RELATOS DEL ROMANTICISMO
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ÍNDICE 1. “Otra vez será”, Ana Chaichío Medina. 2. “Nos veremos pronto”, Ana Rosa Martos Torres. 3. “El despertar de Erika”, Catalina García Chica. 4. “El diario perdido”, María Carrillo Camacho. 5. “Libertad”, Luis Maeso Carrillo. 6. “Cambio de ciudad”, Jose María Olmo Torres. 7. “El profesor de Lengua, uno más”, Francisco Javier Maya Ortega. 8. “El misterio del cadáver desaparecido”, Mª Dolores Álvarez Gálvez. 9. .“Sin mirar atrás”, Rufina Medina Millán 10..“El aprendiz del Romanticismo”, Manuel Gómez Martínez.
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La oscuridad de la noche, fría y pesada, cubría cual manto ya todas las calles de París. Decenas de miles de personas rondaban aquella noche de sábado las calles de la ciudad del amor unos en cenas, otros en citas, la inmensa mayoría en discotecas, etc. Lo que ninguno de ellos podía imaginarse es que a aquellas horas podría encontrarse, muy cerca de ellos, alguien comiéndose el coco por crear, en su opinión, lo único bueno que el ser humano había inventado. De maderas mal pulidas, paredes enmohecidas, simples tablones de madera gruesa como puertas y capas de pintura desgastadas era el cubículo de escasos 9 metros cuadrados donde vivía. Quien pisara el suelo de aquella “caja” podría sentirse, probablemente, como un astronauta tragado por un agujero negro en el espacio exterior. La suciedad que había se percibía con todos los sentidos a la vez, y el terrible olor que emanaba aquella cueva te penetraba por cada poro de la piel, por los oídos, por la boca, y hasta por las cuencas de los ojos. La recámara cobraba vida propia y se encarnaba y/o se asemejaba a una mujer joven, pero muerta, una mujer desgastada por sus escasos quizá 20 años de vida. Una mujer sola, al amparo de un cambio en el rumbo de los vientos que lograran arreglarla, una mujer como ella. Daniela de Cruisson ni siquiera tenía todavía pensamientos de acostarse y descansar para conseguir, al menos, despertarse a la hora punta para poder ir a trabajar al día siguiente. Pero estaba en plena discusión con sus pensamientos y no pensaba ni por un asomo parar ahora: — ¡PERO QUIÉN REPÁMPANOS SE ENCARGA DE ORDENAROS AHÍ ARRIBA!— empezó a hablar desesperadamente consigo misma. Con furia lanzó una pluma por la ventana y se tumbó resignada en aquel conjunto de muelles y plumas que tenía por cama. Dando por terminado el día, y el enfado que le producía la frustración de no conseguir escribir nada en condiciones, se dispuso a desnudarse y meterse bajo las ásperas sábanas que cubrían su cama. Al verse despojada de sus ropas frente al trozo más grande que tenía de un antiguo espejo ahora roto, Daniela comenzó a llorar. Verse en un espejo le traía tantos recuerdos del pasado… Ya le habían dicho sus psicólogos que era normal que al principio le costara, que debía llorar, que le haría sentirse cada vez mejor, que no debía sumirse en el pozo oscuro que veía en su interior. Pero claro, su madre nunca le había permitido mirarse a sí misma en un espejo, y ahora que podía hacerlo todavía no se acostumbraba…
Al sentir la cálida luz del entrante otoño acariciando sus ojos, Daniela se sintió tan bien, que pensó que había muerto, claro que, el bienestar le duró poco. Al incorporarse sintió un fuerte martillazo de realidad en las sienes que le hizo gemir de dolor. — ¿Qué haces aquí? — preguntó maldiciendo al Romántico que tenia sentado a los pies de la cama. 4
— Bah— La ignoró Larra. — Tengo que entregar una crítica de los recientes atentados en París esta tarde, así que te pediría por favor, don inteligente, que no me interrumpas. — Solo he venido a ayudarte, otra vez, aunque de sobra sabes que no van a aceptar tu artículo. — Eso dijiste la última vez, y por tu culpa, no aceptaron mi proyecto, siempre me lo estropeas todo. — Yo solo intento que no te hagan daño… — Eres tú el que me haces daño con tanta ayuda innecesaria. Y ahora vete, tengo que empezar a trabajar, además, mañana tengo cita en el médico, y ya sabes que me prohibió hablar contigo, ni siquiera debería verte por aquí. — Los médicos no tienen ni idea de nada. Cuando la aún adormecida chica levantó la cabeza después de colocarse en los pies unos confortables calcetines color mermelada, Mariano José ya no estaba. Así que se dispuso a vestirse y a dar comienzo a una larga mañana que prometía ser muy, muy pesada. A través de la ventana, Daniela podía ver un montón de enormes y grises nubes que cubrían por completo el cielo. Sintió un escalofrío que la llevó de un salto a su infancia. A aquellos días en los que maldecía a todas horas el haber nacido, aquellos días en los que, entre paliza y paliza de su querida madre, solo la compañía de ese hombre ya mayor y cansado lograba, siempre con una sonrisa, sacarle otra a ella. Aquellos días en los que Mariano José de Larra era su único amigo. Aquellos días en los que con una mini-obra de teatro el escritor intentaba enseñarle todo lo que sabía. Ahora se alegraba de haber conservado la amistad con el crítico. Se sentía orgullosa de que, a pesar de que médicos cabezotas, vecinas preocupadas, y hasta su madre en los ratos de no-histeria que muy raramente la ocupaban, se habían empeñado en decirle una y otra vez que no debía hablar más con él, que no debía ni siquiera verlo. Estaba orgullosa de que a pesar de todo, seguía compartiendo buenos ratos con él, ayudándola a la hora de escribir, y diciéndole siempre -aunque no fuera lo que ella quisiera escuchar- la pura verdad. Sentada en su pupitre Daniela se comía la pluma, el coco y el tiempo intentando escribir algo que valiera la pena para salir, al fin, del anonimato de las columnas en el periódico diario y subir algún que otro escalón en el mundo de la crítica contemporánea. — ¿Y bien? — Aún no tengo nada, pero no me molestes, esta vez quiero hacerlo sola. — Siempre dices querer hacerlo sola, pero sabes que no puedes, deja que te ayude. — ¡He dicho que no! — Con esta actitud no lograrás nada. — Cállate. El escritor se retiró, y en cuanto lo hizo, Daniela comenzó a escribir. Cinco horas y media después. La chica se vestía entusiasmada de haber terminado su crítica, potable, y sin ayuda alguna. Se colocó una falda de tubo negra que no dejaba ver nada 5
más arriba de sus rodillas, una camisa de un blanco tan fuerte que resplandecía y una americana negra. Se miró al espejo justo antes de salir, pelo recogido y carpeta en mano, y no se sintió para nada pequeña, ni le entraron ganas de llorar. Alzó la cabeza y salió por la puerta. El camino hasta la editorial de la revista se le hizo eterno, no sabía si los nervios que tenía venían causados por la inquietud de saber si cogerían su trabajo, o por si no lo hacían. Superadas 3 paradas de autobús y un buen tramo de escaleras, Daniela se topó de bruces con la puerta del despacho de la redactora jefe de la editorial de la revista Siamé. Tres golpes suaves en la puerta anunciaron su llegada. — Adelante —Se escuchó al otro lado de la puerta. — Buenos días, mi nombre es Daniela de Cruisson y traigo la crítica de portada que me pidieron—Objetó nerviosa cerrando la puerta tras de sí. Una mano acusadora apuntaba a su carpeta, a si que Daniela procedió a entregarle su trabajo. Unas cuantas caras raras mientras la redactora leía minuciosamente aquellos papeles que no le transmitían nada bueno fue toda la conversación que mantuvieron. — Ya te llamaremos—Y la sonrisa más falsa que había visto en su vida fue todo lo que aquella mujer dijo para concluir. Daniela se levantó de la silla y salió de allí todo lo rápido que pudo. Sabía que no iban a llamar. — Te lo dije—Larra apareció sin avisar. — ¿No vas a contestarme? — Tu casa no está por aquí. — No voy a casa—apuntó llena de ira. Dobló la tercera esquina a la izquierda y comenzó a correr, y no paró hasta encontrarse en el primer establecimiento que encontró. Entró, se sentó en la barra y comenzó a beber. Y no paró hasta que salió el sol al día siguiente, cuando volvió a casa y se dispuso a acostarse. — Tienes médico hoy. — Tengo sueño hoy. — Tienes que ir. — Entre lo de ayer, y el médico de hoy… El karma la tiene tomada conmigo. — Vas a llegar tarde. No tenía ninguna gana de ir al médico hoy. Ya sabía lo que iba a decirle, era siempre lo mismo, estaba cansada de que la tomaran por loca, ella veía lo que veía, y para ella, era real. — ¿Sabes bien lo que tienes que decirle?—preguntó Larra una vez Daniela se hubo vestido — Hace tiempo que no te veo, he empezado a relacionarme con la gente de nuevo, incluso he hecho algunas amigas y no quiero saber nada más de ti— apuntó ella desganada. — Perfecto.
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— Todavía no entiendo por qué no quieren que tenga nada que ver contigo, lo veo absurdo, ni siquiera mi madre condicionaba mis amistades cuando era pequeña. — Yo era tu único amigo Daniela. — Lo sé, pero aún así, este control… Llegó al hospital 3 minutos antes de la hora, y media hora después la llamaron para entrar a consulta. Una amable doctora, a la que ya conocía de anteriores visitas la recibió con una enorme sonrisa. Comenzaron con lo habitual, las preguntas de cortesía, el típico “¿qué tal estás?” y demás formalidades. Luego la doctora le preguntó lo esperado, Larra. Y obviamente Daniela soltó su muy preparado discurso de bienestar. — Sabes que estoy aquí para ayudarte ¿no?, y si no me dices la verdad, no puedo ayudarte Daniela. — No necesito su ayuda, estoy bien, ya le he dicho que no he vuelto a ver a Larra, ni he quedado con él, ni siquiera he contestado sus cartas. — No lo entiendes, ese no es el problema. — ¿Cuál es el problema entonces? — Daniela, Larra no existe ya. Larra murió en el siglo XIX, y el individuo al que tú ves es solo producto de tu imaginación, ¿No lo entiendes? Eres esquizofrénica y si lo sumamos a tu ya avanzada depresión, de la cuál eres consciente, es un grave problema. Lo peor de todo es que no nos dejas ayudarte, podemos curarte, devolverte a la normalidad, pero necesitamos tu ayuda, y la necesitamos ya. Bomba nuclear. A Daniela el mundo se le cayó a los pies. Había estado haciéndose pruebas hace unos meses, pero no esperaba ni por un asombro que estos fueran los resultados. Era muy consciente de que lo que veía era real, de que Larra era real, y no soportaba que le dijeran lo contrario. Estaba tan asustada mientras corría fuera del hospital, tan enfadada con el mundo, con su difunta madre –causante de su depresión– y consigo misma, que no sabía ni siquiera hacia donde se dirigía, solo quería salir de allí, salir del hospital, de la ciudad, del mundo, de la vida.
