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S E XO, G É N E R O, D E S E O El deber de cuestionar es incuestionable

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MartĂ­ de la Malla Castillo 3r de Grau 14 -1 - 2017

Teoria del contexto


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¿En que medida las prácticas reguladoras de la formación y la separación del género determinan la identidad, la coherencia interna del sujeto y, de hecho, la condición de la persona de ser idéntica a sí misma? ¿ En que medida la “identidad” es un ideal normativo más que un aspecto descriptivo de la experiencia? ¿Cómo pueden las prácticas reglamentadoras que determinan el género hacerlo con las nociones culturalmente inteligibles de la identidad?

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Judith Butler, El género en disputa (1990: 71)

Me llamo Martí, y tengo 20 años. Nací en Barcelona en el año 1996, y aquí sigo, estudiando arte y diseño. Me defino como una persona progresista, tolerante y de mente abierta. Una persona a la que le importa poco la palabra de dios, lo que está bien visto y lo que no, lo que es “natural” y lo que no, lo tradicional, los clichés... Tengo dos madres, y no tengo padre. Mis dos madres son maestras en dos escuelas de primaria de la misma ciudad. No sé definir mi orientación sexual, ni lo pretendo. Mentiría si dijera que no he tenido problemas a lo largo de mi joven vida por el hecho de ser, según dicen, sensible, afeminado e hijo de lesbianas. Mi personalidad no encaja en el canon clásico del varón. Por todo esto, me considero una persona apropiada para redactar un ensayo dedicado al sexo, género y deseo, un ensayo que sin embargo no pretendo escribir. Antes que nada, apuntar que, aunque niegue ahora la intención de escribir un ensayo sobre ello, no exime que lo haya reflexionado y/o debatido con otras personas en múltiples ocasiones. En mi caso, des de muy pequeño he tendido a emplear mucho tiempo, quizás demasiado, en intentar llegar a alguna conclusión, no solo por lo que respecta al imaginario colectivo y la cultura de la sociedad, sino también, y sobre todo, por lo que respecta a mi mismo, a mi propia condición y a mi propio cuerpo. En cualquier caso, ambas son reflexiones que prefiero reservarme para mi, puesto que, al final, quizá no sé si se trata tanto de un debate colectivo, sino mas bien de una reflexión profunda e individual. 2


