LA ROMERÍA DEL ROCÍO MANUEL SIUROT
LA ROMERÍA DEL ROCÍO
UNA PESETA 1918 Imp. A. Plata 6 Azcárraga, 14
El producto íntegro de la
HUELVA
Venta Se dedica a la Corona De la Virgen del Rocío
LA ROMERÍA DEL ROCÍO
A Tomás Domínguez Ortiz La vieja amistad tuya leal y cariñosa y el noble impulso de tu generosidad costeando esta edición, son dos fuerzas que me llevan a la grata resultante de dedicarte estas páginas. M. SIUROT
EL ROCÍO Cuando está próximo el tiempo de la Cruz de Mayo, se empieza a hablar del Rocío en todos los pueblos rocieros, porque ya no tarda mucho la fiesta de la Virgen, que cae en el lunes siguiente al domingo de Pentecostés. Una mañana muy tempranito suenan de pronto en el pueblo el famoso tamboril y la flauta, que son como sembradores de la idea de visitar a la Virgen en su gloriosa ermita de Almonte. Hay que ir…. ¿Van muchas carretas este año, di? Una barbaridá. Va la de André el Pelao, que lleva su familia. Va la del Mogueleño, que dicen que la van a poné echando jumo, de corchas blancas, de farolillos a la veneciana, de mantones de Manila, de lazos de colores, y de tó y por tó. Va la de Pijanca, la de Mariquita Gómez que va tó los años, tres de la calle San Sebastián, cinco de la Vega, dos de las Colonias, la de la hermandá, la de los músicos, que por un lao dice: ¡Viva la Vigen del Rosio! y por el otro una cosa de la Mónica. ¡Filamónica, trocho! ¡Bueno… eso! Y mira tu si van… que ma dicho el tuerto Gilabé que sabe de esto más que un abogao, que hay vinticinco carros con promesa y luego, los coches de los señoritos, y luego eche V. y no se errame de caballos, mulas y burros y pa lleva la carrosa las bestias de García, que le curó la Virgen un burto más grande que un melón… y la cara e Dió, compare de mi arma, así, que yo… ¡miála por estas cruses! que reviente como un triquitraque si yo me queo en casa este año. ¡Viva la Virgen del Rosío!
ALEGRÍA Y PENITENCIA Hay que ver como va la gente en las carretas: cantan, palmotean y rien. El antipático acordeón, melifluo como un señor cursi hace unos picadillos de sevillanas, tangos y cuplés. Es verdad que es melifluo pero no de la miel sino de la meloja. La guitarra ora melancólica, ora rumbosa, maestra incomparable de los sentires del pueblo, se oye en algún que otro carro, y en todas partes el estrépito de las coplas, y el repiqueteo monosilábico de las castañuelas, forman un conjunto de locura ruidosa con la que se vá encubriendo la penitencia de estar tantos días presos, embutidos, empaquetados materialmente en el túnel blanco de la carreta, donde las piernas se duermen, los riñones se quejan y las espaldas avisan el trastazo continuo como si fueran ellas el contador de los baches de la carretera. No importa…
Que llueva, que ventee Que haga frío Las carretas compuestas Van al Rocío.
CARRETAS CHOQUERAS
EN MARCHA Se sale de Huelva el jueves anterior a la Fiesta. Se sale de noche entre vítores, aclamaciones, cohetes y una grandísima apretura de pueblo en todas las esquinas y calles por donde se desenvuelve la tradicional procesión. Pasamos por San Juan del Puerto a las dos de la madrugada. La población entera está esperando a la hermandad de Huelva. Se ven cosas muy bonitas: flores, luces, penitencias, amor y muchísima fe en la Virgen, tanta, que yo me imagino a esta población de San Juan como la más enamorada de la Reina inmortal de las marismas andaluzas. Cuando se va llegando a Niebla están rendidas las incansables jaleadoras del cante y la jarana honesta de los carros. Hay una brisa fría madrugona, que hace amables las mantas, y las últimas estrellas parpadean débilmente allá arriba; en el fondo del cuadro indeciso se adivina el manchón oscuro de unas murallas gigantes, y a mano derecha corre un cristal bruñido de tono rojizo, que retrata en la mansedumbre de su curso y en el fondo de su cauce a la luna lunera haciéndose su toilette en el Tinto, para que cuando venga su padre el sol no le conozca en la cara el trasnochar de su cascabeleo romántico, ni en las ojeras dormilonas la vigilia de sus amores nocturnos. El Oriente se pone sonrosado, luego oro, luego blanco y ya es sol. Misa, buñuelos, aguardiente, refregoteo de ojos en tal cubo o en cual fuente y… Niebla pasó.