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Miró a su derecha, ahí estaba. Sentado. Quieto. Mirando al frente, como siempre. — Te lo dije— Apuntó tristemente el romántico. Entonces Daniela sonrió y respiró profundamente sentada con las piernas colgando de aquel enorme puente. Observó los pájaros y sintió ganas de ser como ellos, de volar .Y como hacía tiempo que había decido no privarse de los pequeños placeres de la vida, de hacer lo que quería, de sentir lo que sentía, y cómo ésta era corta y no avisaba de su fin, se puso de pie, abrió los brazos y voló. Y durante algunos segundos que se le hicieron eternos vio pasar toda su vida por delante de sus grandes y oscuros ojos, y sí, fue como en las películas. Fue exactamente esa frase que todo el mundo usa cuando está en peligro de muerte, pero al contrario de lo que pudiere hacer cualquier otro, ella sonreía. Y justo antes de sumirse en una oscuridad completa, se dio cuenta de que no estaba conforme con la vida que había tenido, le faltaban momentos por vivir, personas por conocer y sentimientos por sentir. Pero no le importó. “Otra vez será” se dijo.
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Hace ya tres días, setenta y dos negras y largas horas en los que no se escucha sonido alguno en casa. El día que me dijo que esta enfermedad se le había colado en su vida, tan sin avisar, creí morir. Sentí que la muerte me susurraba entre risas un malvado “Te lo dije”. Porque yo lo sabía, porque dicen que las cosas bonitas son las que siempre se lleva y ella siempre ha sido lo más bonito que ha podido pasar por los ojos de nadie. Desde ese día ella empezó a salir con la muerte y aquel día, la muerte, se enamoró de ella. No podía permitir que se marchara sin irme yo con ella. Parecía que ella no era quien tenía la enfermedad, sino yo. Se me agarraba al pecho y me arrancaba el corazón que se convertía en lágrimas que no quise compartir con nadie. Yo la necesitaba aquí. Porque solo ella sabía hacer hasta de los pasillos de los hospitales, un lugar más bonito sólo con caminar, sólo con estar allí. Porque sólo ella era la definición de preciosidad. Porque si yo hubiera sido la muerte también me habría enamorado de ella. Y ese fue el día en que empecé a odiar un poco el mundo. La muerte se la llevó a dar un paseo la noche de Todos los Santos, pero nunca volvió. Y ahora no sé lo que me espera… Me veo solo, esta niebla me está cegando. Me siento perdido, sin rumbo en este nuevo mundo para mí. Quiero recordarte, pero no puedo sin que un par de lágrimas me acaricien las mejillas. Todavía huelo tu perfume por las esquinas, abro el armario y recuerdo los complementos que más te gustaba ponerte. Y ahora, qué haré yo con estos recuerdos, qué haré yo solo. Si no puedo seguir compartiendo ningún momento con la persona a la que más amé. Se había ido y sentía que no podía. Nada me salía bien. Y es que para mí, los días sin ti no deberían ser mis días de vida, ya nada merecía la pena. Estoy en pleno otoño, aquí solo congelado, y es que sabes que no se me daba bien encender la lumbre. Que por más que lo intento, la llama no crece. De la misma forma que por mucho que te llore no volverás. Me he sentado en tu mecedora y me he tapado hasta arriba, como siempre hacía, pero me ha faltado una cosa, tu abrazo. Ahora era yo el que me consumía poco a poco. Y me hace gracia pensar que en los recientes días de tu muerte no quería que ningún cuerpo se acomodase en este desgastado mueble. Pensaba que seguías conmigo -o eso era lo que a mí me gustaba pensar- escuchándome todas las mañanas cuando salía el sol, cuando te llamaba para que tú, como un día más de tu vida o uno menos para que tu débil corazón se apagase, abrieras ese azul de tus ojos. Te ayudaba a vestirte, te peinaba y en días en que la muerte te daba una corta tregua, esos en los que estabas llena de alegría, incluso te maquillaba.
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Dábamos un pequeño paseo por el jardín y solíamos salir a la playa. Olor a mar, agua salada y arena entre los dedos de los pies, eso era lo que necesitabas para que la comisura de tus labios estuviera todo el día mirando hacia tus ojos. Eras feliz aun pasando todo ese dolor. Simplemente no querías que te viese llorar, eras tozuda y más fuerte aún. El desgastado cojín que te sostenía los últimos días de tu vida, ahora no tenía a nadie a quién acomodar, solo yo cuando tenía fuerzas era capaz de sentarme, creía que invadía tu espacio. No me sentía a gusto. Me temo que todas las cosas que disfrutaste, están llorando tu ausencia. ¿Te acuerdas de la cafetera que te regalé por nuestro aniversario, esa blanca? —Demasiado moderna para nuestra casa—decías. Pues bien, el cacharro dejó de expulsar ese precioso café el día en que te fuiste. Aquel líquido tostado que nos hundía a la añoranza de nuestro país natal. Aquel que era la mejor excusa para pasar los mejores minutos del día juntos, cuando apoyaba mis manos en las tuyas, saboreando ese instante, disfrutando de mi lugar favorito y de ti. Aquel olor que se abría paso por la casa a partir del mediodía. Aquel que ahora me hacía recordarte. No solo está la cafetera, aquí a mi lado tengo a Vikingo. El pobre labrador, también te echa en falta. Coge su correa y espera delante de la puerta a que tú llegues y salgáis a pasear por la playa como todas las tardes hacíais. Le escucho las noches enteras llorar porque a lo largo del día no ha visto tu cara, esa que yo también echo de menos. Me da miedo que un día de estos, cuando me levante y quiera recordarte, no pueda. Que me haya olvidado de tu rostro, del sonido de tu voz o de la suavidad de tus manos. Me angustia con solo pensarlo. Como cada mañana me vuelvo a sentar en el salón para leer. Hoy no tengo fuerzas para hacerlo en tu mecedora. Ha pasado una semana. Una semana desde que no estás. Saco mis gafas, esas que con ellas parecía un abogado de éxito, y en cambio, era un desgraciado hombre que vivía apartado de todas las modernidades de la ciudad. Donde el aire es solo aire y no gas. Donde se respira profundo y no te preocupa qué infección entra en tu organismo. Donde el sol no se deja ocultar por ningún edificio de veinte plantas. Aquí veinte plantas, solo tienen las secuoyas. Tomo asiento al lado de esa mecedora. Rodeado de nuestra pequeña biblioteca, esa que tanto nos costó formar. Libro tras libro. Poco a poco lo conseguimos. Y ahora solo la podía disfrutar yo. Cojo uno de los ejemplares. Uno al azar. No sé cómo llegó esta obra aquí, no la recuerdo. Eran poemas. Y recordé otra vez nuestras mañanas aquí sentados. Te encantaba escucharme leer poesía, tanto como a mí recitártela.
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Leo la portada azul donde se podía distinguir en una imagen lo que parecía ser un lago.
En las Orillas del Sar Rosalía de Castro Deduje tras leer el título que aquel lago se trataba de un río. El Sar, río que atraviesa La Coruña. Y fue en ese instante donde me acordé de cómo se hizo un hueco este libro en nuestra estantería. En Galicia, ahí fue donde nos conocimos. Enamorándonos a la antigua. Unas miradas, unas sonrisas, un café y charlando por un buen rato. Abrí el ejemplar por una página. También al azar. Y comencé a leer…
“Ya siente que te extingues en su seno, llama vital, que dabas luz a su espíritu, a su cuerpo fuerzas, juventud a su alma. Ya tu calor no templará su sangre, por el invierno helada, ni harás latir su corazón, ya falto de aliento y de esperanza.” Noté un escalofrío por mi cuerpo. Llámame loco, pero sentí que esos escasos versos de Rosalía se referían a mí. Estaban escritos para mí. Creí que me hablaba. Sí, me estoy extinguiendo por tu falta. En estos siete días he envejecido más que durante toda mi vida. Porque eras mi energía, el motor que me daba fuerza. Y ahora, sin energía, sin fuerzas y mucho menos esperanza. En ese momento, sentí lo mismo que aquel día que me dijo lo de la enfermedad. Creí morir. Y es que cuanto más tienes, más atrapado estás en este mundo, pero yo ya no tenía a nadie. El mundo me ha quitado tantas cosas, que aún no entendía por qué luchaba tanto para seguir en él. Porque yo ya estoy cansado de ser fuerte, estoy cansado de seguir sin ti, porque esto no es vivir. Lo intenté. Intenté ver lo bueno de la vida. Te lo juro. Siempre lo intento pero no sé cómo hacerlo sin ti. No puedo seguir. De nada sirvió pasarme las horas en los bares. Mentiría si dijera que no me acordaba de ti, en cada sorbo de cerveza, cada vez que la espuma me besaba mis labios. Esos que tú ya no volverías a acariciar. Lo supe desde ese momento. Dejé a Vikingo con el vecino, con la excusa de un viaje largo que debía hacer cuanto antes. Volví a casa y escribí en una nota lo que alguien se encontraría: 12
No busquéis a nadie, fui yo mismo. Necesitaba hacerlo, necesitaba verla. Adam.
Viajaría hacia mi muerte, con la esperanza de reencontrarme con la belleza en persona. Con ella. Mi vida se fue alejando poco a poco de aquella habitación. Cariño, nos veremos pronto.
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En una tarde oscura de invierno en París, una niña, llamada Erika, volvía a su casa como un día cualquiera. Pero, resulta que cuando llegó en lugar de su casa había un gran edificio. Mientras asimilaba que su casa no estaba ahí, una fuerte ráfaga de viento abrió aquella puerta que estaba entornada. Después de un largo rato, decidió entrar para ver por qué estaba ese edificio allí y no su casa. Aunque ella, en verdad, no quería entrar porque creía que una vez que estuviera adentro le iba a pasar algo malo. A pesar de eso, entró y cruzó un largo pasillo donde se encontró a dos mujeres con una vestimenta un poco rara: — ¿Qué haces aquí pequeña? ¿Te podemos ayudar en algo? — le dijo una de las dos. — Sí, me podéis ayudar en una cosa. Es que yo hoy iba a mi casa como un día cualquiera, pero en vez de mi casa, encontré este gran edificio. Por cierto, ¿esto qué es? — preguntó Erika.
Hablaron entre ellas y le contestaron: — Pequeña, esto es un internado mixto. Hemos decidido que, mientras encontramos a tus padres, te alojaremos aquí junto a otros niños de tu misma edad. — ¡Vale! Me llamo Erika. — ¡Bonito nombre! Yo me llamo Flora y mi compañera es Isabella.