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Son muchas las veces que he procurado justificar mi condición de hijo de dos mujeres. A menudo me apresuro a decir que mis madres ya estaban juntas antes de que naciera, que no soy adoptado, ni fecundado in vitro. Y no es que lo necesite yo, sino más bien que lo necesita la circunstancia, quizás por la cara de póquer de aquellos que a primeras parecen no entender. No obstante, en la gran mayoría de casos, aquellos/as con las que hablo tienden a reaccionar a dichas palabras con una sonrisa y un “que guay” o similar. Lo cierto es que, en mi círculo personal de relaciones, no recuerdo ninguna vez en que se me haya despreciado/insultado por esta realidad. Quizás porqué ya me muevo en un círculo donde los problemas en cuanto al deseo y la orientación sexual que quedan fuera de lo que hasta ahora venía siguiendo la norma (la única legítima) ya han sido superados. No parece pasar lo mismo con la personalidad: con eso sí he tenido algún que otro problema. Quizás por no ser, como ya he dicho, el prototipo de “hombre viril” o no ceñirme al canon impuesto: jugar a fútbol, ser fuerte, práctico, no expresar los sentimientos, ... Lo cierto es que, en primer lugar, me molesta enormemente tener que prestar atención a algo que, según pienso, debería tener cero importancia, estando por encima de todo el derecho individual sobre uno mismo y su propio cuerpo, sin tener que exponerse a prejuicios, desprecio e insultos de aquellos que pretenden homogeneizar la sociedad. Tampoco a tener que buscar una norma que nos incluya a todos en cuanto a nuestro género o nuestro deseo, puesto que antes que nada, somos sujetos individuales. Tampoco a tener que definirnos con un sexo determinado, puesto que existen casos, como ya se sabe, de personas sin un sexo claro y perfectamente definido. Resulta tremendamente significativo considerar, en este último caso, un aspecto importante de la lengua y la escritura: la etimología de las palabras. Las lenguas románicas descienden del latín. En este caso, la palabra sexo proviene del latín sexus, que a su vez viene del verbo latín secare (cortar). Sexo se refiere pues, simplemente a la división del género humano (cuando aún no se había separado del concepto sexo, y resultaban la una y la otra una misma cosa) en dos grupos distintos: masculino y femenino. O lo uno o lo otro, nada más. Dos conceptos absolutamente polarizados. Esta raíz de la palabra sexo, la cual resulta innegable e inseparable del concepto contemporáneo, convierte el usar el término lingüístico en un acto de crueldad y de intolerancia. Lo mismo pasa con la palabra género: su origen etimológico se remonta al término, también latín, genus/-eris, (linaje, nacimiento,...). Por lo tanto, cada vez que usamos la palabra género nos referimos en su esencia a esa herencia genética que determina el carácter, una teoría que cada vez se cuestiona más. Hoy la sociedad está tendiendo a concebir el género como una construcción cultural, fruto de la educación. En definitiva, ni la palabra sexo es hoy un corte entre hombres y mujeres, ni el género una cuestión genética y hereditaria, sino precisamente lo contrario, una construcción cultural. Sin embargo, seguimos utilizando las mismas palabras que designaban unas ideas o conceptos que empiezan a alejarse de la realidad social actual. Numerosos estudios antropológicos (como los de Margaret Mead en Sexo y temperamento en tres sociedades primitivas, (MEAD, 1935) precursora en la utilización del concepto “género” como construcción social) son referentes indiscutibles de esta cuestión. Nos aportan material empírico que cuestiona la rígida diferenciación entre caracteres “femeninos” y “masculinos”, documentando culturas en las que los roles de género no se corresponden a la concepción occidental que ha llegado hasta nuestros días, en las que hombres y mujeres comparten por igual prácticas consideradas exclusivamente masculinas (como la guerra) y en las que la distribución de tareas 3