Ya en pleno Condado, Villarrasa y La Palma se llenan de júbilo, repican las campanas, tiran ruedas de fuegos, y como son nativamente rocieras, se entregan a demostraciones fraternales con los romeros de la capital. Al pasar por La Palma, tengo la impresión de que me saludan mis abuelos, y mis hermanitos que duermen allí.
Es mi patria; con aquella tierra se fabricó mi cuerpo. La memoria de mi niñez me refresca la frente como una corona de rosas… Mi pueblo es muy bello. Es como una muchachita andaluza, blanca y oliente, que enseña con orgullo la peineta calada de su torre, la dentadura blanca de su caserío y el mantón oriental de sus viñedos oro y de sus olivos perla.
CHARLA Oigo allí a gente de la tierra este diálogo: Adió Rosa, ¿no vas este año al Rosío? También tienes tú buenas preguntas, Joseli. Primero me faltaría a mí el pan de la boca y la luz de los ojos… Esta tarde salimos… ¿Te vas enterando, niño? Y tanto como me entero . Pero.... ¿Me quiés deja un asiento en tu carreta, que tengo yo que ir este año a hacerle una promesa a la Virgen? Límpiate que estás de huevo, Joseli. No le pongo yo cascabelitos de plata, ni alamaritos de oro a los frontiles de mis bueyes, pa que un guasón como tú entre por el Real del Rosío presumiendo más que el que píe la llave. ¿Te vas a enfada mujé? Pué mía este. ¡Que enfao ni que ocho cuarto!.... ¿Entonces, porque no me haces un lao en el carro, niña? Pue…porque… ¿Por qué? No, si no es por ná…pero ....…mira… Solamente… con una condición te dejaría yo ir en mi carreta. Venga eso al momento, chiquilla. Pues…que me dijeras que promesa es esa que vas tú hacerle a la Virgen. Ahora mismo te lo digo: le iba a prometer a la Virgen.... un sacrificio más grande que el mundo…una cosa atroz…le iba hacer la promesa de casarme contigo. ¿Qué te parece? ...
Hombre que no has estao malo del tó… Y si no fuera porque… pero… ¡peliyos a la má!.. Puede contá su real persona con un asiento en mi carro. Y mientras el mozo, que lo mismo derriba un toro en la marisma, que se carga un costal de cien kilos en la era, tipo de aquellos muchachotes de mi tierra bendita del Condado, se retira vibrante de amor y de alegría, Rosa la chiquilla despierta y buena, que tiene un manojón de claveles en el pecho, un mundo de picardías aparentes en la palabra, y otro mundo de inocentes realidades en el corazón, se queda con los ojos perdidos en lo azul de lo alto, y canta emocionada muy bajito, la canción de las carretas con esta copla: La Virgen me lo trajo, Regalo de ella, Paloma del Rosío Bendita sea
¡BUENA GENTE!
HOMBRES Y MUJERES Para esta gente que declara sus amores riendo, para estos hombres medio sevillanos medio onubenses, toreros en la marisma del Guadalquivir, labradores en el Condado, señoritos en Huelva y reconoceores en Sevilla, para esta gente ágil y fuerte, que cae en la silla vaquera con el dibujo más andaluz de Andalucía, que tiene inclinado sobre la ceja izquierda un sombrero ancho con una cinta estrecha, que viste un marsellés corto con monedas de plata por delante y curva graciosa por detrás, que tiene un pantalón ceñido y unas espuelas de acoso y, que, no dice nunca que nó a una copa de vino, a una carrera de caballos, a un derribo o a una faena de campo, para estos hombres es el Rocío. Y también para esas mujeres, graciosas, populares, sencillas, mujer de nuestros campos, que trabaja, que canta, que reza, que para divertirse baila el baile honesto de las sevillanas, y pone toda la sensibilidad de su alma en el toquetear nervioso de los palillos o en el escándalo árabe de la pandereta, para estas mujeres, que tienen pañuelos de seda blanca tocados a usanza judía, y una crucesita de oro colgando del pecho, y una toca de espumas y unas enaguas listadas y unos zapatos con lazos y un color en el rostro, que hace que nos acordemos del pan candeal, para estas mujeres de mi tierra es el Rocío.