Entonces, la llevaron a una de las habitaciones donde quedaba una cama disponible y la instalaron. Encima de ésta, se encontraba un pijama, unas zapatillas, una toalla y un neceser con jabón, champú, gel, un cepillo y pasta de dientes. Al girarse, se encontró con tres niños que parecían ser de su misma edad: eran una niña y dos niños. Al verlos, no le hizo mucha gracia el tener que compartir la habitación; ella prefería estar sola porque creía que los niños les iban a hacer daño o burlarse de ella, como lo hicieron unas vecinas suyas. Cogió el pijama y se fue hacia los baños para cambiarse, aunque le costó un poco encontrarlos ya que no le habían explicado dónde estaban. Después, de unos diez minutos, se dirigió hacia la cama y se fue a dormir. Al día siguiente, Flora fue a la habitación de Erika y le hizo entrega de su uniforme compuesto por una camisa blanca, un vestido, unos zapatos negros y unos calcetines blancos, y su horario semanal. Se vistió, se dirigió a la clase que le tocaba y se sentó en el final para no llamar la atención. Después de tres horas, sonó el timbre y todos los niños se fueron corriendo hacía el patio. Una vez que llegaron allí, se sentó en un banco donde estuvo observando cómo los niños jugaban y se divertían. Ella, sin embargo, cogió una hoja y su pluma con la que empezó a escribir un pequeño diario en el que, reflejó aquellos sentimientos que padecía cuando miraba a aquel chico de su habitación. Justamente, cuando le faltaba poco para terminarlo, sonó el timbre y entró a clase, donde pasó otras tres horas. Cuando terminaron las clases fueron a comer a un gran comedor que había allí. Por la tarde se reunían en una sala donde hablaban, jugaban, etc pero Erika se aislaba y escribía o pensaba en lo ocurrido. Eso era lo que hacía todos los días. 16
Dejaron de hablar y cada uno se dirigió hacia su cama. Cada uno empezó a pensar, si aceptar o no, la petición de Erika. Al final, Juliette y Hugo aceptaron pero Larra, no. Llegó la noche, ya era la hora. Salieron de la habitación sigilosamente, menos Larra que se quedó allí. Por fin, llegaron al lugar de lo sucedido y se abrió el gran agujero. Entraron y cuando ya iban por la mitad, detrás de ellos apareció alguien con una luz; se giraron un poco asustados y vieron a aquella persona. ¡Qué sorpresa! Resulta que era Larra. Después del gran susto, siguieron hacia delante. Juliette se agarró a Hugo y Erika, a Larra. En ese momento, Erika sintió una rara sensación en su estómago. Por fin, ya llegaron al final del pasillo donde había una puerta y a su alrededor un montón de velas. Hugo, el más valiente, abrió la puerta y detrás de esta, se encontraba un gran cristal. A través de él, se podía observar una mujer de unos veinticinco años tumbada en una cama de un hospital. Junto a ella había unas personas que le sonaban de algo a Erika aunque para los demás era unas simples personas. La puerta se cerró de golpe y los muros empezaron lentamente a cerrarse. Los cuatro corrieron deprisa antes de que se cerraran del todo y se quedasen allí atrapados. Fueron a la habitación, cada uno se tumbó en su cama y comenzaron a dormir. Erika se mantuvo despierta pensando en dos cosas: primero en qué era esa rara sensación que sintió cuando se dio la mano con Larra, un chico que le parecía interesante, y después pensó en quién podía ser aquella mujer y esas personas que le sonaban. No consiguió averiguar nada, así que se fue a dormir. Empezó un nuevo día en el que Erika se tiró pensando qué sería esa sensación rara que le iba aumentando poco a poco, sobre todo, cada vez que miraba, pensaba o estaba con Larra. Pasaron tres días y Erika se dio cuenta de una de las dos incógnitas. Resulta que esa rara sensación se provocaba porque ella, en verdad, estaba enamorada, cosa que ella no reconoció hasta ese momento. Día tras día, se enamoraba más de él. Ella no podía aguantar más ese amor hacia él, hasta que un día, decidió pedirle salir, sabiendo que podía ser rechazada. Se armó de valor, se acerco a él y empezaron a hablar. — Buenos días Larra, quería decirte una cosa. A lo largo de estos días he estado pensando y me he dado cuenta de que… me he enamorado de ti. No sé si este amor será correspondido, pero, ¿quieres ser mi novio? — le confesó Erika. — Pues, resulta que tú a mí también me gustas. Desde aquel día que te conocí, me pareciste una chica interesante. Así que, ¡Sí, quiero ser tu novio! — le contestó Larra. Después de esta conversación, Larra y Erika, se cogieron de la mano y se dirigieron hacia Juliette y Hugo. Les contaron que eran novios y ambos se asombraron, no se lo podían creer. Al cabo de unos cuantos meses, Larra y Erika, seguían siendo novios. Hasta que un día a Larra se tuvo que marchar de allí. Ella cuando se enteró de que tendrían que separarse, no se lo podía creer. Llegó la tarde, Larra ya se iba, pero antes de irse, Erika le dio un enorme abrazo que terminó en un beso. Se juntaron, acercaron sus cabezas, cerraron los ojos y se besaron. Cuando Erika abrió los ojos, se asombró. Ya no estaba en aquel internado sino en aquel hospital que vio a través del cristal. Al parecer, esa mujer era ella y aquellas 17
personas que tanto le sonaban, eran sus padres. Y a los cuatro dĂas del despertar, resulta que Erika falleciĂł por una parada cardĂaca.
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Ese día, después de llegar del instituto, Laura se dispuso a continuar con su nueva crítica acerca de la inestabilidad económica y política de España en la actualidad. No era un trabajo de clase, ni nada por el estilo. A menudo se sentía lejos de su sociedad, inconformista, y desde hace dos años, cuando ella tenía 13, decidió intentar aportar un cambio en esta, lanzando trabajos y críticas sobre la pésima situación de su país, y proponiendo avances en ciertos aspectos que otros países ya poseían. Ella consideraba que los españoles eran demasiado conformistas, que se dejaban llevar por los políticos y sus sucias trampas para manipular el país a su antojo. También se percataba en que la crisis económica por la que estaba pasando España, había producido una desconfianza en las relaciones que había entre los demás países de la Unión Europea, y como consecuencia, la prima de riesgo estaba subiendo disparatadamente. Esto a Laura por una parte le alegraba, ya que así, sentía el apoyo de los demás países al no ser la única que no confiaba en su país español.
Ese día, José, también conocido como Larra, terminó de escribir su columna en el periódico “Acciones y política”. Pensó que no estaría mal hablar un poco sobre “La Innovación”, ese tema el cual a él le gustaba mucho debatir. Criticaba la inocencia que tenían los ciudadanos al seguir apoyando al gobierno, tras innumerables fallos que cometieron. En España, un año antes de que Mariano José de Larra naciese, surgió una Guerra de la Independencia contra la invasión Napoleónica. Esto trajo consigo muchos cambios, y José la consideraba el inicio de un caos del que España no iba a salir nunca. A partir de esa guerra, el Antiguo Régimen fue eliminado por la burguesía, y produjo transformaciones sociales y políticas. Larra se dedicaba a escribir, tanto críticas en prosa como en verso. Últimamente también había decidido escribir obras de teatro, aptas para el pueblo al que él definía como inculto y analfabeto. A través de todo esto, confiaba en que este, pudiese cambiar y avanzar a la par que los demás países.
Laura sabía que tenía razón, y que si el gobierno lograse escucharla, podría mejorar muchísimo la situación de España. ---¿Cuánta gente se ha preocupado tanto como yo en el avance de España?--- le preguntó a Dylan, su único amigo que la entendía. ---¿Los políticos?--- dijo con ironía y ocultando unas risas. ---Ya, claro... Los políticos que nos roban dinero y nos meten en una crisis tras otra--respondió Laura frunciendo el ceño. Dylan rodeó los ojos con cierta cara de inocencia, y acto seguido Laura continuó diciendo--- Odio este mundo ignorante. Me esfuerzo para que cambie, y nadie me hace caso, ni recibo nada a cambio. ---Pero Laura, a ver, cuando te refieres a “la pésima situación de España”, ¿a qué te refieres concretamente?- preguntó Dylan. Laura abrió los ojos asombrada, y pensó que esa pregunta era demasiado obvia como 20
para que fuese en serio, pero tras ver la cara de interrogación de Dylan, respondió: ---Pues, me refiero a que España no está avanzando, mientras que otros países sí. Estoy segura de que hace años y años seguía en la misma situación que ahora, tanto política, económica, cultural y socialmente hablando. Sin embargo, mira a Francia, o Inglaterra, son dos grandes potencias europeas, ¿por qué España no? Hay que hacer cambios, Dylan. ---Si tan segura estás, demuéstralo.
---Este es el último ensayo, por favor chicos, ponedle empeño.--- se dirigió Larra hacia los actores de su obra de teatro.--- venga, una vez más. Pero él seguía viendo los mismos fallos y las mismas caras desanimadas de los allí presentes. ---No, no, ¡no! !Mal, muy mal!- gritaba exhausto. ---Pero, Don José, usted nos había dicho que... ---¡Olvidadlo! ¡Olvidad lo que os he dicho! Esto es imposible. ¿Tenéis la remota idea de por quién hago esto? Hubo un silencio demasiado largo, que tras unos instantes fue sustituido por una situación lo suficientemente incómoda como para que los oyentes se estremeciesen. “Esto es increíble, ni siquiera se molestan en esforzarse por entenderme”, pensó Larra. ---Lo hago por vosotros, ignorantes.--- fueron sus últimas palabras antes de salir del auditorio. Se sentía mal, agotado, tan pesado como la atmósfera que le rodeaba esa mañana de invierno. A eso se le sumaba la mezcla de angustia y coraje que padecía al pasar todos los día por ese quiosco de prensa con sus malditas frases de consuelo que los políticos decían en las portadas de los periódicos del escaparate. Llegó a su casa. Aunque él la definiese como una vivienda bien espaciada, se organizaba en tres simples habitaciones: cocina, baño y dormitorio; con paredes desgastadas, muebles descuidados y ventanas forzosamente pequeñas que apenas dejaban pasar ningún atisbo de luz. Tras entrar a su dormitorio, constituido por apenas una cama, una silla y un escritorio que servía de lugar de encuentro entre sus obras y él, se sentó casi inconscientemente en su silla de madera de roble, pensando qué podía hacer para que todos sus esfuerzos tuviesen resultado. Su tarde se redujo a cuatro horas mirando hacia la mesa con la vista cansada, mientras dejaba caer su cabeza sobre sus manos a la vez que se masajeaba la sien, alentando a su cerebro para que pudiese darle alguna solución a todo. “Si pudiese demostrarle a la gente lo mucho que se están equivocando y el escaso avance que estamos teniendo...”, pensó. De repente, como si de una estrella fugaz se 21
tratase, una enorme y estupendísima idea se le vino a la mente.
