidad de la persona

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Monseñor Gregorio Martínez Sacristán, Obispo de Zamora.

uy queridos hermanos en el Señor Jesucristo:

Quiero invitaros a remontarnos a mediados del pasado siglo XX, no con un afán nostálgico sino como memoria agradecida, para recordar el manifiesto de la Unión de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC), que acogiendo la petición apremiante de la FAO ante las decenas de millones de hombres y mujeres que no podían alimentarse, y movida por una fe hecha caridad creativa y valiente, se atrevió a “declarar la guerra al hambre”. Este llamamiento encontró eco en un grupo de las mujeres de la Acción Católica española, quienes, el año 1959, decidieron promover una Campaña con el fin de hacer frente a las tres “hambres” humanas: hambre de pan, hambre de cultura y hambre de Dios. Para combatir el “hambre de pan” iniciaron, ya hace sesenta años, la “Campaña contra el Hambre”, que con el discurrir del tiempo tomó el nombre de “Manos Unidas”, la cual hoy es, conjuntamente, la Asociación de la Iglesia Católica en España para la ayuda, promoción y desarrollo en los países del Sur y una Organización no Gubernamental para el Desarrollo, constituida por voluntarios, seglar, sin ánimo de lucro y de carácter benéfico. Esta solidaria Organización se ha extendido por toda la geografía hispana, estando presente y actuante en Zamora por la Delegación Diocesana de Manos Unidas, cuyo abnegado, esperanzado y fructífero trabajo se despliega durante todo el año por la generosidad de sus miembros. Este breve repaso a la trayectoria de Manos Unidas nos ha de estimular, no sólo a admirar y elogiar la abundante labor humanitaria que ha conseguido promover a favor de muchísimos hombres y mujeres de los países en vías de desarrollo, para ofrecerles el acceso a los bienes y a los derechos más fundamentales. Sino también nos ha de motivar, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, a involucramos esforzadamente con Manos Unidas para que sus objetivos continúen alcanzándose. Ya que su acreditada labor realizada nos garantiza que los proyectos solidarios que pretende se cumplen, como así ha acontecido en muchos lugares de África, América y Asia, posibilitando que familias, agrupaciones humanas y poblaciones hayan visto cómo su vida experimentaba una mayor justicia de la que carecían. Por lo cual, Manos Unidas ha aportado dignidad de vida a favor de las personas en exclusión, acompañando y apoyando procesos de desarrollo agrícola, sanitario, educativo, social y de promoción de las mujeres, probando con hechos su apuesta firme por los derechos humanos. Como celebración de estos Sesenta Años de concienciación social y de acción solidaria, Manos Unidas quiere reforzar su trabajo, incidiendo durante el Trienio 2019 a 2021 en la mayor implantación de los Derechos Humanos, especialmente entre las personas más pobres y vulnerables.

