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“A manera de prólogo” Escribir no es fácil cosa Ya sea en verso ya sea en prosa, Ya lo dijo alguien y es muy cierto, Pero, intentando, me divierto. Además, para escapar de la locura Me refugio en la escritura. Y lo hago amaneciendo, cuando Está fresca la mente porque es Mente del día. Ojo: cualquier semejanza con la ficción, es pura coincidencia.
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Comentarios sobre el matrimonio
Solo dos seres igualmente grandes en la impulsividad –un hombre y una mujer- entran al matrimonio por cualquier modo, y “construyen un imperio” al través de infinidad de monstruosos problemas y dificultades mil.* por cierto, cuando se comienza, se dice uno a sí mismo: “ésto, por ahora, es un proyecto, pero de aquí a unos años,”pero, para llegar, hay que prever algunos obstáculos, porque el matrimonio desde el principio comienza a empequeñecer a la pareja hasta reducirla al tamaño de una chinche. Pero eso no cuenta, lo que importa es haber “entrado” al matrimonio. Desde luego en el matrimonio hay incidentes de todos “sabores y colores”. Cabe aquí hacer algunas observaciones para que sea más fácil llegar a los 50 años de matrimonio: Primer consejo. Encontrar una pareja hecha para luchar con la vida, aunque después te trate a ti como si fueras la vida. Y trata de alcanzar la “medalla de oro”, que se “obtiene” a los 50 años de matrimonio, aunque sea a gritos y sombrerazos en bien de los hijos. Esto, evitando a toda costa que la luna de miel se convierta en luna de hiel, que es la tendencia. La prudencia aconseja no pelear, mejor huye. No es decoroso pero si saludable, porque los pleitos con la esposa no se ganan a golpes, sino huyendo. Pero si pelear es “NECESARIO,” fija un día
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o más de la semana para hacerlo, a cierta hora, de preferencia a la hora del almuerzo, para que te vayas en ayunas al trabajo y tenga más mérito el pleito. Pero si quieres ese día no pelear por razones de trabajo, de flojera, de falta de ánimo o motivos: ¡castígala con un beso apasionado! ¡por cierto, yo no he comprendido por que es necesario pelearse entre esposos. ¿Alguien lo puede explicar?.... ¿no?.... es un misterio. Siempre haz el milagro de que a tu pareja se le cumplan los deseos antes de formularlos y ahórrate regaños. Pero recuerda que el hombre debe decir siempre la última palabra, con firmeza. Ejemplo: ¡si mi amor, como tú digas¡ Aunque no lo creas, el matrimonio es la parte más delgada del amor. Por ahí suele reventarse ¡ten cuidado¡. También metete en la cabeza (si la basura permite meter algo en ella) que los hijos son primero que cualquier cosa. Y no los uses como conejillos de indias para tus experimentos caseros sobre el “bulliyng”. Otra cosa. No lleguen a ser como esas parejas que se regañan unos a otras y que se amenazan con darse con los sartenes en la cabeza ¡y se dan¡. y jamás digas (aunque sea cierto) que le tienes más miedo a tu mujer, que a un toro de ocho años o a uno de cuatro (que por 4 años más o menos, un toro no por eso deja de ser capaz de abrir de una cornada la panza de un hombre, aunque este tenga setenta años o más). Y si planeas comprar una mascota, ten en cuenta que te puede costar cien veces más que la amante más cara, pero te salva de muchos disgustos. ¡Cómprala¡. Y si por acaso eres vicioso, es fácil dejar de serlo, yo lo he hecho miles de veces, toma en cuenta que es un mal
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ejemplo para los hijos, pues creen que es bueno porque tú lo haces. O sea, el ejemplo es el “ADN” de los vicios que se hereda, y tu pierdes la autoridad moral para impedirlo.* Recibe con gratitud en tu boda los regalos que te hagan. Quizá una lujosa cantineta donde guardar “el vino nuestro de cada día”. O bien, un reloj despertador, un regalo estupendo, porque así ya no despertarás a la antigüita: con el canto del gallo que pones sobre el buro y sujetas con las manos mientras duermes. Otra cosa, no te pongas a temblar cuando tu esposa te diga: “necesito hablar contigo”, eso solo quiere decir que no estas cumpliendo con el catálogo o lista de deberes a los que te obligaste. ¡Ah¡ y nunca compres a tu esposa regalos costosos, podría pensar que hiciste algo malo. Lo bueno del matrimonio es que te “saca del mercado” y puedes decir “sobreviví a la ronda de bares y de antros, con mis amigos”. Ojo: si tú crees en la reencarnación, deja todo para ti en tu testamento. Y más vale que te acuerdes de tu aniversario de bodas, si no quieres que te saquen varios regalos al año por olvidadizo. Como tu verás, el matrimonio comienza con signos de interrogación : y ¿ahora qué? cuando tú no sabes que hacer en tu luna de miel. Y va avanzando con signos de admiración: ¡no puede ser¡ cada vez que chocas de frente con problemas jamás imaginados. También debes saber que en el matrimonio, los días son de 36 horas. ¡ Y no hay descansos¡ y no posterguen su felicidad para “la otra vida” donde seguramente también se juega futbol, se toma vino, se fuma, se rumian chicles, se “tiran” cohetes. Y donde se casan y a las dos semanas se divorcian, y tristemente comentan: -“tanto dinero gastado pa´ nada ¡qué bueno que solo nos casamos 2 veces!
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Y que, al principio, el hombre grita y la mujer calla. Después, el hombre calla y la mujer grita. A ésto se le llama: “el grito histérico del mando duplicado”, porque los dos quieren tener el mando único. Eso es fatal. Miren, quizá el secreto para un exitoso matrimonio, esté en que siempre hagan el milagro de que a su pareja se le cumplan los deseos antes de formularlos y regalándole diamantes y flores aunque no le sirvan absolutamente para nada, y ¡claro¡ mucho amor, pero sin ser empalagosos para evitar un ataque agudo de diabetes. Algo más. No se crean que los hijos “comprados al mayoreo” salen más baratos. Lo que si es cierto, es que los hijos dan cierta cohesión al matrimonio, porque ellos gobiernan a su madre, su madre gobierna al padre, el padre gobierna al perro, el perro gobierna a, ¡a los chicos! y asi se cierra y abre circuito, manteniéndose “unidos”. Desgraciadamente por la forma en que se fincan algunos matrimonios, lo único que dura 50 años es la deuda contraída para la boda. Aun así, el matrimonio se ha desarrollado activamente del soltero al casado, pues este “invento” es sin duda una maravilla. Por desgracia, todo ésto lo asegura el soltero no el casado. Pero lo peor para tu ego, es cuando cumples 50 años de casado y le comentas a un amigo soltero tu gran hazaña, y que tuviste tres hijos, y el exclama incrédulo: ¿tres hijos en 50 años? ¿pues qué hiciste en los demás años? ¡Ah¡ y si quieres tener una figura de maniquí, sigan mi régimen alimenticio: no coman carne, es tabu. Huevos, pues, si acaso la cáscara. Pan, ni verlo. Fruta, solo olerla. Tortillas, fuchi. Verduras, nada más como adorno. Dulces, solo un chupetón, sin quitarles la envoltura. Agua, solo light. En suma, a los alimentos solo hay que mirarlos así como se mira a las víboras y al sol, de lejos.*
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¡Ah¡ y también hay que hacer ejercicio, hasta que el espejo te diga: “ya no estás gordo”. Por cierto, cuando llega ese día, dan ganas de correr, saltar y gritar de gusto, y si no se hace es porque ya no se tienen fuerzas para hacerlo. Eso me paso a mí. Pero tiene sus ventajas ser flaco, nunca estorbas la vista a los demás pues ven al tras luz. Además, cuestas menos mantenerte. Se dice que el matrimonio es la gloriosa coronación de la humanidad. Sin embargo, yo pienso que solo es un plan de supervivencia bastante pomposo, ya que ninguna ley, ninguna religión es tan poderosa como el amor. Si hay amor entre la pareja, la unión será eterna y fiel. El matrimonio civil y religioso se “inventÓ” para obligar a los contrayentes a vivir juntos aunque no halla amor, solo conveniencia. Donde hay amor hay tolerancia. Recordemos que nadie, absolutamente nadie es perfecto. El matrimonio es de suma importancia, porque sin él, no habría esa sensación de pertenencia que genera confianza y seguridad en la pareja, aunque sin ser garantía de supervivencia del matrimonio. Algunos solteros dicen que no se casan para poder holgazanear todo el santo día sin la amenaza de un divorcio.* otros dicen que el matrimonio se popularizo cuando se descubrió que era un buen pretexto para andar siempre de mal humor. y también arguyen que es una estupidez casarse, pero no se ponen a pensar que la estupidez tiene sus ventajas, pues pisando sobre ella, avanzan nuestros descendientes, siendo la estupidez una valiosa contribución al progreso de la humanidad; ahí está el cambio climático ¡toda una proeza¡ Es claro que si nosotros no cometiéramos a veces tonterías, no ocurriría absolutamente nada interesante, gracias a la estupidez que no se toma ni un segundo de vacaciones, saltando alegremente de un individuo a otro, sin distinción de género.