Al llegar a su casa después de estar con Dylan, seguía dándole vueltas a cómo podría demostrar el avance apenas nulo que España estaba teniendo. ---¡Ya estoy en casa!--- dijo mientras dejaba su abrigo de pelo en el perchero del hall. ---Laura, mira, tienes correo.--- apareció su madre con un sobre en su mano. La chica se percató en el sello tan extravagante que tenía. ---¿Desde cuando la gente sigue mandando cartas por buzón?--- preguntó Laura con entonación burlona. ---Desde que llevan el sello del parlamento de Madrid, corazón. Inmediatamente cogió la carta, subió a su cuarto en la planta de arriba, y con impaciencia pero a su vez con cuidado, abrió la carta tras comprobar una tercera vez que en el sobre ponía “Gobierno de España, para Laura Gil Medina”, y se dispuso a leerla. Apenas cinco minutos después comenzó a gritar y saltar de felicidad. Al fin la vida le estaba dando una oportunidad a todo su esfuerzo, o mejor dicho, el gobierno se la estaba dando. En la carta, el mismísimo presidente se dirigió a Laura para comunicarle que habían tomado la decisión de leer sus críticas y tomarlas en cuenta, pero con una condición: debe encontrar un documento del pasado que demuestre que como según ella dice, “la situación de España es la misma que desde hace años”. De repente, su cara eufórica se dejó llevar por el estrés y el pesimismo. Ella era consciente de lo difícil que iba a ser eso. ¿Cómo iba a encontrar un documento escrito de hace tantos años?
Lo único que quería Larra era poder aportar su granito de arena en este mundo infeliz y avaricioso, gobernado por la desestabilidad social, el egoísmo y la pobreza. Pero, al ver que sus esfuerzos en sus obras y críticas no daban resultado, tomó la más importante decisión de su vida. Escribir un diario. Aparentemente parece algo simple y sin utilidad, pero él no pensaba hacerlo sin finalidad ninguna. Se dispuso a dejar su trabajo como escritor crítico de columnas , y sus últimos años se los dedicó a ese diario. Pensó que, al menos, aunque la sociedad de su actualidad no le tomase en cuenta, tenía la esperanza de que algún día, la sociedad del futuro, más cambiada que ahora, se pudiese dar cuenta de lo mucho que Mariano José se esforzó para cambiar la de su tiempo, y como velaba por ella, aportándoles sugerencias de avance, cambios en la organización económica y política, tanto como en ciertas costumbres ya anticuadas que España todavía poseía. Y ese libro lo guardaría, cual mayor tesoro, en algún lugar oscuro, esperando a que alguien pudiese ser esa luz victoriosa que le daría el reconocimiento por todo lo que José intentó. Unos años más tarde después de que Larra concluyese su última hoja de su diario con su pequeña y vulgar firma, al ver que no tenía ninguna misión más que realizar en su vida, junto la depresión que su país le trajo, recurrió al suicidio.
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Pasaron semanas desde que Laura intentó dar con el sitio donde pudiese encontrar un documento histórico lo suficientemente realista para que el gobierno lo aceptase. Fue a numerosas bibliotecas, habló con cien mil profesores, pero la mayoría de las veces, la información que le daban no era la que ella buscaba. La desesperación se comenzó a apoderar de ella. Se sentía francamente vencida y sin fuerzas para seguir buscando. Era Sábado, y había permanecido todo el día en la zona “Histórica del siglo XIX” de la biblioteca más importante de su ciudad. No era de extrañar que en el siglo XXI poca gente asistiera a esos lugares, cuando lo más cómodo y normal era consultar en Google en caso de alguna duda existencial. Aún así, Laura aprendió que internet no lo sabía todo. Sin éxisto, se marchó cabizbaja a su casa, evitando pensar en el angustioso tema durante el camino de vuelta a su hogar. “¿Qué haré ahora? Para una oportunidad que me dan... no voy a saber aprovecharla...” se decía. ---¡Laura, encanto! Ella solo escuchó la segunda vez que la llamaron. ---Hola abuela...--- respondió la chica con un tono no muy animado. ---¡¿Qué maneras son esas de saludar a tu abuela?! --- reprochó la anciana. ---Lo siento, llevo unos días muy ajetreados... ---Bueno, mira, vente a casa de tu abu que te he preparado unas galletas para que te animes.--- dijo la mujer acompañada por una sonrisa inocente.
Sin tener otra opción Laura se fue a casa de su abuela. Nunca lo admitía, pero esa casa le transmitía felicidad y paz, ya fuese por los colores llamativos y chillones que la componían, o la atmósfera tan pura que se respiraba allí dentro. Entraron al salón, y justo entonces la chica de 15 años se percató en lo que parecía ser un viejo cuadernillo tamaño cuartilla, de color marrón pálido, y con pequeños mordiscos producidos aparentemente por unos ratoncillos, situado encima de la mesa. ---¿Y esto, abuela?--- preguntó intrigante la chica. ---Tu madre me contó todo, lo de la carta del gobierno, tus increíbles críticas sobre el país... Así que estuve buscando durante días por todo el sótano, y mira lo que encontré.-- dijo la abuela con un tono triunfante. Un poco confusa, Laura se dispuso a abrir el supuesto libro en cuya portada se podía ver costosamente unas letras refinadas y cuidadas que indicaban: “Diario de Mariano José Larra, España en el siglo XIX, 1832-1834”. Estuvo callada unos quince minutos mientras intentaba releer el contenido de este. No necesitó leer más de dos escasas hojas para lanzarse hacia su abuela y agradecérselo como nunca antes. 23
---Creo que con esto les callarás la boca a todos esos políticos corruptos--- dijo la anciana. ---Pero, abuela... ¿cómo has conseguido esto? ---Dale las gracias a tu tatara-tío, que fue el que escribió esto hace mucho tiempo, cualquiera diría que eres igual que él. Fue un libro que realizó para darnos a conocer a la sociedad futura como era todo antes. Pasó de generación en generación y nadie le puso el mínimo interés en leerlo, por lo que se mantuvo en secreto. Tu madre y yo estuvimos esperando con la esperanza de que lo necesitases algún día, y creo que ha llegado el momento.--- aclaró la mujer mayor con una tierna sonrisa y los ojos entrecerrados.
Un par de semanas después, una carta con otro sello elegante le esperaba encima de su cama a Laura. Cuando lo leyó, notó como sus ojos se humedecieron y un escalofrío le recorrió la mejilla, acompañado por la sonrisa y felicidad más grande del mundo.
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En una fría noche, una noche que helaba mi cuerpo, quería salir de aquel horripilante lugar. Me sentía solo, quería calentar mi cuerpo, pero no podía porque era pobre y no tenía nada de dinero. Solía pedir en casas para que me dieran un par de monedas, pero no conseguía nada. Fui a casa del duque de Londres a pedirle algo de dinero, pero no daba ni una miseria de sus monedas. Así que paseando por la plaza Mayor, vi a una mujer que la condenaban a muerte por ser una bruja aunque yo lo veía con cara amable. Era una mujer delgada y tenía el pelo rizado. Me quede pensando un par de minutos sobre aquel acontecimiento y me dije a mí mismo: ¡Porque no era yo aquella mujer y acabar con este sufrimiento de hambre, terror, frío y la soledad. Así que me fui en el momento cuando la guillotinaban. Seguía y seguía buscando cobijo para pasar la siguiente noche. Me encontré una caja de cartón mojada y la utilice para dormir. Mientras me fui a un callejón para dormir pero me encontré al gobernador con un par de soldados abusando de unos campesinos. Me vieron y fueron detrás de mí para pegarme por diversión. Después de pegarme con palos y a patadas. Estuve desmayado toda la noche. Me desperté con hambre, dolor y lleno de moratones. ¡Cuando acabaría esta desgracia! Seguía y seguía pasando los días pero apenas mejoraba mi situación en la sociedad. Solo sobrevivía a base de pan de los burgueses que tiraban y agua de charcos. Hasta que vi a una maravillosa mujer noble que estaba en el restaurante Big Ben, al lado del Big Ben. Me quede esperándola a que saliera. Pero cuando salía aquella muchacha tenía dos soldados como guardaespaldas. Después de seguirla hora y hora no se despegaba de aquellos soldados. Se metió en el castillo real y por fin la encontré sola. Fui rápidamente a hablarle pero llamó a los guardias y me echaron a patadas. Volví a mis andadas en busca de algo de comer pero nada, la gente no daba ni una miga de pan. Solo podía ver a los burgueses gastándose el dinero en zapatos, ropa, sombreros muy llamativos que solo se pondrían en una de su corta vida. Los príncipes con sus fiestas ridículas y los reyes no paraban de poner nuevas normas hasta convertirse en cada vez más corruptos. Nosotros el pueblo estábamos cada vez más pobres, los campesinos se empobrecían porque el rey pedía demasiados kilos de arroz, los artesanos también se empobrecían porque los precios bajaron tanto que hasta podían regalarlos. Hasta que se me ocurrió una idea que no sabría si funcionaria. Esa idea era hacer que una amigo mío para a formar parte del gobierno y así hacer comprender al pueblo lo de destituir al rey. Ese buen hombre, buen amigo, buena gente era Mariano José de
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Larra que volvió a de Francia para hacer que España fuera como los otros países y no fueran retrasados que eran como nos llamaban. Lo conocí hace muchos años, cuando yo era joven y éramos vecinos. Antes vivíamos juntos en el mismo barrio y solíamos jugar los 2. Hasta que un día cuando mis padres salieron de paseo, el gobernador por diversión atropelló a mis padres cuando paraban para ir al banco. Ese día jure que me vengaría con mi amigo Larra pero debido a eso, Larra y sus padres se mudaron a Francia para tener una vida mejor. Y así fue, nosotros nos mandamos cartas cuando podíamos. Yo le escribía mucho sobre que no encontraba trabajo y que un día de estos perdería mi casa y al final la perdí. Me quede sin comida, sin agua y sin casa. Mientras que él tenía una vida mejor, tenía una buena casa, comida y agua. Por eso le dije que volviéramos para volver a cambiar hasta ahora. Y así fue, mañana llega. Ese mismo día me fui a dormir para descansar bien para poder hacer algo porque mañana sería un día muy largo y muy cansado. Por la mañana me desperté sobre las 8 de la mañana y fui rápidamente a la estación de tren, donde vendría sobre las 11. Me quede esperando y pasaron las horas hasta que por fin llegó las 11. Oí un silbato, era el del tren, me levante rápido del banco fui rápido al arcén. El tren aparcó y salió gente, tanta que no encontraba a Larra, hasta que la gente se fue y Larra se quedó buscándome. Por el camino se quedó muy impresionado sobre cómo estaba yo en la sociedad y me pregunto cómo sobrevivía a estas condiciones, entonces yo le dije –Que no me gusta esta vida y que suicidaría de un día a otro. Hasta que le dije la idea de cambiar España, a él le parecía buena idea así que lo intentamos. El primer paso sería buscar un par de amigos para aumentar la campaña y tener más apoyo ya que las elecciones serian el próximo viernes. Fui a buscar a Guillermo, Samuel, Alex, Fran, Tomás, Pancho, Chema y Rafa. Buscamos más gente a que se animara. Estábamos en total unas 68 personas. Fuimos a la Plaza Mayor y hicimos huelga hasta que nos llamaron la atención, pero nosotros decidimos quedarnos ahí hasta que nos hicieran caso. Día y noche pidiendo ayuda para acabar con la monarquía. Hasta que pasó el rey y fuimos a por él. Vinieron los soldados para separarnos y salimos corriendo hacia la plaza para separarlos y poder matarlos 1 a 1. Llegué a la plaza Príncipe Juan XXVI y vi que no me seguía nadie. Después me fui poco a poco para que no me descubrieran por callejones, hasta que me di cuenta que mataron a todos menos a Alex y a mí.
