Los Heroes con los que crecí

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LOS HÉROES CON LOS QUE CRECÍ Maria Camila Morales ISBN: 974593758103 Libros, Diseño Editorial Diseño de Portada y Diagramación: Maria Camila Morales Todos los derechos reservados


Universidad Nacional de Colombia Facultad de Artes Escuela de Diseño Gráfico 2019-II SoloMora Editorial Tipografías Utilizadas: Futura Cormorant Garamond


LOS HÉROES CON LOS QUE CRECÍ


HERMANOS


AndrĂŠs Hernando - Carlos Felipe (1984) (1981)


Mi papá tuvo una primera esposa, Leo, y con ella tuvo dos niños, Carlos Felipe y Andrés Hernando. Leo murió cuando ellos tenían 14 y 11 años, y sin duda fue el momento más difícil de sus vidas y de la de mi papá. A los dos años aparecí yo, y nuestra relación no fue la que muestran como típica de medios hermanos. Crecí con ellos, los vi convertirse en adultos cuando yo era todavía una niña. Me enseñaron muchas cosas, algunas consciente-

mente como a jugar fútbol pero la mayoría han sido cosas que he aprendido de su forma de ser, de su actuar día a día; aprendí valentía, por la manera que tienen de enfrentarse a las situaciones diarias, aprendí respeto, aprendí a gozarme la vida con todo con lo que se viniera. Aprendí tolerancia y sobretodo mucho, mucho amor, hacia mi padre, hacia el resto de mi familia. Y ahora que estoy un poco más grande los sigo queriendo porque son héroes desde su infancia. Los admiro porque la felicidad que tienen siempre, por esa positividad con la que afrontan la vida. Andrés ya es papá y mi sobrino Gabriel, es un ser dónde puedo poner una cantidad de amor que no había experimentado antes. Son los héroes que me enseñaron que la felicidad y la buena actitud logran muchas cosas en la vida.




PAPÁ


Carlos Eduardo Morales (1949)


Mi papá nació en La Tagua, corregimiento de Puerto Leguízamo, Putumayo. Fue el resultado de una mezcla entre un trabajador de la armado rolo y una cocinera huilense que habían terminado allá, en la selva colombiana por azares del destino. Llegó a Bogotá en 1960 y desde entonces no ha regresado a su tierra natal. Se crió en un barrio de esos bien bogotanos, tradicionales, formados al rededor de una plaza de mercado y unos cuantos talleres de soldadura, el barrio Santander y ahí salió adelante. Ha sido siempre un hombre fuerte y de un carácter que no se le queda atrás. Conoció a Leo y junto a ella tuvo a mi hermanos, después conoció a mi mamá y me tuvo a mí y aunque el trabajo muchas veces lo alejó del proceso de crecimiento siempre que estaba no era sólo para presentarse como una figura autoritaria sino también lleno de amor, de cariño. Es mi héroe porque fue él quien me enseñó a montar en bicicleta y el que me ayudaba con las tareas de álgebra a pesar de que termináramos desesperados de no entendernos, era él quien jugaba conmigo

a las muñecas y se dejaba maquillar. Me enseñó que si tienes la capacidad de ayudar a alguien siempre va a ser más gratificante hacerlo con amor y con buena gana. Me compartió su humor, negro y ácido que muchas veces se siente un poco impertinente pero que alegra a todo el mundo. Es mi héroe sin capa, ese que se enfrentó al mundo con la firme creencia que la educación, la perseverancia y la negación de la mediocridad pueden llevar a cualquiera a mejorar su vida y a alcanzar sus sueños, como lo hizo él cuando hace poco tiempo conoció Roma, esa ciudad que aparecía en sus sueños desde niño.



MAMÁ



Martha Lucía Gómez (1960)


Mi mamá es la más grande heroína que conozco. Nació en Armenia, Quindío cuando aún no era ese departamento sino el Gran Caldas, y esa cultura paisa la ha llevado a muchas cosas. Salió de la casa de mis abuelos a los 16 años, estudió ingeniería civil en Popayán y unos años después llegó a Bogotá por las mejores ofertas de trabajo. Nunca se preocupó por tener hijos o no, si llegaban bien y si no también, hasta que a los 36 años, después de haber estudiado y trabajado un montón llegué yo a su vida. Ella ya era grande, ya había aprendido muchas cosas en su vida y sacó todo lo mejor de eso y de ella misma para educarme. Mi mamá es la persona más curiosa que conozco, ella no se puede quedar quieta y mucho menos estancada, siempre está estudiando, siempre está creando. Pudo haber sido chef, o también artista, joyera, artesana, alfarera y hasta abogada, pero invirtió mucha de esa energía en mí, y para eso no me alcanzan las palabras de agradecimiento. Me enseñó la bondad, la amabilidad y la tenacidad, me mostró que las mujeres juegan el rol que se propongan en su vida, así estén en

las condiciones más extremas (Ella fue era la jefa de mi papá cuando se conocieron en un oleoducto petrolero). Me abrió las puertas al mundo, literalmente, ya que ella ya había experimentado lo que es viajar sola. Hoy en día siento que cada vez se convierte más en mi heroína porque sé también como la ven las demás personas, la admiran y la respetan por ser ella, por ser así, por ser buena mamá, buena hija, buena amiga y buena profesional. Y si esas características no hacen a alguien el mejor héroe del mundo, no sé que podría hacerlo. Ella es mi heroína sin capa que logra absolutamente todo lo que se proponga, y como bien lo han dicho algunos de mis amigos, si mi mamá aún no es presidente es porque no ha querido, y como se lo dijo una amiga alguna vez, si le propusieran ir a la luna mañana, ella estaría allá hoy, preguntando que hay para hacer. Es la persona que más admiro en el mundo y ojalá pueda parecerme cada vez más a mi heroína.


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Maria Camila Morales


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