MARÍA ESQUIVEL MARTÍN
En el presente artículo publicado en la revista Blanco y Negro (Madrid), el 17 de Julio de 1927, D. Manuel Siurot le da rienda suelta a su capacidad narrativa y describe de forma magistral, ese bellísimo paraje de Alájar y todo su entorno de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche. Elogia el trabajo y el buen hacer de los habitantes de estos pueblos MANUEL SIUROT serranos. Así como, la capacidad que tienen para conservar, en todo su esplendor, la flora y la fauna autóctona de estos parajes de la Sierra de Huelva. También expresa el respeto y la admiración que siente por el sabio y gran humanista D. Benito Arias Montano. D. Manuel Siurot, nos dice lo siguiente: BENITO ARIAS MONTANO
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TIERRAS DE ESPAÑA SIERRA MARIÁNICA
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ste año es la fiesta centenaria de aquel glorioso Benito Arias Montano, que quiso vivir en la cueva de Alájar después de haber asombrado a los sabios con su sabiduría. Para renovar la emoción del lugar célebre he viajado por la sierra de Aracena, que es un pedazo de la Mariánica, no seca, inculta y pobre como suele serlo en otras provincias, sino bella y rica, porque la han enriquecido los serranos con el sudor de cien generaciones. Por la serranía me encontré a una preciosa muchacha cabalgando en blanca pollina. Luciendo rojo corpiño, enaguas a listas, bordado delantal de seda azul y en las orejas y en el cuello sartas de corales arrebolados iba espléndida, como la mañana, aquella gentil musa de los campos.
PUERTA MANUELINA ALMONASTER MARÍA ESQUIVEL MARTÍN
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ARROYO DE LA UMBRIA
L espolique que me guía en el viaje, muchacho sano y fuerte, coge una brazada de manzanilla, menta, cantueso y mejorana y la tiende como una alfombra a los pies de la mujer... ¡Bravo mozo! Cuando ve alejarse a la bella abre la jaula de los cantares, y allá va el pájaro del fandanguillo revoloteando triunfal por el aire, como si buscara para descansar el pecho de la hermosa, alero gentil del amor. Más que a la salú te quiero, rosa del campo bravía; eres la luz del lucero que alumbra la pena mía... Acostumbrado como estoy a la llanura aplastante y al cansancio gris de la marisma onubense, esta sierra y esta vegetación me roban todos los adjetivos. Con los pies puestos sobre la cumbre de San Cristóbal he visto salir el sol. Hacia poniente todo es duro, agrio y severo. La cordillera por allí se decora de encinas y alcornocales. El alcornoque es el señor de aquellas tierras. De tronco irregular, tiene en el cuerpo heridas que dejan su vientre. Las ramas recuerdan los brazos de un gigante que, después de dormir, hace un retorcido desperezo en el borde del imponente precipicio. La luz recién salida del sol iba plateando las cimas de los montes; las brumas azules se batían en las quebradas, resistiendo a la inundación luminosa del amanecer; los bosques despréndanse de sus velos misteriosos, y sobre mi cabeza, en el azul purísimo del cielo, una alondra cantaba la copla de la libertad y de la luz. He visto ese mismo día morir el sol con mis plantas puestas en la cumbre del Castaño, que es la más elevada de nuestra serranía. Todas las montañas que me rodean son eminentes, pero dulces y accesibles.
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O hay una sola pulgada de sierra que no sea una conquista del trabajo. La vegetación única es el castaño, de tronco cilíndrico, que algunas veces manda sus varetas verticales a lo alto y luego doblan en una curva, que hace pensar en monumentales liras de Oriente. Árbol gentil de hojas de oro, es guardián celoso de su fruto, al que defiende con una legión de lanzas, espinas, guardadoras de un tesoro dulce, nutriz y popular. Poco a poco, con la agonía de la luz, surgen las medrosas inseguridades que vi al amanecer, y otra vez las quebradas y los valles se obscurecen de brumas y sombras. El crepúsculo tiembla con suavidades de misterio. A Casona solariega la vibración de la Naturaleza se une de pronto la (Aroche) de la gracia, porque el Ángelus, llegado hasta mí desde una torre que azulea en el confín lejano, es el pájaro de la Virgen volando sobre las cumbres, las sombras y las conciencias. Con los ojos embobados por la grandeza de la visión miro en el fondo del cuadro a Cortegana la bella, la del castillo feudal, y el humerío de la industrial Jabugo. A los oídos de la mente llega la canción de las aguas de Galaroza y Fuenteheridos,.. ¡Oh, fuente de Fuenteheridos, gloria líquida de cristal, sueño de espumas, que cuando, corres por la lieva abajo sonríes como los niños, saltas como los cervatillos, vuelas como las palomas y eres la musa creadora de tus huertas! Ante el espectáculo de aquella muerte de la luz en la somnolencia dulce de la tarde, pasan por mi imaginación Aracena y su gruta de prodigios, los pueblos serranos con sus casonas, ventanales y artísticas portadas; las aldeas, que surgen como juguetes al borde de las umbrías, y las montañas, las riberas, los desfiladeros y los paraísos frutales de aquel reino encantado de Pomana feliz y triunfal. Este hombre de los vericuetos y de las alturas no sabe andar en el plano horizontal; lo lleváis a la tierra llana y se aspea, no puede. Criado cuesta arriba y cuesta abajo, es toda su vida un continuo esfuerzo, y como los caminos son muchas veces veredas inverosímiles, el serrano, consciente o inconscientemente, va siempre resolviendo problemas de distancia para ahorrar tiempo, trabajo y fatiga; es decir, que la sierra es un completo ejercicio físico y mental, y por eso los serranos son enjutos, ágiles e inteligentes, de tal manera, que, cuando alguno es tenido aquí por tonto, se le lleva a la llanura, y poco va a faltar, para que le den allí por muy listo.