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Y riéndose, dicen: “la soltería es un mal que nos lleva a caer en otro peor, el matrimonio”. Desde luego, es imposible organizar una cruzada contra el matrimonio. Seria contra natura. ¡Olvídalo¡ (no se alarmen si estos comentarios caminan en zigzag, pues adoro las divagaciones y las distracciones más, cuando estoy rodeado de ideas cada vez más y más tontas que son todas yo mismo). El matrimonio “visto de lejos”, es tentador y parece fácil, de cerca, cambia la perspectiva, pues está lleno de desacuerdos increíbles o de actos que dan risa o coraje, pues el matrimonio es una confrontación de caracteres y de sexos, por lo cual no siempre se llega a feliz término . Pero si ustedes muestran su virilidad y encanto a una sola mujer por el resto de su vida, ésto los hará merecer el amor de su mujer que los oirá roncar, que los vera sin afeitar, que los cuidará cuando esten enfermos, que les lavará la ropa interior sucia, y los que temen al matrimonio, ya están medio divorciados. Un soltero es un hombre “en venta”. En cambio, un casado es un hombre “fuera de mercado” (aunque se puede conseguir ilegalmente). Todo esto y más, nos confirma que la estupidez humana (porque todos nuestros actos están supervizados por la estupidez) no distingue géneros. Como prueba, estos ejemplos: “un hombre entra a un supermercado a comprar unos zapatos, porque los que trae ya no tienen suela, y sale de allí con un par de sombreros (en lugar de los zapatos) que por cierto, éstos no le hacen falta ninguna, solo porque estaban al dos por uno y no quiso desaprovechar la oferta. Desde luego, también hay mujeres que tienen “gran capacidad de compra” después de examinar miles de piezas en una sola visita al supermercado, para terminar comprando obsequios sin ningún motivo y sin siquiera saber todavía para
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quien serán, compran, por ejemplo, una cajita para guardar un regalo en la que no cabe nada, si acaso un átomo, y salen felices. En cambio, el hombre vacila para comprar el regalo perfecto para la esposa, pues le asalta la duda, ya que algunos aconsejan que a la mujer hay que regalarle cosas que no sirvan para nada, que por que es el tipo de cosas que a ellas les encantan, como joyas costosas y flores. Es pues un gran error pensar que a la esposa hay que regalarle algo útil, como una bomba atómica o un cohete espacial. Permítanme continuar con mis ejemplos de matrimonios consumidos, donde la esposa prohíbe al esposo que engorde, que es la meta de todo mortal, por lo que siempre anda en puro pellejo y hueso, es decir: menos carne que hueso. Por lo que todo mundo le pregunta: “¿está usted enfermo? No. Les contesta, solo estoy adelgazando más, porque voy a ir a la playa,. Oiga ¿el pasaje lo cobran por kilos?” Lo interrumpen. Y es que algunas esposas son extremadamente ahorrativas. Por un peso menos, son capaces de ir a otra tienda a cien kilómetros de distancia. Por eso, cuando salen a visitar a los hijos, les dejan a los esposos en la sala un cabito de vela y un cerillo ( pues hay que ahorrar electricidad) con el cual apenas alcanzan a llegar a la alcoba y acostarse. ¿Ver televisión un ratito? ¡Cuidado¡ ella leerá en sus ojos que estuvo idiotizándose más, y lo regañará y lo mandará a un rincón como cuando lo castigaban –de niño- en la escuela. Yo estoy de acuerdo con estas esposas, porque si uno tiene kilos de más, debe zangolotear el cuerpo. ¡Claro que esto es contra natura¡ aunque lo haga uno en nombre de la belleza y de la salud, aunque cueste todo el trabajo del mundo y tengan que vestirse con pants de supermercado con rayas a los costados y con una marca muy visible, camisetotas con un insulto impreso, y tenis de la palomita, como si fueran anuncios andantes de ropa deportiva. Yo, por ejemplo, no tengo de que acomplejarme cuando aparece un deportista de élite, con su cuerpo de envidia y su aplastante seguridad en sí mismo; sin embargo, yo me las arreglo para inventarme un montón de imperfecciones físicas. ¡Y hasta logro convencer a los demás de que existen¡. Sí. Las bodas son el más arduo y largo de los caminos que se inician tras la felicidad, (ésta es tan escurridiza como la voluntad de bajar de peso) comenzando por el traje del novio y el vestido de la novia, que tienen que ser especiales y
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costosos para que ya no se usen después. Pero ¿a quién le importa como vayan vestidos? ¿Si antes de que empiece el acto, ya casi todos estarán borrachos?. Tal vez para mantener un matrimonio feliz, solo es suficiente que la esposa se finja a veces ciega, y el, a veces sordo, o viceversa. Es también necesario que la relación matrimonial deba tener atención, reparación y mantenimiento, como los carros, para que funcione bien. Existe la creencia en algunos, que el matrimonio es algo a lo que se aferran los seres humanos para que la vida les resulte más soportable, que es algo así como un juego de futbol en el cual solo hay que meter muchos goles. Definitivamente lo que pasa dentro de un matrimonio es algo increíble: es la casa de la risa, un circo, un manicomio, un infierno, la gloria,. pura adrenalina. Pura acción. Las aventuras del agente 007, son juegos de niños. Muchos esposos logran sobrevivir a los golpes de la vida y de la pareja. Pues es rutina que algunas esposas empiecen por pegarle en las espinillas, como si pateara un balón de futbol, para que no pueda correr y escape. Claro que cuando empieza toma precauciones esenciales: cierra la puerta con llave y se guarda la llave en el bolsillo y luego retira todos los objetos defensivos y , sonríe para darle confianza. Luego le levanta los brazos así, y así se los deja; luego le tuerce la cabeza 180 grados y, así se la deja; después, aplicando un movimiento de karate, lo tumba y lo agarra de la nuca, lo dobla y lo desdobla varias veces como si doblase y desdoblase una hoja de papel; luego lo pone de pie y le golpea la espalda y el estómago como a perilla de box, sin olvidar de vez en cuando un buen rodillazo en las caderas. Desde luego el aúlla de dolor y manda sus gritos al cielo, pero nadie le hace caso. Por fortuna para él, gritar siempre es un gran consuelo. Cuando termina, le pregunta: -“¿Cómo estás?... ¿estás bien? El la mira con ojos de borrego moribundo, y no le contesta porque no tiene alientos. -“La próxima vez te prometo pegarte mucho más fuerte, pues me interesa dejarte contento”- Le dice
El esboza una sonrisa de mártir y contesta en un trabalenguas: 14
-“¡No sabes cuánto te lo agradezco¡” Desde luego, con el tiempo ella ya se acostumbró a ésto, el que no se ha acostumbrado es él, y es natural que cuando platica con ella no pueda evitar el levantar el brazo así de vez en cuando, como hacen los chicos cuando sienten la amenaza de una cachetada. Por supuesto, esta sesión de golpes es diaria para no perder la costumbre, y es tanto el interés del beneficiario que siempre le pregunta, antes de iniciar: -“ ¿Cómo ándas de fuerzas?” A lo que ella le contesta: -“Cada vez más fuerte, es un magnífico ejercicio, por lo que yo recomendaría lo practiquen todas”. Los golpes y la dieta forzada lo obligan, cuando sale a la calle, a llevar un enorme y pesado libro debajo del brazo, por temor al viento, pero que lo hace parecer un erudito, eso sin contar que muchos lo creen un tipo extravagante por aquello de los moretones y demás. Yo me pregunto: ¿Qué hará un hombre sin una mujer que lo apapache así, aparte de echarse a llorar a mitad de la calle?. Me consta que algunos se sienten muy halagados porque sus esposas los creen adivinos y Supermanes, porque siempre les están reclamando que lean sus pensamiento y que hagan las cosas rápido y bien. -“Yo hago- me comento uno- que mi esposa me diga que lave los trastos*. Solo para demostrarle quien manda, y con un delantalito que me hace ver muy mono, pero, por mala suerte los rompo, me quita el delantalito y me echa de allí diciéndome que soy un inútil*. Pero no, te juro que no soy un inútil, lo que pasa que “actuar” en una cocina es cómo actuar en una obra teatral. Pero ya quedas marcado para siempre y cuando cometes otro error te dicen: -“Cierto. Tú tienes todo el derecho a ser tonto. ¡Pero abusas de ese privilegio¡” “Pero el colmo – me sigue contando – es que los deberes del marido son horribles, por ejemplo: está obligado a cuidar, limpiar, darles de comer y de dormir con una canción de cuna a las mascotas. Y ésto no es todo ¡no hay esposo que duerma lo suficiente en cama, y solo, mientras la esposa habla por teléfono, 15
consigue el esposo dormir en un sillón lo necesario o bien, en el trabajo. Por cierto, yo llevo años trabajando en un empleo, donde a veces quisiera ser perro para holgazanear todo el día sin preocuparme de que me despidan, y que nadie espere que me bañe todos los días”. Termina.*
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-“Cuando las esposas se ven obligadas a relegar el poder momentáneamente en el marido- me conto otro- éste no sabe qué hacer con él. y como ve, en estos tiempos cada vez es más difícil que la pareja llegue a los 50 años de matrimonio, pues los esposos se han vuelto 100 % desechables, generándose así la disolución familiar, pues cada individuo gana un sueldo y ninguno se importa mucho, y cada quien por su lado; así que, ni tratándose de un matrimonio estado unidense ni tratándose de un matrimonio mexicano conviene fiarse mucho, pues hay matrimonios que a pesar de comenzar con un empalago tan denso, terminan naufragando que ni siquiera vislumbran un cincuentenario, a pesar de que en el matrimonio solo hay dos ocupaciones: (pero que quizá se necesite el genio de Einstein) tumbarse en la cama a calcular la distancia que hay al techo, o tumbarse sobre la esposa a calcular la distancia que hay al piso; y de que, en el matrimonio, a los hombres nos cuesta menos aparentar ser hombres que cuando solteros”. El narrador continúo diciendo: -“Nosotros quizá hemos llegado tarde a los 50 años de matrimonio, pero hemos llegado. En realidad, todos llegamos con amplio retraso, pero tratándose de mexicanos no se nota, quizá porque en la cita con la puntualidad, los mexicanos fuimos los últimos en llegar. Lo grave que cuando se llega a los 50 años de matrimonio, rara vez se puede decir cómo se llegó a esos 50 años de matrimonio. Lo que si recuerdo –sigue diciendo- es que cuando me case, el corazón se me quería salir del pecho; mientras el pantalón, inexplicablemente, se deslizaba cuesta abajo. ¡ Hay que sujetarse el pantalón o el corazón¡ - me dije- y me sujete el pantalón, claro; mientras un amigo me miraba como a un condenado a muerte, y por un momento sentí pánico y grite: “dios mío ¿Qué estoy haciendo?” ante la mirada atónita de los acompañantes, pero me controlo y con la cabeza erguida, el pecho salido y pasos firmes capaces de hundir el pavimento, sigo adelante. - “¡He ahí un hombre valiente¡” dice alguien. El sacerdote puntual nos casa, con el reloj en la mano izquierda y con la mano derecha nos da su bendición, y en lugar de decirnos: “los declaro marido y mujer hasta que la muerte los separe”. Nos dijo: “manténganse delgados hasta que la muerte los separe”. Hasta ahorita lo hemos cumplido -y continuageneralmente “la mujer se casa creyendo que el hombre cambiará. El hombre se casa creyendo que la mujer no cambiará. Ambos se equivocan”. En nuestra boda había muchachas y muchachos sonriendo, como si nunca se les fuese a llegar su 18
hora de casarse. Hasta la fecha, casamiento parece una palabra que significa ¡peligro¡. Por cierto, cuando firmé el acta matrimonial, los nervios hacían presa de mí, y mi coordinación motriz hacía que mi firma pareciera un electrocardiograma y así quedó como tal. ¿No sé si se ha fijado? –Me preguntó- que casi siempre en los casamientos, alguien toma la palabra por espacio de quince a veinte minutos, vertiendo varios montones de estupideces sobre los asistentes, que para mayor brillo y esplendor del acontecimiento. Yo, por fin, en mi noche de bodas descanso ya con pesadillas de recién casado. Soñaba: “tengo hambre, ¿y si no me da de comer? ¿Y si tampoco me arrulla? ¿Y si tampoco me quiere? ¿Y si se va? ¿O, si me engaña?.” Con estas dudas me desperté gritando: -
“¿Quédate con tu, matrimonio¡ yo me voy”
Y ya en el registro civil, me preguntan:* “¿A qué viene a este juzgado?” “A divorciarme”. El juez reflexiona hondamente unos instantes y, entornando los ojos, decide en redondo: “Mire, si viene usted a divorciarse no puede hacerlo, porque tenemos setenta y ocho millones de solteros y usted se convertiría en un soltero más que ni fú ni fá. así que, váyase y,. ¡aguante¡ “Pero,” “¡Dije que se vaya¡” Nada que replicar, es inútil. Y aquí estoy al pie de cañón, nada más que apuntando hacia mí.” termina.
