Cartas pastorales de Manos Unidas 2020

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Cartas Pastorales con motivo de la Jornada Nacional de Manos Unidas CampaĂąa 61

Febrero 2020



Sumario Diócesis de: 4

Albacete

7.

4

Madrid

61.

4

Alcalá de Henares

9.

4

Menorca

63.

4

Almería

11.

4

Mérida-Badajoz

65.

4

Asidonia-Jerez

15.

4

Mondoñedo-Ferrol

67.

4

Astorga

17.

4

Orihuela-Alicante

69.

4

Ávila

19.

4

Osma-Soria

71.

4

Barbastro-Monzón

21.

4

Ourense

73.

4

Barcelona

23.

4

Palencia

75.

4

Bilbao

25.

4

Pamplona y Tudela

77.

4

Burgos

27.

4

San Sebastián

79.

4

Cádiz-Ceuta

29.

4

Santander

81.

4

Calahorra y

4

Santiago de Compostela 83.

La Calzada-Logroño

31.

4

Segorbe-Castellón

85.

4

Canarias

33.

4

Segovia

87.

4

Cartagena

35.

4

Sigüenza-Guadalajara 89.

4

Córdoba

37.

4

Solsona

91.

4

Coria-Cáceres

39.

4

Tarazona

93.

4

Cuenca

41.

4

Tarragona

95.

4

Getafe

43.

4

Tenerife

97.

4

Girona

45.

4

Terrassa

99.

4

Guadix

47.

4

Teruel y Albarracín

101.

4

Huelva

49.

4

Tortosa

103.

4

Huesca y Jaca

51.

4

Urgell

105.

4

Jaén

53.

4

Valencia

107.

4

León

55.

4

Vic

111.

4

Lleida

57.

4

Vitoria

113.

4

Lugo

59.

4

Zamora

115.

4

Zaragoza

117.

3


4


Saludo

Q

Mons. Carlos Escribano Subías, Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño y Consiliario de Manos Unidas.

uiero agradecer desde estas líneas el esfuerzo que hace Manos Unidas todas las Campañas, de recopilar las Cartas Pastorales que los Obispos escriben todos los años, haciéndose eco y animando a participar en la Campaña contra el Hambre. Gracias a mis hermanos obispos por esta sentida colaboración, recogida en esta sencilla publicación, que nos recuerda la opción de la Iglesia en España por hacer presencia entre los más desfavorecidos alentando y sosteniendo múltiples proyectos de desarrollo. No hay que olvidar que el poner nuestros ojos en los más necesitados y el ayudar a la Iglesia y a la sociedad española a tomar conciencia de sus necesidades, es siempre una opción prioritaria de los discípulos de Cristo llamados siempre a dar esperanza efectiva a tantas personas indefensas. “En ellas, la caridad cristiana encuentra su verificación, porque quien se compadece de sus sufrimientos con el amor de Cristo recibe fuerza y confiere vigor al anuncio del Evangelio” (Francisco, Mensaje para la Tercera Jornada Mundial de los pobres, 7). Manos Unidas nos ayuda año tras año a ponernos a esta tarea, que es una concreción audaz de renovar de manera creativa el ejercicio de las obras de Misericordia, como compromiso ineludible que surge siempre como consecuencia de nuestra fe en Jesucristo. Las obras de Misericordia necesitan una elaboración artesanal, un compromiso constante, una capacidad de tener los ojos y el corazón abiertos para descubrir a nuestros hermanos que sufren y salir a su encuentro tomando conciencia de que sus problemas, de que su hambre, a mí también me afecta. En palabras de Francisco: “Las obras de misericordia tocan todos los aspectos de la vida de una persona. Podemos llevar a cabo una verdadera revolución cultural a partir de la simplicidad de esos gestos que saben tocar el cuerpo y el espíritu, es decir la vida de las personas. Es una tarea que la comunidad cristiana puede hacer suya, consciente de que la Palabra del Señor la llama a salir siempre de la indiferencia y del individualismo, en el que se corre el riesgo de caer para llevar una existencia cómoda y sin problemas. «A los pobres los tenéis siempre con vosotros» (Jn 12,8), dice Jesús a sus discípulos. No hay excusas que puedan justificar una falta de compromiso cuando sabemos que él se ha identificado con cada uno de ellos” (Francisco, Misericordia et Misera, 20). Adentrarnos en esta dinámica se convierte en un signo de credibilidad de la Iglesia que sabe actualizar el plan de Dios para la humanidad, preocupado por todos sus hijos a lo largo de la historia, especialmente de los más desfavorecidos. Esta propuesta es también camino de evangelización: la luz que surge de nuestras buenas obras mueve a muchos corazones a encontrarse con el Señor, a contemplar su gloria. Gloria que se convierte en

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presencia redentora y cercana de un Dios que se implica con la humanidad y nos llama para que también nosotros hagamos lo mismo. En este contexto, la Campaña de Manos Unidas es una invitación que recibimos cada año para dejar atrás la teoría y la lejanía, la indiferencia en definitiva, y ponernos manos a la obra. El mundo necesita de nuestro compromiso para hacer pequeños gestos en el día a día que nos ayuden a ser luz, a través de las obras de misericordia. En esta tarea tienen un papel fundamental los voluntarios de Manos Unidas, que de manera anónima y generosa se dedican a atender a sus hermanos. A ellos se dirige el Papa Francisco: “A los numerosos voluntarios, que muchas veces tienen el mérito de ser los primeros en haber intuido la importancia de esta preocupación por los pobres, les pido que crezcan en su dedicación. Queridos hermanos y hermanas: Os exhorto a descubrir en cada pobre que encontráis lo que él realmente necesita; a no deteneros ante la primera necesidad material, sino a ir más allá para descubrir la bondad escondida en sus corazones, prestando atención a su cultura y a sus maneras de expresarse, y así poder entablar un verdadero diálogo fraterno. Dejemos de lado las divisiones que provienen de visiones ideológicas o políticas, fijemos la mirada en lo esencial, que no requiere muchas palabras sino una mirada de amor y una mano tendida. No olvidéis nunca que «la peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual» (Evangelii Gaudium, 200). Antes que nada, los pobres tienen necesidad de Dios, de su amor hecho visible gracias a personas santas que viven junto a ellos, las que en la sencillez de su vida expresan y ponen de manifiesto la fuerza del amor cristiano.(…) Los pobres necesitan nuestras manos para reincorporarse, nuestros corazones para sentir de nuevo el calor del afecto, nuestra presencia para superar la soledad. Sencillamente, ellos necesitan amor” (Francisco, Mensaje para la Tercera Jornada Mundial de los pobres, 8). En la Campaña de este año, bajo el lema «Quien más sufre el maltrato del planeta no eres tú», Manos Unidas denuncia que las poblaciones más vulnerables son las más afectadas por la actual crisis medioambiental. Esta propuesta sigue la estela iniciada por el papa Francisco en su encíclica “Laudato Si”: “Hago una invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta. Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos. (…) Todos podemos colaborar como instrumentos de Dios para el cuidado de la creación, cada uno desde su cultura, su experiencia, sus iniciativas y sus capacidades” (Francisco, Laudato Si, 14). Manos Unidas acoge esta inquietud del Papa promoviendo proyectos de desarrollo para que las comunidades a las que apoya alcancen una vida digna. Aunque todos sufrimos cada vez más las consecuencias del deterioro medioambiental, son las poblaciones más empobrecidas del Sur las más afectadas por estos desequilibrios. Por eso el trabajo de Manos Unidas nos hace mirar a todos esos países e iluminar sus situaciones de pobreza con nuestra ayuda. Nos ayuda, en definitiva, a entrar en un proceso de “conversión ecológica” -en palabras del Papa- que iluminada por la Teología de la Creación, nos mueva a descubrir las motivaciones que nos lleven a alimentar la pasión por el cuidado de nuestro mundo (Cfr. Laudato Si, 216). Muchas gracias por tanto trabajo en beneficio de los más necesitados y en defensa de la casa común. + Carlos Escribano Subías Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño y Consiliario de Manos Unidas

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Diócesis de Albacete

Un proyecto universal: erradicar el hambre

Q

Monseñor Ángel Fernández Collado, Obispo de Albacete.

ueridos sacerdotes, miembros de la vida consagrada y fieles:

Por medio de este escrito, os invito a participar en la Campaña contra el Hambre de Manos Unidas. Como bien sabéis, es una oportunidad para abrir nuestros ojos y mirar otras dimensiones de la realidad. Sobre todo, despierta la mirada de nuestro corazón hacia otros horizontes. Manos Unidas nos brinda la oportunidad de, a pesar de nuestros problemas cercanos, que son muchos, ampliar el campo de visión y, así, poder colaborar en un proyecto que debería ser universal: erradicar el hambre. Este año, bajo el lema “Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”, Manos Unidas inicia el segundo año del trienio dedicado a la promoción de los Derechos Humanos como marco imprescindible para la consecución del derecho a la alimentación, cuestión central en su misión. Esta Campaña de 2020 se centra en el cuidado de la casa común, profundizando en la relación de la lucha contra la pobreza y la garantía de los Derechos Humanos. Manos Unidas no se cansa de repetirnos que el hambre no es una fatalidad, sino la consecuencia de estructuras, relaciones y comportamientos que generan desigualdad y exclusión. Hay que reconocer que hay situaciones a las que parece fácil dar solución, pero no se solucionan y, por ello, somos moralmente culpables. Urge, pues, superar la cultura del descarte que excluye a los más débiles o, sencillamente, a los que estorban y optar por una cultura del encuentro y del cuidado, tanto de los excluidos como de la naturaleza, porque la dignidad humana está íntimamente ligada al derecho a vivir en un medioambiente sano. Por eso, Manos Unidas sigue plantando cara al hambre y aportando propuestas alternativas que, aunque sean muy modestas, acreditan que es posible alcanzar una realidad distinta y positiva. Manos Unidas, al promover cada año esta Campaña, no se olvida de invitarnos a la oración y al ayuno voluntario. Ese es uno de los secretos de su eficacia. El ayuno voluntario nos hace solidarios con el pobre; la oración, si es verdadera, nos cambia el corazón. Invito a los sacerdotes, vida consagrada, catequista, profesores, niños, jóvenes e instituciones diocesanas a poner el mejor empeño para lograr la eficacia y buen resultado de la Campaña de Manos Unidas. Las colectas que se realicen hoy, domingo, 9 de febrero, en todas las parroquias, iglesias y capillas de la diócesis serán destinadas para esta Campaña Contra el Hambre. Seamos generosos y fomentemos esta generosidad hacia los hermanos más necesitados.

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Secundando la llamada de las voluntarias y voluntarios de Manos Unidas, cuya generosidad y empeño agradecemos, unamos nuestras manos y nuestros corazones en favor de esta Campaña 2020. Con mi afecto y oración, + Ángel Fernández Collado Obispo de Albacete

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Diócesis de Alcalá de Henares

Carta Pastoral para la Campaña de “Manos Unidas” 2020

Q

Monseñor Juan Antonio Reig Pla, Obispo de Alcalá de Henares.

ueridos diocesanos:

De nuevo quiero recordar con vosotros la gran obra que se lleva a cabo por medio de Manos Unidas. Ya han pasado 61 años cuando un grupo de mujeres españolas de la Acción Católica unieron sus fuerzas y fe en la lucha por la dignidad de la persona al ver a tantas que pasaban hambre. Actualmente unos 1.300 millones de personas viven en la pobreza y el hambre afecta a unos 820 millones que están padeciendo esta triste realidad y más cuando afecta a niños y mujeres. Cuando en nuestro mundo hay tantas personas privadas de los derechos básicos como las que pasan hambre, trabajar por el bien común es una llamada a la solidaridad con los pobres. Frente a este desafío el papa Francisco recuerda que el bien común presupone el respeto a la persona humana con sus derechos básicos, el bienestar social, la paz y la justicia. Lo expresó claramente en la FAO en 2018: “No nos podemos quedar tranquilos por haber hecho frente a las emergencias y a las situaciones desesperadas de los menesterosos. Todos estamos llamados a ir más allá. Podemos y debemos hacerlo mejor con los desvalidos”. Este planteamiento tiene unas exigencias éticas y morales que son fundamentales en el día a día para nuestra implicación en el bien común. Es un compromiso al largo plazo, lo que expresa Manos Unidas en este trienio (2019-2021) concienciando el mundo bajo el lema: “Promoviendo los derechos con los hechos”. Es el amor a Jesucristo, presente en los más pobres, quien nos empuja a trabajar sin descanso siendo testigos de su amor. Nuestra Diócesis Complutense, para la campaña del 2020, eligió tres proyectos en distintos lugares del mundo: primero, concierta un programa de educación académica para jóvenes en Honduras, nombrado “Maestro en casa”, que está orientado a jóvenes que terminan la educación primaria y no tienen acceso a los estudios de secundaria y bachillerato. Este proyecto consiste en facilitar la educación a jóvenes en zonas rurales y escasos recursos económicos, que por la distancia de su comunidad al centro educativo les es imposible asistir, pero que tienen un gran interés por su formación. Con el segundo se pretende facilitar acceso al agua y saneamiento en escuelas de la tribu Maasai en Narok (Kenia), una zona árida, pobre y donde la escasez de agua es uno de los principales problemas. En concreto, se propone la construcción del sistema de recogida de aguas, ejecución de tanques de su almacenamiento y edificación de letrinas en tres escuelas. Y el tercero, designado para el Arciprestazgo de Torrejón de Ardoz, llamado: “Energía solar para un centro social integral” que se llevará a cabo en la misión de Las Hermanas de

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María Mediadora en Chezi, en la región central de Malawi, donde la población depende del cultivo de la tierra realizado con métodos muy primarios. Esta misión cuenta con un orfanato, un centro de desnutridos y un centro de salud por el que pasan anualmente miles de personas. Las Hermanas piden ayuda para la instalación de placas solares y baterías que garanticen el suministro eléctrico en el centro, ya que sufren frecuentes cortes de energía eléctrica por motivos de la distancia a las centrales de suministro. Para ello Manos Unidas necesita nuestra ayuda para combatir el cambio climático y sus consecuencias en los países más pobres. Porque quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú, como reza el eslogan de este año. Asimismo, de corazón agradezcamos el esfuerzo y la disponibilidad de las personas que con gran dedicación están trabajando más directamente en Manos Unidas de nuestra Iglesia diocesana Complutense. Os saluda con afecto y bendice en el Señor, + Juan Antonio Reig Pla Obispo de Alcalá de Henares

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Diócesis de Almería

Ante la nueva Campaña de Manos Unidas.

Q

Monseñor Adolfo González Montes, Obispo de Almería.

ueridos diocesanos:

La Campaña de Manos Unidas viene lanzada un año más con criterio que es justo reconocer. Para luchar contra el hambre en el mundo no bastan procedimientos de urgencia, que siempre serán necesarios, porque hay que dar de comer al que tiene hambre aquí y ahora, en la circunstancia de cada día, auxiliando al que la padece. Desgraciadamente, en nuestro primer mundo, donde las sociedades del bienestar todo se usa y se desecha para que la producción no decaiga, uno de los contrastes mayores, si no el mayor, con la uniformidad estandarizada de vida que crea el desarrollo económico son los indigentes, las personas que viven en la calle; y los necesitados que acuden a los bancos de alimentos o los comedores sociales sostenidos por la caridad de las parroquias y la generosa entrega de las religiosas y los voluntarios; o los sintecho que se refugian de forma provisional en los albergues puestos por las instituciones municipales; y los inmigrantes ilegales que son instalados en centros de internamiento, que para saciar el hambre de mayor humanidad y dignidad se arriesgan a tantas penalidades. Las personas que viven en mayor o menor marginación nos recuerdan a los demás que el hambre es una realidad sociológica que no se acaba y que nos remite a regiones del planeta mantenidas en el subdesarrollo. Son éstas las zonas desertizadas, en las que escasea la lluvia y se cuartean las tierras haciéndolas infértiles; y lo son las regiones de extensiones inmensas amenazadas por una explotación de sus recursos naturales, sean los minerales o los bosques, no menos que por el acontecer de los fenómenos atmosféricos y metereólogicos que determinan el cambio climático. Es preciso tener todo en cuenta, sin hacer demagogia, y admitir que es verdad que no todo en el cambio climático se debe a la mano del hombre, pero al admitirlo así, hay que aceptar la evidencia de lo que está sucediendo y ver de qué modo y con qué gravedad el factor humano forma parte muy importante del conjunto de factores del cambio. Si así lo admitimos, estaremos en condiciones de revertir y desasociar de los factores naturales de los ciclos climáticos, la intervención de la mano del hombre que contribuye a desencadenarlos o que agrava su repercusión sobre el planeta. Si logramos con el esfuerzo de todos poner en marcha procesos de reversión -ya lo estamos sin duda haciendo, aunque sea poco lo todavía logrado-, los fenómenos naturales resultarían menos dañinos tanto para el planeta que habitamos como para la vida de las personas. Es decir, si conseguimos combustibles menos contaminantes y energías limpias y sostenibles, una razonable planificación y consumo del agua, en sus diversas formas, como recurso

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básico para la vida; si logramos librar tierras y mares de basuras contaminantes, controlar el desecho de plásticos expuestos a su ingestión por los animales terrestres y marinos, hacer un uso razonable del papel y superar una mentalidad consumistas de usar y tirar, aprovechando la utilidad de múltiple uso de tantas cosas que fácilmente desechamos al primer uso, habremos dado un paso importante en la lucha contra el hambre, aunque no lo parezca. Sí, un paso importante, porque estaremos comportándonos no movidos exclusivamente por el lucro en la explotación de los recursos naturales, sino de forma humana, teniendo en cuenta las necesidades de la vida, marcada por la rica biodiversidad con la que el Creador adornó la tierra; y prestando la debida atención a las necesidades del medio para albergar la vida y hacer posible una sociedad más humana. Avanzaremos, en suma, un razonable ajuste de los sistemas de producción de alimentos y de su distribución a las necesidades de la humanidad. Manos Unidas nos quiere hacer caer en la cuenta de la íntima relación que existe entre la pobreza y el deterioro del planeta, el deterioro agresivo de las aguas y la desertización y la infertilidad de regiones que han venido siendo lugares que han albergado la vida del hombre y han dado soporte alimenticio a poblaciones hoy reducidas a la marginación. De esas tierras hemos de preocuparnos, algunas africanas vastísimas como la cuenca fluvial del Congo, o americanas esquilmadas por la fiebre depredadora de multinacionales irreductibles en su voracidad, como en la Amazonía. Dos regiones estándar en el planeta hoy de actualidad por ser objeto de esquilmo, siendo así que albergan ricos ecosistemas de vida, al tiempo que encierran recursos materiales cuantiosos. Regiones que son hoy escenario de particular atención para el magisterio del Santo Padre, que advierte sobre la preocupación que suscitan por su importancia para el futuro del planeta y de la humanidad, según criterio de los expertos. Se nos llama a una colaboración que hemos de llevar a cabo, ciertamente, sin caer en el absurdo de recluir a sus pobladores en una especie de reserva que sería tanto como condenarlos al neolítico, negarles su derecho fundamental al progreso material y espiritual que humaniza y desarrolla las potencialidades humanas dadas por el Creador a la humanidad con la inteligencia. Nadie puede ignorar que la inteligencia es la facultad del alma llamada a regir el proceso del desarrollo material y espiritual de la humanidad. Nadie deja de considerar de forma inmediata y cotidiana que el proceder de la razón natural es resultado de ser facultad dada por Dios para que el hombre sea un ser verdaderamente humano, regido con criterio de moralidad que le permite distinguir entre el bien y el mal. En este sentido, Manos Unidas llama a considerar cómo la desnaturalización de la inteligencia por una voluntad ávida de dominio y posesión, atraída por el lucro, concupiscencia del hombre pecador, va contra el plan de Dios, amenaza el planeta y lleva a la marginación de los pobres de la tierra. Denunciando el esquilmo extremo de los recursos naturales, Manos Unidas tiene toda la razón en afirmar: «Quien más sufre el maltrato del planeta no eres tú», porque hoy es obvio para todos que son los pobres. ¿Cómo no prestar atención a las reflexiones morales que el papa Francisco nos ha ofrecido sobre el cuidado de la tierra como «casa común» de la humanidad, reflexiones que emergen de los fenómenos económicos y sociales que están determinando el cambio climático? Se ha de escuchar su llamada de atención sobre un modo de explotación de las riquezas de la tierra que rompe la armonía de una producción verdaderamente humana, respetuosa con los múltiples ecosistemas en los que se asienta la vida de las especies, que ha de ser regida por el hombre.

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En efecto, si no hacemos caso al lema de Manos Unidas para esta Campaña: «Colaborar está en tu mano», entonces, tal como dice el Papa, «podemos ser testigos mudos de gravísimas inequidades cuando se pretende obtener importantes beneficios haciendo pagar al resto de la humanidad, presente y futura, los altísimos costos de la degradación ambiental» (Francisco, Encíclica sobre el cuidado de la casa común Laudato sí’, n. 36). Se trata, en efecto, de poner manos a la obra nuestra colaboración, por humilde que sea, para que del cuidado de la casa común la humanidad obtenga la mesa compartida que no deje a nadie sin un puesto en ella. Con todo afecto y mi bendición, + Adolfo González Montes Obispo de Almería

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Diócesis de Asidonia-Jerez “Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”. Campaña de Manos Unidas

A

Monseñor José Mazuelos Pérez, Obispo de Asidonia-Jerez.

los sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, seminaristas y a todos los fieles,

Durante este año, llevaremos a cabo la Campaña LXI bajo el lema «QUIEN MÁS SUFRE EL MATRATO AL PLANETA NO ERES TÚ» basado en la encíclica “Laudato Si” del papa Francisco ante la preocupación por la naturaleza y la justicia con los empobrecidos (LS10). Como afirmaba el papa Francisco, en su Discurso a los participantes en la Conferencia Internacional en el tercer aniversario de Laudato Si, el 6 de julio de 2018: “son los pobres los que sufren el peor impacto de la crisis climática: son ellos los más vulnerables a los huracanes, las sequías, las inundaciones y otros fenómenos meteorológicos extremos… Por lo tanto, hace falta valor para responder a los gritos cada vez más angustiosos de la tierra y de sus pobres.” A la luz de las palabras del Papa, podemos afirmar que la humanidad tiene la importante obligación moral de cuidar y proteger nuestro hogar común, el planeta Tierra, así como ser solidaria con los miembros más pobres y vulnerables de la sociedad que son quienes más están sufriendo el cambio climático. La irresponsabilidad de las generaciones pasadas y presentes no puede dañar el futuro de la familia humana, especialmente de sus miembros más vulnerables. Es este un reto para Manos Unidas. Y para ello, como asociación de la Iglesia católica inspirada en el Evangelio y en la Doctrina Social de la Iglesia, Manos Unidas tiene ante sí el propósito de luchar para que se actúe con prudencia y responsabilidad en nuestras economías, promoviendo un crecimiento que haga posible un progreso y un crecimiento que beneficie a todos y que evite una “economía de la exclusión.” También tiene el desafío de sensibilizar y favorecer la necesidad de proteger la casa común y de adoptar decisiones realmente eficaces para contrarrestar los cambios climáticos. Ante este reto quiero invitar a todas las parroquias, movimientos, asociaciones, hermandades y comunidades cristianas de nuestra Diócesis a participar en esta campaña que celebra Manos Unidas. Os animo a uniros al gesto significativo del «Día del Ayuno Voluntario» que se celebrará el viernes 07 de febrero, y a ofrecer una generosa aportación económica tanto en las colectas de las Misas del próximo domingo 09 de febrero, como en las mesas petitorias en las calles de la ciudad. Por último, deseo enviar un mensaje de felicitación y estímulo a los numerosos asociados y colaboradores que, inspirados por su conciencia cristiana, están comprometidos con Manos Unidas. Con mi cordial saludo y bendición, alabado seas, mi Señor, + José Mazuelos Pérez Obispo de Asidonia-Jerez

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Diócesis de Astorga “Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú. Colaborar está en tu mano”

Q

Rvdmo. Sr. D. José Luis Castro Pérez, Administrador Diocesano de Astorga - Sede Vacante.

ueridos diocesanos:

Desde el comienzo de la propia Iglesia los cristianos estamos convencidos de que luchar por un mundo mejor no es algo utópico o descabellado sino que forma parte de nuestra propia identidad, porque un mundo más justo, más fraterno, más solidario se asemeja al ideal en el que nos mandó perseverar el mismo Jesús: “Buscad sobre todo el Reino de Dios y su justicia; y todo lo demás se os dará por añadidura” (Mt 6,33). A lo largo del año 2020 MANOS UNIDAS nos vuelve a interpelar sobre nuestra responsabilidad de avanzar en la concreción de este plan de Dios sobre la humanidad en la que no caben el hambre, la pobreza o la injusticia en la distribución de los bienes, ni la imposibilidad de acceso a los recursos básicos para vivir dignamente, ni tampoco la agresión destructora del planeta. MANOS UNIDAS, como Asociación de la Iglesia Católica en España para la ayuda y promoción de los países en vías de desarrollo, a través de su activa delegación en nuestra diócesis de Astorga mueve las manos de sus voluntarios, los corazones de los cristianos y la conciencia de todas las personas e instituciones de buena voluntad para cumplir la finalidad con la que nació hace ya más de sesenta años: dar a conocer y denunciar la existencia del hambre y de la pobreza, sus causas y sus posibles soluciones, procurando reunir medios económicos para financiar los programas, planes y proyectos de desarrollo integral dirigidos a atender estas necesidades. EL DETERIORO DEL PLANETA CAUSA TAMBIÉN POBREZA El lema que guiará la finalidad y los esfuerzos de la 61ª Campaña de este año 2020 en las diversas parroquias, colegios y grupos cristianos de la diócesis, y que servirá también para la sensibilización de las personas y otros colectivos y grupos de la sociedad es el siguiente: “QUIEN MÁS SUFRE EL MALTRATO AL PLANETA NO ERES TÚ. COLABORAR ESTÁ EN TU MANO”. Con un mensaje centrado en el cuidado de la «casa común» y la relación que existe entre el deterioro del planeta y la pobreza de las comunidades más vulnerables, la pretensión principal, en consonancia con lo que el papa Francisco nos dice en la encíclica Laudato si’, es atender a estos dos clamores: el de los pobres que viven en condiciones indignas y el de la tierra que sufre el expolio y el daño progresivo. Hay muchos factores que intervienen en el deterioro del planeta: el cambio climático, la tecnocracia deshumanizada, el consumismo ciego o el relativismo ambiental: pero, sobre todo, lo que más nos debe preocupar siempre es la crisis humana con los elementos que