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Para esto trabajará a favor del derecho a una vida digna que incluye el derecho a la alimentación, guiándose por este ideal: “Promoviendo los derechos con hechos”. Para la Campaña de este año Manos Unidas ha escogido como lema esta convicción que la identifica y compromete: “Creemos en la igualdad y la dignidad de las personas”. Esto significa esforzarse en su universalidad, así como en su indivisibilidad, o sea, que todos los seres humanos debemos disfrutar de ellos y no se puede prescindir de ninguno, y en su exigibilidad, ya que actualmente hay muchos hombres y mujeres que no pueden reclamarlos. Gracias a su labor de concienciación nos da a conocer estos datos escandalosos de la vigencia de la pobreza en nuestro mundo, ya que actualmente 821 millones de personas pasan hambre, es decir, uno de cada nueve habitantes del planeta. Casi la mitad de la población mundial carece de acceso a los servicios básicos de salud, alrededor de 100 millones de personas se ven abocadas a la pobreza extrema por pagar los servicios básicos de salud y más 800 millones de personas gastan al menos el 10% de su presupuesto familiar para cuidar la salud. Además mueren al día 18.000 personas debido a la contaminación atmosférica. En torno a 263 millones de niños y jóvenes no están escolarizados. Unos 1.800 millones de personas carecen de acceso a un agua de calidad y casi 2.400 millones no disponen de saneamiento. Por lo cual, ante esta dramática realidad, es necesario que identifiquemos sus causas, muchas debidas a comportamientos humanos: el abuso de los recursos de los pueblos; el acaparamiento de los bienes esenciales, como la tierra y el agua; los hábitos de consumo y derroche de una parte de la población más acomodada; y un modelo de desarrollo excluyente que no tiene en cuenta las legítimas necesidades de la mayoría de los seres humanos. Iluminada por el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia, Manos Unidas quiere hacer frente a esta situación de desigualdad y de menosprecio de la dignidad humana, para lo cual pretende contribuir al “derecho al desarrollo” interviniendo con mayor énfasis en estos campos: el derecho a la educación, el derecho a la salud, la igualdad de derechos y empoderamiento de las mujeres, el derecho a la alimentación, y la educación para el desarrollo, buscando el cambio personal y la transformación social que alcancen un mundo más justo, lo cual supone asumir un modelo de consumo responsable, ecológico y solidario. Convencido de que somos muchos, en nuestra Iglesia y en nuestra sociedad zamoranas, quienes “creemos en la igualdad y en la dignidad de las personas”, os dirijo mi llamamiento para que nos unamos a Manos Unidas, colaborando generosamente en las diversas acciones que promoverá, para que los proyectos que nuestra Delegación ha asumido en la presente Campaña: la Mejora de las condiciones educativas en una Escuela primaria en Kikonka (República Democrática del Congo), la Promoción de agricultura sostenible para familias campesinas en El Salvador y la Mejora de asistencia sanitaria de mujeres durante el embarazo y postparto en Etiopía, cuenten con los medios suficientes para lograrse. A la vez os propongo integrarnos comprometidamente en su vida, acrecentando con nuestro apoyo el grupo de sus socios o voluntarios, ya que uniendo nuestras manos a las de otros germinaremos la justicia. + Gregorio Martínez Sacristán Obispo de Zamora

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Diócesis de Zaragoza

Memoria, gratitud y compromiso

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Monseñor Vicente Jiménez Zamora, Arzobispo de Zaragoza.

ueridos diocesanos:

La campaña de Manos Unidas cumple ahora 60 años de su existencia. Es un motivo para hacer memoria del camino recorrido; una ocasión para la gratitud por el trabajo realizado y la colaboración económica de miles de personas, empresas e instituciones; una oportunidad para el compromiso de seguir colaborando con los proyectos de Manos Unidas, que van destinados a defender la dignidad de las personas y los derechos humanos, desde nuestra fe y urgidos por el amor de Jesucristo. En España, el año 1959, las mujeres de Acción Católica hicieron un manifiesto, en el que declaraban la guerra al hambre. Cuatro años antes, en junio de 1955, la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC) había lanzado al mundo un manifiesto en el que se denunciaba la existencia de tres hambres que azotaban a la humanidad: hambre de pan, de cultura y de Dios. El manifiesto pretendía alertar a la opinión pública y movilizarla para una acción comprometida y eficaz. Después de sesenta años, éste sigue siendo el compromiso de Manos Unidas: declarar la guerra a la injusticia y al hambre. Fiados en el Señor que nunca nos falla, seguimos creyendo que la guerra contra el hambre se puede ganar. Manos Unidas es la asociación de la Iglesia Católica en España para la ayuda, promoción y desarrollo de los países en vías de desarrollo. Es, a su vez, una Organización No Gubernamental para el Desarrollo (ONGD), de voluntarios, católica y seglar. Manos Unidas mantiene dos líneas de trabajo: 1) dar a conocer y denunciar la existencia del hambre y de la pobreza, sus causas y sus posibles soluciones; 2) reunir medios económicos para financiar los programas, planes y proyectos de desarrollo integral dirigidos a atender estas necesidades. Está presente en todo el territorio nacional a través de 72 delegaciones. Sus fondos proceden de las cuotas de socios, una colecta anual en parroquias, aportaciones de colegios, empresas, organismos públicos, donativos, etc. El trabajo por la dignidad de las personas Este año el lema de la Campaña es: “Creemos en la igualdad y en la dignidad de las personas”. La afirmación de la dignidad de la persona humana es hoy un hecho prácticamente universal. Esta afirmación conlleva el reconocimiento de que la dignidad de las personas encuentra su mejor concreción en los derechos humanos, tal y como recoge la Declaración Universal de los Derechos Humanos que acaba de cumplir 70 años. Lo reconoce también la propia Iglesia para la cual: “el movimiento hacia la identificación y proclamación de los