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No cabe duda, hay palabras que hacen temblar y matrimonio es una de ellas, y puedo asegurar que algunos hombres al estar casándose, se agachan como si quisieran hacer el menor bulto posible, o se esconden detrás de los demás. Otra persona me comenta: -“¡Hay que ser todo un hombre para casarse y cuidar a la esposa y a los hijos, hasta el final¡” me dijo mi padre. También me dijo que era “requisito obligatorio” tener una carrera profesional antes de casarse, así que me inscribí para estudiar la carrera de maestro, ahí se me preguntó que si sabía contar, sumar, restar y si conocía las vocales, al contestar que sí, se me dijo que pasara a pagar a la caja y que esperara cuatro años para recibir mi título. Es de esperar que en esos cuatro largos años se me olvide contar, sumar y restar y confundo las vocales con las consonantes, pero ya tengo mi título aunque no ejerzo la carrera. Yo tenía entonces catorce o quince años, y hubo un momento de silencio, algo así como ese silencio absoluto que debió de reinar antes de que dios empezara la creación del universo*; mientras, mi padre me observaba como para ver si yo había comprendido lo que dijo. Así que cuando me casé, me dije: “por fin tengo la oportunidad de ser todo un hombre”. Y me sentía un tanto garboso, muy “macho”, como un hombre de pelo en pecho. sin embargo, a estas “alturas” creo que me faltó mucho para ser un hombre cabal, es muy difícil, pues luego, para empezar, “nacen” de no sé dónde un montón de problemas, entre ellos: la compra de un pelador para quitarles la cascara a los huevos; ir al mercado de abastos que siempre “ponen” lo más lejos posible de los recién casados que no tienen vehículo, al cual llega un tren que atraviesa la ciudad por en medio ¿Qué si no mata a nadie? sí. Todos los días mata, mínimo, una persona. pero pasando ese tren por en medio de la ciudad, su carga llega cinco minutos antes a su destino, y gracias a dios que pasa de punta, que si pasa de lado, acaba con la ciudad.” y termina con una carcajada”.
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Muchos hombres dicen: “¿Casarme? ¡óyeme no¡ el matrimonio (¡Santo dios¡ es obra del demonio. Perder mi libertad en un rato Por medio de un “alegre” contrato No me agrada ni siquiera un poco, ¡Téngome por racional, no loco¡ Otros dicen: “Bueno,. si es cierto que desde que se casa uno no se vuelve a mirar a ninguna otra mujer, ni siquiera a la “suya propia”, porque casi siempre esta inaccesible por dolores de cabeza, cansancio, etc.”. “, Mis hijos son esclavos del celular y del internet,* y “desaparecen” sin poder comunicarme directamente con ellos, pues están a años luz de distancia, vagando por el ciber espacio, aunque su cuerpo este a pocos centímetros de mí. ¿se imaginan ustedes enseñando a alguien a conducir un vehículo, sentado junto a él o de ella y dando instrucciones por medio de un celular?: “mira, cuando se ponga la luz roja, frena; cuando se ponga la luz verde, acelera; y cuando yo me ponga blanco, disminuye la velocidad. Seguro que es muy difícil hacerlo”. se queja otro. “, Nosotros pusimos de moda las reuniones familiares para conbeber, como estados unidos puso en moda la bomba atómica en el mundo. Además, tratamos de aprender a ser buenos padres, abuelos y hasta bisabuelos. de hecho lo intentamos, por ejemplo: cuando se les compra a los niños, platos donde hay dibujadas caricaturas de Disney; esto, para que los niños las contemplen una y otra vez, sin dejar de darle vueltas al plato, para derramar la sopa, y así poder educarlos. los hijos a la vez, “dóman” a los padres para que los nietos puedan “montarlos”.
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“¿sabías tu – me comenta otro – que la palabra matrimonio, no es más que la degeneración de la palabra martirmonio?” uno más, que cumplió 50 años de casado, me dijo: “En verdad, llegar a los 50 años de matrimonio, es como escalar el monte Everest, nada más que sin crampones ni cuerdas, a mano limpia, por eso a veces no se llega. Entre los problemas económicos, sociales, etc., los celos a veces también lo son. Yo por su culpa sufrí de insomnio y veía estrellas de noche y día pero quizá el mayor problema de un marido sea soñar libremente y en voz alta y decir el nombre de una mujer, inducido quizá, por una mal intencionada pesadilla para que la esposa despierte indignada y se arme la de dios padre y señor nuestro, y tengas que explicarle que ese nombre es el de una perra fina que te venden pero da la coincidencia que en eso suena el teléfono y tu esposa lo toma y después de escuchar unos instantes, te dice: “toma. te llama la perra”. “Yo, aún vivo, fui a investigar al cielo* sobre mi recompensa eterna. Para mi gran desilusión me tocará el infierno. Mientras a un compañero soltero lo mandan a la gloria. No entiendo –le digo a san pedro – durante más de cincuenta años de casado sufrí lo indecible y, miren lo que recibo, mientras que a este soltero lo mandan a la gloria.
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La explicación es muy sencilla – me dice san Pedro – tu escogiste de antemano el sufrimiento mientras que él lo ha evitado siempre”. “Un señor, divertido, me contó que en el matrimonio se dan hechos frustrantes o cómicos, como cuando, en aquellos años, el tren se pavoneaba en su soberbia un poco ostentosa de hombre de negocios, cruzando pueblitos de cara somnolienta, en el cual se viajaba. Recordando que en una ocasión, su esposa, con la ventanilla del tren abierta, desde arriba lo mira triste e intenta tirarle un beso con la mano, pero se arma un lio, se equivoca y le tira su inseparable perro chihuahueño. Él se ríe. El perro se queja”. “Yo me pregunto por qué a los recién casados se les aplaude y felicita, si todavía no han hecho nada. Siempre he creído que eso tenga la culpa del 90% de los divorcios, pues los flamantes esposos ya están pensando en el divorcio para poder oír de nuevo esos aplausos y esas felicitaciones, casándose otra vez con otra pareja”. Me dijo otro.
Los comentarios de otros más, son interesantes. “No te asombres, me dijo uno, si un día tu mujer te despierta contándote las costillas*. Tampoco te asustes de tu nuevo estado civil, pues hasta los inteligentes se rinden al matrimonio ¡imagínate el destino que nos espera a los que no somos inteligentes¡ tampoco te amilanes cuando como castigo, te manden a reparar la cama que quiebras por tener el sueño tan pesado. Pero no te apures, nadie es perfecto. La perfección es solo privilegio de los dioses”.
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“Nosotros – me dijo un tal pedro – en cincuenta años, pudimos lograr mucho: hijos, nietos, bisnietos y muchas mascotas, como perros, gatos, ratones, pájaros, cucarachas, etc. y hasta animales de peluche que parecía un zoológico. Pero con el tiempo te quedas sólo con tus recuerdos, y en la casa reina el silencio,* los fantasmas entran y salen en puntillas, se diría que está prohibido hacer ruido y se hace pensar en una biblioteca”. Cuando le pregunte a un señor de unos setenta y tantos años, el por qué no se había casado, me dijo burlón: “ja,ja,ja,. Soy tonto pero no loco. La verdad yo no nací para ser mandado, pues no soy paciente ni pacifico. Si me he casado se me hubiese secado la sangre y hubiese explotado como cohete y ya estaría muerto, precisamente cuando parecía que había galán para rato. Ustedes los casados se dejaron atrapar como inocentes palomitas; pasando así, de personas libres a súbditos de la mujer, reinas absolutas en su casa. La madre, las tías y las cuñadas, son los ministros de la corte, mientras el pobre marido es vasallo de todas ellas, sin voz ni voto. Y si alguna vez se atreve a dar una opinión, al momento se le calla. Y no solo pierde la voz sino hasta el nombre, pues su adorable mujercita le llama “este”, su querida suegra le nombra “ese”, y sus respetables cuñadas cuando hablan de él, siempre mal, dicen “aquel”. Y todas, al mismo tiempo, le gritan que solo es una copia de hombre, que no sirve para nada, que solo sirve de pantalla para dársela ella de dama, que no es una cualquiera, en pocas palabras, de respeto. Sin tomar en cuenta que por él, dichas señoras pueden ir al teatro, al circo, a pachangas con sus amigas, cine o a cualquier otra parte, mientras las espera para abrirles la puerta y les sirva un cafecito cuando regresen,
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pero cuidándose de no preguntar a su mujer a donde ha ido, por que ésta le contestara, si se digna hacerlo, que ella no le pregunta nunca a dónde va él. Y es que ella sabe que el pobre hombre no va a más que a su trabajo en el día y por la noche a los mandados a que lo envían y aunque él no interviene en algún asunto o problema porque lo ignorarían, si éste sale mal, es su culpa, y si sale todo bien, el mérito es de ellas. En suma, para mí, el hombre casado es un cero a la izquierda puesto allí por su mujer. El casado no solo pierde o gana todo esto, sino también pierde sus amistades, pues de todos lo separan con el pretexto de que sus amigos son unos pervertidores; incluso de sus familiares más cercanos lo alejan, por ser competidores de sus atenciones o de su afecto. El hombre siempre le da la razón a su mujer, pues es la mejor solución para no reñir, oírla bufar, maldecir o gruñir. Otra, el casado no puede enfermarse (otro punto en su contra, porque así no hay pretexto para faltar al trabajo de vez en cuando). Si se enferma, le dicen que es pura sugestión, aunque esté a punto de incendiar la cama con el calenturón que lo consume. Y si tiene cincuenta años o más y se queja de vez en cuando de que le duelen las rodillas al subir por escalones, inmediatamente lo apabullan comparándolo con fulanito, que él no conoce, que tiene ciento seis años y sin embargo, todos los días por la mañana, y a veces por la tarde cuando le sobra energía, sale a correr por que cada año participa en un maratón, del cual ha sido campeón tres años consecutivos. En suma, (más bien parece multiplicación) al matrimoniado lo tienen como a un tonto, un papamoscas que está en babia, y otras como un pillo de marca, mas ladino que una zorra. El pobre esposo, el único momento de felicidad que llega a tener en toda su oscura vida, es cuando se novia le dice que sí, pero cuanto más hubiera sido feliz si le hubiera dicho que no. tras su luna de miel esta su luna de hiel. Por todo esto no me case. “Pero, ¿Por qué esta conducta”? le pregunto. “Mira: el hombre grandemente influenciado por la autoridad de la mamá, automáticamente extiende esa influencia a la esposa, y el hombre se somete. En el mexicano es más notorio porque es dominado por terribles mitos, que normalmente no se da cuenta, y si se da, pues se deja llevar por la corriente impetuosa de mitos infantiles y tendenciosos. las supersticiones y el complejo de inferioridad de que hace gala, es quizá, lo que más lo distingue. Entre los grandes mitos están también: la hombría, la independencia, la revolución, el futbol, “Cantinflas”,