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Fui detrás de cada soldado matándolo con mi cuchillo que llevaba en el bolsillo, cada vez quedaban menos. Por los menos había 50 soldados y solo llevaba a 10 muertos. Cada apuñalaba que daba era como una persona libre para nosotros, hasta que no vi a más soldados y decidí ir a por el rey que estaba en la iglesia. Llegue y estaba en el medio, pensé que era demasiado fácil por si podía ser una trampa. Y así era fui a por el y me empezaron a disparar con sus mosquetes. Pero logré clavarle el cuchillo al rey y toda España se convirtió en una monarquía constitucional.
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Esa noche fue la noche más larga de su vida, no podía dormir, vuelta tras vuelta, postura tras postura pero no había manera. Ese momento placentero de dormir se había convertido en una pesadilla insufrible y él tenía la certeza de que habría sido así para su padre, que aunque pareciera no afectarle todo aquello también era humano. Su madre que siempre pensaba demasiado las cosas, y su hermano pequeño que aún era demasiado pequeño, y todo aquello, no lo entendía muy bien. Pero, solo de pensar todo lo que se le venía encima se deprimía, él intentaba hacerse a la idea pero no concebía dejar atrás su casa, sus raíces, sus amigos, e incluso algo más que eso. Solo porque a su padre lo trasladasen a una nueva ciudad más grande, más bonita y más todo... Donde se suponía que iba a estar mejor que donde él ya vivía. Miró a la ventana y al fin comenzó a ver los primeros rayos de sol, una auténtica maravilla, eso significaba que pronto acabaría esa noche de alacranes para empezar un nuevo día de desconcierto y miedos. La casa ya estaba vacía, solo quedaban los objetos personales y unas cuantas cajas al lado de la puerta para cargarlas en el coche. Cerró la puerta, miró todos los rincones de aquella casa donde había pasado los últimos mejores años su vida, le costaba hacerse a la idea de que ya no volvería nunca más a aquel sitio. Se montó en el coche y comenzó la nueva aventura. Con el coche fueron hasta una estación de tren cercana a nuestra ciudad y ahí se montaron en el tren y emprendieron un viaje de más de 8 horas de trayecto. Le encantaba viajar, incluso cuando el viaje le parecía aburrido, porque siempre llevaba consigo en los viajes su Tablet y sus reservas de literatura (que le encantaba sobre todas las cosas). Ese día nada le llamaba la atención, pareciera que para él todo había perdido el valor habitual de las cosas, solo pensaba en su nuevo hogar, si sería como el que había tenido hasta ahora, que él hubiese preferido que fuese más grande pero, aunque era más bien pequeña, no le importaba. Pensaba en sus nuevos amigos, en sus vecinos, las tiendas donde su madre le mandaría a comprar las cosas para la casa, en definitiva, su nueva vida. El tren hizo su última parada antes de la suya, 15 minutos le separaban de su nuevo destino, él iba en la ventanilla, entraron en un túnel y cuando salieron de él, se encontró un paisaje muy bonito, nunca había visto algo así, era precioso, casi parecía un sueño. El tren paró y los viajeros comenzaron a bajarse del tren, una cosa que él había observado sobre todas las cosas durante el viaje era la educación que allí la gente tenía y, eso aún más se corroboró, cuando bajó del tren y salió de la estación, calles limpias, buenos modales... Sus dos primeras semanas allí fueron horrorosas. En la escuela “le daban por todos lados” aunque él había entrado en el nivel que le correspondía, el cambio fue brutal, el conocimiento que en esa zona tenía no tenía ni punto de comparación con donde él vivía, pero todos los compañeros se ofrecían a ayudarle. Su casa ya estaba acomodada, además era más grande que en la que él vivía, al fin y al cabo parecía que el trabajo “difícil” solo sería acostumbrarse porque cada vez él estaba más convencido de que había salido ganando con el cambio. Hacía dos meses allí ya, vaya, cuánto tiempo visto desde fuera pero no era así, a él se le había pasado volando. Había aprendido mucho sobre toda la educación que tenía aquella gente y ya no era solo eso sino como entre todos lo hacían todo mantenían las calles limpias, cuidaban todo lo público... Después de un año su padre le dijo que tendrían que volver a su antigua casa y ahora era 30
él el que no quería volver, se había enamorado de una chica de su misma clase y no estaba dispuesto a perderla. Tras un tiempo de discusión con su familia al final él tuvo que ceder y habló con su novia y lo sorprendente es que ella decidió que se iba con él a su antigua ciudad.
Cuando volvió no lo entendía, resulta que la gente con la que él había pasado toda su vida casi le había olvidado. Todo había cambiado muchísimo, sus vecinos ya no eran los mismos, calles sucias, nadie respetaba a los demás, era impresionante, ni él mismo recordaba su ciudad así. Y si para él era una sorpresa, su novia parecía estar viviendo como una especie de “cámara oculta”. Tras unas cuantas semanas él llegó a la conclusión de que no podía dejar su sociedad así. Sentía la obligación de hacer las cosas bien. Al principio él se lo preguntaba a sus padres y ellos debían de confesar que se habían dado cuenta en ese sentido del cambio pero su padre le decía que era inútil que él intentara hacer algo, que no funcionaría, que algo tan grande como una nación entera nunca se podría cambiar. Él estaba muy en desacuerdo con su padre (de esto siempre hablaban en la hora de la comida que era cuando toda la familia estaba reunida), no lo entendía, cómo podía ser así, era su padre, se enfadó muchísimo tiró todos los platos al suelo, parecía que estaba loco y no conforme con esto se lanzó a la calle, fue a todos los periódicos y revistas pidiendo que difundieran su caso y lo ayudaran a difundir su caso. Como era de esperar nadie quería publicar eso y ahí fue cuando aumentó su frustración. Siguió pasando el tiempo, en la escuela, para hacerlo todo bien apenas tenía que esforzarse, porque antes a él le habían exigido muchísimo. Sin embargo, sus compañeros siempre estaban agobiados porque no sabían algo o no se enteraban de la explicación, él siempre estaba dispuesto a ayudar para, como objetivo de fondo, mejorar la sociedad y la incultura que había en su país. Muy pocos de sus compañeros se dejaban ayudar, pero los que sí lo hacían siempre le daban las gracias por su amabilidad y generosidad. Hacía ya algunas semanas, él había empezado a tener una especie de sueños muy raros. En los que él se veía como un cuerpo extraño y se metía dentro de su propio cuerpo. Un lugar muy tenebroso y confuso, estaba como por una carretera y de pronto había montones de bifurcaciones, en unas veía una señal que le gustaban pero el camino era realmente complicado, y en otras veía una señal que no le gustaba pero un camino muy sencillo, estaba a punto de decidirse cuando de pronto, ring... suena el despertador y fue como si de pronto y después de estar ahogado durante toda la noche, le hubiese entrado una bocanada de aire fresco hasta el último rincón de sus pulmones. Pasó toda la mañana y parte de los días siguientes intentando descifrar, sin éxito, ese sueño recurrente. Tras pocos días más no tardó en darse cuenta, y ver que era en la situación en la que él estaba, dejar que su sociedad siguiese yendo hacia la incultura, y la poca formación de las personas, o encauzar su sociedad. Al ver el dilema moral que tenía, se puso a buscar y a buscar si él era el único que se sentía así. Tarde tras tarde y cuando tenía un rato, seguía buscando dio así con una biografía de un personaje de la historia del romanticismo español: Mariano José De Larra. Le llamo muchísimo la atención y siguió leyendo, resulta de que ese hombre vivía en España pero abandonó su patria, al igual que él y cuando volvió se dio cuenta de lo atrasada que España ya vivía, y que para 31
intentar cambiar esto este hombre participaba en política, hacia teatro a modo de aprendizaje, para que la gente al ver sus actuaciones aprendiera, pero pese a todo esto este hombre no consiguió realizar ningún cambio en la sociedad, como él de momento. A la corta edad de 27 años se suicidó, lleno de frustración y desesperación al ver que no conseguía nada. Cuando leyó esto, se quedó paralizado, ¿cómo una persona podía llegar a esto por no conseguir lo que se propuso? Se preguntaba. Mañana tras mañana, él seguía levantándose muy temprano y haciendo una serie de cosas que con los años había ido perfeccionando. Nada más despertarse se ponía sus zapatillas de running y su chándal y se iba a correr su media horita, después se duchaba y repasaba un poquito, desayunaba un zumo de naranja y limón con la pulpa de la naranja, pero sin la pulpa del limón, y una tostada de aceite con tomate, después se iba caminando hacia el instituto.
No abandonaba sus ideales, seguía viendo todo aquello en sus calles, en su generación, en su sociedad en general. Ya empezaba a pensar en terminar su vida de la misma manera en que Larra lo hizo, pero de inmediato una voz retumbó en su cabeza no, no, eso nunca, no se iba a rendir sin luchar fuerte. Su última invención fue colocar carteles para anunciar que él daría una charla de cómo veía la sociedad. Pensó que sería mejor idea intentar convencer a la población haciéndole ver sus fallos, que convenciéndolos porque sí. No daba crédito a lo que estaba viendo, había asistido más gente de la que él se esperaba, y lo mejor de todo era que lo habían comprendido. Se habían dado cuenta de lo que estaban haciendo mal y pretendían cambiarlo. Pero él sabía que con eso no era suficiente, tenía que hacer que más gente se enterara, por eso necesitaba hacerlo cada vez más grande, que más gente le escuchara. Una conferencia a nivel nacional, eso sería una gran idea. Aunque una pequeña parte de él estaba seguro de que no podía ser todo tan fácil. Lo consiguió hizo posible lo que parecía imposible reunió a la gran mayoría del país, aunque lo hizo por sectores, y no todos juntos porque, era físicamente imposible. Los resultados fueron muy buenos todos captaron la importancia de esa reunión, he hicieron todo lo posible por cambiarse a ellos mismos y solo así y entre todos poder cambiar su sociedad y dejarla muchísimo mejor para generaciones venideras. Después de todo, esto habló con su padre y este le dio la enhorabuena pues nadie había conseguido nada semejante jamás. Su novia que había vuelto con sus padres una temporada, cuando regresó no reconocía ese país enseguida le vino a la mente y sabía quién había podido ser el culpable de ese cambio, como no, su novio. Durante varios días todos los periódicos y revistas querían entrevistas suyas, y él aparte de recalcar el trabajo que le había llevado conseguir eso, y la cantidad de veces que se había planteado abandonar, dijo que sin la ayuda y todo el apoyo de su novia no habría sido capaz de lograr lo que logró. Fue entonces cuando la prensa se volcó en ella y también le hicieron numerosas preguntas. Varios meses después todo seguía perfecto, llegaban las navidades tiempo de reunirse con la familia y de descansar de una rutina diaria, fue una gran navidad para todos, en gran parte gracias a su ayuda. Eran ya mediados de enero, y se estaba produciendo un 32
fenómeno extraño todavía nadie había empezado a trabajar, ni a continuar como antes. Era evidente, tras abandonar, por un pequeño periodo de tiempo, la vida de esfuerzo y dedicación, se habían vuelto a acostumbrar a esa vida de no hacer nada e ignorancia. Estaba desquiciado, era imposible que todo el esfuerzo que había hecho se esfumase en menos de un mes, no podía ser, ahora sí, ya estaba cansado de luchar y entre rabia y desesperación decidió quitarse la vida por la misma razón que Larra y dejar esa misión, imposible, por lo que él había visto para otra persona. Buscó cómo y cuándo se suicidó Larra porque decidió quitarse la vida de la misma manera que él y el mismo día. En la noche del 13 de febrero de 1837... Larra se suicidó de un pistoletazo en la sien derecha a la edad de 27 años. Ya lo había encontrado, era 10 de febrero por lo que solo tendría que esperar tres días y conseguir un arma. Conseguir el arma fue relativamente fácil se la cogió a su abuelo que fue oficial del ejército y la guardó en su casa esperando el día. Ya era el día 13 de febrero, sus padres y su hermano habían salido, así que era el momento, sin apenas acordarse de su familia, su novia, y solo cegado por esa ira, apretó el gatillo delante de su sien derecha, poniendo así fin a su vida.
