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José Luis Vallejo Marchite

ALAMEDAS DEL ALMA 1998-2013

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ALAMEDAS DEL ALMA (1998-2013) © José Luis Vallejo Marchite © De esta edición, Fondo Editorial de la Universidad Marcelino Champagnat Av. Mariscal Castilla, Nº 1270 Santiago de Surco-Lima RUC: 20111580996 www.umch.edu.pe Telf.: 449 0499 Ilustraciones: © Ignacio García García © Mercedes Molina-Niñirola © José Miguel Bay Ribes © Juan López Delgado © Francisco García García © Gregorio Dominguez (Goyo) © Joaquín Nicolás García Diseño de Carátula: Richard Acuña Velásquez Prólogo: Ignacio Salvador Ayestarán Primera edición: Tiraje: ejemplares Hecho el depósito legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2014-04477 ISBN: 978-612-4194-06-1 Impreso en Lima, Perú - Printed in Lima, Perú Visión PC Perú S.A.C. Calle Manuel Candamo 232, Lince Teléfono: 2658174 RUC: 20510527730 Prohibida la reproducción total o parcial de la siguiente obra, sin el permiso expreso del autor.

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Estamos próximos a celebrar los 25 años de nuestra vida institucional. Esta conmemoración implica no tanto mirar hacia el pasado sino, primordialmente, apostar por el futuro con la misma pasión educadora de los inicios. Gabriel Celaya señala bellamente que “la poesía es un arma cargada de futuro”. En ese marco cultural, la Universidad M. Champagnat se complace en presentar la segunda parte de la obra poética (1998-2013)de uno de sus docentes más representativos, José Luis Vallejo, fms. Consideramos que esta obra constituye un magnífico aporte a la celebración de nuestro aniversario institucional. Deseamos que sea del agrado y enriquecimiento de quienes se recreen en sus páginas, cargadas de “poesía para el pobre, poesía necesaria/como el pan de cada día”. Lima, 6 de junio de 2014

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Dr. Pablo González Franco Rector


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DEDICATORIA A la Universidad Marcelino Champagnat en sus veintinco años como institución educadora, en la persona de su Rector Magnífico, Dr. Pablo González; del Claustro de Profesores y personal administrativo y de servicio. Mi agradecimiento a cuantos han colaborado desinteresadamente con sus ilustraciones y análisis crítico de mi obra.

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Prólogo Vallejo Marchite, el niño que quería ser poeta

Este cansado mundo finisecular necesita otra sentimentalidad distinta con la que abordar la vida. Y en este sentido, la ternura puede ser también una forma de rebeldía. García Montero, L., La otra sentimentalidad, Manifiesto, (1983)

Hace ahora quince años, se publicaba `Memorial de la espuma´(1998), magna antología de la obra poética de Vallejo Marchite. Recogía diecinueve libros de poesía seleccionados por su autor del amplio patrimonio poético de su creación. Y ahora, quince años después, aparece de nuevo esta cifra, como conjuro literario para esta magna edición antológica, que reúne de nuevo los frutos granados, en sazón, de la creación poética de Vallejo a lo largo de estos tres lustros: quince nuevos libros -que agrupan veintiuna obras- que recolectan y presenta la nueva cosecha de temporada de este cultivador artesano de poesías. En la introducción crítica1 que en su día realicé para `Memorial de la espuma´, se estructuraba su obra poética en tres apartados, siguiendo un doble criterio de evolución creativa y complejidad estructural de su obra poética: I Los versos; II Los poemas; III La poesía. No parece acertado ahora este criterio, puesto que toda la obra poética de Vallejo Marchite comprendida en estos quince nuevos libros, es de plena y rotunda madurez creativa y estructural. Por tanto, la totalidad de su obra poética requiere un nuevo enfoque, menos instrumental y más semántico, que la explique con sencillez y claridad, de tal forma que ofrezca una visión global comprensible -y en paralelo, intelectual y emocional- para quienes se acerquen a su poesía. Por ello, un sencillo enfoque temático nos parece el más idóneo para el análisis de su nueva obra poética. Vallejo es un poeta de largo y ancho alcance. De la longitud hablan por sí solos sus libros –más de cuarenta- de poesía; de la anchura hablaremos ahora brevemente. 1 José Luis Vallejo Marchite: Poesía y revelación poética, Prólogo, `Memorial de la espuma´, HH. Maristas Levante, Murcia, 1998.

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No es fácil compaginar fertilidad creativa con calidad artística. Esta es una cuestión candente en el proceso creador de todo artista. Y en el arte de la palabra expresiva –la poesía- suele suceder que, a lo largo de una obra poética amplia y dilatada en el tiempo, haya marcados altibajos de calidad creativa y alternen cumbres y valles en la cadena de la creación poética. No es este el caso de Vallejo Marchite, su obra poética mantiene una línea elevada de calidad poética a lo largo de todos sus libros, muy especialmente a partir de `La Memoria encendida´ (1997), el tour de force de su obra poética de los primeros lustros, un libro de enorme complejidad estructural y creativa, la prueba suprema en el dominio del instrumento creador de cualquier poeta, que Vallejo superó con gran brillantez2. En todos sus libros posteriores, en estos que ahora ven la luz, la técnica y la belleza formal van de la mano de la emoción y la estética de la palabra y sería difícil resaltar alguno sobre los demás. ¿Cómo, si no, mencionar el brillo ardiente y arrebatador de `Canciones´(2013), sin hacerlo con los íntimos rincones de la vida de `Hasta casi el olvido´ o la maravillosa y transparente evocación elegíaca de `Regreso a la Arcadia´(2001)? ¿Y cómo no hacerlo con los regueros de vida y de emociones delicadísimas, de las experiencias poéticas del vivir de `Cuadernos del aire´(2003), un libro de otoños –desde Anuncio del otoño hasta Canción última del aire- que recoge las estaciones del alma con delicadeza magistral, que ve la luz ahora por vez primera? De forma muy sintética, tres son los grandes temas de la producción poética de Vallejo Marchite: el amor, Dios y el hombre. Y en relación a estos tres ámbitos se pueden resumir los tres estilos temáticos y poéticos con que Vallejo desarrolla sus obras: poesía lírica, de versos cortos y ágiles, transparentes y afilados como cristal cortante; poesía religiosa o mística, de versos más largos y estrofas más clásicas, perturbadora y deslumbrante por la poderosa impresión de sus imágenes y las profundidades del alma a las que llega; y poesía de la vida, de la experiencia del vivir, donde uno cualquiera de nosotros encuentra el reflejo artístico de cualquier momento o cualquier realidad humana vivida o contemplada. Con esta sencilla clasificación temática vamos a agrupar los libros de esta edición.

2 Del silencio a la luz. Una aproximación a `La Memoria Encendida´, Prólogo, La Memoria encendida, Comisión del Centenario de los Maristas en Murcia, Murcia, 2003.

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Temas

Amor

Dios

Libros `Canciones´ `Y sin embargo tú´ `Andante mediterráneo´ `Octavarios de amor´ `La Recobrada´ `Aquel cálido invierno´ `Cántico´ `Al aire de tu vuelo´ `Retablo de Navidad II´ `Hasta casi el olvido´ `A pesar de todo´ `Regreso a la Arcadia´ `Hasta casi el olvido´

Hombre

Estilos poéticos Neopopularismo (Poesía lírica) Poesía de la experiencia Poesía de la experiencia/Poesía lírica Poesía lírica Poesía lírica /Realismo existencial Poesía lírica/Realismo existencial Misticismo lírico Poesía religiosa/Hagiografía Poesía religiosa/Neopopularismo Poesía religiosa/Realismo existencial Poesía religiosa/Poesía de la experiencia Poesía elegíaca Poesía de la experiencia/Realismo existencial

`Mientras arden los días´ Poesía de la experiencia Poesía de la experiencia/Realismo `Cuadernos del aire´ existencial `Andante mediterráneo´ Poesía lírica/Realismo existencial `El humo dormido´

Poesía lírica/Realismo existencial/ Poesía elegíaca

`A pesar de todo´

Poesía de la experiencia/Poesía elegíaca

Esta clasificación sitúa alguno de sus libros en más de una categoría temática. Cuando esto sucede, se debe a que algunos de los poemas o secciones poéticas de esos libros tratan motivos que no son exclusivos de uno de los temas de la terna. Las categorías, como puede comprobarse, son de gran amplitud y, por tanto, simplifican el universo temático de Vallejo en aras de la sencillez comprensiva de su poesía.

El amor Amor y amada forman una dicotomía poética inseparable. Hoy, en que la relación humana hombre-mujer se ha diversificado y disociado con otros vectores paralelos –que la sociología y las leyes sancionan y protegen- esta dicotomía puede comenzar a tener reflejo poético heterodoxo. Pero en la historia de la poesía, el canto amoroso siempre fue generalmente hacia la amada –salvando las excepciones de la poesía homófila que pespuntean la trama histórico-poética- y el amor, una constante poética a través de los siglos y de los versos.

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Cómo debe ser la amada ideal, es un arquetipo que varía con los tiempos, los poetas y los estilos, aunque el amor es siempre una constante que todos comprendemos. El amor poético, antiguamente, era algo imposible o que acababa en tragedia3. A lo largo del siglo XIX, la imposibilidad y el fatalismo, viejos estereotipos poéticos, se hacen más vivos y humanos –Romanticismo, Realismo- y con el siglo XX la poesía amorosa se libera del ideal y de la fatalidad, deja el esencialismo y se hace paulatinamente vitalista, luminosa y, sobre todo, existencial. Los poetas más importantes del siglo pasado han tratado el amor de forma esencial en su poesía. Tres nombres bastarán para comprobar este aserto: Machado, Hernández y Salinas. Algunos de los poemas de amor más hondos de A. Machado tienen como motivo la figura de su joven esposa, Leonor, y su temprana y trágica pérdida. Hernández es uno de los más intensos poetas del amor existencial y su relación con Josefina Manresa fue el núcleo temático de su poesía amorosa y de su honda crisis de identidad4. Y Salinas, que hizo del análisis poético del proceso amoroso el núcleo esencial de su obra de plenitud5. En Salinas, curiosamente falta la imagen, la personalidad de la amada. El amor, desde una posición anti romántica, es una poderosa fuerza que da sentido al mundo, un enriquecimiento del propio ser y de la persona amada, un acontecimiento jubiloso. Y es esta concepción del amor quizá la más próxima al amor en la poesía de Vallejo Marchite. La amada es siempre un eterno femenino, un universal literario que adquiere diversas configuraciones poéticas en sus libros6. Toda la poesía de José Luis está impregnada de dos ingredientes esenciales de la vida, que a veces no se encuentran fácilmente o que si se han encontrado se pierden con frecuencia en los caminos del vivir: alegría y humanidad. Y con ellos, siempre de la mano del amor –humano o divino, tanto da- crea su poesía. Y estas dos notas, humanidad y alegría, perfilan el concepto del amor en la poesía de Vallejo. También la insatisfacción con una realidad humana sentida como incompleta, que enriquece y completa al ser humano, en sus máximas aspiraciones. Decía Salinas que la poesía se explica sola; si no, no se explica. Todo comentario a una poesía se refiere a elementos circundantes de 3 Baste recordar la amada ideal en la lírica trovadoresca o el desdichado fin de Melibea en `La Celestina´. 4 Llevó su crisis personal a la aventura poética del amor más arrebatadora de la poesía amorosa contemporánea, en `El rayo que no cesa´. 5 Sobre todo en `La voz a ti debida´, probablemente uno de los libros poéticos que analizan de forma más exhaustiva el transcurrir de la pasión amorosa, pero, además, en `Razón de amor´ y `Largo lamento´. La crítica ha dicho que Salinas es un poeta exclusivamente amoroso. 6 Amiga y amante, pescadora, mariscadora de lunas, en `Memorial de la espuma´ (Cfr. Una sombra alada cruza el mar, Prólogo); Marta, Mª Elena, limeña en `Canciones´; muchacha, amor en `Y sin embargo, tú´.

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ella, estilo, lenguaje, sentimientos, inspiración, pero no a la poesía misma. La poesía es una aventura hacia lo absoluto. Y esta aventura, casi religiosa, es la que recorre Vallejo Marchite en sus poemas de amor. La poesía es creación y revelación poética y el amor en su poesía nos revela las fuentes del ser; conocemos así nuestra imperfecta realidad humana, nos enriquece con la humanidad alegre de la amada constante. Su belleza, recolectada por la palabra poética, completa nuestra paradójica dependencia del otro; la otredad no sólo nos completa, sino que nos explica. Y en esa aventura hacia lo absoluto que es la poesía –Salinas dixit-, el amor, el ideal supremo del sentimiento estético de la belleza humana, es lo único divino y perceptible a la vez7. De los poemarios amorosos de esta antología destacan con entidad singular `Canciones´(2013) -por su extensión y personalidad- `Octavarios de amor´(1998) y `Aquel cálido invierno´(2000). `Canciones´(2013) es el poemario más extenso8 de la poesía de Vallejo Marchite. Agrupa cuatro libros preexistentes9, no editados por separado anteriormente. Es un cancionero neopopular que condensa en sus variadas formas métricas y líricas la historia del proceso amoroso, con el eterno femenino representado por destinos de amor personales y genéricos10. Toda la sentimentalidad del proceso amoroso se desarrolla en sus canciones y configura un itinerario sentimental completo: la amada-niña, la voz erótica, el amor como juego, el amor viajero… La alegría, la pena, la ausencia, el anhelo, la pérdida, todas las estaciones del amor se desgranan en letanía en estas cancioncillas líricas y arrebatadoras. `Octavarios de amor´(1998) agrupa dieciséis poemas datados en 1998. Estructurado en díptico11, el libro desgrana los dos momentos fundamentales del proceso amoroso: el encuentro y la consumación. Late en él el eco de Salinas (`La voz a ti debida´) para esta `razón de amor´que desgrana el poeta en el rosario de su letanía amorosa. Los rincones de los días, el mar, las palabras y los besos, la plenitud del cuerpo y de la entrega, surgen en `el encuentro´12; los ojos, la vivencia amorosa

7 ¿Qué otra cosa es la idea de amor en un sentimiento religioso de la vida? Platón dixit: “Porque recuerda, Fedón, que la belleza es lo único divino y perceptible a la vez”. 8 Consta de 226 poemas distribuidos en cuatro libros. 9 `Canciones a Marta´, I (56 poemas), `Canciones a Marta, II´ (37 poemas), `Canciones a Mª Elena´ (35 poemas) y `Canciones limeñas´(98 poemas). 10 Cfr. A quien amar (Introducción a `Canciones´ de J.L. Vallejo Marchite), Prólogo, `Canciones´ Universidad Marcelino Champagnat, Lima, 2013. 11 `Octavario del encuentro´ y `Octavario de la afirmación´. 12 `Octavario del encuentro´ (1998).

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y el éxtasis surgen en la `afirmación´13. Los `Octavarios´ son la experiencia de la poesía lírica amorosa. Pero también `poesía de la experiencia´ amorosa14. `Aquel cálido invierno´(2000) lo componen veintiún poemas. Datado en 21 de junio de 2.000 y estructurado en díptico15, continúa el canto de la experiencia amorosa, ahora de la ausencia del amor y el olvido temporal -en el invierno cálido-, para la reaparición de su presencia pujante y renovada en una explosión de primaveras. Dios El sentimiento religioso es una reacción ante la vida. Nace del asombro y del temor. Esta es la idea que abre las notas que Leopoldo de Luis escribiera para una de las antologías de poesía religiosa que es referencia en el mundo de la crítica literaria. Esbozaremos con algunas de sus ideas una breve contextualización de la religiosidad poética16. La belleza y la perfección de la naturaleza, tanto como la conciencia de indefensión y de responsabilidad, hacen sentirse al hombre dependiente de un ser superior, de una totalidad cósmica, de unas normas morales. En el fondo del corazón humano late un ansia insaciable de comprender y de amar, porque el hombre no es nunca del todo libre: siente que se debe a alguien o a algo, que su presencia en la tierra no es insolidaria, que no es –no podría- un ser exento. En la poesía de Vallejo Marchite se muestra la religión como revelación poética. Como la religión, la poesía parte de la situación humana original: el estar ahí, el sabernos arrojados en ese ahí que es el mundo hostil e indiferente. Y el poeta, en su devenir creativo, llega al borde del lenguaje, a la página en blanco, al silencio que es la respuesta elocuente a cada pregunta, a cada grito que el hombre religioso vierte en su devenir personal17. A través del sentimiento religioso, la poesía une de alguna manera al hombre con su principio y su fin o, si se quiere, con su destino. Según Leopoldo de Luis, en líneas generales, hay dos clases de poesía religiosa: interior y exterior. La primera responde a un sentimiento interior, existencial; la segunda, responde a las manifestaciones externas de la religión. Es la actitud personal, el concepto de religiosidad del poeta lo que determina esta clasificación. La historia de la poesía religiosa contemporánea española 13 `Octavario de la afirmación´(1998). 14 Vid. Nostalgia (`Octavario de la afirmación´), puesto bajo la advocación de L. García Montero precisamente. 15 `Noche cumplida´(8 poemas), `Aún tiembla la palabra´(13 poemas). 16 Cfr. De Luis, L., Poesía Religiosa. Antología (1939-1964), Alfaguara, Madrid, 1969. 17 Cfr. José Luis Vallejo Marchite: Poesía y revelación poética, Prólogo a `Memorial de la espuma¨, HH. Maristas Levante, Murcia, 1998.

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ha respondido mucho más a la primera clase. Y, desde luego, casi toda o la mayor parte de la poesía religiosa de Vallejo Marchite. La poesía religiosa contemporánea de nuestra literatura arranca y se constituye en un pórtico soportado por tres columnas –Leopoldo de Luis dixit-: Unamuno, o la religión hecha poesía; Juan Ramón Jiménez, o la poesía hecha religión; y Antonio Machado, o el Dios que se sueña. La religión -re-ligare, volver a unir- supone una entrega. El ser humano se ofrece al ser superior. Conduce los pasos del hombre hacia ese Ser supremo y la meta es la unión, es decir, la mística como protofenómeno de cualquier religión. Unamuno se resiste a la entrega. Su religiosidad es agónica, lucha con la Divinidad, no se abandona a ella, y en esa lucha se desarrolla `el sentimiento trágico de la vida´. No renuncia a su yo, por lo que se podría decir que su poesía es antimística por naturaleza18. Como decía acertadamente De Luis, para él la fe no es creer lo que no vimos, sino crear lo que no vemos. Su fe crea a su Dios. Y lo que crea es la poesía, no la religión. J. R. Jiménez presenta una actitud religiosa diferente. Su Dios es de invención propia, extraído de su misma conciencia de belleza19. Juan Ramón fue un místico que previamente inventó su dios para la unión. En él no hay nunca agonía, sino éxtasis y, por tanto, sí aspira a fundirse con la divinidad. Su religiosidad, con todo, es más estetizante que cordial. Antonio Machado es un “menesteroso buscador de Dios”20. Un Dios creado por el hombre en sí mismo, inmanente, que el poeta sueña como una ilusión bendita dentro de su corazón21. Y esa búsqueda menesterosa a través del sueño por las galerías del alma, fue resuelta y superada en los últimos años, hasta el escepticismo. Dios era para él una necesidad del hombre, creado en la propia conciencia. Este concepto de religiosidad entroncaba con el clima espiritual de España en aquel momento histórico: una renovación espiritual y cultural promovida por la huella krausista y la Institución Libre de Enseñanza. Aunque hay quien ha hablado de “un eclipse de Dios en la poesía española” a partir del último tercio del siglo XX, justo donde Ernestina de Champourcin puso el colofón con su antología22 en la Generación de la posguerra, la literatura de tema religioso es en realidad inagotable, va con el hombre y su dimensión religiosa, algo consustancial al ser humano. En momentos en que los procesos de laicización de la sociedad son múltiples y 18 La conciencia paradójica de su religiosidad se muestra con fuerza en su novela “San Manuel Bueno, mártir”. Y una muestra perfecta de que, en su búsqueda de Dios, el anhelo de unión fue relámpago que iluminó pasajes de su vida, es el decasílabo grabado en la lápida que cierra su sepulcro del cementerio salmantino: ` Méteme, Padre Eterno, en tu pecho´. 19 Cfr. `Dios deseado y deseante´ y `Animal de fondo´, dos de sus libros más “teológicos”. 20 Así lo llamó Laín Entralgo. 21 Vid. el poema `Anoche cuando dormía´. 22 Champourcin, E., `Dios en la poesía actual, BAC, Madrid, 1977.

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reales, permanecen seguras las preguntas y la búsqueda del sentido último del vivir espiritual23. Y la teoría del péndulo en las artes es posible que vuelva a hacer rebrotar esta corriente poética, sumergida pero viva y fluyente, en la poesía postcontemporánea. En Vallejo Marchite la religiosidad es búsqueda y entrega, es sueño y dolor. En su portentoso y admirable libro, `Oscura presencia´, Dios es sueño24, locura25, búsqueda26, protección27, entrega absoluta28, esperanza y final29. La poesía religiosa, además de la clasificación general de Leopoldo de Luis, puede clasificarse y subclasificarse temáticamente30, planteándose en cada caso diferentes actitudes religiosas. Y en la poesía religiosa de esta edición antológica de la obra de Vallejo Marchite, se manifiestan también diversas actitudes de religiosidad. `Retablo de Navidad II´(1998-2008) y `Al aire de tu vuelo´(1999) son libros más exteriorizables. El primero reúne cuarenta y siete poemas, todos ellos encuadrables en el ciclo de la Natividad31. Alternan las baladas, villancicos y nanas, con un chispeante estilo neopopular de metros cortos y estrofas sencillas, con fresca y sencilla alegría. `Al aire de tu vuelo´(1999) es una biografía lírica de Marcelino Champagnat. Próximo a la hagiografía, consta de catorce poemas, estructurados en un introito, nueve tramos32 y un epílogo, pequeño políptico de cuatro poemas. El versolibrismo es predominante, con la excepción de un par de sonetos del epílogo. 23 Cfr. Cervantes-Ortiz, L., `El Salmo fugitivo. Antología de la poesía religiosa latinoamericana´, Ed. Clie, Barcelona, 2009. 24 Soneto 2. 25 Soneto 4. 26 Soneto 5. 27 El maravilloso y arrebatador Soneto 6. 28 Soneto 7. 29 Sonetos 9 y 10. 30 Se pueden distinguir diversas vertientes: confesional, espiritual, humanística o sacra. Y éstas podrían subclasificarse posteriormente: bíblica, evangélica, eucarística, virgínea, hagiográfica y ascética-mística (Cfr. Pemán, J.M. y Herrero, M., `Suma poética´, BAC, Madrid, 1950). 31 No es este el primer poemario de Vallejo Marchite sobre el ciclo de la Natividad. Prolonga su Retablo de Navidad I (1998), éste algo más breve (37 poemas, también neopopular en su métrica y estilo, pero con un cuerpo de 17 sonetos clásicos de bella factura. En este segundo Retablo, sólo dos sonetos (Soneto triste por la falta de fe en el mundo actual y De cómo en la noche santa todo suspira por dar calor al Niño) interrumpen el manojo de baladillas, villancicos, albadas y nanas. El motivo de Belén destaca en el poemario. Responde sin duda a su sentimentalidad religiosa de la Navidad y también a sus gustos personales: la pequeña colección de minibelenes clásicos y étnicos que atesora el autor. 32 Acompaña a cada tramo y poema una breve glosa en prosa narrativa que contextualiza el devenir biográfico.

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`Cántico¨ (2011), el libro más interior de la poesía religiosa de esta antología, es una paráfrasis poética del `Cántico´ de San Juan de la Cruz. Consta de veinticinco poemas: un introito –Preámbulo33- poético y veinticuatro canciones. Lo novedoso del libro es el uso del soneto para poesía mística. Usado con frecuencia en poesía religiosa, no es metro común para el canto lírico de la experiencia unitiva. Con su voz poética más depurada, Vallejo cumple el mandato del alma humana34 y sube hasta la cumbre inefable, para encontrar las respuestas de la voz de Dios, en el aire de los cedros. `A pesar de todo´(2010) es un libro breve. Reúne dieciocho poemas datados de Octubre a Noviembre de 2010. Siendo por estilo más situable en una sentimentalidad cotidiana del vivir (`poesía de la experiencia´), consta de algunos poemas en que el sentimiento religioso surge para sacudir la conciencia del poeta y hacer aflorar sus permanentes dudas existenciales. El realismo existencial fluye en la religiosidad interior de esos versos. La hibridación de existencialismo religioso y poesía de la experiencia es el estilo poético de esos poemas35. `Hasta casi el olvido´ (2012), políptico poético en que predominan las canciones de amor y la poesía de la experiencia, desgrana un pequeño manojo de poemas –apenas media docena- considerables también como poesía religiosa interior, más concretamente de religiosidad existencial. Destacan muy especialmente los dos poemas que cierran el libro con una función claramente estructural. El pajarillo, símbolo poético en el libro de la fugacidad de la alegría, encarna perfectamente el anhelo de espiritualidad metafísica36. El temblor de la existencia llena la boca del poeta y sólo el trino de ese pájaro acompaña su soledad37. Hombre ¿Qué es escribir poesía? ¿Elegir palabras? ¿Palabras con las que dar forma al sentimiento y la emoción? Sin duda. Pero luego está la intención, la voluntad, el estilo. Ideas, sentimientos, emociones, recursos técnicos, temas, escenarios, tonos de voz, todo conducido a través de las palabras. Y de su elección. Nadie lo expresó con más radicalidad estética que J. R. Jiménez38, e hizo de su invocación su credo poético y su estilo, llevando al paroxismo los procesos creativos por su perfeccionismo artístico. 33 Y oí su voz, el poema que cierra el Epílogo de `Al aire de tu vuelo´, se transmuta en Y oí tu voz para abrir el Preámbulo de este cancionero de amor místico. 34 Cfr. Un mandato del alma para un poeta, Prólogo a `Cántico´(Sonetos de amor a lo divino), Universidad Marcelino Champagnat, Lima, 2012. 35 Camino hacia la luz, In memoriam, La verdad última. 36 Evocando a Rilke. 37 Cuando se pone en pie la noche. 38 Intelijencia dame el nombre exacto de las cosas, `Eternidades´ (1918).

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El hombre es un ser social por naturaleza. Y la realidad39 en la que vive es la materia prima de su pensamiento. La vive, la piensa, la moldea y la trasciende. La re-crea con la palabra y cuando esa recreación tiene un propósito estético, el ser social se transmuta en espiritual y artístico. Y si la palabra elegida es emoción y sonoridad, entramos en la poesía. Hay múltiples lecturas humanas de la realidad en que vivimos y existimos. La nuestra, la que hemos elegido para hablar de poesía, es una lectura poética. Dice García Montero, con muchísima razón, que `para hablar de poesía es muy peligroso ponerse poético´. Nadie como Machado fijó y concretó las dos posibles lecturas del proceso poético en la tradición contemporánea: la poesía como un territorio al margen de la lengua común y la poesía como una elaboración lingüística personal del lenguaje y los temas colectivos. Si aceptamos la vigencia y validez de una lectura poética de la realidad –y eso fue lo que hizo Machado en su poesía, al afirmar que la poesía es `la palabra en el tiempo´-, estamos afirmando, como resultado, una lectura realista de la poesía. Todo poema es un artificio –un artefacto– y es con ese molde con el que expresa el sentimiento o la emoción del instante creativo. Pero también, sin duda, es representación: con la palabra poética vuelve a crear -recrea- la realidad de partida. Y esto, y no otra cosa, es el fundamento de la corriente poética denominada `poesía de la experiencia´: un poema es más representación que expresión. La Poesía de la experiencia Si hacemos un breve examen histórico, podemos situar esta corriente poética en los ochenta del pasado siglo. Vencida la estética de los Novísimos40 hacia mediados de los ochenta, y prolongada con algunas de sus derivaciones41, un panorama poético nuevo surge en esta década. El término “postnovísimos”42 etiqueta con facilidad la nueva estética, preñada de tendencias43, que va a sustituirla. Sus características serían: - Recuperación de los poetas “clásicos” de los sesenta (con Gil de Biedma al frente). - Relectura de la tradición. Se enfatiza la experiencia, la emoción y la percepción e inteligibilidad del texto. Se recupera la poesía métrica. 39 Algunas de estas ideas se recogen y desarrollan en el interesantísimo ensayo de Luis García Montero, Los argumentos de la realidad, Encuentros en Verines, Encuentro VIII, Las palabras y la tribu, 1992. 40 Cfr. Castellet, J. M.,` Nueve novísimos poetas españoles´, Barral Editores, Barcelona, 1970. 41 Metapoesía (Guillermo Carnero, Jenaro Talens), poesía experimental (José Miguel Ullán), neorromanticismo y neomodernismo (Antonio Colinas), neoclasicismo barroco (Antonio Carvajal), malditismo (Leopoldo Mª Panero), poesía pura (Jaime Siles), poesía elegíaca (Eloy Sánchez Rosillo). 42 Son presentados en una nueva antología: Luis Antonio de Villena, `Postnovísimos´, Visor, Madrid, 1986. 43 Neosimbolismo, neorromanticismo, neosurrealismo, minimalismo…

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- Se rechaza lo conceptual y abstracto. Se vuelve a la narración poética y al lenguaje coloquial. - Renovación temática: subjetividad (monólogo interior), lo urbano, lo cotidiano. - Empleo de recursos extra poéticos: el humor, el pastiche, la parodia… Y de todas las tendencias de esta nueva estética poética, habrá dos que se impondrán en el comienzo de los noventa: a. `Poesía del silencio´. Una poesía minimalista, reflexiva, filosófica e intelectual. En un esfuerzo de experimentación con el lenguaje, se depura hasta alcanzar el núcleo de lo esencial. Se busca una palabra esencial, tensa, depurada y concisa, tal vez en la estela de la “poesía pura” de Siles y Robayna. b. `Poesía de la experiencia´. Dominante desde mediados de los ochenta hasta casi el final de siglo. Generada en torno a poetas granadinos, propugna “una nueva sentimentalidad”, un nuevo realismo poético que habla de la vida cotidiana de carácter urbano, con una expresión coloquial, y que revaloriza la experiencia vital, el humor y la emoción. Al finalizar el siglo, estas dos corrientes marcaban las tendencias poéticas. Progresivamente, se va a manifestar una cierta negación o rechazo de un cierto relativismo moral que derivará hacia una poesía de compromiso civil frente a un mundo injusto e insolidario con el sufrimiento ajeno (neorrealismo social). Otras formas de rechazo del “experiencialismo” poético surgirán en Andalucía (`poesía de la diferencia´44). Intentarán agrupar todas aquellas corrientes disidentes o no acordes con la primacía de la `poesía de la experiencia´. Su pluralidad y heterogeneidad hacen muy difícil su caracterización, pero la mayoría se agruparía en torno al concepto de `trascendencia´como reacción estética de oposición a las corrientes dimanadas del materialismo histórico y su reflejo en el “experiencialismo”. La `poesía de la experiencia´ deriva históricamente del grupo `La otra sentimentalidad´, que en 1983 publicará el manifiesto literario del mismo nombre, firmado por Javier Egea, Luis García Montero y Álvaro Salvador. Sacudió el paisaje literario y su onda expansiva perdura todavía. Apuntando a la altura -pretensión política, el objetivo es la ideología dominante-, cuestionaba la concepción establecida de la literatura en dos artículos que fueron publicados previamente en El País, con gran alcance mediático. Se mencionaba a Machado, Gil de Biedma, Brecht y Passolini. El núcleo del material poético se encontraría en la vida diaria, en otra actitud frente a la cotidianeidad mercantilizada del capitalismo posmoderno. Los debates humanismo versus anti-humanismo que se generaron, provocaron una gran tensión en el campo literario, tensión excesiva que 44 Cr. Rodríguez Jiménez, A., `Elogio de la diferencia´, Caja de Ahorros, Córdoba, 1997.

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desembocó en que los poetas optaran por la independencia total como escritores, pasando del otro lado de la delgada línea de lo político a lo público y fundiéndose en la tendencia de la `poesía de la experiencia´, de largo alcance poético y literario. El poema puramente experiencial dejará de ser ya un lugar de autorreflexión en el que se cuestione la magia de la ideología (La otra sentimentalidad) para ser arrastrado por la opacidad de las intensidades posmodernas (Poesía de la experiencia)45. Afirmada la presencia y el influjo de esta poesía experiencial, el eco de sus postulados poéticos llegará fuerte y largo a toda la poesía española de las dos últimas décadas del siglo. Y aún hoy, en el seno de las vanguardias poéticas sucedidas en el presente siglo tiene predicamento e influencia. Una musa vestida con vaqueros46: los estilos “experienciales” de Vallejo Marchite La `poesía de la experiencia´ de Vallejo es el realismo poético -híbrido de representación y expresión-, con el que creará, de una forma u otra, casi la mitad de los libros poéticos de esta edición. Con una variación estilística paralela, que hemos denominado `realismo existencial´, será la corriente en la que se volcarán sus impulsos vitales, su visión de la realidad –urbana, cotidiana, sentimental, existencial- en la que vive y siente, recogiendo hechos –experiencias- y emociones – sentimentalidad-. `Mientras arden los días´(2004-2005), `Hasta casi el olvido´ (2012), `A pesar de todo´(2010) y `Cuadernos del aire´(2003) son quizá los libros más paradigmáticos de este estilo. El primero, estructurado en díptico47, agrupa cuarenta y cuatro poemas. Más allá de las advocaciones de muchos de sus poemas48, se canta la cotidianeidad urbana, el paso de los días trufados de lecturas49, de paseos50 y viajes reales o figurados51, de libros, propios y ajenos52, de poetas53, del dulce

45 Cfr. Bellón Aguilera, J.L., Todo modo: hechos y palabras en la poesía de la experiencia, en Bulletin of Hispanic Studies, Liverpool University Press, Nº 6, noviembre, 2007. 46 Es la imagen expresiva acuñada por García Montero para denominar a la `poesía de la experiencia´. Cfr. García Montero, L., `Aguas territoriales´, Pre-Textos, 1996. 47 `Arden las palabras´ (28 poemas) y `Hasta el último instante´ (16 poemas). 48 Felipe Benítez Reyes, Ángel González, Eloy Sánchez Rosillo, Francisco Brines… 49 Leyendo “Un sueño en otro”, Cuando cae la noche, Indecisión. 50 Cansancio, Reencuentro. 51 Vera Dmuhhailo, Último recuerdo, Palabras como huellas. 52 Indecisión, Anhelo, Tarde de octubre, Mientras arden los días. 53 De tú a tú, Ahora es verdad la vida.