DEMOCRACIA CREYENTE
¡Ah!, el Rocío es la fiesta más popular que se le hace a la Virgen en España. Es el triunfo de la democracia que cree. Aquello es pueblo puro, pueblo andaluz, no el de las panderetas, torería trasnochada, chulos sin gracia, navajazo limpio, sombrerito de queso, mujeres trágicas y vino repuntado de bodegón. No, aquel es el pueblo humilde de tres provincias hermanas: Huelva, Cádiz, Sevilla; pueblo de labradores que trabaja en los campos, que ve salir el sol todos los días, y deja caer sobre las viñas, sobre los olivares y sobre las sementeras sus fatigas y su cariño. El pueblo que tiene en el alma sin que él lo sepa ascendencias paganas porque le enamoran las formas y la luz, orientales, porque tiene para divertirse de sus trabajos el juguete divino de la imaginación encendida, que es un regalo que le dejaron aquí los abuelos moros, y un equilibrio, tan justo y tan igual, que trabaja riendo, (el sudor le corre por el gesto abajo de su sonrisa) y cuando en la faena del día viene a zumbarle en los oídos la abeja de oro, correo misterioso de las memorias de una mujer, queda un momento inactiva en el suelo la hoz bruñida de plata, algo de seda le roza en el corazón, se le hincha el pecho y dispara hacia lo alto el primer verso tristón y enamorado de una seguidilla gitana. Una alondra que iba por lo azul ha parado su vuelo y ha suspendido también la eterna seguidilla de su canto. Es que durante un momento el hombre se ha sentido alondra y la alondra ha pensado ponerle aquella letra del hombre a la música de los pájaros.
LA BLANCA PALOMA
Este pueblo, que trabaja siempre, es el pueblo de la Romería. Cuando estaba en la molienda de la aceituna y en la escarda de los trigos nacíale la idea de ir al Rocío. Fué temprana la idea y por eso la acarició muchos días. El año ha sido bueno e irá mucha gente... mucha gente... Cuando él llegue allí rezará... reirá... triunfará. Si algún señor grave le sorprende cerca de la ermita con una copa de vino en la mano, que no se ofenda... que no proteste... ¿Quién se bebió jamás una copa de vino con más derecho?... Primero trabajó, luego ha rezado... Ahora, sobre esas dos especies de su vida, alumbrado por el sol de su tierra y por la alegría del Rocío, levanta en el aire una copa de vino... ¡Ah, que no proteste el señor grave, que no se ofenda!... Se me olvidó decir, que hemos pasado por Bollullos del Condado entre explosiones del júbilo popular, y que, hicimos noche en Almonte. Hacer noche es dormir. Nosotros apenas hemos dormido. Así pues, en lo de hacer noche al cronista se le corrió la mano.
HACIA LA VIRGEN
Más de veinte carros onubenses engalanados han salido por la madrugada del pueblo Almonteño en dirección al Rocío. Yo voy a caballo conversando con los carreros acompañando con galopes cortos a los jinetes, aceptando tal o cual copita de aguardiente, rechazando con cariño muchísimas más, que de todos los carros me ofrecen, gozando la frescura exquisita del amanecer, dejando volar la fantasía con las alas que me prestan estos aires de mi propia tierruca, y con un deseo muy grande de decirle a la Virgen cosas de fe y de gratitud. Desde Almonte al Rocío hay tres leguas muy bien cumplidas y el paisaje tiene tres aspectos distintos. Primero es la campiña juguetona, risueña, con sus verdes de viñedo, verdes de trigo de Mayo, y verdes de pino, que son respectivamente, un verde nacido para morir, un verde muerto y un verde inmortal. Luego, son los pinares grandes, interminables, llenos de esa intensa emoción que produce la soledad dormida en la llanura ya la que los genios del campo vienen a cantar canciones, que les ha enseñado el viento resbalando por las copas de los pinos.
Por último un paisaje de arenas blancas, brillantes monótonas, paisaje sin fin, de horizonte redondo, como si fuera aquello un mar de tierra, que estuviera anunciando otro mar de olas amargas, blancas espumas y tonalidades azules, que debe andar muy cerca de allí.