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Hace ya tiempo Alfonso estaba sentado en su sofá cuando jugaba a Clash of Clans pensando que aventuras le traería su próximo viaje de invierno con sus amigos. Él tenía planeado ir a Sevilla, para conocer más sobre uno de los principales personajes del Romanticismo. Sus amigos le apoyaron ya que el profesor de lengua les mandó que escribieran un relato sobre dicho género de literatura que deberían entregar a la vuelta de las vacaciones. Cuando llegaron las vacaciones, Alfonso y su amigo Pablo fueron a recoger las notas del primer trimestre. Gran satisfacción mostraba el rostro de Pablo, no tanto la de Alfonso, ya que observaba con disgusto el 4 que el profesor de lengua le había puesto. Junto a la nota había escrito una frase: Para aprobar debes hacer muy bien el relato. Cuando Alfonso llegó a su casa y le enseñó las notas a sus padres, estos le miraron con alegría y dijeron: puedes ir a Sevilla con tus amigos estas vacaciones. Todos sus amigos: Alberto, Javier y José, dijeron por el grupo de su grupo de amigos que sus padres si le dejaban ir al viaje. Todos menos Pablo, que al suspender lengua, no le dejaron ir. Deciden ir a casa del profesor de dicha asignatura, y tratar de que convenza a los padres de Pablo de que lo dejasen ir al viaje, alegando claro que iban para aprender más sobre el Romanticismo. Este al ser insistido por los chicos durante varios días, accede a hablar con los padres de Pablo y solo consigue que Pablo vaya, si los acompaña el mismo. 6 días después, los chicos junto con el profesor, se dirigen rumbo a Sevilla en el autobús, concretamente, a conocer más sobre Becquer. Cuando llegan, van a la casa de dicho autor, cuando de repente se ven engullidos por la puerta y pierden el conocimiento. Cuando se despiertan, se encuentran en el año 1853, nadie les puede ver, pero ellos a la gente sí. Deciden seguir a Becquer en su día a día. Y Pablo toma nota de todo. Después de las primeras horas de incesantes preguntas de los chicos sobre que les estaba pasando, el profesor se hartó y dijo: No lo sé, ¿queréis dejar de preguntarme? Yo no sé nada!
Durmieron en un hotel de lujo de la época que estaba vacío. A la mañana siguiente, se despiertan en un desierto con un papel frente a ellos. El papel decía: Si de aquí quieres salir profesor, con los alumnos debes portarte mejor. A Pablo lo aprobaras, ya que está trabajando sin parar. Como muestra de mi 36
compasivilidad, para salir de aquí solo deberás pasar con los chicos en este submundo, 3 días más junto a mí. Fdo: Gustavo Adolfo Becquer. Al leer esto el profesor quedó asombrado y los chicos se frotaban las manos y le amenazaban al profesor con que debería de aprobarles. Este decide callarse durante todo el día. Lo bueno de este submundo, es que no pasaban hambre, sed, frio ni calor. Por lo que no tienen casi ninguna necesidad. Al día siguiente en el desierto, había otro papel junto a ellos. El papel decía: si la asignatura queréis aprobar, al profesor no debéis amenazar y muchas horas debéis trabajar. Fdo: Gustavo Adolfo Bécquer. Cuando el profesor lee esto empieza a reírse de ellos. Pero minutos más tarde deciden ponerse de acuerdo para salir de ahí. Ya solo le quedaban un día junto a Bécquer. De este día aprendieron sobre todo, la actitud pésima que tenían la gente en esa época. Bécquer no dejaba de quejarse por todo, y esto lo remarcó mucho Pablo. De repente, al despertar el último día, aparecieron frente a la puerta. Junto a ellos, un papel que decía: Un placer, espero haberles sido útil. Fdo.: Gustavo Adolfo Bécquer. Deciden irse para Mengíbar, ya que todo les pareció muy raro. Cuando volvían, todos escribían durante días y días esta historia. Cuando llegaron de las vacaciones, quedaron en reunirse todos los amigos junto al profesor para ir otra vez a Sevilla, para vivir la misma aventura en vacaciones de Semana Santa. Como es de esperar, decidieron no hablar con nadie sobre lo sucedido. To be continued…
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Un día como otro cualquiera de noviembre me encontraba en la Biblioteca Nacional, un poco aburrida sin saber qué hacer. Me metí en las noticias de Internet y lo primero que vi fue “CADÁVER DESAPARECIDO EN EL CEMENTERIO DE MADRID”. Me quedé atónita y seguí leyendo. El pasado día de los Santos, cuando la familia fue a visitar al difunto familiar, vieron que el nicho estaba abierto y no había nada ni nadie dentro. No había casi nada de información, lo que me extrañó, ya que un caso como este era muy extraño. Busqué información de la familia y leí que era una familia muy rica y el fallecido debía mucho dinero. Eran las nueve y media, y al ser un día de invierno, anochecía antes. Me abrigué con mi gabardina negra, mis guantes y mi gorro de lana y puse rumbo a casa. Al llegar, no habían vuelto aún mis padres y fui a mi habitación. Encendí el ordenador, me puse el pijama y seguí buscando desde mi cama. Eran las tres de la madrugada y me quedé dormida con el ordenador. Me desperté sobresaltada y miré por la ventana. Vi a un hombre un tanto extraño con dirección al cementerio. Me entró curiosidad y le seguí. Al llegar a la puerta del cementerio, la cual estaba cerrada, se detuvo y miró hacia atrás. En ese momento me escondí y no fui vista por él. Me percaté de que tenía una cámara de fotos y una grabadora. Se adentró en el cementerio por un lado de la verja. Le seguí y al llegar al nicho se paró. – Sé que llevas un rato siguiéndome dijo – dijo el sospechoso confiado. – ¿Quién eres y qué estás haciendo aquí? – dije intentando parecer valiente, pero estaba aterrada; aquel lugar y ese extraño sujeto me producían un gran temor. – Oh, vaya, una adolescente con carácter. Soy Mariano José de Larra, un gran periodista de “EL PAÍS”, seguro que me conoces – exclamó con aires de superioridad. – Pues, si le digo la verdad, no le conozco. ¿Puede responder mi pregunta? – le formulé de nuevo esa pregunta. – Eso podría decirle yo a usted – me contestó de una manera grosera. – Estaba paseando a mi perro, cuando se escapó y pensé que habría entrado aquí. ¿Y usted? – le dije lo primero que se me pasó por la cabeza. – Yo, como bien he dicho antes, soy periodista y durante la noche, al haber menos alboroto, podría hacer la investigación más tranquilo, pero al parecer no podrá ser – dijo mandándome una indirecta.
– No se preocupe, ya me marcho. Tengo mejores cosas que hacer que perder el tiempo hablando con usted – exalté y me dirigí hacía la salida.
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Antes de salir, me giré y lo vi una última vez; llevaba una gabardina negra, unos botines negros y tenía el pelo alborotado. No parecía ser un periodista con tanta importancia como él decía que tenía. Al llegar a casa, siendo las cuatro de la madrugada, volví a dormir. Cuando desperté, cogí el ordenador y empecé a buscar periódicos en los que aceptasen prácticas de periodistas novatos, lo que soy yo. Vi que en “EL PAÍS” aceptan prácticas, así que voy a dirigirme allí de inmediato. Estuve hablando con el director, y no tuvieron problemas al aceptarme allí. Empecé trabajando llevando cafés y haciendo fotocopias, como cualquier becaria, pero sé que tarde o temprano podré hacer lo que a mí realmente me gusta: hacer entrevistas y ejercer la profesión de periodista. Al salir del edificio, tras haber tenido un día horrible, me tropecé con una persona conocida. Sí, era él, Mariano José de Larra. – ¿Qué haces aquí? – me preguntó. – He empezado a trabajar aquí haciendo las prácticas. Por cierto, ¿qué tal el caso del misterioso cadáver desaparecido? No he visto nada en la prensa de hoy. – le dije mientras recogía unos folios que se me habían caído. – Pues no me ha dado tiempo a centrarme en el caso; he estado muy atareado con otros incidentes. Ahora que pienso, podrías ayudarme a deducir el caso del cementerio. Creo que tienes futuro en la profesión, y con este caso tan importante, mejorarías mucho en el aspecto periodístico. – me dijo mientras se le iluminaban los ojos. – ¿Cómo? ¿Que yo le ayude a usted en este caso? Me parece bien, pero, ayudarle me supondría un beneficio, ¿no cree usted? Sería lo justo – contesté. – Por supuesto. Usted tendría la oportunidad de unirse al periódico y ser mi ayudante. Por cierto, ¿cuál es tu nombre? – dijo. – Mi nombre es Sofía. Siento no habérselo dicho antes. ¿Podría empezar hoy mismo a investigar? Siento mucha curiosidad por el caso en sí. – formulé emocionada, ya que sería la primera vez que tendría un caso de verdad. – Claro, toma; aquí tienes toda la información que he conseguido desde ayer hasta esta mañana. Lo demás tienes que averiguarlo por tu cuenta – me contestó y me entregó un folio. En él estaban puestos cuáles eran los nombres de los familiares allegados y las personas a las que debía dinero, además de lo que pudo averiguar de la policía. Estaba muy emocionada; era mi primer caso. Lo primero que hice fue ir a casa y encender el ordenador. Busqué información sobre el fallecido.