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México es un país en el que impera la falacia. No se sabe dónde termina la burla ni donde empieza la verdad. La historia de México está llena de mentiras. Es un pueblo católico, apostólico y romano, por lo que no hay independencia mexicana. Es un pueblo globero, raquítico, desvalido, futbolero y lacrimoso, hay que decirlo aunque duela. Es un pueblo que no sabe aprovechar las riquezas naturales con que cuenta, prefiere crecer comiéndose los unos a los otros. Cuando Charles Louis de Secondat, varón de Montesquieu (1689-1755) dijo que los españoles y los turcos eran los únicos del mundo que menos partido sacaban de sus riquezas, era porque Montesquieu no nos conocía. Y, ¡como méxico no hay dos¡ lo repetimos a cada rato, como para darnos valor. En cuestión de hombría no hay quien nos iguale. Nosotros somos los más valientes ¡los más machos¡ pero, “Díme de que presumes y te diré de que careces”. El mexicano es por “naturaleza” futbolero, no importa que en las canchas del mundo haga el ridículo. En todas las calles, en todos los barrios se pueden ver pateando un esférico, y cuando se juega en los estadios, éstos se llenan a reventar (y de veras que revientan con trifulcas). La supremacía de México sobre el resto del mundo, esta “representada” en el futbol y los mitos, respaldada por el cigarro y el mezcal. Entre los grandes mitos esta “Cantinflas” que por mucho tiempo ha sido el gran símbolo del subdesarrollo. Pero, el más grave de los mitos es la superstición, la cual domina al mundo, es uno de los mitos más antiguos del hombre. En esto no ha evolucionado,* sigue igual que en sus albores. Los mitos se arrastran como un velo nupcial”. Termina. Al preguntarle a otro, que cumplió 50 años de casado, la posible razón de la negatividad de la mayoría de la humanidad, dijo: “yo creo que todo esto viene del mal ejemplo que se da a los niños y al exceso de control. Los niños deben pensar solos, sentir confianza en sí mismos y a mantener sus decisiones pese a la presión del ambiente. A los niños pequeños se les debe controlar, pero conforme crecen ya no sirve decirles que es lo que está bien de acuerdo con lo que los padres quieren, sino que hay que empezar a dar a los niños el permiso de pensar por sí mismos y evitar así los funestos efectos secundarios del exceso de control, para evitar sentimientos de identidad negativos, como son el temor, la timidez, la baja estima, la confusión, etc., etc.,
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“yo me siento capaz de compartir con todos, algo de sabiduría que he aprendido a través de años. También les digo que guarden para ustedes todos sus pensamientos negativos, convive con tus hijos y goza con ellos lo más que puedas. Ayuda a tus semejantes pero sin dar todos tus bienes, porque entonces quedarías pobre y tendrían que devolvértelos. Haz cosas sensatas, aunque luego resultan ser las más tontas. Cada experiencia te ayuda a madurar. Se flexible para disciplinar, entretener o inspirar a tu familia, de lo contrario, el resultado se parecerá al acto de quitar varias capaz a una cebolla que nos hará llorar mucho, y, así podría seguir y seguir pero veo que no les importa, pues siempre están metidos en ese mundo cibernético erizado de ordenadores, pantallas, etc. que lleva a un mundo sin espíritu, a una humanidad de robots, de incivilización, de, que se yo”. Desde luego que tengo más comentarios, pero solo agregare que la mujer rara vez alcanza a llegar a los 90 años o más, porque durante mucho tiempo se estaciona en los 25. Mientras el hombre se la pasa coleccionando años, como los animales, sin saber pa´ que, lo que significa que este no ha evolucionado nada. La prueba esta que revisa los últimos 50 años de su matrimonio para tratar de entender como logro tamaña hazaña, llegando a creer que se lo debe a sus “tranquilos” hijos y nietos*. Niños que crecen demasiado de prisa, y que juegan con sus perros entre ladridos y risas, y la ropa les queda pequeña y se ponen la de los adultos
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UN VIAJE A LA PLAYA
MANUEL VILLAGRÁN REYES
MANUEL VILLAGRÁN REYES
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UN VIAJE A LA PLAYA Desde con meses de anticipación, se discute en familia la fecha de salida a la playa, y se fija el día. Pero al llegar ese día, ya algunos y algunas proponen otra fecha de salida porque todavía no están listos, así que ese mismo día, muy temprano, se comienza a empacar. Se disparan órdenes a diestra y siniestra, se dan vueltas de aquí para allá y de allá para acá sin sentido, se anda de cabeza, se pierde la cabeza, no se sabe dónde se tiene la cabeza, sin embargo, acaba uno con dolor de cabeza, pero la emoción, aun así, se abre paso por entre el dolor y se asienta con energía en la cabeza, y entonces se toma uno una cerveza que sube también a la cabeza a hacerle compañía a la emoción mientras se llenan las maletas. Telefonazos: “sí, sí; salimos hoy a las ocho de la noche, no puedo atenderte, okey. Te veo después. Si, si, adiós”. Prisas. Prisas. Objetos que se esconden sabe dios donde. Gritos y más gritos. Y vienen amigas “perdona que no te atienda, amiga; pues estamos por salir”. Se llenan de ropa y de cosas las sillas, las camas y hasta el piso. Se llena una maleta, tres maletas, seis maletas. Entonces se ve que todavía queda ropa para otras veinte maletas más, y se piden más maletas al supermercado. La casa se vuelve una pista de carreras. Hay encontronazos. Se arrastran maletas de aquí para ella. Se echa una miradita al espejo: decepción, y cambios de ropa cada media hora. Más gritos. Preguntas por esto, por aquello, nadie sabe nada. Risas. Risas. Todo es confusión. Los niños creen que es una fiesta y se unen al relajo: una pide a gritos su cachorrito, que es un ejemplar perfecto, según ellos: pelo café, ojos castaños, alto, fuerte, gallardo, es decir: bien parecido, como diría una hembra de su especie. Quien se los vendió dijo que sus padres son de raza fina, pero para mí, el animalito parece más bien el fruto del romance de una perra con un burro, tiene las orejas largas, las patas peludas y anchas, cola larga y gruesa y cuando ladra más parece un rebuzno y tiene un apetito voraz que lo hará crecer una barbaridad, que de seguro podrá usarse como bestia de carga. Es dueño de un juego de collar y correa, un plato bonito con divisiones, una pelota para su juego de futbol, ¡ah¡ y el consabido hueso de plástico (el equivalente a un chupón para bebé, pues tienen la misma función) a sus cuatro meses es ya una mole capaz de derribar a cualquiera en un arrebato de entusiasmo. Este es el animalito que quiere cargar mi nieta de diez años, y por supuesto, sus padres se lo permiten. Otro, decide llevar su balón de futbol para ir practicando dentro del autobús, porque regresando del paseo tiene un juego de campeonato; otro más, el de 15 años, ruega a su padre que le consiga permiso a su novia para que lo acompañe. Hasta la más pequeñita de mis nietas pide 50
su “bibí” con fuerte llanto, como amenaza: o se declara en huelga de hambre por un mes, o bien, organizará una manifestación que bloqueara calles y tomara edificios públicos y privados. Se dan órdenes entre sí, que se ignoran. Alguien, ya cansado, propone que mejor se haga el viaje el año próximo. Y el gran placer que se experimenta antes de un viaje, termina en un dolor de cabeza agudo. Alguien pide una caja de aspirinas, tan fuerte es su dolor. Es martes, y la salida está programada para las ocho de la noche. Más o menos una hora antes de salida, se escucha un espantoso grito. ¿Qué ocurre?, es alguien que chilla desesperada: “¿Dónde está mi lápiz labial?” Susto colectivo. Miradas de interrogación. Agarrotamiento. ¡Imposible seguir empacando¡ la pérdida del lápiz labial puede ser la ruina del viaje, y todo mundo se dedica a buscarlo gateando por todas partes, buscando por debajo de las camas, de las mesas, de los sillones, en los botes de basuras, en los W.C. en la azotea, etc. se telefonea, y viene gente especializada en la búsqueda de cosas perdidas y que cobran carísimo y por adelantado. Pero el ingrato lápiz se oculta dios sabe dónde. Yo bramo molesto: “¡pronto¡ ¡que se encuentre el lápiz, porque si ésto se sabe en la ciudad de México, pueden bajar las acciones¡” más desesperación. La del lápiz labial balbucea desesperada una serie de maldiciones marca “carretonero” que traducidas religiosamente, quieren decir: “ya valió m, la noticia se cuela como reguero de pólvora por toda la colonia, y los vecinos acuden a ayudar en la búsqueda. A media noche, después de siete horas y tres minutos justamente, el lápiz labial se rinde y aparece en el bolso de la dueña. Suspiros de alivio. Risas nerviosas, se dan las gracias a dios en coro, por haberse divertido a nuestra costa. Y a seguir empacando. Aquí no ha pasado nada. ¿Nada? Continúa la confusión y la algarabía gritos que saben a café negro como a café con leche. Los niños, a estas horas, van cayendo dormidos donde los atrapa Morfeo. Por fin salimos a las ocho, pero a las ocho de la mañana del miércoles. Nadie ha dormido. Excepto los niños. Alguna dice que por fin hemos salido una vez en punto. Al comenzar el largo viaje, una de mis pequeñas nietas que no dormía, me pregunta: “abuelito, ¿falta mucho para llegar?” yo le contesto que llegaríamos a nuestro destino cuando oscureciera. Una media hora después, el cielo se nubla rápidamente y oculta al sol y mi nieta comienza a gritar: “ya 51
estamos llegando, ya estamos llegando ¡hurra¡ despertando a los demás niños. Tranquilamente, sin muchas brusquedades y con mucho calor, el autobús rentado se desliza por el asfalto que se extiende como aceite hacia el horizonte con suave marulleo de motor y a una velocidad “fulminante”, caracoleando como un cohete por las “curvas sinuosas”.* aun corremos por los campos semidesérticos pero ya sentimos el calor de la playa, el olor de la vegetación, la humedad que sube del mar; todavía pueden verse en el horizonte los cerros pelones pero ya todos nadamos en el mar. Al rato, todos duermen y ninguno sueña. Y solo sueño yo, que no duermo, pues soy el cronista oficial (me siento Bernal Días del Castillo). Nos movemos entre rebaños inmensos de vehículos. El runruneo es una hermosa canción de cuna que invita a dormir ¡aaah¡ si yo pudiera, Con la frente apoyada en la ventana, que es la postura recomendada por algunas agencias de viajes para admirar el paisaje, veo cómo avanza velozmente y en sentido contrario, quizá vaya a otro sitio turístico. La realidad de las horas de viaje es un paisaje variado, así vemos: campos, campos; y estaciones de gasolina Pemex, estaciones de gasolina Pemex, estaciones de gasolina Pemex: con gasolina verde, gasolina roja, que aparecen y desaparecen como si nacieran y murieran de golpe. Solo falta un taller mecánico y de engrase y de reparación de neumáticos para que este completo el servicio. Esto da a pensar que por las venas de los viajantes no corre sangre, sino gasolina (yo veo que el nivel de la gasolina está muy bajo en el marcador y que no tendría nada de raro si no llegamos a nuestro destino. En eso, el motor escupe unas explosiones lentas y se detiene en una de esa gasolineras a recargar combustible. ¡Uuf¡).
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De vez en cuando, para despistar, surge en el paisaje un pueblo con sopor de plomo: casas de adobe, de ladrillo; algunas calles polvosas; un carro en casi cada casa; tres o cinco tienditas que se anuncian pomposamente como “mini súper” a lo largo de la calle principal, más una estación de gasolina Pemex, y el pueblo acaba y vuelve a desfilar el paisaje inalterable, donde de vez en cuando aparecen anuncios de hoteles y de propaganda electoral. Son pueblos que se adivinan sin llegar a visitarlos, iguales unos a otros, es suficiente pasar de largo y leer el nombre del pueblo para dejar satisfecha el ansia de conocerlo.