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y triste vivir de cada momento memorable54. Y el realismo existencial que impregna muchos de sus poemas es representativo (experiencial)55: Viaja en clase turista en el TALGO Alicante-Santander. Es muy rubia, ojos negros como una pesadilla.(…) y lírico (elegíaco, fundamentalmente)56: Estoy aquí, ni tú sabes los años, pero estás como ausente ahora que los días están huérfanos de la luz del verano. (…) un híbrido estilístico que trasluce la personalidad poética de Vallejo Marchite. `Hasta casi el olvido´(2012) es un políptico temático que agrupa cincuenta y ocho poemas, la mayoría considerables en el doblete estilístico `poesía de la experiencia´/`realismo existencial´. El libro es un itinerario poético y vital de Vallejo Marchite57 que recoge sus experiencias y vivencias americanas, su nueva sentimentalidad ante una nueva geografía física y humana que rodea y penetra su alma. De nuevo el estilo se bifurca en un realismo representativo y experiencial58: La tarde declinaba. Las aguas del Pacífico habían recobrado su color habitual en esta época: un gris ceniza con irisaciones aceradas, y el rumor insistente de insomnes caracolas.(…) o expresivo y existencial59: Toda la noche ha estado garuando, y sigue todavía la garúa cayendo, lenta, como amargo llanto dejándome en el alma una entrañable lección de soledad.(…) 54 Este cielo de otoño, Persistencia de la luz. 55 Vera Dmuhhailo. 56 De tú a tú. 57 Cfr. El poeta en su rincón, Prólogo, `Hasta casi el olvido´, Universidad Marcelino Champagnat, Lima, 2013. 58 Meditación frente al Pacífico. 59 Memorandum.

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`A pesar de todo´(2010) es un libro breve –dieciocho poemas, datados de Octubre a Noviembre- que desprende fogonazos de experiencias vitales. El poeta canta y cuenta sus afanes cotidianos: el impulso creador60, la emoción musical61, la beatífica sensación de soledad en su habitación62, el paso de los días63, la historia clínica de su corazón de hombre y de poeta64. Y de nuevo es la urbe, sus calles y rincones, la geografía física65 de los caminos del paseante, un leit motiv poético. Y mientras, la vida sale siempre al encuentro del poeta con el dolor del otro,66preñando de experiencias el verso de su pluma. `Cuadernos del aire´es un libro de otoños –desde Anuncio del otoño hasta Canción última del aire- y septiembres –poemas datados de septiembre de 2002 a septiembre de 2003- que recoge las estaciones del alma con delicadeza magistral. Contiene treinta y seis poemas estructurados en políptico de cuatro Cuadernos67. Y es uno de sus libros de plenitud poética más sobresalientes por la depuración y la sencillez poética de su lenguaje. Y por la hondura vital de la representación y la expresión sentimental de sus versos. El deambular vital del poeta68, geografías urbanas como estampas69, postales del recuerdo clavadas con chincheta poética en el sentir70, la experiencia metaliteraria de poetas y libros71, son los motivos de la representación experiencial. Pero también paralelas de expresividad sentimental en poemas hondos y transparentes como lagos72. Y el amor: de terciopelo y labios73, de búcaros floridos y de arias74, para el fulgor brillante de este libro de otoños y musas con vaqueros que cantan la `canción última del aire´75.

60 A pesar de todo. 61 Escuchando la Cantata 26 de Bach. 62 Día de clase. 63 La vida, Así fue, La vida sin árbol, Cuando se es injusto. 64 Visita programada. 65 Tardes de paseo, Constatación, El Óvalo de Miraflores (Lima). 66 Constatación. 67 `Cuaderno Primero´ (12 poemas); `C. Segundo´ (7 poemas); `C. Tercero´ (11 poemas); y `C. Cuarto´ (6 poemas). 68 30 de Septiembre. 69 Cafetería Manhattan (Plaza de Pontevedra. La Coruña). 70 Día de lluvia, La hora de la siesta. 71 Noche de insomnio, Al mirar hacia atrás, Si se me concediera. 72 Vientos de otoño, Así la vida, Canto del caminante, Señas de identidad. 73 Horas de espera. 74 Lo más mío eres tú. 75 Es posible, Canción última del aire.

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La poesía elegíaca La elegía, como subgénero de la poesía lírica, designa en general cualquier poema en que se cante la ausencia, la pérdida de algo o alguien. Con sus derivaciones, ha tenido amplio cultivo a lo largo de la historia literaria, desde la antigüedad grecolatina hasta nuestros días. Hoy es un criterio temático el que permite su clasificación poética, pero en la literatura clásica era fundamentalmente formal: elegía era cualquier poema compuesto en metros elegíacos, que alternaban hexámetros y pentámetros. Ocasionalmente desarrollaba temas elegíacos -en el sentido actual del término- pero con mayor frecuencia se asociaba a temática amorosa76. Durante la Edad Media tuvo amplio cultivo en su derivación funeral77. En nuestra lírica contemporánea, con García Lorca y Miguel Hernández78, se dan dos de las más altas muestras poéticas del género. Hoy, la poesía de nuestro tiempo ha preferido más las claves de la canción, de sátira o epigrama, de oda o himno, que la propiamente elegíaca. Con todo, en las tendencias poéticas finiseculares vuelve a teñir la sentimentalidad de ciertos poetas y se convierte en una tendencia unipersonal, con la obra de uno de nuestros poetas mayores, Eloy Sánchez Rosillo, que la convierte en un estilo poético propio. La poesía elegíaca de Vallejo Marchite se desarrolla transversalmente a lo largo de toda su obra poética, en poemas79 y libros80. En esta edición, aunque tiñe casi siempre algunos poemas de la mayor parte de sus libros, se concreta fundamentalmente en tres de ellos: `Regreso a la Arcadia´(2001) -poemario elegíaco que es la obra paradigmática del género-, `El humo dormido´(2000-2001) y `A pesar de todo´(2010). El tono elegíaco impregna el memorialismo poético81 de Vallejo Marchite a lo largo de toda su obra, y se manifiesta con todo su esplendor en la maravillosa y transparente evocación de `Regreso a la Arcadia´(2001). El libro consta 76 Así en Teognis, Ovidio… 77 Elegía funeral o endecha o planto: Planto por la muerte de Trotaconventos (Libro de Buen Amor), Coplas a la muerte de su padre (Jorge Manrique). 78 Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías y Elegía a Ramón Sijé. 79 Muerte en primavera (`Nocturna travesía´, 1998), Poeta del amor (Evocación) (`Antología rota´, 1998). 80 Muy especialmente, `Tiempo de luz y sombra´ (1998) y `Regreso a la Arcadia´(2001). 81 Su memoria poética reconstruye los trazos de su biografía en diversos libros, destacando sobre todos ellos `Tiempo de luz y sombra´(1998) y `La memoria encendida´(1998). En este último, el poeta reconstruye su vida en tres estaciones biográficas: la infancia (`Bajo el limpio esplendor de la mañana´), momentos de su madurez (`Creciendo hacia la tarde´) y el presente creador (`Mientras se anuncia el alba´).

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de un prólogo del autor y treinta dos poemas estructurados en un prólogo poético82, tres partes83 y un epílogo84. El propósito no es otro que la búsqueda del paraíso perdido, el tiempo edénico de abrirse a la vida y al mundo: la infancia, universal poético y literario del hombre a lo largo de la historia de la literatura: Lo que pretendo con estos poemas es recrear aquel mundo de la infancia, la tierra que nos vio nacer y donde pasamos lo mejor de la vida, a pesar de los tiempos que corrían en aquellos años de la guerra y de la posguerra española85. El humo, la `niebla ingenua´ es la imagen que simboliza aquel tiempo sin horas ni amos en que toda la felicidad era posible. Y desde su apertura86 hasta su cierre87 protege con su delgada pátina, transparente o translúcida la nostálgica evocación del mundo pretérito. El paisaje y los seres de su Fustiñana natal acuden en tropel a sus versos, conjurados por la memoria poética del autor. Vallejo elige el minimalismo poético88 para titular muchos de los poemas y una palabra, dos, a lo más tres, iluminan los fogonazos de aquella luz inigualable que cubría los días y las horas. Minalismo, luminosidad, claridad y sencillez son los rasgos de este poemario. No otros diferentes son algunos de los rasgos de estilo de la poesía elegíaca89 de Sánchez Rosillo. Vallejo, que en muchos otros libros advoca o evoca en sus poemas los tonos, temas y acentos de Rosillo, asume ahora la palabra poética esencial y el tono creativo del maestro para intentar plasmar la eternidad, la perdurabilidad acongojante del tiempo y de la luz que se difumina entre el humo de su Arcadia. Y ahora, su palabra discípula se yergue magistral y señera, sobre este libro maravilloso, transparente, y el admirador90 se hace admirable y admirado en esta hora feliz de la evocación lírica. 82 Cuando nadie te espera. 83 I. `Acuarelas´; II. `Retratos en sepia´; y III. `Óleos´. 84 Para salir del humo. 85 Prólogo, `Regreso a la Arcadia´, p.11. 86 El despertar del humo. 87 Para salir del humo. 88 El granero, La tormenta, La hoguera, Día de fiesta, Camino de La Negra, Elegía de agosto, El abuelo, Tarde de cometas. 89 `Elegías´(1984), `Autorretratos´(1989), `La vida´(1996), `La certeza´(2005), `Oír la luz´(2008), `Sueño del origen´(2011), `Antes del nombre´(2013). 90 Eloy Sánchez Rosillo fue alumno marista y discípulo académico de José Luis Vallejo, en el curso 1.959-60. El propio Rosillo ha confesado que le “tiraron” del colegio y que del único profesor que guardaba un gran recuerdo era de Vallejo (entonces, Hermano Eugenio). También lo fue Arturo Pérez-Reverte -a quien dedicó `Andante mediterráneo´ (2009)-, al que dio clase en 4º de Bachillerato, en Maristas-Cartagena, y con quien le une una gran amistad. Ha dado a entender en reiteradas ocasiones, cómo Vallejo influyó en su amor por la literatura.

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El poeta Se me fue haciendo todo lentamente (…), la vida, el sentimiento/y el deseo de ser, simplemente, poeta. I. Perdido en la arboleda, `Tiempo de luz y sombra´(1996) [Es otoño. Un niño recorre todo el pueblo cargado con sus sueños y una vieja enciclopedia que habla de romanos y cartagineses, de fiordos, de glaciares, de profundas minas de sal, de océanos, de ríos… En ella aprendió el lírico lenguaje con que llamará al amor `profunda herida´, construirá sus fábulas radiantes y hará de la palabra el más hermoso de los milagros. Entre sus sueños, barcas amarradas en muy diversos mares, tristeza y el deseo de ser, simplemente, poeta. Durante aquel otoño, el mundo iba naciendo mientras tanto.] [Han pasado más de setenta años.]

Quince años, quince libros cierran ahora esta etapa de madurez y plenitud poética de Vallejo Marchite. La `rápida caravana´91 de la vida sigue y pasa ante nuestros ojos atónitos y estupefactos por este torrente de belleza y lirismo que nos regalan estos poemarios. En una ocasión le preguntaron a Federico García Lorca que si el poeta nace o se hace. Y él, con esa gracia andaluza que atesoraba, respondió: “Yo solo sé que soy poeta por la gracia de Dios y del oficio.” De Vallejo Marchite podría decirse, sin una pizca de exageración, lo mismo: el misterio del arte de la palabra no existe para él (y menos todavía teniendo como ha tenido y tiene a Dios por amigo admirable, a lo largo de toda su vida). Y en cuanto al oficio… muy pocos poetas podrían presentar títulos mejores que los suyos. Si la poesía fuese una profesión, sería uno de los grandes maestros en los mejores institutos de formación profesional. Vallejo Marchite, Señor de la palabra, es un poeta siempre de guardia. Hoy, cuando publicar un libro de poesía es una carrera de obstáculos que muchos poetas ni siquiera comienzan por el carácter casi insalvable de algunos de ellos, Vallejo los publica múltiples ahora, en una segunda magna edición de su obra poética.

91 Cfr. Khayyam, O., `Rubbayat´, h. 1120 a. J.C.

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Los poetas siempre se escudan en los caprichos de la inspiración para explicar la inexistencia de nuevos poemas. A José Luis, que casi tiene ya más de la mitad de sus años en libros de poesía92, las musas siempre le pillan trabajando. Quince libros, quince años de vida y de versos llenan su zurrón poético en esta hora. Toda una vida de plenitud y valor poético acredita su obra, y este libro lo hace también, como protocolo de un notario mayor del reino de la poesía. Con esta magna edición, nos deja ahora el derecho de usufructo para nuestra alegría y admiración. El niño que quiso ser poeta, con su alegría y su dolor, con su humanidad a cuestas, consiguió lo que quiso. Con sus mismas armas, con alegría y humanidad, con sencillez y admiración, larga vida al poeta y a su verso.

Ignacio S. Ayestarán La Alcayna, 11 de diciembre, 2013

92 Más de cuarenta poemarios forman su patrimonio poético.

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OCTAVARIOS DE AMOR (1998)

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A Beatriz Ortiz y Gema Pomares

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A la aurora le pido: un nombre: un secreto: una palabra: un don: y una promesa:

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Gema o Beatriz, belleza, sĂ­, felicidad, eterno.


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OCTAVARIO DEL ENCUENTRO

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DÉJAME QUE TE ENSEÑE DÉJAME que te enseñe cuanto han visto mis ojos en la mañana espesa sin los amaneceres a los que estás acostumbrada. La ciudad está en ruinas después de tanto incendio sofocado. Es como si salieras de un bosque calcinado por veredas de asombro y de ceniza hasta desembocar en plazas descompuestas. Fluye la gente como un río lento, se detiene en las tiendas fatigadas donde descansa el pan su soledad o se adentra, confusa, entre la niebla cuando el amor no invade las palabras. Hoy parece que el tiempo no se hace voluntad. Triunfan cansancio e indolencia como si el alcanzar los límites del mundo fuera tarea inútil, y, al no acertar los ojos a cruzarse, huyera la mirada pensativa por sórdidas callejas hacia una muerte sin disfraz. Tiene aspecto el reloj de barco hundido señalando las doce sin agujas, y hay ventanas que no se han encendido, muchachas que no saben despertar, telegramas que pasan por debajo de una puerta de alcoba, “allí donde la muerte siempre tiene olor a espera inútil”, este jueves de junio bochornoso con un 86 por ciento de humedad. Siento en mi piel el ósculo viscoso de la bruma marina, que me envuelve como tu voz y deja sin opción a la mirada en vilo.

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Despierta. Ven conmigo a recorrer las playas, el callejón oscuro, el paseo marítimo hoy dormido en la bruma, las plazas descompuestas... Tu cuerpo juvenil es cuanto ven mis ojos. Jueves, 25 de junio

SENCILLAMENTE VIERNES SENCILLAMENTE viernes o jueves. ¡Qué más da si aún puedo dar con otra rosa viva! Hoy les he dicho adiós. Entregadas las notas, he vuelto a atropellar “la conciencia del tiempo”. Todo se ha convertido, de repente, en palabras por las que van y vuelven aquel primer otoño que abrió el primer poema, el invierno que aún fluye en la memoria como el agua en el tiempo y la distancia, nuestra niña e ingenua primavera donde el amor se transmutó en secreto hasta alcanzar la luz y se detuvo bajo los olivos, el último verano que ya nos pertenece como la perfección a tu desnudo, el rumor al arroyo, la lágrima al dolor o el miedo a ese vacío que se esconde en la muerte. Nada dejan los años que no sea un cúmulo de arrugas, un silencio cobarde y este miedo que repta por la vida hasta perderse por el laberinto oscuro del pasado.

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Son las seis de la tarde y te sigo esperando, más allá de la anécdota que es entregarte una fotografía, para habitar definitivamente un rincón en tus ojos y asirme de tu espléndido cabello con brillo de cerveza. Porque sé que vendrán tardes de lluvia que pugnarán por enconar la herida intacta de tus besos. Viernes, 26 de junio

SABES QUE YO TE ESPERO SABES que yo te espero por detrás de mi voz, más allá del otoño de tantas confusiones y silencios, más cerca de este mar donde ahora vuelan “sobre el acantilado del recuerdo” gaviotas nunca vistas, por encima de todo lo que he sido. Sabes que yo te espero detrás de cada noche, en el dolor que nace de los sueños sin cumplir, decidido a vivir una historia que justifique, al fin, nuestra existencia. Sabes que yo te espero muy a pesar de ti hasta que, ya extrañada de amor, mi voz se abrace con la muerte. Sábado, 27 de junio

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CONFESIONES HABITO este rincón del domingo y del viento cuando ya nuestros cuerpos son memoria, memoria uno del otro, y un vuelo enloquecido de vencejos traza fronteras a nuestras palabras, que no encuentran su puerto. Tú, después de una noche de ginebra que borra los semáforos, anclas tu soledad en un gran ático con vistas hacia el mar mientras yo intento salvar esta distancia que me aísla en un desván sin sueños ni botellas. Yo estoy donde tú estás, me dirás luego, al despertar, cuando el rumor del mar libere de vapores tu memoria y asiente en cualquier silla tu cansancio, y contemples tu cuello, al mirarte en espejos venecianos, sin el rojo collar que ayer lucías por haber aprobado la selectividad. Por hacerte feliz cruzo sin pasaporte la imprecisa frontera de la palabra, acudo allí donde tu voz no me convoca por caminos de ritmos y metáforas: no quiero que tu voz descanse en el pasado. Y la hago mía. Hoy quiero recobrar definitivamente un lugar en tu cuerpo, un ámbito en alguno de los siete fonemas que componen tu nombre o tu apellido, un temblor en tu pecho y un momento en tus labios que sepa a eternidad. Domingo, 28 de junio

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LUNES Y CARTAS NO es posible olvidar el arrecife donde el amor nos confinó si el mar embravecido nos hostiga el alma con espadas y espumas, donde la muerte y la pasión convergen como el lirio y la sangre en los cárdenos labios, si no nos decidimos a existir en los vastos litorales donde la luz se viste de fiesta y el amor se redime tendido sobre arena. Sabes que escribo para ti, esta tarde de un lunes, y no sé dónde estás, si te esperan quienes proclaman su amistad, si has salido a deshora a la ciudad dejando las sillas boca arriba, la cama sin hacer, toda esa inmensa colección de objetos, que nos marca fronteras, en desorden, y olvidado, por viejo y por pretérito, nuestro amor “en un hueco de torpe inexistencia”. No es fácil convencerte de que ocupas esta infinita soledad del tiempo donde aún te sueño y aprendo cada día a recordarte, donde te nombro con la voz herida y te espero hasta el rojo amanecer por si regresas. No huyas de mí hacia extraños paraísos sin saber que te acecha la tormenta, que “la noche pasea su cuchillo de dudas sobre el pecho”, que la sombra acentúa en la boca el sabor a ceniza y ajenjo, que prosigue la muerte abriéndose caminos. Lunes, 29 de junio

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ME QUEDA LA PALABRA ME queda la palabra. Aquellos nombres que en los ojos llevo clavados como agujas, me taladran los labios y ungen mi sueño de húmedas cenizas. ¿Qué debo hacer del tuyo? Toda palabra tiene su agua secreta y busca en la seca memoria la fecha que creía ya olvidada o la suicida intimidad del vértigo que halló el primer portal a la pasión o aquel paseo tenso bajo la lluvia pertinaz, un día, que anegó tus palabras en la hierba. Cuando vivir asidos del silencio es casi nuestra historia, y nuestra vida un cúmulo de sueños humillados, y se va disolviendo tu afirmación de niebla, regreso al laberinto del recuerdo, recorro desde el fondo de almendra de tus ojos las calles y las plazas melancólicas de tu ciudad y busco salida franca al mar. A veces me detengo en lugares domésticos en los que compartimos la juventud y estábamos de acuerdo con la manera de sentir la vida. A veces me refugio en la rutina, carcoma que reduce imperceptiblemente a polvo nuestro frágil vivir y nos sume, inclemente, en la tristeza, es decir, en la muerte. La muerte y el amor, unidos, desembocan en un mar único: el silencio avaro y posesivo.

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Pero sabes que la inmortalidad reside en la palabra. Martes, 30 de junio

¡QUÉ CONFUSIÓN DE NOMBRES! ¡QUÉ CONFUSIÓN de nombres en los mapas al regresar de un viaje! Sé que traigo en los ojos el embrujo de la Alhambra. En Granada, “la ciudad que se duerme en un vaso de agua”, hería el sol con pétalos morados la piel de los turistas a pesar de la nieve de la sierra. Cogidos de la mano contemplamos la gracia y filigrana de los artesonados, la luz del Patio de los Arrayanes y los jardines del Generalife. Tú amparabas tus ojos tras las gafas oscuras de un Christian Dior moderno. Yo, empeñado en el arte de hacerte más feliz, sabiendo que la vida va cubriendo de tiempo los nombres y los mapas, elegí para ti el color de aquel cielo ya metido en verano que resume la gracia de Sevilla, la alegría de Málaga, el azul contenido pero eterno del agua de Aracena y la salada claridad de Cádiz. Es difícil entrar, sin la memoria previa, en algunas ciudades con la noche, cuando ladran los perros de los retrovisores y, al pasar, se suicidan vertiginosamente los semáforos. Más difícil salir cuando una mala noche se pasea sobre el insomnio y sabes que la niebla amenaza las hermosas

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madrugadas de junio. Ahora, de regreso, son las huellas de tus pequeñas manos las que marcan mi ruta y las que me devuelven la palabra muy cerca de estas costas que dibuja la espuma como la media luz tus juveniles muslos sobre la blanca sábana donde reina el silencio y te quedas dormida. Miércoles, 1 de julio

ÉXTASIS YO no sé si los días y los besos andan equivocados, como escribió Salinas, porque esta noche mágica en que contemplo tu desnudo cuerpo en la nieve ondulante de las sábanas, te beso y te recuerdo como eras. Me recorría, entonces, un temblor. Yo no sabía qué escribirte. Alguien me repetía que eras tú quien llenaba mi pobre luz de abejas. A veces te perdiste por mis versos de manera imprecisa: todavía mis ojos eran ciegos. Un día, sin buscarlo, fui otros ojos, y cambiaron tu cuerpo y tu memoria. Recuerdo que salía, a cada instante, de mi intrigada mismidad a iluminar tus íntimos rincones, a escudriñar el humus de tu carne, a ascender por tus húmedas vertientes y acariciar tus hojas después de haber sentido entre mis manos las raíces que te unen a la tierra.

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Era canto de alondras tu mirada, de claridad tus labios y de sombra engastada en almendras recientes tus pupilas; tu piel como un susurro de palpitante sal. Yo te beso esta noche en que el humo que ciega se esfuma de repente y el tiempo se detiene en la redonda morbidez de tus pechos. Salirse de la noche y de tu lado es salir hacia un bosque sin ĂĄrboles ni sueĂąos, aprender a perderse fatalmente por esa red espesa de caminos que irremediablemente conducen a la muerte. Jueves, 2 de julio

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OCTAVARIO DE LA AFIRMACIÓN

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HA SIDO NUESTRO SINO NOS HEMOS HECHO, amándonos, cómplices de la Muerte. Ha sido nuestro sino desde la eternidad. Alguien dice mi nombre desde el umbral. Pregunto y me responde una voz de mujer envuelta todavía en sueño. Y me levanto como un ciego que, a tientas, palpa la sombra. Callo. ¿Quién es, quién es, quién es? Y siento que el amor se hunde en el miedo. Suavemente la luz va quitando a las cosas densidad. Sopla una dulce brisa, hoy, viernes 10 de julio, que acalla a las chicharras. Y empiezo a meditar en tus palabras, a recordarte en soledad, a rescatar del sueño tus sedosos volúmenes, a amarte, mientras sigues tendida con la mano en los vientos. Sé que el tiempo nos urge como el amor. No calles. Sigue, desde el umbral del lecho, pronunciando mi nombre aunque tu voz se pierda en la penumbra. Alguien dijo: “El dolor es brisa para el álamo”. Para mí tu palabra de amor, resurrección. Jueves, 9 de julio

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YO TE AMO POR TUS OJOS ESTE don de morir, es decir, este don de amar, ¿de dónde viene? De tus ojos de almendra y miel insomnes donde la sombra se transmuta en luz, en música las lágrimas y la tristeza en júbilo. Porque fueron tus ojos lo primero que amé desde que supe de la suma belleza, lo primero que en ti divinicé. Y no tu risa azul, heridora de formas, que excarcela el dolor y lo confina en requemados bosques, que estalla en mi costumbre e ilumina mis cosas cotidianas. No tus húmedos labios de donde las palabras brotan unas con otras pensativas o atropelladas y hacen que el corazón tropiece cuando hablas o besas tal vez buscando una secreta dicha. No tus manos, que no entienden de cítaras, y apresan el instante apasionadamente como si aprisionaran la belleza gloriosa de algún efebo griego. Yo te amo por tus ojos, porque tus ojos son “un sosiego de historia y paz y vida”. Viernes, 10 de julio

NO SÉ CÓMO DECIRTE NO SÉ cómo decirte que en mis manos tu carta está sufriendo el inflamado asedio de mis dedos, que estoy leyendo atropelladamente esa atrevida insinuación de amor con ojos asombrados que confunden, a veces, tus palabras

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y se saltan las líneas ávidos por llegar hasta el final como si en él viviera de incógnito el pasado. Pero, al final, tu nombre se ilumina y lo resume todo. Entonces siento como si se hundiera el mar bajo mis dedos y, un poco contrariados, mis ojos se llenaran de un agua intemporal. Y me pregunto: ¿Sabes que la vida a menudo es rumor de pequeñas noticias donde se deletrea dificultosamente la palabra esperanza y muy de cuando en cuando hay ráfagas de amor? Yo sé que está tejida de verdades a medias, de besos desgarrados, de promesas vacías y que hasta los recuerdos más bellos tienen sombras que hay que borrar ineludiblemente para darles sentido. Hoy, sábado, te escribo antes de que el cohete anuncie el quinto encierro y se encumbre la muerte a los pitones de algún toro encelado. No olvides que yo vivo rendido a tu memoria, porque el amor como la vida misma no es cuestión de palabras, de antiguas confidencias, de relojes que cuentan los minutos y los proyectan sobre calendarios “que guardan detenido un tiempo de oro” como el final brillante de tu carta. La vida es trascendencia y no cuestión de azar. Sábado, 11 de julio

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NOSTALGIA Porque sé que a este amor le pertenecen los días que me faltan por vivir.

LUIS GARCÍA MONTERO

LAS diez en mi reloj. El viento balancea las copas de los chopos esta mañana llena de silencios y nostalgia de ti. De vez en cuando, distraídamente, mis ojos, muy cansados, se detienen en el texturizado de treinta por cuarenta que representa el Arno y Puente Viejo sobre un fondo con gris de atardecer lluvioso. Casi sin darme cuenta, te veo recorriendo aquellas calles bajo la lluvia triste, ajena como el agua a las obras de arte que guarda la ciudad: el Duomo, la Academia, los Uffizi, la hermosa plaza de la Signoría, pues lo que tú buscabas en Florencia era un puñado de regalos raros: un bolso de Moschino y pañuelos de seda: querías quedar bien con tus amigas. Y yo te pregunté: ¿Ya no te dice nada el Puente Viejo donde el amor te iluminó hace siglos, divina Beatriz? ¿No temes que tu Dante te condene a vivir un amor sin futuro? Y mientras te perdiste buscando ansiosamente otros mercados, me volví al Puente Viejo a esperar tu regreso. La vida como el Arno se desliza muy lentamente y corre

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el riesgo de no ser cuando se tiene solo memoria de la nada. Sé que has vuelto cansada de quemar tanto sueño por la calle de Estafeta, la plaza del Castillo, Comedias y adyacentes; de dar siempre las gracias después de cada copa; de sentir en tu carne “la mirada de júbilo”, el temblor de la vida sin fronteras. Y un poco triste. Pues sabes que al amor le pertenecen los días que nos quedan por vivir. Domingo, 12 de julio

AMAR CON LOS OJOS MITAD de otro octavario. “La tarde ya en el límite de ser”. Sobre la playa es hoy tu cuerpo el más hermoso don al tacto de los ojos, al sabor de los labios que van y que regresan redimidos. No hay palabras, hay besos que ascienden a lejanos paraísos mientras los dedos hurgan las espumas hasta encontrar, desnudas, las palabras que no saben los labios pronunciar. Dejarnos de besar supone recurrir a un texto conocido de algún viejo poema que escribí cuando “el tiempo no tenía sospecha de ser él”, que hablaba de un amor entre dos albas sin la clara conciencia de sentirse vivido; es perderse por un vasto universo de equívocos y de presentimientos donde el amor nunca alcanza su cima;

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dejar ciegas las manos que en el tacto se salvan de su angustia infinita. Por eso, ya a mitad de este octavario de amor, cuando la tarde está en el límite de ser y empiezan a encenderse las estrellas, permíteme que diga con besos que te quiero. Lunes, 13 de julio

VIVIRTE ESCRUTO ávidamente tus orillas, pero vivo doliéndome de la brisa vacía, de aquella lenta estela que dejó tu mano sobre el agua infinita de la noche después de haber surcado con tu cuerpo un mar de arena solitaria. Si creyera en los relojes o en los calendarios, alquimistas del tiempo que, equivocadamente, atrasan o adelantan nuestra diaria cita con la muerte, no hubiera padecido noches enteras esperándote sobre esta playa insólita con mareas de vida cotidiana y ojos de niño, azules, saltando entre las olas de tu rostro, ni seguiría ahora quejándome del viento de la tarde, de los veleros que no encuentran rumbo y del silencio de las caracolas. Pero no creo en esos medidores equívocos. Esperarte es ganarle tiempo a la luz para vivirte. Martes, 14 de julio

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ANTEVÍSPERA ES posible que esté ya anocheciendo, pero he abierto puertas y ventanas: quiero verte llegar entre dos luces, ver tus huellas recientes en la arena, tus últimos saludos, cómo estrechas la ternura azulada de la niebla que se insinúa en los acantilados, cómo aguantas el peso de una duda o el de la más sublime decisión. Sólo es cuestión de tiempo y de paciencia acariciarte el alma con mi aliento, sentir viva la hondura de un temblor que socave la noche y la calcine como unos labios ebrios y abrasados. Porque yo sé que vienes con aquella dulzura de la miel adormecida en los ojos y la pureza única de las alas de un ángel en tu piel a mostrar la gloriosa arquitectura de tu cuerpo, la agreste, la sublime belleza de tu rostro, el fuego oscuro del universo espléndido, perfecto, que entreví por detrás de la trasmuerte, a redimir mis horas de la angustia esta noche que en ti no empieza nunca. Miércoles, 15 de julio

CONSUMACIÓN NOS estamos amando. Invádeme mientras mis besos están mordiendo tu espumosa arcilla, el fúlgido cristal de tu desnudo dejándoles profunda quemadura. Esta dulce agonía de amor suprime la distancia que estableció la noche vulnerada.

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¿Quién desnudó tu cuerpo y lo vistió de loca claridad? ¿Qué cielo tiembla en el fulgor rosado de tu carne? Hoy es el triunfo, ya definitivo, del sí sobre la muerte, sobre las playas incendiadas, sobre todas las formas de silencio. Nos vivimos sumidos en un constante asombro de belleza. Era nuestro destino. Alicante, 16 de julio de 1998

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LA RECOBRADA (1999)

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A Carmen Ortu単o y Laura Sempere

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1 NO es fácil recobrarte porque hace mucho tiempo que no sales a preguntar por mí. Unos segundos bastan, basta alargar las manos, abrir los ojos, despegar los labios, hacer una andadura de la voz para desposeerte del arranque vacío que te alejó de mí, para encontrarte allí donde no existe otra querencia que la del amor. No es fácil desvivir las distancias: a veces, duran como la vida misma. (Hasta uno se convence de que hay que andar por verte millones de kilómetros, pues estás a años luz y queda algo de niebla en mis ojos de otoño). Hoy necesito verte, comprobar que “tu cuerpo es un río”, un largo río por el que aún me pierdo queriendo escudriñar sus asombradas márgenes sin olvidar, como cuando tenía sombra en los ojos y no sabía si eras un sueño o un recuerdo, que se debe esperar por si viene crecida la corriente. No sé si se empieza a morir cuando se mira con los ojos abiertos o se empieza a vivir cuando se cierran: el gozo de mirarte “crece con el temor” igual que contra el viento la fluctuante llama.

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No sé si penetra la noche golpeando con su torpe silencio las palabras que podrían llenar hoy de veleros y de blancas gaviotas el río de tu cuerpo en la crecida aurora. Mira a tu alrededor con esos ojos de tórtola asustada que traes de tan lejos, de una tierra de púrpura, y deja a tu sonrisa volar sobre cerezos de henchido albor. No sufras si te digo que tendrás que acostumbrar tus ojos a lo súbito, tus manos al cansancio y a que tu voz fracase si me llamas. No olvides que el amor hace severa la ausencia y que la sangre erguida se desploma como un golpe de voz desesperada. Lléname ya de ti. El tiempo pasa. Ven. Vamos a hacer de nuevo la primavera y, poquito a poco, que el dolor que es tu cuerpo todavía recobre su temblor y el candor de la luz de la mañana mientras se me hace voz “la gozosa marea de tu risa”. 22-1-99

2 SON las seis de la tarde y me faltan palabras para acabar el verso y cantar la alegría. Y es que una lluvia oscura, inhóspita, no cesa de golpear mis manos. Una lluvia

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que llega de muy lejos y acompaña mi vida cuando acaba de romperle a la tuya los viejos calendarios para hacerte presencia. Apoyo en el balcón mi soledad y los ojos se me hacen lluvia y noche que no ven el callado y largo río de tu cuerpo glorioso, el aleteo de esas dos palomas viajeras de tus manos, las ánforas gemelas de tus pechos pequeños y las medias granadas de tus labios. ¿Y he de quedarme así hasta el amanecer por si no acabas de llegar? El invierno avanza. No se oye tu risa de cristal, sólo la lluvia, que se hace casi humana sobre el papel mojado donde mi pluma está casi ya a punto de abrirte, amor, de par en par las puertas. Tiembla el cristal de la memoria. Tiembla la noche. Tiembla la voz. Tiembla la lluvia. Tiembla mi corazón porque ya tienes nombre. 23-1-99

3 CRECE el invierno, amor, pero ya estás en casa y te puedo cantar con las palabras nuevas que aprendí cuando aún eras tesorera absoluta del silencio. Por eso hoy te he puesto el nombre más hermoso.

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Él guarda la fragancia del heno que se acaba de cortar, el rumor del arroyo de montaña, el color de los robles en otoño, todo el fulgor floral de los almendros. Y cómo huele a pan recién cocido que inunda los rincones de la casa desde el amanecer, cada mañana, cuando te llamo. Escucha, amada mía, cómo lo silabeo, cómo se hace caricia candeal entre mis labios y, al mismo tiempo, trino, melodía purísima, cantiga y divina salmodia. Nombrarte es regresar a tu lado, romper las ataduras del tiempo, ser de nuevo compañero del río de tu cuerpo, perderme por tus ojos, acercarme a tu voz y vivir en aquello que solamente amo. 25-1-99

4 A VECES, cuando vuelves los ojos hacia mí, querida mía, te quedas distraída, ensimismada, quieta como una mariposa de mayo en el jardín. Entonces tengo miedo de que te quedes ciega por si ese punto adonde miras guarda alguna connivencia con la muerte. Luego vuelvo hacia ti mis ojos fatigados y los descanso, y me olvido de todo cuanto he visto,

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sacudo la ceniza del desamor y busco algo que me ilumine la memoria, por ejemplo, aquel perfume íntimo que no borró la lluvia (la lluvia se eterniza en La Coruña) o esta sonrisa última que hoy me brindas salpicada de salitre. Y te veo sentada en esta habitación donde el invierno no existe, y han huido las sombras para siempre, y ya no se confunden nuestras huellas, y empieza, con el alba, a iluminarse el vasto reino de la alegría. 26-1-99

5 ¿QUIÉN ha puesto en tus manos frágiles, delicadas, enjambres de golosas abejas, formaciones de descalzas golondrinas, cantatas de un difícil contrapunto? Cuando encontré tus manos entrelazadas con las mías, era que las habías tú perdido, amor, en la espuma furiosa del Cantábrico. Y acudí a liberarlas. ¡Estaba el mar tan falto de ternura aquella hermosa tarde de verano! Y me fijé en tus manos, recitales de risa mariscadora. Y sentí que eran cálidas cuando tú me rozaste con su nieve. Y son aquellas estas suaves manos que hoy me envuelven como una brisa tierna con fuerte olor a mar Mediterráneo.