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domésticas es exactamente inversa a la occidental. En sus investigaciones etnográficas puso en entredicho la visión sexista biologista según la cual la división sexual del trabajo en la familia moderna se debía a la diferencia innata entre el comportamiento instrumental (público, productivo) de los hombres y el expresivo de las mujeres y abordó la revolucionaria idea de que la especie humana es enormemente maleable y, por ello, los roles y las conductas sexuales varían según los contextos socio-culturales. El papel de la educación, y las herramientas que utiliza para moldearnos desde la más tierna infancia, es definitivo para demostrar su transcendencia en la construcción de la propia identidad y de los roles que se esperan de nosotros en función a nuestro sexo biológico. No hay más que entrar en una tienda de ropa infantil, ver una película de Disney, ir a una juguetería o escuchar un cuento clásico. ¿Qué intención esconde la distribución de colores y abalorios determinados por el sexo, desde el momento de nuestro nacimiento? ¿Por qué la vida de las princesas, siempre dulces y bonitas, gira a menudo entorno a un príncipe fuerte y valiente que será su salvador ante cualquier peligro y, a menudo, el único medio para alcanzar la “felicidad”? ¿Cuál es el motivo de que unos padres se sientan angustiados porque su hijo varón prefiere jugar a muñecas o disfrazarse de hada a los balones, los coches o los disfraces de héroe? ¿Qué objetivo moralizador y aleccionador persigue el cuento de La Caperucita Roja (por poner un ejemplo) cuando nos describe a esa niña ocupada en el cuidado y atención de su abuela, que desobedece a su madre -y se entretiene en una tarea tan irrelevante como coger flores-, por lo que se encuentra con el peligro personificado en la figura del lobo –el macho-, su cándida inocencia al no reconocer sus malas intenciones y el castigo final: la muerte segura que la espera por no haber cumplido con su papel de hija obediente y precavida? Podríamos encontrar infinidad de ejemplos que no harían más que argumentar la influencia del ambiente en qué crecemos. Un segundo motivo por el cual renuncio a escribir dicho ensayo es que el propio acto de escribir y usar una lengua como la nuestra (indistintamente catalán o castellano) ya me obliga a determinar el género de cada sustantivo que utilizo, a emplear expresiones que, a mi pesar, resultan de un modo u otro machistas, a utilizar el género masculino como el predominante/general al hablar de colectivos,... Este último caso me es extremadamente cercano. Hay una palabra que siempre me causa recelo y me pone en tensión cuando la oigo: los padres. Esta expresión al referirse a las personas con hijos es una perfecta demostración del patriarcado lingüístico heredado que toma como superior el género masculino y lo utiliza como “general”. Otro ejemplo podría ser el “niños” que oímos tan a menudo al referirnos a niñas y niños. En las últimas décadas son muchos los colectivos que han trabajado en esta cuestión y el debate está servido: hay partidarios de utilizar ambos géneros sin escoger ninguno: niños y niñas / niñas y niños. Hay a quien esta especificación le parece que consigue precisamente el efecto contrario: marcar aún más la diferencia entre géneros y en la incompatibilidad de éstos. Es una pena que no nos suceda como a lenguas indoeuropeas, como el alemán, en el que el sustantivo Kind es unívoco para niña y niño, y no tiene género determinado. Incluso el lenguaje, como fenómeno eminentemente cultural, recibe la influencia del patriarcado social que siempre ha caracterizado la cultura occidental. Hace poco leía en un artículo de la vanguardia (RIUS, M. 07/03/2014) dedicado a la problemática sexista y machista que acompaña a las palabras, y como cuesta llegar a un consenso en cuanto a que camino seguir: si debemos ceñirnos a las normas gramaticales o modificarlas para normalizar este cambio de mentalidad que se esta dando. Un consenso que cuesta alcanzar incluso entre los redactores y directivos de 4 La Vanguardia misma.


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Por otro lado, tengo también ciertas dudas de lo que supondría expresar mi opinión singular en un tema que parece, cada vez más, no estar sujeto a normas fijas. ¿Debo expresar mi opinión para intentar crear consenso y verificar mis opiniones como verdades? Claramente me opongo a esto. Prefiero no dar el tema por zanjado, dejarlo abierto, dar libertad de opinión y de expresión, aunque, en última instancia, no te/me importe absolutamente nada lo que puedan pensar o decir (como tiene que ser). Aquí lo que cuenta no es mi opinión sino más bien abrir debate y destruir las barreras morales y los tabús que arrastramos desde hace siglos. Y no creo que sea este mi papel. Mireia Sallarès, artista post-conceptual (como prefiere “etiquetarse”), realizó un proyecto que trataba de recoger historias de la sexualidad de distintas mujeres de México, poniendo sobre la mesa la relación entre el sexo y la sumisión, la violencia, la felicidad, la condición de ser mujer... Las muertes chiquitas, como manifestación/pieza artística, tienen ese poder de cuestionar y abrir debate. Pero prestemos especial atención a esta misma intención, ya no llevada a cabo por una artista singular sino por instituciones publicas y vertebradoras de la sociedad. Un ejemplo serían las cadenas de televisión, que han dedicado ya parte de su programación a temas como la transexualidad, el machismo o la construcción del género: TV3 en 30 minuts con el reportatjeTrànsit: menors transexuals (TV3, 30 minuts, 2016), que se convirtió en la edición más vista des de Setiembre de 2014 con un 19,7% de cuota de pantalla con 684.000 espectadores (ARA, 11/04/2016) , o con el “Sense ficció” (TV3, Sense ficció, 2016) que trataba la sexualidad de personas con discapacidad. La Sexta con Salvados (La Sexta, Salvados, 2016) que trató la condición de las mujeres en la sociedad de hoy,... En un artículo de la misma cadena (La Sexta) he leído que la ministra de sanidad ha prometido comprar este año 400.000 fármacos hormonales para transexuales y así acabar con el desabastecimiento. Así pues, el mismo gobierno (a pesar de ser conservador) asume ciertos cambios en cuanto al sexo y al genero asumiendo la diversidad de personalidades y asegurando sus libertades. Desde octubre del pasado año se puede visitar en el CCCB una exposición que hace alusión explícita al sexo (EP, 25/10/2016). El hecho de que una institución cultural pública como el Centro de Cultura Contemporánea de una ciudad que, hace unos cuarenta años, vivía bajo una dictadura (con todo el patriarcado y la imposición del modelo de familia tradicional, así como la erradicación de aquello distinto al sexo binario y a la hegemonía heterosexual que lo caracteriza), dedique una exposición de cinco meses (y de la cual se ha hablado mucho en los medios y se ha hecho mucha publicidad) a tratar el sexo explícitamente como tema central, demuestra que estamos avanzando ― a pesar que, desde mi punto de vista, estaba muy centrada en el deseo masculino heterosexual y su concepción a lo largo de los años―. Se están poniendo en duda todas estas concepciones estereotipadas que, hasta hace relativamente poco tiempo, habíamos pensado que nos definían como especie y nos daban un papel al cual ceñirnos. Así pues, me parece especialmente significante que ya no se trata sólo de una minoría progresista. El debate ya ha llegado a las instituciones culturales de una ciudad internacional como Barcelona en forma de una expo5