Las carretas avanzan lentamente por la planicie. Dentro de aquellas carretas van la vida, La juventud y el amor. Diríase que la Fe les va abriendo paso, alentándoles una y mil veces, porque aquella arena es tan pesada, tan pesada… Es esta una caravana original... Al verla deslizarse dulcemente, sueña la imaginación cosas, que vienen del mundo de lo imposible; así al medio día, abstrayendo los oídos al argentino tintineo de las campanillas de los carros y entornando a media luz los ojos, ciego será quien no vea, que las carretas son como un pueblo de casitas blancas que van avanzando por la llanura. ¿A dónde irán esas casitas blancas? Media Andalucía baja concurre a esta solemnidad religiosa, que tiene lugar en la marisma inacabable y abrumadora del Guadalquivir.
Trece son los pueblos que asisten con hermandades organizadas, con carrozas de la Virgen, con insignias, con procesiones interminables de carretas compuestas, que van por esos campos cantando la alegría de Dios, pero aunque no son más que trece los pueblos organizados, puede decirse con toda verdad, que media Andalucía baja va allí. Por la lejanía de Poniente empieza a verse un punto blanco y luminoso. El guión anuncia: ¡El Rocío! y esta palabra hace surgir de todas las carretas un grito del corazón. Aquí se dan vivas a la Virgen, más allá el sentimiento de lo sobrenatural pone en labios de los romeros la Salve, y aquí y allá brota llena de jugo la copla del amor humano que tiene puesta sus esperanzas en la Virgen. No, no hay flores en la arena, pero va el alma popular llenando el ambiente de flores del espíritu… Lo mismo da…
Está el famoso Santuario al borde de una marisma dulce; detrás, arenas; delante, aguas que nunca se secan, manchadas por juncos, juncias, adelfas y otras plantas de la humedad, y como nota viviente contrastando con aquel derroche de verde claro, muchos puntos blancos como la nieve, puntos blancos con alas, que van à refrescar el plumaje en la quietud de la dormida laguna.
ENTRADA TRIUNFAL La entrada de las hermandades en el Rocío es un espectáculo, que una vez visto no puede olvidarse nunca. Bandadas de jinetes vuelan locos, desenfrenados por el Real, y como si la emoción tomara ahora la forma de la velocidad y el movimiento, caracolean las vistosas cabalgaduras en evoluciones desprovistas de lógica, p e r o llevan consigo un tesoro de color y de alegría. Aquellos hombres tienen ropa de cristianos pero la sangre mora está allí. La jaca andaluza, nerviosa, chica de oreja, avisada de ojo, enjuta de cara, abierta de narices y con coágulos de espumas, que el hierro vaquero le pone en los labios; la jaca andaluza engallada de cuello, de pecho musculoso y ancho, nalgas redondas y lucientes, corvejones y menudillos secos y limpios, y el color tordo característico de los más bellos ejemplares de la raza, ese noble animal orgullo de los labradores del Condado es el más importante de los elementos decorativos del cuadro.
Mi hermandad ha entrado este año la primera. Las campanas de la ermita lo anuncian, los cohetes van a decirlo a las nubes, y los tamboriles y las flautas forman un conjunto característico de cosas que tienen sabor religioso, y también remembranzas de fiestas de pastores, que bailaran alrededor de la encina en el bosque. Los vivas a la Virgen ensordecen. El sol ha concurrido a la ceremonia con traje de gala y hay una polvareda de luz en el espacio. Los estandartes brillan con reflejos metálicos, los caballos piafan soberbios, la multitud grita hasta enronquecer, las bandas de música baten marcha real, y hay pañuelos en el aire, júbilo en los semblantes, latir apresurado de la vida, mucho amor en los cielos y en la tierra, y muchas lágrimas en los ojos. Llegamos hasta la misma puerta de la Iglesia, que está abierta de par en par y contiene un gentío inmenso. En primera fila están la hermandad de Almonte, matriz de la Fiesta, y las autoridades eclesiásticas y civiles. El Hermano mayor de la hermandad que entra, se inclina en el pórtico rindiendo pleito homenaje a la Virgen. Desde mi caballo domino a la muchedumbre anhelante, que ocupa la puerta del santuario, y allá, iglesia adentro, en el fondo de la profunda nave, diviso al objeto de mi fe. Espera... espera corazón. No puedo, no, ¡viva, viva la Virgen del Rocío!... Siguen pasando las carretas y cada una de ellas da un espectáculo de amor delante de la puerta.