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Son las manos que vuelan como una risa azul sobre las alacenas donde esperan su toque mágico los tarros de la miel y la alcuza de aceite perfumado. ¡Tus manos, venda exacta, amor, de mi dolor! 27-1-99

6 HOY es jueves. Se oye, en la vencida tarde, el ruido de tus pasos en la sala de estar. Eso basta para saber que vives, que está todo en su sitio: las sillas, los papeles (controlado el volumen de la televisión para que no moleste) y el reloj de pared que nos indica cuántas horas nos quedan aún de amor antes de que la noche nos cobije. Alguien susurra aquella vieja canción: Estoy, amor, donde tú estás sin estar a tu lado. Pero ajeno ya a todo lo que no seas tú, emborrono cuartillas y cuartillas. ¿Oyes cómo respiro, cómo mi pluma deja, al deslizarse sobre el papel, pequeñas cicatrices? Si escribo para ti, es mi palabra azul como tu risa, pero sin esa levedad graciosa que la hace tan distinta. Mientras aún descansas

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tu voz en el pasado y rescatas palabras que creías ya pasto de la llama, te escribo. Si se me hiciera tarde por estar como tú, absorto, recordando cómo era tu voz, empeñado en el arte de ser feliz en ti, acércate, amor mío, y dime solamente que es hora de cenar. 28-1-99

7 HA SONADO el teléfono. No acudas a ver quién llama. Espera. Cuando el amor madruga y anda desnudo al alba, puede enfriarse: todo por culpa de un teléfono importuno. ¡Cómo te echo de menos si te levantas a deshora, pues las sábanas pierden de inmediato tu aroma y tu calor! Y yo empiezo a sentir esa pizquita de nostalgia de ti porque no puedo ver lo feliz que eres, sentir cómo tu cuerpo tiembla, a mi lado, de felicidad. Darán las diez en el reloj. La luz dejará su mensaje en el salón, escrito con palabras que sólo tú y yo sabemos descifrar. Sólo entonces, amor, podrás, sin riesgo, abrir balcones y ventanas para tomar conciencia un día más, del tiempo, de que vives a pesar de la lluvia que lava la ciudad de palabras vacías, de gestos de iracundia, de prisas por llegar a la oficina antes que las sirenas ululantes

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al hospital del barrio, de ese loco espejismo de colores en los anuncios de los cafés y las panaderías. A estas alturas de la vida, sobra lo de fuera; nos basta lo de dentro, esas pequeñas cosas que se impregnan de amor a cada instante: el búcaro de barro que nos refresca el agua, el pan sobre la mesa a su hora justa, la botella de vino o la alcuza de aceite precavido que todo lo suaviza, la taza de café a las dos y media, la sonrisa que brota del geranio cuando tu amor lo riega y el silencio fecundo que nos une. Alguien dijo: “El amor, como todo, es cuestión de palabras”. A nosotros nos basta con mirarnos. 29-1-99

8 HAY momentos, mi amor, en que tenemos que dejar aparcados manos, ojos, palabras y silencios porque nos interesa sentir en nuestra piel esta bajada brusca –siete gradosde la temperatura. Son, pues, las sensaciones lo que ahora nos ocupa y celebrar que el viento abra sus manos y acaricie los pinos, los olivos, los chopos, los cipreses y los libere de su polvo inútil, pues hoy la lluvia tarda. Aquí nunca es puntual y su visita, a veces, sabe más que a saludo a despedida.

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Tú, por si acaso, cierra el balcón donde has puesto tus macetas y siéntate a mi lado. Hoy, sábado, no tengo nada que corregir, ni lecciones que preparar. Parece que incluso la enseñanza disfruta sus rebajas, sobre todo los fines de semana. Tú y yo, que no sufrimos estar ociosos, vamos a nuestro cotidiano quehacer: a leer tú “Los gozos y las sombras”, de Gonzalo Torrente Ballester, que se ha ido -27 de enero, Salamanca– a formar parte de los inmortales; yo a escribir estos versos que, una vez más, celebran nuestro amor y te aseguran la inmortalidad. 30-1-99

9 NO hay nada comparable a una tarde de lluvia en que el recuerdo no proyecta sombras y, serenos, los ojos se detienen en el umbral del alma, es decir, de la vida, y empiezan como en juego a enumerar aquello que nos ha hecho ser lo que somos muy a pesar del tiempo. Marcados por su hierro, -¿eres tú?, ¿dime qué haces hoy vestida de fiesta en esta tarde gris?-, cogidos de la mano,

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seguimos paseando el buen amor por la pequeña sala iluminada a lo profundo de nosotros mismos, y cerramos los ojos para no recorrer historias imposibles. A través del amor la vida es muy sencilla, y la hacemos, soñándola, difícil, porque nos cuesta mucho decidirnos a deshacernos de la insoportable ambigüedad que algunos establecen entre ser y existir. 30-1-99

10 SIENTO, tras una noche medio en vela, un pequeño, un íntimo cansancio. A veces, el amor nos juega estas pasadas. Hoy, como cada lunes o día de trabajo, me desperté a las seis. He puesto en el balcón aquel viejo termómetro que encontré, hace unos años, perdido u olvidado, para ver si eran ciertos los horribles pronósticos de los hombres del tiempo. Marcaba cinco grados. Y no te he dicho nada porque estabas aún dulcemente dormida. ¡Pero el día es tan bello! Sopla un Norte delgado que acuchilla los cielos y los deja vestidos de un inédito azul.

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Si al levantarte encuentras ventanas encendidas, descorre lentamente las cortinas y quédate, como cuando te leo cada último poema, mirando fijamente que lo que hoy trae el día es alegría en vuelo, luz que se quedará detenida en tu cuerpo en cuanto hayas prestado tu belleza al espejo. No me olvides tu voz, que no conoce heladas ni naufragios nocturnos, cuando salgas buscando una huella de amor en cada estancia, en cada cuartilla emborronada o en el libro –tan tuyoque comienza en tu nombre. 1-2-98 11 SI abarcas soledades, mueren en ti. Jamás las desdoblas. Te quedas sosegada, mirándome a los ojos, con los brazos en alto, apuntando -presencia pura- al mar como si fuera el límite donde, por fin, te pierdes y de donde regresas con los labios cargados a humedecer el alba. Yo, entre tanto, a tu lado trato de rodear tu cintura de versos heptasílabos y coronar tu frente con flores de silencio enamorado. Es como otra manera de entretener mis dedos, de tenerte con tu tiempo en el mío,

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con tu voz almendrada recostada en mis viñas antes de que la noche me suba al corazón y agrupes tus ternuras y me invites a jugar con tu boca. Hoy nadie nos pregunta si es nuestra libertad provisional, (hace ya mucho tiempo que hemos hecho, mi amor, de nuestra casa vida), si hemos madrugado a sorprender los pájaros de luz entre los avellanos, en qué mar se nos quedan las confidencias, los pequeños gestos, después de descubrir en “esta hermosa tierra litoral nuestro espacio de besos cardinales”. 4-2-99

12 HACE ya dos semanas que recobré tus ojos, tu cabello, tus manos, tu silueta, tu sonrisa, el río de tu cuerpo. Nunca podré olvidar aquel gélido viernes, aquel fin de semana, suficientes para que percibieras cómo el invierno fluye; cómo, al pasar, tu tiempo se ha hecho mío; cómo se han convertido las palabras en vida y la vida en memoria uno del otro por encima de la felicidad. Tuvimos que quemar –necesitabas un mundo de cristallos mágicos acordes de aquella vieja música que dejó en la memoria tajante escalofrío de pasiones.

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Tuve, tras mil fallidos intentos de requiebros, que perderme, en la tarde lluviosa y angustiada, por una red de calles y avenidas de una ciudad sin nombre donde los hombres iban desgarrándose las voces sobre el frío fluir de las aceras y una opaca vorágine de asfalto, hasta que, desatada del sueño, regresaste a incordiar el cansancio de mis amaneceres, a llenar el tupido silencio con tu canto, a descansar tu prisa entre mis brazos, a sentarte a mi lado, sin hilo y sin agujas, en un rincón inédito donde el amor se inventa y a dormir en mis eras. Recobrados, por fin, los mínimos espacios donde la intimidad se breza, esperaremos, sin neuras, sin estrés, recreando paisajes, a que venga a empaparnos un torrente vital. 5-2-99

13 Yo lavaré tus sueños en una fuente pública. RAMÓN IRIGOYEN

YO lavaré tus sueños en el agua más clara, lejos de las miradas lujuriosas de sátiros modernos, de las insinuaciones de crapulosos dioses... Y surgirás, cual Venus en concha nacarada, radiante con tu mano derecha sobre el pecho y la izquierda en tu pubis llameante, tú, diosa recobrada.

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Preguntarán por ti en todas las puertas los viejos amadores, que no te han visto resurgir del agua, y les darán noticias falsas. Por eso, amor, he dejado vacías mis tinajas y he lavado tus sueños de musgos y cenizas, de fetiches y antiguos abalorios, de jactancias, deseos, despilfarros. Nadie vendrá –tú estás con larga veste blancatras una noche de alcohol y olvido a contar una historia, una leyenda de una antidiosa que no nos interesa, y veremos, muy juntos, cómo cambia la luz divina del amanecer cuando alargas tus manos y se pierden tus pies por las páginas pares de este libro. 7-2-99

14 ¿QUÉ lámpara, amor mío, alumbrará mi soledad oscura cuando tú ya no estés? ¿Qué haré cuando la noche ponga en mis pies cansados su torpe cepo y sobre la almohada fantasmas solitarios y un inmenso tropel de incertidumbres? ¿En qué luz mojaré mis dedos para hacértelos caricia cuando tú ya no estés? ¡Cuando no estés, amor, cuando no estés! 12-2-99

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15 MIRA cómo resbala, amada mía, el esplendor, y cómo se acelera hasta envolverme: eres creciente candelero, alba sobre espumosa sal. En ti se hace la luz que viste de esperanza el amor. 13-2-99

16 Toda demora se convierte en culpa. LUIS ROSALES

TODA demora se convierte en culpa si se comienza a andar con paso tartamudo y se llega con las manos vacías, y no aprendieron a volar los labios, y los ojos no saben qué mirar, ni por dónde hay que empezar a ver. El amor no conoce los relojes, pero sabe cuándo debe temblar, quién llega de puntillas cantando entre los árboles, por qué dos corazones laten al mismo son y mendigan migajas de alegría que ayudan a vivir. Dicen, amada mía, que la espera es una parte más de la alegría. Por eso en esta fecha feliz ruedan más lentas las horas, se retrasa el encuentro y la espuma azul del mar desvía mis pasos de tu puerta.

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Ten paciencia conmigo: regreso salpicado de salitre “cuando llega esa hora en que la absolución es algo más que una palabra”. Amén. 14-2-99. (Día de los enamorados).

17 HOY las rosas ocupan un búcaro; ayer fueron tus manos rosas y búcaros tan vivos que jugaban a ser rosas siguiendo el vuelo de unas alas rosa. Pero la vida es como una herencia que, poco a poco, se nos va gastando porque tenemos que pagarlo todo: la sonrisa que tú, amor, me regalas al despertarme cada día, esos ojos con que me alumbras, esa música que te acompaña cuando vas y vienes para decirme que es el agua trino como tu voz, que el labio tiembla y se hace de luz en cada beso, que eres tú mi primera eternidad. Cada día entregamos algo nuestro y nos vamos haciendo pobres sin darnos cuenta, porque somos el uno para el otro sencillamente un don. A veces, olvidamos que la vida es un aprendizaje progresivo e ignoramos que hay gestos que no se venden ni se compran, cántico que asciende por el cuerpo y no se puede compartir, silencios envueltos en espuma para que no hagan daño, sueños que se hacen voz

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que tiene, amada mía, el color de tu vientre en este invierno del noventa y nueve, que el pasado se agita y se deslíe en ecos. Hazte un poco más pobre. Regálame –aprovecha las últimas rebajas de febrerotu mirada jovial: soy tu mendigo. 15-2-99

18 ALGO, no sé qué pueda ser, me impide iniciar hoy este poema. ¿Cansancio acaso? ¿Cierta desazón porque no sienten tu divino roce mis palabras? Sé que existe una forma de distancia que es preciso encontrar para escribir, pero al estar tan próximos no puedo trazar una frontera aunque mi voz se apague para siempre. Por detrás de mi voz aletea un silencio, una especie de claridad tapiada donde te pienso, donde, a cada instante, trato de aprender a escribir con palabras nacidas por milagro. Hay una luz en la que estoy contigo viviendo la esperanza, es decir, el amor en plenitud, cuando ya no es posible esperar nada, nada. Y aún nos queda un glorioso amanecer de intimidad, al margen

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de las palabras y de algunos versos que por derecho propio nos pertenecen, algo del frescor de tu aliento y tu mirada niña, que se ha quedado escrita para siempre. Yo sé, por defendernos, cuánto hay de sufrimiento en estas páginas. Contigo siempre, sí, amada mía, y este asombro que vivo cada vez que me acerco y siento que ese río -tu cuerpo- es pura música que me trasciende y cala como lluvia en continuos crescendos. Y me recreo en el paisaje interior de tu boca fascinada y el abismo de sublime belleza de tu rostro mientras ondula un viento delgado tu cabello y se incendia de instantes el día que hace breve, brevísima la muerte. Juntos, pues, a pesar de la palabra, a pesar del poeta que se me está muriendo porque no sé escribir a tus espaldas, sólo guardando la distancia justa para que veas siempre lo que escribo. “Mientras estemos juntos viviremos”. Alicante, 16 de febrero de 1999

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AL AIRE DE TU VUELO (1999)

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A toda la familia marista de Espa単a: Hermanos, Fraternidades, Alumnos, Antiguos Alumnos y a cuantos sintonizan con los ideales de Marcelino Champagnat..

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EL HOMBRE SE LLAMABA MARCELINO Hijo de las montañas, pisó la luz con pies estremecidos y fue una primavera temprana de un paisaje conmovido. Nació como agua limpia y, convertido en río, soñó con desbordarse por el mundo hasta cubrirlo de fecundo limo. Y el hombre se llamaba Marcelino. Apacentó, sencillo, sus raíces y descendió hasta el valle con su río, agrupó sus ternuras e hirió la dura ROCA con el pico. Hendió el aire la furia de sus brazos, coció su pan en el rescoldo vivo de un hogar que hoy, después de tantos años, permanece encendido. Y el hombre se llamaba Marcelino. Él pronunció palabras centelleantes de amor hacia los niños, y regresó al cansancio, cada día, y a un sudor infinito. Salió a sembrar a Dios un fatigado amanecer sin lirios y se llenó de luz la estancia humilde de los Montagne y de temblor el trigo. Y el hombre se llamaba Marcelino. Por amor a los pobres fue el andamio del llanto más genuino, profeta de esperanza si abría su alegría a otros caminos. Se apoderó del canto de las aves para hablar de María; el aire mismo se hizo saludo, al alba, entre sus labios; entre sus manos, trino.

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Y el hombre se llamaba Marcelino. Legó a la Iglesia en heredad sus sueños y se perdió, siguiendo su destino, como el agua del Gier en lo más hondo del valle, por un cielo encandecido que hoy, 18 de abril, nos lo devuelve, en la Roma inmortal, radiante, vivo, encumbrado a la gloria. Y el hombre se llamaba Marcelino. I MAYO EN ROSEY ¡Aquella luz de Mayo polvorienta, sangrante! ¡Aquella luz de atardecer! ¿Las rosas de Rosey? ¡Jardines levantados como una barricada en el centro y afueras de París! La noche se afianza en los cansados castaños, en los robles vencidos de los Montes de Pilat, a lo lejos, erguidos fantasmas de la guerra, de la Revolución. Los ojos, olvidados, contemplan, desde dentro, cómo fluye el cansancio, río que nunca alcanza su desembocadura, por los miembros indómitos y se ahonda en el cuerpo como un sueño se ahonda en la memoria. Parece que en Rosey este mayo no hay rosas, y crece la ansiedad igual que una inminencia.

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El verde se dilata como suave caricia por los prados de Marlhes. En Rosey, tras los muros, se encienden las palabras y lo suavizan todo: ¡Se llama Marcelino! Y se ve cómo crecen la sangre y el dolor y la alegría cuando asoman las luces del alba en el hogar de Champagnat. Sopla una fresca brisa. Un cielo azul se llena de júbilos, de pájaros que surgen de una niebla rezagada. Los vagidos de un niño desbordan las estancias y buscan el amor del aire, ahora más tibio, del agua que serene su diminuto cuerpo y su infancia asustada. El llanto anega a Francia y se tiñen de sangre sus caudalosos ríos. El tiempo nos empuja, inexorablemente, a que salgamos fuera. Pero algo nos incita a olvidar el temor, a que volvamos a invocar el pasado, a recorrer los montes y los valles por los que Marcelino aprendió que la vida, aunque tan breve a veces, es tan rica. En el mayo de aquella primavera vencida por la muerte, herida por relámpagos de saña, entre nimbos de pájaros, ¿quién sabe de la Revolución?

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En las planicies de Rosey los niños no lo saben. Sí ven, con ojos inocentes, cómo se guillotinan los trigales, la hierba de los prados y las mismas afueras de su felicidad. Y crecer es sinónimo de estar vivo un instante, de escapar de la muerte que acecha por detrás de cada sueño. II EN LAS MANOS DE DIOS ¡Oh el vértigo del tiempo! ¡Y cómo nos empuja la luz! Y nos volvemos con extrañada indiferencia y vemos que las cosas no cambian, que el hombre permanece difícilmente en pie en medio de la calle que le es tan familiar, que el agua se despeña igual que una mirada, que cada vez el júbilo más y más se asemeja a la tristeza. ¡Se llama Marcelino! Hace algún tiempo enmudeció el molino de la hacienda. Rosey, bajo la lluvia, queda aún al alcance de las manos de un joven que ya sabe de la guerra, pero que ama la paz lo mismo que su sueño adolescente. Nadie puede taparle los oídos ni cerrarle los ojos en aquellos paisajes siempre abiertos, bajo un cielo azul que ansiosamente le interroga. ¿Quién descubrió tu sed? ¿Quién te enseñó a posar tus apenados

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ojos sobre el dolor de tantos hombres que la guerra arrebata sin saber hasta dónde los arrastra? Marcelino apacienta sus corderos. La escuela no será ya para él un claro indicio de lo que es la vida. Lo que importa es vivir, es dar sentido a la existencia, ser capaz de resumir la eternidad en cada instante. El prado se va llenando de una sombra incierta, de un tintineo armónico, de un silencio preciso donde posar la frente. Es el momento de pensar qué somos, adónde acuden nuestros secos labios para apagar la sed que nos abrasa, de qué hablamos, con quién, qué hemos hecho de Dios, fuego total de júbilo infinito. Los montes son más altos, más profundos los valles si los ojos se olvidan de mirar o no aciertan por falta de costumbre. Tiene la vida extraños, extrañísimos límites. A veces, nos constriñen y ahogan. Otras veces, saltamos los linderos. Y es esa sensación liberadora la que nos deja ser nosotros mismos y nos permite hacer lo que tantos y tantos no pudieron más que soñar. Tú eras, Marcelino, un capataz de sueños, pero Dios te esperaba, en un recodo de tu existencia, sueño de otra vida más noble. Se vencía el verano. Podrías tú pensar que no pasaba el tiempo,

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y te eran familiares el ritmo de la casa y de las estaciones. Si hablamos de hombre a hombre, dime hasta dónde sangra tu corazón, qué hago del mío si me sangra. No es fácil desandar, cuando atardece, los caminos de siempre ni olvidar las montañas de nieve sonrosada. Cada mañana anuncia su misterio, cada tarde su aval hacia la noche que arropa de manera virginal nuestro miedo reciente, nuestro llanto inaudible y la gota explosiva de la desesperanza. Pero todo es abrazo en la tierra que amas: abrazo la ternura del heno florecido, abrazo ese tapiz que a cada instante destejen las praderas, abrazo la salmodia del viento entre los pinos y los robles, abrazo la palabra... Porque tú has dicho sí y has abrazado todo dentro del corazón. Y notas cómo el agua furtivamente escapa como si fuera un sueño, pero te hace el regalo de su canción más bella. Por detrás de la vida, el agua es el regalo más hermoso de Dios. Hoy quiero recordarte el cielo de septiembre y la mañana lenta en que dijiste adiós a tantas cosas. En tu rostro, un asomo de alegría, de sonrisa incipiente

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y una mezcla de angustia y soledad que María Chirat, tu madre, siempre guardó celosamente como un secreto. Nadie osó empañar el aire con preguntas absurdas Y se escuchó el rumor incipiente de un río... III A LA SOMBRA DE FOURVIÈRE Lyon es en tu vida sorpresa permanente, tú lo sabes. Añoras, caminando, tu paso de alegría en las mañana tibias de Rosey, justamente después de que la escarcha empezara a perder identidad en los prados cercanos. Pasan lentos los días -¡oh místico Fourvière!como el Ródano, inmenso, lamiendo la ciudad. Alguien, con mano firme, conduce las palabras y las horas por laberintos de amistad, y aprendes a velar la distancia con gestos muy sencillos, no con la voz, que sigue enamorada de tu pequeño reino, de la niebla insumisa, del aire sibilante y de los praderíos, sonrisa interminable. En París nada importa, ni siquiera la vida, y todo se reduce a seguir vivo mientras ruedan cabezas bajo el ignominioso Régimen del Terror.

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Francia, a final del siglo, hace daño a los ojos, porque ya no soportan el dolor de los hombres injuriados, vencidos por el látigo, que ya no esperan nada de esta tierra. Y nos habita el ansia y un dudoso cansancio casi inútil, un ramalazo de desesperanza. Ahoga tu voz, la tuya, esa especial sonoridad del aire: Señor, si Tú lo quieres, yo seré sacerdote. Recuerda, Marcelino, las amenazas de los conjurados, que las insidias crecen con la mies, que son los niños las primeras víctimas de la Revolución. Búscalos, cuando vuelvas a Rosey, con tus ojos inmensos por los campos de trigo y amapolas donde más sordamente duele el tiempo y muéstrales el vuelo de las enredaderas y la alegría de las golondrinas. Y grítales que Dios es un misterio como la propia vida, jamás un acertijo o un enigma, hasta que nos visite, de nuevo, la confianza. Mira, después, el río entre los álamos como cuando eras niño y dime qué ha cambiado en el entorno, si es el mismo sendero el que lleva a los nidos de hoy y a los de antaño y al molino harinero de Juan Bautista Champagnat, tu padre. Dime si el miedo de estar solo rompe, cuando cae la tarde, ese vehículo de toda perfección que es el silencio; por qué llevo esta duda varada en lo más hondo del corazón; qué hacer

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si la muerte me pisa los talones y ando sorbiendo el vino de la melancolía. IV LA VALLA La vida se desliza bajo la lluvia tierna de septiembre como si ya no fuéramos un algo de nostalgia y unos momentos tensos y vibrantes de amor ante los ojos reidores de Dios. Tú sabes, Marcelino, cuántas grietas le quedan al otoño en tu tierra sin voz, propicia al odio; que es doloroso y dulce haber dejado atrás el Rosey, los corderos y la azul crestería de los montes altivos de Pilat. Pero es tu vocación lo que te configura y da a tu vida sentido y coherencia. Y Dios, contrarrestando la enloquecida fuerza del desaliento. Dios ya no te deja tiempo para el sueño, la angustia o el cansancio, sólo para que rompas a los días su luz y la derrames en lluvia de alegría mientras resuenan en tu amada Francia los tendidos galopes de los heraldos negros. Donde suene tu voz germinará una nueva forma de vida, un nuevo y virginal aliento, aunque te quedes tú solo mendigo y hombre a tus veintiséis años.

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Puedes imaginar que no ha pasado el tiempo al contemplar tus manos ungidas, y que hay cambios apenas perceptibles, salvo las tres violetas que crecen en tu sangre. Pero sabes que hay un mundo muy contrario a la luz, más allá de tus ungidas manos y de tus tres violetas; y frente al predominio del júbilo, una crasa ignorancia, cuando como una breve luz se vuelca La Valla en tus pupilas. ¡Oh cómo pienso en ti ahora que estoy solo contigo en la penumbra, porque sé que la luz está contigo! Ya no podrás cerrar los ojos, Marcelino. Si tienes que llorar, será hacia dentro, sin olvidar que la Verdad, que Dios es fiel a sus amigos. Y mientras ascendías aliviando tus miedos, un áspero silencio iba quedándose hacia el valle. El río, sonrisa en la tersura de la mañana ardiente de agosto, enamorado corría a su destino, ajeno a la pujante agitación de los enhiestos álamos. De pronto, una efusión imprevista te deja arrodillado sobre el camino al divisar, atónito, la torre de la iglesia. Y Dios te asciende, súbito, del corazón al labio haciéndose palabra, salmo, cántico.

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Desde hoy eres la voz de los sin voz, los pobres, siempre ajenos, que no tienen palabra ni presencia; de los ángeles ciegos, los niños, que no saben cuánto los ama Dios; de los desalentados que no quieren ascender a las cumbres porque a quien las escala lo deja al borde del abismo. Y tienen un gran miedo a la muerte. (¿Cuándo comprenderemos que es la muerte alba maravillosa?). Estoicos, soportan el dolor de vivir lo mismo que el camino la nieve del invierno o la noche sus sombras. Hijos de la costumbre y de la tierra, lo encierran todo dentro de su sueño mortal. Y te hablan de confusas primaveras, jamás de la alegría que ilumina la ausencia y hace soñar al alma su propia lejanía. Al pasar por la calle de su vieja tristeza, alguno, envuelto en el sopor del vino, te saluda por ver cómo respondes. Y ve cómo tus manos despiertan y se curvan como el amor sobre su espalda; cómo se hacen mirada los atardeceres; cómo la mansedumbre, paz vesperal, nadando, purpúrea, entre dos cielos cuando a casa regresas con ese mismo gesto de cansancio que te ha de acompañar hasta tu muerte. Oigo a tu corazón mientras te acecha el sueño:

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Que caiga, oh Dios, que caiga, lenta, tu lluvia sobre los sembrados y pase con su mano, siempre extendida, el aire. Quiero, bajo tu sombra, hacer posible el alba a los que desesperan, a aquellos que se ahogan, como la espuma, silenciosamente, frente al acantilado sin hacerse sonrisa. Temblaba levemente la mañana cuando sentí tu voz y encendiste la luz. La ventana, entreabierta, se asemejaba a un párpado que no acaba a su hora de despertar y ubica, no en su distancia justa, las cosas más precisas. Pero vi cómo Dios se tropezó contigo en la agria madrugada del veintiocho de octubre, año mil ochocientos dieciséis. A veces, son la vida y la muerte fulminantes, es cierto, y sólo queda en pie un fulminante silencio por detrás de esa doble evidencia, y una amargura que hace difícil, otra vez, la primavera. Y el labio es sed y la palabra trigo que se queda enterrado en la memoria. V LA EXPERIENCIA MONTAGNE Labio y palabra, sed y trigo. ¿Dónde, por qué cantan los pájaros? Vienes desde el dolor y ya nada en la vida

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puede dolerte tanto después de sostener entre tus brazos al ángel de la muerte en la alcoba del joven Juan Bautista Montagne. De regreso, desciende hasta tus ojos una lluvia furtiva, un llanto amargo que ya no se detiene hasta quemar tu boca. Sorbes, mientras caminas, gota a gota, ese humor que como fuente mana de tu pupila inmóvil. La frecuencia termina siendo amor. Y cuando el amor llega, las palabras se encienden: Necesitas hermanos, poetas del futuro, cuya voz ya no suene oscuramente en los oídos jóvenes; que sepan transmitir que es por adelantado Dios el perdón, y que la luz está diciéndonos su nombre. Existen en la vida cosas inolvidables. Venías de una muerte dialogada, prematura. En el cielo, la claridad del aire y un amontonamiento de cúmulos, presagio de una lluvia inminente, tan propia del otoño en la montaña. Al mirarte sorprendo tórtolas, en tus ojos, asustadas; pero, a pesar de todo, me crece la alegría de mirarte como me crece, cada vez que miro, la claridad. Hay algo en ti que es transitivo, algo que se nos llega como si en ti lo hubiéramos vivido

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contemplándote. Todo, todo tu mundo cabe en la mirada. Si alguien me preguntara quién eres, qué se esconde bajo esa piel cetrina, por qué tus ojos miran fijamente cuando hablas, de qué nace la descarnada prontitud de tus manos ante el dolor, diría: Acércate. Verás que es un hombre sencillo, profundamente humano. Hombre de Dios lo llaman los enfermos, los pobres, los apátridas (¿cuándo, cuándo, Señor, dejará de sufrir y de morir injustamente el pueblo kosovar?) que no encuentran un lecho entre el heno humillado, quemado y requemado por el odio; acércate, verás qué escalofrío transita por su sangre si al tropezarse con un niño siente cómo el hambre de Dios le quema las entrañas. En su voz, la alegría de la lluvia. Cada vez que me visto de su palabra, quedo mojado hasta la médula. Y es una inundación si su palabra sigue cayendo. Aquello que sale de sus labios llega habitado y encendido. Hay algo fascinante cuando habla de María, su Recurso Ordinario y Buena Madre. ¡Qué jubilar liturgia! ¡Qué cálida esperanza! ¡Qué savia jubilosa ascendiendo y rozando el infinito! ¡Oh estela de cristal! Y todo su vivir fue en flor de vuelo.

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VI PERDIDOS EN LA NIEVE Acabas de vivir el vértigo de Dios. Y es fúlgida tu voz en la noche invernal: ¡Era un niño de niebla...! Y otra vez andas solo -¡qué fuga prematura!por donde Dios apenas se prodiga, mientras tu rostro acusa la bendición del aire, el beso de la nieve apenas niña. No hay caminos. La muerte está de centinela en las afueras de la Maison Donnet y tiene el rostro y la voz del hermano Estanislao. Cubre la nieve valles, pastizales, en el instante en que termina el día y hace su alucinada aparición la noche. Marcelino, no esperes un milagro que te quite del pecho la congoja. Pero es allí la fe dulce exigencia: Si la Virgen no viene en nuestra ayuda, corremos el peligro, en medio de estos bosques, de perder la vida, por las venas clama tu voz, quejido y alto latido en vibrante espera. Con goteada lentitud avanza, con litúrgico rito, aquella luz, diminuto claror en ronda insólita, que tú sabes mirar. Y es lo que salva. ¡Gracias, Vida, Dulzura y Esperanza en el silencio erguido! ¡Gracias por no apagar

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el pábilo que tiembla mientras suspira el alba! Tus labios van saliendo de la noche -¡cuánta luz en los labios al borde del milagro!como la flecha de un arco en tensión. Y ya todo es camino. Y aleteo de párpados.

VII EL HERMITAGE No consientas, Hermano, que la tarde se torne oscura de repente y deja que resbale la luz muy lentamente hasta la cima. La luz se va sendero arriba tan gozosa que enciende un nuevo afán en cada loma. Quema en la paz los últimos recuerdos: La Valla, Rosey, Marlhes y aquel viejo molino de Champagnat llamado “Écoute s´il pleut”, donde alcanzó el amor su primavera, y quédate escuchando junto al río, debajo del cerezo, esta balada: Todo es de luz entre los viejos tilos y añosos robles del Hermitage; todo de luz cuando la tarde muere. Y antes de que se quiebre el luminoso día, verás que alzan el vuelo los vencejos; los contornos se harán caricia viva antes de que la luz te desampare y empieces a oprimir entre tus manos la aurora, que vendrá a alumbrar con sus llamas la casa y el paisaje.

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Observa atentamente qué sábanas de yerba acarician tus pies, qué muros te cobijan el corazón intrépido, qué ROCA te defiende de esta lluvia implacable de verano. Y no olvides que el tiempo hace olvidar lo inolvidable, a veces. Recuerda que no hay árbol, ni rincón, ni vereda sin su nombre en esta isla pequeña adonde tú has venido a buscar tus raíces. Está en ellas la vida: en ellas se concluye, definitivamente, el grandioso milagro de estar vivo. Pero no tengas prisa: el momento y la rosa se eternizan aquí, son infinitos. Llegará la mañana: incendiará los robles, inflamará el henar en las laderas y el Hermitage, surgiendo de las sombras, será, como tus ojos, un edén de hermosísimas promesas. Todo será más claro: buscarán los recuerdos su acomodo para cuando se nuble tu memoria y empieces a soñar fuera de ti, la vida. Por si quieres volver a lo que amas, siempre el camino brindará a tus pasos una flor que gobierne tu esperanza. Como en tiempos del Padre Champagnat, descalza, entre cerezos y manzanos, corre el agua del Gier. Si escuchas, oirás el himno de agua que viene desde siglos y recorre la huerta, besa el muro

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y se pierde cantando dulcemente tu nombre. Es el Gier la cantata de los nombres: Marcelino, Francisco, Estanislao, Juan Bautista, Silvestre, Juan María, Bartolomé, Jerónimo, Lorenzo... Deja a tu corazón, desde hoy, alerta frente a ese misterioso mano a mano que es la vida. No esperes que responda tus preguntas oscuras: sólo aquello que amamos es capaz de decirnos quiénes somos. VIII MUERTE Y GLORIFICACIÓN Los árboles del bosque como si fueran pájaros que no aprendieron a cantar. Al aire de madrugada suenan campanas. En la estancia en penumbra, un hálito de vida. Marcelino Champagnat tiende su mano amiga -¡oh mano luminosa!hacia la luz de Dios. Es fácil ver a Dios amanecido en sus ojos aquel seis de junio de mil ochocientos cuarenta. Cuando se ve morir todo se hace más claro, y lo que no hemos visto se va quedando póstumo porque no se convierte en experiencia. Tiene la vida olor a acercamiento. Es un discipulado consciente, no de un sueño sino de sólo aquello que nos hace vivir.