Yo casi siempre me pongo como copiloto voluntario sin que me lo pidan ¿ sabía usted que este papel exige preparación y sensibilidad como cualquier especialidad? El copiloto perfecto es aquel capaz de pisar frenos imaginarios junto con el conductor en situaciones peligrosas. El copiloto perfecto es aquel que se duerme durante el viaje, dándole así libertad al piloto de arreglárselas el solo como pueda. El copiloto perfecto es aquel que va dice y dice: “vas muy despacio”, hasta que lo contradice un accidente. El copiloto perfecto es aquel que, en caso de que al volante vaya su esposa, no haga ninguna observación si está a punto de chocar, solo se concreta a silbar alguna canción romántica y fingir que no tiene ninguna importancia el suceso que ¿Qué hago yo en esos casos? lo que se supone hace todo mundo: rezar, en suma, el copiloto perfecto es aquel que ocupa su cómodo trono de copiloto con aires de superioridad, privándose de todos esos desgastes reservados para los conductores (una de las razones por las que yo no conduzca, es el pavor a quedar atrapado en medio de gigantescos embotellamientos, donde insulto a los otros conductores y ellos me los devuelven elevados al cuadrado y por qué es desesperante recorrer calles y más calles sin encontrar donde estacionar el coche lo más cerca posible del lugar de destino y, al fin, después de varias horas, se logra estacionar el vehículo a dos o tres cuadras de donde partió y ¡a caminar¡) Es indudable que la función del copiloto es más agradable e importante que la del piloto, cuyas oficinas son las cabinas de sus vehículos que conducen a diferentes partes del país, una oficina donde tienen paisajes diferentes cada día. Estos señores están acostumbrados a ver la vida a través de un parabrisas o por el espejo retrovisor, previendo casi siempre, un accidente. Pero no creo que esta situación sea por mucho tiempo, pues la transformación 54
futura de los medios de transportes será cómoda y segura. Con autos con diseños muy aerodinámicos más dignos de James Bond que del vecino. Autos que se moverán por acción de los rayos solares, pero que en los días nublados nos harán soltar maldiciones a diestra y siniestra por dejarnos tirados a medio camino, y a gritos se exija a dios que vuelvan los tiempos de los autos de gasolina. (Si necesita usted que alguien maneje su coche, no cuente conmigo, y si necesita más información, consulte a Sigmund Freud) (?). Pero volvamos a lo que te truje chencha, es indudable que ese lápiz labial retrasó considerablemente la salida del viaje y un costo más elevado. pero no importa, vale la pena, ya con el solo hecho de estar junto al mar, tostándose, o en una de las albercas del hotel, al pie del bar, tratando de agotar todas las bebidas como tarea única, ¡ah¡ y comer en los distintos restaurantes del hotel, para en un dos por tres subir de peso, pues en estos restaurantes se come con arreglo a varias culinarias diferentes, donde la música suena suave y alegre y a su compas se mueven las mandíbulas que siguen al pie de la letra el programa buffet: Desayuno, a las ocho Almuerzo, a las once Cock-tail de mariscos, a las doce Comida, a las dos Pizzas, a las cuatro Carne asada, a las seis Cena, a las ocho Nieve y bebidas, todo el día. Y todavía se pone uno en jarras y se pregunta: -
“Bueno, y, ¿esto es todo? Así, todo mundo confía en adelgazar. Aunque eso de adelgazar esta tan lejos como la galaxia más lejana o la terminación de la violencia en el mundo. En la playa se puede cenar en uno de esos restaurantes en donde hay meseros vestidos de etiqueta, a donde el huésped del hotel debe ir vestido 55
“decentemente” y tener reservación, donde no es extraño ver en la mesa de enfrente algún personaje del medio artístico, políticos o de los medios de comunicación moviendo las mandíbulas, igual que lo haría un campesino.
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Yo a veces llego retrasado a estas comidas, casi como costumbre y, como costumbres me mete prisa mi familia, que ya está en los postres, y es preciso comer precipitadamente. En esos lugares hay cucharillas previamente aconsejadas para que tiren, en un momento dado, la sopa, haciéndolo pasar a uno vergüenzas, y todos guardamos un minuto de silencio (dedicado quizá a la sopa tirada) con las miradas fijas en mí. También hay “platillos difíciles” y son aquellos que arrojan chisguetes de jugo o de salsa como las naranja sin pelar y los mariscos que salpican a los comensales, el espagueti y los fideos cuyas hebras miden varios kilómetros. A esta lista hay que agregar las situaciones incomodas, como: comer un trozo de carne azada cuando tienes ocupadas las dos manos, una con el tenedor y la otra con un cuchillo, (por eso debe uno escoger alimentos que no haya que pelar, cortar o enrollar en un tenedor) estos representan para mí una terrible tortura. Al ver mi turbación, mi esposa me dice: “usa los cubiertos y ¡come ya¡ Si –contesto – pero me sentiría más cómodo usando solo las manos. Este invento nefasto de usar cubiertos es un método infalible para fastidiar a las personas. ¡ah¡ pero el peor, quizá sea el que se usa en oriente: “los palillos”. ¿Cómo diablos se las arregla uno para comer un plato de pasta con ellos?. cuando alguien pidió una langosta entera y con el caparazón intacto, el mesero le arrimo un juego de instrumentos: cuchillos, tenedores, pinzas, cinceles, martillos, serruchos, limas, etc. Y, ¿la imprescindible copa de vino? pues esa me la tomo como agua, por las prisas ¡ah¡ y con medida, pues dicen que los vicios con medida son buenos, pero me gustaría saber para qué. Y tengo una duda sobre eso de “con medida” ¡acaso se refieren a que se tome en litros, galones a cualquier otra medida mayor y no en copitas? Al término de la degustación, el mesero con su mejor sonrisa y dentro de su “media gala”, recibe una buena propina. En el hotel hay restaurante italiano; restaurante chino, restaurante mexicano; restaurante antropófago. Y, a todos se debe ir con previa cita y vestido formalmente. Aparte, hay restaurantes buffet donde se sirve por sí 56
mismo o se queda sin comer. en éstos yo solo soy un ser triste que suspira hondo al ver comer sin trabas a los demás, pues tengo prohibido engordar, por eso al pasar a mi lado el carrito del asado vuelvo la cabeza hacia él, abriendo tamaños ojos para engullirlo de un solo vistazo, pasándome por alto la prohibición ¡que caray¡ y, para decir que comí de todo, me sirvo una brizna de ésto, otra de ésto otro, y una más de ésto otro, hasta lograr una porquería que produce una rebelión en mi estómago sensible, pero es la dieta. Mi distracción, mientras terminan los demás,. Es tratar de rellenar de sobras el corazón de una aceituna. “El matrimonio, es el trabajo más engordador del mundo” según una psicóloga. Pero ¡ni mi esposa ni yo, somos gordos¡ ¿Estaremos desafiando las leyes de la naturaleza? Por cierto, alguien podría escribir un libro sobre nosotros y titularlo: “¡Qué suerte la de éstos¡” sería un best seller. Yo siempre estoy pensando que “pienso”, y de ese “pienso” mental me sostengo y alimento, guardando así mi delgadez. (Sin mi alimentación a todo pasto, no existiría yo). En un matrimonio, la duración de él, puede depender de un beefsteak, o de una ración de verduras (hierbas).
En estos lugares también se puede asistir al teatro del hotel, donde una bailarina, por ejemplo, canta y baila, y empieza a desnudarse. Se quita el traje pausadamente. La ropa cae por toda la pista. Ya semi desnuda, pone su mano sobre el broche del sostén. ¿Qué va a suceder? ya se lo desabrocha, ¡ya se lo quita¡ pero no sucede nada, por debajo de aquel sostén aparece otro, que ya no se quitará. Por último avienta los zapatos de baile con movimiento de los pies al ritmo de la música, y con ello llega al final el espectáculo. Luego la bailarina, ya en traje de baño como justificándose, dice: -
“Es que de aquí me voy a nadar al mar”.
La mayoría de los nuevos huéspedes no sospechan que haya un teatro, donde el espectáculo son sketch, medio cómicos, medio picarescos; bailables, etc. O también se puede pasear en barco donde se come, se bebe, se baila, se marea y se vomita; y en el que, al empuje de fuerzas irresistibles, va uno a darse de narices contra cualquier cosa del barco, como le sucedió a una de 57
mis nietas en un viaje anterior, que se golpeó y se puso a llorar en un costado del barco y sus lágrimas, que caían al mar, hicieron que se elevara el nivel de éste. Y como siempre, un miembro de la familia se atrasa y viene corriendo y haciendo señas de “alto” ¿perderá el barco?... ¿logrará tomar el barco?... ¡lo toma! Suspiros de alivio. Risas y gritos de júbilo de nosotros. En todas las cabezas bulle la idea de que el barco tarda ya demasiado en salir. Siguen llegando pasajeros apresurados, entre ellos una dama que absorbe la atención general. Ahora se piensa que el barco va a salir demasiado pronto y la mujer no lo alcanzará, y, ¡lo alcanza¡ El barco zarpa. Ya a bordo, se muerden puros, se bebe desde jugo de tomate hasta whisky, y se masca chicle en automático. la música suena alegre y la gente baila ágil al movimiento del barco, donde los chicos flirtean con las muchachas o se divierten en esos juegos de los barcos que algunos parecen inventados por alguien en un día de dolor de muelas, y en donde luego se hace amistad con los demás paseantes, sin darse tiempo a mirarse primero las narices unos a otros como se hace por ejemplo, en un consultorio, dental y que ya cuando se cansa uno de contemplar a todos, se dedica a cansarse de contemplar los anuncios de las clínica, donde la actitud de los enfermos es exactamente igual al aspecto que ofrece un gallinero cuando la cocinera entra a escoger una ave para el menú. Podemos incluso oír cacareos. Pero no son cacareos, son palabras ahogadas que se susurran unos a otros. Pronto, la playa retrocede, ya no es más que una tarjeta postal; después, un sello de correos, y más tarde: nada. Todo mundo va y viene, de un lado a otro, pero nadie tiene que hacer ni a donde ir. Sin embargo, la vida a bordo es muy alegre a pesar de algunas caras de aspecto de fruta podrida. Intérpretes que se hacen un lio y les hablan en zapoteco a los norteamericanos y en ingles a los mexicanos. Neblina. Humedad. Estallan fósforos a derecha e izquierda se empieza a fumar sin ganas solo porque hay que cumplir con la dosis de nicotina y de humo para los exigentes pulmones, y por qué no decirlo: para darse “cache”. El firmamento se ha vestido de azul cielo en vacaciones. El chaleco salvavidas que aprieta se desabrocha. Me como una naranja sin quitarle la cascara pensando en las vitaminas “b” y “c”. Se muerden puros. Se bebe tequila y se masca goma. Dos hermanas gemelas viejas y feas, optimistas, solteras y honradas desde la
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segunda guerra mundial, que serán por mucho tiempo, la causa de todas mis pesadillas. Crece la cantidad de mareados, hay 32. Se hacen “ensayos generales” de naufragio con los chalecos salvavidas puestos, y todo mundo queda convencido, al acabar, de que si el naufragio sobreviniese, nadie sabría cómo utilizar el salvavidas. Al fin llega el momento en que todos somos familia. Todo va viento en popa, pero “acordarme” de la cantidad de dinero que pagué por el paseo, me pongo triste: son muchos pesos clavados en el alma. Mi numerosa familia y yo compartimos la mesa con una joven rubia, a mí me separa de ella un baúl; pero ¡oh, equivocación¡ es el baúl de su marido que ríe por todo mientras su abultado abdomen se estremece de placer. Mientras, uno de mis hijos habla entusiastamente con él, en un inglés que suena igual que el teléfono morse. Mientras, una de mis nietas va sumando, multiplicando y dividiendo. Es tarea escolar. (Vaya manera de divertirse) de buena gana la ayudaría pero me cuido mucho de hacerlo, porque nunca se sabido dividir ni multiplicar. El capitán del barco ante cualquier pasajero, como saludo, se inclina levemente como un diplomático al presentar sus cartas credenciales en el castillo de Buckingham. Mis nietos pequeños juegan al escondite en dos o tres idiomas con otros niños por entre las piernas de los paseantes, mientras los pasajeros sin familia tratan de ubicar el bar por medio de cálculos matemáticos. A veces, al franquear alguna puerta, los que tenemos la desgracia de pasar del metro setenta de estatura y no leemos el cartelito que dice en inglés y en español: “haga el favor de bajar la cabeza” nos damos un fuerte golpe en la mollera: cero y va uno. De regreso a la mesa, el locuaz y bilingüe baúl de la joven rubia, dice dar conferencias sobre la importancia del silencio, que varias veces estuve tentado a preguntarle porque no se callaba él. En pocas horas de navegación me he enterado de todo esto y de que la joven rubia es una romántica. ¿Por que las románticas tienen un marido gordo? 59
Me desparramo por las “entrañas” del barco. Un juerguita americano exhibe de un brazo a una rubia y del otro a una negra. Un rumor de mitin lo invade todo
Dos personas me hablan en otro idioma y yo los miro con lastima al pensar en el desengaño que se van a llevar al acabar su plática, y les diga que no entendí nada. (En eso se escucha un grito en ingles que parece un insulto pero no es un insulto: es solo una pregunta). Ahí también puede ser que un extraño pasajero que lee el periódico y que hojea como si esperara encontrar en él su esquela mortuoria, le meta por un ojo la sección de espectáculos al compañero que está al lado, sin que el uno se le ocurra doblar el periódico ni el otro piense en retirar su ojo un centímetro. Y donde también te enteras de muchas cosas, hasta intimas, como lo siguiente: una señora de unos cincuenta años, se lamenta tristemente con dos señores que se sentía muy vieja, ellos para animarla, le decían: -
“No señora, usted no esta vieja, es una mujer que se defiende todavía”. “¡claro que me defiendo¡ - contesta ella- aunque, ya nadie me ataca”.
Y grupos de mujeres que hablan mal de los maridos, diciendo que éstos nada más sirven para ver quien toca la puerta y que a veces se equivocan; que el matriarcado pronto renacerá y que deben unirse para que éste resurja como el ave fénix, más vigoroso y eterno. Además, entre otras cosas, se cuentan los incidentes de los partos, y culpan a los hombres de estos sufrimientos, y hacen hincapié de que los hombres son unos brutos (mis cabellos blanquecinos se me erizan de vergüenza). En suma, la vida a bordo es muy alegre, pero en cambio, algunas mujeres son pesimistas, estas palabras dichas por ellas, por mucho tiempo serán la causa de todos mis complejos de inferioridad. Los hombres, en esas situaciones, siempre les dan la razón en sus diálogos, y cuando ellas opinan cualquiera tontería, ellos sonrientes, hacen gestos de aprobación. Por eso estamos como estamos los hombres: Jo, venes. En otro grupo, un español se queja de que de la medicina no hay que esperar nada, que por eso se inventó el espiritismo: para que los médicos puedan 60
hablar con sus ex clientes y les expliquen que la medicina es solo un placebo y, que lo sienten mucho. (Al poco tiempo consigo hacer migas con la plática que ha tenido varios flirt, pero que aún no ha conseguido ni un solo “resultado práctico”. Acá, un americano se queja conmigo, en un chistoso español, de que sospecha que lo han engañado en la “Casa de cambio” yo le digo que siempre engañan en las “casas de cambio”, pero mi afirmación no lo tranquiliza y se retira triste y sin darme las gracias. Por segunda vez, míster James y míster John me platican largamente en inglés. Cuando acaban, les repito que no entendí nada y me miran con ojos estupefactos, le dan un trago a su bebida y se alejan mirándome de reojo como a bicho raro. Aquí un grupo de señores platica, uno de ellos dice “que la mujer en México, tiené una importancia social insensata lo cual, en un país como México donde las mujeres se odian entre sí, es catastrófico.. (Me detengo a escucharlos, discreto). otro comenta que el mexicano se aferra a una concepción sufriente y limosnera, pues siempre le está pidiendo algo a dios, y que somos muy dados a darle más chamba a la divinidad de la que ya tiene con sus insubordinados hoyos negros y las constantes explosiones del rebelde universo, así como el galopante escape de las libertinas galaxias del centro de su nacimiento hacia el infinito, cuando siempre estamos diciendo: ¡dios mío, ayúdame¡ etc. debemos ser conscientes de que dios no es conseguidor de fortunas ni de chambas, ni es cupido, ni restaurador de carros, ni arregla todo. Es claro que el mexicano no prospera por que vive en eterna pachanga y en el mito más abyecto. Sin embargo, tenemos la fama de ser los mejores “constructores de puentes” en el mundo. Pero lo peor de todo esto, es que la gente posterga su felicidad para “la otra vida”, donde seguramente también se juega futbol y se toma vino, como en México que todo es con alcohol*, pues este está presente desde que la gente nace hasta después de que muere. La gente bebe en los estadios, los palenques y las plazas de toros. Bebe antes de comer, bebé en las celebraciones cívicas y religiosas, los cumpleaños, las graduaciones, las bodas y hasta en los funerales, en los fines de semana, en cualquier fiesta, en los triunfos y en las derrotas. Todos los acontecimientos son pretexto para beber. Para defender el abuso del alcohol, los mexicanos recurrimos con frecuencia a algunas ideas equivocadas. Por ejemplo: que las bebidas “ligeras” no contienen mucho alcohol, como las cervezas, los cocteles y el vino de mesa, el 61
alcohol, aunque se vista de rompope, alcohol se queda, muchos toman estas bebidas sin medida, creyendo que no embriagan. El ejemplo de los padres alcohólicos hace a los hijos alcohólicos. Si los padres beben o fuman delante de los hijos desde que estos nacen y llegan a adultos, éstos creen que es bueno y siguen el ejemplo. Muchas personas utilizan el argumento del antecedente familiar de los genes como excusa para seguir abusando del alcohol. Una creencia generalizada es que un par de copas no afecta la forma de conducir un vehículo. Por lo que he leído, hasta una pequeña cantidad de alcohol tiene efectos adversos. Se ha comprobado que el riesgo de chocar se multiplica por cinco y vuelve a quintuplicarse si se toma más de dos copas. Es común en los tomadores decir que cuando beben manejan mejor, y que son rápidos y más dueños de sí mismos. Por lo visto, es imposible divertirse sin alcohol. Si observamos, la gente piensa que es más simpática e ingeniosa cuando ha bebido, he identifica el alcohol con la diversión. Hay quienes beben para resultar más agradables y volverse más desenvueltos, así como para sentirse muy hombres.” -
Y, ¿las mujeres? –pregunta otro. Pues, muy mujeres.
Otro comenta en son de chanza “que si eres alcohólico, la única manera de seguir siéndolo para siempre, es induciendo a tu mujer a serlo también, para que así no te lo impida,”
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Me alejo. Mientras tanto, un largo desfile va hacia el bar, de gente llena de odio contra las bebidas alcohólicas, decididas a acabar con ellas, y claro, el mareo es doble. ¡Qué bonito propósito¡ yo, en cambio, me dirijo al baño y en el trayecto me topo con un joven de perfil virginal que me mira con ojos coquetos y, ¡me lanza un beso¡ desde luego yo no me doy por aludido y miro hacia atrás, pero detrás de mí no hay nadie. Muy serio lo observo y, me meto al baño ¡El también¡ pero yo me salgo casi corriendo y voy y me refugio en mi esposa que, sentada, muy contenta saborea una piña colada, con aire de ser la primera niña de la clase en un reparto de premios, sin imaginarse los peligros que me rodean. (Supongo que esto se deba, como dicen, a que tengo un extraño magnetismo animal, pues siempre atraigo a las moscas y a los zancudos). Me ve y me sonríe. Yo la miro con ojos de náufrago, y luego dirijo la mirada hacia el joven que también me sonríe. Estoy entre la espada y la pared. Es que dios me dijo: “sal de la zona de la infidelidad”. Y Salí. Y todos vimos que era bueno, menos George W. Busch que cree que estoy desobedeciendo con toda impunidad, resoluciones de la ONU. Representando un gran ataque a la democracia, la justicia y a la libertad. ¡Esto-dijo—perjudica nuestros valores¡ Y José Stalin, desde ultratumba, dijo: -
“Fusílenlo, junto con otros veinte más escogidos al azar, por no impar este desliz”.