Y esto se repite una, dos, tres, hasta trece veces, porque son trece las cofradías que entran; y cada vez es más grande la fiesta porque los jinetes de las primeras que van llegando, engruesan sucesivamente la procesión de las últimas... ¡quien fuera pintor!
JOSELI Cuando lo ha tocado el turno a la hermandad do Rosa, se ha bajado Joseli del carro, y montando en su jaca torda, que tiene mosquero cordobés, manta con madroños, silla vaquera y las crines peinadas con caireles de colores chillones, le ha corrido las espuelas y el animal ha saltado nervioso como un pájaro haciendo una graciosísima corveta; ha vuelto rápido a derecha e izquierda, despejando a la multitud y quedándose solo en el centro de un círculo de espectadores admirados. Una rueda de fuego empieza a quemarse y el siseo agrio de la pólvora y el retumbar de los truenos han puesto excitado al bello animal; Joseli lo recoge, lo alarga, lo vuelve sobre las piernas y lo lanza sobre el pórtico de la Virgen en un salto prodigioso de carnero, en que jaca y jinete han descrito una ondulación elegantísima en el aire. La torda cae de rodillas delante de la Virgen, la rueda lanza el más grande de sus truenos, la muchedumbre grita y aplaude, y a Rosa se le ha levantado en el alma junto con la admiración, un deseo muy grande de que Joseli la quiera mucho. Las carretas compuestas Van al Rocío Y dentro de aquel carro Va el amor mío.
AGUAFIESTAS ¿A dónde va V. al Bocio? A V. lo han engañado. ¿Por qué? Pues porque allí hay mucha alegría, mucha algazara, aquello no es serio. Esto dicen algunos. Pues yo digo, que es aquella la fiesta de la Naturaleza, la fiesta de Mayo. La Naturaleza y Mayo cantan a la Virgen y el hombre les acompaña para rendir también su tributo. Mayo pone el color y la luz, y el hombre lleva allí a dos hermanas de origen divino, enamoradas la una de la otra: la Fe y la Alegría. Quien diga, que, porque aquello es alegre no es serio, no ha pensado que hay en el inundo cosas que parecen incompatibles pero que no lo son. San Pablo tiene un alma más grande que el mar; las verdades vienen del alma de San Pablo como vienen las brisas del Océano, impregnadas de salud y de vida. San Pablo dice, que la tristeza es pagana, no es hija de Dios, y que la alegría es substancialmente cristiana. Entre el Apóstol de las gentes y esta otra gente, me quedo con el Apóstol. El Rocío es soberanamente hermoso porque es extraordinariamente alegre, y porque no hay en su alegría, nada que no sea bueno y honrado. Se guitarrea de lo lindo, se bebe lo suficiente para no salirse del polígono de las conveniencias sociales y se ríe uno muchísimo ante la variedad de caracteres y de cosas de gracia, como manteos, que recuerdan a Sancho, levas, que son un casamiento del buen humor y del espíritu andariego, etc., etc., y aunque hay allí cincuenta pueblos reunidos no hace falta guardia civil, porque un grito salva todas las dificultades, arregla todas las reyertas, y concluye todos los disgustos; es este: ¡Viva la Virgen del Rocío!
SALVE ROCIERA Dios te salve María, del Rocío Señora, Luna, Sol, Norte y Guía y Pastora Celestial. Dios te salve María, todo el pueblo te adora y repite a porfía como Tú no hay otra igual. Olé, olé, olé, olé, olé, olé, olé, olé, olé, olé, olé, olé, olé, al Rocío yo quiero volver a cantarle a la Virgen con fe con un olé. Dios te salve, María, Manantial de dulzura, a tus pies noche y día te venimos a rezar. Dios te salve, María, Un rosal de hermosura Eres Tú, Madre mía, de pureza virginal (MANUEL PAREJA OBREGÓN)
DIOS TE SALVE Pero es necesario entrar en la ermita para ver la Virgen. Hay dentro una multitud enorme. Hombres y mujeres recorren de rodillas toda la extensión del templo para cumplir, con este acto de humildad, promesas que se hicieron en momentos solemnes. El presbiterio está lleno de luces puestas allí por los devotos. Cada una de esas luces supone un dolor pasado y una alegría presente. Si esas luces hablaran contarían secretos del alma, fatigas del espíritu, horas de tribulación, la lucha con el desconsuelo, la frente humana taladrada por la corona de espinas de un vivir triste… ¡Si esas luces hablaran!...