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Por eso vuelvo y vuelvo para escuchar tu voz, oh Padre amado, que me susurra: Amaos unos a otros. Digan de vosotros, mis Pequeños Hermanos de María: “Mirad cómo se aman”. No hay amor que esté solo ni que acabe en la muerte. La muerte no interrumpe nada. Vuelve el recuerdo y, aunque tengo que hacer un largo viaje, te veo, ahora en tu gloria, como entonces, humilde, recorriendo los Montes de Pilat. La santidad no tiene fronteras, sólo cauces de amor por donde asciende, al aire de su vuelo, en busca de la luz. IX COLOFÓN Me queda en la memoria la huella de tu paso. Me persigue tu sombra, y tu palabra como un ángel sin brújula golpea a cada instante mis oídos: No basta compartir la lluvia y el insomnio, ni dejar el dolor a la intemperie, ni caminar, cansado, por senderos de tupidos silencios, ni descansar en esta soledad donde el agua se duerme tiritando entre ortigas la sed o el llanto hoy, lunes de olvidos y rutina. Se me va la mirada hacia lo más profundo

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de mí. Se va la tarde. Y me quedo, en silencio, preguntándome por qué ese ángel sin brújula me sigue golpeando los oídos. Y tiemblo cuando inicia su regreso ese aprendiz de espía que es la noche. No es fácil ser discípulo de un maestro que encumbra lo cotidiano, que ama lo sencillo, que se pierde por sendas y palabras de amor como el trino entre inmensas llamaradas de chopos. Nunca seré el que fuiste, el que eres, Marcelino, que un día abriste cauce a mi alegría. Pero bajo tu sombra puedo oír el inquieto y espumoso rumor del mar, el resonante silencio mientras buscan mis ojos dónde anidan los sueños que hacen útil la vida como el pájaro su nido entre ramas de púrpura. “No lo que pasa, sino lo que vive” tiene que ser el orden riguroso de mi cansancio, el mismo que fuera tu cansancio en La Valla o en la abierta quietud del Hermitage. Tendré para vivir que ir quemando en la clara certidumbre de tu luz la costumbre de ser otro, no yo, que he persistido lejos de ti, de tu palabra viva como si al corazón se le acabaran de agrietar los cimientos tras un golpe de lluvia. Pero ¿cómo ser fiel al tránsito en que estoy si sé que donde pisas se crispan bruscamente los almendros? “No sé qué voluntad mueve la tuya: cuando se empieza a amar siempre estás lejos”. Te buscaré, embriagado de crepúsculos,

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para decirte, al alba, que está, desde hoy, mi puerta abierta a la memoria, llena de soliloquios y retazos de tiempo, de inciertas y desnudas marejadas, de peregrinos pájaros, de alondras y de blancos veleros de papel. Para decirte con voz de escalofrío y miel silvestre cómo soportaré la niebla enamorada si me pierdo y voy sin pasaporte para entrar, siendo llama, en tu presencia. Para decirte que me queda sólo un retazo de azul entre los dedos y alguna diminuta caracola cuando tu voz desborda mis espacios ambiguos y traza una perífrasis de cálidos fonemas que estremecen mi sangre como si fueran ráfagas de ternura incipiente: Hermano, nada temas, porque hay “caminos amplios de azul sobre la muerte”. Alicante, 19 de abril de 1999

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ANDANTE MEDITERRÁNEO (2000)

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A mi antiguo alumno y entraĂąable amigo Arturo PĂŠrez-Reverte, enamorado del mar, de su mar.

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Y si un día mi mar amaneciera… ANTONIO PORPETTA

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PÓRTICO Y si un día mi mar se despertara de forma súbita y perdieran sus contornos las costas, sus dioses el Olimpo, las ínsulas su aroma de leyenda y no pudiera Ulises regresar a su Ítaca donde la fiel Penélope lo aguarda tejiendo y destejiendo sueños y olvidos, y los besos arden en el fulgor intacto de sus labios... Y si un día mi mar arrojara mi cuerpo naufragado a los dorados túmulos de arena de una playa sin gráciles muchachas de pechos luminosos, señorío de oscuros y oxidados silencios... Y si un día mi mar hiciera el holocausto de sus aguas a un cielo despiadado y fuera, lentamente, desecándose hasta quedar, vencido por la muerte, sin sus nobles designios submarinos, cillero desolado, singladura imposible... Y si un día mi mar enmudeciera y no hubiera palabras con que cantar su vasta calidez, la intensa llamarada de su espuma ondulante en el púrpura altivo de la tarde, y así, desposeído de lo que le da vida, el hombre no encontrara diccionarios donde leer vocablos como tórtola, oropéndola, estela, sedal, gaviota, azul... Y si un día mi mar...

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PRIMERA VISIÓN EL DON DEL AMOR

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I Más allá de esta playa de mi mar donde rozan los límites del ser con lo infinito, una vela muy blanca y un hombre todo luz. ¿Hacia dónde, si no es hacia el amor, esta agua lo conduce? Regresa malherido y maniatado desde tierras heroicas. No sabe dónde saciar su sed “después de haber probado las raíces del mal en la isla de Circe”, cómo encontrar la senda que allá, en la otra orilla, le confine en la isla del amor más allá de las costas y de las islas últimas. En sus ojos cansados trae paisajes de luna y un manantial de sueños azules como el cielo de su añorada Ítaca. Arde el amor, hoguera crepitante, en sus labios, en tanto en su mirada crepuscular se abisma la sangre de la Historia. Una vez más se funden soledad y heroísmo. Los conmovidos dioses del Olimpo guían su endeble nave a través de las aguas sombrías, turbulentas, de Scila y de Caribdis -eterno paraíso de la niebladespués de arrebatarlo a la pasión violenta del gran Cíclope que se quedó sorbiendo el jugo acibarado de mil áloes, sostenido en la caña de su fragilidad. Guarda el tiempo el temblor del agua, de la sangre, frente al acantilado de la luz, muy cerca de la playa donde exhiben sus cuerpos luminosos de infrecuente inocencia y soledad criaturas bellísimas

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de voz humedecida y mirada de jaspe. Preso de tan hermosa cercanía, “sin hundirse en las aguas que le tientan”, escucha atento Ulises con el cuerpo entregado, dejando que sus sueños se desplomen sobre el mar como llama despiadada y un viento huracanado rasgue el velamen de su nave. Ahora, bajo un cielo cobarde y la mirada en fuga, fruto de la renuncia, en la sublime soledad del héroe, Ulises sólo piensa ya en Penélope, marcada por la luz en su desnudo sueño de hombre enamorado. Y el amor se hace don lejos de la falacia, y es agua todo, polvo de espuma, labio que muerde en otro labio, vuelo incansable, voz que hasta la vida envuelve en la sorpresa de su claridad. II ¿QUÉ harán aquí las rosas con tanto escalofrío? Tú ya has vencido, Orfeo, los silencios de fuego de la divina Eurídice. Es el amor tu música y la sangre tu luz. Al viento das tu cítara para que en ella gima o ría, si le place, y estás, bajo el inmenso firmamento, abrasado, celebrando la noche concertada en los labios. Brillan entre la hierba diminutas estrellas que nunca apartarás del corazón, hoy labio que se estrella en los labios que sin cesar se buscan y el instante festejan con efusivo abrazo. Traza de nuevo el aire un arco de alegría, fulge el tiempo en tus ojos que derraman, heridos, gotas de claridad sobre el nevado almendro,

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en los altos ramajes de los viejos olivos, mientras hunde en tu pecho su claridad la Ninfa, bella muchacha de ojos silenciosos, que habla, con voz queda, de amor, sin saber que acarrean sus palabras la muerte. Tu voz sostiene la honda soledad de la noche y tu dolor se enreda en su cándida veste mientras como una sombra luminosa se pierde en las oscuras aguas. Tu dolor, hecho canto, incansable recorre inmensos laberintos de lluvia y de tristeza que se desmiembra en gotas de luz negra en el Hades. Mientras tus ojos buscan, sienten el lento beso azul de los recuerdos. ¡Qué inocente era el mundo! En tus sienes ardía un agua luminosa al caer de la tarde. Eran horas de ensueño que daban libertad a la belleza, horas del trino que ponía de rodillas la noche, horas de vuelo azul, -¡qué altas las golondrinas!-, de la astucia del viento y nunca de la muerte. Estrechaban tus brazos el sazonado fruto de aquel fragante cuerpo, que ofrecía su torso desnudo a la ternura del jubiloso césped. Y tus labios de fiebre, como brasa posada sobre la fresca hierba, calmaban su delirio. Vibrando entre las hojas, suave, el soplo de Apolo hirió las cuerdas mágicas de la divina cítara y resonó en el bosque sólo un canto de amor. ¿No hay piedad para ti? ¿Han perdido los dioses la aptitud de mostrarse compasivos? Desciende con audacia serena, rompe sus estrategias y logra que tu canto amoroso derribe el muro que separa perfidia y venturanza. Por un instante olvida el nevado Parnaso, empíreo de las Musas y del divino Apolo, pero nunca la cítara que te donara el dios, y avanza entre las sombras con tu voz luminosa. Cada paso que des significa tu ruina si dudas un instante que Eurídice te espera.

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III ¡Las islas de Grecia, las islas de Grecia, donde amara y cantara la apasionada Safo! BYRON

¡LAS islas, estas islas bañadas por la luz, luz inmortal que las esculpe, y un infinito mar, mi mar, que las ciñe y acuna! ¡Diafanidad dormida, despierto mar! ¿Qué dios soñó estas islas, esta piedra, estos azules densos, estos hondos barrancos de greda luminosa, estas fúlgidas calas? Aquí, fulgor cansado, la piedra parpadea, y el mar, dios de sí mismo, es agua pétrea, esplendor incansable, sonrisa irrepetible. Aquí todo es diverso. Crecen, bajo una luz frenética, melíferas higueras, olivos milenarios, viñas de claridad salpicadas de olas. Aquí moraba antaño una hermosa muchacha, amada de los dioses. Eran grandes sus ojos, “oscuro su cabello como el viento nocturno”, bellísimo su rostro, frágil su cuerpo. Cuerpo ungido de gritos de juventud, venciendo los rigores del destino, perseguía por bosques sin palabras el alto río de su soledad. Descansaba la luz mediterránea en el verde apacible del olivo.

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Una flauta afligida repetía, incansable, el nombre melodioso que nadie ha escrito y que todos llagan porque, atrevidamente, disputó a los mortales un lugar preferente entre las Musas. Siente, mientras se adentra en sus ojos la luz, que una dulce fatiga se va adueñando de su cuerpo joven, que se le va astillando el desaliento, que están llenas sus manos de migajas de escarcha y húmedo el pecho de melancolía. Aunque la vida canta en los racimos, hija del agua, bebe de un manantial recóndito: el dolor que regresa a los caminos y le impide que encuentre “a alguien con quien hablar en la cansada luz de atardecer”. Revestido de un inédito azul, su apasionado verso tiene sabor a lluvia y fuego, “pues en el pecho lleva una hoguera de oro: la del amor que enciende más amor”. ¡Cómo golpea el mar en la roca del tiempo! El tiempo ha lacerado la madera fragante y asombrada de Lesbos. ¡Mirtos de sombra, siluetas de cristal, estelas encendidas en silencio! No sé si cantan o se callan los dioses de los pámpanos o si esta piedra en llamas, alzándose, amenaza al cielo, apenas llama en llama. Todo está lleno ahora de luz y noche oscura,

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en tensión el azul, honda en la piedra la desolación mientras sollozan los olivos “asomándose, mansos, a un erizado mar de caracolas”. ¿Qué nos queda de aquello que soñamos y que aún no somos? (¡Oh la niñez perdida!). ¿Qué de tantas palabras proclamadas con sangre? Porque hoy es infinita la soledad que fuimos, y se nos va quedando desnuda la palabra, como el amor a ti a la intemperie. ¿Quién ama a los poetas? ¿Quién leerá tus vehementes versos de amor, Safo, en los siglos venideros? ¿Quién hará perdurable aquel “instante perfumado de muerte y de amor verdadero?” De poco sirve el llanto de las fuentes y ese ser de la luz, total, de Lesbos, primicia de las islas, si tu canto se arrastra “por el río de muerte que es la noche”.

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SEGUNDA VISIÓN EL DON DE LA LUZ

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¡SI AL MENOS HOY TUVIERA! ¡SI al menos hoy tuviera aquella diminuta ventana, alta y única, desde donde, a lo lejos, divisaba los álamos del río, los dorados maizales empapados de paz y de frescura en la tarde amarilla del otoño! ¡Si al menos hoy pudiera desgranar mi tristeza sobre el trigo dormido de las eras sintiendo el beso lento del agosteño cierzo en las mejillas! ¡Si al menos hoy supiera en dónde refugiarme, lejos del laberinto de la soledad, del vago resplandor de la nostalgia, cuando la helada cae sobre mi sangre erguida desgajando sus ramas y sus sueños! ¡Si al menos hoy sintiera que se incendia mi voz, y se incendia la tierra, y es ya púrpura el aire, inocencia la luz, el despertar sonrisa, y la pulpa del sueño se hace llama...! I ESTOY sentado frente al mar, mi mar, bajo una luz madura en la que arden mis pupilas felices y las aguas. Abre la brisa surcos en las olas donde aún resuenan voces primitivas. A lo lejos, se enciende, lentamente, la luz intermitente de los faros -Alejandría, Esmirna, Mitelene“que, de siempre, escudriñan las aciagas noches de nuestro mar y descubren su inmensa desventura”, que engañan, seductores, a las barcas con su aspecto de aurora intemporal.

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Mi mar parece sin edad, cercado por la luz que acorrala hoy a la Muerte. Se ilumina la sangre, se iluminan los labios, que besan como llamas, cuando la tarde empieza a cuajarse de aromas, de latidos, de palabras..., y el viento titubea entre dejar las aguas cargadas de susurros o alejarse azotando, furioso, las paredes verticales de los acantilados. Viento que en luz se mece, sueño de claridad azul del agua, dorado resplandor casi tangible, la tarde es como un fuego jubiloso: arden túmulos, islas; cantan su luz alzada cipreses seculares, perpetuando estelas encendidas más allá del silencio. Golpea el mar sobre la misma luz, sobre el tiempo, que es luz, y parece que el tiempo se detiene. Vuela, suave, la luz a la deriva, sin quebrarse, flotando sobre la bruma azul. Pero llega la noche. Y mis ojos se alejan por senderos de sombras iniciales cuando el azul perdura aún levemente y el ciprés no sostiene el sueño alto en sus ramas, ni el mar el tembloroso vuelo de las gaviotas. Entonces siento cómo el asombro me empapa, -atrás queda la rítmica salmodia de las aguas-, que mis labios no alcanzan a rozar horizontes y se van consumiendo mis palabras en el fuego de nieve de la ausencia, que es la luz en mis labios un inútil temblor y que ya no es posible vivir de nuevo lo soñado.

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Me queda la esperanza de un nuevo amanecer que llame a despertar para que cada nombre recobre su horizonte -al olvidar los nombres se deja de soñary cumpla su destino: para cantar el ave, llama en vuelo; el mar, hosco de sal, para que sacien su sed de libertad los viejos marineros -el mar los hace libresy recobren sus contornos las ínsulas, su calidez el agua; la luz para afirmar que sigue siendo verdad la primavera. II “EL viento alienta huellas de un alba” en el abismo espeso de la mar. ¡Ha sido larga la espera, largo el tiempo de oscuridad! Ahora, mientras a llama se alza la ceniza nocturna y la palabra a llama decidida a existir donde amor la requiera, se oye un tremor de alas desveladas, y se nos desmemoria el miedo, y recupera su mansedumbre el agua. Queda sobre la arena un naufragio de sueños. Pero la luz pervive más allá de aquel pequeño resplandor que tiembla dentro del mar cansado: al mar lo tiene en vela su cita con la luz. Sin salir de esa luz que arde en el alba-noche, de nuevo siento el mar, su honda, turbadora melodía -¡oh qué huracán de notas a espaldas de mí mismo

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mientras se va curvando la mañana!y la voz impaciente de la espuma. No necesito más, sólo escuchar la voz del agua. Dicen que el mar es como un viejo confidente que no se cansa nunca de arrullar el dolor, de mecer el dolor, de contar viejas historias de amor, de pronunciar, apocopándolo, un bello nombre de mujer... Dicen que, muchas veces, no hay respuesta al requiebro del agua. El mar inicia, entonces, su agresivo ciclo de silenciosos pleamares, “y es una extensa llanura de abandono”. Pero el azul perdura, y perdura la luz, recuperan las aguas su alegría porque “el día a su música despierta”. Y todo es brasa azul, exacta claridad. III ALGUIEN arrojó al agua mi nombre envuelto en luz para lavarlo de su infancia oscura y arrancarle el dolor que no lo deja ser, como el cuerpo, de agua. Y amé la luz. Y el agua. No hay en la vida nada que se parezca a este vivir transido de claridad, a este temblor azul, a este extraño delirio de los ojos... Soy hijo de este mar, de esta luz, de este cielo. Aquí cumple la luz

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su destino: un nombre es inútil si no se deja arder. ¡Cómo florece el tiempo mientras los nombres arden sobre la luminosa soledad de la espuma! ¡Aleluya el blancor de las velas que en llama viva un suave viento empuja hacia playas y puertos que un día lejanísimo proclamaron sus nombres, que aún perduran! Pero aquellas ciudades recostadas al borde de las aguas “con sus ojos abiertos al asombro del azul más azul” que fueron víctimas de un amargo destino... Y aquellas bellas islas, paraíso de dioses y de ninfas, que adormecía el mar con su cantiga eterna... Y aquel viejo santuario de Delfos, embebido de luz, “lugar exacto del universo”, al pie del nevado Parnaso, donde el divino Apolo decía sus oráculos... El tiempo adelantó su muerte en unos siglos y sin que adivinaran su final. A veces me pregunto: “¿Basta la luz para absolverlo todo”: el nombre, la existencia, aquel temblor de inocencia perdida? ¿Qué hacemos de los muertos cuando sobre este mar no sopla el viento de la inmortalidad,

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cuando se nos va yendo el aire y es la luz quemadura absoluta, no ardimiento? ¿Y de dónde nos tienen que llegar esos latidos rítmicos de luz para que como amantes pervivamos “vencidos por la muerte, pero jamás vencidos por el tiempo?” IV Dondequiera que mires, verás cómo el mar arde en luz húmeda envuelto. Yo me sueño en la llama que dilata su resplandor e incendia la vasta superficie, iluminada cripta, cúpula azul. Se escucha a través del silencio, cómo las golondrinas marinas se disputan acaloradamente, colgadas sobre el mar, el derecho a enfilar el horizonte. El murmullo del agua crece en mí. Y siento, al despertar, la sonrisa que el fuego ha devuelto a mis labios; a mis manos, que aguantan lirios de resplandor entre los dedos como un rico desborde de vida que está ardiendo sobre el agua. Hasta mí llega, intacta, la frescura del alba en el aliento virgen de una brisa de púrpura o un luminoso viento. A cada instante vuelve el mar a renacerse:

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velas, gaviotas, iris, ardientes cabelleras y solitarias playas renacen en la luz, que cumple su destino, con su dorada pátina. El mar es una línea que se comba al chocar contra el fúlgido muro del horizonte, y no se cansa de alzar su voz, canción que va y que viene “resonando por rompientes de un agua centelleante”. El mar, cúpula, templo vivo donde se engendran las palabras más claras.

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TERCERA VISIÓN EL DON DE LA PALABRA

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Este mar es el mar de las palabras. ANTONIO PORPETTA

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I Vengo desde un silencio luminoso donde duermen los héroes, donde aún se rastrean las huellas de los dioses, donde el olvido anida sobre templos, ciudades, archipiélagos y el cincel de la luz hiere los blancos mármoles, la incandescente arcilla, el oscuro verdor de los cipreses. Donde quiera que mires te mira el mar, te envuelve en su azul. Empapado de azul y de silencio, oigo en la queda soledad cantigas que hablan del destino de los hombres, del arjé o principio de las cosas. Dicen que es mucha la vejez del mundo como es viejo este mar, que la palabra es vieja como el hombre, eterna como Dios e inherente a su eseidad. Este mar está lleno de palabras que remansan la sangre o la encienden. A veces, como un sátiro azul enloquecido, invade el corazón, quema los labios; otras, sereno, es sólo adagio de luciérnagas azules donde fermentan nombres y palabras que harán eterno aquello nacido para ser ceniza, olvido, fuego fatuo en la noche o un adiós para siempre. “Basta una tenue luz para encender de golpe las más claras palabras” que serán, con el tiempo, baladas con su gesto de callada ternura, odas en llama viva,

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himnos a lo sagrado, salmos que el hombre entona “bajo el peso del musgo de las horas sin tiempo”, coros que son lamentos vomitando la ira al pie de las murallas de la asolada Troya, porque Ítaca no existe si se regresa tarde y ya nadie te espera. Este mar tiene rostro, tiene labios que musitan palabras de sal en la frescura del alba y en la gracia de la tarde. Son palabras aladas donde el amor encuentra su delta jubiloso embriagado de arena y de ternura, palabras que despiertan la memoria del origen y el fin, del largo viaje del hombre hacia la vida. II Ahora todo despierta como si el mar dictara sus secretas, sus últimas razones y hablaran en sus lenguas extrañísimas los viejos moradores de una Babel de extática belleza. Han sido muchos siglos. El hombre permanece difícilmente en pie frente a sí mismo después de tanta amarga singladura y de plasmar por los azules densos su estelar odisea hacia la muerte. Pero el hombre se salva en su palabra con la que, día a día, se re-crea, se vive en plenitud, se comunica y rastrea sus huellas. Un día muy lejano, escrutando los signos de las aguas, lanzó al profundo mar, llameantes, los barcos de velas encendidas y descubrió paisajes y vestigios antiguos, soles que se perdían

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en la oquedad opaca del ocaso, diminutas aldeas saliendo de la niebla, algún puerto sonámbulo, islas innumerables ardiendo sobre el mar. Y se dejó arrastrar por la inocente espuma hacia el alba. Pero la vida, a veces, se trasiega y es como un verso más de un texto apresurado que escribe la desnuda marejada cuajando el mar de cuerpos enlutados, de hondas cicatrices, de silencios en “el frío clavel de la mañana”. ¡Qué injuria, qué ignominia, en esta soledad, para los ojos tanta vela sin rumbo mientras el aire oscuro nos habita los labios y nos hace imposible viajar hasta la vida que vive en las palabras! Tendiendo un largo puente hacia el olvido, entre agrestes rompientes enfilaron sus proas otras naves en lentas travesías hacia costas lejanas. Y fue, de nuevo, el mar toda la vida, porque al leer la luz se leyó albor, celeste, ensueño, diáfano, caracola, efusión, sonrisa, espejo, y el mar dejó de ser soledad infinita. Hasta aquí llegan voces de sal y espuma, cantos de liturgia fenicia y de elocuencia griega en barcos coronados de frisos y de telas de púrpura. Mirad cómo bullen las aguas de palabras en la clara bahía de Gadir, de la vieja Cartago, de Ampurias y de Rosas;

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cómo sobre “el eterno testimonio del mármol”, que el tiempo enmudeció, se intercambian los hombres en el ágora conceptos sobre el alma y la inmortalidad. A veces, regresamos de viajar al pasado cuando un golpe de mar nos anula, inclemente, la memoria de cómo Apolo tañe para Dafne su cítara inmortal, de cómo la cicuta muerde el labio provocador de Sócrates, de cómo arde en la hoguera crepitante la elocuencia de Pablo y Roma “se abre con su torbellino de luces y de siglos”. III ¿Qué nos mantiene en pie cuando quema la vida y es el mar un fracaso de espumas y de rumbos y nos quedamos solos con nuestro desrecuerdo? Alguien escribió un día: “Olvida las palabras aprendidas y ponte a caminar”. Y es como si, de pronto, me encontrara a orillas de estas aguas donde brota “la palabra o veneno con que el hombre conjura su condenada vida” y como si el silencio se despeñara contra el espumoso polvo de la marea y únicamente perviviese el canto. Hoy entiendo por qué las palabras son aves que vuelan y se mueven y, a veces, nos engañan

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quedándose en los labios como una ligerísima sonrisa distraída o como flor de espuma todavía discípula y muy niña. “Más temprano o más tarde lo que vuela se aleja”. Así aquellas palabras de lluvia, las palabras de luz y azul que hicieron absoluta la vida en este mar, testimonio elocuente del diario vivir, de los afanes comunes de los hombres. Podrá el tiempo, tal vez, sellar los labios, pero si se ha aprendido a decir apogeo cuando todo son ruinas, a pronunciar cultura, amor, filosofía, aceite, viña, timonel, ofrenda, olmo, beso, destino, soliloquio, paz, bienaventuranza, ¿no estamos alentando el sentir de los pueblos ribereños, su concepción del mundo y de la vida, sus fábulas y mitos? Todavía, después de tantos siglos, nos embriaga la luz y el mar es un desborde de vida en sus orillas: “la memoria difícilmente cambia de rostro y de lugar” aunque no se recuerde el pasar de las naves, el nombre de algún puerto o que el faro más grande es el latido del corazón. No olvides que el dolor nos ha ido envejeciendo. CANTO FINAL Algo nuevo palpita y se estremece después de haber rozado con los labios la luz y haber acariciado el corazón del agua.

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Algo que sobrevive al tiempo, al dolor; algo que testimonian nuestros sueños y esta vieja alegría que aún arde en la memoria y nos libra a los hombres de la muerte. Acaso un espejismo, un nombre, una sonrisa intensamente azul, la evocación de una alborada fúlgida, pulsadora del aire a la deriva, ardiendo sobre el agua, la transitoria gracia de las olas que vienen a morir en la arena dorada a cada instante para nacer de nuevo y seguir acunando las quillas y cuadernas de los viejos veleros sepultados como si de materia femenina y desnuda se tratara; o la inmensa alegría de vivir frente a este mar, mi mar. Yo estuve tantas veces en la orilla donde ahora estoy sentado, contemplando este inmenso universo verdeazul donde vibra la luz, “el aire se engalana y el sol muestra su infancia sin fatiga”. Pero mis ojos ciegos, porque buscaban sólo la limosna de llenarse, un instante, de proas, de paisajes, de mástiles y velas, no supieron ser ojos soñadores, que miran y remiran hasta hacer lo soñado tan real. Y se fueron vacíos: el destino borró aquel mínimo presente. A veces, no hay respuestas posibles, y tenemos que entregar las preguntas “a la injuria terrible del silencio”. Pero hoy aquel silencio es cántico de vida que resuena en las calas y riberas, sobre el dolor callado de los puertos, entre la soledad de templos y de pórticos, más allá de la ínsulas dormidas como rosas de fuego, en el agreste juego de la espuma.

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A su modo, la vida se recrea en esta vieja orilla de mi mar: las ninfas que habitaban los frescos manantiales de los bosques, que embarazaban la procaz mirada, son hoy muchachas frágiles sin la turbia conciencia de pecado que, ajenas al decoro o a la norma, hacen ostentación de su opulencia, de su bronceada, altiva desnudez, a plena luz, sobre la tierna arena, entre inocentes risas o murmullos de lluvia. Miradlas cómo juegan, “llevando el viento atado a la cintura”, en las celestes aguas de este mar y revisten de espuma sus insólitos perfiles. “Las ánforas vacías, sin el aroma dulce del vino y del aceite”, rebosan y palpitan de un vino nuevo y de un aceite nuevo: de su aroma se embriaga tanto “polvo de siglos posado en la memoria”. ¡Qué desborde de vida en los racimos, a sotavento, entre este mar de olivos y el nevado temblor de los almendros! Como entonces, la vida es absoluta. En ella encuentra el hombre de este mar lo que ama, lo que sueña, a pesar del dolor, del raro escalofrío que le deja en las manos, tantas veces, la soledad como único camino para hallarle motivo a su nostalgia. Frente a este mar, mi mar, “toda la paz del mundo reposa en la mirada” que ve arribar las naves, que llegan de muy lejos, exhibiendo en sus proas y en sus quillas “golpes de barlovento, heridas abisales” que me están recordando ese largo rumor de tiempo que ya somos. Frente a mi mar se enciende la conciencia de espléndidos pretéritos,

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-¡qué pecado la ingrata desmemoria!-, de un presente feliz: en nuestro entorno hay un olor a vida que nos hace olvidar viejas desolaciones y nos libra de estar con los ojos cerrados, resignados, esperando la muerte. Si mantenemos fija la mirada en el mar, NUESTRO MAR, en él, sellada, quedará la vida. Alicante, 30 de septiembre de 2000

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AQUEL CÁLIDO INVIERNO (2000)

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Habito en un invierno. FRANCISCO BRINES No hay mรกs invierno que la soledad. PEDRO SALINAS No tardarรก en venir un nuevo invierno. ANTONIO COLINAS

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NOCHE CUMPLIDA

Alguien me nombra junto a la claridad. LÓPEZ ANDRADA

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A Consuelo Serna, ahora que la luz de la tarde se detiene en el MediterrĂĄneo, frente a su casa, y a mi sobrina MarivĂ­, la mĂĄs bella mariscadora de Galicia.

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AQUÍ TE ESPERO Aquí te espero. Nada me queda más allá de tu sonrisa en este mar de arena. Al fondo, un retazo de azul, el blanco de una vela solitaria y este miedo al invierno que recorre mis venas. Aquí te espero aprendiendo a morir en cada instante, lentamente, azotado por otro viento turbio y aprendiz, bajo los pinos que cobijan tu sombra protectora. Regresa ya. Tú sabes "que hay caminos de azul sobre la muerte". RODANDO CON LA MADRUGADA Ahora sé que estas calles nos han hecho solitarios. LUIS GARCÍA MONTERO

Ya nada es neutro esta fría mañana de febrero en que la luz se aúpa a las farolas, a algún árbol sonámbulo que deja, tras la niebla, delgadas y difusas señas de identidad. Estoy rodando con la madrugada por una calle llena de quioscos con periódicos, de abrigos solitarios, de bufandas, de guantes ateridos, que intentan dar calor a la nostalgia, de pasos que se pierden por aceras mojadas.

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Son las siete, la hora de interrogar al cielo; de sentir, si alguien habla, cómo suena su voz, tierna de vaho, por detrás de ese cuello amurallado del chaquetón de cuero o del viejo anorac. A estas horas del día parece que las calles nos hacen solitarios. Sin embargo, todo, bajo esta luz, convoca a ser presencia jubilosa, a un lado y a otro lado de la calle, en los anuncios encendidos en la lluvia y en los escaparates, vasto reino de dudas tras las rebajas últimas. Cae, lenta, la lluvia igual que un viejo y complicado amor sobre las amplias manchas de aceite en el asfalto, sorprendiendo, de nuevo, a quienes ya no saben despertar a su tiempo los paraguas en esta irrepetible realidad de febrero. Desde mi soledad, con la luz que da el alto a los semáforos a mis espaldas, busco aparcamiento a mis ojos sin rumbo, naufragados, que conocen las más complejas artes de la espera. Yo sé que callejea, en retirada, por esta misma calle donde estoy, un amor de madrugada que soporta muchas noches a cuestas que apenas adivino. Yo sé que algún amor busca su domicilio después de haber jugado a las esquinas

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y de haber alquilado a una promesa el portal de sus labios. Y sé que no eres tú ese amor desvelado en alquiler, porque estás aún dormida hasta que los olivos y palmeras, "alarmados de mirlos" y gorriones, se despierten contigo. CUANDO TU VOZ ALBEA Oigo tu voz que albea donde la nieve albea y puedo oír tu amor por detrás de tu voz. Nada heredado: todo, día a día, patrimonio adquirido, como este sufrimiento, este dolor que solamente yo amo. Pero mi vida no es una desgracia -hace tiempo escribí que el dolor es un don-, porque tu voz me llama por mi nombre y descompone el juego que es ir creciendo en soledad. A veces, cuando la noche baja a tus jardines, necesito el silencio de tus labios para oír tu jadeo entre las flores y cómo secreteas con el agua, cómo brillan los síes de tu boca a la luz de la luna, cómo llegas, sonámbula, a confiar tus sueños a las aves que anidan, sin dormir, en tu cintura. Cuando la luz albea, tu voz sigue sonando plateada como los altos álamos, restañando la herida de las horas inciertas, de los días descalzos

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que han dejado sus huellas a su paso, pero no sus recuerdos. No olvides que ha cedido el verano su luz de atardecer, sus vastas playas, donde la mar comienza a herir y a enamorar; que estas primeras lluvias nos devuelven bruscamente a un otoño de luz imaginada y desgastado azul que, a veces, no soportan sin acritud el peso de la dicha. EL AMOR NECESITA TIEMPO Aquí el invierno es duro. Como el alto Bernesga que cantara Colinas, yo me quiebro de frío entre los álamos y no sé dónde dejar mi corazón. Hay, a lo lejos, como un rescoldo último de luz, tras el perfil oscuro de los montes, que dora cada instante y cada sueño. Cubre la nieve sendas transitadas y tus miradas últimas, que perforan la humilde soledad de un horizonte ambiguo. Cae aprisa la noche. De vez en cuando, el viento gris se queja en las palmas de tus manos o requema tus labios o alborota tu cabello. Bien sabes que el tiempo no es asunto de días y relojes ni tampoco de climas. Aquella lluvia mansa, lenta, aquellos abrigos de entretiempo, aquellas hojas trémulas que nos trajo el otoño y defendían

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los pies de la humedad del pavimento, son ráfagas ahora de una lluvia inclemente que, a veces, nos araña. Era la vida entonces... ¡Cómo se crece en busca del recuerdo, de la memoria que detiene el tiempo, que no humilla y define con palabras sencillas! Y sabemos por qué esta sensación de estar vivo, a pesar de que la vida va perdiendo, lo mismo que las horas, parte de su equipaje a cada instante. Al filo siempre de la luz, saltando por encima de fechas, calendarios, me rozan tus preguntas como un amor distante. Hay en tus ojos humedad reciente que ignoran los pañuelos y los hace superfluos, mientras tu corazón pasa de madrugada acumulando lluvia y desconsuelo. La vida se nos ha hecho extraña de repente porque, tal vez, aún no hemos aprendido que el amor necesita mucho tiempo. GOLPE DE LLUVIA A Pilar Montiel

¿Será verdad que todo se deshace en un golpe de lluvia? Me preguntas por qué no vimos desplegarse, lento, el día como rosa escarchada. Una noche vacía niega el amor como la oscuridad niega a la luz el vuelo.

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Hoy sientes que la sombra no perdona y que debiera ser la luz absolución. Y seguimos anclados en el rincón más hosco del invierno acumulando lluvia, volando a ciegas sin saber adónde, esperando, tal vez, esa mañana que no ha sido creada y, sin embargo, habita nuestras manos. ¡Si amainara la lluvia sobre este dilatado silencio y la mirada hallase el resplandor definitivo! Tú y yo sabemos lo que es la noche, y cómo trepa por la enredadera buscando el corazón ese hilito de luz de madrugada que ya no se detiene, que crece hasta envolvernos y duele por la sangre como un vino espumoso en la garganta. (No escuchemos la lluvia aunque nos purifique de nuestra soledad). De par en par ventanas y balcones: el canto de los pájaros no espera y quiere sorprender “los callados instantes del abrazo”. ¿EN DÓNDE Y CUÁNDO ACABA NUESTRA SOMBRA? Me lavaré los ojos, me quedaré en silencio para escuchar tu voz, agua pura que baja de cumbres virginales de inaccesible nieve. Oír tu voz es evitar que el tiempo florezca nuevamente sobre la soledad y sobre las nostalgias de un amor que se sigue durmiendo en la monotonía.