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▲ Recreación del Centro de Entretenimientos Sexuales de Nicolas Schöffer en el CCCB. / Foto: CARLES RIBAS - El País

sición casi monográfica de la relación entre la arquitectura y el deseo. ¿Tendrá esta exposición alguna repercusión en la ciudad como espacio arquitectónico? El tiempo lo dirá.1 En resumen, estas manifestaciones institucionales anuncian que el debate ya ha llegado, ahora hace falta que llegue a todos. Con este material, y mucho mas que se me escapa, creo sinceramente que hay material de sobra para considerar que el debate está abierto y para argumentar distintas posiciones al respecto. Al parecer, pues, el motivo de que sigamos viviendo bajo este patriarcado cultural parece no deberse a la escasez de material que lo cuestione, sino más bien a alcanzar que este material llegue a todos los estratos sociales. Ahora solo hace falta que sea motivo de interés y preocupación para aquellos que todavía no lo ha sido, y que no se quede en una conversación/diàlogo/ argumentación elitista progresista de quienes ya toleran y respetan, cuestionan y cultivan su cultura entorno a esta temática, abriendo este tipo de debates a gente que aún no se ha cuestionado esta serie de temas, ni se ha interesado por hacerlo. ¿Que interés tendría sino esa persona en leer/visitar exposiciones/mirar programas de televisión que tratan este tema? ¿Que interés tendría un conformista con actos reflejos machistas y patriarcales en leer y consumir este tipo de material? Así pues, ¿tiene sentido que yo escriba sobre esto? ¿Dónde acabará? Suponiendo que estuviera al alcance de todas las personas del país, ¿quién decidiría leerme? Pues probablemente aquellos que ya tienen una actitud abierta y respetuosa, aquellos progresistas que ya han alcanzado este nivel mínimo de tolerancia para un progreso social. 1 El deseo y la sexualidad ya han supuesto el sujeto a considerar de muchos planos urbanísticos y de la logística de la ciudad. En Barcelona tenemos la calle del Paral·lel, que fue el centro neurálgico de los shows picantes, el cabaret burlesque y la prostitución, con la instauración de music-halls como El Molino, Pompeya o Bataclán a 6 principios del siglo XX.