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provocan las heridas que matan la dignidad de las personas y la esperanza de los pueblos: el egoísmo, la avaricia, la corrupción, las injusticias o el triunfo de la cultura del descarte. En todo ello quedan relegados a un plano secundario los grandes principios que deben sostener la lucha por un mundo más habitable y humano y que MANOS UNIDAS intenta priorizar, como son: el bien común, la solidaridad, el reparto justo de la riqueza, el respeto a los demás, el desarrollo sostenible o las relaciones fraternas. Todo parecen argumentos sabidos y viejos, pero hacer un mundo nuevo nunca deber ser sólo cosa de otros, sino que es algo que necesita una constante dosis de perspectiva cristiana e implicación personal. DOS PROYECTOS DIOCESANOS PARA MEJORAR EL MUNDO A cada uno de nosotros, como siempre, MANOS UNIDAS nos hace un llamamiento a colaborar. En nuestro caso, la delegación diocesana de Astorga nos invita a ayudar a financiar dos proyectos de cooperación y desarrollo, ambos en África: uno en la región de Balaka en Malawi, que pretende mejorar la calidad de la educación en una zona muy pobre ampliando las aulas y construyendo un nuevo edificio de administración en una escuela para 2.500 alumnos (69.840 €); y otro junto al lago Volta en Ghana para la construcción en un centro de salud de un edificio dedicado a laboratorio, farmacia, y otros servicios médicos, con su mobiliario y equipamiento correspondiente, con el fin de mejorar la cobertura sanitaria en una zona especialmente pobre y sin las infraestructuras adecuadas (72.747 €). Durante los próximos meses las delegaciones comarcales de MANOS UNIDAS se volcarán para conseguir estos objetivos de ayuda a los que están muy lejos de nosotros en la distancia geográfica, pero ya desde ahora muy cerca en el corazón. Para ello promueven múltiples iniciativas solidarias –muchas de ellas ya muy tradicionales y con gran participación popular–, en las diversas zonas y parroquias de nuestra diócesis. Además de la concienciación el día del Ayuno Voluntario (7 de febrero) y la colecta en las Misas del domingo propio de la Campaña contra el Hambre 2020 (9 de febrero), organizan cenas y comidas solidarias, charlas, celebraciones y operación bocata en los colegios, actos de sensibilización, marchas solidarias, etc. Todo esto quiere contribuir a poner varios granos de arena en el montón de la fraternidad diocesana. Como nos recuerda el papa Francisco, “cuando hablamos de dignidad y promoción humana son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior”. Este año nos vuelve a tocar demostrarlo. Gracias a todos por atreveros una vez más a afrontar el reto. Recibid un saludo fraterno. José Luis Castro Pérez Administrador Diocesano de Astorga - Sede Vacante

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Diócesis de Ávila

Solidarios con los pobres que más sufren el maltrato al planeta

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Monseñor José María Gil Tamayo, Obispo de Ávila.

uerido hermanos:

Me dirijo a vosotros para animaros a dar respuesta generosa a la campaña que un año más lleva a cabo en nuestra diócesis de Ávila la Organización Católica Manos Unidas en su lucha contra el hambre en el mundo y en la promoción del desarrollo humano integral de todas las personas. Dentro de su plan trienal, esta organización, nacida de las mujeres de Acción Católica y presente en nuestra diócesis con un abnegado grupo de personas comprometidas, pretende contribuir, como señala en su Documento Base, “a la realización de los derechos humanos, especialmente entre las personas más pobres y vulnerables del planeta, trabajando por el derecho a una vida digna, que incluye el indispensable derecho a la alimentación, dentro de un medioambiente adecuado, mejorando los cauces de participación ciudadana para afianzar los mencionados derechos humanos y afianzando la corresponsabilidad de todos en el bien común”. Como se puede ver, no se trata de “dar trigo” sin más, sino de una verdadera lucha contra la pobreza integral en los países más empobrecidos de mundo, analizando las causas que la provocan y difundiendo en nuestra sociedad una verdadera cultura de la solidaridad en sentido amplio, que incluye también la “conversión ecológica”, la del cuidado de nuestro planeta, de la tierra, nuestra casa común. Gracias a Dios, por el impulso del papa Francisco con su encíclica Laudato si´, los católicos nos vamos dando cuenta de la dimensión moral del problema ecológico, de la falta del cuidado de la tierra, de las consecuencias del cambio climático, de lo que supone la persistencia en los países ricos en un desarrollo indiscriminado, que agota los recursos naturales y provoca verdaderos desastres ecológicos que dañan sobre todo a las poblaciones más pobres del mundo. Así lo destaca el Papa cuando denuncia en la mencionada encíclica que “muchos pobres viven en lugares particularmente afectados por fenómenos relacionados con el calentamiento, y sus medios de subsistencia dependen fuertemente de las reservas naturales y de los servicios ecosistémicos, como la agricultura, la pesca y los recursos forestales. No tienen otras actividades financieras y otros recursos que les permitan adaptarse a los impactos climáticos o hacer frente a situaciones catastróficas, y poseen poco acceso a servicios sociales y a protección. Por ejemplo, los cambios del clima originan migraciones de animales y vegetales que no siempre pueden adaptarse, y esto a su vez afecta a los recursos productivos de los más pobres, quienes también se ven obligados a migrar con gran incertidumbre por el futuro de sus vidas y de sus hijos. Es trágico el aumento de los migrantes huyendo de

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la miseria empeorada por la degradación ambiental, que no son reconocidos como refugiados en las convenciones internacionales y llevan el peso de sus vidas abandonadas sin protección normativa alguna. Lamentablemente, hay una general indiferencia ante estas tragedias, que suceden ahora mismo en distintas partes del mundo. La falta de reacciones ante estos dramas de nuestros hermanos y hermanas es un signo de la pérdida de aquel sentido de responsabilidad por nuestros semejantes sobre el cual se funda toda sociedad civil” (LS 25). La campaña de Manos Unidas este año 2020, con el lema “Quien más sufre el maltrato al Planeta no eres tú”, está dirigida, además de a concienciarnos del problema ecológico, a ayudar con proyectos concretos de desarrollo integral y sostenible a poblaciones empobrecidas por las consecuencias del cambio climático, restaurando con proyectos concretos lo que se ha venido en llamar la “justica climática” con el medioambiente, con los pobres afectados y con las generaciones futuras para que puedan desarrollarse en un ambiente saludable. Estamos, por tanto, ante una nueva categoría de pobreza cuya erradicación es vital para todos y que exige en cada uno de nosotros y en nuestras comunidades cristianas salir de nuestras rutinas y saber escuchar este nuevo clamor de los pobres, cambiando actitudes y comportamientos personales y sociales no acordes con el Mandamiento Nuevo de la Caridad (cf. Jn 13,34-35), como pueden ser el consumismo, el relativismo moral y el individualismo que lleva a al olvido del bien común. En definitiva: la pérdida del sentido de Dios y en consecuencia del valor inalienable de la persona humana. El papa Francisco en su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, que está siendo guía para la elaboración del Plan Pastoral de nuestra diócesis, nos señala que “la Iglesia, guiada por el Evangelio de la misericordia y por el amor al hombre, escucha el clamor por la justicia y quiere responder a él con todas sus fuerzas. En este marco se comprende el pedido de Jesús a sus discípulos: «¡Dadles vosotros de comer!» (Mc 6,37), lo cual implica tanto la cooperación para resolver las causas estructurales de la pobreza y para promover el desarrollo integral de los pobres, como los gestos más simples y cotidianos de solidaridad ante las miserias muy concretas que encontramos. La palabra «solidaridad» está un poco desgastada y a veces se la interpreta mal, pero es mucho más que algunos actos esporádicos de generosidad. Supone crear una nueva mentalidad que piense en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos” (EG 188). Manos Unidas nos ofrece la oportunidad de colaborar en esta corriente de solidaridad humana y cristiana. Seamos generosos, como siempre lo son los abulenses, con esta noble causa, y no dejemos ninguna comunidad parroquial o entidad cristiana, por pequeña que sea, de aportar su donativo, pues “de nuestra fe en Cristo hecho pobre, y siempre cercano a los pobres y excluidos, brota la preocupación por el desarrollo integral de los más abandonados de la sociedad. Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad; esto supone que seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo” (EG 186-187). Y en este gran empeño de solidaridad cristiana no nos olvidemos de recurrir al gran remedio de la oración a Dios que acompaña siempre y hace verdadero todo compromiso cristiano. Con mi bendición y afecto,

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+ José María Gil Tamayo Obispo de Ávila


Diócesis de Barbastro-Monzón

Manos Unidas “¡Labor de equipo!”

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Monseñor Ángel Pérez Pueyo, Obispo de Barbastro-Monzón.

uando el 28 de noviembre cerraba los ojos de Ernesto Durán y corría al hospital San Jorge de Huesca para ver el alcance y las posibles secuelas del ictus que había sufrido Inmaculada Pellicer presentí que la Campaña de Manos Unidas se resentiría este curso. El milagro se ha vuelto a repetir: ¡labor de equipo! Fieles a la cita anual, incluso sin la presencia del obispo, enredado en la atención a otros huéspedes que nos visitaban justo ese día, tuvo lugar en Fraga la presentación de la Campaña tal como estaba programada en nuestro calendario pastoral, el 25 de enero. Mientras ADITA, nombre cariñoso con el que llamamos a nuestra Presidenta, se va recuperando en el hospital de San Juan de Dios en Zaragoza, todo sigue su curso como ella me confesara cuando pudo articular alguna palabra. Genoveva Buatas informó detalladamente en la reunión sobre la significatividad del proyecto asignado este curso a nuestra Diócesis y de los 86.914 euros que tenemos que recaudar para conseguir el objetivo de dotar de materiales y equipos técnicos en Guatemala, en los Departamentos de Totonicapán, San Marcos, Quetzaltenango y Retalhueleu, que repercutan en 373 campesinos y de manera indirecta en 2.238 familias. Nacho Cardona, vicario de Pastoral, Reyes Ibarz y Victoriano Parrilla, del equipo de Manos Unidas, informaron de las mejoras urgentes que se habían llevado a cabo en la escuela de Kajití de Mzimba (Malaui) gracias al donativo que recibieron de nuestra Diócesis en la campaña de 2019. Si pensabais que los imponderables iban a hacer claudicar el celo pastoral de nuestras «chicas de oro», lo teníais claro. Abrid vuestra cartera y hacédselo fácil para que cuanto antes puedan enviar los 86.914 euros a su destino. Ya veis que son serias y transparentes. Amén de diligentes y tenaces. Todo lo que les entregáis va para el proyecto asignado. Sin comisiones ni intermediarios. Un modo humilde y sencillo pero fecundo que tienen los cristianos para visibilizar la ternura de Dios e inficcionar al mundo con este «virus letal»: la solidaridad. Con mi afecto y mi bendición, + Ángel Pérez Pueyo Obispo de Barbastro-Monzón

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Diócesis de Barcelona

“Tratar la tierra con ternura”

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Cardenal Juan José Omella Omella, Arzobispo de Barcelona.

l mes de febrero nos recuerda cada año la presencia activa de Manos Unidas, la institución de la Iglesia católica que lleva a cabo proyectos de desarrollo, de la que tuve el privilegio de ser su consiliario durante varios años. Manos Unidas nos presenta su campaña anual con el lema «Quien más sufre el maltrato del planeta no eres tú». Este lema nos recuerda el mensaje del papa Francisco enviado a los participantes de la jornada de estudio sobre «Agua, agricultura y alimentación. Construyamos el mañana», organizada por la Universidad Politécnica de Madrid –UPM– (13 de diciembre de 2018). El Santo Padre, en un mundo urbano como el nuestro, nos ayuda a tomar conciencia del gran regalo que hemos recibido del Señor, una tierra que nos proporciona el alimento para subsistir y el aire para respirar. El Papa insiste en la necesidad de renovar nuestro modelo de producción asociado a una explotación abusiva de la tierra. Este maltrato del planeta nos afecta a nosotros, pero, sobre todo, afecta directamente a los países más pobres. Manos Unidas une sus manos y esfuerzos para alertarnos de este maltrato del cual somos responsables cada uno de nosotros. El lema de este año sintetiza la preocupación del Papa y nos brinda la oportunidad de reflexionar, pero también de actuar éticamente. El papa Francisco no teme hablar con seriedad de las cuestiones que puedan suscitar polémica, porque él es un hombre que se deja afectar por la realidad, es un hombre con los pies bien asentados en el suelo. Por eso, en su mensaje a los participantes de la jornada organizada por la UPM, dijo a los actuales y a los futuros expertos: «los retos de la humanidad […] exigen la suma de ideas, la unidad de esfuerzos, la complementariedad de perspectivas, a la vez que la renuncia al egoísmo excluyente y al protagonismo pernicioso. Para llegar a una sociedad que sitúe a la persona humana y sus derechos fundamentales en el centro». La transformación del mundo debe pasar necesariamente por la humanización de nuestros corazones. Hoy, más que nunca, debemos poner todo lo que está a nuestro alcance para que la tierra no deje de ser fuente de vida para la humanidad y, consecuentemente, libere del hambre a tantas personas cruelmente afectadas por la pobreza. Estoy seguro que tratar con ternura la tierra y las personas que la habitan fue lo que movió, hace más de sesenta años, a aquellas valerosas mujeres de la Acción Católica a «declarar la guerra al hambre en el mundo» y a establecer el comienzo de lo que hoy es Manos Unidas.

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Este obispo, antiguo consiliario de Manos Unidas, os pide un año más que, por favor, les ayudéis tanto como podáis en sus nobles propósitos y en los proyectos anuales que desarrolla, supervisa y garantiza. Queridos hermanos y hermanas, gracias por colaborar en la colecta de Manos Unidas que hoy se hace en todas las parroquias y centros de culto. No es mero buenismo, son obras concretas de desarrollo humano integral entre las zonas más desfavorecidas y marginadas de nuestro mundo. + Card. Juan José Omella Omella Arzobispo de Barcelona

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Diócesis de Bilbao Campaña Manos Unidas 2020 “Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”

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Monseñor Mario Iceta Gabicagogeascoa, Obispo de Bilbao.

ueridos hermanos y hermanas:

La jornada de Manos Unidas de este año tiene como lema: “Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”. Somos conscientes de la degradación continuada del medio ambiente mediante la explotación abusiva y devoradora de recursos naturales, el consumismo desmedido en el que estamos inmersos, la ingente cantidad de residuos y basuras que generamos, la insuficiente concienciación de la necesidad de reciclar los productos que consumimos, la contaminación de la atmósfera, mares, ríos, tierras y cuencas acuíferas, la ingente deforestación, la depredación de especies marinas, la existencia de especies en riesgo de extinción… El santo Papa Pablo VI se refirió a la problemática ecológica, presentándola como una crisis, que es una consecuencia dramática de la actividad descontrolada del ser humano: “Debido a una explotación inconsiderada de la naturaleza, el ser humano corre el riesgo de destruirla y de ser a su vez víctima de esta degradación” (cfr. carta octogesima adveniens, 21). Y también el Papa Benedicto XVI, afirmaba que “la degradación de la naturaleza está estrechamente unida a la cultura que modela la convivencia humana” (Caritas in veritate, 51), es decir, fruto de la actividad humana y de la concepción que se tiene del progreso y la transformación del mundo. Todo ello parte de una concepción antropológica desenfocada y su relación con la naturaleza a la que pertenecemos y en la que estamos integrados. Todas estas cuestiones han sido abordadas y profundizadas por el papa Francisco en su encíclica Laudato sí en la que realiza este llamamiento: “Hago una invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta. Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos. El movimiento ecológico mundial ya ha recorrido un largo y rico camino, y ha generado numerosas agrupaciones ciudadanas que ayudaron a la concientización. Lamentablemente, muchos esfuerzos para buscar soluciones concretas a la crisis ambiental suelen ser frustrados no sólo por el rechazo de los poderosos, sino también por la falta de interés de los demás. Las actitudes que obstruyen los caminos de solución, aun entre los creyentes, van de la negación del problema a la indiferencia, la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones técnicas. Necesitamos una solidaridad universal nueva” (LS, 14). La campaña de Manos Unidas de este año nos recuerda la necesidad de cuidar de la casa común y la relación que existe entre el deterioro medioambiental y la pobreza de muchas

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personas y comunidades que sufren las consecuencias devastadoras de esta degradación ecológica, ya que su medio de subsistencia depende fuertemente de las condiciones del medio ambiente donde viven. Al mismo tiempo, se nos invita a colaborar con los proyectos que quieren poner en marcha que ayuden a estas comunidades empobrecidas a mejorar sus condiciones de vida y a impulsar su propio camino de desarrollo y crecimiento. También la campaña nos invita a tomar conciencia de la necesidad de fomentar entre nosotros nuevos estilos de vida, de consumo y de cuidado de la naturaleza que posibilite el cuidado respetuoso de la casa común que nos alberga generosa y delicadamente a todos. Os animo a acoger con gratitud esta campaña, a reflexionar sobre los diversos aspectos que en ella se tratan, a discernir los cambios que necesitamos en el estilo personal y comunitario de nuestra vida cotidiana y a llevarlos coherentemente a la práctica. Asímismo, prestemos generosamente nuestra ayuda a nuestros hermanos más necesitados colaborando económicamente con los proyectos que desarrolla Manos Unidas en las regiones más empobrecidas del planeta. Que el Señor nos bendiga y acompañe siempre. Con gran afecto, + Mario Iceta Gabicagogeascoa Obispo de Bilbao

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Diócesis de Burgos

“Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”

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Monseñor Fidel Herráez Vegas, Arzobispo de Burgos.

oy se celebra la Jornada Nacional de Manos Unidas que, como sabéis, es la organización de la Iglesia Católica en España para la lucha contra el hambre que sufren los pueblos más olvidados del planeta. Con el lema de la campaña de este año «Quien más sufre del maltrato del planeta no eres tú», Manos Unidas denuncia que las poblaciones más vulnerables son las más afectadas por la crisis actual del medio ambiente. La sensibilidad medioambiental es uno de los valores de nuestra época. En los últimos tiempos se ha ido despertando una mayor conciencia de esta problemática, propiciada, entre otras cosas, por el cambio climático. No obstante, todavía debemos profundizar en los cambios personales y estructurales que ello supone, porque la emergencia climática es uno de los grandes retos ante los que se sitúa esta generación. Esta Campaña de Manos Unidas nos quiere ayudar a reflexionar sobre la relación que existe entre el deterioro medioambiental y sus consecuencias en las personas, especialmente en las más pobres y vulnerables. Es una perspectiva muy importante para los creyentes, pues la «opción por los pobres» ha de marcar nuestra manera de mirar la realidad y de acercarnos a ella. El contexto actual es ciertamente paradójico: el deterioro medioambiental ha sido provocado principalmente por los países más desarrollados, que sostienen su modelo de desarrollo en la clave del crecimiento y del consumo, sin tener en cuenta las limitaciones propias del planeta. Sin embargo, las heridas provocadas por este modelo las sufren sobre todo los habitantes de los países más empobrecidos, que disponen de muchos menos medios para superar las consecuencias del descuido de esta casa común. Por eso, no extraña lo que dice el Papa cuando nos habla de que «hay una verdadera “deuda ecológica”, particularmente entre el Norte y el Sur, relacionada con desequilibrios comerciales con consecuencias adversas en el ámbito ecológico, así como con el uso desproporcionado de los recursos naturales llevado a cabo históricamente por algunos países» (LS 51). Ciertamente, a poco que abramos los ojos, nos damos cuenta de que son los pobres los que más sufren las consecuencias de la deforestación, la contaminación o el cambio climático… En estos fenómenos está la raíz de muchos procesos de migración, de movilidad humana que se visibiliza en los que hoy se llaman «refugiados o migrantes medioambientales». Además, si la crisis medioambiental la sufren especialmente los más pobres, también podemos afirmar con tristeza que esta misma crisis provoca cada vez más pobres y hambrientos en el mundo. Así lo afirman los datos de la FAO que cifran en 821 millones las personas que sufren hambre en el mundo, incrementándose este número en los últimos años

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por culpa de los conflictos armados y del cambio climático. Una cifra escandalosa que provoca nuestra preocupación y nuestro compromiso. Por eso, tenemos que ser conscientes que cuidar el planeta es combatir la pobreza. Manos Unidas nos invita en esta Jornada a profundizar en esa necesaria «conversión ecológica», que conlleva aspectos tan plurales como nos recuerda el Papa Francisco: «una mirada distinta, un pensamiento, una política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad» (LS 111). Se trata, en definitiva, de interrogarnos sobre nuestros hábitos de consumo, de producción, de desarrollo, de solidaridad, de justicia, en el empeño por construir un planeta sostenible en el que todos podamos vivir con dignidad. Los cristianos, desde el reconocimiento de Dios como Padre de todos y de todos como hermanos, no podemos quedarnos indiferentes. Con nuestro compromiso y con nuestras acciones, por sencillas que sean, podemos ser “sal de la tierra” como nos recuerda el Evangelio que proclamamos en la Eucaristía de hoy. Mi agradecimiento expresamente en esta Jornada a las personas que, desde Manos Unidas, nos ayudan en esta necesaria reflexión. Ojalá que, cada día, en lugar de sentirnos dueños y dominadores, nos sintamos más cuidadores e inquilinos de este planeta, que ha sido el hermoso regalo para todos de nuestro Padre Dios Creador. + Fidel Herráez Vegas Arzobispo de Burgos

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Diócesis de Cádiz-Ceuta

Carta Manos Unidas Campaña contra el Hambre 2020

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Monseñor Rafael Zornoza Boy, Obispo de Cádiz y Ceuta.

ueridos amigos:

Próximo ya el día de la Campaña de Manos Unidas contra el hambre, que lleva como lema “Quien más sufre el maltrato del planeta no eres tú”, escribo estas palabras para llamar a vuestra colaboración después de tomar conciencia de los problemas que nos presenta. Mi agradecimiento, ante todo, a tantos voluntarios que siguen con empeño entregando su vida y tiempo a los más necesitados, en los países en vías de desarrollo y sensibilizando a nuestra sociedad: doy gracias a Dios por vuestro testimonio, que sigue iluminando el mundo con el amor de Dios. Este año Manos Unidas se centra en el “cuidado de la casa común”, poniendo en evidencia que, si la crisis medioambiental nos afecta a todos, más a aquellos que viven en regiones vulnerables. Los cambios medioambientales están entre las causas más destacables para el aumento del hambre en el mundo, ya que dificultan la obtención de recursos necesarios para la subsistencia y en algunos casos hacen inviable la vida de las personas. El resultado es el incremento de la pobreza y del fenómeno migratorio, debido a que más personas se ven obligadas a abandonar sus hogares en la búsqueda de un futuro incierto. Constatamos aquí fácilmente cómo la “cultura del descarte” acaba afectando al planeta entero. Tanto las personas como las cosas creadas rápidamente se convierten en “basura” desechable (Cf. LS 22.). El hombre actual, ensimismado con el materialismo y su supuesta capacidad ilimitada de transformación técnica de la realidad, ha de interrogarse sobre la ejemplaridad de los ecosistemas naturales, en cuanto a eficiencia y aprovechamiento de los recursos. “El sistema industrial, al final del ciclo de producción y de consumo, no ha desarrollado la capacidad de absorber y reutilizar residuos y desechos.” No estamos dispuestos a tolerar, al parecer, un “modelo circular de producción que asegure recursos para todos y para las generaciones futuras”, sobre todo en lo referente a moderar el consumo y limitar el uso de recursos no renovables, pues supondría un cambio de hábitos de vida en las sociedades del bienestar –bienestar de unos pocos a costa de muchos—. De algún modo, se nos ha convencido de que el desarrollo económico, y el bienestar social, dependen exclusivamente del nivel de consumo y la capacidad de explotación de lo real, sin más criterio casi que el de tener cada vez más. Manos Unidas, junto diversos socios locales, ha asumido multitud de proyectos en todo el mundo para mejorar la capacidad de aprovechamiento de los recursos, y educar en su

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gestión integral, en sintonía con el medio ambiente y las características ambientales de cada territorio. Este viernes 7 de febrero celebramos el Día del Ayuno Voluntario, y después, el Domingo de la Jornada de Manos Unidas. Quiero invitar a todos los fieles de la Diócesis de Cádiz y Ceuta, y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, a participar y ser muy generosos, al tiempo que agradecidos por la labor ingente que realizan. El hambre en el mundo es un escándalo que no podemos tolerar con indiferencia, como si no fuera con nosotros, y una lacra que no tiene por qué existir, con tal de que nos pongamos en marcha con entrega y audacia. + Rafael Zornoza Boy Obispo de Cádiz y Ceuta

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Diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño

Manos Unidas: el cuidado de la casa común

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Monseñor Carlos Escribano Subías, Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño.

l mes de febrero la Iglesia española celebra, desde hace 61 años, la Campaña contra el Hambre organizada por Manos Unidas que, como es sabido, es la organización de la Iglesia católica en España para la lucha contra el hambre y la pobreza que sufren los pueblos más excluidos del planeta. En la Campaña de este año, bajo el lema «Quien más sufre el maltrato del planeta no eres tú», Manos Unidas denuncia que las poblaciones más vulnerables son las más afectadas por la actual crisis medioambiental. Esta propuesta sigue la estela iniciada por el Papa Francisco, de un modo singular, en su encíclica “Laudato Si”: “Hago una invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta. Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos. El movimiento ecológico mundial ya ha recorrido un largo y rico camino, y ha generado numerosas agrupaciones ciudadanas que ayudaron a la concienciación. Lamentablemente, muchos esfuerzos para buscar soluciones concretas a la crisis ambiental suelen ser frustrados no sólo por el rechazo de los poderosos, sino también por la falta de interés de los demás. (…) Todos podemos colaborar como instrumentos de Dios para el cuidado de la creación, cada uno desde su cultura, su experiencia, sus iniciativas y sus capacidades” (Laudato Si, 14). Manos Unidas acoge esta inquietud del Papa promoviendo proyectos de desarrollo para que las comunidades a las que apoya alcancen una vida digna, lo que incluye el indispensable derecho a la alimentación y a vivir en un medioambiente sano. El hambre y la pobreza son dos realidades muy relacionadas con los daños medioambientales, cuyas huellas más graves son la contaminación, el cambio climático, el agotamiento de los recursos, la destrucción de hábitats y ecosistemas, las inundaciones y las sequías extremas, la desertificación y la deforestación. Los seres humanos dependemos del medioambiente para satisfacer toda una serie de derechos básicos como el derecho a una alimentación adecuada, el derecho al agua potable, el derecho a una vivienda digna, o el derecho al más alto nivel de salud física y mental. Aunque todos sufrimos cada vez más las consecuencias del cambio climático y del deterioro medioambiental, son las poblaciones más empobrecidas del Sur las más afectadas por estos desequilibrios. El trabajo de Manos Unidas nos hace mirar a todos esos países e iluminar sus situaciones de pobreza con nuestra ayuda. Desde el principio, el trabajo de Manos Unidas ha sido doble: ayudar allí con proyectos concretos; y concienciar aquí para que nuestra mentalidad vaya cambiando y se genere una cultura solidaria que se abre con generosidad a las