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Ahora es el momento de alojar ese huésped que llamamos presencia en el salón más íntimo, bien resguardado de miradas torpes y de esta luz cansada que apenas nos alumbra. Tú bien sabes que no quiero perderte y he posado mis ojos en el agua que brota de tus limpios veneros. ¡Oh cómo enciende el agua que se mira el corazón cansado! Sin embargo, algo llama con una voz distinta desde el umbral postrero de la noche. A veces uno escucha esas voces en la alta sequía del espíritu y tiene la impresión de que va a llegar tarde a la sorpresa de la claridad y a la nueva tensión azul del cielo. Sólo se acaba, amada, lo que no se recuerda. ¿Recuerdas unas manos pequeñas y arrugadas en el agua? ¿Y unos ojos a punto de naufragio? ¿Y unos brazos tan largos como ríos? Yo no podré olvidar que hoy puede acabar, si quieres, el invierno. DE TODO LO QUE TENGO De todo lo que tengo sólo quiero que perduren aquellas palabras que no he dicho, que nunca escribiré. Hay palabras que viven en los labios o en los versos, otras que en ellos mueren como si un viento airado y repentino las arrancara como, en el otoño, las hojas de los árboles.

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Si digo ayer, aludo a lluvia incómoda, a tierra de abandono: algo que sobrevive como un paisaje inconcebible donde se fingen luz y compañía, ríos de oro y bosques centenarios, cuando en mi carne siento la sensación del último invierno que perdura, de un silencio que me hace diferente. Si digo hoy, el miedo a entrar en otra larga noche invernal de amor desconocido brindar puede a la muerte su mejor epitafio. ¿Cómo explicar, cuando se llega tarde a tantas cosas, que es un inmenso alivio esta premura? ¿Qué voy a hacer si, a lo mejor, mañana ya no es para mí? En esta noche de madera y lúpulo, ¿hacia dónde me llevas? No es hora de rasgar el polvoriento velo de la memoria. Vuelan sobre nosotros las alas lentas de la noche aciaga como vuela el olvido rozando el corazón. Esta noche ¿qué agua se hará sorpresa y lavará mis ojos de tanta sombra inútil? Por eso me pregunto si sabremos morir, si sabemos adivinar la vida entre tanto misterio y cercanía que todo lo oscurecen y que hacen imposible un mínimo y feliz deslumbramiento. Si pudiera salvar tu claridad

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ahora que los almendros son un coro blanquísimo de sueños en la noche, y es el viento temprano en sus ramas más altas que no puedo abrazar. Sin embargo, algo ha entrado de golpe en estas páginas como un picor de ortigas en la sangre y que ya no me deja cobijar mi pasión a la intemperie. MÁS ALLÁ DE LA NOCHE

No tardará en venir un nuevo invierno. ANTONIO COLINAS

Ahora –tú lo sabesun rápido cansancio de la luz nos sepulta en la noche de repente, sin dejarnos gozar de los crepúsculos que no separan nuestros pasos y nos dejan vivir un "transitorio temblor". Crecen las sombras. Se oye el silbo del viento, cómo aúllan los lobos no muy lejos del río, fantasmas en la niebla que trepan lentamente por las rocas. En la orilla olvidada del rincón más secreto nuestros labios se buscan, el tacto brilla: manos y labios tienen la verdad. Y se estremece de pasión la noche, que abre puertas a un fuego jubiloso que llenará de brasas el corazón, ebrio de sueños. “Lejos de ti la noche bebe muerte”, y se nos desmemoria la vida y somos nada: ceniza en lluvia apenas al amparo de la desilusión.

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No tardará en venir un nuevo invierno. Como punzante hielo se instalará el dolor en lo profundo de tu ser. No sé si se alzará la llama jubilosa de nuestro amor hasta quemar la noche o seremos, de nuevo, víctimas de la lluvia, ceniza en lluvia. A solas, uno se bebe el vino acibarado de la melancolía y se duerme con la intuición de que, tras larga noche, nos acecha la muerte. Te pregunto: ¿Estás ya preparada para vivir en la nueva frontera?

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II AÚN TIEMBLA LA PALABRA

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Abril suena en mis sienes. A. LĂ“PEZ ANGLADA

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TRÁNSITO HACIA LA PRIMAVERA La verdad del amor que es tuyo y mío. CLAUDIO RODRÍGUEZ

¡Oh la sorpresa de la certidumbre! Llama el amor. Tus manos, un puñado de rosas, ramillete de pájaros y trinos con su temblor de ramas por las que se prolonga la vida más allá de la trasmuerte. Huele, entonces, la vida a acercamiento. Y apresamos los sueños mientras el cuerpo -¡carne-alegría!se hace de luz y nos llueve el silencio palabras encendidas que la vida convierten en temblor dialogado. Por detrás del adiós que nos ciega los ojos, perdura la memoria del amor, del después: amar es sentir juntos. No importa si tenemos que darle su vigilia de cántico y dolor -¡oh noche oscura!y es nuestro tiempo mezcla de sombras y de luz que en su llama respira. Porque también nosotros respiramos un aroma que nubla la memoria y nos salva de estar solos, de ser seres concéntricos que quedan anclados de por vida en la nostalgia. Son de nieve los labios que se ahogan en este dulce vino

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que alumbra la alegría que fuera antes angustia del corazón. Por eso, ahora ni nos preguntamos qué le pasa a la lluvia aunque nos deje el alma devorada de sed, por qué hundimos la frente en ceniza amorosa cuando estamos sellados con indeleble marca de eternidad. No sé si habrá acabado del todo aquel invierno que nos cegó el camino con su fulgor de nieve y abrió sendas a un nuevo sufrimiento, sin posible resquicio para poner a salvo nuestra inocencia. Tal vez vuelvas a oír, a ráfagas, el viento más oscuro silbando en las esquinas que ahora nos aíslan del pasado. No importa. Regresemos definitivamente a la memoria de la felicidad, a un tiempo más preciso, buscando a nuestro amor "ese temblor interno que me arrastra contigo sangre adentro". PRIMAVERA DEL AGUA Es más alta tu voz que los chopos más altos, más cima, más enjambre, más panal, más secreto manantial. ¿Cómo puede aguantar tal delirio tu garganta? Tú, como el agua, te hablas a ti misma en esta primavera del agua, lejanísima, que llega

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del monte más azul donde ha muerto el invierno. Bien sabes lo que ocurre en mi sangre al sentir la caricia del agua. Fulge la palabra en mis labios, y todo es canto, fascinación que no envejece. Florece, azul, el brezo en el turbio rincón de la memoria, los encendidos chopos sacuden, en su danza más frenética, los restos últimos del sueño y yo vivo entregado al abril, que en tus ojos se hace noche cuajada de luz y alumbra la silvestre angostura de tus labios. Hoy ya no te pregunto si tiene edad la noche: ciego soy yo que no sabe mirar, que no aprendió a mirar, a ver de qué materia están hechos los sueños, dónde nació este río, que es de oro bajo la luz del alba compartida. Todo es posible ya. Hoy, gracias a tu voz, la tierra huele bien, el día no caduca… Y si la noche amenaza de nuevo, nada temo: "Estoy tumbado al borde de tu claridad". EQUIPAJE DE AMOR

Un nombre es todo lo que necesito. JENARO TALENS

Toca la luz. Sean de luz tus manos y puro albor.

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No digas: Yo no juego, esta noche, con la luz. Bien sabes que no puedo abrir las puertas del amanecer: necesito tus manos. Mi equipaje es un amor oscuro que busca la salida a un aire encandecido donde se escuche un nombre. No necesito más. MEMORANDUM Toda la vida se resume en un hoy que no termina. La lluvia, el aire gélido que entonces nos habitaban nos habitan ahora, y aquel rudo silencio donde nos defendimos de la ternura, acaso de la muerte con apariencia de inclemente invierno que nos sumió en la sombra. Sentado ante esta mesa donde escribo, viejas cuartillas, llenas de tachones, de versos imperfectos escritos al azar, testigos mudos de mi dolor, dicen por qué elegí el camino de estar solo y por qué oíste, por detrás de mí, el “no” que nunca quise pronunciar. Yo era un aprendiz de dudas. No sabía que eras tú una parte del alba que despierta al hombre de su sueño. Por eso te pregunto si hay una forma de abolir la sombra: un nombre, un cuerpo hecho a la medida o ese exceso de luz que parpadea como huésped feliz sobre tu boca.

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¡Feliz la noche que aún llena mis ojos porque me obliga a llamar a tu puerta! LA HORA DEL MAR Existen puertas a las que nunca llamo, porque se abren y se cierran de golpe. Y hacen mucho daño. Paso de largo, sin volver la vista, rastreando tus huellas, y te sorprendo, frente al mar, mirando con los ojos, abiertos de par en par, la espuma. Allí, entre mar y cielo, sólo una vela blanca, que se recorta contra el horizonte donde la luz es de un azul dorado en el atardecer, y ese perfil nevado de tu cuerpo sobre sumisa arena. Mansa, el agua se acerca a besarte los pies, que es como acariciarte la vida lentamente después de tanta huida en busca de la luz y del azul definitivo. Parece que aún anida en tu rubio cabello un resto de esplendor. Cae el día y nos circunda el tiempo con un halo de asombro y de palomas frente al acantilado donde ya el agua es sombra, noche arriba. Respira el pecho, callan nuestros labios y empezamos a ser,

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sencillamente, paz, a existir en la paz. En medio del silencio se oye cómo respira la soledad, mientras me muestras, íntima, tu mundo, el sosegado mar, las huestes de luces del firmamento que hacen bello el vivir. Lejos, el aguijón del frío, la violenta caída de la luz en el atardecer estremecido de aquel invierno inhóspito, el amor fatigado, el corazón cautivo de la sombra y la ansiedad entrando en nuestra sangre como un frío cuchillo. Algo intenta anularnos la memoria, no sé qué, ni por qué, mientras se nos escapa el tiempo de las manos y la noche, en esta playa virgen, no tiene edad aún. Desmemoriado el corazón, ¿”qué es lo que va a quedarnos de esta noche en los ojos”? A MODO DE ESPERANZA Pero el invierno tiene secretos que guardar.

LUIS GARCÍA MONTERO

El tiempo pasa, arrastra las palabras y se hace el silencio. A veces, el clamor de una clara alameda, junto al río, tensa nuestra memoria y nos hace aspirar, pausadamente, el aroma sutil de la nostalgia. Van y vienen oscuros pensamientos, metáforas de muerte en blanco y negro, como si fueran pájaros

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sin esperanza que cantan a mi espalda. ¿Los oyes tú cuando te llamo o siempre suena lejos su música de ti? ¿Acaso nos soñamos, al amarnos, tan distantes que no somos conscientes de que su canto acuchilla el aire y lo reduce a pequeñas hebras de asombrada ceniza? ¿Quién es testigo de esta lucha sorda del hombre con la soledad? A veces, la vida escuece tanto como un vinagre joven en la herida que ya no cicatriza. Y es difícil la palabra esperanza en este espacio de pupilas ciegas que es la noche invernal. Sin embargo, yo sé que hay algo más en esta sombra luminosa, algo que alumbra mi dolor y tu ternura, a pesar de la nieve que anochece con la sangre. Siento tu cercanía, tu silencio, como secretos manantiales, que a cambio de negarnos su murmullo no nos dejan a solas con la muerte. PRIMAVERA DE LOS CEREZOS La pasión de vivir bajo el clamor del cielo. Todo vuelve a nacer: el viento marinero, los árboles del bosque que se alargan al beso del día luminoso, la fiesta del ocaso, oro y púrpura, y del amanecer que se enciende en la sangre,

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el verde luminoso del prado adolescente donde escribió la nieve nuestro nombre aquel cálido invierno y el amor en espera y esperanza. Acércate –camino al eco de tus pasosa lavarte los ojos en la luz de estas aguas y verás cómo danzan los cerezos por dar vuelo, en la noche, a su blancura. Dame la mano, amor, dame la mano. No elijas el camino: son tus ojos, que ya no miran hacia atrás, amplísima vereda para la luz de abril, que se derrama como una llamarada sobre colinas de belleza intacta. No temas si, al recordar cómo éramos, sientes que corretea muy cerquita la muerte. ¡Qué lejos el invierno de nuestra sangre! Nada -¡oh el gozo de vivir!en esta primavera te puede desnacer. Eres lo que deseas: un río de agua viva que tiembla entre cerezos florecidos, ojos de lumbre. Hay tanto resplandor en el bosque frondoso de tus ojos, que hace mucho tiempo que no anochece y que no se escucha el canto oscuro de las golondrinas. Nunca pensé que tanta desnudez nos fuese necesaria. Me consuela pensar que nos cobijan unas alas muy grandes y muy blancas semejantes a ti.

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PRIMAVERA DE LAS ROSAS

Solas van la presencia y la hermosura.

LUIS ROSALES A Silvia García

De madrugada hay trinos en el aire, músicas que son luz o mariposas que aletean entre briznas de hierba -la presencia es un alay chopos que se miran en el río. Todo es mirar, oír, sentir que en la mejilla se ha detenido el sol igual que la belleza en las primeras rosas; que, hechizados, los labios aún conservan el sabor a manzana de otros labios. Mira cómo se va alzando, el tallo en vilo, tanta hermosura hacia la claridad, cómo despierta el coro de los sueños, cómo el agua pasa, a tu lado, hablando de sí misma ahora que la tierra está mullida, limpio el azud donde irán a beber las golondrinas. A veces, la presencia olvida y la hermosura se nos brinda como una lluvia ingrata. Pero si observas muy atentamente, frente a voces que brotan de los nidos, frente a germinaciones que apenas son de luz, verás cómo de fuego el aire va tallando, una a una, las rosas, hermosa sucesión de intimidades. ¿Oyes cómo clarea tu voz en la mañana que nos lleva a la orilla del gozo donde el tiempo es aurora, sólo aurora? ¡Empújame! Está aprendiendo a nadar mi corazón.

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CUANDO SON LLAMA LOS OJOS Yo sigo aquí, detrás de los cristales, barbotando palabras, dando nombre a las cosas más simples, deseando suerte al viento que lleva mis noticias hasta donde tú estás pisando sendas hacia la luz: yo sé que tú estás, hecha de luz, atenta a mi llegada. Con qué dulzura acude la mañana a tu requerimiento cuando empieza a callarse el jardín y el bosque empieza, rasgando la humedad de la neblina, además de a vivir a susurrar. Ahora la rosa es roble o abedul en cuyas ramas tienen nido el mirlo y el ruiseñor, la vida alojamiento. Bajo esta suave lluvia, qué distintas tus huellas: el invierno ya no es puerto de llegada, los álamos verdean, se cimbrean los olmos dulcemente aquí, entre tú y yo, cerca del río donde he venido a refrescar mis sueños. Juntos hemos vivido largamente la estación del fracaso: nos vencieron la soledad inhóspita, la noche que poblaba de dudas nuestras vidas y aquel duro silencio de los ojos al mirarnos, sin vernos, donde había sólo niebla y distancia. Hoy son llama nuestros ojos: está, al fin, el invierno lejos de nuestra sangre, suena abril en las sienes y no hay otra distancia en nuestro amor que el tiempo de una vida. TRES CANCIONES DE PRIMAVERA I Aquí, lejos de todo lo que no sabe a ti, para qué contestar tantas preguntas sin sentido si basta con mirar al fondo de tus ojos.

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Cuando llegue la noche, nos hallará vestidos con la luz de la tarde. En tus manos, rozadas por el agua, altas palmeras, cánticos, clamores; en mis manos, únicamente sombras y unas hábiles insinuaciones de la luz, por donde la memoria circula y se hace tiempo. II Yo seguiré soñándote. Mi sueño se hace voz que empieza a pronunciarte de mil modos en esta floración de la noche. Se oye el crujir de la luz que anda llameando sobre mi almohada y quiere atirantarme el corazón para que, al despertar, ya no se sienta solo y se me quede inmóvil de repente. III Ya eres flecha de luz. Ya nada soy sin ti: “sólo en tu corazón está la dicha”. AFIRMACIÓN DE LA ALEGRÍA A Maribel Ruiz, que mantiene viva la alegría a pesar de que su voz tiene aún restos de madrugada.

Amanece. Como una sombra herida por esta luz primera, la tristeza va cayendo -¡oh extrema lentitud!en las aguas aún frías de la alberca. Hay gorjeo de pájaros. Las cimas de los álamos como incendios de tórtolas,

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de nieve florecida, que trazan sendas nuevas a la alegría que, al despertar, tiembla como rosa recién llovida. Siento la claridad que llega de puntillas, acosada por un aire muy limpio, por caminos de aroma y esperanza. Tu voz sostiene todavía el peso de la niebla nocturna, pero es cálida y dulce cuando hablas de madrugada al corazón. Oyéndote, miro al cielo con ojos inocentes y pienso que es posible la alegría. ES NUESTRA LA MEMORIA

Dejaba tus ojos varados en el viento.

AMALIA IGLESIAS SERNA

Es nuestra la memoria de otra luz, de otra lluvia, de otro vértigo, de otra crepitación entre los labios. ¡Cuántos días de amargos soliloquios, de pájaros sin voz, de mariposas sin alas aquel último invierno, cuando la primavera no sabía escribir sobre el agua de lluvia la sílaba primera de tu nombre y dejaba tus ojos varados en el viento! Entonces, con tu perfil de nieve ante mi miedo, perdida entre la sombra, estranguladas las proas de tus manos, tuviste para mí preciosos gestos de cálida ternura; yo escribí para ti versos muy tristes desde mi corazón.

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Ahora la luz nos tienta y puedo verte, y aun sin pies puedo acercarme a ti y beber los corales de tu boca que proclaman a gritos el triunfo de la luz definitiva. Espérame acostada en el agua y deja que mis manos aprendan a trepar a tu cintura como la marejada: el verano sigue nuestras pisadas. CUANDO EL AMOR ES POSIBLE Amo la vida como a ti te amo. Son muchos los naufragios y es muy honda la cicatriz con que marcó el invierno nuestra vida. A veces, no he tenido un lugar para el fuego donde quemar aquellos veleros de papel que tú guardabas anclados en el mar arbolado de la alfombra. A veces, cuando no era posible navegar hacia la vida, se nos llenó el amor de rutas imposibles, de interminables soliloquios. ¿Cómo volverse a sacudir el ansia por morir? Yo no sabía pronunciar la luz; era, además de la lluvia, la primavera ambigua y la ausencia piedra angular de aquel invierno agónico. A mi lado aprendiste a morir.

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Vino, después, la luz para dar otro nombre a la estación. Yo me oculté contigo entre la luz y allí me hiciste huésped de tu boca y me enseñaste a poner los dedos en la ceniza. Todavía un olor a ceniza reciente impregna los rincones de tu cuerpo. Desde entonces ya no podemos olvidarnos. Déjame que me pierda contigo para siempre en esta luz de la luna de estío que hoy se inicia. Alicante, 21 de junio de 200o

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EL HUMO DORMIDO (2000)

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A Ignacio, Mercedes y Paco, que tanto han colaborado con su arte en mis libros, y a Ignacio Salvador Ayestarán y Soren Peñalver por su apoyo y crítica positiva.

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1 Algo se ha detenido en la amarilla copa del granado. Tal vez un rayo minúsculo de luz en este lento atardecer de otoño. Hace frío. Hojas de humo ascienden hasta un cielo crepuscular. Las aves migradoras dibujan, a su paso, fugitivas figuras, tan vivas como el grito de alegría de los niños que salen de la escuela. Se hace el silencio. Siento que la vida gira como una lenta, oscura noria, como un viejo dolor que se enquistó en el sueño y hoy, sin saber por qué, se ha detenido en la amarilla copa del granado. 5 de octubre de 2000

2 Hace ya tiempo que se durmió la tarde. Hay nubes de ceniza colgadas de las altas chimeneas, igual que de los árboles del bosque mi memoria. No se oye el canto azul de los pájaros. Ladran, junto al rugoso tronco del olivo, los perros a la niebla,

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tímida, que se abraza a las ramas más altas. Yo la contemplo, inmóvil, detrás de los visillos, como un humo dormido esperando el regreso del silencio. 5 de octubre de 2000

3 Detrás de los tejados palpita el humo. Vuela hacia la lejanía de los montes la luz violeta del otoño, esta mañana triste, grisácea de octubre. Bajo el redondo cielo, una lluvia menuda se acerca, perezosa, inundándolo todo: casas sin alma, calles deshabitadas… Y yo sé que esta lluvia apagará el incendio de fresa de tus labios y lavará tus ojos del óxido importuno de la noche, pero que no ahogará tu corazón. 6 de octubre de 2000

4 ¿Cómo podré librarme del flagelo de esta lluvia obstinada, de este sueño de ser sólo una sombra? Así se preguntaba un hombre contemplando

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restos de madrugada en las zarzas del borde del camino, a la entrada de un pueblo que no tenía nombre. Oyó entonces un viento que parecía humano, oyó el sordo sonido de sus pasos, y se adentró en silencio por las calles sin pájaros. Cansado y lleno de ceniza, se alejó muy despacio: la tristeza le mordía los labios. 7 de octubre de 2000

5 Hay tanta ausencia en tus ojos. A. LÓPEZ ANGLADA

Acércate, muchacha. Quiero hablarte del rumor silencioso de los juncos mecidos por el viento, del sueño luminoso de los álamos, de la quietud del agua de la alberca, de por qué me detengo "a la orilla del humo" para escuchar tu voz de barro tierno. Regresas de aquel bosque de tu niñez, esquivando los puñales del frío y nada sabes del dolor que provocan las distancias, de la amargura de perder la senda. Acércate. No temas. Hay un camino paralelo al río con un puente de dudas y de mirlos.

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Ella se aleja lentamente de mí con el cielo en sus ojos y un escuadrón azul de golondrinas. 7 de octubre de 2000

6 “Acércate, tristeza,” a dormir en mi sangre. La tarde ha desatado la jauría del viento: cada esquina es un ladrido agudo; cada chopo, un violento y amarillo aleteo, una danza frenética a contraluz. Mis ojos se pierden por un cauce de ceniza, mi voz de humo y miel entre la bruma, río abajo, que avanza a mis espaldas persiguiendo mi sombra. El aire huele a humo: en sus extensas alas navego por el tiempo buscándole paisaje a mi tristeza. Hace ya muchos años, no sé dónde, que la muerte me espera en un rincón de helechos y de ortigas jugando con la escarcha. 9 de octubre de 2000

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7 Alza los ojos. ¿Las ves? Son las pisadas que ha dejado en la nieve. ¿Adónde llevarán? ¿De dónde vienen? Todo es lejanía. Queda un hilo de penumbra que acrecienta el dolor de la luz, que un viento gris flagela, y el estupor cansado del agua fugitiva que arrastra mi tristeza. Anochece en mis ojos. Mi voz de humo sostiene en los labios, dormido, el amargo sabor de la muerte. 9 de octubre de 2000

8 De nuevo aquí, sentado a la orilla del aire, -¡qué altos, Dios, los pájaros!-, a la orilla del humo dormido, -“el humo hace señales de distancia”-, a la orilla del tiempo, todo yo pasto oscuro, sueño, frente a la luz cuando la luz no basta para salvar el sueño ni levanta barreras contra la muerte. 18 de octubre de 2000

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9 Tus manos, olvidadas. Mis manos, perdidas en tus manos. No puedo hablar, dijiste, -ahora entiendo por qué José Ángel Valente dice que con las manos se forman las palabrasy yo me estremecí por tu silencio. Entonces comprendí que era la vida como un frío cuchillo, como una fría llama que impedía pasar del otro lado de la muerte. Por eso, como entonces, me detengo al borde del arroyo donde bebí tu boca y esa fracción de eternidad que alentó tus palabras. 19 de octubre de 2000

10 En el amanecer de este lunes de octubre, negros presagios, húmeda la memoria, trémula e indefensa la palabra. Igual que hace ya tiempo, la tristeza viene del mar en forma de lluvia oscura y pertinaz. Irrumpe en la vida, acaso en el amor, cegándonos los ojos y los sueños, mudando en llanto nuestra risa. ¿Cómo el largo viento del otoño puede calmarse de repente?

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Sólo pequeñas ráfagas y algunas conversaciones rotas hacen menos amarga esta asombrada luz en la ciega mañana. Se deshacen lentamente las horas mientras la lluvia intermitente nubla el sueño, y el deseo -restos de vida oscuraanida en los rincones de uno mismo esta mañana de dolor. Tu voz -“algo tus labios hiere” bajo esta luz cansada-, quiere saber de mí hoy, lunes veintitrés de octubre. -¡Dime, dime!-. Y te estallan las venas. Parece que la lluvia no ha logrado borrar aquel amor… 23 de octubre de 2000

11 Despierta. Abre al día ventanas y balcones. Asómate. Contempla el oro del otoño tendido en los viñedos, el vaho de la tierra, tierno y cálido, alzado hasta las ramas más altas del manzano, la sombra del ciprés, profunda y alargada, la desnuda quietud de los chopos del río, la escarcha de los prados,

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la “espesa luz ardiendo en los castaños”, la belleza cautiva de los robles. Y quédate en silencio frente a la habitación observando cómo el tiempo se eleva a plenitud en cada hoja muerta hasta que el viento llene el gran vacío que ha dejado tu cuerpo. 26 de octubre de 2000

12 ¿Y para qué los sueños? ¿De dónde nace este clamor de muerte? En la mañana húmeda y soleada, el vuelo de los pájaros, rotundo, circular, y el ciego despertar de la memoria que no sabe de dónde, que no recuerda adónde ni por qué, ni la hora de este clamor de muerte. Pero el cuerpo, gloriosamente ardido, está ahí, oscura materia, exacto límite bajo techos extraños, sin nada que le ayude ya a subir el último peldaño hacia la vida. 26 de octubre de 2000

13 Una pequeña luz del nuevo amanecer, entre nubes. Me asomo al mundo “con el fervor de aquel que se despide de todo y de sí mismo”.

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Está lleno de veleros el mar, los árboles de pájaros cantando que luego vuelan a ras de este primer albor. Convoca el día al júbilo de ser sabiendo que la muerte es algo inesperado, muy ajeno al otoño que se ciñe con fuerza a la cintura de los álamos. Crece muy lentamente la luz en este día de noviembre en Alicante entre nimbos de humo y de ceniza. Todo aquello que juzgo tiempo de no morir se esfuma de mis manos igual que de los ojos las velas de altar mar y del árbol los pájaros. 15 de noviembre de 2000

14 Todo mi ser es tiempo, humo que se diluye lentamente, algo de afán, quisiera decir sueño, río de soledad, palabra, a veces, sin destino, grito que sobrevive -¿sobremuere tal vez?al tiempo, al humo, al río, a la palabra. Tengo un poco de leña todavía junto al fuego encendido en donde, en el otoño, el amor se calienta, y una simple esterilla en la que toma asiento y consulta a las brasas con la mirada.

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Arde, entonces, la vida como tronco sumiso hasta hacerse ceniza enamorada mientras se va apagando la ciega soledad. 15 de noviembre de 2000

15 Alguien te dejó colgada de las almenas del viento como nido en el ciprés más alto del cementerio. Al despertar, te rondaba un tenue rumor de besos; al anochecer, las sombras, la soledad, el silencio. 16 de noviembre de 2000

16 Después de leer El aroma del tacto, de José Luis Morales.

Hay nombres que no sufren las trampas del olvido, el acoso constante de la muerte. Están vivos en la memoria. Son huéspedes eternos del aire en llamas: vuelan -puro fulgor- ingrávidos, se pierden, y regresan al labio que los crea al pronunciarlos: rosa, aunque no tenga aroma; pájaro, aunque no alcance el cielo con sus alas; viento, aunque haya perdido el tacto su frescura; amor, aunque esté lejos…

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Lo que nos finge vivos, porque “nunca florece un nombre en labios muertos”. 11 de enero de 2001

17 Cómo danzan los álamos mientras la lluvia, acompasada, lava de oscuros, torpes sueños el corazón y el viento húmedo del invierno me devuelve, impasible, mi soledad y tu silencio. Huele toda mi vida a humo, tiene sabor a humo, a musgo requemado por nocturnas migajas de rocío. Bajo un cielo plomizo vuelan gaviotas blancas cuyas alas, enormes, degüella un aire gélido. Suave, una luz de miel y de ceniza bebe con avidez el humo gris de mis ojos que, en este crudo invierno, esperan ver, de nuevo, el aleteo blanco -rosa quizá- de los almendros. 12 de enero de 2001

18 Cruza el cielo, a estas horas de latarde, una inmensa bandada de estorninos. La calle está desierta. A lo lejos, flotando levemente, nubes bajas se apelotonan sobre los tejados de la vieja ciudad que parece dormida en brazos de la muerte.

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Dura la lluvia en los pequeños charcos donde se ahonda el sueño desde el amanecer. Desciende a ras del suelo la tristeza, una tristeza vaga que enmascara tu canto y mis palabras. Desde mi acomodada lejanía alzo los ojos sobre la memoria anegada en la lluvia y veo, ebrio de humo, lo que aún me ata a la tierra. 12 de enero de 2001

19 Alguien, desde el silencio, desde el cansancio, desde la tristeza, llama cuando la noche cae y se regresa al ámbito feliz de la memoria. Golpea mis oídos “su amoratada voz” hasta llagar mi nombre. No adivino quién sea. Hay momentos en los que la palabra es una despedida. Y se habla para huir. Como el tiempo es hostil, -la lluvia arrastra pájaros de humo-, viajar no es tan sencillo, y vuelve esa voz rota a llamar nuevamente desde el agrio silencio, desde el cansancio, desde la tristeza. 12 de enero de 2001

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20 La noche ha sido larga, lento el amanecer. Tiene el cielo el color tostado del tabaco. Si amaina el viento, volverá la lluvia a cegarme los ojos. La lluvia crea espacios inhabitables, ámbitos de soledad donde el dolor se enreda hasta que el sol lo inflama y lo reduce “a los recintos íntimos del alma”. ¿Qué haré para beberme su ceniza “si el labio no da cauce” a los húmedos ojos? Desafiando al viento, he vuelto a la arboleda donde mi voz se ampara de la lluvia, sale del tiempo y entra en el silencio. 13 de enero de 2001

21 Todavía es posible desalojar del alma la tristeza, levantar de las cosas el polvo que las tiene sumidas en el sueño. Todavía es posible deslizarse hasta donde tú estás, recobrar la memoria del paisaje, aquel azul romántico del cielo, de la mar, el sabor agridulce de la añoranza, ser huésped de la luz. 14 de enero de 2001

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22 Hoy he salido al aire frío de la mañana. Quedaban en el césped restos de la tormenta, el vaho de la lluvia en los olivos. Brilla el sol, vuelan pájaros de esperanza: regresan, de nuevo, a su amorosa geografía. El árbol es gorjeo, llama las ramas y quejido apenas tu voz, la más sutil de las brisas de otoño. De golpe, acrisolando rayos de luz, henchidos de gracia y plenitud, los primeros almendros florecen en los ojos. 15 de enero de 2001

23 La rutina del aire llamando a cada instante sin esperar respuesta. Van pasando con lentitud las horas. Entre nubes, la claridad violeta. Y el silencio que una lluvia temprana hace fecundo. De cuando en cuando, un giro, un aleteo: se oye que la vida se va con el último trino, que llega germinando deprisa en cada rama. Aquí, a medio camino de enero, está el milagro, puro deslumbramiento.

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¿Acaso sólo se hace de rosa la luz en primavera? 16 de enero de 2001

24 Me he lavado las manos en el azud donde los mirlos beben cuando cae la tarde. Con las manos ya limpias, mis dedos aletean entre rosas. Hace ya mucho tiempo que me adentro en el sueño sin que mis ojos vean cómo arde el crepúsculo. Tiembla mi corazón si asciendo a la colina de la luna de enero en busca de la nieve. Mi corazón, enfermo, padece el mal de altura como el invierno. Avanzo con los brazos abiertos como un río para no tropezarme. Hay un júbilo extraño debajo de los álamos de bruma, de los arcos del puente que lleva a las lagunas, lejanísimas, en cuyas aguas vierte su azul el firmamento. Alguien me está empujando hacia la claridad cuando la noche, de rodillas, está de espera aún, sin gallos y sin trinos, echando un pulso a una promesa. Quieta la tiniebla madura. Sólo el aire se bate con las ramas de los pinos

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y huye, volando a ciegas, hacia el definitivo resplandor. 17 de enero de 2001

25 Sé que la muerte tiene paso pausado. Viene, a veces, deprisa y busca, perezosa, dónde hablar, en qué vuelo, en qué junco puede mecer el sueño, las pequeñas memorias que son toda la vida. Hace frío. Cae una lluvia fina desde el amanecer. A media luz, la muerte parece más cercana o más íntima. Hablo aquí de la muerte silenciosa, prudente, que espera en un recodo de sombra, no en el aire donde la vida tiembla, ni en el mar que renace en cada ola; de la muerte que aguarda, arteramente lúdica, debajo de esta luz desvanecida en el borrado bosque por donde yerra el pensamiento. Ríe porque sabe que el tiempo, nuestro tiempo, va pasando y que nada de lo vivido vuelve. Pero en este momento la veo pensativa y asustada. “Y siento que es mi vida quien la aturde”. 18 de enero de 2001

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26 ¡Oh este dolor azul! Gira el viento y no logro salir del humo. Sopla, muy frío, el Norte, que sacude el sueño y despierta en la sangre relámpagos de escarcha. Las palabras, ebrias de soledad, se enquistan como el dolor. Hay un rayo de luz anaranjado, pálido, de bruces contra las hojas de la tarde. Doy unos pasos sordos hacia la noche. Acudo a la memoria, que no redime al hombre de la tristeza. Sólo el olvido salva del dolor. Y la sombra, cautiva de los árboles. Cuando sobre ellos cae “el peso de una sola oscuridad, sólo el canto perdura”. Y es sueño el árbol como el aire vuelo sin antes ni después. Presente absorto. 22 de enero de 2001

27 Si vieras cómo aviva el vuelo la mañana. Lentamente se ha ido deshaciendo el entramado de las sombras.

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Brota sutil la luz, delgado el canto de la cima de los árboles. Piden respuesta. Esperan. Todo es fulgor de pronto, coral exaltación. Después de tanta noche, quedan huellas de ti: acusa tu presencia gozosa el barro tierno, el canto la celebra. Solo yo no he sabido intuir tu llegada acaso porque nunca he contado los pasos que aún tenías que dar. 25 de enero de 2001

28 ¡Cómo se precipita el tiempo hacia la sombra! El humo detenido atiborra la vida de símbolos ambiguos. Miro mis manos: vórtices de soledad; los ojos, pozos ciegos en donde anida, abreva la tristeza. Arden las hojas de los últimos robles contra el oscuro seno de la tarde. ¿Qué poderosa llama las incendia para que, superadas las ruinas de la noche, vuelvan a arder sembrando de esperanza el humus infecundo de la muerte? 25 de enero de 2001

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29 Toda la noche el viento huracanado agitando mi vida. A estas horas de la mañana acuso la fatiga. En los ojos se me acumula el sueño como la niebla intensa en las palmeras que hay detrás de la casa. Ésta ha sido la noche de los pasos perdidos, de los ángeles locos del insomnio, del gemidor aullido de los perros. El viento me ha dejado al descubierto las más viejas heridas, me ha sacudido despiadadamente como a un árbol al que apenas sostienen unas viejas raíces. Y he sentido el vértigo cercano de la muerte. Me he preguntado si será verdad que ya he vivido mucho tiempo. ¿Llega acaso la muerte como huracán nocturno o es “el cristalero azul de la mañana?” Presa de este olor claro que el humo va dejando en la alta madrugada de este final de enero, salgo a limpiar el aire del dolor de estar solo cuando más te requiero. 29 de enero de 2001

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30 Inexorablemente camino hacia mi noche por intrincados dédalos sin que nadie me aísle de esta humareda insólita. Sin embargo, todavía no es hora de morir. Alicante, 30 de enero de 2001

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REGRESO A LA ARCADIA (2001)

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A mis padres, hermanos y abuelos. A FustiĂąana, donde estĂĄn mis raĂ­ces, y a su gente.

