Dra. María Esther Castillo Moreno/CIP
“Inteligencia social: La nueva ciencia de las relaciones humanas” Daniel Goleman Fuente: http://psikolibro.blogspot.com
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CAPÍTULO 16 “RELACIONES SANAS”
EL ESTRÉS ES SOCIAL Cuando, una semana antes de su boda, el novelista ruso León Tolstoy que, por aquel entonces, tenía treinta y cuatro años dejó leer a su prometida Sonya de tan sólo diecisiete su diario personal, ésta se quedó desolada al enterarse de la conflictiva y disoluta vida sexual de su futuro marido, que incluía un apasionado romance con una vecina con la que había llegado a tener un hijo ilegítimo. Pocos días después, Sonya en plenos preparativos para la boda escribió en su diario la siguiente entrada: «Le gusta atormentarme y verme llorar ¿Qué está haciéndome? De este modo, acabaré alejándome de él y amargándole la vida». Ese comienzo tan poco auspicioso jalonó el preludio emocional de un matrimonio que duró cuarenta y ocho años. La tumultuosa y épica batalla conyugal de los Tolstoy se vio puntuada por largas treguas en las que Sonya dio a luz a trece hijos y desentrañó y pasó a limpio el manuscrito de las veintiún mil páginas de las novelas de León, incluidas Guerra y Paz y Ana Karenina. A pesar de la devota entrega de su esposa, León escribió ese mismo año en su diario, refiriéndose a Sonya «Su injusticia y su egoísmo me asustan y atormentan», mientras que ella hablaba de León en los siguientes términos: «¿Cómo puedo amar a un insecto que parece disfrutar picándome?» A mitad de su vida, las entradas de sus diarios se referían a su matrimonio como un infierno insoportable, como si fuesen dos enemigos viviendo bajo el mismo techo y, poco antes de la noche en que León murió mientras se alejaba de casa, Sonya escribió: «No hay día en que mi corazón no reciba algún que otro golpe agregando, golpes que, con toda seguridad, acortan mi vida». ¿Estaba Sonya en lo cierto al afirmar que las relaciones tormentosas acortan la vida? No parece ser ésa, al menos, la conclusión que nos sugiere el caso de los Tolstoy, porque León vivió hasta los ochenta y dos años y Sonya le sobrevivió otros nueve, muriendo a los setenta y cuatro. El efecto de factores epigenéticos blandos como las relaciones, por ejemplo sobre la salud sigue siendo una cuestión científicamente muy elusiva. El único modo de establecer la existencia de esos efectos y su importancia requiere de la observación y el seguimiento, a lo largo de muchos años, de miles de personas. Los estudios que sugieren que la cantidad de relaciones que mantenemos constituye un predictor de la salud olvidan que lo que verdaderamente cuenta no es tanto la cantidad como la calidad. Y es que, en lo que respecta a sus efectos sobre la salud, el número de vínculos sociales que mantenemos resulta mucho menos importante que el clima emocional que las alienta.
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