El muy descarado se sienta a un lado de mi esposa que sirve de frontera entre él y yo. A partir de entonces evito encontrarme a solas con él, que sigue coqueteándome. Simultáneamente a la aventura con el joven de aspecto virginal, tengo otra con una joven muy linda y seductora, de voz tierna y amable simpatía que atrae a todos. Igual les sonríe a los hombres que a las mujeres. Pero no es una mujer fácil, cuando menos por el momento, pues apenas tiene tres años y ya me tiene cautivado. Yo le hago señas, discretas ¡claro¡ y ella me sonríe, y no cabe mi alegría en mi pellejo y aflora indiscreta. y, de pronto me sorprendo cruzando sonrisas con todo mundo que no podría explicar el por qué, si me viera en el aprieto de hacerlo, y me reprimo zampándome un jugo de tomate, pensando en la prevención del cáncer y los problemas cardiacos, mientras observo a la pareja de ¿señoras? (aquí entre 64
nos, son uno de los más acabados tipos de brujas que la imaginación más desbordada pudiera concebir y que se resisten a usar el chaleco salvavidas; y que, en caso de naufragio, presiento que serán las únicas en salvarse). Inmenso en los sonidos y ajetreo, escucho palabras perdidas, cada una de las cuales es un tema de conversación que se desarrolla mientras vacían sus vasos y hacen gárgaras pronunciado el inglés. y es tal el ruido y el bullicio, que se tiene la sensación de que todos están locos, y termina uno creyendo que lo están realmente, pues hasta los norteamericanos pierden sus características de corrección y de frialdad, y cambian su silencio anglosajón por un griterío francamente mexicano y casi casi histérico. A ésto, se agrega el ruido de grandes ventiladores que zumban con furia, que parece ser ellos los que con sus hélices impulsan al barco. (Lo curioso es que siempre que “ando” en barco, puedo decir muy poco de lo que en el ocurre, pues como no tengo costumbre de beber, al llevarme a los labios los primeros tragos de tequila o de brandy “obligatorios”, ya no logro enterarme de nada o casi nada, por eso no bebo, para darme cuenta que me la estoy pasando bien). Míster John insiste, y me hace una pregunta en inglés, en ese inglés que no hay nadie en el mundo que no conozca a la perfección, excepto yo y los traductores profesionales; yo, impaciente, le hago señas de que no entiendo nada. Me mira de arriba abajo y viceversa, como soy alto, su mirada es bastante prolongada. En sus ojos leo perfectamente lo que está pensando: está pensando que yo soy un tonto. Míster John es delgado y arrugado como una ciruela pasa, con cara de ave de presa. En cuanto a su señora, también se parece a una ciruela pasa, cuando se pone a secar al sol con un sombrerito que le sienta tan mal, que me imagino que va a ponerse enferma muy pronto. Ella, no sé por qué me recuerda a Sherlock-Holmes cuando este se disfrazaba de mujer para perseguir a Jack el destripador. En cambio, la esposa de Mister James es joven y bella, de ojos llenos del azul del cielo, que le dice a otra mujer que su marido “no la comprende”. (Esto significa que lo va a engañar en cuanto pueda) pero el marido no la deja ni a sol ni a sombre. (Lo que significa que si la comprende perfectamente). Mister James tiene esa frialdad propia de los caldos calientes. Yo miro con increíble curiosidad a todo mundo, miro al cielo como los enamorados el día que se juran fidelidad, o como los cazadores antes de dispararle a un soso que esta por caerles encima, miro a algunos viajeros que llevan en el asiento frontero una mujer guapa que no está incluida en el precio del boleto, miro como todos celebran el paseo como un gran día de fiesta, miro 65
a una joven pasajera que lleva en los brazos un enorme muñeco que aprieta contra su corazón palpitante como si fuera el marido de una amiga(me molesta, si, la conducta de esta joven, y me molesta también el que, después de todo, no estoy seguro de que tenga una amiga casada). Choque con un mozo del barco y este se va diciendo no sé qué cosas acerca del santo niño de atocha que llevo colgado al cuello. de nuevo, el joven del perfil virginal de pelo de un amarillo deslavado, peinado en bucles, de ojeras violáceas y tez pálida, a quien seguramente le gusta el arte y los hombres “atléticos como yo”, me asedia y solo contesta con gruñidos indescifrables a mis reclamaciones diplomáticas de que me deje en paz, pero no, y la rabia hace crisis en mí y doy unos puñetazos en el casco del barco que me duelen todo el paseo (esto me quita las últimas esperanzas que abrigaba de seguir viviendo fielmente) lo amenazo con decirle al capitán si no deja de acosarme. Pero tampoco de esta advertencia hace el menor caso y cínicamente me manda otro beso pasado por agua. Asustado, busco la protección de mi esposa ya no me preocupo, estoy alarmado. Y ¡oh, sorpresa¡ encuentro mi “cuba” juntó a ella. Fue una escena emocionante. Ya no la suelto ni para ir al baño (los que no nos hemos mareado nos preguntamos por qué y tratamos de hacerlo químicamente). Mientras tanto, el barco se deshace en un trafago apresurado, donde todo es actividad y alegría a bordo. Algunos norteamericanos, quince centímetros más altos que los viajeros más altos, se mezclan entre el pasaje riendo y bromeando realmente contentos. Sin embargo, algunos viajeros se “aburren” elegantemente: mascando sin ganas un puro solo para darse “cache”. Por todos lados al barco lo rodea una gran masa de agua que, en opinión de los conocedores, es el mar, donde sus quillas grises aran las aguas para, supongo, sembrar peces. Y aquí estoy yo, luchando por mi honra contra un joven de aspecto virginal que enturbia la alegría de mi paseo. Yo saludo al toparme con algunos grupitos de gente, pero nadie contesta a mi saludo, tal vez son gente muy educada, pues ya es sabido que la gente educada no saluda jamás. Todo esto acaba por ponerme triste. De pronto , el pasaje entero se levanta de sus asientos y se precipita hacia la orilla del barco, a babor. “Es natural –me digo- huyen del joven del perfil virginal”. 66
Y como yo también deseo huir de él, me levanto y me voy detrás, para comprobar que no se huía del joven sino porque el barco se detiene frente a otra playa. Después de algunas horas de navegación, la tripulación nos invita a desembarcar en esa otra playa menos parecida a la nuestra que más se parece a la nuestra, y es que todos, hasta los que no conocemos esa playa conocíamos esa playa (como todos conocemos las pirámides de Egipto, y el Kilimanjaro) sin embargo, hay una novedad: el color de las cosas, el color del mar, el color del cielo, el color mío, al fondo se perfilan bosques de palmeras de cocos ( la verdad, no estoy seguro de que los bosques sean de palmeras de cocos). La playa no está poblada de indígenas salvajes, si no de turistas, y la decepción es grande ¡no hay nada que colonizar¡ es una playa que sabe a nuevo, su olor de su vegetación exuberante y jubilosa, donde llueve en abundancia, pero la lluvia no cae de las nubes si no de los arboles; y cuando hay un cielo azul, flota un sol radiante que se parece mucho al de mi tierra (personalmente yo lo prefiero nublado). Aquí, es triste coger una gripe por culpa de una lluvia que no cae de las nubes sino de los árboles y curársela con la misma medicina con que la curaría uno si la lluvia cayera de las nubes. Pero, ¿Por qué la ropa en la playa pesa el doble?. En las playas hace calor y, luego se ubica uno en el infierno. Pero no, no se está en el infierno sino en la antesala. Muchos llevan un sombrero que casi siempre no es de su número, puesto como cayo, cayo; porque el sol, que es otro sol diferente al de su lugar de origen, es mucho más caliente. Este es un buen pretexto para consumir bebidas frías: hielo, hielo, hielo. Toda bebida va acompañada de hielo. Es lo chic. Hasta el agua plebeya se hace acompañar por hielo. La cantidad de bebidas no es calculable. Todo mundo bebe, y baila: algunas no saben con quién. Se hacen amistades eternas que duraran solo el resto de ese día y apretones de manos. Yo saludo y sonrió como los tiradores de pistola después de dar en el blanco. Una pareja de americanos recién casados, se besan, y él le dice: “¡oh my love¡” que a mí me suena como a un maullido. Allá, unos adultos participan en juegos que tienen por objeto probar quien toma más cervezas y el que gana, se lleva una borrachera gratis de pronóstico reservado, y de pilón: pierde el disfrute del paseo (todo sea por el dios Baco). Así tomando y fumando, el hombre demuestra que es hombre ¿y la mujer?.. Pues, que es mujer. El barco sube y baja rítmicamente. Un paseante, ya ebrio hasta los pies, me pone su manaza sobre mi hombro y me dice que busca un atolito blanco para “curársela”, pero que, después de hacer atole de masa sus internacionalismos, méxico no ha logrado internaciolizar sus atoles de masa, que por eso no se consigue. Y finaliza: ¿ve 67
usted el horizonte? pues más allá de él no hay nada ¡hip¡ por todo ésto más, yo, como algunos filósofos de la escuela pesimista, sostengo que la estupidez humana es universal. Y dígame si es o no cierto, miren este otro ejemplo prototipo de la estupidez: Cuando se llega al lugar de destino, la entrada principal del hotel esta llenísima: montones de maletas, de viajeras y viajeros: gordos y flacos, chicos y grandes: blancos y negros, amarillos y morenos; y se arman varios líos. Yo tomo una maleta que no es la mía, porque es mucho más bonita que la mía. Quiero retroceder y dársela a sus dueños, y como me empujan los que vienen detrás, no lo consigo. Adelante con la pequeña maleta que no es mía pero la disfruto poco tiempo. La pareja, dueña de la maleta, me alcanza y me reclama con una sonrisa, le devuelvo la sonrisa y la maleta, y les quito la mía. Aquí, por el calor, se anda casi en traje de adán, lo que en otro lugar seria faltas a la moral y al pudor. Y la concurrencia tan heterogénea como la de todos los lugares turísticos, es solo sed, refresco y sudor. Ya el lugar de origen ha desaparecido por completo y lo domina todo la playa. Aquí, se ha operado un cambio de conducta inexplicable. ¿Son éstas las mismas gentes que salieron de otro lugar que no es playa? sí. Son las mismas, pero nadie lo diría. Ha desaparecido toda inhibición. Los zapatos se cambian por huaraches. La camisa desaparece, al igual que los pantalones y los vestidos, solo se queda en traje de baño. Aquí, los niños más pequeños se van detrás de los papas y los papas se van detrás de los bikinis.*
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La señora de míster Jhon se encuentra ante el problema de querer fumar sin tener cerillos. Nadie le hace caso, y tengo que ser yo quien le ofrezca la lumbre. Pero.. Otra equivocación yo no uso encendedor ni nada parecido y, solo atino a sonreír con cara de idiota, mientras ella me fulmina con la mirada y, se aleja caminando como patito. A las doce me voy a la playa rehogada por el sol de mediodía, para que me salgan manchas rosadas en la piel, que me causan ardor y comezón alternativamente, y por las noches también me voy a la playa a contemplar la luna (incluso cuando no hay luna), la misma que yo contemplaba cuando tenía quince años, pero la luna, en todo este tiempo no ha envejecido, mientras que yo, En algunas playas los turistas contemplan, con ojos estáticos por el estupor y con expresión alelada, el trágico final del sol al caer al mar, pensando si sobrevivirá y si aparecerá al día siguiente. Y, ¡aparece¡ su luz otra vez cabrillea en los vidrios de las ventanas y se aleja o se acerca saltando de cristal en cristal que devuelven en mil destellos su resplandor. A mí me sorprende caminado por la playa y yo me sorprendo que ya mucha gente venga de regreso. Todo mundo va y viene de un lado a otro al cabo del día, pero nadie tiene que hacer ni a donde ir. (Esto es solo un decir) hay tantos turistas norteamericanos que a veces creo que estoy paseando por estados unidos. Pero no, no estoy en estados unidos, estoy en méxico. En las playas, mientras los hombres beben (porque es un ritual al dios Baco) las señoras se cambian de traje de baño y los hombres les dicen que están hermosas. Las señoras se detienen un instante a oírlo y se van corriendo a cambiarse de traje de baño nuevamente, para poder oír el piropo luego otra vez. (En las playas, todo mundo se viste o se desviste como quiere, y no hay opinión ajena). Pasearse por una ciudad costera es muy divertido. Aquí: un museo, alla un aquarium, almacenes, tiendas, llenas a diario de numeroso ejercito de “compradoras” que pasan allí horas enteras viendo y revolviendo y perdiendo el tiempo ante “los mostradores”, mientras los niños se entretienen llorando o haciendo travesuras. Aquí y allá, máquinas automáticas: “eche usted cien pesos y saldrá una coca cola, un balón, una mascota o un celular”. También hay institutos de belleza, donde se hace: “ondulación, teñido de pelo, de pestañas y de vestido; alargados de pechos y de estima”. Anuncios de consultorios dentales: “extraemos los dientes en medio de placeres 70
deliciosos”. Paseos en “banana” con chalecos salvavidas puestos, para que haga conciencia de que está practicando un deporte extremo. Paseo largos y tempraneros por la playa mientras el mar ensordece con sus bramidos la atmosfera (aunque eso le importa poco a un mar del tamaño y poder del pacifico o del atlántico). Aquí, los días son más días que en ningún lugar. Y más claros y más alegres. Así, las horas pasan felices y dos o tres jet rayando el gran pizarrón de cielo. Todo ésto y más es lo que impulsa a uno a este loco frenesí, cuando menos una vez al año. Cuando regresa uno de un paseo así, se torna a trabajar y se practica el sonambulismo durante varios días. Al cabo de ellos, se recobra el cerebro casi por completo, y se piensa: “debo haberme divertido”.*
______________________ PD. El joven del perfil virginal bajó del barco antes que yo, y me espera a un lado de la fila con lágrimas en las mejillas (quizá por el “flirt” de a bordo) mientras me mira, mordiendo una punta del pañuelo y dirigiéndome un adiós tristísimo.