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CUANDO NADIE TE ESPERA I CUANDO REGRESO AL PUEBLO, sé que nadie me espera. No me espera mi madre, que en los años cincuenta se llevó, silenciosa, su media ancianidad hasta Galicia donde acabó, rompiendo su silencio, ofreciendo a la tierra el derecho a una herencia. No me espera mi hermano Jesús, que arrojó al mar sus esperanzas de volver un día y se le quedó el alma siempre achacosa de melancolía. No me espera mi hermana Amelia. Ella prefirió mariscar las rías altas, comulgar con la lluvia y con la niebla del poniente hasta que, joven todavía, alta de nieves, se nos fue sin dejar de mirarnos. No me espera mi otro hermano, Ángel, que sigue atravesando el río de la vida por el vado de la jubilación en tierras de Navarra. No me espera mi hermana Carmen, la más pequeña. Acaba de cumplir sesenta y cuatro años y anda, a veces, algo arrugada por la soledad en un pequeño pueblo con su plaza y su iglesia y con su río cuyas aguas se aprietan contra los caseríos y los bosques de pinos y de robles. No me espera la casa de mis abuelos, llena de meandros,

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por los que discurrió el agua de mi infancia y la de mis hermanos y mis primos. No me espera mi padre. Salió una hermosa noche de verano a contemplar el cielo, las estrellas, la luna… Y regresó con dos chorros de sangre entre las cejas y con un cigarrillo medio encendido aún entre los labios, para irse definitivamente a hablar con los abetos y cipreses, a esconder su clamor bajo la tierra. II ¿Qué haré si ya nadie me espera, ni tengo casa donde descansar de la fatiga de vivir y el río ya no se me hace infancia como entonces? Todo se lo ha llevado la corriente. Quedan apenas ya algunos viejos árboles que mis ojos nunca vieron crecer, no aquellos que brindaban su fruto a nuestras manos, su protectora sombra a nuestros sueños y donde, tras el baño clandestino, se nos quedaban muy frecuentemente dormidas las palabras. Sé que nadie me espera: solo la inconfundible música del cierzo, su rasgueo en las ramas de los fresnos, su beso acuchillado en la mejilla, y "una puerta de memoria entornada" por la que entro al pueblo, y recorro sus calles y sus plazas con pasos vacilantes porque no sé los nombres de quienes se me cruzan y me miran

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como a un extraño. A veces, sin desviar la vista, miro hacia el horizonte, allí donde parece que el río se detiene, y el cielo se detiene: y sólo veo aquel camino estrecho que me llevó a la fuente tantas veces para apagar mi sed, o aquel, ancho, que iba hasta el Ebro, entre campos sembrados de maíz y de patatas, entre huertos plantados de frutales que sostenían su preciosa carga y la savia sonora de los pájaros. III Hace años que hay una calle larga, junto al canal, que lleva mi nombre y apellidos: es la calle donde nací muy antes de la guerra española, donde crecí muy lentamente, donde, al recorrerla hoy, veo a aquel niño huérfano que sabe el precio que pagó a la vida por unos días de felicidad.

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I ACUARELAS

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EL DESPERTAR DEL HUMO BAJO EL OLMO GIGANTE, dos mujeres haciendo la colada. Hablan como en susurros de la inquietud del agua, del dolor de las sábanas sin sueño, del olvido imposible, del que llega del campo como sombra sosteniendo en sus ojos un cansancio de años y del millón de muertos en la guerra. Hay vacas abrevando un poco más arriba, cerca del puente que daba acceso al campo. Arde la cañavera. Volutas de humo ascienden al manzano dejando entre las hojas, engarzados, mil sueños. Se escuchan, a lo lejos, las lentas campanadas del reloj de la plaza, polvorienta, que a la vida devuelven su lento palpitar. ANTES DEL ALBA A mi hermana Amelia, in memoriam.

EL TIEMPO NOS MORDÍA LOS TALONES Tú llevabas el cántaro de barro amanecido dormido todavía en la cadera, yo seguía tus pasos sumido en el sopor dulce y azul de la mañana, llenos los párpados de oscuras mariposas. En la fuente de los caños pintados el agua parecía hecha de brisa,

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la brisa hecha de azules golondrinas, de trinos de nostalgia. Sobre la luz mojada del crepúsculo, el canto de la alondra despertaba el vuelo matinal de los cerezos. El pueblo, en su distancia justa, aguardaba dormido, temblando entre maizales y bancales de alfalfa, el agua de tu cántaro que aún rezumaba estrellas. REGRESO A LA ARCADIA COMO CUANDO ERA NIÑO he vuelto, ilusionado, a ver el río, a recorrer la senda de las viñas, a colgar de los álamos mis sueños, a recoger delgadas ramas de fresno joven, a tender en la sirga de la barca mi soledad. Después de tanto tiempo, el agua sigue, herida, arrastrando almadías de nostalgia río abajo. En la Mejana hay árboles con pájaros de luz que deslíen el aire con su canto. Hoy no es día de riego. Sueña el agua dormida en las acequias y la vida gira por los caminos de la huerta alentando cansancios, suspendiendo del alma retazos de esperanza.

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13 DE DICIEMBRE DÍA DE ROMERÍA. Sopla un viento astillado. En el pueblo, este viento tiene su nombre propio. Viene de Las Bardenas y casi no hay dolor que no lo haya sufrido. Arriba, en el cabezo, brilla la ermita de Santa Lucía. Hay un viejo camino entre olivos y almendros y mariposas muertas que conduce a la cima. Allí el alma se llena de silencio, los ojos de barrancos, de buitres que, al hedor de la carroña, acuden en bandadas para saciar el hambre. Luego, con vuelo lento, se elevan a los ámbitos donde reside el aire. Limpia el cierzo de nubes el cielo azul de invierno y provoca en los labios una plegaria que arde sobre el tiempo. ESTAMPA DE INVIERNO LA LUZ DE LA MAÑANA tiene un color lechoso. Hace ya muchos días que amanece con promesas de sol. Mi madre ha madrugado. Una vez más ha ido con migajas de escarcha entre los labios a limpiar remolacha. Es todavía joven, pero la soledad y la tristeza la están envejeciendo.

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Es noviembre. Detrás del humo añil de los sueños quemados, no es fácil la esperanza. Han dejado los astros de temblar sobre la hierba. Cientos de enlutadas figuras mueven las manos, ágiles, tan ajenas al frío como la voz que llega, algo lejana, del arriero gritando a las acémilas. Cristalizan las sombras sin menoscabo de la dura tarea. Yo me quedo esperando, presa de un gran dolor, junto a la lumbre, por mecer, cuando vuelva con hebras de ceniza entre las uñas, en mis brazos de niño su cansancio. LOS DÍAS AMARGOS

A mi hermano Ángel

REGRESA DEL MOLINO con la camisa blanca y el pantalón azul que le hiciera su abuela. Es la tarde gloriosa paleta de pintor en la que triunfa sobre un fondo cereza y nazareno un resplandor naranja. El agua va llenándose de soledad, el aire de abandono cuando cruza, en silencio, el puente del canal. Nadie sabe en qué piensa, por qué regresa solo, sin la ración de harina

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con que amasar, de noche, el pan de la tristeza. AQUELLOS DÍAS LEJANOS DETRÁS DE LA VENTANA me he visto desgranando, uno a uno, los días de mi infancia. He vuelto de la escuela como si regresara de la vida. Don Eduardo, el maestro, me ha prestado un libro muy hermoso, porque sabe que es muy alto el dolor que aún llevo enredado como tela de araña. Escucha con paciencia mi amoratada voz. Y me contempla, humilde, mientras dicta: Escuchad el silencio que se respira cuando vais al campo y os ponéis a la sombra de las higueras del guardacanal. Mientras escribo, pienso en aquella muchacha que, en su día, me sorprendió cortándoles la cola a un par de lagartijas. Y escucho la ternura de su celeste voz que aletea en mi sangre. LA SENDA DE LA FUENTE FULGE EL TIEMPO. Es la tarde un bullicio vital. Zurean las palomas torcaces, zumban las abejas, un enjambre de avispas deja, al beber, el agua enfebrecida.

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Las cañas hacen grata la sombra luminosa que proyectan sobre la estrecha senda de la fuente. Alguien ha visto un nido colgado del azul, pero sus brazos se alargan por encima de los delgados juncos persiguiendo imposibles mariposas que le dejan ardiendo la mirada. Trae el aire un temblor de cerezos. “Alfareras del tiempo”, las muchachas pasan cargadas con sus viejos cántaros, nos miran, se sonríen y se alejan. Ensayan los vencejos su vuelo más frenético. Tiembla el canto del ruiseñor en la enramada. Vuelven las golondrinas, antes de que el agua atardezca, a buscar barro tierno muy cerca de la fuente donde están retratados aquellos ojos garzos que no puedo olvidar. EL GRANERO EN INVIERNO subíamos al sol de la solana, al lado del granero del abuelo, a jugar a las chapas. Sobre el desnudo suelo con restos de hojarasca, revueltos nuestros sueños y algunos viejos naipes como trofeo único.

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Era el humo el abrigo del corral, donde ardían restos de paja húmeda, preludio de la niebla que, luego, adelgazándose, se tendería, lenta, sobre el pueblo, las huertas, la memoria, la vida. Un pájaro infeliz cruzando el cielo era la viva imagen de mi espíritu aleteando hacia la colina de la nostalgia. Del techo del granero, como absortos murciélagos, colgaban los racimos de uvas pasas atesorando azúcar. Dentro de pocas fechas sería Navidad. La abuela, en la cocina, preparaba, en silencio, el guirlache. Pero, de vez en cuando, se asomaba y volvía sus ojos hacia el humo, hacia la soledad tostada de la miel y los piñones que ahora reposaba en el alféizar de la ventana. Luego les tocaría el turno a los roscos de vino, al pan de leche, a aquellos mantecados que hurgan todavía en mi memoria con su sabor a escarcha. La sombra enmudecía en el granero. El silencio rodaba escaleras arriba a fundirse en un abrazo íntimo con el humo y la niebla aletargada sobre las chimeneas.

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LA TORMENTA QUEDAN GOTAS DE SOL en los charcos dormidos. La piedra ha sacudido violentamente las cosechas: está tumbado el trigo, asolada la huerta, lugar, hace un instante, de sueños y oropéndolas. En el lejano cielo flotan negros, errantes nubarrones. La tormenta se aleja lentamente hacia el sur. Culebrea el relámpago de la tristeza: a estas gentes humildes “se les llenó de barro el corazón.” LA HOGUERA SE VUELVE A LA MEMORIA igual que a los remansos del otoño: por caminos que huelen a brezo y hierbabuena bajo las altas bóvedas de luz roja y dorada o por trochas de ortigas y una luz casi enferma que enloquece a los pájaros. Aquello que convoca nos lleva, peregrinos del tiempo, a lo que amamos. Hoy recuerdo la hoguera donde, presas del humo, asábamos mazorcas de maíz. La plazoleta del herrero era humo, rescoldo, instantes deslumbrados y un constante clamor.

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Por la empinada cuesta ascendían los asnos, rezongando, con su pesada carga de tristeza y un fuerte aroma a hinojo. Alguien arrojó al fuego un manojo de zarzas con gesto silencioso. Dicen que tiene aún ortigas en los labios, que su nombre sigue ensartado al humo y al silencio. En la distancia, todo parece un sueño dulce. La memoria sigue estando habitada por las últimas llamas, el crepitar constante del maíz y aquella luz de infancia que empieza a sentir frío. TARDES DE VERANO DORMIR LA SIESTA era salir del tiempo, alejarse, unas horas, de los caminos que nos conducían al riego de Balbino, donde aprendimos a nadar, o a la sombra indiscreta de la higuera. Todavía mi voz se enreda entre las zarzas y se tiñe del color de las moras bajo la luz de estío que caía implacable sobre el campo. Hoy no he salido al aire de la tarde a recoger alfalfa, ni a llevar a la mula del ramal para que no tarace

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las recientes espigas del maíz: me he quedado esperando, ya en la sombra, para ayudar a Carmen o a Santiago a sentar su dolor frente a la calle que ahora lleva mi nombre y a luchar, junto a ellos, por mantener "el ritmo de la respiración". Agustín, el barbero, me ha cortado el pelo al cero. Dice que lo exige la higiene. Y yo pienso que es inútil ir contra la costumbre. Ahora, en vacaciones, ya no importan el pelo, ni la regla de tres, ni recordar aquella interminable lista de reyes godos: sólo importa vivir. Resbala el sol de julio sobre el manzano joven y los viejos ciruelos mientras las golondrinas atraviesan, chillando, el cielo de la tarde. Cada puerta es un susurro oscuro, una conversación a media voz, endulzada por la miel del crepúsculo. Como entonces, vuelvo a hundir mi memoria en la paz de los campos, a quedarme en silencio para seguir soñándome aquel niño que fui.

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DÍA DE FIESTA ES DOMINGO. Tendrás que madrugar, lavar tus ojos en el agua fría de la noche. Luego, -tras riguroso ayuno-, con tus zapatos limpios y la ropa de fiesta, acercarte a la iglesia. El pórtico está lleno de sueño, de murmullos, de entrecortadas frases, de risas incipientes y de severos gestos. Tiembla el humo en las altas chimeneas. Lenta, la luz se va adueñando de las calles, abre puertas, se instala en cada casa y se llena de júbilo y de Dios la mañana. EL PRIMER BESO ERA DE NIEVE. NIEVES SE LLAMABA aquella muchachita de las manos de nieve que acarició mis sueños. Siendo niños, nos asomamos juntos a la bodega íntima del corazón. Allí aprendimos a sellar alianzas, a encumbrarnos hasta el primer peldaño de la vida. Vestimos la alegría de blancos lirios, dimos al viento la tristeza y, en el rincón en sombra del granero, aprendimos a desmigar con avidez el pan que amasaban los labios.

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A solas, bebo el vino que resbala, desde entonces, muy lento, por mis mejillas. Siento que, a veces, me acarician "sus obstinadas manos amorosas", que me llama con una voz azul, distante y cálida, como si en mi memoria no hubiera espacios para la blancura y la niebla empañara la dimensión precisa de lo que entonces fuimos. Y no logro salir de sus palabras. CAMINO DE LA NEGRA A veces, en el cielo de madrugada hay signos claros de lluvia. El pueblo duerme ajeno al incendio que provoca el relámpago por detrás de La Negra. A horas tan tempranas solo se oye el canto de los gallos, el ladrido angustiado de los perros que barruntan tormenta, el llanto de las ruedas de los carros, el sordo latigazo del trueno restallando entre barrancas mientras una luz ciega, medio borracha, envuelve el lento amanecer. Como pequeños corazones muertos, las hojas del otoño, levísimas, reposan sobre yerba agostada.

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¿Adónde irán, bajo la lluvia ingrata, luchando contra el viento, contra la soledad que todo lo desnuda? Hay horas de camino hasta La Negra y hay que cruzar lagunas de tristeza y cansancio. Desde la lejanía oigo cómo me hablan si me acerco, y siento el escozor de su silencio en mis ojos de niño si hago el ademán de perderme en el frío de los años. Con mis ojos de lluvia contemplo su cansado caminar por aquel laberinto de gredas luminosas, cómo ascienden, mordidos por el rayo, para sembrar de nuevo la esperanza. EL VIEJO CEMENTERIO Los he visto dormidos, quietos bajo las lápidas. Y me he puesto a jugar sobre su tumba, a nombrarlos con voz queda, muy próxima, uno a uno, atento a su silencio, provocando sus llamas. Pero un viento iracundo con sabor a ceniza excarceló los gritos de todas las hogueras, el clamor bardenero del crepúsculo, llenándome la boca de harina ardiente. Supe que algo había cambiado, porque no recordaba esos tapiales, esa larga avenida de cipreses, de disformes olivos, de asientos donde aspiran

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el sol de primavera los que apenas soportan la vida entre sus manos campesinas. ¿Qué ha sido de aquel viejo cementerio sin calles y sin nichos, sin apenas la sombra que cobija, rebosantes de pájaros, donde nuestros abuelos descansaban sobre la tierra humilde? Hoy que el recuerdo vaga sin rumbo por las eras que abrían sus espacios infinitos a la mirada, busco dónde posar los ojos, cómo salvar mi voz de barro blando del asedio del tiempo antes de que se instale en mi memoria rota. Sé que ocupan su sitio, pero no los encuentro: tendré que acostumbrarme a su mirada náufraga, a sus voces de humo y de madera, al vértigo del tacto que ya no sufre ausencias. Sin embargo, hay algo que me sigue a través del silencio mientras de nubes bajas se va cubriendo el cielo. ELEGÍA DE AGOSTO

Por esta ausencia tuya mi voluntad madruga.

JESÚS MAULEÓN A la memoria de mi padre

Como otras veces, vuelvo a madrugar contigo esta mañana azul de agosto. Centellea el agua en las acequias,

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en la quietud sonora del pilón donde abrevan las bestias. Súbitamente un grito desgarrador se ciñe con violencia a mi cuerpo y se adentra en el alma en la alegre mañana de mi agosto infantil. Salgo de la memoria. Continúa la fiesta. Sigue abierto el callejón en donde la vaquilla de duro cuerno hirió de muerte mi alegría. Tiembla, bajo la higuera, tu hermosa voz. Me hablas como en susurros para que nadie sepa qué hice del dolor. Por las calles en sombra corretea la muerte que ignoran las muchachas cuyas risas abren sendas de luz. LA VISITA DEL CIERZO Con frecuencia se le oye ulular. Llega furioso, juguetón. Golpea las mejillas y deja entre los labios un amargo sabor a nata sucia. Luego, se aleja murmurando por las calles difusas del pueblo, arrastrando, en su huida, hojas muertas, restos de caracolas, cúmulos de tristeza y malos sueños. Si madrugas con él y vas al huerto, oirás cómo ríe, burlón, entre los árboles

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y verás cómo nimba de azul aves y nidos. Si lo esperas sentado a orillas de ti mismo, defendido detrás de los cristales que no aíslan del aire, es posible que no alcances la luz que toma cuerpo en ti y se hace tiempo en ti. Este viento establece distancias y te deja hablando a solas, con los ojos tristes, sin polen en los labios frente a la luz madura que se desgrana entre los viejos álamos. Unas veces se enmascara en la sangre como el miedo, impidiendo que vuelvan las palabras a ser de fuego. Otras, abre sobre la piel, como el tiempo, surcos irreparables por los que corre el agua de una lluvia quemada. ¿De dónde viene el cierzo que nos deja beodos, negados para el júbilo del sol de mediodía? ¡Cuántas veces he querido volver a la memoria de otros aires más suaves -los árboles en paz, el río sosegado, abstraída la huerta junto al canal- y he visto cómo el cierzo escribía con mis dedos caligramas de amor que hoy no puedo olvidar!

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II RETRATOS EN SEPIA

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EL HOMBRE SIN VOZ EL HOMBRE LLEVA EL ALBA en sus ojos. Pasa, la azada al hombro, sin detener el paso, cabizbajo, hablándose a sí mismo con un lenguaje mudo, sin que nadie adivine su soledad. A veces, los muchachos lo insultan. Él observa los juncos del arroyo, escucha el crotoreo alto de las cigüeñas y se aleja, sin prisas, con un dolor reciente en el costado. EL VENDEDOR DE PERIÓDICOS A la memoria del ciego Macario.

VA VENDIENDO PERIÓDICOS, regalando sonrisas. En las noches de estío, llena la calle de aromas de guitarra, de canciones nostálgicas. Sube del campo un fresco olor a alfalfa recién segada. Hace algunas fechas que, en silencio, los niños vigilan los ribazos de la noche donde surgen millares de luciérnagas haciendo guiños a su fantasía. El viejo vendedor de periódicos sigue cantando hasta que se le llena, de nuevo, de azahar el corazón.

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RINCÓN BUCÓLICO Recordando a "Pachichito".

TIENE LA CUADRA CERCA DE LAS ERAS. Todas las tardes baja las vacas a abrevar. Van sucias. Por la cuesta cabecean, cansadas; él también cabecea como si fuera el único lenguaje que conoce. No sé si Pachichito ha sorprendido el vuelo oscuro de los pájaros alguna vez. Quizás ignora que hay estrellas del color sonrosado de las ubres, pero ¡qué maravilla verle muir! Parece que de sus manos brotan chorros de luz que bordan un encaje de estrellas en la espumosa nieve del caldero. De vez en cuando, silba o ríe Pachichito, yo no sé, porque en sus ojos hay residuos siempre de lágrimas y olvido. EL ABUELO EL ABUELO NO ACABA de llegar de la huerta. Finalmente, lo anuncia su peculiar manera de toser. Viene cansado. Trae tres dorados racimos de moscatel y, presa en las alforjas, la mañana cuajada de granadas. Son sus ojos secretos manantiales de claridad azul que se posan sobre los negros ojos de la abuela. El abuelo se sienta junto a la claridad de la ventana.

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Habla de la tierra del Soto, de cómo la oropéndola ha construido el nido en la paz perfumada del ciruelo. Dice que hay que cruzar el Ebro para ir al Quebrado a roturar, que tiene el sueño herido, picoteado por las golondrinas que han vuelto a hacer el nido en el alero. Luego, se calla y descabeza un sueño mientras la abuela pone con dulzura la mesa, pues se acerca la hora de comer. PINTOR DE ATARDECERES

La memoria nos abre luminosos corredores de sombra.

JOSÉ ÁNGEL VALENTE Al pintor Forés

SOLÍA pintar atardeceres. Vivía solo. Era compañero de la lluvia, pero tenía dentro de sus ojos paisajes de luz donde aletean aún las mariposas. TARDE DE COMETAS SUEÑA CON LAS COMETAS. Sopla el cierzo. Es el día de izarlas hasta rozar las nubes como si fueran pájaros multicolores. Vamos todos tras él. El miedo juega con la ilusión igual que el viento con la llama.

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Habla desde su altura y tensa las palabras, y nosotros, los niños, tensamos la esperanza. Rueda muy lentamente el sol sobre las eras. Florecen las acacias a orillas del canal y se espesa la sangre con la espera. Nadie sabe por qué no han dado todavía la orden de soltarlas. Alguien piensa que la luz nos engaña, pero se culpa al viento, al bastidor de caña, demasiado pesado, a los chopos, que tiemblan de soledad muy cerca del agua adormecida. Muere la tarde. Una vez más nuestros sueños de niño se desangran entre las amapolas. LA LUZ DE LA TABERNA Bastaba con cruzar la calle. Tras la vieja cortina, un pequeño zaguán, envuelto en sombras. Hoy no recuerdo el número donde el tío Ponciano tenía su taberna. A su tiempo, una luz imprecisa anunciaba que el vino, después de regresar del silencio y reposo de los odres, cantaba en los porrones y en los vasos alineados sobre el mostrador.

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Ardían las palabras. Fuera, el cierzo aventaba las calles. De vez en cuando, alguien se acercaba, arrastrando su cansancio, a enjugarse los labios con aquel vino ácido con que se celebraba la amistad. Tío Ponciano hacía honor al nombre de tabernero. Siempre atento, conjugaba momentos de elocuencia con algunas migajas de silencio. El tiempo se rompía lentamente en las gargantas. Acaso estaba roto antes de traspasar el umbral de la vieja taberna iluminada donde se arracimaban soledades y nombres. De cuando en cuando, un rostro de mujer. Resbalaban sus ojos por encima del humo sucio de los cigarrillos que enrarecía el aire de la taberna. Nadie se preguntaba, entonces, por que "Charrán" y "El Tieso" se retrasaban. Era la vida un continuo sobresalto, un trasiego constante del llanto a la alegría, del júbilo al dolor: era llenar el vaso, cada día, de un vino triste y ácido, a resguardo del cierzo y de la lluvia.

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III ÓLEOS

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SOLILOQUIO A VECES, LA TRISTEZA se enquista en lo profundo del corazón o inverna entre los ojos “como una sombra herida”. Rueda noviembre por caminos blancos flanqueados de chopos ateridos donde las avefrías se columpian. Hace frío. El aire es limpio. El cielo, una mezcla de malva y de cinabrio. Vamos hacia la noche solos. Nadie conoce nuestro nombre, nadie nos lo susurra, acaso el viento ciego que irrumpe de improviso en nuestro sueño y desvela el dolor. Pero la vida sigue oliendo a olvido. DIVAGACIÓN HUELE LA TIERRA A LLUVIA, huele la vida a lluvia. Se ha puesto tierno el campo, el linazal donde las aves tienen, recién hechos, sus nidos. A esta distancia se oye la vibración delgada de los álamos, el silbo azul del mirlo, el chorro de la fuente, cómo suena la lluvia. Conserva su temblor la paz de la vereda donde las mariposas se confunden con la flor de los urces. Cerca del río, el humo hace señales a mi cansado sueño,

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pero me quedo quieto mirando, entre los árboles, cómo la luz llamea sobre el agua, cómo cantan los pájaros, felices, y trazan suaves círculos de amor sobre los nidos. Están ya fuera las primeras rosas de la reciente primavera. Vuelve, a intervalos, la lluvia a acariciar sus pétalos, a anegar mis palabras, a despertar "las formas repentinas de la dicha", a humedecer, solícita, las almendras turbadas de tus ojos, que regresan del frío definitivamente. DELIBERADAMENTE VOLVERÉ a escuchar el gemido del trillo, bajo un cielo intensamente azul, sobre la parva. Llevaré lleno el pecho de ardientes mariposas, de paz densa las manos, los ojos de una oscura tristeza. Hablaré con los viejos amigos de las cosas de siempre como si el tiempo sólo se hubiera detenido por nosotros. Luego, cuando comience el cierzo a temblar en los viejos olivos de las eras y, compasivo, nos aviente el trigo, regresaré al silencio

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para escuchar las voces de los muertos que rinden su distancia a la memoria. Erguidos sobre el polvo, viven y fosforescen en la noche como quietas luciérnagas. Pero eso es suficiente para arpar nuestro sueño y dejarnos despiertos frente a nosotros mismos. TIEMPO DE PREGUNTAS EL HUMO AZUL FLOTANDO ENTRE LAS VIÑAS. Han vuelto los vencejos a rasgar la ternura azul del aire como asombrosas flechas. Todo en la vida está nutrido de memoria. Hay en la yerba restos de un agua gris: toda la noche ha estado la lluvia "tecleando mensajes imposibles". Una brisa madura aletea entre rosas, arrulla el alto sueño de los pájaros, avienta la tristeza que todo lo calcina como una escarcha pertinaz. La vida gira rotunda, a veces se detiene instantes sobre el humo azul de los viñedos. Me pregunto cómo salir del humo, del tiempo, cómo regresar al molino, al huerto, a la cañada del largo olvido.

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Cuando el aire es tan frío y ya no nos despierta a más ventura, desnuda los almendros y nos deja abrazados a un oscuro silencio. Hoy algo desarbola la inocencia: se vive a flor de agua, se transita por un paraje herido en busca de una luz inalcanzable. Sin asombro, los ojos miran pero no ven. SALVARSE EN LA CLARIDAD MUERDE EL TIEMPO LAS TAPIAS del huerto donde asoman sus pámpanos las parras. Todavía el otoño no trepa decidido por las enredaderas ni por las ramas altas de los manzanos. Detrás de los zarzales, sobre el agua dormida, nos sorprende el vuelo azul de las libélulas. Hay veces en que la luz nos ciega sin mirarla de frente; otras, la niebla del canal es como una muralla que nos impide el paso. Y pasamos para que aquel instante de la vida con más sabor a olvido recobre su memoria.

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- Detente, escucha al corazón. Salva tu claridad, vence a la Muerte que de continuo habita espesuras sonámbulas. Detrás de todo esto, los ojos ya no olvidan la luz medio borracha de los racimos, ni los labios el aroma dulzón y arrebatado de la higuera, ni el tacto la lujuria redonda y femenina de la roja manzana, la humedad vegetal de los helechos. Hay algo, sin embargo, más profundo que evocar cuando empiezan a caer las primeras hojas muertas, antes de que "la noche se haga ortiga en nuestra voz": recordar hacia dónde nos llevan hoy los pies. EPÍLOGO PARA SALIR DEL HUMO PARA SALIR DEL HUMO, de aquella niebla ingenua que envolvió nuestra infancia, basta cualquier certeza, maquillar la desgana, abrir los ojos a la luz, sentarse a orillas del camino que luego se desanda, escuchar cómo gime el viento en las barrancas, convencerse de que de nada sirve la alegría si somos incapaces de soñarla.

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Yo era amador de estrellas cuyo cielo era un agua recién anochecida. Embebido, escuchaba la hilada voz del ruiseñor sonámbulo, el rumor perfumado de las hojas en la quietud despierta del cerezo, el croar de las ranas enceladas, el agorero canto de los grillos. Sentado en la memoria, recobro aquellos nidos con pájaros de fuego que incendiaban con su canto el crepúsculo, aquellos lentos días con nieve hasta el aliento, el temblor de la puerta del granero al abrirse, el primer cigarrillo que nos dejó en cuclillas sobre el humo. La vida, como el agua remansada, era sentir la dicha de la orilla, ver despuntar la aurora sin demasiada prisa, acudir al diario ejercicio, ir dejando una pequeña estela de asombro en el camino. Detrás de todo esto, el centelleo jubiloso, lúdico de la lejana claridad abría sendas hacia otro mundo casi palpable, único. Con los años, se vuelve a "pisar la hojarasca del otoño". Y por eso es posible la tristeza, Alicante, mayo de 2001

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CUADERNOS DEL AIRE (2003)

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A Bea, “también en la música del viento".

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CUADERNO PRIMERO (OTOテ前)

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ANUNCIO DEL OTOÑO UN VIENTO fresco, unas hojas recién caídas sobre la hierba oscura, un cielo gris anuncian la llegada del otoño. Y este silencio súbito que se me ciñe al alma como un escalofrío y me arroja a los brazos de la melancolía. 22-9-02

CAFETERÍA MANHATTAN (Plaza de Pontevedra. La Coruña) ERA la hora exacta de la lluvia. La plaza, en sombra, un palomar herido, un hervidero de palabras tristes. Sobre el asfalto el agua iba dejando pequeñas rosas de melancolía. ¡Cómo recuerdo aquella hora íntima de la lluvia temprana! Acababas de llegar al Manhattan, tan puntual, envuelta en un tumulto de silencios, a tomar tu café. Solo en el cielo de aquel amanecer de otoño y ópalo el grito vertical de las gaviotas perforaba la paz de la mañana. Callada, enmascarabas tu presencia tras el humo de un chester sin boquilla. De vez en cuando, un sorbo, una mirada distraída, un leve carraspeo al que acudía, atento, el camarero para darte las vueltas y las gracias y dedicarte una sonrisa cómplice. Luego, dueña del tiempo, sacudías el sueño que arrastrabas en los ojos

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dando adioses con manos enguantadas mientras dejabas huérfano el Manhattan. Me pregunté, al mirarte, qué habías hecho de mis palabras. Nunca sabré ya si te habitan aún o si la lluvia de aquel primer amanecer de otoño anegó su pasión madrugadora. 23-9-02

PRIMERA LUZ ALAMEDAS doradas bajo la luz de otoño. El aire en paz. La niebla inundándolo todo. ¿Quién me ha puesto esta venda de ceniza en los ojos? 26-9-02

30 DE SEPTIEMBRE Desde el balcón de Trini, frente al Mediterráneo.

UN año más, me digo (Señor, ya son setenta) mirando al mar de otoño desde el balcón, altísimo, de esta apacible tarde de septiembre. La playa está desierta. Una joven pareja pasea por la orilla su amor con claro gesto de intimidad. Nadie entiende sus pasos sobre la oscura arena ni conoce sus nombres. Se dilata el azul hasta curvarse en un lejano, nítido horizonte sin mástiles ni velas. Todo está en paz.

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Dentro de pocas horas volveré al cotidiano quehacer, a la rutina del vivir, asidua compañera de la melancolía. Algún día, quién sabe, alguien recordará mis clases de latín y de literatura, las sesiones interminables de fotografía, mi devoción por Bach y por Beethoven, mi pasión por los libros. Hoy, a mis años, no resulta fácil ser huésped habitual de urgencias o de prisas: cada momento de la vida impone su propio ritmo. Lima la brisa de la tarde “las uñas de la luz”. La playa será pronto un oscuro rumor. Por mi memoria pasan imágenes fugaces de un ayer luminoso y lejano envueltas en profundo silencio. Sin embargo, algo empieza a ser nuevo, este último día de septiembre, que el amor purifica, y la hermosa tarea que es vivir si se está atento para que la lluvia no nos sorprenda con los pies descalzos. 30-9-02

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OCTUBRE LLEGA otra vez octubre: racimos en sazón, castañas ebrias "de ocre amarillento", granadas lujuriosas ofrecen a los labios su coral. Por la oscura ladera de la noche asciende lentamente una niebla compacta que se enreda en los ojos y se queda instalada en lo íntimo del corazón. ¿Qué has hecho de tus días? ¿Esperas otro octubre en el que puedas contemplar, atónito, tanta belleza? Vuelo ilimitado el cielo, ala que trae, a ráfagas, la lluvia. Todavía en tus manos juega el tiempo esa partida que no admite prórroga ni dilación. Alzado a más amor, orienta, como las aves migradoras, tu mirada hacia la patinada luz de octubre. Cogido de la vida, no dejes de volar. 1-10-02

EL HUMO DE LAS VIÑAS Homenaje a Alejandro López Andrada.

ME REGALASTE un libro muy hermoso, abierto en la página treinta. Leí: "¿Cómo encontrar la luz de los racimos en la quietud, el humo, la hoja muerta, el campanario?"

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Y me quedé en silencio, pensativo, sin dar con la respuesta. Fui pasando con lentitud las hojas, fiel al rito de ir desmontando el tiempo con los ojos, ya muy cansados de sufrir la niebla de unas molestas cataratas. Por la abierta ventana se iba filtrando el rosa de la luz. Me pregunté: ¿Qué haces, sentado en las rodillas del otoño, con un libro en las manos? Y traté de buscarle un final más hermoso al desaliento. 9-10-02

MUCHO HA SIDO EL OLVIDO Y MAYOR LA ESPERA Cantan los racimos. El aire despierta el humo dormido.