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necesidades de los más desfavorecidos. Recapacitar sobre estas cuestiones nos ayudará sin duda a promover una reflexión sobre nuestros modos de vida y consumo y proponer cambios para hacerlos más solidarios y sostenibles. En definitiva, entrar en un proceso de “conversión ecológica” que nos lleve a descubrir las motivaciones, que surgen también de nuestra espiritualidad, y que nos llevan a alimentar la pasión por el cuidado de nuestro mundo. (Cfr. Laudato Si, 216). ”El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar. El Creador no nos abandona, nunca hizo marcha atrás en su proyecto de amor, no se arrepiente de habernos creado”. (Laudato Si, 13). Por eso es importante seguir trabando con intensidad y dar las gracias y seguir alentando a todos los que, de un modo u otro, trabajan para garantizar la protección de la casa que compartimos. Por eso quiero terminar estas líneas dando las gracias: gracias a Manos Unidas por ayudarnos a tomar conciencia de este complejo problema y por su compromiso con los que más sufren las consecuencias de la crisis medioambiental a través de los proyectos de desarrollo que se realizan. Gracias también a nuestra Delegación diocesana de Manos Unidas y a su trabajo constante, discreto y eficaz que nos estimula a vivir la virtud cristiana de la solidaridad. Y gracias a todos vosotros que con vuestras aportaciones anónimas y generosas hacéis posible un mundo un poquito mejor para todos. + Carlos Escribano Subías Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño

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Diócesis de Canarias “Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”. Campaña Contra el Hambre. Manos Unidas 2020

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Monseñor Francisco Cases Andreu, Obispo de Canarias

is queridos Hermanos y amigos todos:

El Santo Padre Francisco inició su ministerio sucesor de Pedro el día de San José de 2013. Toda su homilía giró en torno a la misión de José como custos, como custodio, como cuidador de María y de Jesús, una misión que podía proponer a todos como síntesis del ser cristiano: cuidar con responsabilidad y ternura de todo. Veía en san Francisco de Asís, cuyo nombre había elegido para él mismo como Obispo de Roma, una referencia fundamental: custodiar afecta a todos y a todo. Es custodiar -decía ya entonces- toda la creación, la belleza de la creación, como se nos dice en el libro del Génesis y como nos muestra san Francisco de Asís: es tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos. Es custodiar a la gente, el preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón. Es una reflexión muy sencilla, pero básica, como tantas palabras de Francisco. Cuando nos ofreció la Encíclica Laudato Si’ en 2015 la misma fusión de estos conceptos: Creo que Francisco es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral... Él manifestó una atención particular hacia la creación de Dios y hacia los más pobres y abandonados. En él se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior (LS 10). En esta parte del mundo que ocupamos nosotros, los occidentales desarrollados, vamos sintiendo cada vez más la responsabilidad de cuidar la casa de todos; y precisamos con cuidado que ese “todos” incluye las generaciones que vendrán a este mundo nuestro. Pero hemos de ser conscientes igualmente de la responsabilidad que tenemos para con tantas generaciones presentes, que están sufriendo ya, y más que nosotros, el “maltrato al planeta”. Sin maltrato ya están en muy peores condiciones que nosotros; nuestra insensibilidad los sitúa fuera de la página. Somos interdependientes, solidarios, hermanos. Hermanos y mayores que saben y pueden “cuidar” de los pequeños. El Viernes 7 de Febrero es el Día del Ayuno Voluntario, y el Domingo 9 la Campaña Contra el Hambre en el Mundo con su Colecta y sus actividades solidarias. Siempre me gusta recordar que Manos Unidas no es una ONG y nada más; es la misma Iglesia de España que atiende la ayuda, la promoción y el desarrollo de los países empobrecidos. Que el Señor nos bendiga con su amor y nos llene de amor mutuo. + Francisco Cases Andreu Obispo de Canarias

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Diócesis de Cartagena Manos Unidas nos muestra las hipocresías de una sociedad que tiene las despensas llenas, pero el corazón vacío

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Monseñor José Manuel Lorca Planes, Obispo de Cartagena.

a Palabra de Dios de esta semana no podía comenzar de una manera más acertada para iluminar nuestras vidas, puesto que nos dice que compartamos. Compartir es una forma verbal de una gran actualidad, puesto que estamos celebrando el día de Manos Unidas y ya se sabe que se trata de la campaña contra el hambre en el mundo. Pero Isaías va más allá de compartir el pan, de albergar al que no tiene techo o de vestir al desnudo, porque la conclusión es no desentenderte de los semejantes. A partir de este momento comenzarás a vivir un estilo de vida nuevo, intenso, sorprendente, porque sólo entonces, dice el profeta, brillará tu luz, tus heridas sanarán, y tu recto proceder hará que donde tú estés brille la gloria del Señor. Bueno, en realidad, el profeta le está hablando al pueblo de Israel que acaba de ser liberado de la esclavitud y la repatriación le estaba costando. Pero les está señalando el camino, por esa senda se camina. Aquellos consejos siguen siendo tan válidos para su pueblo como para cualquier persona de hoy, sí, para cualquiera de nuestro tiempo, bastaría con tener en cuenta las indicaciones que nos sugiere: una, olvidarse de la deslealtad, alejarse de la falsedad y de practicar un culto falso e hipócrita, como diciéndose que “Dios no se entera”. En segundo lugar, como actitudes necesarias, se propone algo tan sencillo como las obras de justicia, de misericordia y de compasión, porque sólo aquellas personas que llegan a reconocer la grandeza y dignidad del prójimo, de defender sus derechos contra todo tipo de injusticia, podrán ver la luz de Dios. La sabiduría del mundo es muy distinta a la de Dios, por eso se explican muchas cosas. Me imagino que todos conocerán la anécdota del periodista que le dice a la santa Madre Teresa de Calcuta que él no haría las curas de un moribundo muy deformado por las brutales heridas, fruto del abandono, ni por un millón de dólares. Lo asombroso fue la respuesta de aquella monjita que trataba con tanto cariño a aquella persona. Su respuesta fue: “Yo, tampoco”, para seguir diciéndole al momento, que lo hace por Cristo, que el amor que pone es por Cristo al que ve en esa persona. Precisamente, este es el tercer punto a tener en cuenta, que una persona creyente debe tener en el centro de su vida a Jesucristo, y éste crucificado. Hay que ser sencillos, humildes, acogedores, porque si no lo hacéis así será imposible daros a los demás, servir con naturalidad. En el Evangelio de san Mateo se nos hace descubrir el porqué, la importancia de ser auténticos y cumplir las tareas para las que hemos sido enviados por el Señor. Ya sabemos lo compleja que es la vida, los gritos y lamentos de mucha gente con la que convivimos. La campaña de Manos Unidas abre nuestros ojos para tomar conciencia de los que viven al

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día, de los que no tienen nada, de los privados de bienes y de dignidad, con hambre de pan y de amor. Esta campaña nos muestra las hipocresías de una sociedad que tiene las despensas llenas, pero el corazón vacío; gente incapaz de ayudar, aunque no se olviden de los rezos, los ayunos e inciensos. Dios no nos pide que sepamos poner caras, sino que nos llama a ser verdaderos, limpios de mirada y centrados en Cristo, para salir al encuentro de quien nos necesita con la verdad por delante. El amor crucificado es la clave del triunfo. Feliz domingo. + José Manuel Lorca Planes Obispo de Cartagena

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Diócesis de Córdoba Manos Unidas 2020. Protejamos la creación, protejamos al hombre

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Monseñor Demetrio Fernández González, Obispo de Córdoba.

a sensibilidad por el cambio climático y el cuidado de la creación va creciendo ante los datos que nos aportan los entendidos. Hay fenómenos cuyas causas no están todavía determinadas, pero hay ciertamente pobrezas que coinciden con las zonas más desprotegidas del planeta tierra. Una industria descontrolada, una sociedad puramente consumista llevan al descarte de otras zonas o a la explotación incontrolada de los recursos, a la deforestación y a la contaminación de las aguas, además de los cambios climáticos que no garantizan el riego necesario, padeciendo enormes sequías. El papa Francisco en muchas de sus intervenciones y sobre todo en su encíclica Laudato Si’ (2015) nos llama la atención sobre este problema en el que la fe no puede quedar indiferente, y en el que la caridad nos lleva a tomar partido claramente en favor de la naturaleza, tal como Dios la ha creado para el hombre. Proteger la creación es un imperativo divino para el hombre, y del quebrantamiento de esta santa ley de Dios se derivan males para la creación y para los hombres que la habitan. Y los que más sufren son los pobres de la tierra. “Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”, dice el lema de este año propuesto por Manos Unidas, Campaña contra el hambre en el mundo. Manos Unidas llega cada año para recordarnos algún aspecto del hambre en el mundo. Hambre de pan, hambre de cultura, hambre de Dios, que están íntimamente relacionadas. Es legítimo acentuar una, pero sin olvidar las demás, sin olvidar al hombre en su integridad. El respeto de la naturaleza creada y el consiguiente respeto de todos los recursos del planeta tiene su fundamento más profundo en Dios que lo ha creado como casa común para el hombre. Esa es la verdadera ecología, el cuidado de la casa común, como un don de Dios para el hombre. No se trata de absolutizar la creación como si fuera un dios, al que adorar. Se trata de ver a Dios en ese don que nos hace, y corresponder con amor al don recibido, respetando y acrecentando la belleza de tal don, de la creación. “Mil gracias derramando, …(el esposo) prendados los dejó de su hermosura” (S. Juan de la Cruz). “Alabado seas mi Señor…por el sol, el agua, la tierra… por los que perdonan por tu amor y sufren” (S. Francisco de Asís). Cuando se pierde esta perspectiva, no es fácil frenar los intereses egoístas de quienes tienen y manipulan los recursos de la tierra. Las diferencias son notables: los países ricos consumen y contaminan, los países pobres ven que sus recursos son cada vez más escasos y sufren el atropello de los países ricos, de su contaminación, de sus intereses egoístas. O, pasando del anonimato a lo personal, cada uno de nosotros debemos respetar con cariño la naturaleza que nos rodea y ayudar a quienes se sienten ahogados en medio de la basura del mundo.

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Manos Unidas no se lamenta ni incita al odio contra nadie, sino que estudia el problema, ve sus causas y raíces y sale al encuentro de las personas que padecen el desastre de la naturaleza aportando las soluciones que están a nuestro alcance y que son muchas más de lo que parece. La caridad cristiana no es sólo una ayuda puntual, sino que bien organizada lleva al estudio de las cusas, lleva a la denuncia de los males y lleva a la propuesta positiva de proyectos, que puedan aliviar a muchos. Manos Unidas hace eso continuamente. Llegan ahora los días intensos de su campaña anual, denunciando los males y sus raíces y proponiendo soluciones concretas a casos concretos, en los que cada uno de nosotros y toda la comunidad cristiana puede implicarse. Seamos generosos, nos hace bien a nosotros y hacemos mucho bien a los más pobres de la tierra. El saneamiento de las aguas, los pozos, el riego que hace posible los cultivos. La educación para el buen uso de la tierra, la promoción de la mujer en tantos lugares donde su dignidad es pisoteada, la educación de los niños para garantizar un futuro mejor, el anuncio del Evangelio como buena noticia del amor y del perdón. La propuesta de una visión transcendente incluso de los materiales con que nos abastecemos. La presencia de Dios en todo este asunto nos hace más solidarios con nuestros hermanos más pobres, que habitan el planeta. Recibid mi afecto y mi bendición. + Demetrio Fernandez González Obispo de Córdoba

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Diócesis de Coria-Cáceres

Manos Unidas: mi planeta es de todos

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Monseñor Francisco Cerro Chaves, Administrador Apostólico de Coria-Cáceres Arzobispo electo de Toledo.

anos Unidas ha elegido este año para su campaña contra el hambre concienciar sobre una realidad: solo tenemos un planeta. Y es de todos. En la línea de la Laudato Si’ y de los múltiples mensajes que nos ha lanzado el papa Francisco sobre el cuidado de la creación y la ecología, este grupo de seglares nos animan a reflexionar y a poner en práctica la Doctrina Social de la Iglesia siempre abierta a los necesitados. Y es que El papa Francisco recomienda vivamente el uso y estudio de la DSI como instrumento para abordar la realidad política, económica y socioambiental contemporánea. En la Encíclica Laudato Si’ el papa Francisco desgrana el estado actual de la crisis ambiental: la contaminación, el calentamiento global, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad son el efecto de una explotación incontrolada destinada a crecer exponencialmente si a corto plazo no hay un cambio de dirección. Necesitamos una conversión ambiental, indica el Papa, que sea posible a través de la promoción de una verdadera educación ecológica que cree, especialmente en los jóvenes, una toma de conciencia y, por lo tanto, una conciencia renovada. Manos Unidas llama también la atención sobre estos problemas que existen en el siglo XXI y que se suman a los de siempre el hambre, la pobreza, la falta de calidad del agua, la destrucción de recursos naturales por personas ajenas a los pueblos que deberían disponer de esos recursos… Manos Unidas invita y lanza a todos los cristianos y personas de buena voluntad a trabajar por aquellos que se encuentran en las periferias del mundo. Ojalá esta nueva campaña de Manos Unidas sea acogida en nuestras comunidades cristianas (parroquias, colegios, asociaciones de Iglesia, instituciones…). Que se dé a conocer, que se realicen colectas para colaborar con quienes más lo necesitan, y que sirven para sostener 907 proyectos en 54 países. Manos Unidas cuenta con 73.381 socios y 5.345 voluntarios. A todos ellos hay que darles las gracias, porque la casa común en la que todos habitamos ha de ser cuidada con la adecuada atención, pensando en la sostenibilidad y en las generaciones futuras. Y ellos desde esta entidad de la Iglesia contribuyen a esto con su pequeño granito de arena. En esta campaña de 2020 Manos Unidas está centrada en la lucha contra el cambio climático, apoyando proyectos de gestión, recuperación y protección de recursos naturales de manera perdurable, luchando contra la deforestación y degradación de los bosques y contra la desertificación, promoviendo energías renovables y limpias y trabajando en la educación ambiental de la sociedad civil, la organizaciones de base, la comunidad educativa y las autoridades públicas.

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Manos Unidas, siendo una institución de la Iglesia, es una de las herramientas más eficaces que tiene la sociedad para llegar al desarrollo integral de todo el mundo incluyendo los más castigados por la crisis climática. Todas las iniciativas de Manos Unidas llevan el objetivo de sensibilizar y recaudar fondos para que se potencien y se hagan realidad proyectos de solidaridad y desarrollo de los pueblos, apostando por la dignidad de la persona humana en todos sus ámbitos. Esto también es evangelizar. + Francisco Cerro Chaves Administrador Apostólico de Coria-Cáceres Arzobispo electo de Toledo

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Diócesis de Cuenca

“Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”

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Monseñor José María Yanguas Sanz, Obispo de Cuenca

ueridos sacerdotes:

El próximo 6 de febrero, tendrá lugar el lanzamiento de la campaña anual de Manos Unidas. Es sobradamente conocido de todos el trabajo que, desde mediados del siglo pasado lleva a cabo esta institución, formada casi exclusivamente por mujeres, en su tenaz lucha por erradicar el hambre y la miseria de la tierra. Como sabéis, Manos Unidas es la asociación de la Iglesia católica en España para la ayuda y promoción de los países en vías de desarrollo: denuncia la existencia del hambre y de la pobreza, estudia sus causas y posibles soluciones y reúne los medios económicos con los que prepara y financia planes y proyecto de desarrollo integral. Este año el lema que preside las actividades de Manos Unidas reza: “Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”, que se acompaña con una fotografía que identifica las poblaciones del así llamado tercer mundo como las que son mayormente víctimas de dicho maltrato. Este, en sus distintas manifestaciones, representa un problema global, como dice el papa Francisco, “con graves dimensiones ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas, y plantea uno de los principales desafíos actuales para la humanidad. Los peores impactos probablemente recaerán en las próximas décadas sobre los países en desarrollo” (Carta Encíclica Laudato si’, 25). En los meses que seguirán se irán desarrollando una serie de iniciativas, no pocas de ellas encaminadas a una mayor concienciación acerca de la delicada situación en que se encuentra el planeta, la “casa común” como gusta llamarlo el papa Francisco. En ocasiones se sugerirán pequeños compromisos para favorecer la salud de la tierra que habitamos todos. Haremos bien en examinarnos sobre el modo en que nos afectan y empeñarnos por convertirlos en modos habituales de comportamiento. El lema de la campaña tiene un sencillo sub-lema: “Colaborar está en tu mano”. Quiere ser una llamada a la responsabilidad de cada uno. La labor que realiza Manos Unidas se sostiene con fondos que provienen de las cuotas de los socios, de aportaciones de colegios, empresas, organismos públicos y donativos; también, y no en menor medida, de lo recabado mediante la colecta anual que se hace en las parroquias.

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Os animo, pues, a que mováis a los fieles a ser generosos con su colaboración económica en la colecta de la Campaña contra el Hambre en el Mundo, del domingo, día 9 de febrero, quinto del Tiempo Ordinario, destinada a Manos Unidas. Un saludo cordial, con mi bendición, + José María Yanguas Sanz Obispo de Cuenca

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Diócesis de Getafe

¿Está el mundo bien hecho?

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Monseñor Ginés García Beltrán, Obispo de Getafe.

ueridos hermanos y hermanas:

He querido poner como título de esta carta una pregunta que me hago a mí mismo al contemplar la realidad del mundo y los acontecimientos con los que nos encontramos cada día. Realmente, ¿el mundo está bien hecho? Por supuesto que sí. Los creyentes lo vemos expresado con claridad en el relato de la creación del primer libro de la Bíblia, que va repitiendo a modo de estribillo después de cada uno de los días de la creación: “Y vio Dios que era bueno”. Inclusos los que no son creyentes pueden contemplar la maravilla de la creación que se nos revela como un gran don. El mundo está bien hecho, pero está mal administrado y peor cuidado. Se sacrifica la belleza por el benificio económico; los recursos creados para todos se reparten de modo injusto y desigual. Se cree que la naturaleza es un pozo sin fondo al que hay que saquear, aunque para ello haya que destruir y desequilibrar el orden de la creación. En buena parte es la consecuencia del olvido de la mano creadora sobre el mundo y la conciencia del hombre de hoy de ser el dueño de la Creación. Este año la Campaña de Manos Unidas –Campaña contra el Hambre- es un nuevo aldabonazo a nuestras conciencias: “Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”. Está claro, el planeta es de todos, y piensa que hay otros que sufren el deterioro de la tierra con más fuerza que lo haces tú, pero no creas que este maltrato no tendrá también consecuencias para ti. Las tendrá. Algo falla, nos alerta Manos Unidas. Falla nuestro modo de vida: “El modelo de vida dominante, nuestro consumismo, las estructuras de poder y la cultura del derroche en la que vivimos, provocan, como señala el Papa, el actual deterioro medioambiental y las crisis humana y social que lo acompañan (Laudato Si 5)”. El deterioro de la tierra es causa de pobreza. Ecología y pobreza no son dos realidades distintas, son las dos caras de una misma moneda. En muchos lugares del mundo la pobreza se va extendiendo, y la causa es la destrucción de la naturaleza: “La pérdida de biodiversidad (como la extinción de animales o la tala de bosques), la contaminación de ríos, mares y atmosférica o la sobreexplotación de los recursos naturales destruyen la creación y provocan pobreza, enfermedades, hambre y sed que sufren, sobre todo, las comunidades más vulnerables. La polarización del clima, con aumento de huracanes y tormentas, sequías extremas (como la que ha causado los incendios de Australia) ponen seriamente en peligro los medios de vida de millones de personas”.

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El mundo es nuestra casa común, nos recuerda con frecuencia el papa Francisco. Una casa de todos y para todos que es también tarea común. El mundo hemos de cuidarlo entre todos. Quiero hacer míos los deseos de Manos Unidas manifestados en su manifiesto para esta Campaña: s Expresar nuestra solidaridad con las personas y los pueblos empobrecidos que son quienes más sufren las consecuencias del maltrato al planeta. s Manifestar nuestra convicción de que frenar el desastre medioambiental es también asegurar nuestra propia supervivencia, la de todos sin exclusión, como miembros de una única familia humana y reducir así el número de personas que sufren a causa del hambre. s Colaborar en la creación de una conciencia responsable que nos ayude a superar la cultura del descarte por la que todo –animales, plantas, agua, aire, tierra, incluso las personas– se puede desechar cuando no sirve a nuestros intereses. s Compartir las experiencias e iniciativas de cambio que nos transmiten nuestros socios locales y las comunidades a las que representan para lograr un desarrollo más respetuoso con el medioambiente. s Renovar nuestro compromiso con la agricultura familiar, que es la que garantiza el acceso a los alimentos para más de dos tercios de la humanidad, desde una perspectiva agroecológica. s Proponer sistemas de producción y consumo sostenibles y respetuosos con el medioambiente, basados en modelos agroecológicos, mediante un trabajo de educación y acompañamiento de la sociedad civil global. s Promover iniciativas de gestión integral de recursos naturales: reforestación con especies locales, aprovechamientos forestales o gestión del agua. s Comprometernos a cambiar nuestros estilos de vida para hacerlos más solidarios y sostenibles, reduciendo el despilfarro hasta eliminarlo. Os animo a colaborar con Manos Unidas en la transformación del mundo a través de la lucha contra el hambre y la pobreza. Tu aportación personal y económica llegan. Os saludo con afecto y bendición. + Ginés García Beltrán Obispo de Getafe

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Diócesis de Girona Campaña contra el hambre. ¡Maltratar la tierra comporta sufrimiento!

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Monseñor Francesc Pardo y Artigas, Obispo de Girona.

ste domingo es el gran día de la campaña contra el hambre en el mundo liderada por Manos Unidas. Esta asociación es una Organización No Gubernamental (ONG) de la Iglesia católica para la ayuda, la promoción y el desarrollo de los países más empobrecidos y que tienen más dificultades para su desarrollo. Es una asociación de voluntarios, católica y seglar, en el sentido de que todos los dirigentes son seglares, ayudados por algunos técnicos. Conviene saber que Manos Unidas tiene 72 delegaciones en España que trabajan en comunión y coordinación. Sus principales líneas de trabajo: s Informar y denunciar los grandes problemas del hambre y la pobreza, sus causas y sus posibles soluciones. s Proponer acciones y programas concretos que sean ya una respuesta a problemas de desarrollo en varios lugares del mundo, con la garantía de su gestión por personas y comunidades acreditadas. s Reunir medios económicos para financiar los programas y las acciones de desarrollo integral escogidas para actuar. s Liderar cada año la campaña contra el hambre en el mundo. s Proponer a cada diócesis, según sus posibilidades, algunas de las propuestas escogidas para actuar. s En cada diócesis, la delegación de Manos Unidas trabaja para dar a conocer los proyectos que se le han propuesto, para buscar financiación en las propuestas asignadas, para organizar la colecta en todos los centros de culto y para informar también de la realización de los proyectos que ha financiado. Este año, la campaña tiene como lema “Quien más sufre el maltrato en el planeta no eres tú”, atendiendo y actualizando las orientaciones del papa Francisco en su exhortación apostólica Laudato si’, sobre la necesidad de una conversión ecológica integral. Se trata de proteger la casa de todos al servicio de todos. Relacionar pobreza, hambre y desarrollo con el maltrato del planeta Tierra, la casa de todos, nos ha de ayudar a ser conscientes de nuestra responsabilidad. Ciertamente que quienes más sufrimos por el maltrato de la tierra no somos nosotros, pero nuestras acciones u omisiones afectan a otras muchas personas del mundo, que para nosotros, cristianos, son hermanos.

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El modelo de vida dominante, nuestro consumismo, las estructuras de poder, la cultura de tirar y de destruir y la sobreexplotación de los recursos destruyen la creación y provocan pobreza, hambre, sed y dolencias que sufren las comunidades más vulnerables. Tenemos que sentirnos corresponsables para luchar contra las causas que provocan las situaciones de pobreza, las pestes del siglo XXI. Por eso esta campaña nos propone colaborar en un conjunto de proyectos que servirán para contribuir al desarrollo humano, social y económico de muchas personas. Estos proyectos para nuestra diócesis de Girona son: s En el Líbano, promoción de la comercialización de productos agrícolas. s En el Chad, el segundo país más pobre, mejora del diagnóstico clínico de pacientes en un hospital rural. s En Mozambique, formación para profesores de formación profesional, para que puedan ejercer. s En Burkina Faso, el cuarto país más pobre, refuerzo de estructuras educativas de primaria. Total a invertir: 147.487 euros. Tenemos la seguridad de que este dinero se invertirá en los proyectos que están sometidos a un seguimiento. Y una vez realizados estos proyectos, recibimos los comprobantes y toda la información necesaria. ¡Seamos generosos! + Francesc Pardo i Artigas Obispo de Girona

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Diócesis de Guadix

“Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”

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Monseñor Francisco Jesús Orozco Mengíbar, Obispo de Guadix.

ueridos hermanos:

Con esta nueva campaña de Manos Unidas se nos plantea la urgente necesidad de trabajar por la sostenibilidad de nuestro planeta: La “casa común” que entre todos hemos de hacer más habitable y sostenible. El lema, “Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”, nos hace mirar a aquellos que no tienen voz y tampoco recursos para cambiar su sistema indigno de vida. El haber nacido en un mundo desarrollado nos hace pertenecer a la comunidad de los ricos de este mundo, aunque consideremos que nuestra fortuna no llegue a ser grande. Miremos más allá de nuestras fronteras, hacia el sur de esta aldea global. Muchos son los habitantes que no tienen techo donde cobijarse o lo necesario para tener una comida digna al día, por no hablar de acceso a la educación o de derechos universales que son indiscutibles en los países desarrollados. El empeño contra el mal a lo largo de la historia siempre ha sido una de las motivaciones de la fe cristiana. La Iglesia tiene la vocación de hacer vida el mensaje de amor de Jesucristo, que no cesará mientras haya injusticia, intranquilidad, subdesarrollo o cosificación de la persona. Manos Unidas desde su fundación mantiene vivo el lamento de los pobres, pero a la vez aporta “el esfuerzo por dignificar a las personas con la mejora de las condiciones de una vida compatible con un medíoambiente saludable” (objetivo de esta campaña en el marco del trienio 2019-2021). En Manos Unidas se trabaja por la sostenibilidad, tanto en proyectos de desarrollo como en las diferentes campañas conjuntas a otras organizaciones. La lucha contra el hambre y, más aún, contra las causas que la provocan, es la misión específica de esta ONGD que aporta, en más de 50 países, medio millar de proyectos para el desarrollo, la justicia y la dignidad de la persona. La comunión y la solidaridad van intrínsecamente unidas a la verdad de la fe cristiana, como testimoniaban los primeros cristianos: “Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común” (Hch 2,44). La búsqueda del bien común se traduce en el apoyo a los proyectos que la Iglesia nos propone por medio de Manos Unidas. Es éste un modo concreto, hoy en nuestra realidad y como ciudadanos de la “casa común”, para poder vivir nuestras relaciones fraternales, de Hijos de un mismo Padre. Así podemos aunar y elevar nuestros esfuerzos en el verdadero compartir, consecuencia del reconocimiento de la dignidad de todo ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios y dejando a un lado el egoísmo y la autorreferencialidad (cfr. SRS 39). De este modo, los resultados y los esfuerzos realizados durante las distintas campañas de cada año, son la expresión generosa de la solidaridad, caridad y apuesta por el hermano necesitado. Son el empeño por ayudar a dignificar la

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humanidad y por hacer sostenible el sistema de esta “casa común’: en la que habitamos caminando, hacia “una ecología integral, que incorpore claramente las dimensiones humanas y sociales” (LS 137). La lacra del hambre sigue presente y puede frustrar las esperanzas y motivaciones de un pueblo que se sabe hijo de un mismo Padre. Se nos sigue llamando a responder generosamente, aportando nuestro tiempo, colaboración económica, imaginación y oración. Agradecemos a la delegada diocesana, así como a los distintos colaboradores y voluntarios de Manos Unidas en nuestra Diócesis, que no escatimen esfuerzos ni tiempo para animar una nueva campaña que a todos nos une en un mismo objetivo común. El lanzamiento de la campaña, en nuestra Diócesis de Guadix, será el próximo domingo, 26 de enero, en el Salón del Centro Cultural Abierto del Hospital Real de la Caridad de Guadix a las 10:30h. Recordemos otras fechas importantes: • Viernes, 7 de febrero: Día del Ayuno Voluntario • Domingo, 9 de febrero: Jornada Nacional y Colecta en favor de Manos Unidas Pido al Señor que el ánimo por ayudar al prójimo nos haga vivir la presencia del Señor en los hermanos que más sufren en nuestra “casa común”: “cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25,40). Recibid mi afecto y bendición, + Francisco Jesús Orozco Mengíbar Obispo de Guadix

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Diócesis de Huelva

El cuidado de la “casa común”: ¿dónde está tu hermano?