También tuve yo un día mi tribulación. Era mucha pena, aquella pena mía… Mi Antonia luchaba con la muerte y estaba vencida… ¡Estos hijos!... Hay días cuyas auroras no tienen luz, ni tintas sonrosadas, la musa de la tristeza lo pone todo descolorido, sale el sol, pero sale amarillo, de luto. Atravesado el pensamiento por la flecha del dolor, clavé la pupila ansiosa en el cielo y lloré esta plegaria: Madre del Rocío, salva a mi niña, y como mi hija se salvó he venido al Rocío para darle las gracias, para decirle que soy suyo y poder cantar a los cuatro vientos todo lo hermosa que es, porque es hermosa sobre toda ponderación… ¡Dios te salve....!
EL BAILE
Aquel Real del Rocío es durante todo el domingo el foro de la alegría y de la luz. Se baila en medio del arenal a pleno sol. Se bailan sevillanas. El hombre no toca allí a la mujer con sus manos. Está muy cerca la Virgen y no quiere la Señora que un sentimiento turbio descomponga la honestidad de la fiesta. Como es aquello pueblo puro no hay pechos femeninos al aire, ni espaldas desvergonzadas, ni trajes de la sastrería de Eva, ni bailes ultra paganos en que la serpiente coge a la pareja humana y la ciñe entre las escamas de sus anillos, envolviéndola en la espiral mareante de un vals, que se complica con los compases rojos de los pecados capitales. No, así no baila aquel pueblo, así bailan los señores graves que protestan y que se ofenden... Rosa que baila con Joseli canta: ¡Oh! Virgen del Rocío Rociadora, Rocía Tú mi alma Que es pecadora…
El cuadro es deslumbrador. Miles de parejas se entregan al baile característico andaluz. El sol de la tarde lleno de una simpática melancolía, baña de oro aquellos brazos femeninos, que se retuercen preguntando a los cielos designios amorosos y el mismo sol arranca de aquellos palillos con cintas de colores (crótalos con llamas, que diría Ignacio de Cepeda) pequeños incendios de amor y de belleza. Los brazos se mueven a compás, el ritmo es de oleaje, los cuerpos graciosos hacen temblar la curva de sus ánforas y cuando se inicia en el baile el cambio de lado, propio de las sevillanas, se hace en aquella masa un hueco, que me deja ver en el fondo los árboles seculares donde se cobija la hermandad de Villamanrique, mil carretas blancas en fila, y unos bueyes formidables, heráldicos, con un mechón de heno recolgando del bezo charolado, que testigos de toda aquella batahola de arte y de vida me miran con sus ojos inmóviles, circulares, como si pensaran unas cosas muy profundas, obedeciendo al mandato del salmista que les dijo: Láudate Dóminum, bestice et universa pécora.
UN RINCÓN DEL BAILE
AVE MARÍA El Rosario por la noche me recuerda a Lourdes. Qué fino, qué cristiano, qué bien sentido por la multitud. El Ave María resuena en aquella mística llanura saturada de los divinos alientos del Ángel de la Anunciación. El espectáculo tiene la belleza de lo sencillo. Los estandartes van todos por orden de antigüedad. Habiendo hermandad con abolengo de tres siglos, justo es que cada cual ocupe su sitio. Pasa el Rosario por la puerta de todas las cofradías y con sus mil luces y los fantásticos fuegos con que cada hermandad le obsequia alumbrando su paso, se forma un conjunto sugestivo lleno de melancólica belleza. Hay en el Rosario una nota saliente, dominadora: el tun… tun… tun…profundo y ronco de quince o veinte tamboriles diseminados en la llanura, y la silba temblona de las flautas, que no paran un momento; y como cada una lleva un motivo diferente, y aquí son florituras del tamborilero de La Palma, y allá la simpática canción del Romerito, la marcha real y las algarabías moriscas de Perico el Sanjuanero, y en todas partes esa frase gaitera larga, larga, interminable, que parece que va a concluir y no acaba de resolverse nunca, frase espiral nacida en la fantasía de estos músicos marismeños y orientales, se forma con todos esos elementos una confusión agradable, porque los motivos de la música llegan a nosotros esfumados por la distancia y embellecidos por el misterio de la noche. El tun…tun…del tamborilero y el silbo de su flauta me despertaron muchas mañanitas de Abril cuando yo era niño, y su música anuncio del próximo Rocío caía sobre mi despertar como un puñado de flores, que entraba por mi balcón la Primavera.