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Resulta que debía dinero a hacienda, a las empresas y al banco. Además, la mafia iba tras él; Lo tenían acorralado. Averigüé el número de teléfono del jefe de policía, quien me atendió muy bien y me resolvió todas las dudas que tenía. Al parecer, justo antes de morir, la mafia fue a verlo y le dijeron que, o daba el dinero que debía o lo matarían. Presa del pánico, decidió quitarse él mismo la vida y se lo encontraron ahorcado en su despacho. Con esta información ya podía dar mi opinión y mi criterio en el artículo del periódico. Al día siguiente fui directa a hablar con Larra, quien estaba muy orgulloso de mí. Me dio la enhorabuena y me dio el resto del día libre. Lo utilicé para seguir escribiendo en mi blog. Ahí cuento lo que me sucede y lo que me hace feliz o triste. Lo que no me podía imaginar fue lo que me pasó a la mañana siguiente al leer el periódico: Larra había utilizado el artículo que fue escrito por mí para llevarse el mérito él. Estaba alucinando cuando de repente sonó mi teléfono. Era él. – ¿Has leído ya el periódico? – me formuló entre carcajadas. – Eres una rata sucia, ¿cómo has podido? – le contesté irritada. – Lo siento, pero un artículo tan bueno no puede ser expuesto a la población por una novata como tú. Además, no eres a la primera a la que le pasa esto. Este trabajo es así. El pez grande se come al pequeño. Me tengo que ir. Adiós – dijo en tono burlesco. No podía creer lo irritantes que pueden llegar a ser personas de este tipo. Pero Larra no me conocía, ni conocía mi blog. Además, me di cuenta que tenía la grabadora encendida por el tema de mi blog, y justo se grabó toda la conversación con él. Tenía que hacer algo. Esto no iba a quedar así. Tras darle vueltas horas y horas, llegué a la conclusión de que tengo que vengarme de él de la peor forma: decidí crear un artículo en mi blog diciendo cómo es el verdadero Larra. Para esto necesité información de él y la conseguí gracias al director del periódico. Tras semanas informándome y haciendo entrevistas a las personas como yo, las cuales Larra también había estafado, ya tenía el artículo escrito. Además de publicarlo, me dirigí al periódico e hice una exposición de éste. Sus compañeros se quedaron asombrados de lo que él hizo y el director lo despidió sin ningún miramiento. – ¿Qué es todo esto? ¿Qué estáis haciendo? – preguntó Larra con asombro y miedo a la vez. – Sólo estoy demostrando lo que un pez pequeño puede hacer siendo un auténtico periodista, estafador – dije con voz de enfado. – Larra, ¿puedes acompañarme un momento a mi despacho? Será breve – dijo el director decepcionado. Tras el incidente con Larra, no se volvió a escuchar nada sobre él. Su puesto de trabajo quedo bacante, el cual fue para mí por mi gran labor con ese artículo. No todo en esta vida tiene que ser así. Para poder llegar a ser una persona exitosa en tu trabajo, 42
necesitas saber trabajar y tener humildad, cosa que Larra no tenía. Y así, me convertí en lo que soy ahora, la nueva redactora jefe del periódico, el cual está muy orgulloso conmigo y con mi trabajo.
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Madrid, 1825
He escrito mi primera obra romántica Don Álvaro o la fuerza del sino, que se va a estrenar en el teatro. Mi obra narra la historia de un amor condenado al fracaso. Don Álvaro, un joven noble indiano, que se enamora de Leonor, hija del marqués de Calatrava. El hecho de que Don Álvaro fuera de procedencia indiana hacía que el marqués se opusiera al enlace así que decidieron escaparse juntos. Cuando tenían pensado huir el marqués los descubre. Don Álvaro deja caer su pistola pero accidentalmente se dispara y mata al marqués. Don Álvaro y Leonor se separan. Leonor se refugia en una ermita y Don Álvaro se alista en la armada, bajo otro nombre. Hace amistad con Carlos, hermano de Leonor, aunque ninguno conoce la verdadera identidad del otro. Cuando Carlos se entera de la verdad le reta a un duelo y Don Álvaro intenta no batirse con él, pero al final acaba matándolo. Cuando regresa a España se refugia en un monasterio, junto a la ermita donde estaba Leonor. El último de los hijos del marqués lo encuentra y lo reta a un duelo. Don Álvaro le hiere de muerte y justamente sale Leonor de la ermita que corre al cuerpo de su hermano que se estaba muriendo, que aprovecha para clavarle un puñal matándola a ella también. Don Álvaro al ver que Leonor había muerto se quita la vida precipitándose por un acantilado. Era el primer día de ensayos. Estaba en el teatro organizando las cosas y preparando las actuaciones, cuando de repente se oye abrir una puerta. Entra una mujer preciosa, con un vestido negro que hace que le resalte su piel pálida y el pelo ondulado color cobrizo; nunca había visto algo igual. Se acercó a mí y me pidió disculpas por la tardanza. Se subió al escenario y con verla allí me di cuenta que era perfecta para el papel de Leonor. Su actuación se me hizo corta, bueno a mí y a todos, seria porque estábamos disfrutando de aquel momento. Ya tenía todos los actores necesarios para la obra, ya solo faltaba ensayar. Pasaron días, y los ensayos cada vez iban mejor. Pero yo solo me centraba en ella no podía quitarle los ojos de encima, podría decir que me estaba enamorando. Pensé que lo mejor sería pedirle una cita para conocerla, así que saque valor y me acerque a ella. Me dijo su nombre, Clara, qué bonito. Pasaron los meses y al fin había llegado el día, mi obra se iba a estrenar en el Teatro del Príncipe. Todo estaba preparado, los escenarios, el vestuario, las luces… El teatro estaba lleno, no cabía ni un alfiler. Mi obra comenzó. Yo mira a todos lados para ver las expresiones de las personas, quería ver si les gustaba o no, por lo que veía seguro que sí, vivían la obra , cada momento de amor, de maldad , de tristeza. La obra acabó. Subí al escenario y la gente empezó a aplaudir, qué satisfacción tan grande que les gustara mi obra, aquel momento fue mágico. Cuando me bajé allí estaban todos esperándome, y Clara con un ramo de rosas en la mano. Se acercó, me entrego el ramo y me besó. No me podía creer lo que me estaba pasando, mi obra 46
había sido un éxito y la mujer de la que estaba enamorado me había besado. ¿Acaso se puede ser más feliz? Había pasado varios meses desde aquel día. Me había casado con Clara, supuestamente tendría que ser feliz pero no, aquello no era lo que yo pensaba. Al principio todo era muy bonito pero poco a poco aquello se fue convirtiendo en una pesadilla. Últimamente Clara salía más de lo habitual a mí no me hacía mucha gracia pero hacia cualquier cosa para verla feliz. Ella me decía que iba con sus amigas a tomar el té pero yo no la creía ya que una vez me encontré a sus amigas y me dijeron: -Hace mucho tiempo que no vemos a Clara ¿Cómo está?- Dijeron con preocupación. Desde aquel momento empecé a sospechar. Dejé pasar tiempo, quería averiguar dónde iba y ver si llegaba a contarme algo pero me di cuenta de que no, así que contrate a un detective para que la persiguiera. -¿Detective Ponce cómo va con la investigación? – dije -. -Todavía no he averiguado nada, esto tiene su tiempo. – dijo el Sr. Ponce -. -Sí ya, ¡pero estoy desesperado! Quiero saber qué me está ocultando – dije -. Ya que paso demasiado tiempo y el detective Ponce no me decía nada nuevo decidí investigar por mi cuenta. Era sábado y Clara siempre salía. -Mi amor me voy con las chicas, no llegaré tarde. – Dijo Clara que parecía ir con prisa -. -Vale yo me quedaré hoy en casa, que disfrutes. – le dije mintiéndole -. Cogí mi abrigo rápidamente y salí detrás de ella, hoy iba averiguar al fin que era lo que me ocultaba. Sigilosamente sin que se diera cuenta de que la perseguía, entro en el Westin Palace y yo detrás de ella subí las escaleras y hasta llegar a la habitación 45 de la tercera planta. Bajé rápidamente y pedí en recepción la llave de la habitación, al ser el Duque de Rivas no tuve ningún problema para que me entregaran la llave. Volví a subir otra vez, ya estaba enfrente de la puerta, más o menos sabía lo que me iba a encontrar quería ver la cara de la persona con la que me estaba engañando. Cogí fuerzas y abrí la puerta, entre al dormitorio y allí estaban los dos Clara y el detective Ponce en la cama .Se dieron la vuelta y me vieron allí ni ellos mismos se lo podían creer. Salí de allí todo lo rápido que pude sin mirar atrás y pasadas unas horas decidí irme a una cantina a beber a ver si así me olvidaba de aquello. No me podía creer que Clara me estuviera engañando y menos con el infeliz del detective Ponce, aquello fue como una apuñalada en el pecho. Que ingenuo fui al no darme cuenta antes y dejar pasar tanto tiempo. Iba a ser la comidilla de la ciudad, todo el mundo se iba a enterar de
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esto y yo iba a quedar como un cornudo, el simple hecho de pensarlo me ponía enfermo así que seguí bebiendo el resto de la noche. Abrí los ojos estaba en la calle no me acordaba de cómo había llegado hasta allí pero de lo que si me acordaba era de lo que había ocurrido esa noche, no me lo podía quitar de la cabeza así que me levanté y decidí ir a casa. Cuando llegue estaba Clara esperándome. - Bueno ya te has enterado de todo ¿contento? – dijo burlándose-. - Contento dices ¡maldita perra!- dije furioso-. - Tan poco es para que te pongas así, solo ha sido un desliz.- dijo aun burlándose-. - ¿Un desliz dices? Llevas meses haciendo esto. ¿Por qué lo has hecho? - Dije -. - Porque estaba cansada ya de ti, ¿no te has dado cuenta de que estoy contigo por interés? Qué ingenuo eres. –Dijo dando una carcajada-. - Eres una miserable esta me la vas a pagar. –dije furioso. Le agarré de los brazos y empecé a zarandearla, de la misma rabia y furia que tenía la empuje por las escaleras provocándole la muerte. Sinceramente no me daba lastima haberla matado se lo merecía por perra lo que me había hecho no tenía perdón, así que podría vivir tranquilo con eso en mi conciencia pero lo que no iba a permitir era tirarme el resto de mi vida en la cárcel por haberla matado. Rápidamente la cogí y la lleve a la buhardilla, la metí ahí como pude y la cerré con un candado para que nadie la abriera. Cogí un trapo y me puse a limpiar la sangre, gracias a Dios no había nadie en la casa que me pudiera ver ni nada. Ya todo hecho preparé la maleta y escape de allí. Tuve mucha suerte la verdad para escapar del país nadie se enteró de mi salida, seguramente me daban por muerte o que estaba de viaje, pero bueno ya me daba igual lo que pensaran ni mi profesión ni Clara ni nadie me lo iba impedir ahora. Me fui a Cuba a empezar una nueva vida, sin ataduras sin miedos y sin nada por lo que preocuparme.