COMIENZA a clarear. ¿Qué nos traerá el día en este nuevo vuelo de la luz? ¿Acaso tu sonrisa? ¿Tal vez tu voz, que hoy suena quebrada como cántaro de barro, y que un día cantó "la fugaz alegría de los hombres, su fiesta tan pobre en días y tan rica en tiempo?" ¿O quizá tu mirada, clara miel, que deslumbraba a los vendimiadores, mozos de sol y vino? En estos días plácidos de otoño ¿qué podrán recordar

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mis manos que no sea injuria para el tacto si tus manos no alcanzan los racimos? Yo sé que mis preguntas tienen forma de sueño, de humo, tal vez. Sentado sobre el humo, espero tu regreso luchando contra el sueño, poniendo, a gritos, nombres a los pájaros borrachos que las uvas picotean. También el aire espera la luz definitiva para llenar de cánticos las viñas e incendiar las bodegas. Regresa de ese mundo de secretos, donde la niebla ha sido tu sola compañera, a este sol de otoño "que entra en la uva y se hace luz en ella". 10-10-02

NOCHE DE INSOMNIO ME han desvelado el viento huracanado y los ladridos de los perros. Eran las tres de la mañana. He salido al balcón. Todavía se escuchaban, en el silencio de la noche, voces de gente joven que iba en retirada y pregonaba, a gritos, el consumo de dosis suficientes de droga y alcohol. Las luces de los coches semejaban, en la distancia, intermitentes faros de barcos arrastreros faenando. Entré en la habitación, reina de soledades oportunas.

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Soplaba un aire frío que hería mi rostro con sus flechas aceradas. Cerré la gran ventana procurando no desvelar el sueño luminoso de las estrellas en el cielo, altísimas. Miré al espejo, y "me encontré sentado enfrente de mí mismo", con los ojos presa del estupor. Abrí el libro de versos de José Ángel Valente que está sobre mi mesa de trabajo y leí, sorprendido: "En esta noche no busques luz ni abrigo"… Y noté cómo la soledad me desnudaba, cómo el viento del norte desgajaba fragmentos de silencio de los árboles y los iba alojando entre mis cosas, cómo se fue adueñando de mis ojos la oscuridad. Los perros proseguían, presas del miedo, aullando a la creciente luna de octubre. Me dormí, cansado de tan tensa vigilia. Amaneció. Cesó el viento. Cantaban a la aurora los pájaros. Descalzo, me acerqué a la ventana. Dios estaba esperando detrás de las cortinas. 12-10-02

SI SE ME CONCEDIERA

Homenaje a Claudio Rodríguez.

SI se me concediera el don de la ebriedad para acercarme enamoradamente a dialogar contigo

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de la verdad que vive en tus humanos, luminosos versos. Huele a silencio el campo, en la mañana de otoño calcinada por la niebla, cuando la tierra, tras mostrar su vientre grávido ahora, ebria de sembradura, remite a un lejanísimo horizonte. Nadie puede decir que es suyo lo que alcanzan los ojos sobre el inmenso páramo. Sin embargo, tuyos la luz que aún tiembla en el aire, el canto de los pájaros alzado de los álamos en vuelo, el verde cabeceo de los sembrados, esta sutilísima lluvia que en su momento acude y lava los viñedos; tuyo el concierto bruno de la espiga bajo el vívido azul, el rumor contenido del arroyo; tuya la noche que te dejó salvado frente a la nueva luz que dio tanta verdad a tu palabra. Hoy quisiera hacer míos "la infinita materia de tu canto", tu voz, tu asombro, tu emoción. Pero "¿basta el deseo para merecerlos?" Llega hasta mí la voz de Ángel González, serena, luminosa, otoñal, que tampoco ha cedido "al insistente acoso de las estrella cada vez más próximas". Llegue hasta ti la mía, Claudio, orífice de la palabra. Ayúdame a vendimiar mis viñas

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antes de que las sombras, oscurísimas, que asoman a poniente, me cieguen el camino que conduce al don de la ebriedad. 13-10-02

DÍA DE LLUVIA ¿POR QUÉ en esta mañana de lluvia en Alicante acude a mi memoria aquella otra mañana en la Roma inmortal? ¿Acaso porque en mi última jornada de estancia fue la lluvia ingrata compañía? Roma, bajo la lluvia, tiene un sabor vetusto que jamás se degusta los días luminosos. Recuerdo aquella fecha, ocho de abril. Quedaban todavía restos de invierno en los lejanos montes. En el llano iba abriéndose paso, temblorosa, la nueva primavera. A hora muy temprana, cuando estaba la luz solo en las cosas, había visitado Galería Borghese. Conservo todavía en los ojos el vigoroso dinamismo de Apolo persiguiendo a Dafne. Fueron horas de fascinante intensidad, vividas acosado por el tiempo. El Ticiano, Bernini…

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Bajo la luz difusa de un cielo de ceniza, recorrí Via Véneto en busca de corbatas pura seta. Llovía mansamente sobre Roma. Por detrás de sus lujos, Via Véneto era paradigma de la locura bajo la música multicolor de los paraguas. Yo, un loco entre los locos. Por eso, dando pasos de loco, solo atento a mi música, desanduve el camino y regresé a los Foros. Fueron unos instantes de duda: no sabía cómo inmortalizar el grandioso Arco de Constantino, la andadura helicoidal de la Columna Trajana. ¿Es posible retener el pasado? ¿Sólo seré su dueño unos instantes por el capricho de esta lluvia ciega? Y volví la mirada hacia las nobles ruinas del Colosseo, con sus piedras heridas y luces oxidadas. Lejos, en la azufrada luz de los relámpagos, más páginas de lluvia, que leerán futuras generaciones, víctimas, en su momento como yo, al saberse humo que el viento empuja. 14-10-02

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VIENTOS DE OTOÑO AQUEL oscuro viento hizo astillas mi sueño, desarboló mis naves, rindió mi voluntad, me dejó a la deriva, trajo una lluvia incómoda que no esperaba nadie, abrió caminos nuevos a la muerte. Este viento claro trae la lluvia que lavará mis sueños de oscuras pesadillas; proclamará, ante el mundo, mi libertad y, al alba, reunirá mis veleros; reabrirá la herida luminosa de amor en la noche infinita "traspasada de estrellas"; desvelará a los pájaros que aún duermen en mis labios para cantar la dicha de la alegría, símbolo final de la no muerte. 21-10-02

CREPÚSCULO BIEN sé yo que esta luz cobriza de la tarde irremediablemente morirá desangrándose por dar vida a la noche y sentido a la vida. Si la noche no alienta, si no nos purifica, no encenderá su llama la mañana, ni aliviará el dolor de la ceguera inmensa de los hombres.

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La noche abre sus puertas de par en par, ¡oh hijos de la tierra, clientes de la muerte! Que se hace tarde, entrad. Hay que aguardar la luz del alba entre las sombras, la música del viento en el silencio, saber con qué cadencia el corazón nos late, cómo el alma respira mirando a las estrellas. “Los que estáis ahí, al sol”, mirad cómo la tarde de este lunes de otoño se nos muere, y se nos va la voz para que nadie sepa del dolor, de las lágrimas, sólo de la sonrisa en la que todo es luz. 22-10-02

AL MIRAR HACIA ATRÁS Homenaje a Eloy Sánchez Rosillo

A VECES, no se acierta a conjurar la tristeza. Y se acude a los libros que están sobre la mesa de trabajo: "Otoños y otras luces", “Completamente viernes”, o “La Vida”, de Eloy Sánchez Rosillo. Es inútil si intentas leer. Cierras el libro con cierto grado de acritud. Te quedas un tanto pensativo, víctima de ti mismo, y sin saber qué hacer. Apoyas la cabeza contra tu mano izquierda,

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cierras los ojos, toses y te rindes al sueño, que es igual que rendirse a la indolencia. Ves en sueños a aquel niño tan tímido, que apenas sonreía. Sigue sentado al fondo de la clase. Nadie sabe lo que será de él. Quizá porque soñamos lo que después la realidad nos niega. Despiertas. La clase está vacía. Ya no sopla el viento. Hace bochorno. Ahora necesitas mirar al cielo, espejo de intensísimo azul. ¿En qué mar bogarán las nubes de otros días?. ¡Cuánto tiempo ha pasado! Alguien se acerca a tientas. La luz no lo recuerda -"en su memoria toda la luz que respiró"-, pero él la celebra con pasión en sus versos. Mirándote a los ojos, te susurra: "Un indicio de otoño que hay en el aire dice que es muy frágil la dicha". Es mediodía. Intentas abrir, de nuevo, el libro, convencerte de "que es verdad la vida". 23-10-02

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CUADERNO SEGUNDO (INVIERNO)

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CUANDO LLEGA EL INVIERNO PARA quien ha sufrido la vida, sentir, una vez más, en la carne este viento, esta lluvia, esta nieve en que la luz de enero se equivoca de soledad, es fácil aceptar que el invierno se instala en los oscuros rincones de la casa. Pero tú, que prosigues ajena a los pronósticos, asomada a ese mundo en que la nieve no es olvido, de improviso te encuentras deshabitada, víctima de una certeza irremediable. Hoy ha entrado el invierno, de puntillas, en esa habitación donde aún construyes tus sueños. Ha dejado su pequeño mensaje de blancura en tu almohada. Como los techos son altos como tus ojos, se acrecienta la sensación de frío. Y tú, instintivamente, hecha un ovillo, te acurrucas, temblando, con la vana esperanza de no encontrar más nieve entre las sábanas. ¿De qué vale engañarse? En invierno, a la hora primera del amanecer, asciende de la tierra un aire gélido que lo interviene todo: los rincones, las horas, las palabras como un inevitable escalofrío. ¿Cómo vencer el frío y mantener intacto el calor de mi cuerpo?,

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me preguntas. Respondo: Los fríos del invierno tampoco son piadosos conmigo. Pero estoy atento a los pronósticos, asomado al paisaje de “sueños meditados”, ahora que la tarde se muere cobijando mi desnudo dolor. El invierno nos hace solitarios y nos deja, presos del ansia, de la incertidumbre, sobre espacios inmensos sin hollar que nos ciegan. Solamente nos queda la voz como vivienda. Si te alcanza, muy recogidamente escúchala. Y recuerda que el amor pide orillas. 10-1-03

¡CUÁNTAS VECES! ¡Cuántas veces has oído a la muerte sisear a tu lado! Pero no te has parado a escuchar su mensaje, ni a pensar si la vida es la muerte o por qué en cada amanecer dialoga con las rosas. Si alguien dice tu nombre, tiemblas como una hoja, "porque te falta fe para poder morir". Y piensas en las rosas. En las rosas alcanza la muerte su belleza, no en mí, polen inútil,

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te repites, sabiendo que ella mueve los hilos de tu existencia. Y buscas dónde esconderte, cómo vender tu desaliento, atento por si “el aire de hoy tiene su cántico.” 20-1-03

CARPE DIEM

AMANECE. Me llama el aire de manera tan distinta, que equivoco su voz. Y no respondo. Miro al cielo. Agradezco la luz recién llovida que ha limpiado mis sueños de la herrumbre, del sabor de la noche; el agorero canto de los pájaros que celebran este aire que madura. Y la vida. Sobre todo la vida. ¿Para qué tanta muerte si las rosas han cambiado? No saben ya morir, no quieren ya morir. Ellas quieren vivir cada minuto para que tú las cortes, las coloques, tan vivas, en un búcaro y respires su aroma, quiero decir la vida. "¡Cómo aumentan las rosas su juventud al entregarse!" Aprende de las rosas a vivirte entregada, sin mirar hacia atrás. 21-1-03

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A Rosa Martínez.


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ASÍ LA VIDA "Como el aire que se queda sólo un momento en la mano". LUIS ROSALES

ASÍ la vida, un instante solo de tiempo, empujado por la muerte como en un juego. Página en blanco que el sol ha ido escribiendo cada día y va borrando sin pausa el viento. Como el aire, así la vida, porque en naciendo queda un momento en la mano, sólo un momento. 23-1-03

EL AIRE HUELE A HUMO El aire huele a humo. Nos quedan las cenizas. En los árboles, suspendida, aletea la tristeza. El aire huele a lluvia: se respira la lluvia cada vez que pisamos la ceniza. No sé si es el humo o la lluvia quien confunde o separa realidad y sueño, quien me empapa los ojos para que ya no vean y se obstinen en buscar la verdad de mi honda tristeza. Huele el aire. ¿Y la vida? ¿Huele acaso la vida a humo, a lluvia, a finitud, o es finitud, lluvia, humo? 24-1-03

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VIENTO DEL NORTE

De todo lo que ayer fue nuestro hoy queda el frío. JOSÉ ÁNGEL VALENTE

Y ESTE viento del norte, huracanado, que sabe a nieve y nos fustiga el rostro. La mañana es azul, azul el mar, que multiplica su luz junto a la playa. Enero se despide con el triunfo del aire que hoy golpea las ramas desnudas de los chopos. Faltan solo unos días para que las cigüeñas regresen a sus nidos. ¿Qué será de los pájaros, sin lugar donde asirse? ¿Qué del silencio, qué de la soledad? ¿Y si este aire se queda para siempre en mi sangre? 31-1-03

PORQUE SÉ PORQUE el invierno camina solo en busca de un nuevo resplandor, porque la nieve asombra con su ilesa blancura, porque los manantiales se desangran cantando, porque el aire enloquece en la contemplativa aridez de la páramos,

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porque la noche ampara de cegueras y miedos, porque el silencio a veces no rompe la alegría, porque aún sigue hablando la voz de tu cintura y tantea mis labios, ¿no crees que ya es hora de ponerme en camino? 31-1-03

CANTO DEL CAMINANTE ESTOY lejos aún. Y en este vuelo humilde de los ojos sobre el páramo, cuánto aprisco en la tarde, cuánto hueco para el balido múltiple en la noche. De vez en cuando, un árbol –qué alto leñocrepitando a la hora del crepúsculo, el canto prenupcial de las alondras y los surcos perdiéndose en la busca del infinito de tan rectos ellos. Ha llegado la hora de salvarse. Cada uno lo hace a su manera. Mi salvación es no perder la senda, dejar a un lado pueblos y ciudades, aspirar la fragancia de estos campos, sentir en las mejillas la caricia del viento, contemplar, transfigurado, cómo pasan los días y nos dejan momentos para hablar de si retrasa su renuevo el almendro, de si apunta el trigo ya en las hazas. Este invierno ha crecido la nieve hasta el aliento, y nos sigue creciendo hasta la vida. Sé que alguien me dirá: No te preocupes, el cereal encaña bajo el hielo. Si así no fuera con febrero encinta, ¿qué sería del campo ya sin voz, casi sin esperanza? Observa el vuelo de las aves rapaces, cómo otean desde la altura azul el surco helado, pero no olvides que eres caminante desde que el día suelta sus palomas y se visten de añil los cerros últimos.

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Sopla el viento del norte. ¿Quién me ayuda a acompasar el corazón? El humo que va saliendo de las chimeneas baila una danza extraña, arrebatada, que recuerda a la llama crepitante en el hogar. ¡Qué fragua del amor, qué altísima colina sobre el aire donde el silencio huele a intimidad! Vuelvo a la voz que tú has dejado en vilo en las delgadas ramas de los chopos, voz que escucho en la noche, que me llama pronunciando mi nombre con vehemencia, que me orienta si fallan las estrellas porque la lluvia acude a la demanda de esta tierra con sed de eternidad. Aquí la muerte es natural si el agua no es posesión. Palpita la llanura. Al caminar bajo este cielo inmenso, voy contando los pasos. Uno: Te amo. Dos: Te amo. Yo sé que estás cansada de oírlo. Tres: Te amo. Y todavía la luz no ha abandonado sus moradas. Me acerco, amor. Asómate al silencio. Esta vez llego yo antes que la luz. 2-2-03

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CUADERNO TERCERO (PRIMAVERA)

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PIEDRITAS ¡CÓMO a pesar del frío, viene avisando ya la primavera! “De vez en cuando la alegría tira piedritas contra mi ventana”. Hoy me ha roto un cristal. Me levanto. Me asomo: está en los árboles como pujando el verde, un verde nuevo y niño, muy medroso del aire falto aún de templanza. Hay ya nidos en las ramas recónditas. Y canto interminable. Y aunque estoy solo y tiene la soledad su embrujo, dejo un instante de pensar en mí. No me asiste el derecho de "congelar el júbilo". 18-2-03

NECESITO TIEMPO HOY necesito tiempo para decirte todo lo que calló el silencio cuando estuve tan solo. Hoy necesito tiempo para ver en tus ojos mi mar azul, cuajado de veleros remotos. Hoy necesito tiempo para saber si hay chopos que vibran cuando el aire los mece con su soplo.

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Hoy necesito tiempo para encontrar el modo de abolir la tristeza que bebí a grandes sorbos. Hoy necesito tiempo, este martes, dieciocho de febrero del año dos mil tres, porque oigo, precisamente hoy, martes, un día luminoso, que la muerte está lejos. Sé que anda en mi escritorio revolviendo papeles, libros, carpetas, como viejo ladrón, muy quedo. En el espejo roto de mi vida, mezclados el estupor, el gozo, la nostalgia y el júbilo, ese prodigio loco que te arroja a los brazos de la esperanza, chorro de luz alzada al límite, primavera en escorzo. Hoy necesito tiempo para, a pesar de todo, decirte simplemente: mujer, creo en tus ojos. 18-2-03

CUANDO LA VIDA TIENE A Mónica Lloret

CUANDO la vida tiene sabor a acercamiento, recupera el carácter de pura donación, de total donación,

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de diálogo: cada pregunta encuentra su respuesta, la mirada el paisaje que más ama, las manos la caricia de otras manos Hasta el dolor, si se comparte, es único. El corazón que ama tiene sus rinconcitos idílicos, balcones desde donde se otea el horizonte y se ve el mar poblado de veleros. Crece en su centro un árbol de madera preciosa, perfumada. Cuando el crepúsculo lo ciñe y el tiempo se detiene instantes que parecen toda una eternidad, Dios se duerme en sus ramas. Entonces ni golpea la tristeza, ni te embruja la muerte: late la vida, juega con el silencio, espera hasta que llega el alba y Dios despierta, y se convierte nuevamente el tiempo en temblor dialogado, y el árbol se estremece de encendida alabanza. El canto al aire; dentro del corazón, un vislumbre de luz sobrecogida. 26-2-03

LUZ DE PRIMAVERA COMO quien mira tu sonrisa, observo cómo la luz del alba se detiene, tímida todavía, en tu cintura; cómo escala, ya llama, tus vertientes hasta alcanzar el cielo de tus labios. No hay labios ya más claros que tus labios.

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Ríes, y la luz ríe. Un aire suave busca por dónde entrar, cómo instalarse dentro del corazón. Así ocurre cada vez que la aún frágil primavera nos invade los ojos y la vida. A veces, la alegría no hace ruido. Como la luz se acerca de puntillas, desaloja del alma la tristeza y espera. Importa poco que una lluvia imprevisible “roce vagamente el paisaje”, que a ciegas la luz huya brevísimos instantes, porque sabes que está en la prematura floración del almendro, en la espuma de la ola, en tu sonrisa traspasada de alba, dentro de ti. Al ver tanto delirio, tal pujanza de vida, el aleteo primero de la alondra en la mañana, el cántico floral cerca del nido, el luminoso despertar del día en la dulce ardentía de tus labios, ebrio, celebro en ti la primavera. 3-3-03

LLUVIA DE MARZO A Mercedes Charques

¿QUÉ haces ahí, qué hacemos contemplando la lluvia lenta de primavera? Llueve, ¡qué bendición! y nos lava la vida hasta que esta recobra su blancura. Óyela cómo canta mientras dura la fiesta y un aire nuevo arrastra las nubes que modelan en el cielo el bello rostro de la primavera y nos orea el corazón, las manos, la mirada.

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Admira la hermosura de este cielo de marzo, de esta tierra en feliz alumbramiento y deja que tus manos se acostumbren al tacto de las cosas, que el corazón se asocie a la alegría de la luz. Contemplar es sencillo si pones cuidado en la mirada y si no tienes prisa. Entonces, ya te asiste el derecho de elegir el paisaje. Mira cómo la vida va fluyendo mientras la luz, temblando, acude a su final o regresa, hecha beso, en el concierto del amanecer. Escucha, en el silencio, cómo habla la lluvia, cómo las manos hablan. Entrégate confiada a su tersura. Esta lluvia de marzo nos lava la memoria, marca la hora exacta de la savia, del vuelo, de la danza y nos deja, calados hasta el tuétano, al borde mismo de la claridad. 5-3-03

TIEMPOS DE GUERRA AL VOLVER la cabeza, he visto que ha cambiado la vida. No se acaba de despertar de un sueño mal vivido cuando el vuelo letal de los misiles cruza los cielos y perfora el aire limpio del amanecer. Sobre la calcinada arena del desierto,

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bajo una luz dañada, abren los tanques sendas imposibles. La primavera, a veces, resurge entre violencias, no entre el silencio indemne que permite entender el idioma del pájaro asustado que vuela torpemente con el miedo en las alas, las preguntas del fuego que reduce las cosas a una inútil ceniza. ¡Terrible soledad! ¿Quién puede abrazar lo imposible? La vida, en ocasiones, nos deja sin camino de regreso y con ojos enfermos. Ululan las sirenas en las inmediaciones del gran río convocando al silencio para que el mundo logre traducir a un lenguaje comprensible las respuestas del humo. Cada noche, de nuevo la sorpresa, el dolor, la soledad vagando por las calles como un perro rabioso. A mi memoria acuden los versos del poeta: "Abriré las ciudades por si hay una silla vacía en los ojos cerrados del futuro". Y las ciudades siguen cerradas, y en la silla vacía se ha sentado a esperarnos la muerte. El hombre es hoy un triste corazón desnortado, con dudosa memoria de lo que ha sido y una voluntad vaga de lo que quiere ser.

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Si lograra colgar del viento la esperanza, de las nubes los sueños, del cielo la inocencia y contemplar la luz del nuevo día en las salas de espera de la alegría, entonces, urgido por la vida, sin volver la cabeza buscaría a la paz seguro asilo, llenaría los ríos de alamedas, las plazas de jardines, la tierra de caminos por los que marcharían, dialogando, los niños hacia aquellas regiones que conocen la lluvia. 23-3-03

APATÍA HOY no sé qué decir. Llegan confusas voces que apenas reconozco. Y me siento a esperar. De vez en cuando, miro y observo, indiferente, cómo juegan los niños, cómo el viento sacude suavemente las ramas de los pinos. A veces, me quedo pensativo y cuento, una a una, tus amargas palabras. Se enfría la mirada y madura el silencio. Y ya no sé si somos, como dijo el poeta, una conversación o un triste soliloquio. 23-3-03

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CANCIÓN DEL AMOR CIEGO LA VIDA tiene golpes tan duros, que hasta el fuego de los ojos se apaga sin tú quererlo. La vida tiene golpes tan duros, que el misterio de tal dureza nunca logro entenderlo. La vida tiene golpes tan duros, que no tengo más ojos que estos ojos. Y no te veo. La vida tiene golpes tan duros… ¿En qué viento llegaste, amor, y me dejaste ciego? 26-3-03

SEÑAS DE IDENTIDAD EN LOS DÍAS de abril vuelve el silencio como el viento o la lluvia. La casa con ventanas hacia el mar ofrece sus espacios a la brisa. El tiempo no acompaña aún. Está petrificada el agua, esperando que un golpe de aire azuce sus corceles. Como no me respondes, me asomo con cautela a la playa vacía, tanteando la luz de la mañana. Hay ángeles despiertos agitando las alas sobre la espuma, provocando su llama. Disminuye la sensación de ahogo, al mismo tiempo que crece la obsesión

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por el bullicio del verano. El mar sigue siendo un enigma indescifrable como el azul en vuelo de tus ojos o tu voz. Sin embargo, ¡qué sitio este, a salvo ya del frío, para la confidencia, blanco solo del aire! Hay en la arena huellas de otro tiempo que no han borrado el viento o las mareas: son las huellas de las conversaciones que reclaman nuevas tardes de sol, noches de luna, un lugar “donde vuelvan las palabras a sentirse palabras", a volar en pareja, donde cada mirada nos sea como un ascua que caldee la vida. No importa cómo. A veces, hay que dejarse sorprender. Mejor si el sol de junio no cubre todavía la arena de la playa de torsos juveniles y muchachas en top-less. ¡Es tan sencillo recobrar las señas de identidad! Nos basta con tener listos los labios. 3-4-03

HORAS DE ESPERA SÉ que llegará el día en que dirás tu última palabra y con tus ojos garzos traducirás mensajes que no pude escuchar. Comprobaré que nada ha quedado vacío y que es el mismo azul el de tus ojos. ¿Para qué tender puentes sobre la duda? Alguien, tal vez el viento, me llama, simulando

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tu voz, desde la orilla de un mundo al que no estoy acostumbrado, sin formas cotidianas de vida junto a un mar de cálidas arenas y veleros de sal. Entretanto tu voz de terciopelo consume largos días de silencio en un paraje inhóspito con cielos maquillados de ceniza y una lluvia que palpas sobre tus leves hombros. Abril está llamando con fuerza a nuestra puerta con su luz venturosa. A esta luz venturosa, ¿qué la enturbia? ¿Qué sombra dura rompe el equilibrio entre tu voz y mi silencio? Creo en tus labios aunque lleguen muertas las palabras. Responde a mi requerimiento. Abre de par en par la puerta que hace inútil el olvido. Sálvate. Vuelve. Sabes que yo te espero, purificado de mi soledad, "donde ya no hay adiós". 4-4-03

LO MÁS MÍO ERES TÚ ¿ERES TÚ quien ha puesto una rosa en el búcaro, una canción de amor en la minicadena, la lámpara encendida que ahora alumbra mis noches, estos evocadores versos sobre mi mesa: "Lo más mío que tengo eres tú. Tu palabra va haciendo débilmente mi soledad más pura. Haz que la tierra antigua del corazón se abra y que se sienta cerca la muerte y la hermosura?”

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No sé cómo has entrado, porque dejé enterradas las llaves donde nadie las pudiera encontrar. Lo cierto es que, a su tiempo, se despertó el perfume que aún dormía, y la voz de Alfredo Kraus era como hermosa cascada o torrente en crecida mientras leía atento tu canto apasionado. Se hizo la luz. Mis ojos escudriñaron todos los oscuros rincones del corazón. Temblando desvelé mis pisadas y perseguí tus huellas, impresas para siempre sobre el parqué del alma. Transcurrieron minutos que se hicieron eternos, porque el amor pedía presencias inmediatas. Pero tú te quedaste escondida, perdida tan dentro de mí mismo, que resultó imposible tu búsqueda en la tarde. “Solo la muerte tiene presencia y sacramento”, oí que susurrabas. Y se acreció la sed que ardía entre mis labios. Después de haber escrito con palabras de nieve sobre la tela virgen del rojo atardecer "soy tuya, sólo tuya”, salvando las distancias tu amor unió por siempre mis días y mis noches. Entonces comprendí que es verdad tu hermosura, que el cielo está en tus ojos dormido y está el mar, que tus manos desgranan las espigas del tiempo vencedor de la muerte solo a golpes de amor. Y me quedé, mecido por la brisa, esperándote sobre la tierra antigua del corazón abierto. 5-4-03

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CUADERNO CUARTO (VERANO)

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NUEVO GIRO LA NUEVA luz y el viento, solo el viento. Sobre la mesa, unos simples cuadernos que hablan del aire. Junto a ellos, revueltos, unas tijeras, tres o cuatro llaveros, las viejas gafas, sobres, libros de versos y esta libreta donde escribo. ¡Qué bello desorden! Sobre la luz, flotando, el tiempo. Altos, muy altos, la paz contra el deseo, la soledad, el canto del jilguero, la desnudez del agua en el reguero y un gran dolor aguzado y discreto. Abro, al azar, el cuaderno primero, y se me enreda el otoño en los dedos. Sigo avanzando centímetro a centímetro por el segundo, y me cubre el invierno con sus escarchas y nieves todo el cuerpo. Con la ilusión de alcanzar los luceros, siempre hacia arriba, escudriño el tercero hasta lo hondo, donde ya es todo vuelo. Vuelo la luz de los invernaderos hacia las playas. Vuelo tus ojos negros por las colinas blancas de los almendros. Vuelo las rosas

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y las flores del brezo, emparejadas, alzándose a tu pecho. Y me pregunto: ¿Hacia dónde irá el viento cuando se encienda la doble luz del cielo? 15-4-03

QUIMERA EL AIRE se hace luz en tus pupilas. Al fondo, más allá de la lluvia del sábado, blancura de azahar sobre la arena. Algunos piensan que el espejo miente, y se tienden al sol de primavera como si el cambio de color dejara sobre el cuerpo desnudo nuevas señas de identidad. El agua está fría y hay nubes que siembran dudas. ¡Cuánta prisa, que se eterniza en el instante en que tus manos perfumadas acarician el nácar de tu piel! Ajena a la marea de otros cuerpos, te duermes acunada por el rumor azul del mar. Un sol, cada vez más intenso, te ilumina, penetra lentamente por tus poros y se archiva en tu cuerpo en forma de pequeños tumorcillos de luz. Pronto serás como una llamarada con márgenes violeta en tu cintura y unas rosas de púrpura en tus pechos. Y te harás la ilusión de que ha llegado definitivamente ya el verano. 20-4-03

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MIENTRAS ME ACERCO A TI SI PUDIERAN, te dejarían arrojada sobre el andén de la estación más próxima al desaliento. Una turbia consigna los agrupa. Con mordaces palabras hablan de casi todo, aunque lo ignoran todo. Sólo de cuando en cuando abren un libro, y lo dejan dormir el sueño eterno sobre los anaqueles llenos de polvo de algún viejo armario. Nunca han recitado un verso de amor, ni han sorprendido el vuelo de unos ojos hacia la luz dorada de los atardeceres, ni han sufrido la herida luminosa que es la ausencia. Y se dicen filósofos. Su saber filosófico termina en El Mito de la Caverna de Platón. Preguntadles qué saben de la dulce sensación de vacío que es la lluvia, cómo el hombre es un ser en soledad, inseparable compañera del silencio, qué de cuanto es el hombre pertenece a la vida y qué a la muerte, y por qué todo es irrepetible. Se quedan esperando un golpe de aire que les limpie los ojos, la memoria a cuyo umbral se asoma, persistente, la niebla. Tú lo sabes. Por eso, tanteando la luz de la mañana, voy hacia ti deprisa.

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Hoy el cielo está limpio de presagios oscuros, de asechanzas. Caracolas de sal entonan cantos cuando te tiendes sobre el oro viejo de la arena y te abandonas al amor del agua mientras tu cuerpo espléndido sostiene todo el peso de la luz. 23-4-03

LA HORA DE LA SIESTA El tiempo duele más que la belleza. JESÚS MAULEÓN A José Eulogio Ramos

LA HORA de la siesta tiene, a veces, serias complicaciones. Esperabas que el cielo fuera azul, el aire fresco, pero no estas nubes, presagio de tormenta. A mil doscientos metros de altitud el tiempo suele ser impredecible. Y te has quedado en casa, muellemente sentado frente al balcón. Un pájaro te ha hecho compañía unos instantes, horas tal vez, piando, recorriendo a saltitos el barandal. La tarde, en las horas de siesta que no duermes, te ha sorprendido emborronando páginas y páginas de versos -así los llamas túy preguntándote qué haces si ni siquiera entiendes el lenguaje sencillo de los pájaros y no sabes leer la luz plomiza, ni el dolor que te acecha cuando es tanta la lluvia.

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De repente, regresas a otras fechas, a un paisaje distinto, el mar al fondo, para sentirte vivo lejos de esta pujanza. Sin embargo, aquí la vida sigue siendo tuya como es tuya la muerte. Sin viento que te turbe, en este anticipado atardecer de estío, oyes piar al pájaro, de nuevo, y entonces te das cuenta de cuánto duele el tiempo en la belleza. Lavarone (Los Dolomitas). Julio de 2003

ES POSIBLE

A mi amiga Mónica Sánchez

CUÁNTAS veces te he visto sosteniendo mi sombra en tu mirada, pero hoy tienen tus ojos un inquietante brillo y no saben conjurar la ternura. Es posible que nadie te haya dicho que de lunes a viernes mercadeo con la niebla de los amaneceres, junto al mar; que los fines de semana empeño la palabra, en la barra de un bar medio en penumbra, ante una taza de café, y que “al fondo del vaso lloran dos ojos tristes”. Allí el tiempo no cuenta. Apoyado en la esquina del recuerdo, me paso largas horas, con los ojos cerrados, esperando, mientras se aguza la inquietud, que vuelvas algún día a descansar, de nuevo, “tu cabeza en mi hombro”.

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Ha bajado el otoño con los cristales rotos del verano. Hay luces que no vuelan: se refugian detrás de la ventana, espejo donde ahora tiembla la lejanía, a vivir de alquiler unos instantes. El reloj da las nueve mientras ando, confuso, por una angosta calle de silencios. Hace ya tiempo que el domingo rueda por las colinas de la noche. Son cosas del reloj y de septiembre, me repito, a sabiendas de que un fin de semana o un lunes cualquiera de lluvia y viento gris, los dos corremos el peligro de ser, bajo la niebla, “lo que vuelve a la orilla después de los naufragios”. 22-9-03

CANCIÓN ÚLTIMA DEL AIRE CUANDO el otoño te sorprenda con mi nombre en tus labios, cuando abandone el mar sus caracolas sobre la playa solitaria, cuando sientas que te crece la hierba en las palabras y no aciertes a encenderlas de nuevo, “volver será el oficio del amor”. Alicante, septiembre de 2003

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RETABLO DE NAVIDAD II

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Al Dr. Fausto G贸mez-Guill茅n


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1 SED BIENVENIDO AL MUNDO Sed bienvenido al mundo, Flor de azucena, Rayo de aurora única, Luz de la tierra, en la noche más santa, en la más llena de cantos, de alegría y alas angélicas. Sed bienvenido, Niño, a la tierra. 2 VILLANCICO DEL VINO Y si llora el Niño, “le canta una nana de alegría el vino”. Racimico quedo de uva moscatel, ¿qué haces solo en el centro del viñedo? Hazte entre mis manos, prensas de amor, mosto, racimo de agosto. Sueñan los toneles en la oscuridad con la Navidad de los moscateles. Mientras de oro fino la cepa se cubre, ¿quién nos hará el vino, racimo de octubre? El tiempo cumplido, cantan los lagares báquicos cantares al recién nacido.

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Y es canto de vela la noche entre dos luces, centinela del sueño de Dios. 9-9-98

3 DE CÓMO EL NIÑO PREGUNTÓ POR TODO LO QUE LE RODEABA A Joana San Román

-¿La mula? -Niño, la mula anda un poco trastornada, pues la humedad del establo se ha hecho reúma en sus patas. -¿La paja? -La paja, Niño, arde y sufre enajenada de no ser para tu cuerpo de pluma en la madrugada. -¿Mi Madre? -Niño, tu Madre, Virgen de mirada intacta, goza viéndote Clavel nacido de sus entrañas. ¿Y José? -Niño, José “carpinterea” en la cuadra poniendo diques al viento, centinelas a la escarcha. -¿El buey? -Niño Dios, el buey con cálido aliento calma ese temblor que tus miembros mortalecidos embarga. -¿Y los ángeles? -En vuelo sobre tu cuna te cantan: “Gloria in excelsis Deo”...

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-¿Y el hombre?

-Suspira y calla.

25-11-98

4 VILLANCICO DE LO INMINENTE

“Mira, José, que ya tengo al niño casi en los labios”.