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Este ensayo, empezaba con una cita del texto de Judith Butler. En ella, cuestiona la “coherencia” y la “continuidad” del individuo como normas de identidad provenientes de la sociedad y la cultura. La construcción de nuestra identidad personal, ¿pasa por determinar nuestro género y nuestra orientación sexual (deseo), y mantenerlo toda la vida de manera inalterable? Judith Butler, no hace ni treinta años, propuso la división/distinción entre género, sexo y deseo a la que hasta ahora me he venido refiriendo (BUTLER, 1990). Estos tres términos resultan, a su vez, indisolubles, de modo que la concepción de uno influye y confluye con los demás. Así, la concepción de un género polarizado repercute en la inclinación sexual, y viceversa. Sea como sea, a mi parecer, hoy resulta más cierta esta división que Butler propone de la constitución de la persona en singular (sexo, género, deseo) que no la distinción social hegemónica colectiva (hombre - mujer.) Pero, es este poner en duda la construcción identitaria individual mediante unos convencionalismos sociales y tradicionales, así como los prejuicios y las discriminaciones intolerantes, lo que convierten a Butler en un auténtico referente para este texto. Y es que, en definitiva, este no-ensayo que ahora escribo viene a defender este poder cuestionador e incitador a una reflexión, el poner en duda aquello que se nos inculca y se nos educa. La construcción del género y la definición de un sexo y una sexualidad viene dada por una sociedad patriarcal que hasta ahora ha sido la única legítima. El cuestionar de dónde viene la construcción del género, la división binaria del sexo hombre - mujer, la obligación de forjarse una identidad escogiendo un solo camino, el como utilizamos el lenguaje y su connotación... y el cuestionar, incluso, el deber de redactar las palabras aquí presentes hablando de esto. Efectivamente, pues, el deber de cuestionarlo todo es incuestionable.

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BIBLIOGRAFÍA: •

BUTLER, J. (1990) El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. 1a ed. Barcelona: Editorial Paidós, 2007.

MEAD, M. (1935) Sexo y temperamento en tres sociedades primitivas. 1a ed. Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica, 2006.

A R T Í C U LO S :

EP (25/10/2016) El CCCB investiga el poder de la arquitectura como motor de deseo sexual. La Vanguardia [en línia]. URL: http://www.lavanguardia.com/cultura/20161025/411312211942/el-cccb-investiga-el-poder-de-la-arquitectura-como-motor-de-deseo-sexual-en-una-exposicion.html [consultado el 13 de Enero de 2017]

Redacció (11/04/2016) El ‘30 minuts’ fa la millor dada de l’últim any i mig amb el reportatge sobre menors transsexuals. Diari ARA [en línia] URL: http://www.ara.cat/economia/ Bayer-fabricant-transgenics-Monsanto-bilions_0_1650435113.htm [consultado el 13 de Enero de 2017]

RIUS, M. (07/03/2014) El sexismo que ocultan las palabras. La Vanguardia [en línia]. URL: http://www.lavanguardia.com/estilos-de-vida/20140307/54402851720/el-sexismo-que-ocultan-las-palabras.html [consultado el 12 de Enero de 2017]

M AT E R I A L A U D I O V I S U A L ( p o r o r d e n d e a p a r i c i ó n ) : • Trànsit, menors transsexuals (10/04/2016) [en línia]. R. Oliver i L. Montserrat dir. TV3, URL: http://www.tv3.cat/30minuts/reportatges/1984/Transit-menors-transsexual [consultado el 1 de Enero de 2017] • Jo també vull sexe! (29/11/2016) [en línia]. Sense ficció prog. TV3, URL: http://www.ccma.cat/tv3/alacarta/sense-ficcio/jo-tambe-vull-sexe/video/5634098/ [consultado el 1 de Enero de 2017] • Nosotras (2016) [en línia]. J. Évole dir. Salvados prog. La Sexta, URL: http://www.atresplayer.com/television/programas/salvados/temporada-12/capitulo-10-Nosotras_2016121700149.html [consultado el 3 de Enero de 2017]

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