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Era un día lluvioso iba de excursión a un parque tecnológico, él estaba sentado en un banco a la entrada me pregunte que hacia allí pero no conseguía comprenderlo lo observe un rato parecía ausente, deprimido, solitario. Me senté a su lado pensando que diría algo que me miraría estaba muy cerca parecía que no se había dado cuenta de que estaba allí, me fije en su cara era inexpresiva. Cuando por fin se dirigió a mi me dio una nota que ponía:”nos reuniremos pronto” me sorprendí parecía un sueño, una broma pesada pero aun así llevo razón. A las semanas lo vi estaba sentado en un banco que había enfrente de mi casa concretamente en el parque, baje por curiosidad a lo que me diría esta vez, me senté de nuevo a su lado pero esta vez cuando me senté me miro a lo ojos tenia ojos negros penetrantes, en esos ojos había algo que me resultaba curioso me volví a fijar en su cara era inexpresivo me propuso que si quería ser un romántico el me enseñaría a vivir con uno a escribir como ellos. Sus palabras fueron:”Eres joven y solitario un romántico en toda regla necesitamos que este genero de vida y escritura no se pierda necesitamos que perdure para los restos y te hemos estado observando hasta que hemos decidido presentarnos para decirte esto”. En aquel momento estaba muy nervioso podría ser una trampa o seria verdad y conseguiría aprender algo que me gusta y si sigo a lo mejor escribo incluso un libro estaba muy dubitativo pero por mi boca salieron unas palabras las cuales ni reflexione:”Iré sin falta.¿Nos veremos mañana para ver donde?” ni siquiera me dirijo la palabra solo me dio una nota con una dirección esa calle ese número me sonaban mucho pero no sabia a que se refería. Al cabo de los días me llego una carta en la cual ponía: “ Jesús hoy tendremos una reunión en la dirección la cual te entregue el otro día en aquel frío banco del parque estaremos todos lo pertenecientes a esta forma de vida que seguimos con estas costumbres. PD: Espero que traigas pluma y papel. A las 8 de la tarde estaré allí esperándote” Cuando leí eso me quede de piedra me gustaba escribir pero no estaba dispuesto a seguir dando clases de noche con un tipo al que no conozco. No se si fui por mi curiosidad o por los nervios que tenia y no sabia que hacia, me presente allí a la entrada de aquel sitio tenebroso abandonado, me recordaba a mi infancia aunque no sabría decir porque cuando entre lo recordé todo ese lugar era el orfanato donde empecé mi vida hasta que me adoptaron mis padres cuando yo vivía en aquel sitio era mucho mas alegre y lleno de vida ahora la única vida que había allí era la gente del club de romanticismo, las ratas y los demás animales que vivieran dentro de aquel sitio estaba todo muy sucio aunque todo aquello tenia una explicación que era que llevaba mucho tiempo abandonado. Cuando me vio dijo:”oh as venido de verdad la mayoría de los chicos dicen que si pero luego no vienen no se si es por este sitio o porque les da miedo lo que podamos hacer”. Yo estuve pensativo mientras que bajábamos a aquel sótano oscuro “no vendrían seguramente porque dais bastante miedo ya que os presentáis dando notas y sois tan fríos a la hora de estar en los sitios que no confían en vosotros” dije yo el me dio su aprobación con un ligero movimiento de cabeza al fin llegamos abajo ese camino se me hizo muy largo llegamos, vi poca gente pero cuando me miraron, sus caras me hicieron sentir algo que no había sentido nunca se presentaron -Lo siento por no haberme presentado antes soy Mariano José Larra -Eh, yo soy Jesús encantado Empezaron a llegar los demás “aunque ninguno de ellos hablaba eso era muy extraño” pensé yo. -El es Ángel Savedra -Ya solo queda José Espronceda -Estoy muy agradecido de que me hayáis escogido a mi pero yo solo busco algo que hasta hace poco tiempo ni se me pasaría por la cabeza que es escribir como un romántico. Por ultimo todos se sentaron y se pusieron a escribir aunque yo no entiendo como podían pensar tan rápido para escribir aquellas historias tan raras todos estaban en un silencio rotundo que solo se rompía cuando alguno de ellos se levantaban para volver a reponer la tinta del tintero, y si 50
escribían con pluma a mi también me resulto extraño le pregunte a José “¿yo también tendré que aprender a escribir con pluma?” a lo que el me contesto “no tienes porque a no ser que tu quieras ellos escriben así porque son románticos clásico” aquellos escritores me sonaban mucho tanto sus caras como sus nombres, al día siguiente me puse a investigar sobre aquellos hombre y resultaba que era como si no existiera nada de ellos a partir de mediados del siglo XX. Ellos son la referencia del romanticismo para todo aquel que quiera seguir ese estilo de vida y escritura, cuando descubrí eso estuve pensando durante un buen rato no sabia darle una explicación. Al día siguiente me volvió a llegar una carta de José que decía: “Se que has estado investigado sobre nosotros y que te extraña la poca información que hay mañana en el sótano te explicare todo lo que no entiendas pero si dices algo no podrás volver a entrar en este sitio. PD:Lo siento por tener tantas incógnitas.” En la noche volví al orfanato en el que yo comencé mi vida al llegar José me explico que ellos habían planeado para que no les molestara nadie ya que no les interesa la fama ellos solo escriben por la recompensa de sentirse bien con ellos mismos y con su alma de escritores románticos. Aquel día me sentía mal conmigo mismo ya que no había conseguido tener ninguna idea para comenzar el libro que me propuse escribir le pregunte a Angel que como hacia para tener tan buenas ideas en tan poco tiempo y me contesto con esta frase:”no es mejor quien más ideas tiene si no quien mejor las expresa” aquella frase me dejo dubitativo durante toda aquella tarde al día siguiente me puse de nuevo manos a la obra no tenia nada de inspiración, llegue a clase y se lo comente a mi profesor de lengua que quería escribir un libro de narración romántica el me lo propuso como un trabajo, una nota de clase más eso me hizo tener un mayor afán de escritura y pensar mas. No se como lo hice pero al día tenia ya mas de la mitad del libro terminado se lo enseñe a mi profesor él me dijo que lo había sacado de internet no creía que yo un chico que nunca había tenido idea sobre la escritura era capaz de haber creado un libro, me pregunto que si alguien me había ayudado a conseguir las ideas le dije:”esta frase me ayudo a pensar durante toda la tarde;no no es mejor quien más ideas tiene si ni quien mejor las expresa.” El profesor se quedo impresionado ante el gran cambio que supuso tener un alumno que no servía ni para hacer una simple oración, a tener un alumno capaz de hacer casi un libro en una tarde. Esa tarde volví al orfanato que tantos recuerdos me daba y eso me hizo reflexionar para escribir otra historia yo tampoco creía que una cosa tan simple como un orfanato abandonado fuera a darme una idea para escribir un libro, allí en la puerta no estaba nadie esperándome se me hizo raro el camino hacia el sotano hacerlo yo solo abajo solo esta Espronceda le pregunte: -Donde están los demás -Han ido a una convención del romanticismo del siglo XX -No entiendo porque fueron si quieren seguir sin que nadie los reconozcan para que van sitios públicos donde la gente que va sabe como sois y si os ve sabrá que no estáis muertos y tendréis que seguir escribiendo como trabajo no como afición. -Si, eso lo sabemos pero necesitamos estar informados de las nuevas artes del romanticismo. -Bueno vosotros sabréis lo que debéis de hacer. Ah por cierto mira mi libro aun no esta terminado, me ayudas a ver como puedo continuarlo. -A ver, me lo comento Larra que estabas comenzando un libro. Me resulto extraño que hablara con tanta soltura conmigo sabiendo que días atrás no dirigía nadie la palabra necesitaba una explicación coherente a todo esto, ellos no son tan torpes como para ir a una convención romántica donde saben que quien quiera que los vea los reconocerá. -El libro esta muy bien pero te falta un poco más de imaginación al describir los sitios. -Intentare describirlos un poco mejor. Al fin llegaron Larra y Ángel le enseñe mi libro a Mariano el cual dijo lo mismo que Espronceda solo que añadiendo que esa critica me haría mejorar en la escritura y si me la tome a bien pero me molesto, el que nadie me diera ideas para continuarlo, solo me dieron una critica 51
que tenia que saber encajar en mi mismo y en mi historia. Pasaron los meses llego allí otro chico que no conocíamos ninguno el parecía nervioso pero no se como fue capaz de presentarse en este lugar porque nadie a quien se lo proponían iba, a estar con gente desconocida ya que hoy en día nadie confía en ellos y menos con desconocidos con mala pinta como estos escritores. Ese chico tenia un don tenia muchas ideas y de nuevo todos dijeron lo mismo: “No es mejor quien más ideas tiene si no quien mejor las expresa”. Yo creí que aquello se lo decían a todos que ninguno eramos especial pero no iba a estar pensando en algo que me distrajera del libro que tenia entre manos intente hacerlo lo mejor que pude. A la semana siguiente le presente el libro a mi profesor el me dijo que se lo leería en el fin de semana que ya me diría el lunes en clase que le a parecido y la nota que me daba, llego que tanto esperaba la primera persona que lee mi libro iba a darme su opinión de manera objetiva, cuando llego el momento mi profesor dijo: -Me a gustado pero te falta un poco de experiencia y no se de donde sacas la idea del orfanato se nota mucho que es una historia romántica, el chico de donde sale lo dejan sus padres en la calle o se mueren no se que sentido darle al principio, aunque el final si me a gustado mucho sobre todo la parte en la que le chico a partir de su puño y letra consigue cambiar al mundo haciendo que sus padres verdaderos le busquen sin descanso hasta encontrarlo. A a lo que yo conteste: -Si se fija usted al final de la historia dice que sus padres lo buscan eso indica que están vivos lo que intento conseguir con eso es que para poder enterarte del principio tengas que leer el libro entero. -Pues muy bien, no me di cuenta de ese detalle. ¿Seguirás escribiendo? -Seguramente ya que, e encontrado algo que me hace disfrutar y pensar en cosas que me gustan. Me sentí muy realizado pero no conseguí entender porque aquel libro me hacia sentirme tan identificado podría ser porque estaba prediciendo mi futuro en aquel libro sin darme cuenta. Al día siguiente mi profesor decidió llevarme a la ciudad para que lo llevásemos a una editorial para publicarlo no me lo podía creer en aquel momento me olvide los que me los habían enseñado todo pero eso nunca es bueno intente llevarme yo todo el merito, pero al día siguiente me expulsaron del club porque nunca puedes atribuirte tu todo el merito el cual te han ayudado a obtener mucha gente. Intente ponerme en contacto con ellos fui algún que otro día al orfanato pero es como si supieran cuando ibas a ir y lo cerraban por completo. Al año de que pasara todo aquello sucedió lo inesperado, Larra me dejo una nota bajo la puerta la cual decía: “Te enseñamos todo lo que sabemos ahora haz que perdure el estilo de vida romántico. PD:Todos sentimos que te tuvieras que ir.
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ANA ROSA MARTOS TORRES. ANA CHAICHÍO MEDINA y ANA ROSA MARTOS TORRES.
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