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Monseñor José Vilaplana Blasco, Obispo de Huelva.

ueridos hermanos y hermanas:

En esta ocasión, la Campaña de Manos Unidas nos propone reflexionar sobre las víctimas más importantes del descuido de la “casa común” que es el planeta en el que vivimos. Por eso, el lema de esta edición pretende inquietarnos con una afirmación: “Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”. También en este tema, los que salen más mal parados son los más pobres de los pobres, nuestros hermanos del llamado Tercer Mundo. Es por eso que he querido titular este escrito con una afirmación y una pregunta. La afirmación es la de que hemos de cuidar esta “casa común” que compartimos. Como nos ha recordado el papa Francisco, esta “casa común clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes” (Laudato Sí, 2). La interrogación es la misma que Dios hizo a Caín, cuando le preguntó por su hermano Abel, con la consiguiente y conocida respuesta indiferente de Caín: ¿soy yo acaso el guardián de mi hermano? (Cfr. Gen 4, 9). Por eso debemos preguntarnos ante el descuido de la “casa común”, ante los problemas que tiene planteado el mundo por la contaminación, residuos, basuras y degradación ambiental, si nosotros somos conscientes de que las comunidades más pobres son las que más sufren este maltrato, si somos conscientes de que resuena en nuestras conciencias la pregunta del relato de la historia de Caín y Abel: ¿dónde está tu hermano? Porque si sabemos que los más pobres entre los pobres sufren estas consecuencias en mayor medida, nosotros debemos saber dónde está nuestro hermano, para ayudarle, para contribuir a hacer mejor sus condiciones de vida, para poner nuestro granito de arena en que la creación entera alabe al Señor y pueda ser disfrutada por todos. La Delegación Diocesana de Manos Unidas de Huelva, en la medida de sus posibilidades y como fruto de la generosidad de muchos de vosotros, tiene proyectos en Thies (Senegal), Bamenda (Camerún), Kolwezi (República Democrática del Congo), Nador (Marruecos), Ciudad de Guatemala (Guatemala) y Dungripada (India). En esos lugares mantiene talleres, huertos urbanos, labores de formación profesional, tareas educativas, etc. Ahora, en

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esta Campaña, es el momento de hacer generosos nuestros corazones apoyando económicamente a Manos Unidas. Será nuestra contestación a la pregunta: ¿dónde está tu hermano? Y la respuesta más clara de que no nos es indiferente su situación. Con mi afecto y bendición, + José Vilaplana Blasco Obispo de Huelva

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Diócesis de Huesca y Jaca

“Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”

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Monseñor Julián Ruiz Martorell, Obispo de Huesca y Jaca.

ueridos hermanos en el Señor:

Os deseo gracia y paz. El lema de la Campaña anual de Manos Unidas de este año es el siguiente: “Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”. A lo largo de 61 campañas, Manos Unidas viene realizando una gran labor de sensibilización, de información y de compromiso. Estamos llamados a reconocer las consecuencias que produce nuestro estilo de vida. El deterioro del planeta repercute en nuestro ambiente más cercano y también en ámbitos muy lejanos donde carecen de instrumentos para atajar los desastres. Una ecología integral nos sitúa ante la urgencia de pensar, sobre todo, en las personas. Ello no significa olvidar a los animales, ni a las plantas, ni a los ríos, ni a los mares, ni a las montañas, ni a los valles. Toda la creación está llamada a entonar un canto de alabanza al Señor. Y hay ocasiones en que este canto queda enmudecido o desaparece para siempre como consecuencia de la actividad humana. Manos Unidas no recuerda que la crisis climática tiene un rostro: “el de 821 millones de personas castigadas por el hambre; el de los más de 1.000 millones de pobres; el de quienes deben emigrar en busca de un sustento que la tierra les niega o de los que enferman a causa de la contaminación de las aguas y de los suelos”. El hambre y la pobreza tienen mucha relación con los daños medioambientales, “cuyas huellas más graves son la contaminación, el cambio climático, el agotamiento de los recursos, la destrucción de hábitats y ecosistemas, las inundaciones y las sequías extremas, la desertización y la deforestación”. El papa Francisco escribe en la Encíclica Laudato si’: “El ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos, y no podremos afrontar adecuadamente la degradación ambiental si no prestamos atención a causas que tienen que ver con la degradación humana y social. De hecho, el deterioro del ambiente y el de la sociedad afectan de un modo especial a los más débiles del planeta: ‘Tanto la experiencia común de la vida ordinaria como la investigación científica demuestran que los más graves efectos de todas las agresiones ambientales los sufre la gente más pobre’” (LS 48).

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Y señala algunos ejemplos: “el agotamiento de las reservas ictícolas [de peces] perjudica especialmente a quienes viven de la pesca artesanal y no tienen cómo reemplazarla, la contaminación del agua afecta particularmente a los más pobres que no tienen posibilidad de comprar agua envasada, y la elevación del nivel del mar afecta principalmente a las poblaciones costeras empobrecidas que no tienen a dónde trasladarse. El impacto de los desajustes actuales se manifiesta también en la muerte prematura de muchos pobres, en los conflictos generados por falta de recursos y en tantos otros problemas que no tienen espacio suficiente en las agendas del mundo” (LS 48). Manos Unidas nos invita a actuar. Así se expresa en el subtítulo de la Campaña de este año: “Colaborar está en tu mano”. Se nos anima a promover “una cultura ecológica que eduque en las consecuencias del cambio climático”. En concreto, en cinco aspectos: 1) “Ser inquilinos y cuidadores en lugar de dueños y dominadores del mundo”. 2) “Luchar por la vida digna de todas las personas”. 3) “Considerar las consecuencias medioambientales de nuestras iniciativas”. 4) “Gestionar de forma integral los recursos naturales”. 5) “Comprometernos con los pequeños agricultores y la agroecología y apoyar a los migrantes que se han visto obligados a abandonar sus hogares por causas medioambientales”. Agradecemos la generosidad de quienes colaboran económicamente para que Manos Unidas continúe realizando sus iniciativas y proyectos. Recibid mi cordial saludo y mi bendición. + Monseñor Julián Ruiz Martorell Obispo de Huesca y Jaca

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Diócesis de Jaén

Campaña Manos Unidas 2020. Dios casi no reconoce lo que creó

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Monseñor Amadeo Rodríguez Magro, Obispo de Jaén.

ueridos diocesanos:

Como cada año, cumplo con el deber de convocar, animar y estimular la Campaña que promueve Manos Unidas en favor de proyectos sociales para el tercer mundo. Es la Campaña Contra el Hambre, como se conoce desde sus comienzos. Esta institución de la Iglesia católica despierta nuestro interés cada año, poniendo de relieve alguna situación de este planeta tierra en el que hay tanta desigualdad e injusticia y en el que tantos problemas sociales, culturales y medioambientales están reclamando nuestra atención y generosidad. Es, por eso, que este año empezaré por deciros la última frase del mensaje: colaborar esta en tú mano. Con eso digo, ya de entrada, lo que se busca: que nos impliquemos todos. Tu mano es la mía, la del otro, la de cualquiera. Tu mano es la del que tiene mucho, gasta mucho, pero también es la mano de los más humildes y sencillos, la de los austeros y, por supuesto, la de los pobres. Porque la generosidad y la responsabilidad es cosa de todos. También lo es la mano del que está igual o peor que mal. Todos estamos llamados a colaborar. Cada año nos proponen desde Manos Unidas unos proyectos; pues, como siempre, hay que sacarlos adelante, porque son necesarios y porque solucionan siempre necesidades primarias y urgentes para aquellos que viven en muchos lugares del mundo en la mayor precariedad. Y hecha la llamada, vamos al mensaje que este año nos ofrece Manos Unidas: QUIEN MÁS SUFRE EL MAL TRATO AL PLANETA NO ERES TÚ. La verdad es que, además de exacto, es provocador. Centrados como estamos, en este trienio, en el mal trato al planeta, en esta ocasión nos hace ver que perjudica a unos más que a otros; más, por supuesto, a los pobres de la tierra. No obstante, no podemos olvidar que ese mal es para todos: para los que ahora lo habitamos, pero también, y sobre todo, para las futuras generaciones. Esos, lo hemos de reconocer, serán los que van a sufrir, si no invertimos la situación, el daño será mayor, y si acaso, irreparable. Pero hay que insistir: la peor parte se la llevarán los más pobres de la tierra. De momento, el mal es para millones de personas castigadas por el hambre y la pobreza; el daño irreparable es para los que se ven alejados por haber sido expulsados de sus territorios ancestrales; de los que deben emigrar en busca de un sustento que su tierra les niega; de los que enferman a causa de la contaminación del agua y de los suelos… Y así, podríamos seguir exponiendo problemas que se crearán a partir de ahora, si no empezamos a cuidar con esmero la “casa común” que todos habitamos y que, siendo de todos, la disfrutan unos pocos y unos pocos también la deterioran; aunque en esto ninguno pode-

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mos tirar la primera piedra. De cualquier modo, la consecuencia de la contaminación, del agotamiento de los recursos, del cambio climático, de la deforestación y de la pérdida de biodiversidad afecta de una manera especial a los más empobrecidos. Y como vosotros y yo vemos a Dios en todo esto, me permito reescribir este tramo de la historia evocando lo que Dios quería en los comienzos. Recordamos que al hacerlo todo, vio que era bueno. Hasta a sus criaturas humanas, el hombre y la mujer, los hizo tan buenos que, incluso, les encomendó el cuidado y el embellecimiento permanente de la creación. Con dificultades, calamidades y pecados, durante muchos siglos lo ha ido haciendo bastante bien. Pero desde no hace mucho, cuando comenzó un progreso frenético de la humanidad en la búsqueda del bienestar material, el ser humano se ha ido olvidando de la encomienda de Dios y, sobre todo, se ha descuidado en ir creando unas condiciones de vida que no se olvidaran de los deseos del Creador: vivir en una fraternidad universal, también de los bienes; consolidar el bien común, para que todo ser humano tenga una vida digna; buscar un equilibrio entre el desarrollo y el cuidado medioambiental. En fin, que hay que cambiar, invertir la dinámica destructora de la creación que, por ahora, aún llevamos. Y no lo olvidemos, esto tiene soluciones políticas, sí, por supuesto. Pero esto es también un tema moral, religioso. Dios también anda entre nosotros contemplando impresionado su obra y casi no la reconoce. ¡Qué dolor! Dios anda por nuestro mundo buscando conciencias ecológicas y casi no las encuentra; más bien lo que ve es una fatua autosuficiencia del ser humano que se considera, no administrador, sino dueño de lo creado. Y cuando Dios pregunta a las conciencias qué está sucediendo, nadie quiere saber nada, más bien se le responde: “a mí que me registren”. Y si mira cómo vivimos los que tenemos acceso a los bienes, aunque en esto haya muchas diferencias, Dios seguramente tendrá que llevarse las manos a la cabeza por la cultura del consumo y del descarte que encuentra, incluso, en la vida de los que creemos en Él. Pero, ¿cómo es posible?, se preguntará Dios, que el deseo de esas personas sea sólo: para mí todo, cuanto más mejor; y que se hayan olvidado del todo de algo que el hombre tenía cuando fue creado: sentido de la justicia, de la solidaridad, del respeto y de la sobriedad. En fin, acabo, pero no olvidéis que esta campaña, además de pedir colaboración, quiere también “darnos que pensar”: ¿Cómo estar, cómo sentir, cómo vivir en este mundo que tantos interrogantes y temores nos está poniendo de cara al futuro? Es verdad que nos esperan una tierra nueva y unos cielos nuevos, pero si no cambiamos e invertimos la dinámica socio ambiental, fracasaremos en el plan que Dios le encomendó a los seres humanos para el desarrollo del mundo. Con mi afecto y bendición, + Amadeo Rodríguez Magro Obispo de Jaén

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Diócesis de León

“Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”

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Monseñor Julián López Martín, Obispo de León.

l domingo 9 de febrero, Vº del denominado “Tiempo durante el año”, acoge la Jornada eclesial, de ámbito español, de la dinámica organización “Manos Unidas”, nacida en 1959 al calor del compromiso apostólico de las Mujeres de Acción Católica y realizando su primera campaña al año siguiente. Hoy tiene un bien ganado prestigio en el compromiso solidario, interpelando a toda la sociedad con el fin de acabar o reducir, al menos, la pobreza allí donde se manifieste. Esta realidad, incompatible con el nivel de desarrollo alcanzado en la mayor parte de los países, constituye un desafío, por no decir una lacra que debería avergonzarnos a todos los que podemos comer tres veces al día e incluso seleccionar nuestros platos. Se asegura, por quien tiene motivos para contrastar la veracidad del dato, que actualmente hay 821 millones de personas que padecen hambre en mayor o menor grado y cuya pobreza sigue siendo endémica, constituyendo un escándalo insoportable para quien tiene todavía sentimientos de humanidad. Por eso, campañas como la de “Manos Unidas” siguen siendo necesarias, lo mismo que el compromiso de todas las personas que colaboran con estos fines y otros análogos. Por eso es importante comprender que no estamos ante una simple acción solidaria con quienes padecen determinadas carencias o viven bajo ciertos niveles de pobreza. Ningún cristiano puede desentenderse de un problema como el de la alimentación “insuficiente” que se da también aquí, en nuestra ciudad y Diócesis, aunque bajo otras manifestaciones análogas como las dificultades para llegar a fin de mes, las bajas pensiones, la soledad de los ancianos, etc. Me expreso así para que, entre nosotros, nadie caiga en la tentación de pensar que el “hambre” afecta tan solo al llamado “tercer mundo” o este que es el único “problema” social. Basta tener un poco de sensibilidad social para darse cuenta de esta realidad. La institución benéfica española de “Manos Unidas” nació como un compromiso de las entonces mujeres de la Acción Católica que, movidas por su fe, quisieron dar testimonio luchando contra la lacra insoportable del hambre consiguiendo también una dignidad de vida para las personas necesitadas. Desde el principio, esta obra social, movida ciertamente por la caridad cristiana, no se ha contentado con realizar una acción meramente asistencial, sino que ha procurado también un mayor compromiso personal y comunitario para reducir las diferencias injustas y a veces escandalosas entre los pueblos y en la misma sociedad. Por eso “Manos Unidas” ha trabajado siempre en favor de los “Derechos Humanos”. Para lograr este objetivo, el mejor camino consiste en una verdadera promoción de las personas, de las familias y de los grupos sociales. Por eso, las acciones que propone esta institu-

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ción giran todas en torno al objetivo de transformar situaciones injustas desde la perspectiva de los derechos humanos. Esto solamente se logrará si todos, especialmente los cristianos desde las propias posibilidades reales y movidos por la virtud de la caridad, nos comprometemos en la escucha del clamor de los pobres y de cualquier persona necesitada de ayuda, afecto o compañía y, por supuesto, en la acción concreta para no quedarnos en planteamientos idealistas e ineficaces. Cada uno deberá realizar o poner en práctica aquello que le dicte su conciencia rectamente interpelada, no contentándose con echar unas monedas en la colecta dominical sino actuando en consecuencia. Con mi cordial saludo y bendición, + Julián López Martín Obispo de León

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Diócesis de Lleida

Tres ámbitos de la vida cristiana

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Monseñor Salvador Giménez Valls, Obispo de Lleida.

ueridos diocesanos:

En estos primeros días de febrero los católicos podemos informar y colaborar con tres realidades eclesiales distintas pero todas ellas preocupadas por dar respuesta a un modo de vida marcado por Jesucristo en el evangelio y modulado por la tradición de la Iglesia a lo largo de los siglos. Siempre con el ánimo de salir de uno mismo y favorecer y dar la vida por el prójimo. La primera realidad es la que llamamos la Vida Consagrada. Es el conjunto de religiosos/as que viven en comunidad participando de un carisma o de un modelo de actuación, incorporado a la vida de la Iglesia, por una persona genial y santa, en el intento de cumplir con total coherencia los consejos evangélicos de pobreza, obediencia y castidad. Todos vosotros conocéis algún miembro de una comunidad de religiosos, bien por ser de vuestra propia familia, de vuestro pueblo o porque habéis colaborado con él en determinado servicio apostólico. Sabéis que celebran su fiesta anual el día de la solemnidad de la Presentación del Señor en el templo y la Purificación de Nuestra Señora, es decir el Día de la Candelaria como popularmente la identificamos. Coincide este año, día 2 de febrero, con el domingo IV del Tiempo Ordinario. Deseamos felicitarles por su gran fiesta, pedir a Dios por ellos y sus comunidades y solicitar nuevas vocaciones para sus congregaciones. Queremos también agradecer su servicio permanente a las obras de nuestra diócesis. La segunda realidad es el Movimiento Apostólico de Vida Creixent. Son grupos de oración y atención pastoral de personas mayores que existen en muchas parroquias de la diócesis y se vinculan a nivel diocesano para un retiro mensual o alguna peregrinación anual. Lo hacen sobre todo al principio y final de curso. También en su fiesta anual del día 2 de febrero, que es el momento en el que recordamos que Jesús, al ser presentado en el templo, salen a su encuentro el anciano Simeón, “ahora ya puedes dejar a tu siervo irse en paz porque mis ojos han visto a tu Salvador” y la profetisa Ana “ya muy avanzada en años… no se apartaba del templo sirviendo a Dios con ayunos y oraciones”. Estas referencias están escritas en el capítulo segundo del evangelio de san Lucas. Cada año tienen un programa de formación para sus reuniones donde completan su formación cristiana; el actual se basa en el desarrollo de su himno en el que, entre otras cosas, se afirma que “nuestra alegría nadie nos la podrá quitar”. Es la constatación de un derroche de optimismo cristiano que allí se respira. Pedid a Dios por ellos para que sean bien atendidos y escuchados; ellos lo hacen por todos nosotros. También por sus hijos y nietos.

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La tercera realidad es el Movimiento Apostólico de Manos Unidas, fundado hace más de 60 años por un grupo de mujeres de Acción Católica con una fuerte preocupación por paliar o eliminar el hambre de tantas personas en nuestro mundo. Han hecho famosa la iniciativa del Ayuno Voluntario en el segundo viernes del mes de febrero que se une a cenas frugales y colectas en parroquias y centros católicos. Desde hace muchos años participan varones y, como institución, es valorada con una elevada puntuación por nuestra sociedad actual debido a la multitud de proyectos que atienden entre las comunidades de las naciones menos desarrolladas. Prácticamente todos sus recursos recogidos en las campañas promovidas se destinan a las finalidades de fomento personal y comunitario que publicitan y que dan cumplida cuenta de ello. En el programa de mano de este año dicen que “nos centramos en el cuidado de la casa común, profundizando en la relación de la lucha contra la pobreza y la garantía de los Derechos Humanos”. Con mi bendición y afecto, + Salvador Giménez Valls Obispo de Lleida

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Diócesis de Lugo “Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú” Campaña de Manos Unidas 2020

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Monseñor Alfonso Carrasco Rouco, Obispo de Lugo.

n año más la campaña de Manos Unidas nos ayuda a volver la mirada a nuestro prójimo, a ese tú, cercano, en quien se pone de manifiesto en primer lugar el maltrato de los recursos naturales puestos a nuestra disposición, que llega incluso a hacerse visible en los daños que sufre la naturaleza, el planeta mismo. Nos recuerda así Manos Unidas que esta situación no es inevitable, sino que depende en buena medida de nuestra libertad, de nuestra conciencia de la vida, de nuestra actitud moral. El cambio de nuestro corazón y, por consiguiente, de nuestro comportamiento, es decisivo. El grito de los pobres y de la naturaleza interpela a cada uno de nosotros de nuevo. Sabemos que no todo está en nuestra mano. No vivimos ya en el paraíso terrenal y nunca lo podremos alcanzar en la tierra. El bienestar del que podemos gozar en un momento dado no debe llamarnos a engaño; es siempre el resultado del esfuerzo, el trabajo, la austeridad y el sacrificio en relación con la creación. Por eso mismo, conlleva intrínsecamente una exigencia de justicia tanto en el reparto de la riqueza producida, como en las condiciones de trabajo que la hacen posible, en el país que sea. Y entre estas condiciones han de contarse también las ambientales: no puede destruirse el ámbito de vida de un pueblo, para explotar a menor coste los recursos naturales. No somos señores del mundo, que hemos recibido como un don de Dios; y, si nos portamos como tales, producimos su daño. Lo hemos recibido como lugar que hace posible nuestra vida terrena, como casa común que hemos de cuidar y transmitir de generación en generación. Sabemos también que el cuidado de la naturaleza fue encomendado al hombre desde el inicio. Nuestra libertad y nuestra responsabilidad han sido queridas por Dios como parte intrínseca de la creación; no podemos imaginar la realidad, pensar el mundo o el planeta sin ellas. No es la presencia de la libertad humana el problema, sino el pecado que la limita y desordena su acción. No es negativa la presencia humana en el mundo, sino nuestra separación de Dios, que nos hace maltratar la realidad, no sólo el planeta, sino incluso directamente a nuestro hermano. No es posible, por tanto, separar ecología humana y natural. Necesitamos una ecología integral, enraizada en mentes y corazones, conscientes de su relación profunda con la creación y con los hermanos, con el Dios Padre y Creador.