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derechos humanos es uno de los esfuerzos más relevantes para responder eficazmente a las exigencias imprescindibles de la dignidad humana (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 152). En el 60 aniversario de Manos Unidas recordamos con gratitud el gran esfuerzo realizado por tantas personas, mujeres y hombres, para que los derechos humanos se hagan realidad, especialmente en la humanidad más pobre y vulnerable. Pero somos conscientes de que los discursos sobre los derechos humanos no se corresponden con la realidad de millones de personas que, siendo formalmente considerados como “sujetos de derechos”, en la práctica, no pueden acceder a ellos, incluso a los más elementales como el derecho a la alimentación. Por eso, Manos Unidas sitúa su 60 aniversario dentro del marco de un trienio “Promoviendo los derechos humanos”, en el que pretendemos, de cara al futuro, abordar el reto de que lo escrito en los textos legales sea real en la vida de las personas y que millones de seres humanos, hermanos nuestros, puedan disfrutar de esos derechos que expresan la dignidad y la igualdad en las que creemos firmemente. En estos momentos, las cifras de la pobreza son escandalosas: 1300 millones de seres humanos, según la ONU. Y los principales rostros de la pobreza son siempre los mismos. Pero este año nos fijamos en los rostros más atropellados en su dignidad: las mujeres. Su vida discurre dentro de unas condiciones que bien pueden considerarse como una violación generalizada de sus derechos, porque, como muy bien dice la campaña de Manos Unidas de este año: “un tercio de las mujeres del siglo XXI no son como te las imaginas: ni independientes, ni seguras, ni con voz”. Manos Unidas cree en un mundo fraterno donde reinen la justicia y la paz, y sabe que es necesaria la solidaridad y la colaboración de todos para construirlo. En línea con las palabras del papa Francisco en la Jornada Mundial de los Pobres, queremos ser esas benditas manos que se abren para acoger a los pobres y traer esperanza y, con ese fin, convocamos a todos cuantos quieran a unir sus manos a las nuestras. Es un gran reto que exige una fe en lo humano y un compromiso coherente con unas relaciones humanas fraternas, porque “creemos en la igualdad y en la dignidad de las personas”. Desde esta carta pastoral hago un llamamiento a todos los diocesanos de Zaragoza a apoyar con empeño y generosidad los proyectos que este año presenta para su financiación nuestra delegación diocesana de Manos Unidas. Invito a todos a participar con interés en el programa de actos de la campaña y a apoyar económicamente la financiación de los proyectos propuestos. Expreso, finalmente, mi gratitud sincera y mi reconocimiento para la Sra. Delegada Diocesana y para el Sr. Consiliario; para todo el equipo de Manos Unidas y para todos los diocesanos, especialmente los voluntarios, que desde hace 60 años vienen apoyando la labor y los proyectos de Manos Unidas. Con mi afecto y bendición, + Vicente Jiménez Zamora Arzobispo de Zaragoza

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SERVICIOS CENTRALES Barquillo, 38-3ยบ. 28004 Madrid TEl.: 91 308 20 20. Fax: 91 308 42 08 info@manosunidas.org www.manosunidas.org


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