LA FUNCIÓN DE LA VIRGEN La función de la Virgen… ¿Qué es aquello? ¿Es una terrible irreverencia o una forma bravía y primitiva de la fe? Yo creo que el Rocío es un picadero, desbravadero de almas. Para mucha gente el único rezo del año son aquellos destemplados vivas o aquellas lágrimas sinceras de gratitud. Entre el adorador que se entrega del todo a Jesús Hostia, y hace de su alma un cirio que arde en la contemplación pensativa y amante del tabernáculo, y este hombre del campo, que se estruja con mil más contra la verja del presbiterio de la ermita, y en pleno Sacrificio del Altar mira a la Virgen del Rocío muy fijamente, y de pronto la aplaude entusiasmado, le grita, y le llora y está lleno de nerviosa impaciencia porque quiere, que todo aquello concluya pronto para reñir la batalla y conseguir la victoria de poner su hombro viril en las andas de la Reina y Señora; entre aquel adorador y éste hay la misma diferencia, que entre el silabear de la fe y el doctorado augusto del misticismo teresiano. Fe hay en Sta. Teresa, fe hay en el alma de estos marismeños. En la Santa la fe está pura, está plena; en estos hombres está el rico mineral mezclado con todos los barros de la vida y con todos los estériles de la ignorancia. Pero como la fe es un don de Dios, pura en Santa Teresa y mezclada en estos hombres estupendos es siempre una substancia divina y como tal la admiro y reverencio. A mí me conmueve la fe de estos hombres.
LOS DELFINES Y LA PROCESIÓN
Está ya en el pulpito el predicador. Ese predicador elocuente, que se busca siempre entre los más ilustres predicadores, y, que sé lleva allí para lucimiento y honor de la fiesta, es este año un fraile que tiene vestidos blancos y grises... Hermanos míos: La Virgen Santísima... Un león de los de la verja: ¡Viva la Virgen del Rocío! La Virgen Santísima es nuestra madre y nuestro consuelo...Otro león: ¡Que Viva nuestra madre! ¡Que Viva!... nuestro consuelo en las fatigas y en las luchas del mundo. La anunciamos con la estrella de la mañana y con el lucero de la tarde...
Un león y muchos más: ¡Viva, Viva la Virgen de los pobres! Hermanos míos: no me interrumpáis por Dios, dejadme que yo también ponga mi flor en el altar de la Virgen... ¡Viva el Padre Predicador! Hermanos: La Virgen del Rocío, pastora de estos campos y de estas marismas... ¡Viva la Virgen, Vívaaa! Anita Valladolid, única domadora de estos hombres pierde la paciencia y grita: Callarse, grandísimos bárbaros. Hay un ligero silencio....pastora de estos campos y de estas marismas conoció las penas y las fatigas de vuestros abuelos, que vinieron aquí a adorarla... ¡Vivaaa! ¡Vivaaa!... ¡Vivaaa! Uno que grita enfadado: ¡Este año veremos quien la lleva! Y el Padre predicador suspende cien veces el mismo párrafo y no puede desenvolver la gloriosa letanía de alabanzas, que pensaba ofrecer a la Señora como un perfume de su castidad carmelitana. Cuando el fraile blanco y gris baja del pulpito, por un extraño encadenamiento de ideas me acuerdo de una bandada de delfines, que he visto en el mar; navegan enseñando con ritmo alternativo solo la parte alta de la curva de sus lomos obscuros y brillantes. La fulgente bandada de las ideas del Padre nos mostraba de cuando en cuando la parte alta de la curva brillante de su oración; solo de cuando en cuando, porque el resto de la frase se hundía en el mar inmenso de los ruidos del alma popular.
LA PROCESIÓN
En el momento de alzar a Dios, Pedro A. Morgado dice: Acaba de llegar Jesucristo al Rocío en su carreta blanca de la Eucaristía… Yo paladeo la antífona del poeta y le mando a mi Jesús glorioso la voluntad en un suspiro y el alma en un beso. Pienso en los míos y me acuerdo de mi padre, que se fue hace algún tiempo allá arriba en la carreta blanca de la Eucaristía. Miro a la Virgen en el Altar y como soy del pueblo porque del pueblo vine y con el pueblo estoy, se me ha pegado la conmoción del pueblo y no grito estrepitosamente como los demás, porque el llanto me ha hecho un nudo en la garganta…
Ya se acabó la Misa. La riada de carne humana pasa por encima de la baranda del presbiterio. La Virgen desciende del altar como precipitada de la altura. Da miedo. Las mujeres gritan. ¿Va caerse? No se cae. Va sobre un trono de mil cabezas de hombres que la adora. Hay un trópico de emoción en las almas.