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La campaña de Manos Unidas nos interpela con especial fuerza: urge un cambio, rechazar la codicia, la avaricia, la soberbia, la indiferencia ante el sufrimiento de los demás, y volver a la verdad y al bien, a la obediencia a los mandatos divinos de cuidar la creación con nuestro trabajo y de amar al prójimo. Sólo este cambio profundo en cada uno, sólo la responsabilidad consciente de muchos, permitirá que se modifiquen comportamientos sociales y económicos que erigen la propia riqueza y poder en fin supremo, que olvidan estos criterios fundamentales de verdadera humanidad, de vida en la Tierra. El Señor Jesús nos los ha desvelado de muchas maneras en los Evangelios, y su enseñanza ha determinado nuestra educación como personas muchas veces ya en nuestras casas y parroquias. Pues bien, la urgencia de vivir según estos criterios morales es proclamada hoy con gran voz por la creación misma, por nuestro planeta, y por todos los que sufren en él el maltrato de sus recursos, sin capacidad de defenderse debido a su pobreza. Manos Unidas nos lo recuerda a cada uno y a nuestra sociedad. Que esta campaña sirva para que salgamos al encuentro de las necesidades de nuestros hermanos hoy –con nuestros propios bienes– y para que nos sintamos llamados a una verdadera conversión evangélica, a un cambio que posibilite que nuestras actitudes y nuestra vida sean radicalmente cuidado los unos de los otros, y juntos de nuestra casa común, de nuestro planeta. + Alfonso Carrasco Rouco Obispo de Lugo

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Diócesis de Madrid

Manos que dan y promueven derechos

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Monseñor Carlos Osoro Sierra, Cardenal-Arzobispo de Madrid.

l pasado domingo celebrábamos la Jornada de Manos Unidas con el lema Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú, que nos hace volver a la encíclica Laudato si, del papa Francisco, sobre el cuidado de la casa común. Y también nos hace volver a escuchar aquellas palabras del Concilio Vaticano II: «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de los que más sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo» (GS 1). Son muchos los seres humanos que padecen las consecuencias del maltrato de nuestra casa común, muchos los que padecen tristezas y angustias por ello. Debemos contribuir a que en el mundo haya más justicia social y menos seres humanos que sufran a causa de ese egoísmo desmedido. Para contribuir y ayudar a quienes sufren el maltrato de este planeta, que casi siempre son los más pobres, hemos de ser capaces de ver en nuestro corazón cómo vivimos y cómo quiere el Creador que vivamos. Como recuerda Francisco, Dios crea todo por amor, crea un mundo bueno, ordenado y con un fin: el destino de la creación pasa por el misterio de Cristo que está presente desde el origen de todas las cosas, «todo fue creado por Él y para Él» (Col 1, 16). Y en esta casa común, el ser humano nunca puede olvidar que es criatura de Dios y, por ello, es apertura y relación con el misterio amoroso de un Dios que es misericordioso, compasivo, rico en clemencia. Hemos de decir, reconociéndolo así con Manos Unidas, que el número de personas que se comportan sin respeto a la casa común de la que formamos parte se ha incrementado en las últimas décadas. Hay quienes, sin mayores escrúpulos, empeñados en conseguir sus fines, dañan a personas y a otros seres vivos. Se comportan como si nadie fuese hermano de ellos, viven para sí mismos y desde sí mismos. Es central la cuestión que nos plantea el lema de Manos Unidas, Quien más sufre el maltrato del planeta no eres tú, pues, como nos dice el papa Francisco, la «crisis ecológica» tiene una raíz humana que hay que reconocer si deseamos dar respuestas que den frutos. El problema surge del imperio en el mundo actual del «paradigma tecnológico» y de la práctica generalizada en nuestras sociedades de lo que se nombra y describe como «antropocentrismo moderno». Esto tiene que ver con qué concepción y qué lugar damos al ser humano ante los desafíos que se nos presentan. En este sentido, es de valorar el deseo de Manos Unidas de hacernos conscientes a todos del momento que vivimos. El papa Francisco se ha dirigido a cada de uno de los que habitamos este planeta y nos ha dicho que esta cuestión del maltrato a nuestra casa común afecta a los hombres en todas sus dimensiones. La cuestión ecológica, si le damos una visión integral, precisa ser contemplada desde lo antropológico. De ahí que esa invitación urgente a una «conversión ecoló-

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gica», de la que nos habla el papa Francisco, requiera salvaguardar las condiciones morales de una auténtica ecología humana. ¿Qué respuestas hemos de dar? Las respuestas son multiformes, tienen muchos aspectos: sociales, morales, culturales y espirituales. Pero lo que sí es seguro es que todas las respuestas se han de articular desde un concepto de persona referido a Dios, que es quien ha creado todo lo que existe. Él nos da a conocer quién es el ser humano en su identidad más radical. Seamos valientes y atrevidos para decir que, solamente en referencia al origen y destino, el ser humano se descubre como hijo del don realizado en la donación; solo en Dios se adquieren raíces. ¿Cómo no hablar de los reduccionismos antropológicos que se dan en los grandes sistemas económico-políticos que han estado en pugna en el pasado siglo? Veamos como los dos más importantes y enfrentados han sido terriblemente materialistas y antropológicamente errados. Uno, el neoliberalismo, que es la versión más radical del liberalismo, dio pie a concebir al ser humano como individuo racional y egoísta, olvidando la solidaridad y haciendo de la libertad, en el sentido más individualista, un mito. El otro dio pie a los grandes totalitarismos del siglo XX –comunismo, fascismo y nazismo– y supuso la subordinación de la persona a una causa. Ambos han despreciado la ética. Quizá una forma más sutil de ideología que impregna nuestra cultura es la tecnocracia, que ha colocado la razón técnica sobre la realidad. Como dice el Papa Francisco, «no habrá una nueva relación con la naturaleza sin un nuevo ser humano. No hay ecología sin una adecuada antropología. Cuando la persona humana es considerada como un ser más entre otros que procede de los juegos del azar o de un determinismo físico, se corre el riesgo de que disminuya en la persona la conciencia de la responsabilidad» (LS 118). Es importante volver a leer la invitación y el mensaje que nos hace Manos Unidas, Quien más sufre el maltrato del planeta no eres tú. Se nos hace una invitación a que, bajo ningún concepto, ninguna persona puede ser desprovista de cuanto precisa para vivir con dignidad especialísima esa vida que es un regalo de Dios y que, por tanto, constituye el presupuesto de los derechos. La vida es absoluta y terminantemente digna de respeto en todo su devenir natural; en este sentido, reclama siempre el disfrute de los bienes esenciales que cubren sus necesidades y cuya forma institucionalizada de protección son los derechos. Quiero hacer referencia muy especialmente al derecho a la libertad religiosa, que fue uno de los primeros derechos en cristalizar formalmente en sucesivas declaraciones de los derechos humanos. Hoy está atacado en diferentes partes del mundo por el fundamentalismo y, de un modo más sutil, por la pretensión de reducirlo a un disfrute privado, cuando todos los derechos tienen vocación de ser vividos y disfrutados en el espacio público de una sociedad plural y democrática, cuando es verdad que eleva sus listones morales con sus propuestas y con las ofertas de sentido trascendente. Con la vista puesta en los derechos que deberían estar garantizados en toda sociedad, la campaña de Manos Unidas ha de llevarnos a ayudar en tres tareas: 1. Satisfacer necesidades básicas de todas las personas. 2. Proteger los derechos humanos civiles y políticos, económicos, sociales, culturales, religiosos y ecológicos. 3. Saber y hacer saber que esa protección es una exigencia antropológica y ética, pero también política, económica y religiosa. Es un desafío educativo de primer orden. Con gran afecto, os bendice,

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+ Carlos Osoro Sierra Cardenal-Arzobispo de Madrid


Diócesis de Menorca En la campaña contra el hambre de Manos Unidas. Pobreza y crisis medioambiental

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Monseñor Francisco Simón Conesa Ferrer, Obispo de Menorca.

na de las principales causas de la pobreza y la hambruna que padecen muchas personas son los desastres ecológicos. Las regiones más pobres del planeta se ven especialmente afectadas por los efectos de la degradación medioambiental. El ser humano y la tierra van unidos de manera que, cuando se explota la tierra, el primero que sufre es el ser humano. Lo ha dicho con claridad el papa Francisco: “El ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos” y, por eso, “los más graves efectos de todas las agresiones ambientales los sufre la gente más pobre” (Laudato si’, 40). Esto es lo que nos recuerda la Campaña de Manos Unidas de este año, con este lema provocador: “Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”. Ciertamente todos estamos expuestos a las consecuencias del deterioro del medio ambiente, pero no son los países más acomodados quienes más sufren. Es precisamente en las regiones más empobrecidas del planeta donde la pérdida de biodiversidad, la sobreexplotación de recursos, la contaminación y la insalubridad provocan pobreza, enfermedades y hambre. Además, el aumento de las inclemencias meteorológicas (huracanes, tormentas, sequías extremas) está poniendo en peligro la vida de millones de personas. No podemos permanecer indiferentes y pasivos ante este desastre. Nuestra sociedad debe reaccionar haciendo frente tanto a la crisis humana como a la crisis ecológica, porque ambas están unidas. Como se explica en la encíclica Laudato si’, “no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza” (n. 139). En esta línea se sitúan las propuestas de Manos Unidas. La primera manera de colaborar es ayudando a financiar los proyectos que presentan y que van dirigidos, en buena medida, a cuidar el medioambiente y, de esta manera, favorecer las condiciones de vida de las poblaciones más vulnerables. Promover la agricultura familiar, la gestión integral de los recursos naturales (reforestación con especies locales, gestión del agua) y el desarrollo de sistemas de producción y consumo respetuosos con el medio ambiente es una forma excelente de luchar contra el hambre y sus causas. La segunda línea de colaboración exige un esfuerzo mayor, porque requiere que modifiquemos nuestro estilo de vida actual, basado en el consumo compulsivo y egoísta. Sabemos que este estilo de vida es insostenible y, si no cambia, será muy difícil salvar al planeta de la destrucción. Tenemos que apostar por un modo alternativo de entender la calidad de

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vida, donde se fomente la sobriedad y la capacidad de gozar con lo poco. Al mismo tiempo, hemos de obligar a los políticos a tomarse en serio el problema socio-ambiental y a implicarse en propuestas globales y en políticas a largo plazo que respondan a la verdad de la naturaleza y del ser humano y que tengan en cuenta no los intereses privados sino el interés común. “Colaborar está en tu mano”, añade el lema de esta Campaña. Todos podemos hacer algo, si queremos, para paliar ese maltrato del planeta que hace sufrir a tantas personas. + Francesc Simón Conesa Ferrer Obispo de Menorca

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Diócesis de Mérida-Badajoz

Manos Unidas contra el hambre

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Monseñor Celso Morga Iruzubieta, Arzobispo de Mérida-Badajoz.

ueridos fieles:

Manos Unidas celebra este domingo la Campaña contra el Hambre. Son más de sesenta años en esta lucha, que tiene su origen en España, en las mujeres de Acción Católica. Esa impronta femenina se nota en el voluntariado, abrumadoramente engrosado por mujeres, y en el destino de los fondos de sus campañas, donde la mujer tiene un protagonismo especial. En Manos Unidas saben que si una mujer está formada, una familia tiene muchas más posibilidades de salir adelante y una sociedad muchas más probabilidades de desarrollarse. Es admirable cómo estas voluntarias son capaces de conseguir año tras año cientos de miles de euros para mejorar el estado de vida de tantos hermanos nuestros en países pobres. En Mérida-Badajoz, este año, se han propuesto acometer once proyectos en nueve países, por un importe de 354.536 euros. La ingente labor de esta ONG católica en toda España es posible, además de por la generosidad de todos vosotros, a la buena administración que hacen de los recursos que manejan, ya que el 84,1% de la recaudación que obtienen se destina a proyectos, tan solo el 7,9% va a administración y estructura, el 5,3% a sensibilización y el 2,7% a promoción y captación. El objetivo de Manos Unidas es, desde el principio, luchar contra el hambre en el mundo, pero no solo eso. El hambre es una consecuencia y ellos tratan de erradicar también las causas: “la injusticia, el desigual reparto de los bienes y las oportunidades entre las personas y los pueblos, la ignorancia, los prejuicios, la insolidaridad, la indiferencia y la crisis de valores humanos y cristianos”, como ellos mismos señalan. En todo este trabajo es de suma importancia la sensibilización. Por ello, este año centran su campaña en el “cuidado de la casa común”, con el lema “Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”. Con este lema muestran una preocupación expresada en reiteradas ocasiones por el Santo Padre y plasmada en su encíclica Laudato Si. Ponen en relación la pobreza y la fragilidad del planeta: el deterioro de este a los que más perjudica es a los pobres debido a la sequías, la desaparición de ecosistemas, el deterioro del territorio, las migraciones masivas... Las poblaciones más vulnerables son las más afectadas por la actual crisis medioambiental. Es un clásico ya en las campañas de Manos Unidas el Día del Ayuno Voluntario, que se celebra el viernes anterior al domingo en el que se realiza la campaña. Sin duda, es un gesto

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de apoyo a los 821 millones de personas castigadas por el hambre en el mundo, porque este signo sirve para sentir lo que sienten las personas que pasan hambre, pero también para dedicar el importe de la comida que no consumimos a paliar el hambre de otros y, para nosotros los cristianos, elevar una oración con nuestro sacrificio por esos hermanos nuestros. Os animo a ser generosos en las colectas de este fin de semana, que se destinarán a este fin. + Celso Morga Iruzubieta Arzobispo de Mérida-Badajoz

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Diócesis de Mondoñedo-Ferrol

Es tiempo de creer para cuidar la casa común

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Monseñor Luis Ángel de las Heras Berzal, Obispo de Mondoñedo-Ferrol.

l pasado año Manos Unidas lanzó un proyecto trienal (2019-2021) bajo el título “Promoviendo Derechos con Hechos”. Como viene haciendo coherente y constantemente desde que nació, Manos Unidas llama nuestra atención sobre el conjunto de los derechos humanos, garantes de la dignidad de las personas y condición insoslayable en la lucha contra el hambre, la pobreza y la desigualdad. En este marco, la campaña 61 de este 2020 presenta un lema desafiante: “Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”. Nos hace recapacitar sobre el sufrimiento con proyección universal. Algo ineludible para la Iglesia católica y cada uno de sus discípulos misioneros. Cada cual puede pensar que no hay nadie que sufra más que él, aunque en el fondo sabe que no es así. Pero, además, este lema habla de un sufrimiento ligado al maltrato del planeta. Un asunto que algunos no acaban de entender ni, por tanto, admitir, mientras que a otros les resulta indiferente. Nuestra fe en el Creador nos permite y nos impulsa a encontrar razones y compromisos para ser cuidadosos con la obra de Dios. Por tanto, se trata de un cuidar que nace del creer. Como también surge de contemplar las maravillas de la creación; de estar en contacto con la naturaleza y, en muchos casos, de reconocer nuestra dependencia de ella y de comprometernos a salvaguardarla. Siempre hay tiempo para darse cuenta y reaccionar, para dejar de dar la espalda al planeta y cuidar la «casa común». Sabemos que el consumismo desenfrenado nos llena de cosas y nos vacía el espíritu. Y nos cuesta ponerle freno. Por supuesto, la inmoderación en la adquisición de bienes innecesarios provoca la sobreexplotación de los recursos naturales, la deforestación, el aumento de la contaminación. Más aún, hemos de preocuparnos seriamente por conocer cómo el ritmo de maltrato con el que infligimos a la tierra, a la creación, provoca hambre, escasez de agua, fuerza las migraciones y, por tanto, aumenta la pobreza y el sufrimiento de muchas personas en lugares lejanos a nuestra Galicia, a nuestras poblaciones, a nuestros prados, montes, costas y mares de Mondoñedo-Ferrol, que también están dañados. El «cuidado de la casa común» es una llamada que precisa atención urgente para que todas las personas tengamos una vida digna en la que se respeten los derechos humanos. Lo cual exige que ayudemos a los pueblos más vulnerables para que puedan superar las consecuencias de la crisis medioambiental. Una acción ciertamente justa, puesto que, siendo los más afectados, ellos son los menos culpables del problema. Por consiguiente, hoy es

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tiempo de cuidar la casa común, sin dilación, desde la fe que hemos recibido y profesamos con gratitud y satisfacción. En definitiva, es tiempo de creer para cuidar. Es tiempo de creer para cuidar nuestra solidaridad con los más empobrecidos, como fruto de la justicia y el amor que hemos conocido en Cristo Jesús. Es tiempo de creer para cuidar el medioambiente, frenando el consumismo exacerbado y asegurando la supervivencia de los seres vivos, comenzando por la familia humana amenazada. Es tiempo de creer para cuidar la cultura del encuentro y la inclusión, evitando la dinámica del desecho y del descarte, especialmente con las personas, tal y como el Evangelio de Jesús nos anima a hacer. Es tiempo de creer para cuidar el compromiso con la agricultura familiar, de modo que todos puedan tener acceso a los alimentos imprescindibles para vivir y lo hagan desde una opción agroecológica. Es tiempo de creer para cuidar sistemas de producción y consumo sostenibles y respetuosos con la obra que Dios ha puesto en nuestras manos. Es tiempo de creer para cuidar las decisiones valientes que nos conducen a un mundo más sostenible, justo y pacífico, que esté cada vez más cerca del reino nuevo. Animados por Manos Unidas, vemos que el tiempo apremia para cuidar la casa común con nuestras manos unidas. Que nadie titubee. Con el corazón puesto en los cielos y las manos sobre la tierra, renovemos nuestra fe en Dios Creador. Hacen falta todos los corazones y todas las manos. + Luis Ángel de las Heras Berzal, C.M.F. Obispo de Mondoñedo-Ferrol

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Diócesis de Orihuela-Alicante

Detener el maltrato al Planeta, salva vidas humanas. Colabora.

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Monseñor Jesús Murgui Soriano, Obispo de Orihuela-Alicante.

a Campaña de Manos Unidas en este año 2020, gira en torno al “cuidado de la casa común”; cuidado urgido por el actual deterioro medioambiental que afecta a la humanidad entera en su supervivencia. La preocupación de cuidar nuestro mundo deriva del hecho de que la Tierra y la humanidad que la habita están amenazadas, corren peligro. El papa Francisco, en reiteradas manifestaciones, como en su nuevo libro “Una grande esperanza”, resalta numerosos sectores del comportamiento humano que necesitan un cambio inmediato para poder salvar la creación. Hay diversas formas de contaminación que conducen al cambio climático y a la consecuente pérdida de la biodiversidad, que es esencial para la salud ecológica y para la supervivencia humana. Hay persistentes derroches y un consiguiente agotamiento de los recursos naturales, como la misma agua, que son indispensables para la vida. El fuerte individualismo que marca nuestra época tiene mucho que ver con la crisis ecológica y, así, hay que retomar relaciones de solidaridad con la creación, por el bien de la humanidad, cuyo bienestar y supervivencia están íntimamente ligados al “bien de la casa común”. Los maltratos y abusos del ecosistema a nivel individual y comunitario son un grave signo de que hemos dado poca importancia al hecho de que la naturaleza nos nutre como una madre alimenta a sus hijos. Hemos olvidado a la madre tierra como don del Creador a la humanidad entera para su propia supervivencia. La campaña de este año, con el lema “Quien más sufre el maltrato del planeta no eres tú”, nos ayuda a reconocer la relación de esa grave crisis medioambiental con el bien de los seres humanos, y ello como consecuencia de una crisis profunda de solidaridad. Se trata de caer en la cuenta que desde la ceguera del individualismo y su dinámica insolidaria hemos olvidado una realidad: hiriendo a los otros nos herimos a nosotros mismos. Hiriendo a la creación que nos rodea, quienes más sufren esa herida son los hermanos más pobres, a quienes se les quita de los bienes a ellos confiados por el Creador. Ayudarnos a reconocer la realidad de esta crisis nos facilitará dejarnos tocar el corazón y cambiar de vida, de actitudes, de visión de la realidad. Una realidad en la que los más vulnerables son privados de sus bienes, de su dignidad, de la esperanza, de la vida. Por todo ello es importante que Manos Unidas dedique una campaña a concienciarnos no sólo del deterioro de la “casa común”, sino sobre todo de sus consecuencias en las personas más pobres y vulnerables de la tierra.

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Manos Unidas se acerca al problema medioambiental no sólo pensando en la conservación de nuestra tierra, sino, sobre todo, desde la óptica de la lucha contra la pobreza y el hambre que marca su misión, desde la perspectiva del sufrimiento y el maltrato de que son objeto tantos pobres seres humanos, víctimas del maltrato de un mundo que es de todos, pero cuyas heridas son especialmente sangrantes en los más desprotegidos. Apoyemos un cambio de mentalidad; colaboremos a que exista una nueva educación, creadora de una nueva cultura, que salve la “casa común”, salvando prioritariamente a los que más sufren por su destrucción y sus heridas. Una educación que sea ante esta gran cuestión toda una “mirada distinta, un pensamiento, una política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad”, como nos anima el papa Francisco (LS 111) Fruto del apoyo a Manos Unidas en la importante campaña de este año 2020, orientada a despertar una nueva sensibilidad en los términos que hemos dicho, seguimos solicitando la máxima colaboración en todos los ámbitos de nuestra Diócesis de Orihuela-Alicante, y la ayuda material para seguir llevando adelante tantos proyectos que dignifican y salvan vidas, y que mejoran y cuidan de nuestra “casa común”. Reiteramos un año más nuestra gratitud al amplio voluntariado que sostiene Manos Unidas-Campaña contra el Hambre, y a quienes son los responsables locales y diocesanos de esta organización entrañable de nuestra Iglesia. A toda la gran familia de Manos Unidas, nuestro apoyo y nuestra gratitud. Dios os sostenga; Él os bendiga. + Jesús Murgui Soriano Obispo de Orihuela-Alicante

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Diócesis de Osma-Soria

Campaña de Manos Unidas 2020

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Monseñor Abilio Martínez Varea, Obispo de Osma-Soria.

ueridos diocesanos:

Manos Unidas inicia, un año más, una nueva campaña que durante 2020 girará en torno al cuidado de la creación. El lema es “Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”. Antes de entrar en el meollo de esta campaña me gustaría compartir con vosotros varias reflexiones: Manos Unidas no es una ONG al uso sino una Asociación de la Iglesia católica en España que busca la ayuda, promoción y desarrollo de los países empobrecidos. Si bien, a su vez, Manos Unidas es una ONGD (Organización No Gubernamental para el Desarrollo) que es católica, seglar y compuesta por voluntarios, la mayoría mujeres. Es bueno conocer que sus fondos provienen principalmente de las cuotas de los socios, de la colecta anual de las parroquias, de las aportaciones de colegios, etc. y de las múltiples actividades que sus miembros llevan a cabo. Todo ello, con el fin de concienciar de la situación de pobreza mundial y recaudar dinero para los diversos proyectos que se realizan en los países en vías de desarrollo. La Diócesis agradece el trabajo y dedicación de todas las personas que pertenecen a la Delegación diocesana de Osma-Soria y que, de manera abnegada y altruista, trabajan incansable y calladamente para lograr la concienciación de la población soriana sobre el problema del hambre y de la pobreza; así como la organización de numerosas actividades dirigidas a reunir recursos económicos para financiar los programas y proyectos dirigidos a atender las necesidades de los más pobres. Desde aquí quiero hacer una especial mención a Raúl Stoduto García, presidente de Manos Unidas de nuestra Diócesis durante tantos años y que nos dejó recientemente de forma inesperada. Seguro que el Señor le premiará su entrega cariñosa y amable a todos, especialmente a los más pobres. Como decía al principio, el lema para el 2020 es “Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”. Recuerdo a los lectores que Manos Unidas trabaja a corto, medio y largo plazo. Y por ello ha elaborado un Plan trienal dedicado a la defensa de los derechos humanos para alcanzar la dignidad de todas las personas y buscar el bien común. Éste es el segundo año de dicho Plan trienal que subraya la relación entre la lucha contra el hambre y la pobreza y la defensa del planeta, la “casa común”. Así lo expresa el papa Francisco: “El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar. El Creador no nos abandona, nunca hizo marcha atrás en su proyecto de amor, no se arrepiente de habernos creado. La humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común. Deseo reconocer, alentar y dar las gracias a

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todos los que, en los más variados sectores de la actividad humana, están trabajando para garantizar la protección de la casa que compartimos. Merecen una gratitud especial quienes luchan con vigor para resolver las consecuencias dramáticas de la degradación ambiental en las vidas de los más pobres del mundo” (Laudato si’ n.5). Finalmente, recuerdo que la Delegación de Manos Unidas en Soria nos propone una serie de proyectos en diversos lugares del continente africano. De esta manera, con nuestras aportaciones podremos hacer que los derechos de las personas pobres se conviertan en hechos que combaten la pobreza protegiendo la creación que ha salido de las manos de Dios. De ahí que os los dé a conocer y anime a todos los diocesanos, personas de buena voluntad, parroquias, colegios e instituciones sorianas a colaborar generosamente, como siempre lo habéis hecho, para lograr su consecución. Los proyectos son los siguientes: Lograr el acceso a la educación primaria en Yuo (Maluku), en la República Democrática del Congo, dirigido a las niñas que quedan fuera del sistema escolar; la mejora de la calidad de la enseñanza ante la demanda de plazas escolares en las escuelas católicas de Ziguinchor, en el noroeste de Senegal; la promoción de la inmersión laboral de jóvenes que no tienen empleo en la Diócesis de Jinja, al sur de Uganda. Os invito a participar, con anchura de corazón, en todos los actos que organiza la Delegación en colaboración con otras instituciones diocesanas pues nuestra cooperación es muy necesaria. Agradezco sinceramente vuestra ayuda e implicación con los más necesitados, ya que colaborando con estos proyectos construimos un mundo nuevo, una sociedad más justa y solidaria, en definitiva, construimos el Reino de Dios. + Abilio Martínez Varea Obispo de Osma-Soria

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Diócesis de Ourense

El grito de la tierra y el de los pobres es el mismo

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Monseñor J. Leonardo Lemos Montanet, Obispo de Ourense.

anos Unidas es una institución que en los últimos años se ha hecho familiar porque ha sido capaz de integrar en una misma realidad todos los deseos más profundos que se encuentran en lo más íntimo del ser humano: preocuparse por la desaparición del hambre en el mundo y por que los niños, hombres, mujeres y ancianos puedan tener una existencia digna. En definitiva, se busca la promoción de los Derechos Humanos como marco imprescindible para la consecución del derecho a la alimentación; en realidad se trata de luchar contra el hambre y en favor del auténtico desarrollo humano integral y sostenible. En este sentido, el proyecto de Manos Unidas ha asumido, también, una realidad muy profunda a la que se ha referido el papa Francisco intentando superar la cultura del descarte y optar por la del encuentro y el cuidado del entorno natural. La encíclica Laudato Si manifiesta que hay una relación muy estrecha entre la preocupación por la naturaleza y la justicia con las personas más empobrecidas. Para el Santo Padre no es posible acoger el clamor de los pobres y del hambre en el mundo, si no se presta atención al clamor de la madre tierra. Por eso el grito de la tierra y el grito de los pobres es uno. La campaña de Manos Unidas no solo extiende, una vez más, la mano para pedir ayuda de tal modo que el grito del hambre desaparezca; va más allá, porque este grito supone un compromiso por parte de todos, para evitar la degradación medioambiental que afecta directamente a la calidad de vida de las personas, especialmente de los más necesitados y vulnerables. Se nos invita a que descubramos que la auténtica vivencia del cristianismo nos lleva a comprometernos en serio con el cuidado del medioambiente porque todos los atentados que cometemos contra la naturaleza van contra el ser humano y, evidentemente, todo atentado contra la naturaleza y el hombre, también va contra el mismo Dios, que es su Creador. Sí, es verdad que cuando hablamos de esta realidad corremos el riesgo de caer en la tentación de quedarnos en lo políticamente correcto y que la Iglesia, por oportunismo, también se ha subido a lo que está de moda. Nada más lejos de la realidad. Hay hermosos capítulos del Evangelio que nos hablan de ello: Mirad los lirios del campo (…) mirad los pájaros del cielo (Mt. 6, 25-30). Y lo mismo podríamos decir del Sermón de las Bienaventuranzas (Mt. 5, 3-15). Y tantos textos de algunos Padres de la Iglesia y de otros testigos y escritores como lo es el Cántico de las criaturas de Francisco de Asís. Manos Unidas quiere que reflexionemos sobre nuestras vidas, sobre el estilo de nuestras existencias creyentes y que nos preguntemos con realismo: ¿En qué gastamos lo que tenemos? ¿Por qué guardamos en nuestros armarios tantas cosas que no usaremos nunca?

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¿Cómo es posible que en nuestra despensa podamos tener alimentos que llegan a caducar? Son interrogantes sobre lo cotidiano sabiendo que al hacerlas nuestra conciencia se deja interpelar y se puede abrir a una reacción positiva. No basta con dar una limosna y así tranquilizar nuestras conciencias, es necesario abrirnos al entorno, al otro, al mundo y descubrir que todo lo que nos rodea es un don de Dios que debemos cuidar, por eso, no debemos olvidar nunca que toda buena ecología se convierte siempre en una ecología auténticamente humana. Con mi bendición y afecto, + J. Leonardo Lemos Montanet Obispo de Ourense

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Diócesis de Palencia

“Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”

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Monseñor Manuel Herrero Fernández, Obispo de Palencia.

sí reza el lema de este año de Manos Unidas. Manos unidas es una Asociación de la Iglesia Católica en España que pretende ayudar, promover y desarrollar a personas y grupos de los países más desfavorecidos o en vías de desarrollo. Es, además, una Organización No Gubernamental para el desarrollo, una ONGD, de voluntarios, sin ánimo de lucro, católica y seglar, es decir, llevada por laicos. Esta Asociación tiene 60 años de experiencia de trabajos en el campo de la colaboración al desarrollo y la sensibilización social. Sus prioridades se centran en la lucha contra el hambre en el mundo. Para ello se preocupan por siete grandes sectores: la educación; la salud, el agua y el saneamiento; la alimentación y los medios de vida; los derechos de las mujeres y la equidad; los derechos humanos y la sociedad civil y el medio ambiente y el cambio climático. Sus líneas de trabajo van en una doble dirección: financiar proyectos de desarrollo en el Sur y sensibilización de las conciencias en el Norte, también en España, porque estamos en el Norte. En Palencia, en la Diócesis, hay muchas personas implicadas, principalmente mujeres, que en la ciudad o en los pueblos trabajan, se comprometen de corazón y desde su fe con los proyectos de Manos Unidas. Se tienen dos asambleas al año, el pasado día 23 de enero ha sido la última, y está coordinada por una gestora, al frente de la cual está Blanca Diez Escribano. He podido comprobar la ilusión y el entusiasmo que ponen, el esfuerzo con el que trabajan, la fraternidad con que se relacionan y los buenos frutos que recogen. El lema de este año quiere ser denuncia y llamada a la conciencia. Denuncia porque el planeta está sufriendo maltrato. Hemos visto consecuencias: los incendios incontrolados en Australia, los incendios y el abuso de toda la zona de la Amazonía y los grandes desastres del huracán o borrasca Gloria en las regiones españolas bañadas por el Mediterráneo, por citar algunos maltratos. Pero, ¿quién lo sufre más? Hay que decirlo: no eres tú, ni yo, ni nosotros, sino las poblaciones más vulnerables que se ven afectadas por la crisis medioambiental y las generaciones futuras. Y no podemos ni debemos mirar para otro lado, sino a los ojos de las personas que lo sufren, que ven como no tienen recursos para vivir dignamente y, si los tienen, los países del Norte los agotan porque tienen el dinero, la ciencia y la tecnología para explotarlos ellos, porque experimentan la desforestación, la desertización con todas las consecuencias que esto acarrea, como la falta de agua potable, enfermedades, subida de las temperaturas, etc. Si creemos en la igualdad y en la dignidad de las personas, no podemos cerrar los

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ojos de la cara cuando vemos imágenes del maltrato al planeta en los medios de comunicación y mucho menos los ojos del corazón ni el bolsillo para colaborar en los proyectos que Manos Unidas nos presenta y que han aparecido en la prensa de estos días. Manos Unidas también quiere llamar a nuestra conciencia en un doble sentido: primero para que no se endurezca nuestro corazón; la mujer del cartel y otras muchas mujeres, hombres, niños y ancianos que sufren son nuestros prójimos, nuestros hermanos. Puede ser que estén lejos de nosotros geográficamente, pero no lo pueden estar de nuestro corazón. Todos somos hermanos, hijos del mismo Dios y Padre, y hermanos todos en Jesucristo. Debemos sentir con ellos, sufrir por ellos y ayudarles según nuestras posibilidades. Debemos intentar meternos en su piel en su situación y empatizar con ellos. Es más: tratarlos como nos gustaría a nosotros que nos trataran si estuviéramos en su lugar. Sin duda que reclamaríamos solidaridad, cariño, ternura, fraternidad y caridad. Esta llamada a nuestra conciencia tiene otra dimensión: no colaborar nosotros en el maltrato al planeta. Se habla mucho, por ejemplo, de los plásticos que están en los ríos, en los mares. No están allí por arte de magia, sino porque los hemos tirado nosotros, y quien dice del maltrato a los ríos y los mares podemos hablar de los montes, de las especies, de los alimentos que tiramos a los contenedores, etc. Manos Unidas nos llama a unir las manos, no mantenerlas en los bolsillos despreocupadamente. Ofrezcamos nuestras manos y corazón y estrechemos las de los unos con los otros y colaboremos con Manos Unidas generosamente en la Colecta que hoy se hace en todos los templos. + Manuel Herrero Fernández, OSA Obispo de Palencia

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Diócesis de Pamplona y Tudela

“Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”

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Monseñor Francisco Pérez González, Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela.

ajo el lema “QUIEN MÁS SUFRE EL MALTRATO AL PLANETA NO ERES TÚ”, Manos Unidas nos invita, un año más, a reflexionar sobre los derechos humanos como garantes de la dignidad de las personas y, en esta ocasión, recordándonos, además, la estrecha relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, en consonancia con la Encíclica del papa Francisco “Laudato sí”. Precisamente, San Francisco de Asís, autor del “Cántico de las criaturas”, es el inspirador de esta correlación. Él es el ejemplo por excelencia del cuidado de quien es más débil y de una ecología integral, de una atención particular hacia la creación y hacia los más empobrecidos. Como nos recuerda el papa Francisco, “todo el universo material es un lenguaje del amor de Dios, de su desmesurado cariño hacia nosotros. El suelo, el agua, las montañas, todo es caricia de Dios” (LS 84). Pero también advierte que “cuando no se reconoce el valor de un pobre, de un embrión humano, de una persona con discapacidad, difícilmente se escucharán los gritos de la misma naturaleza”. El modelo de vida actual, el consumismo imperante, las estructuras de poder y la cultura del derroche en la que estamos insertos, provocan el actual deterioro medioambiental y las crisis humana y social que lo acompañan y refuerzan. En palabras de Benedicto XVI, “la degradación de la naturaleza está estrechamente unida a la cultura que modela la convivencia humana”. El grito de la tierra y el grito de los pobres es uno, y ambos, en gran medida, tienen su origen en los estilos de vida y consumo de las sociedades de nuestro tiempo. La calidad de vida procurada por el modelo de desarrollo de los últimos decenios ha estado basada en la sobreexplotación de los recursos naturales, provocando graves consecuencias, tales como la pérdida de acceso a recursos básicos, el incremento de la pobreza y las migraciones forzadas por inclemencias meteorológicas. El empobrecimiento de tantos hermanos nuestros y el deterioro de la creación son consecuencia de la desigualdad y de la inequidad. Inequidad que se opone y contradice al destino universal de los bienes inscrito en el proyecto creador de Dios y que pone a tantos hombres y mujeres de nuestro tiempo en una situación de carencia de condiciones de vida dignas. El papa Francisco ha alzado la voz en numerosas ocasiones contra la globalización de la indiferencia: «No puede ser que no sea noticia que un anciano en situación de calle muere de frío y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se

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puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad». Y asegura que “los más graves efectos de todas las agresiones ambientales los sufren las personas más pobres” al mismo tiempo que habla de “una verdadera deuda ecológica entre el Norte y el Sur”. Es necesario provocar cambios profundos en los estilos de vida, los modelos de producción y consumo y las estructuras de poder para terminar, así, con la relación entre la pobreza y la fragilidad del planeta. Es preciso un estilo de vida que esté en la base del mensaje y la vida de Jesús para acercar el Reino y responder al sueño de Dios sobre la humanidad y la tierra entera. Se trata, en definitiva, de iniciar una conversión personal y comunitaria con profundas raíces y cuyos frutos visibles sean la acogida, el respeto por los demás y por la naturaleza -con sus ritmos y necesidades-, la construcción de sociedades donde se respire la cordialidad, la inclusión, y la defensa de los derechos humanos. Agradezco de todo corazón el trabajo que realiza Manos Unidas a favor de los más desfavorecidos y por la implantación de una ecología integral, al mismo tiempo que os animo a participar con generosidad en la “Campaña contra el Hambre” para que toda la humanidad pueda sentarse en la mesa de la casa común. + Francisco Pérez González Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela

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Diócesis de San Sebastián

“Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”

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Monseñor José Ignacio Munilla Aguirre, Obispo de San Sebastián.

a campaña de Manos Unidas para este nuevo año es tan actual como provocativa. Actual, ciertamente, porque parece que todo el mundo se está interesando, en este momento, por el planeta, de una manera novedosa (estudios, encuentros, foros, asambleas…). Pero es que también es provocadora. Nos obliga a mirar la realidad con ojos abiertos, que decía algún teólogo. El papa Francisco como sabemos escribió una encíclica sobre el tema, la primera de la Iglesia, la Laudato si’, que ha generado, mayormente, admiración, pero también un cierto pavor. Recientemente un obispo mexicano decía lo siguiente: “Los enemigos del Papa le acusan de que ha desviado su misión petrina de confirmarnos en la fe, y que se dedica a puras cuestiones sociales y ecológicas, como si esto no tuviera que ver con la fe católica. Nada de eso es verdad. Algunos no han leído ni comprendido la Laudato si’, ni otros documentos de su magisterio. Son personas que se resisten a cambiar su burgués estilo de vida y no superan un catolicismo con matices propios de otros tiempos, que se reducía a prácticas piadosas sin incidencia en la vida integral”. Hay dos peligros, continua diciendo monseñor Arizmendi: “Que algunos laicos, clérigos y religiosas aborden esta pastoral de la madre y hermana tierra como si fueran sólo unos ecologistas, sin ahondar en las profundas motivaciones bíblicas que tenemos para ello. Y que muchos otros, no se interesen en lo más mínimo por esta pastoral, como si no les implicara, como si fuera cosa sólo para algunas regiones selváticas y agrícolas; incluso no han leído ni asumido la Laudato si’. Su pastoral es de otros tiempos”. Por tanto, los retos son grandes. Además son retos personales, sociales, políticos y religiosos, aunque lo primero de todo es, como dice Manos Unidas al explicar el cartel de la Campaña, asumir que nosotros, más que sufrir, causamos el mal: “aunque todos estamos expuestos a las consecuencias del deterioro medioambiental, son las comunidades más pobres las que más sufren los impactos y desequilibrios…”. Es verdad, nos afecta a todos, aunque no a todos afecta de la misma manera. Los pobres son los especialmente afectados, porque en su pobreza la vida miserable de ellos se quintuplica, por cuanto la contaminación, los residuos, las basuras y la degradación ambiental que todos generamos, ellos lo tienen que tragar en todas sus consecuencias, lo cual les empobrece aún más y les humilla infinitamente. ¿Qué hacer? Son muchas las cosas que nos quedan por hacer. Hay que empezar por escuchar el grito de la tierra… Hay que ver la realidad con verdad y honestidad, tener conciencia de lo que somos y estamos construyendo, de sus consecuencias… Hay que escuchar a los

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pobres, a los hambrientos, a las poblaciones más dependientes… Y tenemos que asumir nuestra responsabilidad y convertirnos, como muy bien dice el papa Francisco: “La crisis ecológica es un llamado a una profunda conversión interior. Pero también tenemos que reconocer que algunos cristianos comprometidos y orantes, bajo una excusa de realismo y pragmatismo, suelen burlarse de las preocupaciones por el medio ambiente. Otros son pasivos, no se deciden a cambiar sus hábitos y se vuelven incoherentes. Les hace falta entonces una conversión ecológica, que implica dejar brotar todas las consecuencias de su encuentro con Jesucristo en las relaciones con el mundo que los rodea. Vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa; no consiste en algo opcional ni en un aspecto secundario de la experiencia cristiana” (LS 217). Por tanto, no seamos indiferentes a esta problemática. Revisemos nuestros hábitos en el uso de agua, electricidad, gas, plásticos, basura, etc. Algo o mucho podemos hacer para cuidar nuestra casa común. Y no es puro voluntarismo, es mucho más, es humanismo, es cristianismo, es responsabilidad, es amor verdadero. Manos Unidas propone ocho acciones a trabajar: Infórmate y reflexiona; Revisa; Analiza; Acércate; Comprométete; Promueve; Profundiza; Participa. Está muy bien dicho. Al final, tenemos que asumir, de verdad, este llamamiento del Papa convencidos de que nos irá mejor a todos: “son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y paz interior”. Javier Andonegui Mendizabal Vicario de Pastoral Social y Misiones

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Diócesis de Santander “Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”. Campaña Manos Unidas 2020.

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Monseñor Manuel Sánchez Monge, Obispo de Santander.

adecemos un grave deterioro medioambiental acompañado de una profunda crisis humana y social. Las alteraciones del clima global y el ciclo del agua, la destrucción de ecosistemas, la pérdida de la biodiversidad, la contaminación, las inundaciones y sequías extremas, la desertificación, la extinción de especies y la aniquilación de bosques son sus efectos más visibles. “Destruir un bosque tropical para obtener beneficios económicos es como quemar una pintura del Renacimiento para cocinar” (Edward O. Wilson). Las causas nos resultan conocidas: la tecnocracia, el consumismo y el relativismo nos llevan a esta situación. Nuestro afán de mantener un estilo de vida basado en la adquisición y el disfrute indiscriminado del mayor número de bienes posible, acarrea estas consecuencias. Ahora bien, no todos nos vemos afectados por igual. Son los más pobres los que más sufren estos desequilibrios. Esta es la llamada de atención que nos pone delante la Campaña de Manos Unidas este año: “Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”, son los empobrecidos de la tierra. Por eso se nos invita a escuchar el grito de los pobres. Son ellos los que sufren más duramente por estos desequilibrios porque viven en lugares donde más afectan el calentamiento global y su subsistencia depende fuertemente de la agricultura, la pesca y los aprovechamientos forestales. Hemos de tomar dolorosa conciencia de todo lo que está pasando y convertir en sufrimiento personal lo que les pasa a los más pobres, como nos pide el papa Francisco (LS 9). También nos recuerda que son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior. Bien sabemos que la inquietud por el cuidado de la tierra no es exclusiva de la Iglesia. Pero los cristianos creemos que la tierra ha sido creada por Dios y dada a los hombres para que se beneficien de sus frutos sin exclusión ninguna. No somos propietarios de la tierra y no podemos realizar actividades que impidan a otros seres humanos que tengan lo imprescindible para poder vivir. Todos y cada uno de los seres humanos tienen derecho a una vida digna, también las generaciones futuras. Por todo esto hemos de comprometernos seriamente en adquirir una conciencia ecológica, “una mirada distinta, un pensamiento, una política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad” (LS 111). Podemos promover un desarrollo sostenible que evite o aminore el cambio climático causado por la explotación desmesurada de las riquezas naturales del planeta. Siempre podemos hacer algo más. Por ejemplo colaborar con los proyectos de cooperación al desarrollo que impulsa Manos Unidas, promover la agricultura familiar y ecológica. “Nuestra tarea, dijo Albert Einstein, debe ser vivir libres, ampliando nuestro círculo de compasión para abarcar a todas las criaturas vivientes y la totalidad de la naturaleza y su belleza”.

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Animo a la Delegación de Manos Unidas y a los socios y el voluntariado que la sostiene en la diócesis de Santander a que sigan financiando proyectos concretos para erradicar el hambre y favorecer el auténtico desarrollo en el Tercer Mundo. Poco a poco esta organización de la Iglesia se va extendiendo por diversos lugares de nuestra diócesis y va encontrando nuevos colaboradores. Y sed generosos en la colecta del próximo domingo porque todavía son 815 millones de personas las que pasan hambre en el mundo. + Manuel Sánchez Monge Obispo de Santander

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Diócesis de Santiago de Compostela

“Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”

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Monseñor Julián Barrio Barrio, Arzobispo de Santiago de Compostela.

ueridos diocesanos:

El lema para la campaña de Manos Unidas de este año puede sorprendernos. Sin embargo hemos de considerar que en el maltrato a la naturaleza quien más sufre las consecuencias son las personas empobrecidas. Son dos clamores que convergen, tanto el de los pobres como el del maltrato a la tierra por la codicia y la avaricia con que a veces actuamos. Relativismo y consumismo El deterioro ambiental y la crisis personal y social que lo acompañan son dos realidades a las que debemos prestar mucha atención. No podemos olvidar que “lo que afecta a los demás, a nosotros no nos puede ser ajeno”. Por otra parte nuestra actitud en relación con la naturaleza no ha de ser la de considerarnos dueños sino administradores de la misma, cuidándola lo mejor posible y pensando en todos los que habitamos el planeta. En este sentido hemos de evitar el relativismo que nos lleva a considerar irrelevante lo que no sirve a nuestros propios intereses, y el consumismo que nos hace olvidar que el apego a las cosas materiales es una trampa en la que fácilmente caemos, que nos deja el corazón vacío y hace olvidar nuestro compromiso con el bien común. Arropados en nuestro confort nos pasa desapercibida la situación de tantas personas que viven en unas condiciones insalubres tanto en el agua potable, como en el aire contaminado y en los alimentos en malas condiciones. Hemos de escuchar el clamor de los empobrecidos que, como dice el papa Francisco, “no tienen otras actividades financieras ni otros recursos que les permitan adaptarse a los impactos climáticos o hacer frente a situaciones catastróficas y disponen de poco acceso a servicios sociales y a protección […] La falta de reacciones ante estos dramas de nuestros hermanos y hermanas es un signo de la pérdida de aquel sentido de responsabilidad por nuestros semejantes sobre el cual se funda toda sociedad civil”. Nuestra casa común Nos da miedo fijarnos detenidamente en nuestra casa común y comprobar la situación de la misma. Recordamos que habiéndola recibido habitable, -“vio Dios lo que había hecho, y era muy bueno” (Gen 1,31)-, la estamos deteriorando de forma que los que vengan detrás de nosotros ya no la podrían habitar en condiciones dignas. “La esperanza nos invita a reconocer que siempre hay una salida, que siempre podemos reorientar el rumbo, que siempre podemos hacer algo para resolver los problemas”. Esto debe despertar la responsabilidad desde nuestra condición de creyentes y desde la razón que nos vincula a toda la

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sociedad. El objetivo es “tomar dolorosa conciencia, atrevernos a convertir en sufrimiento personal lo que le pasa al mundo, y así reconocer cuál es la contribución que cada uno puede aportar”. Si cuidamos la naturaleza, estamos combatiendo la pobreza. Quienes más sufren las consecuencias de la degradación ambiental son las personas empobrecidas. Es urgente trabajar por una sociedad más justa y por un mundo sostenible. En medio de la búsqueda de la rentabilidad dominante sembrar gratuidad es cosechar humanidad. Vivir la espiritualidad cristiana Recordamos la multiplicación de los panes realizada milagrosamente por Jesús. “Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda. Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido” (Jn 6,12). Esto nos hace pensar en la comida que desperdiciamos y de la que tanta necesidad tienen muchas personas. “La espiritualidad cristiana propone un crecimiento con sobriedad y una capacidad de gozar con poco. Es un retorno a la simplicidad que nos permite detenernos a valorar lo pequeño, agradecer las posibilidades que nos ofrece la vida sin apegarnos a lo que tenemos ni entristecernos por lo que no poseemos. Esto supone evitar la dinámica del dominio y de la mera acumulación de placeres”. Os saluda con afecto y bendice en el Señor, + Julián Barrio Barrio Arzobispo de Santiago de Compostela

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Diócesis de Segorbe-Castellón

El cuidado de la casa común

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Monseñor Casimiro López Llorente, Obispo de Segorbe-Castellón

ueridos diocesanos:

a organización católica ‘Manos Unidas’ celebra estos días su campaña anual en la lucha contra el hambre en el mundo y por el desarrollo de los pueblos más pobres. “Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”. Así reza el lema de este año que quiere mostrar la íntima relación que existe entre el hambre y la pobreza, de un lado, y el deterioro del planeta, por el otro. En efecto: los pueblos más pobres son también los más afectados por la crisis medioambiental. Manos Unidas se hace eco de esta situación y nos cuestiona nuestros modos de vida y de consumo insolidarios e insostenibles; y quiere contribuir así a la defensa de los derechos humanos, especialmente de las personas más vulnerables del planeta, trabajando por el derecho a una vida digna, que incluye el indispensable derecho a la alimentación en un medioambiente adecuado. No se puede negar la ‘crisis ecológica’ ante fenómenos como el cambio climático, la desertificación, el deterioro y la pérdida de productividad de amplias zonas agrícolas, la contaminación de mares, ríos y acuíferos, o la pérdida de la biodiversidad, entre otros. Hay, a la vez, muchas personas que tienen que abandonar su tierra por el deterioro del medio ambiente. Todos estos fenómenos tienen una repercusión profunda en el ejercicio de derechos humanos como el derecho a la vida, a la alimentación, a la educación, a la salud y al desarrollo humano y social. El papa Francisco, en su Encíclica Laudato si’ sobre el cuidado de la casa común, nos urge a poner remedio a los males medioambientales y al problema de injusticia social, que va unido a ellos. Porque el auténtico desarrollo humano integral y el desarrollo de los pueblos peligran cuando se descuida o se abusa de la tierra y de los bienes naturales que Dios nos ha dado. Es necesario volver nuestra mirada a Dios. “Y vio Dios que era bueno”, nos dice el libro del Génesis (1,25). La tierra, las aguas, los árboles, los animales y el ser humano: todo es hermoso y bueno a los ojos del Creador. El universo entero es un don de Dios, fruto de su amor, en cuya cima ha situado al hombre y a la mujer, creados a imagen y semejanza del Creador para ‘llenar la tierra’ y ‘dominarla’ como ‘administradores’ de Dios mismo (cf. Gn 1,28). Este encargo original de Dios es una llamada a la responsabilidad de todos. Somos administradores, y no dueños de la creación. Todo lo que existe, lo ha confiado Dios al ser humano no para disponer arbitrariamente de ello, sino para administrarlo con responsabilidad, justicia y solidaridad. Dios mismo ofrece al hombre la creación como un precioso regalo a custodiar. La tierra es un don de Dios para que todo ser -y, de manera expresa, todo ser

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humano- disponga de lo necesario para vivir con dignidad. No somos dioses, ni creadores ni propietarios de la tierra; somos sus administradores. Por desgracia, la respuesta humana a este regalo de Dios ha estado marcada por el pecado, por creerse dueños de la creación, por el egoísmo y la codicia de poseer. Ahí están la tecnocracia, que piensa que “todo cuanto pueda hacerse, debe hacerse”; o el relativismo para el que cualquier medio es lícito con el fin de lograr los propios intereses, o el consumismo a costa de todo y de todos. Hemos creado una emergencia climática que amenaza seriamente la naturaleza y la vida, incluida la vida humana. En la raíz, hemos olvidado quiénes somos: criaturas a imagen de Dios, llamadas a vivir como hermanos en la misma casa común. Hemos olvidado lo que realmente importa y hace bien a las personas: la justicia, la caridad, la solidaridad, el respeto y la sobriedad. La tierra nos ha sido dada para que sus frutos beneficien por igual a toda la humanidad, la de hoy y la de mañana. Eso implica, además de un reparto justo de los bienes, el compromiso de evitar aquellas actividades cuyo impacto medioambiental impide que otros seres humanos lleven una vida digna. Esto pide programas de desarrollo que sean justos en la lucha contra la pobreza y respetuosos con el entorno. Esto nos llama a cambiar nuestra mente y nuestros hábitos de vida y de consumo insolidarios e insostenibles. Acojamos y apoyemos la Campaña de Manos Unidas para que pueda seguir trabajando en la concienciación por el cuidado de la casa común y pueda llevar a cabo sus programas de lucha contra el hambre y de desarrollo de los más desfavorecidos del mundo. Seamos generosos en la colecta de la campaña de este año. Muchas gracias. Con mi afecto y bendición, + Casimiro López Llorente Obispo de Segorbe-Castellón

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Diócesis de Segovia

Cuidado de la creación y de los pobres Monseñor César Augusto Franco Martínez, Obispo de Segovia.

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a campaña de Manos Unidas de este año nos interpela con su lema dirigido a cada persona: «Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú». Todos sufrimos, ciertamente, el deterioro medioambiental y la crisis humana y social que lo acompaña. Pero son los pobres quienes sufren con mayor intensidad y dramatismo el maltrato a la casa común que Dios ha puesto en nuestras manos para que la cuidemos conforme a su designio. Ya san Juan Pablo II clamó por una conversión ecológica global. Y el papa Francisco nos recuerda que «la destrucción del ambiente humano es algo muy serio, porque Dios no sólo le encomendó el mundo al ser humano, sino que su propia vida es un don que debe ser protegido de diversas formas de degradación […] El auténtico desarrollo humano posee un carácter moral y supone el pleno respeto a la persona humana, pero también debe prestar atención al mundo natural y tener en cuenta la naturaleza de cada ser y su mutua conexión en un sistema ordenado» (Laudato si´, 5). Hoy se habla mucho de progreso y desarrollo humano, pero desde una perspectiva que con frecuencia evita el carácter moral de la persona humana y de sus acciones. No hay progreso sin respeto a la dignidad humana que lleva consigo el respeto a la creación como casa, escuela y templo donde aprendemos a conocer la gramática de la creación y la finalidad que Dios ha dado al cosmos salido de sus manos. Vivir bien no es un asunto de mera economía. Vivir bien significa que no somos dueños y dominadores absolutos de este mundo sino cuidadores respetuosos de su belleza y riqueza destinada al disfrute de todos los hombres sin excepción. Debemos tomar conciencia que vivir bien no es moralmente posible mientras muchos hermanos nuestros malviven o soportan la vida bajo ínfimos niveles de pobreza. Son muchos los que se apuntan a un discurso «verde», como dice el papa Francisco, sin hacer un verdadero planteamiento ecológico que conlleva «escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres» (Laudato si´, 49). Si queremos hacer un mundo más sostenible, debemos salir de nosotros mismos, de nuestros propios intereses personales, al encuentro de las personas y comunidades más vulnerables. Esto significa no sólo denunciar proféticamente los ataques a la naturaleza, sino a la persona que habita en ella y que sufre la conculcación de sus derechos. Todo lo que destruye la creación contribuye a la pobreza, las enfermedades, el hambre y la sed de los más indefensos. Compartir la vida con los pobres exige llevar una vida más austera, alejarse de lujos, hacernos solidarios y escuchar la pregunta que Dios hizo a Caín cuando mató a Abel: ¿Dónde está tu hermano? La campaña de Manos Unidas es una ocasión para vivir la fra-

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ternidad de manera concreta. Son muchas las iniciativas que se llevan adelante durante la campaña, pero ésta debe continuar en la vida ordinaria gestionando mejor nuestros propios recursos, examinándonos sobre nuestro estilo de vida y practicando la caridad con los más necesitados o con los que acuden a nuestra puerta solicitando cualquier tipo de ayuda. Si conformamos nuestra vida al Evangelio de Cristo con mayor generosidad, escucharemos más fácilmente el clamor de esta tierra y el clamor de los pobres, y viviremos como testigos del Dios bueno que, en su Hijo Jesucristo, ha querido hacerse como uno de nosotros. + César Augusto Franco Martínez Obispo de Segovia

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Diócesis de Sigüenza-Guadalajara

Colaborar está en tu mano

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Monseñor Atilano Rodríguez Martínez, Obispo de Sigüenza-Guadalajara.

os responsables de Manos Unidas, organización de la Iglesia católica para el desarrollo y para la lucha contra la pobreza en el mundo, nos ofrecen cada año noticias impactantes sobre las condiciones de pobreza extrema en las que malviven millones de personas, niños, jóvenes y adultos, en distintos lugares de la tierra. Los ciudadanos de los países ricos corremos el riesgo de acostumbrarnos a convivir con esta realidad de sufrimiento, miseria y muerte, pensando que la culpa de estas situaciones es de los habitantes de los países pobres o de sus gobernantes. Algunos, incluso, para defender su estatus social y su bienestar económico, suelen justificarse diciendo que no se puede hacer nada por cambiar esta realidad de pobreza y miseria. Si tomamos en consideración que este mundo lo hacemos entre todos, no podemos acostumbrarnos a convivir con la mentira, el engaño, el hambre y la injusticia. Esto quiere decir que tendríamos que ser mucho más exigentes con los gobiernos y organizaciones sociales de todos los países del mundo, pues sabemos que hoy existen medios técnicos y alimentos suficientes para que nadie pase hambre. Por otra parte, no podemos cerrarnos en nuestro bienestar material pensando que no es posible hacer nada por los demás. Los creyentes, además de pedir al Señor que suscite sentimientos de solidaridad verdadera entre los hijos de un mismo Padre, podemos aportar también nuestro granito de arena para colaborar a la financiación de alguno de los proyectos de desarrollo propuestos por Manos Unidas. Los responsables de esta organización nos ofrecen la seguridad de que nuestras aportaciones económicas llegan a su destino y cumplen los objetivos para los que fueron hechas. Concretamente, sabemos que, con nuestra ayuda económica, será posible ofrecer cursos para la formación de la mujer, construir centros sanitarios, abrir pozos de agua potable y poner los medios para el respeto y cuidado de la naturaleza. Ciertamente, con estas ayudas no resolvemos todos los problemas del mundo, pero sí podemos contribuir a cambiarlo poco a poco y con realismo. Si compartimos con los demás lo que Dios nos regala cada día, estamos favoreciendo un cambio de mentalidad en el seno de la sociedad y estamos impulsando la vivencia de la fraternidad entre los hijos de un mismo Padre. Al mismo tiempo, estamos aportando los medios para hacer posible que los ciudadanos de los países pobres tengan condiciones de vida más dignas y puedan participar de los bienes comunes globales.

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Con mi sincero afecto y bendición, feliz día del Señor. + Atilano Rodríguez Martínez Obispo de Sigüenza-Guadalajara

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Diócesis de Solsona

“Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”

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Monseñor Xavier Novell Gomà, Obispo de Solsona.

ace más de 60 años que Manos Unidas acompaña las comunidades más desfavorecidas del sur. Su misión es luchar contra el hambre y la miseria. Pero no sólo contra sus efectos -vidas vulneradas, aplastadas y en muchos sentidos inhumanas-, sino también contra sus causas. Entre estas se encuentran el maltrato a la tierra, la privación de posibilidades de obtener los recursos necesarios para vivir y la vulneración de los derechos humanos, sobre todo los de mujeres y niñas que son los grupos de población más vulnerables. Urge tener presente que la pobreza y la fragilidad del planeta son dos caras de una misma moneda que bien podría llamarse insolidaridad. La tierra, además de expresar la belleza del Creador, es un don hecho a la humanidad entera para su propia supervivencia. Se nos regaló para que tuviéramos cuidado de ella y la cultivásemos –obteniendo pan para el hambriento, agua para el sediento, vestido para el desnudo o casa para el indigente-, pero la hemos convertido en un lugar casi inhabitable, donde se multiplican día a día los rostros de seres humanos con su dignidad arrebatada. Con el lema de la campaña de este año “Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”, Manos Unidas nos invita a una aguda toma de conciencia sobre la dramática situación de destrucción que afecta a la “casa común”, con la consiguiente desaparición de ecosistemas y el deterioro del territorio y la vida de las comunidades más pobres. Y este sincero reconocimiento de la actual crisis socio-ambiental -que es, en realidad, consecuencia de una crisis de solidaridad- nos permitirá de pensar, con el papa Francisco, que “este es el tiempo oportuno para cambiar la vida. Este es el tiempo para dejarse tocar el corazón. Ante el mal cometido (...) es el momento de escuchar el llanto de todas las personas inocentes depredadas de los bienes, la dignidad, los afectos, la vida misma”. Ante el deterioro ambiental y la fragilidad de las personas más vulnerables, que son quienes realmente sufren más estos desequilibrios, hay que tomar, cada uno de nosotros, según sus circunstancias, decisiones valientes que hagan que la huella de cada uno dibuje una nueva senda hacia un mundo más sostenible. Esto requerirá de un cambio profundo en determinadas actitudes: de dueños, propietarios y dominadores del mundo, pasar a ser inquilinos, habitantes y cuidadores que luchan por una vida digna para todas las personas. Manos Unidas nos invita a colaborar, a ser respetuosos con el medio ambiente, a ayudar y amar al más desfavorecido. + Xavier Novell Gomà Obispo de Solsona

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Diócesis de Tarazona

“Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”

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Monseñor Eusebio Hernández Sola, Obispo de Tarazona.

ueridos hermanos y amigos:

¡En estos días del inicio del mes de febrero, nuevamente, Manos Unidas, organización no gubernamental de desarrollo, católica y formada por voluntarios, sale a nuestro encuentro con su campaña anual, que celebramos especialmente en este domingo. Es una voz que nos invita a la reflexión sobre la triste realidad de los pueblos más empobrecidos de la tierra; y lo hace para fomentar en nuestra sociedad española la conciencia del escándalo del hambre, la pobreza y las estructuras injustas que las mantienen. Este año el lema con el que se presenta la campaña es: “Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”. Se nos quiere hacer ver, por lo tanto, la relación entre la lucha contra la pobreza y el cuidado del planeta, nuestra “casa común”. El papa Francisco en el año 2015 nos ofrecía la Carta Encíclica “Laudato sí”, sobre el cuidado de la casa común, y en ella nos decía: “Esta hermana (la tierra) clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura” (LS 2). En este número de la Encíclica papal encontramos una reflexión que nos puede servir para comprender lo que Manos Unidas quiere transmitirnos en esta campaña. Efectivamente, en el Manifiesto que este año nos ofrecen, se nos dice: “Que el maltrato al planeta –y el cambio climático como uno de sus principales impactos– afecta en mayor medida a los pobres de la tierra”. Los países desarrollados y ricos tienen una grave responsabilidad al respecto porque, como nos dice el Manifiesto de Manos Unidas: “Que en este maltrato tiene un papel predominante nuestro desenfrenado consumismo que provoca, entre otras consecuencias, la sobrexplotación de los recursos naturales, la deforestación y las distintas formas de contaminación.

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Todos tenemos la posibilidad de colaborar para cambiar lo que, a veces, parece irremediable. Como nos proponen este año, Manos Unidas, debemos: «Colaborar en el cuidado de lo creado que es nuestra “casa común”, apoyar y acompañar a las personas y los países más vulnerables, una educación que promueva una conciencia ecológica para sensibilizar y formar a las sociedades en estilos de vida y consumo más justos y sostenibles y, al mismo tiempo, activar legítimos mecanismos de presión y denuncia para que los gobiernos se impliquen en la crisis medioambiental que impide la vida digna de las personas». Junto a esta reflexión y concienciación, Manos Unidas además nos pide hoy nuestra colaboración económica para seguir tendiendo la mano a quienes más lo necesitan, nuestro pequeño grano de arena se plasmará en un proyecto que aliviará a otras personas y les ayudará a recuperar su dignidad humana. Este proyecto se sitúa en Lumezi (Zambia) y beneficiará de forma directa a 1.700 mujeres que dan a luz cada año en un hospital que necesita recursos, reduciendo la mortalidad tanto en las mujeres embarazadas como en los recién nacidos. Necesitamos 27.475,00 euros. Gracias a todos los que trabajáis en la diócesis durante todo el año y, de un modo más intenso, en estos días centrales de la campaña. Y gracias por vuestra aportación económica. Con todo afecto os saludo y bendigo. + Eusebio Hernández Sola, O.A.R. Obispo de Tarazona

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Diócesis de Tarragona

“Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”

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Monseñor Joan Planellas y Barnosell, Arzobispo metropolitano de Tarragona.

stimados:

Ha vuelto la campaña de «Manos Unidas», esta Organización no Gubernamental (ONG) de la Iglesia católica, que lucha contra el hambre en el mundo. Una campaña bien pensada, eficiente y llevada a cabo con claridad total, tanto en el estudio previo como en el destino de las aportaciones. Al llegar febrero, «Manos Unidas» levanta el tono, pero trabaja todo el año porque la campaña tiene gran envergadura y el hambre no tiene espera. El lema de este año —«Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú»— nos invita a tomar conciencia urgente de la dramática destrucción de nuestra «casa común», con la consiguiente desaparición de ecosistemas y el deterioro del territorio y de la vida en las comunidades más pobres. Esta crisis socioambiental es, en realidad, una crisis de solidaridad, que implica un desequilibrio cada vez mayor. No podemos olvidar que la pobreza y la fragilidad de nuestro planeta son dos caras de una misma realidad que puede llamarse insolidaridad. Y, si entramos en su valoración moral, debemos decir que es un problema de justicia distributiva. Los países desarrollados producimos más de lo que necesitamos. Los expertos afirman que la producción actual, repartida entre los habitantes de la Tierra, proporcionaría sobradamente una dieta y unos medios de vida equilibrados para todos. Con demasiada frecuencia, cargamos sobre los hombros de los Gobiernos la solución de los problemas, lo cual es una muestra de inmadurez de nuestra sociedad. El mejor camino es que sean los propios ciudadanos, desde sus instituciones, quienes sensibilicen la opinión pública y promuevan empresas que conduzcan a una mayor justicia distributiva. Los Gobiernos deben velar por el ordenamiento y la limpieza de estas gestiones, deben tomar las grandes decisiones en este sentido, teniendo en cuenta que si el pueblo ya está sensibilizado por sus propias instituciones, más fácilmente pondrá en práctica su solidaridad. Abrámonos a un nuevo camino de conversión con una vida más evangélica, más sobria y más comprometida con modelos de desarrollo solidario, que nos permitan conectar, según el documento final del Sínodo del Amazonas, «el cuidado de la naturaleza con el ejercicio de la justicia en favor de los más empobrecidos y desfavorecidos de la Tierra, que son la opción preferida por Dios». El trabajo de «Manos Unidas» está bien pensado, es realista y claro. Desde estas líneas quiero felicitar y alentar a las personas que lo hacen posible. Y os animo a todos a pensar si podríais dedicar parte de vuestro tiempo a este trabajo. Recordad que la propia felicidad

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se encuentra cuando se busca la felicidad de los demás, porque, como decía Jesús, «hace más feliz dar que recibir» (Hch 20,35). Vuestro, + Joan Planellas i Barnosell Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado

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Diócesis de Tenerife Manos Unidas contra el hambre en el mundo. “Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”.

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Monseñor Bernardo Álvarez Afonso, Obispo Nivariense.

e nuevo, MANOS UNIDAS nos llama a participar en la lucha contra el hambre en el mundo. Desde hace 61 años, esta Asociación de la Iglesia católica en España, trabaja por concienciarnos a todos sobre el grave problema de la pobreza y miseria en que viven millones de personas en todo el mundo y, a su vez, recauda fondos para llevar adelante -en los países más pobres- proyectos de promoción humana en orden al desarrollo integral de las personas más necesitadas. Este año, con el lema “Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”, se nos quiere hacer caer en la cuenta de la íntima relación que hay entre “hambre y pobreza” y “el deterioro del planeta”, denunciando así que las poblaciones más vulnerables son las más afectadas por la actual crisis medioambiental. En la presente campaña, MANOS UNIDAS sale al paso de esta realidad y quiere ayudar, con proyectos concretos de desarrollo integral y sostenible, a poblaciones empobrecidas por las consecuencias del cambio climático. Sobre el tema en cuestión puede encontrarse amplia información en la Web: https://www.manosunidas.org/ Cuestiones tan serias como la contaminación, el cambio climático, el agotamiento de los recursos, la destrucción de los ecosistemas, las inundaciones y las sequías extremas, la deforestación y el aumento de zonas desérticas…, son fenómenos que en gran medida proceden del modo de vida -consumista y derrochador- de los países ricos, pero que tienen su mayor incidencia en los países y poblaciones más pobres. El papa Francisco, en la encíclica Laudato si’, ya puso en evidencia esta realidad: “Muchos pobres viven en lugares particularmente afectados por fenómenos relacionados con el calentamiento, y sus medios de subsistencia dependen fuertemente de las reservas naturales y de los servicios ecosistémicos, como la agricultura, la pesca y los recursos forestales. No tienen otras actividades financieras y otros recursos que les permitan adaptarse a los impactos climáticos o hacer frente a situaciones catastróficas, y poseen poco acceso a servicios sociales y a protección […]. Lamentablemente, hay una general indiferencia ante estas tragedias, que suceden ahora mismo en distintas partes del mundo. La falta de reacciones ante estos dramas de nuestros hermanos y hermanas es un signo de la pérdida de aquel sentido de responsabilidad por nuestros semejantes sobre el cual se funda toda sociedad civil” (Laudado si’ 25). Es evidente (que) la solución a estos problemas pasa por el compromiso de los países y organismos internacionales, donde afortunadamente vemos que se van dando algunos pasos. Pero, también importa lo que podemos hacer cada uno porque, en último término, es nuestra forma de vivir lo que condiciona todo, en un sentido u otro. Para dar respuesta de modo personal y concreto, MANOS UNIDAS nos propone el viernes 7 de febrero como “Día del Ayuno Voluntario”. Se nos invita a realizar voluntariamente la

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experiencia de “vivir en necesidad”, que es la situación obligada de millones de personas. Lo podemos hacer ese o cualquier otro día, o varios días al año. Tal vez, “privándonos de lo que constituye nuestra vida ordinaria”, podemos comprender mejor a quienes carecen de lo más esencial para llevar una vida humana digna: falta de alimentos y vestido, de vivienda, de atención sanitaria, de educación, de trabajo digno, de transportes, de medios de comunicación, de paz social… El “hambre y la pobreza en el mundo” es una realidad que no podemos mirar con indiferencia, como si no fuera con nosotros. El problema del hambre no tiene su origen en la falta de recursos, sino que es una consecuencia del mal uso y desigual distribución de los bienes que son de todos. La desigualdad en la distribución de los bienes de la tierra es una lacra que se puede superar con tal de que nos pongamos en marcha con entrega y audacia. La solidaridad es un valor universal que tiene que realizarse entre las personas y, también, entre los países. Todo lo que somos y tenemos es gracias a los demás, por eso, nadie puede pretender reservar los bienes propios para su uso exclusivo, sino que, ante la indigencia de las personas y los pueblos, los que tienen más deben compartir con los que tienen poco o nada. MANOS UNIDAS es un medio para ello, para eso ha nacido y para eso trabaja. El “Día de ayuno voluntario” es una expresión simbólica mediante la cual se nos está invitando a llevar una vida más austera, a no gastar en cosas superfluas, y a destinar lo que ahorramos para ayudar a quienes carecen de lo necesario para vivir. En nuestra sociedad, marcada por el consumismo y la cultura del derroche -en la que se tira sin aprovecharlo el 30% de lo que producimos- corremos el peligro de replegarnos en nuestro egoísmo al confundir el deseo de “ser más” con el “deseo de poseer más”. Cuando las personas sólo buscan sus intereses materiales se hacen insaciables, acrecientan su voracidad y son indiferentes a las necesidades de los demás. El papa Francisco lo resume así: «Mientras más vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos para comprar, poseer y consumir. En este contexto, no parece posible que alguien acepte que la realidad le marque límites. Tampoco existe en ese horizonte un verdadero bien común. Si tal tipo de sujeto es el que tiende a predominar en una sociedad, las normas sólo serán respetadas en la medida en que no contradigan las propias necesidades. Por eso, no pensemos sólo en la posibilidad de terribles fenómenos climáticos o en grandes desastres naturales, sino también en catástrofes derivadas de crisis sociales, porque la obsesión por un estilo de vida consumista, sobre todo cuando sólo unos pocos puedan sostenerlo, inevitablemente provoca violencia y destrucción recíproca» (Laudato si’ 204). “Ayunar, ahorrar gastos, para dar a los necesitados”. La otra acción concreta, en la que estamos llamados a participar, es la aportación económica para realizar los distintos proyectos de desarrollo que MANOS UNIDAS lleva a cabo en las regiones más empobrecidas del planeta. Invito a todos los fieles de nuestra Diócesis Nivariense y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, a ser generosos y participar de manera efectiva con sus donaciones en la lucha contra el hambre en el mundo. Podemos hacerlo en la colecta de todas las misas que tienen lugar el 8 y 9 de febrero, o ingresando directamente los donativos en las cuentas de MANOS UNIDAS en las instituciones bancarias. Seamos generosos, pues, al hacerlo, no solo ayudamos a muchas personas sino a nosotros mismos, pues ninguna obra buena quedará sin recompensa y se cumplirán aquellas palabras del Señor, que nos recordaba San Pablo: “Hay más alegría en dar que en recibir” (Hech. 20,35). + Bernardo Álvarez Afonso Obispo Nivariense

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Diócesis de Terrassa

Remad mar adentro. El maltrato al planeta.

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Monseñor Josep Àngel Saiz Meneses, Obispo de Terrassa.

anos Unidas es la asociación de la Iglesia para la promoción y el desarrollo en los países empobrecidos. La familia de Manos Unidas cree firmemente en la igualdad y la dignidad de todos los seres humanos, que han sido creados por Dios, y son llamados a vivir plenamente como hijos suyos formando una gran familia. Por eso defiende los derechos humanos y promueve actividades de educación, de sensibilización y de colaboración para llevar a cabo proyectos de desarrollo en países del tercer mundo. Todo ello comporta también una educación que ayude al compromiso por el desarrollo humano integral, y que ayude a descubrir la responsabilidad de todos en el cuidado de la tierra, la casa común. En su encíclica Laudato si’ sobre el cuidado de esta casa común, el papa Francisco destaca el hecho de que en el mundo todo está conectado, y de ahí la relación existente entre los pobres y la fragilidad del planeta; por otra parte, denuncia el nuevo paradigma y las formas de poder que derivan de la tecnología. Él lanza una invitación a buscar otros modos de entender la economía y el progreso, desde la conciencia del valor propio de cada criatura, desde el sentido humano de la ecología, desde la responsabilidad de la política internacional y local, con la finalidad de superar la cultura del descarte y adoptar un nuevo estilo de vida. Pues bien, en el marco de la lucha contra el hambre y en favor del desarrollo humano integral y sostenible, la campaña de Manos Unidas de este año se centra en el cuidado de la casa común, profundizando en la relación que existe entre la lucha contra la pobreza y la garantía de los derechos humanos. A partir del magisterio del papa Francisco, consideramos inseparables la preocupación por el cuidado de la naturaleza y la lucha por la justicia con los pobres, porque el derecho a vivir en un medio ambiente sano, donde se protejan la sostenibilidad y la solidaridad, forma parte de la dignidad humana. La cultura del descarte valora solo lo que genera beneficio propio, y desemboca en la exclusión de los más débiles, que al final acaban estorbando. Es justo y urgente construir una cultura del encuentro y del cuidado, tanto de los excluidos como de la naturaleza. Es preciso que escuchemos el clamor de los más pobres y el clamor de la tierra, y que evitemos la degradación medioambiental, que perjudica siempre a los más vulnerables. El relativismo, la tecnocracia y el consumismo desenfrenado, entre otras causas, generan consecuencias graves como la contaminación y el cambio climático, el agotamiento de los recursos naturales, la pérdida de biodiversidad, el deterioro de la calidad de la vida humana y la degradación social, el desequilibrio planetario. Son signos de muerte que afectan a nuestra casa común y a quienes en ella habitamos. El grito de la tierra y el grito de los

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pobres es uno, como uno debe ser el sentimiento de unión de todos los seres humanos, porque toda la creación, y especialmente todos los seres humanos, estamos unidos por el amor que Dios tiene a sus criaturas. Esta conciencia de formar una única familia se convierte en el mejor antídoto contra la globalización de la indiferencia. El Papa nos llama a una conversión ecológica, a una ecología integral que ha de integrar las dimensiones personales y las sociales. Una ecología ambiental, económica y social; una ecología cultural, una ecología de la vida cotidiana iluminada por el principio del bien común, que pone su mirada en las generaciones futuras. De esta forma podremos gestionar el planeta de un modo más acorde con la dignidad de la persona humana, de todas las personas humanas. ¡Ojalá pongamos remedio a tiempo! + Josep Àngel Saiz Meneses Obispo de Terrassa

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Diócesis de Teruel y Albarracín

La longitud de la mirada

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Monseñor Antonio Gómez Cantero, Obispo de Teruel y Albarracín.

odos los años, antes de que llegue el tiempo de Cuaresma, Manos Unidas nos hace una llamada al corazón. Y no es fácil. Pues estamos demasiados acostumbrados al buen vivir y a comprimir la longitud de nuestra mirada: lo que nos rodea, nuestra familia, los problemas en el trabajo, el deambular político de cada momento y sus cotilleos, alguna noticia de un cataclismo, o simplemente la meteorología que nos envuelve. Ya digo, en febrero siempre se cuela Manos Unidas, y alarga y ensancha el campo de nuestra mirada. Y sus lemas son como una vuelta más de tuerca a nuestras conciencias acomodadas. Nada tienen que ver con los eslóganes navideños que tanto nos han acariciado las entrañas: léase memorias añoradas, sensualidades a flor de piel y estómagos agradecidos. Y ahora que nos llaman a la verdadera solidaridad con los que viven una eterna navidad de pobreza y exclusión, nos presentan la desolación, cada vez más amplia, abriendo al máximo nuestras retinas. Manos Unidas, como sabéis, trabaja con un plan trienal, “Derechos con Hechos”, y estos tres años ha enfocado su mirada a la crisis del medio ambiente. Estamos hablando del cambio climático, aunque haya intereses económicos internacionales que no quieran verlo, negando lo que es un hecho indiscutible. La tierra está enferma, algunos dicen que, de muerte, si no ponemos remedios drásticos que quizás ya llegan tarde. No hace falta ser muy anciano para recordar las nevadas de antaño, para ver cómo los tiempos de lluvias se hacen más escasos y distantes en el tiempo, para recordar antiguos manantiales y arroyos que han desaparecido, aumentando la sequía y los eriales. Los bosques se van retirando, el desierto avanza, la alta productividad de los campos provocada por los abonos químicos arruina la calidad del agua de nuestros ríos, y las fumigaciones tóxicas están terminando con los insectos y con las aves que se alimentaban de ellos, y las abejas y otros insectos desaparecen y sufre la polinización de las plantas… Por otro lado, el consumo innecesario y el derroche abusivo de los alimentos, la plastificación del planeta, la contaminación con residuos tóxicos producidos por un modelo global de producción industrial, la agonía de los recursos naturales, el cementerio de basuras en el que hemos convertido el mar… todo esto, y mucho más, hace que estemos sobre una agónica tierra, casi un cadáver que nos va a arrastrar con él. Pero “quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú” (el lema de este año) porque nosotros, los ricos, aún vamos salvando la cara. En cambio, son los pobres de la tierra los que agonizan, millones de poblaciones de la “Triple A”: África, América Central y del Sur y Asia, y el llamado “Cuarto Mundo”, todos los cinturones de miseria que rodean a las grandes ciudades.

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El concepto por el que todos debemos luchar es: “Desarrollo Sostenible”. Desde Manos Unidas, nos animan a todas las personas de la sociedad, a los responsables de gobierno, al mundo académico, a las empresas, a la Iglesia… a trabajar sin descanso por un mundo más inclusivo y sostenible donde nadie se quede atrás y todos se puedan alimentar. Quizás debíamos de leer de nuevo la Encíclica del papa Francisco “Laudato Si”, sobre el cuidado de la casa común. Esto se pone serio, dejémonos de mirar al ombligo, hay gente que muere y podías haber sido tú. ¡Ánimo y adelante! + Antonio Gómez Cantero Obispo de Teruel y Albarracín

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Diócesis de Tortosa

Manos Unidas contra el hambre en el mundo

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Monseñor Enrique Benavent Vidal, Obispo de Tortosa.

ste domingo, como todos los años al comienzo de febrero, la organización católica Manos Unidas nos invita a reflexionar sobre el problema del hambre en el mundo y sumarnos a su lucha para erradicar este fenómeno que contradice los más elementales principios de la dignidad del ser humano. Actualmente hay 81 millones de personas que no tienen lo necesario para subsistir. El hambre y las guerras que ocasionan tantas muertes de inocentes, que se podrían evitar si todos actuásemos inspirados por los principios de la justicia social, son los signos más evidentes de lo lejos que está la humanidad del proyecto de Dios sobre ella. Manos Unidas, para combatir el hambre, quiere que nos concienciemos de las causas que la provocan y luchemos contra ellas. Por ello cada año nos ofrece unos materiales de reflexión que nos ayudan a caer en la cuenta de la complejidad de las situaciones que causan este problema y cómo ciertos comportamientos cotidianos nuestros pueden contribuir a agravarlo. Concretamente este año el tema de la campaña constituye una invitación a combatir el hambre en el mundo mediante el respeto al medio ambiente. La lucha contra el hambre, contra sus causas y consecuencias, no puede darse sin un medioambiente adecuado y una casa común habitable para todos. “Quien más sufre el maltrato del planeta no eres tú. Colabora”. Las cuestiones relativas a la ecología nos preocupan a todos. Sabemos que está en juego el futuro de la humanidad. Pero en nuestra sociedad del bienestar esta preocupación encierra muchas veces algo de egoísmo: pensamos únicamente en nosotros mismos, en el mantenimiento de nuestro nivel de vida, y no tenemos en cuenta que los primeros que sufren las consecuencias de un uso abusivo de los recursos naturales que únicamente pretende el enriquecimiento de quienes más tienen, no somos nosotros. El papa Francisco, en la encíclica Laudato si’ nos ha recordado que “son los pobres los que están pagando el precio más alto por la devastación del medio ambiente”. No podemos ignorar, por ejemplo, que cada día mueren 18.000 personas por causas relacionadas con la contaminación, o el fenómeno de las migraciones por causas relacionadas con el medioambiente (agotamiento de recursos, cambio climático, deforestación, intereses de las grandes empresas, etc…). La campaña de este año nos invita a reflexionar sobre la relación que existe entre el hambre que tantos seres humanos sufren y el uso irresponsable de los bienes de la naturaleza, nos informa de las iniciativas que promueve Manos Unidas (apoyo a pequeños agricultores desde una perspectiva agroecológica), y nos propone una serie de acciones tendentes a combatir las consecuencias del uso abusivo de los recursos naturales, como el apoyo a los

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migrantes medioambientales, educaciรณn para crear conciencia ecolรณgica y la necesidad de fomentar cambios en estilos de vida y de consumo para contrarrestar la cultura del descarte. Os invito a apoyar estas propuestas que, sin duda, ayudan a evitar sufrimientos en tantas personas que viven en situaciรณn de pobreza. + Enrique Benavent Vidal Obispo de Tortosa

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Diócesis de Urgell

Solidaridad sin fronteras

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Monseñor Joan-Enric Vives y Sicília, Arzobispo de Urgell.

n año más, «Manos Unidas» de la Diócesis, coordinados con toda España, nos hacen llegar el clamor, más allá de nuestras necesidades económicas, de que hay muchísimos hermanos y hermanas de todo el mundo, países jóvenes y comunidades en crecimiento, que tienen carencias mucho más grandes que las nuestras y que por eso debemos ayudarles solidariamente. Debemos vivir una «solidaridad sin fronteras», sabiendo que este es el nuevo nombre de la caridad (S. Juan Pablo II). El lema que nos proponen es «Quien más sufre el maltrato al planeta, no eres tú. Colaborar está en tu mano». Atrae nuestra atención hacia datos económicos y sociales de los países pobres o en vías de desarrollo, que nos llegan a través de los medios de comunicación, pero que quedan muy pronto sepultados en un mar de noticias inmediatas, que no nos dejan llegar a ver lo esencial. Nos ayudan a caer en la cuenta de que el cuidado de la casa común debe tener bien presente la íntima relación entre hambre y pobreza y que no podemos maltratar, deteriorar más nuestro planeta. Las investigaciones científicas muestran que gran parte de la actual degradación de la tierra proviene de la acción humana. Según la Organización de las NN. UU. para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el número de personas que padecen hambre actualmente alcanza los 821 millones y se ha detenido la reducción del hambre que se venía observando hasta 2015, sobre todo debido a los conflictos armados y al cambio climático. La lucha contra el hambre debe estar relacionada con las medidas para paliar la crisis medioambiental que arrebata derechos fundamentales como el derecho al agua, a la alimentación, la salud, el desarrollo y, en definitiva, a una vida digna. La contaminación del aire, del suelo y del agua tiene relación con los vertidos industriales y de la minería, las aguas residuales no tratadas, el uso de fertilizantes nocivos para la agricultura, el uso excesivo de plásticos y otras contaminaciones que se calcula que cada día (!) causan la muerte de 18.000 personas. Y ¿qué podemos hacer? ¿Qué está haciendo ya Manos Unidas? Es relevante la labor admirable que la solidaridad va realizando. Durante el 2018, Manos Unidas recaudó 47 millones de euros y se realizaron 564 proyectos de desarrollo en 54 países diferentes. El 84,1% de lo que se recaudó fue a parar directamente a proyectos de desarrollo y el resto, a la estructura, la sensibilización y la promoción y captación de nuevos recursos. Un 33% de los proyectos aprobados (188 proyectos) eran de educación, un 20% (110) de alimentación y medios de vida, un 24% (136) de derechos humanos, sociedad civil, mujeres y equidad, un 14% (79) de proyectos de salud, y un 9% (51) se destinó a proyectos de medio ambiente, cambio climático, agua y saneamiento. Y se colaboró con 35 acciones de emergencia principalmente en África.