LUIS ROSALES

José, con fiebre en los ojos, camina en silencio. El llanto traza puentes de miel lenta hasta llegar a sus manos. El camino se detiene o se alarga más, saltando tras los redondos oteros a la inclemencia del llano. Mira, José, que ya tengo al niño casi en los labios. Hasta que el vuelo no acabe, María, y siga brotando gota a gota, cristalina, estará el agua de parto. Y prosiguen el camino entre la nieve pensando cómo poner su asustada pesadumbre en otras manos. Mira, José, que ya tengo al niño casi en los labios. A José se le hace el sueño grito, voz que va llagando sus brazos porque no alcanza a darle a la Luz espacio. Y desamparadamente cruzan con su desamparo y ojos romeros la Cueva con el Niño ya en los labios. 5-12-98

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5 DE CÓMO EN LA NOCHE SANTA TODO SUSPIRA POR DAR CALOR AL NIÑO A Maribel, por sus muchas atenciones conmigo ahora que tengo roto el brazo.

Toda la noche santa gorjeando la lluvia en el tejado de la Cueva, toda la noche, nieva que no nieva, María por el alba suspirando. Toda la noche carpintereando el bendito José, poniendo a prueba la gracia de sus manos en la nueva cuna que al Niño estaba preparando. Toda la noche entretejiendo ensueños, llameando la luz en la mirada, atesorando paz el labio mudo. Toda la noche, fiebre lenta en sueños, al corazón buscándole la entrada para darle cobijo a un Dios desnudo. 31-12-99

6 DE CÓMO EL NIÑO LLORA DESCONSOLADO Pues que lloras, te pregunto: ¿Y aquel gozo iluminado de la noche más hermosa llena de ángeles cantando? ¿Y aquella asombrada luz junto a la cuna con pájaros donde el alba era de nieve cuando tu madre, en sus brazos, te meció por vez primera, Clavel de ojos desvelados? ¿Qué es de aquella algarabía de pastores y rebaños,

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temblor de leche cuajada, requiebro de queso blando, cálido y lento suspiro del amor arrodillado? ¿Y el aromático incienso, la mirra, el oro, los Magos, la luz azul de la estrella que los guió hasta el establo? ¿Por qué el heno es hoy cuchillo que saja tu carne? ¿Acaso porque no acude a su tiempo a nuestros ojos el llanto cuando en la tierra se siente profundo estertor? ¿Acaso porque ya ni centinelas de la sangre nos soñamos y en vivir la vida a tientas, Niño-Dios, nos empeñamos? Si ni siquiera la muerte y el dolor enajenado están de ronda esta noche por las fronteras del llanto, ¿qué haré, Niño-Dios, qué haré para no verte llorando? 24-10-01

7 Traigan los aires nieve al portalito, nieve que cubra de blanco al Niño. “Allí donde todo puede morir y nacer de nuevo”, un niño recién nacido está en el heno despierto. Mil voces van pregonando la reciente maravilla:

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“Un Niño en Belén nos da con su mirada la vida”. Tendida la noche, un ángel de nieve detiene el vuelo y cubre de albor la Vida mientras está amaneciendo. 6-11-01

8 SÓLO MARÍA VELA AL NIÑO Duérmete ya mi Niño, cese tu pena, que María, tu madre, es quien te vela. A estas horas los ángeles están de fiesta, y el Niño en el pesebre sin centinela. Y los pastores en la cima del monte pasan la noche. Dicen que se han perdido los Santos Reyes que en camello venían desde el Oriente. Y que no encuentran en el cielo el camino que abrió la estrella. Hasta al buey y a la mula les vence el sueño y se olvidan del Niño que hay sobre el heno. Sólo la nieve será testigo mudo si Dios no duerme. 7-11-01

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9 NANA PARA QUE EL NIÑO PUEDA DORMIR

"…Y hasta el llanto de un niño hoy es posible oír, y cómo suena la nana de la madre: ¡Ea, alma mía, ea”.

Duerme, mi Niño, duerme, que la noche se acerca rodando por barrancas y laderas. ¿Oyes cómo en la gruta “tu sangre se silencia” y la luz se desnuda sin violencia? ¡Ea, alma mía, ea! Mira cómo mis brazos se prolongan y cercan con maternal cariño tu inocencia. Cómo José, tu padre, ya no carpinterea y son de amor los clavos y la sierra. ¡Ea, alma mía, ea! Hasta el viento del norte calla para que duermas esta noche de olivos y palmeras. Mientras tu llanto sigue anegando la tierra, esta nana en los labios se me hiela. ¡Ea, alma mía, ea! 15-11-01

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LEOPOLDO PANERO


10 LA NOCHE MÁS CLARA

…hay un secreto haciéndose más claro. CLAUDIO RODRÍGUEZ

Como un leve temblor la noche está sonando mientras hay un secreto haciéndose más claro. Dios, “traspasado de alba”, aviva sobre el heno la llama de la Vida, que empieza a estar de vuelo. Toda la paz del mundo latiendo entre la nieve virginal que regala su blancura al pesebre. Voces de ángeles cantan la “gloria de la sangre” redentora del Verbo de Dios que se ha hecho carne. Dejando sus ovejas “sobre el pasto olvidado”, los pastores, atónitos, contemplan el milagro. Y su fe se arrodilla, temblorosa y alada, ante el Niño, que duerme tranquilo sobre pajas. No sé si las palabras tendrán o no memoria porque los pastorcillos en silencio lo adoran. Y en silencio regresan con Dios en la mirada hacia “el pasto olvidado” donde el rebaño aguarda. 11-12-01

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11 DE CÓMO EL SOL DA CALOR AL NIÑO DESNUDO “Cuando el silencio tenía la noche envuelta en cendales”, un niño se hizo noticia. Temblando de frío llora presa del rigor del aire, de la nieve casi niña de las manos de su madre. El Niño la está sufriendo sobre la paja: no sabe que esa nieve será pronto como una caricia suave. Luego, sonríe, la mira con unos ojos tan grandes que cabe en ellos el cielo con sus estrellas fugaces. Y calla el Niño y se duerme. En el establo no caben más que la mula y el buey, María, José, los ángeles y unos pocos pastorcillos que al Niño, con gesto grave, miran. Chopos encendidos resguardan su grey del aire. Vencida la noche, el alba -“arrayán que lento arde”tiembla. En la cuna el Niño “siente despierta la sangre”. Medio sonámbulo, el buey los pequeños pies le lame mientras la mula cocea a los fantasmas del hambre. María contempla absorta cómo el Niño hace señales con sus diminutas manos, pues quiere hablar y no sabe.

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Y siente cómo le crece en su corazón de madre la ternura, viendo al sol dar a Dios su primer traje. 7-12-02

12 DE CÓMO EL NIÑO AL DESPERTAR TUVO HAMBRE

A Nuria Moreno

Si en un pobre pesebre, mi niña, el Niño duerme, ¿qué te dirán sus ojos cuando despierte? ¿Qué te dirán sus ojos, mi niña, cuando te vean Rosal del que ha brotado Rosa tan bella? Tú callas y contemplas, mi niña, al Dios nacido que, entre un buey y una mula, está dormido. Dormido todo un Dios, mi niña, sobre la paja, pudiendo haber tenido cuna de plata. Despierta el Niño al alba, mi niña, y en sus ojuelos hay lágrimas amargas de desconsuelo. Al escuchar su llanto, mi niña, abres tu níveo

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pecho para que mame Dios, que está hambriento. El Niño se reclina, mi niña, en tu regazo, cálida y blanda cuna, lecho de nardos. 10-12-02

13 CANCIÓN TRISTE DE NAVIDAD La Virgen María le cambió el pañal al Niño. Reía con una sonrisa tan angelical, que nadie diría que allí no era brisa el viento invernal. La Madre le dijo: -¿Tienes frío, hijo? El Niño, extasiado, no le contestó y siguió riendo. San José, admirado de lo que iba viendo, fue y le preguntó: -¿Quieres que te haga un hermoso fuego con estas maderas? Tan extraño juego se transformó en llaga. Allá, en las afueras, cantaba un jilguero. Y tan lastimero era su cantar, que el antes risueño Niño, al ver el leño, se puso a llorar.

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-Hijo, ¿por qué lloras? Pasaron las horas. Al llegar el día, la Virgen María volvió a preguntar. El Niño seguía llorando y sin contestar. Y, de cuando en cuando, José, suspirando: ¿Qué puede pasar para que así el Niño llore sin consuelo? Un manto de armiño fue cubriendo el suelo. María y José, muy tristes los dos, lloraron con Dios sin saber por qué. 10-12-02

14 JUGANDO A SER PASTORCILLO Fuéronse a los pastos pastores y ganados y quedose solo el Niño en el establo. Se quedó jugando con un corderillo. La Virgen no apartaba sus ojos del Niño, y José a una vieja madera arrancaba virutas con un gran cepillo. Sonó de repente una voz: ¡Que vienen a verte los Reyes!

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El Niño siguió con su corderillo jugando a ser pastorcillo. ¡Que vienen a verte los Reyes! No entendía el Niño de reyes y pajes, sólo de corderos. Y roto el hechizo, vio alejarse a los tres personajes montados en sendos camellos. Dicen que una estrella guió su camino. Entretanto, el Niño se quedó jugando con su corderillo. 11-12-02

15 VILLANCICO DEL ROMERICO QUE SE PERDIÓ CAMINO DE BELÉN

¿Adónde vas, romerico, cansado y ciego, lleno de sangre, de nieve, de aire y de fuego? Y sin responder, pasito se fue el romero por un camino de fiebre, de luna y vuelo. ¿Adónde vas, romerico, cuando alborea sobre Belén la alegría del Dios que llega? Y sin responder, pasito, pisando estrellas, se extravió el romerico entre la niebla.

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A Virginia Narro


¿Adónde vas, romerico, ensimismado, con ese aspecto de arcángel transfigurado? Con su callar cauteloso, ciego, cansado, sangre y nieve, el romerico llegó al establo. La cueva estaba colmada de angelería atónita. El romerico perdido se iba preguntando por el Niño y por María. San José discretamente se sonreía. Florido se está el Amor cual blanco lirio, oyó cantar a los ángeles el romerico. En los brazos de María, lilial bendito, ante unos ojos romeros dormía el Niño. 14-11-03

16 ALEGRÍA DE LA PAJA POR SABERSE LA ESCOGIDA Si feliz la paja es por desplazar al vellón, qué no lo será el pesebre que sirve de cuna a Dios. La paja, delgada y tierna, que a Dios contiene, aventaja al esponjoso vellón que nardos a la luz clava. Cautelosa, el alba puja sobre el vellón y la paja, brindando al Niño divino mullido temblor de escarcha.

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Pero a Dios, que no se duerme, la paja le arrulla el sueño, y es la cuna –lirio mudola rosaleda del cielo. Paja, pues, la cuna, y alba, y escarcha, y rosa, y vellón, nardos de silencio esparce para que se duerma Dios. 20-11-03

17 CUANDO EL SILENCIO TENÍA TODAS LAS COSAS DEL CIELO

Sólo el agua de mi corazón se oye. LEOPOLDO PANERO A Laura Giménez

Acabas Tú de nacer, Dios, en medio de la noche. En Belén brota el silencio como oscuro lirio insomne. Sólo el agua de mi corazón se oye. Hay huestes de ángeles mudos dormidos en los rincones de la cueva, llama lenta, sin reyes y sin pastores. Sólo el agua de mi corazón se oye. ¡Qué pena, Niño, qué pena tu cuna sin ruiseñores! Cuando te haces alegría y pasmo de amor al hombre, sólo el agua de mi corazón se oye. ¿Por qué, mi Niño, azucena desvelada de rigores, que la Virgen baña en lágrimas

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ardentísimas, salobres, sólo el agua de mi corazón se oye? 30-11-03

18 CUANDO VENGA (Habla María)

Cuando venga, ay, yo no sé con qué lo envolveré yo, con qué.

GERARDO DIEGO

Si no con cendal de espuma ni con sábanas de raso o colcha de blanda pluma, ay, yo no sé con qué lo envolveré yo, con qué. Si sobre la tierra dura la nieve sigue cayendo de manera tan profusa, ay, yo no sé con qué lo cubriré yo, con qué. Si en el portal en penumbra el viento helado del norte sopla y todo lo desnuda, ay, yo no sé con qué lo arroparé yo, con qué Y si la tímida lluvia no se hace sobre el tejado, tamboril de Dios hoy, música, ay, yo no sé con qué lo arrullaré yo, con qué.

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A Myriam Merhi


Dímelo tú, diminuta criatura desvelada, maravilla de ternura; o dímelo tú, José, que no sé con qué lo dormiré yo, con qué. 11-12-03

19 DIALOGUILLO IMPOSIBLE ENTRE EL ÁNGEL Y EL BORRIQUILLO CAMINO DE BELÉN

Aligera el paso, borriquillo, que está a punto de nacer el Niño. Así le decía, ansioso, el ángel. Pero él, tranquilo, iba marcándole al paso premioso y cansado ritmo: a su grupa va María, grávida de Amor divino, custodia del primer Corpus, viril de un Dios escondido. El ángel le vuelve a hablar, y no responde el borrico. Sus patas levantan nubes y polvaredas de armiño. Tanta es la nieve que el ángel enmudece y busca abrigo cerca de José. Sus ojos, dos lagos de azul herido. El aire se va llenando de aleteos, de suspiros, de luz de rosa, de estrellas, de cánticos y de lirios.

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Para Antonio y Magda


¡Qué cerca Belén, qué cerca María, nardo cumplido; qué íntimo Dios, temblando sobre la paja, hecho Niño! 22-11-05

20 NANA PARA DORMIR AL NIÑO JESÚS EN NOCHEBUENA A la nanita nana, nanita ¡ea! Duérmete, Niño mío, tu madre vela. Nochebuena. La nieve, blanca y serena, va cubriendo el Portal de azahar y estrellas. A la nana te acunan manos de seda. Duérmete, Niño mío, duérmete y sueña cómo vuela la nieve, cómo lunea la luna -¡oh noche clara!-, cómo se enredan, alegres, en tu cuna la luna y las estrellas. Duérmete, Niño mío, que es Nochebuena. 12-11-06

21 DONDE ME LLEVE TU CORAZÓN Mi corazón no se atreve a elegir solo el camino: llévame por donde quieras a Belén, mi Santo Niño.

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Que ando perdido. Allí por donde me lleves será el sendero florido y hallaré, juntos, pastores, ovejas y corderillos. Que ando perdido. Llévame por donde el agua se remansa o torna río, que he de lavar mis pecados antes de verte, mi Niño. Que ando perdido. Entre María y José, mano artesana de lirios y de rosas, Niño Dios, junto a tu cuna hazme sitio. Que ando perdido. 13-11-06

22 BALADILLA DEL MENDIGO CAMINO DE BELÉN ... porque no había para ellos sitio en el mesón. Lc. 2, 7.

Era pobre y andrajoso. Caminaba hacia Belén y preguntaba por quien iba a nacer. Un vals loco bailaba, mientras caía, la nieve en la noche fría. Nadie responde. Poeta del desamor, se detiene pensando en el Dios que viene. Busca y no encuentra mesón como María y José. Y no pregunta por qué.

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En la turbia luz se mira de dentro afuera. Y se calla. Malhaya tanta canalla. No hay sitio para los pobres en el mesón, que él lo viera. Malhaya la mesonera. La noche avanza. En el cielo brilla, radiante, una estrella mientras da a luz la Doncella. Un diminuto pañal cubre al Niño, Flor nevada, al llegar la madrugada. Pero no llora, sonríe, que es su regalo primero la ropa del pordiosero. Malhaya sea el mesonero. 14-11-06

23 OS HA NACIDO UN NIÑO

Hoy no ha cantado el gallo de Nochebuena, ni se mueven las hojas de la palmera. Medianoche. Rasgando densa tiniebla, el cielo se ha hecho luz sobre la tierra. “Os ha nacido un Niño”. Sed norabuena. Dormido en el regazo de una Doncella lo hallaréis en la noche más casta y bella.

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Para Alfonso Benimelli


La nana de una madre -canto de seda-, nunca con más dulzura sonó y tan tierna. ¿Quién ha puesto en tus brazos, Niña doncella, como en rosal intacto Rosa tan bella? Flor de silencio el buey y la mula. La Cueva, can de hielo que ladra y dentellea. La escarcha es de vellón en cuanto albea, Pero el divino Niño no se despierta. Pastores de Belén hoy pastorean, bajo la luna clara y las estrellas, un Recental divino y una Ovejuela. 16-11-06

25 POR DAR A LA CAZA ALCANCE Anoche, con la nevada. ANTONIO Y CARLOS MURCIANO A mi amiga Ana Heredia, por su extraordinaria sensibilidad literaria y artística.

Anoche, con la nevada, un Neblí bajó del cielo. Anoche, con la nevada. El Neblí Dios. ¡Oh qué caza tan divina, cazador! Y tú no has cazado nada.

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Ten la flecha preparada antes de que emprenda el vuelo el Neblí con la alborada. Olvídate de la garza que ha puesto huevos y nido en los mimbrales del agua. Y busca, en la noche, caza de amor, que el Neblí llegó, anoche, con la nevada. 16-11-06

26 QUEDITO, QUEDO

Quedito, quedo, que el Niño tiene sueño. Cierra la noche y se abre el cielo. Miles de estrellas brillan más bellas en lo más alto del firmamento. Quedito, quedo. La niña madre -ternura y tientoabriga al Niño que es sobre el heno. Quedito, quedo. No sé qué fuerza embrida al cierzo. Un suave céfiro sopla en la cueva, y duerme el Niño

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A Elizabeth Gil


Dios, en la tierra, su primer sueño. Quedito, quedo. 16-11-06

27 CALLAD, RUISEÑORES “Al albor, al albor, ruiseñores, cantad al albor”. Abriéndose paso silenciosamente, para desposarse ha bajado del cielo el Amor. Callad, ruiseñores, cantad al albor. En la noche santa de sus desposorios, -¡qué menudo llueve!-, ha elegido el Amor por tálamo un pesebre, paja por cobertor. Callad, ruiseñores, cantad al albor. Si duerme, pasito. No lo despertéis mientras él se goce, que es goce de ardiente amador. Callad, ruiseñores, cantad al albor. 17-11-06

28 A BAILAR, ZAGALICAS Aire y donaire, zagalicas, al baile, al baile.

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Que esta noche en Belén el Niño nace -¡qué gloria para el heno!y que su madre, muy niña, sigue siendo Virgen ahora y antes. Aire y donaire, zagalicas, al baile, al baile. Esta noche de júbilo hacen las paces Dios y el hombre. ¿Qué gozo es comparable a este encuentro? ¿Qué dicha tan noble y grande? Aire y donaire, zagalicas, al baile, al baile. Dios, dormido entre pajas. De sobra sabe que la pobreza viste pobres pañales aunque vengan los reyes para adorarle. Aire y donaire, zagalicas, al baile, al baile. El Niño, cuando albea, sufre en su carne el rigor de la nieve niña y del aire que templan con su aliento dos animales. Aire y donaire, zagalicas, al baile, al baile. Llegaos al pesebre. Venid, zagales, mientras entonan “Gloria a Dios” los ángeles, a cantar ante el Niño sin rabadanes.

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Aire y donaire, zagalicas, al baile, al baile. 22-11-06

29 CANCIÓN DE NOCHEBUENA Ya os lo dijera: esta noche la nieve no tiene compañera. Ni a la medrosa lluvia, ni a la importuna niebla: en el cielo, radiantes, la luna y las estrellas. Un inmenso silencio reina sobre la tierra. Sólo unos pastorcillos que su grey apacientan tienen noticia clara de que Dios está cerca. “No temáis. Os anuncio una gran nueva: Os ha nacido un Niño en Belén de Judea”. Entre un buey y una mula una joven doncella lo acuna con sus brazos de niña quinceañera. Ro, ro, mi Niño, duerme. Su dulce voz resuena por todos los rincones oscuros de la cueva. Ro, ro, mi Niño. Dios sobre el heno no cesa de sonreír al hombre. ¡Qué hermosa Nochebuena de alegría, sin lluvia, sin escarcha, sin niebla!

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Ya os lo dijera: esta noche la nieve no tiene compañera. 23-11-06

30 VILLANCICO DE LOS BELENES A Maribel, que tanto aprecia mis villancicos

¡Ay qué revuelo en mi cuarto! Me pregunto cómo esto pudo pasar. Setenta y cinco belenes miniatura se ha empezado a abroncar. Que si yo soy más bonito, que si tú no eres de fino metal. Que si yo, preciosa talla de madera de ébano o de nogal. Y tú… ¡Qué tonta manera -como el hombrede poner precio a la paz! Unos se han roto enseguida, porque son fragilísimo cristal. Otros resisten y siguen -¿hasta cuándo?litigando sin parar. Aquel, el más pobrecico, es de paja, y no hace más que llorar. ¿Dónde dormirá el Niñito si no hay paja, la noche de Navidad?

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Al oír sus tristes quejas, han dejado los otros de pelear. Y han empezado a curarse las heridas tras la batalla campal. Setenta y cinco belenes tengo aún, pero ¡hay que ver cómo están! Por todas partes, pequeños pedacitos esparcidos al azar. ¿De quién serán estos brazos? ¿Y estas piernas? ¿Y esta oveja? ¿Y este can? ¡Qué me importan los belenes miniatura si mi cuarto es un Portal! 24-11-06

31 EL BELÉN DE MI VIEJA MAQUETA Este año he puesto el belén sobre la vieja maqueta. El túnel, abierto al aire, hace esta noche de cueva, bajo las cumbres nevadas y altivas de cartón piedra. ¿Nieve? Polvillo de tiza que a la nieve se asemeja. He limpiado con esmero las vías -¡cómo se quedan y relucen!-, las casitas con sus altas chimeneas, la estación y los vagones de hojalata, en vía muerta.

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Hace años que aquellos trenes que tanto amé ya no sueñan, por viejos, en recorrer, aunque torpemente sea, los diminutos espacios, los pueblitos y las sierras. Todo es pequeño. También es pequeñita la cueva, y la cunita, y la mula, y el Niño, que llora y tiembla porque el túnel está abierto y tiene frío. ¡Qué pena no tener sitio mejor que ofrecerte en Nochebuena! José, tan callado siempre, mira a María, doncella recién parida, que acoge en sus brazos de azucena al hijo de sus entrañas, a quien con amor calienta. ¡Si al menos por esta noche en marcha el tren se pusiera! Montaría en él al Niño e iríamos dando vueltas, maquinista y fogonero, alrededor de la tierra. Pero el viejo tren está hace tiempo en vía muerta. Bajo el túnel, el belén que he puesto esta Nochebuena. 26-11-06

32 VILLANCICO DE LOS ALMENDROS

Fue en diciembre cuando todos florecieron.

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A Cristina Cardona


Pregunté a los más viejos cuándo florecían los almendros. Contestaron: “Al final de enero estarán de nieve y rosa cubiertos. Cuando a la llanura llega aullando el viento gélido del norte como lobo hambriento". No entendí. ¿Qué pasa, pregunté de nuevo, al ver en diciembre en flor los almendros? Nada, respondieron. A veces, ocurren extraños sucesos. Sin saber qué hacer, me quedé en silencio. ¿Quién podrá explicarme si aquello que vieron mis ojos no fue más que un sueño? Entre la nevada flor de los almendros de diciembre, el Niño Dios había puesto su pequeña cuna… Y estaba despierto. 27-11-06

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33 BALADA DEL PEREGRINO

A Juan Luis Parra

Y tan cerca como estuve de Belén, y no acerté con el viejo atajo que a la Cueva conducía. Me perdí en noche cerrada por culpa de la nevada. Por culpa de la nevada que cubrió llano y alcor cuando nació el Salvador. Ya no podré ver al Niño, ni a María, ni a José, me dije. Y me quedé, sin ángeles, sin pastores, triste, en la noche invernal, buscando, ansioso, el Portal. Y me duelo, porque estuve cerca de Belén -¡qué pena!la noche de Nochebuena. 29-11-06

34 ¡EA, HIJO MÍO, EA!

A Irene Cutillas

Todo canta en la noche de Nochebuena: los pájaros, los ángeles, la brisa, las estrellas. Canta su nana un pájaro y al punto le contesta con silbo azul el mirlo entre la hierba.

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Canta la brisa nanas de amor tan tiernas que la Virgen María quiere aprenderlas para cantarle al Niño si se despierta. Las estrellas, la luna iluminan la cueva donde cantan los ángeles: “Paz en la tierra”. A su luz, los pastores, de pie, contemplan a Dios sobre las pajas. Y se prosternan. José, fiebre en los ojos, flor de silencio, espera, tranquilo, a que la luz gobierne a las tinieblas. Entretanto María, toda ternura, esencia de purísimo júbilo, pleamar de pureza, canta y arrulla al Niño: ¡Ea, hijo mío, ea! 27-11-06

35 BALADA DE LA JOVEN PANADERA EL DÍA DE NOCHEBUENA

A María Elena Arroyo

En esta composición se sigue el esquema de la Balada de la adelfa, de Antonio Murciano. Espérame -te dije-.

Espérame -le dijeallí donde se pueda moler el trigo tierno que al Niño llevas.

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(La tarde era de agua y movía la rueda). Espérame -le dijey buscaré la artesa para amasar el pan con esta harina nueva. (La tarde era de aire y blanca nieve ilesa). Espérame -le dijeporque hay una vereda que lleva hasta el Portal donde el Niño te espera. (La tarde era de fuego del color de la fresa). Espérame -le dije-. Y se adentró, ligera, con su pan recién hecho la muchacha en la Cueva. (La tarde se hizo noche bajo un temblor de estrellas). 30-11-06

36 PREPARANDO EL BELÉN EL 24 DE DICIEMBRE No fue el olvido, sino la duda lo que nos tuvo en vilo. ¿Qué figuras se colocan primero en el Pesebre? Las de siempre: María, José, la mula, el buey... Y el Niño. ¿Aquél risueño de la manita alzada o el otro más pequeño?

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La madrugada casi nos sorprendió colocando con mimo las figuras una por una. Al fin, se terminó el belén. No faltaban, en el fondo del cielo, ni la luna ni las estrellas. Todo en su sitio: el río con su papel de plata, un inmenso gentío ocupando caminos y rincones con sus zonas de sombra, las casitas colgadas y las farolas. Al lado de la Cueva, los pastores, los ángeles y las ovejas. ¿Y el Niño? ¿Dónde está el Niño? No hay nacimiento sin Él. ¿Acaso Dios…? Hay que encontrar al Niño como sea. Cualquiera de los dos. A punto estaban de sonar ya las doce campanadas de Nochebuena. Sobre la mesa, engalanada con el mantel de fiesta, bien dispuestos los platos, el pan tierno… Y la cena sin probar. Y el vino, reposando en las copas su tristeza y su extraño destino. Alguien habló. No sé qué dijo. Pero en el fondo oscuro de la Cueva, bajo la atenta

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mirada de María y de José, desde un pequeño escriño, sobre el heno, nos contemplaba y sonreía el Niño. 3-12-06

37 MARÍA DE LA O Villancico para el 18 de diciembre

A mi amiga Esperanza Campos, de La Coruña

María de la O, Virgen de la Esperanza, ¿adónde vas, tan niña, de Dios preñada? En ese largo viaje, ¿quién te acompaña cuando faltan seis días para que nazca? ¿Adónde,Virgen niña, si no hay posada y están todas las sendas recién nevadas? Tú no respondes, niña siempre callada, y prosigues tu ruta esperanzada. Belén está muy lejos y anda cansada la burra en que José te acomodara. ¿Qué haces cuando el Niño te da patadas y tu vientre florece con rosas cárdenas? ¿Qué le dices al hijo de tus entrañas que lucha por nacer mientras cabalgas?

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María de la O, Virgen de la Esperanza, ¿adónde vas, tan niña, de Dios preñada? 6-12-06

38 SONETO TRISTE POR LA FALTA DE FE EN EL MUNDO ACTUAL Hoy me pregunto: ¿Para qué el Retablo de Navidad si son mercadería las fiestas navideñas, si María hace ya tiempo abandonó el establo? ¿Para qué si José, mano alfarera, regresó a Nazaret -¡oh romería amarga del retorno!- y su alegría está en la aguda sierra y la madera? ¿Para qué si Jesús, carne mortal, olvidó el heno y sus esplendores en la noche de su anonadamiento? ¿Para qué si en Belén, pan candeal, ni ángeles, ni reyes, ni pastores celebran, Niño Dios, tu nacimiento? 8-12-06

39 AIRECILLOS DE BELÉN Airecillos de Belén, quedito soplad, pasito corred. Que se ha quedado dormido hace un instante el Amor en brazos de una Doncella que esta noche lo parió. Airecillos de Belén, quedito soplad, pasito corred.

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No me preguntéis en qué sueña Dios cuando Dios sueña mientras los ojos, ya rosas, de su madre lo contemplan. Airecillos de Belén, quedito soplad, pasito corred. Le está mirando la Virgen temiendo que se desvele quien siendo tan niño es Dios antes de que el alba llegue. Airecillos de Belén, quedito soplad, pasito corred. 22-11-07

40 Y SE LLAMABA MARÍA De Nazaret, quinceañera, alguien dejó escrito. Era casi una niña. Y decía que se llamaba María. Cuando iba a la fuente, el cielo con el agua transportaba en su cantarillo. El vuelo de su cabello velaba la fúlgida luz gozosa de sus ojos. Silenciosa, el alba la contemplaba porque, al regresar, llevaba lleno el cántaro de vida. Se sabía la elegida porque el arcángel Gabriel, nieve y ala todo él, con palabra enamorada la llamó un día “agraciada”. Pero ella calla y espera. Sabe que en su vientre ya floreció la primavera, y que el fruto a punto está.

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Se lo ha contado a José, varón justo, voz oscura, que no pregunta por qué, ni cómo. Flor de ternura, la casi niña María busca y pone alerta al cielo, pues siente que el terciopelo de su seno, todavía viril cálido de Dios, no aguanta más tiempo, y sueña legar su carga trigueña para alivio de los dos. En el alma se le apiña con la noche el sentimiento, pues le ha llegado el momento de ser madre, siendo niña. 23-11-07

41 MARÍA PREGUNTA A JOSÉ CÓMO FUE EL NACIMIENTO DEL NIÑO Variación sobre un soneto de Carlos Murciano

Dime, José, cómo puede tornarse el heno tan blanco que es de nieve sin ser nieve. Dime cómo vino y cuándo la Nieve tan de repente que nos sorprendió velando. Dime, dime cómo fue desde mi seno hasta el heno Nieve tan viva, José. Dímelo, que no lo sé. 25-11-07

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42 ¿QUÉ LLEVAS EN TU ALFORJA? ¿Qué llevas en tu alforja, burrito blando, que no sea mi pena y algo de llanto? ¿Vas a Belén sin nada? Llévale al Niño un pan blanco de leche recién cocido. Y un gran tarro de rubia miel colmenera. A la Virgen María, algo de leña. Que es muy fría la noche: cubre la nieve las montañas, y el Niño llora y no duerme. ¡Ro, ro, mi Niño!, canta con voz de seda y muy dulce la Virgen para que duerma. Pero el Niño no calla porque no tiene una luz por abrigo… Y no se duerme. ¿Qué llevas en tu alforja, burrito blando, que no sea mi pena y algo de llanto? 25-11-07

43 LA VIRGEN DA EL PECHO AL NIÑO El Niño ha nacido. Es la noche santa.

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Brillan las estrellas cada vez más claras. La Virgen María se inclina y alcanzan sus brazos al Niño que duerme en la paja. Lo acerca a su pecho, -rosicler y nata-, y medio dormido al Niño amamanta. No hay nieve que exceda tal blancor, ni hay palma ni vara de lirios y nardos tan alta. La Virgen María, en silencio, aguarda, contemplando a su hijo, a que nazca el alba. 25-11-07

44 BALADA DEL ARROYO HELADO Fui por agua al arroyo, pero el arroyo estaba helado en sus orillas, y no alcanzaba, para llenar el cántaro, el agua clara. ¿Cómo llevarle al Niño, río de plata, agua que su sed calme esta mañana? María está esperando calmándole las ansias con caricias de madre. Pero es ya tanta la sed, que un fuego lento le quema la garganta.

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Al oír el arroyo estas quejas amargas, pidió a los altos álamos que golpearan con sus ramas el hielo para que el agua besara sus orillas de nuevo, y yo alcanzara, sin peligro, a llenar el cantarillo. Gracias, dije al arroyo. Al sol de la mañana, los pájaros colgados de los álamos cantaban. 26-11-07

45 EL NIÑO LLORA DE FRÍO ¡Ay, Niño tierno! ¿Cómo, si os quemáis de amor, tembláis de hielo? Quien de amor se quema está sobre el heno. Mudo can, el frío le muerde los miembros. ¡Ay, Niño tierno! ¿Cómo, si os quemáis de amor, tembláis de hielo? Cántale su Madre cantares muy bellos, que tiene de lágrimas los ojitos llenos. ¡Ay, Niño tierno! ¿Cómo, si os quemáis de amor, tembláis de hielo?

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¿Qué os causa enojos, soberano Verbo, que os quemáis de amor y tembláis de hielo? 26-11-07

46 BURRITO DE BELÉN “Burrito carbonero, para ti no hubo rosas como para Platero”. Tan sólo pesadumbres, melancolía y un trote muy cansino día tras día. Luego, la pobre cuadra, al aire abierta, la soledad y el miedo a las tinieblas. Pero fuiste elegido, sin tú saberlo, para trotar cargado de un dulce peso. Tú entonces no sabías, ni adivinabas, que a Belén a María y a Dios llevabas. Trota feliz, que nunca, burrito negro, tal Clavel y tal Rosa llevó Platero. 8-12-07

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47 ¡ALBA, VENID; VENID, ALBA!

Para Isabel, la conserje de la tarde

“¡Alba, venid; venid, alba!” que, siendo Luz, no conoce blancura tan grande el Niño de ojos llorosos e insomnes. La Virgen está mirando y viendo que, en vez de flores, son de espinas en su carne del heno los tiernos brotes. Llega el canto de los pájaros enronquecido y salobre de no sé qué viento herido ni de qué lluvia sin nombre. ¿Dónde la hermosura angélica en esta noche se esconde? ¿Dónde están, pues que no guardan sus rebaños, los pastores? Cae la nieve sin alas sobre el llano y sobre el monte que en cuanto despunte el alba será de sus ojos goce. ¿Y el Niño? ¿Qué hará, María, mientras no quiebren albores los gallos si el sueño ha huido de sus ojos redentores? ¡Ay, cómo tiemblas, mi Niña, “temiendo que se deshoje” el Clavel que de tu seno se te ha caído esta noche! 29-11-08

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48 NANA QUE NO LOGRA DORMIR AL NIÑO ¿Cómo podré dormirte si está el establo a estas horas, mi Niño, alborotado? Tus ojillos se asoman desde mis brazos, cuna que yo te brindo mientras te canto esta nana que nace, Niño, en mis labios que son beso en tu cara, caricia y bálsamo. ¡Ea!, Luz de mi noche, mi Lirio cándido, duérmete, que los montes ya están nevados. Y la nieve no cesa: cae despacio, vellón o flor de espuma sutil al tacto. ¿Tiemblas, Hijo? Esta noche el frío es tanto que se hiela el aliento cuando te hablo. Todo está en calma. El viento, como pasmado, Hijo. Y tus ojos siguen brujuleando. ¿Qué te impide dormir si es mi regazo cuna para tu sueño, nana mi canto? 30-11-08

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