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ero cuando hay que ver a este hombre en su propia salsa; es decir en el ambiente donde él desenvuelve su actividad; verbigracia, en la plaza del pueblo, en un trato. Es un serrano que quiere venderle a otros jamones. Empezará por ofrecerle cosas distintas: castañas, peros, etc., hasta que caiga bien la incidencia del jamón. El vendedor derrocha atenciones, amabilidad y compañerismo; el comprador, por el contrario, está frío e indiferente; parece que aquello no le va ni le viene; hasta se pone agrio. Ninguno de los dos son sinceros, porque ni el que vende es tan dulce ni el que compra es tan amargo; es que los dos saben que asisten a una lucha, a un duelo, y que el duelo es fino, de florete, y por eso son de ver los golpes a fondo y las paradas; los trenzados sutiles, en que el ingenio y la maestría hacen primores, y los fingimientos y engaños llenos de agilidad y de dominio... Pero como aquello, está duro y no se resuelve, las palabras y las ideas vuelven a la posición de guardia, y el vendedor propone remojar la conversación con vino, siendo entonces la puerta de la taberna el templo, de Mercurio donde se inicia la solución del conflicto y donde se consuma el tratoduelo, el trato-florete.. ¡Ah, cómo se admirarían los picaros graciosos de la vieja literatura delante de estos picaros de la vida, moderna! Lazarillo se quedaría con la boca abierta, y en cuanto al sentido de la realidad, habría que ver la cara de Sancho Panza mirando por las bardas de los corrales serranos. Estoy delante de la principal emoción de mi viaje. En este abismo que tengo a mis pies, y en cuyo fondo está engastada la perlita blanca de Alájar, hay una cueva medrosa, increíble habitación humana. En ese hueco de pájaros nocturnos vino a esconderse toda la ciencia española del siglo XVI; en esta gruta de penitencia vino a vivir la santidad del siglo de los santos. Por las tardes, cuando el sol se viste de púrpura y oro para celebrar sus bodas con la noche, en la hora en que la melancolía hace románticos a todos los corazones, de la cueva surge una cabeza de noble dibujo, señalada por austeridades y rigores ascéticos. Los ojos llenos de luz pasean por la inmensidad del paisaje y luego vuelan a lo alto para ofrecer a Dios un corazón y una vida vencedores de la vanidad y del mundo...
MARÍA ESQUIVEL MARTÍN
NÚCLEO DE LOS ROMEROS (ARACENA)
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S Benito Arias Montano, idealización de la serranía; es la cordillera alta, grande y encendida, que ha tomado carne de varón para buscar ennoblecimientos ideales. Los hombres modernos, que, atacados de vanidad y prisa, apenas tenemos una idea la ponemos en la caja de los ruidos, debemos aprender en esta noble sencillez y meditación de Arias Montano. El maestro sabía que las ideas crecen y son más fecundas cuando duermen mucho tiempo con nosotros; y que el vino es más generoso y más rico mientras más años se perfuma en las viejas maderas del barril. Nosotros los hombres modernos somos muy aficionados a vender el mosto recién exprimido de la uva. Arias Montano, el de la cueva de los Ángeles, no vendió jamás vino nuevo... ¡Gloria al pensador!
M. Siurot MARÍA ESQUIVEL MARTÍN
BENITO ARIAS MONTANO Cómo me aflijo en no tenerte mi Sierra de Aracena, como exilio el estar entre tus grutas, más no lloro tu presencia porque de ti tuve la sublimidad del dominio
FIN MARÍA ESQUIVEL MARTÍN