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La trilogía de Wong Kar-wai por Lucrecia Henríquez
La trilogía de Wong Kar-wai
Por Lucrecia Henríquez
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Los años 1991, 2000 y 2004 son los de estreno de la trilogía creada por Wong Kar-wai, director hongkonés, cuyos títulos son “Días Salvajes” (Ah fei zing zyun / Days of Being Wild), “Con ánimos de amar” (Fa yeung nin wa /In the Mood for Love) y “2046” (2046). De la primera a la última película pasaron trece años en los que los hilos conectores se mantuvieron: el amor, el desencuentro, el miedo y el silencio. Pero sobre todo, un tema prevalece, un tema que es nombrado y mostrado desde el primer momento: el tiempo.
En “Días Salvajes” acompaña con su imagen y sonido el primer encuentro de los protagonistas, So Lai-chun y Yuddi. En estos encuentros, escuchamos los segundos pasar; si no provienen del reloj, son los pasos que los marcan, o una gotera de fondo, pero nunca es desapercibido el paso del tiempo y sólo es encapsulado o retratado en el momento en el que Yuddi le dice a Laichun: “De ti, sólo recordaré este minuto. De ahora en adelante, seremos amigos de un minuto. Es un hecho, no puedes negarlo. Es el pasado.” Ese minuto se une a otro y pasan a ser minutos, horas y vidas. Partícipe de los encuentros, de los momentos de amor y desamor, de unión y alejamiento, de risas y silencios. Está presente en las dualidades que conforman estas historias, pero sin sus vueltas, siendo el punto cero, el inicio de toda situación. Está ahí y nada lo corrompe ni lo detiene, sólo pasa y la única forma de engañarnos a volver en él, es el recuerdo. Atraviesa el relato de forma lineal, decidido, mientras que los personajes, en su afán por retener un instante, sufren.
¿Acaso existe el miedo a la finitud?, ¿a los cambios determinantes?
En el silencio los personajes encuentran esa ficticia durabilidad, en las respuestas no dadas verbalmente, la interminable espera y el deseo de que eso signifique continuidad. El miedo al alejamiento ―que puede traducirse en abandono y por consiguiente en olvido― motiva a los protagonistas a unir sus cuerpos con movimientos eléctricos, chocantes, cercanos a la brusquedad, que producen risas nerviosas y gritos en búsqueda de un sentir que finalmente será momentáneo.
En contraposición, las relaciones que perduran en ellos serán las mentales, aquéllas en las que los cuerpos apenas se rozan y lo que predomina son las miradas, palabras y silencios.
Mientras que lo corporal es fugaz, los silencios acompañados de miradas se eternizan en la memoria.
¿Miedo al olvido? ¿Será que eso significa la falta de sentimiento? ¿La inexistencia?
Los cuadros ralentizados y las miradas dan presencia y alargan los momentos, en un anhelo de retener la emoción. Los ojos logran transmitir esos pensamientos y sentimientos que restan en silencio, dando vida a una historia interna, imaginaria.
La inexistencia, la indiferencia y el desamor los podemos encontrar en la falta de conexión visual, en el desconocimiento de esos rostros que, si bien pueden callar, también dejan de mirar. En Con ánimos de amar no conoceremos jamás, sólo de espaldas, a los esposos de la Sra. Chan y el Sr. Chow. La Sra. Chan tiene claro que no desea ser como ellos, aunque sí pretende comprenderlos, conocerlos y saber cuáles fueron sus pasos hasta llegar a un romance, pero sin querer repetirlos. Los protagonistas se encuentran compartiendo y viviendo una historia de amor distinta, en la cual existen momentos de unión e intimidad profunda, contraria a las historias en “Días Salvajes” donde a través del sexo se llegaba al conocimiento. Acá es el pensamiento, la palabra y la mirada; los momentos de cercanía bajo un techo en las noches de lluvia, un escrito compartido y también las suposiciones serán las que logren la conexión y el encuentro.
¿Existe realmente el olvido?
El deseo de olvidar para no sufrir, la decisión de no intentar para no sufrir. El silencio y la mirada apartada como respuesta. El deseo de controlar aquello que es imposible, es decir, los sentimientos. Existe un engaño, una forma de mantenerlos acallados, atrapados en esos vestidos entallados o esos cabellos peinados repetidamente frente al espejo; otra forma es irse ―¿rendirse?― Al olvido no lo advertimos, sólo percibimos el paso del tiempo y el silencio como filtro, pero la música, y sus letras, las lluvias que acercan y las cámaras ralentizadas nos demuestran que el sentimiento y el pensamiento están presentes, nunca dejaron de existir.
¿El recuerdo como regreso en el tiempo, como resguardo, como huida de la soledad?
“En el año 2046 una vasta red de ferrocarril se extiende sobre el globo. Un misterioso tren parte hacia el 2046 de vez en cuando. Todos los pasajeros que van al 2046 tienen la misma intención: quieren revivir recuerdos perdidos. Porque nunca nada cambia en el 2046. Nadie sabe si es re-
almente cierto. Porque nadie regresa, salvo yo.” Desde el inicio de la trilogía, nos encontramos con personajes sumidos en soledad, rodeados de reflejos, festividades, goce, risas y de apariencias, pero cuanto más nos sumergimos en sus pensamientos, en sus vidas y cotidianidades nos damos cuenta de que los invade la tristeza y la soledad.
Hay miedos. El perder la libertad es uno de ellos; por eso nos encontramos con la frase: “Había una vez un pájaro que no tenía patas. Que sólo podía volar y volar. Cuando se cansaba, dormía en el viento. Este pájaro sólo podía bajar una vez a tierra. Y era cuando moría”. Pero ¿qué es la libertad en este caso? ¿El control de los sentimientos acaso? o quizás el no perder la compostura, el no dejar que los demás sepan qué sucede en el interior de ellos. A lo largo de las tres películas, nos encontramos con personajes imposibilitados a la entrega real, al despliegue de emociones y compromisos; teniendo como respuestas aquellas nombradas anteriormente: el silencio, la huida y el forzoso e ineficaz intento de olvido.
Pocos son quienes se entregan a sus sentimientos y en vez de guardar sus secretos y contarlos en un hueco en un árbol en lo más alto de una
montaña, como suelen recomendar, lo gritan, se
exponen, preguntan, pero se topan con el miedo y la no correspondencia.
¿Serán los tiempos equivocados?
En “2046” podemos encontrarnos con esta soledad, con el deseo al pasado donde existió la posibilidad de elegir en pos de la felicidad, pero por una u otra cuestión no fue así. Entre un mundo de fantasía, el deseo y la realidad, el Sr. Chow se encuentra con una transformación de
aquello que significa felicidad.
Y no sólo felicidad, sino la idea de amor. En la escena del fotograma, en la que él decide darle la oportunidad a su vecina, de la que se había enamorado, que se comunique con su no“Siempre pienso que un instante puede pasar muy rápido, pero a veces se hace muy largo”.
vio japonés, piensa y relata lo siguiente: “Esa noche me sentí como Santa Claus. La llevé a la
oficina del periódico y dejé que llamara a su novio. Yo estaba feliz de verla tan feliz. De hecho, la zona 1224-1225 significaba Nochebuena y Navidad. En Nochebuena, todos necesitamos un poco más de calor de lo habitual. Esa noche yo no conseguí lo que quería y quizá fue lo mejor”.
Más que tiempos equivocados, formas erradas. Cuando se encuentra felicidad en la felicidad del
otro, aunque no sea compartida, hay amor. El dolor está, pero la búsqueda cambia de rumbo y así el encuentro es otro, un encuentro real, donde la entrega es sentida y los filtros desaparecen.
Un viaje en más de una década que se adentra en los sentimientos más profundos del ser humano y las relaciones, con una transformación en muchas vidas, pero que pueden convivir en una. Finalmente, el tiempo es uno y la duración e intensidad depende de la forma vivida.