Ya está la Virgen en la calle. No hay nada en el mundo comparable con esta procesión verdaderamente trágica. Cuando vi aquello pensé: “aquí está mi raza”. Aquellos no son hombres, son fieras. La Virgen va en sus hombros, como la espuma en la cresta de la ola, dando saltos. Son incultos, son hijos del trabajo, no pueden ofrecer dones de inteligencia, dones de imaginación, ofrendas delicadas Si no la tienen, ¿qué van a ofrecer? Pero tienen sangre y fuerza en el cuerpo y ofrecen toda su sangre y toda su fuerza; dan lo suyo. ¡Pobrecitos! Que contenta estará la Señora con aquel generoso dar de aquellos sencillos corazones. Se apiñan, se enlazan, se destrozan; el polvo que levantan llega al cielo, el sol del mediodía lo achicharra. ¿Cansarse? Antes morir que cansarse. Rezan con los músculos, con los ojos, con el pecho jadeante, rezan con la fatiga de la nobilísima tarea. Las cabezas hirsutas y las frentes estucadas por el sudor y el sol flamean de entusiasmo y de fiebre.
Unas cuantas mujeres que bien pudieran llamarse Verónicas, abanican con cariño a los más expuestos a morir asfixiados. Se hacen esfuerzos sobre humanos para poder tocar el manto de la Virgen, repitiéndose las escenas evangélicas de aquellas muchedumbres que buscaban la salud y la vida en el tacto de los vestidos de Jesús. Y cuando uno de estos hombres, cualquiera de ellos, grita con voz dominadora ¡Salve! Todo el mundo se pone de rodillas, la Virgen queda en el suelo al nivel de los hombres, el sacerdote reza las primeras estrofas de la oración pedida, y al levantarse la multitud, todavía en el suelo la Virgen, surgen los famosos medios diálogos, que los Almonteño tienen cara a cara con Ella. ¡Mi hijo!... ¡Madre mía!...¡Vivaaa!...¡Las quintas!... ¡Que se ponga bueno!... ¡Mi Manué!... ¡Trabajo, madrecita!... y que se yo, porque no puede oírse con tranquilidad aquella dolorosa sinfonía, que la necesidad humana entona a la virgen de las marismas en las alas benditas de la fe. La Virgen vá en medio de los pobres sonriente, gozosa ante el amor de los humildes…Es todo esto el triunfo de la pobreza cristiana. ¡Viva la Virgen del Rocío! Este grito domina todos los ruidos, está en todas partes, vibra en todas las gargantas; no hay pedazo del ambiente que no tenga. ¡Viva esa Blanca Paloma! Esto lo dice un mocetón como un roble, tostado del trabajo, que mira a la Virgen con los ojos llenos de lágrimas, y deja ver el busto gigante por la desabrochada camisa. ¡Viva esa Blanca Paloma!
¡VIVA LA VIRGEN DEL ROCÍO!
A CASA Ya está la Virgen recogida en su ermita. Empieza la desbandada. La llanura está otra vez llena de carretas, que vuelven de la famosa fiesta. La Virgen del Rocío Se queda sola, En aquella marisma Siendo pastora… Se vuelve a los hogares, a la vida ordinaria, al trabajo a la lucha… Se queda sola En aquella marisma… La jaca torda de Joseli pasa delante de mí como una exhalación. Corre orgullosa de la doble carga, porque con Joseli va Rosa a la grupa. Va volando. Van en alas del amor. ¿Cuándo nos casamos Rosilla?... Y Rosa, colorada como una cereza, no sé si por la velocidad de aquel correr desatinado o por la velocidad del amor, dice trémula y dulcemente estas palabras con que se resuelven siempre los problemas del Condado: Cuando pase vendimia, Joseli…
A CASA
En esta pequeña obra pone de manifiesto su maestría descriptiva, narrando magistralmente todos los actos rocieros. Después de haber leído esta preciosa obrita de temas rocieros, el Conde de las Navas, Bibliotecario Mayor del Rey, envió a Siurot una tarjeta postal diciéndole: