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Una ardilla imprudente

Había una vez una ardilla que constantemente causaba problemas y en ocasiones decía mentiras. Vivía en un hermoso bosque en el cual habitaban conejos, topos, pájaros, luciérnagas, venados, entre otros animalitos. Debido a su personalidad, esta ardilla vivía alejada del resto de los animales.

Un día, todos los animales salieron temprano para ir al río. Algunos aprovecharon para asearse y otros para lavar. Todos estaban trabajando, excepto la ardilla, quien estaba un poco aburrida, así que se le ocurrió hacer una pequeña broma.

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De pronto comenzó a gritar: –¡Corran porque viene el zorro! ¡Allí viene el zorro! Y todos, gritando, corrieron a sus casas.

Cuando todo pasó, la ardilla riéndose les dijo: –Hubieran visto sus caras de espanto cuando les dije que el zorro venía y ni era cierto.

El topo, muy molesto, respiró profundo y tratando de guardar la calma dijo a la ardilla: –Si vuelves a hacer otra broma semejante te correremos definitivamente del bosque. Y continuó haciendo sus labores.

La ardilla, entre dientes, dijo: –Qué amargado, ya me arruinó mi día. Mejor tomaré una pequeña siesta para descansar de todo este drama.

Al día siguiente, el comité de limpieza de los animalitos del bosque realizaba la recolecta diaria de basura, ya que algunos de los humanos que visitaban el bosque para disfrutar de sus maravillas dejaban tirados desechos en todas partes, incluso en el río.

Mientras tanto, la ardilla, sin ganas de trabajar, decidió hacerles otra broma a los animales: –¡Un incendio¡ ¡El bosque se quema, corran porque viene el fuego! Y todos asustados corrieron en busca de agua para salvar su

amado bosque, y al regresar con las cubetas, comprobaron que no había ningún incendio. La ardilla reía sin parar y gritaba: –¿Ya apagaron el fuego? ¡Cuidado, no se vayan a quemar!

Enfurecidos, los miembros del comité de limpieza le dijeron que ya estaban cansados de sus bromas pesadas y decidieron convocar a una junta para acordar qué decisión se tomaría al respecto. Todos platicaron para decidir cuál sería el castigo ideal para la ardilla. Algunos dijeron que debía cuidar a los animalitos pequeños, otros sugirieron que era mejor que realizara las labores del bosque, e incluso hubo quienes pidieron que se le desterrara del bosque.

Cuando estaban decidiendo qué hacer, el señor topo hizo una intervención: –Amigos, ningún animal del bosque es inquieto por maldad, quizá la ardilla tiene algún problema y se comporta de esa manera para atraer nuestra atención, quizá se siente sola. Les pido me permitan hablar con ella para saber qué es lo que le sucede y así podamos ayudarla y no sólo castigarla.

Todos estuvieron de acuerdo y mandaron llamar a la ardilla. El señor topo le preguntó: –Amiga ardilla, no queremos causarte un mal, queremos

vivir con respeto y armonía entre todos. Dime, ¿qué es lo que te lleva a comportarte de esa manera? ¿Hay algo que podamos hacer por ti?

La ardilla se sorprendió al ser cuestionada porque nunca alguien se había interesado por cómo se sentía. El interés del señor topo la hizo sentir apenada, ya que nunca había sido su intención lastimar a los animalitos del bosque, ella solo quería jugar.

El señor topo le dijo que todas las acciones, buenas o malas, tenían consecuencias y que ella debía responder por el daño que había hecho, y le recomendó que propusiera cómo podía enmendar su acción.

La ardilla dijo: –Yo estoy dispuesta a hacer lo que ustedes decidan, les pido disculpas porque no me había dado cuenta de que mis bromas no eran graciosas, sino molestas.

El topo regresó con sus compañeros y les platicó lo sucedido y todos estuvieron de acuerdo en darle una oportunidad a la ardilla, siempre y cuando cumpliera con una sanción.

La ardilla no pudo tener una mejor sanción que jugar con

los cachorritos del bosque, pues cumplía con su cometido y se divertía muchísimo. También cooperaba gustosa con las labores del bosque.

Los animales del bosque se dieron cuenta de que la ardilla cumplía con cada una de sus labores y poco a poco la ardilla convirtió en el animal preferido de la comunidad; ya no hacía bromas pesadas que afectaran a los animalitos y ayudaba a los demás, así que vivió feliz y en armonía junto a los demás por siempre.

Alma Guadalupe García Arvizu Primer grado de secundaria Telesecundaria 833 11ETV0833K San José Iturbide

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