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Con su lema, Manos Unidas quiere que nos demos cuenta de que nuestro planeta necesita una nueva cultura ecológica, que seamos cuidadores de la tierra en lugar de dominadores, y que luchemos por la vida digna de todas las personas, considerando las consecuencias medioambientales de nuestras iniciativas, de manera que se dé una gestión integral de los recursos naturales ya que «quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú». Tomar conciencia de todas estas realidades y ofrecer solidaridad integral a los hermanos que más sufren debe ser un imperativo ético para todos los discípulos de Cristo. + Joan-Enric Vives y Sicília Arzobispo de Urgell

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Diócesis de Valencia

Manos Unidas: campaña contra el hambre

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Monseñor Antonio Cañizares Llovera, Arzobispo de Valencia

omo cada año, la Campaña Contra el Hambre de “Manos Unidas” golpea a nuestras puertas y nos hace llegar el eco de las palabras de Jesús, dichas a nosotros, hoy y ahora: “Dadles vosotros de comer”. Estas palabras se las dice Jesús a sus discípulos, nos las dice a cada uno de sus discípulos, ante esa multitud ingente de hermanos desvalidos, sin qué comer y aguardando que les llegue el pan suyo de cada día que les corresponde; porque los bienes de la tierra, el pan de cada día, no puede ser monopolio exclusivo de unos pocos. Una mayoría de la humanidad no tiene lo mínimo necesario que les corresponde en justicia; la mayoría pasa hambre y muchos millones de hermanos mueren a causa del hambre y de la miseria que se ceba sobre ellos. Como denunciaba el papa Juan Pablo II hace unos años, “muchas personas, es más, poblaciones enteras viven hoy en condiciones de extrema pobreza. La desigualdad entre ricos y pobres se ha hecho más evidente, incluso en las naciones más desarrolladas económicamente. Se trata de un problema que se plantea a la conciencia de la humanidad, puesto que las condiciones en que se encuentra un gran número de personas son tales que ofenden su dignidad innata y comprometen, por consiguiente, el auténtico y armónico progreso de la comunidad mundial… El número de personas que hoy viven en condiciones de pobreza extrema es vastísimo. Pienso, entre otras, en las situaciones dramáticas que se dan en algunos países africanos, asiáticos y latinoamericanos. Son amplios sectores, frecuentemente zonas enteras de población que, en sus mismos países, se encuentran al margen de la vida civilizada; entre ellos se encuentra un número creciente de niños que para sobrevivir no pueden contar con más ayuda que la propia. Semejante situación no constituye solamente una ofensa a la dignidad humana, sino que representa también una indudable amenaza para la paz”. “Toda la humanidad debe reconocer en conciencia sus responsabilidades ante el grave problema del hambre que no ha conseguido resolver. Se trata de la urgencia de las urgencias”. Vivimos una situación muy grave que afecta a toda la sociedad, que concierne a los Estados y que nos afecta a cada uno de nosotros. No podemos ni debemos inhibirnos, ni encogernos de hombros ante la magnitud del problema. “El derecho a poseer una parte de bienes suficiente para sí mismos y para sus familias es un derecho que corresponde a todos… Los hombres están obligados a ayudar a los pobres, y ciertamente no sólo con los bienes superfluos” (GS 69). El problema del hambre en el mundo, es verdad, es problema que reclama ir a las raíces y a las causas de la pobreza, cambiar las estructuras, promover un nuevo orden económico internacional, aplicar a la economía mundial unos fuertes correctivos que hagan posible

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una distribución más justa y equitativa de los bienes de la tierra, destinados a todos los hombres sin privilegios de ningún tipo. Para la erradicación del hambre en el mundo, llaga abierta en la humanidad entera, es necesario que cambien los sistemas sociales, políticos, económicos y comerciales, las relaciones entre los pueblos que la han provocado. “Es necesario trabajar juntos, con la solidaridad exigida por un mundo cada vez más interdependiente” (Juan Pablo II). Todos podemos y debemos hacer algo. No podemos cruzarnos de brazos o bajar la guardia; podemos y debemos hacer lo que está en nuestra mano para que este mundo de hambre se transforme en un mundo de hermanos donde todos y cada uno de ellos reciba el pan de cada día y sea reconocido y respetado en su dignidad. “Que cada uno se examine para ver qué ha hecho hasta ahora y lo que debe hacer todavía. No basta con recordar principios generales, manifestar propósitos, condenar las injusticias graves, proferir denuncias con cierta audacia profética, todo ello no tendrá peso real si no va acompañado en cada persona de una toma de conciencia más viva de su propia responsabilidad y de una acción efectiva. Resulta demasiado fácil echar sobre los demás las responsabilidades de las presentes injusticias, si al mismo tiempo no nos damos cuenta de que todos somos responsables… Cada uno debe determinar su responsabilidad y discernir en buena conciencia las actividades en que debe participar” (Pablo VI). Y no olvidemos que necesitamos abrirnos a Cristo, que nos ha dado a conocer en qué consiste el amor, que nos ha revelado a Dios, que es Amor. El amor de Dios, destinado a todos, se identifica y se dirige de manera privilegiada a los pobres, a los últimos, a los que tienen hambre, a los que lloran. “Dichosos los pobres, los que tenéis hambre, los que ahora lloráis”, leemos en el Evangelio. Es necesario meterse en el corazón mismo de Dios y sentir con Él el dolor de un amor divino, gratuito y generoso, compartir los sufrimientos y tristezas, las carencias y necesidades de toda la humanidad. A eso nos invita particularmente Manos Unidas en esta Jornada contra el hambre en el mundo. Es necesario, urgente y particularmente apremiante, en nuestro tiempo, que nos volvamos a Dios y pongamos nuestra confianza en Él, que nos arraiguemos en Él, que Dios sea todo para nosotros, para que Él entre en lo profundo de nuestras vidas, nos cambie radicalmente tanto en nuestra forma de ser como en nuestros valores y en nuestra forma de actuar. Si, de verdad, nos arraigásemos en Dios, nos sentiríamos más cercanos ante nuestros millones y millones de hermanos que carecen de casi todo lo más fundamental y primario para vivir. Cuando se pone la confianza verdaderamente en Dios, todo se dirige al bien del hombre, de la persona humana, singularmente del que está más necesitado. El mundo de hoy, sin embargo, parece confiar sólo en el hombre, en sus fuerzas, en sus economías y técnicas económicas. Muchos hombres, en efecto, sobre todo en las regiones desarrolladas, parecen guiarse únicamente por la economía, de tal manera que casi toda su vida personal y social está teñida de cierto espíritu economicista. “En un momento en que el desarrollo de la vida económica, con tal que se le dirija y ordene de manera racional y humana, podría mitigar las desigualdades sociales, con demasiada frecuencia trae consigo un endurecimiento de ellas y a veces hasta un retroceso en las condiciones de vida de los más débiles y un desprecio de los pobres. Mientras muchedumbres inmensas carecen de lo estrictamente necesario, algunos, aun en los países menos desarrollados, viven en la opulencia o malgastan sin consideración. Y mientras unos pocos disponen de un poder

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amplísimo de decisión, muchos carecen de toda iniciativa viviendo en condiciones de vida y trabajo indignas de la persona humana” (GS 63). Necesitamos apoyarnos más y más en Dios para que el mundo se renueve, para que haya una humanidad nueva hecha de hombres nuevos capaces de amar, de compartir el pan, de buscar la justicia y edificar la paz sobre la base de una verdadera y eficaz convivencia fraterna. Apoyarnos en Dios es vivir conforme a su amor y a su querer; el cumplimiento de este camino trazado por el Señor, no es otro que el del cumplimiento de su voluntad, es decir, el de la Caridad, el de compartir el pan de cada día. Nadie, conforme a esta voluntad de Dios manifestada en Jesucristo, puede ser excluido de nuestro amor: porque Él, Hijo único de Dios, con su encarnación se ha unido a todo hombre. En la persona de los pobres hay una especial presencia suya que impone a la Iglesia una opción preferencial por ellos. Es la hora de hacernos cercanos y solidarios con los que sufren; es la hora de compartir fraternalmente con ellos. + Antonio Cañizares Llovera Arzobispo de Valencia

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Diócesis de Vic

Nuestra manera de vivir puede empobrecer a muchas personas

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Monseñor Romà Casanova Casanova, Obispo de Vic.

anos Unidas nos propone este año como tema de su campaña la relación entre nuestra manera de vivir y la pobreza, presentándonos sus proyectos de desarrollo integral y sostenible. Aprovechemos, pues, esta oportunidad que se nos ofrece para motivarnos y colaborar con los proyectos de Manos Unidas, con nuestro apoyo económico; y, también, para entrar nosotros en aquella «ecología integral» de la que habla el santo padre Francisco en su encíclica Laudato si’. Tenemos que ser conscientes que toda la humanidad habita en un mismo planeta, «nuestra casa común». Creer que algunos tenemos el derecho a explotar todos los recursos para nuestra utilidad, sin pensar en los otros que habitan en la misma casa, y olvidando las generaciones que vendrán, es un gran error. Solamente una actitud egoísta e individualista puede cerrar los ojos a la evidencia. Las primeras palabras de la Biblia, en el libro del Génesis, nos presentan nuestro planeta y todo el universo como obra de Dios. La creación ha emanado de las manos amorosas de Dios como un «don» para toda la humanidad. El encargo de Dios a las criaturas humanas, hombre y mujer, no es el de ser «dioses», sino ser aquellos que en lugar del Señor cuidan del don recibido con un cometido: Multiplicaos, sed fecundos y llenad la tierra (1,28). Quienes habitamos en el Primer Mundo, donde se combinan el consumismo y el derroche, junto con intereses económicos que lo que hacen es que la riqueza se reparta de manera desigual, tenemos una deuda ecológica con los países más pobres de la Tierra. Porque hay una íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta: «Los efectos más graves de todas las agresiones ambientales los sufre la gente más pobre» (Laudato si’, 48). Sólo cito algunos de estos efectos: la dificultad de acceso al agua potable, la pérdida de la biodiversidad, la insalubridad creciente de pueblos y ciudades, la reducción de la natalidad. Subrayo este último: no es propio de la ecología integral afirmar que la criatura humana es el enemigo del planeta. En la persona humana la creación de Dios llega a su punto álgido, y toda nueva vida humana es un don de esperanza para la humanidad. No es propio de la ecología integral afirmar que la criatura humana es el enemigo del planeta

Debemos redescubrirnos, pues, como criaturas de Dios, nuestro Padre, en el cual todos somos hermanos. El cuidado de la creación es tarea de todos, sabiendo que el centro lo ocupa siempre la persona humana. Este es el encargo recibido. + Romà Casanova Casanova Obispo de Vic

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Diócesis de Vitoria

“Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”

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Monseñor Juan Carlos Elizalde Espinal, Obispo de Vitoria.

ueridos diocesanos:

Manos Unidas lanza su campaña 2020 y la Diócesis de Vitoria agradece a Manos Unidas su trabajo por las personas más vulnerables. En esta campaña Manos Unidas advierte de las consecuencias de la crisis medioambiental en las poblaciones de los países más empobrecidos, bajo el lema ‘Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú’. “A día de hoy, es imposible negar, aunque muchos se empeñen en negarlo, que los patrones del clima están cambiando: aumentan las sequías, los periodos de lluvia se hacen más cortos y, a veces, cuando llueve, lo hace con tal intensidad que el agua arrasa con todo lo que encuentra a su paso”, ha advertido la presidenta de Manos Unidas, Clara Pardo, al comienzo de la campaña en una rueda de prensa en Madrid. Todo esto, según ha precisado, genera dificultades a los agricultores más pobres y provoca que el hambre no cese de aumentar. Actualmente, afecta ya a 821 millones de personas en el mundo. “Si el 85% de las personas más empobrecidas del mundo vive en zonas rurales y depende del estado de los ecosistemas para sobrevivir y esos ecosistemas no están en un estado saludable, las consecuencias son las que estamos viendo desde hace años: el hambre no cesa de aumentar”, ha añadido. En 2019, Manos Unidas destinó casi 2 millones de euros a proyectos directamente dedicados a medio ambiente y cambio climático, aunque es un trabajo transversal y, por tanto, está presente en todos sus proyectos. Por ello, con esta campaña 2020, la ONG quiere hacerse eco de los “gritos” del planeta y de sus habitantes. “Queremos hacer de altavoz del grito de la tierra herida y del grito de las personas vulnerables, empobrecidas y hambrientas”, ha enfatizado. En concreto, ha denunciado “la deforestación, los cultivos masivos, los transgénicos, las actividades extractivas, las talas indiscriminadas de los bosques, la contaminación de las aguas y los mares esquilmados”. “Todo ello son agresiones al medio ambiente que nos están pasando factura y que sobre todo afectan a los más desfavorecidos”, ha subrayado. Según datos de 2018, Manos Unidas cuenta con 564 proyectos de desarrollo en 54 países de África, América y Asia, y a través de ellos apoya a 1,4 millones de personas. Además, en ese año recaudó 47,2 millones de euros, de los cuales el 87,4% procedían del sector privado. El 84,1% de los fondos se destinaron a financiar proyectos de desarrollo en países del Sur y el 5,3% a sensibilización.

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Refrescamos, con ocasión de esta jornada, la prioridad por las personas más vulnerables, los pobres como lugar teológico, los últimos como icono del rostro del Señor y nuestro servicio a los más desfavorecidos como termómetro de nuestra relación con el Señor. “La Iglesia diocesana creadora de comunidad. Llamados a vivir en comunidad”, es la línea prioritaria que estamos trabajando en la Iglesia de Vitoria. Queremos que la Iglesia diocesana en comunión con Pedro y, desde la sensibilidad de la exhortación apostólica Laudato Si, siga trabajando por los más vulnerables, víctimas del pecado ecológico, denunciado por el Sínodo de la Amazonía. A raíz de la línea 4 del Plan Diocesano de Evangelización, la Diócesis está intensamente implicada en una cultura ecológica que ha cuajado en un espléndido manual de buenas prácticas. Desde aquí solicito para Manos Unidas una generosa colaboración en esta campaña. Agradezco enormemente la labor desarrollada por tantas voluntarias y voluntarios desde hace tanto tiempo y con tanta gratuidad. Guk ere, Jesusen antzera bizi izanez, gure ahalegina egin behar dugu, beste pertsona batzuk ere, solidaritatean, anaitasunean, harreran, bizitza norbaitegatik ematean sinestu dezaten. Jesusen morroiak gara egiteko horretan. Bera da gure Bidea eta gure euskarria. Para todos mi bendición llena de afecto. + Monseñor Juan Carlos Elizalde Obispo de Vitoria

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Diócesis de Zamora

No cuidar el planeta es sinónimo de generar hambre y pobreza

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José-Francisco Matías Sampedro, Administrador Diocesano, Sede Vacante.

stimados diocesanos:

Un año más, la organización no gubernamental católica MANOS UNIDAS nos trae a la reflexión y al compromiso el acuciante problema del hambre en el mundo. Y este año lo hace con el lema: “Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú. Colaborar está en tu mano”. Es innegable que, gracias a Dios, cada vez se está produciendo una mayor sensibilización ante el cuidado de la naturaleza, del medio ambiente, de este lugar común donde el hombre vive, que es la tierra. El papa Francisco, en su Encíclica Laudato si’, haciéndose eco de san Francisco de Asís, manifiesta que “la pobreza y la austeridad de san Francisco no eran un ascetismo meramente exterior, sino algo más radical: una renuncia a convertir la realidad en mero objeto de uso y de dominio” (nº 11). De ahí, la llamada del Papa a proteger la casa común y la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral; que evite las consecuencias dramáticas de la degradación ambiental que se está produciendo en las vidas de los más pobres del mundo; pues hay una íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, entre hombre y pobreza y el deterioro de aquel. La tierra es una herencia común, cuyos frutos deben beneficiar a todos; y esto por fidelidad al Creador, pues Dios creó el mundo para todos. Y en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium habla el Papa de decir “no a una economía de la exclusión y la inequidad. … No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre” (nº 53). Cuidado de nuestra casa común. Éste viene exigido por el actual deterioro medioambiental que merma y arrebata la dignidad de millones de seres humanos. Fragilidad del planeta y pobreza de las personas van entrañablemente relacionadas. El maltrato a la tierra, la privación de posibilidades para obtener los recursos necesarios para vivir y la vulneración de los derechos humanos son algunas de las causas de la pobreza actual existente en el mundo. El lema de la campaña de este año 2020 nos invita a una toma de conciencia sobre la dramática situación de destrucción que afecta a la “casa común”, con la consiguiente desaparición de ecosistemas y el deterioro del territorio y la vida de las comunidades más pobres. La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura) habla de que, en la actualidad, el número de personas hambrientas alcanza los 821 millones, y que el retroceso que se había producido hasta el 2015 se ha ido incrementando debido a los conflictos armados y al cambio climático.

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La crisis medioambiental arrebata la dignidad, como se ha señalado, y conculca los derechos más básicos de hombres y mujeres a lo largo y ancho de nuestro mundo: derecho al agua, a la alimentación, a la salud, al desarrollo; en definitiva, el derecho a una vida digna. La contaminación del aire, suelo y agua; la deforestación; el cambio climático; el calentamiento global;… tienen una incidencia directa en el aumento de las cifras del hambre y de la pobreza. En efecto, dependiendo del lugar, provocan que los ríos se sequen, suba el nivel del mar y aparezcan hambrunas porque los campos ya no aguantan las elevadas temperaturas y la falta de agua. Intereses particularistas, convertidos en absolutos, junto a un consumo desenfrenado, constituyen una causa importante de degradación medioambiental. La productividad para saciar el consumismo lleva a cabo la destrucción de hábitats y ecosistemas, el aumento en la velocidad del cambio climático y la pérdida de biodiversidad; que repercuten en un incremento de la pobreza para millones de seres humanos en todo el mundo. Manos Unidas tiene la misión de luchar contra el hambre y la pobreza y sus causas; de manera que la persona se convierta en auténtico agente de su propio desarrollo. Y lo hace desde su fe en la creación (la tierra es un don que hemos recibido en herencia y que debemos cultivar, cuidar, proteger, defender y preservar) y la exigencia de crear una fraternidad universal (todo está destinado a todos). No se trata solo de repartir. Desde la perspectiva medioambiental, consiste, también, en evitar aquellas actividades cuyo impacto medioambiental impide que otros seres humanos puedan vivir en condiciones dignas. Estados, autoridades y personas individuales tenemos la obligación de defender y promover el bien común que trata de organizar el acceso de cada ser humano a una vida digna. Se necesita una educación para el desarrollo, que implica sensibilizar y formar en estilos de vida y consumo más justos y sostenibles y urgir a los gobiernos con el deber de preservar el ambiente y luchar por la justicia social. El deterioro ambiental “cuestiona los comportamientos de cada uno de nosotros”, afirma el Papa (Laudato si’, nº 206). Frenar el desastre medioambiental es, también, asegurar nuestra propia supervivencia, la de todos, sin exclusión, como miembros de una única familia humana. Cada uno de nosotros debe preguntarse qué está haciendo para que esto sea posible, para que el cuidado que la tierra necesita y las posibilidades que todas las personas que en ella vivimos demandan sea una realidad, y que este compromiso lo llevemos a cabo en nuestra actuación diaria y con la colaboración de todo tipo (económica, voluntariado,…) que lo haga posible; conociendo lo que Manos Unidas pretende y realiza, y participando en ello con nuestra persona y nuestras posibilidades. Una campaña más para una toma de conciencia seria sobre el cuidado de la tierra y la obligación de favorecer los elementos necesarios para una vida digna para todos los habitantes de la misma. En el apoyo a Manos Unidas, unamos esfuerzos y medios para que esto se haga realidad. José-Francisco Matías Sampedro Administrador Diocesano, Sede Vacante

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Diócesis de Zaragoza “Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”. El clamor de la tierra y el clamor de los pobres.

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Monseñor Vicente Jiménez Zamora, Arzobispo de Zaragoza.

ueridos diocesanos:

Un año más la Campaña de Manos Unidas llama a nuestras puertas con un programa de actos, que se prolonga a lo largo del año 2020 y reclama nuestra atención e interés. Manos Unidas es la Asociación de la Iglesia católica en España para la ayuda, promoción y desarrollo del Tercer Mundo. Tiene 61 años de experiencia de trabajo en el campo de la cooperación al desarrollo de los pueblos del Sur y en la sensibilización de la población española. Sus prioridades en proyectos de desarrollo se centran en siete grandes sectores: educación; salud; agua y saneamiento; alimentación y medios de vida; derechos de las mujeres y equidad; derechos humanos y sociedad civil; y medio ambiente y cambio climático. Lema de este año El lema de este año es: “Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”. Está inspirado en la encíclica del papa Francisco, Laudato si’, sobre el cuidado de la casa común por parte de toda la familia humana. La opinión pública está siendo muy sensibilizada con el futuro de nuestro planeta y las consecuencias del famoso “cambio climático”. Desde Manos Unidas, no podemos permanecer indiferentes, ya venimos trabajando en esta línea, a través de los proyectos de desarrollo de las diferentes campañas en red junto a otras organizaciones. Pero tampoco podemos caer en ideologías o modas pasajeras. Desde la Doctrina Social de la Iglesia nuestra aportación debe ser fundamental, poniendo siempre “el bien del hombre en el centro”. Por eso, nuestra campaña de este año quiere volver la mirada a nuestros hermanos con un grito provocador: “Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú”. La causa y el clamor de los pobres El papa Francisco denuncia en la encíclica Laudato si’ que las principales víctimas de la crisis ecológica son los más pobres de la tierra. A lo largo de la encíclica, el Papa describe algunos efectos de la crisis medioambiental: 1º) “la exposición a los contaminantes atmosféricos produce un amplio espectro de efectos sobre la salud, especialmente de los pobres (LS 20); 2º) el calentamiento global es particularmente grave “en los lugares más pobres de la tierra, especialmente en África, donde el aumento de la temperatura unido a la sequía hace estragos en el rendimiento de los cultivos” (LS 51); 3º) la situación de los migrantes y refugiados (LS 25); y 4º) las graves dificultades que sufren las poblaciones empobrecidas para acceder al agua potable (LS 28 ss).

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Colaborar está en tu mano La situación planteada en la encíclica y el lema de Manos Unidas de este año reclaman un cambio de actitudes. Un cambio de actitudes que, en último término, demanda fuertes motivaciones espirituales. De ahí que la espiritualidad resulte una pieza clave en el rompecabezas de la sostenibilidad. “No se trata de hablar tanto de ideas, sino sobre todo de las motivaciones que surgen de la espiritualidad para alimentar la pasión por el cuidado de la casa común. Porque no será posible comprometerse en cosas grandes sólo con doctrinas sin una mística que nos anime, sin unos móviles que impulsan, motivan, alientan y dan sentido a la acción personal y comunitaria (LS 216). El cartel de la campaña de este año representa de forma explícita la huella que la actividad humana deja en muchos lugares: contaminación, residuos, basuras y degradación ambiental. Y, como protagonista del cartel, una mujer transmite la desolación que implica vivir en condiciones insalubres, sin un acceso equitativo a los recursos de la tierra y sin posibilidad de disfrutar de los derechos más básicos, como el de una alimentación sana y adecuada. El cartel es, además, un llamamiento a colaborar: apoyando a las poblaciones más vulnerables a través de los proyectos financiados por Manos Unidas y modificando nuestros estilos de vida para cuidar el planeta y caminar hacia un mundo más justo y sostenible para todos. Manos Unidas que traen esperanza Para estimular la labor solidaria de Manos Unidas son muy interpeladoras y oportunas las palabras del papa Francisco en la Primera Jornada Mundial de los Pobres del mes de noviembre de 2017: “Benditas las manos que se abren para acoger a los pobres y ayudarlos: son manos que traen esperanza. Benditas las manos que vencen las barreras de la cultura, la religión y la nacionalidad derramando el aceite del consuelo en las llagas de la humanidad. Benditas las manos que se abren sin pedir nada a cambio, sin “peros” ni “condiciones”: son manos que hacen descender sobre los hermanos la bendición de Dios”. Desde esta carta, como Arzobispo de Zaragoza expreso públicamente mi gratitud sincera a la Delegada Diocesana y a todo el equipo de Manos Unidas; a todos los voluntarios por su trabajo entusiasta y eficaz durante el año. No dejemos de animar a las personas de nuestro entorno, a los responsables de los gobiernos, al mundo académico, a las empresas, a que trabajen sin descanso… porque solo nosotros, todos unidos, podremos lograr los objetivos de Manos Unidas. Gracias a Dios la respuesta de los diocesanos es siempre muy generosa y nos permite financiar los proyectos propuestos para cada Campaña. Muchas gracias a todos. + Vicente Jiménez Zamora Arzobispo de Zaragoza

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