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¿Qué pasó con el hombre? MANUEL VILLAGRÁN REYES Abriéndose paso a garrotazos, el hombre llega hasta donde están las mujeres, al fondo de la espaciosa caverna. Resoplando por el esfuerzo, las mira sin pronunciar sonido. Por su parte, las asustadas mujeres lo observan entre temerosas y fascinadas, pues ante sí tienen un formidable macho,* de musculoso y velludo cuerpo lleno de cicatrices, testimonio de cruentas batallas, de espera y negra barba que hacen de él un ser imponente. Las mira a todas, una por una y su felina mirada se clava en la joven mujer que está en el centro del grupo, la cual agacha la cabeza, temerosa. El hombre la toma de los largos y negros cabellos y la obliga a levantarse y a seguirlo. Afuera, los miembros del clan, blanden garrotes amenazantes, profiriendo gruñidos a manera de insultos. Sin embargo, el intruso cruza por entre ellos sin soltar su presa que trastabille a, firmemente sujeta por los cabellos. Nadie osa quitársela. A paso de simio, el hombre y la mujer se internan en la espesura del bosque, subiendo y bajando hasta llegar a una pequeña meseta donde se detienen a descansar. La mujer, exhausta, cae en tierra jadeando, y se arrastra hacia el árbol más cercano, mientras el hombre se recarga en el tronco de un grueso pino muy alto, sin dejar de observar a la hembra que esta frente al a unos cuatro metros de distancia. El silencio solo es interrumpido por el susurro del viento al filtrarse por entre las ramas de los frondosos árboles y de vez en cuando por el aullido de rugido de fieras.
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Poco tiempo después, la joven lo ve venir hacia ella. En su bello rostro no se refleja angustia, sino más bien un ligero rubor. Instintivamente se coloca en “cuatro patas” y espera tranquila el asalto. Después del acto sexual, el hombre inicia la caminata. Penosamente, la mujer lo sigue unos cuantos pasos detrás de él. Por su parte, el hombre avanza sin prestarle la más mínima atención. Al medio día, llegan a los dominios de éste: un gran valle rodeando por altas montañas, atravesado por un rio. La cueva, de difícil acceso, alberga a cuatro jóvenes señoras que, imperturbables, devoran los últimos pedazos de carne a la vez que amamantan a los críos. El hombre hace una seña con la cabeza a la mujer recién adquirida, para que entre. Esta titubea y el, sin ninguna delicadeza, la empuja hacia dentro. Inmediatamente después, el hombre da media vuelta y se aleja en busca de alimento.
De regreso del supermercado y cargado de bolsas con provisiones, el hombre resbala con una cascara de plátano a pocos metros de su casa, y sin tener tiempo para siquiera cerrar los ojos, da el azotan contra el pavimento. La caída es estrepitosa como dolorosa. Su reacción es inmediata, se pone de pie sin importarle que tenga fracturado un pie y un brazo. Ya antes había mirado para todos lados para saber si lo vieron caer. Y, fingiendo que el suceso no tiene importancia, silbando recoge lo tirado y prosigue su camino lentamente, va pensando en lo que le dirá a su domadora. Antes de entrar a su casa se persigna y apenas traspone la puerta, se desploma. Al escuchar el golpe, la esposa se asoma y al verlo comienza a insultarlo con sabor de hogar, por haberse tardado y por llevarle una torta cruda revuelta con cascarones de aproximadamente unos sesenta y un huevos y, al advertir que se queja y de que esta tirado en el piso, le pregunta insensible: -
¿Y, ahora qué?
El hombre se revuelve dolorosamente, mientras contesta con timidez: -
Me, me caí, te juro que no lo hice adrede,. ¡ay! me fracture un brazo y,. 75
-
Pero, ¿Tenías que lastimarte precisamente hoy, que es el baile de aniversario del club del cual soy su presidenta? ¡que inoportuno eres! ¡anda! ve y cambia de pañal al bebe, luego le das el biberón. ¡ah, pero antes se lo tibias! yo voy a practicar karate. ¿sabías que ya soy cinta negra?
Y se va, dando portazo. Epilogo: Al hombre lo persigue su insaciable sexualidad y lo hace vulnerable ante las intrépidas mujeres que le quitan toda posibilidad de lucirse ante ellas, pues estas lo emulan en todo: viste y calza como él, habla fuerte y autoritaria ¿Cómo él? dice y hace lo que él. por ejemplo: al escalar el pico más alto, difícil y sumamente peligroso del planeta y después de muchos peligros, sufrimientos y peripecias mil, el hombre en la cima golpea con los puños su raquítico pecho, a la vez que emite un grito de triunfo que más parece grito de dolor. El histórico hecho fue certificado oficialmente por testigos masculinos y femeninos. Y ¡hay fiesta universal masculina! pero apenas la notica recorre el mundo, cuando otro acaba con esa alegría: “el pico más alto del mundo sido verdaderamente conquistado ¡por una mujer!”. Efectivamente, la certificación oficial testifica sin ninguna duda, que la mujer alcanzo la máxima altura el pico cuestión, o sea que subió diez centímetros más que el hombre, pues la mujer trepo a la pequeña piedra que sobresalía del nivel donde el hombre puso los pies
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“PARROTMAN” Es nuestro héroe un hombre de ojos vivos y maliciosos; alto, entre delgado y grueso, con cierta tendencia a flaco por sus continuas dietas impuestas por su escaso poder adquisitivo; de voz dulce como la de un borracho y hablador como un perico, de nombre: Parrotman, nombre que le da cierta distinción. Le cubre el rostro una especie de mascara no para evitar que lo reconozcan, sino para ocultar las feas huellas que le dejo en su paso por su cara, la viruela loca de remate. Llegó a introducirse en palacio de gobierno por mero accidente, siendo presidente tiranosaurio XIX *, presidente de un lugar no mercado en el mapa, tal vez por no caber en él, o por guardar el secreto de su ubicación, cuya república es conocida, mejor dicho: desconocida, por el lustroso nombre de hipotenusa, porque siempre tiene un presidente más “largo” que los anteriores. Un día en que viajaba en el coche que le prestó Batman, dió de cara con el coche volcado del presidente. Fuera de este, yacían heridos el presidente, el chofer y muerto sus secretario particular. -
“Por favor, ayúdanos,” dijo el chofer. ¡Claro¡ ¿Qué pasó? No “agarraron” los frenos antes de la curva, nunca me había sucedido ésto. Pues lo ha volcado tan bien, que parece lo ha hecho ya muchas veces, dijo nuestro admirado héroe mi entras le echaba un vistazo al destruido vehículo. inmediatamente los subió a su auto y los llevo al hospital más cercano.
Cinco días después, en agradecimiento por la ayuda prestada, el presidente obsequio con una gran cena a nuestro héroe y lo nombro huésped distinguido de palacio. El presidente, siempre dado a la cacería, después de sanar, invito a su huésped, que dicho sea de paso, empezaba a ser molestia por sus continuas metidas de patas, a cazar liebres, coyotes y cuanto animal se pusiera enfrente, a su coto de caza, a caballo. También dicho sea de paso, ya no había liebres, solo existían en la mente de sus verdugos.
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Después de mediodía, el presidente mandó suspender la cacería y ordenó se sirviera la comida que llevaban en un camión especial. -
Quiero comer algo ligero- dijo el presidente Sírvanle una liebre –dijo el bromista huésped. El presidente lo miro osco, diciendo: Si, que me traigan una liebre. Pero, señor presidente, aquí ya no hay liebres, Lo sé, pero aquí nuestro huésped se encargará de conseguirla. Señor, yo,. yo no sé dónde encontrar esos animales, yo, ¡Calla¡ y ten cuidado al hablar, porque las palabras salen y ya no regresan. Yo ya no puedo hacer nada por ti, la orden que di fue verbal, no puedo regresar a mi boca lo dicho, así que ve por la liebre y no se hable más del asunto.
El presidente ya no quiso comer. Monto y se encamino, acompañado de sus secretarios de estado hambrientos. Nuestro héroe se quedó solo sin saber que hacer. Abatido se dejó caer sobre un tronco seco, y con la barbilla apoyada en las manos, buscaba solución al lio en que se había metido. Así permaneció un gran rato pensativo, hasta que sintió que alguien le tocaba un hombro. Volteo y miro hacia arriba, era un gigantón con cara sonriente. -
Vamos, no te preocupes-le dijo- yo te llevaré a donde hay liebres. Monta en tu caballo y sígueme.
Parrotman lo miro incrédulo. Como un autómata subió a su caballo y siguió silencioso al hombre que ya avanzaba montado en el suyo. En realidad, aquel gigantón era un capitán de las milicias que había sido designado discretamente para acompañar al “aventurero” y evitar que se escapara, y que cumpliera con la orden dada. Este capitán se llamaba: tercio de molino, puedes ser que los padres quisieron llamarlo de otro modo; en fin, errar es de hombres; y ser herrados, de bestias y esclavos, no hay fijón. Caminaron toda esa tarde por un terreno árido bajo un sol abrasador, silenciosos. Solo de vez en cuando se interrumpía el silencio por el “estornudo” de alguno de los caballos. Al oscurecer acamparon bajo la fronda de un árbol que había a ocho kilómetros a la redonda.
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Otro día, muy temprano, continuaron en la búsqueda de las escurridizas liebres. A lo lejos el calor se materializa en tenue velo ondulante. los jinetes, cinco horas después, con mirada incrédula, ven una liebre que los mira con ojos saltones y orejas rectas. Al ver que no huye, se acercan poco a poco y se dan cuenta que una de sus patas traseras esta atorada en una juntura de las rocas. La atrapan y regresan rebosantes de alegría. Ya en palacio de gobierno, el presidente ordenó a sus principales que lo siguieran, y mirando a nuestro héroe le dijo: ven tú también Lo comitiva salió al galope. Y una hora después, hicieron alto en un campo llano. El presidente pidió al capitán la liebre. -
Veámos qué tan ligero es este alimento – dijo. y soltó a la liebre que dando continuos y largos brincos, pronto desapareció en la lejanía. Pues sí que es muy ligero - comento sarcástico el presidente. Y todos rieron. Menos nuestro héroe.
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